Imágenes del Quiché ISSN 1405-3616
Día de la Raza: invención de una fiesta cívica María Esther Aguirre
Enfoque sistémico Bárbara Peisajovich
Los hombres de maíz Francisco Emilio de la Guerra
Una clase básica de comunicología Arrigo Coen Anitúa
La selva que se tragó a un imperio Adolfo Hernández Muñoz
La enseñanza de la escritura en la educación secundaria María Teresa Gutiérrez
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México D. F. Octubre 2005. Año 10 Número 113
LA
VIDA EN...
la época medieval en una colección de tres libros
La imagen de un castillo medieval nos hace evocar poderosos señores feudales, caballeros con pesadas armaduras de hierro, juglares y saltimbanquis... ¿Qué más podemos encontrar tras sus sólidos muros? Una manera de saberlo es abrir Un castillo medieval, que nos dejará atravesar los fosos y traspasar los gruesos portones para conocer la vida dentro de estas majestuosas fortalezas. En La casa de un mercader medieval se nos permite participar de la vida cotidiana, costumbres y actividades comerciales de uno de los más poderosos mercaderes italianos del medievo, Francisco Datini. Podremos también, abriendo las páginas de Un monasterio medieval conocer la vida de los monjes, sus rutinas de culto, la cocina, la enfermería, la copia de libros y mucho más.
Esta colección nos brinda, con hermosas imágenes y apasionantes textos descriptivos muy bien documentados, una amplia visión del mundo medieval. Informes y ventas: 01 800 31222 00 • 53 65 08 70 • 53 62 88 60 Página web: correodelmaestro.com
Revista mensual, Año 10 Núm. 113, octubre 2005.
Directora Virginia Ferrari Subdirección María Jesús Arbiza Asistente editorial Celina Orozco Correa Consejo editorial Valentina Cantón Arjona María Esther Aguirre Mario Aguirre Beltrán Santos Arbiza Gerardo Cirianni Julieta Fierro Adolfo Hernández Muñoz Roberto Markarian Ramón Mier María Teresa Yurén Josefina Tomé Méndez María de Lourdes Santiago Colaboradores Alejandra Alvarado Citlalli Álvarez Stella Araújo Nora Brie Verónica Bunge María Isabel Carles Leticia Chávez Luci Cruz Consuelo Doddoli Alejandra González Norma Oviedo Jacqueline Rocha Pilar Rodríguez Concepción Ruiz Ana María Sánchez Editor responsable Nelson Uribe de Barros Administración y finanzas Miguel Echenique Producción editorial Rosa Elena González
CORREO del MAESTRO es una publicación mensual, independiente, cuya finalidad fundamental es abrir un espacio de difusión e intercambio de experiencias docentes y propuestas educativas entre los maestros de educación básica. Asimismo, CORREO del MAESTRO tiene el propósito de ofrecer lecturas y materiales que puedan servir de apoyo a su formación y a su labor diaria en el aula. Los autores Los autores de CORREO del MAESTRO son los profesores de educación preescolar, primaria y secundaria, interesados en compartir su experiencia docente y sus propuestas educativas con sus colegas. También se publican textos de profesionales e investigadores cuyo campo de trabajo se relacione directamente con la formación y actualización de los maestros, en las diversas áreas del contenido programático. Los temas Los temas que se abordan son tan diversos como los múltiples aspectos que abarca la práctica docente en los tres niveles de educación básica. Los cuentos y poemas que se presenten deben estar relacionados con una actividad de clase. Los textos Los textos deben ser inéditos (no se aceptan traducciones). No deben exceder las 12 cuartillas. El autor es el único responsable del contenido de su trabajo. El Consejo Editorial dictamina los artículos que se publican. Los originales de los trabajos no publicados se devuelven, únicamente, a solicitud escrita del autor. En lo posible, los textos deben presentarse a máquina. De ser a mano, deben ser totalmente legibles. Deben tener título y los datos generales del autor: nombre, dirección, teléfono, centro de adscripción. En caso de que los trabajos vayan acompañados de fotografías, gráficas o ilustraciones, el autor debe indicar el lugar del texto en el que irán ubicadas e incluir la referencia correspondiente. Las citas textuales deben acompañarse de la nota bibliográfica. Se autoriza la reproducción de los artículos siempre que se haga con fines no lucrativos, se mencione la fuente y se solicite permiso por escrito. Derechos de autor Los autores de los artículos publicados reciben un pago por derecho de autor el cual se acuerda en cada caso.
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Correo del Maestro. Núm. 113, octubre 2005.
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Editorial
El altiplano guatemalteco es el escenario donde floreció el antiguo reino de los mayas quichés, alrededor del siglo XI d.C. Los volcanes que rodean el lago Atitlán fueron testigos de su grandeza y de su dominio sobre otros pueblos de la zona, cuyos vestigios se pueden observar en ciudades en ruinas como Utatlán, o en las ciudades creadas después de la Conquista, como Santa Cruz del Quiché y Chichicastenango. En esta última fue donde, a finales del siglo XVII, el fraile dominico Francisco Ximénez recopiló y transcribió el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas que relata la creación del mundo. De las primeras expediciones y estudios por el intrincado universo de los mayas, de la historia del pueblo quiché y del también llamado Libro del Consejo hablaremos en este número de Correo del Maestro. Para conocer la importancia de esta cultura y su pervivencia en nuestros días, el especialista Francisco de la Guerra nos ofrece en su artículo Los hombres de maíz un puntual recuento histórico que se complementa con una serie fotográfica de la Guatemala actual y sus ecos mítico-literarios. Por su parte, Adolfo Hernández se interna en la selva y otras veredas para relatarnos cómo fueron los inicios de los trabajos de exploración y estudio de las distintas ciudades mayas. Con ocasión de la efeméride del Día de la Raza, la doctora María Esther Aguirre nos ofrece también una interesante reflexión sobre cómo este festejo –instaurado en 1892 al cumplirse el IV centenario del descubrimiento de América–, no exento de polémica ni de diversas interpretaciones e intereses, se ha filtrado hasta nuestros días. Enseñar ciencias implica, sobre todo, enseñar sus métodos y sus paradigmas más sólidos, y uno de ellos es el enfoque sistémico. Con esta premisa Bárbara Peisajovich propone un ejercicio que reforzará los conceptos sobre este tema. Finalmente, la maestra María Teresa Gutiérrez y nuestro columnista Arrigo Coen, a través de dos vías distintas –la pedagogía y la lingüística–, ensayan en torno al concepto de comunicación. Correo del Maestro
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Correo del Maestro. Núm. 113, octubre 2005.
Entre nosotros
El enfoque sistémico. Una propuesta de trabajo para la enseñanza primaria Bárbara Peisajovich
Pág. 5
Antes del aula
Día de la Raza: invención de una fiesta cívica María Esther Aguirre Lora
Pág. 11
Los hombres de maíz. Apuntes en torno a los mayas quichés de Guatemala. Francisco Emilio de la Guerra
Pág. 18
Certidumbres e incertidumbres
La enseñanza de la escritura en la educación media básica María Teresa Gutiérrez
Pág. 43
Artistas y artesanos
La selva que se tragó a un imperio. Noticias sobre el reino maya, la Lacandonia y otras veredas. Adolfo Hernández Muñoz
Pág. 47
Sentidos y significados
Una clase básica de comunicología. Arrigo Coen Anitúa
Pág. 55
Problemas sin número
La única letra. Claudia Hernández García y Daniel Juárez Melchor
Pág. 57
Abriendo libros
Los caminos del Popol Vuh. Francisco Emilio de la Guerra
Pág. 59
Portada: Eduardo Isaac Pérez Guevara. Páginas a color: Imágenes del Quiché, fotografías de Francisco Emilio de la Guerra.
Correo del Maestro. Núm. 113, octubre 2005.
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Correo del Maestro. Núm. 113, octubre 2005.
Entre nosotros
El enfoque sistémico Una propuesta de trabajo para la enseñanza primaria Bárbara Peisajovich
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entro del pensamiento formal y científico, el enfoque analítico implica pensar en las distintas partes que conforman un evento o un fenómeno y las relaciones que éstas establecen entre sí. Pero existe también otra forma científica de estudiar los fenómenos: el enfoque sistémico.A diferencia del analítico, que desagrega las partes del objeto de estudio, este enfoque contempla la totalidad de los componentes de un sistema, centrándose fundamentalmente en las entradas y salidas de materia, en los flujos de energía y en las interrelaciones entre sus componentes. Atender a esta cuestión de enfoques no es un tema menor para los docentes de ciencias, puesto que hoy más que nunca el quehacer científico es más una mirada sobre el mundo que una colección de saberes que tienden al infinito. Enseñar ciencias implica, sobre todo, enseñar sus métodos y sus paradigmas más fuertes y, sin duda, el enfoque sistémico es uno de ellos. El siguiente trabajo tiene por objeto repasar algunas cuestiones generales acerca de los sistemas y el enfoque sistémico aplicado a la enseñanza. Finalmente, realizaré una propuesta para trabajar la idea de sistema en 5º y 6º de primaria.
El enfoque ecológico
Sin duda, uno de los recortes en los que más se trabaja la idea de sistema es el referido al estudio de los ecosistemas. Desde hace varios años la escuela tomó el concepto de ecosistema y lo trabaja en diversos niveles de enseñanza con diferentes alcances. Curiosamente, no siempre se aborda el concepto de ecosistema con un enfoque sistémico sino más bien analítico. En este sentido, frecuentemente los libros de texto y los docentes trabajan los ecosistemas como una imagen estática, más próxima a la idea de paisaje que a un recorte metodológico, o centran su explicación en la clasificación de los archiconocidos factores bióticos y abióticos.Y ésta es quizá la idea más fuerte que prevalece en el sentido común de los alumnos a la hora de identificar un ecosistema: un ecosistema es tal porque “tiene factores bióticos y abióticos”. Nada más lejos del concepto de sistema que originalmente se pretendía enseñar. En realidad, deberíamos analizar primero a qué nos referimos cuando nombramos el concepto de sistema.
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El enfoque sistémico
¿Qué es un sistema?
Una de las definiciones más comunes establece que un sistema es “un conjunto de elementos en interacción” de manera tal que un ser vivo, una célula, incluso una ciudad o el motor de un automóvil pueden pensarse como sistemas. Una definición como ésta es demasiado general, sobre todo cuando trabajamos con sistemas complejos como, sin duda, lo son los ecosistemas. Por eso quizá resulte operativo establecer las características y propiedades comunes de todos los sistemas. Componentes de los sistemas Dos aspectos fundamentales para definir los sistemas son las características de las partes que los forman y la manera o las relaciones que establecen entre sí. Es decir, la estructura y la función. El aspecto estructural se refiere a la disposición espacial de los componentes de un sistema, y el funcional, a la manera en la que se integran dichos componentes y que se refleja en fenómenos dependientes del tiempo tales como los cambios, flujos e intercambios energéticos. Estructura Los principales rasgos estructurales que definen a los sistemas son los límites, los depósitos y las redes de comunicación. • Límites: todo sistema resulta de un recorte de la realidad elegido y deliberadamente delimitado por un investigador en función del problema que se pretende analizar. En este sentido, los sistemas no existen como tales, sino en la mente de quienes deciden estudiar una parcela de la realidad desde un enfoque sistémico. De este modo, por ejemplo, es posible estudiar a una célula como sistema, o al tejido en el cual se encuentra esa célula, o al órgano del cual forma parte ese tejido, y así se podría seguir desplazando varias veces los límites. No obstante, esto no significa que cualquier conjunto de elementos pueda ser objeto de estudio desde el punto de vista sistémico, no sólo porque para ser considerado como un sistema deben establecerse entre ellos cierto tipo de interacciones, interdependencias e intercambios de energía, materiales e información, sino también porque debe tener sentido, a la luz de determinados propósitos, que sea estudiado con un enfoque sistémico. Un mismo objeto, como por ejemplo una pecera, puede considerarse como un adorno –en cuyo caso estaremos apelando a la belleza del paisaje acuático que en ella se representa– o bien como un sistema donde se pueden analizar las entradas y salidas de materia así como las relaciones entre sus componentes y los flujos de energía. • Depósitos: son aquellos componentes en los cuales se almacenan materiales, energía o información. Algunos ejemplos biológicos pueden ser las grasas del organismo o los orgánulos de almidón de las células vegetales.
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• Redes de comunicación: son los elementos que permiten el intercambio de materia, energía o información entre los elementos del sistema y entre los diferentes depósitos. En el caso de que se esté estudiando un organismo animal como un sistema, los vasos sanguíneos o los haces vasculares de las plantas pueden considerarse ejemplos de redes de comunicación.
Función Tal como se afirmó, dentro de un sistema las interrelaciones son importantes porque permiten analizar la dinámica de los elementos que lo conforman y se refieren a las interrelaciones entre los componentes. • Flujos: se refiere a los procesos o fenómenos dependientes del tiempo, tales como las transferencias e intercambios de energía, y se expresan en cantidades por unidad de tiempo. Los flujos hacen subir o bajar el nivel de los depósitos y circulan entre las redes de comunicación. Por ejemplo, la cantidad de sangre que fluye en cada pulsación del corazón de un mamífero y que se expresa en volumen por unidad de tiempo. • Válvulas: regulan la velocidad de transferencia y pueden visualizarse como un centro de decisiones que recibe información y la transforma en acciones. Por ejemplo, la concentración de una hormona en sangre si el sistema de estudio es un animal. • Bucles de retroalimentación negativa o positiva (feedback): integran los efectos de los depósitos, de las válvulas y de los flujos; mediante su estudio es posible reconocer la regulación y la estabilidad de un sistema.Tal es el caso de una población de conejos de una pradera que agota las hierbas o recursos de los que se alimenta, limitando así el crecimiento de su población. Debido a que los recursos son limitados, entonces también se reduce la población de conejos por debajo de la capacidad de carga. Consecuentemente, se recupera también la población de hierbas y el tamaño de la población de conejos vuelve a incrementarse, alcanzando un equilibrio dinámico.
Acerca de la complejidad
Cabe destacar que no todos los sistemas son semejantes, sino que difieren en su complejidad. Sin embargo, no todas las agrupaciones de varios elementos constituyen un sistema complejo y en este sentido se afirma que un sistema es complejo si: • está constituido por una gran variedad de componentes que participan de las interacciones en estudio; • esos componentes están organizados en niveles jerárquicos internos, • y si hay múltiples interacciones entre los componentes del sistema.
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El enfoque sistémico
Intercambios con el entorno
Según los límites establecidos, entre un sistema en estudio y su entorno puede haber intercambios de materia, de energía y de información.Así, los sistemas pueden clasificarse en abiertos, cerrados y aislados. Un sistema es abierto cuando, a través de sus límites, se produce una constante interacción entre éste y su entorno, modificándose uno al otro continuamente. Por ejemplo, un ecosistema o un organismo. Por lo tanto, en todo sistema abierto hay entradas y salidas de materia, energía e información. Las entradas (inputs) resultan de la interacción del medio con el sistema. Las salidas (outputs), en cambio, dependen de la acción del sistema sobre el entorno. Si estos límites del sistema no permiten el flujo de materiales ni de energía ni de información desde y hacia el medio, nos encontramos ante un sistema aislado. En estos sistemas, todo cambio que ocurre en el interior del mismo no modifica ni altera su alrededor. Estos sistemas no existen en la práctica sino que son modelos para pensar determinadas condiciones ideales ya que no es posible delimitar un sistema cuyas fronteras impidan todo intercambio de energía. Es por eso que algunos especialistas diferencian al sistema aislado del sistema cerrado. Ellos definen como sistema cerrado aquel que únicamente intercambia energía con el medio modificando su entorno sólo en relación a la energía misma. Por ejemplo, una olla con agua hirviendo no intercambia materia con el entorno pero sí calor, que es una forma de energía.
El mercado como sistema
La siguiente es una propuesta para trabajar algunas cuestiones generales referidas al concepto de sistemas; se trabajó en un grupo de quinto grado de primaria. En ella, los alumnos aplicaron algunos conceptos del enfoque sistémico para interpretar la dinámica de un espacio público: el mercado de la colonia. Previamente, en el área de ciencias naturales habían estudiado desde un enfoque sistémico las características de una pecera como sistema artificial. Además de reconocer las entradas y las salidas de materia y de energía, identificaron algunas relaciones entre sus componentes. Esto para que practicaran el uso de la terminología más general referida a los sistemas.
Planteando el problema
Antes de anunciarles a los alumnos que trabajaríamos sobre el mercado, formulamos ciertas preguntas: ¿cómo se abastecen los vecinos de la colonia? y ¿qué características presenta ese lugar? Nombraron diversos lugares como carnicerías, verdulerías, puestos informales y tiendas de abarrotes, pero coincidieron en que la mayor parte de las compras se realizaba en el mercado que abastece a la zona desde hace más de un siglo: un antiguo mercado de abasto (en este caso la experiencia se realizó en un barrio de Buenos Aires, pero es aplicable a otras ciudades).
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Delimitando el sistema
Como ya se dijo, los sistemas no existen como tales sino que resultan del recorte que se pretende realizar y éste, a su vez, del problema que se pretende investigar. Por ello, una vez establecido el lugar se les propone abordar el estudio del mercado como un sistema. Para ello retomamos los conceptos de los componentes y sus aspectos, tanto los estructurales: límites, depósitos y redes de comunicación, como los funcionales, de los que sólo consideraron flujos y válvulas.
Acerca de los aspectos estructurales
Límites: para delimitar la unidad de estudio pensamos en las preguntas que nos formulamos y en la dificultad de investigar todos los mercados en los cuales se abastecen los vecinos. Por ello, se tomó la decisión de centrarnos en el mercado más grande y antiguo de la zona. Componentes: los alumnos visitaron el mercado con la idea de relevar sus componentes. Parar ello, contaban con una guía orientadora en la que se agrupaba cada componente en: personas, instrumentos de trabajo y mercaderías. Posteriormente clasificaron los elementos utilizando diversos criterios. La siguiente tabla muestra los criterios que utilizaron los alumnos para clasificar los componentes dentro del mercado. Las personas
Dueños de los puestos de trabajo; empleados de los puesteros; personal de la municipalidad que trabaja en el establecimiento.
Los instrumentos de trabajo Características de los instrumentos de trabajo; materiales con los que están elaborados; relación diseño-uso.
Las mercaderías
Alimentos y no alimentos. Origen y tipo de los alimentos. Alimentos naturales y elaborados.
Depósitos: realizaron consultas para averiguar dónde se almacenan las mercaderías antes de exponerlas al público; dónde se guarda la información acerca de lo que se vende en cada puesto; los documentos y las oficinas desde donde se administra y coordina el funcionamiento de todo el establecimiento. Redes de comunicación: averiguaron cómo circula la información dentro del mercado. Por ejemplo, las disposiciones acerca de las condiciones de higiene de los puestos; la demanda de mercadería a los diferentes centros de provisión; la comunicación entre los puesteros e incluso entre los clientes que cuentan con una pizarra en la que se ofrecen servicios de fontanería o electricidad.
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El enfoque sistémico
Acerca de los aspectos funcionales
Flujos: divididos en grupos, los alumnos consultaron cuántos cajones de verduras y frutas se venden por día y por semana, y averiguaron cómo varían estas cantidades según sea la altura del mes o la proximidad con las fechas como las fiestas de Navidad y de Año Nuevo. Válvulas: dado que este concepto fue trabajado como los mecanismos que aumentan o disminuyen los flujos, los alumnos realizaron predicciones acerca de los posibles mecanismos de regulación del volumen de productos que ingresan al mercado. Algunas de ellas estuvieron relacionadas con los precios de los productos según las estaciones del año y su incidencia en el volumen de ventas. También relacionaron la salida de algunos productos según algunas fechas religiosas como la Cuaresma de la Semana Santa, en la que aumenta sensiblemente la venta de pescados. Finalmente, se realizó una puesta en común que resumía la información reunida hasta el momento donde dieron cuenta de que es posible estudiar un espacio como el mercado concibiéndolo como un sistema.
A modo de conclusión
El estudio de los sistemas como concepto es un contenido complejo, ya que implica la organización de los fenómenos en una nueva trama de sentidos. El enfoque sistémico en la enseñanza de las ciencias propone reorientar la mirada hacia los aspectos dinámicos de un conjunto de eventos y no de uno en particular, contemplando la totalidad de un fenómeno. Pero además, al recortar el sistema que se pretende estudiar con base en el problema que se plantea el investigador, el enfoque sistémico habilita una reflexión acerca de los métodos. La escuela primaria ofrece contenidos curriculares que se prestan para la organización basados en el enfoque sistémico, por lo que es posible incluir esta perspectiva en el desarrollo de algunas unidades de trabajo. Por ejemplo, pensar el mercado como un sistema implica que se debe atender a las entradas y salidas de materia y a los flujos de la energía, así como también a las relaciones que algunos de estos elementos establecen entre sí. Finalmente, cabe destacar que al desarrollar un análisis de estas características no sólo estamos promoviendo la adquisición de conceptos y estrategias de estudio basadas en un enfoque sistémico, sino que también promovemos el desarrollo de un tipo de pensamiento abstracto que modeliza y representa al mundo en tramas complejas.
Bibliografía ROSNAY, Joel, El macroscopio, hacia una visión global, Editorial sistémica: una nueva cultura”).
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AC,
Madrid, 1993 (ver capítulo 2, “La revolución
Antes del aula
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Desde el momento en que se subraya la gestualidad corporal y la espacialidad de los rituales que acompañan los ritmos temporales de la celebración, no se puede eludir el problema de saber en qué espacio y en qué tiempo tienen lugar estas figuras festivas de la memoria.1
¿Cuáles son los deslizamientos semánticos que se pueden apreciar en las transformaciones de este evento, desde el establecimiento de la noción biológico-cultural de raza regida por las tradiciones del evolucionismo social hasta los usos familiares del español mexicano, a menudo no exentos de carga peyorativa, donde raza se emplea en el lenguaje cotidiano para referirse a los pares, a los familiares o al pueblo en general?
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Foto: Archivo.
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a celebración del 12 de octubre, Día de la Raza, fijada en el calendario cívico escolar desde hace varias décadas –sea actualmente día de asueto o no–, nos ha llevado a percibir el acontecimiento que conmemora como algo inamovible e incuestionable, que forma parte de aquellos actos que se repiten año con año iguales a sí mismos, aparentemente sin alteraciones. Sin embargo, hubo un momento en que la fecha se estableció como digna de conmemorar y, no exenta de polémica ni de diversas interpretaciones e intereses, se ha filtrado hasta nuestros días. Por lo demás, de ninguna manera ha sido una fiesta local, regional, sino que abarca países de dos continentes. Como dice Paul Ricoeur:
Monumento a Colón en la ciudad de México.
Va señalado, antes de todo, que el sentido de la fiesta en una sociedad como la novohispana, en la que prevaleciera un sinnúmero de prácticas religiosas, católicas, paulatinamente transita hacia una sociedad que se seculariza. La festividad religiosa se convierte en fiesta cívica, en fiesta patria y aun en fiesta nacional; formará parte de los rituales, de las tramas simbólicas que requieren, en el siglo XIX, las naciones que se constituyen como tales. Con la construcción de la nación moderna se establecen los héroes, los eventos que hay que recordar, las fechas, que habrán de constituir los lugares obligados de rememorar, con menoscabo de otros que se eluden, se ignoran o, directamente, se olvidan. A las
Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, trad. de Agustín Neira, FCE, Buenos Aires, 2004, p. 66.
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con América. La prensa traía a colación las palabras que entonces se pronunciaron:
www.abm-enterprises.net/artgall2
Nunca celebración más universal ha conmovido al mundo, porque nunca se ha conmemorado hecho más trascendental y culminante en la vida histórica de las humanas criaturas [...]. Las fiestas colombinas, el 12 de octubre (que en lo sucesivo será nacional en España y la América), es una fiesta casi planetaria, porque dos continentes la celebran.3
Cristóbal Colón, Paulus Jovius, c. 1550.
celebraciones de aniversarios de distinto tipo, se integraron los centenarios: Revolución Francesa, Revolución Mexicana, Independencia… El Día de la Raza nació también como la conmemoración de un centenario.
Desde España Todo parece indicar que en 1892, en medio de los festejos que se realizaban en España con motivo del IV centenario del descubrimiento de América –que elegantemente se llamaría, un siglo después, “encuentro de los dos mundos”, de las dos culturas–,2 se quería instituir una de las conmemoraciones que pretendía unir a España 2
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Ese día, en el monasterio de Rábida, doña María Cristina de Habsburgo firmaba un real decreto con el propósito de hacer del 12 de octubre una fiesta nacional, pero esto no se realizaría hasta algunos años más tarde. Sin embargo, si en España, con ese motivo, se inauguró un monumento a Cristóbal Colón, en México acontecía algo similar: Porfirio Díaz, con su ministro de Justicia e Instrucción Pública, Joaquín Baranda, encabezaba el homenaje inaugurando también una sencilla estatua que se colocó por el rumbo de la estación de ferrocarriles, en Buenavista,4 y decretó ese día como fiesta nacional.5 Se trata del eco con que las naciones del nuevo continente saludarían a la España del viejo continente, que en realidad festejaba a su raza, la española.
Emerge la fiesta de la Raza El uso temprano de la palabra raza la vincula con linaje, limpieza de sangre, casta, pero también, hacia el siglo XVI, se aplica en sentido
La relatividad de la manera como se estableció este evento ha sido revisada a profundidad por la historiografía contemporánea. Una de las obras precursoras al respecto es la de Edmundo O’Gorman, La idea del descubrimiento de América. Historia de esa interpretación y crítica de sus fundamentos, UNAM, México, 1951. Citado por Miguel Rodríguez,“El 12 de octubre: entre el IV y V centenario”, en Roberto Blancarte, compilador, Cultura e identidad nacional, México, CONACULTA-FCE, Sección Obras de Historia, México, 1994, pp. 127-162. Difiere del conjunto monumental dedicado a Cristóbal Colón en lo que sería el Paseo de la Reforma. Véase José María Muriá,“El IV centenario del descubrimiento de América”, Secuencia, núm. 3, publicación trimestral del Instituto de Investigaciones Históricas José María Luis Mora, México, septiembre-diciembre, 1985, pp. 123-136.
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Cristobal Colón, Gil Berriozábal Castañeda, 4º de primaria.
biológico o de especie, en forma peyorativa. De cualquier modo, denota clasificación, grupos que se distinguen unos de otros por sus caracteres que, además, son heredados. Alrededor de 1840 se empezó a utilizar para referirse a los grupos humanos, apelando a caracteres tanto biológicos como culturales que los identifican y unen a sus miembros entre sí, lo cual también servía como punto de referencia para comparar el grado de progreso o las posibilidades de desarrollo de unas razas con respecto a las otras. En México, el empleo de la noción de raza fue muy frecuente para ponderar las cualidades de los blancos en relación con lo que se percibía como las limitaciones y vicios de los indios. El geógrafo Antonio García Cubas, por ejemplo –y no es la excepción–, la empleó en diversas publicaciones para clasificar a la población en raza blanca, raza mixta o mezclada y raza india, a la vez que señalaba en cada una sus costumbres y formas de vida.6
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El concepto de raza también subyacía en la napoleónica delimitación entre la América sajona y la América latina, marcando la diferencia entre una y otra a partir de costumbres, formas de vida, prácticas culturales y religiosas en general. Pero, a pesar de su uso generalizado en diversos ámbitos durante el siglo XIX, el término raza, como motivo de celebración, sólo se introdujo sistemáticamente en nuestro continente –también en España– hasta los primeros años del siglo XX. A lo largo y ancho de la región latinoamericana, hacia 1915, Perú, Argentina, Paraguay, El Salvador, Guatemala, México y Chile coincidieron en las celebraciones, con distintos matices y sentidos. La Revista Española publicó los discursos de esas fiestas hispanoamericanas que tendían a fomentar la unión, se decía, de los pueblos enlazados en la historia. El presidente argentino Hipólito Irigoyen, por ejemplo, en 1917 consagra el Día de la Raza a
Puede verse, como ejemplo, Antonio García Cubas, The Republic of Mexico in 1876. A Political and Ethnographical Division of the Population, Character, Habits, Costumes of its Inhabitants, traducción al inglés de George F. Henderson,“La enseñanza” Printing Office, México, 1876, p. 14 y ss.
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Día de la Raza: invención de una fiesta cívica
España, decretándolo fiesta nacional: “... siendo eminentemente justo consagrar la festividad de la fecha en homenaje a España, progenitora de naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua, una herencia inmortal...” Detrás de ello, estaban los años de la Primera Guerra Mundial que implicaron para América Latina el aislamiento, desde todos los puntos de vista, con respecto a la Europa involucrada en el conflicto; también la necesidad de cerrar filas frente a la amenaza que el panamericanismo imperialista de los Estados Unidos constituía para la región. Así, al calor de los discursos hispanoamericanistas, se fortalece la conciencia de la Raza, con mayúsculas, con el antiguo y recurrente sueño de hacer de los hispanoamericanos una verdadera comunidad de lengua, de cultura, de religión, de economía. El pensador argentino José Ingenieros, el uruguayo José Enrique Rodó, el mexicano José Vasconcelos,7 la poetisa chilena Gabriela Mistral, todos apelan a la fuerza de la raza. Todos, por diversas vertientes, convocan su unión. La América hispana comienza a cobrar conciencia de sí misma, de sus posibilidades. La utopía de la comunidad de los latinoamericanos, trazada desde el siglo XIX, se resignificaba. España se integra a estas celebraciones que ofrecen la oportunidad para estrechar lazos de diversos tipos –culturales, pero también económicos–, por iniciativa de la Casa de América (Barcelona, 1917), sólo que para ella, la Raza a festejar siguió siendo la española.8
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Cómo sucedió en México Decíamos que hacia 1915, como en otros países latinoamericanos, empezó a celebrarse el Día de la Raza. Los círculos intelectuales próximos a Carranza establecieron la práctica, con este motivo, de organizar veladas artístico-culturales. Buscando su legitimidad, el gobierno constitucionalista tejió alianzas con los países hermanos y en uno de los festejos, en presencia de diversas delegaciones y autoridades, sustituyó los nombres antiguos de un sector de calles del centro de la ciudad de México, al norte del zócalo, por el de las repúblicas latinoamericanas. La fiesta fue ganando relieve; presidida por el rector de la Universidad, el presidente de la República, los gobernadores de los estados y otras autoridades e invitados distinguidos, se solemnizaba con brillantes piezas de oratoria, eventos musicales y desfiles cívicos, a los que se fueron añadiendo las competencias deportivas, las serenatas en los zócalos y las alamedas. Estas actividades tenían su réplica en diferentes estados de la República, así como en las naciones hispanoamericanas. Son años en los que los estudiantes universitarios emergen como una fuerza importante que se politiza frente a los acontecimientos nacionales e internacionales, que rechaza los imperialismos y los caudillismos regionales por igual. Próximos a Vasconcelos, participan de su hispanoamericanismo y de su vehemencia contra las tiranías del momento, de las que dan cuenta precisamente en la celebración del Día de la Raza
Vasconcelos (1881-1959) fue miembro de la generación del Ateneo de la Juventud que en 1907 iniciara un movimiento de transformación cultural, mismo que se enlazaría con el movimiento revolucionario de 1910 y sus demandas democráticas.Vasconcelos participaría en el proyecto político de Francisco I. Madero. En 1920, con la llegada de Álvaro Obregón a la presidencia de la República, Vasconcelos es nombrado casi simultáneamente rector de la Universidad y ministro de Educación Pública (1921-1924), desde donde impulsa uno de los proyectos educativos y culturales de mayor envergadura en el México contemporáneo. En 1929 fue candidato a la presidencia de la República. No es casual que en 1958, un decreto presidencial rebautizara la celebración como Día de la Hispanidad.
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de 1920.9 Y si Vasconcelos fomenta la unión de los jóvenes estudiantes latinoamericanos, apoyando la realización del primer congreso internacional de estudiantes (1921), él mismo realiza un largo viaje por Brasil, Uruguay, Argentina y Chile (1922). Con esta visión, consolida dos de sus lemas –“Por la raza al servicio de la humanidad”, “Por mi raza hablará el espíritu”– y escribe La raza cósmica (1925), convencido de que en la América hispana “de los pueblos hispanoamericanos surgirá una raza verdaderamente universal hecha con el genio y con la sangre de todos”.10 Esta nueva raza será el mejor fruto del mestizaje total, “puesto que las distintas razas del mundo tienden a mezclarse cada vez más, hasta formar un nuevo tipo humano, compuesto con la selección de cada uno de los pueblos existentes”.11 Para Vasconcelos, así como para otros pensadores latinoamericanos, el Día de la Raza habrá de ser, por lo tanto, la gran fiesta de nuestros pueblos, más allá de las fronteras de las pequeñas fiestas locales. Pero, paralelamente al discurso vasconcelista, elaborado desde el espacio urbano, sobre el hispanoamericanismo que teñía a la región y la
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apuesta por integrarse en una raza universal, cósmica, en México subsistía otro discurso que apostaba a la integración de las razas indias del continente, a su homogeneización operada también por el mestizaje, que constituiría al mexicano propiamente dicho. Esto, anticipado por Justo Sierra,12 era otra de las vertientes del quid de la identidad nacional en las primeras décadas del siglo XX. Así, Manuel Gamio,13 desde otras tradiciones, apelaba a la integración de los indígenas a la cultura occidental, a la unión de la raza americana, de modo que se rebasaran las pequeñas patrias, que se forjara “una peregrina estatua hecha de todos los metales que serían todas las razas de América”.14 En este contexto, me parece importante recordar, en lejana retrospectiva, que la clasificación inicialmente ensayada, desde los primeros contactos entre los españoles y los aborígenes, estableció la delimitación entre los llamados pueblos de indios y los pueblos de españoles, de cuya mezcla paulatinamente surgió un tercer sector, el de los mestizos. Estas tres denominaciones, al inicio de la vida independiente, se proscribieron constitucionalmente y en su lugar
La participación de Vasconcelos en ese festejo fue famosa por la manera en que criticó al gobierno venezolano, lo cual generó un conflicto diplomático para el gobierno mexicano.Véase José Vasconcelos, “Discurso pronunciado en el Día de la Raza”, en Boletín de la Universidad, tomo I, núm. 3, enero de 1921, pp. 178-179. José Vasconcelos, La raza cósmica: misión de la raza iberoamericana. Argentina y Brasil, México, Espasa-Calpe, México, 1948. Idem, p. 9. Desde finales del siglo XIX, y desde la perspectiva del evolucionismo social, los intelectuales porfirianos habían logrado un amplio consenso en la defensa del mestizaje, como condición de la joven Nación: “[...] hoy, la mestiza constituye la familia mexicana, propiamente dicha –nos dice Justo Sierra–, con un tipo especial y general a un tiempo, cada día más marcado; la población mestiza confina por un extremo con los indígenas, cuyas costumbres y hábitos conserva, y por otro con los elementos exóticos, blancos sobre todo. En el día, la absorción de las otras razas por la mestiza es tal que pudiera calcularse el tiempo no muy lejano en que el mexicano (en el sentido social de la palabra) formará la casi totalidad de los habitantes” (Justo Sierra, “Ensayos y textos elementales de historia”, en Obras completas del maestro Justo Sierra, tomo IX, UNAM, México, 1948, p. 127). La influencia del antropólogo Manuel Gamio, discípulo del antropólogo estadounidense Franz Boas (1858-1942) y del antropólogo alemán Eduard Seler (1849-1922), fue decisiva para comprender la necesidad de integrar las aportaciones específicas de la cultura indígena y la mestiza en la construcción de la nación, buscando en la propia cultura elementos para distanciarse de los modelos franceses y estadounidenses tan en boga, lo cual implicó llevar a cabo acciones que protegieran a las comunidades indígenas y su cultura. La diversidad de razas, de lenguas y de culturas habría de acrisolarse en favor de la patria de todos, superando las desigualdades; los estudios antropológicos y sociales verdaderamente “científicos” constituirían un instrumento indispensable, ya que recurrirían, por primera vez, al trabajo de campo. Manuel Gamio, Forjando patria, Porrúa, México, 1916, p. 5.
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Día de la Raza: invención de una fiesta cívica
se propuso una nueva denominación que las englobara sin distinciones, la de mexicanos. Pero, casi simultáneamente, se estableció una nueva categoría para nombrar las diferencias, a partir de la cual, desde diversas tradiciones que atraviesan el temprano evolucionismo hasta los enfoques culturalistas, se clasificaron las poblaciones y se fundamentaron los programas civilizatorios en marcha, aun en las siguientes décadas.
Hacia la nacionalización del Día de la Raza En la década de 1930 se dan pasos importantes en la manera en que México se apropia del Día de la Raza. El 12 de octubre de 1929, bajo la presidencia de Emilio Portes Gil, se declara fiesta nacional,15 y por vez primera, con piezas de oratoria, ofrendas florales, asistencia de las autoridades, el festejo tiene un simbólico doble escenario en la avenida del Paseo de la Reforma:
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El Universal, octubre 11 de 1929. Cfr. M. Rodríguez, op. cit., p. 145.
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el conjunto monumental de Cristóbal Colón y al mismo tiempo el conjunto monumental dedicado a Cuauhtémoc.16 Esto significaba que la conmemoración abarcaba, por igual, a las dos razas: a la hispana y a la que integraba raíces indígenas. Además, entre las autoridades y delegaciones participantes, también se encontraba un grupo de estudiantes indígenas, lo cual era consecuente con el impulso que los gobiernos posrevolucionarios le venían dando a la educación indígena y a la política de su integración nacional. La década de los treinta y el inicio de los años cuarenta, a partir de los festivales de la Raza, recordaron los eventos masivos que Vasconcelos hiciera cuando fue secretario de Educación Pública: la Secretaría de Educación Pública organizaba en el Stadium festivales donde estaban representados todos los sectores de la sociedad mexicana y todas las regiones del país. La fiesta dejaba de ser una ocasión de generar la unión de las razas hispanoamericanas para convocar a la unidad nacional de los mexicanos, aunque también se aprovechaban los medios a disposición, como la radiodifusión, para enviar mensajes fraternales a todo el continente. Lo mismo pasó en el terreno de la música: se transitó de la música universal, a la local, e incluso músicos mexicanos muy reconocidos compusieron himnos alusivos, como el “Himno a la raza” de Manuel M. Ponce. La década de 1940 también presenció, en la intersección de la avenida de los Insurgentes y la calzada Vallejo, la inauguración de un conjunto en honor de las antiguas culturas mexicanas, que se llama, precisamente, Monumento a la Raza. Llama la atención que hacia 1935 hubo otras iniciativas: el 14 de abril se celebra el Día de las Américas, para lo cual la Unión Panamericana, en Washington, DC, pone a disposición de todos
los países del continente, tanto los himnos nacionales de las Repúblicas Americanas como el Himno Panamericano.17 La celebración convocó también la iniciativa de Uruguay para proponer una bandera del Día de la Raza, que habría de izarse simultáneamente en todos los países durante los festejos, iniciativa que México rechazó porque integraba, como emblema de las tres carabelas de Colón, tres cruces de color morado que directamente remitían a colores y símbolos del catolicismo.18 En los años sucesivos, al filo de la Segunda Guerra Mundial, el Día de la Raza nuevamente se recubrió con los colores del panamericanismo e, integrando a las Américas por igual, se celebró en la región latina y en la anglosajona, aunque con nombres diferentes, como Columbus Day.
A modo de conclusión Fijar el ritual de conmemorar el 12 de octubre como Día de la Raza no ha sido inocente; se trata de un evento que atañe directamente al problema de las identidades colectivas, sean éstas españolas, latinoamericanas, anglosajonas o particularmente mexicanas. Las sucesivas transformaciones y recreaciones de sentido que han concretado una noción de raza en diferentes momentos están estrechamente relacionadas con nuestra propia percepción como mexicanos, como latinoameri-
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canos, como americanos. Habrían de pasar muchos años para que el mestizaje, aprehendido como raza, dejara de ser un concepto colonialista, para clasificar al otro y establecer calidades, para que se refiriera a las zonas de contacto donde lo social, lo cultural, lo histórico y lo religioso derivan en “unos otros” diversos. El asunto no es sencillo; se trata de una conmemoración que presenta múltiples aristas (políticas, educativas, culturales, económicas, religiosas) que subyacen en su institución y en las sucesivas transformaciones que ha experimentado. Hace un año, el 12 de octubre del 2004, presenciamos diversas iniciativas de grupos indígenas cuyos intereses –y los nuestros– son afectados por los programas neoliberales que irrumpen en todos los ámbitos. Entonces el Día de la Raza adquirió un nuevo nombre: “Día de la Resistencia Mesoamericana”. Por último, más que explicaciones, lo que nos quedan son interrogantes: después de haberse celebrado con bombo y platillo el V centenario del encuentro de los dos mundos, en ambos continentes, hoy, en el contexto de la interculturalidad, ¿cuáles son los nuevos sentidos que adquirirá esta fiesta en un futuro próximo? ¿Persistirá? ¿Desaparecerá definitivamente del calendario cívico y escolar? Los mermados programas de historia para la educación básica y la globalización galopante que atraviesa nuestra vida, nuestras instituciones escolares, ¿la tomarán en cuenta?
Rfr. Expedientes del Archivo Histórico de la SEP, Dirección General de Educación Primaria en los Estados y Territorios. El diputado cardenista Altamirano, en la sesión respectiva de la Cámara de Diputados, señalaba: “Yo aplaudo la idea, pero no estoy de acuerdo con el símbolo. La cruz ha sido motivo para que corran en el mundo, desde que se inventó ese signo, torrentes de sangre y de que hayan caído millones y millones de hombres defendiendo ese símbolo, que no es símbolo de paz, sino de guerra; y el color morado es símbolo del Vaticano, que es el que ha engendrado el oscurantismo y constituye el valladar más grande para todo lo que significa idea revolucionaria” (Diario de Debates de la Cámara de Senadores, 30 de octubre de 1934), citado por M. Rodríguez, op. cit., p. 146.
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Los hombres de maíz Apuntes en torno a los mayas quichés de Guatemala Francisco Emilio de la Guerra
Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“Seréis invocados”, dijeron a sus padres, cuyos corazones se sintieron reconfortados. “Seréis los primeros en ser enaltecidos, los primeros en ser adorados por los hijos esclarecidos, los engendrados en la luz. Vuestro nombre no se perderá. Así sea.” POPOL VUH
Fiesta de una comunidad quiché en Chichicastenango, Guatemala.
E
l Popol Vuh es conocido como el libro sagrado de los mayas, aunque en realidad es un libro que aborda los mitos y la genealogía de un pueblo mayence en particular: los quichés, que dominaron en las Tierras Altas de Guatemala entre el siglo XIII hasta la Conquista española, en 1524; sin embargo, de su lectura se desprende la cosmovisión de esa cultura que surgió entre el tercer o segundo milenio a.C. en esa misma zona, donde tuvo su origen el maíz, base alimenticia de la antigua América (Morley, 1947). Los quichés constituyeron uno de los numerosos reinos mayas que florecieron en el periodo
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llamado Postclásico, después de la rápida decadencia de las civilizaciones del Clásico (entre los años 800 y 830 de la presente era) en las Tierras Bajas del sur.
Los periodos Ante la ausencia de documentos escritos o legibles por los historiadores, y a falta de una cronología precisa para hacer la historia de las civilizaciones mesoamericanas, a mediados del siglo XX se adoptó la periodización arqueológica, que
• Preclásico (entre 2500 y 200 a.C.), que abarca desde la aparición de los primeros asentamientos agrícolas hasta la formación de las primeras ciudades y la adquisición de sus principales rasgos culturales. • Clásico (entre los años 200 a.C. y 909 d.C.), en el que se alcanza el apogeo cultural de los mayas, con rasgos definidos de su arquitectura y cerámica, la organización de complejos reinos teocráticos y sus máximos logros culturales: calendarios, astronomía y el desarrollo de una escritura jeroglífica fonético-silábica. Concluye con la desaparición de estos reinos y el abandono de la construcción de estelas y monumentos con fechas del calendario de cuenta larga en 909 d.C. • Postclásico (entre el 909 y la Conquista), sigue al declive de las culturas clásicas con una pérdida relativa de los logros alcanzados en ese periodo –entre ellos, el calendario de cuenta larga– y la conformación de pequeños estados, que luchan entre sí por la hegemonía hasta que son destruidos por la Conquista. Estos tres periodos se subdividen a su vez en Temprano, Medio y Tardío. • El cuarto periodo es el actual, donde esos pueblos coexisten con la cultura occidental, que León-Portilla denomina “prepotente”.
El colapso del Clásico Las civilizaciones del Clásico o de la cultura Tzacol florecieron en las Tierras Bajas del sur (la periferia del Petén y el río Usumacinta) y se colapsaron misteriosamente entre los años 800-830 (Martin y Grube, 2002) y 900-1100 (Nalda, 1998)
Louis-Jean Calvet, Historia de la escritura, Paiós, Barcelona, España, 2001.
parte de criterios materiales y evolutivos para valorar el desarrollo de esas culturas. En general, existen tres periodos, al que se agrega uno histórico a partir de la Conquista:
Templo 1 de Tikal, en Petén, Guatemala.También conocido como El Gran Jaguar, es el símbolo de la arquitectura del Clásico maya.
de la presente era. Se dice “misteriosamente” porque hasta 1970 se especulaba demasiado acerca del origen y decadencia de estas ciudades-estado; sin embargo, los últimos descubrimientos arqueológicos y epigráficos, que han avanzado en el desciframiento de la escritura y la historia mayas, permiten penetrar en el enigma de su decadencia. Entre aquellas especulaciones, se decía que las ruinas mayas eran vestigios de una civilización pacifista fundada por los sobrevivientes del hundimiento de la Atlántida, o por navegantes fenicios o israelitas que habían alcanzado estas tierras, incluso que eran obra de extraterrestres (descabellada tesis sostenida sobre una fantástica interpretación de la Lápida de Palenque, referida a la muerte del rey Pakal, a la que se hacía pasar por una nave espacial), lo que, además, implicaba negar toda relación con los actuales pueblos mayences (Ayala, 1993; Martin y Grube, 2002). Consecuencia de esa visión errada, también se especuló demasiado sobre la existencia de un “imperio Antiguo”, correspondiente al periodo
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Los hombres de maíz
El carácter sagrado del tiempo es uno de los rasgos de identidad de los pueblos mayas. Miguel León Portilla ha señalado que la palabra que designa tiempo, kinh, es la misma que designa al día y al dios Sol; de tal manera, el tiempo es una derivación del movimiento divino y tiene un carácter sagrado. Por tal razón, su sistema numérico tiene ese mismo carácter, pues fue elaborado para el cálculo del tiempo divino, al que se percibía y se percibe como infinito y cíclico. El calendario sagrado de los mayas o Tzolkin (en la imagen) se componía de trece ciclos de veinte días (cada uno de ellos vinculado a uno o dos jeroglíficos distintos) que sumaban un total de 260 días.
Clásico, y otro “imperio Nuevo”, correspondiente al Postclásico (por ejemplo en Castedo, 1988), pero esa visión es equivocada pues, pese a los rasgos culturales que comparten: “Los mayas nunca estuvieron unificados políticamente y durante el periodo Clásico (250-909 d.C.) se dividieron en más de 60 reinos.” (Martin y Grube, 2002) Desde sus orígenes en el Preclásico (2000 a.C.250 d.C.) los mayas mostraron una fuerte influencia de la cultura olmeca. Hacia el año 500 a.C., los asentamientos de Miraflores e Izapa muestran ya las características de la cultura y mitología mayas, entre ellas el culto al maíz. Más tarde, entre el 37 y 162 d.C., los pueblos mayences adoptaron los calendarios mesoamericanos de 260 y 365 días (el Tzolkin y el Haab), la combinación de ambos en la llamada Rueda Calendárica de los ciclos de 52 años, y crearon con su sistema numérico vigesimal la llamada cuenta larga (León-Portilla, 1994).
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Fuente: Louis-Jean Calvet, Historia de la escritura, Paidós, Barcelona, 2001.
TIEMPO SAGRADO
En el Clásico, sobre todo en el siglo IV, en Kaminaljuyu, los mayas recibieron el influjo cultural, político y económico de Teotihuacán (que habría de colapsarse hacia el año 750, dando lugar a nuevos desarrollos urbanos, entre otros, Tula, Cacaxtla, Xochicalco y el Tajín, donde, en contrapartida, también es visible la influencia maya). En el siglo VI, los mayas alcanzaron su apogeo y sus máximos logros culturales (entre ellos sus asombrosos conocimientos astronómicos y su escritura jeroglífica fonético-silábica), sin embargo hacia el siglo IX inició lo que se conoce como su colapso, que coincide con el abandono del uso del calendario de cuenta larga, cuyo último registro data de 909 d.C. (Martin y Grube, 2002). Otros indicios arqueológicos de esta decadencia son las numerosas inscripciones referidas a las guerras, la disminución en la construcción de estelas y monumentos, la baja productividad de
Simon Martin y Nicolai Grube, Crónica de los reyes y reinas mayas, Planeta, México, 2002.
ÁREA GEOGRÁFICA
La civilización maya se desarrolló en una área de aproximadamente 325 000 kilómetros entre México y Centroamérica, que se divide en tres zonas geográficas o naturales: las Tierras Altas del sur, entre el Océano Pacífico y la cordillera del itsmo centroamericano; las Tierras Bajas del sur, o zona central, en la cuenca interior del altiplano del Petén, en la actual Guatemala, y sur de la península de Yucatán,Tabasco y Chiapas, y las Tierras Bajas del norte, en el extremo septentrional de la citada península.
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cerámica de calidad y, por último, el rápido abandono de las ciudades. Otras hipótesis sobre el colapso postulan además desastres naturales como los huracanes o pestes, la degradación ambiental por la explotación desmesurada de los recursos naturales y de la tierra, con el método de tala y roza (o quema del campo). Asimismo, se habla de la invasión de grupos provenientes del norte (toltecas) y de las tensiones y divisiones sociales entre las elites de las mismas ciudades-estado, que, sumadas a las guerras, debilitan al poder central.
El abandono de las ciudades
Los movimientos poblacionales hacia afuera del dominio controlado por la elite de los grandes centros tendrían que verse como un recurso del común de la gente por aliviar una carga que ponía en riesgo su propia existencia... [que] habrían llevado a ese campesinado a adoptar la forma más efectiva y que puso en práctica, una y otra vez, antes y después de la llegada de los españoles, para resistir la adversidad: la evasión, la reubicación y la recreación de las condiciones perdidas (Nalda, 1998).
Ya antes se sostenía que la separación y la estratificación social entre la teocracia y las co-
Antiguas civilizaciones. Mesoamérica, UTEHA, México, 1981.
La teoría de Nalda, la más novedosa en torno al abandono de las ciudades, sostiene que el crecimiento de la elite y la necesidad de obtener más
productos no por vía de aumentar la productividad (cosa técnicamente posible pero socialmente inaplicable), para sostener una creciente burocracia, llevó a aumentar las presiones sobre las poblaciones de campesinos tributarios, quienes tuvieron como recurso de resistencia la emigración:
Columnatas o mercado. Chichén Itzá,Yucatán. Época Postclásica (900-1300 d.C.).
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Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
Templo en honor de Tohil, dios que envió el fuego a los quichés. Guatemala.
munidades no era tan rígida, como en el centro de México, y que los campesinos, a los que se suponía habitando fuera de las ciudades, participaban “en forma apreciable de la ideología y cultura urbana de la época”. Esta ideología implicaría un alto grado de autonomía y participación política; y en el rito religioso de las comunidades, “hay la tendencia a demostrar una menor rigidez en la estratificación social, disminuir la separación física y social entre el pequeño grupo dominante teocrático y el pueblo sojuzgado que lo sustentaba” (Piña Chan, 1976). De tal manera que las presiones tributarias de sus dirigentes habrían llevado al debilitamiento de lo religioso como mecanismo ideológico de control social sobre el pueblo. Nalda menciona un proceso de secularización ritual, con un debilitamiento del papel de la elite sacerdotal y de la nobleza, como líderes del ritual, el cual se hace menos oficial, se extiende a todo el
pueblo y se concentra cada vez más en la comunidad campesina. Este debilitamiento del control ideológico sobre las comunidades campesinas explica el paso del Clásico Tardío al Postclásico Temprano y el abandono de las ciudades, con dos consecuencias significativas: “El fin de la dinastía gobernante y la aparición de nuevos dirigentes. Lo anterior significa la desaparición de un arte oficial para dar paso a otra expresión, también oficial, pero menos rigurosa, menos exacta, con nuevos temas y formatos” (Benavides, 96).
El Postclásico Entre las hipótesis de lo que ocurrió después de esta decadencia, se cree que algunos grupos de la población de estos “reinos perdidos” se desplazaron hacia el norte, a lo que actualmente son Belice, Quintana Roo y Yucatán, mientras otros
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Los hombres de maíz
Juego de pelota de Utatlán, Guatemala.
grupos lo hicieron hacia el sur, a las tierras altas de Guatemala. Sin embargo, investigadores como Nalda aseguran que no existen indicios para afirmar que hayan ocurrido tales desplazamientos masivos en la zona. De acuerdo con la primera teoría, los grupos migrantes se fundieron con otros pueblos mayences y rehabilitaron viejas ciudades, como en Yucatán, o fundaron nuevas. Pero la mayoría de estas nuevas urbes estaban ya alejadas de las características que distinguían a las civilizaciones del Clásico y tenían una fuerte influencia de grupos de ascendencia tolteca. En el Postclásico Tardío ocurre una recomposición de las formas de dominio centralizado y militarizado, primero en Chichen Itzá y más tarde en Mayapán, que a su desintegración queda fragmentado en los cuchcabal, especie de provincias autónomas que comparten el poder político, económico y religioso. Antonio Benavides llama “liderazgo disperso” o “descentralización” a este modelo, y sostiene que una “integración política exitosa y ade-
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cuada debió basarse en un control distribuido en varias manos y no sólo concentrado todo en una sola elite rectora”. Este tipo de organización, extendido a casi todo el Postclásico, es el que permite sobrevivir y resistir con éxito a los pueblos de la región del lago Petén Itzá, hasta la entrada de los españoles a Tayasal en 1697.
Los quichés Los quichés, con capital en Gumarcaaj o Cumarcaaj, que los mexicanos llamaron Utatlán, se contaban entre los pueblos más importantes de las Tierras Altas desde el establecimiento de su linaje en 1225 con el rey Balam Quitzé, uno de los cuatro primeros hombres de maíz creados por los dioses, según el Popol Vuh, y mantuvieron su influjo mediante guerras o alianzas matrimoniales, por el comercio o peregrinaciones religiosas, sobre los otros pueblos. Los cakchiqueles, quienes fueron sus vasallos hasta 1470 y les disputaban la hegemonía de la
“No había nada en pie, sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. Nada había dotado de existencia.” POPOL VUH. Lago Atitlán, Guatemala.
Imágenes del Quiché
Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera, cuando aparecieran el Sol y la Luna, debía aparecer el hombre.” POPOL VUH. Pescadores en el lago Atitlán, Guatemala.
“Como la neblina, como la nube, como una polvareda, fue la creación. Surgieron de las aguas las montañas y al instante se elevaron.” POPOL VUH. Vista del Volcán de Agua, desde Antigua, Guatemala.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe, que surja la tierra y se afirme!” POPOL VUH. Pueblo de San Pedro, a orillas del lago Atitlán, Guatemala.
“Así encontraron el alimento que entraría en la carne del hombre creado, del hombre construido; con el que se hizo su sangre. Así entró el maíz en la carne del hombre.” POPOL VUH. Sembradío de maíz a orillas del lago Atitlán.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“Cotidianamente, Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú tiraban choreques [flechas] y jugaban a la pelota.” POPOL VUH. Juego de pelota en Utatlán, la capital quiché destruida por Pedro de Alvarado en 1824.
“Así fueron vencidos Hun Camé y Vucub Camé, señores de Xibalbá, por Hunahpú e Ixbalanqué, en el juego de pelota.” POPOL VUH. Juego de pelota en Utatlán.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“No tenían fuego. Solos estaban los hombres de Tohil, el dios de las tribus, el primero que hizo nacer el fuego.” POPOL VUH. Detalle de un templo calcinado en Utatlán.
“¡Oh,Tzacol, Bitol! ¡Miradnos, escuchadnos! ¡No nos abandonéis, no nos dejéis, oh, dioses, en el Cielo, en la Tierra! ¡Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra!” POPOL VUH. Ofrendas de peregrinos en las ruinas de los templos de Utatlán.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“¡Qué hacen sobre la tierra? ¡Quiénes son los que la hacen temblar y hacen tanto ruido? ¡Que vayan a llamarlos! ¡Que vengan a jugar aquí a la pelota, donde los venceremos! –dijeron los de Xibalbá.” POPOL VUH. Escalera que lleva a una cueva artificial construida bajo la plaza principal de Utatlán.
“Marcharon entonces Hunahpú e Ixbalanqué, llevando cada uno su cerbatana, y fueron bajando en dirección de Xibalbá.” POPOL VUH. Ofrenda a la entrada de una de las cuevas de Utatlán.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“Así, pues, tuvo su fin el Quiché, que ahora se llama Santa Cruz.” POPOL VUH. Iglesia de Santa Cruz del Quiché, ciudad fundada por los españoles después de la destrucción de Utatlán.
“Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité. Hágase así y se sabrá si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera.” POPOL VUH. Fiesta del 5 de enero, en Chichicastenango, Guatemala.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“Sólo se ocupaban en bailar la danza del Puhuy, la lechuza; la danza del Cux, la comadreja, y la del Iboy, el armadillo, y bailaban también el Ixtuy, el ciempiés, y el Chitic, sobre zancos.” POPOL VUH. Fiesta en Chichicastenango.
“Luego hicieron a los animales del monte, a los guardianes de todos los bosques, a los moradores de la montaña.” POPOL VUH. Fiesta de Reyes en Chichicastenango.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“Esto lo escribimos dentro de la llamada ley de Dios, en el cristianismo, porque ya no se ve el Libro del Consejo, el Popol Vuh.” POPOL VUH. Iglesia de Santo Tomás Chuilá, Chichicastenango, donde el padre Francisco Ximénez recibió en 1700 el manuscrito del Popol Vuh.
“Que todos se levanten, que se llame a todos, que no haya uno ni dos grupos de entre nosotros que se quede atrás.” POPOL VUH. Calle de Huehuetenango, Guatemala.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra. Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
“De Paxil, Casas sobre Pirámides, y Cayalá, Mansión de los Peces, trajeron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.” POPOL VUH. Sembradíos en terrazas a orillas del lago Atitlán.
“¡Ixtoh, señora de la lluvia; Ixcanil, señora de la cosecha; Ixcacau, señora del cacao!, ¡las que maduran el maíz!” POPOL VUH. Escalinatas de la iglesia de Santo Tomás Chuilá, Chichicastenango.
“Y precisamente hemos visto una gran montaña, allá por el rumbo rojo del cielo.Verdaderamente se levanta muy alto y domina la cima de todos los cerros.” POPOL VUH.Vista del Volcán de Agua, en Antigua, Guatemala, al atardecer.
Foto: Francisco Emilio de la Guerra.
zona, les seguían en importancia y regían desde su capital Iximché, llamada Quauhtemallan por los mexicanos; los habitantes de Mixco Viejo y Chinautla Viejo dominaban la zona pokomam; los tzutuhiles controlaban la zona del lago Atitlán, y Zaculeu era la la capital de los mames (Benavides, 1998). Sobre su origen, de acuerdo con las teorías de la década de los sesenta, los quichés son descendientes de una tribu tolteca que emigró desde Tula (actualmente en el estado de Hidalgo, México) a Guatemala, después del colapso de esa ciudad, entre 960 d.C. y 1220 d.C., lo cual explicaría la afinidad artística de Utatlán, la última capital quiché, con Teotihuacán y los mexicas (Girard, 1962). Coe apoya la tesis de la peregrinación desde la Tula mexicana, con base en lo que los mismos quichés y cakchiqueles cuentan en sus historias
del origen, donde, interpreta el investigador, “afirmaban haber llegado de occidente, desde México” (Coe, 1990). Pero, según Benavides, el Tollan que se menciona en el Popol Vuh y en Los anales de los xahil o cakchiqueles es mítico y en realidad se refiere a Chichen Itzá; asimismo, la Serpiente Emplumada de quien se habla es el rey Nacxit-Xuchit, que se daba a sí mismo ese título, Kukulkán, en maya yucateco; Gucumatz, en quiché (Benavides, 1998). Por otra parte, Mercedes de la Garza ha señalado que el culto a la Serpiente Emplumada es más antiguo que la influencia de los grupos toltecas en el Postclásico y que incluso se remonta al periodo Preclásico, en Izapa (De la Garza, 1984). Sean inmigrantes provenientes de México o del Chichen Itzá mexicanizado, diferentes estudios reconocen que las influencias de los extranjeros o yaquis no eliminaron la continuidad de la
ESPACIO SAGRADO Como en todo pueblo antiguo, el mundo es una creación divina y, por tanto, en la naturaleza se expresan las diversas divinidades, pero entre los mayas se divide en cuatro rumbos (los puntos cardinales de Occidente) y un centro, que guardan relación con los movimientos solares. Asimismo, los tres niveles del mundo: cielo, tierra e inframundo, se relacionan con los dioses de esos ámbitos, cuyos representantes son los animales y plantas que los pueblan. (Abajo, representación de dioses en el Códice Dresde. Maria Sten, 1978).
A. Benavides Castillo et al., Los últimos reinos mayas, CNCA, México, 1998.
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Zona arqueológica de Palenque, Chiapas.
cultura maya sino, por lo contrario, se incorporan a ella de manera natural. Así, esta toltequización de lo maya implica sobre todo una absorción de la lengua y de la cultura locales por los inmigrantes de origen o influjo mexicano (Rojas, 1992).
Conquista del Quiché En la conquista del pueblo quiché, los españoles, al mando de Pedro de Alvarado, repitieron el modelo de guerra practicado contra MéxicoTenochtitlán. Aprovecharon las disputas entre quichés y cakchiqueles para obtener el apoyo de los segundos, pese a las advertencias que recibieron en 1520 de parte de embajadas procedentes del imperio mexicano (Drew, 2002). Asimismo, como ocurrió en Cholula y en el Templo Mayor, Pedro de Alvarado hizo la
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guerra con extrema crueldad destruyendo y quemando Cumarcaaj o Utatlán, la capital quiché. Posteriormente, traicionó a sus aliados cakchiqueles, quienes se rebelaron y abandonaron su capital, pero fueron aplastados de igual manera en 1530 (Coe, 1990; Rojas, 1992; Drew, 2002). La Conquista no escapó a la visión mítica maya, y mientras Alvarado exageró los peligros y “perversidades” de los quichés para justificar sus iniquidades y la quema de la ciudad, a la que calificó de “casa de ladrones más que de pobladores”, los quichés recuerdan la batalla del Pinar, en la que fueron derrotados, por el valor de Tecún Umán, uno de sus jefes, que combatía bajo la protección de sus naguales águila y quetzal, y sobre quien, al morir atravesado por la lanza de Alvarado, se eleva un quetzal, que se convierte en el símbolo de la libertad y la resistencia indígena.
La literatura maya y el Popol Vuh En principio recordemos con Demetrio Sodi M. que a diferencia de la literatura náhuatl, la maya no tiene una homogeneidad que la defina como patrimonio de un solo grupo y una cultura. Asimismo, lo que ha sobrevivido como literatura son textos en lenguas mayences escritos en caracteres latinos después de la Conquista, en ningún caso una traducción, aunque se sospecha que algunas partes fueron copiadas de libros antiguos. Significativamente, el Popol Vuh tiene marcas temporales y espaciales referidas al periodo colonial. Carlos Lenkersdorf recuerda los motivos religiosos que llevaron a las autoridades coloniales a destruir y prohibir la circulación de los textos indígenas, ante la persistencia de éstos en tratar de preservarlos: “El afán de erradicar la
idolatría motivó a las autoridades eclesiásticas a quemar los libros en la región maya y en otras áreas de los pueblos autóctonos. Además, se decretó la prohibición de ‘canciones’ y otras prácticas por el III Concilio Provincial Mexicano de 1585” (Lenkersdorf, 1999). De los libros mayas coloniales, dice Mercedes de la Garza, “fueron escritos por los mismos mayas del ocaso de ese periodo [Postclásico], con la finalidad manifiesta de preservar las antiguas costumbres y tradiciones religiosas [provenientes del Clásico], es decir, la identidad del pueblo maya frente a la invasión de la cultura occidental” (De la Garza, 1998). Por su parte, David Drew, con base en estudios de inscripciones en monumentos y cerámica por parte de Coe y Karl Taube, refuerza esta opinión y señala que “ahora hay evidencias
LENGUAS MAYENCES
Louis-Jean Calvet, Historia de la escritura, Paidós, Barcelona, España, 2001.
Entre 28 y 35 grupos etnolingüísticos conforman la familia maya, con un desarrollo cultural relativamente autónomo. Dos son las principales familias protolingüísticas: la familia proto Guatemala-Yucatán y la familia proto Chiapas (desarrollada en Chiapas, Tabasco, Petén y Honduras). No se toma en cuenta la familia proto huasteca, asentada al norte de Veracruz, que se considera una separación previa, ocurrida alrededor del año 500 a.C., antes de las conquistas culturales que caracterizan a los mayas del sureste. (Ayala, 1993; García Payón, 1976; Morley, 1947). En la imagen se muestra el mapa de la península de Yucatán, con los principales emplazamientos y grupos lingüísticos.
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Lago Atitlán, Guatemala.
incontrovertibles de que los temas más importantes del Popol Vuh eran familiares y circulaban libremente por las tierras bajas en los tiempos clásicos” (Drew, 2002). Pero entre los detractores del Popol Vuh se cuenta René Acuña, quien creía que el libro era un artificio del padre Francisco Ximénez para evangelizar a los pueblos de la región quiché. Apoya su idea, entre otros argumentos, en la comparación con una Theologia indorum, del padre Domingo Vico, y en la inexistencia de un “original” del texto (Acuña, 1979). El origen del Popol Vuh es incierto, en cuanto que no se sabe quiénes son sus autores indígenas; según Adrián Recinos, se supone que pertenecieron a los últimos descendientes de la nobleza quiché y realizaron la transcripción de memoria o por transmisión oral de un códice ya inexistente, lo hicieron en su lengua original pero en caracteres latinos por el año de 1544, evidentemente después de la Conquista.
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También Francisco Monterde habla de un tal Diego Reynoso, autor de un vocabulario, pero no se dan mayores detalles de tal personaje, si era español o criollo o un quiché rebautizado. En todo caso, enfrentados a la lectura del Popol Vuh, resulta irrelevante la identidad del autor, pues el libro se revela a sí mismo como un texto colectivo, desde luego de los quichés, pero no sólo de ellos, sino incluso de la humanidad. El Popol Vuh, también llamado Manuscrito de Chichicastenango, fue entregado cerca de 1700 al padre Francisco Ximénez, quien había logrado la confianza de la población, y durante tres años trabajó en su traducción, que tituló Empiezan las historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala, traduzido de la lengua quiché en la castellana para más comodidad de los Ministros del Sto. Evangelio por el R. P. F. Francisco Ximénez, cura doctrinero por el real Patronato del Pueblo de Sto. Tomás Chuíla.
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Más tarde, trabajó en una traducción mejorada del texto que incluyó en su Historia General de la Provincia de Chiapa y Guatemala, que terminó en 1721, al lado de su transcripción, de la que se supone parten todas las versiones actuales. Ximénez no da noticias sobre lo ocurrido con el manuscrito recibido, por lo cual sólo se conocen las versiones que él hizo en su parroquia de Santo Tomás Chuíla, hoy llamado Chichicastenango, pero su transcripción incluye pocas pinturas y ocasionalmente un jeroglífico, dice Dennis Tedlock, quien ha consultado el manuscrito de Ximénez que se conserva en la Biblioteca Newberry de la “Plaza de las Cebollas Salvajes”, es decir, Chicago. Sin embargo, al comentar el texto, Tedlock señala que existe una dialéctica entre la escritura y las imágenes en los antiguos códices mayas que se traslada a este libro sagrado. En momentos, los escritores del Popol Vuh parecen describir pinturas como si estuvieran frente a las imágenes de un códice, mediante el reiterado uso de la expresión: “Éste es”, “This is...” (Tedlock, 1996) El Popol Vuh, por su temática, se ha dividido en dos partes: una mítica, que habla de la creación por los dioses del mundo y de los hombres; y otra histórica, referida a la genealogía de la disnastía quiché. En la primera, se encuentran muchos de los valores sobre los dioses, el tiempo y el espacio que identifican a los mayas en general. La segunda es una interpretación mítica de la historia, al estilo de la que puede observarse en los textos homéricos, que explica la preeminencia de los quichés sobre otros pueblos. Aunque su escritura, de acuerdo con el manuscrito de Ximénez, adopta las formas occidentales de la prosa medieval, por su lenguaje poético parece tratarse de un largo poema épico, más vinculado con las formas tradicionales de la poesía oral que con la narración histórica.
Iglesia de Santo Tomás Chuíla, Chichicastenango, donde fue hallado el manuscrito con la traducción castellana del Popol Vuh.
Así, es posible ubicar en el Popol Vuh recursos de la poesía prehispánica que fueron trasladados a la escritura alfabética después de la conquista. Entre ellos, los más característicos son los paralelismos (“Aquí comenzaremos..., aquí escribiremos...”) y difrasismos (los Constructores, los Formadores).
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Sin embargo, anotemos, con Elisa Craveri, que estos recursos de estilo no sólo fueron característicos de los pueblos prehispánicos como el quiché, sino parte de una poética o “tentativa de conocer la realidad y de interpretar el papel del hombre en el contexto natural” compartida por muchas culturas de raíz oral.
Conclusión El Popol Vuh es uno de los grandes libros que nos hablan, desde el pasado, sobre los orígenes de la civilización humana, acerca del tiempo primigenio cuando los hombres aún buscaban la unidad y la armonía con la naturaleza y lo sagrado, cuando trataban de entender con hu-
mildad las potencias que mueven al Universo y determinan el sentido de la existencia. Desde esa perspectiva, se trata de una obra con preocupaciones universales. Pero al mismo tiempo es una obra que nos habla de la cultura de unos hombres en particular, de un tiempo y un espacio específicos, de sus logros materiales y espirituales, de sus derrotas, y de cómo, con espíritu épico, fundaron dinastías y formas de ver el mundo y concebir la historia, incluso cuando la historia parecía haber terminado para ellos. En fin, que el llamado libro sagrado de los mayas sigue hablando desde una perspectiva poética de todo eso que constituye una raíz viva, una tradición cultural vigente más allá de las destrucciones del tiempo y las soberbias del poder.
Bibliografía ACUÑA, René, El universo del Popol Vuh, UNAM, México, 1993. AYALA Falcón, Maricela (introd.), El libro del consejo, UNAM, México, 1993. BENAVIDES Castillo, Antonio, “Los mayas del Postclásico”, en Los últimos reinos mayas, CNCA/Jaca Book, Milán, 1998. CASTELDO, Leopoldo, Historia del arte iberoamericano 1, Alianza, Madrid, 1988. COE, Michael D., Los mayas. Incógnitas y realidades, Diana, México, 1990. CRAVERI, Slaviero y Elisa Michela, El arte verbal k'iche, Praxis, México, 2004. DE LA GARZA, Mercedes, El universo sagrado de la serpiente entre los mayas, UNAM, México, 1984. “Las fuerzas sagradas del universo maya. Periodo Postclásico”, en Los últimos reinos mayas, CNCA/Jaca Book, Milán, 1998. DREW, David, Las crónicas perdidas de los reyes mayas, Siglo XXI, México, 2002. GARCÍA Payón, José, “La Huasteca”, en Los señoríos y los estados militaristas, SEP/INAH, México, 1976 GIRARD, Rafael, Los mayas eternos, Libromex, México, 1962. LENKERSDORF, Carlos, Indios somos con orgullo. Poesía maya tojolabal, UNAM, México, 1999. LEÓN-PORTILLA, Miguel, Tiempo y realidad en el pensamiento maya, UNAM, México, 1994. LÓPEZ Austin,Alfredo y Leonardo López Luján,“La periodización de la historia mesoamericana”, en Arqueología mexicana.Tiempo mesoamericano (2500 a.C.- 1521 d.C.), edición especial 11, México, Raíces, 2002. MATOS Moctezuma, Eduardo, “Fray Diego de Landa: ¿ángel o demonio?”, en Los últimos reinos mayas, CNCA/Jaca Book, Milán, 1998. MORLEY, Sylvanus G., La civilización maya, FCE, México, 1947. NALDA, Enrique,“El colapso y el nuevo orden político de las tierras bajas mayas”, en Los últimos reinos mayas, CNCA/Jaca Book, Milán, 1998. PIÑA Chan, Román et al., “La cultura maya”, en Los pueblos y señoríos teocráticos, SEP/INAH, México, 1976. RAYNAUD, Georges, Miguel Ángel Asturias y J. M. González, El libro del consejo, prol. Francisco Monterde, introd. Maricela Ayala Falcón, UNAM, México, 1993. ROJAS Lima, Flavio, Los indios de Guatemala, Mapfre, Madrid, 1992. SIMON, Martin y Nikolai Grube, Crónica de los reyes y reinas mayas, Planeta, México, 2002. SODI M., Demetrio, La literatura de los mayas, Joaquín Mortiz, México, 1978. TEDLOCK, Denis, Popol Vuh, Simon and Schuster, NY, 1996.
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Certidumbres e incertidumbres
La enseñanza de la escritura en la educación secundaria
http://chih.sep.gob.mx/hoyeduc/enfoque/default.asp
María Teresa Gutiérrez
E
l enfoque comunicativo que rige actualmente la enseñanza de la lengua en la Educación Básica pretende que al finalizar esta etapa escolar el alumno sepa utilizar los recursos lingüísticos y textuales para comunicarse, de manera oral y escrita, sin dificultad y en cualquier circunstancia. Esta propuesta curricular y lingüística deja atrás los programas diseñados en la década de los sesenta a la luz de las teorías formalistas o nocionales, cuya intención se centraba en el conocimiento del sistema de la lengua. A partir de la década de los setenta, el diseño curricular de tipo funcional y más tarde de carácter comunicativo se debe a la influencia de los descubrimientos de la pragmática y la noción de competencia comunicativa acuñada por Hymes y Gumperz (Lomas et al., 1993: 71). Los programas curriculares centrados en los procesos (procesuales) más que en el conoci-
miento formal de la lengua responden a un enfoque comunicativo que pretende que al agotar la serie de contenidos propuestos, el alumno consolide su competencia comunicativa. Los programas de tipo funcional propiciarán más la repetición sistemática de estrategias discursivas específicas y en distintos contextos con la finalidad del dominio comunicativo (Lomas et al., 1993: 100). Con ello se pretende reforzar un conjunto de capacidades y competencias (lingüística, sociolingüística, discursiva, pragmática...) que desembocan en el desarrollo de la expresión oral y escrita. En la presentación del programa de español advertimos que, como asignatura, significa un conjunto de saberes que le permiten al alumno consolidar su competencia comunicativa, la cual no sólo le facilita la interacción en distintos espacios sociales, sino que además se con-
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vierte en herramienta que le permite el acceso a otros conocimientos. Los objetivos que plantea el programa indican: Se crearán en el aula las condiciones para que los estudiantes escriban frecuentemente y con distintos propósitos. El alumno tendrá la posibilidad de trabajar con materiales de otras asignaturas: redactará textos, elaborará exposiciones o informes y estudiará siguiendo diversas técnicas. (SEP, 1993: 21)
Adquisición de la competencia comunicativa Es en el ámbito académico el espacio en el cual el estudiante confronta sus competencias, entre ellas la del uso de la lengua, y es por eso uno de los aspectos de mayor importancia expresados en los objetivos de este programa. El curso de español está encaminado a dotar de habilidades y herramientas que implican el dominio de la lengua y la capacidad de usarla en cualquier contexto de comunicación y ante cualquier objeto de estudio. La interrelación del desarrollo y la construcción del conocimiento están ligadas al lenguaje, ya que el alumno accede a las diversas disciplinas que comprenden el plan de estudios para este nivel a través de la lengua escrita; asimismo, a través de ella procesa las tareas que le permiten manipular el conocimiento de todas las ciencias naturales y sociales. Los distintos géneros discursivos académicos tales como el cuestionario, la toma de notas, la elaboración de resúmenes y síntesis, la recuperación de la propia experiencia, el reporte de lectura, el reporte de investigación, etc. ponen en práctica la competencia escrita del alumno. El apoyo al desarrollo de la competencia escrita deberá hacerse desde la planeación de los contenidos del bimestre hasta la revisión de los pro-
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ductos escritos del estudiante. El profesor debe hacer su planeación tomando en cuenta el tiempo, los objetivos y los contenidos que se persigan para cada periodo bimestral. Así, en la clase de español, el profesor, a través de su planeación anual, bimestral y de clase, deberá propiciar la redacción de diversos textos, tratando de llevar a la reflexión en la constante revisión individual o grupal de la escritura del alumno, e intentando acercarse a las metas enunciadas en el plan y programa de estudio de español para que la competencia que se va adquiriendo se proyecte hacia el uso de la lengua en el resto de las asignaturas que conforman el plan de estudios.
Planificación de contenidos Los niveles de planificación didáctica, como instrumento de reflexión de la práctica docente propuestos por Lomas (1993:60-70), pueden servir de guía en la planeación de contenidos orientados al desarrollo de competencias: 1. La definición de un método general que parta de los fines propios del área de enseñanza y de la propia concepción de la misma. 2. Planificación estricta de la práctica, según el método elegido anteriormente, en unidades didácticas, lecciones o secuencias de aprendizaje. 3. Establecimiento de mecanismos de seguimiento y evaluación del propio proyecto didáctico que relacionen el método, la programación y la práctica cotidiana en el aula. El proceso de aprendizaje de la escritura es cíclico; apropiarse de una tipología textual inscrita en la tradición discursiva propia del entorno sociocultural del alumno se realiza en espiral, no es lineal; lo que el alumno aprende en un curso, debe aplicarlo en otros, deben interrelacionarse las etapas y los contenidos de aprendizaje (Lomas
et al., 1993: 81). Para que el aprendizaje del alumno complete ciclos, el docente debe recurrir a la planeación de los contenidos enfocados a los saberes que pretende que el alumno se apropie en metas largas o cortas. Además, debe considerar en su planeación no sólo los contenidos que propone el programa oficial, sino aspectos metodológicos y de seguimiento o evaluación. Para llevar a buen fin la propuesta curricular, propiciando el desarrollo de la competencia de uso de la lengua en el estudiante, es necesario elegir, de entre todos los contenidos ya enunciados, los más significativos para la planeación de cada periodo. Para ello, es necesario considerar el estado en el que se encuentra la competencia comunicativa del alumno. Para la elaboración del plan bimestral, mensual, semanal o de clase, se puede elegir contenidos muy amplios alrededor de los cuales se integren otros más específicos. De esta manera se trabaja en conjunto contenidos formales y de uso que van integrando, a la vez, el desarrollo de las competencias lingüísticas y pragmáticas, que permiten consolidar la competencia comunicativa. Se puede partir de lo más sencillo a lo más complejo, de lo que sabe el alumno a lo que desconoce; así, corresponde al docente establecer la jerarquización en la organización de los contenidos de enseñanza. Por ejemplo, el programa contiene una lista larga de contenidos referidos a la escritura. De toda esta lista, los más generales o amplios que engloban a otros más específicos de carácter formal son los contenidos sobre géneros textuales. Esta tipología de textos académicos y científicos responde a reglas en su configuración, es decir, forma parte de una tradición discursiva con una forma y un contenido que los identifica como ensayo, resumen, reporte de lectura, síntesis, prólogo, epílogo, novela, cuento... El docente podrá elegir uno de estos textos para organizar el resto de los contenidos, sobre todo
formales (tiempos verbales, estructuras sintácticas, terminología...), para planear su bimestre.
La necesidad de una metodología La presentación oficial del programa de enseñanza de la lengua propone una incipiente metodología respecto al seguimiento que debe hacerse al proceso de escritura del escolar, ya que insiste en la importancia de que el alumno adquiera la habilidad de corregir, individual o en forma grupal, sus textos: Es necesario que los textos producidos por los alumnos sean revisados y corregidos por ellos mismos, por sus compañeros y por el maestro, como actividad formativa que permite localizar deficiencias y verificar los avances logrados. (SEP, 1993:21-22)
Lo que no está explícito dentro de la presentación de los planes y programas de estudio es la metodología a través de la cual el profesor logrará los objetivos que se proponen al finalizar la Educación Básica. Esto es, las especificaciones de la manera como debe organizar los contenidos en las actividades que llevarán al alumno a poner en práctica su competencia comunicativa, así como aquellas otras actividades que lo conducirán a la reflexión, todo con la finalidad de dar el enfoque funcional. Asimismo, no se propone una escala estimativa o los rasgos propios de la escritura que sirvan de guía al profesor en sus criterios de evaluación; no están claros los procesos en lo que, se supone, debe involucrar a los alumnos para lograr las metas deseadas: la competencia comunicativa oral y escrita. Esta metodología propuesta –sin más indicaciones para involucrar en la producción escrita de los alumnos tanto contenidos gramaticales encargados de construir la cohesión textual,
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como contenidos sintácticos que estén más cercanos a la escritura como lo es la subordinación (hipotaxis); o contenidos léxicos (sinónimos, hipónimos, hiperónimos) que permitan la constancia de la referencia sin caer en la redundancia de información– puede quedarse sólo en la revisión de la ortografía, que es a lo que da mucha importancia el profesor.
Conclusión Orientar la práctica del docente con una metodología clara hacia el logro de metas que tienen que ver con competencias adquiridas es mejor que sólo presentarle una lista de contenidos que no le dicen mucho de las exigencias de la política educativa en materia de enseñanza de la lengua. No basta con una lista de contenidos o con la intención de dar un enfoque determinado a un programa curricular para la enseñanza de cualquier área de conocimientos, en este caso, de la lengua materna. Con la poca información que contienen los planes y programas de estudio no se puede enseñar la escritura. Asimismo, no hay una real capacitación al profesorado, es decir de aquellos en quienes recae la responsabilidad del éxito o fracaso de los planes del estudio; son ellos quienes, de acuerdo con su formación y experiencia docente, darán o no la orientación del programa en su práctica cotidiana. Debe ser del conocimiento del docente que cuando escribimos, en un sentido no puramente mecánico, cambiamos nuestros hábitos de conducta que serán distintos a los del uso de la legua oral. Esto quiere decir que aplicamos determinados valores a la hora de hacer uso de la lengua según la modalidad de uso elegida y la situación
real a la que nos enfrentamos. En el caso de la escritura debemos saber, por ejemplo: cómo se jerarquizan los datos según el género textual, qué tipo de registro utilizar según a quien vaya dirigido, qué tipo de recursos lingüísticos, léxicos y gramaticales elegir según la finalidad del texto, qué elementos redaccionales deben cuidarse, tales como pasar por un proceso de planeación, de escritura y de corrección, tomando en cuenta las reglas de la buena redacción convencionales a un sistema cultural y académico. La perspectiva del programa de español implica considerar elementos pragmáticos y cognitivos que se ponen en juego a la hora de las actividades escolares que se relacionan con el uso de la lengua, en sus dos modalidades, oral y escrita, y que no están explicitados en el plan de estudio. El paradigma comunicativo, tanto en los programas de estudio como en la enseñanza de la lengua, debe caracterizarse por centrar su interés en los procedimientos más que en el producto, integrar el conocimiento formal del lenguaje y el instrumental y adoptar una perspectiva cognitiva, ante lo cual, el profesor debe recibir orientación, sobre todo al reflexionar sobre la adopción de la perspectiva funcional de la enseñanza de la lengua que está detrás del enfoque comunicativo, la cual exige por parte del alumno la apropiación de un conjunto de procesos y conocimientos diversos –lingüístico, sociolingüístico, estratégico y discursivo– que se ponen en juego a la hora de estructurar el discurso, adecuado a la situación, al contexto de comunicación y al grado de formalización requerida. No se pretende crear teóricos de la lengua, tan sólo se persigue desarrollar competencias de uso, de práctica, aunar los aspectos formales y funcionales de la lengua.
Bibliografía LOMAS, Carlos et. al., Ciencias del lenguaje, competencia comunicativa y enseñanza de la lengua, Paidós (Col. Papeles de Pedagogía), Barcelona, 1993.
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Artistas y artesanos
La selva que se tragó a un imperio Noticias sobre el reino maya, la Lacandonia y otras veredas Adolfo Hernández Muñoz
A. Benavides Castillo, et al., Los últimos reinos mayas, CNCA, México, 1998.
In memoriam. A todos los exploradores que murieron en el laberinto verde de Chiapas, Guatemala y Honduras. A Carlos Frey y a Franco Lázaro Gómez, que vieron apagarse el sol y la luna en el traicionero Lacanjá, rumbo a Bonampak.
Arco de Labná, cerca de Kabah, en Yucatán. Dibujo de Frederick Catherwood (c. 1842).
A
sí era el mundo en gestación: todo en calma. Extraídas del Popol Vuh, las antiguas historias del quiché nos dicen: “Todo estaba en suspenso, en silencio; todo inmóvil, callado y vacía la extensión del cielo…” Después, pasaron los siglos y sus crónicas nos cuentan los acaeceres de los mayas de Yucatán y de los quichés y cakchiqueles de Guatemala. Sus historias están entrelazadas con los grandes ríos que recorren sus selvas: el Usumacinta, el Grijalva y otros menores como el Lacanjá, rumbo a la Lacandonia. Es una historia acompañada de flautas y
marimbas, pero también implica sangre, costumbres extrañas y mezclas raciales. Los toltecas se funden en las crónicas que nos cuentan, con fascinación, una aventura tropical de este mundo maya. Una historia que surge del agua, porque en el principio todo era agua. Nos lo dicen los sabios poetas del Popol Vuh: “Así fue la creación de la Tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua…”
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A. Benavides Castillo, et al., Los últimos reinos mayas, CNCA, México, 1998.
La selva que se tragó a un imperio
Desiré Charnay, explorador y pionero de la investigación sobre la cultura maya.
El escenario: una región que tiene aproximadamente 325 000 km2 y que abarca lo que actualmente son los estados de Yucatán, Campeche, Tabasco, parte de Chiapas y Quintana Roo, en México; así como Belice, Guatemala, el oeste de Honduras y El Salvador. A finales del siglo XVII se descubrieron los escritos en lengua maya conocidos bajo el título de Chilam Balam (Libro del adivino de las cosas ocultas) que nos dan idea de ese mundo misterioso con su cosmogonía, mitología y religión. Se habla de los itzaes, en Yucatán, muestra indómita del pueblo maya. En cuanto a las costumbres y al idioma maya, debemos recurrir a escritos del controvertido padre Diego de Landa. Quien fuera obispo de Yucatán en la segunda mitad del siglo XVI se debatía entre la admiración por la cultura y el horror cristiano ante los ritos religiosos mayas, pero logró registrar con notable minucia el mundo maya en su libro Relación de las cosas de Yucatán, que nos proporciona una lista completa
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de caracteres que define equivocadamente como alfabéticos y que corresponden a la lengua española. Respecto al misterio de los elementos ideográficos y fonéticos de la escritura maya, en octubre de 1952, el etnógrafo Yuri Knorozov declaró que había logrado descifrar el sistema de jeroglíficos maya; ello dio aliento a otros investigadores a estudiar las numerosas inscripciones que darían posteriormente una idea más detallada de la cosmovisión e historia mayas. A este escrito hay que añadir relatos debidos a la pluma de fray Antonio de Ciudad Real y algunos apuntes de Diego López de Cogolludo, que describen aspectos del territorio yucateco. La historia del pueblo maya tiene dos periodos: el Viejo Imperio, del 317 al 987, y el Nuevo Imperio, del 987 al 1697 (que finaliza cuando los españoles ya ocupaban la zona). Conviene revisar las investigaciones de los exploradores Stephens y Catherwood (1842) y los espectaculares buceos de Edward Herbert Thompson, quien exploró el cenote sagrado de Chichén Itzá y recuperó objetos preciosos de sus profundas y cenagosas aguas, junto con restos de víctimas humanas, inmoladas al culto de sus dioses. En 1952 causó sensación en México el descubrimiento del sarcófago maya en la ciudad de Palenque, por el investigador Alberto Ruz, quien exclamó alborozado ante los reporteros capitalinos: “Estas cosas, que son el sueño de los arqueólogos, sólo suceden a los afortunados”. Se comparó el hallazgo al famoso de Carnavon y Carter (la tumba faraónica de Tutankhamen). El interior de la pirámide que soporta el Templo de las Inscripciones es asiento de un soberbio sarcófago de piedra esculpida que representa al monstruo de la tierra sobre el que se alza una figura humana y, como remate, simula una planta de maíz, el alimento de toda América Central. En la tumba se hallaron los restos de un
Antiguas civilizaciones. Mesoamérica, vol.12, UTEHA, México, 1981.
Edward Herbert Thompson exploró el cenote sagrado de Chichén Itzá (derecha), recuperando objetos preciosos, junto con restos de víctimas humanas.
sacerdote o rey (Halach Uinic, ‘hombre verdadero’) cubierto de joyas. Discípulo del eminente doctor Morley, Ruz es considerado uno de los mejores mayistas del mundo; dedicó sus estudios a las inscripciones de éste y otros monumentos de la zona. Por otra parte, el arquitecto y arqueólogo mexicano Ignacio Marquina (1888-1981) alguna vez manifestó que en 169 años de investigaciones nada era comparable al descubrimiento de Bonampak (“la de los muros pintados”) y la cámara subterránea del Templo de las Inscripciones, donde apareció la tumba, cuyo valor es incalculable. Asimismo, se destaca la labor de restauración en Bonampak de motivos pictóricos de hermoso diseño y colorido. Los asombrosos logros se deben en gran parte al notable pintor Agustín Villagrán, un erudito de la pintura maya prehispánica y fuente viva para aclarar la historia de este pueblo escondido en la selva. Se considera, no sin fundamento, que los mayas son la más alta civilización prehispánica de América. Sus lazos con los egipcios, con una posible Atlántida sumergida en el océano y con
los incas (al sur del continente) no han podido probarse. Su mundo estaba colmado de vegetación diversa, lagunas de agua perlina en el territorio de Quintana Roo, cuyas costas miran al incitante Caribe, y en Yucatán, donde se produce el henequén, fibra vegetal de gran valía industrial. En esa región confluyeron los pueblos mayas en su huida de Centroamérica y fundaron admirables ciudades: Chichén Itzá, Kabah, Uxmal, Labná… Mediante una intensa labor de investigación, a la fecha se ha logrado interpretar la numeración, los nombres de los meses y las épocas, lo que ha permitido establecer la cronología de su historia. Cabe añadir que los mayas idearon la noción del número cero, lo que facilitó crear un calendario exacto. Hay todo un mundo de maravillas. El templo de las Mil Columnas, en Chichén Itzá, rivaliza con cualquier construcción de los pueblos antiguos, pero lo que llama más la atención es El Caracol, edificio que funcionó como observatorio. En él, quien escribe tuvo una experiencia única cuando su estadía coincidió con la de un
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bello y frágil ‘pájaro azul’, ya que los amigos me señalaron que esta coincidencia augura suerte; los hados estarán conmigo. El Caracol está orientado con tal precisión que es posible observar la marcha del Sol para fijar temporalmente los equinoccios y los solsticios. Aunque en proporción menor a los aztecas del altiplano, los mayas practicaron los sacrificios humanos. Se habla de doncellas lanzadas a los cenotes sagrados (pozas o reservas de agua que existen en Yucatán); estas inmolaciones eran dedicadas especialmente al dios Chaac, de la lluvia. Su religión, sencilla y compleja a la vez, refleja las influencias de dos épocas: la del Viejo y la del Nuevo Imperio; la de los viejos cultivadores, que se tragó la selva, y la de las más civilizadas expresiones en Yucatán, donde culminó su historia. La mitología maya abarca diversos dioses: Itzamná, el principal; Chaac, el de la lluvia; Yum Yax, del maíz; Ah Puch, de la muerte; Kukulkán, del viento, así como el de la guerra, el de los sacrificios humanos, el de la Estrella Polar, el de los nacimientos, incluso hay una diosa del suicidio. De suerte que, cualquier estado humano, bien sea físico o espiritual, está representado en las deidades mayas, posteriormente influidas por la cultura azteca. Diremos también que los mayas empleaban un sistema de entablillado para moldear la cabeza de los recién nacidos, con el fin de establecer diferenciación simbólica; de ahí esa deformación que se aprecia en sus pinturas, grabados y esculturas. Empero, esta práctica, similar al sistema empleado en los pies de las doncellas chinas, cayó en desuso. Este pueblo se nos sigue revelando: la prensa internacional ha dado cuenta del hallazgo, en la selva guatemalteca, de dos ciudades de enorme importancia. John Noble Wilford relata en The New York Times la aparición de ciertas ruinas
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entre la densa vegetación del norte de Guatemala. Ian Graham, de la Universidad de Harvard, dijo que la comprensión de la transición de la civilización maya preclásica a la clásica estaba cambiando, y remachaba: “Aún tenemos mucho que aprender”. El reino maya nos sorprende con los recientes descubrimientos de las ciudades de Waka, Cancuén y Cival. Hay cambios en la cronología de este pueblo, según apunta el diario español El País: Promete ofrecer nuevas percepciones de los últimos años de gloria del periodo maya Clásico, que terminó alrededor del año 900 d.C. y debe restablecer la fecha de sus inicios mucho antes de la fecha usual del año 250 d.C.
Niveles de grandeza siglos antes de lo pensado En la ciudad de Waka fue hallada la tumba de una reina que gobernó hace 1200 años. El esqueleto descansaba sobre una plataforma de piedra, rodeado de ornamentos de riqueza y poder como perlas, obsidiana, jade grabado y los restos de lo que parecía ser el casco de guerra de la reina. En Cancuén, la ciudad del siglo VIII, los arqueólogos descubrieron un panel de piedra decorado con bellas imágenes e inscripciones grabadas en alto relieve. En la ciudad maya de Cival (en el Petén, junto a la frontera con Belice) se hallaron las grandes máscaras en una de esas situaciones arquetípicas de la arqueología, dignas de los románticos tiempos de Stephens y Catherwood, los pioneros de la excavación de ciudades mayas a mediados del siglo XIX. Sucedió en un oscuro túnel abierto por saqueadores en la pirámide principal de Cival. Estrada-Belli descubrió a tientas una fisura en la pared y al introducir la mano palpó una pieza de estuco labrado. Al excavar por el lado opuesto
Mapa de la Península de Yucatán contenida en la Relación de la Cosas de Yucatán, de fray Diego de Landa.Tomado de Los últimos reinos mayas, de A. Benavides Castillo et al., CNCA, México, 1998.
surgió el rostro de un dios, un antepasado y protector mítico de los gobernantes mayas, con facciones antropomorfas, aunque con colmillos de serpiente. “La conservación es asombrosa, parece recién acabada”, dijo. “Es muy tridimensional y está pintada en negro y rojo”. La otra máscara, al parecer de la misma divinidad, “una divinidad muy antigua, difícil de identificar”, apareció junto a una escalera y tiene los ojos adornados con mazorcas de maíz. Estrada-Belli cree que los dos pares de estas máscaras gigantes flanqueaban la escalera de la pirámide que conducía al santuario y formaban parte del escenario donde se desarrollaban los rituales en los que el rey encarnaba a los dioses de la creación. Cival era dos veces mayor de lo que pensábamos, ocupa un kilómetro cuadrado. Llegó a albergar a diez mil personas y era más grande que la Roma de su tiempo, señala Estrada-Belli: La pirámide estaba integrada en un vasto complejo en torno a una plaza y el trazado urbano
desempeñaba una función astronómica con el eje central orientado hacia la salida del sol en el equinoccio.
Finalmente, los reportes se refieren al convulso fin de Cival: Hay señales de violencia. Se construyó un muro defensivo, y la ciudad fue abandonada, seguramente tras el ataque de otra potencia. Nunca se volvió a construir sobre plazas y edificios, lo que significa una gran ventaja para nosotros.
Estamos hablando del periodo Preclásico, 2000 a.C. a 250 d.C., y la selva cubrió las edificaciones por siglos. Se han rastreado terribles conflictos guerreros; las tribus de la Meseta Central en continuas batallas los fueron obligando a replegarse hacia el norte, en Yucatán, y posteriormente hacia el sur, territorio de Quintana Roo. En 1697, cerca de dos siglos después de la invasión española, el último baluarte maya, al borde del lago Petén
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Alberto Ruz (1906-1979) descubrió la tumba del rey Pakal, en Palenque.
Itzá, cayó en poder de las fuerzas virreinales al mando de Martín de Ursúa. En la actualidad, todavía se puede ver por los pueblos yucatecos a los sufridos descendientes mayas llevando una existencia precaria. En sus rasgos duros se aprecia una altivez indomeñable. En el siglo pasado todavía se sublevaron contra la dictadura de Porfirio Díaz y tuvieron lugar encuentros sangrientos. Quizá uno de los factores de la huida maya hacia el norte fue la falta de agua que siempre los acosó. Los cenotes hallados posteriormente fueron un paliativo, no una solución.
Lacandonia. Crónica de muertes y hallazgos Y aconteció que el pueblo maya tuvo que abandonar su territorio ante el avance de las hordas del norte: los aztecas. Crónicas que se diluyen en el polvo de los tiempos hablan de la huida. Y
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en esa diáspora, las ciudades quedaron abandonadas y la madre tierra inició el implacable asalto a lo dejado por el hombre. Lanzó en pos de las casas a las atrevidas trepadoras e hizo rugir el viento de las tempestades para que dispersara el germen de los árboles, que en progresiva cadencia ayudó a ocultar las ciudades, la tierra que un día habitaran los pueblos mayas. Pero hubo excepciones. Así aparecieron los lacandones, un eslabón de los poetas y agricultores que poblaron Yucatán, la tierra del faisán y del venado. En el estado de Chiapas, en la frontera con Guatemala, ocupando una enorme extensión de selva en su mayor parte inexplorada, está el último y fascinante vínculo de Palenque, la de los bajos relieves: nos asomamos a Bonampak, la de los muros pintados. Chiapas, tierra de maderas preciosas. El instrumento musical de esta región del sureste mexicano es la marimba. Popularizada en el mundo entero, se basa en las propiedades de sonido de maderas, colocadas en progresión de tonalidades. De esta suerte dice la canción: “Maderas que cantan con voz de mujer…” Y es Chiapas el rincón de México donde las cartas geográficas tienen mucho que hacer. Sus 74 415 kilómetros cuadrados esconden secretos cuyo encanto exige la vida en muchas ocasiones. Partiendo del río Usumacinta, frontera natural con Guatemala, hacia el noroeste se extiende Palenque, la región donde, según Franz Bloom, se registró una de las fechas más antiguas de la historia maya, en la primera mitad del siglo XV (Historia Gráfica de México, tomo 1, p. 86) y, lamentablemente, también el sitio en el que don Alberto Ruz halló la muerte. La ciudad sagrada está compuesta de siete edificios principales, entre ellos El Palacio, el de la Cruz y el Templo de las Inscripciones.
La expedición mexicana a las selvas lacandonas de Chiapas, para exhumar, reproduciendo y fotografiando, las obras pictóricas mayas de Bonampak, resultó trágica, al morir el conocido explorador Carlos Frey, codescubridor de esa zona arqueológica, y Franco Lázaro Gómez, el más joven y genial de los grabadores mexicanos. La muerte los sorprendió en el río Lacanjá, al volcarse la lancha en un rápido de la corriente. (Lacanjá en maya significa ‘culebra de agua’). Luis Morales, camarógrafo del noticiero mexicano Ema que iba con ellos, se salvó de casualidad y pasó una noche entera en la selva, hasta que encontró a una de las brigadas destacadas desde el campamento expedicionario. Frey, el americano que amó la selva recóndita de los lacandones, descubrió el silencio letal. Quizás, como Livingstone en África, hubiera
querido dejar sólo su corazón, pero Lacandonia, exigente, pidió su cuerpo también. Fue un eterno viajero en busca de lo ignoto. Un explorador esforzado y valiente.
A Lázaro Gómez, la prensa de la nación le dedicó cálidos elogios, pero las notas que más emoción me produjeron fueron de la pluma de Juan Almagre, crítico de El Nacional; de esta elegía inspirada entresaco algunos párrafos: Él no pudo escuchar mi voz. Algo más potente y lejano lo llamaba hacia el corazón de la selva, donde el espíritu del Popol Vuh sigue pronunciando el discurso que tal vez se pudiera entender [...]. Y en Bonampak, un poco más lejos de las aguas enardecidas del Lacanjá, encontró la muerte que debe de haber sido serena y muy triste, como sus grabados, en donde las mujeres desnudas esperan en la noche, que no acabará nunca, el regreso imposible del esposo ahorcado. Tzotzil de San Juan Chamula; tojolabal de las Margaritas; tzeltal de Puná; lacado de Petjá, del San Quintín y del Cedro; parachicos y chuntaes, de su amada Chiapa de Corzo, llorad, llorad con nosotros la muerte del hermano infortunado que
www.conecultachiapas.gob.mx/exconvento/museofrancolazarogomez.html
Adentrándose en la selva se encuentra la Lacandonia y, en su corazón, Bonampak, cuyos actuales moradores se constituyen en guardianes milenarios del templo semiderruido. Así apareció a los ojos de Carlos Frey, hombre larguirucho, con rostro triste pero decidido, que descubrió Bonampak y sus pinturas, motivo de admiración mundial. Un notable cortometraje captura un mundo de cadencias polifacéticas que emanan de los húmedos muros en este templo perdido en la selva. La selva de los árboles y de los siglos. Dos hombres y una mujer han contribuido principalmente a la apasionante investigación de este mundo: Franz Bloom, Gertrudy Duby y Carlos Frey, quien murió en una expedición junto con un artista joven y genial: Franco Lázaro Gómez, grabador chiapaneco, cuyos trabajos producen la impresión de una música nueva e inspirada. Su recuerdo motiva estas líneas, que reproduzco de los reportajes que en aquella ocasión publiqué en la prensa capitalina:
Museo Franco Lázaro Gómez, Chiapa de Corzo, Chiapas.
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se nos fue con las caobas del monte, a aprender el secreto de su melodía inviolable.
Con dramatismo de tintes lorquianos, Juan Almagre desgranó las flores de un recuerdo emocionado; del hermano que se nos fue al oír el llamado de la selva, donde el chicozapote, la caoba, el chicle, el ébano y cientos de árboles que desafían la erudición de los más avezados botánicos, componen, hermanados unos con otros por los verdes cordajes de las lianas, la sinfonía dramática de la selva. Así fue como la tumba verde de la Lacandonia cobró su venganza. Ella había sido violada. Su secreto escrutado por los ojos humanos y la cámara de cine. Sus lacandones primitivos convertidos en portadas de revistas. Pero su encanto y su misterio no han podido ser desterrados definitivamente. Todavía Bonampak se muestra muy celoso de su soledad y a ello contribuyen, seguramente, Kukulkán y Chaac bajo la solemne protección de Itzamná, dios de todos los dioses. Es la selva la dueña del territorio. Los aviones que raudos aciertan a pasar sobre el lugar, sólo ven una continuada extensión de árboles y algún río que, como el Lacanjá, oculta la muerte en sus mullidas y traicioneras orillas… es la selva que se tragó a un imperio.
Nota adicional Nuevas noticias de Quintana Roo nos ponen al tanto de dos ciudades mayas que estuvieron escondidas en la selva durante siglos, que ahora están siendo restauradas y serán abiertas al público este año. Se trata de Chakán Bacab y El Caracol, ubicadas a unos 60 km al oeste de la ciudad de Chetumal, en la frontera con Guatemala y Belice, que compiten en magnificencia con Chichén Itzá y Uxmal. Dada su localización, se establecerá un corredor eco-arqueológico con las áreas de Kohunlich y Dzibanchén (en Campeche). Chakán Bacab (‘árbol del hule’, en lengua maya), uno de los últimos descubrimientos arqueológicos en el centro de la península de Yucatán, es del periodo Preclásico Tardío y sus construcciones datan del año 400 al 700 de nuestra era. A pesar de que esta ciudad maya estuvo perdida en las selvas altas por espacio de 500 años, sus adoratorios, plazas y juegos de pelota mantienen su grandeza. Su importancia se equipara a Kohunlich, y su belleza compite con Chichén Itzá. En El Caracol, de 600 años de antigüedad, además de muchas construcciones en buen estado, destaca una laguna artificial, construida para retener agua: una más de la evidencias del esplendor maya.
Bibliografía HERNÁNDEZ Muñoz, Adolfo y Juan Almagre, El Nacional, abril de 1949. Historia gráfica de México, 10 vols., Patria-INAH, México, 1988. MEDIZ Bolio, Antonio (versión de 1930), Chilam Balam de Chumayel, edición y notas de Mercedes de la Garza, SEP, México, 1985. NATIONAL Geographic Magazine, Washington, [s. a.]. NOBLE Wilford, John, The New York Times, 22 de mayo 2004. RECINOS, Adrián (estudio y notas), Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché, FCE, México,1952. RUZ, Alberto, “Los mayas. Culturas de Mesoamérica” en La gran aventura de la arqueología, Roma-San Sebastián, 1980. “Waka, Cancuen y Cival”, en El País, Madrid, [s. a.].
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Sentidos y significados
Una clase básica de comunicología Arrigo Coen Anitúa
P
ara entender por qué, en último análisis, la comunicación no es otra cosa sino ‘reciprocidad de servicios’, debería bastar con averiguar cuál es la raíz primitiva, la verdaderamente original, de ese término. En lugar de proceder de abajo hacia arriba, empezando por limpiar el dicho vocablo del sufijo -ción y del prefijo com-, y luego tratar de averiguar hasta dónde se remonta, por el rumbo del latín ese -munique nos queda, decidámonos a barrer, de arriba abajo, y comencemos por el indeuropeo mei-, que significa ‘cambiar’, ‘mover’, ‘portar’ (‘llevar o traer’) e ‘ir y venir’. El Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española nos dice que los derivados de esta raíz “se refieren al intercambio de bienes y servicios dentro de una sociedad controlada por la ley o la costumbre”. Agrega, en seguida, algunos ejemplos, como el gótico maidjan, ‘cambiar’; el letón mietus, ‘cambio’; el antiguo eslavo eclesiástico mite, ‘cambiado’, y el sánscrito methati, ‘él cambia’. Más adelante nos revela que el griego ameiboo (con alfa intensiva y omega) es el nombre de la ameba o amiba, el conocido microorganismo de tan cambiantes formas. En los idiomas romances –los originados en el latín de Roma– es donde la raíz indeuropea mei- se extiende en un panorama léxico más rico. En la forma meo-, ‘paso de un lugar a otro’, nos da meato, nombre genérico de ‘cada uno de los orificios o conductos del cuerpo’ (ejemplos: meato faríngeo, meato uretral o urinario); el verbo permear (con el intensivo per-) y los adjetivos permeable e impermeable; de trames, en latín ‘senda, vereda, atajo’, hemos heredado tramitar, ‘efectuar las diligencias que exige la resolución de un asunto’, y el sustantivo trámite. En la forma moi-t-, de donde el latín muto, éste nos da mudar, ‘cambiar’; mudarse, ‘irse a otra parte’; hacer mutis, ‘salir de la escena’; conmutar una cosa con otra, y permutar, ‘prescindir del valor monetario para hacer un trueque’.
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En la forma mei-gu-, ‘trasladarse’: migrar, ‘pasar de un país a otro’; emigrar, ‘salir de un país’; inmigrar ‘entrar a un país; migración, ‘acción de migrar’, y migratorio, ‘lo relativo a la migración’. Del latín mutuus, lo ‘prestado’ (que se ha de devolver), lo ‘recíproco’ (“Hoy por ti, mañana por mí”), los adjetivos mutuo, -tua, y mutual, más los sustantivos mutualidad y mutualismo, y sus derivados. Y aquí llegamos a donde queríamos: el adjetivo indeuropeo compuesto ko-moi-ni, ‘algo que se tiene en común’, ‘lo común’ (de communis), y de ahí comunicar, ‘dar a conocer’; comunidad, ‘calidad de lo común’; comuña, ‘trigo mezclado con centeno’; en o de mancomún (contracción de mano y común), ‘de una misma mano’; descomunal, ‘que está fuera de lo común y produce asombro’. Del latín munus, ‘oficio’, ‘función’, ‘servicio que hace la comunidad’; municipio, ‘cabeza o centro de servicio’, municipal y munícipe; munífice ‘que hace muchos servicios’, y munificencia; remunerar, ‘pagar el servicio recibido’, ‘corresponder a un regalo’. De inmunis, en latín ‘exento del servicio (por haberlo ya prestado o por otro mérito)’, inmune, inmunidad (adoptado por la medicina) e inmunizar e inmunización. Por último, de munio o moenio, ‘defiendo’, munire en infinitivo: munir, ‘proveer’, ‘abastecer’, ‘municionar’ (sea con municiones de boca, alimentos, o bien de guerra, parque). Baste, por hoy con lo explicado y hago a mis lectores gracia de no tratar otro alótropo de mei-, que nos daría muro, muralla, ‘fortificación’.
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Problemas sin número
La única letra Claudia Hernández García Daniel Juárez Melchor Tal vez, para comprender el teorema de Gödel se necesite una mente entrenada de manera que pueda agrupar todos los acordes de un argumento en una sola idea. La idea, todos sus armónicos y todas sus resonancias aparecerían en la mente simultáneamente. Al parecer, los grandes matemáticos ven el teorema antes de construir la argumentación formal. La argumentación procede por pasos, pero en el original la iluminación ocurre en uno solo. Por ejemplo, Gödel comienza su artículo Sobre las proposiciones formalmente no decidibles de los Principia Mathematica y sistemas relacionados con cuarenta y seis definiciones preliminares. Ésta es la cuestión: ¿sabía Gödel desde el comienzo que iba a necesitar cuarenta y seis definiciones preliminares a fin de demostrar su teorema, y no cuarenta y siete o cuarenta y ocho? ¿Sabía Beethoven desde el principio que le serían necesarias n notas –las que le fueren– para escribir su Novena Sinfonía? ¿Sabía Picasso antes de empezar que necesitaría m brochazos para pintar su Guernica? En el principio era la idea –la cosa entera, el concepto indivisible–. Las notas, los brochazos, las cuarenta y seis definiciones preliminares vinieron más tarde. Por consiguiente, en cierto sentido, nunca podré comprender el teorema de Gödel. Para entenderlo, para realmente poseerlo en mi mente, tendría que haberlo inventado yo. Lo que quizá pudiera es aprender el teorema de Gödel.* Jeremy Bernstein**
La actividad que proponemos en este número de Correo del Maestro está pensada para alumnos de primero de primaria en adelante.
Sugerimos que, para comenzar, trabajen en parejas y luego comparen estrategias de solución y resultados.
* Tomado de La experiencia de la Ciencia, de Jeremy Bernstein, FCE, México, 1982, p. 340-341. ** Jeremy Bernstein (n.1929) es físico y profesor de varias universidades de Estados Unidos. Es ampliamente conocido por su habilidad para escribir sobre temas de física moderna para el público no experto.
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La única letra
Actividad: Encuentra la letra que se te pide, pero lee con cuidado porque hemos puesto trampas para los despistados e impacientes. ¿Cuál es la única letra que... 1. Está en
PLÁTANO, está
en
MELÓN, está
en
TORONJA
2. Está en
ROSA, no
está en
JAZMÍN, está
en
GARDENIA
3. Está en
AMARILLO, está
4. Está en
JAGUAR, no
en
MORADO, está
está en
GALLINA, está
y está en
SANDÍA?
y no está en
MALVA?
en
ROJO, pero
no está en
VERDE?
en
GUAJOLOTE
y no está en
TLACUACHE?
5. No está en TAMAULIPAS, no está en CAMPECHE, no está en GUANAJUATO y está en HIDALGO?
Respuestas a las actividades:
1. N
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2. R
3. O
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4. J
5. D
Abriendo libros
Los caminos del Popol Vuh* Francisco Emilio de la Guerra
E
l Popol Vuh es el libro sagrado de los quichés, uno de los dos grandes reinos mayas que los españoles conquistaron hacia 1523, después de derrotar al imperio mexica. Existe la creencia de que hacia 1545 fue vertido por autores quichés anónimos en su propia lengua, pero en caracteres latinos, a partir de códices mayas desaparecidos por causa de la misma Conquista. Aunque transcrito y traducido al castellano en 1700 y 1720 por el fraile dominico Francisco Ximénez, su difusión y nuevas traducciones iniciaron relativamente hace poco tiempo, hacia 1857. Sin embargo, es a partir de la publicación de la traducción de Adrián Recinos (México, FCE, 1947), cuando se establece como uno de los textos antiguos que más ha fascinado a los lectores modernos, por la original versión mítica del papel de los dioses en la creación del mundo, de los hombres y del pueblo quiché. Este libro sagrado es además una de las fuentes más interesantes sobre la visión del mundo que tenían los últimos mayas, cuyos documentos originales fueron destruidos por la Conquista. Las coincidencias que tiene con otros textos antiguos y los mitos de otras culturas antiguas sobre el origen del Universo y de los hombres ha llevado a algunos críticos y escritores, entre ellos Carlos Fuentes, a comparar el Popol Vuh con los textos del Antiguo Testamento (“It is de mayan
Bible”, con esta leyenda se presenta la versión en inglés de Denis Tedlock, Simon and Schuster, Nueva York, 1996). En su traducción, el mismo padre Ximénez establece tales paralelismos, aunque atribuye su alejamiento del texto cristiano a las perversiones o engaños del “padre de mentiras, Satanás, quien fue su autor, sin duda, para engañar o perder a estos miserables” (Dastin, Madrid, 2002). Esta comparación a veces es origen de equívocos y erróneas traducciones o interpretaciones del Popol Vuh, como aquella, por ejemplo, de
* Reseña de Camino al Popol Vuh, de Alejandro Spiegel y Sergio Saposnic, con ilustraciones de Matías Bervejillo, Signo Editorial, México, 2004.
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llamar infierno (por la influencia cristiana) a Xibalbá, el inframundo o lugar del desvanecimiento, como ocurre en la versión del padre Ximénez y repite la traducción de Adrián I. Chávez (Casa Chata, México, 1979), autor quichehablante que rebautiza el texto como Pop Wuj o Libro de los acontecimientos. Sin embargo, la complejidad del texto original, sobre todo para lectores jóvenes, ha llevado a crear diferentes versiones con el fin de hacerlo más accesible al público no especializado. Por eso, resulta interesante la versión de Alejandro Spiegel y Sergio Saposnic, quienes muestran la sana influencia de este texto en otras literaturas y las relaciones que los lectores pueden establecer con otros textos literarios. Por su parte, las ilustraciones de Matías Bervejillo son una reinterpretación contemporánea de los antiguos códices, que ayuda a los lectores a imaginar ese mundo maya donde lo mágico y lo maravilloso eran manifestaciones cotidianas de los dioses. Las imágenes presentan una visión colorida del origen del Universo según los quichés; de la creación y padecimientos de los animales por su incapacidad para asimilar el lenguaje sagrado, y de los intentos y fracasos de crear hombres que puedan sostener el equilibrio divino, lo cual se logra con la creación de los hombres de maíz, el alimento sagrado. Los mitos más importantes del Popol Vuh, como las luchas en Xibalbá con los señores del inframundo, la creación del Sol y la Luna, además de la importancia del juego de pelota como ritual que reproduce el origen del Universo y restablece su equilibrio, son parte de las imágenes que ayudan a recorrer este Camino al Popol Vuh. Desde luego, la obra está dirigida a un público joven y aun infantil, por lo que los autores hacen una adaptación libre de algunas ediciones
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canónicas del Popol Vuh o Libro del consejo y se desentienden de las discusiones en torno a su origen y a las traducciones del texto, pero esto se compensa con la conciencia de que el libro quiché es importante en la literatura en general por el sentido de identidad y origen que posee. Asimismo, las referencias a otras obras que pueden ser relacionadas con los mitos del Popol Vuh pertenecen, por lo general, a lo que se ha clasificado como literatura juvenil, a libros como El Señor de los Anillos o Harry Potter e incluso Superman –que es el extremo de una literatura de lo que podríamos llamar “mitos vacíos”–; empero, los autores hacen la interesante sugerencia de que cada lector establezca la propia relación con su experiencia lectora. En contraparte, los autores construyen puentes comunicantes entre ciertos pasajes del Popol Vuh con Las mil y una noches o La rebelión en la granja, de George Orwell; con mitos griegos y guajiros o campesinos de Venezuela; con autores clásicos como Dante, Cervantes y Lewis Carroll, e incluso con escritos científicos de Einstein, sin faltar, desde luego, la Biblia. Como el texto original presenta varias complicaciones temporales y formales incluso para los lectores especializados, Spiegel y Saposnic reelaboran la línea temporal y suprimen algunos fragmentos de las ediciones que siguen al manuscrito original. Con ello facilitan el acceso a dos anécdotas centrales, que son el mito de la creación de los hombres y la lucha de los dioses gemelos con los señores del inframundo, que ocurren, como bien señalan los autores, casi simultáneamente. Así, este Camino al Popol Vuh anda y desanda por las rutas de la literatura universal, que no tiene fronteras ni épocas y es como un gran árbol sagrado, como el que representa al Universo en la cosmogonía maya.