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CARRERA SÉPTIMA
CARRERA SÉPTIMA, LOS HABITANTES DE CALLE Y EL CAUCE INTEGRACIONAL (UN ESCENARIO DE LUCHAS)
Angely Guerrero Eraso David Felipe Giraldo
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Estudiantes de Sociología Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
Sergio Daniel Útima Correa
Egresado de Sociología Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
“Es bien sabido que Bauman nos ha hecho reparar a menudo en el dorado cosmopolitismo y en la seductora movilidad de las élites globales, que tanto contrasta con el sufrimiento de quienes no pueden escapar a su dimensión local”
Amor Líquido / Zygmunt Bauman.
Campanean algunas monedas en un sofisticado vaso de Tostao que suplica por más limosna; la hora del almuerzo rebosa de acaudalados oficinistas que deliberan entre vitrinas con aire de indiferencia; la calle parece un cauce, los bailarines salen a ella y los músicos la armonizan; se tiene un poco más de espacio para andar entre el comercio flotante y la oferta cultural. Es lo que define una calle con vocación de transitar, en lo que ni una súplica por hambre puede detener. Son muchos los contrastes yuxtapuestos en ese lienzo abigarrado que es la carrera séptima. Podemos pasar por las calles con gran naturalidad y ni cuenta nos damos de las personas que se mueven entre las canecas, habitan los vértices entre los edificios y el asfalto, cínicamente se apoderan de las bancas o se mueven de sombra en sombra: pululan e incomodan, cargan con estigmas y prejuicios, son los habitantes de calle. En esta calle, trazada para acomodarnos, jerarquizada entre los poderes del estado, los centros financieros y comerciales, aquellas iglesias roídas pero bellas; el habitante de calle camina y se posa, anda itinerante exhibiéndose como el margen de todo este sistema. Una madre lo señala y le advierte a su hijo: “Estudie mijo, pa’ que no termine como ellos” representantes de una frontera, contenedores de los antivalores, en el imaginario del requisito que no se cumple.
Los individuos interactúan desde posiciones apartadas pero ¿se integran? Algunos señalan que “No se puede percibir el campo de la marginalidad en ausencia de una teoría, explícita o implícita, de la integración” (Castel, 2009, p. 245); por lo que vale la pena preguntarse: ¿Es el habitante de calle un sujeto excluido, interactuando en un espacio de integración? ¿Qué características miden su nivel de exclusión, o lo conectan con un nivel de inte-

gración? Las relaciones entre el espacio y el individuo nos sugieren varios análisis. Según el resultado del último censo ejecutado por la alcaldía de Bogotá, la mayor cantidad de habitantes de calle se encuentran entre las localidades de Los Mártires y Santafé, muy cercanas a La Candelaria (DANE, 2017). Consolidando el centro de la ciudad como un atractivo para la marginalidad. En Bogotá hay, aproximadamente, 9.538 habitantes de calle según el censo realizado por la alcaldía de Peñalosa en 2017, de los cuales 729 son mujeres (Cuevas, 2018). Después de las intervenciones a la antigua olla del Bronx, aquellos habitantes de calle que encontraban su refugio en esos sitios han sido obligados a distribuirse por zonas aledañas al centro de la ciudad, con lo cual, el drama social que padecen en su diario vivir se ha hecho mucho más complejo (Pablo, comunicación personal [CP], 2018). Así, una de las zonas que más alberga esta población es el caño de la calle sexta con carrera 30; donde constantemente hay altercados por hurto, drogas e intervenciones policiales y del distrito (Redacción Bogotá, 2019).
Seducidos por el centro, espacio integracional
Uno de los descubrimientos, que encontramos dentro de la investigación sobre los habitantes de calle (en adelante HC) en la Cr. Séptima con Av. Jiménez, es la relación de integración y exclusión, es decir, un espacio integracional, ya que el espacio les permite la integración y la no conciencia de la sociedad. En este sentido, partimos de que hay una integración forzada que se divide en dos factores:
En primer lugar, está la relación de los HC con los transeúntes, vecinos y comerciantes, que no es tan amena, dados los estigmas presentes (Goffman, 1963) y los prejuicios que llevan cargados cada uno de ellos; pero, si el habitante de calle intercambia cultura, arte, religión o información de algún tipo de interés, se halla integración desde una perspectiva de beneficio cultural. Es clave mencionar lo anterior porque este es el caso de Pablo1, historiador de 59 años que se educó por medio de la lectura en la calle y habita cerca de la Plaza de Bolívar, por la Séptima, hace más de 20 años. Él hace un intercambio de cultura, en este caso la “historia”, para integrarse, de una u otra manera, con la sociedad y el espacio en general.
1. El nombre de los entrevistados fue cambiado para mantener su confidencialidad. En segundo lugar, gracias a la experiencia en campo y a la colaboración de Claudia, que trabaja en el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (IDIPRON), se encuentra una integración de interés entre los mismos habitantes de calle, es decir, que hay un vínculo para protegerse entre ellos y parchar en el mismo lugar; sin embargo, este parche se da dependiendo del beneficio que les otorgue. Otro factor de integración a resaltar son las parejas; el hecho de andar juntos para protegerse y sobrevivir en medio del caos en la calle. A pesar de eso, en general, no se encuentra el valor de amistad en (como una manera de relacionarse), ya que la mayoría de los HC lo han perdido todo. De ahí que adopten como estrategia la traición, para, de cierta manera, poder sobrevivir en soledad.
La cuestión espacial: espacio integracional - solidaridad - seguridad
A partir del trabajo de campo y las entrevistas realizadas durante los últimos meses, ha sido evidente el modo en el que los habitantes de calle de la carrera Séptima siguen unas dinámicas comunes con el resto de habitantes de calle en la ciudad; no obstante, este espacio en particular tiene unas características propias, las cuales provocan una territorialidad distinta. Por ejemplo, la Plaza de Bolívar y la antigua “Calle Real” alteran las relaciones de integración, de solidaridad y de seguridad en quienes transitan y habitan esta zona. En ese sentido, las relaciones sociales simbólicas, económicas y culturales parten de la solidaridad que forman las actuaciones sociales colectivas.
Encontramos que la lucha del habitante de calle está ligada por la autonomía del espacio, por más obstáculos que haya y a pesar de ser perseguidos, golpeados o amenazados, ellos continúan en el territorio por varios factores, entre estos: los sitios de consumo de drogas a menor precio; el tránsito y el flujo de todo tipo de personas como turistas y vecinos con los que logran una conexión (espacio social) y la seguridad que perciben por la aglomeración de transeúntes. Todos estos factores les generan, de cierta manera, una lucha competitiva o de interés para seguir merodeando la carrera séptima. Esta relación está más vinculada a la lucha del capital simbólico, es decir, capital (estudiado por Pierre Bourdieu (1988, 1999) en varios de sus escritos) que les da legitimidad, prestigio y autoridad a todos los agentes y participantes que compiten o resisten en ese espacio.
En este contexto, donde existe la competitividad y la lucha por la subsistencia, es innegable la violencia de la calle, la cual toma diferentes formas y pasa por distintos sujetos; además, existe una violencia institucional, claramente intencionada y que resulta en un factor de exclusión, también hay una violencia simbólica que se camufla con la densidad del espacio (Cr. Séptima), con la inmediatez de la jornada; allí, se disfraza de indiferencia y de miedo. Esa quizás es la que más marca emocionalmente a los HC, porque refleja no solo el drama de su relación con los otros, sino también con ellos mismos, con sus familias y con las personas que han dejado atrás.
Igualmente, existe una tensión constante, debido a la violencia que es generada por la policía hacia los habitantes de calle, sobre todo a las horas de la madrugada; tal como nos lo afirma Claudia, una voluntaria con 10 años de experiencia en el trabajo con habitantes de calle y que nos concedió una entrevista: «Entonces llegan y les ponen el teaser y los paran de donde están, delante mío uno cogió a un habitante a bolillo porque estaba ahí y lo grabé, y lo mandé a derechos humanos y destituyeron al policía» (Claudia, CP, 2018). Esta afirmación muestra que a los HC se les coartan sus derechos básicos, poniendo en tela de juicio su calidad de ciudadano, excluyéndolos de manera fatal y transgrediendo la línea de su dignidad. Es así, en parte, que los habitantes de calle rechazan el orden social, el hecho de no ser en parte, productivos ante la sociedad.
La versión de Claudia coincide con la de don Pablo, quien afirmó que fue golpeado varias veces y que debido a eso tuvo problemas de salud mientras estuvo viviendo en la calle: «En la operación limpieza que dicen por ahí, hace años, casi me matan, me dieron una paliza, me rompieron los dientes, casi me matan» (Pablo, CP, 2018). Goffman (1963) denomina como “desafiliados” a quienes adoptan una posición individual para rechazar todo tipo de regulación y sistema de clasificación que los divida. Es aquí donde se presenta el enfrentamiento de las instituciones con fragmentos de la sociedad, en desorden y poco productiva, justo como se encasilla al Habitante de Calle en la ciudad.
La cuestión económica: cauces económicos- bienes e intereses para sobrevivir
La subsistencia en la calle, claramente, está mediada por factores económicos; conseguir dinero es una de las preocupaciones más importantes para los habitantes de calle; al respecto, gracias a las entrevistas realizadas, se pueden establecer cuatro formas principales de conseguir el dinero. Al respecto Paola comenta lo siguiente: «[…] ¡Claro!, en donde ellos puedan trabajar, la mayoría de ellos se sustentan del robo, del reciclaje o de pedir, no se llama mendigar; tienen una palabra que se me va ahorita […]» (Claudia, CP, 2018).
Fuera de las tres formas de sustento que ella menciona, con el caso de don Pablo, se puede evidenciar que el trabajo, visto desde una perspectiva más clásica, no solo es un medio de subsistencia para el habitante de calle, sino que dignifica su condición. En el ejemplo de don Carlos, podemos ver que trabaja contando la historia del centro de la ciudad y que él agradece poseer esos conocimientos, pues lo diferencian de los habitantes de calle que se dedican a las otras tres formas de subsistencia. El trabajo que tiene don Pablo, en cierta forma, lo ha sacado de vivir en las calles; es el factor diferenciador, le produce las ganancias suficientes para pagar una pieza y para vivir, lo cual no es una posibilidad para muchos; incluso él nos relata cómo eran mucho más duros los tiempos en los que dormía literalmente en la calle (Pablo, CP, 2018).
La Cuestión Cultural
Dentro de la cultura, podemos encontrar un problema principal: tener un espacio fijo para poder interrelacionar y socializar al habitante de calle, en parte, para vivir un momento de cultura y salir de su rutina cotidiana y hacer una construcción e integración pública. Acá, el capital simbólico se expresa como parte del estigma e identidad social del habitante de calle, como nos lo explica Goffman cuando dice que:
Hay tres tipos de estigmas; primero, están las abominaciones del cuerpo y las distintas deformidades físicas, segundo, están los defectos del carácter del individuo que se percibe con falta de voluntad, pasiones tiránicas o antinaturales y por último existen los estigmas tribales de la raza, la noción y la religión, susceptibles de ser transmitidas por herencia. (1963, p. 15).
Tal como se puede apreciar en el caso de don Pablo, las transformaciones de lo emocional y de lo corpóreo son un factor que puede producir dolor. Más, ¿cómo interpretar esta movilidad excluyente? Pablo vive al día, paga pieza a diario y vive en el centro emblemático de la capital con cierta tranquilidad, por su edad como ex habitante de calle ya no es maltratado por la policía, como sí lo era cuando vivía en la calle.
Con base en ello, la vida de los HC está lejos de ser indiferente al del resto de la sociedad; si bien la forma de subsistencia es diferente, si bien la forma de ver la vida es diferente, incluso teniendo en cuenta las fronteras en términos de integración que se han planteado en este escrito, hay valores que unen a los sujetos en su diario vivir, sin importar si es un HC o un comerciante, estudiante, etc.; y esos valores se expresan en los sentimientos; en los miedos; en la necesidad de un hogar, de establecerse en un territorio; incluso, cuando el HC expresa que las amistades y la familia son ajenos a sus vidas; su soledad se expresa igual a la de cualquier otro ser humano; su imagen propia afecta su autoestima (como vimos por ejemplo, en los casos donde se tomaban fotos, o en los testimonios de las entrevistas); sobre todo, hay deseos de vivir, aun opacados por una vida impregnada por los vicios y la insalubridad. Esas ganas hacen que, personas como don Pablo, salgan adelante, y que, personas como Claudia, sigan luchando por estas personas que habitan la calle.
La construcción del espacio público en la Carrera Séptima y su producción cultural le permiten al marginal rechazado un rato de esparcimiento por fuera de su rutina diligente y calamitosa. En muchas ocasiones, los estallidos de extroversión hacen de la calle una tarima para ser escuchado por la sociedad que constantemente lo invisibiliza y lo ‘mira rayado’. A su vez, el lazo social íntimo es casi que nulo, su posición, indefinida dentro del sistema, hace que sus conexiones con el cauce económico sean itinerantes y se den con pequeñas conexiones de limosna que piden desde las sombras o las esquinas, entre las que peregrinan constantemente.
En parte, la integración es medida por su capacidad de generar ganancia monetaria, su baja cotización de capital los atrae al centro de la ciudad por los bajos precios con los que pueden conseguir la droga; así como los bajos costos de la oferta habitacional; ello les permite sobrevivir a la vigilancia policial de su letargia y a la violencia de las tinieblas en la noche. Sus ciclos de sueño suelen estar volcados por el movimiento y las huidas a las que son sometidos a estas horas. La Carrera Séptima, por sus idóneas condiciones, les permite pernoctar de día; así es como, a pleno sol y contaminación auditiva, se los puede ver cobijados y durmiendo a cualquier hora de la tarde, pasándola entre efectos de alguna droga y recuperando sueño. Así pues, son las condiciones públicas, económicas y espaciales las que permiten una integración del habitante de calle; sin embargo, no nuestra conciencia como sociedad para integrar a dicho individuo: compartir espacio físico, no significa compartir escenario social. Ante esto, valdría la pena preguntarnos, ¿cómo es que, a pocos metros de todos los grandes poderes de esta nación, permitimos, como sociedad, estas condiciones de vida? ¿Cómo es posible que condiciones externas a nosotros integren más que nuestra propia conciencia como sociedad? ¿Acaso con la desaparición de lo público, el “tener” está por encima de la dignidad humana? Queda a la deriva nuestra responsabilidad...
Entrevistas realizadas durante la investigación:
Claudia. (Abril de 2018). Entrevista realizada por Angely Guerrero, Sergio Correa y David F. Giraldo. Bogotá, Colombia. Pablo. (Abril de 2018, abril). Entrevista realizada por Angely Guerrero, Sergio Correa y David C. Giraldo. Bogotá, Colombia.
Referencias
Bourdieu, P. (1988). La distinción. Criterios y bases sociales del mundo. Madrid: Taurus. Bourdieu, P. (1999). La miseria del mundo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Castel, R. (2009). El ascenso de las incertidumbres. Trabajo, protecciones, estatuto del individuo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Cuevas, A. M. (2018, 12 de marzo). Resultado del censo nos permitirá enfocar mejor nuestras políticas hacia los habitantes de calle: alcalde Peñalosa. En: Bogotá. Recuperado de: http://bit.ly/2sg2Dpi Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). (2017). Colombia - Censo de habitantes de calle -CHC- 2017 - Bogotá, D.C. Recuperado de: http://bit.ly/3a63glP Goffman, E. (1963). Estigma. La identidad deteriorada. Bueno Aires, Madrid: Amorrortu Editores. Redacción Bogotá (2019, 17 de julio). El Distrito realiza intervención en el canal de la sexta con carrera 30, centro de Bogotá. En: El espectador. Recuperado de: https://bit.ly/2MZ5udQ






