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destello, no tenían consideración, a su alrededor podría suceder cualquier cosa, no importaba nada, era como si estuvieran en otra parte, a la vez que estaban allí. Ahora había cinco personas. Dos de ellas eran viejos, de unos cincuenta, los otros tres parecían tener un par de años más que yo. Me habían visto ya hacía rato, lo sabía, era inevitable, supuse que no todos los días aparecía un desconocido con un largo abrigo negro bajando la cuesta. Me llevé el cigarrillo a la boca y aspiré tan profundamente que el filtro se calentó. Dos banderines de plástico blanco con publicidad del periódico VG colgaban uno a cada lado de la puerta. El escaparate estaba lleno de planchas de cartón blanco con distintas ofertas escritas a mano. Yo estaba ya a quince metros de ellos. ¿Debería saludar? ¿Un simple hola? ¿Pararme y hablar con ellos? ¿Decir que era el nuevo profesor y bromear un poco con eso? Uno de ellos me echó un vistazo. Yo saludé levemente con la cabeza. Él no me devolvió el saludo. ¿No lo había visto? ¿Mi saludo había sido tan leve que sólo pareció una corrección de la postura de la cabeza o un tic nervioso? Sentía la presencia de esa gente como cuchillos dentro de mí. A un metro de la puerta tiré el cigarrillo al suelo, me paré y lo pisoteé. ¿Podría dejarlo allí? ¿Ensuciaba el entorno? ¿O debería recogerlo? No, eso sería demasiado pedante, ¿no? ¡Joder, lo dejo en el suelo, son pescadores, seguro que ellos también tiran las colillas, coño! Puse la mano en la puerta y la empujé, cogí una de las cestas rojas y me metí por el pasillo de estantes llenos de productos. Una señora un poco gorda de unos treinta y cinco años llevaba un paquete de salchichas en la mano y estaba diciendo algo a una chica que seguramente era su hija, flaca y de brazos y piernas largos, con una expresión arisca y desganada en la cara. Al otro lado de la mujer había un chico de unos diez años inclinado sobre el mostrador moviendo algo. Yo metí en la cesta un pan integral, un paquete de café Ali y una caja de té Earl Grey. La mujer me miró un instante y echó el paquete de salchichas a la cesta, luego siguió hasta el otro extremo de la tienda con el chico y la chica detrás. Yo me tomé mi tiempo, mirando todo lo que vendían, cogí un queso marrón de cabra de la cámara, una lata de foie gras y un tubo de mayonesa. Luego fui a por un cartón de leche y un paquete de margarina, antes


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