Imagínatelo. Cómo funcionan las imágenes en los libros ilustrados

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Imagínatelo

Cómo funcionan las imágenes en los libros ilustrados

Molly Bang

Variopinta Ediciones | Ediciones Ekaré | Banco del Libro

Para Leon y Monika, quienes comenzaron todo esto; para Jimmy y Penny, mis consejeros y críticos constantes e insuperables; para Melissa Manlove y David Macaulay, con mi gratitud maravillada, y un agradecimiento especial para Dick.

Traducción: Elena Iribarren y Guillermo Iribarren

Título original: Picture This. How Pictures Work

© 2016 Chronicle Books

© 2023 Variopinta Ediciones / Ediciones Ekaré / Banco del Libro

Coordinación: María Cecilia Silva-Díaz

Corrección: Leticia Oyola Estrella

Ediciones Ekaré: C/ Sant Agustí, 6, bajos. 08012 Barcelona, España

Av. Luis Roche, Edif. Banco del Libro, Altamira Sur. Caracas, 1060, Venezuela

www.ekare.com

ISBN: 978-84-125929-2-4 / Depósito legal: B.3599.2023

Impreso en Barcelona por Novoprint

Este producto está hecho de materiales reciclados y de otras fuentes controladas.

5 Índice Prefacio 6 Crear imágenes emocionantes 9 Los principios 59 Y ahora… a comenzar 122

Prefacio

Estaba de lo más feliz ganándome la vida como autora e ilustradora de libros para niños. Un día, mientras dibujaba en mi casa, un viejo amigo, Leon Shirman, vino a visitarme. Me sugirió que, en lugar de dibujar objetos aislados, hiciera imágenes más completas con vistas de conjunto.

Cuanto más dibujaba, más perdida me sentía. Al mirar mis bocetos y comentarlos, Leon dijo: «Realmente no comprendes cómo funcionan las imágenes, ¿verdad?».

Era cierto. No comprendía la estructura de las imágenes. Ni siquiera sabía lo que significaba «la estructura pictórica». Pero ¿tal vez era algo que podía aprenderse?

Tomé un curso de pintura con Sava Morgan, una artista que había enseñado durante años en Nueva York. Leí libros sobre arte y sobre psicología del arte. Visité museos y galerías para observar cuadros y tratar de entender lo que me hacían sentir y cómo funcionaban. También fui a la clase de tercer grado de mi hija para realizar una actividad centrada en la creación de imágenes. Tenía la esperanza de aprender algo importante mientras enseñaba —como sucede a menudo—.

Al trabajar con los niños me di cuenta de que quería hacer imágenes con emociones claramente diferenciadas; al mismo tiempo, me interesaba mantener la sencillez. Decidí construir una ilustración de Caperucita Roja, ya que todo el mundo conoce el cuento; además, ya sabía que podía hacer un lobo temible a partir de unos pocos triángulos agudos. Para comenzar, tenía que hacer una imagen reconfortante que contrastara con el lobo feroz. Utilicé formas simples recortadas de cartulinas de cuatro colores: rojo, negro, morado pálido y blanco. Mientras los niños me iban indicando cómo hacer para que la ilustración fuera más temible,

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o más reconfortante, fuimos observando algo que ya sabíamos acerca de las imágenes y los sentimientos… aunque en ese momento todavía no lo habíamos definido claramente.

El proyecto no fue muy útil para los niños, quienes pensaron que recortar papeles era una actividad para los más pequeños. Ellos ya estaban en tercer grado y lo que les interesaba era aprender a hacer imágenes que parecieran verdaderas. Yo, sin embargo, sabía que estaba descubriendo algo importante. Me llevé a casa las tijeras y las cartulinas, y seguí recortando, organizando, mirando y reflexionando. Comencé a ver cómo ciertos elementos de las imágenes afectan nuestras emociones.

Pronto quise saber si otras personas podían aplicar a sus propias ilustraciones los principios que estaba descubriendo. Claramente, los chicos de ocho y nueve años entendían estos principios, aunque no mostraran mucho interés por esta mezcla de abstracción geométrica y expresión emocional. Decidí entonces trabajar con alumnos de doce a catorce años y con adultos.

Las ilustraciones de los jóvenes y los adultos me mostraron que todo el mundo podía aplicar algunos principios básicos para construir expresiones visuales potentes, para componer formas sobre la página capaces de transmitir una alta carga emocional.

Escribí mis ideas sobre lo que estaba sucediendo y le envié mi manuscrito a Rudolf Arnheim, un reconocido especialista en psicología del arte en los Estados Unidos y autor de libros que me habían sido particularmente útiles. Pronto recibí su respuesta; era una carta muy atenta en la que me decía que le gustaba el libro y que tendría algunas sugerencias, si no me oponía a que las anotara en los márgenes de las páginas. ¿Cómo iba a oponerme? Le pedí que, por favor, anotara todo lo que quisiera. Me devolvió el manuscrito con comentarios en casi todas las páginas: cada uno resultó ser esclarecedor o instructivo. Yo los incorporé todos.

A esas alturas ya sabía que había encontrado algo fundamental, sin saber exactamente lo que era. Al enviarle a Arnheim mi texto revisado, me permití preguntarle si me lo podía explicar. Él escribió:

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Lo que resulta original y llamativo en tu libro es que utiliza formas geométricas no como geometría —lo cual no sería una novedad—, ni como percepciones puras en el sentido de los libros de texto de psicología, sino como un modo de expresión dinámica. Describes un juego de fuerzas visuales en el que características como el tamaño, la dirección o el contraste contribuyen a representar de forma dramática acciones que son parte del comportamiento natural y humano. Es por esto por lo que tu relato tiene tanta vida en cada página. Le confieres a todas sus formas la fuerza de marionetas o de tallas de madera primitivas. Sin abandonar la abstracción, logras aprovechar sus poderes más elementales… Es así como le quitas al cuento de hadas todo lo que resulta decorativo y te quedas con las emociones más elementales. Al despojarlo de todo infantilismo, lo que permanece, y queda reforzado, es la acción humana básica. Cuando le quitas a Caperucita Roja sus florituras, dejas al desnudo las sensaciones que experimentamos cuando confiamos en la mirada directa y pura. El comentario fue muy emocionante para mí. A pesar de que yo aún no entendiera plenamente el significado de mi búsqueda, estas impresiones corroboraron aquello que venía sintiendo: que existe una conexión fundamental entre las emociones y la manera en que miramos las imágenes. Desde entonces he pensado largamente en la respuesta de Arnheim, y en lo que experimenté durante todo el proceso en el que los principios fueron apareciendo y el libro fue tomando forma. Para mí, este libro explora una sola pregunta:

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¿Cómo se ve afectada nuestra respuesta emocional por la estructura de una ilustración o de cualquier forma de arte visual?

Crear imágenes emocionantes

Vemos las formas en un contexto,

y nuestras reacciones ante ellas dependen, en gran medida, de ese contexto. Si esta fuera una de las imágenes de un cuento acerca del océano, podríamos indistintamente interpretar el triángulo rojo como la vela de un velero, una aleta de tiburón, una isla volcánica surgiendo del mar, una boya marítima roja o la proa de un barco que se hunde. Nos sentimos de manera muy diferente ante el triángulo si lo vemos como un velero o como una aleta de tiburón.

Antes de meditar sobre todo esto, decidí representar a Caperucita Roja como un pequeño triángulo rojo y me pregunté: «¿Siento algo por esta forma?». Aunque no es una forma con una carga emocional fuerte, me hacía sentir cosas que no sentía con otras formas.

No la puedo abrazar. ¿Por qué no? Porque tiene puntas. Me hace sentir estable. ¿Por qué? Porque tiene una base horizontal plana y ancha. Transmite una sensación de ecuanimidad y de equilibrio porque sus tres lados son iguales. Si el triángulo fuera más afilado, parecería más intimidante; si fuera más achatado, más inmóvil; y si fuera un triángulo irregular, más desequilibrado. ¿Y qué decir de su color? Decimos que el rojo es un color cálido, atrevido, vistoso. Me hace sentir peligro, vitalidad, pasión. ¿Cómo puede un color evocar un rango de emociones tan diversas e incluso contradictorias?

¿Qué es rojo? La sangre y el fuego. En efecto. Las sensaciones que me evoca el rojo están todas asociadas a estos dos elementos que son rojos desde que los humanos existen para poder verlos. Las emociones que produce el rojo, ¿podrían acaso ser una mezcla de lo que siento hacia la sangre y el fuego? Hasta ahora parece ser el caso.

Estas son, pues, las emociones que me produce un triángulo rojo de tamaño mediano: estabilidad, equilibrio, una cierta irritabilidad o vigilancia, además de calidez, fuerza, vitalidad, atrevimiento y, quizás también, una sensación de peligro. Ahora voy a ver, en el triángulo,

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a Caperucita Roja. La forma y el color se relacionan, evidentemente, con su ropa. Pero ¿puedo acaso aplicar aquello que siento por ella en su calidad de triángulo rojo en lo que siento por ella como persona? Pues sí: la figura sugiere un personaje alerta, cálido, fuerte, estable, equilibrado y vital que tal vez percibe algún peligro.

Si un triángulo rojo representa a Caperucita Roja, ¿cómo podría mostrar a su mamá?

Podría simplemente representar a la mamá como un triángulo rojo de mayor tamaño, como una versión más grande de Caperucita Roja.

Pero ¿qué sucede?

La mamá se convierte en el objeto más importante de la imagen y su presencia incluso arrolla a su hija. Caperucita Roja ya no aparece como protagonista. Y a pesar de que la forma sugiere una madre cálida, fuerte y vital, también se vuelve dominante; además, resultaría imposible abrazarla.

Entonces, ¿cómo hacer para que se vea menos dominante y se deje abrazar?

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Si mantengo su forma triangular y le redondeo las esquinas, se vuelve más suave. Sin embargo, sigue dominando la imagen. Al ser una masa de rojo más grande, le resta atención a Caperucita Roja, la protagonista.

¿Y cómo mantenerla grande (ya que las mamás son más grandes que sus niñas) y lograr al mismo tiempo darle a Caperucita Roja la prominencia dentro de la imagen?

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Si a la mamá la pongo de un color pálido, ella y su hija se vuelven más parejas en la imagen. Caperucita Roja se ve relativamente valiente, activa, y más interesante.

La mamá podría igualmente haber sido azul pálido o verde pálido, pero entonces su color no estaría relacionado con el de Caperucita Roja. Ya que el morado contiene algo de rojo, la mamá y la hija se relacionan, al menos un poco, también por el color. Se relacionarían aún más si hubiera hecho a la mamá rosada, pero quería limitar los colores a solo cuatro; y me parecía que rosado, rojo, negro y blanco era una combinación muy monótona.

¿Cómo me siento ahora ante la mamá?

Parece estable, aunque menos fuerte y cálida que antes, y siento que la puedo abrazar. Al mismo tiempo, sigue siendo maternal, y el énfasis de la imagen está puesto ahora sobre Caperucita Roja y no sobre la mamá. Ahora que Caperucita tiene el color más llamativo, es claramente la protagonista del cuento.

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«Impresionante e ingenioso».

—Noam Chomsky

«Reestructurado y rediseñado para una nueva generación de lectores , Imagínatelo sigue siendo un manual y una guía inigualables para todo aquel que desee hacer libros álbum o simplemente entender cómo funciona la narrativa visual».

—Leonard S. Marcus, historiador y crítico de LIJ

«Durante veinticinco años he tenido el privilegio de comprobar el éxito que tiene Imagínatelo ante públicos extremamente variados: desde clases de arte de secundaria hasta estudiantes de postgrado en el campo de la literatura infantil. Gracias a esta nueva edición, una nueva generación podrá aprovechar las exploraciones de Molly Bang, que culminan en una serie principios sumamente claros que permiten ver cómo funciona una imagen en un libro ilustrado».

—Lolly Robinson, directora creativa, The Horn Book Magazine

«Imagínatelo, de Molly Bang, es una deliciosa excursión por el paisaje de las imágenes que permite, además, comprender cómo estas funcionan. Todo estudiante de arte y diseño aprovechará sus nítidos ejemplos y su perspicaz análisis de las formas en la comunicación visual. Al mismo tiempo, disfrutará la elegante síntesis de los principios fundamentales que rigen las imágenes».

—Robert Brinkerhoff, jefe del departamento de ilustración, Rhode Island School of Design

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