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En números rojos
UN CONCEPTO QUE NO ES MUY COMPLICADO DE ENTENDER, AUNQUE SI DE ASIMILAR. VIVIR EN DÉFICIT NO ES SOSTENIBLE EN EL TIEMPO.
La idea de vivir endeudados para satisfacer nuestras necesidades y deseos inmediatos es parte del ethos que impera en nuestro sistema de valores actual.
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Si una persona tiene ingresos de 5000 mensuales no debiera gastar 6000 al mes para mantener un status de vida. Si lo hace, está viviendo en números rojos. A menos que el déficit sea una inversión para financiar sus estudios, iniciar un negocio o comprar un activo que en el futuro servirá para recuperar ese déficit, vivir en números rojos no es sostenible. Eventualmente hay que pagar la deuda.
Bajo ese mismo paradigma podemos abordar las amenazas en el sistema ecológico-ambiental y la consistente y sistemática pérdida de biodiversidad. Vivimos en números rojos, en déficit, cuando medimos los costos netos de nuestro impacto ambiental.
De acuerdo con Global Footprint Network, las hectáreas globales son la unidad contable para las cuentas de Huella Ecológica y Biocapacidad. Estas hectáreas biológicamente productivas ponderadas por productividad permiten a los investi- gadores informar tanto la biocapacidad de la tierra o una región como su demanda de biocapacidad (la Huella Ecológica)
En el 2012, una persona promedio en Guatemala imprimía una huella ecológica de 1.78 hectáreas globales y de acuerdo a la biocapacidad de nuestros ecosistemas para sostener ese estilo de vida dentro de nuestras fronteras, por persona, la biocapacidad era en ese entonces, de 1.07 hectáreas globales. El resultado es un déficit. Es decir, estamos gastando más de lo que tenemos.
La pregunta aquí es: ¿Cómo una persona puede gastar más de lo que tiene? La respuesta es sencilla. Vive en deuda. Le debe a alguien más.
En el contexto de la huella ecológica y biocapacidad, si una persona vive más allá de los límites que su País o región le permite es porque está utilizando la biocapacidad de otros países y destruyendo los recursos locales. Lo grave de la tendencia es que cada año el déficit se ensancha. El estilo de vida que se busca alcanzar responde al de países industrializados que hoy muestran un déficit aún mayor.
El modelo económico, político y social prevalente no es ambientalmente sostenible. Al industrializarnos bajo esquemas no renovables e intensivos en extracción, olvidamos que modificar rápidamente los ecosistemas provoca desaparición de especies, transformación de procesos y patrones biológicos y destrucción de ecosistemas. El balance del planeta ha tomado milenos para alcanzarse sin intervención humana. Y hoy la intervención humana lo desbalancea.
MARÍA JOSÉ LARA
Entre islas y naufragios
ALGO DE ESO COMPRENDISTE Y VACILAS, Y TU VACILACIÓN TE AFIANZA EN EL MUNDO, TE DA VIENTOS PARA NAVEGAR, UÑAS PARA CLAVARLAS (…).
José Carlos Becerra, El pequeño César Me sostengo en la duda, navego el tibio abandono de la incertidumbre.
Con la visión empañada, intento palpar imágenes, dibujos posiblemente ciertos. En medio de la vacilación que nombra Becerra, hallo asideros inesperados e ineludibles. Me abrazo a ellos y al mar.
Vivo sentada en esa arena firme que se revela como descanso en la marea; no obstante, me reconozco en la oscilación del agua que desemboca en lo ignoto. Me debato entre islas y naufragios, y toco algo parecido a lo real.
Percibo en la duda un tránsito más transparente para conocer y conocerme. Intuyo en las preguntas que nos hacemos más elocuencia que en las certezas desde las cuales nos enunciamos. Encuentro más caminos hacia la hondura de la intimidad a través de aquello que nos hace tambalearnos, regresar sobre nuestros pasos, detenernos y avanzar a tientas. Hay una transparencia particular que solo podemos adquirir en lo abrumadoramente incierto. Sin embargo, en el discurrir de los días encuentro certezas que me obsequian el palpitar de lo concreto y su lucidez efímera, pero presente, aun en ese estar dubitativo.
Podré dudar de la luz, pero no de la luminosidad de una mirada. Podré dudar del dolor, pero no de la humedad del llanto que extendemos sobre el mundo. Podré dudar de la muerte, pero no del perecimiento de quienes fui y ya no soy. Podré dudar de la vida, pero no de la vitalidad que los lazos comunitarios exhalan en lo cotidiano. Podré incluso dudar de la palabra, más en días como este creo en la materialidad de sus lindes. Desconozco hacia dónde tiende esta concatenación de titubeos. Tal vez en la savia de lo indeterminado está, al mismo tiempo, determinado aquello que nos afianza en el mundo y nos da vientos para navegar su turbulencia.