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ENTREVISTA AL MAESTRO DAVID RODRÍGUEZ MARTÍNEZ (SEGUNDA PARTE)
El entrevistado recordó que entró a trabajar al Poder Judicial Federal, el 1º de febrero de 1951, muy joven, después de salir de una escuela comercial y de hacer dos o tres meses de meritorio. “El pago es risible, pero era dinero en esa época, 217 pesos, eso es lo que ganaba un empleado auxiliar judicial de sexta”, señaló.
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Contó que en 30 años de servicio judicial tuvo ascensos y llegó a percibir 20 mil pesos de aquellos. Al hablar de su jubilación, que se dio en 1980, encontró el motivo para expresar que cuando un juez tiene miedo ningún hombre puede dormir tranquilo y recordó lo que enseñó a sus alumnos de la UABJO: la conducta del juez debe ser como esa raya en la carretera que va dividiendo los dos carriles. No se puede hacer a un lado ni a otro, porque la conducta del juez es independiente a los intereses de las partes.
¿No pasó por su mente llegar a ser juez de Distrito?
– Esa es una cosa muy especial para mí. Sí me hubiera gustado ser juez, pero, también, yo le debía mucho a la Universidad Benito Juárez. Me dio educación, me dio mucha cultura, lo que no tenía y gracias a la universidad estoy acá. Tengo muchos conocidos y la amistad no se compra. Entonces, quise devolver, a través de la enseñanza, lo que ella me había dado.
Explicó que él siguió en la universidad, donde, también, cumplió 30 años de servicio y no se quiso ir de Oaxaca, porque cuando él vino a estudiar eran tres grandes universidades las principales en México: la Nacional de México, la de San Nicolás de Hidalgo en Michoacán y la Benito Juárez de Oaxaca donde venía mucha gente del Sur, por la cercanía.
Reiteró lo que siempre ha dicho, que él quiso aprovechar la oportunidad de dar clases como una forma de agradecimiento. Para agradecer lo que le había dado la Universidad Benito Juárez, porque sin conocerlo lo adoptó. “Me quedé en Oaxaca, le serví a Oaxaca”, externó con firme emoción.

Al hablar del movimiento universitario que le tocó vivir en 1974, detalló que de la planta de 22 catedráticos que eran se quedaron 7, los que salvaron a la Escuela de Derecho de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, entre los cuales recordó a Enrique Guzmán Silva, Cielo Reyes Cuellar, Evelio Bautista, Abraham Martínez Alavés y Gaspar Hernandez Chávez.
¿Por qué dice nos quedamos?
– Porque determinamos que los estudiantes tenían la razón, porque el gobierno federal de ese entonces y el gobierno del estado de Oaxaca, querían cerrar nuestra escuela. Muchos se fueron a formar lo que es, ahora, la Universidad Regional del Sureste. Pero nosotros nos quedamos a defender nuestra escuela.
Cuando nos encontramos en la posibilidad de asistir a la escuela, dimos clases en la escuela de medicina, en el edificio ubicado en 5 de mayo, frente al teatro Macedonio Alcalá, que era la escuela de arquitectura. Nuestra facultad de derecho era itinerante. Nuestra escuela, al final, nos la entregaron, el Edificio Central y ahí nos fuimos. Pero para salvar el curso en la escuela de derecho, porque se creía que todos los conflictos de ahí emanaban, tuvimos que redoblar los esfuerzos y ampliar nuestras cátedras. Éramos los 7 marineros que habíamos defendido la barca para que no zozobrara. Nosotros fuimos adelante como los últimos marineros que quedamos y, al final, llegamos a puerto seguro. Mire qué bonito.
¿Amor universitario del bueno?
- Sí, quisimos a nuestra escuela y no escatimamos esfuerzos de quedarnos en la escuela. Sufrimos, pero al final ganamos. Fuimos pocos los marineros que salvamos el barco, los demás lo habían abandonado.
¿Recuerda quién lo invitó a dar cátedra?
– Sí, me invitó, precisamente, el maestro José María Yáñez Pérez. Él fue un gran amigo mío porque nos conocimos, como le dije a él mismo, a través de los papeles que se giraban los juzgados de Tuxtla Gutiérrez y Salina Cruz, Oaxaca, donde el maestro Yáñez trabajó, él era secretario del Juzgado de Distrito en el Istmo de Tehuantepec, porque abarcaba Oaxaca y parte de Veracruz.
¿Cómo era el trabajo en el Poder Judicial Federal, en ese entonces?

– Un trabajo muy delicado, de mucha responsabilidad. Pero se aprende, también, mucho, principalmente en la cátedra de amparo, porque es un tribunal de amparo aun cuando conoce de asuntos civiles y asuntos penales, civiles donde la Federación es demandada o es actora y penales por los delitos federales.
¿Alguna experiencia que recuerde siendo secretario judicial del ámbito federal?
– Recuerdo casos concretos, como uno que ocurrió a través del amparo por un doble tributo a una compañía aceitera de Córdova, Veracruz, El Faro. La empresa lo ganó y el gobierno del estado de Oaxaca tuvo que regresar 100 mil pesos, era mucho dinero. El gobernador era el Lic. Alfonso Pérez Gasga. Es una consecuencia del juicio de amparo, porque a los gobernados les interesa la concesión del amparo, pero que, efectivamente, sea una concesión que se obtenga el beneficio. No es para efectos, porque para efectos no sirve para nada el amparo.
¿Qué jueces de Distrito contribuyeron a su experiencia como secretario judicial?
- Principalmente Don Luis Domínguez Carrascosa. Fue mi asesor, él me ayudó bastante. Acá en Oaxaca el maestro Liévana Palma. Don Vicente del Arenal Martínez. El licenciado Luis Lazos Blanco. Don Carlos González Zarate. Fueron los que me trabajaron. Con los que yo trabajé y me estimaron bastante. Porque, no me gusta luego decir estas cosas, pero hay que llevar una vida íntegra, inmaculada, en el Poder Judicial. Antes era una cosa quijotesca trabajar en el Poder Judicial, porque no remuneraban mucho.
Al referirse al aula que se ubica entrando a mano izquierda, precisó que tiene el nombre de su paisano, Emilio Rabasa, originario, también, de Chiapas y contó una anécdota de quien estudió en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca y fue jefe político en Tabasco. Logró que los poderes de Chiapas, que estaban en San Cristóbal de las Casas (antes Ciudad Real y antes San Bartolomé de los Llanos), se bajaran a Tuxtla.
Finalmente, al hablar de su vida familiar, con voz solemne contó que el destino cumplió con su función, su compañera, la muchacha de su pueblo con quien se casó se fue antes a descansar para siempre. Enviudó hace 30 años.

“Pero no estoy solo, están mis recuerdos que me acompañan siempre, no sé qué tiempo voy a durar pero quiero aprovechar al máximo, recordando todo lo que he vivido, todo lo que he pasado. Me siento satisfecho en lo que yo pude hacer en este mundo”, señaló el maestro estimado por muchas generaciones de abogados en Oaxaca, David Rodríguez Martínez, quien a sus 87 años aconseja con insistencia seguir sin miedo, a pesar de todo, y que la justicia siempre brille.
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*Presidente del Foro Permanente de Abogados A.C.

