Princesa del jardín encantado

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ELISABET SUSANA DESIMONE





ESTE CUENTO PERTENECE A: -------------------


En un rincón soleado de la ciudad, vivía Lourdes, una chispa de alegría con cuatro añitos y un halo de risas que iluminaba cualquier día nublado.


Su cabello largo y castaño claro era como un río de chocolate que bailaba con el viento cada vez que corría tras sus sueños. Sus ojos, grandes como luceros curiosos, eran puertas abiertas a un mundo de maravillas.


Lourdes, la pequeña soñadora, tenía un jardín secreto en su imaginación, lleno de hadas y aventuras. Pero, sobre todo, anhelaba ser una princesa. No una princesa cualquiera, sino la reina de su propio reino de risas y juegos. Cada día, se ponía una corona invisible y se perdía en su propio cuento encantado.


Sus días eran una mezcla de colores y risas, con sus muñecas como fieles compañeras de juegos. Ellas eran sus confidentes, testigos de sus historias mágicas y guardianas de sus secretos más tiernos.


Lourdes les contaba cuentos antes de dormir, tejidos con hilos de purpurina y sueños.


Pero la joya más preciada en la corona de Lourdes era su mejor amiga, Astrid. Juntas eran como dos notas musicales perfectamente armonizadas en la sinfonía de la amistad. Corrían y reían en el jardín de infantes, donde cada risa era una flor que florecía.


Un día, mientras jugaban en el jardín, Lourdes y Astrid descubrieron un tesoro escondido bajo un árbol antiguo. Eran risas escondidas en hojas y secretos susurrados por el viento. Se sentaron en la hierba, y el sol les tejía coronas de luz mientras compartían historias y sueños


Lourdes soñaba con castillos de algodón de azúcar y ríos de arcoíris, mientras Astrid imaginaba ser la capitana de un barco pirata que surcaba mares de imaginación. Juntas, crearon un universo mágico donde cada día era una página en blanco esperando ser llenada con sus travesuras.


Y así, Lourdes y Astrid, las princesas de su propio cuento, bailaban con las mariposas y pintaban arcoíris en el cielo de su amistad. Porque en ese pequeño rincón de la ciudad, donde el sol y la risa brillaban, la historia de Lourdes era un cuento de encanto, tejido con hilos de amistad y adornado con las estrellas de sus risas.


DEDICATORIA -------------------------------------------------------------




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