El reto726

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Páramo Paisaje de arte y literatura en México

Cultura

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7 al 13 Mar 2014 Número 726

Pecados Pochos Cassandra Adame

Estudiante de Atropología y escritora

UTEP

Mamá, yo no soy un pocho del pecado Hola, mi nombre es Cassandra. Les contaré un breve fragmento sobre mí y ciertos asuntos del lenguaje. El inglés había sido siempre un problema, toda mi vida se trató de mejorar mi ortografía, cosa que me fastidia bastante, y aprender el idioma más “útil” del mundo, algo que aprecio mucho de haber aprendido hoy en día. Nadie en mi familia hablaba inglés .Hasta ahora, que ya son unos cuantos que les entró la curiosidad,canturr por no decir necesidad, de aprenderlo. Por otro lado, el español retumba y fecunda en todo mi entorno. El español es para mí, lo que para algunos sería un buen plato de menudo un domingo por la mañana. Siempre disfrute hablar español, lo he balbuceado, garabateado y canturreado desde que supe hacerlo; lo extraño, es que hasta ahora me doy cuenta del extraordinario gozo que siempre me causó. Yo soy el producto de un grupo de abuelos venidos del extranjero, porque quien es de Juárez bien sabe que cualquier ser nacido en cualquier otro lugar es un “foráneo.” Toda mi familia, por ambos lados, materno y paterno, son venidos de la raza de bronce; con el 1.26% de certeza de que descienden de Europa y un 89.9% de convicción de que en verdad lo son. Crecí creyendo que aprender inglés era fundamental, pero más fundamental que eso era saber que jamás de los jamases debía juntar mi lengua, el español, con las seductoras “palabras gringas”; ser pocho se había incluido en mi lista de pecados capitales, eso era una pena. El anglo se me había pasado de noche, a pesar de que a mi madre siempre le dijeron que tendria clases de inglés “de alta calidad”

en la escuela. Esas clases eran como una pesadilla a las que les había agarrado cariño. Como aprender inglés era algo supuestamente bueno e importante, me auto castigaba metiéndome a clases de inglés fuera de la escuela, lamentablemente puedo decir que no aprendí gran cosa. Finalmente me decidí, en el 2008, a darle un uso práctico a mi ciudadanía americana que yacía empolvada y casi irreconocible

en algún cajón de mí recamara. Pesadilla #2. Acudir a una escuela en el “verdadero” extranjero. Ingenuamente creí que ir a la escuela a El Paso era solo cuestión de cruzar un puente a como fuera, de lunes a viernes y ya. Oh! vaya que me equivoque. Por 3 años no podía con-

cebir el choque cultural, los maestros que en verdad hablan inglés, los pochos del pecado y este asunto de ser o no ser hispano, mexa o chicano. No entendía nada y todo me confundía más y más. Con el tiempo solo me resigne a pensar que solo soy una combinación infinita de pellejos, colores y acentos, en pocas palabras, un indefinible ser. Si me preguntan si soy o no bilingüe, inmediatamente mi sistema inmunológico irrumpe con el digestivo, las neuronas se lanzan en protesta y mi corazón, tristemente se acelera. En definitiva es una pregunta difícil de contestar. En general, nunca me he considerado un ser eficaz al parlotear con la lengua; cuando se trata de hablar en inglés, esta se me enrosca como al cuerpo de un gusano de tierra siendo expuesto al sol, y al tratarse del castellano, la situación se asemeja a la preparación de una lasaña, es relativamente fácil de preparar, la cuestión es que toma tiempo en cocinarse. Me parece fascinante ver cómo es que las lenguas se mezclan, secan, ensalivan y salen de tumbas malditas; y que a pesar del tiempo y el espacio, este fenómeno pasó, pasa y seguirá pasando. En el presente, me dejo sentir las lenguas como lo que son, ideas que merecen existir y desistir eternamente, abriéndome las puertas a un juego de fútbol donde puedo ser el delantero, portero o un simple espectador.


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