Edición #10 – Marzo-Abril 2019

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ENCUESTA OPINIÓN

Virginia Aspe Armella

Filósofa, profesora-investigadora de la Universidad Panamericana y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III. Los dos principales retos que enfrenté en mi trabajo como investigadora fueron la atención prioritaria de mi familia y la necesidad de fortalecer las metodologías que harían de mi investigación filosófica algo más sólido y robusto en la argumentación. Sobre lo primero, estar casada y tener hijos suponía atender dos ámbitos distintos, por lo que tenía que conciliar la maternidad y el matrimonio con la investigación en un espacio reducido de mi casa sin hacerme aún de una biblioteca que me permitiera leer mientras ayudaba a mis hijos con sus tareas y su estudio en la primaria. Conforme se desarrolló la tecnología digital pude hacer más eficiente mi investigación. A pesar de ello, el ruido constante propio de los hijos pequeños y la demanda que exige su atención fueron obstáculos que se suplieron en la medida en que se fueron haciendo más autosuficientes. Con el tiempo mis hijos aprendieron que “mamá también estudia y trabaja como ustedes van a la escuela y papá a la oficina”, y el respeto por las actividades de cada miembro de la casa fortaleció las tareas. Atender a mi marido implicó otra área de ocupación, ya que su trabajo en ocasiones exigía acudir a convenciones de la empresa y a otros eventos periódicos. Sin embargo, él siempre procuró que mi trabajo no padeciera y, de hecho, me impulsaba a continuar haciendo una investigación sólida. El segundo reto que enfrenté en mi trabajo de investigadora y académica fue la falta de una metodología analítica y de estrategias sólidas para potenciar mi investigación. Ese aspecto esencial de la investigación científica del área humanista que yo desarrollaba sí fue un obstáculo serio que pude suplir hasta que el doctor Horacio Cerrutti leyó mi libro El concepto de técnica, arte y producción en la filosofía de Aristóteles (Fondo de Cultura Económica, 1993) y recomendó a Carmen Trueba, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana que estaba haciendo un doctorado en filosofía sobre la Poética de Aristóteles, que me buscara. Mi relación con Carmen Trueba fue el parteaguas de mi proyección intelectual, ya que ella generosamente me hizo recomendaciones sobre formar parte de redes y grupos de investigación con filósofos de universidades públicas; por ejemplo, me recomendó formar parte de la Asociación Filosófica de México y asistir a talleres y coloquios de pensamiento antiguo donde fortalecí mis metodologías y mis análisis conociendo a académicos como Carlos Pereda, Paulette Dieterlen, Ricardo Salles, Mauricio Beuchot, Ambrosio Velasco y, en especial, a la doctora María del Carmen Rovira, experta en pensamiento medieval y novohispano, quien me introdujo en las redes del pensamiento hispanista. Lo que quiero decir con esta segunda aproximación es que formar parte de cuerpos de investigación y de proyectos y redes en universidades públicas sobre temáticas comunes es indispensable para que un académico mexicano pueda potenciar su trabajo. Por último, formar parte del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología es la mejor manera de entrar en las exigencias necesarias que implica una investigación robusta.

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El Mundo de la Educación

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