Areíto combinado

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Areíto

Zona de la Cultura y de las ideas

www.hoy.com.do Editor: Bavegado Diseño: Carla González SÁBADO 3.08.2013

Santiago REGIÓN NORTE O CIBAO

Genealogía: los Domínguez de Gurabo

N

Pág 4 Santiago de los Caballeros

VANGUARDIA ESCULTÓRICA DOMINICANA Página 8

De Ulises

“Destellos de un largo viaje” o las memorias de

a Rayuela

Problemas de la novela dominicana, 1960-1980

Cuando Rayuela hace su irrupción en el mundo literario el Boom apenas iniciaba. Sin embargo, su impacto fue fulminante. Al igual que Ulises, Rayuela estremeció los cimientos literarios y produjo adhesiones y repulsas. Página 3

No cabe la menor duda de que la literatura dominicana de la década del sesenta estuvo arrastrada por los movimientos sociales y políticos que signaron una etapa importante de nuestra historia cultural. Página5

Santos Taveras publica el relato en “Destellos de un largo viaje”, una mina de revelaciones impresionantes de interioridades sobre su paso por las más importantes entidades financieras y económicas del país.

Santos Taveras

Página6


HOY

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Sábado 3 de agosto de 2013

Zona Areíto Areito

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Philip Roth (Novelista y ensayista estadounidense) "Escribir sigue respondiendo a las mismas necesidades que al principio: necesidad de una forma de vida, necesidad de hacer arte, necesidades de contar historias... Responde a mi necesidad de ocupar seriamente mi mente" LA GUÍA

Rafael García Romero

Cien maestros veganos

LIBROS HISTORIA DE CUBA

H

ay maestros que trascienden los linderos ordinarios de la escuela y se convierten en forjadores de la historia de los pueblos. El trabajo en y desde la escuela y la calidad en la forma de pensar y vivir lo marcan desde el primer día, pero sobre todo los valores y la calidad humana que deja en los discípulos que forman a lo largo de su fructífero magisterio hacen de él, y todos los de su estirpe, hombres y mujeres honorables. Una inmensa minoría de ellos se hizo honorable en el cumplimiento de una labor ordinaria, pero que colinda con el sacerdocio; y que por el hecho de ser una labor constante modela el pensamiento. Muchos de ellos no se imaginaron que, por la utilidad del pensamiento cultivado, iban a convertirse, con el paso de los años, en fragua de varias generaciones. La reflexión que hago trascendió, a su vez, los linderos de la simple percepción y llego a otra generación, muy reflexiva, con un sentido del futuro y, sobre todo, con agudeza histórica, que trajo en su seno hombres como el Lic. Hugo Estrella Guzmán y el Dr.Fausto Mota García, dos maestros que jamás se imaginaron que este sería su destino: ser parte de una memoria social e histórica de relevo; y como lo escrito se convierte en memoria dura, igual que el acero, lo que hicieron otros sirve de materia prima para “Cien maestros veganos”. Un libro que a la vez se convierte en un eslabón importante para continuar la historia, infinita como el compromiso de enseñar, perdurable, como la gratitud, transferible, porque también escribir la biografía de uno y todos los maestros que reúnen aquí el Lic. Hugo Estrella Guzmán y el Dr. Fausto Mota García, resume un inconmensurable gesto de solidaridad. Ahora quiero reforzar el plano de la gratitud y la solidaridad de mis palabras con un testimonio. El testimonio de lo que significó un maestro en la vida de un hombre que nunca se imaginó su luminoso destino.

Hablo de Juan Bosch, que a su vez ofrece el siguiente retrato de su maestra de infancia Francisca Sánchez. Era ella una muchacha arrogante y gentil: joven, blanca, bien educada; tenía los pómulos anchos como un mongol; los ojillos negros estaban separados como las piedras grandes en las sabanas peladas, y se recogían bajo rectas y escasas cejas; la boca era fina, de per-

fecto dibujo. En toda la cara le bailaba una alegría sana, que le daba aspecto de cosa luminosa y grata. Se llamaba Panchita. Entre otras gracias tenía la de su voz, tibia y acariciante; la de su plante, altivo, y tímido a la vez, y una acelerada energía a la hora del castigo. Los cabellos rojizos y rebeldes le caían en dos crenchas sobre las sienes y se enredaban en un hermoso moño.

En segundo momento dice de ella: La “señorita Panchita” vestía siempre blusas blancas, de largas mangas, llenas de encajes en el cuello, en los puños y en el “vuelo”. Se mantenía limpia como piedrecita del río. Tenía los hombros amplios, la estatura de buena medida y calzaba zapatos altos hacia media pierna, de larga línea de botones. No he vuelto a ver una mujer sentada con la altivez, la altura de pecho, la gracia de cabeza ni la caída de manos sobre la falda que tenía Pachita cuando ocupaba su parda y pequeña silla serrana a la hora de las lecciones. Los dos retratos nos permiten ver, primero el fervor de un alumno agradecido, que honra con sus palabras a quien retrata y describe en su oficio. A ese aspecto sigue el énfasis que pone en el entorno humano de una escuela rural, los recursos “disciplinarios de la maestra” en aquella época, y el aporte y la corrección al vestir y sentarse. No hay mejor descripción de una maestra que ejercía su oficio en una casa familiar, donde hacía espacio para un aula de escuela. A Juan Bosch lo bautizó el pueblo como “profesor”; y el pueblo dominicano, incluidos los ciudadanos de su ciudad natal La Vega, no olvidan que aprendieron las palabras democracia y honradez de su coherente estilo de vida, no sólo de sus labios, que en su momento también fueron instrumentos al servicio de la verdad histórica. El lector tiene en sus manos el segundo volumen de “Cien maestros veganos”, un libro con múltiples voces, tejido con los hilos de la solidaridad, que rinde tributo al honor y la perseverancia. ¿Cuál es su misión en este mundo tan vital y convulso? Alguien dijo una vez que la voz de un maestro nunca muere, porque de ser así, el mundo se volvería árido: callaría el pensamiento y la vida.

Este libro corresponde a un gran esfuerzo del Archivo General de la Nación “por publicar síntesis de las historias nacionales de América Latina”. Se trata de “un esfuerzo editorial que recoge la historia de Cuba: sus sociedades indígenas, su sociedad esclavista centrada en la plantación, las guerras de independencia, la ruptura y transformación revolucionaria

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HISTORIA DE LA PEDIATRÍA DOMINICANA El doctor Santiago Castro Ventura, médico-pediatra y escritor dominicano destacado, es al autor de este libro extraordinario y único. No solo es la historia de la pediatría o el tratamiento médico del niño a través de la historia del país, sino que de manera paralela ofrece al lector una relación de las principales enfermedades que han afectado a los dominicanos. El libro tiene 626 páginas.

PUERTO PLATA, CAPITAL DE LA REPUBLICA DOMINICANA. 1879-1880 Carlos Acevedo es un veterano periodista que ha dado a la bibliografía nacional 10 libros, incluido éste. Varios giran sobre aspectos de la vida de Puerto Plata, su patria chica. Este resalta el momento cuando fue capital provisional del país. El libro tiene una presentación de Acevedo y un prólogo de Oscar López Reyes.

de 1959 e incluso la crisis de los años 90 y los desafíos del socialismo cubano en el siglo XXI”. Es una historia escrita por nueve autores. El libro tiene 469 páginas.

ANEXIÓN-RESTAURACIÓN Este es el segundo tomo de una obra sobresaliente del historiador César A. Herrera, que cubre un importante período de la historia dominicana, como es la anexión a España, en 1861, y el proceso restaurador de 1865. Uno fue la quiebra del hecho independentista de 1844 y el otro la resurrección del esfuerzo duartiano. Este libro es una publicación conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia.

HISTORIA Y VIVIENCIAS ANECDÓTICAS DE NAGUA Manuel Ramón Martínez Quiñones, más conocido como Chichí Martínez, amó de manera entrañable a su pequeña patria, a la que sirvió como ciudadano y desde varias posiciones públicas. Este texto es enciclópedico por la amplitud y variedad de los temas. Tiene un prólogo de Chaljub Mejía. Sus hijos lo publican a su memoria.

LA HISTORIA/Fuente: Bibliófilo Enmascarado

1920

NACIÓ EL 3 DE AGOSTO. Phyllis Dorothy James, conocida como P. D. James, escritora británica de novelas policíacas como “Muerte en el seminario”.

1924 _192

NACIÓ EL 3 DE AGOSTO. Leon Uris, novelista estadounidense de origen judío. Sus novelas más famosas son “Armagedon“, “Exodus” y “Topaz”, todas llevadas al cine.

1924

MURIÓ EL 3 DE AGOSTO. Joseph Conrad, cuyo nombre real era Józef Teodor Konrad Korzeniowski, fue un escritor de orígen polaco nacionalizado británico. Algunas de sus obras son “El corazón de las tinieblas”, “La flecha de oro” o “El alma del guerrero”.

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1639

FALLECIÓ EL 4 DE AGOSTO. Juan Ruiz de Alarcón, dramaturgo español, uno de los grandes genios del teatro español de los siglos de oro. Sus obras más conocidas y valoradas son “La verdad sospechosa” y “Las paredes oyen”.

1850

NACIÓ EL 5 DE AGOSTO. Henry René Albert Guy de Maupassant, escritor de cuentos francés. Son destacables sus cuentos de terror, género en el que está a la altura de Edgar Allan Poe. Son obras suyas “¿Quién sabe?”, “La noche”, o “El Horla”, uno de sus relatos de terror más conocidos.


Literatura

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HOY

De Ulises a Rayuela

E

n el mundo de la literatura existen obras a las que mucha gente elogia, destaca, le dedica grandes comentarios. Son obras que en cualquier reunión en donde se congreguen unos cuantos sabios literarios no dejan de ser temas de conversación. La favorita de este grupo de sabios literarios es Ulises, de James Joyce. Y ¡ay de aquel osado que se atreva a emitir el más mínimo comentario negativo y expresar una opinión contraria a la de los sabios! Te llaman ignorante, patán, analfabeto, inculto, entre otros elogios. Sin embargo, muchos de aquellos que se dedican a ensalzarla no la han leído. Apenas la han manoseado y leído el resumen de la contraportada. Es que Ulises es una obra de difícil lectura incluso para aquellos que se dedican a encumbrarla.

LUIS R. SANTOS

Leer por obligación y por placer Cuando te dedicas a la escritura estás obligado a enfrascarte en la lectura de ciertas obras que más que placer producen tortura; pero los lectores normales no leen por obligación, leen por placer. Buscan una historia que les toque, un lenguaje que les seduzca. ¿Son seductoras obras como Ulises, Rayuela, La divina comedia? Podrían serlo para iniciados, teóricos, escritores, pero no así para los lectores normales. El caso de Ulises entraña dificultades que no afectan a Rayuela, por ejemplo. Nos llega traducida y se sabe que una obra con esta condición es a veces muy distinta de la original. Además, al ser una obra experimental está llena de guiños culturales muy propios de la zona donde residía el autor; está salpicada de la cotidianidad de Dublin, está atravesada por los caprichos, por la megalomanía del autor. En su reciente visita al país tuve la oportunidad de hablar bastante de literatura con José Ovejero, el reciente ganador del premio de novela Alfaguara por su obra La invención del amor. En medio de nuestro arduo teorizar salió a relucir el tema de los mejores inicios de novelas en la historia de la literatura. Yo mencioné algunos y él me señaló el comienzo de Lolita. Lo refuté diciéndole que no había comienzo más cursi, más de novelita del corazón que el de Lolita, seleccionada por un gran grupo de genios como la mejor novela del Siglo XX. Entonces él me aclaró: no hablo de su inicio en su versión en español, porque es en inglés como se puede apreciar la calidad de la introducción del texto. Por eso he tenido dificultades a la hora de apreciar grandes obras como Ulises, porque no leo en inglés. Y a veces las traducciones que nos llegan son horrendas. Pero en el caso de James Joyce hay que admitir que es un gran escritor. Su obra Dublineses, que algunos consideran el preámbulo de Ulises, tiene uno de los relatos más conmovedores, profundos y bellos que he leído: Los muertos, de la que John Huston hizo una versión cinematográfica sublime, con su hija Anjelica Huston en el papel protagónico. Ulises es una obra que cuando nació en 1922 provocó escándalos, euforia, aplausos y denuestos. Dicen los teóricos que cambió para siempre la forma de hacer o escribir literatura, principalmente en materia narrativa. “Ulises es una novela simple y compleja a la vez. Trata, principalmente, de las andanzas de Leopold Bloom a través de Dublín durante un solo día: el 16 de junio de 1904. A pesar de que la superficie de la novela es la cotidianidad más rasa (la primera vez que vemos a Bloom está desayunando y después defecando) la novela tiene una arquitectura secreta que la liga íntimamente con la Odisea de Homero, y también con una constelación de símbolos anatómicos y esotéricos que logran (para los creyentes) hacer de Ulises una especie de libro universal, como una Biblia”. (Andrés Hax) “Ofrecemos ahora un breve esquema de cada capítulo, procurando dejar fuera toda interpretación -griega, judía, shakespeariana, o teológica- excepto, al final de cada uno, el mero rótulo de la referencia a la Odisea: con ello el lector, si lo desea, puede remitirse al complejo esquema de interpretaciones trazado por Joyce para uso de unos pocos amigos, e incluido como apéndice al final del volumen”. (los editores de Bruguera, Libro amigo, Lumen) Como apreciamos, algunos cometen la osadía de comparar a Ulises con la Biblia, y los editores tienen que hacer malabares, retruécanos lingüísticos para advertir al lector que están ante una obra indigerible. Fíjese

JAMES JOYCE

JULIO CORTÁZAR

que se habla de que la novela tiene una arquitectura secreta; esto es, que es un laberinto, un rompecabezas.

Rayuela “En una carta de 1958, Julio Cortázar cuenta que ha terminado la novela Los premios y que piensa en otra más ambiciosa que será, se teme, ‘bastante ilegible’, una especie de ‘resumen de muchos deseos, de muchas nociones, de muchas esperanzas y también, por qué no, de muchos fracasos’. Un año más tarde dice que está escribiendo una antinovela. Más tarde dirá que prefiere el término contranovela. Aun en estado embrionario Rayuela generó un sinfín de definiciones a cargo de su propio autor: libro infinito, gigantesca humorada, bomba atómica, grito de alerta, el agujero negro de un enorme embudo…” Cuando Rayuela hace su irrupción en el mundo literario el Boom apenas iniciaba. Sin embargo, su impacto fue fulminante. Al igual que Ulises, Rayuela estremeció los cimientos literarios y produjo adhesiones y repulsas. En el caso de nuestro país, Cortázar y su Maga, Oliveira y sus juegos, las señoritas que vomitaban conejitos atrofiaron el talento creativo de toda una generación y creo que todavía hay gente imitándolo sin pudor. En los talleres literarios que frecuentaba en los inicios de mi fiebre por la escritura a Cortázar se le trataba como a una divinidad a la que había que reverenciar. Según José Rafael Lantigua, hombre de vasta cultura literaria, “A partir de Rayuela el mundo literario se vino abajo. Aplaudiendo o desconcertando. Se soltaron las amarras de la lengua y se inauguró un discurso narrativo que todavía, cincuenta años después, sigue abriendo callejas y confines, como una invención desaforada en la anotación de Omar Priego.” Pero cincuenta años después cabe preguntarse, ¿sigue Rayuela provocando furor, adhesiones, controversias? ¿Sigue esta obra

seduciendo a los lectores? Hay que recordar que para Cortázar la literatura no era más que un juego, en donde el lenguaje utilizado con la maestría que sabía hacerlo era protagonista principal. Para Cortázar lo primero era lo lúdico, lo que se contaba para él era irrelevante. Por eso en Rayuela usted encuentra situaciones tan absurdas como la que se produce cuando a Oliveira se le cae un terrón de azúcar en un restaurante y dura más de media hora buscándolo, metiéndose debajo de los refajos de las mesas vecinas e incluso arañando la alfombra.

Ulises y Rayuela proyectadas en el tiempo Como alguien se atrevió a equiparar a Ulises con la Biblia, un tremendismo de marca mayor, yo voy a tener la osadía de pronosticar que en la mayoría de lenguas a que fue traducida Ulises se convertirá en una pieza de museo, a la que le prestarán atención algunos eruditos y estudiantes de doctorados en literatura. Ya Rosa Montero, en su libro La loca de la casa, tilda de mamotreto intragable a Ulises y opina más o menos lo mismo que yo acerca de esta obra.

Un dato: he hablado con todos los vendedores de la librería Cuesta y preguntado si Ulises tiene demanda. Y ninguno se acuerda la última vez que alguien preguntó por ese portento. En cuanto a Rayuela, no hay dudas de que esta obra también ha venido perdiendo relevancia en la literatura, no importa que los nostálgicos quieran atribuirle la grandeza de otros tiempos. Contrario a Rayuela, Cien años de soledad todavía se sigue leyendo con entusiasmo en muchísimos lugares del planeta e incluso en Estados Unidos aparece en algunas librerías entre los más vendidos. Espero no ser atacado con huevos y tomates podridos por las infamias que he escrito.

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CÁPSULAS GENEALÓGICAS www.idg.org.do/ Por Juan Espósito

Los Domínguez de Gurabo (1 de 3)

Encuentros

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Instituto Dominicano de Genealogía

MU-KIEN ADRIANA SANG

A

raíz de las invasiones perpetradas por los franceses de la colonia de Saint Domingue en la región del Cibao a finales del siglo XVII, las autoridades españolas encontrarían necesidad primordial en repoblar con habitantes procedentes de las Islas Canarias la capital de dicha región -Santiago de los Caballeros- para poder desarrollar su defensa como antemural fronterizo e impulsar el cultivo de tabaco en la zona. En ocasión de ese proceso, a finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII, se establecieron en Gurabo, sección del actual municipio de Santiago, las familias canarias Domínguez y de León. De la integración de ambas familias surgió la estirpe Domínguez de León, que se originó con la unión matrimonial de Sixto Domínguez Hernández, hijo de Cristóbal Domínguez Fernández y Felipa Hernández, y Jacinta de León Fernández, hija de Francisco de León Valerio y Manuela Fernández. Sixto a su vez era nieto de Juan Domínguez y Catarina Fernández, mientras que los abuelos de Jacinta fueron Francisco de León y Paula Valerio. La familia Domínguez de León estuvo compuesta por nueve hijos, a saber: 1. Antonio Domínguez de León: casó primeramente con Liboria Reyes. Enviudó y contrajo segundas nupcias el 12 de febrero del 1872 con Liboria Díaz de León. De sus hijas, María Domínguez Reyes casó con el andaluz Antonio Vásquez García, siendo troncos de la familia Vásquez de Gurabo, mientras que Celestina Domínguez Reyes casó con el malagueño Gregorio Blanco Velásquez, y son ascendientes del reconocido médico Dr. Pedro María Jorge Blanco y el ex presidente Salvador Jorge Blanco, padre del actual secretario general del Partido Revolucionario Dominicano, Orlando Jorge Mera. También descienden de Antonio varios ramales de las familias Díaz y Fernández a través del matrimonio de Cipriana Domínguez Reyes con Martín Fernández Abreu. Por igual, desciende de Julián Domínguez Reyes un ramal de la familia Cruz. 2. Eduardo Domínguez de León: casó con Josefa Guadalupe Martínez Díaz. Junto a Francisca de Inoa procreó a un hijo reconocido, Vicente. De sus hijos descienden parcialmente las familias Castro, Hernández, y Mejía. Para el 1863 figura como inspector de Agricultura en Santiago. 3. Felipe Domínguez de León: casó con Águeda Abreu. Enviudó y luego casó con Lucía Morales, con quien procreó a Julia Matilde Domínguez Morales, esposa del maestro constructor Agustín Antomarchi Matey, natural de Yauco, Puerto Rico. Otra hija, Narcisa Domínguez Morales, caso en 1908 con el español Francisco de Jesús Rey Rojo, quien para entonces residía en la ciudad de Santiago. 4. Juan José Ramón Domínguez de León (1810-1892): casó en 1828 con Ascensión Díaz. Enviudó y casó nuevamente en 1838 con Liboria Díaz. Después de la muerte de Liboria casó en 1842 con Ana Rosa Gómez Méndez. También procreo junto a Evarista Domínguez a Ana Rita Domínguez. Entre los hijos de José Ramón Domínguez se encuentra Fernanda Domínguez Díaz, quien casó con José Eugenio López Villanueva Colón, siendo padres de Juana Francisca y José Eugenio Villanueva Domínguez. Juana Francisca fue esposa de Zoilo Suárez Hernández, tronco de la familia Suárez de Gurabo, y ascendiente de Fernando Suárez Domínguez, muerto en la invasión de Luperón en 1949, y del diputado Víctor Suárez Díaz. De José Eugenio Villanueva Domínguez en su matrimonio con Ana Astol Busatti (1881-1969) desciende Ana Angélica Villanueva Astol, esposa del puertorriqueño Luis Corominas Ocaña, de quienes desciende parcialmente a su vez la familia Corominas.

Itinerario.

Mi entrada al siglo XX. Un nuevo hijo bastardo La antigua escuela de positivistas ha sostenido siempre que el comportamiento intrasubjetivo está alejado de cualquier forma de comportamiento social. Sin embargo éste parece todavía el mayor pecado, incluso de los más recientes enfoques de la disciplina. Es quizá particularmente sorprendente que en la escuela de los Annales hiciera esto... ya que están claramente preocupados por enfatizar los roles de los participantes no estatales por desenfatizar el estado... Si tuviéramos que pensar en términos de paradigmas en el sentido más estricto de la palabra, en relación con la historia, entonces estos paradigmas estarían relacionados con el análisis del comportamiento social en general. Un paradigma debe tener su interpretación en cualquiera de las disciplinas de las ciencias sociales y ser evidentemente el mismo. Este no es el caso de los llamados paradigmas que actualmente se nos ofrecen en las tradiciones historiográficas. Boris Berenzon Gorn [i]

M

i decisión de conocer el siglo XX dominicano a través de la investigación era definitiva. Ya tenía 17 años reflexionando sobre el siglo XIX. Quería leer otras cosas y conocer la realidad dominicana más cercana. La oportunidad me llegó en 1997, cuando Eduardo Latorre, amigo y a la sazón canciller de la República, me pidió que hiciera un trabajo sobre la historia de la política exterior en base a los archivos de la Cancillería. Por supuesto que le dije que sí. Cuando me dispuse, junto a las dos personas a quienes solicité colaboración, Neicy Zeller y Walter Cordero, que fuéramos a ver lo que había, nos espantamos. La palabra “archivo” le quedaba grande a lo que existía. Eran depósitos húmedos, mal olientes, donde los documentos estaban mal guarecidos en cajas de cartón, sin criterio alguno y algunos incluso destruidos. Tomé la decisión no solo de escribir un texto, sino de rescatar la mayor cantidad de documentos, y de transcribirlos para que no se perdieran. Todavía recuerdo cómo encontramos “el archivo” de la Feria de la Paz. Una gotera había hecho de las suyas y prácticamente los documentos estaban destruidos por una gota de agua que los golpeaba sin cesar en el mismo medio. Solo pudimos rescatar algunos. El proceso de organización y rescate fue arduo. Pero el de digitalización fue peor. Contratamos a una legión de jóvenes para transcribir los documentos. La labor de revisión estuvo a cargo de José Chez Checo, quien hizo una labor titánica en ese orden. El resultado fue el siguiente: La Política Exterior Dominicana” (1844-1961). Tres tomos. Tomo I. Caminos transitados. Un panorama histórico, 1844-1861, Tomo II. La política exterior del dictador Trujillo (1930-1961), Tomo III. Disposiciones legales en política exterior (1900-1930). El libro se puso a circular en el nuevo salón de la Cancillería en junio del 2000. El ex presidente Leonel Fernández presidió el acto, y Rosario Espinal fue la responsable de hacer la presentación y ponderó muy bien la obra. Este libro obtuvo el premio de Historia de la Secretaría de Educación en el año 2001.

Tomando en cuenta el resultado, Eduardo Latorre volvió a solicitarme ver si se podía hacer algo similar hasta 1974. Había poco tiempo para hacer un trabajo con profundidad, pero mi deseo de rescatar más documentos del ostracismo, me llevó a decir que sí. En agosto 2000 le entregué un primer borrador, pero no hubo tiempo de publicarlo. El nuevo incumbente, Hugo Tolentino Dipp, apoyó tímidamente el proyecto, al ofrecer su respaldo para que el Banco de Reservas lo publicara, tal y como había hecho con la primera versión. Salió a la luz en el 2002 bajo los auspicios de la Cancillería y el Banco de Reservas. bajo el título: La Política Exterior Dominicana” (1961-1974). Dos tomos. Tomo I. “13 Años de política exterior. Apuntes para un nuevo enfoque”. Y tomo II. “La política exterior dominicana: Del caos al abandono (1961- 1974)”. Este primer acercamiento a la historia dominicana del siglo XX, y sobre todo en materia de relaciones exteriores y política exterior, me llevó por caminos nuevos en el conocimiento de la política internacional. Tuve que leer sobre teoría, sobre la guerra fría, la política norteamericana, los conflictos internacionales, las guerras mundiales y las competencias interimperiales entre el Occidente y el mundo socialista. Tener que leer sobre estos aspectos abrió mis perspectivas. Hoy en la distancia puedo sentarme a evaluar. Creo que logramos rescatar documentos claves de un trozo importante de nuestra historia. Sin embargo, los trabajos son muy desiguales. Los primeros tres tomos, que abarcan desde 1844 hasta 1961, tienen mayor análisis y profundización, debido, entre otras cosas, a que tuve más tiempo de reflexionar. Los segundos dos tomos, aunque rescatan importantes documentos, especialmente el tomo I, es inacabado. La prisa y la rapidez se impusieron. Es mi segundo hijo bastardo. Que a pesar de sus deficiencias, lo amo, porque forma parte de mi propia historia. Pero nunca, ni entonces, ni ahora, estuve conforme con el resultado. A veces fui muy dura conmigo mismo. Pero son de las decisiones que tomamos en la vida, que después nos arrepentimos. Esa primera entrada al siglo XX me permitió abrir horizontes intelectuales. Me adentré más en la teoría política, tanto, que algunos amigos bromeaban diciéndome que me había vuelto politóloga antes que historiadora. Comencé a leer sobre teoría política. Coincidió con mis funciones administrativas en la universidad, pues entonces dirigía el Proyecto para el Apoyo a las Iniciativas Democráticas (PID), que apoyaba, defendía y fomentaba a las organizaciones de la sociedad civil. Esta coincidencia hizo que leyera también sobre los conceptos de democracia y sociedad civil, obligándome a releer a los clásicos como Locke, Rousseau y a los teóricos del tema como Salvador Giner, Malem Seña, Jean L. Cohen, Andrew Rato y Alejandro Nieto, entre otros. mu-kiensang@pucmm.edu.do sangbemukien@gmail.com @MuKienAdriana


LITERATURA

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Problemas de la novela dominicana 1960-1980

MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

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o cabe la menor duda de que la literatura dominicana de la década del sesenta estuvo arrastrada por los movimientos sociales y políticos que signaron una etapa importante de nuestra historia cultural. La Revolución cubana, la caída de Trujillo, el retorno de la democracia, la lucha popular y foquista, la intervención estadounidense, nos dieron unas dos generaciones literarias con logros medianos en la poesía, en el teatro, la crítica historiográfica, el ensayo y con cambios sustantivos en la narrativa, sobre todo, en el cuento. En poesía René del Risco y Bermúdez realizó, como muchos de la época, una escritura muy ligada a los procesos sociales, que hoy día tiene poca vigencia. En el teatro se destaca Iván García, una figura importante en un momento en que muchos grandes escribieron un teatro de características dominicanistas y universales, como Héctor Incháustegui, Franklin Domínguez, Avilés Blonda. La novela fue un campo prácticamente sin logros significativos, más allá de lo que planteamos anteriormente. Sin embargo, algunos autores nos muestran que el sesenta fue una década de muchas transiciones y constancias. Entonces, seguían en plena madurez los escritores del treinta y del cuarenta y ocho. Bosch, Marrero Aristy, Incháustegui y Mir se unían a una voz respetable como la de Manuel Rueda, en la narrativa, teatro y poesía. También aparecieron obras de autores del cincuenta como Lacay Polanco y se republicaban los cuentos de Juan Bosch y sus obras bíblicas desconocidas hasta entonces en el país, mientras surgirá con fuerza el grupo La Máscara y su concurso de cuento que será el nido de un grupo de narradores significativos, quienes, por distintas razones, no pudieron culminar su oficio como creadores literarios. La novela del sesenta se circunscribió a las obras del ciclo bíblico (Magdalena, Testimonio de Deive y Reyes, respectivamente, a otra, más bien un relato largo, de Antonio Lockward Artiles (Espíritu intranquilo, 1966). Sin embargo, el sesenta muestra el despunte de uno de los más prolíficos y trascendentes novelistas de la posdictadura: Marcio Veloz Maggiolo, quien, con mayores logros, reconocimientos y lectores, ejercerá el oficio del novelar. Además de las obras arriba citadas, Marcio Veloz Maggiolo publica otras de estimable valor, como La vida no tiene nombre (1966), Nosotros los suicidas (1965) y Los ángeles de hueso (1967). Tal vez la obra más representativa del periodo y la más sobresaliente sea La vida no tiene nombre, porque es un texto dentro de la tradición y la innovación; dos ejes en los que debe marchar todo arte. Maggiolo observa la realidad dominicana y la simboliza como una forma de análisis del presente y del pasado. El tema de esta obra es la lucha de los gavilleros del Este contra las tropas de ocupación estadounidense y plantea un tema ético: el colaboracionismo con las tropas extranjeras. Se destaca también la hibridez del personaje principal, dada en su origen domínico-haitiano. El primer asunto podría ser una consecuencia de la Guerra de Abril, lo que presenta una trabazón entre la historia (1916-1924) y la realidad como mundo del autor y del lector en 1965. Aunque lo que entiendo como capital en La vida no tiene nombre, además de una obra cuyo lenguaje trasciende la simple comunicación, es su contextualización al crear una atmósfera virtual en la que la belleza, la

Carlos Esteban Deive

Marcio Veloz Maggiolo

Antonio Lockward Artiles

Roberto Marcallé Abréu

Aída Cartagena Portalatín

Virgilio Díaz Grullón

forma como ordena esta narración, resulta en un manejo sumamente artístico de la historia, la creación de una diégesis que produce un “efecto de realidad” y que construye un horizonte de expectativa para el lector. Muchas de las obras narrativas del sesenta son textos breves que no llenaron la expectativa de una gran novelística dominicana, de una novela dominicana trascendente. Si bien es cierto que la obra El buen ladrón de Veloz Maggiolo tuvo un importante reconocimiento internacional (el Premio William Faulkner), otras se quedaron en las pequeñas ediciones de un país con una educación universitaria elitista y un sistema educativo muy pobre. Las obras de los del setenta se distinguirán por la continuidad de la tradición y por un anclaje en la literatura universal, anterior al Boom Pedro Peix latinoamericano. Creo, con Giovanni Di Pietro, que aquí podemos encontrar un hiato, una especie de discontinuidad en la escritura que dejó atrás grandes logros entre representación y arte novelístico. La década del setenta pondrá en el escenario literario a otros autores. Estos son: Pedro Peix, Roberto Marcallé Abreu y Andrés L. Mateo. El primero, que surge como novelista, se desplaza hacia el cuento. De su novela parece la más importante: Los despojos del cóndor, El Brigadier, que aparecerán a principios del ochenta. Su novela El placer está en el último piso (1974) tuvo una pobre recepción. También Andrés L. Mateo, que publica en 1979 Pisar los dedos de Dios, una novela breve pero augural, se nos muestra como el novelista más importante de las décadas siguientes hasta la actualidad. En el setenta, una mujer pública participa en la novelística con un gran reconocimiento internacional, Aída Cartagena Portalatín con

Escalera para Electra (1970), finalista en el certamen Biblioteca Breve de los editores Seix y Barral, es la más importante obra de la década. Roberto Marcallé Abreu sobresale como novelista con Cinco bailadores sobre la tumba del Licenciado (1978). También se publican tres novelas de estimable calidad, escritas por escritores en plena madurez creativa, como Las devastaciones, de Carlos Esteban Deive (1978), El oro y la paz (1976), de Juan Bosch, y Los algarrobos también sueñan (1977), de Virgilio Díaz Grullón, y la novela experimental De abril en adelante (1975), de Marcio Veloz Maggiolo. A esta se agrega Cuando amaban las tierras comuneras (1978), de Pedro Mir, reconocida por ser publicada por Siglo XXI y que plantea una participación en el post-boom de la literatura dominicana. Es una novela poco estudiada: se platea un tema teórico como la noción de periodo en la Historia dominicana. La estructura está bien construida, el lenguaje poético y las estructuras sintácticas sin los signos de puntuación la hacen un texto artístico que cualquier lector puede disfrutar. Como se puede ver en este panorama, la producción de la novela dominicana, con sus altibajos, ha sido constante y en cada época han aparecido nuevas voces y las anteriores han seguido haciendo sus aportes. Bosch, Mir, Aída Cartagena y Díaz Grullón son parte de una tradición del decir y sus obras narrativas, dentro de la unicidad o de la continuidad, no pueden ser echadas por la borda. Así, en esta época se desarrolla una literatura dominicana, más cercana al Boom latinoamericano (Veloz Maggiolo, Mir, Cartagena y Díaz Grullón), que mantiene fuertes lazos con la tradición, como se puede apreciar en El oro y la paz (1976), una obra que muestra al escritor realista que es Bosch, pero también al realismo sicológico que existe ya en sus cuentos con “Hacia el puerto de origen”, “El indio Manuel Sicuri” y “El hombre que lloró”. En El oro y la paz el suspenso y la alegoría platean una lectura del autor, entre la política y la literatura, entre el oro (los negocios) y la paz (la búsqueda de Paraíso perdido). Aunque ganó el Premio Nacional de Novela en 1976, esta obra de Bosch no ha sido apreciada en toda su dimensión.

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Viaje por la historia

HOY

ÁNGELA PEÑA/ A.PENA@.COM.DO

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“Destellos de un largo viaje”O las memorias de

Santos Taveras “

…Me dijo que fuera muy cuidadoso pues entre los miembros del Consejo se encontraba un polémico director de un reconocido periódico. También me recordó la existencia de los dos hermanos empresarios vinculados por muchos años al Banco, con influencias en las esferas gubernamentales y en el sector patronal”. Es parte de la narración que hace José Santos Taveras de las advertencias que le hicieron previo a una reunión con el presidente Antonio Guzmán en la que denunciaría que a algunos integrantes del Directorio del Banco de Reservas, donde ocupaba elevadas funciones, se les trataba con privilegios y la mayoría “hacía lo que le daba la gana”. Le llevó expedientes que avalaban su informe y el mandatario reaccionó: “Es una barbaridad, es un robo público lo que han hecho, los voy a cancelar a todos” pero lo que hizo fue trasladar al funcionario, a quien rechazaban y vigilaban por su interés en mejorar las condiciones del organismo. Lo mandó a la Dirección de Planificación, en Plaza Naco, “considerada una especie de exilio por estar lejos del centro del poder” y cuando días después Fernando Periche se lo recomendó para una posición en Obras Públicas, don Antonio se negó. “Búscate cualquier otro hombre del país, menos ese”, le dijo. “Me hubiera gustado conocer las razones que indujeron al presidente Guzmán –reconocido como un hombre serio- a actuar de esa forma…”, comenta. Santos Taveras publica el relato en “Destellos de un largo viaje”, una mina de revelaciones impresionantes de interioridades sobre su paso por la gobernación del Banco Central, la Superintendencia de Bancos, Finanzas, Cedopex, Junta Monetaria, el Banco de Reservas y otras dependencias en las que prestó servicios durante 30 años. Estando al frente de las finanzas públicas, despachó personalmente, además, con Salvador Jorge Blanco y Leonel Fernández, con quienes vivió experiencias parecidas que lo fueron alejando de las funciones de Estado. Sufrió boicots a su gestión en el Banco Central, conoció la “podredumbre moral” de reconocidos banqueros, soportó intrigas políticas de cercanos colaboradores de mandatarios sobre todo de uno a quien llama “fogoso joven”, “ex líder estudiantil”, “el secretario del despacho adyacente”, “secretario coordinador” y otros calificativos. “El secretario a quien me he referido varias veces, cuyo despacho estaba cercano al del Jefe del Estado, cual felino marcando su territorio, al sentirme llegar intervino en la conversación que sosteníamos el mandatario y yo, diciéndole a su superior que no escuchara ese mensaje de su oponente ya que él había hecho todos los amarres con su gente en el Congreso”, consigna el reputado economista y actual presidente de agua “Planeta Azul”. Alude a un mensaje que Jacobo Majluta envió a Jorge Blanco en torno a la aprobación de la construcción de la presa Madrigal. Las relaciones entre Jorge Blanco y Santos tampoco tuvieron un final feliz. El gobernador tenía “muchos frentes abiertos”, se habían elaborado “muchas campañas” en su contra. Allegados al Presidente “hacían travesuras en beneficio propio” en el mercado de divisas y al exponerle los casos el gobernante reaccionaba con que “a los amigos hay que ayudarlos”. “Me vinieron a la mente las maquinaciones que para opacar mi imagen él permitió que me hicieran los dos personajes que gratuitamente me adversaban. En un momento de soberbia, típico del ser humano, cuando ya me despedía le dije, señalándolo con el dedo: “¡A usted no le aceptaré un cargo jamás!”. Agrega que en su ausencia del Banco Central “ocurrió un robo de una cantidad millonaria de dinero, acontecido en la misma bóveda…. Esa sucia operación formaba parte del entramado que se había armado para justificar mi remoción”, revela. Posteriormente aceptó el nombramiento de embajador alterno ante las Naciones Unidas. “Los dos primeros años de gobierno de Salvador fueron limpios. ¿Los otros? Que los juzgue el país”, manifiesta. Como superintendente de Bancos planteó a Leonel Fernández, en su primer gobierno, la necesidad de llevar a los tribunales a banqueros que habían quebrado institu-

PEDRO SOSA

Conoció “la podredumbre moral” de los banqueros.

ciones financieras y este “rechazó seis menciones sugeridas. Me cercenó el plan de organización para reconquistar la confianza, eso a la postre dio con la situación de Baninter porque, al no meter presa a la gente que había desfalcado bancos, se convirtió en un estimulante para que los demás siguieran haciendo lo mismo”, significó. “El doctor Fernández Reyna, sopesando cada caso con diferentes motivaciones, fue descartando los nombres que le mencionaba”. Confiesa experiencias decepcionantes ante situaciones que le exponía. “Sorpresa”, “desolación”, “mi voz no fue escuchada”, “las presiones del secretario general del Partido aumentaban cada día”, “el reclamo de empleos para peledeístas era constante”, son expresiones que emplea en ese capítulo. DE “VILLA MOSCÚ” HACIA EL MUNDO. Santos fue simpatizante del PCD en sus años estudiantiles y en su libro se repiten los nombres de Narciso Isa, Carlos Dore, José Cuello, Diómedes Mercedes, Porfirio García, Rubén Corona, pero por la inclinación de su esposa mantuvo lazos casi familiares con Juan Bosch. Cuenta que en las elecciones de 1990 el profesor le confió visitar a Peña Gómez “recabando de él y su partido el apoyo necesario para que no le escamotearan la victoria del partido morado”. Peña respondió que prefería esperar los resultados de la Junta y cuando Santos transmitió el mensaje al ex presidente este le dijo: “Hijo, nos han robado las elecciones y ya ves que el PRD no va a hacer nada a nuestro favor. Debemos lanzarnos a las calles…”. Santos Taveras rinde con este ejemplar perfectamente escrito, ameno, históricamente valioso, un tributo a Villa González donde nació el 26 de julio de 1946, hijo de Gerardo Santos, el chofer del pueblo, conocido y apreciado, y Dolores Taveras, padres de “una docena de descendientes”. Pero como el humilde limpiabotas, camarero del “Bar Nacional”, ayudante en la bodega de su tío en el batey Guanuma, maestro de albañilería, cobrador del acueducto, fiscalizador, se superó y expandió hacia la capital y luego a diferentes países en viajes de estudios, misiones, trabajo, los nombres y lugares que cita abarcan todos los ámbitos. Desvela secretos de Estado. Las fechas están precisas, como las pensiones donde vivió en Santo Domingo. De “Villa Moscú”, como llamaban a su natal por ser “un foco de agitación permanente”, es probable que no quedara el nombre de un solo poblador, recordado hasta por apodos y oficios. Y de los diferentes momentos de su productiva vida en el Distrito, abundan si-

Junto a su hija Wendy y su nieta Daniela.

tuaciones relacionadas con figuras influyentes del empresariado, la economía, la política. Santos está casado con Argentina Berroa a quien demuestra excepcional amor en cada una de las 383 páginas del libro. Es la madre de sus hijos Susan Anahí, Wendy y José Enrique. Pese a haber sido quien hacía los pesos, al decir de su pequeño, afirma ser el único gobernador que pasó a ser bombero y no banquero. “Reto al que me saque alguna acción indecorosa en algunos de los cargos en que estuve”, exclamó.


Aporte

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HOY

LA IMPORTANCIA

ESTÉTICA DE LOS SENTIDOS

PLINIO CHAHÍN

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a historia de la estética y de su significado pedagógico, es decir, la historia de la educación estética, filosóficamente, nace como consecuencia de la condena pronunciada por Platón en el décimo libro de la “República” contra el arte imitativo. Y, concretamente, contra la pintura y la poesía que conceden al hombre únicamente la ilusión del mundo, su mera imitación, la imagen aparente de los objetos, sin poder captar su esencia verdadera y auténtica, al contrario de lo que intenta hacer el discurso filosófico, a través del aprendizaje nemotécnico o el recuerdo de las ideas o entes absolutos. La memoria, desde la Antigüedad, juega un papel esencial en el proceso de aprendizaje, y en el desarrollo integral del hombre, pues mediante los sentidos, el hombre registra y transforma la percepción en conocimientos sensibles. La memoria conserva las “imagines” interiorizadas por medio de la sensación; la “phantasia” reevoca la imagen de la realidad en su ausencia, la unicidad del “sujeto” interpreta el mundo mediante sensaciones, según sistemas de significaciones muy personales. Esta concepción primitivista evolucionó siempre dentro de los estrechos cauces de la dicotomía: conocimiento sensorial versus conocimiento racional. Así, Parménides de Elea afirmaba que la razón debía corregir las ilusorias sensaciones que los sentidos proporcionaban, es decir, que distinguía entre percepción y razonamiento. (Mario Gennari) Como puede apreciarse, el carácter cognitivo de la percepción es un tema casi tan antiguo como el hombre. Desde el pensamiento clásico hasta nuestros días, se han sucedido las opiniones a favor y en contra de esa tesis. Sin embargo, tal desacuerdo trasciende los límites de lo opinable para convertirse en dos concepciones radicalmente distintas de lo esencial del proceso perceptivo. Para el primero de estos planteamientos, el material suministrado por los sentidos es corregido por el conocimiento; de esta manera, se evita que la mente pueda ser “engañada” por las falsas apariencias visuales que la percepción a menudo suministra. Es-

te punto de vista es sostenido por la que podríamos denominar “teoría mentalista”. El segundo planteamiento, que sostiene que la percepción posee una naturaleza cognitiva, explica de diferente manera el problema planteado en el ejemplo anterior. La propia situación perceptual cuenta con una serie de rasgos visuales que confieren a la imagen de la puerta un tamaño relativo distintivo al de su representación retínica (la teoría de los gradientes de Gibson puede explicar ese hecho sin necesidad de acudir al papel corrector que el conocimiento pueda ejercer). El argumento fundamental, sin embargo, para justificar ese carácter inteligente de la percepción visual es la existencia en dicho proceso de las tres fases básicas que caracterizan toda operación cognitiva; la recepción, el almacenaje y el procesamiento de información, que en el caso de la percepción artística será, lógicamente, de la naturaleza sensorial. En este contexto, san Agustín es uno de los autores más representativos, ya que analiza el problema platónico de la sensación y examina su fundamento cognoscitivo. En la polémica contra los Académicos, san Agustín defiende la función gnoseológica de la sensación; se opone a las tesis académicas según las cuales todo lo que los sentidos captan de la realidad puede ser engañoso, y argumenta a favor de la veracidad momentánea de la representación sensitiva. La objetividad de la realidad es todo lo que interesa a santo Tomás, que plantea una estética que concede primacía a la caracterización de la objetividad de la belleza más que a la subjetividad de quien la capta. La belleza es cuanto se ve, se contempla o disfruta, y no el deleite en sí. Los sentidos que captan de forma congruente y desinteresada la belleza son para santo Tomás la vista y el oído. Integridad, proporción y claridad, recuerda Aquino, son los presupuestos de la obra de arte. Esta puede producir y contener moralidad siempre que sea útil para educar y perfeccionar la integridad del espíritu del hombre. En cambio, en el siglo XVIII se configura como el siglo del nacimiento de la estética

moderna y de la construcción de la primera teoría filosófica sobre la educación estética. El clima iluminista favorece la investigación de Friedrich Schiller, a quien se considera el fundador de la educación estética. En sus “Cartas sobre la educación estética del hombre”, publicada en el año 1795, observa que sólo es posible alcanzar la libertad por medio de la belleza; lo único que le interesa es la armonía interior del hombre y su formación a través del desarrollo de todos los sentidos u objetivación mental. En el desarrollo de la disposición estética del alma humana, la ley moral interactúa con la razón y ésta armoniza con la sensibilidad y el sentimiento por medio de la belleza. Por lo tanto, se puede disfrutar de representaciones del mundo diferentes dependiendo de que se comprometan separadamente para tal fin nuestra naturaleza física (la mente, los sentidos), la naturaleza lógica, la memoria o la naturaleza moral, o bien de que facultades se responsabilicen simultáneamente; en este último caso, diremos que entra en juego nuestra naturaleza estética. En la dimensión pedagógica, Schiller considera la importancia de una educación estética firme como vía única que puede conducir a la maduración espiritual completa —de la razón y de la moral, del gusto, la mente, la memoria y los sentimientos— propia del hombre. Del hombre físico, al hombre estético, precisamente, es el objetivo esencial de la educación estética. El ánimo (lo mental) pasa de la sensación al pensamiento (la lógica) mediante un estado intermedio, en el que, sensualidad y razón son simultáneamente activas, pero justamente por ello anulan su fuerza determinante y por medio de la oposición producen su negación. Este estado de percepción, en el que el ánimo no se encuentra obligado ni física ni moralmente y, sin embargo, es activo de uno y otro modo, merece considerarse como estado libre. Si el estado perceptual, en el marco del proceso de educación artística es de naturaleza física, el estado de determinación racional o lógica, envuelve todos los sentidos del educando, pues el mismo busca desarrollar todas sus potencialidades, tanto espirituales como psíquicas.

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Arte Contemporáneo

En el Museo Bellapart

¡VANGUARDIA ESCULTÓRICA DOMINICANA! 3 F

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AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ

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as artes plásticas dominicanas reciben un impulso decisivo con la llegada de artistas e intelectuales europeos -españoles, alemanes, húngaros y austriacos- que se refugian en el país desde finales de la tercera década del siglo XX como consecuencia de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Inmediatamente, algunos de los más importantes de estos se integran como docentes en la Escuela Nacional de Bellas Artes, creada gracias al entusiasmo y la ardua labor del Dr. Rafael Díaz Niese en el año 1942. Como resultado de dicha integración, en la modernidad artística dominicana se destacan grandes pintores y escultores cuyas producciones excepcionales definen uno de los componentes más sensibles y significativos de nuestro patrimonio artístico y cultural. La tradición escultórica en Santo Domingo se remonta a los taínos/arawacos y prevalece en el arte popular con la manufactura de objetos: ídolos -cemíes-, vasijas, bateas, canoas, hamacas, macutos, cestos, muebles, santos de palo y máscaras del carnaval, los cuales constituyen expresiones importantes de la artesanía dominicana actual. Sin embargo, aun cuando resulta notable la lista de escultores en cuyas obras se confirman la maestría y la excelencia, tales como Gaspar Mario Cruz, Luichy Martínez Richiez, Domingo Liz, Antonio Toribio, Antonio Prats Ventós, Soucy de Pellerano, José Ramón Rotellini, Ramón Osorio, Bismarck Victoria, entre otros, la escultura ha sido y es una de nuestras expresiones artísticas de más difícil o complejo desarrollo y de menor proyección, tanto a nivel nacional como internacional. Esta situación de crisis y poscrisis que enfrenta la práctica escultórica dominicana en la actualidad no sólo se confirma en las cuestiones y problemáticas de creatividad, producción y circulación a nivel local, sino también en la constante atención que recibe por parte de instituciones, historiadores y críticos del arte, así como por los propios artistas interesados. Precisamente, la mañana del pasado sábado 6 de julio, el Museo Bellapart organizó un coloquio en el que Danilo de los Santos, historiador y crítico de arte (ADCA/AICA), Freddie Cabral, presidente de la recién formada Unión de Escultores Dominicanos (UEDOM), y Miguel Valenzuela, director de la Escuela Nacional de Artes Visuales (ENAV), desataron un debate, ciertamente inflamable y todavía más fructífero, sobre los orígenes, el proceso de desarrollo, la actualidad, los retos y las posibilidades de

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5 F la escultura dominicana. En realidad, dicho coloquio fue una de las actividades centrales del programa que Myrna Guerrero, directora del Museo Bellapart, había concebido como soporte reflexivo y educativo de la magnífica exposición colectiva que ha curado con rigor y esmero bajo el título de “Vanguardia escultórica en la Colección Bellapart”. Integrada por un poderoso conjunto -más de 60 piezas- de la autoría de Manolo Pascual (1902-1983), Luichy Martínez Richiez (1928-2005), Antonio Prats Ventós (1925-1999) y Gaspar Mario Cruz (1925-2006), se trata de una de las exposiciones más profundas, espectaculares y trascendentes que ha producido y organizado el Museo Bellapart desde su apertura (1999) en tanto nos enfrenta a una visión amplia y específica de la obra de cuatro creadores fundamentales de las artes plásticas y visuales del siglo XX en la República Dominicana. Inaugurada la noche del pasado miércoles 26 de junio, “Vanguardia escultórica en la Colección Bellapart” se registra como una propuesta curatorial que habrá de considerarse referente inevitable en materias de investigación e instalación museográficas en el Santo Domingo de las últimas tres décadas. A través de su recorrido, los espectadores tienen la oportunidad de reencontrarse con la obra de estos cuatro maestros geniales, distintos y distintivos de la escultura dominicana, ligados estrechamente a la Escuela Nacional de Bellas Artes desde sus inicios, pero también con la autenticidad, particularidades individuales y niveles de transcendencia de sus producciones y trayectorias en el espacio y en el tiempo. Asimismo, en el caso de las obras seleccionadas por Myrna Guerrero a partir del co-

1. Gaspar Mario Cruz. Baquiní. Caoba 2. Manolo Pascual. Cabeza. Madera y piedra caliza tallada 3. Gaspar Mario Cruz. Amantes. Madera pintada 4. Antonio Prats Ventós. Composición en metal. Relieve en hierro y acero niquelado 5. Luichy Martínez Richiez. Serie Erótica. Caoba centenaria.

nocimiento directo y detenido de la extraordinaria colección de obras de estos cuatro pilares de la vanguardia escultórica dominicana que durante más de cuatro décadas ha logrado reunir y conservar don Juan José Bellapart, la diversidad de imaginarios, representaciones, conceptos, poéticas, objetos, técnicas, formatos y dimensiones, nos permite acceder al reconocimiento de una misma volición estética de rupturas, transmutaciones y síntesis estilísticas constantes a través de los efectos de unas prácticas simbólicas altamente especializadas, lúdicas, místicas y eminentemente identitarias. En tal sentido, precisa Myrna Guerrero: “En Manolo Pascual se manifiesta la búsqueda permanente de expresión a través de los materiales. Luis Martínez Richiez, Luichy, es el virtuoso de la escultura orgánica, de las formas voluptuosas y de las referencias eróticas. La observación permanente y acuciosa a la naturaleza proporciona a Antonio Prats Ventós inspiración para un universo escultórico puro, sinuoso y agreste. Tradiciones y herencias ancestrales toman forma bajo la certera y amorosa mano de Gaspar Mario Cruz para quien madera y talla constituyeron la esencia de su creación”… En efecto, los aportes de Manolo Pascual, Luichy Martínez Richiez, Gaspar Mario Cruz y Antonio Prats Ventós, se tornan claves para advertir los orígenes de nuestra producción simbólica tridimensional, así como las mismas fuentes revitalizadoras de la constante ruptura y reflexión en el arte dominicano contemporáneo. De ahí que “Vanguardia escultórica en la Colección Bellapart” se torna en una irrepetible y excelente oportunidad para que los amantes del arte, coleccionistas, investigadores, artistas y estudiantes, disfruten de la fascinante aventura espiritual del encuentro con las más profundas raíces de la escultura dominicana moderna y contemporánea al mismo tiempo de identificar las diferencias y los vínculos de estos cuatro maestros esenciales. El Museo Bellapart, localizado en la Av. J. F. Kennedy esq. Dr. Lembert Peguero, edificio Honda, 5to nivel, está abierto en horario de lunes a viernes, de 9:00 am a 6:00 pm y los sábados de 9:00 am a 12:00 pm.


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