"Entre Tlahcuilos" No. 02

Desde mi espacio Primer concurso de Crónica

Año 2, Número 3

PRONAFOLE Programa Nacional de Fomento a la Lectura

Directorio General Leticia Ramírez Amaya Secretaria de Educación Pública Nora Ruvalcaba Gámez Subsecretaria de Educación Medias Superior Rolando de Jesús López Saldaña Director General de Educación Tecnológica Industrial Alfonso Mayo Hernández Director Académico de Innovación Educativa Gina Balderas Rodríguez Directora de Planeación y Evaluación Iván Flores Beníte Director de Coordinación Operativa, Supervisión y Control Alejandro Samuel Colín Ramírez Coordinador de ODES DIRECTORIO ENTRE TLAHCUILOS Raymundo Celys Flores Subdirector de Desarrollo Integral Juan Arturo Martínez Paz Responsable del Programa Nacional de Fomento a la Lectura Norma Montiel Olivares Coordinación Editorial Luis Noé Ayala Aparicio Diseño Gráfico Juan Arturo Martínez Paz Corrección de Estilo “Entre Tlahcuilos”, año 2 número 3, noviembre del 2023, es una publicación digital editada por la Dirección General de Educación Tecnológica Industrial a través de la Subdirección de Desarrollo Integral en el marco del Programa de Fomento a la Lectura. Av. Universidad No. 1200 Col. Xoco, Alcaldía Benito Juárez, C.P 03330, Piso 4° Sector 21. Tel. 55 36002511 ext. 60767. Todos los textos son propiedad de la DGETI. Se autoriza su reproducción parcial o total del material publicado, siempre y cuando se cite la fuente. Distribución de manera digital.

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Presentación Tlahcuilo, portador de la cultura, escriba, pintor, escritor. Esta figura fue importante para transportar todo el saber de la cultura azteca; pues eran ellos quienes realizaban los códices, murales y esculturas. Sabemos que esta figura no se perdió a lo largo de los años, sino que evolucionó y ahora se encuentra en cada uno de los jóvenes mexicanos que busca crear, hacer algo distinto, darle vida a sus pensamientos y emociones.

“Entre Tlahcuilos” es un espacio para todos aquellos jóvenes integrantes de la DGETI en donde podrán ver plasmadas sus grandes historias. Cuentos, poemas, crónicas, mini-ficciones, ensayos son bien recibidos. Deja volar tu imaginación y suelta esa pluma, déjate llevar por tu imaginación y explora el mundo. Muéstrales a todos a tu alrededor lo que eres capaz de crear, vuela y supera tus límites.

En esta tercera entrega se publican los ganadores del Primer Concurso de Crónca, que nos sorprendieron por su creatividad y originalidad.

A través de los concursos literarios de PRONAFOLE tendrás la oportunidad de ver tu trabajo en esta publicación de manera semestral, con los mejores trabajos a nivel nacional de los concursos realizados. ¡Únete a las plumas que alimentarán esta aventura literaria!

PRONAFOLE Programa Nacional de Fomento a la Lectura

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Índice El Callejón

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Nadie me quería

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Abandono de mascotas

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Una herida inviible en la sociedad

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Una amiga peluda de cuatro patas

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Pancha

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El ultimo día de compañía canina

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Amo a Camila

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El callejón de las desgracias

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Yo tenía 10 perritos...

23

Una herida invisible en nuestras calles

25

Todo pasa

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El valor de una mascota

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La culpa de nadie, la culpa de todos

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El Callejón Eran las 6:30 de la mañana, me encontraba caminando buscando algo de comida en una plaza cerca del callejón en donde yo dormía y pasaba la mayoría del tiempo.

Estaba encontrando algo de comida en la basura de un restaurante que se encontraba dentro de la plaza. En ese basurero la mayoría del tiempo había alimento. En esta ocasión, cuando pude obtener algo eran las 8:47 a.m. Iba por el trozo de comida cuando miré que la puerta trasera del restaurante se abrió, salió un mesero molesto y me gritó: – ¡Lárgate de aquí perro tonto, no puedes estar aquí! – Esta persona trató de golpearme. Me empecé a asustar, así que corrí hasta que llegué a aquel callejón. En este punto ya eran las 9:00 de la mañana y tenía mucha hambre. Lo único que pude comer fue el pequeño trozo de carne que logré agarrar antes de salir corriendo.

Alrededor de las de las tres de la tarde estaba hambriento, entonces volví a la parte trasera del restaurante. Llevaba media hora buscando y comiendo lo que encontraba, cuando escuché la puerta abrirse y vi al mismo mesero, por lo tanto, asustado huí de nuevo.

En el momento en el que iba a llegar a mi hogar, me atropellaron una pata. Aunque no fue tan grave, no podía con el dolor, solo me fui al callejón y empecé a llorar. Ya eran las 11:00 p. m. y todavía seguía llorando cuando de pronto escuché pasos, volteé y miré que el mesero se estaba acercando. Traté de esconderme, pero él me alcanzó, me acercó comida y me dijo que me iba a ayudar. Yo, un poco dudoso, fue lo último que escuché.

Desperté la mañana siguiente a las 11:00 a.m. en el veterinario donde descubrí que aquel hombre me trajo aquí y ya me habían atendido. Después el mesero vino y comentó que me tenía que quedar más tiempo pues yo debía estar en revisión.

Una semana después, un viernes aproximadamente a las 11:00 a.m. regresó el mesero a recogerme. Como ya se le hacía tarde para ir a su trabajo, me explicó que ocupaba que me quedara en el callejón de nuevo, pero que no me preocupara porque en cuanto saliera me iba a llevar con él.

Se hicieron las 3:15 de la tarde y me estaba empezando a dar hambre, así que fui a buscar comida al restaurante y me encontré con un plato de croquetas, supuse que las había puesto el mesero y me las comí para luego volver al callejón.

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Ya pasaban las 5:00 p.m. cuando me empezó a doler el Jennifer Camacho Ibarra CETIS 156, estómago, no entendía por qué, pero era un dolor horrible, tanto Tijuana, Baja California. que cuando eran las 6:27 p.m. vomité. No podía entender lo que me estaba pasando y en lo único que pensé fue en esperar a que vinieran por mí, sin embargo, me quedé dormido ese día a las 8:43 de la noche.

Así fue como el perro murió envenenado, convirtiéndose en uno de los 18 mil perros que no sobreviven por estar en la calle.

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Nadie me

quería

Lunes 13 de diciembre, de un año desafortunado.

Acabo de nacer. Todo es muy emocionante, siento el amor de mi mami, el olor de las cosas, la sensación de una cama cálida y cómoda, ¡qué feliz que soy!

Lunes 20 de diciembre.

Hoy cumplo una semana de nacido. Acabo de abrir los ojos. La comida se ve tan sabrosa, los colores vibrantes, el aire se siente fresco y mi mami se ve bellísima. Me cuida con tanto amor, es la mejor. Creo que nada, absolutamente nada, podría hacerme odiar un mundo como este.

Viernes 25 de enero, 19:00 horas.

Hoy me llevarán de paseo, o eso creo, porque voy con todos mis hermanos, somos demasiado traviesos, todos empezamos a correr y a mordernos la cola entre nosotros.

Una hora después.

Hemos llegado a una carretera desolada en un bosque, qué bosque tan lindo, ojalá me quedara aquí para siempre para poder jugar, correr y divertirme.

Ojalá nunca hubiera pensado eso.

Me cerraron la puerta apenas me bajé de aquel carro rojo, escuché el motor arrancar y miré los destellos de aquellos faros color ámbar alejarse lentamente con mis hermanos, mi madre que me lanzó una mirada de tristeza, que por alguna razón me dio la sensación de que algo andaba mal. Corrí y corrí lo más rápido que mis piernas y patas me permitían mientras ladraba: –¡¿A dónde van?!– Como pude me dormí, esperando por una mañana deslumbrante, donde despertaría en aquel hogar y en el calor de mi madre. Por ahora sólo me quedan las ganas de llorar.

Un año después.

Son las ocho de la mañana, la pesadilla todavía sigue. Mis dueños no me abandonarían nunca, sólo espero despertar ya y estar en mi cama calentita, tengo demasiada hambre, aunque para ser un sueño esto se siente muy real.

Seis meses más tarde.

Hace ya un rato, como a eso de las 15:00 hr. cuando comía de un tambo de basura, una señora me tiró agua caliente encima. La piel me arde demasiado, ojalá las personas entendieran mis chillidos para que supieran que no quiero molestar a nadie, pero creo que esos pensamientos me los tengo que guardar sólo para mí.

Martes 04 de septiembre.

El día de hoy siento que perdí la noción del tiempo, he llorado, suplicado y nada ha cambiado. Como a eso de las 3:00 p.m. o a lo mejor más tarde (ni siquiera sé qué día es hoy) estaba caminando por la misma calle de siempre, buscando algo de basura, o algunos desperdicios, y en eso unos niños que jugaban por ahí me empezaron a lanzar piedras por montones con la intención de ver qué tanto podía aguantar el dolor.

Yo no le hago nada a nadie, tampoco sé por qué sigo vivo si aquí no hay nada bueno para mí. Siempre creí que

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había un Dios o algo que te ayudaba cuando más lo necesitabas, ahora me doy cuenta de que tal vez no hay nada, si existe o no lo tengo muy en duda, porque nadie sería tan cruel o despiadado como para dejar sufrir a un animal, un animal que no sabe qué hizo mal como para terminar así.

Orzuna Pérez Jimena CETIS 156, Tijuana, Baja California.

Viernes 07 de septiembre.

El día de ayer, era ya de noche, a lo mejor eran las 20:00 hr., porque estaba todo oscuro, cuando de repente miré un carro que me resultó familiar, los mismos faros color ámbar y el mismo tono rojo: eran ellos.

-¡Hey!, ¡Aquí estoy!- ladré.

Ellos me reconocieron y se empezaron a acercar, pensé que por fin ese Dios al que tanto le rogaba algo de piedad me había escuchado, creí que ellos venían por mí para volver a ser una gran familia como siempre lo esperé.

Gran error.

Yo venía por la vereda, ellos se desviaron de la carretera y me arrollaron. Pensé que se habían equivocado o que eso fue sólo un accidente, porque los accidentes suceden ¿no?

De repente escuché unas carcajadas tan descaradas que me hicieron darme cuenta de que aquello no fue ningún accidente, pude sentir el cómo disfrutaban mi sufrir.

Como pude me arrastré hacia un callejón que se encontraba cerca de ahí y me dormí.

Sábado 08 de septiembre (al día siguiente).

Era el mediodía y el sol brillaba como un montón de estrellas y satélites preciosos, algo me decía que ese día podría ser al fin feliz. Ya no sentía nada, me dolía todo, estaba agotado, cansado y triste, pero era una tristeza feliz. Por un lado, me dí cuenta de que el mundo es demasiado hermoso como para odiarlo, pero por otro, también confirmaba que los humanos vinieron a destruir lo más bonito que alguien podía tener gracias a su avaricia, maldad y odio. Ese odio es el culpable de que yo esté aquí.

Estaba hundido en mis pensamientos, pero el sonido de aquella voz tan dulce y gentil me hizo reaccionar.

-Pobre perrito… pero mira cómo te han dejadoGiré mi cabeza y miré a aquella joven linda. Ella corrió hacia mí y a su lado venía un señor de bata blanca. La mujer se acercó a mí, arropando mi cuerpo con un hermoso suéter blanco. Ese cobijo me dio paz y me hizo acordarme del amor que mi madre me tenía.

Sentí las lágrimas cálidas de aquella gentil y hermosa dama caer sobre mi fría y reseca nariz y justo en ese momento escuché al señor decir: -Este pobre perrito ya no tiene remedio, es mejor ayudarlo a descansarLa muchacha asintió, me abrazó muy fuerte y yo le moví mi rabo para que

supiera lo agradecido que estaba con ella por venir a ayudarme a descansar. Solo sentí el piquete de la inyección y cerré mis ojos lentamente, acordándome de todo lo bello y lo malo que llegó a pasar.

Al final una sola pregunta invadió mi mente, llenando así mi corazón de pura tristeza: ¿Por qué tuve que nacer si nadie me quería?.

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“Abandono de mascotas.”

El abandono de mascotas es un problema muy común en el mundo, ya que a donde quiera que vayamos encontraremos algún animal en la calle ya sea porque lo abandonaron o nacieron ahí, en mi casa tengo 6 perros, los cuales la mayoría de ellos son rescatados de la calle.

Un día estaba caminando por una colonia con mi familia y escuchamos varios ruidos de una casa abandonada así que nos dio curiosidad el hecho de ir para saber que era lo que sucedía, al entrar, encontramos una caja con 3 perritos los cuales estaban llorando y en un mal estado así, que decidimos llevarlos al veterinario, él nos dijo que estaban deshidratados y mal alimentados ya que tenían una infección en su estómago, aun así decidimos adoptarlos, pero lamentablemente solo podíamos quedarnos con uno, la perrita, los otros dos mis familiares se quedaron con ellos.

A la perrita que nos quedamos le pusimos de nombre “panda” ya que tenía un pelaje blanco y negro. Panda lleva 10 años a mi lado, está creciendo grande y fuerte, ahora mismo está sana y los demás perritos lamentablemente no corrieron con la misma suerte pero aun así estaban muy bien cuidados a pesar de lo que pasaron cuando los encontramos.

Otro de mis perros que tengo también fue rescatado. Un día estaba caminando por la calle junto con mi hermano, y nos encontramos un perrito el cual estaba en muy mal estado, tenía una patita lastimada y estaba lleno de heridas, así que decidimos llevarlo a la veterinaria y nos dijeron que su pata estaba lastimada porque tal vez había sufrido un abuso de maltrato antes y nos dijo que su recuperación tardaría y aun así decidimos adoptarlo ya que queríamos ayudarlo, poco a poco se fue recuperando e iba caminando cada vez mejor y sus heridas fueron sanando, le compramos una correa, juguetes y buena comida mientras se recuperaba y ahora está muy feliz corriendo y jugando junto con sus demás amigos perrunos.

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Una vez caminando con una amiga mía encontramos un gato el cual cuando nos miró empezó a maullar y nosotras creíamos que solo quería afecto pero nos dimos cuenta que estaba en mal estado y tenía junto a ella a otros gatitos, así que decidimos ir a comprarles comida y darles algo de cariño a todos,. Los llevamos a la casa de mi amiga y empezamos a buscar apersonas que quisieran adoptarlos y cuidarlos bien.

Después de varias semanas encontramos quienes querían adoptarlos; de vez en cuando vamos a visitarlos, están sanos y creciendo bien junto a la familia que los adopto.

“ABANDONO DE MASCOTAS” Rosas Hernandez Allison Guadalupe CBTIS 54, Ciudad Acuña, Coahuila

La verdad es que todos los animales son como nosotros, seres vivos, todos los animales merecen tener una segunda oportunidad y el poder ayudarlos no cuesta nada, también puedes ayudarlos alimentándolos o simplemente verlos de vez en cuando para asegurarte que están bien, son seres vivos y ellos también merecen vivir bien.

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Una herida invisible

en la sociedad

El sol había comenzado a declinar en el horizonte, arrojando sombras largas y melancólicas sobre el parque vacío. En medio de la quietud, una pequeña cachorra merodeaba entre los bancos solitarios como si buscara algo o a alguien. Era una perra pitbull, con ojos entristecidos que reflejaban la amargura de la existencia vivida por todos sin excepción alguna.

Allí estaba ella, testigo silencioso del abandono, un símbolo de las decisiones irresponsables y la indiferencia humana. Sus pasos pausados y errantes dejaban huellas invisibles en la tierra, pero su presencia no pasaba desapercibida para quienes, de vez en cuando, se aventuraban a visitar el parque en busca de consuelo o a los que se habían intoxicado de filosofía como yo.

Me acerqué a ese ser desamparado cuyo corazón deslumbraba pena y desesperación.

- ¿Cómo es posible que aquellos que juraron amar a estas criaturas peludas las abandonen sin piedad? ¿Qué demonios ha sucedido con nuestra humanidad, con nuestra empatía hacia los seres más indefensos? - recité a forma de reflexión mientras alimentaba al hambriento animal.

La cachorra, con sus ojos vidriosos y su lomo encorvado, me miró con una mezcla de tristeza y resignación. Parecía querer hablar, aunque su lengua canina no encontrara como expresarme su angustia. Me senté a su lado y sin tener la necesidad de que me explicara su situación lo entendí todo perfectamente.

Mientras ella recargaba su cuerpo débil y ligero en mi regazo me cuestione algunas cosas: - ¿Acaso hemos olvidado que los animales también sienten? ¿ hemos perdido la capacidad de comprender que sus corazones laten con la misma intensidad que los nuestros?

El abandono es un eco doloroso que resuena en los rincones más oscuros de nuestra conciencia, recordándonos nuestra fragilidad y nuestra falta de compromiso con aquellos que dependen de nosotros.

Pero quizás el abandono no sea solo una cuestión material, sino también espiritual. - ¿No es también un reflejo de nuestra propia soledad, de nuestra incapacidad para cuidar y ser cuidados? Al abandonar a una mascota, abandonamos también una parte de nosotros mismos, renunciando a la oportunidad de amar y ser amados de una forma incondicional – pensé mientras acariciaba su desalineado pelaje.

La cachorra movió su cola con timidez, como si entendiera las palabras no pronunciadas. En su mirada encontré una chispa de esperanza, un destello de resistencia ante la adversidad. Era un recordatorio de que, a pesar de la indiferencia, siempre hay quienes extienden su mano para rescatar, para proteger y para brindar una segunda oportunidad.

Desde la penumbra del parque, me comprometí de contar esta historia, de alzar la voz por aquellos que no tienen voz. Escribiré hasta que cada palabra sea una llamada a la conciencia, hasta que cada frase

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sea un puente hacia la empatía y la responsabilidad, cualidades que nos hacen “humanos”. El abandono es un síntoma de una sociedad que ha perdido el rumbo, que ha olvidado el valor de la compasión y la responsabilidad compartida.

Nos enfrentamos a una encrucijada moral, en la que debemos cuestionar nuestras acciones y replantearnos nuestro papel como guardianes de la vida en todas sus formas. El abandono de mascotas nos confronta con la fragilidad de nuestras relaciones, con la importancia de cultivar la empatía y el compromiso.

Conforme más lo pensaba me quedaba más claro que en cada palabra escrita, en cada reflexión filosófica, busco despertar la conciencia colectiva y recordar que somos responsables de los seres vivos que dependen de nosotros. Detrás de cada animal abandonado hay una historia de dolor y desamparo, pero también hay un potencial para el amor incondicional y la conexión más pura.

UNA HERIDA INVISIBLE EN LA SOCIEDAD José Alonso Mota Ríos CBTIS 199, Mixquiahuala, Hidalgo.

Así, mientras el sol se sumerge en el horizonte y las sombras se alargan sobre el parque, recordaremos que el abandono de mascotas no solo es un problema tangible, sino también una herida invisible en el tejido de nuestra humanidad. Juntos, como sociedad, debemos sanar esa herida y recuperar nuestra esencia compasiva.

La cachorra que me acompañó en este instante efímero se levantó y, con una mirada agradecida, se alejó en busca de una nueva oportunidad, observé su partida con la certeza de que su destino seguiría siendo incierto, pero también con la esperanza de que algún alma compasiva cruzara su camino y le brindara el hogar y el amor que merece. En aquel breve instante en el parque, supe que había sido testigo de una pequeña conexión en medio del abandono, y sentí la responsabilidad de llevar conmigo su historia y difundir la urgente necesidad de proteger y cuidar a aquellos seres indefensos.

Me quedé allí, en el parque vacío, con la esperanza de que estas palabras lleguen a quienes necesitan escucharlas, de que seamos capaces de reconstruir los lazos rotos y de encontrar el camino de regreso a la compasión y la responsabilidad. El eco solitario del abandono de mascotas puede ser silenciado si elegimos actuar y recordar que somos parte de un todo, una red de vida que merece ser cuidada y protegida.

Necesitamos volver a ser reales…

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Una amiga peluda

de cuatro patas

Recuerdo el día que abrí los ojos por primera vez, mi visión era como la niebla, tan borrosa que apenas podía percibir 3 figuras a mi lado, en poco tiempo supe que se trataban de mis hermanitos cachorros y de mi madre. No pude pasar tanto tiempo con ellos, porque cuando adquirí conciencia de mi alrededor, ya me encontraba siendo parte de otra familia.

El viaje en auto hasta mi nuevo hogar fue horrible, no podía dejar de preguntarme: “¿A dónde vamos?”.

La nueva casa era gigante, pero yo me sentía tan pequeña, tan perdida y llena de miedo, no me gustaba la sensación de estar en un lugar diferente, ¿quiénes eran estas personas? ¿por qué me alejaron de mi mamá y mis hermanitos?

Poco a poco me fui adaptando a mi nuevo entorno y el miedo desapareció, las noches las pasaba en una camita sólo para mí, había comida sólo para mí, y el cariño era sólo para mí. Al final entendí que ahora ellos eran mi familia, esos dos adultos y el pequeño niño Dani, ahora este era mi hogar y me encantaba sentirme amada.

Me sentía muy feliz, no podía pedir nada más.

Como en todo, el tiempo siguió su camino, y yo crecí, me veía como cualquier otro perro Schnauzer, bueno, mi altura era un poco más pequeña de lo que me gustaría, pero lo demás era muy bonito, o eso escuchaba decir a mi familia. Les encantaban mis orejas como pirámides hechas de algodón, mis patitas suavecitas, y la profundidad de mis ojos negros; siempre pensé que ellos eran mi arma secreta, siempre que los veía con ellos lograba que me dejaran sentarme en el sillón o que me dieran un trozo de lo que comían.

Los años siguientes fueron como una llovizna, empezó tan sutilmente que no me di cuenta cuando se había transformado en una tormenta. Mi familia ya no me llevaba a pasear, cada vez me acariciaba menos, pero, paradójicamente, los gritos se habían vuelto más persistentes, me había acostumbrado a ver mi plato de comida vacío y sabía que, si no hacía ruido con él, probablemente no se acordarían de alimentarme. A veces ni siquiera recordaba tener un nombre (se limitaban a decirlo sólo cuando la visita preguntaba por él), y de tanto escucharlos llamarme “estorbo”, llegue a pensar que ahora ese era mi nombre.

Llegué a sentirme tan triste que me costaba levantarme de mi propia cama, pero parece que alguien me escuchó y un día llegó el momento que tanto había esperado, me llevaron de paseo. Estaba tan feliz, no podía dejar de jadear y mover mi colita. En el auto me senté con Dani, él me abrazaba mucho, casi no recordaba cómo se sentía que te abrazaran, tan emocionada estaba. Veía otros autos pasar y a los árboles moverse tan rápido por las ventanas. Saqué mi cabeza del auto y de pronto sentí la brisa del aire chocando con mi carita, ya habíamos pasado el parque y la plaza, ¿esta vez iríamos a un lugar nuevo? Me encantan los lugares nuevos, todos los olores por conocer y los perritos con los cuales jugaría.

Por fin llegamos a una zona alejada de la ciudad, supongo que quizá haríamos un picnic, también me encantan los picnics, antes siempre me daban un poco de lo que preparaban.

Dani bajó del auto conmigo en brazos y me dejó en el suelo, ¿por qué sus padres no bajan? ¿ellos no quieren comer del picnic? Bueno, más para nosotros dos. Él me puso mi correa y me amarró de una cerca de madera, no entendía que pasaba, ¿pensaba que iba a comerme la comida antes de preparar el picnic? “No Dani, voy a esperar a que todos nos sentemos”, pensé.

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Me abrazó fuerte y me miró a los ojos, “te quiero, perdóname, lo siento tanto”, fue todo lo que dijo antes de irse.

No sabía que estaba pasando, lo miré con mis ojos negros, los ojos con los cuáles había conseguido muchas cosas, “Por favor, por favor, no me dejen. Voy a ser buena, voy a ser la mejor perrita, sólo no me dejen aquí, no quiero sentir miedo, de nuevo”, pero esta vez, no lo conmoví. Lo vi alejarse en el auto que tantas veces nos había llevado de viaje juntos, ese auto familiar. El auto que se llevó a todos, menos a mí.

Valeria Isabel Montañez Plascencia CBTIS 149, Morelia, Michoacán.

El nudo que Dani había hecho con mi correa en la cerca no fue tan fuerte, y pude soltarme rápido. Pero tardé una eternidad en entender el “¿por qué?”, es que, ¿no habré sido suficientemente buena? ¿realmente me volví un estorbo sin darme cuenta? ¿no me merezco una familia que me quiera?

Pasaron seis meses hasta que, perdí la fe. Vagué por mucho tiempo, buscar comida y un lugar para dormir, se volvió mi rutina de todos los días. Peleé con muchos perros para poder sobrevivir, tenía varias cicatrices en mis orejas, esas que un día fueron bonitas, y mi pelo estaba tan sucio que la gente ya no me acariciaba como los primeros días. Mi apariencia había cambiado mucho, caminar me costaba mucho por las heridas y mis costillas se habían vuelto notorias. Había gente que me pateaba o me pegaba, supongo que a veces los humanos podían llegar a ser muy insensibles con nosotros, aunque había también, otras personas que a veces me alimentaban, a ellos les agradecía con la mirada, creo que sin ellos no habría podido sobrevivir.

Un domingo, que transcurría como cualquier día, fui a buscar comida a la plaza de la ciudad. Me acerqué a un banco donde una chica estaba sentada, me senté en el suelo, a su lado y me recosté. Ella me miró, sacó de su bolsa un sándwich y lo puso en frente de mí. Yo, un poco desconfiada lo olfateé y lo comí con recelo.

Ella se rió y me acarició. Se sentía tan bien, alguien que me acariciara y no sintiera asco de mí. Me habló muy naturalmente, como si hubiera sido su amiga de muchos años, me contó que se llamaba Sofía, y que le había caído bien. Me prometió llevarme a su casa y cuidar de mí, “supongo que a ambas nos han hecho daño de diferentes formas, pero yo no pienso fallarte, porque yo sé que tú no me fallarás a mí”. No pude evitar sentirme especial otra vez, la miré y traté de que lo supiera. Claro que quería irme con ella y no podía creer que alguien me creía merecedora de amor de nuevo.

Pinky

Ese día ambas fuimos a su casa, me nombró “Pinky”, me bañó, me llevó al veterinario y me cuido como lo había prometido. Desde ese día, volví a creer y amar de nuevo. Ahora soy más feliz que nunca, siendo su amiga peluda de cuatro patas.

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“Pancha" El día 26 de febrero de un año cualquiera, una triste noticia sacudió a la comunidad cercana al hogar de la familia Taméz. Su querida perrita, Pancha, había fallecido debido a una profunda tristeza que la aquejó desde la partida de su dueño, el señor Francisco.

Pancha, una perrita de raza mestiza, había sido la fiel compañera del señor Francisco durante muchos años. La relación entre ellos era tan cercana que parecía más bien la de un padre y un hijo. Pero todo cambió cuando la relación entre el señor Francisco y su esposa se quebró, y tuvieron que tomar la difícil decisión de separarse.

En medio de la confusión y el dolor, el señor Francisco dejó a Pancha a cargo de sus hijos. Sin embargo, estos no supieron cómo cuidarla adecuadamente, y poco a poco la perrita fue perdiendo su alegría y vitalidad. La señora de la casa tampoco pudo prestarle la atención que merecía y la situación empeoró.

Pancha, llena de tristeza y desesperanza, dejó de comer y poco a poco fue perdiendo peso hasta quedar en los huesos. Cuando el señor Francisco se enteró de la situación, acudió rápidamente al hogar para ver a su querida compañera, pero ya era demasiado tarde. La perrita estaba tan débil que no pudo resistir y murió en sus brazos, acostada en su regazo.

Este triste suceso ha dejado una huella imborrable en la familia Taméz, (mi familia) y en todos aquellos que tuvieron la oportunidad de conocer a Pancha. Queda como una dolorosa lección sobre la importancia de cuidar y proteger a nuestros fieles compañeros, quienes nos entregan todo su amor y lealtad sin pedir nada a cambio.

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Cristian Azael Tamez Tenorio CBTIS 99, Monterrey, Nuevo León.

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El ultimo día de compañía canina El lunes 14 de mayo del 2012 me levanté como de costumbre a las 6:30 de la mañana porque tenía que alistarme para asistir a la escuela, al levantarme lo primero que hice fue ir a ver a mi perrito de 3 meses con el nombre de Alaska. Posteriormente este se despertó y mientras mi mamá preparaba mi desayuno yo jugaba con mi mascota sin saber que sería la última vez, cuando finalmente llegó la hora de ir a la escuela mi mamá y yo salimos de la casa para dirigirnos a nuestro destino, a la par que mi perrito nos seguía, al llegar a la puerta de mi escuela me despedí como de costumbre de mi mamá y de mi mascota.

A eso de las 10:30 era la hora del recreo, por lo cual mi mamá me llevó mi almuerzo acompañada de Alaska, al terminar el recreo continué con mis clases con normalidad. A las 12:00 am llegó la hora de salida por lo tanto mi mamá estaba en la puerta de mi escuela esperando por mí, pero antes de llegar donde ella noté algo inusual, Alaska no estaba ahí, supuse que lo había dejado encerrado en casa por lo cual no me preocupé, cuando llegué junto a mi mamá le pregunté sobre mi mascota a lo que ella respondió que Alaska venía con ella pero momentos antes de llegar a la escuela lo buscó y él ya no iba a su lado.

Deducimos que se había regresado a la casa ya que la escuela no quedaba muy lejos y él conocía el camino, cuando íbamos a nuestro hogar, a lo lejos logramos visualizar un bulto gris y pequeño, conforme nos acercábamos el “bulto” tenía mejor forma, finalmente cuando estuvimos frente a frente con aquel bulto gris me solté a llorar puesto que no era un bulto sino mi mascota, la misma con la que había jugado horas atrás, estaba tirado en medio de la calle con sus patitas juntas y en sus ojos parecía que había arrojado lágrimas.

Al principio creímos que lo habían envenenado, pero tiempo después nos dijeron que lo habían atropellado. Mi mamá me dijo que me tranquilizara y que pronto llegaríamos a saber quién fue la persona que había cometido tal tragedia, y tuvo razón, al paso de los días nos dimos cuenta que quién había atropellado a mi perrito fue una señora a la cual mi mamá le lavaba la ropa, mi mascota no había hecho nada malo solo tenía la intención de acompañar a mi mamá para ir a recogerme a la escuela pero nunca llegó, realmente me puse muy triste y llore demasiado cuando murió porque había sido mi primer mascota que tuve.

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Si bien desde ese momento tuve cierto resentimiento con esa señora tiempo después la odie, porqué años más tarde por ahí del 2019 volvió a cometer el mismo accidente solo que en otra mascota con el nombre de Oso por su peculiar color blanco, al principio Oso solo lloraba, después dejó de comer y finalmente murió, desde allí evito encariñarme tanto con mascotas, me alegra mucho que mi mamá finalmente dejó de lavar la ropa de esa señora.

Con esto puedo decir que es muy importante cuidar de nuestras mascotas y mantenerlas sanas y salvas, porque aunque a veces digamos no quererlos, ellos siempre nos van a traer buenos momentos y alegría en nuestras vidas. Después de todo, el perro es el mejor amigo del hombre ¿O no?.

El último día de compañía canina Andrea Gómez José CETIS 124, Tlacolula de Matamoros, Oaxaca.

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Amo a

Camila

El abandono de las mascotas cada día es más frecuente. En lo personal, a mí me parece que es un acto inhumano hacia los animales, ya que también son seres vivos y al igual que nosotros sufren. En mi familia tenemos como mascota a una perrita chihuahueña llamada Camila a la cual queremos mucho.

En mi casa la vemos como un integrante más de la familia, ni yo ni mis familiares nos atreveríamos a causarle algún daño, puesto que la queremos mucho. Les contaré de una ocasión en la que se enfermó, a causa de pasar tiempo bajo el sol. Todo esto sucedió el 22 de febrero del 2023,lo que le ocurrió fue que como todos los días mi prima y yo salimos a la tienda y mi perrita nos siguió.

A Camila no la sacamos muy seguido porque todavía no tiene precaución al caminar en la calle, por lo tanto, si no es con correa no la sacamos. Resulta que aquel día ni mi prima ni yo nos percatamos de que Camila había salido tras de nosotras. Como dato curioso a un lado de mi casa está un arroyo. Cuando nosotras regresamos de la tienda, volvimos a salir, regresamos después de más de 2 horas.Y fue ahí donde nos percatamos que Camila no estaba, ya que cada que nosotras regresábamos ella nos recibía. La empezamos a buscar y a llamarla dentro de la casa, al no tener éxito, salimos a buscarla a la calle y no la encontramos, le preguntamos a mis vecinos y nadie la había visto, para ese entonces eran como a las 3 de tarde y la última vez que la vimos fue como a medio día.

Todos en mi casa estábamos preocupados y la seguíamos buscando, hasta que, como a las 3:30 de la tarde, una niña le avisó a mi abuela que Camila estaba tirada junto al arroyo. Mi abuela escuchó y salió hacia el arroyo. Cuando mi mamá, hermanos y yo vimos a Camila que estaba muy débil y deshidratada, enseguida llego mi prima con agua para mi perrita.

Aunque Camila llevaba rato recostada y a pesar de que ya había tomado mucha agua, no mejoraba, sino lo contrario, empezó a vomitar, así que tuve que ir a la farmacia a comprar suero, y como en mi pueblo solo existe un veterinario, aunque le hablamos para que viniera a revisar a Camila no llegó hasta 2 horas después, para cuando el veterinario llegó ella ya estaba mejor.

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Ella estuvo débil durante los días siguientes, pero se recuperó. Reflexionando mi familia y yo, intentando reconstruir los hechos, llegamos a la conclusión que Camila salió corriendo tras mi prima y yo, y al no vernos se recostó sobre las plantas, no encontramos alguna otra explicación para que se haya quedado tanto tiempo ahí.

El abandonarla por minutos provocó que se deshidratara.

Mi prima y yo nos sentimos mal porque sin intención alguna fue nuestra culpa. Esto me queda como una reflexión, ya que pudo haber pasado algo más grave, pero gracias a que supimos lo que pasaba pudimos tomar las medidas necesarias para poder ayudarla.

AMO A CAMILA Berenice Hernández Molina CETIS 00, Oaxaca

Todos deberíamos aprender que nuestras mascotas son animalitos muy importantes, que necesitan cariño y muchos cuidados, yo comparo a una mascota con un bebé, puesto que son tan inocentes y bonitos. En mi casa Camila es muy querida y consentida por todos. Una mascota siempre tiene que verse como un integrante más de la familia porque todos los animales merecen ser queridos.

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El Callejón de las desgracias 12/12/2020 (3:45 am) Luego de hechos desafortunados que implicaron alergias, rasguños, cojines destripados, sillones orinados y unas cuantas primaveras muertas, la señora Montes decidió que abandonar a Romeo en el callejón, sería la mejor manera de olvidar y evadir su responsabilidad del pequeño gato pardo. que yo custodiaba.

13/12/2020 (11:28 pm) Luego de su primera noche en el callejón y un día de dar vueltas en la cruel rabia e incertidumbre el gato, que parecía fuera de lugar, empezó a tener hambre, por lo que buscó en sus alrededores el olor a croquetas al que estaba acostumbrado, pero al percatarse que no lo iba a encontrar de nuevo se asomó al fondo de mi callejón, justo donde el bar de al lado tiraba su basura en bolsas de plástico.

Después de un rato buscando en una bolsa, dañándose la nariz con un fragmento de botella rota, logró encontrar unas viejas cáscaras de mariscos, que al masticar, comenzó con un espasmódico movimiento de desagrado debido a que estaban entre colillas de cigarro.

Subió al tejado, se enrolló en su rugiente estómago y se quedó dormido,. Esa noche no comió.

14/12/2020 (8:30 am) El gato salió del callejón en busca de comida.

(5:00 pm) Regresó con un gran pedazo de pollo en el hocico, sin embargo, un gato blanco manchado le siguió, atacó por detrás y robó la pieza que el pequeño estaba a punto de degustar.

Hambriento y herido pareció reflexionar sobre él mismo, en un interno soliloquio que le declaraba la guerra al mundo tan gris y lúgubre que ahora lo envolvía, arrebatándole la tierna vida de facilidades y amor, que hoy no era más que un recuerdo diluido en el horizonte.

17/12/2020 (3:00 pm) Frente al callejón se presentó el Chevrolet Spark verde que había dejado abandonado al gato unos días atrás; se bajó un pequeño de aproximadamente siete años que comenzó a gritar el nombre de Romeo y a emitir un silbido; al ver que éste no aparecía, el infante rompió en llanto y subió de nuevo al auto gritando “¡ya ves, no está!” “¡eres una mala!” “¡era mi gatito!”. De nuevo subió al auto y se fue.

18/12/2020 (4:30 pm) El gato volvió entre los edificios, pero ahora acompañado de dos gatos que lo seguían, uno gris, pequeño y famélico y otro anaranjado considerablemente más grande.

Buscaron entre las nuevas bolsas de basura con olor a fruta podrida y encontraron una bolsa plástica llena de vísceras de pescado, se abalanzaron contra ella hasta que el suelo estuvo lleno de tripas y

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sesos que los gatos comían para mitigar el hambre.

Al principio Romeo se mostraba asqueado e indeciso sobre ingerir aquel desagradable platillo, sin embargo su necesidad pudo más y comenzó a dar bocados con la misma ansia que los otros dos; en un momento el gato gris le arrebató una porción a Romeo, por lo que éste la arrebató de vuelta, lo que inició una riña, ambos gatos maullaron y gimieron de dolor, pero el gato anaranjado, al darse cuenta de que el Gris estaba perdiendo intervino y lanzó un arañazo a Romeo en el ojo, lo que lo hizo tener una hemorragia al instante y salir corriendo del callejón.

(8:50 pm) Se escucharon agitados pasos llegando al callejón, y al principio sólo se vio una masa oscura pasar a toda prisa y detrás de eso un perro que gruñía como buscando algo. La masa oscura dio vuelta sobre la banqueta de enfrente y pasó debajo de un auto, era Romeo que escapaba de aquel perro; con el torso mojado y el ojo aún ensangrentado entró de nuevo al callejón y el perro se paró en la salida del mismo acorralando al gato.

EL CALLEJÓN DE LAS DESGRACIAS Alejandro Pérez Romero CBTIS 86, Huachinango, Puebla.

Comenzó a perseguir a Romeo y lo pescó en un par de ocasiones, lo apretó entre sus fauces y lo zarandeó; el pobre gato sólo atinaba a maullar de impotencia y rencor, el perro ensañado en un momento le arrancó una oreja, rasgó su nariz, y volvió a sangrar la herida de su ojo. Él maullaba de desesperación, implorando piedad a la bestia que ahora lo arremetía; el perro lo lanzó por los aires y lo volvió a prensar pero esta vez del cuello, lo sacudió hasta que empezó a desangrarse, lo que supongo que ayudó al pobre a salir del agarre en el que lo tenía el can, y en cuanto pudo corrió hacia el final del callejón, evadió al perro de un salto y corrió a la calle, donde una vieja camioneta Pick up blanca lo arrolló y le dió fin a su vida. El perro, jadeando, como con una sonrisa dibujada en su rostro salió del lugar analizando la escena.

Me hubiera gustado poder ayudar, tal vez haber detenido a la Señora Montes cuando dejó al pobre felino ahí, pero sólo pude quedarme observando lo cruel que es el mundo con esos olvidados, con esos a los que les toca morir en un mundo que no es el suyo, un mundo que los patea, desensibiliza y desmoraliza, en fin, lo que le hace la calle a un gato hogareño, sin embargo, después de todo solo soy una farola en el fondo de este desgraciado callejón.

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Yo tenía 10 perritos…

Se escuchan muchos latidos simultáneos, movimientos perceptibles de vida a punto de ver la luz del sol por primera vez. En ese instante la voz del veterinario anuncia que el milagro de la vida está por suceder.

Yo espero ansiosa a que mi mejor amiga y compañera de juegos se encuentre bien al igual que sus diminutos cachorros. Nacieron todos con vida menos dos que no lograron sobrevivir, ¡qué tristeza! de los diez que eran ahora sólo quedan ocho.

Tres meses antes de este suceso, nuestra querida “Nana” se escapó de la casa quedando preñada para sorpresa de toda la familia, Nana tiene 6 años y esto nunca había sucedido antes y no fue esterilizada ya que en casa había “otras prioridades económicas”. Pese a mis ruegos, mis padres no entendían que el que nuestra perra tuviera cachorros era una forma de maltrato animal hacia los nuevos miembros de la familia. Me tachaban de exagerada e incluso se burlaban de mi postura la cual les parecía ridícula y extrema. Ahora ya no hay nada que hacer más que buscarles un nuevo hogar a esos cachorros indefensos.

Los chiquitines fueron amamantados con mucho amor y pronto ya eran independientes; corrían, mordían lo que encontraban y hacían todo tipo de travesuras para mi deleite, no así para el resto de la familia para la cual ya era insoportable tener a esos cachorros en casa. Y el momento que esperaba con mucha angustia e impotencia llegó.

Mis padres deciden regalar a los perritos sin que pueda hacer nada al respecto, la única condición que puse fue que las familias adoptantes fueran responsables y que verdaderamente los integren como parte de sus familias y para eso sugerí un seguimiento mensual de los cachorros para asegurarme que llevaban una vida feliz como se merece tener cualquier ser vivo.

Las mascotas se fueron yendo una a una a sus nuevos hogares, los cuales en su mayoría fueron regalos de cumpleaños de algún hijo o para cuidar de la casa. Razones poco convincentes para mi pero válidas para quien adopta un perrito.

Aquí es donde considero que empieza el maltrato animal, pues no son adquiridos desde el amor sino como instrumento para cubrir una necesidad ajena al compromiso real que implica tener un cachorro en casa.

En la primera visita en los nuevos hogares de los cachorros dos habían muerto por enfermedad debido a la falta de vacunas: ¡Ayyyy maltrato animal, lo sabía!; esta omisión es eso y no tiene otro apelativo.

El destino de los otros seis fue todavía peor, habían sido abandonados en la calle ya que sus dueños ya se habían aburrido de los “juguetes” que habían adquirido.

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Abigail Chávez González Con mucha tristeza e indignación me enfrenté a mi familia haciéndolos responsables del destino que tendrían aquellas criaturas indefensas en situación de calle.

CETIS 142, Tequesquiapan, Querétaro.

Entre llanto y una ira incontrolable les mostré la iniciativa que el Diputado Jeancarlo Lozano propuso ante el pleno, el cual prevé hasta 3 años de prisión y de 150 a 500 días de multa para quien abandone mascotas o animales de compañía.

Y leí en voz alta y entrecortada por la indignación a toda mi familia lo que puntualizó con firmeza el Diputado: “Voy a aprovechar para darle voz a quienes nunca podrán hacer una denuncia, a quienes nunca podrán emitir un reclamo, y a quienes jamás podrán levantar un grito de a u x i l i o. Voy a h a b l a r p o r q u i e n e s h i s tó r i c a m e n te , y h a s t a

Referencias bibliográficas: Expansión política. (miércoles de mayo de 2022). Obtenido de https://politica.expansion.mx/cdmx/2022/05/18/este-sera-elcastigo-para-quien-abandone-perros-en-lacdmx#:~:text=En%20este%20apartado%20se%20impone,que%20est%C3%A9%20bajo%20su%20cuidado.

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Una herida invisible

en nuestras calles

Transcurría el 15 de mayo de 2023, en medio de una sociedad cada vez más avanzada tecnológicamente, existe un problema que persiste y sigue causando dolor a miles de seres inocentes: el abandono de mascotas. Detrás de esta problemática se esconde una triste realidad que merece ser contada, una crónica que evidencia la falta de empatía y responsabilidad de algunas personas.

En una fría tarde de invierno en la ciudad de Playa del Carmen en donde las calles parecían tener una apariencia común a primera vista. Sin embargo, si nos adentramos en los rincones menos transitados, una realidad desoladora se hace evidente: el abandono de mascotas. Este problema, silencioso pero devastador, deja una huella imborrable en los corazones de aquellos animales que alguna vez fueron amados y protegidos.

En este rincón olvidado, la historia de Luna, una hermosa perra de raza Beagle, refleja el sufrimiento de tantos otros seres leales y cariñosos que nos brindan su amor a pesar de todas las circunstancias. Luna solía disfrutar de largos paseos y caricias en la cabeza de su dueño, pero una tarde en el cual solo se apreciaban las nubes grises por el frío que azotaba la ciudad, siendo exactamente las 7:00 p. m. del 10 de diciembre, su vida dio un gran giro oscuro. Sin previo aviso, fue abandonada en un callejón donde el olor de los charcos congelados de agua sucia se hacía visibles, dejándola a su suerte en un mundo desconocido y hostil.

A medida que las semanas pasaban, Luna se vio obligada a luchar por su supervivencia, extrañaba tanto su hogar. Temblando y asustada, buscaba desesperadamente un poco de calor y protección. Pero el hambre y el peligro la acechaban constantemente día y noche, su pelaje, antes brillante, se volvió opaco y sucio, sus ojos transmitían miedo y abandono. Parecía haber sido víctima de una de las peores atrocidades; haber sido dejada a su suerte por aquellos que alguna vez la consideraron parte de su familia. Los transeúntes indiferentes pasaban a su lado sin mirarla, como si fuera invisible.

Pero, en ese mismo año a finales del mes de diciembre dando las 12 campanadas del medio día, no muy lejos de donde había encontrado a Luna, un gatito el cual le puse por nombre Max, un enérgico ser callejero, luchaba contra el abandono y la soledad. Sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y valentía, mientras vagaba en los lugares en busca de alimento y un refugio seguro.

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Max había pasado por muchos peligros durante todo ese tiempo, como muchos otros gatos abandonados, había sido dejado atrás debido a la negligencia de aquellos que alguna vez se comprometieron a cuidarlo y a darle más que solo un hogar.

Sin embargo, sus instintos de mantenerse vivos los mantenía en pie, a pesar de la desesperanza que los rodeaba.

Y en ese mismo momento del 28 de diciembre del medio día en el cual los vi por primera vez, mi mirada se conectó junto al de ellos donde establecí un vínculo especial entre aquellos dos seres inocentes. Los adopté sin importar el que dirán de la gente que veía pasar. Desde ese día Max y Luna nunca volvieron a sentirse solos. Les di mi amor incondicionalmente, mi cariño y jugaba junto a ellos todas las tardes, fue así como Max y Luna finalmente pudieron encontrar la felicidad y la estabilidad que tanto anhelaban.

UNA HERIDA INVISIBLE EN NUESTRAS CALLES Andrea Lyset Petatillo Ciau CBTIS 72, Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo.

La historia de Luna y Max es solo una entre miles, una crónica silenciosa de una triste realidad. Pero si nos comprometemos, si extendemos una mano amiga, podemos cambiar el rumbo de sus vidas y escribir un nuevo capítulo lleno de esperanza y felicidad para aquellos que una vez fueron abandonados y olvidados. Juntos podemos marcar la diferencia y construir un mundo donde ningún ser vivo sea dejado atrás.

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Todo pasa ¡ Hola! Mucho gusto. Hablándoles desde un yo ya viejo que vive en el 2023, me presento. Soy un perro, me llamo Noia, es un vocablo que viene del griego, a pesar de que la palabra no está escrita completamente puedo decir que sí es un nombre muy lindo sin embargo, muchos podrían pensar que es un sustantivo común incluso pensar que es feo, sin apreciar lo que lleva detrás y aún mejor la historia que cuenta a su vez, como cada cuento tiene un inicio, este es el mío. Al cumplir cinco años, me encontraba en una noche fría tan fría y no me las arreglaba de ninguna manera para que al menos sintiera un poco de tranquilidad, caminaba a una casa serena donde sólo podías percibir soledad, y su aburrido y característico color blanco, que se ubicaba cerca de un parque, en el cual corrían personas, con una multitud de amigos desvergonzados que sin más pedían comida de manera optimista. En el periódico que circulaba se leía la fecha 10 de diciembre de 2014.

Mientras me ubicaba cada vez más cerca de aquella casa me inundaban mil y una ideas del por qué pasan ciertas cosas en la vida, ¿por qué conocemos a ciertas personas?, ¿por qué razón podemos llegar a sufrir y luego sin más estar bien como si nada de eso hubiera pasado?, ¿por qué estoy aquí? Y aún más importante ¿Para qué estoy aquí?, ¡qué difícil puede llegar a ser la vida! ¿No? Y aún más los pensamientos intrusivos de inutilidad y soledad, ¡pero yo que voy a “saber de dificultades”, si sólo soy un animal que no pasa hambre, sed, tristeza, dolor y mucho menos infelicidad! Sin darme cuenta, me dejé llevar por los pensamientos y no me percaté de nada de lo que ocurría a mi alrededor hasta que al cruzar una calle, una luz increíblemente brillante y repentina que venía hacia mí se hizo presente, cuando de repente, una chica apareció y aparentando que el miedo lo había dejado en un cesto de basura, se plantó enfrente de esa luz evitando que terminaran con esta pobre vida. En un abrir y cerrar de ojos tomé conciencia de que el sol había salido al fin dando la bienvenida a un nuevo día siendo este un 11 de diciembre sin embargo, el suelo frío y áspero en el que suelo dormir se sentía tan suave, hasta llegué a pensar que la vida no era tan mala como creía, aunque ¿Por qué se siente así? Volví a mis sentidos y no me encontraba en la calle si no en una hermosa casa aunque descolorida, acogedora pero sola.

Admirando cada detalle de la casa, noté que alguien se encontraba en ese lugar por el sonido que emitía desde donde creí que era la cocina, esa suposición se hizo realidad al ver entrar a aquella chica que me salvó. Pude notar ciertas características de ella en ese momento como su cabello rizado, despeinado, tez clara, sonrisa brillante y ojos verdes relucientes. Parecía ser una chica aparentemente normal hasta que empezó a hablarme como si supiera que yo la podía entender, como si no fuera sólo un simple animal de la calle deteriorado por el tiempo. Aquella jovencita preguntó como si le fuese a responder. -Hola ¿Cómo te llamas?, pareces ser un perro educado pero un poco amargado, creo que si nadie viene a buscarte me serás de gran compañía, te prometo que seré una buena cuidadora. Al notar cierta calidez en su voz y veracidad en sus palabras me hizo sentir algo que nunca imaginé. Al principio creí que era un asco por tanta dulzura, pero no era para nada igual a esa emoción. No obstante no sabía que quería que hiciera yo en mi estancia en esa casa. Llegué a sentirme cómodo al principio, aunque al preguntar mi nombre sentí que algo se clavaba despiadadamente en mi ser ya que había pasado mucho tiempo desde que alguien había preguntado por él. Siempre llegaban a la conclusión de que mi nombre era algo sin importancia.

Supuse que esa sensación tan dolorosa no la volvería a sentir en mucho tiempo ya que en medio de

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todos mis pensamientos intrusivos que me inundaban escuché a aquella hermosa chica decir. -Tú has aparecido en un momento en el que creía que no podría encontrar algo bueno en mi vida, cambiaste mi forma de pensar y sentir como la palabra Metanoia, describe a la perfección lo que lograste hacerme sentir con sólo una mirada. Significas un nuevo renacer en mi vida después de… bueno no tiene caso seguir lamentándome.

Aquellas palabras taladraron algo dentro de mí dejando en pausa esos pensamientos que hasta ese momento no me permitían dejar de lamentar mi vida. No voy a mentir, tenía miedo que ese momento tan feliz no durara, ya que era “bendecido” con una mala suerte de perder todo lo que más he amado, pero ¡No! Eso a mí no me vuelve a pasar, no permitiría una vez más dar mi amor sin condición y al final ser botado como si no valiera nada más que basura. Eso sería diferente a lo que una vez consideré una familia ahora cambiaría todo lo que sea posible para así no molestar de ninguna manera con mi presencia. Y así fue durante esos seis meses, creí que no podía ser más feliz en toda mi vida. ¡Qué ingenuo fui! No me di cuenta que aquella chica de sonrisa hermosa sólo mantenía una máscara que ocultaba todo su dolor, sus tristezas y lamentos, que por la noche le creaban una presión en el pecho que no podía controlar, un llanto que parecía no tener fin, un pensamiento que parecía ser la única solución a su sufrimiento, ese pensamiento fue decisivo tanto para ella como para mí. Y bueno al final en una tarde increíblemente triste y lluviosa de verano de un 9 de junio ese pensamiento logró ganar con la voluntad de esa hermosa persona que llenó mi corazón de tantas alegrías, memorias y experiencias que jamás volveré a repetir en esta vida, a pesar de ello aquella chica no se fue sin antes decirme.

TODO PASA Vanessa Teomitzi Cuahutle CETIS 132, Chiautempan, Tlaxcala.

-Gracias por hacerme ver por un instante que debía vivir el momento, disfrutar el presente y dejar a un lado las preocupaciones de la vida y ser feliz a pesar de no tener aún todas las respuestas. Por favor no temas y no pienses que alguna vez llegaste a molestarme, siempre me encantó verte brincando en el sillón como si todo lo que pasaste se hubiera borrado, me hubiera encantado aprender de tu fortaleza, sé que algún día nos volveremos a encontrar mi querido amigo.

Así fue como una tarde de verano del 10 de junio una sábana blanca cubrió su cuerpo, seguido de visitas que lamentaban su pérdida y fingían estar afectados por la ausencia de esa hermosa chica que me demostró lo bueno que podía llegar a ser la vida con el simple hecho de apreciar los pequeños momentos para así no volverse un perro amargado, el cual ahora vive en paz en compañía de una familia que presenta dificultades en su vida pero con la certeza de que al final de la tormenta todo pasa.

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El valor de una

mascota

Nunca me habían importado las mascotas, hasta el día que le dije adiós a la mía.

El día comenzaba como cualquier otro en mayo de 2019. El sol relucía como siempre y el cielo estaba despejado, jugaba con la pelota junto a mis amigos y no le tomaba importancia a mi entorno.

De pronto recibí una llamada de mis padres, la cual sería el punto de partida que lo cambiaria todo. Mi perro de gran edad llamado Anthony se había escapado. Tras la noticia rápidamente fui a ver a mis padres, cuando llegué comentaron que lo buscarían y que no me preocupe pues sabrían que volvería. Para ser sincero, odiaba a las mascotas, pues en ese entonces solo las veía como animales sin importancia, no me llamaban la atención y pensaba que eran perdida tanto de dinero como de tiempo.

Los días pasaron y no llegaron noticias de Anthony. Una tarde llegó la llamada que nos dejaría impactados, un señor de mediana edad nos afirmó haberlo visto cerca de la carretera, sin embargo, Anthony ya se encontraba en un lugar mejor, el llanto y la desgracia se sentían en el entorno, a pesar de ello no pude sentir lastima, pues lo que yo sentía por aquel perro era únicamente desagrado, y lo que dije a continuación siempre lo recordaré por el resto de mi vida, “Que bueno que está muerto, ya no será necesario que gasten dinero en un animal sin sentido”. Un silencio incomodo invadió el salón, el desprecio y la crítica eran obvias, no creían lo que había dicho, pero mi padre en vez de discutir conmigo me dijo la frase que resonaría en mi mente durante años, aquellas palabras no las comprendería hasta tiempo después, “Una mascota es más que un animal o un lujo, una mascota es parte de la Familia”.

Me encontraba en octubre de 2020. La pandemia del COVID-19 ya era conocida y la gente temía por el futuro del país. La angustia, el miedo y la ignorancia me consumían. No podíamos darnos el gusto mi familia y yo de estar gastando nuestro dinero en cosas innecesarias por lo cual no podíamos darnos lujos y disfrutar como otras familias. El deseo de tener mascotas era algo que por obvias razones mi familia no podía tomar en cuenta para ese entonces.

Un día tranquilo mientras caminaba hacia el parque, a lo lejos se escucharon unos ladridos que lograron captar mi atención, el sonido provenía de las orillas de un cenote cercano a mi casa, en el suelo se encontraba una caja de aspecto poco común, hoyos la rodeaban y ladridos provenían de su interior, lo que estaba a punto de presenciar no era algo que hubiera pensado ver. Tres pequeños perritos con una edad de una o dos semanas aproximadamente se encontraban en la extraña caja.

Por el entorno casi vacío y el momento en el que me los encontré, hicieron que no pudiera pensar y tuviera que actuar por instinto llevándolos a mi casa y mostrándoselos a mis padres. Sorprendidos por el estado de los perritos, mi madre y yo no sabíamos cómo actuar. Ya tranquilos, tomamos una decisión y de inmediato los llevamos con el veterinario, era una soleada tarde y con una alegría en mi rostro, le comenté a mis padres que escuché al veterinario decir que, para sorpresa de todos, los perritos se encontraban en buen estado, sin embargo, se quedaron para una mejor atención y

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pudieran así, ser adoptados. Pasaron los días, y al ir a visitarlos, me enteré que dos de ellos habían encontrado hogar, invadiéndome una gran felicidad, sin embargo, dicha felicidad no duró mucho, pues un leve sentimiento de culpa se hizo presente al saber que el perrito restante no encontró familia. Ante eso y a pesar del mal estado en el que nos encontrábamos mí familia y yo, les comenté si podíamos adoptarlo, la decisión se tomó y la adopción se realizó de inmediato, el nombre que le dimos al maravilloso perrito fue Hardy, cuyo significado es valiente.

Un año después, durante las calurosas vacaciones de verano, una noticia llegó a la puerta. Una increíble oferta hacia mi padre para ir a trabajar a otro estado nos tomó por sorpresa, la emoción y alegría llenaron la casa, y cuando el plan estaba hecho, un detalle cambió el ánimo y le dio un giro a la situación. Por desgracia no había forma de llevar a Hardy con nosotros así que un gran amigo y socio de mi padre propuso cuidar de él, a pesar de las dudas, el lugar resultó ser encantador y perfecto para Hardy. Cuando por fin el día llegó y el adiós era inminente, las lágrimas eran incontenibles, el llanto y la tristeza invadieron la casa del socio de mi padre por un largo minuto. Fue en ese preciso instante cuando lo entendí, la frase que por años no pude comprender era obvia.

Tras haber pasado tan buenos momentos con mi perro, verlo crecer, jugar con él, incluso platicar con él a pesar de que no nos entendiéramos, mientras veía como se iba y que probablemente no lo volvería a ver, entendí que el valor que uno le da a un ser querido es sentimental y eso aplica también a las mascotas, pues el valor que yo le di a la mía, no tenía precio.

EL VALOR DE UNA MASCOTA Carlos Jesús Rojas Lima Lerdo de Tejada, Veracruz.

No me contuve y a pesar de lo que opinen los demás, abracé a mi perro mientras que las lágrimas me consumían, le desee mucha suerte y le prometí que lo volvería a ver, pues “El dolor de la separación, no es nada comparado con la alegría de reunirnos de nuevo” (Charles Dickens).

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La culpa de nadie, la culpa de todos La semana pasada, estaba en casa descansando una noche después de la escuela. Todos los días visito a mis abuelos y tías, así que momentos antes había estado allí. Mi primo estaba en mi casa, y llegó corriendo a buscarme, la emoción apagada en su voz fue lo primero que escuché cuando me dijo: – “Vamos de regreso con los abuelos, hay un cachorrito afuera de ahí” –. Sus palabras hicieron que me levantara como rayo, el cansancio se esfumó como por arte de magia. – “¿Un cachorrito?” –. Respondí. Mi emoción seguía presente, pero el brillo de mis ojos se apagó completamente al darme cuenta de la situación: era un cachorrito abandonado. Yo tenía que hacer algo.

– “Sí, pide permiso para ir conmigo” –. Me dijo. Yo ni siquiera respondí y corrí a buscar a mi mamá. – “Mamá, acaba de pasar algo”- Llegué de sorpresa a la sala. – ¿Qué pasó? –. Su tono desinteresado y su mirada de hielo se dirigieron hacia mí, como leyendo mi mente, o eso pensé. – “Es por el perro, ¿verdad?” –.

Dijo, volviendo a hacer lo que la mantenía ocupada. Al notar su reacción, mi corazón se achicó en mi pecho. – “Sí, veo que ya te dijeron” –. Después de hablar, me volteó a mirar otra vez, se notaba que me conocía muy bien y respondió, su tono mostraba indiferencia. – “No quiero más perros” –. Dijo, haciéndome recordar que mi mascota, Bobby, vive con nosotros.

Mi cara cambió completamente, mis ojos se apagaron y traté de convencerla: – “¡Pero está solo! No lo podemos dejar así” –. Le repetí miles de veces que debíamos hacer algo, pues el abandono de las mascotas en donde vivo siempre ha sido un problema constante. Ella suspiró, y yo volví a insistir. Mis palabras parecían decir adiós a sus oídos, pues jamás cambió de opinión. Mientras yo estaba tratando de convencerla, la noche empezó a pasar rápidamente, faltaban menos de dos horas para la media noche y mi primo, cansado de esperar, tenía que regresar a casa, al no conseguir el permiso, el se fue y yo me moría de preocupación por el pequeño.

Al día siguiente, tuve que ir a visitar a mis abuelos otra vez, como de costumbre. Cuando llegué, lo primero que dije fue: – “¿Y el perrito?” –. Yo tenía la esperanza de que alguien me dijera que tuvieron compasión por él. Nadie dijo nada, el silencio llenó completamente el lugar, incluso las plantas de la decoración parecieron guardar silencio, aún con el viento tocando sus hojas. Hasta que mi tía, que estaba presente, me respondió tranquila: – “Anoche estaba aquí afuera, se portó muy cariñoso” –. Eso me hizo sentir más triste que aliviada, la decepción era clara como cristal en mi cara. – “¿Por qué no lo recogieron? ¿Y si le pasó algo?” –. Todo estuvo en silencio un rato.

Mi mente comenzó a llenarse de posibles situaciones, y en lo más profundo de mi corazón, la culpa se mezclaba con la tristeza. – “No, ¿Cómo crees? Estamos llenos aquí, no cabe un perro más en esta casa” –.

Mi abuela me dijo, su voz era tan suave como la seda, pero sus palabras tan hirientes como cuchillas. Ella tenía razón en cierta parte, ya habíamos adoptado dos perritos en su casa también. No volvieron a hablar del tema en todo el día, y lo único que supe del pequeño era que, esa mañana, ya no estaba cerca de ahí. Se hizo de noche, estaba muy nerviosa, quería ver si el perrito podía aparecer, pero mi esperanza se derrumbó cuando no apareció.

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– “Una señora los abandonó aquí, los traía en un costal de azúcar, los tiró a su suerte” –. De repente, mi tía, vino a contarme, yo la escuche con atención, cada palabra que decía, hacía a mi corazón quebrarse. La situación era la más cruel que había escuchado: una mujer, aparentemente sin sentimientos, tiró al cachorrito y a sus hermanos a la calle, como objetos, como algo sin vida. En total eran tres hermanitos, cuya madre pertenecía a dicha mujer, y con la excusa de que no podía cuidarlos, los abandonó, porque, según ella: “No eran de raza”. Al terminar de escuchar, mis emociones se turnaban para salir, el enojo, la tristeza y la impotencia se peleaban el puesto.

Mi tía me siguió contando más y más, cada vez me sentía peor. Pero, lo que me hizo darme cuenta de la terrible inconciencia de las personas ante este tipo de actos, fue que, a pesar de saber eso, nadie quiso ayudar; ni ella, ni los vecinos, ni siquiera mi mamá. El ruido de ese pensamiento hizo eco en mi mente, y se hizo más fuerte cuando me dijo que, el cachorro ya había estado rondando por ahí dos noches antes. Las posibilidades de lo que le pudo haber pasado a ese pobre animalito, y a sus hermanos, cristalizaron mis ojos.

Sin embargo, no evitó que yo me sintiera molesta, en seguida, pregunte si ella sabia algo más de ese pequeño, o de sus hermanos, pero nada salió de sus labios.

LA CULPA DE NADIE, LA CULPA DE TODOS Gabriel Sánchez Yarentzy Abril CETis 67 Misantla, Veracruz.

Su indiferencia me mataba lentamente, hasta que mi primo, que pasaba allí cerca, hablo tranquilamente. – “El señor que vive por la esquina los adoptó, me dijo hace rato” –. Eso bastó para que un suspiro de alivio saliera de lo más profundo de mi pecho. Así, pude ver que, por lo menos, alguien tenía corazón y conciencia de lo horrible que el acto fue. Y con la calma abriéndose paso, concluí algo que estaba más que claro, la mayoría de las personas no toman conciencia de la situación, y tratan a los animales como objetos que pueden desechar.

El abandono de mascotas es un tema serio, del cual no debemos pasar de largo, quienes forman parte del problema, somos todos, de una u otra forma. Y al final, aun conteniendo mi molestia por el actuar de la gente, hablé de nuevo. –“Que bueno que no pasó nada malo” –. A pesar de que no pude hacer nada directamente, me alegraba el hecho de que los cachorritos tuvieron una oportunidad, pero, como siempre, todos parecemos quedarnos con los brazos cruzados en situaciones como estas, con la boca llena de excusas para no actuar, porque todos pensamos que no es nuestro problema. Sin embargo, yo siempre diré que esa culpa de nadie, es la culpa de todos.

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