Video para el cambio: Una guía para la defensa de los DDHH y el activismo

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material. Mis películas a veces son prohibidas por el estado y llevan una larga contienda legal. Aún cuando han sido consideradas legales, las exhibiciones se han visto perturbadas o interrumpidas por grupos de derecha y por fanáticos. Pero por cada historia negativa de esta clase, hay al menos cien exhibiciones que resultaron exitosas. Por lo tanto, la moraleja de esta historia es que bien vale la pena las molestias”. Para Lozano, el peligro se puede presentar cuando se permanece en las comunidades donde se ha estado filmando. “Por lo tanto, normalmente me quedo en casa por un tiempo -una semana o dos, dependiendo del ‘calor’ que se ha generado. Pero antes de hacer esto, acordamos con la comunidad qué deben hacer si algo sucede. Intercambiamos números, les doy instrucciones acerca de cómo llegar a mí o a otras personas en busca de refugio. Si es necesario que regrese a la comunidad en forma inmediata, no sigo el patrón habitual de entrada o salida. Acordamos nuevas formas de acceso y salida. Siempre tomamos precauciones para que sólo unas pocas personas sepan cuándo voy a entrar o salir del lugar, y para tener siempre un acompañante cuando estoy en el área”. Pero quienes se encuentran en situaciones de riesgo sostenido, que viven en la comunidad o cerca de la comunidad donde se ha filmado, muchas veces la forma de garantizarse seguridad es abandonar el área de manera permanente. Frank Smyth señala que “desafortunadamente, esto perpetúa una fuga de cerebros, y eso ocasiona nuevos problemas”.

Reacciones al stress y al trauma El impacto emocional que implica cubrir hechos violentos, no es una cuestión menor. Los activistas pueden experimentar traumas directos por presenciar violaciones, traumas secundarios por trabajar con personas que han sido víctimas directas de la violencia, y hasta una contratransferencia a causa de sus propios recuerdos, luego de la exposición a un trauma. El stress, la traumatización indirecta y el agotamiento son consecuencias habituales. Se pueden experimentar traumas también como consecuencia de la exposición reiterada a imágenes violentas. Los síntomas del “trauma secundario” suelen resultar sutiles, e incluir irritabilidad, fatiga, depresión, cinismo, bajo nivel de concentración, aumento de la excitabilidad, perturbaciones del sueño, pesadillas, aumento o pérdida de peso, aturdimiento emocional, sentimiento de desamparo, enojo, inseguridad y dolores físicos. Hablar con pares o profesionales puede ser de ayuda, y en muchos casos, existen servicios para sobrevivientes de torturas o abusos que pueden ofrecer apoyo a los activistas y periodistas. Otras formas de prevenir o tratar los traumas secundarios es tomar períodos de descanso, regulares y apropiados (la forma más crítica de evitar traumas secundarios a largo plazo), usar técnicas de relajación y realizar ejercicio, así como desarrollar relaciones de apoyo con familiares y amigos. La Comisión de Protección de los Periodistas indica que el trato con profesionales es especialmente importante en caso de cronistas sometidos a torturas o a otras formas de abuso, físico y psicológico, incluyendo la exposición a torturas de otras personas.

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