Micropolíticas 8

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Periódico bimestral independiente Rosario - San Lorenzo

Año 2 - Nº 8 Setiembre/Octubre 2010

$5,00 Iguales ante la ley Beatriz Piedrabuena Página 1

Iguales ante la Ley

por Beatriz Piedrabuena

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mediados de julio se sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario que da a las parejas del mismo sexo la posibilidad de contraer matrimonio y adoptar. Tienen así los mismos derechos ante la ley que las parejas heterosexuales. Hasta aquí la noticia. Pero, en realidad, el tratamiento de la ley permitió que algunos sectores, vinculados a la Iglesia y continúa en pág. 2 >

Pésame de sentido María Rosa Colautti Página 2

Editorial y staff Página 3

Soñar en el encierro Jorge de la Fuente Página 4

El crimen del otro Andrés Sanchez Página 6

Encerrando al excluído protegemos nuestro nido Diego Roth Página 7

Acerca de amor fatti Beatriz Piedrabuena Página 8

Empobrecimiento simbólico Alejandra Gayol Página 6

Lo colectivo en acción Fernanda Felice Página 9

El Uno, lo Uno, lo múltiple y la multiplicidad Alberto Ascolani Página 10

Micropolítica amorosa Beatriz Piedrabuena Página 11

La adopción: la reinauguración de un niño Fernanda Felice Página 12

Procesos de discapacitación en Argentina Giselle Ferrari Página 13

Palabras B. P. Página 16


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Soñar en el encierro por Jorge de la Fuente - Colectivo de Acompañantes Juveniles del IRAR

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eflexiones sobre el trabajo de los Acompañantes Juveniles en el IRAR

Toda práctica devela, y algunas parecieran mostrar nuevos mundos. También, una práctica, sobre todo institucional y sistemática, es una tentación a la rutina y por ende al peligro de su muerte. Esta posibilidad y este desafío afrontamos desde que comenzamos a trabajar en la cárcel de menores por la que transitan -y a veces se quedan meses y meses- jóvenes en conflicto con la ley penal. El IRAR es inaugurado en 1999 en un acto de eufemismo lingüístico como “Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario”. Desde entonces, viene sufriendo los avatares de gestiones y gobiernos, con el consiguiente vaivén de políticas y gentes. Nosotros como acompañantes juveniles, ingresamos en el marco de un proyecto de “cierre progresivo” del lugar. La idea fue que halla personas, diferenciadas del Servicio Penitenciario, que convivan con los jóvenes y que acompañen su tránsito por la institución. Personas con recorridos vinculados a lo artístico, lo pedagógico, las ciencias sociales, lo educativo, etc. que apenas entramos, comenzamos a vincularnos con los pibes que allí estaban. Poco a poco en ese encuentro, nos fuimos encontrando entre nosotros, como colectivo. El trabajo que venimos haciendo desde hace un año y medio nos anima a compartir algunas reflexiones. Los pibes En primer lugar –y en perjuicio de la demagogia que aparenta esto- ubicamos a los pibes, como el eje principal de cada paso que damos. Por el IRAR pasan jóvenes de entre 16 y 18 años llevados por la policía, cumpliendo una orden judicial. Así, casi siempre vienen golpeados y algunas veces, con serias mar-

cas de tortura. Estos chicos traen a cuestas varios ingresos a las comisarías del barrio, las cuales conocen con bastante detalle, como parte cotidiana de sus vidas. Hemos escuchado en diferentes oportunidades comentarios sobre tal o cual policía conocido por golpear sin piedad a los presos; o de tal comisaría y sus formas de castigo. La relación con la policía es fuerte y se extiende a la lógica tumbera, que se constituye justamente en ese odio ¿? mutuo. Por otro lado, o por el mismo, sus relatos son de expulsión de todo sistema educativo, y conectados al flujo de un consumo periférico y marginal, sobre todo de drogas. Sobre estos jóvenes recae toda una narrativa que los demoniza y los ubica en un lugar que oculta su existencia más amplia, bajo la fachada del delito. El informe policial, la noticia en el periódico, el informativo del mediodía y los expedientes del juzgado, son eslabones de una cadena de enunciados que los identifica. Así esta identidad, asignada desde el poder, resurge entre los mismos pibes: eh chorito!, se gritan cuando se saludan. El Mercado, monstruo de mil cabezas, hará su parte, configurando un circuito cuyos trofeos oscilan levemente entre balas y un par de zapatillas de marca (altas llantas), en los pies de un muerto. Ahora sí, quién mas, quién menos, todos son pobres.

Tampoco es fácil para quienes allí trabajan construir una mirada diferente de los jóvenes cuando la problemática de la delincuencia es reducida desde múltiples lugares a una problemática de inseguridad. Los “pibes choros” tomados como una vedette mediática, hacen que ésta institución aparezca frecuentemente nombrada en la sección policial de nuestros diarios y medios. De la misma manera que se reduce la complejidad en la máquina mediática, la institución Estado se presenta en la vida de las personas reduciéndolo todo. A estos chicos pobres, con serios problemas con las drogas, con familias desarticuladas y crecidos en un tejido social fragmentado y signado por la violencia, el Estado les ofrece a la policía. Un auto que patrulla los pasillos de las precarias viviendas en busca de alguien que atentó contra la propiedad privada. “Y yo qué ¿manejo el comando?”, grita Fede cuando desde hace rato nadie le pasa la pelota en el picado de fútbol que armamos. “El que maneja el comando” es una institución para ese pibe, es una referencia. El Estado no tuvo otra creación para ocuparse de estos pibes que lugares como el IRAR. (...) hay una voluntad que se acrecienta cuando se abren espacios para poder darle vida a un ámbito de muerte.

La institución No es fácil lidiar con una institución que carga con una serie de fantasmas y malas reputaciones. En principio, porque este espacio es ilegal en términos de la legislación internacional sobre infancia; también, porque los vaivenes en las políticas mediante las cuales se lo administra, produjeron una sedimentación en su historia, haciendo dificultoso todo cambio. Aún así, hay una voluntad que se acrecienta cuando se abren espacios para poder darle vida a un ámbito de muerte.

Las personas que allí trabajamos tenemos que ver cómo le hacemos para que esto no sea lo que es y que pueda ser otra cosa. Que allí se puedan, en todo caso, abrir otras posibilidades, donde el Estado propuso para una sociedad que se desintegra, una política de desintegración de los sujetos. Por eso creemos que el IRAR debe ser cerrado y debe mutar definitivamente a otra cosa, a otras políticas que puedan cortar ese espiral ascendente de violencia y de estigmatización de los cuerpos. Es en ese sentido, que nuestro rol tiene una carga de responsabilidad que asumimos, pues a la vez que denuncia debe tratar de proponer, mediante situaciones concretas, formas diferentes de abordaje de la problemática. Y esta es una discusión que toda la sociedad debe darse de manera urgente. Por ética y por política no se puede esperar que el cambio de enfoque suceda mágicamente, por eso estamos dando batalla a la resignación de lo que hay, para explorar nuevas formas. La presencia Poder estar junto a los jóvenes en su cotidianeidad, en esta inhumana situación de encierro, posibilita atravesar esa imagen proyectada sobre ellos y aportar a sus vidas desde la perspectiva de la presencia. Estar ya provoca un contagio mutuo, una afectación. Por esto es que surge la necesidad de ir mirando cómo y desde dónde se va a ese encuentro, y poder ir registrando lo que de él emerge. Moverse, correrse, en primera instancia de estos lugares de identificación tan repetitivos y reproductores de una realidad de muerte. Incluso, porque sobre nosotros también se proyectó una imagen. Un lugar reproductor, el de un Otro que


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tuvimos que pensar en esto del diálogo de diferentes en relación de igualdad. Porque vimos que confundirse con ellos, mimetizarse o hacerse el compinche, puede ser tan perjudicial para ellos como para aquel que en ese lugar se ubique. Si bien, lo primero que mejoró la situación fue acercarnos como personas -tratando de poner en un segundo plano todos aquellos fantasmas que pululan sobre los jóvenes- también tuvimos que ir construyendo una distancia posibilitadora, desde la perspectiva del adulto. Es decir, a la vez que somos iguales en tanto sujetos; nosotros, como adultos, somos responsables de un laburo; ellos, jóvenes con dificultades para reconocerse a sí mismos y por lo tanto para reconocer a otros. Por eso tuvimos que armar un vínculo de respeto y responsabilidad en ese encuentro. Reconocimiento mutuo que requiere un arduo trabajo. Pues para que pueda darse esa otra situación desde un vínculo mas o menos ordenado, hay que aguantar y tener mucha paciencia. Borrando límites, lo transdisciplinar

esporádicamente lo puede atender y escuchar, y a partir del cual, los jóvenes ponen en juego ciertos chamuyos, según consideren útil para el logro de tal o cual fin. Al inicio, hubo situaciones en las que al acercarnos a los jóvenes, ponían en marcha toda una parafernalia de palabras y frases que mezclaban lo religioso, lo judicial, la psicología y las políticas públicas, y demás áreas que en general “intervienen” sobre ellos. Y esto se da justamente porque son sujetos, porque han ido construyendo lecturas de estos espacios, que les han permitido descreer, pero también aprovechar esporádicas presencias. Por eso y poco a poco, en el trato cotidiano sostenido, jugando a la pelota, a las cartas, compartiendo actividades o simplemente momentos, los jóvenes fueron bajando esa barrera y permitieron que se dé un vínculo mas fraterno y frontal. Así las primeras acciones tuvieron que ver con aquello mas humano: comer juntos, jugar, charlar, compartir. Luego vendrían otros proyectos: el taller literario, la revista, talleres de teatro, visitas de diversas personas con algo para compartir. La primera condición para esto, aunque parezca perogrullesco, fue eso: humanizar el vínculo. Luego sí

Quién tenga la solución a situaciones tan complejas y complicadas miente. Ninguna persona puede, por mas que sepa mucho, abordar situaciones desde una sola concepción del mundo y del tema. Por eso esta cuestión de poder aportar desde diversas miradas a la práctica concreta, es lo que mas resultado nos va dando. Corrernos de los lugares de especialistas y poder juntos generar prácticas y reflexiones, con una riqueza de tamices en las lecturas y miradas que puedan asumirse desde campos diferentes y desde experiencias variadas. En nuestro breve recorrido vemos que es mucho mas potente esa facultad de construir acciones y pensamiento desde la incertidumbre, que desde las certezas acabadas en los límites disciplinares. Hacer un mestizaje de saberes en torno a la práctica concreta, ir formulando constante y colectivamente formas de abordaje de las situaciones, sin necesidad de ver desde qué campo viene tal o cual aporte.

¿Cómo instauramos un vínculo humano en una situación que es degradante de la condición humana? No se trata sólo de correr el velo de una identidad mas o menos demoníaca, para empezar a reconocer las singularidades de cada joven, sino también correr los velos de las identidades de cada uno de nosotros, para poder abrirse y escuchar, y poder habitar juntos esta compleja trama.

Una práctica que existe para no existir Cuando iniciamos el trabajo como acompañantes nos preguntamos ¿Qué hacer en el día a día con estos jóvenes en situación de encierro? ¿Qué formas le damos a este diario compartir? ¿Cómo instauramos un vínculo humano en una situación que es degradante de la condición humana? Aún reconociendo que hemos avanzado mucho, seguimos haciéndonos las mismas preguntas. Manteniéndonos en ese movimiento lleno de incertezas fuimos avanzando. Muchas de las cosas que soñábamos o veíamos como imposibles cuando empezamos, las fuimos concretando. Por eso nos resulta vital poder seguir soñando en correr los límites de lo posible y llegar al punto en que no tengamos que existir, pues no existirán ya las instituciones de encierro. Por eso renovamos todos los días la apuesta. Así como a los pibes con esas cargas tremendas que llevan, nunca pudieron ocultarles del todo esa vida que puja por desarrollarse, por expresarse; nosotros tratamos de mantenernos en movimiento en ese lugar inmóvil. Estar atentos para mejor acompañar el tránsito de los pibes desde la presencia, como un proceso de experimentación de sí mismos, como un proceso que pueda ser de aprendizaje. Pararnos en un lugar de referencia que posibilite la emergencia de esa voz y ese cuerpo oculto y signado por el sistema judicial, mediático, capitalista. Andar el andar juntos e ir viendo por dónde le escapamos a la resignación y a la desesperanza de ese proyecto de muerte. Estar, pues la presencia genera el encuentro, y es en ese entre donde surgen diversas actividades que buscan romper los muros o agrietarlos. Por todo esto pensar nuestra práctica como una práctica colectiva nos resulta urgente e imprescindible. Ir probando, ir andando un camino en el hacer cotidiano y evitar que nos coma el trajín de la institución. Nosotros somos quienes queremos conflictuar esto que llamamos cultura tumbera. Y la queremos cambiar porque la consideramos suicida. Decimos que es urgente abrir espacios para que puedan aparecer otras cosas, otros modos mas del lado de la vida, de la creación, que de la reproducción. “Qué lindo jugar al fútbol” me dice Adolfo, “yo nunca jugué al fútbol; “Nunca jugaste al fútbol?” pregunto sorprendido; “No, porque cuando los pibes del barrio jugaban, yo me enganchaba a jalar abajo del arbol de la canchita”. No hay mucho para agregar a esto, sí darle para adelante sabiendo que sólo hay esperanza si hay lucha. Contacto: delirar@gmail.com


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El Uno, lo Uno, lo múltiple y la multiplicidad por Alberto Ascolani

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n una charla con José, yo le decía, “sí viejo, el problema es el Uno”.

El Uno, esa idea que se ha constituido, junto con otros mitos, en fundante de la civilización occidental y de otras. El uno como ese absoluto personalizado que fabrica, da sentido y dirige el mundo a través de la inescrutable “Providencia” o de sus intermediarios terrenos que se arrogan su función de poseedores y transmisores de la palabra divina y mientras tanto han venido acumulando poder político y económico, difíciles de contabilizar. El Uno, “la causa heterónoma”, como lo denominaba Cornelius Castoriadis (también conocido como Paul Baran, según aparecía en escritos políticos de la segunda mitad del siglo XX). Era la causa externa supuesta, aquella que tapaba, que tapa el vacío, ese fondo oscuro o más bien sin fondo de la realidad cósmica.

En el lenguaje habitual, el Uno y lo múltiple se articulan. A veces se dice: “lo uno y lo múltiple”, pero creo que eso vale igualmente como “el Uno”, porque el problema es que decir “el Uno”, nos lleva fatalmente a la personalización de ese absoluto, y apareciendo como tal en términos como Dios, Papa, Rey u otros lideres con investiduras que siempre son sagradas. Por ello, lo múltiple siempre remite al uno. Lo múltiple no adquiere su sentido propio sino por su dependencia de ese absoluto. Cuestión que no causa ningún problema a la teología o a las concepciones conservadoras que terminan supeditando eso múltiple a lo uno. Cuestiones que pueden pensarse como abstractas pero que remiten a la realidad social y política. Y el problema lo presenta la idea de “Democracia”, porque si ésta es el gobierno del pueblo para el pueblo, ¿cuál es el pasaje del gobierno del pueblo a las instancias políticas concretas que lo encarnan? Este es el gran problema: cómo se concibe la

democracia. En un caso por esta relación de lo múltiple (pueblo) y lo Uno como representante, lo cual lleva siempre a la alienación hacia el representante, independizado de quienes lo han puesto en ese lugar. O por la relación entre una multiplicidad, que no puede reducirse a ningún “Uno”, y aquellos que reciben mandatos o delegaciones que siempre estarán en relación de dependencia con sus mandantes a través de la revocación de mandatos, plebiscitos, asambleas u otros mecanismos en los que la multitud siempre está presente. Esto nos lleva a una cuestión no saldada para mí y es la pregunta sobre cómo se puede articular la creencia en alguno o más de esos absolutos y la idea de sujeto libre y autónomo. Un ejemplo lo puede constituir el caso de personas religiosas, con o sin investiduras, que en un plano se pueden querer constituir como sujetos libres y autónomos pero en otro plano siguen alienándose a un sujeto superior. El caso más claro tal vez sea el de religiosos o religiosas que hacen opción por los pobres, hasta pueden vivir como pobres, hablan de comunidad, de democracia e igualdad, pero en el otro plano siguen capturados en instituciones piramidales y de mando vertical. Entonces el Papa dictamina que tal o cual no puede hablar y muchos de ellos lo obedecen. Los que no, quedan expatriados. Porque el problema es que esas personas, en último término, no creen realmente en el mundo, sino que lo real es ese absoluto al que remite todo. Creo que ese es el sentido del clamor de aquel gran pensador que dijo: “Hay que volver a creer en el mundo”. Siendo ese mundo un conjunto de multiplicidades irreductibles, la personas, los grupos, los movimientos sociales que, en tanto tales, nunca pueden ser reducidos a ninguna figura que les dé sentido. Tal vez algunos se las arreglen, pero a mí no me cabe en la cabeza que se pueda ser sujeto libre y autónomo y a su vez creer que lo que da sentido a su vida es un absoluto que está afuera, en lo alto o en donde sea. Y tengo que admitir que en eso también entra el terreno de la creencia. Creo que el sentido o los sentidos que podemos pensar, es inmanente al mundo, es inmanente a la acción y al pensamiento, que siempre se hallan en desarrollo, del común, compuesto por la multitud. Pero es importante que no nos confundamos, porque “multitud” es un concepto de clase, o sea que


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tiene en cuenta que ella no es una unidad y que en su seno siempre se desarrolla la lucha entre aquellos sectores que creen en que siempre hay clases privilegiadas, pero que si ellos son privilegiados es porque se encuentran más cerca de Dios o de alguna otra “causa” que los justifique. De nuevo resuena esa gran mentira transmitida por tantas pastorales, políticos y ricos, que dice: “Siempre habrá pobres entre ustedes”, que dicen son palabras de Dios, pero que se basa sólo en una traducción traicionera y su conveniente difusión por instituciones conservadoras de toda laya (ver artículo: “Siempre habrá pobres entre ustedes” en el número 4 de Micropolíticas). Y si bien algunos de esos mitos se están debilitando, no es sencillo que la gente se pueda liberar de ellos y alcanzar la libertad, porque estas mentiras se vienen repitiendo desde hace siglos. Según parece, hubo muchos que antecedieron a aquel ministro de Hitler que decía que había que mentir muchas veces porque algo siempre queda. Difícil también porque la condición para ser “normal”, que es ser un neurótico más o menos adaptado, es la del “tener que creer”. ¿Cómo se puede articular la creencia en alguno o más de esos absolutos y la idea de sujeto libre y autónomo? El creer implica esa selección necesaria que uno siempre tiene que hacer entre la miríada de estímulos que nos rodean, nos cruzan, nos penetran o fluyen desde nosotros mismos. El gran problema es que creer en el mundo, en que todo es inmanente al propio mundo, exige más decisión, más coraje para afrontar la vida y su destino. Lo otro es más fácil, creer en esa causa absoluta externa a la cual podemos acudir con rezos u otros rituales y que permitirá que sigamos viviendo de alguna manera, como espíritu siempre referido a un resto personalizado, luego de la muerte física. Creer en la inmanencia del mundo es más complicado porque la vida aparece como un camino hacia la libertad, pero ésta no puede lograrse ni sostenerse sino a partir del compromiso y de la lucha cotidiana en todos los planos. Y la muerte implica también tal vez alguna creencia de un permanecer. Sólo que éste no es la permanencia del yo propio, sino de la energía que nos hace sentir que en ese pasaje, nos reintegra a la energía del cosmos.

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Micropolítica amorosa por Beatriz Piedrabuena

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icropolítica como la fuerza de lo que acontece en la política del deseo, de la subjetividad, de los procesos de subjetivación de la relación con el otro. Micro y macropolítica como cruces en los que se componen las fuerzas de la resistencia y de la creación. El deseo nunca es una función indiferenciada, ni de desorden, es el modo de producción, de construcción de algo. Los procesos de subjetivación en el capitalismo tienden a atrapar esa máquina deseante que es productora de realidad, de otros posibles (aunque estos otros posibles puedan ser líneas de segmentariedad duras como los microfascismos). Hay una película, La Aldea, que tal vez ilustre esto que estoy diciendo sobre el amor. La misma trata sobre un grupo de familias que han huido de las ciudades a causa de la violencia que hay en ellas, formando una comunidad en medio de una reserva ecológica, aislada e incomunicada con el resto del mundo. Aquí hay una raíz identitaria común: son refugiados sobrevivientes que han perdido algún familiar a causa de la violencia citadina. Para evitar la migración de los más jóvenes, los asustan desde pequeños con los habitantes que viven del otro lado del bosque, los “no nombrados”. En esta línea de fuga reterritorializada para-

noica que es la aldea, se rompe lo identitario cuando el inocente tonto de la comunidad deviene criminal a causa de un juego, en el que se hace pasar por estos “del otro lado” con los que tanto han amedrentado los adultos. El novio de la protagonista es atacado y ella, que es ciega, va en busca de las medicinas que él necesita para salvarse. Será la protagonista quien produzca una desterritorialización cuando emprenda esta aventura por su amado. El amor potencia la apertura a nuevos territorios existenciales. Cuando el O deja de ser un objeto de la identidad para devenir un signo intensivo que envuelve a la forma identitaria y también a ese fondo oscuro que nunca se agota porque siempre hay algo inasible, el otro que me habita, el extranjero, el extraño, si no habilita ese otro extraño no devenimos signo para el otro ni para nosotros mismos. El amor tiene que ver con la posibilidad de habilitar ese otro en el otro y en uno, que el otro devenga signo y uno signo para el otro. El amor arrastra a la potencia a lo máximo que puede y esto es el orden de una ética. Plantearse una clínica desde el amor, encuentro de cuerpos que permita la expresión de la potencia en su máxima afectación. Una micropolítica amorosa que abrace el otro con una “nueva suavidad”


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La adopción: la reinauguración de un niño por Fernanda Felice

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naugurar remite al ingreso a la cultura y con ella, a la educación. Así, cuando un niño nace es invitado a participar del grupo social al que pertenece de antemano, respetando su lengua, sus costumbres y todo aquello que supone debe poseer quien desee ser integrante de dicha cultura. En este sentido, se propone reflexionar respecto del proceso de adopción y sus consecuencias en la vida de un niño. Y nos referimos a aquellos pequeños que han transitado algunos años por su grupo social y cultural, aprehendiendo sus usos, normas, costumbres y modos de comunicar; y que luego de un tiempo son adoptados por familias pertenecientes a otros contextos. Aquellos niños y niñas provenientes de contextos signados por la precariedad, la pobreza y la marginalidad que son adoptados por familias pertenecientes a otros grupos sociales, transitan un proceso de reinauguración, en tanto se les propone, sin demasiadas preguntas, el ingreso a una nueva cultura, a un nuevo contexto social y grupo de pertenencia. Así, el modo de hablar, las expresiones, las exigencias, las normas, las creencias, las costumbres, las actividades y obligaciones propias de una nueva cultura constituyen todo un aprendizaje al que son invitados en pos de ingresar a un “nuevo mundo simbólico”. Por otro lado, estos niños reciben un nuevo apellido que acompaña a su nombre. Por lo cual, esta reinauguración de la que estamos hablando, se hace más significativa; en tanto estos pequeños llegan a una nueva familia, a una cultura distinta, a un grupo social desconocido portando un nuevo nombre al lado del propio. A partir de entonces, serán nombrados de otra manera, teniendo que poder reconocerse en ese nuevo apellido que los acompañará para el resto de sus vidas. Resulta compleja esta tarea de representación respecto de uno mismo como un sujeto diferente, en la medida en que desde la perspectiva desde la cual sea mirado, se observan significativas diferencias. Así aquel pequeño tiene que aprenderse un nuevo nombre que agregar al inicial, debe formar parte de una nueva familia hasta ahora desconocida, debe dejar la que le pertenecía y con ello, dejar parte de sus costumbres, normas, reglas, modos de expresar y de representar la realidad; ya que a partir de ese momento, su realidad ha cambiado. Pero para poder aprehenderla, es necesario que modifique sus matrices de simbolización, ya que no basta con que lo circundante

se modifique, para ello, deberá transitar por un proceso de re-construcción mental interna que apele a entender su pasado y le permita encontrarse con este nuevo presente que lo invita a ser casi un “nuevo niño o niña”, que “estrena” nuevos nombres, nuevos familiares y así una nueva historia comienza a fundarse. Sin dudas, ésta no parece ser una tarea sencilla, por lo cual es preciso que seamos respetuosos de los tiempos que a cada niño o niña le lleve poder aprehender esta nueva realidad para que su devenir histórico social siga su curso y así esta reinauguración acontezca y con ella, el sujeto que se erige como protagonista y actor principal. Asimismo, muchos de estos niños y niñas son retirados de sus familias biológicas como una estrategia de protección, en tanto han sido víctimas de abuso, el cual puede ser efectivizado a través de múltiples y diversas maneras: abandono y trato negligente, maltrato físico, violencia psicológica y/o abuso sexual; lo cual implica un alivio para esos sujetos que pueden encontrar una nueva familia capaz de ofrecerles el cui-

dado, el respeto y el amor que necesitan y merecen. Y es este complejo proceso de aprendizaje por el cual transitan estos sujetos al que debemos atender ética y respetuosamente. Sin embargo, es frecuente encontrarse con estos niños en una consulta fonoaudiológica. Sus padres adoptivos abrumados por los miedos, la angustia y la ansiedad intentan descubrir qué les sucede a sus hijos: ¿por qué no hablan, por qué no hablan bien, por qué no juegan, por qué no dibujan, podrán aprender a leer y escribir alguna vez? Éstas son apenas algunas de las inquietudes que movilizan a estos papás a realizar una consulta temiendo que la respuesta sea algún diagnóstico con nombre extraño que termine de signar a sus hijos y de confirmar lo que sus temores suponían de antemano. En realidad, en la mayoría de los casos, estos pequeños no presentan ninguna patología de especificidad lingüística, pero las diferencias ocasionadas por el ingreso a una nueva cultura y a un nuevo grupo social suscitan algunas dificultades en el devenir de estos


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niños y niñas. Si ellos hubiesen permanecido en sus contextos originarios, seguramente nadie hubiese advertido una supuesta falta o carencia, pero esta reinauguración supone ciertas diferencias respecto de lo que se espera de un niño. En este sentido, se intenta mostrar que estos niños y niñas cuentan con recursos simbólicos, sólo que en muchas ocasiones, no hay tenido espacios de interacción que les hayan permitido desplegarlos. Esto significa que no tienen una patología lingüística ni un retardo mental, como muchos suponen y afirman; sino que padecen un “empobrecimiento simbólico” que se vuelve más evidente, en la medida en que un nuevo grupo social y cultural los invita a participar según sus propias normas, pautas y exigencias. Así, podemos observar que estos pequeños cuentan con recursos que, rápidamente comienzan a vislumbrarse y engrandecerse, en tanto exista alguien dispuesto a compartir con ellos algunos espacios de intercambio, en los cuales se les ofrezca la oportunidad de aprender y demostrar todo aquello de lo que son capaces de decir, comprender, simbolizar, representar y pensar. (...) transitan un proceso de reinauguración, en tranto que se les propone el ingreso a una nueva cultura Por otra parte, resultaría una mirada un tanto reduccionista omitir la historia que traen estos pequeños a cuestas. El abuso expresado en sus más variadas formas condiciona la vida de todo ser humano, pero no por ello, la determina y clausura marcando un único destino posible. Por ello, es importante estar atentos y no anticiparnos a pronósticos y diagnósticos que tiendan a censurarlos. Por el contrario, es preciso que tengamos en cuenta sus historias, sus orígenes y la nueva situación familiar a fin de poder apreciar y atender a la complejidad que este encuentro implica, validando sus modos de decir y simbolizar e intentando que sus recursos logren desplegarse por completo. De esta manera, estos pequeños contarán con las herramientas necesarias para participar de esta nueva familia que los invita a pertenecer a un nuevo espacio cultural y a un nuevo grupo social. Ese es nuestro desafío, aquel que remite a romper con nuestras propias representaciones mentales enquistadas y aprehendidas por paradigmas reduccionistas y simplistas que, poco saben del devenir simbólico de un niño pero que mucho saben respecto de cómo continuar aplicando estrategias coercitivas de exclusión y censura. Si asumimos el compromiso de acompañarlos en el ingreso a esta nueva cultura respetuosamente, seremos capaces de ofrecerles otras oportunidades que hasta ahora quizás no hayan tenido; y de este modo, estos pequeños podrán contar con los recursos y herramientas necesarias para vérselas con una nueva realidad que los invita a participar desde adentro y no desde los márgenes que suponen las diferencias. En este sentido, podremos intervenir como promotores de la inclusión a la sociedad, a la cultura, a la educación, a la escuela y con ello, preservamos su presente apostando a su futuro.

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Procesos de discapacitación en Argentina por Giselle Ferrari

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puntes para el debate

Entendiendo que la discapacidad es una construcción económica, social, política y cultural, es necesario realizar un análisis particular en cada región de los modos en que estos procesos se llevan a cabo. Si nos referimos a Argentina debemos tomar en consideración las dos leyes principales de discapacidad (sustentadas en un modelo individual) y brevemente el contexto socio-económico en el que fueron sancionadas. La Ley Nº 22.431 fue sancionada en el año 1981, en la etapa final de la última dictadura militar (1976-1983) la cual llevó a cabo un proceso de desarticulación socio-política a través del terrorismo de Estado, siendo responsable de las desapariciones de varios compañeros del ‘Frente de Lisiados Peronistas’, quienes habían logrado en su corta existencia (1972 a 1976 aproximadamente) la sanción de la Ley Nº20.923 que obligaba a las empresas a emplear un porcentaje de discapacitados. Este Frente que llegó a tener unos 200 militantes se enmarcaba además en las luchas sociales y obreras de ese momento. La tercera norma que deroga el gobierno de facto fue precisamente esta Ley. Es gráfico al respecto la declaración del presidente de facto Jorge Rafael Videla cuando se lo interroga sobre la desaparición de Claudia Blumberg, militante del Frente de Lisiados Peronistas: “El caso de esta niña a quien usted hace referencia no lo conozco en detalle pero entiendo que está detenida a pesar de estar lisiada. El terrorista no sólo es considerado tal por matar con un arma o colocar una bomba, sino también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización occidental y cristiana a otras personas, y es posiblemente en esta condición que esta joven esté detenida...”

El gobierno militar puede ser entendido como un “medio para mantener bajo la hegemonía de Occidente a los países del Tercer Mundo y garantizar su ‘desarrollo’ en función de los intereses capitalistas centrales, castigando cualquier pretensión de soberanía real. El debilitamiento de los proyectos de orientación popular (...) permitió, a comienzos de los ochenta, implantar nuevos mecanismos de subordinación. (...) En América Latina, las presiones a través de la deuda externa y los sucesivos planes de ajuste de los organismos internacionales, generaron un incremento en progresión geométrica de la extrema pobreza, mientras las privatizaciones enajenaron patrimonios nacionales y sociales largamente acumulados a favor de la banca trasnacional y los grupos económicos loEl terrorista no sólo es considerado tal por matar (...) sino también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización occidental y cristiana a otras personas cales más concentrados”. (Alcira Argumedo, 1993). La Ley N° 24.901, presentada como la más progresista de América Latina, fue sancionada en el año 1997 durante el segundo mandato del presidente Carlos Menem (1995-1999), cuyo gobierno fue un claro exponente del neoliberalismo y seguimiento de las recetas del ‘Consenso de Washington’, donde la intervención del Estado en la economía es relegada. Bajo este marco de libre juego de mercado se producen las privatizaciones de servicios que permiten la libre competencia entre las instituciones y los individuos, dando paso de un ciudadano (de derechos) a un consumidor/cliente. En la estrategia de reducción de la acción estatal se abre a la inversión privada todas las actividades económicas rentables. Breve descripción de las principales leyes argentinas en discapacidad. Certificado de discapacidad. Prestaciones básicas para personas con discapacidad. continúa en pág. 14 >


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especial y que ahora no tiene ninguna actividad para realizar e incluso se “agrava” el diagnóstico (para cobrar el extra de la dependencia). Nadie puede obligar a una institución privada, ya que se trata de una lógica contractual, a admitir a una persona determinada. De este modo, quienes viven en zonas alejadas de las grandes ciudades, quienes no tienen cobertura social (obra social) y requieren de importantes niveles de apoyo se encuentran confinadas a sus hogares donde las condiciones habitacionales no son óptimas en muchos casos, donde algún miembro de la familia debe resignar la posibilidad de trabajar para brindar los apoyos mínimos necesarios, etc. Por su parte, estas instituciones juegan un rol muy importante en los procesos sociales de “discapacitación”, ya que confinan a grandes poblaciones a seguir un circuito determinado. Ejemplo: diagnóstico médico-derivación a una escuela especial-ingreso a alguna institución terapéutica con el transporte especial incluido. De este modo, la persona a partir de un diagnóstico médico es ubicada en circuitos especiales: ya no circula en las escuelas “normales”, ya no circula en los clubes “normales”, ya no circula en los medios de transporte público, ya no circula por el mercado laboral, etc. Ahora es un paciente, cliente del sistema de salud. Las consecuencias son devastadoras. Para la lógica empresarial, ¿el discapacitado es un “cliente” que debe conservarse? Si esto sucede, el discapacitado no sólo se ve sometido a la relación desigual de poder con los profesionales, también hay que agregar las relaciones de poder entre usuarios-profesionales y dueños de las instituciones. A esto se suma que debido a que se ha vuelto sentido común la teoría de la tragedia personal, posibilitado por la alianza beneficencia-medicalización, toda institución que trabaje para los discapacitados es considerada desde una visión altruista, en vez de pensarse desde la lógica económica-empresarial. 3. Fragmentación social y política del colectivo de personas discapacitadas El Estado, a través de sus políticas, produce una fragmentación en la población discapacitada que obstaculiza su conformación como grupo político activo, como fuerza política transformadora. Muchas asociaciones de y para personas discapacitadas refuerzan esta fragmentación orientando su accionar al reclamo de políticas compensatorias y específicas para sectores

divididos en “patologías”, obstaculizando el accionar colectivo. La fragmentación del colectivo de personas discapacitadas se sustenta en un proceso de deshistorización y despolitización de la discapacidad que hace que la misma aparezca como “natural” y como tragedia personal. En ocasiones, cuando se intenta instalarla como problema social es entendiéndola como la suma de problemas individuales. En la necesidad de historizar y politizar la discapacidad en Argentina, es uno de los imperativos recuperar la historia del “Frente Lisiados Peronistas” y su accionar político. “Si la discapacidad es definida como opresión social, las personas discapacitadas se verán como victimas colectivas de la falta de atención o desconocimiento de la sociedad antes que como víctimas individuales de las circunstancias. Esta visión será trasladada a las políticas sociales orientadas a aliviar la opresión antes que a la compensación individual”. (Oliver, 1990). Conclusiones Por todo lo expuesto, no puede pensarse la inclusión de los discapacitados sino es pensando en un cambio del orden económico-social imperante centrado en el ser humano, y para esto la acción política es un requisito fundamental. Hay que tomar en cuenta que las dictaduras militares en Argentina y otros países de América Latina, significaron el quiebre de un proceso político social que (más allá de los errores o aciertos) apuntaba a una sociedad más justa, en un momento donde las ciencias sociales cuestionaban su función de control social. Estos pensamientos deben ser recuperados, se deben “pensar nuevos caminos en América Latina, con la convicción de que todos los que habitan este continente son humanos” (Alcira Argumedo, 1993). Situar la discapacidad en este amplio universo social nos permite repensar en nuestro accionar cotidiano qué tipo de prácticas profesionales estamos llevando a cabo, de modo de que se enmarque en este horizonte más amplio que es el cambio hacia una sociedad más justa. Es un imperativo de las universidades públicas que deben formar profesionales al servicio del pueblo y no del mercado, que crean como dice el subcomandante Marcos que “es necesario hacer un nuevo mundo. Un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos”.

Palabras Hay un sinuoso combate entre palabras y yermas palabras como escuálidos fantasmas de cambios de concentración. Hay sinuosos denuedos y señuelos tramposos que la luna es la luna, qué joder, Explosión en el pecho de alegría. Hay palabras que explican, certifican, fundamentan, prestigian. Hay palabras que pierden y palabras que ganan acólitos, discípulos, pastores, lameculos. Hay meandros de tinta escribiendo palabras de vocación futura, advocaciones, ruegos de obispos, ordenes genocidas. Qué bueno es encontrarse con palabras desnudas minerales, de agua… Hay palabras reloj que martillan lo mismo con las palabras grillo, con las palabras rana, expandidas de música y de ritmo palabras de memoria. Él ama las palabras turgentes como tetas las palabras oblicuas aquellos que traicionan su linaje, las que son clandestinas palabras escondidas, guturales que lastiman las tripas, amo el hedor de las palabras vivas, las que no se anticipan. B. P


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