SISÍ

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SisĂ­

Mireya Viacava Raab / Alejandra Viacava



SisĂ­

Mireya Viacava Raab / Alejandra Viacava



Esa tarde mientras paseaba por el bosque escuché una voz que decía: -¡Qué será de mi tan triste y tan sola! Me detuve, miré a mi alrededor pero no encontré a nadie. -¡Nadie quiere ayudarme! - escuché otra vez Miré por todos lados para descubrir de dónde venían esas quejas. Miré hacia abajo, a los costados, al frente, atrás. Nada. Nadie. Y cuando miré hacia arriba vi a una ardillita sentada en la rama de un árbol. ¡Lloraba, lloraba y no paraba de llorar!


-¿Sos vos la que se queja tanto?- le pregunté -Claro que soy yo. ¡Cómo para no quejarme! Si estoy acá, solita, sin comer, muerte de frío y no puedo bajar del árbol. -¡Es fácil! ¡Da un salto y listo!- le dije. La ardillita ni me contestó. -¿Cómo te llamás? – le pregunté - Sisí -¿Y qué haces ahí arriba? ¿Puedo ayudarte? - le pregunté. Sisí dijo nononono entre sollozos. -Entonces me voy – contesté -Nononono por favor. No puedo bajar porque mis patitas…porque mis patitas no saben caminar – contestó Sisí con la cabeza gacha. -Eso no puede ser. Todas las ardillas saben caminar, saltar, brincar…–dije sorprendida -Sí, todas pero yo no. Es así desde que soy así de chiquita – respondió Me acerqué, la atrapé suavemente, la acaricié los pelitos y nos sentamos los dos al pie del árbol.



-¿Y ahora? ¿Qué hacemos? – me preguntó Sisí. -Ahora podés buscar comida… - le contesté sin darme cuenta. Sisí dijo nononono otra vez y me miró con los ojos llenos de lágrimas. -¿Y si viniera todos los días para ayudarte a buscar comida? – le pregunté -Nononono…eso me dicen todos y no vuelven más –contestó Sisí -Entonces te compraré muchas nueces para que las guardes bajo las hojas de los árboles y así tendrás para todo el invierno… -¡Nononono! Me las robarán. -¡Entonces te coseré una bolsa secreta para que nadie te las saque! -¡Nononono! -Haremos un pozo bien profundo y la esconderemos, así nadie sabrá que… - pero no había nada que hacer. A todo lo que yo le proponía, Sisí decía “nononono”. -Pero tengo hambre – dijo Sisí con ojos cansados.



Y ahí se me encendió una lamparita y grité: -¡La tengo! ¡Ya la tengo! ¡Tengo una idea genial! Sisí me sonrió con ganas. La alcé y con ella en los brazos, volví rápido a casa y me puse a trabajar. Con una cáscara de un coco hice el asiento. Con tapitas viejas y tornillos hice las ruedas. Sisí me miraba sorprendida. Con un alambre por aquí y otro por allá, instalé un viejo motor de un reloj, un volante de un cartón y una luz de freno. Trepé a Sisí a la silla y le dije: ¡LISTO! -Mirá Sisí, ahora tenés tu sillita con ruedas tamaño ardilla. En ella y con ella podrás ir a todos lados – le expliqué muy contenta con mi invento.


Por primera vez Sisí empujó y empujó con sus manitos las ruedas de tapita hasta que la silla empezó a rodar y a rodar. La llevé al jardín y Sisí empezó a andar de un lado a otro cantando de alegría. Desde entonces Sisí vive en mi jardín y todos los días vamos al bosque a buscar comida, mirar las hojas, escuchar al viento y a los pájaros. Ella desde su silla cáscara de coco color habano y yo siempre a su lado.





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