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TIEMPOS DE ARQUITECTURA AMURALLADA
s lamentable que la tendencia y el ánimo hayan sido cortados por la inestabilidad política, social y económica generada en el inicio del conflicto armado. A partir de 1979, la economía entró en declive con caídas sucesivas de la tasa de crecimiento del PIB durante los siguientes años. Los ochentas –la década perdida– fueron un período de caos socio-económico y político, resultante de la combinación del impacto directo del conflicto bélico, la desviación de recursos para usos militares y un contexto internacional adverso, caracterizado por el deterioro de los términos de intercambio y la contracción del Mercado Común Centroamericano. «Yo hacía dos casas cada mes... de repente, nada… una crisis tremenda, se dejaron de hacer residencias en todo el país –refiere el arquitecto León Sol–. Era lo que yo sabía hacer y me dejaron sin el machete, pero no me achicopalé. Había estudiado urbanismo en Lovaina y empecé a buscar la alternativa en esa área». El presupuesto del gobierno se dirige ya no a hacer obras de desarrollo, sino a pagar el costo de la guerra. El país se sume en un túnel al que no se le ve salida. Entre tanto, se mantenía la esperanza –lo último que se pierde– mientras se pensaba que cuando terminara la guerra acabaría aquella racha. El Salvador se había replegado en una prolongada hibernación dentro de muros. San
Torre Democracia, del arquitecto Ricardo Jiménez Castillo, víctima de un atentado en los últimos años del conflicto.
Salvador era una capital atrincherada en esos tiempos de fachadas escondidas. Los daños fueron profundos, mucho más profundos de lo que cualquiera hubiera podido imaginar.
«La arquitectura es la huella y la memoria histórica de una civilización. En ella se refleja su cultura, sus actividades y vida cotidiana; el uso de materiales y la relación con el medio ambiente» Arq. Miguel Rivera 73 |