ALMONTE FERIA 2025

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Saluda del Alcalde

Queridos vecinos y amigos que nos visitáis,

Con el verano, llega de nuevo uno de los momentos más esperados del calendario almonteño, nuestra Feria de San Pedro. Una cita marcada por la alegría, la convivencia y el reencuentro en ese espacio tan emblemático como es el Chaparral, que late todo el año con la vida de nuestra gente y que vuelve a reunirnos para compartir el buen ambiente, la ilusión y la hospitalidad que nos define.

Este año la feria se dedica al pueblo de Filipinas, con quien compartimos una historia que nos une a través de la memoria, el legado y los nombres de grandes almonteños que dejaron allí su huella. Es el caso de José Jiménez Berros, uno de los últimos de Filipinas, símbolo de resistencia en la gesta de Baler; o del cartógrafo Enrique d’Almonte, cuya obra ayudó a trazar los mapas de aquel lejano país. También Pedro de Almonte y Verástegui, militar que marchó a Filipinas para servir con valor.

Gracias a ellos, recordamos que Almonte también tiene una parte de su historia ligada al Pacífico, y que el espíritu de entrega y servicio de nuestros paisanos ha traspasado fronteras. En esta edición de la revista de Feria se recogen sus historias y las enmarca en un contexto que refuerza los lazos históricos, culturales y afectivos entre Almonte y Filipinas. La presencia del cónsul en estas páginas viene a reafirmar esa voluntad de tender puentes entre pueblos, a través del respeto, la memoria compartida y la amistad.

La Feria de Almonte es una gran ocasión para que nuestras familias se reúnan, nuestras calles se llenen de color, y para que quienes nos visitan se lleven consigo el recuerdo imborrable de estos días especiales. Quiero agradecer a todas las personas, caseteros, trabajadores municipales, colectivos y cuerpos de seguridad que hacen posible esta fiesta con su esfuerzo y compromiso.

Espero veros a todos en el Chaparral, compartiendo risas y buenos momentos. Juntos, hagamos que esta Feria de San Pedro sea una celebración llena de alegría y de unión. ¡Feliz Feria!

Saluda

de la Pregonera

Es difícil explicar con palabras lo que sentí cuando me propusieron ser pregonera de la Feria de San Pedro de Almonte. Una mezcla de emoción profunda, respeto y gratitud. Porque no se trata solo de anunciar una feria, sino de ponerle voz a una tierra que siento muy dentro, una tierra a la que me une el amor por la Virgen del Rocío, esa devoción que tantas veces me ha traído a sus arenas, a este pueblo, a esta gente.

Para una onubense y rociera como yo, Almonte es un lugar especial. Es raíz, es verdad, es cultura, es fe. He vivido momentos inolvidables en esta tierra, donde siempre me han hecho sentir como en casa. Y ahora, tener la oportunidad de pregonar vuestra feria, la de San Pedro, es un regalo que me llevo al alma.

Sé lo que representa esta cita para el pueblo. Es reencuentro, es alegría compartida. Son días de amigos que se buscan y se encuentran en ese maravilloso Chaparral. Es infancia correteando por la calle de los cacharritos, son momentos en familia que se renuevan año tras año. Y es también el eco del trote firme y ancestral de las yeguas que cruzan la marisma camino del pueblo, trayendo consigo el latido de las tradiciones más antiguas y hermosas de esta tierra. Este año, además, con una dedicatoria especial a Filipinas, que añade memoria, homenaje y un sentido vínculo con almonteños que allí dejaron su estela.

Este pregón es mi manera de agradecer tanto cariño. Quiero que este día se escuche mi voz y mi corazón. Que mi cante y mi palabra puedan acariciar un poco la emoción que late en las vísperas. Por eso me entrego como lo hago siempre, con verdad y con respeto, sabiendo que no hay mayor honor que pregonar a un pueblo que ama lo suyo con tanta hondura.

Gracias, Almonte, por acogerme con los brazos abiertos y por permitirme formar parte de esta cita tan señalada. Desde el Chaparral, donde todo comienza una vez más, alcemos juntos el telón de esta Feria de San Pedro que habla de identidad y de alegría. Que siga vibrando esta hermosa unión nuestra. ¡Feliz Feria!

Argentina

Pregonera de la Feria de San Pedro 2025

Entre

jazmines cintas

Desde una edad temprana, el arte fue mi refugio y una vía natural para expresar mi forma de ver el mundo. Aunque crecí como una niña inquieta y, en ocasiones, incomprendida, encontré en la naturaleza y en los animales un ancla emocional que continúa latiendo con fuerza en mi obra. Mi recorrido artístico comenzó con la fotografía, pero fue mi vínculo con la cultura Hip Hop —a partir de 2016— lo que me impulsó hacia el arte urbano, encontrando en él un lenguaje accesible, directo y profundamente colectivo.

En 2014 inicié mis estudios en Bellas Artes en la Universidad de Granada, donde me sumergí de lleno en el graffiti y el arte público, comprendiendo su potencial transformador tanto en lo visual como en lo social. Desde entonces, he combinado la creación de murales con la enseñanza en talleres y la organización de festivales como Doñana Jam, con el objetivo de acercar el arte a mi comunidad natal, Almonte.

Mi trabajo se nutre de lo cotidiano y lo simbólico, de lo íntimo y lo colectivo. Habla de nuestras raíces, de lo que nos rodea, de lo que heredamos y compartimos. A través del color, la figuración sensible y la intervención en espacios comunes, busco establecer un diálogo emocional con quienes se cruzan con mis obras, generando conexiones que celebren la pertenencia, la tradición y la vida misma.

SOBRE LA OBRA

La obra que he realizado como cartel de la Feria de Almonte 2025 parte de un ejercicio de reinterpretación cultural y simbólica. Este año, la feria guarda un vínculo especial con Filipinas y con la memoria de los

K-Lina (Carolina Carmona)

Héroes de Baler. Tomando como punto de partida la estética de los carteles antiguos —donde las figuras femeninas eran protagonistas habituales—, he querido rendir homenaje a esa tradición, adaptándola a mi lenguaje: más pictórico, más realista y más cargado de significado.

El retrato representa a una mujer almonteña embarazada, cuya figura no solo reivindica la visibilidad de la maternidad —muchas veces excluida de los espacios festivos—, sino que enlaza con los valores de fertilidad y fortaleza presentes en las antiguas culturas indígenas filipinas. Su trenza y el abanico, típicos de los trajes mestizos, hacen alusión directa a la identidad filipina, al igual que los jazmines que la rodean, flor nacional del país.

Los tatuajes que cubren su piel están inspirados en los tatuajes tradicionales de los pueblos originarios filipinos, que durante la colonización fueron injustamente estigmatizados. En estas culturas, los tatuajes eran símbolos de unión, valentía y fertilidad femenina. Incorporarlos a una figura local es una forma de tejer puentes entre mundos que, aunque lejanos, comparten historias de resistencia, belleza y comunidad.

El abanico también contiene un guiño a nuestra feria: el caballo y la cinta aluden a las carreras de cintas, una de las tradiciones más queridas de la feria de San Pedro. Y como telón de fondo, menos visible pero presente, se encuentra el arco de entrada al recinto ferial del Chaparral, evocando ese lugar donde convergen celebración, memoria y encuentro.

Este cartel es, en definitiva, una ofrenda visual que enlaza dos tierras a través del arte, la tradición y la mujer como portadora de vida, fuerza y cultura.

El día de la amistad duradera entre ESPAÑA y FILIPINAS

Estamos de celebración en estas fechas (no solo en la Feria del pueblo de Almonte) sino también conmemorando el día 12 y 30 de junio de cada año y días posteriores porque no solo se celebra el Día Nacional de Filipinas sino el Día de la Amistad hispano- filipina o “Día de la Amistad entre España y Filipinas” para recordar los fuertes vínculos entre la República de Filipinas y el Reino de España.

En vuestro caso, bien sabe de estas efemérides, vuestro actual alcalde D. Francisco Bella porque en alguna ocasión viajó al archipiélago filipino,y concretamente a Baler para participar con las autoridades del lugar esta gesta histórica.

Además, los almonteños podéis estar orgullosos de que este municipio dedica varios monumentos y edificios a esta gesta histórica y también debéis estar más que orgullosos porque de los 33 supervivientes, uno de ellos fue vuestro convecino José Jiménez Berro y de antemano mi felicitación a toda su familia.

Y siguiendo con la historia de esta efeméride, hay que recordar que tras terminar el “sitio de Baler” y en prueba de admiración a este “puñado” de españoles, se firmó el 30 de junio de 1898 el Decreto por el General, Emilio Aguinaldo, Presidente de la I República de Filipinas, una orden por la cual se decretaba que los últimos soldados españoles que se habían atrincherado en la iglesia del pueblo de Baler por espacio de un año, fueran tratados no como enemigos sino como amigos y que recibieran la asistencia necesaria y el correspondiente salvoconducto para su retorno a España y prácticamente, proclamados héroes no solo por los españoles sino también por el pueblo filipino.

Así, el Senador Edgardo Angara (actualmente fallecido y con el cual vuestro actual alcalde mantuvo una estrecha amistad y mutua admiración), fue gran impulsor del “Día de la Amistad” y sobre esa efeméride del 30 de junio, llegó a afirmar lo siguiente: “Fue un día glorioso para ambos países, porque el sitio de Baler produjo héroes y victorias para ambas partes” y precisamente, hoy ese episodio glorioso es la piedra angular y símbolo de la gran amistad entre ambos países y de la llamada, “Amistad Duradera”

Un país profundamente cristiano y en donde se puede afirmar que la mayor concentración de la Historia de la Iglesia se llevó a cabo con la visita de su entonces Santidad el Papa Juan Pablo II, congregando a más de 10 millones de fieles católicos, fervor religioso que dejaron los españoles en el archipiélago filipino en su clara labor de evangelización.

En mis múltiples alocuciones y conferencias en mi condición de Cónsul

General de Filipinas y al referirme al sentido religioso de los filipinos, llego a repetir una frase “que Jesucristo llamó a muchas puertas en Asia y la única que se la abrió fue Filipinas”, precisamente por ser un pueblo cristiano, apostólico y romano.

Tampoco podemos olvidar la epopeya heroica de 55 españoles refugiados en la Ermita de Baler, durante 337 días, sitiados y del que salieron 33 hombres y entre ellos, mi abuelo materno médico militar, Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro.

Resaltar el esfuerzo de la Embajada de Filipinas en España, encabezada por su actual Embajador Excmo. Sr. Philippe J. Lhuillier, como por el Presidente de Filipinas, Excmo. Sr. D. Ferdinand Marcos Jr., que están haciendo importantes esfuerzos para profundizar en nuestra historia común e intensificar los intercambios comerciales, hoy en clara espiral de crecimiento.

Por todo esto creemos que potenciar toda interrelación, entre nuestros pueblos, el crecer en nuestra amistad, para mayor conocimiento mutuo y favorecer nuestra alianza serían retos que nos debemos marcar para los próximos años y por ello, nuestro agradecimiento porque este año la Feria de Almonte se dedique a Filipinas y en donde vamos a participar mostrando nuestro folclore, gastronomía y en donde nos podrán acompañar muchos filipinos que se desplazarán a este pueblo mundialmente conocido.

Desde estas líneas quiero recordar que este Consulado General ya tuvo la suerte de poder organizar hace años, (siendo también alcalde D. Francisco Bella), una visita oficial de la entonces presidenta de la República de Filipinas Excma. Dª Gloria Macapagal Arroyo y en donde vivimos momentos increíbles cuando esta ilustre visita recorrió las calles del municipio de Almonte en coche de caballos siendo vitoreada por todo el pueblo con cariño y admiración a todo lo que representa Filipinas.

Es evidente que los gobiernos de España y Filipinas están realizando un gran esfuerzo. El gobierno español desea que, sobre el fundamento de su larga amistad y especial vinculación histórica, ambos países seamos capaces de construir una relación cada vez más sólida y que se reflejen en crecimiento de intercambios económicos, culturales y humanos y en un mayor entendimiento mutuo.

Desde esta página quiero felicitar a todos los ciudadanos de Almonte; mostrar nuestra gratitud por dedicar esta Feria a Filipinas y como somos un pueblo muy religioso, no podemos olvidarnos de lo que representa la virgen del Rocío, conocida mundialmente y le pedimos la mediación y plegarias, en favor de todo el pueblo filipino.

¡Mabuhay Filipinas y España!

F.D.O.

José Ignacio Bidón y Vigil de Quiñones

Cónsul General a.h. de Filipinas en Andalucía Occidental, Badajoz, Ceuta y Melilla

Estrellas sobre la Marisma

I. EL DESPERTAR DE LA TRADICIÓN

La llegada a la marisma fue un silencioso despertar. Se detuvieron y el padre de Manuel le tocó el hombro suavemente: “Manuel, hijo, hemos llegado”, le dijo con una sonrisa, que reflejaba el cielo estrellado.

Manuel se frotó los ojos y lo que vio le cortó la respiración: un manto de estrellas parecía caer sobre la tierra, iluminando la marisma con una luz mágica.

Manuel apenas podía contener su emoción. A sus 12 años, estaba a punto de ser testigo de la Saca de las Yeguas, una tradición que su padre le había descrito con ojos brillantes y la voz temblorosa.

La noche antes de partir, no pudo dormir, imaginando los caballos salvajes y la vasta marisma, bajo un cielo inmenso.

II. PRIMEROS PASOS EN LA MARISMA

El viaje fue un mosaico de paisajes que cambiaban con cada sentimiento. Al llegar, la marisma los recibió con un silencio reverente, roto por el sonido lejano de las yeguas. “Aquí cada paso es un diálogo con la tierra”, le explicó su padre, mientras ellos hablaban, bajo la luz de las estrellas.

La primera noche fue un torbellino de sonidos y siluetas. El padre de Manuel le enseñó a prepararlo todo, bajo su atenta mirada. “Aquí hijo, la naturaleza nos habla. Escucha”, le susurró.

Y Manuel escuchó el canto de los grillos, el susurro del viento, entre los juncos y a lo lejos, el eco de los caballos salvajes.

Fotografía de María Eugenia Pérez

III. NOCHE DE LEYENDAS Y SUEÑOS

La primera noche, Manuel aprendió a leer las estrellas. Su padre le contaba historias de la marisma y leyendas de tradiciones marismeñas, que parecían danzar en el firmamento. Rodeados por la naturaleza, compartieron historias y risas, forjando recuerdos imborrables.

Al amanecer, la marisma despertó con ellos. Los primeros rayos de sol revelaron un paisaje de ensueño, donde el rocío brillaba como diamantes sobre la hierba. Manuel ayudó a su padre a prepararlo todo para la Saca.

Mientras llenaban las cantimploras, su padre le contó los vínculos con Doñana, con el Rocío y el orgullo de pertenecer a esa tierra.

IV. LA DANZA DE LAS YEGUAS

Con la llegada del alba, la marisma cobró vida. Manuel observó fascinado, como los yegüerizos, se preparaban con esmero. Cuando el momento llegó, se unió al río de caballos y sintió la adrenalina de la tradición, fluir por sus venas.

La danza de la Saca de las Yeguas, era un espectáculo de fuerza y armonía, que lo dejó sin aliento.

Aquello era un torbellino de emociones. Manuel sintió el suelo temblar, bajo el galope de cientos de yeguas. Junto a su padre, se sumergió en la marea de yegüerizos, que guiaban a los animales hacia Almonte. ¡Mira hijo, como el animal y el hombre, se hacen uno!, exclamó su padre.

Y en ese momento, Manuel no solo vio, sino que sintió la conexión ancestral, entre el caballo y el hombre.

V. EL LEGADO DE LA MARISMA

Al final del día, mientras el sol se ponía, Manuel comprendió que todo aquello era más que una tradición: era un legado vivo. Prometió a su padre, que volvería cada año, para ser parte de esa danza ancestral, que ahora latía en su corazón. El regreso fue un camino de reflexión.

Manuel cubierto de polvo y con el corazón lleno de alegría, entendió que todo aquello, era algo más que un evento, era un rito de paso, una tradición solemne. Había vivido la experiencia de estar en la marisma, de ser parte de la naturaleza y de las estrellas.

EPÍLOGO: BAJO EL MANTO DE LA ILUSIÓN…

De regreso a casa, Manuel sabía que cada vez que levantara los ojos, recordaría su iniciación en la marisma y se sentiría eternamente conectado con ese lugar mágico…

Y sabía que, aunque aquella fuera su primera vez, no sería la última…

Este relato captura la esencia de la experiencia de Manuel con la magia de la Saca de las Yeguas. La conexión tan profunda entre un padre y su hijo y la tradición que los une. Es solo un inicio, una ventana a la experiencia, entre Manuel y su padre. Un evento que marca, no solo el calendario del pueblo de Almonte, sino también el corazón de quienes lo viven de esta manera…

ENRIQUE D’ALMONTE Un importante cartógrafo y geógrafo en Filipinas

Enrique d’Almonte y Muriel

En la pasada edición de la Revista de Feria 2024, tratamos uno de los linajes más importante que nuestro pueblo tuvo en su historia, Los Almonte, una familia de navegantes y comerciantes que hicieron riqueza en América, durante los siglos XVI al XVII. El apellido Almonte, variante de Domonte, de origen gallego, se expandió por los rincones más incógnitos del mundo, entre ellos Italia, con un mayor porcentaje en la región de Abruzzo.

Del “Bel paese”, como también es conocido poéticamente el país italiano, honda las raíces nuestro próximo protagonista, Enrique d’Almonte y Muriel, un importante cartógrafo y geógrafo que hizo trabajos en los dominios españoles como fueron en Guinea, el Sahara y Filipinas.

Enrique d’Almonte y Muriel nació en Cádiz el 8 de enero del año 1858, aunque otras fuentes dicen que lo hizo en la ciudad de Sevilla. Su padre fue Enrique d’Almonte, nacido en Italia, matemático y arquitecto y su madre, Rafaela Muriel, natural de Cádiz.

Comenzó Enrique en la vida administrativa como auxiliar de Minas, mientras que cursaba la carrera de ingeniero de caminos, la cual tuvo que abandonarla tras la muerte de sus padres. Diez años después, en 1889, fue agregado a la Jefatura de Minas en las islas de Filipinas, adentrándose en la selva para buscar minas; convivió con indígenas que no admitían extranjeros. Publicó en 1917 el libro titulado “Formación y Evolución de las subrazas. Indonesia y Malaya”, por la Real Sociedad Geográfica Española.

Dibujó y levantó las cartas de las provincias de Cavite, La Laguna y Batangas, en el año 1896, que sirvieron esencialmente al Ejercito de Operaciones.

Prestó grandes servicios al Cuerpo al que pertenecía, recorriendo todo el territorio, inspeccionando aquel valiosísimo e inexplorado suelo, rico en minerales cuyo conocimiento le fue bien pronto familiar, demostrándolo en sus atinados estudios. En el archipiélago filipino realizó mapas de Luzón e islas adyacentes, provincia de Manila y distritos de Leite, Samar, Negros y Bohol.

RELACIÓN DE MAPAS QUE ELABORÓ ENRIQUE D’ALMONTE EN FILIPINAS

1882 - Planos del Volcán de Taal

1882 - Planos de la Laguna de Taal

1882 - Planos de la Región de Tobacea

1882 - Planos de la provincia de Nueva Vizcaya

1883 – Bosquejo geológico de Panay

1883 – Mapa de la Isla de Luzón

1883 – Mapa geológico de la Isla de Luzón

1884 – Bosquejo de la Isla de Bilirán y sus azufrales

1884 – Plano orográfico del Volcán de Albay

1885 – Provincia de Manila

Mapa de la Isla de Luzon y sus adyacentes. Por Enrique d’Almonte y Muriel. 1887. Instituto Geográfico Nacional

A finales del año de 1897, tiene don Enrique d’Almonte que regresar a la península, tras la pérdida de la soberanía española sobre las Filipinas. En cuanto se tuvo conocimiento de su llegada a la ciudad de Madrid, la Sociedad Geográfica Española, le nombró socio correspondiente en Manila, por sus relevantes servicios a la ciencia como geógrafo.

El año 1901, habiendo ya vuelto definitivamente de Manila el señor d’Almonte, el Ministro de Estado, en nombre de la Reina Regente, y a propuesta del Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, le designa para formar parte de la Comisión encargada de deli-

1885 – Croquis topográfico del distrito de Samar

1887 – Mapa de la Isla de Luzón y adyacentes

1896 – Provincia de Cavitem región limítrofe

1896 – Provincia de La Laguna

1896 – Provincia de Batangas

1898 – Demarcación de límites de la Isla de Luzón

1898 – Distrito de Boal

1898 – Distrito de Leyte

1898 – Distrito de Samar

mitar las posesiones españolas y francesas en el África Occidental (costas del Sahara y Golfo de Guinea).

En 10 de julio del mismo año, salió de España con el encargo de estudiar minas de carbón o de hierro, cuya existencia se suponía, y además la comarca situada entre el río Iboto y la confluencia del Muni con el Congo, la isla de Corisco y los islotes de Elobey. Más tarde, recibe orden de marchar al río Lliamborri para efectuar el estudio geológico de la parte superior de su valle, recibiendo gracias muy expresivas por los trabajos realizados. Al año siguiente se le encarga la formación del mapa geográfico de Guinea, haciendo años más tarde un estudio sobre la flora.

A finales de mayo de 1917, encontrándose en las Filipinas desde un año antes, embarcó en el buque de vapor, Carlos de Eizaguirre, en dirección a Japón, para organizar servicios directos de navegación entre el Japón y España, comisionado a tal fin por el Ministerio de Fomento, cuando en medio de la noche, en el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), chocó con una mina marina, partiendo el buque en dos y hundiéndose rápidamente. En el naufragio murieron 134 personas entre tripulación y pasajeros, entre ellos Enrique d’Almonte. Solo sobrevivieron 25 personas.

Bibliografía:

- Don Enrique d’Almonte, explotador y geógrafo. Biblioteca Nacional. Ministerio de Cultura

- La aventurera vida de Enrique d’Almonte: cartógrafo de Filipinas y explorador de la Guinea española. El Debate.

- Sahara Occidental: libros y otras publicaciones digitales en Internet (XI). agirretxe.blogspot.com

El vapor correo de Filipinas Carlos de Eizaguirre

(Los últimos de Filipinas) JOSÉ JIMÉNEZ BERROS El heróico

Los Héroes de Baler o también conocidos como Los últimos de Filipinas, fueron un grupo de soldados valientes que se atrincheraron durante 337 días en la iglesia de San Luis Obispo de Tolosa del municipio de Baler (Filipinas), desde el 1 de julio de 1898 al 2 de junio de 1899, debido a la Guerra de Independencia de las Filipinas y la Guerra Hispano-Estadounidense, que acabaron con la soberanía española sobre el archipiélago filipino.

Los soldados desconocían por completo que la Guerra habia terminado y que la independencia de Filipinas se proclamó el 12 de junio de 1898, resistiendo en la pequeña iglesia de Baler casi un año. Entre estos heróicos soldados que defendieron su patria, se encontraba el almonteño José Jiménez Berros, un joven soltero que fue llamado a filas contando con 21 años de edad.

Hijo de José Jiménez Hernández e Isabel Berros García, nace en Almonte el 7 de febrero de 1876 en la casa de su abuelo Alfonso Jiménez, tabernero, en la plaza principal de Almonte. La familia de José siempre destacó por ser una familia campesina humilde.

En agosto de 1896, comenzaron las organizaciones independentistas la llamada, Revolución Filipina, para acabar contra el imperio español, ya muy debilitado. A esto, se le unió el conflicto bélico entre España y Estados Unidos acaecido desde el mes de abril a agosto de 1898, al intervenir en la Independencia de Cuba y el sospechoso hundimiento del acorazado de la armada estadounidense, USS Maine, en el puerto de la Habana.

José Jiménez, forma parte del sorteo de quintas del año 1895 y entra en el cupo del Ejército de Ultramar, de los más temidos por los mozos dado el ambiente bélico independentista de las colonias españolas. Es destinado a Filipinas, encontrándose en ella desde 1897 e ingresa en el Batallón de Cazadores Expedicionario nº 22, con sede en Manila, en la Isla de Luzón. José llegaría al pueblo de Baler el 12 de febrero de 1898. Su compañía venía a ayudar al destacamento del teniente José Mota, que

ya permanecían refugiados en la iglesia desde octubre, tras ser sorprendidos, atacados y con numerosas bajas.

Aquel episodio bélico supuso una tenaz resistencia durante 11 meses de un nutrido grupo de soldados, tenientes, médicos, un cura y dos frailes españoles al mando del Capitán Enrique de Las Morenas. Sitiados en la iglesia, pasaron todo tipo de calamidades, entre hambre, emboscadas, represalias, enfermedades, muertes y desertores. En el mes de junio de 1899, el teniente Martín Cerezo, repasó los periódicos que había dejado el teniente Coronel Aguilar, en el que descubrieron la realidad: la independencia de Filipinas el año anterior.

Tal como apunta, su bisnieto Juan Matías Ojeda, en su obra, José Jiménez Berro, Héroe de Baler, fue José Jiménez quien convenció a todos de que era mejor obedecer y respetar la decisión del teniente y de los frailes para la rendición tras leer las noticias de la prensa. También se cuenta que José era uno de los mejores tiradores del destacamento. Precisamente, estando disparando de rodillas, recibió cuatro disparos en una pierna.

Finalmente, tras 337 días de resistencia, se rindieron el 2 de junio, disponiendo las armas, con unas condiciones honrosas de capitulación por parte de las autoridades filipinas.

El 22 de julio de 1899 partieron desde Manila a España, a bordo del vapor Alicante, llegando a la ciudad de Barcelona el 1 de septiembre, siendo recibidos por las autoridades ante los vítores del público.

La valentía de este grupo de soldados españoles fue incluso reconocida por el General filipino Emilio Aguinaldo, en aquellos días Presidente de la recién creada República de Filipinas, quien firma un Decreto declarándolos amigos de

República en vez de prisioneros, agasajándolos y permitiendo su regreso a España. Dos Reales Ordenes publicada el 28 de septiembre de 1899 otorgaron a cada soldado la Cruz de Plata del Mérito Militar con distintivo rojo y una pensión

vitalicia de 7,50 pesetas, ascendiendo en 1908 a 60.

Ya en Almonte, contrajo matrimonio con María Díaz Vega, con quien tuvo tres hijos: Josefa, Manuel y Miguel, instalándose en una casa situada en la calle Espejo. En 1912, el Ayuntamiento de Almonte la rotuló como calle Baler, en su honor. Fue Guarda de Campo.

Su vida después en el pueblo fue la de una vida sencilla que nunca se vanaglorió ni presumió de su heroica gesta. Dedicado al campo, cuenta la familia como el rey Alfonso XIII en sus cacerías en el Coto de Doñana, lo mandaba a llamar para charlar con él. Ambos muy aficionados al caballo.

Finalmente, su vida se apagó a los 81 años de edad un 8 de enero de 1957, en la casa de su hija Josefa Jiménez Díaz, en la actual calle El Cerro.

Los Últimos de Filipinas, por José Ferré Clauzel

Un militar almonteño

en Filipinas

Aveces cuando la ocasión lo merece, afloran documentos que dormían anónimos en archivos privados, en los cajones de las viejas cómodas de las abuelas, en las cajas de latas de dulce de membrillo, entre papeles, cartas o recibos mas que vencidos y caducos, tal es el caso del documento que hoy aportamos a esta revista de feria dedicada a Filipinas, y en efecto, se trata de una carta de despedida de un hijo de Almonte a su madre remitida desde Cuba donde se encontraba sirviendo a la Corona de España y desde donde se embarca rumbo a Filipinas en 1860. Se trata del entonces joven cabo, Ángel Trujillo Pérez que servía a la Corona en la Habana y quien no vacila en aprovechar embarcarse a Filipinas para así ampliar su incipiente carrera militar. Una propuesta que llega a la colonia en 1860 y que ofrecía a todos aquellos, que, siendo cabos, quisieran enrolarse rumbo a Filipinas obteniendo el grado de sargento en el mismo momento del embarque, una oportunidad que aquel almonteño no quiso desaprovechar, pese a tener que navegar durante más de seis meses en condiciones difíciles, desde la Habana a Manila. Un desafío y una aventura a través del océano Pacífico.

Allí permaneció durante algunos años pues ya en 1865 remite una carta desde Madrid donde había ingresado en el cuerpo de alabarderos del rey, llegando a ser oficial de albarderos de Alfonso XII con

quien mantuvo una fluida relación. La figura de este almonteño tan desconocida como apasionante, es un ejemplo de valentía, aventura y sacrificio que, como otros paisanos suyos, ya a mediados del siglo XIX, llevaron el nombre de Almonte a los confines del mundo.

Aportamos a continuación una breve reseña biográfica que, con la ayuda de Javier Coronel, investigador local, hemos podido esbozar para contextualizar el personaje que tratamos.

Ángel Trujillo Pérez nació en Almonte en torno a 1836 era hijo de Juan Trujillo Marchena natural de Algeciras y María Candelaria Pérez Maraver natural de Almonte, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos.

De lo poco que se sabe de Ángel, deducimos por una carta remitida desde Madrid en octubre de 1865, que ya residía en la capital de España. Sabemos que residió en el mismo Palacio Real ya que era alabardero del Rey Alfonso XII. Por lo que deduce en la misiva, posiblemente fuese padre de un niño llamado José María, fruto del matrimonio con Matea Ramos.

Desconocemos que fue de la vida de todos ellos, solo que la pequeña herencia que testó, fue adjudicada a sus sobrinas Candelaria, Juana y Matilde Coronel Trujillo. De esta última, desciende este que os escribe.

Por Manuel Ángel López Taillefert
Ángel Trujillo Pérez

TRANSCRIPCIÓN

DE LA CARTA:

Habana y mayo 12 de 1860

Mi más estimada y querida madre, celebro se halla usted buena, igualmente mis hermanos y hermanas. Yo sigo bueno para la que usted guste mandar.

Madre, sabe usted que recién la suya (carta) con fecha y del presente y enterado de ella le digo que habiendo a que una apuntación para todos los cabos que quisieran apuntarse a ir a Filipinas, por el tiempo de su empeño que al tiempo de embarcar le dan el grado de sargento y al desembarcar allí les dan la efectividad y ya me he apuntado para ir, pues aunque el viaje que 7000 leguas de mar y se echan 6 meses o 7, voy a ver mi suerte pues ya que sabe uno lo que hay a que vamos a ver lo que hay por allá pues el tiempo que estamos por el camino nos sirve igual que si estuviéramos aquí y vamos en una fragata muy buena que hecho aquí.

Así no me contaste usted hasta que yo no le vuelva a contestar que será inmediatamente que llegue y nos destine regimiento pues dicen que embarcamos del 18 al 20 de este mes pues la fragata está acabada de cargar. Así no tiene usted que tener pesadumbre pues el tiempo se para lo mismo en una parte que en otra y en cumpliendo si Dios quiere, volaré al lado de usted.

Sin mal memoria a todos mis hermanos y hermanas, tíos y tías, primos, primas a Curro Sandunga a toda su familia a Luciano a Sra. Dolores y Sr. Conde a Don Lorenzo y su familia.

Ángel Trujillo

Matea Ramos, esposa de Ángel.

UN ALMONTEÑO EN LA DEFENSA DE LAS ISLAS FILIPINAS, MOLUCAS Y OTRAS ISLAS ESPAÑOLAS EN LOS MARES DE ASIA

DON PEDRO DE ALMONTE Y VERÁSTEGUI

Domingo Muñoz Bort. Historiador.

Corría el año 1553 cuando el Cabildo de Sevilla otorga vecindad al almonteño Diego García de Almonte, apodado “El Indiano”, a su mujer Ana de Las Casas de la Fuente y a sus hijos, pero sin renunciar a su hacienda y casas de morada en la villa de Almonte. Uno de sus hijos Diego García de Almonte se casa en Sevilla con Germana o Gerónima Verástegui y llegaron a tener cinco varones y cuatro hembras; entre ellos al segundo Pedro de Almonte Verástegui, nuestro biografiado, que se casó en Filipinas con Doña Ana de Zárate. Esta rama de los Almonte residentes en Sevilla se dedicaron al comercio con el continente americano recién descubierto e islas del mar de Indonesia, llegando a ser de los principales mercaderes indianos1

Había servido al Rey durante 23 años2 en el presidio de Cádiz, flota de Nueva España (México), Virreinato del Perú, Chile, Filipinas y Las Molucas. Estando en Cádiz peleó contra los ingleses cuando intentaron tomar la ciudad y su puerto. En 1626 embarcó en la flota de Nueva España como alférez de una de las compañías de infantería. Desde Nueva España emprendió viaje a La Habana y en la travesía su barco se vio asediado por los ingleses y tomado por prisionero y enviado a Inglaterra, donde actuó de espía. Por Real Cédula de 18 de mayo de 1628 el Virrey del Perú le nombra Capitán de Infantería y enviado al reino de Chile.

Cuando volvió a Nueva España, su virrey, el marqués de Cerralvo, lo nombró capitán de una de las compañías que en el año 1633 pasaron al socorro y abastecimiento de las islas Filipinas y Molucas, con futura de General de las Naos de ella. En uno de los viajes de este año al puerto de Ternate, nombre criollo, (bajo la ocupación española se llamó Nuestra Señora del Rosario de Terrenate, principal enclave de las Molucas), Pedro de Almonte y Verástegui, al mando del galeón Santa María Magdalena, se enfrentó a los barcos holandeses, que se habían adelantado esperando la entrada del Socorro más arriba de lo usual. De Almonte logró salvar el bloqueo y llevar la ayuda a los fuertes de las Molucas.

Al poco el Gobernador de Filipinas, D. Juan Cerezo, le nombró por cabo de las galeras reales de la guarda y custodia de las fuerzas de Terrenate y capitán de mar y guerra del

1 Familia, linaje y negocios entre Sevilla y Las Indias. Los Almonte. Vila Vilar, E. y Lohmann Villena, G., Fundación Mapfre, Madrid, 2003.

2 Toda la información que ofrecemos proviene del Archivo General de Indias, fondo Filipinas, 9, 22, 30, 50 y 347, libros 3, 4 y 5. Del artículo de Antonio C. Campo López El socorro del Maluco. La flota anual entre Manila y Ternate que permitió la soberanía española en las islas Molucas (1606.1663), en Revista de Historia Naval, nº140 (2018), pp 9-30. Y de Copia de una carta que el padre Pedro Gutiérrez de la Compañía de Jesús escribió a Don Diego (sic) de Almonte y Verástegui, Veinticuatro de la ciudad de Sevilla. Año 1639. Biblioteca Nacional, Fondo Pascual de Gayangos, carta impresa, número 276.

galeón Santa María Magdalena. En el año 1634 fue por cabo de socorro a las fuerzas de la isla Hermosa. En el año 1636 el Gobernador de Filipinas, Hurtado de la Cueva le nombró por cabo del patache de la armada del socorro de Terrenate, a cuya entrada por haber reventado una pieza de artillería de la nao capitana y muerto 16 personas, le socorrió con 30 de los de su cargo, con lo cual el enemigo se puso en huida destrozado. En 1637 Don Pedro fue promovido a la plaza de Almirante de Socorro y llegando a Terrenate observó que el enemigo holandés estaba en su puerto de Malayo con tres naves, y una vez descargado el socorro, salió con los galeones a embestir a los enemigos que saltaron a tierra huyendo por lo que acañoneó dichas naves.

En 1638 auxilió con sus fuerzas al Gobernador que se hallaba en la conquista del cerro del reino de Joló y por muerte de su sargento mayor Juan González de Casares, alcaide y gobernador de las fuerzas del Camuo Anga, se le encargó el cuartel y trincheras de la retirada el cerro de Jaló penetrando en el campo enemigo donde estableció un baluarte para la artillería, obligando al rey de Jaló a su rendición, tomándole sus fuerzas y haciéndose con todo el reino, por cuyos servicios el gobernador le hizo su Teniente de Capitán General de los reinos de Camuo Anga, Tolo y Boayen, y de la plaza de General de la Armada y Socorro que el año siguiente había de ir a Terrenate y de las naves que debían de venir de Nueva España a Filipinas.

Después continuó las guerras y conquistas de aquellos tres reinos y laguna de

Manalao y volvió a salir en otra armada de embarcaciones para el reino de Mindanao y tomó puerto en la Savanilla, Manalao y Sibugui, empadronando a sus naturales. Después paso al reino de Buayen donde le ganó al rey Cachilmonzay y poniéndo en obediencia al Rey de España al caudillo Cachilmanaquier a quién tomo un hijo por rehén y cautivó a muchos naturales.

Meses más tarde partió Don Pedro de Almonte de Camboanga para el reino de Joló y durante dos meses redujo a sus naturales y los empadronó para que pagasen tributo a la Corona, y a otros tantos de dos islas vecinas, y taló la isla de Tauitauir que era el astillero del enemigo. Sirvió dos años la plaza de Castellano y gobernador de Punta de Cavite en Filipinas, la cual fortificó y puso en defensa.

En el año 1642 habiendo nuevas noticias que los holandeses estaban con cuatro naos en la desembocadura de Cavite para asal-

tar a las naves españolas que iban a Nueva España, le ordenó el Gobernador a Pedro de Almonte que aprestase un navío y otras embarcaciones y que con el galeón que iba a Terrenate saliese a castigar al enemigo e hiciera escolta a las naves del Socorro. Poco después, por convenir al Servicio Real volvió al puerto de Cavite para servir sus plazas y continuar con las fortificaciones.

En 1643 se le dio la plaza de General de las Naos que de aquellas islas iban al puerto de Acapulco, y en la primera expedición y por un temporal se tuvo que refugiar en el puerto de Lampón y no pudo continuar el viaje, quedándose en esa ciudad desde agosto de 1644, continuando con estos servicios.

Fechada en Zaragoza a 5 de junio de 1645 una Real Cédula enviada al Gobernador de Filipinas se cita que Pedro de Almonte había solicitado al Rey se le hiciese merced de un hábito de una de

las tres órdenes militares existentes y de 2.000 ducados de renta anual por dos vidas en indios de Filipinas por sus destacados servicios a la Corona; y se ordena a dicho Gobernador “que lo tenga por muy encomendado y que le provea y ocupe en oficios y cargos de mi servicio.” El Rey en consulta del Consejo de Cámara de Indias se sirvió de hacer merced al Geneal Don Pedro de Almonte y Verástegui del hábito de Santiago.

En 13 de noviembre de 1648 el Consejo de Indias nombra a Don Pedro de Almonte Castellano de la fuerza de Santiago de la ciudad de Manila con un sueldo de 800 pesos anuales. Por otro acuerdo de ese Consejo, el 7 de marzo de 1653, es nombrado Maestre de Campo de la gente de guerra de las islas Filipinas por tiempo de la voluntad del Rey y sueldo de 1.000 pesos anuales. Pedro de Almonte y Verástegui culminaba así su larguísima carrera militar al servicio real.

Mapa de la bahía de Manila y ensenada de Súbic. 1715. Archivo General de Indias

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