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La visión de... Albert Finestra

¿QUIÉN SE PREOCUPA DE LOS VETERINARIOS?

La visión de...

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Albert Finestra Uriol

Asesor veterinario

Como continuación a lo comentado en mi anterior columna, en esta ocasión quisiera hacer referencia al síndrome de burnout, que consiste en un estado mental caracterizado por la presencia de estrés prolongado y que se traduce en agotamiento emocional, poca motivación en el trabajo, fatiga crónica e ineficacia.

Seguro que en alguna ocasión nos hemos encontrado con esta sensación de burnout; hasta es posible que algunos se sientan de esta forma muy a menudo o incluso siempre. Cuidado entonces, porque la profesión veterinaria, al igual que otras profesiones relacionadas con la salud, está relacionada con altos niveles de estrés. De hecho, en varios estudios llevado a cabo en el Reino Unido se ha determinado que los veterinarios tienen un mayor riesgo de suicidio en comparación con la población general (Charlton, 1993; Kelly, 1995; 1998; Mellanby, 2005; Stark, 2006; Meltzer, 2008). Más recientmente, en una revisión sistemática que realizaron Platt y Bartram en 2010 sobre la prevalencia del suicidio en la profesión veterinaria en el Reino Unido, concluyeron que el riesgo de suicidio en esta profesión era alrededor de cuatro veces mayor que en la población general. Por quitar un poco de hierro a estos datos, contundentes y preocupantes, quiero señalar que los estudios se realizaron con veterinarios dedicados a los animales de compañía y que seguramente los veterinarios especialistas en porcino no nos sintamos así. O sí, ¿quién lo sabe? Y, ahí es donde quiero focalizar mi columna: ¿qué conocimiento real tenemos de nosotros mismos como profesionales?, ¿quién se preocupa de nuestro colectivo?, ¿qué publicidad nos hacemos? Si analizamos los puntos fuertes de nuestra labor, seguro que se nos ocurren unos cuantos en los que nos pondríamos de acuerdo enseguida. Pero, y ¿los temas a mejorar? ¿Seriamos capaces de ponernos de acuerdo? A mi se me ocurren unos cuantos, que enumero a continuación.

1. Asociacionismo

Es una realidad que quizá muchos no quieran ver, pero a día de hoy no creo que tengamos entidades y/o asociaciones que realmente nos representen y velen por nosotros, más allá de cuidar de nuestra formación. Y habría que ponerle muchos peros a esa formación. No digo que las asociaciones no hagan su labor y no sea de calidad, pero deberíamos ser exigentes con nosotros mismos y pedir mejores servicios y, también como asociados, ofrecer más. Por poner alguna cifra a nuestra profesión, creo que debemos ser justos y agradecer la increíble potencia de la industria porcina española, que ha hecho que la especialidad veterinaria en cerdos sea muy buena, por no decir que tenemos uno de los mejores niveles del mundo. Pero esta realidad no se ve plasmada en la importancia que nos damos a nosotros mismos y cómo nos relacionamos desde una plataforma común, la cual podría proporcionarnos muchos valores que detallo a continuación. Por poner un ejemplo, la Asociación Americana de Especialistas en Porcino (AASV) organiza un congreso internacional muy prestigioso, al que muchos de nosotros hemos asistido como congresistas. Pues bien, seguro que estando a un gran nivel, estoy convencido que podríamos hacerlo igual de bien o tal vez mejor, en cuanto a contenido se refiere. Pero no solo hablo del congreso, sino también del orgullo que sienten de pertenecer a la asociación. En el caso de la asociación colombiana sucede algo similar. Y esto solo por citar dos ejemplos que se me ocurren a la vez que escribo estas líneas. Nadie va a preocuparse mejor de nosotros que los propios veterinarios de porcino. Por tanto, no entien-

do por qué no valoramos y hacemos grandes las estructuras que ya tenemos o las que podamos crear, dando contenido y participando de forma activa.

2. Formación continuada

En mi opinión, toda profesión dedicada a la salud debería tener una formación continuada, obligatoria para los profesionales que la ejercen. No dudo que en muchas empresas se llevan a cabo formaciones de calidad y en cantidad, que tenemos numerosos congresos (que con la presencialidad recuperan todo su valor), reuniones de empresa con alto valor educativo, etc. Pero todo esto no sustituye una formación reglada avalada por las autoridades competentes que permitiera, a la vez que nos reciclamos, detectar aquellas necesidades de cada individuo o generales y de esta forma poder corregirlas. No sabría decir qué organismo debe encargarse de impartir dicha formación, pero sí que la veo totalmente necesaria.

3. Visibilidad

Está claro que somos parte de una industria que no es la más bucólica de todas aquellas especialidades que engloban la carrera veterinaria, pero es evidente que somos una pieza básica de la misma y no es poca cosa. El sector porcino español representa el 39 % de la Producción Final Ganadera de España. Por tanto, la profesión veterinaria española especialista en porcino debería alcanzar un porcentaje similar sobre el conjunto de todos los veterinarios, por lo menos en presencia en nuestros propios medios de comunicación. Sin embargo, esto no es así. Basta con leer la revista de la organización colegial para valorar el número de artículos que nos dedican a nosotros y al resto de compañeros dedicados a otros ámbitos de la producción animal. Un número importante de los logros que se han conseguido han tenido mucho que ver con la labor veterinaria, empezando por la erradicación de la peste porcina clásica y de la enfermedad de Aujeszky, la adaptación a las normativas de Bienestar Animal de la Unión Europea, la posibilidad de crear un sistema ágil de diagnóstico y de documentación para poder exportar a cualquier parte del mundo (DVR), la puesta en marcha de un programa coherente de uso prudente de antibióticos y unas cuantas más que seguro que muchos de vosotros añadiríais a esta lista, y que ponen de manifiesto que el papel del veterinario de porcino ha sido, es y seguirá siendo básico para el desarrollo de la industria porcina española

4. Burnout

Dejo para el final de la columna la reclamación de evaluar cómo está el estado de salud psicológico de la profesión. El síndrome de burnout no es ni más ni menos que el del sentimiento de “estar quemado”. Muchos clínicos se quejan de que la labor que realizan es más de convencer que de ejecutar, que estamos más tiempo haciendo de psicólogos que de veterinarios. Desde mi punto de vista, diría que es bien real y no falta nada de razón a esas afirmaciones. Y esto nos va minando, porque en otras profesiones sanitarias el profesional diagnóstica y el resto lo hace el paciente. Pero en nuestro caso, no siempre es así. En más de una ocasión, el acompañamiento es casi hasta el final del tratamiento o el seguimiento que hay que hacer es casi el de un policía, para comprobar que se hayan cumplido las instrucciones recomendadas. ¡Y eso no me digáis que no quema! No es que trate de ser reivindicativo frente a todos los estamentos, pero quizá alguna organización, ya no solo pública, también podría ser privada, podría estudiar el estado de ánimo de la profesión y compartirlo. ¡Tal vez nos lleváramos una sorpresa! La profesión veterinaria es preciosa y la de clínico de porcino extraordinaria, pero debemos cuidarla, por lo menos nosotros mismos.

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