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A PROPÓSITO DE ALGUNOS CONCURSOS
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REPORTAJE MARÍA BENI EZQUERRO Y MARTA PEINADO ALÓS
Ilustraciones: Carlos López @mr_legaz
Hace aproximadamente medio año se fallaba el concurso de proyectos, organizado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) para la ampliación del Teatro Bretón de los Herreros, con una sorprendente afluencia de propuestas llegadas de todo el territorio nacional. El jurado estaba integrado por arquitectos de reconocido prestigio y presidido nada menos que por Rafael Moneo.
Un evento así, con una repercusión que en contadas ocasiones se produce en una ciudad como Logroño, merece una reflexión pausada sobre el propio concurso y las propuestas presentadas. El alcance de este sobrepasa el ámbito gremial del conjunto de arquitectos de La Rioja, siendo un tema de actualidad que debería interesar a los ciudadanos, con independencia de su formación o profesión, en tanto que las propuestas hacen reflexionar y reflejan algunas ideas sobre una parte extremadamente concurrida y significativa de la ciudad.
YA CONOCEMOS LA RESPUESTA, PERO ¿CUÁL ERA LA PREGUNTA?
El programa de necesidades de un concurso establece el tablero de juego sobre el que los participantes desplegarán sus ideas, por lo que parece necesario, antes de acudir a valorar las respuestas, detenerse cuidadosamente sobre las preguntas. El aforo de la sala principal del actual Teatro Bretón es de 952 butacas, lo que, aparentemente, impide atraer a Logroño a compañías con programaciones más reducidas. Hasta ahora, el salón de columnas cumplía las veces de sala auxiliar para este tipo de formatos, pero, las características de la sala no cumplen las condiciones para que estos eventos tengan lugar en las condiciones adecuadas. Esta necesidad, junto con el hecho catalizador de la cesión gratuita al Ayuntamiento del actual edificio colindante al del teatro y en desuso desde 2016 son el pistoletazo de salida para la gestación del concurso sobre el que hoy nos ocupamos. Además de suplir esta necesidad de dar cabida a producciones de menor formato, el concurso canalizará otra aspiración del antiguo edificio, la de contar con un núcleo de ascensores que resuelva el tema de la accesibilidad universal. Volveremos a ello.
ACOSO Y DERRIBO
La publicación del concurso se produce el 8 de noviembre de 2021. Aproximadamente un mes después y en mitad del proceso de licitación, se anuncia la compra, por parte del Ayuntamiento y tras años de negociaciones fallidas, del inmueble de Avenida Portugal situado sobre el salón de columnas. El destino potencial de este edificio como ampliación del teatro queda expresamente excluido del concurso convocado. No sabemos si este desfase entre el anuncio de la licitación y la adquisición del edificio, de Fermín Álamo, por cierto, responde a una estrategia planificada o no pero, a priori, parece lógico pensar que el concurso podría haber incluido ambas intervenciones. Desde luego, una actuación sobre el salón de columnas mejoraría las condiciones de dicho espacio para acoger funciones de menor aforo. Al margen de la idoneidad de las preguntas explicitadas en las bases y del desafortunado, o no, desfase en las adquisiciones de los edificios vecinos al teatro, el concurso es un hecho. Entremos pues en materia; pero antes, un apunte.
«La palabra concurso viene del latín concursus que significa personas reunidas en un mismo lugar, pero también coincidencia de sucesos o circunstancias [...] Así, en su significado primario un concurso constituye una modalidad de encuentro y de coincidencias; sin embargo, también puede relacionarse con la construcción de divergencias para diferenciarse de otros competidores»1

1. Muñoz, María Dolores: «El concurso de arquitectura como búsqueda de coherencia entre realidad constructiva posición teórica: Una reflexión desde la historia». Arquitecturas del Sur. Vol. 23, N. 31.
PREVENCIÓN DE ESFUERZOS
El procedimiento de este tipo de concursos se regula mediante la Ley de Contratos del Sector Público, recientemente matizada por la nueva Ley de Calidad de la Arquitectura. Lo que ninguna de las dos normas establece es la necesaria dosificación de los esfuerzos intelectuales, económicos y de medios que suponen estos encargos para los despachos de arquitectura. Algo que, por ejemplo y sin ir más lejos, sí que regula la ley equivalente en Cataluña, la cual especifica que si los honorarios previstos para el encargo superan los 60.000€, deben hacerse en procedimientos con dos fases, siendo la segunda remunerada. El concurso que nos ocupa, cuyos honorarios superan ampliamente la cantidad mencionada, no solo se desarrolló en una única y escueta fase, sino que requería, para poder tan solo presentarse, disponer de un equipo completo de técnicos con demostrada solvencia en obras similares. A pesar de comprender la prevención de las administraciones a la hora de encargar proyectos de cierta complejidad, el esfuerzo desmedido necesario para presentarse termina yendo en detrimento no solo de los profesionales que concurren sino de las soluciones adoptadas. En primer lugar, por dejar fuera un amplio espectro de arquitectos con menor experiencia y, en segundo lugar, porque los participantes ocupan una parte importante del tiempo disponible en la preparación de la densa y excesiva documentación necesaria y no tanto en la conceptualización y el desarrollo de las propuestas.
FALLOS Y ACIERTOS
Dicho esto, el 22 de marzo se emitía el fallo del jurado, desvelando los lemas de los cinco equipos finalistas. Destinados a entenderse, Entramar, El jardín de comedias, Antesala y Rojo y
Negro. A veces, una palabra dice más que mil imágenes, y nos parece lícito jugar a imaginar, mediante los lemas de los proyectos seleccionados, qué conceptos son clave en cada una de las propuestas. Podríamos pensar, por ejemplo, que aquel que habla de destino y entendimiento pretenda basar su propuesta en la relación que ésta establece con sus vecinos. Quizás aquel que se titula Entramar, se centre en el concepto estructural y use entramados de madera. ¿Y el jardín de comedias? ¿Es una alusión metafórica o incluirá vegetación en su propuesta? Desde luego, si una cosa podemos deducir de los lemas es un cierto desacuerdo unánime sobre las respuestas aplicadas a una misma pregunta. Algo que, por otra parte, ya se deduce de la propia definición etimológica de concurso. «La palabra concurso viene del latín concursus que significa personas reunidas en un mismo lugar, pero también coincidencia de sucesos o circunstancias [...] Así, en su significado primario un concurso constituye una modalidad de encuentro y de coincidencias; sin embargo, también puede relacionarse con la construcción de divergencias para diferenciarse de otros competidores»1 Partiendo entonces de este desacuerdo unánime en respuesta a una coincidencia, la de participar en este concurso, detengámonos ahora en algunos temas relevantes que se deducen de todas las propuestas.

ENTRE EL PALACIO Y EL TEATRO; ¿QUÉ?
Quizás el argumento en el que más nos interesa incidir sea el de las nuevas fachadas propuestas. Nos atrevemos a suponer que, en última instancia, haya sido esta cuestión la que haya decantado al jurado a escoger la propuesta definitiva, por la especial relevancia que toma en la calle Bretón de los Herreros. En el primer tramo de esta, viniendo desde la plaza del Espolón, se distinguen dos caracteres opuestos en cada una de sus fachadas enfrentadas. Por un lado, una fachada sur de casas populares de principios del siglo XX, de crujía estrecha y modulación vertical, donde destaca el recurso frecuente de las galerías en diversas tipologías. Mientras, en la fachada norte, se suceden dos edificios cívicos de proporción horizontal, el antiguo palacio de justicia y el teatro Bretón, entre los que se inserta el nuevo equipamiento objeto del concurso. Los equipos han tenido que abordar la complicadísima tarea de situarse junto a dos fachadas de una intensidad incuestionable y, sobre todo, de una discordancia difícil de atajar. Ante esta situación mediadora entre dos patrimonios de difícil matrimonio, las propuestas oscilan mayoritariamente entre aquellas que abogan por ser la propia representación de sí mismas; es decir, aquellas en que el modelo de actividad y su formalización coinciden; y aquellas otras que optan por no tomar partido, limitándose a dibujar mudos y más o menos discretos lienzos paralelepípedos entre ambos estilos irreconciliables. Definitivamente, el jurado ha valorado mejor estas últimas, en una especie de penalización de la transparencia, atributo recurrente en aquellas propuestas que juegan a desvelar en sus fachadas el programa teatral y su organización. Resulta sugerente, recuperando la idea de desacuerdo unánime, observar cómo las 5 propuestas premiadas, optando casi todas ellas por la estrategia del plano discreto de unión entre el palacio y el teatro, adoptan cada una materialidad distinta para formalizar una misma idea. Vidrio translúcido en el caso del proyecto ganador, madera, piedra y cerámica el resto de los finalistas. En realidad, esta condición de caja ciega o de paño de fachada cristalina está íntimamente relacionada con las ideas sobre el límite del nuevo equipamiento con respecto a la ciudad. Abrir o cerrar, permear o delimitar, enseñar u ocultar. Y esto nos lleva a la siguiente cuestión relevante sobre el concurso, su relación con la calle.
ABIERTO O CERRADO
La calle Bretón de los Herreros, en su papel de límite con el casco antiguo, es una calle peatonal muy concurrida. Su generoso ancho y una amplia oferta de restauración la convierten en el verdadero foyer del Teatro Bretón. Esto queda perfectamente explicitado en las bases, pero da pie a dos interpretaciones opuestas. Por un lado, aquellas que efectivamente consideran la calle como el espacio de reunión previo o posterior a la función, por lo que el vestíbulo interior queda reducido a la mera transición entre la sala propiamente dicha y la calle. Este es el caso del equipo ganador, el cual propone una planta baja ciega, que cierra, delimita y oculta el interior del equipamiento. Por otro lado, algunas propuestas entienden esta afirmación
de las bases como una invitación a que el espacio del vestíbulo sea efectivamente compartido con la calle, abriendo intencionadamente la planta baja y consiguiendo que la calle entre en el teatro y viceversa. Tal es la estrategia del segundo o del cuarto clasificado, siendo el tercer premio el colmo de tal posicionamiento, dejando literalmente abierta a la calle el área equivalente al vestíbulo, el jardín de comedias, en una arriesgada propuesta que invierte la posición natural de la sala y la caja escénica para crear algo así como una plaza interior con jardines suspendidos.

ACCESIBILIDAD INACCESIBLE
A pesar de que, como acabamos de exponer, la forma en que se entra al nuevo teatro es un manifiesto en sí mismo, hay ciertos factores que dificultan la solución de abertura total hacia la calle. Volvamos ahora al tema de los espacios “accesibles”. Y es que nos preguntamos, sinceramente, hasta qué punto los requerimientos de accesibilidad universal terminan, paradójicamente, convirtiendo los espacios en prácticamente inaccesibles. Este concurso es un buen ejemplo de ello, y solucionarlo adecuadamente es clave para distinguir las mejores propuestas. La dificultad radica en comunicar ambos vestíbulos, el del antiguo y el del nuevo teatro, accediendo al segundo por una cota marcadamente inferior debido a la pendiente de la calle. Esto hace que cuanto más lejos esté el nuevo acceso con respecto al antiguo teatro, más larga será la rampa necesaria para comunicarlos desde el interior, rampa que acabará colapsando el vestíbulo y, como consecuencia, cerrándolo a la calle. Esto es precisamente lo que ocurre en la propuesta ganadora, que, aunque saca partido espacial de una rampa bien alineada con las escaleras del Bretón, niega la posibilidad de una relación más natural y pública con la calle. Es inevitable, estamos condenados a la accesibilidad. Universal sí, pero inaccesible, también.
QUIEN NO ARRIESGA, SÍ GANA
Podríamos decir que en los concursos se produce un máximo de intensidad arquitectónica, por llamarlo de alguna manera. Una avalancha de ideas, conceptos, estrategias, respuestas, ocurrencias, relatos o discursos producidos en muy poco tiempo alrededor de una misma cuestión. Estudiarlos detenidamente es no solo necesario sino casi una obligación, simplemente porque, en este caso concreto, al menos 35 equipos se han dedicado en cuerpo y alma a encontrar la mejor solución para la cuestión sugerida. Esto es precisamente lo que hemos hecho para preparar este artículo, estudiar minuciosamente las propuestas e intentar, a diferencia de la difícil tarea del jurado, extraer algunas reflexiones más desde el conjunto de todas ellas y no tanto desde los casos individuales. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, las propuestas son muy distintas las unas de las otras y algunas de ellas asumen más riesgos que otras. Ya sea a través de un sistema estructural, de una configuración singular de la planta baja o de la apuesta total por un material, asumir cierto nivel de riesgo ha sido penalizado en este proceso. En los concursos, la mayoría de las veces, la dificultad radica precisamente en saber tensionar lo suficiente una idea singular, pero con la contención precisa para no pasarse de la raya. En este concurso concreto nos atrevernos a decir que quien no arriesga, sí gana.
María Beni Ezquerro y Marta Peinado Alós