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D : D D

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Presidente: Saúl Andrés Ortiz
Vicepresidente de Producción: Daniel Medina
Vicepresidenta de Mercadeo y Ventas: Ana L. Rodríguez Vicepresidente de Finanzas: Moise Javier Domínguez
Dirección editorial
Jorge L. Rodríguez
Compilación, adaptación y edición de los textos
Dorian X. Santana
Diseño de interior y portada
Kathy Hernández de Polanco
Diagramación y conversión a libro electrónico: Daniel Medina Goff
Copyright © 2023 de la edición en español
Inter-American Division Publishing Association® ISBN: 978-1-78665-697-1
Impresión y encuadernación: USAMEX, INC.
Impreso en México / Printed in Mexico
1ª edición: agosto 2023
Procedencia de las imágenes: Shutterstock y iStock
Está prohibida y penada, por las leyes internacionales de protección de la propiedad intelectual, la traducción y la reproducción o transmisión, total o parcial, de esta obra (texto, imágenes, diseño y diagramación); ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia, en audio o por cualquier otro medio, sin el permiso previo y por escrito de los editores.
En esta obra las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Dios Habla Hoy: DHH © SBU. También se ha usado la Reina-Valera, revisión de 1995: RV95 © Sociedades Bíblicas Unidas (SBU), la revisión de 1960: RV60 © SBU, la Traducción en Lenguaje Actual: TLA © SBU, la Reina-Valera Contemporánea: RVC © SBU, la Reina-Valera Actualizada: RVA15 © Mundo Hispano, La Palabra versión hispanoamericana: LPH © Sociedad Bíblica de España, la Biblia de las Américas: BA © The Lockman Foundation, la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy: NBLH © The Lockman Foundation, la Nueva Versión Internacional: NVI © Bíblica, la Nueva Traducción Viviente: NTV © Tyndale House Foundation, la Biblia Jubileo 2000: JBS © Life Sentence Publishing, la Palabra de Dios para Todos: PDT © Centro Mundial de Traducción de la Biblia, la Nueva Biblia al Día: NBD © Bíblica. En todos los casos se ha unificado la ortografía y el uso de los nombres propios de acuerdo con la RV95 para una más fácil identificación.
En las citas bíblicas, salvo indicación en contra, todos los destacados (cursivas, negritas) siempre son del autor o el editor.
Las citas de las obras de Elena G de White se toman de las ediciones actualizadas caracterizadas por sus tapas color marrón, o, en su defecto, de las ediciones tradicionales de la Biblioteca del Hogar Cristiano de tapas color grana Dada la diversidad actual de ediciones de muchos de los títulos, las citas se referencian no solo con la página, sino además con el capítulo, o la sección, o la página más el epígrafe en el caso de Consejos sobre alimentación.
«Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la tierra como testigos de la decisión que tomes. ¡Ay, si eligieras la vida, para que tú y tus descendientes puedan vivir! Puedes elegir esa opción al amar, al obedecer y al comprometerte firmemente con el Señor tu Dios.
Esa es la clave para tu vida». Deuteronomio 30: 19-20, NTV
1 de enero
Y tú, ¿eres kainós?
«Ahora que estamos unidos a Cristo, somos una nueva creación» (2 Corintios 5: 17, TLA).
Probablemente te estés preguntando qué significa la palabra en el título de la reflexión de hoy.
Kainós es uno de los términos que usaban los griegos para referirse al significado de la palabra «nuevo», pero kainós no es un nuevo cualquiera, sino uno que mantiene la calidad a través del tiempo. De este modo, para los griegos, algo podría ser nuevo en calidad, aunque no se hubiese fabricado recientemente.
Hoy es día de Año Nuevo y posiblemente tengas nuevas metas y planes listos para llevar a cabo. Entre ellos conviene incluir el desafío del texto de hoy: «Ahora que estamos unidos a Cristo, somos una nueva creación» (TLA). Esta no es una relación temporal, que se deteriora con el tiempo; sino más bien una relación que se renueva en calidad, que superando el tiempo y el espacio se extiende por la eternidad. Este llamado supera las expectativas de una semana de oración, un día de énfasis de algún ministerio o incluso el inicio de un nuevo año. Solo podemos ser nuevos en Cristo si renovamos diariamente nuestra relación con él.
La vida del apóstol Pablo ilustra el significado de ser nuevos en Cristo. El apóstol dijo: «Me circuncidaron a los ocho días de nacer, soy de raza israelita, pertenezco a la tribu de Benjamín, soy hebreo e hijo de hebreos» y mucho más… Entonces concluye: «Pero todo esto, que antes valía mucho para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo sin valor» (Filipenses 3: 5-7).
La experiencia de Pablo es la de alguien que se arrepiente de sus errores del pasado para entregar diariamente su vida a Dios. Barclay señala: «El arrepentimiento significa la inversión de la dirección de la vida a fin de mirar a Dios de frente» (The Mind of Jesus, p. 44). ¿No crees que tú, al igual que yo, también deberíamos ser renovados en Cristo?
La buena noticia es que Dios recompensará a cada joven y señorita que asume este reto, ya que la única forma de entrar por las puertas de «la nueva Jerusalén» es siendo renovamos en Cristo cada día. Y tú, ¿qué dices? ¿Te gustaría mantener diariamente una relación de calidad con Jesús? «El “momento preciso” es ahora.
Hoy es el día de salvación” (2 Corintios 6: 2, NTV).
D .
2 de enero
¿Esperas un milagro?
«El Señor lo miró, y le dijo: “Usa la fuerza que tienes, para ir a salvar a Israel del poder de los madianitas. Yo soy el que te envía”» (Jueces 6: 14).
Es probable que tú, al igual que yo, te encuentres entre los millones de creyentes que durante años hemos estado esperando un milagro en nuestras vidas.
¿Conoces a alguien que no? Si eres de los que anhelan ver la poderosa mano de Dios obrando en tu vida, te invito a echar un vistazo a la experiencia de Gedeón.
Aquella soleada mañana este joven se dirigió a hurtadillas al lagar a trillar el trigo para preparar una escasa comida familiar. Entonces se le apareció el Ángel del Señor y le dijo: «¡El Señor está contigo, hombre fuerte y valiente!». A lo que este joven israelita, con sencillez de corazón, respondió: «Perdón, señor, pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto?
¿Dónde están todos los milagros de que nos hablan nuestros antepasados, cuando dicen que el Señor nos sacó de Egipto? El Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado al poder de los madianitas» (Jueces 6: 12 -13).
Como la experiencia del éxodo todavía estaba fresca en la mente de los israelitas, se podría considerar que esta respuesta salía de una boca incrédula y blasfema. Pero no seamos tan severos a la hora de juzgar. En realidad, Gedeón no es más que un joven atribulado que derrama su alma ante el Señor.
Sin embargo, lo que llama mi atención es la frase: «Usa la fuerza que tienes, para ir a salvar a Israel» (vers. 14). Aquí Dios le está diciendo a Gedeón que ese milagro que tanto había esperado iba a ocurrir, y que, además, ya había una persona señalada para cumplir dicho propósito: el mismo Gedeón. ¡Esa sí que era una buena noticia!
Al comenzar este nuevo año, es muy probable que el amante Padre celestial esté a punto de concederte ese milagro por el cual has estado orado por tantos años. Y como en el caso de Gedeón, tú desempeñarás un papel protagónico en su realización. Aunque el poder no esté en ti o en tu interior, como algunos piensan, tienes a un Dios poderoso que está dispuesto a usarte para glorificar su nombre, como lo hizo con Gedeón. ¿Estás dispuesto?
3 de enero
La urgencia de la confesión
«Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1: 9).
Reconocer nuestros pecados es imprescindible para que seamos perdonados. Por eso el Señor había indicado: «Si alguien comete alguno de estos pecados, deberá reconocerlo» (Levítico 5: 5, TLA). Sin embargo, al corazón humano le resulta difícil admitir sus faltas. Tiene una inclinación natural hacia la autojustificación.
A principios del siglo XVII, el duque Osuna, virrey de Sicilia y luego de Nápoles, visitó una galera con presos en el puerto de Barcelona, España. Uno por uno los prisioneros se presentaron ante él, y a todos les hacía la misma pregunta:
¿Por qué crimen estás aquí?
Las respuestas eran distintas, cada uno trataba de justificar su situación. No obstante, finalmente un preso confesó con humildad:
Señor, yo estoy aquí justamente. Deseaba conseguir dinero fácil y lo robé. Merezco mi condena.
El duque, famoso por su ingenio cáustico y satírico, quedó tan sorprendido por la honrada admisión de la culpa por parte del hombre, que lo perdonó e inmediatamente ordenó que lo dejaran en libertad.
Eres demasiado malo como para dejarte entre tantos hombres inocentes, dijo de modo que todos pudieran oír.
Es posible que la vergüenza o el orgullo estorben nuestra decisión de confesar nuestros pecados. Siempre es más fácil dar por sentado que todo está bien o que mejorará pronto. Pero cualquiera sea la razón, mentiríamos «si decimos que no hemos cometido pecado». Dios ve nuestra duplicidad. Observa nuestra hipocresía. «Penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos. Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él, pues Dios puede verlo todo con claridad, y ante él seremos responsables de todo lo que hemos hecho» (Hebreos 4: 12, 13, TLA).
Pero, aunque el Señor lee nuestro corazón y nos conoce perfectamente, es bondadoso y compasivo. «Si confesamos nuestros pecados», nos perdonará; más aún, «nos limpiará de toda maldad». Una experiencia tal nos asegurará estar de pie ante su presencia en el día final. De hecho, podemos disfrutar de ella ahora mismo, si voluntariamente nos entregamos a la misericordia de nuestro amante Salvador.
4 de enero
Desventajas físicas y espirituales
«A los que salgan vencedores les daré un lugar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono» (Apocalipsis 3: 21).
Algunos de los personajes más célebres del mundo tuvieron defectos físicos. Lord Byron nació con una deformidad en el pie derecho. Robert Luis Stevenson era tuberculoso. Alexander Pope era jorobado. El almirante Nelson perdió la vista en un ojo, luego de haber sido herido en combate. Edgar Allan Poe era neurótico. Thomas Edison y Beethoven eran sordos. Julio César era epiléptico. Charles Darwin era discapacitado.
Helen Keller era ciega y sorda, Luis Pasteur era tan miope que apenas podía moverse en su laboratorio sin anteojos. Franklin Roosevelt, aunque discapacitado a causa de una parálisis infantil, fue elegido cuatro veces presidente de Estados Unidos.
A pesar de sus defectos físicos, ninguno de ellos se rindió. En vez de decir: «Podría tener éxito en la vida si tan solo tuviera las ventajas de otras personas», tuvieron la firme determinación de luchar a pesar de las dificultades. Demostraron que las limitaciones físicas no son decisivas si se tiene una mente aguda y un espíritu inquebrantable. Los premios del mundo se conceden a los vencedores.
Así también sucede en el reino espiritual. Cristo promete a los vencedores el privilegio de compartir su trono en el cielo. Sin embargo, corremos el riesgo de considerar nuestras limitaciones espirituales como obstáculos infranqueables hacia la victoria. Tal vez pensemos que la vida eterna está más allá de nuestro alcance porque hemos heredado una inclinación natural hacia el mal, que se expresa en deseos pecaminosos y da como resultado un carácter débil. Pero si podemos vencer las desventajas físicas, ¡también podemos vencer las espirituales! «Cristo ha dado su Espíritu como poder divino para vencer todas las tendencias hacia el mal, hereditarias y cultivadas, y para grabar su propio carácter en su iglesia» (El Deseado de todas las gentes, p. 641).
Cristo afrontó todos los desafíos y los venció, y nos ofrece la victoria. Por tanto, si realmente deseamos ser vencedores, podemos serlo, porque «con nosotros está el Señor nuestro Dios para ayudarnos y […] pelear nuestras batallas» (2 Crónicas 32: 8, NTV).
5 de enero
La cura definitiva
«Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre tiene que ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Juan 3: 14, 15).
La peste negra del siglo XIV fue sin duda una de las pandemias más devastadoras de la historia humana. El brote repentino de esta enfermedad terminó con la vida de entre setenta y cinco y doscientos millones de personas, y afectó de manera significativa la económica y el estilo de vida de aquella generación.
Ningún pueblo está completamente preparado para enfrentarse a una plaga, como vimos hace unos años con la COVID-19, y el pueblo de Israel no era la excepción. Por eso, en su peregrinación por el desierto, miles de israelitas murieron al ser atacados por «serpientes venenosas». Habían hablado contra Moisés y expresado dudas sobre la dirección de Dios, pero ahora reconocían que habían actuado mal: «¡Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti! ¡Pídele al Señor que aleje de nosotros las serpientes!» (Números 21: 7). Entonces
Dios ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera en un asta, de modo que, si alguno era mordido y miraba a la serpiente que había sido levantada, quedara sano.
Esto era un símbolo de la muerte de Cristo por nuestros pecados. Aunque, por nosotros mismos, no podemos solucionar el problema del pecado, podemos ejercer fe en Jesús para el perdón de los pecados. Contemplar el sacrificio de Jesús con fe nos sanará de la peste más devastadora de la historia: el pecado.
En cierta ocasión un paciente fue donde su farmacéutico:
¿Puede darme algo para el resfriado?
¿Trajo la receta? preguntó este a su vez.
No fue la respuesta , pero traje el resfriado para curarlo.
Con frecuencia, los que buscar un remedio para la enfermedad del pecado procuran presentar su propia receta al Señor, pero todo lo que él nos pide es que aceptemos los beneficios de su sacrificio en nuestro favor. No podemos añadir ninguna virtud al sacrificio de Jesús, pero podemos abrir nuestro corazón y permitir que Dios obre el milagro de la salvación en nuestras vidas. Apreciado joven, «si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación» (Romanos 10: 9).
6 de enero