La democratización de la cartografía y lectura de mapas en Guatemala, Editorial Piedrasanta

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Jordana Dym

La democratización de la cartografía y lectura de mapas en Guatemala El caso de la Editorial Piedra Santa y sus mapitas y Geografías Visualizadas

Jordana Dym Skidmore College

La doctora Jordana Dym es la actual directora del John B. Moore Documentary Studies Collaborative, en Skidmore College, Saratoga Springs, Nueva York. Sus intereses docentes y de investigación incluyen la historia, la historia de la cartografía y América Latina. Comparte la pasión por los viajes con sus estudiantes, en recorridos de investigación llevados a cabo en Francia, México, Guatemala, Puerto Rico y Cuba. Ha sido becada en varias oportunidades; entre ellas por la Universidad de Duke para trabajar en The World Displayed: Western Travelers´ Cartography, 1450-1930 y en estudios documentales y de exploración relativos a lo digital y las humanidades (2013-2014). Sus publicaciones incluyen From Sovereign Villages to National States: City, State and Federation in Central America, 1759-1839 (2006); el catálogo de la exposición Declarando Independencias (Archivo General de la Nación, México, 2010); cinco volúmenes, entre ellos, Mapping Latin America: a Cartographic Reader (con K. Offen, 2011); ha editado una publicación periódica, Mesoamérica (2008-2013); y artículos y capítulos de libros en francés, inglés, español y portugués.


Jordana Dym

La doctora Jordana Dym es la actual directora del John B. Moore Documentary Studies Collaborative, en Skidmore College, Saratoga Springs, Nueva York. Sus intereses docentes y de investigación incluyen la historia, la historia de la cartografía y América Latina. Comparte la pasión por los viajes con sus estudiantes, en recorridos de investigación llevados a cabo en Francia, México, Guatemala, Puerto Rico y Cuba. Ha sido becada en varias oportunidades; entre ellas por la Universidad de Duke para trabajar en The World Displayed: Western Travelers´ Cartography, 1450-1930 y en estudios documentales y de exploración relativos a lo digital y las humanidades (2013-2014). Sus publicaciones incluyen From Sovereign Villages to National States: City, State and Federation in Central America, 1759-1839 (2006); el catálogo de la exposición Declarando Independencias (Archivo General de la Nación, México, 2010); cinco volúmenes, entre ellos, Mapping Latin America: a Cartographic Reader (con K. Offen, 2011); ha editado una publicación periódica, Mesoamérica (2008-2013); y artículos y capítulos de libros en francés, inglés, español y portugués.


La democratización de la cartografía y lectura de mapas en Guatemala El caso de la Editorial Piedra Santa y sus mapitas y Geografías Visualizadas

Jordana Dym

Skidmore College Saratoga Springs, Nueva York


912.7281 D993

Dym, Jordana La democratización de la cartografía y lectura de mapas en Guatemala : El caso de la editorial Piedra Santa y sus mapitas y Geografías Visualizadas / Jordana Dym; Diseñadora Gráfica Adrianna Lucía Castellanos Saravia; Editor literario Irene Piedra Santa Díaz. – Guatemala: Gare de Creación, 2016. 32 páginas: ilustrado; 21 cm. Título Original: Mapitas, Geografías Visualizadas and the Editorial Piedra Santa: A Mission to Democratize Cartographic Literacy in Guatemala. ISBN 978-9929-716-36-0 MAPAS – GUATEMALA GEOGRAFÍA - ENSEÑANZA CATOGRAFÍA EDUCACIÓN I. t.

Traducción

Irene Piedra Santa

ISBN 978-9929-71-6360

Diseño de interiores y portada

Primera edición: 2016

Directora de arte

© 2015 Journal of Latin American Geography, 14 (3) 2015 © Conference of Latin American Geographers

Adrianna Lucía Castellanos Saravia

María Fernanda García Pellecer

Gerente de Desarrollo Editorial Patricia J. Peralta S.

Directora

Irene Piedra Santa

Formato PDF Disponible en: www.piedrasanta.com

© 2016 para la presente edición Editorial Piedra Santa 5a. calle 7-55 zona 1 Guatemala ciudad PBX: (502) 2422-7676 info@piedrasanta.com www.piedrasanta.com editorialPiedraSanta

@E_PiedraSanta


Resumen (Abstract) A la mitad de la década de 1940, Guatemala iniciaba sus diez años de primavera y los maestros de las escuelas creaban con entusiasmo materiales para enseñar el pasado, presente y futuro nacional a las nuevas generaciones de estudiantes. Un ejemplo era la Geografía elemental de Guatemala escrita y publicada en 1936 por Juan José Arévalo, un educador que se había formado en Argentina y futuro presidente del país. El libro contaba con interesantes mapas y estadísticas actualizadas para estimular a los docentes a enseñar con ejercicios prácticos. Sin embargo, era caro y acaso también demasiado exigente. En 1947, los maestros Julio y Oralia de Piedra Santa comenzaron a vender mapitas a un centavo a los escolares. El libro de Arévalo es hoy una rareza y apenas se le conoce. La editorial Piedra Santa, administrada por la hija y la nieta, es un próspero negocio editorial que aun vende mapitas en su librería, en el centro de la ciudad. También ha sido pionera en una gama de materiales escolares. Además, desde la década de 1950, ha vendido textos de geografía; entre otros, la serie Geografía Visualizada, desde 1976. El presente ensayo profundiza en la tradición cartográfica escolar de don Julio y sus sucesores y de cómo las publicaciones de Editorial Piedra Santa han buscado consistentemente mejorar el conocimiento geográfico sobre Guatemala, en los diferentes grupos etarios y niveles de la sociedad. Palabras: mapas, Guatemala, Piedra Santa, textos de geografía, educación geográfica

3 A mediados de los años 40, Guatemala iniciaba sus diez años de primavera y los maestros de las escuelas creaban con entusiasmo materiales para enseñar a las nuevas generaciones de estudiantes sobre el pasado, presente y futuro de Guatemala. En 1936, Juan José Arévalo, un educador que se había formado en Argentina y futuro presidente del país, había escrito la Geografía elemental de Guatemala. Pero el libro de Arévalo, a pesar que contaba con interesantes mapas y estadísticas actualizadas para estimular a los docentes a enseñar con ejercicios prácticos, era demasiado caro y acaso también demasiado revolucionario para el uso cotidiano. En 1947, el maestro, con formación de escuela secundaria y artista, Julio Piedra Santa Arandi, por solicitud de su esposa, Oralia, comenzó a vender mapitas, a un centavo, a los niños de las escuelas. Tanto Arévalo como Piedra Santa estudiaron en la Escuela Normal Central para Varones, en la ciudad de Guatemala, y ambos dejarían huellas perdurables en su país, aunque el primero de ellos es mucho mejor conocido a nivel internacional. Arévalo obtuvo un doctorado en educación en Argentina y se convirtió en el presidente de su país; introdujo e invirtió en reformas curriculares, incluyendo la educación bilingüe en idiomas mayas y la expansión de las escuelas, para mejorar la calidad y el acceso a la educación de los estudiantes de las áreas urbanas y rura-


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les (Maxwell, 2011: 116-17). No obstante, en lo que se refiere a las lecciones de geografía en las aulas, los trabajos de ambos corrieron distintas suertes. El libro de Arévalo es hoy una rareza y se le conoce poco. La editorial Piedra Santa, administrada hoy por su hija y su nieta, fue creciendo, a partir de la producción de mapitas dibujados a mano y mimeografeados, hasta convertirse en un próspero negocio editorial enfocado en los textos educacionales y la formación de docentes. Desde los años 50, la editorial ha vendido textos de geografía y otros, incluyendo las Geografías Visualizadas desde 1976, principalmente en Guatemala y El Salvador, pero también a lo largo de Centro América. Así, ha organizado talleres para apoyar a los docentes a obtener lo mejor de sus materiales didácticos. El educador y cartógrafo autodidacta Julio Piedra Santa Arandi y su esposa y socia en la empresa, Oralia Díaz, llevaron mapas a las manos de cientos de miles de niños guatemaltecos. Tres generaciones recuerdan con cariño los mapitas. Los archivos y recuerdos de la familia, particularmente los de su hija Irene Piedra Santa, la maestra y cartógrafa Esperanza de Castañeda y la maestra y antigua editora de Piedra Santa, Ethel Batres, nos ofrecen el retrato de una singular empresa familiar y su contribución al conocimiento de los guatemaltecos en cuanto a geografía e historia.

ANTECEDENTES: MAPAS PARA ESTUDIANTES La producción de mapas de Piedra Santa constituye una variación propia del siglo XX, a partir de una centenaria tradición pedagógica cartográfica de Guatemala que se remonta a sus primeros años como país. Durante el siglo XIX, el gobierno guatemalteco buscó definir la forma territorial del estado en un mapa y mostrar su geoforma en la cartografía oficial (Winichakul: 1994) (1). La tarea no era fácil, ya que estaban pendientes de solucionarse disputas sobre la ubicación de todas las fronteras —con México (al norte); Gran Bretaña (al este, con Belice); y Honduras y El Salvador (al sur y oeste) (Taracena Arriola y Marcos: 2002, 2003). Un proceso paralelo llevado a cabo por particulares difundió mapas de Guatemala en los salones de clases y el imaginario popular. La creación de mapas fue una tarea que se emprendió desde la nación y el estado para ilustrar textos de geografía (Mendonça: 2009) y los relatos de viaje de extranjeros (Dym: 2004). Esta transición de materiales oficiales a materiales semi-oficiales y públicos, expresados en mapas y llevados a las manos y mentes de los escolares y ciudadanos, fue el primer paso en la democratización de la geoforma o territorio nacional. Los cartógrafos guatemaltecos del siglo XIX que elaboraron y vendieron mapas a los escolares,

(1) El argumento de esta sección se explora más completamente en (Dym: próximamente).


aun antes de que las fronteras con los países vecinos se hubieran oficializado, ofrecieron una primera cartografía nacional que ambicionaba ayudar a los nuevos ciudadanos a identificar su patria con un territorio específico. Ellos colaboraron con el gobierno guatemalteco a que se impartiera la instrucción geográfica, “principalmente aquella de la república”, decretada en 1835, cuando Guatemala era un estado en la República Federal de Centro América, desde 1825 a 1839 (Gobierno de Guatemala 1835, Título 1, Artículo 3). En ese entonces, se esperaba tal vez que el Atlas de Guatemala (1832) de Manuel Rivera Maestre —el primer mapa oficial de Guatemala, un pequeño volumen con 8 mapas, uno del estado nación y uno de cada uno de los siete departamentos— pudiera utilizarse como un material de enseñanza, aunque no hay evidencia directa que ello ocurrió. El número muy pequeño de copias que se conservan sugiere, aun cuando indirectamente, que si bien esa intención pudo haberse dado, no se transfirió a la práctica (2). Antes bien, a lo largo del siglo XIX, el gobierno guatemalteco adquirió libros de texto para su uso en el aula después de que fueran publicados. Primero, Francisco Gavarrete elaboró un pequeño libro de geografía, la Geografía de Guatemala, con un mapa desplegable de la na-

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Ilustración 1. Juan Justo Gavarrete, Carta de la República de Guatemala (París / Guatemala 1878). Cortesía de la Biblioteca Bancroft, Universidad de California, Berkeley.

ción (1806, 1868 y 1874). Su hermano produjo el primer mapa mural a colores para su uso en el aula, en 1878 (Ilustración 1) (3), el cual contenía muchos de los tópicos que los atlas o libros de geografía (Mendonça: 2009) tendían a representar en mapas separados. Dicho mapa topográfico abundaba en detalles y prodigaba atención al pasado, presente y futuro del país; incluía ciudades, ríos, fronteras nacionales e internas, cabeceras departamentales y parroquiales, pueblos, distritos rurales, plantaciones, ruinas y batallas, caminos existentes y proyectados, minas

(2) Para más sobre Maestre, ver (Claxton: 1973) y (Chinchilla Mazariegos: 1998). (3) Francisco Gavarrete dedicó la primera edición al Presidente Rafael Carrera, en ella se menciona su apoyo a la educación pública. En la tercera edición (1874) se hace la observación que había sido adoptado en todas las escuelas de primaria y secundaria de Guatemala.


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y puertos. Se abordaban asuntos demográficos y comerciales por medio de mapas temáticos: líneas telegráficas y “lenguas aborígenes de la república” (Gavarrete: 1878) (4). A la vuelta del siglo XX, los textos de geografía que comprendían Guatemala y Centro América podían incluir múltiples mapas topográficos a color del país y del istmo, así como fotografías y dibujos de diferentes regiones, pueblos, características naturales e industrias, para acompañar las lecciones. Se esperaba que los estudiantes dibujaran sus propios mapas como parte de las lecciones y aprendieran de memoria los nombres de los departamentos y las ciudades. Un solo mapa nacional contaba la historia. No obstante, al comenzar la década de 1930, nuevas tecnologías de impresión y, lo más importante, nuevas corrientes pedagógicas prepara-

ron el escenario en el que se desarrollaría Piedra Santa. Los textos de geografía incluyeron más mapas, ya que la tecnología permitía la inserción de múltiples mapas temáticos que contribuían a difundir el orgullo nacional promocionado por el gobierno. Adicionalmente, Juan José Arévalo —un maestro que llegó a la presidencia de la república en los años 40 y que promovió políticas progresistas a favor de los trabajadores, la reforma agraria y la industrialización— había introducido mapas temáticos relativos a la historia política, económica y cultural. La Geografía Elemental de Guatemala (1936) de Arévalo transformó los textos geográficos guatemaltecos de textos con uno o dos mapas a libros de mapas. La Geografía Elemental — impresa en Guatemala por la Litografía Byron Zadik— comienza mostrando, en cada par de

Ilustración 2 Estos tres mapas de la Geografía Elemental de Guatemala (1936), de Arévalo, son un ejemplo de las representaciones que se incluyeron en el libro. Se sitúa a Guatemala en Centro América; se muestra la viabilidad de Guatemala al encajar a tres países europeos en la extensión de su área; y se enfoca en temas específicos (económicos, sociales y geográficos), tal como se muestra en el mapa de la red vial (comunicación), con los límites nacionales y departamentales. (4) Ver (Dym: próximamente) para una discusión adicional. Los mapas insertos no muestran toda la república, pues dejan fuera a Petén que contaba con escasa telegrafía, pero que era donde vivían, excluídos del estado nacional, varios grupos de indígenas.


páginas, la geoforma de Guatemala, limitada por los países vecinos y dividida en departamentos. Al añadir color y textos a mapas temáticos delineados, los estudiantes recibían lecciones sobre centros de población, comunicaciones, cabeceras departamentales, bosques, climas y relieves montañosos, por medio de mapas (Ilustración 2). A diferencia de sus predecesores del siglo XIX, este aprendizaje geográfico no memorístico utilizaba escasas palabras —los escolares recibían lo que Arévalo llamó “mapas mudos” con unas pocas explicaciones, los que requerían por parte de los estudiantes actividad y aplicación de conocimientos geográficos. Para ayudar a los maestros a adoptar el aprendizaje interactivo, un ejercicio invitaba a los estudiantes a planificar viajes en el país, partiendo del departamento donde vivían. Otra tarea los invitaba a identificar los departamentos fronterizos (incluyendo Belice, que no se mostraba como parte de la geoforma) y después a describir su tamaño, forma y otras características. Arévalo transformó la pedagogía cartográfica al enfatizar, no solo en la lectura de mapas y el conocimiento geográfico, sino también en la elaboración de mapas, como algo que los niños debían hacer. Las instrucciones para uso de los maestros de la Geografía Elemental de Arévalo incluían instrucciones al niño para que este dibujara el plano de su aula, después el de su pueblo, de su departamento y, solo entonces, el mapa

de la república; ya en ese punto, el estudiante estaría preparado para las lecciones de geografía. Para el aprendizaje que requería de mapas, Arévalo recomendaba que los maestros los dibujaran en el pizarrón, durante las lecciones, para un mayor impacto “educativo y sólido”. Urgía a los docentes que se alejaran del aprendizaje memorístico y del énfasis en los detalles, orientando a los estudiantes hacia la comprensión e interpretación de lo que veían. Finalmente, Arévalo recomendaba que si se disponía de materiales, el niño debía hacer su propio mapa para cada lección, reuniéndolos en atlas geográficos propios, ya que la experiencia más retribuidora, tanto manual como intelectual, era “conocer el mapa general de Guatemala” (Arévalo, 1936: 21). Un contemporáneo de Arévalo, Julio Piedra Santa haría accesible esta experiencia.

JULIO Y ORALIA DE PIEDRA SANTA Julio Piedra Santa Arandi (1920-2003) nació en Quetzaltenango en el seno de una familia modesta y abandonó sus estudios cuando el padre murió. La familia cree que puede haber una ascendencia italiana, pero en términos culturales, Julio fue criado como un ladino, en la segunda ciudad más grande de Guatemala y el corazón del altiplano indígena (Piedra Santa, I. 2010a) (Ilustración 3). Su pasión era el dibujo. Por una sugerencia de su madre, él pintó un retrato de

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Ilustración 3. Fotografía de Julio Piedra Santa ilustrando, alrededor de 1950. Cortesía de Irene Piedra Santa.


Jorge Ubico, entonces el presidente de su país, y lo envió al caudillo. A pesar de que no les llegó ningún beneficio directo de este acto, Julio fue beneficiado con una beca de estudios en la capital, en la Escuela Normal Central para Varones (1939-1941). Él había conocido en su ciudad natal a Oralia Díaz, una maestra que compartía su compromiso con la educación; y, en 1945, se casó con ella. Desde esa fecha, se trasladaron a vivir a la ciudad de Guatemala. Amigos y familiares recuerdan a “Don Julio” como a un artista que leía vorazmente y hacía bocetos constantemente, inspirándose en muchas fuentes. Sus cuadernos de la Escuela Normal Central para Varones (1939-1941) permiten profundizar en sus técnicas y pedagogía. Confirman la destreza temprana de Julio como un técnico, competente para delinear mapas precisos, retratos y otros dibujos e incorporarlos en una página. Las páginas del cuaderno, con su nítida escritura y columnas cuidadosamente alineadas, capturan el espíritu de las imágenes que había adaptado de una gran variedad de fuentes y bocetos originales del mundo que le rodeaba. Los cuadernos están organizados en planes de lecciones escolares y cubren temas que van de la historia y la biblia al mundo natural y la medicina. Textos e ilustraciones sobre toda clase de temas se distribuyen en las páginas; los mapas apare-

cen regularmente en sus notas. Todos estos elementos gráficos figurarían prominentemente en sus publicaciones futuras. En cuanto a su diseño y enfoque, es evidente la influencia de los mapas de Arévalo. El mapa se constituye en el vehículo visual de una lección o un texto. Los dibujos de los cuadernos nos recuerdan el trabajo anterior: mapas temáticos que incorporan y enseñan el contenido de una lección. Unos pocos ejemplos del cuaderno de trabajo demuestran su estilo (Ilustraciones 4 y 5). Las imágenes y lecciones de la Escuela Normal nos informan sobre el contenido y estilo de los mapitas de Julio y sus futuras compilaciones y textos de geografía. Al comparar los cuadernos escolares de enseñanza de Julio con la Geografía de Arévalo, se encuentra una fuerte similitud metodológica. Ambos educadores proponían mapas mudos para ser completados por los estudiantes; el geocuerpo aparece vacío y se enfoca en un solo elemento: límites departamentales, montañas, líneas férreas. Hubieran estado o no en contacto Arévalo con Julio, la afinidad visual y conceptual de los materiales sugiere que el primero influenció la pedagogía del segundo y la producción de los mapas. El archivo de Piedra Santa, conservado por sus hijos Irene, Ruth y Raúl Piedra Santa en el hogar familiar, contiene estanterías con enciclopedias, atlas, libros de historia, de historia del arte y más (Ilustración 6). Pero lo que realmente llena dos

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Ilustración 4. Julio Piedra Santa. Cuaderno de Prácticas Pedagógicas, 1939-1940. La representación de las cuatro estaciones (derecha) y una lección de las guerras de independencia conducidas por Bolívar (abajo). Fotografías de la autora, 16 de agosto 2012.


amplios cuartos son docenas de cajas de unos cincuenta años de antigüedad, con recortes de periódicos nacionales e internacionales, revistas, libros y otras fuentes, así como también bocetos, dibujos, mapas y anotaciones elaborados durante toda una vida; muchos de ellos son los originales de los libros de texto de Geografía, Historia y Ciencias Naturales, hasta principios del siglo XXI. Como lo muestra el archivo, la cartografía de gabinete de Piedra Santa se basaba

Ilustración 5. Julio Piedra Santa. Cuaderno de Prácticas Pedagógicas, 1939-1940. Para enseñar la historia, el plan de la lección sobre la biografía de Justo Rufino Barrios incluía el boceto de un mapa con sus repetidas incursiones a Guatemala desde México, incluyendo una entrada triunfal a la ciudad de Guatemala. Fotografía de la autora, 16 de agosto, 2012.

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Ilustración 6. Dos vistas del archivo Piedra Santa. Fotografía de la autora, 16 de agosto 2012.

hasta cierto punto en la observación personal, pero más que todo en la compilación de una amplia variedad de fuentes. Las referencias de Julio eran tanto nacionales como internacionales. Publicaciones e informes del gobierno guatemalteco comparten espacio con recortes de La Prensa y anuncios que utilizaban mapas del geocuerpo. Una copia del poster del artista y diplomático Delfino Sánchez Latour, A Pictorial Map of the Republic of Guatemala, publicado por el Comité Nacional de Turismo (1953) y un libro de texto mexicano de 1971 se encuentran entre las publicaciones. Irene recuerda que las principales influencias de la cartografía de Julio provenían de revistas internacionales. Ella evoca haber visitado un quiosco con su padre para comprar libros y revistas, tales como Billiken y otros de Kapelusz, ambos de Argentina. En ese tiempo, indica ella, Argentina y México eran los principales proveedores de materiales didácticos en América Latina; y en la década de 1950, Argentina era una fuerza dominante en el subcontinente.


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Como Irene comenta en un video producido por la familia para conmemorar a sus padres, “la cartografía (de Julio) integraba dos de sus grandes talentos: el dibujo y una ´profunda vocación´ para la enseñanza… para hacer sus láminas, él estudiaba mucho… en libros, enciclopedias, revistas, así que una página era la síntesis de él como dibujante, pero también como investigador de la historia, la geografía y las ciencias naturales, lo que le permitía mostrar conceptos de forma ilustrada” (Piedra Santa, I. 2010a).

DE MAESTRO A EDITOR Piedra Santa llegó a su mayoría de edad en una época de grandes cambios. A nivel nacional, un siglo de liderazgos militares y cuasi-dictatoriales en Guatemala cedieron el paso a la Revolución de octubre (1944-1954). Reformadores modernizantes estaban imbuidos con el espíritu del nacionalismo, dirigidos por el educador Juan José Arévalo y el más tarde progresista capitán del ejército, Jacobo Árbenz Guzmán. Cartográficamente, el país también avanzaba. Guatemala fundó su primera institución cartográfica, la Dirección General de Cartografía (DGC), en 1934; y, en 1964, la institución que la sucedió, el Instituto Geográfico Nacional (IGN), comenzó la impresión litográfica.

Julio Piedra Santa Arandi (Ilustración 7) fundó la Editorial Escolar Piedra Santa con su esposa

Ilustración 7 Julio Piedra Santa, con alguien no identificado, con un mapa de los departamentos de Guatemala en el pizarrón y un mapa de Centroamérica sobre la mesa (arriba). El equipo de trabajo de Piedra Santa frente a una manta donde se anuncia la imprenta (abajo). Cortesía de Irene Piedra Santa.


Oralia Díaz en 1947. Ambos docentes estaban imbuidos con los ideales revolucionarios de la época, y compartían el ideal de proveer de cartografía útil y asequible, así como otros materiales didácticos, a los estudiantes y docentes guatemaltecos y centroamericanos. Cuando la Segunda Guerra Mundial impidió que Julio aprovechara la oportunidad de utilizar una beca para estudiar dibujo en Italia, llamó la atención del ejército y fue empleado en el Estado Mayor, donde practicó su talento en la elaboración de mapas. De acuerdo con su hija Irene, el hábito de la lectura de Julio no encajaba con ese trabajo y lo abandonó para dedicarse a su gran amor, la educación. Se graduó de maestro en la Escuela Normal Central para Varones y después trabajó como maestro para el Ministerio de Educación, en la Escuela República de El Salvador, en la zona 11 de la ciudad de Guatemala. Después, cuenta ella, cómo en los tiempos de Arévalo se elevaron los salarios en el Ministerio de Educación y se puso en marcha una iniciativa alfabetizadora en todo el país. Arévalo impulsó que los exámenes fueran escritos, no orales, y los Piedra Santa fueron contratados para su impresión; pero el gobierno pagó con retraso. Aun cuando fungía como maestro, el amor de Julio por la pintura y el dibujo, tanto de paisajes como de figuras, continuó. Él creó hojas ilustra-

das y mapas en una sola hoja que Oralia vendía a sus colegas docentes en el Instituto Normal para Señoritas de Centro América (INCA). Los mapitas eran mapas mudos, a un solo color, los cuales debían ser completados por los estudiantes. En 1947, ellos comenzaron a dedicar más tiempo a la publicación de los mapas de Julio y a las hojitas con ilustraciones (Piedra Santa I. 2010a). Como enfatiza Irene, ahora directora de la editorial, “Los maestros del INCA comenzaron a comprar y a requerir las láminas y mapas. Poco a poco, la voz se corrió y la clientela creció”. Lo que al principio se hacía a mano, después se hizo en mimeógrafo. “Utilizando una bicicleta (mis padres) comenzaron a intentar colocar su material con libreros, pero progresaron muy poco de esta forma. Las hojitas sueltas, que costaban un centavo cada una, no parecía que pudieran llevar a grandes ganancias. Así que ambos dejaron la seguridad de sus trabajos para abrir la casa editorial y comenzaron a vender las hojitas, así como dibujos de la flora y fauna, de acuerdo al curriculum que ellos conocían de sus tiempos en la escuela” (Marroquín Cabrera: 2009). Oralia estaba a cargo; “ella tenía la misión de ser la administradora, tenía la responsabilidad de hacer crecer el negocio y la responsabilidad de los empleados” (entrevista a Castañeda, en Piedra Santa, I. 2010b). Esta división del trabajo, con Julio creando y Oralia administrando, habría de perdurar.

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Ilustración 8. Vista exterior de la ubicación de los talleres Piedra Santa (Material didáctico), en el corazón de la ciudad de Guatemala. Cortesía de Irene Piedra Santa.


Para 1955, la tienda que vendía “Material didáctico” abrió sus puertas en la 5a. calle de la zona 1, en el corazón del centro de la ciudad de Guatemala (Ilustración 8). Los Piedra Santa habían adquirido una imprenta, unos cinco años antes. Adicionalmente, el editor comenzó a organizar talleres para enseñar a los docentes a usar sus productos. Al igual que Arévalo, los Piedra Santa ambicionaban reformar la enseñanza de la geografía en Guatemala. Pero mientras Arévalo se trasladaba de la pedagogía a la política para influir a su país, los Piedra Santa incorporaban a la labor editorial la formación de docentes. Se recopilaron los materiales y se les añadieron ejercicios; los Piedra Santa pronto comenzaron a completar la oferta de hojitas ilustradas que habían vendido por centavos y compilaron los mapas en cuadernos de geografía. A diferencia de la geografía de Arévalo, de tapa dura, formato grande y papel pesado, los pequeños textos y cuadernos de trabajo, de tapa blanda, se han reimpreso en múltiples ediciones y pueden encontrarse en toda Guatemala. Extraídos del vocabulario visual de los primeros cuadernos, las “compilaciones” de 30 a 40 páginas, con mapas e información geográfica o demográfica básica, contrastaban con las cuatrocientas páginas y más de los libros de textos oficiales (Ilustración 9).

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Ilustración 9. Los cuadernos de trabajo, entonces como ahora, se venden en cuadernos (adaptados del formato de los planes originales de donde emergieron) para anotaciones y ejercicios. El precio actual es de unos tres dólares (estadounidenses), o quince a dieciocho quetzales (5). Al principio, los Piedra Santa trabajaron solos, pero pronto recurrieron a otros docentes.

En una nota, al principio de la primera compilación, el equipo editorial recomendaba que este “folletito” sirviera como complemento al cuaderno de trabajo “pues tendrán a la mano los datos y mapas que les resolverán la mayor parte de dudas y evitará la consulta de atlas que no se tienen a mano”. El libro terminaba con “croquis mudos” que los estudiantes podían cortar y colgar; el departamento editorial invitaba a los docentes a encontrar usos adicionales al libro (Editorial Escolar Piedra Santa 1950: 45) (6)

(5) Ver, por ejemplo, de Piedra Santa la Geografía de Guatemala. Cuaderno de mapas para anotaciones y ejercicios (Guatemala, sin fecha) en http://www.piedrasanta.com/ (recuperado el 31 de julio 2015). Los Cuadernos cuestan 15 quetzales y las Geografías, 18 quetzales. Las ediciones actuales del cuaderno han sido actualizadas por Esperanza de Castañeda, mientras que Patricia J. Peralta Sánchez es co-autora de las Geografías. (6) El dato de población de la Dirección General de Estadística, citado en las páginas interiores, indica que el libro es de 1950. Es interesante observar que la frase “Belice es nuestra tierra” aparece en el primer mapa de Guatemala.


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A comienzos de la década de 1960, apareció la primera edición de los Datos Geográficos de Guatemala de Piedra Santa, en la que se añadía color a los compendios. Esta vez, aparecía un listado de obras de referencia en la página frontal, revelando que las fuentes eran oficiales en su mayor parte. Este libro provenía del mapa preliminar y “diccionario geográfico” de Guatemala, elaborado por la Dirección General de Cartografía (la que muy pronto se convertiría en el Instituto Geográfico Nacional, IGN), y mapas elaborados por la institución anterior, la Dirección General de Caminos. Aparecen citadas geografías escolares de José Víctor Mejía y Felipe Neri Fernández, así también como información de agencias gubernamentales, incluyendo la Dirección General de Minería e Hidrocarburos y la Secretaría General del Consejo Nacional de Planificación Económica. En este punto, ingresó a la colección Piedra Santa un mapa académico muy conocido sobre los idiomas indígenas, preparado por el antropólogo Antonio Goubaud Carrera y Alberto Arriaga, en los años de 1940 (Goubaud Carrera y Arriaga, 1946; ver también Adams, 2011; Gillin, 1952). Este mapa sentó un estándar para los subsiguientes estudios sobre los indígenas de Guatemala, el que fue actualizado por el Seminario de Integración Social y publicado por la Dirección General de Cartografía, en 1964 (Goubaud Carrera, Arriaga y el Seminario de Integración Social, 1964).

La edición del Seminario indicaba que una parte de ella se destinaría a los escolares, advirtiendo que esta “realidad positiva” de ayudar a los estudiantes a ”conocer mejor la composición humana de su país”, no tendría éxito sin “la activa cooperación de los docentes guatemaltecos”. Dos puntos son dignos de mención. La citación de Piedra Santa de este mapa (Ilustración 10) aumentó su distribución. También refleja la atención que la empresa prestaba a los cambios de la política cultural en Guatemala. Arévalo no hizo mapas de los pueblos indígenas (salvo una discusión sobre sus culturas, al final del texto de geografía). En otras palabras, la incorporación que hizo Piedra Santa de este mapa marcó un quiebre en cuanto al contenido de los libros de geografía. En la década de los años 80, la casa editora habría de trabajar con la siguiente generación de académicos lingüistas en el Proyecto Lingüístico Francisco Marroquín y el Museo Ixchel para crear un mapa mural, a todo color, bajo la dirección artística de Raúl Piedra Santa que enviaba el mismo mensaje en un formato bilingüe (Cojtí et al.: 1988). Los idiomas español e inglés, no obstante, sugieren una audiencia primaria, tanto de escolares del sector público como privado, que no eran los de las comunidades mayas de Guatemala. A inicios de 1976, Piedra Santa introdujo la serie de textos Geografía Visualizada conformada por


volúmenes de América, Centro América, Guatemala y El Salvador. El título no era original —tampoco el estilo de la cubierta­­— ambos citaban la serie del mismo nombre de la historiadora de origen cubano, Levi Marrero, y los mapas dibujados

Ilustración 10. Mapa que muestra los idiomas indígenas de Guatemala, en Datos Geográficos de Guatemala (1962). Este es uno de los pocos mapas a todo color del volumen. El mapa está basado en el de Goubaud Carrera y Arriaga (1946).

a mano del cartógrafo, húngaro de nacimiento y radicado en Estados Unidos, Erwin Reisz que decoraban la cubierta de las ediciones venezolanas Una nueva geografía universal (1963) y Venezuela y sus recursos (1964) (Smith: 1965) (7). La serie de Piedra Santa comenzó quince años después que el modelo de Marrero se reimprimiera en Guatemala y continuó un enfoque de gabinete por medio de la compilación y actualización de la información proveniente de fuentes nacionales e internacionales. La primera edición de la Geografía Visualizada demostró ser una adición popular a lo publicado (no obstante, las ventas de los mapitas continuaban siendo altas) pues se reimprimió nueve veces entre 1976 y 1989. La segunda edición se reimprimió por primera vez en 1990. En el interior de las publicaciones, el trabajo de Piedra Santa se mantuvo sencillo e informativo más que decorativo, al estilo de las primeras geografías, aunque con un uso más abundante del color en la impresión. Para 2007, la interpretación artística —hecha a mano, de Julio— ya no aparecía en las cubiertas. La serie Geografía Visualizada reemplazó esas coloridas cubiertas, con un collage de fotografías y mapas parecidas a los textos nacionales de geografía que se encuentran en otros lugares

(7) La tierra y sus recursos se publicó originalmente en La Habana, en 1955; se publicó a lo largo de América Latina, con ediciones en los años de 1980. Varios de los trabajos de Marrero, incluyendo La tierra y sus recursos (1961), Viajemos por América (1961) y Viajemos por el mundo (1962) se publicaron en Guatemala como parte de una serie “Colección Geografía Visualizada”. En un prefacio a los docentes, el autor subraya su creencia que la “visualización y el aprendizaje” van de la mano —un lema que encajaría directamente con Piedra Santa, así como el título y el estilo ilustrativo (Marrero 1981: v). Los mapas hechos a mano todavía se venden por sus descendientes, ver http: // raiszmaps.com / (recuperado el 12 de agosto 2015).

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del mundo (Ilustración 11). Sin importar el estilo artístico, no obstante, los mapas de Piedra Santa continuaron siendo producciones de gabinete, basadas en fuentes oficiales y no oficiales, que contaban las muchas historias de Guatemala. La siguiente generación de editores también conservó precios moderados con la intención que estuvieran al alcance de los docentes y estudiantes de diferentes estratos socioeconómicos.

Ilustración 11. Portada de la Geografía de Guatemala, cuaderno de mapas para anotaciones y ejercicios (2007). Observe el énfasis que hace el mapa en cuanto a las características físicas y divisiones políticas, el uso del logo de Piedra Santa donde uno podría esperar ver la palabra Belice y la mezcla de personas y arquitectura histórica y contemporánea del mapa, reflejando la vida urbana y rural. Cortesía de Irene Piedra Santa.

De muchas formas, Piedra Santa compartió las motivaciones de Arévalo y sus predecesores del siglo XIX. Su audiencia principal fueron los “maestros y los estudiantes” para quienes esperaba que el trabajo resultara de “mucha utilidad, tanto por su claridad y exactitud, como por su rigurosa actualización” (Piedra Santa, J. 1991: contra carátula). Piedra Santa, así como Arévalo, democratizaba los mapas y la hechura de mapas en Guatemala, al hacer accesibles los mapas mudos y ponerlos en las manos de los escolares, de modo que estos pudieran hacerlos “hablar” con sus adiciones; y formaron docentes para enseñar a los estudiantes a dibujar esos mapas. Las historias orales proveen una visión de dicho proceso. El 14 de marzo del 2014, tuve un almuerzo con una media docena de amigos y miembros de la familia de Irene Piedra Santa, en la librería original, ahora también un café. Ethel Batres Moreno, una maestra de escuela, amiga de la familia Piedra Santa y antigua empleada, recuerda cómo los mapitas la influyeron desde sus primeros días en la escuela. Sus padres eran maestros de escuela, así que esta estudiante de escuela pública se benefició de una vida familiar en la que sus padres hablaban y enseñaban pedagogía, así como visitaban la librería Piedra Santa de la zona 1 para comprar cuadernos. Su madre incluso tomó cursillos de actualización directamente con Don Julio, porque “a mamá le gustaba dibujar”. Ethel describió cómo Don


Julio enseñaba una técnica para dibujar los mapas de Guatemala: “El dibujaba un rectángulo y decía, vean cómo el mapa cabe aquí. Primero (uno), después otro. Después con un pequeño triángulo, utilizando `la lógica del dibujo´, él creaba formas geométricas. Ésa era su técnica. No sé si así los dibujaba él, pero así enseñaba a los maestros a hacerlos…. Eso era muy bueno. Porque entonces después los maestros hacían mapas en el pizarrón (que eran) bastante aproximados (en forma) al original. El también enseñaba (a ellos) cómo dibujar una cuadrícula para más exactitud… (Yo sé esto por mi mamá)… Los mapas debían tener una proporción (escala)…. Así que yo, como hija, viví esto en la casa y observaba a mis padres (trabajar) con ese cuidado, con ese detalle” (Batres: 2014).

LOS AÑOS DE 1980 Y MÁS ALLÁ Al pasar de los años, la editorial Piedra Santa creció, adicionando libros de literatura y libros de cocina (entre otras series) a su creciente rango de materiales didácticos, así como más personal. Las Geografías Visualizadas son hoy una de entre varias series de libros de texto que cubren tópicos desde caligrafía a estudios sociales y matemáticas, estudios ambientales y valores cristianos. A través de una línea de textos de literatura que comprende ediciones bilingües del Popol

Vuh (quiché-español), literatura centroamericana, autores literarios y autores emergentes de los movimientos revolucionarios de los años de 1960 y 1970, los editores continúan encarnando los valores nacionalistas e inclusivos de sus fundadores (Piedra Santa, I. 2015a). Después de trasladar su producción a un espacio rentado en el área industrial de la zona 7, la empresa regresó la planta e imprenta a la zona 1, a un edificio propiedad de la familia (Piedra Santa, I. 2015b). No obstante los talleres para docentes se continúan impartiendo en la librería que cuenta con un centro cultural, Educentro, a pocas cuadras de distancia de la editorial; talleres adicionales a los de Educentro se dan en hoteles de la capital e interior del país. Las Geografías y mapitas siguen siendo una parte central del negocio y un trío de mujeres fuertes influyeron sustancialmente a la editorial en el último cuarto del siglo XX. Como directora de la producción y trabajando en Piedra Santa por las mañanas, Oralia administró la empresa hasta su fallecimiento, en 1997. En 1981, Esperanza de Castañeda, maestra y después directora del Instituto Normal Centro América (INCA), se unió al personal de la empresa para compilar información y editar el trabajo completado por Julio. Esperanza introdujo una adición a los mapitas. Entre otros cambios de diseño, ella añadió la latitud y longitud a algunos mapas, optando ge-

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neralmente “a favor de lo más técnico”, consultó directamente con el IGN y otras instituciones oficiales para la actualización de los mapas (Batres, 2014; Castañeda, 2014). De 1974 a 1990, la hija, Irene Piedra Santa, una socióloga, dirigió la revista literaria infantil, Chiquirín, lo que llevó un enfoque de ciencia social a la recolección de datos y a su difusión. Hasta ya avanzado el siglo XX, los mapas de Piedra Santa no se formaron por agrimensura directa, sino se mantuvieron basados en la investigación y dibujos por parte de Julio y sus asociados. A medida que el equipo editorial se hizo cargo de proyectos editoriales más extensos, la investigación también incorporó la visita a los sitios. El recuerdo de Ethel Batres de su primer viaje al terreno nos proporciona información sobre el trabajo en equipo necesario para ello. En este caso, cinco personas viajaron en 1989 a Quiché para la investigación requerida para un artículo sobre la resistencia de Tecún Umán a la invasión española. Aunque la explicación del proceso de la investigación del trabajo de campo es relativamente extensa, parece importante proporcionarla para indicar las muchas manos que intervinieron detrás de las escenas. Ethel se expresa sobre el planeamiento, la investigación previa al viaje, la experiencia de campo, la involucración con las comunidades locales y el ir y venir de los partici-

pantes, en una descripción rica en detalles que trae a la vida la cantidad de tiempo, recursos y colaboración que se requería para la publicación. Ya Piedra Santa no era una mera operación de “gabinete”, por lo menos en este trabajo; antes bien, recolectaba información de primera mano, combinada con la integración de una investigación académica de expertos guatemaltecos e internacionales, quienes en equipo trabajaron en los textos, imágenes y geografía. Ethel relata: “Cada artículo que escribíamos en la revista (infantil) Chiquirín era un gran logro, porque el grado de exigencia de Irene era muy alto (risas)… y algo estaba prohibido: no se nos permitía tomar de una enciclopedia, copiar y pegar. El “copy-paste” (sic) estaba prohibido. Así que nosotros estábamos escribiendo acerca de la conquista de Guatemala, el tema de Tecún Umán; nosotros íbamos a escribir “paisajes de la conquista” y haríamos un viaje a los diferentes lugares. Irene trazó la ruta, yo era su asistente. Irene dijo, “Bueno, Ethel, aquí están los libros…”. Ella me lo dijo más o menos el martes y nosotros debíamos viajar el sábado: “Debes leer la Historia social de los quichés, de Robert Carmack, Anales de los cakchiqueles o Memorial de Tecpán Atitlán… y el Popol Vuh… cuatro libros. …y nosotros debíamos de llevar varios mapas…. También estaba el historiador, Horacio Cabezas (quien vino con nosotros); un fotógrafo,


Luis González Palma. El ilustrador “de lujo”, Julio Piedra Santa, también vino. Irene, la socióloga también vino. Y yo viajé como editora”… En el viaje cada participante cumplía un rol diferente. Algunos registraban lo que observaban, mientras otros conectaban la información extraída de los textos con el paisaje o con las personas que encontrábamos, construyendo un contexto para la interpretación y repensando la tradición que se trasmitía primero por medio de la tradición oral y eventualmente se registraba por escrito. “…dejamos la capital en dirección a Iximché. … Aquí hicimos la primera parada. Por supuesto, a lo largo de todo el viaje, Don Julio dibujaba la ruta… Y el historiador hablaba… Íbamos en un carro, un pick-up “gallo-gallina”, de doble cabina… todos cupimos… Nos turnábamos para ir en la parte de atrás. Así que llegamos a Iximché, escuchando la interpretación de Horacio… Al llegar ahí, él dijo, “Aquí, Irene, tenía que haber estado la puerta de jade”. Luis tomó la fotografía y Julio dibujó. Y después él dijo, aquí estaba el palacio porque… y aquí estaba…. esto… y Don Julio dibujaba y el fotógrafo tomaba las fotos… Impresionante. Después fuimos a Santa Cruz del Quiché… la Utatlán de los quichés. Aquí, la misma cosa, el mismo proceso. Aquí, aquí, allá, foto, foto y Don Julio dibujando…. Para el fotógrafo y para mí, todo esto era nuevo… pero

no para para Horacio, Julio, no….desde ahí… a San Juan Ilotenango, en un camino áspero, donde casi caímos en precipicios y estábamos con miedo, nos llevó tres días… Después llegamos a Totonicapán… donde vivía Tecún Umán… visitamos los baños indígenas y, después, como Tecún Umán vivía en las montañas… tuvimos que ir a Tzijbachaj y subimos la montaña, a pie; nos llevó de 6 a 8 horas”… A medida que Ethel recordaba, el viaje por tierra a pie o en vehículo era una parte fundamental de la investigación, lo que en la Guatemala de los años 80 podía ser poco confortable o peligroso. Los mapas eran suficientes para orientar al equipo de una comunidad a otra; los libros les ayudaban a ver; y, en un caso, los gobiernos locales asignaron a dos guías indígenas para asegurar que no pasaría nada adverso. Así lo narra Ethel: “Llegamos a Totonicapán, dormimos, debíamos hablar con las autoridades indígenas… y sí, nosotros estábamos en el “conflicto armado” (1960-1996), así que hacer esta clase de investigaciones era complicado. Las complicaciones eran dobles. Había un problema de límites de tierra entre los dos cantones. A donde íbamos había tierra en conflicto. Así que fuimos a pedir permiso a los dirigentes de los dos cantones… y ellos nos dijeron que sí, pero nos enviaron con dos personas, cada una representaba uno de

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los gobiernos. Así que nosotros teníamos a dos que nos observaban… y comenzamos a subir la montaña… e interesante… cuando íbamos lado a lado, los guardias no ponían un pie en el terreno del otro… así que ellos probablemente no pensaban que nosotros trabajábamos para una revista infantil, sino para alguna comisión de límites…. Llegamos exhaustos a la cumbre y comprobamos todas las teorías… y eso es importante; lo que se muestra en el viaje es la ruta del viaje (Batres: 2014). El artículo “Paisajes de la conquista” de Chiquirín, tal y como se publicó, corrobora muchos de los detalles que recordaba Ethel (Ilustración 12). No sólo ella y la co-autora Irene Piedra Santa se apoyaron en el campo de la especialidad de los viajeros, sino también en el trabajo del antropólogo Robert Carmack (citado en la bibliografía). Adicionalmente, las descripciones de Carmack de los sitios históricos inspiró varias de las ilustraciones de los edificios y figuras históricas elaborados por Roberto Piedra Santa —un artista, colaborador ocasional y pariente político; algunas de ellas se incorporaron a las fotografías tomadas en el sitio (8). No obstante, las memorias de Ethel no cuentan toda la historia. Ella recuerda que el proceso de la hechura de este mapa ofrece “un poco de

la perspectiva de cómo Don Julio construía los mapas. A medida que observaba, registraba lo que veía. Todo el tiempo, a medida que íbamos, él escuchaba los comentarios y observaciones del historiador. No intervenía mucho. Cuando lo hacía, (sus comentarios) eran realmente datos curiosos y eruditos… Así que para mí, esta fue una experiencia de “geografía vivencial” — geografía, historia, aprendizaje” (Batres: 2014). Los mapas que acompañan el texto de Chiquirín, el primero que muestra el recorrido del grupo y el segundo con las batallas de Tecún Umán no solo no están firmados, sino que, de acuerdo a Irene Piedra Santa (2015b) fue el trabajo de Roberto Piedra Santa y no de su padre. Ethel también hizo la anotación de cómo el mapa y el texto juntos, explícitamente animaban a los lectores a considerar llevar a cabo sus propios viajes de uno a tres días (Ilustración 12) para conocer Guatemala. Esta combinación de reportaje, promoción de “turismo cultural” y “homenaje” a los guatemaltecos, en el Día de la Nacionalidad, aparece respaldado por el Ministerio de Cultura y Deportes guatemalteco, de reciente creación (1986), fortaleciendo la identidad nacional. Piedra Santa, aparentemente sólo en una relación informal y no pagada, demostraba relaciones de trabajo con las instituciones oficiales (9).

(8) Irene Piedra Santa recuerda que recurrió a Roberto Piedrasanta para que la publicación de Chiquirín saliera a tiempo. Ella describe a Piedrasanta como a “un buen ilustrador, especialmente para tiras cómicas, que dio clases en la Universidad de San Carlos de Guatemala (la universidad pública nacional de Guatemala)… Nos hemos considerado primos porque los Piedra Santa somos pocos y por su facilidad para el dibujo, pero no hemos investigado nuestra ascendencia” (Piedra Santa, I. 2015a).


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Ilustración 12. Dos páginas del artículo “Paisajes de la conquista”, publicado en la revista infantil Chiquirín (Batres, E. y Piedra Santa, I.: 1989). El mapa a la izquierda invita a los lectores a visitar los sitios descritos en el artículo; y el mapa a la derecha muestra las principales batallas. Cortesía de Irene Piedra Santa.

En por lo menos un caso, de acuerdo al personal de la empresa, la insistencia de Piedra Santa en mejorar el contenido de sus mapas influyó la cartografía nacional. En 1982, Esperanza de Castañeda recuerda que ella esperó seis meses mientras insistía ante el personal de la presidencia de la república para que le proporcionaran

información de cómo representar a Belice en los mapas (Ilustración 13). Finalmente, recibió un dictamen en el que Guatemala reconocía a Belice como a una nación independiente, a pesar de que todavía estaba por determinarse la extensión territorial. Desde esa fecha, los mapas de Piedra Santa ya no mostraron a Belice

(9) Irene Piedra Santa fue asesora honoraria del Ministerio de Cultura y Deportes, para quien ella trabajó la Ley del Libro (1987). Ella cree que la colaboración en el número 473 de Chiquirín fue una cortesía (Piedra Santa, I. 2015a). Es interesante observar que la propia revista sugiere que es el Ministerio quien recomienda hacer turismo nacional en el país.


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Ilustración 13. Irene Piedra Santa (izquierda) y Esperanza de Castañeda (derecha), 16 de agosto 2012. Están de pie, frente a la pintura de un mapa pictórico de Guatemala que se exhibe en la librería Piedra Santa, de la zona 1. La pintura al óleo fue hecha por Julio Piedra Santa. Fotografía de la autora.


como parte del territorio nacional e incluyeron un párrafo donde se explicaba que la frontera estaba pendiente de definirse. Castañeda comentó, “por eso, nosotros decimos que Piedra Santa otorgó la independencia a Belice” (Castañeda: 2014). Si esta memoria cuenta o no toda la historia del cambio de política, la portada de la Geografía Visualizada muestra la progresión. En el geocuerpo de la portada (1976, 1991) se incluye a Belice, dejándolo ambiguo; pero ya en el interior, Belice aparece removido (2007). La posición oficial es importante; desde el siglo XX, sucesivos gobiernos crearon mapas en los que se incorpora a Belice como parte de Guatemala, en un intento por involucrar a los ciudadanos en proyectos nacionalistas. Que el ejecutivo abandonara esta táctica a mediados de su propia guerra civil es sorprendente e impresionante (Dym: próximamente). En relación a la población indígena, los trabajos recientes de Piedra Santa, al igual que el de otras instituciones guatemaltecas, han otorgado creciente atención a la representación de los mayas y otras culturas. En medio del conflicto armado interno y a pesar de las publicaciones del mapa lingüístico de 1988, el tema no mereció mapas en las primeras ediciones. La edición 1991 de la Geografía Visualizada: Centroamérica menciona de pasada a los indígenas como a la población mayoritaria, pero solo registra el número de habitantes por país, sin mostrar la distribución de los pueblos de la región. En 2001, la Geografía

Visualizada relaciona los idiomas mayas a aquellos de los vecinos de Guatemala, actualizando el mapa lingüístico de Goubaud; y en la edición de 2007, el texto cita la ley del 2003 que oficializa los idiomas nacionales y la institucionalización de la educación bilingüe, lo que pone a los mayas modernos en el mapa y en la comunidad política. Esta última edición también muestra la distribución, por región, del Índice de desarrollo humano y la densidad de población de Naciones Unidas, lo que permite a los interesados establecer conexiones entre el estatus lingüístico o étnico con los logros socio-económicos (Piedra Santa, 1991a: 4, 1991b: 42, 2007: 13, 16-18).

LOS TEXTOS DE EDITORIAL PIEDRA SANTA Y LA VIDA COTIDIANA Hay mucho que aprender de los mapitas, la Geografía Visualizada y las innovaciones de Piedra Santa en la década de 1980; de su trabajo y del trabajo de docentes asociados como Esperanza de Castañeda y Ethel Batres en la difusión de conocimientos geográficos y materiales didácticos en un amplio sector de escolares guatemaltecos. Los materiales de Piedra Santa también ilustran acerca de cómo se utilizaban los mapas en la segunda mitad del siglo XX, en Guatemala. Debido a su precio y a un contenido que se apoyaba en investigaciones, los cuadernos, hojitas y otras publicaciones de Piedra Santa se utilizaron en todo el país. De ahí que muchos guatemaltecos

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recuerdan sus experiencias como usuarios de los mapitas (Ilustración 14).

Ilustración 14. Ethel Batres, quien ha trabajado como editora en Editorial Piedra Santa, señala un “cuaderno” de geografía que ella utilizó en la escuela. (12 de marzo 2014, foto de la autora)

Los guatemaltecos cuya edad es de por lo menos treinta años con frecuencia guardan un fuerte recuerdo de los mapitas sueltos o de la Geografía Visualizada. De una forma no científica, pregunté a abogados, archivistas y escritores; cada uno de ellos recordaba una pequeña anécdota la cual contar y se sonreían cuando pensaban en los cuadernos. Aquellos que se convirtieron en maestros o académicos los conservaban (tal vez no sorprendentemente) entre algunos de los recuerdos más fuertes de su niñez. La memoria en el círculo cercano a los Piedra Santa es especialmente clara tal vez, en parte, por lo que han escuchado durante décadas. Este muestreo no pretende ser definitivo; ciertamente hay perso-

nas cuyas vidas no fueron tocadas por los mapitas. Sin embargo, se da una fuerte correlación y memoria entre aquellos que sí lo fueron. Sería un campo fértil para la investigación el darle seguimiento a inquietudes como estas, partiendo desde la ciudad de Guatemala al interior. Los recuerdos de María Eugenia de Solórzano van del salón de clases a la vida familiar, las relaciones de trabajo y la historia deportiva. Ella recuerda a su maestra, Ofelia Muñoz Urrutia de Quiñónez, decirle que los mapas de Piedra Santa eran la única forma de conocer Guatemala. La maestra hacía que los estudiantes hicieran copias con papel carbón del contorno de los mapas para que aprendieran cómo era el país y los departamentos y después hicieran dibujos libres. De Solórzano asegura que, aun ahora, “si alguien me pide que haga un mapa, yo lo puedo dibujar, no con un cien por ciento de exactitud pero, por lo menos, con una forma que no es incorrecta” (Solórzano: 2014). Según De Solórzano los mapas también eran utilizados en la educación informal y para inculcar identidad nacional a los trabajadores. Su padre —recuerda ella— llevaba un mapa doblado de Piedra Santa en su cartera, para mostrar a sus trabajadores los lugares que visitaría o sobre los que estaba hablando. Los mapas de Piedra Santa también le servían de modelo para imprimir las camisetas del equipo de futbol; este era el único mapa que resultaba confiable para el impresor.


Otros recuerdos son indicio de otro tipo de historias acerca de los mapas y la vida cotidiana en el interior. Miriam de León hizo la observación que “en las áreas rurales que yo conozco los maestros y niños no tenían mucho material didáctico, pero los mapitas estaban siempre ahí, lo que ellos tenían eran los mapitas… Así que lo que había en todas las casas (rurales) eran los mapitas trabajados por los niños (de León, 2014)”. Si bien en la ciudad los mapas hechos por Piedra Santa eran algo que se doblaba y se llevaba en las bolsas o se reproducían en camisetas de equipos, en el interior, en las casas de los estudiantes, podían fungir como elementos tanto decorativos como informativos. El investigar qué tan profundamente impactaron los mapitas en el interior de Guatemala y consultar a habitantes de las áreas rurales que atendieron la escuela primaria podría arrojar resultados interesantes. Hasta los extranjeros encontraban memorables esos mapitas. Yo todavía conservo copias de algunos mapas mudos de Centro América que obtuve cuando hacía la investigación para mi disertación doctoral en la ciudad de Guatemala, a mediados de la década de 1990. Pensaba utilizarlos para enseñar a mis estudiantes a pasar cuestionarios, en una época anterior al internet. En ese tiempo, yo no estaba consciente del proyecto del que formaban parte esos mapitas de una sola hoja. No obstante, lo que mi propio comportamiento confirma, es algo que se re-

vela en una docena de entrevistas no científicas hechas a guatemaltecos, en los alrededores de la ciudad de Guatemala y en La Antigua: los mapitas causaban una impresión y conformaron visiones sobre el espacio nacional. Conclusión Usualmente se estudian los mapas desde el punto de vista del proceso de su creación o de su contenido. Los mapas cuentan muchas historias y revelan a menudo detalles sobre la persona y la sociedad que los elaboró o el público que los utilizó. No obstante, también es importante aprender de los cartógrafos y de los propios usuarios sobre sus intenciones e impacto. La editorial Piedra Santa, iniciada por Julio y Oralia, y continuada por Irene (Ilustración 13) y su hija, ofrecen un prolífico caso para el estudio de una familia de educadores que convirtió la geografía (además de otras asignaturas) en un emprendimiento enfocado en que tanto el conocimiento como los métodos lleguen al mayor número posible de escolares (y futuros adultos). La metodología utilizada por Julio Piedra Santa no era una tecnología avanzada. El era un artista que prestó atención a los mapas y llevó contenidos temáticos —no técnicas topográficas— al público general. Se basaba en fuentes oficiales para dibujar sus mapas, aun en tiempos cuando los gobiernos no eran tal vez las fuentes más confiables. Pero el editor sabía cómo crecer.

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Contratando a maestros como personal de la editorial y aceptando recomendaciones de académicos de las universidades, Piedra Santa se mantuvo actualizada. Colegas como Esperanza de Castañeda (ver la ilustración 13) añadieron mejoras cartográficas, tales como retículas y rosas de los vientos a algunos mapas; y empujaron a las instituciones oficiales a que se pronunciaran sobre asuntos de importancia, tales como los límites con Belice. La segunda generación, con una mayor formación académica, se inclinó a favor de realizar trabajos de campo cuando era posible, como en el caso que se presenta aquí, el proyecto “Paisajes de la conquista”, para la revista Chiquirín.

sugería un verdadero cariño, tanto por los mapas como por los materiales. Los detalles que sobresalen — el mapa doblado y bastante gastado de un padre, los mapas infantiles que cuelgan de paredes, los celos en torno al libro de un hermano— parecen ciertos. Las historias de los maestros y guatemaltecos que recuerdan haber atendido los talleres y trabajado con ediciones específicas de los Datos Geográficos y los Cuadernos, así como los ejercicios que realizaron, ofrecen matices para comprender mejor cómo los mapas de mediados de siglo emergieron de los libros de texto y de las oficinas estatales, para ser algo que los ciudadanos guatemaltecos pudieran dibujar, comprender y aprender de ellos.

De las historias familiares sobre el fundador, a los archivos que constituyen indicios de la investigación y creatividad que conllevó cada mapa, y a las numerosas ediciones de sus trabajos, la ouvre Piedra Santa provee un fundamento para reflexionar sobre la importancia del costo y las redes que se requieren para transferir los ideales de una era —el nacionalismo revolucionario de Guatemala, durante sus diez años de primavera— a un legado perdurable que llegó a cientos de miles en períodos posteriores, incluyendo el período del Enfrentamiento Armado Interno (1960- 1996). Las historias orales descansan en la memoria y la afinidad —los relatos que escuché de los amigos y colegas de Piedra Santa tenían el carácter de historias bien contadas, y el tono

Por medio de la pedagogía y los impresos, los materiales didácticos de Piedra Santa lograron lo que el Ministerio de Educación y voluminosos libros de texto no pudieron: llevar información básica y formar destrezas en los niños de las escuelas y futuros ciudadanos. Investigaciones posteriores podrían ciertamente revelar con más detalle cómo este negocio familiar sobrevivió y prosperó en el turbulento siglo XX de Guatemala. Esta introducción sugiere que un estudio posterior podría igualmente arrojar ricos resultados, y no solo en Guatemala, sino también en otros si no en todos los países latinoamericanos.


Reconocimientos Para este ensayo se utilizó extensamente la colección en posesión de Irene, Ruth y Raúl Piedra Santa, los hijos de Julio y Oralia de Piedra Santa. Irene facilitó el acceso a los archivos y creó oportunidades para que se entrevistara a antiguos y actuales colaboradores de la empresa, así como también a personas que trabajaron con los materiales de Piedra Santa (tanto adultos como niños). En 2014, Ruth facilitó la página de Facebook a los seguidores que quisieran contar historias propias sobre estos materiales. Estoy muy agradecida por su apoyo y generosidad al compartir manuscritos y materiales impresos de su padre, de sus propios archivos y fotografías de la colección de la familia. Todas las entrevistas se llevaron a cabo en español.

29 AGRADECIMIENTOS Editorial Piedra Santa agradece a las siguientes instituciones y personas: Journal of Latin American Geography, Conference of Latin American Geographers, por permitirnos traducir y reproducir el artículo de la doctora Jordana Dym. Biblioteca Bancroft, Universidad de California, Berkeley, por el permiso otorgado para la publicación del mapa Carta de la República de Guatemala, página 5. A la familia del presidente Juan José Arévalo por el permiso otorgado para la reproducción de los tres mapas de la Geografía Elemental de Guatemala, página 6. Y muy especialmente a la doctora Jordana Dym por la iniciativa, interés y dedicación en la investigación y elaboración de este artículo académico, así como en la gestión de los permisos para su traducción al español y publicación. Estamos urgidos de aportes como el suyo; de conocimientos sobre la historia de nuestro sistema educativo y los modelos pedagógicos, sobre los materiales dedicados a la enseñanza y su incidencia en la escuela, la vida cotidiana y el imaginario popular.


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Este libro se terminรณ de imprimir en el mes de junio de 2016, en los talleres de Gare de Creaciรณn, S. A.



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