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EL FIN DEL SOCIALISMO EUROPEO Y SUS CONSECUENCIAS EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Caída del Muro de Berlín

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Cuando la guerra terminó y los Aliados lograron entrar a Alemania después de que ésta se rindiera el 8 de mayo de 1945, surgieron los Acuerdos de Potsdam (julio a agosto de 1945). Aquí Winston Churchill, Iosif Stalin y Harry S. Truman se reunieron para acordar cómo sería la administración del país germano y los castigos para Japón. Así fue como se decidió separar el territorio alemán en cuatro facciones: zona francesa al sudoeste, zona británica al noroeste, estadounidense en el sur y la zona soviética en el este. En 1945 la zona francesa, británica y estadounidense se unirían y se conformaría la República Federal Alemana (RFA) o Alemania Occidental. Por otro lado, la República Democrática Alemana (RDA) o Alemania Oriental, estaba manejada por soviéticos. El 13 de agosto de 1961 los habitantes de Berlín despertaron sobresaltados por una noticia turbadora. Durante la noche las fuerzas militares de la RDA habían levantado una barrera de alambre de espino de 1,8 m. de alto a lo largo de toda la frontera del sector comunista de la ciudad. Debido a la huida de gran número de habitantes de la RDA, las autoridades de la Alemania comunista decidieron levantar barreras que impidiesen la circulación no autorizada de personas por la frontera. En los días siguientes el alambre de espino comenzó a ser sustituido por bloques de hormigón que formaron un muro de 3,6 m. de altura que llegó a extenderse a lo largo de 106 km. y que estuvo vigilado por más de 300 torres. El muro no cayó hasta el 9 de noviembre de 1989, en pleno proceso de descomposición del bloque comunista.

Tras el derrumbe del Muro, el libre mercado fue acentuadamente promovido como el modelo único, universal. En América Latina, en 1989, la mayoría de los países de la región adoptaron las reformas guiadas por el llamado Consenso de Washington (Stiglitz, 2002) que propugnaba especialmente por la liberalización de los mercados, la apertura comercial y las privatizaciones. Además, contra la experiencia de los 30 años precedentes, promovía una reducción del papel del Estado. En realidad, la moderna orientación de la política económica inició desde los años setenta y ochenta, y se aceleró a partir de los noventa de tal manera que apresuró la destrucción de la arquitectura trabajosamente construida durante la segunda posguerra, dirigida a alcanzar el pleno empleo como objetivo prioritario de los países económica y socialmente más avanzados. Se procedió, así, a la liberalización casi total de los movimientos internacionales de capitales, mercancías y personas; Se desreguló el mercado de trabajo a través de sindicatos debilitados, flexibilidad salarial y había un desequilibrio entre la falta de aumentos en los salarios reales con respecto al aumento de la productividad del trabajo; las empresas públicas -industriales, de servicios y bancarias- se privatizaron; la banca central se autonomizó del gobierno y asumió como objetivo exclusivo la lucha contra la inflación; se redimensionó, a la baja, el Estado social; los sistemas impositivos perdieron su carácter progresivo, privilegiando a los grandes capitales (hecho que, a poco andar, fomentó a la cleptocracia) (Villamil, 2018); los presupuestos del Estado debieron permitir surplus y no déficit; la política industrial degeneró en una genérica asistencia financiera a las

empresas.

La Perestroika

Перестройка (Perestroika), una palabra del idioma ruso cuyo significado es reestructuración, no es un tratado científico ni un panfleto propagandístico, aunque las opiniones, conclusiones y enfoques analíticos se basan, desde luego, en premisas teóricas y valores bien definidos. La Perestroika se hallaba en el foco de la vida intelectual de la sociedad rusa, lo cual era lógico porque influía en el futuro de ese país. También los demás países socialistas demostraban un natural y pronunciado interés en la reestructuración soviética ya que al mismo tiempo ellos atravesaban un difícil pero sumamente importante período de búsqueda en su evolución, ideando y experimentando a la vez nuevas formas de acelerar el desarrollo económico y social. El éxito de estos intentos dependería en gran medida de la interacción, de las preocupaciones y de las empresas conjuntas. No cabe duda de que la Unión Soviética vivía un período crucial. El Partido Comunista había realizado un análisis crítico de la situación a la que se había llegado a mediados de los años ochentas y formuló la política de la Perestroika, es decir, la reestructuración: una política tendiente a acelerar el desarrollo económico y social del país y a renovar todas las esferas de la vida. El pueblo soviético comprendía y aceptaría esa política; la Perestroika vivificará el conjunto de la sociedad. En una sola palabra, en la dirección soviética, se había llegado a la conclusión y no se cansarían de repetirla, de que era indispensable un nuevo pensamiento político llamado la Perestroika. La Unión Soviética nació en 1917. Esta fue una nación poderosa la cual llegó a un alto nivel de industrialización y a ser una de las potencias mundiales más poderosas del mundo, por no decir que la más poderosa. La URSS aportó mucho en los campos de medicina, investigación espacial, nuclear y muchos otros. Jamás se pensó que una nación tan poderosa se derrumbaría de la manera en que lo hizo

Más que todo por una reforma hecha por su propio presidente. El protagonista, Mijaíl Gorbachov, premio Nobel de la Paz 1990, es una de las figuras más destacadas y al mismo tiempo más contradictorias de la política del siglo XX. Encabezó la Unión Soviética durante casi siete años en calidad de secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (1985-1991), el sexto en la historia del Estado, y como presidente de la URSS (1990-1991), el primero y el último en la historia del país. Como cualquier persona destacada, Gorbachov contaba tanto con partidarios que lo consideran como un reformador legendario que llevó libertad y democracia a un país “cerrado” y que creó los conceptos de Glásnost (transparencia y libertad de expresión) y Perestroika (reestructuración). Así también contaba con detractores para quienes Gorbachov simplemente fue alguien que acabó con una superpotencia mundial.

La Glasnost

Durante el XXVII Congreso del PCUS en febrero de 1986, un recién llegado a la secretaría general Mijaíl Gorbachov, lanzó la consigna de Glasnost ("transparencia" o "apertura"). A partir de la primavera de ese año, la censura soviética fue relajándose. La revolución de libertad que sacudió a los medios de comunicación soviéticos tuvo una enorme repercusión en el devenir de la URSS y en su final desintegración. Problemas del momento como la corrupción, la "herida sangrante" de la guerra de Afganistán, la catástrofe nuclear de Chernóbil, la profunda crisis económica... fueron puestos al libre examen de un atónito y, muchas veces indignado, ciudadano soviético. Hubo un aspecto que tuvo a la larga una extraordinaria repercusión política: la investigación histórica sobre los crímenes del stalinismo y el régimen soviético. Veamos algunos ejemplos de ello.

En 1988-89 se hizo evidente que la matanza de decenas de miles de oficiales polacos en Katyn, en marzo de 1940, no fue obra de los nazis alemanes sino un frío asesinato en masa llevado a cabo por las tropas soviéticas. Las investigaciones sobre la "Gran Hambre" que asoló a Ucrania durante el proceso de colectivización de la agricultura en los años treinta alentaron el sentimiento nacionalista en este país. Algo similar ocurrió con el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939 y sus inmediatas víctimas: Polonia repartida y Estonia, Letonia y Lituania anexionadas a la URSS. Las deportaciones masivas de pueblos enteros sospechosos de colaborar con el nazismo durante la guerra mundial (chechenos ente ellos) despertó el sentimiento de agravio histórico y el sentimiento de desvinculación de la historia soviética. En definitiva, la libertad de expresión que trajo la glasnost desencadenó un proceso que finalmente se le fue de las manos a Gorbachov y terminó por hacer perder toda su legitimidad al sistema nacido de la revolución de octubre de 1917 y al propio estado soviético.

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