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Variables de Interés y Optimismo Estadístico

Los datos estadísticos pueden usarse para informar o influenciar. Pero, padecemos del pésimo hábito de sólo utilizarlos persuasivamente en función de agendas particulares. Cuando usamos datos a conveniencia, se pierde la credibilidad de los métodos estadísticos como herramienta para conocer a nuestra sociedad, aunque sea parcialmente. Así dañamos irreparablemente nuestro entendimiento sobre la realidad. Consecuentemente, continuamos generando propuestas incompletas, sin visiones objetivas; propuestas que omiten y silencian los datos que mejor reflejarían nuestras debilidades y amenazas. La corrupción estadística, detectable a través del uso apropiado de los datos, se vuelve un abuso más difícil de identificar y resolver. Es ilusa la pretensión de conocer nuestra situación actual si exclusivamente se publican datos optimistas. Es incorrecto pregonar resultados esperanzadores si nuestra realidad no lo es. A cambio de un optimismo tóxico, se pierde el esfuerzo de muchos que intentan mejorar nuestra condición apegándose a la verdad. Debemos abandonar el optimismo cegador por un realismo más estricto. Con frecuencia, por ejemplo, se presentan resultados comparativos que nos pintan como el mejor país en métricas que, sin contexto y con comparaciones incorrectas, satisfacen fantasías particulares. Podemos felicitarnos y darnos palmadas en la espalda pretendiendo que hemos alcanzado el éxito. Sin embargo, dichas felicitaciones de nada nos van a servir si en lo que nos desarrollamos es en autoengañarnos.

Un ejemplo claro de este problema se encuentra en presentar a Guatemala como el mejor país exportador de Centro América, con sus $15,684 millones de dólares en exportaciones totales en 2022. Y cuando miramos el caso de Costa Rica, el segundo lugar en esta métrica, observamos que cerró con $15,302 millones de dólares. Pero, estas estadísticas deben ser tomadas con precaución. Tomando en cuenta la población de cada país, fácilmente vemos que un costarricense promedio genera aproximadamente 3.24 veces más exportaciones que un guatemalteco. Las exportaciones per cápita de Costa Rica, en dólares, están por encima de los $2,900 superando por bastante los $910 generados por cada guatemalteco en el mismo tiempo. Si se repite el ejercicio con El Salvador, descubrimos que, en el mismo período, por cada dólar que exporta un guatemalteco, un salvadoreño exporta $1.26. Las estadísticas de exportaciones totales guatemaltecas, a pesar de ser esperanzadoras y optimistas, ignoran nuestro rezago ante nuestros principales competidores, y sugieren que es necesario apoyar a exportadores guatemaltecos a generar mayor valor agregado y productividad. Debiésemos aprender qué han hecho Costa Rica y El Salvador para que cada uno de sus ciudadanos logren exportar más, y apostar a mejorar nuestra economía en esta dirección.

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La selección de datos optimistas es un problema frecuente en temas económicos y sobrepasa apegos ideológicos y posiciones políticas. Venezuela, por ejemplo, como lo resalta Krugman en su canónico libro de principios de macroeconomía, reportaba con gran orgullo su PIB nominal en época de Chávez. Esta variable crecía fuertemente bajo este gobierno, pero una vez ajustado por los aumentos en los precios, el PIB real se observaba tan horizontal como el horizonte desde la playa. La falta de crecimiento de la producción real de ese país refleja los efectos negativos del chavismo en ese país. Mientras el PIB nominal era optimista, el real dejaba clara la incapacidad del régimen chavista de generar desarrollo económico. Aunque el monitoreo y chequeo de datos puede ayudarnos a verificar su validez y prevenir la construcción de castillos en el aire, todo el tiempo debemos cuestionar con sano escepticismo los esfuerzos por persuadirnos con datos selectivos. Podemos continuar haciendo porras inútiles, pero como con cualquier oportunidad -sean las exportaciones, la inversión extranjera o el crecimiento económicoaunque las puertas se puedan abrir y nos den opciones, también se pueden cerrar ante evidencias más completas. Los datos pueden usarse para motivar, apaciguar o arrullar; pero hoy, los necesitamos para informar y generar una calidad de conocimiento superior, que nos permita tomar decisiones objetivas basadas en información honesta, verificable y correctamente analizada. Los datos, como cualquier lenguaje, pueden ser abusados y hasta que no dejemos de caer en la tentación de usarlos como una herramienta más de venta, nos serán inútiles como factores determinantes del desarrollo. Los buenos datos son insustituibles para caracterizar objetivamente nuestra historia y condiciones actuales y nos pueden ayudar a pronosticar el futuro de forma realista. Acá, omitir variables sigue siendo una importante fuente de trabajo, que nos aleja de la verdad, y que perpetúa el clientelismo de siempre, repitiendo “verdades” incompletas que terminan siendo indistintas de la mentira.

ÉDGAR GUTIÉRREZ

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