Elisabet Susana Desimone
Dinosaurios y sonrisas
ESTE CUENTO PERTENECE A
María Lucía
Había una vez, en un rinconcito lleno de ternura, una pequeña bailarina llamada Lucía, con dos añitos llenos de risas y ojitos vivaces que brillaban como estrellas traviesas.
Su cabello castaño claro era como un suave manto que ondeaba al ritmo de la música que amaba, una melodía encantadora que iluminaba todo a su alrededor.
Lucía, la princesa del compás, amaba bailar al son de la música navideña llena de gaitas y tambores que marcaban sus movimientos.
Sus pasitos eran como notas que danzaban en el aire, creando un espectáculo de alegría digno de los ángeles. Cada risa suya era un cascabel que anunciaba la llegada de la magia.
En el parque, su reino de juegos, Lucía desplegaba sus alas de mariposa, revoloteando entre risas y columpios como si el viento la llevara a mundos de diversión infinita.
El sol se convertía en su cómplice, pintando su mundo con colores vibrantes mientras ella exploraba cada rincón con la curiosidad de una aventurera.
Pero entre todas sus travesuras, había algo que amaba más que cualquier cosa en el mundo: su oso de peluche.
Era su confidente silencioso, el guardián de sus secretos más dulces, y cada abrazo era un pedacito de amor que llenaba su corazón de ternura.
Los días más emocionantes llegaban cuando jugaba con su papá, Leandro, a los dinosaurios. Como dos superhéroes valientes, se sumergían en un mundo prehistórico, llenando la sala de risas y rugidos imaginarios.
Cada carcajada de Lucía era un tesoro, una gema preciosa que hacía brillar hasta los momentos más oscuros.
Pero, entre todas las risas y juegos, su mejor amiga era su mamá, Alejandra. Cada momento compartido era como un regalo mágico, un tesoro que atesorarían por siempre.
DEDICATORIA: Recuerdo cuando tus papás me pidieron que fuera tu madrina, y acepté con alegría porque sabía que sería una gran responsabilidad, pero también un gran honor. Me encanta ser parte de tu vida y verte alcanzar tus metas y sueños. Te ama la madrina