Esa herida se encontraba viviendo tan, profundamente, dentro de su alma que ella no creía pudiese ser capaz de comentárselo a alguien y si llegara a hacerlo, le podría llevar toda la vida intentar explicar de una manera racional el sufrimiento subyacente en sus entrañas. Sin embargo, si ella se hubiese dejado llevar por la descontrolada garra de sus pasiones, sería cosa de segundos encontrar la solución: Bastaría sólo con apretar el frío gatillo del revolver. Disparar y darle muerte a quien le había arruinado la vid