La muñeca del arroyo

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PUROS CUENTOS Compendio cuentos, historias y leyendas... Unas ciertas y otras; ¡tampoco!

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monos: y s o t x Te Grasso s o l r a C Juan


Aquí les tengo otro cuentillo, pa que se entretengan... Quiero platicarles que este bodrio lo escribí hace unos años cuando a mi nieta Careli le pidieron en su escuelita que escribiera alguna “historia de miedo” con motivo del mentado “Jaloguin” para que luego lo leyera ante toda la chiquillada. La inocente niña, le pidió a su aguelo, o sea a mi, que le escribiera algo con ese tema y lo hice... pero ¡error! ya que cuando lo leyó para ver de que se trataba, le dio tanto miedo que no pudo dormir todo ese fin de semana... nunca consideré que mi hijo, su esposa Elia y la pequeña Careli vivían en Jalcocotán y su casa prácticamente estaba a la orilla de un arroyo que en tiempos de aguas crecía de tal manera que llegó a causar algunas desgracias... Ya no supe qué leyó mi nieta ese lunes ante los demás niños, seguramente mi nuera le ayudó a escribir algo más propio para una niña de sólo cinco años. Recientemente, como ya les he dicho, ahora que estoy en esta nueva forma de “entretenerme”, encontré el escrito aquel, le hice algunos cambios al texto, unos dibujillos y aquí se los pongo... Aparte de su dedito pa´rriba, agradeceré su aportación con lo que sea su voluntá... les dejo una cuenta de Banco Azteca. Tepic, Nayarit / Abril de 2021

Si les fuese más fácil por Oxxo, favor de poner lo siguiente: Juan Carlos Grasso Espinosa y mi número: 311 268 14 65 para luego enviarme vía Whatts foto del código.


La del arroyo


Les voy a contar una historia que me contaron hace poco, pero que conste, así como me la contaron, se las cuento yo. Todo aconteció en un ranchito del que no me acuerdo su nombre, donde vivía una niña que tampoco me puedo acordar cómo se llamaba, pero de lo que sí me acuerdo que me contaron fue que sus padres eran coras, muy chambiadores; el señor acarreaba leña, hacía faenas en el campo, la doñita torteaba y de vez en cuando hacía tamales de gallina. La niña salía a las calles del ranchito a hacer mandados, la gente a veces sin necesitarlo, nomás por ayudarla o por joder, le hacían encargos; - A ver niña corita, ve por la chiva que desde ayer agarró monte pa´llá pa la parcela de Simón - Y allá iba la chiquilla por la chiva... Que hazme esto, que traeme aquello... y la gente la graticaba con un veinte y hasta con un tostón; luego no faltaba quién le regalara alguna prenda que ya no le entallaba a su dueña. - Ira chiquilla, ten este vestido que me trajieron del otro lado, está casi nuevo, dile a tu mama que lo use o que lo venda, es bien nísimo.-


En una ocasión, pasó por el ranchito una caravana de gitanos vendiendo y comprando cuanta cosa usada o por usar, entonces la niña con las monedas que juntaba, se compró una muñeca de trapo, hilachenta y desteñida. -Esta muñeca de trapos perteneció a mujer sabia, yo la he conservado por muchísimos años, cuídala mucho mozuela, te va a dar la buena fortuna, sólo tendrás que pagarme tres pesos por ella .- le dijo la gitana y maliciosamente agregó; - Pero te la puedo regalar a ti, si tú quisieras venirte con nosotros a recorrer el mundo, serías como nuestra hija y jugarías con tu muñeca todos el tiempo que tu...La niña no quiso oír más de perversa propuesta de la mujer, le arrebató la monita, le aventó los tres pesos al regazo de su ampona falda y se echó a correr feliz con su muñequita de trapo. Desde ese día, la muñeca y la niña eran inseparables, a todos lados la traía cargada, jugaba con ella, la bañaba, la peinada y llegada la hora de ir a dormir, le cantaba: Macochi pitentzin Manocoxteca pitelontzin Macochi cochi noxocoyotl... La muñeca era su adoración, ya no era nomás el apego que cualquier niña o niño le tienen a su juguete predilecto, este “amor” ya se estaba poniendo raro, al grado que la niña no comía ni dormía hasta que su monita lo hiciera primero... ya no hacía mandados ni quehaceres domésticos, era puro estar nomás pendiente de su muñequita.


- A ver a ver mi muñequita, abra su boquita...- ¡Niña no estés desperdiciando la comida eso es pecado! - le reclamaba su madre cuando sorprendía a la pequeña “dándole” de comer a su muñeca, y la niña contestaba; - Ama no la estoy desperdiciando, “Agripina”... - Así llamaba a la muñeca, que era el nombre de su abuela recién fallecida... - tiene muncha hambre, ¿luego no la oye chillar? pero írela ya nomás comiendo se calla.- decía la pequeña muy convencida de que su monita se comía todo lo que ella le daba en su boquita... En su boquita cerrada, cocida con estambre del 5.

En el rancho ya se comentaba de esa extraña relación entre la niña y su muñeca y se les oía decir; - ¿Oye comadre Tomasa ya supites que la mona de trapo de la niña corita, come diá deveras y que hasta surra y se hace chí? -


La Tomasa contestaba; - Pos si pué y pior se la cuento comadre, y que diosito me perdone pero chingo a mi madre si no oyí sus berridos anochi. - ¡Ay los Dulces Nombres comadre! - exclamaba la otra - esto ya es cosa del chamuco hay que rezarle a San Martincito de Porres ...-

Era un llevadero y traidero de dimes y diretes no nada más en el ranchito ese, sino que el chismorreo ya había cundido en toda la región; bueno, por lo menos por este rumbo; Piedra Ancha, El Tigre, Bonita y El Alacrán que es onde yo radico actualmente. - ¿Ya supo don Chayo de la mentada mona esa que dizque está embrujada? - comentaba intrigada la Felícitas al tendero de uno de esos pueblos, a lo que el buen hombre respondía: - No mi reinita no se nada, ¿pero porqué no vienes a mi tienda pa me cuentes con más calmita? Felícitas se sonrojaba todita y se iba jondiada pa su casa.



- Ira Gulmaro, ái tá la corita con su muñeca quesque dicen que llora cuando tiene hambre... - comenta con admiración Altagracia a su marido con quien andaba de paso, comprando ieles de borrego con guáramas enmieladas, un remedio disque bueno que pal diabetes. - Pos será el sereno mujer, pero jálale porque se nos va ir la corrida. - respondía Gulmaro un tanto enfadado, no obstante, él ya sabía de oídas de la mentada muñequita de trapo esa, hasta le habían dicho que caminaba por sí sola, pero en ese momento no quiso seguirle el argüende a su mujer, pero pos ya sabe usté como semos por acá, nomás llegó el Gulmaro a su rancho y se soltó echándoselas... - En la mañana fui con mi vieja a comprar guámaras a ese ranchito onde anda la corita con su muñeca de trapo y, por ésta compadre, que yo mismito oyí los berridos de la mona esa. - Les decía Gulmaro Ramírez a los parroquianos que se espantaban el calorón con unas “heladas” en la cantina de don Picho y como el tal Gulmaro, siempre sellaba sus dichos con la sagrada señal, pos ni quien lo dudara. - No pos´tá canijo, pero que ni se le ocurra venirse pa´ca, porque yo si le sorrajo un plomazo en la mera panza de trapo... - amenazaba el “Barrigón”, al tiempo que se llevaba la mano por detrás de la cintura como queriendo sacar su “mazorquera” calibre cuarenta. - Éitale pinche Barrigón, deja ese erro no se te vaya a ir un tiro como la vez que le abujeriates la pata a mi primo Chente. - Ta gueno pué - decía el Barrigón, se volvía a sentar, alzaba su cerveza y exclamaba gustoso; - Pero por lo pronto; que´sto y que´lotro ¡salú! - al instante todos repetían eufóricos; - ¡salú!- y le seguían batiendo al cubilete, “chupando vidrio” y contando “charras” hasta que la mujer de alguno de ellos hacía su aparición en el turugio, entonces ahí terminaba la esta y cada quien ganaba despichadito pa´su cantón.


Un día de esos, la niña y su inseparable muñeca fueron a un remanso del arroyo que pasaba a un ladito del rancho, luego de bañarla y peinarla como lo hacía a diario, se puso a jugar con ella. Estaba tan contenta que no se jo al pisar una piedra lamosa y resbaló. Por merito cae al arroyo si no es porque se alcanzó a pepenar de la rama de un sauce llorón. Segurito que la corriente la arrastraría, esa mañana el arroyo estaba como muy inquieto...

La chiquilla evitó el chapuzón pero lo malo fue que en la pirueta soltó a su muñequita y ésta sí fue a dar al agua y pa´pronto la corriente se la llevó. Ya se han de imaginar la desesperación de la corita al ver que la corriente del arroyo se llevaba a su muñeca, empezó a gritar como loquita... -¡Mi muñeca, mi muñeca, se cayó mi muñeca al arroyo y se la está llevando la corriente, se va´hogar, se va´hogar!-



Eran tan fuertes los gritos de la niña que en poco tiempo se juntó un montón de gente todos alarmados por aquella escandalera de gritos. ¿Que te pasa niña, porqué gritas tanto?- Le preguntaba la gente y ella desesperada les decía que su muñeca se le había caído al arroyo, que se iba a ahogar y envuelta en llanto suplicaba: -¡sálvenla, salven a mi muñeca, se va hogar, se va hogar! - A lo que todos le decían; - No niña las muñecas no se hogan, no tienen vida, mira, te daré dinero para que compres otra.- y la niña arremetía a manotazos contra la persona que le hacía semejante ofrecimiento y volvía a gritar; - ¡No, no, yo no quiero otra muñeca quiero mi muñeca, quiero mi muñeca Agripina!Así pasó toda la mañana y toda la tarde, hasta que llegó su mamá que a duras penas la consoló y se la llevó pa´ su casa. Esa noche la niña no pudo dormir, se la pasó en vela, chille y chille, culpándose por haber soltado a su muñeca y se recriminaba: - Mejor me haiga ido yo al arroyo... mejor me haiga hogado yo!- Al oír su madre semejantes barbaridades, le propinó tremenda tunda y la niña adolorida por los riatazos, al n se quedó dormida. A eso de la madrugada, la campana de la capillita empezó a repicar, unos toquidos que alertaban de tal o cual peligro; los repiques de tres en tres, alertaban de la quemazón en algún sembradío, de algún animal que se había extraviado o que se habían robado las limosnas... ¡Ah! pero el repiqueteo continuo como lo eran en esta ocasión, signicaba que el arroyo venía encabritado y como ya toda la gente del ranchito sabía que hacer cuando eso pasaba, salieron de sus casas y se subieron a un cerrito cercano para estar a salvo cuando se viniera la crecida, que esta vez parecía que iba a ser de aquellotas...


Y así meramente sucedió; esa madrugada el arroyo venía bajando de la sierra enfurecido como nunca de los nuncas, venía bufando como cuando pasa el tren por el túnel de Cerro Chico, nadie ni los viejos más antiguos del ranchito recordaban una creciente de tal magnitud, con tantísima agua como esta vez, al grado que por poquito les llega hasta el cerrito onde estaban trepados; eso nunca lo habían visto y estaban rete asustados. El cura Toño que también ái estaba resguardado, iba por las tardes a echar agua bendita y ponía una crucecita en el nivel más reciente del agua, según eso pa que San Cristóbal, parara la creciente.

Y pa´no hacer más largo el cuento, aquella furiosa corriente en un santiamén arrasó con todo, se llevó puercos, gallinas, guajolotes y cuanto animal encontró a su paso, hasta el burro enquelitado de don Julián y una vaca recién parida que también arrastró con todo cría, arremangó hasta con casas de adobe, de sillar, de gruesos troncos de madera parota, contimás con las de palma y las trojes de carrizos, nomás quedó medio parada la capillita que estaba hecha de material gracias a que el padre Toño recientemente se las había arreglado con el Comisariado pa que le “donara” unos ladrillitos, unas varillitas y un cementito.


Como a los cuatro días que bajaron las aguas y el arroyo volvió manso a su cause, regresaron para ver el daño que había causado la crecida, todo era un desastre... como leí en un libro ancina de gordo que nos enseñaron en la doctrina; “No quedará piedra sobre piedra”... bueno, pos aquí no quedó palo sobre palo. Nomás se oía la pura lloradera y no era para menos, mucha gente se había quedado sin nada, sólo algunos tuvieron la suerte de que sus pertenencias fueran arrejoladas por la corriente en algún recodo del arroyo y así pudieron rescatar algo. Pos en eso andaban cuando una mujer empezó a gritar: ¡Jué la muñeca de esa niña mugrienta la que causó esta desgracia! que casualidá que esa mañana el arroyo estaba sosiego y no más cayó al agua la chira de muñeca y en la noche se vino el aguadal, iren, todo se lo ha llevado el móndrigo arroyo ya no tenemos nada - y con más coraje agregaba; - ¡Que se vaya del rancho no la queremos ha de estar embrujada! - y otra mujer añadía con encono: ¡Y sus padres también que se vayan, esos coras son maloras y re buenos pa hacerle a eso de la brujería que se vayan! - Sí que se vayan - gritaban todos.


Entonces agarraron palos, piedras y hasta un chispon de sal amenazando a la niña y su familia hasta que los obligaron a irse del ranchito. No los dejaron llevarse nada de las pocas cosas que les habían quedado, así, con lo que traíban puesto, tuvieron que huir de la turba pa´ no ser linchados. Por cierto, el padre Toño, cuando empezó ese relajo, se esfumó; dijo que iba a ir a hablar con el gobernador del estado, según eso pa´ pedirle ayuda. Ya que se calmó el enojo de la gente todos empezaron a tratar de reconstruir sus casas, a rescatar alguno que otro animal que había quedado vivo, alguna gallina culeca muerta del susto para hacerla caldo. Otros, se afanaron en recoger sus cosas que andaban por ahí regadas; garras, tilichis y cuanta cosa, todo hallazgo por más insignicante que pareciera era motivo de júbilo... - ¡Les digo que allá, del otro lado del guamuchil...! ¡Ah que par de viejas enteleridas! ¿luego no miran o qué ? ¡ Ah, chingao ! - Indicaba Nabor a su mujer y a su suegra pa´ que recogieran la olla de peltre onde ponían a coser los frijoles y la doñita respingaba enojada; - Entelerida su aguela cabrón, médigo guevón, nomás ái´ta ordenando muy comodino chupando vino y una acá chingándole en el lodazal jediondo este, méndigo borrachales..-


Y así se la pasaron hasta que vencidos por el cansancio todos se fueron a dormir debajo del tejaban de la capillita que había quedado en pie. Por la madrugada, el arroyo empezó a bufar otra vez, todos se despertaron asustados pensando que venía otra creciente y cuando se preparan para treparse de nuevo al cerrito pa´ ponerse a salvo, se escucharon unos desgarradores gritos de una niña que decía: - ¡Por favor sálvenme, me estoy hogando, me estoy hogando! - Es la voz de la niña corita decían todos... - Ha de haber regresado a recuperar su muñequita, pobrecita que alguien vaya a salvarla. Entonces el “Rulas” un muchacho que estaba manquito de su brazo izquierdo, que disque se lo había mochado el tren cuando iba de trampa pa´ Tijuana, se aprontó pa´ ir al rescate pero en cuanto llegó al arroyo, miró sorprendido que estaba en calma, sosegado, que no amenazaba con crecer, no bufaba, sólo se escuchaba el croar de los sapos y el remanso del agua chapoloteando en las piedras bolonguitas de la orilla. En eso, otra vez los gritos de la niña... - ¡Sálvenme, me hogo!- retumbaba la voz por todo lados. - On´tas niña? no te veo - gritaba el “Rulas” que no hallaba de onde venían los gritos ¿On´tas chiquilla? ¡no me estés vacilando! - gritaba el mochito que ya le estaba entrando el cus cus... y chico va siendo susto que se llevó cuando descubrió que los gritos no venían de la niña corita, sino de la muñeca de trapo que estaba ahí sentadita en la otra orilla del arroyo. Y con todo y su fama de muy bragado y entrón pa los pleitos, el muchacho manco se mió en los pantalones del puro susto y corrió desesperado donde estaban los demás a contarles de la macabra visión.



Al oír el macabro relato, todos se quedaron tiesos de miedo sin saber que decir ni que hacer sólo se les ocurrió ponerse a rezar el rosario, Las Magnícas, la Novena de San Cristóbal y cuanta plegaria se les venía a la mente... En eso estaban cuando repentinamente las aguas del arroyo aun más embravecidas que la anterior ocasión, se les vinieron encima, la gente reunida en el tejaban de la capillita no alcanzaron a ponerse a salvo y en pocos segundos todos estos pobres infelices fueron arrastrados por la vertiginosa corriente y sepa la bola hasta onde fueron a parar, pero el caso es que todos murieron ahogados, excepto el cura Toño y Rubencito su monaguillo consentido que lo acompaño a la capital. Ahora, en lo que fue el ranchito ese onde se daban las guámaras buenas pal diabetes, ya no vive nadien sólo algunos vagos y parejas ganosas que acuden de pueblos vecinos al arroyo; unos a refrescarse y otros a calentarse, dicen que aveces así no más de repente se escucha la voz de una niña que parece salir de entre los pirules que dice: - ¿Porqué no me salvaron de morir hogada? ¡porqué!… ¿porqué me dejaron morir…? ¡No era sólo una muñeca de trapo, era una niña viva, una niña de verdá!... - Y pos pa´ que les cuento, todos los que han oído esos gritos lastimeros dicen que han salido de ese lugar como alma que lleva el diablo.


De la niña y de sus papás ya no les puedo decir más porque nunca se volvió a saber gran cosa de ellos, dicen por ái que se fueron a vivir a un ranchito cercas de Coloradas. Alguien me dijo que allí rehicieron sus vidas, el hombre siguió ganándose el pan honradamente, la ñora igual, haciendo sus tamalitos y la niña, ya más crecidita se metió a una tele-secundaria en la que aparte de estudiar, atendía la tiendita, hacía mandados y servía como bilingue. Ayer mi primo Beto que andaba sacando mangle por allá pa´ las marismas como pa´l rumbo de la laguna de “La Hurraca”, encontró entre los raizales una muñequita hecha de trapo, toda churienta y sucia y cuando regresó pa´ca pa´la casa me dijo que si quería quedarme con ella pa´ dársela a mi sobrina Laurita... - Ira pariente está re bonita la muñequita, una lavadita y queda requete bien… ya vites que es de trapo, destas ya no las hacen, ora son de hule y con pilas, ándale quédatela pariente. Yo rápido le contesté; - ¡Ah que pariente! sí, la verdá es que está bonita la monita pero no gracias, mejor dásela a tu hermanita, segurito que le va a encantar, ya verás pariente ¡le va a encantar!.-

N I F


o er m nú óx im o Pr

Cuento popular Idea original de: Miguel González Lomelí


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