14
Dios, abrazado a este mundo
jamás; el Hijo único que es Dios, y vive en íntima unión con el Padre, nos lo ha dado a conocer» ( Jn 1,18). Así pues, hablaré de Dios, pero no tengo pretensión alguna de escribir un tratado teológico.
O
Dios, abrazado a las tormentas
©
SA
N
PA
BL
Además he titulado mi libro: «Dios, abrazado a este mundo». Así es: a Dios le importa su obra: sobre todo, esta tierra de tifones, terremotos y tsunamis. Dios no anda navegando por las nubes como un satélite loco, o sentado en la estratosfera, contemplando impasible nuestras cortas vidas: unas veces, vidas arrastradas; y otras, vidas alegres y festivas, que tampoco hay que ponerse tan trágicos con la vida. En ella hay de todo. Dios es Dios, abrazado a las tormentas de este mundo. Dios, desde luego, es distinto de su obra. Afirmar lo contrario –pensar que su obra se confunde con Dios o es prolongación suya– sería caer en el famoso panteísmo. No transitaré por caminos de viejos errores. Quiero dejar claro que Dios es el Otro en grado sumo, pero toca tierra. Él se ha desposado con nosotros, sus hijos. Es libre para hacerlo y lo ha hecho. Dios, en su empeño de abrazar a este mundo, se ha autolimitado. Por amor a sus criaturas. Solo por amor. Y aquí radica su misericordia. El Padre de Jesucristo (Padre o Madre de todos los mortales) ha optado por no quedarse al margen de la humanidad. Se ha abrazado para siempre a los hombres y mujeres de este «hermoso y fiero mundo» («Querido mundo terrible», decía Martín Descalzo en su libro de poemas). Y ya saben ustedes lo que lleva aparejado todo desposorio: compartir noches y amanecidas. Dios lo ha decidido así, y ¡bendito sea! Dios comparte penas y alegrías con nosotros. Desde abajo, desde el suelo. Desde los pucheros, entre los que se movía la
Dios abrazado a este mundo interior.indd 14
07/12/15 11:38