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4. Conclusiones

La comunión entre los bautizados se expresa de distintas maneras en la vida de la Iglesia, a través de la jerarquía eclesial, las celebraciones litúrgicas, el servicio pastoral en los grupos y movimientos, la generosidad y preocupación por el prójimo en las campañas de solidaridad, la corresponsabilidad en el trabajo diario y en la intromisión política, por mencionar algunos. En ese sentido, el análisis de las respuestas a preguntas tan complejas y amplias que tienen que ver con este misterio de comunión en la vida de la Iglesia ha permitido descubrir la forma peculiar en que los laicos, religiosos y clero perciben la vida al interior de la comunidad universal. Al mismo tiempo, una categorización y sistematización de los resultados ha sido enriquecida con la perspectiva global que permite esbozar algunas propuestas ante dichas conclusiones. Los factores personales como los externos permiten construir la comunión al interior de la Iglesia; en ese sentido los medios de comunicación es una herramienta que debe aprovecharse. Asimismo, existe un desinterés, por parte de laicos y clero, por conformar el consejo de laicos, una instancia que permite constituir la comunión, así como propiciar la escucha y la representatividad. Las acciones y actitudes personales son elementos que facilitan o entorpecen la escucha y truncan caminos de comunión, mucho más que las acciones y actitudes grupales o pastorales. Esto significa que la escucha de la Iglesia debe ser activa e involucrada a un nivel más íntimo para construir puentes de comunión entre los individuos y hacia la comunidad. Del mismo modo, el acercamiento al otro tiene que inmiscuir al bautizado de una forma más entrañable, de modo que se actúe con empatía y preocupación por el otro. La comunidad fortalece de ese modo los lazos de unidad desde el Bautismo y la Eucaristía, como ejes centrales de fraternidad. La Iglesia está conformada por Laicos, Religiosos y Clero que caminan juntos en el peregrinaje terrenal; sin embargo, no todos consideran que esta senda sea recorrida en una unidad integral, sino en determinados ámbitos compartimentados (clero, laicos o religiosos/as). Así como hay necesidad de fortalecer y promocionar nuevos espacios para la participación, corresponsabilidad y el trabajo en equipo de todos los miembros de la Iglesia, es urgente también una conversión en la modalidad de esta participación, corresponsabilidad y trabajo en equipo. Una vez más, se hace necesario el convencimiento de “ser Iglesia”, de “estar en comunión”, de ser “corresponsable”, de que “somos misión”. Estos son los pilares de nuestra corresponsabilidad en función a la misión de anunciar a Jesucristo al mundo, con la palabra y las obras. Esta es nuestra identidad y vocación más profunda, a la que hemos sido llamados por el Señor. El resultado práctico, será un trabajo coordinado, conjunto, en equipo, colegial; de promoción de liderazgos, de delegación de responsabilidades según los carismas, capacidades y dones recibidos. En definitiva, un trabajo y caminar eclesial conjunto en comunión, participación y misión. La participación plena de los miembros de la Iglesia Particular requiere del principio y sentido democrático, es decir: respeto pensar, sentir y querer de la gente; escuchar, analizar, dialogar, discernir, decidir consensualmente, delegar responsabilidades y compromiso efectivo en la acción misionera de la Iglesia. Esto permitirá una efectiva participación desde las parroquias, en sus consejos parroquiales, grupos, movimientos, pastorales específicas. En vistas a una renovación, un nuevo despertar, un nuevo florecer de la Iglesia Particular, urge abrir, de una manera prioritaria, espacio de participación a las nuevas generaciones de niños, adolescentes y jóvenes; a los laicos, que son el inmenso potencial del presente y futuro de nuestra

Iglesia. Urge la apertura, la inclusión efectiva de los laicos en la dinámica y misión de la Iglesia. Urge la inclusión y protagonismo de las poblaciones vulnerables en la tarea misionera de la Iglesia: Niños, adolescentes, jóvenes trabajadores en situación de calle; mujeres en situación de marginación social; discapacitados, migrantes de las periferias; niños y ancianos abandonados en comunidades rurales, naciones y pueblos indígenas de nuestra Arquidiócesis, entre otros.

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