EL NIÑO DEL DINERO VA A LA ESCUELA - (alumnos de 10 a 14 años)

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El NiĂąo del Dinero Va a la Escuela


Reinaldo Domingos

El NiĂąo del Dinero Va a la Escuela

AdaptaciĂłn infantil: Simone Paulino Ilustraciones: Ariel Fajtlowicz


Sumario Año nuevo, vida nueva ................................................7

Copyright © by Reinaldo Domingos

Aprendiendo a contar ................................................13 El fabuloso profesor de Matemática ........................17

Dirección editorial Simone Paulino

Una buena lección.....................................................23

Dirección de arte Rodrigo Rodrigues

Una tremenda confusión ..........................................27

Ilustraciones Ariel Fajtlowicz Producción editorial Renata de Sá Revisión Assertiva Produções Editoriais Impresión y acabado Intergraf Indústria Gráfica LTDA Traducción: Pablo Luis Gallego Totera

La mentira .................................................................31 Todos los derechos de esta edición están reservados a DSOP Educação Financeira.

El día siguiente .........................................................37 La pata corta de la mentira

...................................41

La hora de la verdad .................................................45 Una novedad..............................................................51

Av. Paulista, 726 - Cj. 1210 - Bela Vista CEP 01310-910 - São Paulo - SP Tel.: 11 3177-7800 | Fax: 11 3177-7803 www.dsop.com.br Dados

Internacionais de Catalogação na Publicação (Câmara Brasileira do Livro, SP, Brasil) Domingos, Reinaldo O menino do dinheiro : vai à escola / Reinaldo Domingos ; adaptação infantil Simone Paulino ; ilustração Ariel Fajtlowicz. -- São Paulo : DSOP Educação Financeira, 2011. ISBN 978-85-63680-20-4 1. Dinheiro - Literatura infantojuvenil 2. Finanças - Literatura infantojuvenil I. Paulino, Simone. II. Fajtlowicz, Ariel. III. Título.

(CIP)

Dos sorpresas ...........................................................55 El mapa del tesoro.....................................................61 Primeras enseñanzas

..........................................67

Diagnosticar ..............................................................75 Familia que piensa unida ..........................................81 Soñar .........................................................................85 Los sueños del hijo y los sueños del padre .................89 Presupuestar..............................................................93

11-10759

CDD-028.5 Índices para catálogo sistemático: 1. Educação financeira : Literatura infantil 028.5 2. Educação financeira : Literatura infantojuvenil 028.5

El gran secreto ..........................................................99 Ahorrar ....................................................................103 Un sueño no soñado .................................................111


Reinaldo Domingos

El Niño del Dinero - Va a la Escuela

Año nuevo, vida nueva El tiempo volaba en la ciudad de Casa Blanca. Un año más estaba empezando, trayendo en el aire promesas de buenas novedades para todos. En la casa del Niño del Dinero, la rutina doméstica parecía inalterada. Doña Previsión cuidando la casa, la huerta y la comida de la familia y, en los ratos libres, vendiendo cosméticos y bisuterías a las clientas. El señor Desprevenido volviendo del trabajo como siempre, cansado y calladísimo. Pero el corazón del Niño era un tumulto intenso. Se sentía ansioso y marcaba en el almanaque los días que faltaban para su primer día de clases. Durante la noche, principalmente, una mezcla de deseo y miedo le sacaba el sueño, y él daba vueltas y vueltas en la cama. Cuando el tan esperado día finalmente llegó, ni siquiera consiguió esperar que su madre sirviera el desayuno, y ya apareció en la cocina, con la mochila en la espalda y el uniforme. Cuando llegó a la escuela, todo era nuevo y parecía bastante aterrador. La parte más difícil fue cuando el enorme portón de la escuela se cerró, y doña Previsión se quedó del lado de afuera, haciéndole señas.

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Hasta aquel día, el Niño nunca había pasado tanto tiempo sin tener a la madre cerca. A él le parecía que no iba a aguantar tanta tristeza por la falta de la madre. Pero no fue así.

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– ¡Mamá, me dijiste que iba a aprender más cosas sobre alcancías y moneditas, pero la maestra no mencionó nada de eso! – reclamó. Con toda la calma que tenía, doña Previsión le explicó:

Al rato notó que otros niños también estaban viviendo su primer día de clases. Y, como él era un muchacho muy corajoso, pensó: “¡Si ellos lo consiguen, yo también!”. Y lo consiguió, porque la maestra era una señora muy cariñosa y atenta. Tenía el pelo lacio, atado en una cola de caballo y un lunar bien negro en el labio derecho. Su nombre era Constancia. Doña Constancia preparó una clase especial para los alumnos por ser el primer día. Ellos pintaron, dibujaron y jugaron con plastilina. Al Niño le encantaron todas aquellas novedades, pero lo que más le gustó fueron las historias que doña Constancia les contó, haciendo muecas y voces para imitar a los personajes. El muchachito no estaba acostumbrado a escuchar cuentos sacados de los libros, porque sus padres no tenían el hábito de leer en casa. Las únicas historias que él conocía eran algunas que su madre le contaba y las aventuras de algún personaje de la televisión.

– Hijo, paciencia; hoy fue apenas tu primer día de clases. Recuerda lo que te digo siempre: todo a su tiempo. – Pero, ¿cuándo va a llegar ese tiempo, mamá? – le preguntó, impaciente. – Creo que cuando empieces a aprender Matemática. – ¿Mate qué? – preguntó el Niño. – Matemática, hijo, la ciencia de los números. Pero todavía eres pequeño. Primero precisas adaptarte a la escuela, a los horarios de las clases... A partir del próximo año, probablemente aprenderás a hacer las primeras cuentas. – ¿Recién el año que viene? Entonces, ¿para qué preciso ir a la escuela este año, si lo que quiero de verdad lo voy a aprender el año que viene? – ¡Lo que pasa, muchachito, es que hay muchas otras cosas para aprender además de Matemática! Mientras tanto lo que importa es que tú estás en la

Y, por estar tan entretenido con los cuentos de hadas de la profesora, ni vio que ya era casi la hora de volver a casa. Sólo se dio cuenta de eso cuando oyó el timbre.

escuela. Lo demás, el tiempo lo arreglará. Y, como siempre, doña Previsión tenía razón. Durante aquel año, el Niño aprendió muchas cosas interesantes. Pero su maestra decía que lo más

En el camino de vuelta, doña Previsión le preguntó cómo le había ido. Él le

importante, en aquella etapa, era aprender a convivir con las personas,

contó sobre las actividades con mucho entusiasmo, pero, por último, le dijo a

aprender a respetar el espacio y la vez del otro.

la madre:

Todo eso el Niño lo aprendió super rápido. Él era muy querido por la maestra,

– ¡Fue todo genial! Pero todavía no aprendí nada de lo que realmente quiero aprender...

por los amigos y por todos los que trabajaban en la escuela. Como era un muchachito que hablaba mucho, siempre que tenía oportunidad,

– ¿Pero, qué es eso que quieres aprender que te deja tan ansioso, hijo mío?

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les preguntaba a las personas si ellas tenían alcancías. Al principio, a todo el

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mundo le parecía rara la pregunta. Pero, él les explicaba: – Yo ya tuve tres alcancías. Todos los años mi mamá me compra una y hasta le regalé una a mi papá. A veces, sus amiguitos se irritaban, creyendo que el Niño quería llamar la atención, como aquellos niños pesados que se la pasan diciendo: “¡Yo tengo! ¡Tú no tienes!”. Pero, cuando él seguía con la explicación, todos notaban que no era nada de aquello. – Mi mamá me enseñó que, si aprendemos desde pequeños a guardar una parte de las moneditas que hay en el mundo y que pasan por nuestras manos, conseguiremos realizar varios sueños. Yo mismo ya compré un balón y un autito con mis propias monedas. Algunos niños, cuando escuchaban al Niño hablar así, sentían un poco de envidia; a veces, algunos se burlaban de él. Aunque, muchas veces, pensaban que el Niño realmente tenía razón.

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Aprendiendo a contar Durante el primer año de escuela, además de dobleces, plastilina, collages y dibujos, el Niño aprendió el alfabeto y los números del 1 al 100. No tardó mucho, él ya sabía contar sin equivocarse ni un único número en toda la secuencia. Mientras acompañaba el aprendizaje del hijo, doña Previsión decía: – ¿Has visto lo importante que fue este año de estudios? Esto que estás conociendo ahora es la base para aprender a hacer operaciones matemáticas: sumar, restar, dividir y multiplicar. El Niño del Dinero no sabía exactamente lo que eran las “operaciones matemáticas”, pero una cosa él sabía: estaba bueno aprender sobre los números. A él realmente le fascinaba todo aquello. Después de la clase, volvía caminando por el cordón mientras le mostraba a la madre lo que había aprendido, contando, una y otra vez, los números del 1 al 100. Después de las vacaciones, antes de la vuelta a las clases, el Niño cumplió 7 años. Eso significaba que había llegado la hora de abrir su tercera alcancía.

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Esta vez, él pudo ayudar a la madre a contar su dinero, porque ya era un experto en contar de del 1 al 100. Entonces, él mismo fue haciendo las torres de monedas, como las otras veces.

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– ¡Este niño va a llegar lejos! ¡Con esta actitud! Para cada grupo de 5, de 10, de 25 y de 50 centavos, el dueño del quiosco le daba al muchachito una cierta cantidad de billetes. Enseguida, su billetera

Finalizado el recuento, su madre le dijo que la cantidad de monedas guardadas era mucho más que la de los años anteriores. Y era así. Había allí 28 torres de monedas, y él sabía que 28 era mayor que 19.

nueva estaba llena de billetes. Por último, hasta recibió algunas monedas

– ¿Has visto, hijo? ¡Cuánto más guardas, más dinero tienes! –

A pesar de la cantidad que recibió, al Niño le pareció poco, si lo comparaba

de vuelta, ya que no completaban el valor suficiente para que puedan ser cambiadas por un billete.

con el montón de monedas que él había dejado en el quiosco. Pero doña

festejó doña Previsión.

Previsión le aclaró:

– Ya que es así, mamá, esta vez no voy a comprar nada. La única cosa que quiero hacer es dar algunas monedas más a papá, porque su alcancía está tardando mucho en llenarse. El resto yo voy a guardarlo de nuevo, en otro cerdito. – Pero, de esta forma tendríamos que comprar dos alcancías: una para guardar las moneditas que ya tienes y otra para las nuevas moneditas que juntarás. Tuve una idea mejor – dijo la madre, entregándole al hijo un nuevo paquete. Muy rápido, el Niño del Dinero abrió el paquete. Era una billetera con espacio para monedas y billetes. Antes que él preguntara, doña Previsión le explicó:

– Algunos billetes valen más que todas aquellas moneditas juntas. Con el tiempo vas a entender mejor. Vas a ver que la escuela te va a ayudar mucho con ello. Mientras caminaban de vuelta a casa, el Niño observaba los dibujos de los billetes, los números impresos de un lado y del otro, y leía despacito lo que estaba escrito en cada uno de ellos. Sí... Porque el Niño ya estaba empezando a leer. Él quería entender todo, conocer todas las palabras, y se ponía impaciente a veces... Pero recordaba la frase que siempre decía su mamá: “Todo a su tiempo”.

– A partir de ahora, con el dinero que tienes, podrás cambiar tus monedas por billetes iguales a aquellos con los que mis clientas me pagan. Pronto, muy pronto, empezarás a aprender en la escuela cuánto vale cada billete. Mientras tanto, vamos hasta el quiosco a cambiar tus monedas por billetes – dijo la madre del muchachito, colocando todas las monedas dentro de una bolsita de plástico.

A la noche, el Niño soñó con todas las cosas que aún iba a aprender y deseaba que las clases empezaran cuanto antes.

Cuando llegaron, el dueño del quiosco se quedó impresionado con la cantidad de monedas que el Niño había guardado y le dijo a doña Previsión, mientras contaba medio desordenadamente las monedas:

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El fabuloso profesor de Matemática El año lectivo llegó, lento como los trenes que llegaban a la estación cuando estaban muy cargados. Pero, aquel año, estaría lleno de novedades... Eso el Niño del Dinero lo descubrió ya en el primer día, cuando su madre le dijo que sólo lo llevaría a la escuela aquella primera vez, y que, en adelante, él empezaría a ir solo. Al principio, el muchachito estaba medio aprensivo, pues su casa quedaba un poco lejos de la escuela. Sin embargo, notó que muchos niños de su edad también iban caminando solos hasta la escuela. Entonces, hizo a un lado el miedo y pasó a pensar que estaría bueno tener la libertad de hacer lo que quisiera en el camino. Pero esa era apenas una de las novedades de aquel año. La otra, y la más importante, fue conocer al maestro de Matemática. Doña Constancia continuaba siendo la maestra del muchachito, enseñando Historia, Geografía y Ciencias. El nuevo maestro, Reinaldo, daría las clases de Lengua Española y de Matemática.

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El maestro era un hombre sonriente y amistoso. El Niño del Dinero se quedó

Dinero es mi tocayo dos veces, porque mi nombre es Reinaldo, como el de él,

deslumbrado cuando descubrió su nombre, pues era también su nombre

y yo también tengo un sobrenombre parecido al suyo, que mi padre me dio

de bautismo.

cuando era un niño. ¡Mi sobrenombre es Reymoney!

Su madre le contaba que había elegido ese nombre porque un día le habían

– ¿Reymoney? – repitieron los niños en un coro de carcajadas.

dicho que Reinaldo significaba algo parecido con “nacido para gobernar”, y ella quería que el hijo fuera un verdadero rey. El muchachito se quedó pensando en eso en el aula mientras el maestro Reinaldo preguntaba el nombre a cada uno de los niños, hasta que, le tocó a él, dijo que su nombre era Niño del Dinero, dejando al profesor intrigado: – Bueno, ¡miren con quién vengo a encontrarme aquí! Entonces, ¿tú eres el famoso Niño del Dinero? – preguntó el profesor Reinaldo, acercándose al

– ¡Exactamente! – dijo el maestro dirigiéndose a la pizarra, donde escribió con letras enormes su sobrenombre: REYMONEY. – ¿Y qué quiere decir Reymoney? – preguntó Gastón, un niño pelirrojo y presumido, que había entrado en el grupo en aquel año y estaba sentado al lado del Niño, en la primera fila. – Money es una palabra inglesa que significa “dinero”. Mi padre juntó una

pupitre del muchachito, que se había sentado en la primera fila.

palabra en inglés y otra en español para crear ese sobrenombre. Pero,

El Niño se moría de vergüenza y tartamudeó un poco para decirle al maestro:

limpiándose las manos sucias con tiza, y volviendo a sentarse sobre

– Quiero decir, mi verdadero nombre es Reinaldo, como usted, pero todo el mundo me conoce como Niño del Dinero – respondió él. Esta vez, el maestro hizo una cara de asombro todavía mayor. Él se quedó callado algunos segundos antes de decir: – ¡Caramba!¡Qué coincidencia! ¿Entonces quiere decir que tú eres dos veces mi tocayo? – dijo, pasando la mano sobre la cabeza del Niño, que se quedó mirando sin entender nada, pues no sabía lo que significaba la palabra tocayo. Cuando vio la cara de duda de los alumnos, el maestro fue hasta su

traduciéndolo, mi sobrenombre sería igual a “Rey del Dinero” – dijo el maestro, el escritorio. – ¡Era sólo lo que faltaba! – murmuró Gastón, después de explotar un enorme globo de chicle. – Ahora, además del “Niño del Dinero”, tenemos también al “Rey del Dinero”. ¡Es demasiado! El maestro Reymoney, que estaba siempre atento a cualquier conversación paralela, no la dejó pasar. – ¡Pues es así, mi querido Gastón! ¡Algo me dice que tu compañero y yo debemos tener alguna cosa en común para enseñarte!

escritorio, se sentó sobre él y empezó a hablar, mientras balanceaba los pies,

El muchachito atrevido hizo un gesto de enfado, metió la mano en el bolsillo y

exactamente como los niños lo hacen cuando se sientan en una silla mucho

sacó un montón de chicles. Eligió dos y se los puso en la boca.

más alta que ellos.

El maestro continuó hablando, diciendo que su padre le había dado aquel

– Tocayo significa “persona que tiene el mismo nombre que otra”. El Niño del

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sobrenombre porque quería que él fuera una persona próspera.

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Entonces preguntó a toda la clase si alguien sabía lo que significaba ser una persona próspera, pero el silencio fue total. El maestro fue de nuevo a la pizarra y explicó que una persona próspera era una persona afortunada. Al escuchar aquello, Gastón dijo con el mismo tono de burla: – ¿Usted quiere decir rico? Si es así, creo que su padre no tuvo suerte, porque ningún maestro es rico. – Pues es ahí donde te engañas, Gastón. Una persona puede ser rica aunque gane poco o pobre aunque gane mucho - dijo el maestro, tomando nuevamente la tiza y dirigiéndose a la pizarra. Pero, antes de escribir la primera palabra, el timbre del recreo sonó. El profesor Reymoney entonces les dijo a los niños que, a la vuelta, ellos resolverían juntos un problema. El Niño del Dinero permaneció un buen rato sentado en su lugar, pensando en las cosas que el maestro había dicho. Cuando pasó por él, Gastón lo provocó: – Y entonces, Niño del Dinero, ¿hoy no vas a comprar nada? ¿Será que nuestro inteligentísimo maestro de los números no tiene dinero para comprar ni siquiera un caramelo? El Niño no tuvo ni tiempo de responder, pues Gastón ya había salido corriendo. Él se quedó muy mal con esa burla tonta. Pero el maestro se acercó y le dijo: – No le hagas caso. Después del recreo, vamos a resolver ese problema también.

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Una buena lección Durante el recreo, el maestro de Matemática fue a beber agua y vio cuando Gastón vació los bolsillos en la cantina de la escuela y le dio a la señora de la cantina todo el dinero que tenía y preguntó: – ¿Qué puedo comprar con eso? – Varias cosas – respondió la señora. Entonces él pidió seis chicles y preguntó: – ¿Qué más puedo comprar? – Chocolate, helados, lo que quieras – le sugirió la señora de la cantina. – Entonces deme dos chocolates. Cuando el timbre sonó, Gastón entró al aula corriendo, tropezó y desparramó por el suelo todas las golosinas que había comprado, además de los caramelos y chicles que estaban en los bolsillos. El maestro se quedó observando aquella escena sin poder creer lo que veía. Pasado el alboroto que hicieron los niños y hasta que todos ocuparon sus lugares, el maestro recomenzó: – ¡Muy bien! A partir de este año, empezarán a aprender las operaciones matemáticas. Son ellas: suma, resta, división y multiplicación. Inicialmente, vamos a trabajar con la suma y resta. Más adelante pasaremos a las

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otras. Quiero que presten mucha atención a la siguiente situación – y escribió

– ¡Muy bien! – dijo el maestro, limpiándose las manos llenas de tiza y

en la pizarra el problema y la operación:

sentándose nuevamente sobre el escritorio. – Esos son algunos ejemplos

"Gastón tenía 4 chicles en el bolsillo. Él fue a la cantina y compró otros 6 chicles. ¿Cuántos chicles tiene Gastón?"

de cómo podemos usar la Matemática en el día a día. Ahora, volviendo al asunto que estábamos discutiendo antes del timbre, quiero que piensen y me respondan la siguiente pregunta: Si tenemos en cuenta solamente lo que pasó

Toda el aula se quedó muda hasta que Gastón arriesgó: – Tengo 10 chicles – dijo, riendo.

hoy y lo que está escrito allí, en la pizarra, ¿quién va a volver a casa más rico? ¿Gastón o el Niño del Dinero? Gastón sintió que su cara quemaba pues estaba hirviendo de rabia. Y el Niño del

– ¡Muy bien! – dijo el maestro. – Vamos a la otra situación: "Gastón tenía 10 monedas cuando llegó a la escuela. Él gastó 10 monedas para comprar chicles. ¿Cuántas monedas le quedaron?"

Dinero, a su vez, se avergonzó y no respondió nada. Como nadie dijo nada, el maestro concluyó: – En la situación descripta, el Niño del Dinero está más rico, es decir, más

Esta vez, Gastón no abrió la boca, pero el Niño del Dinero dijo:

próspero que nuestro amigo Gastón. Y eso se debe porque el Niño del Dinero

– Se quedó sin ninguna moneda.

en golosinas.

– ¡Muy bien! – dijo el profesor.

Escuchando aquello, el Niño del Dinero tuvo una muy buena sensación, como

Entonces Reymoney se dirigió al otro lado de la pizarra y escribió: "El Niño del Dinero no tenía ningún chicle. Él fue a la cantina y compró un chicle. ¿Cuántos chicles tiene?" – ¡Esa es fácil! – dijo Gastón, riendo nuevamente. – Él tiene un solo chicle. – ¡Muy bien! – dijo el maestro. – Vamos a la otra situación: "El Niño del Dinero tenía 2 monedas cuando llegó a la escuela. Él gastó una de las monedas con el chicle que compró. ¿Con cuántas monedas se quedó?"

supo guardar parte de lo que tenía, mientras que Gastón prefirió gastar todo

cuando su madre lo elogiaba, mientras que Gastón se quedó enojado, sin coraje para abrir la boca. Entonces el maestro dijo: – Quiero que piensen en la siguiente cuestión y me traigan mañana una respuesta: ¿Qué es más importante para ser una persona próspera: tener mucho dinero o saber usar lo que se tiene? En ese momento, el timbre sonó nuevamente, era el final de la clase. El Niño del Dinero se despidió del maestro y salió del aula todo satisfecho. Pero, cuando llegó al patio, se llevó un tremendo susto. Gastón le dio un empujón muy fuerte

Aquella pregunta Gastón no quiso responder. Entonces el Niño del Dinero dijo:

y lo tiró al suelo, gritando:

– Me quedé con una moneda.

–¡Cuándo salgamos a la calle vamos a arreglar las cosas entre nosotros!

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Una tremenda confusión El Niño del Dinero se quedó haciendo tiempo en el patio un buen rato. En el fondo, estaba con miedo de salir de la escuela y encontrarse con Gastón. “Qué bueno sería que mamá me venga a buscar hoy”, pensó. Pero no tardó en resolver que precisaba tener coraje y enfrentar la situación. Su madre siempre le decía que él debía aprender a defenderse, porque ella no estaría siempre a su lado para protegerlo. El muchachito decidió que aquella era la hora correcta para colocar en práctica la enseñanza de la madre. Entonces, respiró hondo y cruzó el portón de la escuela con el pecho bien alto y los ojos bien abiertos. Vio a Gastón en la primera esquina, apoyado en una pared. El Niño pensó en cruzar la calle, pero cambió de idea y resolvió encarar al colega. Cuando se acercó a la esquina, Gastón caminó hacia él y le dijo, empujándolo nuevamente: – ¡Ahora vas a ver quién va a volver a casa más rico! – gritó desaforado, agarrando la mochila del Niño.

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Sin que tuviera tiempo de impedirlo, Gastón abrió el bolsillo de la mochila y sacó de allí la billetera. Sorprendido con lo que encontró, se burló todavía más del Niño del Dinero: – Mira esto, ¡así que estabas volviendo con todo este dinero! ¡Te debes creer el millonario de la escuela! El Niño del Dinero intentó reaccionar: – ¡Para con eso! ¡Devuélveme la billetera y déjame en paz! Esa billetera fue un regalo de mi mamá. Pero Gastón se enojó todavía más y le dio un golpe de puño al Niño del Dinero, antes de salir corriendo y gritar: – Yo no preciso tu dinero, porque mi padre es un hombre rico de verdad, y no un pobre como el tuyo. Pero, igualmente, me voy a quedar con tu dinero. ¡Así vas a aprender a no meterte conmigo! El Niño del Dinero se quedó desesperado y muy mal con aquello que había dicho Gastón. Su padre era pobre, es verdad. Pero era un hombre muy trabajador, como su madre decía. Y un hombre honesto, que nunca le había sacado nada a nadie. "Gastón podía ser muy rico, pero había hecho algo muy malo”, pensó el Niño. La verdad es que el Niño del Dinero estaba sintiéndose absolutamente solo y desamparado. Además de sentir dolor, por causa del golpe, él se sentía pésimo, por haber perdido todo su dinero, y con miedo de pensar en lo que su madre diría cuando llegara a casa lastimado y sin la billetera. Después de algunos minutos, resolvió levantarse y marchar hacia casa. Mientras tanto, quién sabe se le aparecía alguna idea para resolver aquella tremenda confusión.

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La mentira Cuando estaba volviendo a casa, el Niño del Dinero decidió parar en la gasolinera para lavarse la cara y beber un poco de agua. Cuando estaba llegando, escuchó al muchacho que lava los autos diciendo: – ¡Así no puedo! Necesitamos a alguien que nos ayude. No podemos hacer todo solos. Bastó que el Niño del Dinero escuchara eso para que rápidamente pensara en una solución. Después de lavarse, ya con la cara más fresca, se sintió más fuerte, se acercó al empleado de la gasolinera y le dijo: – Disculpe, escuché que está precisando un muchacho que le ayude a lavar los autos. Si me deja, yo puedo hacer eso. – ¿Tú? – preguntó el hombre, con las manos llenas de espuma. – ¡Pero si eres un niño! ¡Eres muy pequeño para querer trabajar! Además, ¿y la escuela? Preciso a alguien que me ayude por la mañana. ¿Tú no estás volviendo de la escuela ahora?

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– ¡No! – dijo el Niño, tartamudeando. Era la primera vez que mentía en la vida. – Yo

por lo menos un auto más con el muchacho: quien sabe alguien le daría otra propina

estoy yendo a la escuela ahora. Pero mañana a la mañana puedo quedarme aquí de

de aquellas...

siete a once y media – dijo el muchachito, con una voz muy segura.

Pensó que no podía tardar mucho porque su madre empezaría a preocuparse. Y

– Entonces, si es así, te espero mañana a la hora combinada y vamos a hacer una

así lo hizo. Cuando terminó el segundo lavado, el otro cliente también le dio varias

prueba. Voy a pagarte cinco pesos por día, más las propinas que suelen dar los

monedas, lo que dejó al muchachito muy contento. Se despidió del muchacho de la

clientes.

gasolinera, diciendo que volvería al día siguiente, y salió corriendo.

El Niño quiso preguntar lo que era propina, pero le pareció que el muchacho de la

El Niño del Dinero había conseguido una solución para recuperar los billetes que

gasolinera se iba a irritar con la pregunta; entonces prefirió no hacerla.

Gastón le había sacado. Sin embargo, el trabajo en la gasolinera tendría que ser un

– Para mí está bien – dijo el Niño. – ¿Pero no quiere que me quede al menos una

secreto, pues sus padres jamás lo dejarían faltar a la escuela.

hora, para ver si puedo hacer el servicio?

En el camino a casa, pensó que aquel era el primer secreto que tenía en la vida. De

– Sería bueno, pero tengo muchos autos para lavar y tú precisas ir a la escuela.

madre desconfiara.

– No hay problema. Me quedo un rato nada más y después me voy.

Realmente, aquel día, doña Previsión ni siquiera notó que su hijo llegó agitado y con

aquellos que no se cuentan a nadie. Volvió volando a casa porque no quería que su

el labio hinchado. Cuando entró, ella ya estaba saliendo a la casa de las clientas y Entonces el Niño empezó a lavar el auto. Él se concentraba en las partes de abajo,

sólo tuvo tiempo de decir:

porque era muy pequeño para alcanzar los lugares altos. Pero, rápidamente, entre los dos enjabonaron, enjuagaron y secaron el auto.

– Tu almuerzo está en la mesa. Come. Descansa un poco y después a hacer los deberes. No voy a tardar mucho.

Apenas terminaron, el dueño del auto se acercó, le pagó el lavado al dueño de la gasolinera y, dirigiéndose al Niño del Dinero, dijo:

El Niño del Dinero se alivió, porque así no le tendría que explicar nada a su madre.

– ¡Ven aquí, muchachito, toma la propina!

poco, pero no hizo los deberes de la escuela.

El Niño se acercó y se sorprendió cuando el hombre le dio dos billetes.

Entonces se quedó pensando en lo que el profesor había preguntado en la clase:

– ¡Has empezado con el pie derecho, muy bien! – exclamó el muchacho de la

Él hizo casi todo lo que ella mandó: comió, se acostó en la cama para descansar un

“¿Qué es más importante para ser una persona próspera: tener mucho dinero o saber usar lo que se tiene?”.

gasolinera. – No todos son tan generosos como ese cliente, pero con suerte vas a Hasta aquel día, el Niño creía que lo más importante era saber usar lo que se tiene.

poder recibir unas buenas propinas.

Pero, después de la injusticia que sufrió, él empezó a pensar que, en realidad, lo El Niño todavía estaba medio confuso con aquellas novedades, pero enseguida se

más importante era ser rico, como el padre de Gastón, para que nadie más llamara

dio cuenta que la tal “propina” era dinero. Entonces le pareció que valía la pena lavar

pobre a su padre.

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Aquel pensamiento lo dejó triste de nuevo. Aunque estaba decidido: él no iría más a la escuela. Usaría el tiempo que tenía para trabajar, ganar dinero y hacerse rico. Cuando doña Previsión llegó y le preguntó por las tareas de la escuela, el Niño del Dinero respondió que la lección del día era sólo pensar, que no precisaba escribir nada. Como estaba muy cansada y confiaba mucho en su hijo, doña Previsión no le prestó mucha atención y lo único que le dijo fue que se bañara para cenar y que luego fuera a acostarse, porque él tenía que despertarse temprano al día siguiente. Y fue precisamente eso lo que hizo.

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El día siguiente Al día siguiente, el Niño del Dinero se preparó para ir a la escuela como lo hacía siempre, se despidió de su madre y se puso en marcha. Pero, en vez de ir a la escuela, paró en la gasolinera para trabajar. El muchacho, con quien él había arreglado todo el día anterior, se sorprendió cuando vio al niño todo arreglado, con uniforme y muy bien peinado. – ¡Eh! ¿No me habías dicho que estudiabas a la tarde? ¿Por qué estás con el uniforme? El niño se quedó sin palabras, esa no se la esperaba. “¿Cómo no pensé en eso?”, dijo, en voz baja. Pero, rápidamente se le ocurrió un pretexto. – ¡No, no! Es que ya vine con el uniforme porque después me voy directo a la escuela – justificó, medio incómodo. – ¡Ah, sí! Muy listo. El problema es que te vas a ensuciar para lavar los autos. ¿Cómo vas a ir a la escuela después? – Es verdad... – dijo el muchachito, ya sin saber que decir... – Hoy voy así, pero mañana vendré con ropa vieja.

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El muchacho de la gasolinera se quedó medio desconfiado, pero, como tenía una fila de autos esperando, prefirió hacerse el desentendido. Así, él y el Niño trabajaron muy duro toda la mañana. Cuando vio que algunos niños empezaban a aparecer del otro lado de la calle, volviendo de

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– ¡Fue, mamá! – dijo el Niño, escondiéndose atrás del vaso de jugo. – El profesor nos hizo correr alrededor de la pista varias veces – respondió, sintiendo una puntada en el estómago al darse cuenta que

la escuela, el Niño le dijo al muchacho:

estaba contando otra mentira.

– Ahora necesito irme, o voy a llegar tarde – mientras intentaba limpiarse

– ¡Bueno! – exclamó doña Previsión. – Y deberes de la escuela, ¿tienes

un poco la ropa.

muchos?

– ¡Está bien! Aquí tienes el pago de tu día – respondió, entregándole un

– No mucho, solamente unas cuentitas, pero ya las voy a hacer – inventó el

billete de cinco pesos al Niño.

Niño, levantándose y yendo al dormitorio, con la intención de librarse de las preguntas de la madre, antes que tuviera que seguir mintiendo.

El muchachito se puso muy contento, se despidió y salió corriendo para no llegar tarde a casa.

Una hora después, doña Previsión fue a echar un vistazo al dormitorio, que

Cuando llegó, entró como si nada hubiera pasado. A doña Previsión le llamó

su hijo durmiendo sobre los cuadernos!

estaba completamente en silencio. ¡Y la sorpresa fue enorme cuando vio a

la atención lo sucia que estaba la ropa de su hijo. – ¿Tú estabas estudiando o revolcándote en el barro, hijo mío? ¿Qué suciedad es esa en tu uniforme? – preguntó, examinando la camisa, que, de blanca, no tenía nada.

Ella lo llevó a la cama, lo acostó y, enseguida, agarró el cuaderno y los lápices desparramados, viendo que él había hecho cuatro cuentas de suma. Doña Previsión pensó que aquella era la tarea de la escuela, sin imaginarse que, en realidad, se trataba del resultado de sus primeros días de trabajo.

– ¡Es que hoy tuvimos Educación Física, mamá! – dijo el Niño, escabulléndose hacia el dormitorio. – ¡Ah, bueno! Entonces ve a bañarte rápido porque el almuerzo ya está listo. El Niño obedeció. Después de bañarse, comió y repitió el plato, mientras pensaba que aquella historia de lavar autos le abría mucho el apetito. Doña Previsión, que estaba bien atenta, enseguida le preguntó: – Pero, ¿qué hambre de león es esa, hijo mío? ¿La clase de Educación Física debe haber sido agotadora, eh?

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La pata corta de la mentira Doña Previsión siempre le enseñó a su hijo que mentir es malo y peligroso. Además, ella solía decir que la mentira tiene patas cortas y siempre termina siendo descubierta. El Niño del Dinero no sabía, pero aquel día, ¡la pata corta de la mentira iba a dejarlo en un gran embrollo! Sin avisar, doña Previsión resolvió ir a buscar al hijo a la escuela. Y se llevó una gran sorpresa cuando vio que todos los niños salían y su Niño no aparecía. Después que se marcharon los niños, de a poco, también los profesores empezaron a salir, y doña Previsión encontró al profesor de Matemática. Cuando lo vio, ella le preguntó: – Profesor, ¿queda todavía algún niño allá dentro? – Mire, del turno de la mañana creo que ya no hay nadie. ¿A quién está buscando? – A mi hijo, el Niño del Di..., perdón, a Reinaldo – dijo doña Previsión, ya muy afligida. – ¡Ah! ¿Entonces usted es la madre del Niño del Dinero? – preguntó el profesor. – Sí, soy yo, profesor. Pero ahora estoy con el corazón en la boca. Llegué aquí temprano y no vi a mi hijo saliendo. ¿Será que pasó algo?

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El profesor notó que realmente algo muy extraño estaba ocurriendo. Le pidió a doña Previsión que lo acompañara hasta la sala de profesores, le dio un vaso de agua y dijo:

– ¡Mire! ¡Es él! ¡Qué alivio!

– Cálmese, luego sabremos lo que ocurrió. Pero antes preciso decirle una cosa: hace tres días que su hijo no viene a las clases.

– No, no lo llame. Ya sabemos que él está bien. Ahora precisamos descubrir en que anda. Voy a estacionar el auto y nos quedaremos aquí observando.

– ¿Cómo? – dijo la madre del Niño, que ya estaba blanca como una hoja de papel.

– ¡Ah! ¡Ya me va a escuchar! – dijo doña Previsión cayendo en lágrimas. – ¡Tanto sacrificio para criar un hijo para que se vuelva un mentiroso!

– Es como le digo, doña...

– Tranquila, doña Previsión, no se precipite. Él debe tener una buena explicación para todo esto.

– Previsión. Mi nombre es Previsión. Pero... No, él no está faltando. Todos los días sale de casa y viene a la escuela. Debe haber algún error – dijo la mujer desesperada. – Tranquila, doña Previsión. Voy a acompañarla hasta su casa. Yo también quiero saber lo que está pasando con su hijo. Él es un niño muy inteligente y debe haber tenido un motivo muy fuerte para no venir a clases en estos últimos días. Espere aquí un minutito, voy a buscar mi auto.

Doña Previsión estaba a punto de gritarle al hijo cuando el profesor la contuvo.

Mientras conversaban, la madre y el profesor observaban al Niño terminando de lavar el auto, recibiendo la propina del cliente y el pago del muchacho de la gasolinera. Después, siguieron atentamente sus pasos, hasta que entró al baño y se cambió la ropa vieja por el uniforme de la escuela, antes de salir corriendo hacia su casa. El profesor, manejando su auto, y doña Previsión, que lo acompañaba, observaban al Niño desde lejos. Cuando llegaron cerca de la casa, estacionaron y esperaron hasta que él entrara para bajar del auto.

Doña Previsión se subió al auto del profesor y los dos fueron conversando en el camino, intentando entender lo que estaba pasando. El profesor Reinaldo le preguntó si había sucedido alguna cosa diferente en los últimos días. Pero la madre del Niño del Dinero estaba tan perturbada que no conseguía recordar nada.

– Bien, doña Previsión, imagino que usted quiera conversar a solas con su hijo...

Ella dijo que todo parecía estar normal, que él volvía a casa en el horario de siempre, y que no conseguía imaginar por qué su hijo le había mentido.

– Está bien – dijo el profesor. – Pero mantenga la calma. Vamos a escuchar lo que tiene para decir.

– Tranquilícese. Estoy seguro que, cuando lleguemos a su casa, vamos a

Y entraron.

– ¡De ninguna manera, profesor! – interrumpió la mujer. – Sé que usted ya me ayudó demasiado, pero si pudiera entrar conmigo para hablar con él, se lo agradecería infinitamente.

encontrarlo sano y salvo, como todos los días. Entonces conversaremos con él para saber lo que está pasando. Pero cuando ellos giraron en la esquina, doña Previsión vio a su hijo terminando de secar un auto en la gasolinera.

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La hora de la verdad El Niño del Dinero estaba devorando un pan con mantequilla cuando su madre entró a la casa. Como si su aparición ya no bastara para que él muchachito se diera un flor de susto, justo atrás vio al profesor Reymoney. El muchachito pensó que se iba a desmayar. Doña Previsión se quedó mirando a su hijo durante un minuto interminable antes de decir: – Termine su pan y siéntese. Creo que tendremos una larga charla. El Niño del Dinero se atragantó con el pan y, de repente, le dieron unas ganas inmensas de llorar. Pero él se tragó el llanto – y el pan –, tomó un vaso de jugo y se sentó a la mesa, de cabeza baja, frente a la madre y al profesor, que había aceptado la invitación de doña Previsión para sentarse. Por fin, la mujer dijo: – ¿Y entonces? Estamos esperando, muchachito. Puedes empezar a contar que es eso de mentirle a tu madre.

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Medio tartamudeando, él respondió: – ¡Perdón, mamá! No quería mentirte... – No querías, pero lo hiciste. Ahora es la hora de la verdad. Quiero la verdad. ¡Vamos, confiesa! El Niño del Dinero nunca había visto a su madre tan impaciente. Por eso empezó enseguida a contar lo que había sucedido: el episodio en la clase, la confusión con Gastón a la salida de la escuela, la idea que tuvo para recuperar el dinero perdido y todo lo demás. Doña Previsión y el profesor no interrumpieron al Niño ni siquiera una vez. A medida que hablaba, la madre se emocionaba, sin conseguir contener las lágrimas. Por último, le dijo: – ¿Cómo has podido esconderme eso, hijo mío? ¿Por qué no me has contado sobre esa pelea? Yo te habría ayudado a resolver eso de otra forma. – Pero, mamá, yo no quería que pensaras que soy un llorón. Y, además, descubrí que ganar dinero es mucho más importante que ese asunto de estudiar – dijo él, desafiando la mirada del profesor. – Pero... Hijo... – decía la madre, cuando el profesor la interrumpió. – Discúlpeme, pero, si me permite, me gustaría decirle unas palabras a su niño – le solicitó el profesor educadamente. – Querido – dijo el profesor, mirándolo fijamente –, eres sin duda un muchachito muy especial e inteligente, pero estás confundiendo las cosas. Ganar dinero es muy bueno, realmente. Pero todo a su momento. En esta etapa de tu vida, lo más importante es el estudio. Es eso que te hará un hombre preparado para realizar tus sueños más adelante. – Pero mi mamá siempre me dijo que lo más importante para el futuro es

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saber guardar el dinero que se tiene. Y yo perdí todo el dinero que había guardado. Y la escuela no le da dinero a nadie. En la gasolinera, trabajando, ¡gano mucho más! – dijo el Niño, entre rabia y llanto. Doña Previsión, atenta a lo que su hijo decía, se sentía culpable por la situación y no conseguía pronunciar ni una palabra. Felizmente, el profesor estaba lo suficientemente calmo para responder. – De hecho, tu madre tenía razón cuando te dijo que guardar dinero es importante y que cuanto antes tengas conciencia de eso, mejor. Pero eso no es todo. Tú precisas primero estudiar para después trabajar y ganar dinero. Todavía eres un niño, aunque te creas muy listo. Y, por si no sabes, colocar a un niño de tu edad a trabajar es crimen – concluyó el profesor, dando un tono pesado a lo que decía. Al oír aquello, el Niño notó la seriedad de lo que estaba pasando. – ¿Usted dice que cometí un crimen? – preguntó, demostrando preocupación. – No exactamente – respondió el profesor, en un tono menos solemne. – Lo que estoy tratando de decir es que el trabajo infantil está prohibido, porque le saca al niño el derecho a ser niño. – Pero yo no quiero ser niño. Quiero ser adulto, trabajar y tener mi propio dinero. Y quiero ser rico también, así nadie va a decir que soy pobre – dijo el Niño, sin conseguir contener las lágrimas. Doña Previsión tenía el corazón herido por ver a su niño tan triste, y el profesor tampoco conseguía disimular su emoción. Entonces ella le contó rápidamente al profesor lo que le estaba enseñando a su hijo y cómo se venía comportando en los últimos años. – Entonces – dijo el profesor –, como ya he empezado a enseñar en nuestra clase, no importa si eres rico o pobre, lo que importa es como usas el dinero

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que ganas. Ya has demostrado que sabes respetar el dinero. También has probado que eres un niño determinado y que sabe lo que quiere. Ahora lo que precisas es tener paciencia para realizar tus sueños. – La vida está llena de desafíos, hijo. Ese es el primero de tu camino, pero muchos otros vendrán. Precisas ser fuerte y confiar en la educación que has recibido para no dejar que nada te debilite – dijo doña Previsión, con una sabiduría que impresionó al profesor. – Veo que has recibido una muy buena educación en casa. Ahora precisas estudiar y aprender otras cosas, para crecer y fortalecerte– añadió el profesor. – ¡Pero lo que yo quiero de verdad es aprender más sobre cómo funciona la magia del dinero! – contestó el niño. – Mi mamá dijo que el dinero tiene una fórmula mágica: cuanto más guardas, más crece – completó. – Es correcto – dijo el profesor. – Entonces vamos a combinar una cosa: mañana vuelves a tus estudios y a tu vida normal. Promete que vas a dedicarte a todas las materias y esforzarte para aprender lo máximo posible. En contrapartida, voy a darte unas clases especiales sobre este asunto que tanto te gusta – le propuso el hombre. Los ojos del Niño del Dinero brillaron ante lo que el profesor le prometía. – Pero, ¿qué es lo que va a enseñarme? – Voy a enseñarte una metodología que te servirá para toda la vida – dijo el profesor Reymoney, ya más relajado.

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– En este caso, es una forma de hacer que el dinero aumente – respondió el profesor. – ¡Caramba! ¡Es eso lo que más quiero aprender! – el muchachito exclamó. – Y ¿cómo se llama esa metodolo...? – Me-to-do-lo-gía – repitió el profesor. – ¿Cómo se llama esa me-to-do-lo-gía? – el Niño estaba impaciente. – Esa metodología se llama DSOP. Pero esa es otra historia, que sabrás si cumples tu parte del trato. El muchachito asintió con la cabeza. Doña Previsión sintió finalmente que su niño estaba nuevamente en el camino. Ella le agradeció enormemente al profesor por la ayuda y dijo que, al día siguiente, llevaría personalmente a su hijo a la escuela. El Niño del Dinero abrazó al profesor y se sintió más fuerte que nunca, capaz de enfrentar cualquier situación. Con ese estado de espíritu, recogió sus cuadernos, antes de dormir, y respondió la pregunta que el profesor le había hecho días antes: "¿Qué es más importante para ser una persona próspera: tener mucho dinero o saber usar el que se tiene? Respuesta: Saber usar el que se tiene, aprendiendo con las personas en las que confías."

– ¿Qué es metodología? – preguntó el Niño. – Metodología es una técnica. Simplificando, es una forma de hacer. – ¿Una forma de hacer qué? – insistió el muchachito.

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Una novedad Al día siguiente, doña Previsión tenía una novedad para su hijo en el desayuno. Después que el niño comió, ella anunció que, a partir de aquel día, él recibiría una mensualidad. – ¿Qué es eso, mamá? – quiso saber el muchachito. – Es un dinero que tú vas a recibir para pasar el mes, para poder comprar tus cosas – explicó doña Previsión. – ¿Un sueldo, quieres decir? – No. Sueldo solamente recibe quien trabaja, y los niños no trabajan, ¡los niños dan trabajo! – dijo la madre con buen humor. – ¡No entendí nada! – contestó el muchachito. – Olvídalo, hijo, sólo estaba pensando en voz alta. Lo importante es que tú recibirás algo de dinero todos los meses para usar como mejor te parezca. Así, vas a poder concentrarte en los estudios y olvidarte esa locura de

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querer trabajar a los 7 años – Pero continúa valiendo lo que te dije. Precisas cuidar muy bien tu dinero – añadió doña Previsión, dándole al niño 7 pesos. El Niño del Dinero estaba, al mismo tiempo, feliz y triste. Doña Previsión, que conocía bien a su hijo, enseguida notó que algo pasaba: – ¿Qué pasa? Parece que de repente te has puesto triste, ¿o es impresión mía? – preguntó, tocando el mentón del niño y levantando su cara para mirarlo bien a los ojos. – Sabes que pasa, mamá, yo estoy feliz con esa idea tuya, pero triste porque no tengo más la billetera que me diste. Con el dinero, no hay problema, yo voy a conseguir juntarlo de nuevo. Aun más ahora, con esa mensualidad. Pero la billetera fue un regalo de cumpleaños... Antes que el hijo terminara de hablar, doña Previsión dijo: – ¡Puedes quedarte tranquilo, hijo, porque tú vas a recuperar tu billetera con dinero y todo! – ¡Cómo, mamá? – preguntó el Niño. – Eso déjalo por mi cuenta. Ahora ve a cepillarte los dientes rápido, porque ya estamos atrasados.

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Dos sorpresas Cuando entró al aula, el Niño del Dinero fue recibido con mucha alegría por los compañeros. Pero toda su atención se concentró hacia el lugar de Gastón. Pero el pupitre de él estaba vacío. El niño respiró aliviado. “Qué bueno sería si no apareciera nunca más en la escuela”, pensó. Pero, apenas se sentó, Gastón se asomó por la puerta, acompañado por un señor alto y muy elegante, vestido con traje y corbata . Los dos se acercaron al profesor de Matemática. El Niño del Dinero escuchó al profesor murmurar alguna cosa con el señor alto y elegante antes de entrar al aula y decir: – Reinaldo, ¿puede acompañarnos hasta mi sala, por favor? El Niño del Dinero sintió un miedo terrible, se quedó con la boca seca y las piernas temblando. “¿Quién es aquel hombre?”, se preguntó, mientras se levantaba para ir hacia donde estaba el profesor. Él se quedó imaginando las peores cosas posibles, pero una de ellas no salía de su cabeza: ¿y si aquel hombre fuera un policía, que lo arrestaría por haber

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peleado en la calle, o por haber trabajado en la gasolinera? Sí, porque el profesor dijo: “trabajo infantil es crimen”. El niño se quedó tan preocupado con esos pensamientos que ni siquiera notó que ya estaba en la sala del profesor, con la puerta cerrada, frente al hombre y a Gastón, que hasta entonces ni lo había mirado. – Muy bien, Gastón. Estamos todos esperando – dijo el hombre desconocido, con un tono de voz parecido al que doña Previsión había usado cuando descubrió las mentiras del hijo. – Aquí está tu billetera – dijo Gastón, entregándosela al Niño del Dinero, pero sin mirarlo. El Niño agarró su billetera sin poder creer que la había recuperado. – ¿Y qué más? – le preguntó el hombre a Gastón. – Vamos, estamos esperando. ¿Qué más tienes para decir? – insistió el hombre. – Quiero pedirte disculpas por la trompada y por haberme llevado tu dinero – dijo él, dirigiéndose al compañero. – Está bien – respondió el Niño.

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– Quiero disculparme una vez más, profesor. Espero que mi hijo se comporte mejor de ahora en adelante. Yo voy a hacer lo posible para acompañar más de cerca sus estudios. Usted sabe como es, criar a un hijo sin madre no es nada fácil... – dijo él, con una voz un poco triste. Al oír aquello, el Niño del Dinero notó que el enojo con Gastón se había ido por completo. “Entonces quiere decir que él no tiene madre...”, pensó el Niño, mirando a su compañero, que caminaba cabizbajo adelante. Rápidamente, el Niño del Dinero aceleró los pasos para encontrar al compañero antes de entrar al aula. Cuando se acercó, tocó el hombro de Gastón y dijo: – Si quieres, podemos ser amigos – sugirió, extendiéndole su mano. Sorprendido con la actitud del compañero, Gastón ni lo pensó y estrechó su mano, apenas diciendo: – De acuerdo. Entonces nada de peleas. – Nada de peleas – respondió el Niño del Dinero. Aquel día, el profesor Reinaldo siguió con sus explicaciones sobre las operaciones matemáticas de suma y resta, pero no usó el dinero en los ejemplos. Él preguntaba:

– Está bien, no, querido. Lo que hizo mi hijo fue muy grave, y yo también te debo disculpas. Puedes quedarte tranquilo, nunca más se va a repetir, ¿no es así, Gastón? – dijo el hombre, con la voz que parecía un trueno.

– Pablito tenía 5 paquetes de figuritas. Su amigo Pedro le dio otros 3 paquetes. ¿Cuántos paquetes de figuritas tiene Pablito ahora?

– Sí, señor – respondió Gastón bien bajito.

Y los niños dibujaban las figuritas en el cuaderno, sumaban y decían el resultado.

– Entonces está bien – dijo el padre del muchacho. – No quiero perturbar todavía más su clase – dijo, estrechándole la mano al profesor, que la apretó con bastante firmeza antes de decirles a los dos alumnos que volvieran al aula.

– Laura tenía 9 piedritas de colores en su colección. Le dio 3 piedritas a su amiga Alicia. ¿Con cuántas piedritas Laura se quedó?

Mientras estaban saliendo, el niño pudo escuchar al hombre diciendo:

Y los niños dibujaban las piedritas en el cuaderno, restaban y decían el resultado.

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El profesor pasó más de diez ejercicios, todos muy parecidos, diciéndoles que ellos precisaban practicar mucho aquellas operaciones. El Niño del Dinero hizo todo con mucha atención y esmero, pero no entendió por qué el profesor cambió los ejemplos usados. Cuando terminó la clase, el profesor Reymoney le dijo al Niño del Dinero que lo espere hasta que termine de arreglar sus cosas, porque quería conversar con él.

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El mapa del tesoro Después de guardar los libros y el diario de clase, el profesor preguntó: – Entonces, ¿estás listo para aprender la primera lección de la Metodología DSOP? – ¡Claro que sí! Me quedé esperando por esto toda la clase – dijo el niño. – Muy bien. En marcha entonces. Quiero conversar en aquella plaza allí, cerca de la escuela. La naturaleza es siempre una buena inspiración para el aprendizaje – dijo el profesor, mientras caminaban. Ellos llegaron a la plaza, se sentaron en un banco bajo una enorme higuera, y el profesor empezó diciendo: – Muy bien. Voy a compartir contigo algo que aprendí y apliqué en mi vida, y que me ayudó mucho a conquistar mi independencia financiera. – ¿Que es independencia financiera? – preguntó el Niño del Dinero inmediatamente. – Una persona es independiente financieramente cuando no precisa el dinero de su trabajo para vivir.

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– ¿Del sueldo, quiso decir? – Sí, del sueldo. La persona que posee independencia financiera no precisa necesariamente su sueldo mensual para pagar sus cuentas y gastos. Tiene la tranquilidad de vivir sabiendo que, si algo ocurre, por ejemplo, perder el empleo, aun así tendrá como mantenerse. – Pero, ¿cómo eso es posible? Mi padre se la pasa diciendo que depende de su sueldo, y encima reclama que no le alcanza para nada – dijo el Niño, medio triste. – Pues sí. Como tu padre, la mayor parte de las personas pasa por dificultades financieras porque no sabe manejarse con el dinero – explicó el profesor. – ¿Vio que tengo razón? Por eso que quiero aprender muy bien esa historia del dinero... – afirmó el Niño, pensativo. – Tienes razón en pensar así. Y por suerte tienes una madre que ya te enseñó lo más importante de todo: a guardar una parte del dinero que llega a tus manos para realizar tus deseos y sueños. Mucha gente pasa toda la vida sin guardar ni una sola monedita. El Niño del Dinero se sintió muy importante al recordar sus alcancías y, ahora, los billetes que tiene en la billetera, ya que Gastón le había devuelto todo el dinero.

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independiente. Él vive diciendo que la vida está muy difícil. Hasta compré un cerdito para él, porque pensé que él podría realizar algunos deseos, pero me parece que mi plan no dio resultado... ¿Usted cree que sólo los niños pueden ser independientes? – ¿De ninguna manera! Claro que, cuanto antes la persona empieza a guardar una parte del dinero que pasa por sus manos, más rápido habrá juntado un monto suficiente. Aunque también los más viejos pueden empezar a construir su independencia. Ocurre que tu padre no debe haber tenido a nadie que le enseñe eso. – Entonces yo quiero que usted me ayude a construir la independencia de mi padre – pidió el Niño, como si dominara aquella palabra tan grande y difícil de escribir. – ¡Es una idea brillante! Entonces vamos a combinar así: yo te enseño y tú le enseñas a tu padre. El Niño del Dinero estaba eufórico con aquella posibilidad y enseguida preguntó, ansioso: – ¿Qué puedo enseñarle hoy? – ¿Qué has aprendido hoy? – rebatió el profesor.

Entonces, le dijo al profesor:

– Yo aprendí que es importante ser independiente financieramente y que eso significa no precisar el sueldo para vivir.

– Yo ya tengo algo de dinero. No es mucho, pero, ¿usted cree que voy a poder ser independiente con eso?

– ¡Muy bien! Pero hay una cosa muy importante que no podemos olvidarnos. Esa conquista sólo es posible si la persona lo desea de verdad.

– Lo que tienes hoy no es suficiente. Pero si continúas guardando lo que tienes con disciplina, estoy seguro que serás independiente mucho antes de lo que imaginas – señaló el profesor, como quien sabe muy bien lo que está diciendo.

– ¿Y quién no va a querer? – preguntó el Niño, asombrado.

– Eso sería muy bueno. Pero lo que yo quería de verdad es que mi padre fuera

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– Hay personas que quieren, pero que no están dispuestas a hacer el esfuerzo necesario. Es como querer ganar una carrera sin nunca haber entrenado ni un poquito.

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– ¡Ah! Entendí... – dijo el muchachito, sin entender nada. – Por hoy es suficiente con haber entendido lo que es ser independiente y por qué eso es importante. Ahora, precisas marcharte, pues, si te demoras mucho, tu madre se preocupará – aconsejó el profesor, levantándose. – Pero, ¿aquel asunto de la metodología? – preguntó el Niño, recordando la promesa del profesor. – La Metodología DSOP es el camino que la persona precisa recorrer para llegar a la independencia. Es como un... mapa del tesoro, por decirlo así. Al Niño del Dinero le encantó aquella historia del mapa del tesoro y se quedó con los ojos brillando de curiosidad. El profesor lo notó, y antes que el muchachito dijera cualquier cosa, Reymoney se anticipó: – Pero sobre eso vamos a hablar mañana. Ahora tienes que ir a tu casa, descansa, haz tus deberes y piensa sobre lo que charlamos hoy.

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Primeras enseñanzas Cuando llegó a casa, el Niño del Dinero encontró a su mamá esperándolo en el portón. – Ya estaba yendo a buscarte. ¿Por qué has tardado tanto, puedo saber? – Lo que pasó es que hoy tuve la primera clase extra con el profesor Reymoney. Después de la clase normal, todos los días, él va a enseñarme alguna cosa sobre la magia del dinero. – Sí, eso se lo escuché decir al profesor. Pero, ¿qué es eso de Reymoney? Por lo que sé, su nombre es Reinaldo... – dijo doña Previsión. Entonces, el Niño del Dinero le contó a su madre toda la historia del nombre del profesor, explicándole, incluso, que los dos eran tocayos. Cuando el niño terminó de hablar, doña Previsión estaba muy orgullosa. – Estás viendo, hijo, ¿cuántas cosas has aprendido? Espero que de ahora en adelante no faltes más y aproveches al máximo las enseñanzas de tus profesores. Yo no pude estudiar mucho, pero sé cuanto la educación es importante en esta vida.

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– Yo sé, mamá. Puedes quedarte tranquila porque ahora voy a hacer todo muy bien. El profesor dijo que estudiar también es un paso importante para quien quiere ser independiente financieramente. – ¡Ahora con eso! – dijo doña Previsión. – ¿Y se supone que tú tienes edad suficiente para ser independiente en alguna cosa, hijo mío? – Ahora no, mamá. Pero en el futuro, sí. El profesor Reymoney me dijo que cuanto antes uno empiece a construir la independencia, mejor es. – Está bien...

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1. ¿Qué es ser independiente financieramente? Respuesta: Ser independiente financieramente significa no precisar del sueldo para vivir. 2. ¿Qué precisa aprender la persona para ser independiente financieramente? Respuesta: Para ser independiente financieramente es preciso aprender a guardar un poco del dinero que se gana. 3. ¿Cualquier persona puede ser independiente financieramente, a cualquier edad? Respuesta: Sí. Basta querer mucho.

– Esa fue mi primera lección. Pero no voy a decir nada ahora, porque quiero explicarle todo a papá cuando llegue. ¿Podemos charlar con él sobre eso después de cenar?

4. ¿Cómo eso es posible?

– Mira, hijo, por mí está bien, pero no sé si tu padre va a llegar dispuesto a hablar de esas cosas.

5. ¿Qué es la Metodología DSOP?

– Yo me ocupo, mamá, pensé en una manera de empezar a conversar, después preciso que tú me ayudes a continuar. – ¡De acuerdo! – dijo doña Previsión. – Entonces ya sabes... – ¡Sé, mamá! Bañarme, descansar, hacer los deberes... – Eso mismo, porque, si la lección no está lista a la hora de la cena, no va a haber ninguna conversación. – Entendido – dijo el muchachito, corriendo al dormitorio. Al final de aquella tarde, el Niño del Dinero hizo todo exactamente como su madre le había pedido. Él también aprovechó para recordar la charla con el profesor e, incluso, hizo algunas anotaciones en su cuaderno, como cuando hacía los resúmenes de los textos que la profesora Constancia pasaba. Así, él pensó, sería más fácil acordarse de todo a la hora de hablar con el padre. Él anotó:

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Respuesta: Usando la Metodología DSOP.

Respuesta: Es el mapa del tesoro que enseña a alcanzar la independencia financiera. Cuando terminó sus anotaciones, el Niño del Dinero se sintió muy seguro. Había aprendido correctamente todo lo que su profesor le enseñó. Si tuviera una prueba sobre aquello, seguramente se sacaría un diez, porque estaba con las respuestas en la punta de la lengua. Aun así, él arrancó la hoja del cuaderno, la dobló y se la guardó en el bolsillo. Caso se olvidara de alguna cosa a la hora de hablar con el padre, tendría todo allí, a mano. En cuanto terminó de cenar, el señor Desprevenido ya se iba levantando de la mesa cuando el Niño le preguntó: – Papá, ¿estás muy cansado hoy? – ¡Demasiado, hijo! ¿Por qué?

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– Es que precisaba que me ayudaras a pensar en unas preguntas de mis deberes de la escuela – dijo el Niño, guiñándole un ojo a la madre. – ¡Ah!, hijo, esas cosas de deberes de la escuela son con tu madre, deja que mañana ella te ayuda.

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– ¡Ah! ¿Sí? ¿Y puedo saber cómo tu profesor piensa que eso es posible? – Aprendiendo cuanto antes a guardar un poco del dinero que ganas – respondió el muchachito, después de consultar la hoja de papel.

– Pero lo que pasa es que el profesor dijo que la lección tenía que ser hecha con el padre – insistió el Niño.

El padre del Niño del Dinero se rascó el mentón, pensó un poco, y después dijo:

– ¡Ah! ¡Ahora también eso! Esos profesores no tienen conciencia, no saben que uno trabaja todo el día...

que tiene, aunque sea rica, puede quedarse pobre de un día para otro. Por otro lado, el pobre que sabe ahorrar, puede ir mejorando un poquito de vida. Nosotros mismos... Conseguimos comprar esta casa con el dinero de nuestro trabajo...

– Es sobre eso que se trata la lección, papá, sobre las personas como tú, que trabajan el día entero, y nunca consiguen ser independientes financieramente.

– Es verdad... Eso es verdad, porque si la persona gasta hasta el último centavo

Cuando escuchó aquello, el señor Desprevenido se sentó nuevamente, empujó el plato vacío que estaba delante de él y se dirigió al hijo:

El Niño del Dinero se quedó muy feliz al escuchar al padre hablando de esa manera. Por primera vez, él no había reclamado que la vida estaba muy difícil. Y le dijo al padre:

– ¡Está bien! Vamos, ¿dónde están las preguntas? Voy a ver si consigo responder alguna. Rápidamente, el Niño sacó la hoja de papel del bolsillo y empezó a hacer las preguntas. Pero, ya en la primera de ellas, el señor Desprevenido se quedó sin saber qué responder.

– Entonces, papá. Eso es lo que mi profesor me va a enseñar. Una metodología para conseguir realizar esas cosas, comprar juguetes, auto, casa, todo lo que uno quiera, además de tener siempre un dinero guardado – explicó el muchachito.

Como había anotado las respuestas, el propio niño respondió:

– ¿Y cómo es que te va a enseñar? – preguntó el padre, desconfiado.

– Ser independiente financieramente es no precisar el sueldo para vivir.

– Él me va a enseñar una metodología.

El padre del Niño del Dinero se acomodó en la silla, cruzó los brazos y dijo:

– ¿Y qué es ese asunto de metodología?

– ¡Cómo así! Sólo es si es rico, porque el pobre depende del sueldo para vivir.

– Es una manera de hacer. Mi profesor dijo que esa metodología es como un mapa del tesoro, que nos ayuda a realizar sueños y a conquistar la

En ese exacto momento, el niño recordó lo que el profesor había dicho en la clase y retrucó al padre: – Mi profesor dijo que una persona puede ser rica aunque gane poco o muy pobre aunque gane mucho.

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independencia financiera. – Bueno, entonces dile a ese profesor que yo quiero acompañar ese asunto bien de cerca. No quiero saber de gente rara enseñándole el mapa del tesoro a mi

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hijo sin saber de pe a pa de que se trata. Y tú, mujer, vigila bien de cerca a este muchachito, no quiero que nadie lo saque del camino correcto. – Calma – dijo doña Previsión, que hasta entonces se había quedado callada. – Yo conozco al profesor, es una persona seria y sólo le está enseñando cosas buenas a nuestro hijo. – ¡Entonces está bien! Ahora me voy a acostar, pero mañana quiero saber más sobre ese asunto. El Niño del Dinero se quedó feliz con el resultado. Él pensó que, de verdad, el padre estaba interesado en la metodología, ya que de lo contrario no iría a pedir para tocar nuevamente el asunto al día siguiente. Entonces, el muchachito se fue a dormir ansioso para aprender nuevas cosas y enseñárselas a su padre.

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Diagnosticar Después de la clase, el Niño del Dinero se quedó esperando al profesor en el mismo banco del día anterior. En cuanto el hombre se sentó, el niño fue contando la charla que había tenido con padre. Le garantizó al profesor que el señor Desprevenido quería saber todos los detalles de aquel asunto y que, por lo tanto, no podían perder tiempo. – Está bien – dijo el profesor Reymoney. – Hoy voy a empezar a presentarte la Metodología DSOP – anunció, mientras abría su carpeta y sacaba de allí un cuaderno y un lápiz. El muchacho, velozmente, agarró su cuaderno para apuntar todo lo que el profesor diría. Así, cuando llegara a casa, transmitiría todo aquello a su padre con todos los detalles. Entonces el profesor empezó: – Cuando una persona aprende a aplicar estas cuatro palabritas mágicas a su vida financiera, todo mejora. El dinero rinde más, y la persona puede realizar sus sueños y empezar a construir su independencia financiera – explicaba el profesor. El Niño del Dinero ni parpadeaba de tanta atención que daba a cada palabra. – El primer paso, por lo tanto, es DIAGNOSTICAR, es decir, armar el mapa de tu vida financiera, anotando allí todo lo que ganas y lo que gastas. Así, podrás acompañar mejor el camino que tu dinero está recorriendo. – ¿Yo puedo hacer eso, aunque gane sólo una mensualidad? – preguntó el Niño.

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– Puedes y debes – respondió el profesor. – ¿Cuánto recibes de mensualidad por mes?

y excluir todo lo que no sea realmente necesario. Después de eso, precisas encontrar maneras de reducir los gastos, incluso, de aquello que es necesario.

– Yo recibo 7 pesos por semana. Entonces, en todo el mes, yo gano 28 pesos.

Si tú compras un montón de caramelos, por ejemplo, puedes hasta excluir ese gasto, incluso porque, demasiado azúcar hace mal a la salud. Pero, claro que no puedes y no debes dejar de comer tu refrigerio en el intervalo. Sin embargo, aun así, puedes ahorrar trayendo un emparedado y una fruta de casa, por ejemplo. Además de ser más saludable, tu refrigerio va a ser mucho más barato. A fin de cuentas, podrás guardar más dinero para realizar tus sueños.

– Pues bien. Tú sabes exactamente cuánto ganas. Pero muchas personas no lo saben, porque no lo controlan. – ¿Será que mi padre sabe? – preguntó el muchachito. – Pregúntaselo – respondió el profesor. – Es muy importante que él sepa cuánto gana y, principalmente, cuánto gasta en cada cosa que compra. Así, él tendrá un control total sobre su dinero.

– ¿Para ser independiente?

– ¿Y cómo puede hacer eso?

– Yo ya estoy haciendo eso, porque mi mamá me enseñó, desde que era muy pequeño, a guardar moneditas.

– Sí, para ser independiente, o para realizar algún sueño que tengas.

– Primero anotando diariamente sus gastos en esta Planilla de Gastos durante 30 días. Como tú también debes hacer con tus gastos – le enseñó el profesor, retirando del bolso tres libretas de apuntes.

– ¡Eso es estupendo! Con esa actitud, y manteniendo la disciplina, podrás

– ¿Puedo quedarme con una de esas? – quiso saber el Niño.

– Pero, ¿y mi papá? A usted le parece que él conseguiría hacer eso también?

– ¡Claro! También traje una para tu padre y otra para tu madre, porque es importante que toda la familia participe. Puedes empezar inmediatamente a registrar tus gastos, pero tienes que anotar por tipo de gastos, por ejemplo: caramelos, helados, juguetes, figuritas. Tienes que separar una hoja para cada tipo de gasto, y al final del mes sabrás exactamente cuánto has gastado con cada tipo de gasto.

– Primero va a depender del diagnóstico. Es preciso saber cuál camino ha recorrido su dinero, para poder encontrar una manera de darle un destino más inteligente.

– Y después de eso, ¿qué preciso hacer? – Precisas ver si no estás gastando más de lo que deberías en alguna cosa

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conquistar todo lo que quieras.

– ¿Y usted puede ayudarme a hacer eso? – Puedo. Será una excelente manera para que ejercites lo que te estoy enseñando. Entonces hagamos así: hoy te llevas a tu casa las Planillas de Gastos. Una para ti, otra para tu padre y otra para tu madre. Empiecen a completarlas, y mañana charlamos más – prometió el profesor, mientras ordenaba las cosas para irse.

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El Niño del Dinero - Va a la Escuela

Él se quedó parado y, antes de despedirse, le preguntó al Niño del Dinero: – ¿Qué has aprendido hoy? – Aprendí que las palabritas mágicas de la Metodología DSOP son el camino para conquistar la independencia financiera. – ¿Y cuáles son? – Diagnosticar, Soñar, Presupuestar y Ahorrar. – ¿Y cómo puedes diagnosticar o mapear tu vida financiera? – Anotando en la Planilla de Gastos todo lo que gasto. - ¿Para qué? - Para cortar los gastos desnecesarios. - ¿Solamente eso? - No. También preciso disminuir los gastos con las cosas necesarias. - ¿Cómo? - Buscando nuevas alternativas. – ¡Muy bien! – festejó el profesor. – ¡Realmente aprendes rápido! Mañana continuaremos.

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Familia que piensa unida... Aquella noche, el Niño del Dinero repitió el ejercicio que había hecho el día anterior. Después de hacer todas sus actividades diarias, incluyendo los deberes de la escuela, se puso a pensar en las enseñanzas del profesor Reymoney. Entonces, se sentó e hizo un breve resumen, en forma de preguntas y respuestas, porque le parecía que así sería más fácil fijar lo que había aprendido. Él anotó: 1. ¿Qué es diagnosticar, en la Metodología DSOP? Respuesta: Es trazar el camino que hace tu dinero. 2. ¿Por qué ese diagnóstico es importante? Respuesta: Porque, cuando sabes cuánto ganas y cuánto gastas, es más fácil ahorrar. Después de cenar, el Niño ni siquiera precisó tocar el asunto. En cuanto terminó de comer, el señor Desprevenido, en vez de ir a la terraza, permaneció sentado. Miró al hijo y quiso saber:

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– Entonces, hijo mío, ¿qué más te dijo tu profesor sobre aquel asunto? El Niño del Dinero notó que su padre estaba realmente interesado, entonces se esforzó para repetir todo lo que el profesor le había dicho, pronunciando muy bien las palabras, porque quería mostrar a su padre lo inteligente que era. El esfuerzo del muchachito no fue en vano. A medida que él explicaba, su padre prestaba más atención y, de vez en cuando, interrumpía a su hijo con alguna pregunta: – Pero, ¿cómo es que voy a trazar el camino del dinero si, cuando me pagan, antes de llegar a casa, ya se evaporó? Sí, porque yo voy al banco, pago las cuentas y no sobra nada.

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Y los dos se quedaron allí, durante casi una hora, conversando y completando la planilla con los gastos del día; el niño ayudando al padre, el padre ayudando al niño. Doña Previsión, que observaba todo, se mantuvo todo el tiempo en silencio. Ella no quería interrumpir aquel contacto del padre con el hijo; un contacto, además, que nunca había visto uno igual. Pero doña Previsión, lista como era, enseguida se animó a hacer lo mismo. Ella quería trazar el camino del dinero que ganaba con la venta de bisuterías y cosméticos. Quién sabe, un día, ella también podría tener su independencia financiera...

– Por lo que el profesor me dijo, debes anotar todo en la Planilla de Gastos, separando una hoja para cada tipo de cuenta que fue pagada en cada lugar. – ¿Es así? Esa no es una mala idea, porque de esa forma, después voy a saber donde fue a parar mi dinero. – Y también vas a poder disminuir los gastos. – ¿Disminuir qué, hijo? Uno no gasta casi nada más allá de lo básico. – El profesor dijo que los pequeños gastos son los que hacen desaparecer el dinero... Evaporar, como has dicho antes. El señor Desprevenido se quedó mirando al hijo como si él fuera el profesor, antes de decir: – Sabes que tal vez tengas razón, hijo. Un cafecito por aquí, una revista por allá, una propina de vez en cuando... Si colocamos todo eso en la punta del lápiz... Bueno… Vamos a completar esa planilla, porque quiero acompañar bien de cerca el camino que anda haciendo mi dinero.

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Soñar Al día siguiente, en el mismo lugar de siempre, el Niño del Dinero y el profesor se encontraron. Cuando llegó, el profesor vio que su alumno estaba con las planillas en las manos. – ¿Y entonces? Por lo visto, has hecho la lección de casa muy bien. – Sí, profesor, y mi padre también. Aquí tiene la planilla de él – dijo el Niño, entregándole la libreta al profesor. – ¡Estupendo! Ustedes han anotado todo lo que gastaron ayer, muy bien. Pero ahora precisan continuar anotando diariamente, durante 30 días. Recién ahí tendrán el mapa completo del camino del dinero. El Niño se quedó un poco decepcionado y le dijo al profesor: – ¿Es decir que hoy no voy a tener nada nuevo para enseñarle a mi padre? – Al contrario. Como te dije, ustedes precisan continuar con el diagnóstico a lo largo de un mes; y repetir el diagnóstico todo el año, pues la entrada y salida de dinero siempre cambian. Pero, al mismo tiempo, deben empezar a pensar en el segundo pilar de la metodología. – ¿Soñar? – ¡Exactamente! Tú ya has aprendido un poco de esa etapa con tu madre, cuando ella te incentivó a guardar una parte de tus moneditas, pensando en lo que podrías comprar después. Tu madre, en verdad, te enseñó una manera de realizar tus deseos. Pero ahora vas a aprender a realizar sueños más grandes, tuyos y de tus padres. Tú, por ejemplo, ¿sabes cuál es tu mayor sueño? El Niño no precisó pensar mucho para responder:

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– Mi mayor sueño es tener una bicicleta. Aunque sé que tendría que guardar muchas moneditas para poder comprar una, porque es muy, muy cara... – Realmente, una bicicleta no es un sueño barato. Pero, si haces todo correctamente, podrás tener la tuya. Sólo precisas tener paciencia. – Sí, un año me parece bien. Pero, ¿me asegura que dentro de un año voy a poder comprarla? – Lo que te va a asegurar eso es tu capacidad de guardar dinero para realizar el sueño. Cuánto más guardes, más rápido vas a realizarlo.

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– Pues entonces – dijo el profesor –, tu padre, como muchas personas, desaprendió a soñar, porque cree que no tendrá dinero para realizar el sueño. Pero es ahí donde está el engaño. Cuando uno tiene un sueño, se siente más motivado para hacer el esfuerzo necesario para realizarlo. – ¿Entonces usted cree que mi padre va a conseguir realizar sus sueños? – Si él consigue seguir los pasos de la metodología a rajatabla, yo te aseguro que sí. Todo

– ¿Y si solamente puedo guardar un poquito cada mes? – preguntó el Niño.

es una cuestión de cambiar los hábitos, rever las costumbres y respetar el dinero. Pero por hoy es suficiente, ¿no te parece?

– Tardarías más tiempo, pero, aun así, podrías conseguir lo que quieres. Por eso lo ideal es que las personas tengan por lo menos un sueño a corto plazo, otro a mediano y otro más a largo plazo.

– Está bien – concordó el Niño, cerrando el cuaderno donde había hecho varias anotaciones de lo que el profesor había dicho. "¿Cuál será el sueño de mi padre?" – pensó en voz alta.

– Me parece que no entendí... – contestó el muchachito, con una carita confusa.

– Pregúntale eso. Después, pídele que coloque su sueño en primer lugar. Entonces, todos los meses, antes de pagar las cuentas, tu padre debe guardar una parte de lo que le pagaron para realizar su sueño.

– Para un niño, por ejemplo, se considera un sueño a corto plazo aquel que puede ser realizado en un mes; sueño a mediano plazo, seis meses; y un sueño a largo plazo, un año. Tu sueño de la bicicleta es un sueño a largo plazo. – ¡Ah! Creo que ahora entendí. Yo puedo querer mucho la bicicleta para mi cumpleaños dentro de un año, y, al mismo tiempo, querer una patineta dentro de seis meses, y un balón dentro de un mes. – ¡Exactamente! – dijo el profesor, satisfecho. – Por ese motivo, si observas bien, verás que la primera página de tu Planilla de Gastos está reservada para registrar tus sueños a corto, mediano y largo plazo. Es importante que guardes dinero para los tres sueños al mismo tiempo. Por eso, lo ideal sería tener siempre tres alcancías. – Pero, no sé si mi padre también sueña. Yo le di una alcancía, pero él ni siquiera consiguió pensar en un sueño para realizar cuando la alcancía esté llena.

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– Pero mi padre vive diciendo que no sobra nada de su dinero. ¿Cómo va a hacer para separar algo del dinero que ganó para el sueño? – El sueño debe estar en primer lugar. Por eso él precisa reservar el dinero del sueño antes que cualquier cosa. No puede esperar a que sobre dinero para realizar lo que quiere. Eso tiene que estar en primer lugar. – Pero... ¿Y si falta dinero para pagar las cuentas? – Caso él vea que no alcanza para pagar las cuentas, precisará rehacer el diagnóstico y buscar formas de reducir todavía más los gastos, incluso, con cuentas básicas como agua, luz, gas, teléfono y alimentación.

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Los sueños del hijo y los sueños del padre Aquella vez, el Niño del Dinero ni siquiera esperó a llegar a casa para hacer el resumen. Todavía estando en la plaza anotó en una hoja del cuaderno y recapituló las partes más importantes de la charla que recién había terminado con el profesor. 1. Anotar todos los gastos, todos los días, para tener un mapa completo del camino que hace el dinero. 2. Pensar en tres sueños que desee realizar. 3. Establecer un sueño a corto, uno a mediano y uno a largo plazo. 4. Colocar el sueño en primer lugar, incluso antes de gastar. 5. Analizar cada gasto y reducirlo para que los sueños estén en primer lugar. Aquella noche, cuando el señor Desprevenido se sentó con el hijo para conversar, el Niño le preguntó: – Papá, ¿cuál es tu sueño?

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– ¡Ah!, hijo, yo no tengo muchos sueños en esta vida. Lo que más quería era tener un techo para vivir, y eso ya lo conseguimos. ¿Qué más puedo querer? Los pobres no podemos soñar mucho, hijo mío.

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– ¿Cómo es eso, por la mitad? – Es que tengo dos sueños: uno, ahora, me parece que no es tan difícil de realizar, es sólo saber esperar, como dijo el profesor...

– ¡Estás equivocado, papá! – dijo el Niño, intentando imitar el mismo tono de voz del profesor. Él me dijo que pobre no es el hombre sin dinero, sino el hombre sin sueños.

– ¿Y qué sueño es ese? – insistió el padre.

Y contó, paso a paso, todo lo que el profesor le había enseñado aquel día, explicando, de una manera adaptada para un adulto, que un sueño a corto plazo puede llevar un año; a mediano plazo, hasta diez años y a largo plazo, más de diez anos. Después de escuchar aquello, el padre respondió:

– ¿Y el otro sueño, hijo, cuál es?

– Mira, hijo, hasta ahora me parecieron bien coherentes las cosas que ese profesor venía diciendo, pero ese asunto de no pagar las cuentas para realizar un sueño...

– Mi sueño es tener una bicicleta. Yo sé que es muy cara, papá, pero voy a ser paciente y voy a guardar mi mensualidad.

– Mi otro sueño es más difícil, porque ni siquiera sé cuánto cuesta... – Vamos, dime, ¿cuál es? – Mi otro sueño es que realices tu sueño y verte más feliz.

– Papá, él no dijo que no debes pagar las cuentas. Él dijo que primero está tu sueño, y después pagar las cuentas.

El señor Desprevenido se emocionó tanto con aquello que no logró disimular la lágrima que cayó discretamente de sus ojos.

– ¿Y si el dinero no alcanza?

– Pues mira, hijo, otro sueño que yo tenía en esta vida se está realizando aquí, en este momento, porque yo deseaba tener un hijo de buen corazón y que fuera muy inteligente. Y eso ya lo tengo. Ahora, con todo este asunto tuyo, me dieron ganas de realizar otro sueño. Pero ese yo no voy a contarlo. Prometo que voy a seguir las enseñanzas de tu profesor para ver si consigo realizar ese sueño secreto.

– Ahí es donde entra la parte que él todavía no me enseñó. Él solamente me dijo que, para que el dinero alcance, es preciso aprender a presupuestar, que debe ser la clase de mañana. – Está bien, está bien... Entonces vamos esperar hasta mañana para ver. – No, padre. Tú precisas pensar en los sueños hoy mismo. El señor Desprevenido miró intensamente a su niño, pensando en cómo él había crecido y lo inteligente que era. Entonces, en vez de decir cuál era su sueño, le preguntó al hijo: – Y tu sueño, hijo, ¿cuál es? – El profesor me preguntó eso hoy, pero yo sólo respondí por la mitad.

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Aquella noche, el Niño del Dinero se sintió especialmente feliz. Su padre estaba muy interesado en sus cosas, y casi alegre. “Sí, mi padre está casi alegre”, pensó el muchachito. “¿Imagina cuando él pueda finalmente realizar uno de sus sueños?” Él se fue a dormir pensando en todos los sueños que su familia podría realizar de ahora en más, pues sentía que estaban más unidos que nunca, y tenía en el corazón la seguridad de que tendrían una vida mejor de la que habían tenido hasta entonces.

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Presupuestar Aquel día, y en pocas palabras, el Niño del Dinero le narró al profesor los hechos de la noche anterior: la charla con el padre y la inseguridad de él sobre cómo pagar las cuentas si retiraba del sueldo una parte para realizar sus sueños. Después de escuchar lo que el niño tenía para decir, el profesor comentó: – Todo lo que precisa hacer tu padre es adecuar su presupuesto. El presupuesto tradicional es el conjunto de los ingresos (el dinero que entra) y de los gastos (el dinero que sale). Es preciso cambiar la manera de hacer el presupuesto, invirtiendo el orden de prioridades. En el Presupuesto DSOP, el orden es: ingresos - sueños= gastos. Adecuar el presupuesto, en la Metodología DSOP, no es apenas gastar menos de lo que se gana. Significa priorizar los sueños y garantizar la realización de ellos reviendo todos los gastos (con la ayuda del Diagnóstico) y hacer que el sueño quepa en el presupuesto. – Pero, ¿cómo? Él se la pasa diciendo que el sueldo no le alcanza para nada. – Antes de recibir tu mensualidad, que es un monto mayor del que tenías antes, ¿conseguías comprar tus golosinas y también guardar tus moneditas? – Sí, conseguía. – Entonces, eso significa que siempre es posible vivir con menos. No es porque ahora ganas más que vas a gastar mucho más. De lo contrario, el dinero se acaba.

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– Eso es verdad – concordó el muchachito. – Como dije, el primer paso es controlar mejor el dinero, saber dónde está siendo gastado e ir cambiando los hábitos, ahorrando todo lo que pueda. Si tu padre hace esto, va a notar que le sobra algo de dinero a fin de mes. – Pero, ¿qué más puede hacer?

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– ¡Caramba! ¿Cuántas preguntas, eh? – evaluó el alumno, interrumpiendo al profesor. – Y esas son apenas algunas de ellas – dijo Reymoney. – Hay muchos más cuestionamientos que las personas deberían hacerse antes de tomar sus decisiones de compras. Esto es lo que llamamos consumo consciente. – ¿Qué es ser consciente? – preguntó el niño.

– Él puede presupuestar mejor y comprar mejor. Presupuestar también significa saber el precio de las cosas. Para presupuestar bien, es preciso hacer un estudio de precios, ir a más de una tienda cuando precise adquirir alguna cosa y encontrar la mejor alternativa.

– Ser consciente es saber lo que estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo. A veces, las personas actúan de una determinada forma, pero actúan sin pensar. Si reflexionaran mejor, cometerían menos engaños.

Él puede hacer nuevos diagnósticos de tanto en tanto e identificar nuevas oportunidades de bajar costos y comprar mejor.

– ¡Ah! Entonces debe ser por eso que mi madre le dice a mi padre para tomar consciencia y cambiar algunos hábitos – concluyó el muchachito, como si estuviera hablando consigo mismo.

– Eso mi mamá ya hace un poco – reveló el muchachito, que tantas veces acompañaba a doña Previsión de supermercado en supermercado a la hora de las compras. – Tu madre es una mujer muy sabia. Muchas cosas ella ya viene haciendo, aunque no tiene a nadie que le enseñe. Pero es preciso hacer eso de una forma más sistemática, elaborando listas, comparando precios, no apenas de vez en cuando, sino siempre. Y tú puedes ayudarlos con eso, porque eres muy bueno en Matemática. El Niño del Dinero se enorgulleció. – Un consejo muy importante también es responder sinceramente algunas preguntitas antes de salir gastando con alguna cosa. – ¿Y qué preguntas son esas? – quiso saber el niño. – Por ejemplo: “¿Realmente preciso ese producto?”, “¿Tengo que comprarlo hoy?”, “¿Podría esperar un poco más?”, “¿Tengo todo el dinero para pagar?”, “¿Cabe en el presupuesto o va a faltar dinero para otras cosas?”

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– ¡Es verdad! – concordó el profesor. – Si las personas tuvieran plena conciencia de cuánto determinados hábitos son perjudiciales, probablemente cambiarían el comportamiento. Con el dinero funciona de la misma manera. Si tú tienes conciencia y sabes darle el debido valor, vas a tener una vida financiera mucho más saludable. El niño estaba completamente maravillado con todas aquellas enseñanzas que el profesor le pasaba. Cómo deseaba saber hablar así, con tanta facilidad sobre las cosas, ¡y enseñarles a todos lo que había aprendido! Él todavía estaba sumergido en esos pensamientos cuando el profesor añadió: – Presupuestar es también un paso importante para la realización de los sueños. ¿Te acuerdas lo que te dije? ¿Qué precisas tener sueños a corto, mediano y largo plazo? – Sí... – asintió el muchachito. – Pues, además de saber cuáles son tus sueños y en cuánto tiempo deseas realizarlos, es preciso saber cuánto cuestan tus sueños, para hacer que ellos entren en tu presupuesto.

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– ¡Ah! Entendí... – dijo el niño, ya intentando recordar cuánto costaba la bicicleta que él había visto en la Tienda del Turco.

nuevamente para charlar sobre el último paso de la Metodología DSOP. Vete a tu casa y piensa en todo lo que conversamos.

El profesor Reymoney parecía haber escuchado el pensamiento del alumno, cuando dijo:

Cuando el profesor se marchó, el Niño agarró el cuaderno y escribió: 1. Aprender a vivir con menos de lo que se gana.

– Por ejemplo, digamos que tu sueño sea comprar tal bicicleta. Digamos que esa bicicleta cuesta 100 pesos y que tú quieras realizar el sueño en diez meses. Si guardas 10 pesos por mes, dentro de diez meses tendrás 100 pesos.

2. Ahorrar en todo lo que sea posible.

– ¡Ah! ¡Ahora creo que entendí! Si en vez de guardar 10 pesos por mes yo guardo 20 pesos, voy a conseguir realizar el sueño en cinco meses, ¿es así?

4. Colocar el sueño en primer lugar.

El profesor estaba asombrado con la velocidad de raciocinio del niño. ¡Él realmente era habilidoso con los números!

3. Consumir de forma consciente.

5. Respetar el presupuesto.

– Es así, muchacho. ¡Has resuelto el enigma! Y eso vale para cualquier sueño, a corto, mediano o largo plazo. – Pero, ¿y si al hacer la cuenta, el valor del sueño no cabe en el presupuesto? Por ejemplo, si no pudiera guardar ni siquiera 10 pesos por mes; ¿tendría que renunciar al sueño? – ¡Renunciar, nunca! En ese caso, tal vez precisarás alargar el plazo, tal vez precisarás guardar dinero por más tiempo hasta alcanzar lo necesario. – O, entonces, disminuir todavía más los gastos – arriesgó el muchachito. – Eres realmente un niño extraordinario, ¡ya consigues pensar por cuenta propia! ¡Es exactamente eso! Tú siempre podrás hacer tus elecciones. Puedes, por ejemplo, decidir no gastar tu dinero con figuritas y destinar ese dinero a la realización del sueño. – Sí, de esa forma no hay sueño que no pueda ser realizado, ¿no? – Qué bueno que piensas así, pues de esa forma podrás realizar lo que quieras en la vida. Bueno, por hoy es todo. El lunes nos encontraremos aquí

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El gran secreto A la noche, como ya se había vuelto un hábito, el Niño del Dinero reprodujo al padre y a la madre la conversación que había tenido con el profesor Reymoney. Él explicó lo que era presupuestar en la Metodología DSOP y lo importante que era aquel paso para la conquista de los sueños. Rápidamente, el señor Desprevenido intentó hacer de memoria los cálculos para saber cuánto costaba su sueño secreto; satisfecho, le dijo al hijo: – ¡Hum! Creo que puede resultar... Estaba aquí pensando en mi sueño y, si todo marcha como me imagino, en 5 meses lograría realizarlo. Basta con ahorrar un poco aquí, otro tanto allá... El Niño del Dinero se entusiasmó: – Entonces dime, vamos papá, ¿cuál es ese sueño que quieres realizar? – ¡Ah, hijo! Ahora voy a repetir lo que tu madre vive diciendo: trata de esperar y tener paciencia, porque solamente lo sabrás cuando llegue la hora. – Está bien – dijo el Niño, medio contrariado. Pero antes de ir a acostarse, el señor Desprevenido lo llamó:

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– Hijo, dime una cosa: ¿ya terminaron esas clases o todavía falta alguna cosa? – El profesor me dijo que falta el último paso, Ahorrar. Pero ese asunto quedó para el lunes.

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En medio a esa atmósfera, el Niño soñó con un montón de escenas sin sentido, en las cuales todo se mezclaba, creando una confusión aún mayor. Se despertó sobresaltado, sin saber muy bien donde estaba, pero enseguida se volvió a dormir, cuando se dio cuenta que estaba en casa, protegido por la familia.

– ¡Pues no veo la hora de que llegue el lunes! – dijo el padre, refregándose las manos, con una sonrisa diferente. La reacción del señor Desprevenido diluyó todo el fastidio del Niño del Dinero. Se quedó mirando al padre, intrigado y feliz, porque notó que él estaba muy diferente, interesado, de buen humor, como nunca lo había visto. Sólo una cosa no le salía de la cabeza: ¿qué sueño era aquel que el padre quería realizar e insistía en mantener en secreto? Doña Previsión, que escuchaba todo a distancia, no cabía en sí de alegría, por ver al padre e hijo tan cercanos. Pero también estaba feliz porque cada día que pasaba notaba cuánto aquella Metodología DSOP estaba haciendo bien a su familia. Desde las primeras enseñanzas del profesor, ella misma había pasado a tener una visión mucho más detallada de sus cuentas. Había hecho el diagnóstico de cuánto recibía con su trabajo de vendedora, y venía anotando diariamente las entradas y salidas de dinero. Ella también ya había elegido tres sueños para realizar. Ahora precisaba repensar los sueños, haciendo muy bien las cuentas, para saber cuánto costaban, principalmente su sueño a corto plazo, que a ella le gustaría realizar dentro de algunos meses. Después, tendría que hacer que aquel sueño entrara en su presupuesto, como recomendó el profesor. Eso significaba intensificar todavía más los ahorros. En aquella noche, la casa del Niño del Dinero parecía un castillo de sueños. Cada uno se fue a dormir pensando en todo lo que podría realizar, proyectando el futuro y haciendo planes de días muy alegres y prósperos.

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Ahorrar Fue en una mañana calurosa de diciembre cuando el Niño del Dinero tuvo su última clase de la Metodología DSOP con el profesor Reymoney. Como en una lección oral, el profesor pidió al Niño que recapitulara lo que había aprendido. Con mucha precisión, el Niño del Dinero describió los tres primeros pasos de la metodología. Y el profesor le preguntó: – ¿Qué te parece que es posible hacer para que tu sueño se realice más rápido? El niño no precisó pensar para responder: – ¡Guardar más dinero! – ¡Eso mismo! – aseguró el profesor. – Cuánto más guardes, más rápido vas a realizar tu sueño. Cuanto mayor el esfuerzo, menor el tiempo. Hay un último concepto importante que precisas aprender... – ¿Y cuál es? – cuestionó el muchachito, super ansioso. – Ahorrar. Guardar el dinero, por lo menos una parte de lo que pasa por tus manos. Si ahorras más, realizas más y más rápido. Ese proceso se acelera si colocas tu dinero para rendir. – ¿Rendir qué?

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– Rendir intereses.

–¿Cómo pasó cuando Gastón se llevó mi billetera?

– ¿ Y qué son intereses? – preguntó el Niño, medio confundido.

– Exactamente. Pero espero que ya hayas perdonado a tu amigo. Infelizmente, él no tuvo la suerte de tener una madre como la tuya, para que le enseñe.

– Interés es dinero. Cuando tú tienes dinero y lo guardas en el banco, el banco te paga para que tu dinero se quede allí, guardado. Todos los meses, ellos agregan un poco más a lo que tú ya tienes.

Y él cambió mucho su comportamiento después de aquel episodio, ¿no es verdad?

– ¿Cómo si colocaran algunas moneditas más en la alcancía?

– Sí, cambió. Ahora es mi amigo.

– Exactamente. Imagina que el banco es una inmensa alcancía, donde todos los meses depositas tu dinero. Y cuanto más tiempo tus moneditas se queden allí, más intereses ellas rinden.

– Pues entonces. Esta es otra enseñanza importante para quien desea tener independencia financiera: es preciso tener coraje para cambiar el comportamiento, cambiar la manera de hacer las cosas.

– ¿Y cómo hago para ganar esos... intereses?

Oyendo eso, el Niño del Dinero tuvo una idea:

– Pídele a tu madre que te abra una caja de ahorro. Ella va al banco, deposita tu dinero allí y lo deja guardado. Cuando lo desees, vas allí y colocas un poco más. El banco también va a agregar un poquito todos los meses, como si estuviera contribuyendo para llenar más rápido tu alcancía. Cuando tengas lo suficiente para realizar tu sueño, vas al banco, recoges tu dinero, y listo, ¡tu sueño será realizado!

– Me parece que voy a regalarle una alcancía a Gastón. Quién sabe así el empieza a guardar unas moneditas...

– ¡Esto es increíble! ¿Entonces ese es el truco de magia que hace que el dinero aumente? – Esa es una de las maneras de hacer que el dinero crezca. Existen otras, pero por ahora es suficiente que sepas como se hace ese “truco de magia”. – Hoy mismo voy a pedirle a mi madre que me abra una caja de ahorro.

– ¡Me parece una idea excelente! – conmemoró el profesor. – Nosotros también podríamos enseñarle esta historia de metodología, a pesar de que él no precisa, porque su padre es muy rico. – Te engañas. Todos precisamos controlar el dinero que tenemos si queremos vivir con equilibrio. No importa si tienes mucho o poco. Lo importante es controlar bien y gastar bien. – Y soñar... – añadió el muchachito.

– Será muy bueno para ti. Dinero guardado en casa no rinde. Además, puedes perderlo.

– Exactamente. Porque guardar dinero sólo por el hecho de guardar no tiene sentido. Acumular dinero sólo tiene sentido si es para realizar sueños, ya sean los de uno o de otros. Pero lo principal es siempre tener en mente el cuarto y último pilar de la metodología, que es Ahorrar – dijo el profesor.

Cuando escuchó eso, el Niño del Dinero recordó el problema con su amigo Gastón.

– Ahorrar es guardar dinero, ¿verdad?

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– También, pero no sólo es eso. Quien guarda una parte de lo que gana está ahorrando. Pero quien ahorra agua, luz, teléfono, también está ahorrando. – Es por eso que mi madre se la pasa diciéndome para que no tarde mucho en la ducha.

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– Me encantaría hacer eso – se alegró el Niño. – Entonces, a partir de hoy, tú eres el multiplicador, el niño que va a enseñar a las personas la educación financiera por medio de la Metodología DSOP.

– Claro. Con cinco minutos que ahorres cuando te bañas, todos los días, pueden representar unos buenos pesos a fin de mes.

El muchachito aceptó aquel nuevo desafío con muchas ganas. A fin de cuentas, todo aquello que el profesor le estaba enseñando estaba mejorando mucho su vida en casa. Imagina si todos pudieran aprender.

El muchachito se quedó pensando en otras cosas que podrían ayudar a ahorrar en casa, cuando el profesor dijo, por último:

– Entonces quedamos así, mi estimado Niño del Dinero; mañana nos vemos en la clase. Si tienes alguna duda, siempre estaré cerca para responderlas.

– En líneas generales, son esos cuatro pasos para quien desea llevar una vida más equilibrada y feliz. Ahora que conoces todos, podrás colocarlos en práctica, para todo lo que quieras realizar en la vida, incluso, para conquistar tu independencia financiera. Pero, es muy importante repetir los cuatro pasos de la metodología una vez al año, por lo menos. Ya que, a medida que nuestros sueños se llevan a cabo, precisamos colocar otros en el lugar y aplicar la metodología nuevamente.

Cuando llegó a casa, el Niño del Dinero le pidió a su madre que le abriera una caja de ahorro.

– ¿Usted está queriendo decir que nuestras clases terminaron? – Esa parte de la metodología, sí. Pero continuaremos viéndonos todos los días, y cuando tengas alguna duda podremos conversar de nuevo, porque el conocimiento es algo dinámico, que siempre está cambiando y precisa ser recordado siempre. El Niño ya se estaba quedando un poco triste pero el profesor añadió: – De ahora en más, me gustaría que empezaras a ayudarme a fomentar esta metodología para a más personas.. – ¿Y cómo puedo hacer eso? – preguntó. – Enseñando la Metodología DSOP. Primero a tus padres, después a todos los que quieras.

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– ¿De dónde has sacado esa idea, hijo? – Fue el profesor, mamá. Él me dijo que, además de ser más seguro, el banco le paga intereses a quien guarda el dinero allí. Cuanto más guarde, más va a rendir. Y le contó más o menos a doña Previsión la clase que había tenido aquel día. – Parece una buena idea, hijo. – ¿Entonces vamos a abrir mi alcancía? – Pero todavía falta mucho para que llegue el día de tu cumpleaños... – Ya lo sé, mamá, pero el profesor me dijo que dinero en casa no rinde nada. – Sí, pero entonces vamos a combinar lo siguiente: voy a abrir la cuenta y tú depositas el dinero que ya tienes. Todos los meses, cuando recibas la mensualidad, separas lo que vas a guardar para tu sueño y lo depositamos también. El resto queda para tus caramelos y helados; siempre que sobren algunas moneditas, irán a la alcancía. De tanto en tanto, vamos al banco.

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Una vez más, el niño pensó que su madre tenía razón. Por eso resolvió aceptar el consejo, no sin antes decir: – Antes de depositar mi dinero, mamá, quiero comprar dos alcancías más. – Pero... recién me has dicho que no quieres guardar tu dinero en casa.

El Niño del Dinero - Va a la Escuela

cambiando mi manera de ver las cosas, y para mejor, ¡mucho mejor! – dijo el señor Desprevenido. – Y puedes ir preparándote, ¡porque esta semana vamos los tres al banco, a abrir una caja de ahorro para cada uno! Y todos los meses vamos a depositar algo de dinero para realizar nuestros sueños.

– Mamá, una es para guardar las moneditas que sobren, y la otra quiero dársela a Gastón. – Pero, ¿ese no es el muchacho que te sacó el dinero, hijo? – Sí, es él, mamá, pero terminé haciéndome amigo de él. Me parece que me olvidé de contarte, pero el día que su padre fue a la escuela a devolverme mi billetera, descubrí que Gastón no tiene madre. – ¿No tiene madre? ¿Cómo es eso? – preguntó doña Previsión. – No sé muy bien, pero escuché a su padre conversando con el profesor y diciendo lo difícil que es criar a un hijo sin madre. Doña Previsión se quedó pensativa y después le dijo: – Está bien, hijo, vamos a comprar la alcancía para tu amigo. Haces muy bien en ayudarlo. Debe ser muy triste extrañar a la madre. Ahora vete a hacer tus cosas, ya que preciso empezar a preparar la cena. Cuando el niño le resumió a su padre las últimas orientaciones del profesor, añadió: – Ahora, él dijo que tenemos que poner todo eso en marcha y esperar los resultados. Yo creo que va a salir todo bien... – dijo el muchachito, esperando una respuesta positiva del padre. – Pues yo diría que ya está saliendo bien, hijo mío. Ese profesor tuyo está

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Reinaldo Domingos

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Un sueño no soñado Así pasó el año en que el Niño del Dinero descubrió la Metodología DSOP y aplicó las enseñanzas del profesor Reymoney a su vida y a la de su familia. De tanto en tanto, él, su padre y su madre se sentaban para analizar los gastos y ver cómo marchaban sus sueños. Pero el único que dijo claramente cuál era su sueño, escribiendo con todas las letras en la planilla, era el niño. Doña Previsión y el señor Desprevenido escribían apenas “sueño”. Y, por más que el niño les preguntara sobre sus sueños, ninguno de los dos se lo decía. Así pasaron los meses que faltaban para terminar el año. Llegaron las vacaciones y, enseguida, el cumpleaños número 8 del Niño del Dinero. En esa época, él ya tenía bastante dinero guardado en su caja de ahorro, aunque ni soñaba en gastarlo. Una parte, él ya sabía, estaba destinada a su independencia financiera; no la gastaría de ninguna forma. En cuanto a sus otros sueños, por increíble que parezca, había perdido totalmente la prisa. Se había transformado en un niño con más capacidad de esperar y tener paciencia. Ahora, prefería

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la seguridad del dinero guardado que la satisfacción momentánea de los pequeños deseos. Pero, el día de su cumpleaños, el niño tuvo una de las mayores sorpresas de su vida. Una tarde, como él ya iba de aquí para allá solo, doña Previsión le pidió que fuera a comprar leche y diciéndole que se fijara en dos almacenes para ver cuál de ellos tenía el mejor precio. Para hacer lo que la madre le pidió, él pasó un buen rato en la calle. Cuando volvió, ya había pasado la hora que el padre llegaba a casa.

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Después de aquel día, el Niño tomó la decisión más importante de su vida: enseñarles a las personas a usar la Metodología DSOP para que realicen todos los sueños que consigan imaginar.

Al abrir la puerta de la cocina, ¡se llevó un tremendo susto! Del silencio absoluto pasó a un terrible alboroto de “¡Feliz cumpleaños!”. Sólo cuando se repuso del susto y de la sorpresa fue que el niño notó que todas aquellas voces eran de sus padres, de sus compañeros de la escuela y del profesor Reymoney. Todos ellos estaban alrededor de una linda mesa, con una torta de colores, bombones y otros dulces, refrescos y muchos globos en el techo. Era la primera vez que el Niño del Dinero tenía una verdadera fiesta de cumpleaños. Su alegría era tan grande que no vio a su padre alejándose y volviendo del dormitorio cargando una enorme caja envuelta en papel de regalo. Con la cara más alegre que se pueda imaginar, el señor Desprevenido dijo, sonriendo: – Aquí tienes mi regalo de cumpleaños – y le dio un abrazo muy fuerte a su hijo. En un segundo, el niño rompió todo el papel y empezó a saltar de alegría cuando descubrió que le habían regalado su tan soñada bicicleta. – ¡Mi sueño, papá! ¡Me has dado mi sueño, papá! ¡No lo puedo creer! ¡Es increíble! – repetía y repetía sin parar. – Te engañas, hijo. Ese es mi sueño, que tú, tu profesor y la Metodología DSOP me ayudaron a realizar – dijo el señor Desprevenido, emocionadísimo.

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Reinaldo Domingos

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Autor

Reinaldo Domingos

www.reinaldodomingos.com.br Reinaldo Domingos nació en Casa Branca, interior de San Pablo. Hijo de padre ferroviario y madre autónoma, a los 12 años realizó el primero de sus muchos sueños: comprar una bicicleta. La estrategia adoptada en la época, la de elegir intuitivamente ahorrar un poquito cada mes de lo que ganaba como ayudante de vendedor ambulante, para realizar su deseo, se convirtió en la base de aquello que luego vendría a ser la Metodología DSOP, una manera sencilla y eficaz de lidiar con el dinero, cambiando hábitos y realizando sueños.

Adaptación infantil

Simone Paulino

www.simonepaulino.com.br Simone Paulino nació en el conurbano de San Pablo. Hija de padre y madre analfabetos, desde muy pequeña le llamó la atención el poder trasformador de la lectura y de la escritura, dedicándose de cuerpo y alma a los estudios y a los pocos libros que le llegaban a sus manos. Después de transformarse en una apasionada lectora, construyó toda su vida alrededor de los libros, recibiéndose primero de periodista, luego escritora y, más recientemente, Maestra en Teoría Literaria Comparada por la Universidad de São Paulo (USP).

Ilustraciones

Ariel Fajtlowicz www.arifaj.com

Ariel Fajtlowicz nació en San Pablo. Apasionado por los dibujos desde la infancia, estudió en Quanta Academia de Artes y en Central San Martin School of Arts, en Londres, donde vivió y trabajó en la agencia Vivid Image. Actuó como diseñador gráfico y director de arte en varias agencias de publicidad de San Pablo. Acabó entregándose por completo al universo de las ilustraciones a partir del 2009, cuando empezó a trabajar de forma independiente, en su propio estudio.

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