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Juan A. Columé Breval

FESTIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL ROSARIO

En 1208, la Madre de Dios en persona se le apareció a Santo Domingo de Guzmán. Y le enseñó a rezar el rosario para que lo propagara por todo el mundo (rosario significa corona de rosas).

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Pero no se instituyó la festividad del Rosario hasta el 7 de octubre de 1571, después de que el Papa San Pio V, encomendara a los soldados el rezo del rosario para lograr la victoria en la batalla de Lepanto. Anteriormente, a esta fecha se llamaba festividad de la Virgen de la Victoria. (Aciprensa).

En nuestro pueblo siempre hemos tenido una gran dicotomía entre Virgen del Carmen, Virgen del Rosario. Tengamos en cuenta que la primera es la advocación de los marineros y la segunda es el patronazgo del pueblo. Pero recordemos que la Virgen solo es una.

Recuerdo el “día del Rosario” con mucho cariño. Para mí era una fiesta muy particular, y digo era pues desde hace mucho tiempo vivo fuera del pueblo. Pero sí, la recuerdo con mucho cariño.

Era la transición del tiempo vacacional y la vuelta al colegio. Los días eran más cortos. Esto hacía que al salir la Madre de Dios del templo, la luz cambiara por completo la fisionomía de su cara morena. Todo era más íntimo, más recogido. Era y es una fiesta por y para las gentes del pueblo. Los veraneantes ya se habían marchado. Solo quedábamos nosotros los isleños. Y esto me hacía sentir a la Virgen más cercana a mí.

Es verdad que era una fiesta religiosa y lúdica con menos jolgorio: menos “cacharritos”, menos puestos de golosinas etc. También era la discusión entre las madres y los hijos entre pantalón corto y largo, donde meter algunas pesetas o reales para los “cacharritos”. O comprarle algo a Cayetana cuando pregonaba con su carrillo: “Altramuces, sultanas, avellanas recién “tostá”, higos secos, pipas de girasol y calabazas, pirulitos, lengüitas de gatos, borreguitos” (José M. Escobar). O a la mujer que vendía los “coquirri”, o al estimable Choquito con su atracción de pesca.

Lo que nunca olvidaré era la salida de la Virgen del Rosario. Tranquila y serena. Con mucho respeto acompañada por las gentes del pueblo y autoridades. Su cara era serena y contemplativa.

Hoy a mis 60 años he recuperado el rezo del Rosario y ya no hay oración que me llene más y me reconforte. Hagamos caso a nuestra Madre y recemos su corona de rosas para la paz del mundo.

Juan A. Columé Breval

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