El encuentro

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PUROS CUENTOS Compendio cuentos, historias y leyendas... Unas ciertas y otras; ¡tampoco!

monos: y s o t x e T Grasso s o l r a C Juan


¡Comprobado! la ociosidad es la madre de todos los vicios y la necesidá más! Bienvenidos todos al club de los desquiacerados, gracias por hacerme compañía y de paso por echarle un ojo a este compendio de cuentos que voy a estar publicando por este medio. Para quienes no me conocen, que ha de ser la minoría de mis millones de lectores; soy Juan Carlos Grasso Espinosa, oriundo de Guadalajara, pero acaponetense o mejor dicho, acapuñeteño de corazón. Me he dedicado la mayor parte de mi vida a no hacer nada, no obstante, de vez en cuando e intentado “trabajar” de fotógrafo y diseñador gráfico, ambas profesiones que hoy se volvieron tan comunes en gente aun más común, al grado que cualquiera que se conecte a internet y con un tutorial de cuatro horas, ya es fotógrafo o diseñador. Entonces, ante esa “competencia”, decidí en esta última etapa de mi vida, dedicarme a escribir cuentos y a dibujar monos. Así que estas publicaciones de ahora en adelante serán mi fuente de ingresos... Aparte de su dedito pa´rriba, agradeceré su aportación con lo que sea su voluntá... les dejo una cuenta de Banco Azteca. Tepic, Nayarit / Marzo de 2021

Si les fuese más fácil por Oxxo, favor de poner lo siguiente: Juan Carlos Grasso Espinosa y mi número: 311 268 14 65 para luego enviarme vía Whatts foto del código.


El

Encuentro Año 1700 a.C.


Todo coincidía; el arroyo, la higuera medio chamuscada, el gran boquete en el risco que parecía hocico de chiguil... y ese resplandor de luz que provenía del fondo de aquella cueva como si una pira de leña ardiera ahí dentro.

- Mira, hermano la ardezón ahora está más fuerte!... - exclama asombrada la niña a su hermano mayor. - Sí, ya veo, alguien ha se estar asando garrobo para comer... - contesta el chamaco igualmente intrigado y añade; - Vamos hermana, no tengas miedo, vamos a entrar, vamos a ver más de cerca. - ¡No! recuerda que tenemos prohibido acercarnos y mucho más entrar, regresemos a la aldea ya se está haciendo tarde. - le contesta apurada la niña.


Estos niños; Wajiteé y Koch-Naí, hermanos entre sí, todos los días al pardear la tarde, iban a este sitio a observar la misteriosa cueva que según el viejo Tlachk les decía que era un lugar donde reposaban los restos de heroicos guerreros que murieron defendiendo a nuestra madre tierra de invasores. - “Esos valientes guerreros, llegaron a esta región desde el principio de los tiempos, cuando apenas se estaba formando todo lo que ahora está ya formado”. - Y advertía enfático: - “Es un lugar sagrado y nunca deberán entrar ahí, ¿oyeron niños? ¡nunca!” .- Sólo dimos abuelo sabio, ¿porqué brillan esas luces al fondo de la cueva, hay alguien ahí adentro? - pregunta el niño y el anciano responde con voz pausada: - “No, esas luces que se ven desde afuera, es el resplandor de los espíritus que alguna vez ocuparon los cuerpos que ahí yacen” - y frunciendo el ceño, añade: - Además, ahí adentro, justo en la entrada de esos boquetes, habitan unas feroces serpientes que vigilan celosamente los restos de sus antiguos amos... y no permiten que nadie ni siquiera se acerque... como ustedes que andan husmeando por los alrededores”.La advertencia del anciano era inútil, ya que los chamacos no faltaban ninguna tarde a ese misterioso sitio prohibido y más, después de ese macabro relato del viejo Tlachk la curiosidad de adentrarse en el lugar a comprobar ese dicho les hormigueaba la cabeza, pero ya cuando estaban frente al boquete les ganaba el miedo y salían despichados imaginándose que las iracundas serpientes venían tras de ellos...



Unos años después, cuando ya estaban más creciditos, en una ocasión los inquietos hermanos se armaron de valor y se aventuraron a meterse en la cueva, pero ni siquiera tuvieron que entrar en el boquete, ya que en la mera entrada, se encontraron con un macabro hallazgo; las luces que se veían desde afuera provenían de un montón de calaveras regadas entre las piedras seguramente eran los espíritus de los que abuelo le contaba. Y sí, ahí estaba también una enorme serpiente guardiana que les bufaba amenazante; era la que vigilaba que aquellos restos descansaran en paz . Los chamacos se acercaron lo más que pudieron, cogieron la calavera que tenían más a la mano y corrieron despavoridos a la aldea y no pararon de correr pensando que traían a la enojada serpiente detrás de ellos. En su loca carrera se iban preguntando; - ¿Qué hacemos con esta calaca hermano? - preguntaba angustiada la niña...¿Qué le vamos a decir a la gente? - y el chamaco le responde: - a la gente nada, iremos con el viejo y ya veremos como nos va.Al llegar a la aldea se toparon con la abuela Ná que estaba atareada sacando cauques del riachuelo. - ¡Abuela, abuela! ¿dónde está el viejo Tlachk? - Por allá anda cerca del estero grande...- les responde la vieja y sospechando que los chiquillos andaban en alguna vagancia, añade; - ¿Qué tráin, que es esa cosa que brilla?- pregunta la anciana malhumorada. - Nada abuela, no es nada, eeeh... ¡son copeches! responde apurada Koch-Naí. -


¿Copeches, a esta hora del día? dejen eso y vengan a ayudarme a sacar cauques - les reclamaba la anciana - vendremos luego abuela y haremos todo lo que tu nos digas - Cómo se te ocurre decirle que son copeches... reclama el niño a su hermana y ésta le responde: - Pues es que fue lo único que se me vino a la mente...- y sin dejar de correr no pararon hasta llegar al estero y divisan al anciano ahí sentado dándole de comer a su chachalaca... - Allí está - dice el chamaco - dile tu hermana, a ti te tiene más prudencia - ¡No, yo no le digo, dile tu! - exclama la niña... - ¡No¡ yo no, a mi me tiene tirria desde que le desplumé a su pajarraco ese - le responde Wajiteé, pero no hubo necesidad de que ninguno dijera nada, el viejo se percató de su presencia y se les acercó, les arrebató bruscamente la calaca brillante y enfadado les reclama; - ¡Profanaron la tumba, ahora aténganse a las consecuencias!


Mucho duró el encono del viejo Tlachk contra los chamacos y estos siempre con la incertidumbre de que “algo” iba a pasar a consecuencia de su atrevimiento, pero la vida continuaba en la comarca de manera normal y eso los tranquilizaba. Todos seguían con sus tareas fundamentales; cuidando a sus familias, enseñándoles las grandezas del cosmos, el signicado de las estrellas en el rmamento y el respeto que debían tener por la naturaleza. - La selva, el manglar y el mar nos regalan su alimento, sin ellos no podríamos existir...- les repetían una y otra vez los viejos a los nuevos, los grandes a los chicos, los padres a los hijos.

Y había un encargo que sobremanera resaltaban; el respeto a todas las especies de animales que habitan el pantano y especialmente a las serpientes, ya que de ellas provenían; ellos, según los viejos sabios eran una raza que había nacido de una gran serpiente que bajó de las estrellas... eran la raza de los Coaties.



Esta gente; los Coaties, según decían los antiguos, habían llegado desde lejanos connes del universo y algunos más sabios aseguraban que también hubo seres que provenían del mismísimo inframundo. En el transcurso de muchos siglos estos nuevos habitantes se dispersaron por todo el planeta, procrearon hijos, formaron tribus y fundaron pueblos enteros. Así, que aquí en estos lares de la tierra, donde la tierra era pródiga, en el manglar, en los esteros, en la selva y en el gran océano abundaba la comida, era un sitio repleto de bondades y aquí se asentaron para siempre.


Wajiteé ya siendo un joven adolescente, gustaba de subir a los montículos más altos de la planicie costera a contemplar la grandiosidad de la cadena montañosa que le parecía interminable, majestuosa e intrigante. - Esos cerros picudos deben ser los custodios de algo muy valioso que se ha de encontrar en esas montañas... - y volaba su imaginación pensando; - Ese grandote ha de ser el jefe de todos ellos, pronto iré a descubrir ese secreto.Además, había otro misterio que descubrir, algo que le habían inculcado los sabios de la aldea desde pequeño; era esa eterna lucha del astro rey y la diosa luna que a diario tenían que enfrentarse... uno, por salir todas las mañanas a irradiar sus candentes rayos y la otra, obstinada en no dejarlo. - Allá se ha de dar esa lucha, pronto iré a verlos pelear... - se repetía a si mismo el joven coatie cada vez que subía a admirar las montañas.


El infortunio hizo que ese acariciado sueño del joven indio casi se hiciera realidad.

En esa temporada de lluvias, el cielo se desfondó; llovió tanto y por tanto tiempo, que las aguas del gran océano se desbordaron sobre la tierra con tal furia que arrasaron con todo, provocando muerte y desolación, solamente sobrevivieron algunos que lograron treparse a los cerros cercanos y ahí permanecieron por meses hasta que la lluvia cesó, las mareas bajaron y los ríos retomaron sus cauces. Luego le siguieron otras calamidades aún más terribles; extrañas enfermedades que ni los poderes divinos de los hombres y mujeres más sabios y santos de toda la comarca podían curar. Ya nada fue igual en aquella región donde antes todo era abundancia, ahora la comida era escasa, en la selva no había que cazar, en el mar ya no había que pescar, los esteros eran un mazacote de lodo apestoso infestado de criaturas feroces con las que se tenía que luchar por un trozo de chiguil mordisqueado.



Para Wajiteé y Koch-Naí, la situación era aún peor, además de que habían perdido a sus padres y a muchos otros parientes y amigos, la gente de la aldea los culpaban a ellos por las desgracias acaecidas; decían que todo había sucedido como maldición por haber profanado aquellas cuevas sagradas.

- Hermana vamos a las montañas, allá nadie nos culpará de estas desgracias, además ya viste ahora que nos refugiamos de la creciente, que allá no falta comida. - le repetía a diario el joven a su hermana hasta que por n un día la chamaca accedió; - Está bien, iré contigo hermano, pero el abuelo no va a dejarnos ir - decía la chamaca y a lo que el joven respondía; - Le diremos que vamos a cazar y que traeremos comida para muchos meses. Un día se parapetaron frente al viejo y le dijeron de su partida, el anciano frunció el seño, refunfuñó quien sabe que cosa y se internó en la selva acompañado por su inseparable chachalaca y sus dos grandes matacuatas...


Esa actitud del anciano fue una rotunda negativa y por más que los hermanos le suplicaron, el viejo Tlachk no los escuchó y siguió metiéndose en el estero, hasta perderse entre los troncos retorcidos del manglar. - Te lo dije hermano, que el abuelo no iba a querer - dice la chamaca y Wajiteé responde cabizbajo: - Sí, tenías razón hermanita, ha de haber pensado que lo ibamos a abandonar para siempre.Esta vez tenían que obedecer, ya no eran unos niños traviesos que hacían lo que se les antojara, ahora, ya eran grandes y lo que dijera el anciano era la ley. Toda esa mañana los jóvenes hermanos se la pasaron lamentando lo sucedido, pensando que quizás al otro día el anciano les otorgaría el permiso. Al caer la tarde, Wajiteé se trepó al montículo desde donde veía las montañas de la sierra, pensando que al día siguiente el abuelo les daría permiso. Y ahí permaneció agazapado hasta que ya entrada la noche, se quedó profundamente dormido.


Una mañana muy tempranito, armados con sus picas de mangle negro y una hacha de pedernal, los jóvenes hermanos emprendieron su aventura hacia las montañas, atravesaron los manglares fangosos y después de caminar toda la noche, a eso de la madrugada, empezaron a subir los primeros cerros y entre más subían la serranía más intenso era el frío; esa sensación en sus cuerpos que desconocían y que casi los dejaba paralizados, pero el instinto de supervivencia hizo que pronto consiguieran una presa de grueso pelambre y abundante carne. Rápidamente el joven procedió a destazar al animal, mientras que Koch-Naí encendió una hoguera, asaron la carne para comer, medio curtieron el cuero y con eso abrigaron sus cuerpos y siguieron su caminata. - Con este animal tendremos comida para varios días y mira su piel es tan gruesa que nos cubrirá del frío y sus cuernos son más losos que mi hacha. - dice entusiasmado Wajiteé.


Cuando llegaban a la cima de algún cerro donde se apreciaba la vastedad de la serranía, el joven se hacía la ilusión de que ya debían de estar cercano el sitio buscado. - Allá están los picos que miraba desde la aldea, allá es el lugar al que tenemos que ir decía entusiasmado Wajitté a su hermana y ella poco convencida con tono irónico le respondía; - Eso dices cada que trepamos una montaña; “mira hermanita ya casi llegamos...” y cada vez estamos más lejos de esos mentados picos hermano y este frío que no termina...- Los chamacos habían llegado a la sierra en pleno invierno y el clima empeoraba cada día más. Por las noches, buscaban refugio en las cuevas, pero estas tenían tales formaciones que aparentaban rostros petricados y les causaban temor, así que preferían permanecer afuera de ellas, ahí, a la intemperie soportando el tremendo frío... -Esa roca tiene forma de calavera con su bocota abierta como si quisiera tragarnos - decía la chamaca temblando de frío y de miedo.


Cierta mañana, se percataron que habían pasado la noche al borde de un estanque y Wajiteé supone que éste prometía comida, peces, el alimento que había sido su dieta habitual durante años... Rápidamente se dispuso a sumergirse en aquel estanque y con la habilidad que lo caracterizaba, se sambutió hasta el fondo y al estar pinchando un enorme pez ve con asombro que en lo más profundo había una extraña piedra que emitía una resplandeciente luz, entonces emergió a la supercie, tomó una gran bocanada de aire y se volvió a sumergir con el propósito de sacarla... usó todas sus fuerzas, pero fue inútil, la extraña piedra era muy pesada, pareciera que ésta se aferraba cada vez más al fondo, como si se estuviera resistiendo a ser desenterrada.

Volvió a intentarlo una y otra vez pero era inútil la roca luminosa ni se movía. En eso llegó Koch-Naí que intrigada por la luz que salía del estanque preguntó: - ¿Qué es esa luz que sale del agua hermano? - y el chamaco sólo acató en responder: - Es una piedra luminosa que está enterrada en el fondo y no puedo desprender...-


Wajiteé recuerda algo que pasó en la aldea cuando eran niños: - Una vez T´a-ju y su hijo dijeron que en un lodazal del manglar habían encontrado una piedra muy extraña que brillaba y que a su alrededor la yerba estaba chamuscada y un montón de chiguiles muertos - y agrega; - nos contaban que muchos fueron al estero pero no había nada... T´a -ju y su hijo no siempre decían verdades; una vez dijeron que en la orilla de la playa se habían topado con una mujer con cola de pescado.

- Entonces lo de la piedra de luz si fue cierto hermano, tu acabas de ver una... - le interrumpe Koch-Naí. - No sé, - le contesta el joven y agrega... - El cuento de la piedra puede que si y lo de la mujer-pez ya estoy creyendo que no fue pura mentira. - Pero eso ya pasó como haya pasado, vamos hermana a ver si entre los dos podemos arrancarla y veamos de que se trata esta rareza, agarra mucho aire porque nos vamos a tardar adentro y estate pendiente de los peces que nadan en el fondo, son raros y parecen agresivos.-



Cuando estaban a punto de sumergirse en el estanque, los chamacos se quedan paralizados de miedo al ver que la extraña roca, surge por sí sola a la supercie y en poco tiempo ésta se va convirtiendo en una gura humana... la gura de una bella mujer, coronada con un tocado labrado en piedra, nos y relucientes collares, armada con un mazo resplandeciente y portando en su brazo derecho un escudo y para su mayor asombro, aquella aparición; ¡hablaba! y les dice: - No teman niños, soy la guardiana de la diosa Maklité, la reina soberana de estos connes de las montañas.Los chamacos estaban petricados del susto y sólo Koch-Naí con la garganta hecha nudo alcanza a balbucear: - So...mos coaties y veni...mos en... búsqueda de...La misteriosa mujer la interrumpe y exclama; - ¡sabemos quienes son y a lo que han venido! y añade algo que confunde aun más a los hermanos que para entonces no podían mover ni los parpados del miedo. - Los hemos estado observando desde hace mucho tiempo, sabemos que su tribu y muchas otras sufrieron una gran catástrofe, fueron víctimas de unos seres malignos que vinieron a sembrar terror y muerte en todo este planeta. Eso calma un poco a los asustados hermanos y Wajiteé le pregunta; - ¿entonces no fuimos nosotros los que causamos esa gran tragedia en nuestras tribus cuando de niños profanamos aquella cueva sagrada? - y la mujer responde categórica: - ¡No!, fueron ellos, que vinieron de estrellas muy lejanas a conquistar este mundo y someter a todos a sus perversos caprichos como lo han hecho en otros planetas. -


Sin lograr salir de su asombro, los jóvenes preguntan casi al unísono: - ¿Y ya se fueron esos malvados, señora guardiana?- a lo que la mujer responde; - Sí, nuestro ejército los derrotó y los hicieron huir, pero sin embargo desde sus alejados connes han estado mandando conjuros que han traído grandes calamidades a este planeta y eso no lo hemos podido evitar...- y agrega algo que dejó a los muchachos todavía más confundidos; - Ustedes, son los elegidos para que esas calamidades paren para siempre. Pe...ro có...mo, noso...tros señora? nosotros no tenemos armas ni poderes mágicos... exclama sorprendido Wajiteé. - Vayan con la diosa Maklité, ella les dirá que hacer...- contesta la misteriosa mujer y les hace una recomendación: - atraviesen ese bosque quemado con mucho cuidado y en silencio para que no despierten a los árboles carnívoros, luego entrarán a unas cañadas, ahí otros guardianes les dirán como seguir. Y por si no terminaran los sobresaltos, la mujer vuelve a estado pétreo y se desvanece de nuevo en las aguas del manantial.


No esperan más y salen corriendo hacia el sitio indicado y cuando entran al bosque Koch-Naí exclama asustada; - ¡Hermano, esos árboles nos van a comer! y el joven le contesta; - ¿Cuando has visto que los árboles coman gente hermanita?... - ¿Y cuándo habíamos visto que una roca se convirtiera en mujer hermanito? - revira la chamaca en tono irónico... y el joven sólo acata responder susurrando; - ssssh calla no los vayas a despertar con tus gritos, vamos, ¿ves aquella claridad allá al fondo? ahí ha de ser la cañada. Se arman de valor y paso a paso procurando no pisar los palos secos y aguantando hasta la respiración, se internan en el misterioso bosque... sólo se escuchaban los látidos de sus corazones que casi también les daban ganas de callar y así, en un poco tiempo, que a ellos se les hizo una eternidad, atravesaron aquella siniestra maraña de ramas chamuscadas.



En cuanto salieron del bosque, dos gigantescos riscos se empezaron a desmoronar para luego convertirse en los guardianes que la guardiana les había dicho y sin mediar palabra, uno de ellos les indica: - Sigan esta cañada hasta encontrar una laguna y ahí podrán ver la entrada a los aposentos de nuestra reina Maklité.De inmediato, a Wajiteé se le vino a la mente aquella ilusión de los grandes riscos que veía desde los lomillos de la selva; que eran guardianes que seguramente custodiaban algún gran tesoro o un gran secreto. - Era verdad lo que te contaba hermana, los riscos eran guardianes. - le dice el joven su hermana y la chamaca lo interrumpe; - pues si hermano pero nunca me dijiste que se iban a convertir en esos gigantescos seres que hablaran y que pensaran.Siguen caminando entre aquellas grandes rocosidades hasta toparse con una aplacible laguna que prometía ser un lugar ideal para descansar sus cuerpos y poner en orden sus enredados pensamientos. Y como siempre, Koch-Naí sin mucho pensarlo se avienta a las sulfurosas aguas... - ¡Espera hermana atrabancada, esas aguas están muy calientes te vas a cocer! - le grita preocupado Wajiteé a su hermana y la chamaca le contesta; - no te preocupes, no están hirviendo...


Ahí pasaron un largo rato, chapoteando y jugueteando en aquellas aguas sulfurosas, después comieron unos pedazos de carne seca que traían consigo y se dispusieron a pasar ahí el resto del día para descansar de tanto ajetreo y seguir la mañana siguiente a cumplir con la tarea de encontrar la morada de diosa Maklité. Habían alcanzado tales alturas de la serranía que con tan sólo trepar un pequeño montículo, en el lejano horizonte se podía ver con cierta claridad el mar y con algo de imaginación, suponían ver las humaredas de su aldea. - ¿Alcanzas a ver el humo de la aldea hermano? decía Koch-Naí emocionada por la supuesta visión. - ¡Si!- exclama el joven y en tono burlesco dice: ¡y mirá! allá está el inútil de Telkj, tu eterno enamorado sacando ostiones para tragárselos, que es lo único que sabe hacer bien, seguramente ha de estar pensando en tí. - No, eso no lo veo, pero lo que si alcanzo a oler, son las almejas guizadas de Na´ que te retacas con todo y las conchas- revira la chamaca muerta de risa.


Al caer la noche, se acurrucaron el uno con el otro, hicieron una fogata que les protegiera del frío, pero sobre todo de las eras que toda la noche merodearon amenazantes y así siguieron recordando inolvidables momentos que habían vivido juntos desde que eran niños; entristecieron al recodar a sus padres fallecidos en aquel desastre, a tantos familiares y amigos que también habían perdido, pero los reconfortaba el saber que todos ellos que ya no estaban en este mundo, estarían felices en el más allá, cuidando de todos los que habían quedado en el más acá. Así pasaron las horas hasta que el sueño y el cansancio los venció y se quedaron dormidos; por lo menos Wajiteé, ya que la muchacha no pegó el ojo en toda la noche temerosa de las bestias que los asecharon hasta la entrada la madrugada.

Al día siguiente, en cuanto despuntó el alba, Wajiteé partió a cazar alguna presa y regresó con un gran puerco salvaje que les proporcionaría carne fresca y más abrigo para mitigar aquel tremendo frío.


- Vamos hermana, el sitio ese no está tan cerca como nos dijeron, tenemos que seguir. Y siguieron su caminata, trepando cerros, cruzando arroyos de heladas aguas y atravesando interminables valles, hasta que al n; al llegar a la cima de un escarpado risco encontraron una gran cueva que seguro era el sitio buscado. - ¡Ésta ha de ser la cueva donde vive Maklité! - exclama gustoso el joven y ordena a su hermana que permanezca junto a él... - No te separes de mi hermana y ten lista tu pica por si alguna bestia habita ahí dentro y nos ataca.- a lo que la chamaca responde en voz baja; -Tengo un mal presentimiento hermano, siento como si trajera hormigas tombochas en la barriga, ¿y si nos engañaron y ahí adentro nos...?- el joven la interrumpe y para tranquilizarla le dice; - Si ellos quisieran hacernos mal, ya lo hubieran hecho, además la mujer-piedra nos dijo que nada malo nos iba a pasar... - y agrega; - pero de todos modos entremos con cuidado. -



De repente, como surgido de la nada aparece otando en el aire un medallón resplandeciente que con una voz de trueno les ordena enérgicamente; - ¡Esperen aquí indios coatis, avisaré a la reina Maklité que ya han llegado!Los hermanos se quedan estupefactos y sólo acatan en preguntarse una a otro; - ¿Qué fue eso?- Koch-Naí susurra al oído de Wajité; - Ya nos estaban esperando hermano, pero, ¿cómo supieron que veníamos? Luego, desde adentro, retumba la misma voz que dice: - Pueden pasar, sigan los túneles hasta llegar al fondo de ellos, ahí está la reina Maklité, dense prisa no la hagan esperar.Sin más, los chamacos se adentran en los vericuetos de los túneles y al nal de uno de ellos, ahí estaba Maklité la soberana reina de estas tierras, postrada en su majestuoso trono y custodiada por sus eros guerreros, rodeada por calderos hirvientes que producían un humo tan denso que apenas dejaba respirar.


- Han venido desde muy lejos niños, hijos de la gran serpiente... exclama la reina y pregunta; - ¿han traído algún tributo para mí?Se quedan por un momento sin saber que responder, pero KochNaí con su natural arrebato de siempre, reacciona y se desprende el collar que traía consigo; un ensarte de conchas de ostión, almejas y caracoles y dice; - Mira reina este collar lo traigo conmigo desde que era niña, es un collar mágico, si lo frotas diario por las mañanas, podrás alcanzar la vida eterna. Wajiteé desconcertado por la descabellada aseveración de su hermana, voltea a verla como diciendo; - ¿De dónde sacaste tal mentira, cómo se te ocurrió decir tal cosa...?Al tomar el supuesto collar mágico, la reina se queda maravillada y exclama; - ¡Lo guardaré como el más preciado de mis tesoros! y en agradecimiento, les voy a conferir el poder de Garj; el sabio que podía volar como las aves, úsenlo cuando algo o alguien pretenda obstaculizar su camino.En eso, la fascinación de aquel momento de intercambio de regalos mágicos es interrumpido por el medallón luminoso que aparece otra vez como de la nada y con su voz retumbante exclama: - Mi señora, es el momento de decirles a estos coaties que tienen que deshacer los conjuros malignos que amenazan con destruir este planeta... - y agrega categórico; - ¡Tienen que partir de inmediato antes de que sea demasiado tarde!. - entonces Maklité, baja de su trono y con voz pausada les pide que se acerquen.



- Escuchen con atención, el malecio que está a punto de desencadenarse en este mundo es tan grande que nosotros ya no podemos hacer nada para impedirlo, la lucha contra esos seres malévolos fue tan violenta y prolongada que nos dejó devastados, así que ahora les toca a ustedes, los coaties evitar que ocurran más desastres. Los chamacos sin quitarle el ojo al pajarraco que estaba encaramado encima del trono de la reina y casi al unísono exclaman; - Pero señora, nosotros no somos guerreros ¿cómo vamos a...? - Maklité los interrumpe y les dice algo que los perplejos; - Vayan a su tierra y hablen con el viejo Tlachk, él les dirá qué tienen que hacer para impedir el n de su mundo. - ¿El abuelo Tlachk es uno de ustedes?- Apacible, la reina responde: - Sí, Tlachk y muchos otros sabios, mujeres y hombres han convivido con ustedes los humanos desde el principio de los tiempos. Entonces, los chamacos pensaron que todo lo que decía el anciano ¡era verdad! que él estaba en este mundo cuando apenas se estaba creando y que había descendido del rmamento montado en una gran serpiente de fuego, también ¡era cierto! Koch-Naí, preocupada por tener que enfrentarse con el anciano al que habían desobedecido, le dice a la reina; - Señora, el abuelo va a estar renuente con nosotros por habernos escapado de la aldea sin su permiso. - No teman niños, el viejo sabio no les hará ningún reclamo, vayan y preséntense ante el, él ya sabe todo lo que ha pasado aquí y les dirá que hacer. !Vayan, corran y si es necesario usen la magia de Garj.. ¡vuelen!.-


No esperan más y con más preguntas que respuestas, salen de la cueva y bajan casi volando los altos riscos, cruzan el siniestro bosque que ahora relucía un radiante verdor y al llegar al manantial donde habían encontrado a la mujer-piedra, de pronto, del fondo de las aguas de esa gran laguna, vuelve a surgir la guardiana que gustosa exclama; - Veo que ya van decididos a cumplir con la misión que les encomendó mi soberana reina, vayan, corran lo más rápido que puedan y no se detengan por nada, ni siquiera a comer o dormir; queda poco tiempo. -

- Así lo haremos señora guardiana iremos de prisa, además la reina nos dio el poder de volar sobre cualquier obstáculo que nos cierre el camino. - responde Wajiteé con determinación. Los chamacos prosiguen su vertiginosa carrera montañas abajo y así, sin descanso, sin comer ni dormir una sola noche, en muy poco tiempo llegan a la costa.


En las cercanías de la aldea, la selva lucía aún más devastada que cuando se habían ido; ahora además de los manglares destrozados y fangosos que había dejado aquella terrible inundación, se percibía un penetrante hedor a carne descompuesta y del lodo burbujeante surgían inesperadamente gigantescos borbotones de vapor hirviendo. - ¿Qué pasó aquí hermano? - exclama Koch-Naí desconcertada por lo que veía y Wajiteé igualmente espantado le contesta; - Llegamos tarde hermana, la maldición ya se cumplió. Al llegar donde estaba el caserío quedaron aún más horrorizados; todo estaba destruido, quemado, no quedaba ni una choza en pié y ahí entre las cenizas de los carrizos chamuscados, estaba Telj sosteniendo entre sus brazos el cuerpo inerte del anciano Tlachk y gritando desaforado: - ¡Miren la desgracia que causaron por haber profanado aquellas tumbas sagradas! -


- ¡Despierta hermanito despierta! ya todos se fueron con el abuelo al encuentro de una gran bola de fuego que bajó del rmamento, dicen que es la gran serpiente de luz que regresó a traernos las bondades de antes.- El joven, adormilado le responde; - Vamos hermana, vamos al encuentro...¡iremos volando!Koch-Naí no sabe que responder y piensa para si; - Seguramente anda dormido todavía...- En ese momento ve que Wajiteé se dispone a saltar desde aquel montículo hacia la playa y apurada le grita: - ¿Hermano qué haces? no vayas a saltar ese peñón es muy alto te vas a... - No termina de decir cuando el joven pegó el brinco al vacío y en el aire alcanzó a decir: - ¡No te apures hermanita tengo el poder de volar!Los ritos fúnebres de Wajiteé; el joven soñador, duraron todo ese invierno y ya para cuando llegó la primavera la vida silvestre; vegetal y animal en toda la región era de nuevo orida y abundante...

FIN


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