El Patagón Domingo Nº16

Page 23

El Patagón Domingo del 25 al 31 de julio de 2010

23

Masidentidad Cartagena, triste patrimonio

Magdalena Rosas Ossa Máster en Gestión Cultural columnista@elpatagondomingo.cl

Pieza gráfica del libro “Manual de Carreño de la Patagonia Aysén”, de Nelson Huenchuñir y Patricio Segura Solicítelo al fono 9 1085047 · Email: imagenaysen@gmail.com

Desde mi ventana veo las luces, luces que no son las mismas que vieron los que ya no están. Son esas luces del pasado que quiero imaginar ahora desde mi ventana infinita del tiempo que se fue. Ellos, encerrados en una tumba como dice la violeta chilensis o diseminados por el mar y el cielo convertidos en ceniza. Sólo nos queda su memoria en las casas que vivieron, las cosas que tuvieron, los cuadros que pintaron, los libros que escribieron. Cartagena, el balneario de lujo a principio de siglo XX, el lugar de castillos que a duras penas han sobrevivido a los terremotos, hoy inhabitables por causas del deterioro natural de las cosas y la falta de preocupación. Porque en Chile como siempre, lo que es de todos no es de nadie y esta memoria de todos, da lo mismo de quién es, porque termina siendo anónimo su sentido de pertenencia de propiedad y de cuidado. Entonces ocurren cosas como ésta, que después de la epopeya encontramos su tumba. ¿Vicente, por qué perdiste tu primera serenidad? ¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu tumba con una espada en la mano? Una espada convertida en pintura amarillo mostaza, rojo colonial, con postes de eucaliptus y reja verde de gallinero… baldosas rojas compradas en le ferretería del barrio que dan forma a una rara cancha en medio de la nada. Tu poesía encarcelada en una mala plancha de granito, tu rostro dibujado a penas en un débil trazo sobre la piedra. “Mira al fondo de mi tumba, ahí encontrarás el mar”. Pero lamentablemente en medio de esta pobreza yo no encuentro más mar que un horizonte, asomado apenas entre los eucaliptus antiguos, en medio de las casitas de los pobladores campesinos de Cartagena, de los bloques de edificios que surgen en medio de la tierra abierta del descampado playero. ¿Por qué te dejan así Altazor durmiendo tu último sueño en medio de tanta pobreza? Otro capítulo es visitar la Villa Lucía, que como tragedia convertida en sátira italiana, una vida doliente que calentaba sus noches en estufas de parafina que dejaron huellas que no lograron ser borradas de este parquet barnizado a machote, el que se puede pisar solamente con cubre pies como al estilo de los mejores museos de Europa. En esta Villa Lucía, vivió sus últimos años Adolfo Couve, escritor y pintor del cual escuché siempre hablar a mi padre con inmenso cariño. Una especie de villa Toscana, en medio de la playa de Cartagena, casa museo que se convierte en una exposición de contradicciones y escondidas miserias. Porque se define como Museo de Artes decorativas, pero nos “invita a descubrir el legado de uno de sus últimos moradores, Adolfo Couve (1940-1998). Claro que de Adolfo Couve queda bien poco en esta casa. Algunos muebles, algunos vestigios, las historias mal contadas de un guía enojado que conoce solamente una parte de la historia y la desnuda de manera burda a un turista que nada sabe, una casa llena de ornamentos que nada tienen que ver con la personalidad de este artista, ni de su soledad, preguntas sin respuestas, contradicciones, sus historias personales. Hacer museos es nada fácil. Hacer tumbas parece que tampoco, lo sabemos de sobra en la Región de Aysén. Los recuerdos se evaporan con el aire, quedan las buenas y malas historias que nos contamos, olvidando que las luces de hoy, no son las mismas luces del pasado.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.