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ENTREVISTA AL PROFESOR MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN

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LA ESPERANZA

LA ESPERANZA

ENTREVISTA AL PROFESOR MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN. PERSECUCIÓN ESTATAL AL PENSAMIENTO CRÍTICO EN COLOMBIA, UNA APROXIMACIÓN

Equipo de trabajo El Garzón

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Desde El Garzón realizamos esta entrevista a Miguel Ángel Beltrán, profesor de sociología de la UN, investigador del pensamiento sociopolítico latinoamericano, de la historia del pensamiento sociológico, del conflicto armado y social en Colombia, así como de sociología clásica y contemporánea, quien fue privado de su libertad por su trabajo académico crítico, detenido injustamente por los gobiernos de turno, y ahora absuelto, libre de los cargos que lo llevaron a sufrir en carne propia la persecución y criminalización al pensamiento crítico en Colombia.

¿Cómo evalúa la situación política y social actual del país?

La situación es preocupante; es un escenario poco esperanzador. El país tuvo la oportunidad de marcar un rumbo diferente ante este conflicto, pero por los reiterados incumplimientos del Estado sobre el acuerdo de paz, hoy estamos en una situación peor, en términos del asesinato de líderes y lideresas sociales. No se vislumbran soluciones a los agudos problemas sociales del país; continúa un modelo que ha mostrado su fracaso, sin un polo de izquierda que converja en un movimiento más amplio, que articule lo social y que imprima un rumbo diferente al país.

Soy pesimista frente a estos escenarios. La reciente información de algunos líderes de las FARC de continuar la lucha armada, es dolorosa; pero comprendemos las motivaciones que hay ahí, dados todos los antecedentes y elementos que acompañaron una continua postura de incumplimiento por parte del Estado.

¿Cómo se ejecuta la persecución al pensamiento crítico en Colombia?

No son casos aislados; es una modalidad sistemática, como expresión de las prácticas de terrorismo de Estado en Colombia. Esa persecución tiene una larga duración, que trasciende el conflicto armado; pues antes de que existieran las guerrillas en Colombia, ya existía esa persecución. Ejemplo de ello son las políticas de la regeneración, donde excluían a todo aquel que se oponía; la masacre de las bananeras, y demás.

Ha sido un proceso de larga duración, donde se conjugan elementos locales y nacionales de una política contrainsurgente que han ido elaborando las elites colombianas; así como de políticas y doctrinas internacionales que han sido configuradas o creadas en otros países, particularmente en Estados Unidos; como la doctrina de la seguridad, que busca aniquilar a todo aquel que se opone o tiene un pensamiento crítico, es una expresión de esa misma persecución.

Son diferentes las modalidades que ha utilizado el Estado colombiano, desde promover grupos paramilitares, hasta la desaparición forzada; las ejecuciones extrajudiciales contra ciudadanos inermes, los falsos positivos judiciales; la brutalidad policial y, particularmente, la del ESMAD en los últimos periodos, asesinando a manifestantes, digamos, de manera legal.

También está la estigmatización a través de los medios de comunicación, quienes juegan un papel importante en la agudización del conflicto y en definir al enemigo interno, particularmente en las universidades. Muchos opositores han enfrentado el exilio forzado, han salido del país o cambiaron de región. Esta ha sido una práctica sistemática y que ha aumentado en los últimos años: el uso arbitrario del sistema judicial, los montajes judiciales con testigos falsos o pruebas ilegales sin respeto al debido proceso. Incluso, algunos organismos estatales, como la procuraduría, se han convertido en instrumentos de represión, no solo contra la comunidad universitaria, sino también contra los líderes y lideresas sociales.

¿Qué condiciones específicas propician la persecución política en Colombia?

Ha sido una estrategia constante de las élites colombianas, que buscan un enemigo interno; llámese obreros, sindicalistas, campesinos, estudiantes, líderes o lideresas sociales. Además, el Estado utiliza la violencia de manera generalizada para mantener un estado de cosas y una gran desigualdad. Esa violencia se expresa en un terrorismo Estatal, el cual acalla los proyectos alternativos de sociedad o de un sistema menos injusto, y desarticula esas organizaciones y expresiones organizativas, mientras genera miedo entre la población.

¿Qué reflexiones saca del último paro de 2018, del movimiento estudiantil y de los liderazgos estudiantiles?

Por las políticas estatales, relacionadas con el desfinanciamiento de la Universidad, existe mucha legitimidad, hay elementos positivos ahí: la clara voluntad del movimiento de desprenderse de formas tradicionales de accionar del movimiento estudiantil; es una apuesta por liderazgos

que rompan con las formas carentes de democracia, de imposición de liderazgos; es muy positivo buscar nuevas modalidades de acción.

Al mismo tiempo, veo limitaciones en el discurso que se hizo dominante, particularmente en la Unal, de separar todas estas reivindicaciones del campo político. Eso no permite darle continuidad al movimiento y lo vemos ahora: después de un momento de efervescencia vuelve una absoluta calma y silencio. Hay que replantear y retomar esas tradiciones de lucha del movimiento estudiantil; las rupturas no implican borrar lo anterior e iniciar de cero.

El movimiento estudiantil ha practicado diferentes modalidades de expresión de protesta, no solamente la lucha pacífica, sino también las vías de hecho,; es la expresión de un Estado que no ha permitido que se exprese la protesta y obliga a que se tengan que tomar otras formas de expresión. Condenar esas formas, per se, no contribuye a entender las dinámicas políticas y sociales de este país.

Se incorporan otros sectores sociales, que pueden confluir en la necesidad de buscar espacios democráticos, de proyectar una universidad más amplia, más participativa, donde quepan otros sectores sociales; una universidad verdaderamente pública, con calidad académica. Hoy se observa la falta de continuidad del movimiento, hay que preguntarnos qué pasó ahí también. Por ejemplo, crear esa mesa, en su momento rompe la dinámica del movimiento y, como ha pasado con otros movimientos sociales, se va desgastando progresivamente sin llegar a acuerdos; así, la conformación de mesas pareciera ser un mecanismo efectivo para que los gobiernos frenen esa protesta yle quiten vitalidad.

¿Qué está pasando con la persecución estudiantil actualmente?

Es muy importante esa pregunta, que nos trae a la reflexión del presente, esto no es un asunto simplemente del pasado; hoy, continúa la persecución en las universidades públicas. En ese sentido, la firma de un acuerdo de Paz, cada vez más devaluado, muestra cómo cesa la persecución; hay muchos miembros e integrantes de la universidad pública perseguidos, objeto de montajes judiciales y de amenazas.

El Caso del Andino, por un lado, muestra la persecución hacia los estudiantes de sociología y los egresados de la Universidad que están involucrados por un montaje judicial. Por lo que parece que se han acentuado más los montajes judiciales que históricamente han estado presentes como forma de persecución, mientras la desaparición y el asesinato de estudiantes han disminuido un poco.

Por otro lado, la forma cómo el ESMAD reprimió las marchas estudiantiles: con pérdida de ojos; un estudiante fue asesinado por ingresar sin pagar al Transmilenio. Eso hace parte de la persecución que hoy sigue vigente, a la comunidad universitaria, junto al asesinato de líderes y lideresas.

Recientemente publicó el libro Universidades bajo SOSpecha. Represión Estatal a estudiantes, profesorado y sindicalistas en Colombia 2000-2019 ¿qué temas aborda en este libro?

Este último libro que acaba de publicarse, lo hemos titulado Universidades bajo SOSpecha. Represión Estatal a estudiantes, profesorado y sindicalistas en Colombia 20002019. El título tiene una doble connotación, por un lado, la idea de sospecha sobre las universidades, al ser un espacio de producción del pensamiento crítico; siempre miradas con sospecha, por parte de un Estado que ve enemigos por todas partes; sobre todo, a quienes elaboran ese pensamiento crítico. Por el otro, está el SOS, un llamado de auxilio ante la necesidad de defender la universidad pública; de visibilizar lo que ha pasado en las universidades, y la respuesta que debemos dar.

Esta investigación parte de la convergencia de tres experiencias investigativas. He trabajado la violencia estatal en contra de las universidades; un tema de investigación que inicié mucho antes de ser detenido e interrumpido por esa vivencia de persecución. Esto coincide con otros esfuerzos, por una parte, el trabajo que ha desarrollado la comunicadora social, María Ruiz Aranguren de la Universidad del País Vasco acerca del papel de los medios de comunicación, uno de los ejes importantes dentro del libro.

Por la otra, el trabajo de Jorge Enrique Freiter Florian, colombiano con muchos años en el exilio pues su padre fue asesinado por una convivencia entre grupos paramilitares y agentes del Gaula; hoy, su crimen está a punto de declararse crimen de lesa humanidad. A partir de esa experiencia negativa, Jorge se interesó por la investigación frente al tema de la infiltración paramilitar en las universidades del Caribe y, particularmente, en la Universidad del Atlántico. De esta manera, el libro es el resultado de estos esfuerzos que confluyeron en Bogotá, cuando desde el

País Vasco se organizó una comisión de verificación de la situación de los Derechos Humanos; en ese evento, se convocó a otros docentes, particularmente de las Universidades Pedagógica y Distrital, quienes aportaron importantes reflexiones en torno a esta temática.

¿Por qué analizar el periodo entre el 2000 y 2019?

La represión estatal no se circunscribe a ese periodo, pero por las condiciones materiales se delimita esa temporalidad, ya que es una investigación independiente, sin financiamiento de fundaciones ni de Colciencias, para no afectar los resultados. Es un trabajo que se ha hecho con las uñas, con trasnochos y desvelos, pero con la profunda convicción de develar lo que pasa en las universidades, y el periodo de 2019, es una invitación a toda la comunidad para profundizar y reconstruir esa memoria histórica, de los crímenes, de la persecución de la que ha sido objeto la comunidad universitaria, particularmente las universidades públicas. Estoy elaborando un proyecto de investigación de la persecución estatal desde 1929, cuando asesinan al primer estudiante, y espero esté terminado en 2020.

¿Cómo ve el panorama de la Universidad Nacional?

Lo veo bastante negativo en varios sentidos. En primer lugar, desde el punto de vista administrativo, la rectoría de la profesora Dolly, no ha significado ningún viraje, por la forma antidemocrática de ejercer la administración, de no darle salida a los problemas fundamentales, sigue una visión muy recortada del papel de la Universidad, en un contexto que lo está exigiendo tanto; en conclusión, líneas de continuidad.

En segundo lugar la academia, es cada vez menos crítica, más encerrada en su torre de marfil; una academia que no inter-locuta con los problemas fundamentales sociales del país; entrado en la lógica total de la competencia del mercado, donde la producción está sometida a los intereses de los centros financiadores, con agendas investigativas impuestas desde afuera. En tercer lugar, lo anterior va definiendo un perfil del estudiante que se está formando en la Universidad Nacional, cada vez menos interesado, menos sensibilizado frente a los problemas del país; un estudiantado que participa de esa lógica mercantilista, una suerte de arribismo social: aquellos exitosos académicamente reciben los beneficios y son premiados, y aquellos con dificultades son excluidos del sistema. Esto nos lleva a una universidad que ha perdido esa tradición de lucha, de resistencia.

Para cerrar esta entrevista, agradecemos al profesor Miguel Ángel por esta entrevista y mostrarnos su trabajo de investigación alrededor de la persecución al pensamiento crítico en Colombia. Nos deja muchas reflexiones frente al papel de las universidades en la construcción de sociedad, del compromiso necesario con las transformaciones sociales, las tareas para abandonar el arribismo social y el desprecio por los más necesitados del país; la universidad debe confrontarse, debatir, preocuparse por sus condiciones espirituales y materiales, y luchar para obtener una vida digna para toda la población.

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