La gran montaña

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Elefante estaba leyendo un cuento cuando vio un dibujo de una gran montaña nevada. Elefante nunca había visto la nieve. “Cómo me gustaría estar allí”, pensó. “¿Se podrá ver mi casa desde allá arriba?” “¿Podré tocar el sol y la luna?”. Esa noche soñó con montañas.



Al día siguiente, Elefante le contó a Camello su sueño. Camello se puso muy contento porque él también había soñado con esa montaña. Elefante y Camello jugaron a subir a la Gran Montaña. –¿Qué hacen estos? –preguntó la vieja Tortuga. –Queremos subir a la Gran Montaña –contestaron Elefante y Camello. –Eso es imposible –se rió la Tortuga−. Lo digo yo, que he vivido muchos años y todo lo sé.



Esa tarde, en el cumpleaños de Yak, Elefante y Camello contaron su sueño. –¡Yo también quiero ir! –dijo Yak. –La Gran Montaña es la más alta del mundo

–dijo Papá Yak muy serio–. Se puede llegar a la cumbre, pero no es nada fácil. Para subir tan alto hay que prepararse muy bien. Mejor pensar en otra cosa. Pero no podían dejar de soñar con la Gran Montaña.



Elefante, Camello y Yak jugaron a que subían hasta la cumbre. Se divertían tanto que Canguro quiso jugar con ellos. Después de mucho correr y saltar, se sentaron detrás de un árbol a descansar. –¿Quién tendrá la razón, Tortuga o Papá Yak? –preguntó Elefante. –Seguro que mi papá –dijo Yak. Entonces Elefante, Camello, Yak y Canguro decidieron que ellos irían a ver cómo se veía el mundo desde lo más alto de esa montaña.