Érase una vez un principito recién nacido en un país feliz y contento de su llegada. Pero el príncipe Beltrán no era un niño bueno: rompía todos sus juguetes, echaba arañas a la sopa y arrancaba las rosas del jardín real. Por si fuera poco, ¡le encantaba disparar piedrecillas a la gente con un canuto! A medida que pasaban los años, se volvía cada vez más travieso y bicho… hasta que un día una bruja lo hechizó por su mal comportamiento. ¿Aprenderá Beltrán a ser bueno y conseguirá romper la maldición? Esta fábula clásica plasma a la perfección la regla de oro: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Los encantadores textos e ilustraciones de Lobel –con sus maravillosos sombreados– revelan su enorme talento de artista y narrador consumado.
EL PRÍNCIPE
Beltrán EL BICHO
Arnold Lobel Traducción de Jordi Ainaud i Escudero
A mis abuelos Con el apoyo de
Título original: Prince Bertram the Bad Texto e ilustraciones de Arnold Lobel, 1963 © Del texto y las ilustraciones: Adrianne Lobel y Adam Lobel, 2021 © De esta traducción: Jordi Ainaud i Escudero, 2022 © De esta edición: Editorial entreDos S.L., 2022 Passeig de s’Abanell, 21 17300 Blanes (Girona) info@editorialentredos.com www@editorialentredos.com Diseño y maquetación: Grafime Serveis Editorials Corrección: Laura Vaqué Sugrañes Primera edición: octubre 2022 ISBN: 978-84-18900-32-7 Depósito legal: GI 835-2022 IBIC: YBC Impreso por Macrolibros
Impreso en España Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin el permiso de los titulares del copyright.
nota para los lectores
Me encanta que una nueva generación de niños y niñas pueda leer El príncipe Beltrán el Bicho, uno de los primeros libros de mi padre y también uno de mis favoritos, ¡quizá porque fui yo quien se lo inspiró! Lo escribió cuando yo tenía unos cinco años, y aunque Beltrán es un príncipe y no una princesa, se parece mucho a mí en aspecto (y comportamiento) a esa edad. Mi padre era cariñoso y divertido, y sí, muy de vez en cuando me daba una azotaina, pero en esa época los métodos que tenían los padres para disciplinar a los niños no eran los mismos que hoy. (Además, cuando tenía que dármela, lo hacía tan flojito y con una cara de malhumor tan exagerada que solía hacerme reír, lo que no ayudaba mucho a disciplinarme). Pero aquí terminan los puntos en común, porque yo nunca me escapé de casa ni una bruja me convirtió en dragón. Eso ya fue cosa de mi padre y de su maravillosa fantasía. Adrianne Lobel, 2018
Érase una vez un príncipe recién nacido. —¡Larga vida al príncipe Beltrán! —gritaron todos los habitantes del reino. Su padre y su madre, el rey y la reina, estaban felicísimos y contentos.
Pero el príncipe Beltrán no se portaba bien. En su cunita de la alcoba real, lloraba sin parar.
Cuando su madre lo llevaba al parque, el príncipe Beltrán no se portaba bien con los demás bebés.
Y cuando todavía no había aprendido a andar, ya había destrozado todas las rosas del jardín real.