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CONSTRUCCIÓN DE LA PRIMERA CAPILLA

La primera construcción que sirvió para venerar al Cristo de la Roca sería una ermita rústicamente construida, con el objeto de conservar la imagen.

Como la devoción crecía, extendiéndose por todos los lugares de la provincia de Tarma, el Cabildo, se vio obligado a construir la primera capilla, aún cuando otros sostienen que fue el gobernador de la villa, don José Vásquez el que lo hizo, favorecido por uno de los tantos milagros y en prueba de gratitud a la nueva advocación del Crucificado, con la cooperación de doña Nolberta Jara, quien mando levantar la primera capilla en el año de 1827 para resguardo del bendito, signo de Redención, ésta era de corte indígena, levantada de adobes, piedras y techo de paja.

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La fama milagrosa del señor de Muruhuay, conocido ya con este nombre, había recorrido por toda la región, llegando per egrinos desde lejanos pueblos. Este hecho obligó a ampliar la capillita allá por el año de 1832. Tres años después se concluye la nueva construcción bajo la protección de don Justo Avellane da, acaudalado vecino de Acobamba. El 3 de Mayo de 1835, día de la inau guración, el párroco de Acobamba R.P. Guillermo Cámara celebró la primera misa en este lugar. Desde entonces se establecieron las fiestas solemnes ded icadas al señor de Muruhuay en el Mes de Mayo.

Se suceden muchas generaciones y todas ellas se preocuparon por mejorar este templo y de restaurar el altar del Señor. Una fotografía tomada en el siglo pasado muestra a la iglesia, pequeña, reducida a una modesta construcción con un techo pajizo que después se cambio por tejas.

Al promediar el segundo decenio del pre sente siglo, los devotos, vecinos de Aco bamba y los padres de la Parroquia de Tarma levantaron en el mismo lugar otro hermoso santuario. Una crónica de esta época referirá que “las fiestas de Muruhuay hasn evolu cionado convirtiéndose en suntuosas cere monias religiosas con números folklóricos y acompañamientos musicales. Tergiversan do el sentido verdadero de nuestra fé”.

Construcci N Del Segundo San Tuario

En Noviembre de 1924 se hicieron cargo de las parroquias de Tarma, Acobamba y Palca mayo los padres Paules de Barcelona, de in mediato inician la refacción de los templos, dando mayor impulso al culto católico.

En Tarma reconstruyen la Casa Parroquial construyen un espacioso salón para reuniones culturales y sociales, crean una biblioteca a donde acuden los pobladores en busca de libros instructivos y fundan la Acción Católi ca y la Juventud Católica.

El párroco Provincial R.P. Baltazar Canellas, desde el Pulpito invoca a los fieles Tarmeños y Acobambinos a dignificar el culto del Señor de Muruhuay en vista de la impor tancia y fama que alcanzaba sus milagros e instó a construir un templo más amplio que sirviera para acoger a los devotos que en mayor número acudían al santuario. Escuchando esta invocación en Acobamba se formó el año de 1926 un comité “Pro San tuario de Muruhuay” presidido por don Car los Legonia. En este año se colocó la prime ra piedra del nuevo edificio apadrinado por Don Manuel Pablo Villanueva, Prefecto del Departamento, y por la Sra. Crisálida Ojeda de Legonia. Junto a la imagen se depositó el acta de esta ceremonia suscrito por los pa drinos, por el Padre Vicario Baltasar Canel las, por el párroco de Acobamba, Juan Correr, por las autoridades y devotos.

En el año de 1928, según refiere Monseñor Francisco Rubén Berroa, obispo de Huánuco se inaugura esta obra. El Padre Pedro Taschier precisa el día 1º de Mayo de 1928, Don Fortunato Cárdenas sostiene que fue el 3 de Setiembre de 1927 el día de la bendición de este templo.

En la construcción de este nuevo templo cooperaron con gran entusiasmo todos los fíeles de la región no solamente levantaron este santuario, sino también trabajaron un camino que permitía llegar al lugar en automóvil.

El acabado de este templo se realizó años después y fue construido de adobes con sdestacándose el altar artísticamente construido frente a la imagen del Señor.

Desde entonces las fiestas del Señor de Muruhuay se celebraron con mayor pompa y gran fervor, atrayendo más devotos. Cuando todavía eran escasos los vehículos automotores, la peregrinación hasta el santuario desde Tarma se hacía a pie o en acémilas y el caminar de los devotos los días de Mayo ofrecía un pintoresco espectáculo. Refiriéndose a esta época, Fortunato Cárdenas decía “Devotos de toda condición social, predominando el elemento popular, formaba una ininterrumpida caravana que lucía todos los matices y la más caprichosa gama de color y de variedad.

Debemos también señalar que los religiosos impulsores de la construcción del templo consideraron que la imagen debía tener un aspecto de mejor presentación estética y real a la facción de Cristo crucificado, para lo cual se trajo de España a un pintor, quien se encargó de pintar con más acierto estético la efigie del Señor. Un segundo retoque se realizó en 1952 por el pintor tarmeño Enrique Orihuela.

Construcci N Del Templo Moderno

El templo inaugurado en 1928 no ofrecía larga duración, pues era construida de adobe, material que con el tiempo venía sufriendo deterioro. Además el fervor católico cada vez mayor había venido acrecentando el número de fieles venidos de diferentes lugares del país y de toda procedencia, de modo que se hacía necesaria una nueva construcción, amplia moderna y con material noble.

El forjador del actual templo fue Monseñor Antonio Khunner, Obispo y Prelado de Tarma y Pasco, quien en 1968 emprendió esta magna obra “confiando en Dios y recibiendo ayuda de los devotos y amigos del Perú y Alemania”.

El diseño del templo y el atrio fue realizado por un arquitecto suizo (residente en Lima) por encargo de Monseñor, y lo primero que salta a la vista es que la imagen del Señor de Muruhuay se encuentra a un costado y no en el altar mayor (como era la ubicación en la iglesia anterior), aunque debido a la posición lateral de la entrada principal, la primera impresión que se tiene es la visión de la imagen. Ésta se encuentra en la nave izquierda, la cual está dedicada a los peregrinos, para que puedan tocar al Señor, rezarle y colocarle flores. La pared la constituye la roca misma del cerro, el poder tocarla es un acto fundamental y se la ha barnizado para preservar su integridad (pues los peregrinos solían sacar guijarros de recuerdo, de bendición. Delante de la imagen hay una serie de floreros siempre llenos de flor y más adelante un espacio vacío destinado originalmente a las velas (después del incendio ha sido reubicada fuera de la iglesia). Más adelante las bancas para los peregrinos. El conjunto de la nave izquierda a pesar de no estar físicamente separado de la nave central, está pensado con un ritmo propio: tiene una entrada y una salida y un espacio dispuesto para cada momento del ritual peregrino. Una persona puede entrar a ver directamente al Señor sin perturbar la celebración que se realiza en el altar mayor y salir de la misma manera. En Mayo, las largas colas que se forman por fuera del templo y las personas que entran, rezan y salen no son percibidas por las que participan en la misa.

Las paredes no llevan más adorno que las representaciones del vía crucis, que son textiles de San Pedro de Cajas. El altar mayor lo constituye tres grandes tapices -también sanpedranos- de la Virgen y de Cristo y la última cena.

En general, tanto el diseño como la decoración son sobrios. El techo alto, las pocas ventanas y las paredes de color blanco crean un ambiente en donde reina la tranquilidad, un buen lugar para encontrarse con Dios.

El 30 de abril del 1972 fue consagrado por Mons. Antonio Kuhner, Prelado Nullius de Tarma y Pasco.

Las tres campanas de la torre tienen las siguientes melodías:

La primera en tono de Sol

La segunda en tono de La

La tercera en tono de Do

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