

Veinte años después de su aparición, este continúa siendo un libro excepcional que tiene bien merecidos su repercusión y sus premios. ¿Por qué? Pues porque no cesa de confirmar que «ilustrar» es también y particularmente «narrar».
Hace varias décadas que las teorías de la recepción (Gestalt) señalaron que la presencia de determinados elementos icónicos dentro de una imagen encauzan nuestra mente hacia la lectura visual o, también, lectura de la imagen. Y si otros teóricos definen la lectura textual como una actividad dialéctica que pone en funcionamiento simultáneo la capacidad mental de la retención (lo que se ha leído hasta ahora) hacia la protención (lo que puede ocurrir después), no queda duda de que esta misma capacidad mental preside la lectura visual, porque puede llegar a formar un relato o discurso narrativo digno de ser leído.
Este libro lo demuestra. Sus páginas ofrecen a los pequeños lectores, que aún no saben descodificar los signos alfabéticos, un rico, apasionante, entretenido y polifónico relato visual sobre todo cuanto se puede llegar a ver en este mundo. Sus imágenes, tan variadas de contenido como de técnica, exploran y muestran no solo lo que en ellas se ve, sino también y ante todo el modo en que, al mirarlas, una tras otra o una al lado de otra, se pueden interpretar y relacionar entre sí, gracias a nuestras capacidades inteligentes, creativas, memorísticas, cognitivas, lógicas, imaginativas… Aprovechad esta oportunidad, entrad despacito en sus páginas y relacionad aquello que veréis con lo que ya conocéis o sabéis y, al mismo tiempo, con la experiencia o sensación que la imagen os evoca (un cactus puede evocar la sensación del contacto con una barba mal rasurada).
¡Qué lectura tan enriquecedora! ¡Qué regalo! Pocas veces un proyecto editorial pluridisciplinar ha llegado a cotas tan altas de comunicación… y de diversión. ¡Vamos allá!
Teresa Duran Pedagoga



















