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11 A帽o 2 / Octubre de 2013 Revista de distribuci贸n gratuita www.elboulevard.com.uy


EQUIPO: Consejo editor: Juan Manuel Chaves, Federico de los Santos, Denisse Ferré, Sergio Pintado Edición de fotografía: Agustín Fernández Corrección: Mariana Palomeque Ilustraciones: Silva Bros Diseño y diagramación: LATERAL.com.uy Director comercial: Rafael Alvariza (comercial@elboulevard.com.uy) Colaboran en este número: Nicolás Der Agopián, Diego Faraone, Gerardo Ferreira, Ignacio Martínez, Javier Zubillaga (notas), Santiago Mazzarovich (fotos), Guillermo Hansz (ilustraciones) Las opiniones vertidas en los artículos son exclusiva responsabilidad de los autores. Los contenidos de El Boulevard pueden ser reproducidos con libertad y sin fines de lucro citando el nombre del medio y del autor. www.elboulevard.com.uy info@elboulevard.com.uy /elboulevarduy

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Impreso en Polo LTDA (Paysandú 1179). Tel.: 2 903 04 52 ISSN: 1688-910X DEPÓSITO LEGAL Nº362.216

Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC


A diez años del primer Pilsen Rock

ESO ERA EL

ROCANROL Hoy tal vez haya vuelto a ser una palabra hueca, pero hace una década rock significaba otra cosa: con un pie en la crisis de 2002 y otro en la bonanza que vendría después, fue la música que unió a familias en las gradas, cruzó fronteras hacia una Argentina que se pensaba impermeable, juntó multitudes en estadios, mantuvo un apoyo mediático incondicional y acrítico, y atrajo la atención de varias marcas hasta el punto de que era imposible atravesar una tanda de radio o televisión sin escuchar un par de acordes distorsionados como cortina de alguna publicidad. De la unión de Pilsen, el productor Claudio Picerno, el conductor de televisión Kairo Herrera y Carmelo VIdalín -entonces intendente de Durazno- surgió en 2003 el Pilsen Rock, que conjugó la aventura de viajar a otro departamento, las ganas de creer en un proyecto colectivo en años de derrumbamiento y, en el fondo de la cuestión, algo de música. Sergio Pintado recopila testimonios de los protagonistas del festival, mientras Ignacio Martínez pone en perspectiva las bandas y los discos que marcaron la era del rock de hinchadas y banderas. Por Sergio Pintado

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caso, intentaba expresar algunas de las cosas que el festival de bandas más importante en la historia del Uruguay significaba para buena parte de los adolescentes. Ese 2005, además, marcó el despegue del festival, que alcanzó los 105.000 asistentes en el Parque de la Hispanidad durante los dos días, una cifra que doblaba la población de todo el departamento de Durazno. Al año siguiente –cuando por primera vez se cobró entrada– el festival aumentaría su cantidad de público por última vez al congregar a más de 200 mil personas, para luego comenzar a apagarse.

La vergonzosa anécdota personal de la canción permite hacerse una idea de los efectos que podía llegar a tener el festival en los adolescentes de la época y los mayores que no presenciaban algo similar desde las dos ediciones del Montevideo Rock en 1986 y 1988, en la Rural del Prado primero y el Estadio Luis Franzini después. Tener a la ciudad de Durazno como sede obligó a los adolescentes a enfrentarse con sus padres por un permiso para pasar dos días fuera de casa con el rock como excusa.

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Ilustración: Silva Bros

Era 2005. El Pilsen Rock ya llevaba dos años y quizás estaba en su mejor momento. Yo integraba una banda de rock. Éramos todos muy adolescentes y recién estábamos empezando con nuestras primeras canciones. Alguien nos ayudó con la música –La, Re y Mi Menor, una y otra vez– y nosotros le pusimos la letra. La canción era horrible pero se llamaba “Pilsen Rock” y, con las limitaciones poéticas del


A diez años del primer Pilsen Rock

El origen El primer Pilsen Rock se realizó entre el sábado 25 y el domingo 26 de octubre de 2003, pero la génesis del festival se remonta al verano de ese año. Fue en esa época que el conductor radial, vocalista y locutor Kairo Herrera llamó a su amigo Claudio Picerno, ya proyectado como el mánager de rock más importante del país (trabajaba con Buitres, Trotsky Vengarán y Hereford), para proponerle la idea de hacer un festival con varias bandas en Durazno. “En ese momento Claudio ya estaba considerado el tipo que escribió el libro de cómo producir espectáculos en Uruguay y cómo manejar una banda”, dice Herrera cuando, consultado por El Boulevard, explica por qué recurrió a Picerno. Además, eran amigos desde hace tiempo: “Me acuerdo que cuando éramos más gurises, él usaba el pelo largo porque venía del metal y caminaba eternamente por la calle con su agenda abajo del brazo. Siempre se estuvo moviendo”. La idea del comunicador, a su vez, se había nutrido de su amistad con Vidalín, a quien “conocía de antes” y consideraba “el intendente para hacer este tipo de propuestas porque es medio kamikaze”. Para Herrera, si a Vidalín “lo seducís con una buena idea el loco te va a apoyar”. En aquel momento, el hoy conductor televisivo estaba seguro que el planteo a Picerno era “un comentario que había quedado por esa”. Sin embargo, cuatro meses después el productor le devolvió el llamado para anunciarle las buenas noticias. “Increíblemente me llamó una agencia de publicidad que en ese momento tenía la cuenta de Pilsen para contratarme para producir un festival que fuera en el interior del país y con rock nacional”, recuerda Picerno. “Ese día no lo podía creer, estaba todo lo necesario: el lugar, el apoyo local y el dinero para hacerlo. Así nació el Pilsen Rock”, sintetiza el director de CP Managment. “Evidentemente Kairo fue mi gran compañero de ruta los años siguientes”, destaca, y agrega que Pilsen dejó “una huella imborrable” y que Vidalín estaba “dispuesto a todo, con ganas, con espíritu joven y sin miedos”. Ahora bien, entre la idea original de Herrera y lo que finalmente sucedió ese año hubo una brecha: “Para mí, juntar 5.000 personas, en esa época, era un éxito” confiesa quien fue el presentador desde la primera edición y se sorprendió al ver que finalmente los asistentes fueron 45.000. Picerno, por su parte, había calculado 10.000 personas como “algo muy loco” y confiesa que “nadie se esperaba” la cifra que finalmente se alcanzó. “El primer año realmente fue un caos. La primera noche no sólo llovía sino que había un viento que hacía que lloviera de forma horizontal. Estába4

mos todos en plan de batalla. Éramos un grupo de combate, todos mojados hasta la manija y mirando la caja de energía que estaba prácticamente bajo agua”, recuerda Herrera y asegura que la lluvia se convirtió en una suerte de “tradición” en los momentos previos al inicio del festival. Aquella actitud de batalla de los organizadores se distendió un poco a partir de la segunda edición, al punto que para Herrera las secuelas “salieron como un billar” porque “la barra estaba entrenada”. De todas formas, el conductor prefería estar por fuera de la organización y permitirse “ver un sueño cumplido”. Al respecto, asegura: “Yo no estaba pensando en plata ni en nada. Más allá de que cobrara como presentador, estaba viendo como el rock nacional se levantaba, algo por lo que yo venía luchando desde hacía tiempo. Lo tomé más como una causa espiritual o una fiesta personal que como una causa económica”. Más reflexivo, Picerno intenta explicar el éxito del Pilsen Rock comentando que la clave fue “estar en el lugar adecuado en el momento adecuado”. El empresario considera que en realidad no había un reclamo previo del público de rock hacia un festival de esas características porque “nadie se imaginaba que podía pasar algo así”. “Lo que sí se dieron en ese momento fueron todas las circunstancias favorables para que sucediera y todos lo aprovechamos: bandas, público, Pilsen, Durazno”.

Durazno era una fiesta Kairo Herrera terminó de comprender que “el Pilsen era de la gente” cuando, durante la actuación de Trotsky Vengarán, en una de las ediciones, bajó del escenario por un momento para apreciar el recital con el público. “Siempre me va a acompañar esa imagen de cuatro tipos entreteniendo a una masa gigante de gente que no paraba de moverse”.

de la capital duraznense. “Hubo un momento en que los cadáveres ya aparecían el viernes; ni siquiera llegaban a ver el recital”, bromea. La avidez por estar en Durazno tampoco era patrimonio exclusivo de adolescentes. Al respecto Herrera, a quien el Pilsen Rock tomó en sus 33 años, señala: “También iba gente de mi edad que venía de la época más oscura del rock, en la que si juntabas 50 personas en un boliche eras Dios, con un sonido malo, un arreglo económico malo y seguramente un toque malo”. A pesar de “las botellas de dos litros de líquidos misteriosos” que era común ver en manos de los asistentes, Herrera remarca que la convivencia durante el festival siempre estuvo caracterizada por “un grado de respeto y buena socialización”. En ese sentido, remarca que “cuando hubo líos fueron muy puntuales y fueron líos provocados, porque la gente a veces se va de mambo”.

Los problemas y el final En la semana posterior al fin de semana del 21 y 22 de marzo de 2009 –único año en que el festival no se realizó en octubre– diarios y portales informaron que el lunes 23 un joven de 17 años había muerto al caer de un camión con zorra contratado por la Intendencia de Durazno para “devolver” a Montevideo quienes aún no habían vuelto. Al momento del accidente, el camión transportaba a unas 300 personas. Sumado a la tragedia, luego, los demás pasajeros provocaron disturbios en el pueblo floridense de La Cruz. Ni Herrera ni Picerno evitan mencionar el hecho cuando hablan del Pilsen Rock. Lo tienen presente, sin necesidad de que un periodista lo traiga a colación. Sin embargo, aclaran que el accidente se dio lejos de Durazno y que el incidente no estuvo relacionado directamente con la organización.

De hecho, aquel monstruo terminó de forjar el estilo que Herrera utilizaría para presentar a las bandas que participaban del festival. “¿Cómo se llama esta banda?”, gritaba desaforadamente y repetía la operación hasta lograr enloquecer a la gente. “Me acuerdo que antes había presentado bandas en la Sala Zitarrosa y era todo muy tranqui. Con el Pilsen arrancó mi estilo de presentación, porque sabía que si arrancaba como en la Zitarrosa me iban a matar”, explica.

“Hubo un muerto que no tuvo nada que ver con el festival”, asegura Herrera. Según el mánager, algunos medios titularon “murió joven en el Pilsen Rock” cuando “lo increíble es que ese joven que lamentablemente murió, se cayó de un camión en la entrada de Florida, a 90 kilómetros de Durazno. Si hacemos un paralelismo de distancia es como hacer un recital en Montevideo y que se caiga un de camión en Piriápolis o en San José y se le achaque la muerte al show en Montevideo”.

Pero para los organizadores lo que hacía que el festival fuera de la gente tenía mucho que ver con la posibilidad de “copar” Durazno un fin de semana por año. “Mucha gente tomaba ese viaje como una aventura. Era la posibilidad de salir de tu casa a reventarte hasta más no poder durante tres o cuatro días”, especula Herrera. En ese sentido, no puede evitar la imagen de “los cadáveres que aparecían en la calle”, en referencia a quienes, excedidos, apagaban sus motores en algún punto

“El éxito fue noticia tres años; al cuarto era mejor buscar y hablar de cosas malas”, continúa Picerno, y apunta a los “personajes nefastos que iban a contar los muertos y se volvían con las manos vacías”. Lo que había sí, según el empresario, eran “problemas lógicos de grandes masas inevitables, pero nada fuera de lo comprensible”. Todo esto llevó a que los organizadores decidieran que lo mejor era discontinuar el festival.

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Herrera coincide con que evitar hechos de violencia haya sido uno de los factores que incidió en la muerte del Pilsen Rock, al menos en su formato original. En 2010 fue en Montevideo (en la Rural del Prado y el Teatro de Verano), en fechas no consecutivas. “Durazno era una ciudad de 40.000 habitantes a la que iban 90.000”, cuenta el comunicador, y afirma: “Como están las cosas hoy, no queda un edificio sano”. Además, advirtió que “las garantías son represión y la represión en un festival de rock es para lío”.

contó además con bandas extranjeras como las argentinas La Renga, Catupecu Machu y Bersuit Vergarabat, la española The Lokos y la alemana Die Ärtze.

La Convención del rock

Precisamente, Herrera destaca la camaradería que se vivía detrás del escenario y recuerda las fotos que aún tiene con varios de los frontmen de las bandas.

Pasara lo que pasara debajo, arriba del escenario el Pilsen Rock no dejaba de ser una fiesta. El festival reunía por primera vez en mucho tiempo a decenas de bandas uruguayas, algunas ya con una considerable trayectoria, y otras que nacieron en medio de la bonanza. Buitres, Trotsky Vengarán y Hereford –las tres representadas por Picerno– no faltaron a ninguna de las citas en Durazno. La Vela Puerca, No Te Va Gustar y La Trampa, con algunas ausencias, también protagonizaron el evento. Luego, algunas bandas entonces nuevas como los locales de Graffolitas, Bufón, Vinilo, Chala Madre o Dr. Rocka, entre varias otras, completaban una grilla que

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Según Picerno, nunca hubo resistencia por parte de las bandas a la hora de participar en el festival. “Todos querían ir al Pilsen Rock. Lo pasábamos genial porque éramos y somos todos amigos. Era como la convención del rock”, asegura, y remarca que “todos esperaban el momento del festival para reencontrarse”.

Picerno también interpreta que “lo que pasó en Durazno fue la aparición de una gran cantidad de artistas con excelentes propuestas que a la postre están literalmente conquistando el mundo”. El empresario añade, en ese sentido, que “sólo falta animarse”. “Esto puede ocurrir en cualquier momento del rock nacional porque hay mucho talento escondido en los garajes de las casas y en las salas de ensayo esperando la situación ideal”.

El rock municipal El éxito del Pilsen Rock trascendió específicamente lo musical y llegó, inesperadamente para muchos, al ámbito político, catapultando la figura de Carmelo Vidalín, el intendente del Partido Nacional que se animó a recibir el evento y vio antes que muchos- lo útil que podía ser la fiesta. Tan así fue que en 2007, quizás aún con la reverberación de algún acorde, el jerarca se animó a anunciar su precandidatura a la presidencia de la República. Un año después, desistiría del sueño y apoyaría la candidatura de Luis Alberto Lacalle. También en 2007, durante la cuarta edición del festival, una crónica del periodista César Bianchi para el suplemento Qué Pasa recordaba las andanzas del intendente durante el festival. En auto oficial o en su moto, era común verlo por las calles de Durazno para recibir a los visitantes con simpatía. En 2005, incluso, subió al escenario con una guitarra para despertar una ovación durante la actuación de Hereford. “El intendente Carmelo Vidalín es una pieza clave de todo el proceso fundacional del Pilsen Rock: mente abierta, arriesgando todo”, lo halaga Picerno. En ese sentido, agrega que “ahora, a la distancia, se agiganta su presencia”.

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A diez años del primer Pilsen Rock

Qué tiempos aquellos Por Ignacio Martínez

El “auge del rock uruguayo” -la explosión de los años 2000 que llevó a una cantidad de gente nunca vista a ese Woodstock criollo que fue el Pilsen Rock- no fue una casualidad. La gente no se puso más rockera de un día para otro; ese apogeo coincide en los primeros años con la última etapa del esplendor del “pop latino”. La movida tropical dejó huella: “Mayonesa” (2000), de Chocolate, sigue liderando el top de las canciones que más recaudaron en la historia de AGADU. Los primeros gramos de pólvora para la explosión del rock uruguayo lo pusieron discos que aún hoy son el cénit de creatividad de muchas bandas. En 2001, La Vela Puerca rompió todos los esquemas a puro ska con De bichos y flores. Su caballito de batalla fue “El viejo”, que faltó que sonara en el transbordador espacial Discovery. La sobreexposición hizo que el tema se “quemara”, pero no fue porque sí. Lo tenía todo: una adictiva melodía de vientos, un solo de guitarra eléctrica corto pero contundente y la atractiva letra sobre el devenir de un borrachín. Las dos primeras características abrazaban casi todo el disco, muy parejo y sólido. Era puro temazo: “El huracán”, “Por dentro”, “Mañana”, “Burbujas”. Cuando la crisis de 2002 era un hecho y Atchugarry hacía malabares en el Ministerio de Economía, La Trampa editó Caída libre y el asunto se puso rockero como nunca. El disco obviamente se compuso antes de la crisis, pero algunas canciones parecían aludir al tema ya desde el título. ¿Quién no recuerda el riff de “Muerte serena”? Por no hablar de los alaridos de Alejandro Spuntone y el break a puro galope en “Caída libre”. Y si un guitarrista amateur no tocó “Luna de marzo” en un fogón, no tuvo adolescencia. El rock de La Trampa era ideal para poguear como loco en el Pilsen y hacer culto de esa costumbre tan rioplatense de tararear los riffs. El mismo año No Te Va Gustar volvió con aquel álbum que tenía a una niña con lentes de sol en la tapa, Este fuerte viento que sopla. Fue el De bichos y flores de NTVG -también con melodías de vientos tarareables-. Puro hit. De allí salieron algunos de los temas más rockeros de la banda como “Más mejor”, en el que sobre un lindo riff y un punzante solo de eléctrica Emiliano se tiraba contra la iglesia; o “Te voy a llevar”, con otro interesante solo y una larga coda de vientos. También le dieron comida a los fundamentalistas del pogo con “Tenés que saltar” -ah ah-; algo similar a lo que en 2001 hizo Trotsky Vengarán con aquel cover de un cover: “Hay que saltar”, del disco Durmiendo afuera; original de The Equals, pero más parecido a la versión de The Clash. 6

Ese mismo año también apareció el segundo disco de Sordromo, Salvando la distancia. Un álbum que alternaba entre rock con aires grunge y canciones más poperas, como el corte “Son las cosas del querer”. Y el 2002 seguía, “Chengue” Morales erraba un gol a dos metros del arco y Brasil salía campeón. Se empezó a notar la influencia de La Vela Puerca en Parvadomus, el primer disco de Once Tiros. Puro ska y algo de reggae, con un deseo rebosante de felicidad: “Bueno sería ver a la gente cantando / verlos a todos por la calle feliz”, decía “El globo”. Paradójicamente, en medio de esta eclosión del rock nacional, una banda que venía de la década del 80, La Tabaré, grabó Sopita de gansos (2002), un disco esencialmente acústico y despojado de rock. Ese álbum incluía la milonga “Contralpunto”, que criticaba y trataba de “vinteneros” a los “melódicos cumbiancheros y rockeros facilongos”. La clásica reacción de lo viejo contra lo nuevo. Y el rock de la vieja escuela, el que va directo a la mandíbula, bien cuadrado y con instrumentación estándar -batería, bajo, viola y dale que es tarde-, tuvo en 2003 el debut de unos alumnos que hacían homenaje a lo clásico ya desde su nombre: Vinilo. Su homónimo disco tenía canciones como “Cerebro”, un manual del rock de toda la vida. Introducción de tres acordes, jugueteos con la sexta nota, punteos a lo Chuck Berry y un estribillo fiestero. La canción tuvo gran difusión y algún programa televisivo de la época lo usó como cortina. “El capitán”, era otro gran tema, más pesadito y con un riff recordable. Los que no simpatizaban con la movida del rock con raíces más latinas tenían en La Trampa -y ahora en Vinilo- un lugar. El 2003 también fue el debut de Bufón con Nérpola. Su hit fue “California tour”, con aquel riff funky y un estribillo que se repetía obsesivamente al final. Era un álbum parejo que se destacaba por sus letras, como la de “La octava de Octavio”, toda una declaración de principios rockeros: “Y saber que no hay nada que pueda prohibir / la utopía más bonita de vivir en libertad / sin temor a que me digan que está bien o que está mal / y hacer de mi culo lo que quiera”. Otro grupo que venía de los 80, Buitres, consolidó su “segunda etapa”, en la que sumó a nuevos escuchas más jóvenes. El procesó se había iniciado con Buena suerte... Hasta siempre (2001), que incluía una versión de “El instrumento”, de Eduardo Darnauchans -los homenajes a la música popular uruguaya se volvieron más frecuen-

tes: La Vela grabó “De no olvidar”, de Zitarrosa, en De bichos y flores-. Y en 2003, Buitres lanzó Mientras, que si bien está lejos de ser uno de sus mejores discos reflotó a la banda con temas como “Mincho bar” y “Soy del montón”. Esta sobredosis de estos y otros lanzamientos en poco tiempo dieron pie al primer Pilsen Rock, en 2003; ese año para darle el toque final al ambiente rockero, aparecieron los Premios Graffiti. Pero toda explosión cuando termina deja destellos que siguen iluminando: en 2004 La Vela Puerca editó A contraluz y NTVG Aunque cueste ver el sol, con varias canciones que calzaban justo con la crisis que venía de 2002, además del título: “No te quiero acá”, que, aunque no lo nombraba, parecía aludir a Jorge Batlle; “Revolución”; “Fueron”, que sonaba como un palo a los partidos tradicionales; y “Cielo de un sólo color”, canción que luego de 2010 cobró un significado futbolístico que no tenía entonces, principalmente porque la selección uruguaya era un desastre. Luego de cuatro años de silencio, otra banda ochentera, El Cuarteto de Nos, editó un álbum homónimo (2004) de grandes éxitos grabados nuevamente, más dos canciones inéditas: “Hay que comer” y “Fui yo”. El disco les hizo ganar el Graffiti al Mejor Grupo del Año. Fue una especie de carta de presentación para algún adolescente despistado que recién se enganchaba con la movida del rock. También salió Amanecer búho, quizá el mejor disco de los Buenos Muchachos. Arrasó con tres Premios Graffiti: Mejor Álbum, Mejor Canción y Mejor Videoclip, los dos últimos por “He never wants to see you (once again)”. Pero, como anunció Dylan, los tiempos cambian. Los Graffiti ya no son una exclusividad del rock y ahora premian a la música tropical y la cristiana -dios presta especial atención a esta categoría-. El Pilsen Rock pasó de ser un evento gratis en Durazno con mayoría de bandas nacionales a un festival en Montevideo con entradas desde 400 pesos y que cerraban bandas anglosajonas. La Vela Puerca pasó del ska al punk. La Trampa dejó de tocar; Garo Arakelian editó el año pasado su primer disco solista, Un mundo sin gloria, en el que cultiva un intimismo folk alejado del pogo y los riffs tarareables. Vinilo y Sordromo dejaron de existir. Trotsky sigue haciendo lo mismo. El Cuarteto de Nos gana también Grammy Latinos, aunque -como ellos decían- no son latinos. Y NTVG ya no le da palo a la iglesia o a los políticos. Pero advierte que si te vas a las nueve, Emiliano se muere a las diez.

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La celebración de San Cono y lo que está detrás

EL SANTO MÁS RICO DEL MUNDO Por Juan Manuel Chaves

¿Qué se puede hacer con un millón de dólares? ¿Y si al año siguiente obtengo otro millón más? Esas preguntas rondaron la cabeza de Juan Manuel Chaves durante su estadía en Florida, cuando se celebraba el día de San Cono. Se estima que un millón es la recaudación que recibe de los fieles del santo la hermética comisión administradora de la capilla. ¿Qué se hace con el dinero? Nadie lo sabe y nadie pregunta.

La capilla de San Cono está a unas diez cuadras del centro de Florida por la calle José Enrique Rodó. Los carteles de los locales comerciales lo van anunciando: hay panaderías, carros de chorizos, farmacia, almacenes, gomerías que se llaman San Cono. Algunos locales más innovadores se llaman “3 de junio”, el día del santo. En una esquina está la capilla, una edificación nada extraordinaria. Junto a ella, el Polo Pintos empieza a abrir su local de venta de quiniela y tómbolas mientras su hijo de unos 20 años arma un puestito de venta de chucherías de San Cono. Polo vive todo el año de su local de apuestas y éste es su período de zafra. Su puesto funciona como recepción de la capilla: todo forastero que llega evacúa sus primeras dudas con él. El salón principal de la capilla es igual a todos. Ese eco que se produce al hablar hace que uno inmediatamente baje la voz unos decibeles, aunque no haya nadie a quien molestar. En las paredes, unos murales muestran escenas de la

El número sagrado La mayoría de los uruguayos relacionan a San Cono con la tómbola y la quiniela. Saben que el 03 es su número y que en su fecha la banca de quiniela lo bloquea para que nadie le pueda jugar. El número salió a la cabeza varias veces e hizo que la banca tambaleara y un nuevo rico naciera en Uruguay. La tentación me hizo jugar un 5 de Oro sorpresa ese día. El único número que acerté fue el 03.

vida de Cono, y al fondo está su figura de dos metros dentro de una cúpula de vidrio. Los miembros de la comisión administradora de la capilla de San Cono están más atrás, conversando sobre los detalles de lo que sucedería. Todavía faltan unos días para el 3 de junio. Sin duda la parte más interesante está en el salón, donde están las ofrendas. Hay unas repisas atiborradas de alhajas y fotos de personas acompañada de vehículos o de casas con leyendas como “gracias San Cono por la promesa cumplida”. Hay trofeos, posters, camisetas de fútbol de jugadores de renombre y de los otros. En una especie de ropero se guardan trajes y vestidos de novia. Teresa Scitti, una de las encargadas del mantenimiento y miembro de la comisión, explica que esos vestidos se prestan para casamientos o cumpleaños de 15. Al lado hay montón de motos, en su mayoría chocadas. “Es común que las personas que se salvan de accidentes de tránsito graves traigan a la capilla sus motos como ofrenda a San Cono por salvarles la vida. El problema es que en su mayoría las traen sin los papeles y después nosotros no las podemos vender”, explicó Scitti. El hecho que a los pocos minutos de entrar en la capilla ya se hiciera referencia a la materialización de las promesas a San Cono me generaron una sensación extraña. Lo mismo le debe pasar a todas las personas que visitar el lugar. Me fui de allí hacia el campo de Néstor Casella, presidente de la comisión de la capilla de San Cono para preguntarle, entre otras cosas, por el destino del dinero que aportan los fieles, que se calcula que llega al millón de dólares por año. ***

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Estaba previsto que la reunión fuera mano a mano con Néstor Casella pero de pronto se transformó en una conversación con toda la comisión. Como si todos quisieran cuidar al otro para que no se diga nada fuera del libreto. Pregunté sobre el destino del dinero recaudado, que en ese momento era lo que más me preocupaba. Sin que me diera cuenta, alguien puso “play” en ese grabador imaginario y un coro de personas fue construyendo un argumento perfecto: “El dinero recaudado se devuelve a la comunidad floridense. Es ella la que define quienes son los más necesitados y a quién debemos ayudar”. Pregunto si existe algún registro o auditoría, como hacen otras organizaciones que manejan donaciones (Fundación Peluffo Giguens, Aldeas Infantiles SOS, Teletón). La respuesta es la misma: “El dinero vuelve a la comunidad”. La comisión administradora de la capilla es hermética. Ése es uno de los grandes misterios que hay en torno a San Cono, y genera desconfianza en el imaginario colectivo. Los mitos se alimentan de la falta de información; nada es muy claro, y los datos son reservados y privativos de esta sociedad civil. Hasta la integración de este grupo cumple con los mismos principios: para ser socio hay que ser descendiente de italianos y estar vinculado con las familias Morella o Casella. Para ingresar se necesitan 5 votos de 9 de la directiva, por lo que el legado se traspasa cuidadosamente. La falta de registros sobre las donaciones deja en claro la forma en que se administran los bienes. No se sabe a ciencia cierta cuánto se recauda y tampoco qué se hace con la plata. La Comisión no detalla en qué se gasta; solamente habla del “mantenimiento de la capilla” y la ayuda a merenderos de la zona. Según Florida Diario,

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Fieles acarician la figura de San Cono dentro de su capilla. // Foto: Santiago Mazzarovich

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La celebración de San Cono y lo que está detrás en 2011 durante la semana de San Cono, se recibieron donaciones por 600.000 dólares. A esto hay que sumarle las donaciones particulares que llegan a lo largo del año, que también son importantes. Por lo tanto, y según las estimaciones de varios floridenses con calculadora en mano, la cifra de recaudación es cercana al millón de dólares cada año. ¿Dónde va todo ese dinero? Nadie lo sabe muy bien.

Comenzó la fiesta Faltaban dos días para el día de San Cono y las autoridades municipales anunciaban la llegada de más de 30.000 personas. Sin dudas, la película El baño del Papa de César Charlone hizo que ya nadie se dejara ilusionar por este tipo de declaraciones. Los pobladores de más edad se dan cuenta de que la concurrencia disminuyó con los años y que cada vez más gente llega, pasa unas horas y se va. De todas maneras, la ciudad se apronta. Puestos ambulantes de comida, tortas fritas y todo aquello que pueda ser vendible se arman en las inmediaciones de la capilla. Capítulo aparte para la feria que se ubica sobre la calle Rodó; decenas de puestos de comestibles, discos música, ropa de contrabando, la clásica foto con las víboras, remeras con la cara de San Cono, camisetas de fútbol. Un verdadero cotillón. Ya es lunes 3 de junio. Los organizadores de la fiesta y referentes del municipio comentan que es un espectáculo ver llegar temprano en la mañana una cola de ómnibus cruzando el puente que da ingreso a Florida. Hay que madrugar y juntar coraje para estar esa fría mañana de junio; el río Santa Lucía Chico no para de emanar vapor por la diferencia de temperatura. Media hora después y luego de ver llegar solo dos ómnibus, entendí que me dejé ilusionar con la expectativa de los organizadores.

En Florida el 3 de junio es feriado departamental, por lo que hay mucha gente que aprovecha para descansar. Seguramente por esa razón la ciudad demoró en levantarse. La feria se empezaba a vestir y aparecían los primeros madrugadores, todo alrededor de la capilla. Los devotos de San Cono que ya habían llegado y se ubicaban junto al ómnibus de la excursión que los trajo. Hablaban de un poder especial del Santo. “Me cumplió varias promesas, por eso siempre vengo”, aseguraba una sexagenaria oriunda de San Carlos. Luego, como es costumbre, una de las pasajeras habló por todas: “San Cono siempre cumple, a veces demora, pero siempre está. Yo este año le voy a pedir un novio” y su séquito de reidoras resonó en el silencio de la mañana. Nadie explica muy bien qué se le pide a San Cono, pero se repite una respuesta: “Salud y trabajo”. Algunos un poco más jugados hablaban de cambiar el auto, poder hacerle algunos arreglos a la casa y viajar. Para todo esto, según explican los devotos, cuanto mayor sea la ofrenda que se le realice al Santo, mayor es el resultado, la velocidad y la efectividad del pedido. Seamos claros: la mayoría de las personas que habían llegado a Florida son humildes. Jubilados, amas de casa, estudiantes que ese día faltaron al liceo. Todos trajeron sus joyas y su dinero para obsequiar. Los floridenses de las zonas cercanas a la capilla viven de forma diferente la fiesta: en su mayoría como una oportunidad para hacerse algunos pesos. Ponen puestos de comida o venden algo ocasional para ese día. María del Carmen está a dos cuadras de la calle Rodó, explica que ella puede ir a la Capilla en cualquier momento del año, así que no le interesa mucho ese día. Seguramente acompañe sí la peregrinación, que saldrá después del mediodía. No sabe qué se hace con las ofrendas que se la dan al Santo: “Lo

único que recuerdo es que una vez le regalaron una tele a una vecina que se la quemó un rayo”. Álvaro Riva es el director de Cultura de la Intendencia de Florida y del diario El Heraldo. Por su rol de periodista y jerarca municipal ha tenido dificultades para dar sus opiniones, sobre todo en el caso de San Cono. Investigó mucho la fiesta tradicional y tiene documentos que dejan en evidencia algunas inconsistencias en los relatos de la comisión de San Cono que, claro está, no le tiene mucho aprecio a Riva. -Se ha hablado de actividades benéficas de las cuales nadie tiene registro. El estatuto de la comisión dice que el dinero se vierte para el mantenimiento de la capilla, pero de un tiempo a esta parte no se han visto grandes obras. Este es un tema que ha despertado el enojo de los floridenses. Un hecho que despertó polémica meses atrás fue la venta como chatarra y al por mayor de un montón de motos que habían sido donadas a la capilla. Es común que las personas que tienen accidentes graves donen su moto a San Cono como ofrenda por salvarles la vida. Pero en los últimos tiempos la comisión se ha despojado de estos bienes porque “ocupan mucho lugar”. Los devotos manifiestan su malestar y se quedan con la bronca. Otra cosa que provoca el enojo de los fieles es encontrar “billetes pinchados” en plaza. Según el ritual, se le deben colocar las donaciones al Santo en su túnica con un alfiler, por lo que hay que pinchar el billete. Cuando la capilla hace compras los billetes se ponen en circulación; para la comisión, sería ilógico pensar que los billetes van a quedar todo el tiempo guardado.

La vuelta a la plaza Quedan pocos minutos para que comience la peregrinación del San Cono por la ciudad de Florida pero todavía hay una larga fila de personas esperando su turno para pinchar su donación en la túnica del Santo. Dos hombres corpulentos y de traje negro que están junto a la estatua apuran a la gente. Ya no hay tiempo y empiezan a pedir que les den el dinero a ellos. Lo colocan en una urna transparente que ya fue vaciada varias veces. Asombra ver a personas humildes con billetes de 1.000 pesos que intentan alcanzar la túnica del santo y tocar su figura. Ya es tarde: el señor de negro alcanzó el dinero y lo puso en la urna. Todos afuera. Antes de que empiece la peregrinación la capilla cierra sus puertas. Personas de confianza de la comisión empiezan a preparar a San Cono. Le cambian de túnica con mucha solemnidad. No se deja entrar a nadie. No quieren que se vea la imagen del Santo al desnudo.

Procesión de fieles de San Cono recorriendo el centro de la ciudad de Florida. // Foto: Santiago Mazzarovich

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Comienza el recorrido. Los encargados de llevar la imagen de San Cono son miembros de las fami-

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Fiel de San Cono rezando en la capilla de Florida. // Foto: Santiago Mazzarovich

lias Morella y Casella. A su alrededor un cordón policial impide que la gente se acerque. Más atrás, caminando solo, el obispo de Florida. Son unas 20 cuadras de largo recorrido, unas 5.000 personas (y no 30.000) que recorren la ciudad. Mientras, por los parlantes se escucha un improvisado programa de radio sobre San Cono, en el que se rezan plegarias y se habla de lo bueno que es el santo. Cada tanto aparece alguna publicidad. Hay una que se repite: la que invita a votar por la anulación de la “ley del aborto”. Al regreso de la imagen del santo a la capilla, una señora por el parlante grita enardecida: “¡Viva San Cono! ¡Viva Monseñor Cotugno!” y casi afónica “¡Viva Francisco!”. Al final la gente se dispersa, vuelven a sus ómnibus los foráneos y a su casa los locales. Un año más San Cono dio la vuelta a la plaza. Mientras, algunos que no pudieron faltar a sus trabajos llegan en sus vehículos a traer sus ofrendas y a tocar la imagen del santo. San Cono y Florida tienen una relación extraña. Una devoción que es una oportunidad económica para la ciudad pero que deja a los floridenses con una sensación rara sobre lo recaudado por la capilla. Florida queda atrás. La salida de la ciudad muestra una figura de la virgen de los Treinta y Tres, como pidiendo permiso para entrar y quitarle el lugar a un santo que ha cambiado las promesas de fe por lo material.

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Rivales y hermanos La imagen de San Cono llegó a Uruguay en 1885 desde la ciudad de Teggiano, Italia. Un grupo de inmigrantes italianos, en su mayoría familias de labradores, se asentaron en las cercanías de la ciudad de Florida y al poco tiempo comenzaron a popularizar al santo. Según el mito, muy bien aprendido por los pobladores de Florida, los locales se burlaban al principio de esta devoción, pero poco a poco el santo se fue haciendo su espacio. Según los registros de prensa de la época, al poco tiempo de llegar la figura de Cono hubo un temblor en la ciudad y a una pobladora que se burlaba constantemente de su figura se le derrumbó su casa. Es así que, al principio por temor y luego por devoción, los floridenses fueron aceptando al santo. En poco tiempo estas familias italianas construyeron la actual capilla y comenzaron a celebrar todos los 3 de junio el aniversario de la muerte de Cono. La historia de San Cono en florida estuvo siempre acompañada de polémica. La separación de la iglesia del Estado con la Constitución de 1918 determinó que los bienes que hasta ese entonces eran de la Iglesia pasaran a formar parte de su patrimonio, por lo que la iglesia de Florida se apropió de la Capilla de

San Cono. La comisión de italianos se opuso, y así comenzó una rivalidad que duró varias décadas. Esa enemistad fue tal que muchas figuras de la iglesia comenzaron a cuestionar el valor de Cono, hasta el punto de pedirle al Vaticano que revea su condición de santo. Durante varios años, los 3 de junio se realizaban dos peregrinaciones, una en la mañana organizada por la iglesia católica y otra en la tarde con fiesta popular de cierre, organizada por la comisión italiana. Eso dividió a los floridenses, que en algunos casos concurrían a las dos ceremonias para no quedar mal con nadie. En el año 1952 monseñor Tona y posteriormente el obispo Carlos Partelli se encargaron de restablecer la relación entre ambas partes. Sin embargo, las discrepancias aún persisten; el fuerte dejo materialista, la vinculación con los juegos de azar y lo fortuito de San Cono hacen que la relación no sea del todo amena. Así lo hizo entender a El Boulevard el actual obispo de Florida Martín Pérez Scremini, que por más que considere que es una fiesta popular muestra cierto desprecio hacia cómo se ha banalizado la imagen del santo detrás de los pedidos de cosas materiales.

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Balnearios al SOL Historias de Verano

Por Nicolás Der Agopián

Foto: Nicolás Der Agopián

Para el que fui, y para mi amigo Pedrozo, el que es. Una historia del hombre es la historia del trabajo, la medida del esfuerzo por alimentar una familia y asegurarse la supervivencia diaria. Del mismo modo, el ser humano precisa del ocio y el esparcimiento para soportar esa carga ingrata, el esfuerzo físico o mental de las malditas ocho horas. Es ahí cuando surgen los balnearios, el placer del agua y la vida al aire libre en tiempos de descanso. Los inventó un siglo que todavía jugaba con la idea de un paraíso posible. Por eso, pensar en los balnearios es pensar en la infancia; es el lugar de las cosas pasadas y el hombre, cuando rememora su pasado, suele adjudicarle una felicidad que no necesariamente tuvo. Mariano Llinás se dio el gusto de dirigir la mejor película del cine argentino, Historias extraordinarias (2008), pero antes hizo Balnearios (2002), una ficción con aires de documental que muchos envidiarían. Es que el balneario es un mundo extravagante y onírico. Un sitio de irrealidad que se puebla una vez al año, “la temporada”. En invierno son espacios vacíos, solitarios. Los más desarrollados fueron creados en torno a un hotel o un casino a orillas del agua. Otros sólo tienen una calle principal. Todos se vuelven tristes y melancólicos de a ratos. Son ciudades muertas que reviven año a año. De a poco, con la llegada del sol, la playa comienza a poblarse hasta convertirse en una geografía de sombrillas. Los niños construyen castillos, desparraman plástico. Surgen juegos de adultos de reglas dudosas, se hacen excursiones al banco de arena. Todo está lleno y, por extraño que parezca, el vera12

neante siempre va donde hay más gente. No hay industrias, empresas o cárceles cerca. El mayor peligro son las aguavivas. Luego, claro, llega la siesta y la preparación para la noche, donde cientos de personas recorrerán el centro una y otra vez buscando helados y maquinitas. Mariano Llinás hizo un homenaje al balneario con historias fantásticas, pero atendiendo a nuestro pasado playero, al gusto kitsch de una clase media que cambió el tedio de la ciudad por la apaciguada rutina del verano. *** Tenía una intensa barra de amigos unida a partir de la cercanía. Todos vivíamos en la misma cuadra. Marindia Norte tenía poco swing y nos separaba una ruta del agua. Ir a la playa era una excursión que había que preparar de antemano. Por eso también andábamos en el monte, jugábamos al fútbol y salíamos de excursión a la represa. El mayor problema era la injusticia de que todos los varones gustábamos de Carola. Siempre la disputamos sin suerte. Ella prefería algún papa frita más grande. Nunca dejó de cachondearnos; ése era su poder, hacernos creer que teníamos chance. Un día desapareció Johnatan, un niño vecino. Lo encontraron muerto en la represa. El miedo duró más de la cuenta y los paseos se suspendieron hasta que se olvidaron de ese pobre niño asesinado. *** La psicología de balneario asegura que todo tiempo pasado fue mejor, lo que lleva a considerar que cualquier desarrollo posterior a la

niñez es una porquería. El balneario es lo que fue y ya no es. En ese tiempo se instala Robert Mulligan para dirigir Verano del 42 (1971), una comedia dramática sobre los ritos de paso de la adolescencia, los recuerdos y el tiempo. Hermie, el protagonista, es un muchacho sensible que cuenta con un amigo explícitamente rústico y otro muy aniñado. Juegan, pelean, se divierten y, mientras, descubren su sexualidad. Hablan de chicas, cometen torpezas… sólo piensan en acostarse con una mujer. Por la vuelta está Dorothy (Jennifer O’Neill, hermosísima) y Hermie, por supuesto, se enamora. Ella está bien casada con un marido que parte a la guerra. De a poco van conociéndose y entablan una relación de amistad. Él quiere ser más adulto para conquistarla y ella teme a la adultez porque sabe que necesariamente implica que él vaya a la guerra. Verano del 42, al igual que El Club de los cinco (John Hughes, 1985) es de esos filmes adolescentes que dicen muchas cosas pero injustamente no cumplen con el formato para ser consideradas grandes películas. *** Un día jugaba al basket picando la pelota a lo boludo cuando se acercó un enjambre de niños en bicicleta que apenas conocía. El más chiquito se bajó serio, como quien emprende una tarea diplomática, y me largó que Zully, la petisa, gustaba mío. Estaba ahí para preguntarme si quería arreglarme con ella. No sabía bien qué decir, pero rechazarla iba a generar más chanzas que aceptar la propuesta. Dije que sí y en un minuto tenía una novia que no registraba bien de cara. La relación, como era de esperar, duró

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poco. Ella era más grande y yo no sabía de qué iba la cosa. Creo que un día le di un beso. No pasó a mayores. Una vez volví a Marindia y Zully tenía un par de hijos de la mano. Había sido una madre joven. Yo era un nabo con aire jipón y me sentí raro al saludarla. Recuerdo que pensé “qué clavo la Zully” y no se me ocurrió más nada. Debe ser por eso que uno casi siempre se avergüenza de su pasado.

najes femeninos fuertes que regulan las conductas de los hombres, que casi nunca son concientes de este detalle. En ésta Gaspard es un joven universitario con ciertos berretines propios de su edad. Casi sin quererlo, se enreda en una relación con tres chicas que lo manejan sin concesiones. Mientras, los días son grises y en medio de reflexiones y palabrerío, se olvidan de pasar a las “grandes ligas”. Estos chicos desarrollan varios componentes del afecto, excepto el de la carne.

*** *** Reconocer que el humor tiene fecha de caducidad es un acto de sinceridad. Difícilmente tolera límites históricos. El Negro Olmedo no es la excepción, aunque para muchos genera algo inconfundible en la pantalla. Atracción peculiar (1988) fue su última película. Junto al Gordo Porcel protagoniza esta comedia de enredos en la que ambos son periodistas que deben hacerse pasar por gays, ya que Mar del Plata sucumbió a una “invasión de trolos”. Es, claro, una película incorrecta para estos tiempos. En ella, los gays se reconocen por usar arito, comer yemas de huevo y tocarle el bulto indiscretamente a cualquier víctima. El filme, además, pertenece a esa extraña época en la que los galanes sucumbían ante las billeteras, sin importar en lo más mínimo el físico del adinerado. Dicho de otra manera, el jefe podía ser un renacuajo, pero si tenía tarasca… dale que te dale. Las mujeres también juegan a hacer de “trolas” aunque siempre con la luz apagada. Además son todas unas interesadas, incluyendo al grupo musical Las Sobrinas, dispuestas a emputecerse por una tapa en Tevelunga, la revista para la que trabajan los periodistas. Dicen que el director de esta proeza, Enrique Carreras, ya no pensaba en transmitir valores a la juventud cuando ideó esta película. Es, por cierto, un filme ideal para gente que no se cuestiona la estúpida responsabilidad de perder el tiempo.

Nuestra consideración sobre el Manzanita siempre fue en picada. Comenzamos pensando que era un amigo pícaro, algo nervioso, pero por sus macanas decidimos –o nos indujeron a creer– que tenía “problemitas”, extrañas conductas consecuencia de una familia desestructurada. Ahora que lo pienso, casi todos éramos hijos de divorciados. Luego se corrió la bola de que el Manzanita tenía algún tipo de problema de aprendizaje (“dañada la cabecita” decía con gracia o gravedad la tía Mirna). Algunos llegaron a hablar de un importante retardo y los más audaces se convencieron que tenía cara de mongólico. Definitivamente, el niño es un bicho cruel. Como consecuencia, el Manzanita veía cada paseo, excursión o juego desde la ventana de su casa. Nunca más nadie fue a visitarlo. Él nunca gritó nada. *** Alguien que admiro me aseguró una vez que en la vida hay que ser un poco punk. Aclaremos que es una persona muy acicalada que siempre se viste impecable. Supongo que hablaba de posturas

y en nada se refería al típico punkie de postal. Bertrand Blier es un director que realizó la comedia más punk del cine francés: Los rompepelotas (1974). Jean Claude y Pierrot son dos ladrones de poca monta que deben huir a un balneario vacío y desolado luego de haber cometido un robo difícil. Los acompaña una chica hastiada de su rutina, que también se convierte en la amante de ambos, pero también en su protectora (casi una madre). A su paso, rompen todo, se pelean y cogen. También se harán tiempo para pervertir a una hermosa adolescente que raptan de sus padres. Esta chica es una joven Isabelle Huppert. Ellos, por cierto, son Patrick Dewaere, Gerard Depardieu y Miou-Miou. *** En Marindia Norte matábamos el tiempo castigando gatos y enterrando ratones. Con el Rulo, mi primo, pateamos la puerta de dolmenit de un vecino y entramos a su casa. Saltamos en las camas hasta agotarnos y rompimos unas botellas de coca-cola. Me acuerdo que el líquido estaba caliente y no podía dejar de tomarlo. El descontrol duró toda la tarde. Era una casa humilde. Recién cuando volvimos noté que tenía un enorme corte en la pierna. Pasado el frenesí, el dolor me obligó a confesar a mis padres la fechoría. Tuvieron que pagar los arreglos. Ahora son los vecinos con los que tengo mejor relación. Cada tanto me recuerdan la travesura. Mis padres se divorciaron hace mucho y ya nadie va a la casa. El jardín fue tomado por una enredadera invasora y, como consecuencia de la dejadez y los robos, ya casi no hay muebles. La última vez que fui las paredes estaban llenas, repletas de caracoles.

*** Casi todos los veranos los pasamos con Manuel y Eduardo, una pareja de amigos de mi madre que, por supuesto, eran gays. El tiempo y el cariño hizo que recibieran el mote de “tíos”. Recuerdo la cara de extrañeza de mis amigos cuando los veían. Se ve que porque sentía incomodidad, un día mi madre me sentó en el living y me conminó a que dejara de ser un estúpido más. Siempre fue una persona simple con esas cosas claras. Ya no recuerdo sus palabras. *** Con el frío, los estudios o el trabajo, cada verano llega a su fin y las historias que se construyeron suelen quedar en la nada. No por eso, y esto es muy importante, son cuestiones vacías de contenido. Responden con simpleza a la misma estructura del balneario. Eric Rohmer percibió estos detalles a la perfección cuando hizo Cuentos de verano (1995). Sus películas suelen tener perso-

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Foto: familia Der Agopián

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Estampita Records: trabajar desde el under

“SEREMOS TAN

GRANDES COMO

LOS FATALES” Por Federico de los Santos

Desde hace un par de años, varias bandas que se autodefinen como parte under uruguayo, comenzaron a nuclearse en diferentes sellos, discográficas y colectivos independientes, para grabar sus discos, difundirlos y organizar toques. Estampita y Nikikinki Records son dos claros ejemplos y El Boulevard se juntó a conversar con ellos para ver qué tan under son y cual es su forma de encarar el circuito musical.

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s 4 de enero de 2013 en un Montevideo que no deja que pase nada. El año de bonanza y bienestar dejó un verano desolador: las vacaciones son más largas o más lejos. El lugar: la casa del Demian, bajista de The Losers, banda de punk adolescente hecho por veinteañeros. Llueve un poco en el Cordón. La casa es al fondo de un pasillo largo. El living de Demian está lleno de cuadros deformes y aniñados de Uni, el dibujante que hace un tiempo anda en la vuelta. La cocina, para seguir con el tour, está llena de teclados, amplificadores y un micrófono unido a su soporte por una cinta adhesiva que no pega, entre ollas y baldes. Del otro lado de una puerta, en los azulejos, también hay dibujos de Uni. Algunos asistentes se cuelgan a mirarlos colgados mientras otros hacen cola para entrar porque además de galería también es el baño. Hay un demente disfrazado que lee poemas chanchos desde una ceibalita y hay gente que hace ruido con instrumentos y que canta a los gritos.

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“Abro mi casa para poder mostrar lo que estamos haciendo y cómo queremos divertirnos hoy. Abundantes colores, luz y musiquita. Por favor, no me rompan nada”, escribía Demian en el evento de facebook. Es de madrugada, hay gente hasta en el pasillo y mucha más afuera. Entre tema y tema los vecinos llaman para quejarse: la banda para de tocar, todos se callan a fuerza de “shh” y Demian les dice que faltan dos temas más. Miente mucho: quedan dos bandas (ya tocó Oneill; faltan Julen y la Gente Sola y Los Zalvajes, y Jesús Eléctrico & Amigos nunca tocaría). Si hace 40 años el rock era escupitajos, destrucción y no saber qué querés pero sí saber cómo conseguirlo, hoy (por lo menos acá, en esta casa) es el premio que consiguieron al fin los perdedores del liceo después de trepar la montaña de sus traumas. La anécdota puede ser una historia más de una fiesta desbordada, pero la Expo Bueno Regular le daría a estos músicos la idea de que algo está pasando, o de que hay que generar cosas porque no está pasando nada. *** Probablemente no existiría Estampita Records sin Nikikinki Records, que nació unos meses antes. La idea es de Federico -así, sin apellidos-, compositor, cantante y guitarrista (e inquieto para las tres cosas) de la banda Julen y la Gente Sola. “Una discográfica pirata dedicada a la

grabación y/o difusión de jóvenes artistas emergentes y sus proyectos musicales caseros y urgentes”, se define el sello, que hoy tiene más de 70 discos. La portada del sitio de Nikikinki (nikikinkirecords.bandcamp.com) es en realidad un directorio que lleva a las páginas de cada una de las bandas o solistas. El proyecto es abierto, así que no hay mucho en común entre todo lo que se puede escuchar en la web, pero un denominador común puede ser el trabajo con pocos recursos (algo del do it yourself de los punks) y la apuesta a lo expresivo por sobre la perfección técnica. Voces deformes y distorsionadas, música colgada con guitarras, teclados y percusión en ollas y garrafas, canciones pop tristes e inocentonas de una liceal de 16 años de Buenos Aires, temas instrumentales con nombres larguísimos y sí, también un poco de rock. “Yo antes de Nikikinki no salía de mi casa. No tenía amigos que tocaran instrumentos más allá de los de la banda”, cuenta Federico. Lo dice casi sin melancolía, como en las letras de sus canciones, que buscan formas ingeniosas de hablar de los pequeños problemas de una adolescencia sin fin. “El mundo es un lugar horrible y hay que decirlo porque si no nos queda el mundo, que es un lugar horrible”. El antídoto, entonces, es cantar, y si es de a muchos, mejor. De ahí nace Estampita Records. ***

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Las bandas de Estampita no suenan demasiado prolijas en sus discos o en vivo. No siempre es culpa de las bandas (hay algún que otro buen músico entre las filas) sino de los lugares donde tocan gratis, ninguno de ellos pensado para que nada que se toque dentro de su arquitectura suene bien. Casas, la cantina del Club de Bochas del Parque Rodó, el INJU y, muy cada tanto, Solitario Juan o Amarcord, boliches que ofrecen condiciones un poco mejores -un poco- al público y a los músicos. “Hay muy pocos lugares para tocar. La intendencia está rompiendo mucho las bolas”, cuenta José Luis Hoski Gadea, escritor y cantante de La Nelson Oliveira, que forma parte de Estampita desde que las bandas se empezaron a cruzar cada vez más, se invitaron a tocar juntos y en algún momento de agosto de este año decidieron que había que hacer algo más grande o al menos ponerle un nombre a un grupo de gente que, sin esperarlo, se encontró trabajando en conjunto. Los Mostachos, Oneill, Comunismo Internacional, Ameba y Los Salvajes, junto a Julen

y la Gente Sola y la banda de Hoski, trabajan hoy en un colectivo que busca ampliar las posibilidades en un Montevideo que se acostumbró al trabajo de mánagers y productores como eslabón indispensable.

más tiempo dedicado a la organización que a la queja, o por lo menos en partes iguales. “Por eso decimos que somos alternativos, porque si no hay lugares los inventamos”, agrega Raúl.

“Por eso hay que tocar en otros países. Yo creo que vos tenés que agarrar la guitarra y tocar y reclamar tu espacio de esa forma. Si tuviésemos ganas de salir a buscar auspiciantes tocaríamos en la Sala Zitarrosa. Lo hace cualquier gil”, opina Federico, el sin apellido.

¿Se consideran under? Hoski: -Sí, porque nos escuchan pocas personas. Federico: -Ahora sí, pero la idea es que después sea diferente. Yo no quiero ser under los próximos 10 años.

“Me parece que es complicado pero hay gente que se queja y no sé qué tanto se mueve para pedir lugares o que no le mete la cabeza y el tiempo que estamos metiendo nosotros”, agrega Raúl Garrido, voz y guitarra de Los Mostachos, y tal vez esa es la diferencia fundamental entre proyectos como Estampita o Esquizodelia Records (que ahora está en inactividad pero que prepara un par de lanzamientos de discos y hay un documental sobre el colectivo que está en la etapa de edición) y colectivos más desprolijos del under:

Es una cuestión numérica, entonces. F: -Obvio. H: -Después está la cuestión de que ninguna de las bandas del colectivo responde a una estética hegemónica. Para mí hay cosas diferenciables. Nuestra música circula de manera under pero en lo que son las estéticas la palabra sí, sería alternativo. ¿Cuál es la estética hegemónica hoy? F: -Yo creo que no hay una. Todos están en cualquiera, me parece. Es como todo muy banal y vacío. R: -Yo creo que después de que

decayó el boom del rock nacional se generó una cosa positiva de no tener techo: no hay que llegar al Pilsen Rock porque ya no existe. F: -Claro. Hay algo para hacer. Es un momento en el que tenemos la posibilidad de construir algo tan grande como el rock en su momento y como Los Fatales en su momento. Mañana empezamos a grabar un disco con mis amigos / y yo sólo espero que después de eso / seamos tan grandes como Los Fatales / y la gente pida nuestros temas como aclaman / los grandes éxitos de Los Fatales / y después de esto todos nos aplaudan / después de esto pidan más / otra canción de pie como lo hacían con Los Fatales oh, seremos tan grandes / como Los Fatales (Letra de “Como los Fatales”, de Federico, del disco Las mañanas eternas). *** Para Hoski, en el under hay una mentalidad “anarcopedorra” que genera problemas a la hora de orga-

Los Zalvajes tocando durante la muestra “Expo Muy Bueno Sote!” organizada por Nikikinki Records y Estampita Records el pasado 29 de agosto en el INJU// Foto: Agustin Fernandez

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Estampita Records: trabajar desde el under nizarse. Cuenta que los trataron de chetos y que un mes en el que tocó cinco veces le llegó un mail de un desconocido que decía “vos sos hijo de alguien que te coloca”. El cantante de La Nelson también detecta cierta reticencia hacia todo lo que tenga que ver con el Estado que, dice, no lleva a nada: “Intentamos presentar varios proyectos escénicos y por eso está bueno también ser un colectivo formalizado. Hay algo en el entorno del under con el tema de las instituciones, como que les da asco o no es muy rock”. F: -En realidad no es un tema de rock. Es una pelotudez eso. Llegar a más gente que te va a permitir tocar en lugares más grandes y sonar bien es primordial. Es mejor que suene claro, aunque siempre está bueno tocar con dos amplificadores de 15 watts y gritar como un enfermo. H: -Claro. Yo le tengo mucho cariño al momento en el que estamos actualmente pero terminás tocando para tus amigos. F: -Además creo que hay gente que está esperando escuchar algo nuevo. Es ser egoísta negarle a la gente que no podría conocerte. R: -Para mí los Buenos Muchachos son el modelo de banda: tocan un día en el Teatro de Verano y después los Dalton tocan en cualquier bar chiquito. También son un ejemplo de coherencia, porque llegaron a donde llegaron haciendo siempre lo que quisieron.

H. -Yo hay ciertos precios que no pagaría. Ser independientes nos permite en las letras poder decir cualquier cosa [ejemplo ilustrativo: un tema de La Nelson tiene por estribillo un absurdo e incorrecto “hay que legalizar la pasta”] o salir con bolsas de basura. Si estoy tocando con Claudio Picerno [mánager de Buitres y Trotsky Vengarán, y organizador del Pilsen Rock] no me dejaría. *** Objetivos a corto plazo: subir la página web nueva y sacar un compilado de temas inéditos, ambas cosas en diciembre. Un disco, en tiempos en que algunos apurados anuncian el final de la copia física, puede parecer anacrónico, pero para los Estampita es un gusto personal, un capricho. Federico, que resume bastante la relación conflictiva que los artistas de su generación tienen con la plata (siempre una relación de pérdida), dice que pagar un taxi para cargar la batería es como comprar un alfajor: “Vos gastás porque te gusta la sensación de comerlo. Para tocar es igual”. Hoski agrega, con evidente dolor en el alma, que para sacar su disco (el más prolijo del colectivo) gastó unos 1.500 dólares que difícilmente vea volver. Más a largo plazo, la idea es hacer un festival de bandas en Bluzz Live.

-Y hacernos odiar por las nuevas generaciones como nosotros odiamos a La Vela Puerca porque estaban en todos lados- cierra Federico.

No tan abierto como Nikikinki Records a la hora de recibir el material, el colectivo Esquizodelia (esquizodelia.com) tiene más de 40 obras para bajar, entre EPs, discos y compilados de bandas como Carmen Sandiego, Tres Pecados y Dúo Melódico, fundamentales para entender lo que pasó en la música joven montevideana en los últimos años.

-En Maldonado, en 2012, se creó Vía Láctea Ediciones (vialacteaediciones.com), un sello discográfico independiente que busca nuclear a artistas que prioricen la autogestión y el trabajo colectivo. Tienen alrededor de 15 discos en su catálogo compuesto por músicos de Argentina y Uruguay y todos pueden escucharse en su página web o en vialactea.bandcamp.com, o comprarse en formato físico. El ala audiovisual del sello es Escafandra Registros (youtube.com/ escafandraregistros), que se dedica a filmar algunos recitales en vivo y tiene una serie de videos de cantautores que incluye a Ameba y Federico de Julen y la Gente Sola, y a otros artistas como ¿Lobo está? y Estrella Negra

La música que tocan todos A primera oída no hay muchas afinidades entre las bandas de Estampita. La Nelson es una banda 100% en joda que le toma el pelo al rock uruguayo de la década pasada (su disco, De terodáctilos y flores, se burla desde la portada y el título de La Vela Puerca) y que se mueve entre el ridículo dadaísta y el humor absurdo. Los Mostachos son oscuros, anglo, con una propuesta muy sonora y letras que, más que decir, pintan imágenes. Comunismo Internacional maneja teclados, sintetizadores y guitarras con efectos, distorsiona la voz -muchas veces hablada- y no se decide entre lo uruguayo (aparecen la feria y Alberto Kessman en las letras) y un retrato más lírico y surreal (“Digamos la verdad: los artesanos son pollos sedientos de sal. Sólo saben hacer el mal. Comen brasas y peces”) en una mezcla que tiene algo de humor depresivo. Ameba es un cantautor colgado y afinado, muy cerca de Mateo y Spinetta. Los Zalvajes cantan poco y tocan muy bien. Julen y la Gente Sola es un trío de pop indie liceal y un poco ñoño con melodías y letras afinadísimas, con y mucha energía en vivo; Federico, algo así como el líder, es autor de varios discos grabados en la computadora con guitarra, ex integrante de la pseudobanda El Chico del Pórtico, de Miyagui y del dúo Las Valerias, junto a Flavio Lira, cantante de Carmen Sandiego. “Eso es lo que pudre al rock uruguayo, que vos tengas que juntarte porque haya cosas similares. Es un embole tener 10 bandas iguales de las bandas que hay en el colectivo. Creo que a nadie le gusta el 100% de las bandas que hay”, comenta Hoski. “A mí La Nelson me gusta poco y nada pero los quiero”, apuñala Raúl.

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Público y parte de la muestra “Expo Muy Bueno Sote!” // Foto: Agustin Fernandez

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Daniel Lopes y sus libros

El milagro EN LA MANO Por Gerardo Ferreira

Un autor que escribió un poemario autobiográfico, lo perdió y lo reconstruyó de memoria 20 años después. Como todas las historias sobre espejos y reflejos imperfectos, la de Daniel Lopes suena borgiana; el fantasma de Borges también pasea por las páginas del libro, que está inspirado en uno de los cuentos más célebres del escritor argentino que no fue Nobel. De fondo, una historia de vida un poco trágica que pasa por la cárcel, el IPA y la calle, y termina –o empieza una vez más– en un refugio del Estado que propone mezclar el trabajo social con un enfoque cultural.

Borges decía que la historia es una forma más de ficción. Daniel Américo Lopes tiene ambas. Desde 1978 es profesor de literatura egresado del Ipa, pero nunca ejerció la profesión. Tiene 65 años. Desde 1978 es profesor de literatura egresado del IPA, pero nunca ejerció. A principios de 2011 publicó su primer y único libro de poesía, La brújula y el barco, que recoge la (re)escritura de textos escritos entre 1963 y 1993, pero no como una antología sino como la reconstrucción de un corpus que estuvo perdido durante mucho tiempo. Es que Daniel vive en situación de calle y no es una obra común la que pudo rescatar de su memoria: es un proyecto de vida. *** Las circunstancias en las que surgió el poemario llevan directamente a Paula Simonetti, una de las coordinadoras de Urbano Espacio Cultural, que depende del MEC y el Mides, y cuenta El mundo de las ideas El cuento plantea la existencia de Tlön, un mundo imaginario cuyo origen es desentrañado por Bioy Casares (personaje) y el propio narrador (Borges), gracias al hallazgo de un capítulo perdido dentro del volumen de The Anglo-American Cyclopaedia. Al seguir las pistas, los autores llegan a la enciclopedia de Tlön, denominada Orbis Tertius. Allí logran conocer los detalles y la forma de vida de los habitantes de aquel mundo imaginario, donde la psicología (y no el materialismo) es la base de la cultura clásica. La aparición de nuevos datos sobre aquel misterioso universo va madurando en los investigadores una terrible convicción: Tlön, en realidad, ha invadido nuestro mundo, a través de una fuerza implacable.

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con el apoyo de la ONU. El centro está avocado a las personas en situación de calle (técnicamente “poblaciones vulnerables”) pero en realidad es abierto: su objetivo principal es democratizar los derechos culturales. Paula, Licenciada en Letras pero con una fuerte vocación comunitaria y social, cuenta: “Tratamos de coordinar actividades con el sistema de refugios. Hacemos intervenciones, presentaciones de libros, lecturas, obras de teatro, talleres, siempre tratando de insertar el arte como herramienta en el trabajo cotidiano de los equipos. La idea es que sea inclusivo, porque si seguís generando más espacios de gueto, no funciona. Se busca que la gente del barrio o que no pertenece a los refugios también participe e interactúe”. El Espacio existe desde 2010, pero al principio lo gestionaba una ONG. Paula conoció el proyecto en esa época y después empezó a trabajar allí. A fines del año pasado la ONG decidió no renovar sus convenios con los ministerios y se decidió que la Dirección de Cultura gestionara directamente el lugar, ubicado en la calle Paraguay. De este modo, el Urbano reabrió en una nueva etapa y se conformó otro equipo para reforzar y sostener la propuesta cultural. Hoy, Paula trabaja junto a Yanin Guisande y Walter Ferreira, que a su vez lleva adelante uno de los talleres que funcionan mejor: el literario. De hecho, en 2012 se publicó El espejo de los náufragos, un libro financiado por el MEC que reúne algunas producciones colectivas basadas en las consignas semanales del taller. “Vienen entre 15 y 20 personas una vez por semana, dos horas. Es un grupo super heterogéneo, y es el taller que tiene más integración entre gente que está en situación de calle y gente que no”, cuenta Paula. Daniel arrancó en el Urbano desde 2010 y hoy por hoy hace varios talleres. “Yo lo veía en el taller

literario como alguien medio raro, porque sus intervenciones eran (son) siempre muy eruditas. Luego me empecé a acercar y a conversar con él y fue cuando descubrí el libro. Él andaba con una bolsa de náilon –que nadie se la puede cambiar por un bolso– con los medicamentos, unas galletitas, los documentos y el manuscrito del libro en una carpeta. Lo tenía mecanografiado y lo hacía circular entre sus compañeros, y un día se lo pedí”, recuerda Paula con entusiasmo, como si fuese ayer. Claro, hasta ese momento no tenía idea en lo que iba a terminar involucrada, ni que su papel sería tan crucial. “Cuando me lo llevé y lo leí fue ‘¡pah!, este material hay que publicarlo’ y sentí una especie de necesidad. A partir de ahí buscamos mil alternativas, imprentas, editoriales, hasta que un día le pedí una entrevista a Hugo Achugar [director nacional de Cultura] para llevárselo. Le conté sobre el libro y sobre Daniel. Se tomó una hora para leerlo mientras yo esperaba, y luego salió y me dijo que tenía razón, que lo íbamos a publicar. Al salir de ahí caminaba por la calle y no lo podía creer. Cuando le dije a Daniel quedó impactado”. *** La brújula y el barco se publicó a fines de 2011. Hubo dos presentaciones: una en enero de 2012 y otra en julio de 2013. Tiene un prólogo de Roberto Appratto y no se vende –la edición no podía tener fines de lucro– pero se puede conseguir en el Urbano. En lo formal, el libro se divide en cuatro secciones: “Juego preliminar”, “Túmulos”, “poeMas” y “Migraciones del pirata”. El apéndice, “La lección de anatomía”, es un complejo texto ensayístico basado en una experiencia del autor cuando era niño. *** Luego de aprobada la publicación comenzó otro 17


Daniel Lopes y sus libros proceso largo: transformar esas hojas mecano15, por buena conducta. En la cárcel se le potengrafiadas en un libro. También coincidió con una ciaron mucho los trastornos más psiquiátricos, recaída de Daniel: desde el hospital le habían y cuando salió no tenía a nadie”, cuenta Paula. cambiado la medicación, lo que hizo todo el Insiste en que, a diferencia de un refugio, en el proceso un poco más difícil. Paula se hizo cargo Urbano se trata de no indagar en la vida persode la edición: “Como él nal de la gente que llega, no maneja la computacomo parte de una polítidora, tuve que transcribir Canarios ca institucional. “Si nos todo el libro con todos sus cuentan los escuchamos, a enrique cabezas detalles. Y para eso estuve pero hasta cierto punto. noches y noches. Además Porque empezamos con la apurémonos a hablar del tiempo persona desde el momentuvimos que corregirlo con él y esa instancia fue to que llega en adelante, de bueyes perdidos del tiempo compleja, porque Daniel sin indagar demasiado es super detallista y cada en lo que le pasó, en sus que hace que no llueve nubes coma o espacio en blancarencias, sino que nos co tiene su razón de ser”. enfocamos en sus ganas de lluvia como manga Entre una cosa y otra, la de hacer cosas o de crear”. transcripción y correcde agua a las quintas de manga ción duraron unos seis Paula y Daniel son amigos apuremos a hablar o siete meses de trabay su relación va más jo casi todos los días: “El allá de lo profesional. Él apuremos el tiempo libro está muy pensado está en tratamiento hace que hoy nubes y además no era mío. Yo tiempo y se encuentra era un poco el medio y él mejor. Hace poco Paula manso tomaba las decisiones”. lo convenció junto a otra educadora del refugio manso buey nos fueron Cuando uno lo tiene entre para que consiguiera una las manos se da cuenta de pensión por incapacidad, 6 de abril 82 que el libro, pese a sus 113 porque estaba “negado”. páginas, tiene un diseño Hoy, los talleres –princibastante austero. “Él lo tenía todo pensado, que palmente los que tienen que ver con el cuerpo– iba a ser azul con letras negras y la tapa blanca. lo han ido soltando, y en lo que tiene que ver con Es el libro que él quiso y eso se trató de respelos vínculos, el Urbano parece ser una referencia tar, pero fue difícil porque en la órbita del MEC muy importante para él. hubo que negociar cosas, y estas negociaciones Daniel no las vivió”, dice Paula. Con la aparición *** del libro el autor recuperó, entre otros contactos, el vínculo con el escritor Roberto Appratto. Eran Mientras Daniel me explica cómo concibió el amigos desde el IPA y pertenecen a la misma libro, rápidamente lo agarra de la mesa y busca generación de escritores, junto con Eduardo poemas específicos para explicar el origen. Milán. “Para mí”, agrega Paula, “fue más imporConoce de memoria dónde están y demora un tante que publicar un libro mío. Con eso te digo segundo en encontrarlos. Le tiemblan un poco todo, porque me fui haciendo la idea de que el las manos cuando sostiene su obra total, pero libro tiene una importancia especial”. por nerviosismo sino por el entusiasmo de quien está a punto de explicar algo importante a un La dedicatoria es a Jorge Luis Borges: “Vengo a extraño con un grabador. agradecerle la alegría que por muchos años debí a sus libros; sobre todo los suyos fueron a veces Cuenta el argumento del cuento de Borges, el único alivio”. En la dedicatoria –que data del 7 “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, y su voz adquiere de abril de 1982– también se explica el proyecun ritmo vertiginoso, hipnotizante. No lo puedo to del poemario. Hay dos citas al cuento “Tlön, interrumpir, no me deja, no quiero. Hilvana una Uqbar, Orbis Tertius” –el primero del libro Ficciocosa con otra, establece conexiones que si uno nes–, que es el verdadero disparador de la escrientra al libro sin conocerlas,se puede perder una tura; si uno no conoce a Borges, puede resultar porción grande de significaciones. “Lo que yo difícil el reconocimiento de las claves del libro. quiero es que el lector se contagie y que a partir de la lectura escriba poesía. Como cuando yo leí *** el cuento de Borges y a partir de eso comencé a escribir”. Bajo la historia de su escritura y del rescate del libro yace la pregunta sobre qué le pasó a Daniel. Tardó nueve años en recibirse de profesor de lite“Estuvo preso por una situación de violencia ratura. Recuerda que el último examen, de teoría familiar complicada. Además los abogados se gramatical, lo dio en la última fecha del plazo: “Al mandaron cualquier macana en el juicio y le IPA entré en el 69 y salí en el 78, y no volví a pisar dieron como 18 años, de los cuales estuvo 14 o un aula. Nunca me atrajo dar clases. De hecho 18

perdí el título. Hace un tiempo lo encargué y ya debería estar pronto pero no lo voy a levantar. ¿Para qué lo quiero?”. El libro fue escrito en los años 80, pero Daniel lo perdió en la cárcel. Entre 2002 y 2004 lo reconstruyó de memoria, fundamentalmente los textos cercanos al 7 de abril del 1982. “Paraba en la pensión de los peruanos, y creo que por entonces comía en el Inda [Instituto Nacional de Alimentación]. Ahí fui reconstruyendo el libro y particularmente toda la sección de las ‘Migraciones...’”. Uno de los poemas está dedicado a Elisabeth Cole, ministra de la Iglesia Anglicana que lo apoyó en todo: “Yo iba a las reuniones que realizaba, y cuando presenté el libro a los premios anuales de literatura del MEC, categoría inéditos, lo pasé a máquina ahí en su oficina durante dos meses. Me iba todas las mañanas hasta las 11”, cuenta. Fueron cinco los ejemplares que presentó, pero cuando los fue a retirar sólo encontró uno. Ese fue el que llevó al taller y el que leyó Paula. *** Daniel recuerda cuatro crisis. Dos de ellas fueron creativas; confiesa haber atravesado un período de escritura continua que duró un mes y medio o dos. Escribía 18 horas por día y terminaba muy feliz: “El libro yo lo estaba viviendo. Y cuando escribía de corrido hablaba de corrido. Escribí poemas de cientos de versos y era un tipo capaz de hipnotizar a la gente. En el año 82 dejé de escribir porque eran poemas tan largos que no los podía terminar. Me iba a acostar con el poema inconcluso y me despertaba a las cinco horas con otra idea en la cabeza para otro poema. Lo empezaba a escribir y tampoco lo podía terminar. Entonces dije ‘ta, no, vamo´ a parar’. Y en el 85 lo que lo paró fue que me golpearon la puerta. Apareció un primo político a decirme que había muerto mi padre, que hacía meses que estaba internado en la casa de una enfermera porque estaba parapléjico. Ese fue el final del segundo período. Tuve una anterior y otra posterior. No fueron nada agradables las locuras que hice”. En el prólogo, Appratto afirma que los poemas tienen una estructura “jazzística”. La escritura a toda velocidad produce el permanente salto de un tema a otro, y quedan cabos sueltos por todos lados. Para Daniel, aunque el ritmo es muy importante, hay que encontrar “la manera objetiva de unir cada cosa”. “Acá hay un cabo suelto: lo sigo. Acá hay otro: lo sigo. A partir de allí me voy acercando a las palabras claves del poema y cuando conseguís eso te sentís liberado. El texto en vez de hundirte te saca para arriba”. En el momento creativo, para él, la única salvación que produce seguir escribiendo es, justamente, seguir haciéndolo: “No podés escribir, pero tenés que forzarte a escribir. Pero yo le tengo tal miedo a la fase maníaca que de ninguna manera

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me voy a poner a escribir de corrido de nuevo”. *** Los textos que escribió de 1985 en adelante salieron en cuentagotas. Un poema en meses o en años. “Ahora mi voluntad es no escribir. Los poemas salen a pesar mío”. Daniel renunció a la poesía como tres veces, y su frase cabecera cuando llega al taller literario es “hoy no voy a escribir”, aunque después lo termina haciendo como ejercicio o para obedecer las consignas. De allí provienen los poemas recogidos del período 2010-2011; no escribe ni considera hacerlo fuera del taller. También se le dificulta para leer: “Ya no vale la pena escribir. Para qué. Además yo soy depresivo y estoy medicado. Uno de los efectos

de la depresión y de tomar ansiolíticos es que no puedo leer. Y no me lo quita la medicación, que es la que me salva de la fase maníaca. Cuando salí de la cárcel durante mucho tiempo fui a la biblioteca nacional o a la del Cabildo y descubrí que ya no podía concentrarme en los textos”. Daniel Américo Lopes publicó un libro de poesía atrasado 30 años, y reconoce que no está al día con las novedades literarias. “Lo que Paula hizo fue una cosa extraordinaria. Agarró el libro, se fue a la Dirección de Cultura, pidió una entrevista con Hugo Achugar, y salió de allí con el milagro en la mano, porque todo lo que tengo o tuve que decir está dicho en ese libro”. Ahora recuperó algunos vínculos e intenta salir adelante. Pudo dejar patente su huella literaria, su proyecto vital

que dedica por entero a su maestro Borges, como si él mismo fuese un personaje más del imaginario mundo de Uqbar o de la enigmática Enciclopedia de Tlön.

En un principio ubicado en la calle Mercedes, Urbano Espacio Cultural ocupa hoy una casa celeste en Paraguay 1233 –cedido por la Dirección Nacional de Derechos Humanos– mientras el local anterior está en reparaciones. Allí se dan talleres de cine, danza, candombe, máscaras y teatro, y funciona un espacio de cine foro y un coro, todas actividades gratuitas destinadas a personas sin hogar.

Ilustración: Silva Bros

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El cine de Xavier Dolan

TOMALO O DEJALO L

as reseñas de cualquier obra de Xavier Dolan siempre vendrán precedidas de afirmaciones sobre su precocidad, sobre su salto inmediato a las grandes ligas del cine, sobre su temprano y quizá prematuro éxito. No es para menos: con 20 años recién cumplidos, Dolan estrenaba en Cannes su ópera prima Yo maté a mi madre (2009) y recibía una ovación de pie que duró diez minutos. Inmediatamente surgieron los grandes titulares, las comparaciones con Orson Welles (que se había dado a conocer con El ciudadano a los 26 años, en 1941) y los apelativos como “enfant terrible” y “niño prodigio”, pero también sus primeros detractores. Nació en Québec, Canadá, en 1989. Hijo de Manuel Tadros, un actor canadiense de origen egipcio, empezó a actuar en series de televisión a los cuatro años. Este contacto parcial con el audiovisual se mantuvo hasta su adultez, igual que su afición por los libros y por el arte en general. Sin entrenamiento en escuelas de cine, escribió el guión de su película a los 17 años y la filmó a los 19. Nunca había agarrado una cámara profesional en su vida (o al menos eso dice). Yo maté… fue financiada por él mismo, con dinero que le pidió prestado a todos sus amigos y conocidos, a vecinos, a amigos de sus amigos. Además de escribirla y dirigirla, la produjo y la editó. Su entrada al mundo de las alfombras rojas fue, entonces, por la puerta más grande. De Cannes, su primer festival, salió con tres premios abajo del brazo. Como pasa también con el danés Lars Von Trier (Dogville, Anticristo), las películas y los dichos de

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Dolan suelen despertar cierta irritación. Jactándose de sí mismo, en entrevistas suele decir frases como ésta: “Siempre fui un niño precoz. Empecé a actuar a los cuatro años, así que ya tengo veinte años de carrera a mis espaldas”. También se autodefine como un gran actor al que los directores no saben valorar, y ha caído muy mal su última protesta en Cannes porque su película Lawrence, de todas formas (2012) no entró en la competencia oficial sino que pasó directamente a la categoría paralela “Un certain regard”. Consultado por el berrinche en una emisión dominical de su país, Dolan se justificó socarronamente apelando a su condición de quebequense. Si Québec podía soñar con obtener algún día su independencia, dijo, él también podía soñar con obtener la Palma de Oro en Cannes.

tipo catártico, con violencia y gritos, quizá con rupturas de objetos incluidas. Igual que otros reconocidos directores homosexuales como Pedro Almodóvar o Jonathan Caouette (Tarnation), Dolan tiene cierta tendencia a la saturación, al exceso. Quizá también al exhibicionismo, ya que él mismo suele ser actor y personaje y es claro que en sus películas hay mucho de su vida personal.

Pero seguramente lo que más molesta en general son sus películas. Aunque su condición de homosexual asumido y su recurrencia constante a personajes gay o trans ya es una razón de tanto rechazo –a gran parte del público lamentablemente aún le cuesta mucho admitir y asimilar ciertas realidades cotidianas– hay en su obra un claro esteticismo ampuloso, un amaneramiento prácticamente histérico. Agregando a esto una evidente voluntad de trasgresión, es entendible que muchas personas (no necesariamente homofóbicos) sientan un abierto repudio hacia su estilo.

Cal y arena

En sus películas, Dolan hace uso de una estética vintage, con personajes hipsters, canciones retro, ralentis, vestidos y peinados suntuosos. Hay una clara predilección por las disputas cotidianas a lo nouvelle vague, y más aún si son de

En su cine, las referencias o guiños intertextuales no son nada sutiles sino que se los ostenta con alevosía, los grita. No coloca en un margen de la pantalla, colgado en una pared lateral del dormitorio, un cuadro de La Gioconda, sino que lo ubica en el centro mismo y relega incluso a los personajes a los bordes.

Podrá pensarse hasta aquí que todos los rasgos enumerados son deméritos de sus películas, pero conviene decir lo contrario: Dolan da muestras de una importante falta de miedo al ridículo –algo que a veces se echa realmente en falta en el cine occidental-, de hacer películas descontracturadas, libres de ataduras, y de tener una valiosa convicción para transmitir lo que dice, así como un sólido conocimiento del lenguaje y voluntad para la innovación; lejos de ser elementos negativos, hacen que su obra sea importante, casi imprescindible. Es entonces un cine para tomar o dejar. El problema de que surjan en el espectador estos dilemas es que, cuando se decide dejar de ver

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Xavier Dolan, Niels Schneider y Monia Chokri en Los Amores Imaginarios. Foto: Clara Palardy

Por Diego Faraone

Con 24 años, cuatro películas de 2009 hasta hoy y varios premios, el canadiense Xavier Dolan es un niño prodigio para gran parte de la crítica mundial. Para el resto, es exagerado, sobreestilizado o superficial. El mes pasado el festival Llamale H de Montevideo incluyó en su programa su penúltima película, Lawrence, de todas formas, y la última -Tom en la granjaacaba de estrenarse en festivales de Canadá y Venecia, donde ganó el premio de la crítica. Un buen momento para hablar sobre uno de los cineastas que retratan con más frescura las formas de vivir la sexualidad del siglo en el que todo cambia.


la obra de un cineasta, frecuentemente se está renunciando a ciertas cosas valiosas. En este caso particular lo que se pierde es mucha frescura, fragmentos únicos que no tienen símil en el cine dominante. Dolan es especialmente hábil para exponer situaciones difíciles e incómodas, de las que quizá alguna vez oímos o intuimos, pero que nunca habríamos imaginado presenciar. El momento en que una madre se entera que su hijo es homosexual, y su enfrentamiento con él en Yo maté a mi madre; en Lawrence, la presentación en sociedad, como mujer, de un profesor que hasta entonces había sido visto como hombre. Lo atractivo del asunto es que estas situaciones duras frecuentemente aparecen rodeadas de escenas dinámicas, a veces alegres, y dotadas de un muy buen sentido del ritmo. Dolan sabe volcar en sus películas atmósferas envolventes que despiertan fascinación, mediante una inmersión en submundos escondidos y de la mano de atractivos personajes, dotados de densidad y psicología. Para los que logran empatizar, pueden pasarse volando, (y eso que una de ellas dura casi tres horas). Dolan comparte con Wong Kar-wai su interés por exponer ciertas características del amor, pero no el amor visto desde una perspectiva romántica sino con la lupa orientada a los daños, a los estragos emocionales que causa. Por su predilección por los cuadros de jóvenes también se ha comparado su cine con el de Gus Van Sant, aunque él asegura ser admirador del cine de John Cassavetes y ha dicho que su película favorita es

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Titanic, de James Cameron, que vio más de 35 veces, muchas de ellas en el cine.

Una por una Yo maté a mi madre es una de las películas de su obra que más se prestan para leer en clave autobiográfica. El mismo Dolan tuvo una relación enfermiza y muy parecida con su madre . El director explica: “Son como uno de esos matrimonios que llevan mil años de casados, que se aman con tanta intensidad como la de su odio. Es como si tuvieran alergia mutua: todo lo que el otro es o hace los irrita, no pueden soportarlo. La diferencia con un matrimonio es que vos podés dejar a tu esposa, pero no a tu madre. A tu madre la llevás siempre”. A partir de Los amores imaginarios (2010), quizá su mejor película, Dolan comenzó también a trabajar en el diseño artístico y de vestuarios. Se explora la atracción compartida por dos amigos (chica y chico) hacia un mismo muchacho. Es una pasión absolutamente irracional, visceral, por la que no querrían disputar y menos pelearse entre sí, pero de la que simplemente no pueden desprenderse. “Mi película no es sobre un triángulo amoroso; es sobre un duelo de amor. Allí uno de los ángulos está muerto. Nico es una imagen: es absolutamente banal, poco interesante y sin carisma ni profundidad. Eso fue voluntario. Nos obsesionamos con imágenes y no con individuos la mayor parte de las veces. Para mí, él es como un cuadro, o una escultura. Y cuando los personajes están mirándolo y ven las imágenes de los dibujos de Cocteau o el David de Miguel Ángel, en reali-

dad lo que ocurre es que están enamorados con su percepción del amor y la idea de amar a alguien tan atractivo, aunque no sepan nada de este tipo”. En Lawrence, el protagonista, luego de una larga relación con su novia, decide que quiere convertirse en una mujer, lo que deriva en una serie de problemas, primero conyugales y después sociales. Se desarrolla el arduo proceso por el cual una comunidad aún no preparada puede imponer trabas y dificultades ante una decisión estética y personal. Aunque es una película sólida e interesante, es aquí donde más se puede sentir que el guión se retuerce, y hay algunas situaciones un tanto rebuscadas. Su última película, Tom en la granja (Tom à la ferme, 2013), un curioso thriller psicológico, viene cosechando buenos recibimientos en festivales internacionales, lo que lo confirma no sólo como un cineasta prolífico sino también como uno de los más consistentes. No es de extrañar que el director sea hoy un personaje idolatrado por los movimientos LGBT. Su cine contempla la discriminación y el hostigamiento casi constante que vive una persona por sus inclinaciones sexuales, y en ese sentido sus cuadros son un reflejo social válido que contempla el sentir de mucha gente y de una época. Pero es en otro sentido que habría que estarle agradecido a Dolan: ha sabido derribar en su cine las categorías y definiciones sexuales compartidas por la mayoría, y supo plasmar personajes no rotulables ni fácilmente inscribibles en una porción u otra del abanico sexual.

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LA COLUMNA PUNTIAGUDA

La conflagración de la

PRIMAVERA

Javier Zubillaga [1]

El invierno se aleja. Y ese espacio va siendo ocupado por la estación de los renacimientos. La primavera es poesía. Es un enjambre de palabras que flotan en el aire. Las axilas se me erizan de tan sólo sentir la proliferación de pimpollos pujantes. Poco a poco, el numen poético se apodera de mi cuerpo y mis sentidos. Me penetra por los poros cual humedad en pozo de aire, sodomizando irreprochablemente mi pasmada indiferencia cotidiana. Oh, pérfida cisterna de los retretes de mi hastío. Oh, inasible forjadora de mis rumbos de ensueño. Oh, pedazo de soretita. Dame todos los bollos de tu canasta, hechicera. Dame cada una de tus catarsis meridionales, deidad mía. No te guardes ningún dribbling, aguatera. Nunca olvides que los hijos del espanto son la microfibra ecuménica del desasosiego maragato, del que no oirás más que eructos con olor a pomelo granizado. Y ni tales vicisitudes evitarán que te dejes caer por los ductos gastados del esplín vacuo. Me gustas cuando menstruas porque estás con adherente. Porque amarte es como apretar con Jorge Batlle pero sin sembrarle cuernos a la Menafra; es volver sempiterno lo que una vez fue arquitectónicamente dudoso; es matar el tiempo entre los matorrales de un enema espiritual vinculado con la clase obrera de las naciones extintas; es pegarte en la región lumbar con una toalla de Winnie Pooh y no perder el control de la maquinita. Me llamarás impío, pero bien que tu vieja tiene más carretillas en el galpón que besitos en el cofre. ¿Quién desvencijó el taylorismo de tu producción láctea? ¿Cuánto mide tu onanismo de postal? ¿Dónde quedaron aquellas consignas que, entre clases de odio y pascualinas sin sal, barnizaron raudamente tu imagen de viejita macumbera? ¿Cómo fue que perdiste el celular, bo? ¿Cuándo comenzaste a achatar pergaminos a la hora de la merienda? Son algunas de las preguntas que se me atrincheran en el alma y corroen la poca gerontocracia renal que me va quedando en el chiquero. Así que escuchate un disco de los Pet Shop Boys y después hablamos, paquidermo. Tenés cara de hongo. Vos, sí. Vos, que estás saliendo, dejá acá toda esperanza. No robes nada. Robar es un conglomerado del ojo inferior. Y sí, ya lo dicen las encuestas universales: la primavera es poesía. Es un enjambre de palabras que flotan en el aire, con la anárquica radiografía de los diluvios de nuestra epopeya. En ella, las biblias se calefonan, los romeos se julietan, los pros se contran, los larbanuases se carreran, los dobarros se pichelan, los puntos se apartan, los cambios se fueran, las columnas se puntiagudan. Todo eso mientras yo, pobrecito, me apeo de la poeticidad de esta nueva era y me voy a dormir, dispuesto a perderme la romanticona cursilería de los mortales. Si no lo hago, la histeria me absorberá.

[1] Poeta de puta madre

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JOSÉ CÚNEO X GUILLERMO HANSZ

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