14190c

Page 22

Entornó los ojos diciendo: —Estás hecho un lío, güey. Y luego volvió a su perorata. La doctora Zeleny —me había encontrado con ella en algunas ocasiones delicadas, mientras bajaba furtivamente del cuarto de Digger— era tan diminuta como Digger. Más diminuta, incluso. Cuando nos conocimos, llevaba una camisa Oxford de mangas cortas de color malva que revelaba la ristra de músculos de sus antebrazos. La imagen de ella abriéndole la cavidad pectoral a alguien con un serrucho, mientras las luces de la sala de operaciones rebotaban de su cabeza de pajarillo bien modelada, me aterraba y al mismo tiempo tenía un inevitable sentido. La única ocasión en que habíamos hablado ella extendió un brazo para estrecharlo, con su acordonada muñeca esposada con un reloj de plata mate de capitán de la Gestapo. Digger no se parece en nada a ella, excepto que ambas son bajas. Abandoné mi intento de tratar de explicarle lo de Kevin. En realidad no tenía nada que explicar, sólo una bandada de pensamientos intoxicados, imbéciles, imposibles de negar. Así que la escuché hablar sobre los problemas del hospital un poco más. Se me apretó la mandíbula, junto con los puños. Quería golpear a alguien. Por mi propia estupidez, supongo. Pero no había nadie a quien golpear, así que le estreché la mano a Digger y me fui caminando a mi coche. Me fui a dormir cuando llegué a casa, una o dos horas. En el auto escuché los gorgoteos de la radio, pero no pude soportarlo después de una canción, así que bajé la ventanilla y escuché el viento que habitaba mi barrio. La casa estaba a oscuras cuando entré: no a oscuras, sino en tinieblas, como sucede cuando mi padre está en su estudio. Apaga todas las 27


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.