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¡RECOMENDADO! El documental “Comprar, tirar, comprar” de Cosima Dannoritzer habla de la obsolescencia programada, es decir, la reducción deliberada de la vida de un producto para incrementar su consumo. Aporta pruebas de una práctica empresarial que se ha convertido en la base de la economía moderna, con terribles consecuencias en el medioambiente.
no sólo es para que las generaciones futuras puedan vivir, sino para que otros, que viven hoy acá entre nosotros, puedan consumir. La pregunta es si estamos dispuestos”, concluye Estanislao. EL CLIC PERSONAL La idea no es sonar totalmente fatalista ni antisistema. No hay un lugar por donde empezar a ser un consumidor responsable. Cada uno tiene que descubrirlo y hacer el clic. Ensayo, prueba y error. Ir viendo qué funciona para cada uno y dar el primer paso hoy. Informarse también es fundamental. Saber en dónde yacen nuestras responsabilidades como consumidores y respetarlas es un aspecto fundamental en el proceso hacia un consumo más responsable. “Hay gente que arranca comiendo más sano, haciéndose vegetariano o vegano. Otros comienzan por la ropa, comprando en ferias americanas o intercambiando. También hay gente que se copa con el reciclado porque su hijo trajo la idea de la escuela. O como la abuela de una amiga, que se puso a reciclar a los 70 años después de visitar una cooperativa y entender que detrás de cada recolector urbano hay una familia que come y vive gracias a revolver la basura que generan otros”, cuenta Estanislao. Cuando escuchamos cifras como las que arrojó un estudio realizado en 2011 por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y la CEAMSE, en el cual se estima que en la Ciudad de Buenos Aires se tiran aproximadamente entre 200 y 250 toneladas de alimentos por día –que representan a 550 mil raciones de comida– resulta 34 / ecomanía
imposible no reflexionar. Es necesario un cambio de costumbres a la hora de comprar; instalar el hábito de donar comida o ropa o cualquier producto que no se consume; no adentrarse en cada oferta de 3x1 sólo porque es más barato y después terminar tirándolo a la basura. En este sentido, existen organizaciones que actúan como un canal transparente y sustentable para las empresas de la industria alimentaria, productores agropecuarios y la industria supermercadista, captando donaciones de alimentos 100% aptos para el consumo humano, que por diversos motivos han salido de la cadena comercial, llegando así a quienes más lo necesitan. Considerando que en nuestro país millones de argentinos no tienen para comer, resulta increíble que cientos de toneladas de comida terminen en la basura. Por su lado, Graham cuenta cómo en Estados Unidos un 40% de la comida que los norteamericanos compran termina en la basura, según indica el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales. El incremento del consumo también se refleja en el incremento del tamaño de sus hogares. En 1950 el promedio de una vivienda era de 983 pies cuadrados, mientras que en 2011 ascendió a 2.480. Sumado a que, además, se ve que tener casas gigantes no alcanzan para guardar todas nuestras posesiones, como evidencian los 22 mil millones que vale la industria de los depósitos en aquel país. Generar un gran cambio y consumir menos no es sólo en vistas de las generaciones futuras. También es para que los que hoy vivimos podamos consumir. Graham concluye: “Me gustan las cosas materiales, pero mis experiencias me mostraron que después de determinado punto, tienden a tapar las necesidades emocionales. Personalmente, duermo mejor sabiendo que no uso más recursos de los que necesito. Tengo menos y disfruto más” PARA SABER + ¿Querés que en tu escuela se sepa más sobre Consumo Responsable? Visitá amartya.org.ar y buscá el programa ConSuma Dignidad. Entrá a ouishare.net y enterate más sobre el consumo compartido a través de su revista digital que cuenta con más de 400 miembros de 20 países.