3° Edición En la vía

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En la vía Marzo de 2014

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De izquierda a derecha: Callejón de la concha, Callejón de los Montoyas, Callejón de los Cocos, Callejón Manuel Restrepo o del diablo.

A la izquierda del mango Cerca, en el sector del Plebiscito, hay un callejón con una historia similar. Su entrada, ubicada entre dos casas, una de ellas con un gran árbol de mangos, tiene una reja negra que da a un pasaje estrecho y peatonal, que unos metros después se ensancha, al terminar el muro de una de las casas, y se llega al Callejón de los Montoyas. Allí viven los hijos de Rafael Montoya y Bertha Montoya con sus familias, que también hace unos 30 años lotearon su finca para dar casa a sus herederos. Adentro, un perro blanco y negro llamado Aarón acompaña a Juan Álvarez, que pule con una espátula las escaleras que, frente a su casa, llevan a un segundo piso. Él es esposo de una de las herederas de doña Bertha, y padre de tres hijos. “Antes esto era puro monte”, menciona, y nombra, señalando las fachadas, a los Montoya que viven allí, incluyendo a la madre de su esposa, original urbanizadora del lugar.

Espacio personal corto A media cuadra de Calle Larga hay un callejón lleno de multiplicidades. Una señora corre, jugando con su pitbull amarilla, mientras otros vecinos hablan afuera de sus casas. Al preguntar por el nombre del lugar, sonaron respuestas diversas: “le decían Niquitao o Lovaina a veces, por las peleas”, comenta Adriana Galeano, que vive allí hace siete años. “San Francisco”, dice un señor que escucha la pregunta a lo lejos. El Chispero también se consideró un momento. Finalmente, están de acuerdo en que se llama el Callejón de la Concha, porque así lo dijo Miriam Castañeda, que ya lleva 32 años en su casa, la última a la derecha. Ella recuerda que antes el sector se componía de mangas pantanosas con cafetales y guayabos, ‘lagunas’, y que por eso la humedad se ve a veces en los pisos de las casas. Cuando ella llegó, sólo había seis viviendas. Ahora el callejón tiene construcciones de tres pisos. Las conversaciones se escuchan claramente al pasar entre los muros altos, hay ventanas rotas en una casa vacía y estampitas religiosas en una puerta de metal. Se percibe tranquilidad, una muy valiosa para quien habita el callejón, porque éste tiene una historia de conflictos y tragedias. Según Miriam y Adriana, hubo una época en la que se daban constantes peleas entre familias, que por el espacio tan reducido se volvían territoriales y amedrentadoras. Eran celosos con sus aceras y sus espacios. Finalmente, un hombre fue asesinado en medio de una pelea, a la que entró defendiendo a un niño travieso que estaba siendo amonestado por dañar un vehículo. Con el tiempo, la situación se calmó, algunas familias se trasladaron y el callejón se volvió rincón preferido de muchos niños del sector para jugar sin interrupciones.

Buscando al diablo Otro callejón de varios nombres queda saliendo de Sabaneta, diagonal al Hogar Nazareth. El que le da el Municipio oficialmente es Callejón o barrio Manuel Restrepo, pero también es conocido como el Callejón de Germán Garcés, San Antonio III o Callejón del diablo. Su entrada tiene, de un lado una tienda y una guardería, y al otro una taberna. Al entrar, pueden verse cuatro casas muy antiguas, de más de 50 años, dice Luis Norman Arias, quien vive en el Callejón hace 60 años aproximadamente. En su casa actual, de fachada verde, crió a sus nueve hijos. El señor Arias tuvo una tienda por 20 años al lado de su hogar. Él expresa que siempre ha vivido muy tranquilo y que no tiene intención de irse, y menos ahora, después de haber sobrevivido un infarto hace cuatro años y teniendo 10 nietos, algunos muy pequeños: “a mí me dicen venda la casa y yo digo, no, por ninguna plata la vendo.” Juan Manuel Montoya, de 48 años, es el encargado de la taberna La 60, sucesiva a la entrada del callejón. Vive hace 47 años en una de las casas más antiguas del sector, al lado de la taberna, que él asegura puede tener unos 80 años o más. Manuel Restrepo, quien fue el dueño del terreno y planeador del barrio, era cuñado de su mamá. Cuenta que al principio, cuando Sabaneta aún era parte del municipio de Envigado, el callejón era calle destapada y tenía ladrillera, zapatería, sala de velación y marraneras, e incluso, hasta hace poco, un convento ubicado en una de las casas al final del callejón, donde vivían 10 hermanas. Hoy estas actividades se desplazaron o desaparecieron y ahora son casas de familia o parte de las grandes unidades residenciales que se desarrollan alrededor del barrio, que aún conserva muchos residentes antiguos. Como en el Callejón de la Concha, el Callejón del diablo también tuvo una época de conflictos. En los ochentas hubo muchas diferencias entre familias: “cuando se fue a realizar la primera Navidad comunitaria con las Hermanas Oblatas, los mismos vecinos quisieron oponerse a hacer la Navidad en el Callejón, porque la gente peleaba mucho; entonces la madre Francisca Bernarda dijo: ‘con mayor razón vamos a hacer la navidad en el Barrio para sacar el demonio de aquí’”, recuenta Fernando Flórez, historiador local. Otras historias incluyen duendes, mujeres con dones adivinatorios, pero según el relato del señor Flórez, es desde la declaración de Sor Francisca se conoció el Callejón con el nombre de El diablo


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