Monográfico 04. Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía

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MENGA REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA · JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY

MONOGRÁFICO04

Algo más que galbos y cacharros. Etnoarqueología y experimentación cerámica Something more than galbos and pots. Ethnoarchaeology and ceramic experimentation (ID 4656)

Eva Alarcón García, Juan Jesús Padilla Fernández, Luis Arboledas Martínez y Linda Chapon (editores)

CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA AÑO 2019 ISBN 978-84-9959-315-9 ISSN 2174-9299



MENGA M04 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY SERIE MONOGRÁFICA · MONOGRAPHIC SERIES Año 9 // Número 04 // 2019

JUNTA DE ANDALUCÍA. CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera ISBN 978-84-9959-315-9 ISSN 2174-9299 Publicación digital

Menga Monografías es una publicación del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía). Su objetivo es la difusión internacional de trabajos de investigación científicos de calidad relativos a la Prehistoria de Andalucía, razón por la cual se publica en español e inglés. Menga Monografías da a conocer trabajos de investigación que por su amplitud o extensión no se ajustan bien al formato de artículos dentro de la revista Menga. Estos trabajos son obras colectivas o individuales que tratan de cualesquiera de los temas incluidos en el campo de conocimiento que la revista Menga abarca. La serie Menga Monografías está abierta a trabajos inéditos y no presentados para publicación en otras editoriales o medios de comunicación académicos o científicos. Todos los manuscritos originales recibidos serán sometidos a un proceso de evaluación externa y anónima por pares como paso previo a su aceptación para publicación.

Menga Monographs is published by the Dolmens of Antequera Archaeological Site (the Andalusian Regional Government Ministry of Culture). Its aim is the international dissemination of quality scientific research into Andalusian Prehistory. To this end, the journal is published in Spanish and English. The series Menga Monographs publishes research works that because of their amplitude or extension do no fit well within the scientific paper format. These monographs may be individual or collective works dealing with any of the themes covered within Menga’s field of knowledge.

Menga Monographs is open to original and unpublished works that have not been submitted for publication to other publishers. All original manuscripts will be submitted to an external and anonymous peer-review process before being accepted for publication.

En esta página: Crátera de la Cámara funeraria de la necrópolis de Piquía (Arjona. Jaén).


MENGA M04 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Año 9 // Número 04 // 2019

CONTENIDOS/CONTENTS 11

PRESENTACIÓN: ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. EXPERIMENTACIÓN Y ETNOARQUEOLOGÍA CERÁMICA Juan Jesús Padilla Fernández y Eva Alarcón García

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¡HAY ALGO EXTRAÑO! OBJETOS ESTRATÉGICOS Y COMUNICACIÓN Pierre Lemonnier

29 1. ETNOARQUEOLOGÍA EXPERIMENTACIÓN ¿CONEXIÓN DIRECTA CON EL PASADO 31

1.1. Does the Ethnoarchaeology have a future beyond the analogy? Antonio Marques Da Silva

43

1.2. La lógica social de la cerámica. Un ejemplo Etnoarqueológico Alfredo González Ruibal

59

1.3. Práctica técnica y práctica social en la producción cerámica del centro de chile Jaume García Rosselló

77

2. ARQUEOLOGIA-ETNOLOGIA Y ETNOGRAFIA. ARQUEOLOGÍA, ETNOLOGÍA Y ETNOGRAFÍA ¡CONSTRUYAMOS CATEGORÍAS DE IDENTIDAD!

79

2.1. Etnoarqueología y estrategias de aprendizaje en la cerámica prehistórica Margarita Sánchez Romero

85

2.2. Ver y usar cerámicas en la edad del hierro: (re)pensando ecologías domésticas y funerarias Gonzalo Ruíz Zapatero

91

2.3. Cerámicas a peine y edad del hierro: una contribución a la etnicidad pretérita Jesús R. Álvarez Sanchís

101

2.4. Construyendo categorías de identidad desde el registro funerario Carmen Rísquez Cuenca

113 3. APROXIMACIONES DIRECTAS AL TRABAJO DE CAMPO 115

3.1. Homogeneidad tecnológica y redes de aprendizaje: aproximación Etnoarqueológica desde la producción de cerámica konkomba (Ne Ghana) David Javaloyas Molina, Daniel Albero Santacreu, Jaime García Roselló, Manuel Calvo Trías


Algo más que galbos y cacharros. Etnoarqueología y experimentación cerámica Something more than galbos and pots. Ethnoarchaeology and ceramic experimentation

133

3.2. Lowland-highland interactions in SW Ethiopia. Mursi pottery and Aari markets Juan Salazar Bonet, Timothy Clack, Marcus Brittain

145

3.3. Function, use and discard vs. typology: Neolithic pottery reexamined Jasna Vuković

155

3.4. Neolithic and metal age anthropomorphic and zoomorphic pots from Mediterranean contexts. Case studies, sociological approach and degree pf persistence in recent societies Johanna Recchia-Quiniou, Kewin Peche-Quilichini and Ghjasippina Giannesini

179

3.5. Reflejo social del contenido cerámico de dos estructuras tumulares en el noroeste de la Península Ibérica a áspera (Bóveda, Lugo) Juan A. Cano Pan y Diego Piay Augusto

203

3.6. Interacciones entre cerámica, arte “celta” y sociedad: una aproximación a la cerámica estampillada de Bretaña Gadea Cabanillas de la Torre

217

3.7. Algo más que un taller cerámico de la ii edad del hierro: el alfar de las cogotas (Cardeñosa, Ávila) Juan Jesús Padilla Fernández, Gonzalo Ruiz Zapatero, Jesús R. Álvarez Sanchís

233

3.8. Las producciones de Solunto y las relaciones con los centros indígenas Chiara Daniele

239

3.9. Las pesas de telar romanas de Isturgi (Los Villares de Andújar, Jaén) Manuel Moreno Alcaide, Begoña Serrano Arnáez, Ismael Macías Fernández

253

3.10. La cerámica común bética producida en el alfar de los Villares de Andújar (Jaén) María Victoria Peinado Espinosa

265

3.11. El yacimiento ibérico del ruedo (Escóznar, Íllora) (Granada-España). Obtención de materias primas en época prerromana María Isabel Mancilla Cabello, Julio Miguel Román Punzón y Montserrat Talavera Román

279

3.12. Nuevas perspectivas de los estudios sobre cerámica bajomedieval en el sureste peninsular: los ajuares cerámicos de la judería medieval del castillo de Lorca José Ángel González Ballesteros

289

3.13. Evolución crono-tipológica de las formas de iluminación en Tavira (Portugal) Sandra Cavaco y Jaquelina Covaneiro


CONTENIDOS/CONTENTS 302 4. TIPOLOGÍAS NUEVAS METODOLOGÍAS APLICADAS A LOS ESTUDIOS CERAMOLÓGICOS 305

4.1. Potters and farmers: the emergence of the first pottery productions in the mediterranean corridor (6th millennium cal. BC) Laure Salanova

317

4.2. Las técnicas de decoración en cerámica en el yacimiento de Tell Halula (Valle Éufrates, Siria) en el VII milenio cal BC. Aportación del método experimental Adonis Wardeh, Anna Gómez, Teresa Capella, Laia López, Pau Alberch y Miquel Molist

329 4.3. Experimental reconstruction of a Neolithic oven from the site of Vinča (Belgrade, Serbia) Ana Đuričić 339

4.4. L’Incoronata (southern Italy): ceramics productions and identities in a VIIth century BC Greekindigenous pottery workshop. Beyond the differences Clément Bellamy y Mathilde Villete

359

4.5. Entre el gris y el rojo: la arqueología experimental aplicada a la cerámica ibérica Ramón Cardona Colell, Josep Pou Vallès, Noelia Calduch Cobos, Borja Gil Limón, José Miguel Gallego Cañamero y Laia Castillo Cerezuela

377

4.6. Etnoarqueologia de la cerámica en el M’édéïna (El Kef, Túnez) Rafel Jornet, Rafel Jornet, Natàlia Alonso, Francisco José Cantero y Eva Miguel

395

4.7. Caracterización térmica de las cerámicas ibéricas de Alarcos David Guirao Polo, Rosario García, David Rodríguez, Anselmo Acosta y Javier Morales

413

4.8. Black-glazed and common pottery of Pontecagnano (Italy) between typological series and archaeometric analysis Ángela Maria De Feo

425

4.9. What’s in the pot? Relations between form and function in common ware from Nora (province of Cagliari-southern Sardinia) Cristina Nervi

439

4.10. Estudio arqueométrico de las materias primas utilizadas en la elaboración de materiales cerámicos de los yacimientos de los castros de lastra y la hoya (Álava) y Santiagomendi (Guipúzcoa) Judith López De Heredia Martínez de Sabarte, Juan Félix Conde Moreno, Fernando Agua Martínez y Manuel García Heras

453

4.11. La tecnología cerámica en ítems no contenedores: las teselas de los mosaicos de la villa romana de los vergeles (Granada) Alberto Dorado Alejos y Purificación Marín Díaz

469

4.12. Una aproximación a las tipologías de cerámica asturiana entre los siglos XVI Y XVII Miguel Busto Zapico, José Avelino Gutiérrez González y Rogelio Estrada García


481

4.13. EVE 2.0: una revisión y adaptación de un método para el estudio cerámico Miguel Busto Zapico y Manuel Jesús Linares Losa

493

4.14. Space, shape and recipe. Analysis of cultural change between the late antique and the early medieval period in the area of Granada in light of the pottery of the excavation of the faculty of economics in Granada (2011-2012) Julio M. Román Punzón y José Cristóbal Carvajal López

509 4.15. Reconstrucción 3d y realidad virtual: las nuevas tecnologías en la reconstrucción de cerámica arqueológica Álvaro Sánchez Climent 517

4.16. Examining the technology of calcite tempered cooking vessels in the central and western balkans Richard Carlton y Biljana Djordjević

527

4.17. Una arqueóloga pionera en los estudios cerámicos y creación de una ceramoteca en México: Florencia Müller, Sara Carolina Corona Lozada, Paola González Montero y Aurora Egmont Sánchez Pacheco

537

4.18. Pottery as a Didactic Resource for the Patrimonial Education in Primary Upbringing Antonia García Luque

549

4.19. Overcoming obstacles: the ceramic record of handicapped people Aixa Solange Vidal Piñeiro

557

4.20. Shaping the past: art and archaeology/archaeology and art Sara Navarro

567

4.21. La cerámica a través de las artes plásticas Manuel Jesús Linares Losa1 y Laura Martín Ramos

585

4.22. The rabbit and the cut snail shell: two examples of Olmec iconography in formative vessels from central highland Mexico Patricia Ochoa Castillo y Hugo Herrera Torres

599 5. EL SABER DE UN TRABAJO MILENARIO. LA TRADICION POPULAR COMO PUENTE TECNICO CON EL PASADO 601

5.1. Investigaciones Etnoarqueológicas de las tradiciones tecnológicas cerámicas en Europa y sus orígenes Biljana Djordjević

615

5.2. Modelando sonidos: instrumentos musicales de barro en los museos españoles. una aproximación desde la Etnoarqueología, Etnomusicología y la Arqueología Experimental Carlos García Benito, Raquel Jiménez Pasalodos y Juan Jesús Padilla Fernández

637

5.3. La tradición cerámica en Cácela (Vila real de Santo António, Portugal). una aproximación desde los vestigios arqueológicos, fuentes históricas y memorias orales Catarina Oliveira, Nuno Inácio, Cristina Garcia, Patrícia Dores y Miguel Godinho



Algo más que galbos y cacharros. Etnoarqueología y experimentación cerámica Something more than galbos and pots. Ethnoarchaeology and ceramic experimentation Eva Alarcón García, Juan Jesús Padilla Fernández, Luis Arboledas Martínez y Linda Chapon


MENGA M04 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Año 9 // Número 04 // 2019

DIRECTOR/DIRECTOR Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) EDITORES/EDITORS Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) Eduardo García Alfonso (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) SECRETARIA TÉCNICA/TECHNICAL SECRETARY María del Carmen Andújar Gallego (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Victoria Eugenia Pérez Nebreda (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) CONSEJO EDITORIAL/EDITORIAL BOARD Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) María Dolores Camalich Massieu (Universidad de La Laguna) Eduardo García Alfonso (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) Leonardo García Sanjuán (Universidad de Sevilla) Francisca Hornos Mata (Museo de Jaén) Víctor Jiménez Jaimez (Universidad de Southampton) José Enrique Márquez Romero (Universidad de Málaga) Dimas Martín Socas (Universidad de La Laguna) Ana Dolores Navarro Ortega (Museo Arqueológico de Sevilla) Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Arturo Ruiz Rodríguez (Universidad de Jaén) Carlos Odriozola Lloret (Universidad de Sevilla) María Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén) Margarita Sánchez Romero (Universidad de Granada) CONSEJO ASESOR/ADVISORY BOARD Xavier Aquilué Abadias (Museu d´Arqueologia de Catalunya) Ana Margarida Arruda (Universidade de Lisboa) Rodrigo de Balbín Behrmann (Universidad de Alcalá de Henares) Juan Antonio Barceló Álvarez (Universitat Autònoma de Barcelona) María Belén Deamos (Universidad de Sevilla) Juan Pedro Bellón Ruiz (Universidad de Jaén) Joan Bernabeu Aubán (Universitat de València) Massimo Botto (Consiglio Nazionale delle Ricerche, Roma) Primitiva Bueno Ramírez (Universidad de Alcalá de Henares) Jane E. Buikstra (Arizona State University) Teresa Chapa Brunet (Universidad Complutense de Madrid) Robert Chapman (University of Reading) Miguel Cortés Sánchez (Universidad de Sevilla) Felipe Criado Boado (Consejo Superior de Investigaciones

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

Científicas, Santiago de Compostela) José Antonio Esquivel Guerrero (Universidad de Granada) Silvia Fernández Cacho (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico) Román Fernández-Baca Casares (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico) Alfredo González Ruibal (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela) Almudena Hernando Gonzalo (Universidad Complutense de Madrid) Isabel Izquierdo Peraile (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España) Sylvia Jiménez-Brobeil (Universidad de Granada) Michael Kunst (Deutsches Archäologisches Institut, Madrid) Katina Lillios (University of Iowa) José Luis López Castro (Universidad de Almería) Martí Mas Cornellà (Universidad Nacional de Educación a Distancia) Fernando Molina González (Universidad de Granada) Ignacio Montero Ruiz (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) Arturo Morales Muñiz (Universidad Autónoma de Madrid) María Morente del Monte (Museo de Málaga) Leonor Peña Chocarro (Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma. CSIC) Raquel Piqué Huerta (Universitat Autònoma de Barcelona) José Ramos Muñoz (Universidad de Cádiz) Charlotte Roberts (University of Durham) Ignacio Rodríguez Temiño (Conjunto Arqueológico de Carmona) Robert Sala Ramos (Universitat Rovira i Virgili) Alberto Sánchez Vizcaíno (Universidad de Jaén) Stephanie Thiebault (Centre Nationale de Recherche Scientifique, París) Ignacio de la Torre Sáinz (Institute of Archaeology, University College London) Juan Manuel Vicent García (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) David Wheatley (University of Southampton) Joao Zilhão (Universitat de Barcelona) AUTORES/AUTHORS Juan Alonso de la Sierra, María Dolores Baena Alcántara , José Beltrán Fortes, Jesús Bermúdez López, Manuel Camacho Moreno, María Luisa García Ortega, Rosalía González Rodríguez, José Ramón López Rodríguez, Rafael Maura Mijares, Ángel Muñoz Vicente, Ana D. Navarro Ortega, Diego Oliva Alonso, Ignacio Rodríguez Temiño, José Ildefonso Ruiz Cecilia, Concha San Martín Montilla e Isidro Toro Moyano.


EDICIÓN/PUBLISHED BY JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura

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PRODUCCIÓN/PRODUCTION Agencia Andaluza de Instituciones Culturales Gerencia de Instituciones Patrimoniales Manuela Pliego Sánchez Eva González Lezcano

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DISEÑO/DESIGN

• No Derivative Works. You may not alter, transform, or build upon this work.

Carmen Jiménez del Rosal MAQUETACIÓN/COMPOSITION Francisco José Romero Romero (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales)

ISBN 978-84-9959-315-9 ISSN 2174-9299

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PRESENTACIÓN ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. EXPERIMENTACIÓN Y ETNOARQUEOLOGÍA CERÁMICA Juan Jesús Padilla Fernández y Eva Alarcón García

La disciplina etnoarqueológica continúa siendo una gran desconocida dentro del ámbito académico peninsular ibérico. La arqueología sigue girando en torno a propuestas y planteamientos que a menudo, poco o nada tiene que ver con lo social, centrando un esfuerzo capital en construcciones morfo-tipológicas, secuencias cronológicas o láminas decorativas frías y carentes de significado. Las producciones cerámicas, aún más si cabe, siempre han girado en torno a ideas estancas, ceñidas a características formales y estilísticas, sin afrontar el verdadero papel que estos elementos han jugado dentro de las comunidades humanas a lo largo de nuestra (pre) historia. No obstante, cada vez son más los proyectos de investigación que intentan explorar nuevas dimensiones, enfrentándose a la cultura material desde puntos de vista alternativos. Estos cambios en la manera de concebir el registro han venido dados gracias a la introducción de ciertos planteamientos teóricos, bastante comunes en el espacio científico europeo y americano, que enfatizan en la obligatoriedad de indagar en el cariz antropológico del objeto en sí. Desde finales de los años 90 y comienzos del siglo XXI, el concepto de Etnoarqueología empieza a tener significado propio en España, determinándose incluso una heterogeneidad en cuanto a disposiciones y alineaciones concretas de trabajo (González Ruibal, 2003; Briz i Godino, 2006). Una gran riqueza, que a pesar de ser considerada todavía como rareza a nivel nacional, comienza a despertar un gran interés en círculos internacionales. El Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, comprometido precisamente con esta necesidad de generar debate y consolidar enfoques interpretativos múltiples dentro de nuestras fronteras, decidió abordar la celebración de un Congreso Internacional sobre conjuntos cerámicos que girara en torno a dos términos: Etnoarqueología y Experimentación. Una iniciativa, llevada a cabo en marzo de 2013, que marcó un antes y un después en el entendimiento de la materialidad cerámica como un producto directo de la objetivación social, y que sirvió como precedente del volumen monográfico que aquí presentamos. Éste, trata de dejar a un lado aquellas posturas teórico-metodológicas de la Arqueología Historicista y tradicional, orientadas por su preponderante interés en el desarrollo de visiones tipológicas y de “fósil-director”, para enfatizar

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JOSÉ BELTRÁN FORTES Y JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RODRÍGUEZ

en el deber de observar los restos cerámicos desde ángulos diferentes. Las contribuciones recogidas en él, todas ellas circunscritas a marcos temporales y geográficos diversos, discurren en la interpretación de parcelas del pasado todavía selladas, y relacionadas en su mayoría con aspectos de índole económico, social o simbólico. La búsqueda de respuestas que desvelen, el porqué de la manufactura y uso de la cerámica, así como su desecho y posterior reutilización, marca el hilo conductor de este monográfico, que constantemente trata de redefinir el concepto y método etnoarqueológico. Justamente, una de las dificultades para desarrollar un proyecto de tal calibre es el modo de aproximarnos culturalmente a los recipientes cerámicos. El primer bloque planteado reivindica el empleo de estrategias y herramientas alternativas, al mismo tiempo que aporta pistas para llevar a cabo inferencias arqueológicas a través de un examen sistemático de la vida del objeto. Conceptos como Cadena Técnico Operativa (CTO) o Lógica Social, desarrollados por Pierre Lemmonier o Alfredo González Ruibal, ayudan a desvelar el potencial que encierran la tecnología y la producción cerámica. ¿Construir categorías de identidad? El paso del tiempo y el cambio sistemático del modo de relacionarse, conlleva la imposibilidad de poder enarbolar un discurso histórico centrado en el sujeto, obviando en la mayoría de los casos patrones que no son afines a nuestro sentido y norma de sociedad. Sin embargo, intervenciones como las efectuadas en esta obra por Gonzalo Ruiz Zapatero, Margarita Sánchez Romero, Carmen Rísquez Cuenca o Jesús Álvarez Sanchís, advierten que no todo está perdido en este sentido. Las producciones cerámicas encierran en sí mismas información privilegiada de quiénes fueron protagonistas de su uso, abriendo la posibilidad de poder descifrar aquellas relaciones intra e intergrupales aún ocultas por el devenir de los siglos. La clave, concebir la disciplina Etnoarqueológica como un todo, en el que experimentación, antropología y contextualización arqueológica, ofrezcan inferencias poco contaminadas por el pensamiento postmoderno. ¿Tecnología?, ¿habitus?, ¿pericia técnica?, ¿status? ¿alfares? La obsesión por la secuencia crono-tipológica de la cultura material cerámica ha propiciado un olvido metódico de aspectos y dinámicas vinculadas con el proceso de producción. El estudio de espacios o modos y variables tecnológicas, nos ayuda a reforzar

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

la idea de que, conducta y materialidad están estrechamente conectadas. Numerosos trabajos agrupados en el tercer bloque y concernientes a prácticas alfareras, ya sean éstas contemporáneas (Javaloyas et al.,; Salazar et al.,), o no (Rechia et al.,; Padilla et al.,), manifiestan la utilidad de hacer etnoarqueología y de considerar la cadena técnica cerámica como una fuente de documentación social excepcional. ¿Experimentación?, ¿Arqueometría?, ¿Nuevas Tecnologías? La investigación arqueológica del s. XXI rompe moldes y comienza a plantearse interrogantes que parecían impensables hace tan sólo unos años atrás. La concepción de nuevos paradigmas teóricos que enarbolan la importancia de estudiar a personas, en detrimento de piezas únicas, ha favorecido la aplicación de métodos y técnicas de análisis cerámicos acordes a la revolución tecnológica de nuestro tiempo y naturales de áreas del conocimiento ajenas como la química. El concepto de Etnoarqueología es sinónimo del concepto de multidisciplinariedad, una realidad de la que tenemos numerosos ejemplos en este corpus (Djuricic; Salanova; López de Heredia et al.), y que marca el camino a seguir de cara al futuro del método histórico. ¿Tradición?, ¿Etnografía?, ¿Saber Popular? La arcilla forma parte de la esencia del Ser Humano. La explotación y manufactura de este mineral aparece atestiguada desde hace más de 10.000 años (Cooper, 2000). Actividad que por fortuna, y a través de diferentes manifestaciones, pervive actualmente en sociedades pre-industriales y poco afectadas por el régimen globalizador. Huyendo, eso sí, de planteamientos procesualistas vinculados con la aplicación prioritaria de la analogía directa, la puesta en marcha de una óptica etnoarqueológica precisa el conocimiento de diferentes tradiciones tecnológicas cerámicas, hayan éstas desaparecido o no, con la finalidad de crear puentes que permitan la consecución de respuestas alternativas para interrogantes asumidos como resueltos. Contribuciones recogidas en la última sección de este volumen (Djorjevic y García Benito et al.,) plasman, además, uno de los retos de futuro a conseguir por parte de aquellos que deciden ejecutar proyectos de Etnoarqueología; velar y proteger la enorme diversidad cultural cerámica existente a día de hoy en el ámbito global. En definitiva, este monográfico pretende por un lado, servir de marco de referencia para adentrarse en la contestación y redefinición de categorías sociales


LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS DE ANDALUCÍA: MUSEOS ARQUEOLÓGICOS Y CONJUNTOS MONUMENTALES Y ARQUEOLÓGICOS. UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA

inexploradas, y por otro, reafirmar el potencial de la Etnoarqueología y la Experimentación Arqueológica como marcos teórico-metodológicos. Objetivos alcanzados sobradamente gracias a los trabajos de enorme calidad que los autores y autoras han presentado y que componen este monográfico. Por último, no queremos terminar esta presentación sin reconocer el enorme esfuerzo que muchas personas invirtieron para su celebración, entre ellas queremos destacar a Luis Arboledas Martínez, Linda Chapon, Gonzalo Aranda Jiménez, Margarita Sánchez Romero, Francisco Contreras Cortés y por supuesto a todos y cada uno de los becarios del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR que brindaron su apoyo, cariño y buen hacer desinteresadamente convirtiendo el II Congreso Internacional sobre estudios cerámicos: Experimentación y Etnoarqueología, más allá de la analogía, en un referente. Tampoco

queremos pasar esta oportunidad sin agradecer la ayuda económica prestada por parte de la Diputación Provincial de Granada, a la Facultad de Filosofía y Letras de la UGR, al Vicerrectorado de Investigación y Transferencia y por supuesto a la Universidad de Granada sin la cual hubiera sido imposible desarrollar esta aventura. A todos y todas, Gracias.

BIBLIOGRAFÍA COOPER, E. (2000): 10.000 years of Pottery. Londres. The British Museum Press. GONZÁLEZ RUIBAL, A. (2003): La experiencia del otro, una introducción a la etnoarqueología. Madrid. Akal. BRIZ I GODINO, I. (2006): “Etnoarqueología de la Prehistoria: Más allá de la analogía”, Treballs d´Etnoarqueología, 6. Departament d´Arqueologia i Antropologia. Institució Milà i Fontanals. CSIC.

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 04. 2018. ISBN 978-84-9959-315-9. ISSN 2174-9299

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Hornos para elaborar pan de sal. Grupo Baruya-Anga. PapĂşa-Nueva Guinea.


¡HAY ALGO EXTRAÑO! OBJETOS ESTRATÉGICOS Y COMUNICACIÓN THERE IS SOMETHING STRANGE! STRATEGIC OBJECTS AND COMMUNICATION Pierre Lemonnier1

Resumen

Abstract

La tecnología cultural renovada se mantiene fiel al programa del Sr. Mauss: reflejar la variedad histórica, social y cultural de las herramientas. Sin embargo, hoy también podemos sacar a la luz el papel que tienen los objetos en la comunicación no verbal, así como su importancia en reflejar valores y tensiones propias, que definen a una organización social y una cultura determinada. En estos objetos, que a menudo suelen no mostrar decoración alguna, no se hace necesaria la necesidad de descifrar un estilo, ornamentación o forma concretos. Es la manera en que están mecánicamente dispuestos, producidos y utilizados, la que, por su propia materialidad, recuerda diversos aspectos de la realidad social. Al permitir la convergencia de estas evocaciones, los objetos “dicen”, sin palabras, aspectos esenciales de una forma de vivir juntos y de compartir modos de vida.

The renovated cultural technology stays true to Mr. Mauss program: it reflects the historical, social and cultural variety of tools. However, it now reveals the role of objects until now unsuspected in the nonverbal communication of values and tensions that are central to a given social organization and culture. On these objects, which are often remarkably undecorated, it is not necessary to decipher a style, a form or a decoration. It is the manner how they are mechanically arranged, produced and used that allows, through its own materiality, to evoke different aspects of the social reality. By allowing the convergence of these evocations, these objects “tell”, without words, essential aspects of a way of living together and sharing this lifestyle.

Palabras clave: Tecnología Cultural, Comunicación No Verbal, Resonador, Perisología, Nueva Guinea.

Keywords: Cultural Technology, Non-Verbal Communication, Resonator, Périssologie, New Guinea.

1 CNRS, Aix-Marseille Université. [ pierre.lemonnier@univ-amu.fr ]

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 04. 2018. PP. 15-27. ISBN 978-84-9959-315-9. ISSN 2174-9299 // ¡HAY ALGO EXTRAÑO! OBJETOS ESTRATÉGICOS Y COMUNICACIÓN

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PIERRE LEMONNIER

1. INTRODUCCIÓN Los baruya-angas de Papúa-Nueva Guinea producen unos objetos muy particulares -nos panes de sal envueltos que se utilizan como “moneda”- y para ello utilizan grandes hornos, literalmente esculpidos en una materia semisólida y húmeda compuesta de la ceniza lavada de una planta de la que se extrae una salmuera artificial por medio de la evaporación (Lám. 1 y 2). Los gestos del experto que construye o reconstruye los alvéolos del horno en los cuales se cristaliza la sal, así como el horno en sí mismo, evocan la producción alfarera (Lám.3). Es curioso que ni la “moneda de sal” (Godelier, 1969) ni la tecnología utilizada para su producción tienen parangón en el mundo (Lemonnier, 1984) y su origen (¿préstamo, invento?) sigue siendo un misterio. Sin embargo, su “anomalía” debe relacionarse con el papel esencial que cumplen estos panes de sal para quienes los producen y utilizan: en el comercio intertribal, en los procesos de compensación por muertes, en la vida ritual, en las jerarquías sociales (la sal es producida por especialistas), en las relaciones de género (la sal es asimilada con el esperma y su producción implica abstinencia sexual), en la posesión de tierras (no todo el mundo posee suficiente terreno plano para el cultivo por irrigación del Coïx gigantea), etc.

2. DE REGRESO A UN OBJETO ETNOGRÁFICO FAMOSO Por supuesto, el investigador que, partiendo de los restos materiales del pan o de los hornos de sal, asignara a estos panes un papel significativo dentro de los “intercambios” o en el “ritual”, no estaría equivocado. Sin embargo, pasaría por alto la principal función de este objeto, es decir, su facultad -debido a la materialidad del proceso de producción- de combinar en sí mismo diversos elementos de la realidad social. Este aspecto hace que el objeto en cuestión sea un “detonador” -un término que retomaré luego- que evoca de forma no verbal una serie de tensiones presentes en el corazón de la vida cotidiana de los baruyas. A excepción de los ankaves, todos los angas producen sal vegetal (generalmente a partir de Impatiens), pero solo los baruyas han desarrollado el cultivo de Coïx gigantea por irrigación (gracias al agua procedente de vertientes ricas en sales minerales que genera la actividad volcánica del monte Yelia1) en las grandes extensiones llanas de los valles de Marawaka y Wonenara, tierras obtenidas entre el siglo XVIII y los comienzos del siglo XX. Como indicó Godelier, estos panes de sal funcionaban como medio de intercambio en todo tipo de transacciones

Lám. 1. Panes de sal envueltos y usados por el grupo Baruya Anga como “moneda”.

1 Según Weller (2007), las fuentes sulfúricas que alimentan los campos de sal juegan un papel fundamental en la calidad del producto final.

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA


¡HAY ALGO EXTRAÑO! OBJETOS ESTRATÉGICOS Y COMUNICACIÓN

Lám. 2. Hornos para elaborar pan de sal. Grupo Baruya-Anga. Papúa-Nueva Guinea.

Lám. 3. Construyendo un horno de pan de sal. Grupo Baruya-Anga. Papúa-Nueva Guinea.

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(con el fin de obtener piedras para azuelas, capas de corteza batida, vestimentas, etc.). Un aspecto esencial es que la moneda de sal también servía como medio de compensación para la vida humana, pero únicamente en el marco de las vendettas, nunca en el de los conflictos inter-tribales2. Por definición, un objeto utilizado para compensar pérdidas del conjunto de los combatientes debe ser producido por las dos partes implicadas (Lemonnier, 1993: 147-149). Los enemigos de los baruyas no producen sal y no pueden, por tanto, aceptar la “moneda de sal” como medio para compensar una vida humana. Como los baruyas forman asimismo parte de ciertas sociedades de Nueva Guinea que no utilizan el cerdo doméstico como medio de compensación de vidas humanas, estaban simplemente desprovistos de medios para acordar la paz (Lemonnier, 1990). Puede parecer simplista relacionar la ausencia de un medio para hacer las paces con un ethos guerrero pero, de hecho, la guerra era una situación permanente entre los baruyas y sus vecinos. La paz solo era un estado transitorio y concebido como tal. La guerra era omnipresente, y la vida colectiva estaba regida por la compleja maquinaria de las iniciaciones masculinas (realizadas cada tres o cuatro años), que eran (y siguen siendo, ya que las últimas se celebraron en la Navidad de 2012) ceremonias explícitamente destinadas a “producir” guerreros. Estas ceremonias, que tenían por objetivo el incremento y renacimiento de los novicios para transformarlos en hombres fuertes y sin miedo3, se caracterizaban en el pasado por prácticas homosexuales ritualizadas, durante las cuales los novicios absorbían el esperma de sus mayores (Godelier, 1982). Para los baruya, en efecto, el esperma es lo que da vigor a un hombre pero el cuerpo masculino no es el que produce esta sustancia. Contiene, sin embargo, un receptáculo de líquido seminal que debe ser constantemente rellenado para contrarrestar la depleción que sobreviene en cada acto sexual. Una vez casados, los hombres baruya ya no ingieren esperma, pero absorben diversos sustitutos de esta substancia corporal. La sal es una de las sustancias que los jóvenes deben consumir para convertirse en adultos fuertes y sin miedo, así como en hombres llenos de esperma,

asegurando a la vez su vigor y su papel fundamental en la concepción de los hijos (ya que, según los baruyas, la madre no es más que un receptáculo para el feto, que solo crece gracias al esperma del padre). Finalmente, la forma misma en que las barras de sal se forman en los alveolos del horno a través de depósitos sucesivos de capas de cristales sólidos no hace sino recordar la acumulación por etapas del esperma en el cuerpo de los hombres durante los largos años de estancia en la casa de los hombres. A fin de cuentas, la sal vegetal de los baruyas, que es producida y ritualizada por los hombres, se presenta como un esperma solidificado (Mimica, 1981: 63-65). Es un producto altamente ambiguo, ya que si bien es portador de vida, como se acaba de indicar, también es un veneno mortal cuando es ingerido en altas dosis (se trata esencialmente de cloruro potásico), utilizado, al parecer, por las mujeres para suicidarse. Sobre todo, concentra y evoca al mismo tiempo la fuerza y la debilidad de los hombres -que deben buscar constantemente una fuente de esperma- y la imposibilidad de hacer la paz que hunde (hundía) a los baruyas en un universo donde la guerra era el estado normal de las relaciones entre grupos, y donde la creación de guerreros en las iniciaciones dominaba la vida individual y colectiva. La sal de los baruyas no es solamente un producto de intercambio ni tampoco únicamente una sustancia ritual, porque está claramente presente en los intercambios y en los rituales y en las jerarquías sociales, y en las relaciones entre hombres y mujeres, y en las relaciones entre los grupos, etc. Debido a ello, un objeto como este debería llamarnos la atención. Es a través de la manipulación de este objeto que la sociedad entera se revela a sí misma las representaciones y contradicciones sobreentendidas en numerosas prácticas, así como la vida cotidiana dominada por la amenaza de un ataque sorpresa de los enemigos y su consecuente dependencia de robustos y valientes guerreros. Basta con advertir que se trata de un objeto sobre el cual no hay nada que descifrar (en términos de forma, decoración), pero no por ello deja de ser parte de un dispositivo de comunicación apto para evaluar el cambio de visiones producido en las últimas décadas en cuanto al estudio de la cultura material.

2 Mis informaciones al respecto son diferentes de las recogidas por M. Godelier (1969). Nuestro amigo en común, Kumain Nunguyé es taxativo al respecto: las barras de sal no se utilizaban en los procesos de paz entre grupos. 3 Se copiaba la maternidad femenina, pero denigrando los poderes femeninos.

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Recordemos que en las décadas de 1960 a 1980 la sal baruya se consideraba una “moneda” extraordinaria de cambio, precisamente bien conocida en una Antropología económica centrada en el tiempo de trabajo implicado en su producción o su valor en todo tipo de intercambios. Ahora bien, queremos demostrar ahora que este artefacto es además el soporte de una comunicación no verbal, fundamental en el acto de compartir un sistema de valores y prácticas. De esta manera, no solo es considerable la reorientación de las investigaciones sino que, además, es justamente hoy en día cuando, conformemente a la propuesta de Mauss (1968 [1934]), se presta realmente atención a las formas de hacer como prácticas culturales significantes. Me propongo, a continuación, recordar el camino recorrido a lo largo de este tiempo en el estudio de la cultura material para luego precisar qué son esos objetos falsamente comunes que he calificado con el burdo término de “resonadores perisológicos”.

3. UNA TECNOLOGÍA CULTURAL RENOVADA La tecnología forma parte de la realidad social, pero se distingue de todas las demás esferas de esta realidad -etiquetadas aquí con todas las comillas que sean necesarias- como “el parentesco”, “lo sagrado”, “lo económico”, “lo político”, etc., por aquello que la define a los ojos de los antropólogos interesados en la propuesta de Mauss, como “la acción sobre la materia”. Sin embargo, de la generalización de todo sistema técnico (o cultural-material o sistema técnico de fuerzas productivas) en el conjunto sociocultural del cual participa, se deriva que la adopción o el rechazo de una técnica o de una manera de actuar sobre la materia en un marco particular (ahondar el tronco de árbol para hacer una piragua, construir una tabla para una casa, cambiar la tuerca de un lavabo, etc.) es el resultado de una elección a menudo inconsciente, en gran parte determinada por consideraciones que no tienen ningún fundamento técnico, es decir, que no tienen nada que ver con la eficacia física de la acción sobre la materia. A partir de esta constatación, podemos adentrarnos en infinidad de debates sobre la naturaleza de las decisiones que involucran a la vez la “eficacia social” y la “eficacia técnica” (Techniques & Culture, 2003) o sobre las trampas del dualismo técnica/social (Latour, 1991; Miller, 2005) y los medios para evitarlas. Pero, sobre todo, debemos tener en cuenta las

preguntas clave de la Antropología de las técnicas: ¿en qué medida un sistema técnico es característico de una sociedad y una época dadas?, y ¿cuál es la relación entre la manera de producir y utilizar materialmente las cosas, y la forma en que conviven y se entiende esta “convivencia”? Además, como veremos luego, es necesario plantearse qué hacen los objetos que las palabras por sí solas no pueden. Como es sabido, es la Tecnología cultural de las décadas de 1970 a 1990 la que ha prestado mayor interés en incorporar el problema de las técnicas en la Antropología, pero tuvo que hacer frente a la dificultar de conjugar a la vez las propuestas de Leroi-Gourhan, del marxismo y del estructuralismo. Los tecnólogos que querían seguir a Mauss explorando el marco de Leroi-Gourhan eran marxistas, pero, por otro lado, la Antropología económica marxista no creía implícitamente en la propuesta de Mauss. Los investigadores de entonces rechazaron, en efecto, el marxismo “vulgar” por miedo de caer en un “tecnicismo” simplista. Según M. Godelier (com. pers. 2014), se quería escapar de fórmulas demasiado directas como “el molino de agua dio origen al feudalismo; la máquina de vapor, al capitalismo”. Debido a ello, en los análisis únicamente se podían citar las relaciones sociales de producción, y específicamente, aquellas que organizaban el uso de las fuerzas productivas. De hecho, las investigaciones se orientaban hacia la productividad de los utensilios o la organización del trabajo, y la tecnología cultural se centró en el estudio de los “efectos” de las técnicas en las relaciones sociales o el “reflejo” de estas últimas en un sistema técnico dado. A pesar de los escritos de Mauss, los objetos nunca se consideraban como productos sociales con pleno derecho, moldeados por las relaciones sociales y de representación. Así, la búsqueda de “correspondencias” entre, por una parte, diversas “estructuras” identificables en una organización social (parentesco, economía, mitología, etc.) y, por otra, algunas regularidades supuestamente “estructurales” que se habrían observado en los esquemas de cadenas operativas o, incluso, en un sistema técnico entero, ha resultado ser solamente un sueño, incluso en mis propias tentativas. En definitiva, la Tecnología cultural -esta rama de la investigación de los objetos y las técnicas que no se olvida de describir y analizar las acciones más físicas- había empezado con mal pie. Es en gran medida como reacción a la lentitud con la cual la Tecnología cultural hacia sus pruebas, perdida en el proceso de decodificar esquemas de cade-

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nas operativas o a reducir la vida social a la simple organización de la producción, que se desarrollan los Material Culture Studies. Sin embargo, orientados como estaban a las formas de consumo (o apropiación de los objetos) y al papel de los objetos en el intercambio y en la producción de valores, esta aproximación más bien anglosajona de la cultura material ignoró completamente -al menos hasta hace muy poco y con muy pocas excepciones- las dimensiones físicas de los objetos y las técnicas, exactamente de la misma manera que la Antropología económica marxista lo había olvidado antes que ella. Las relaciones entre Tecnología cultural y Material Culture Studies son complejas (Coupaye y Douny, 2009), pero es evidente que el trabajo de Appadurai limitó la “vida social de las cosas” a cuestiones vinculadas con la circulación de las mercancías y las “canteras” de objetos, identidad, poder, relaciones de género, controversias, etc. Desde hace unos 15 años, la renovada tecnología cultural ya no intenta “hacer hablar a las estructuras” y entiende que la materialidad no se resume a cuestiones de tiempo invertido en un trabajo o a la productividad de los utensilios. En vez de identificar los efectos de las técnicas sobre otros aspectos de un sistema de pensamientos y de una organización social, o de intentar leer los reflejos de esta última en los diversos elementos de la cultura material, muchos investigadores exploran, a partir de entonces, esta facultad que tienen las cosas materiales por ellas mismas de permitir que los actores piensen la conjunción de los diversos aspectos que constituyen su modo de vida. No se contentan con repetir continuamente la palabra “materiality”, sino que también observan y describen acciones técnicas, precisan los materiales utilizados, la forma en que se vinculan y los principios técnicos detectables en los objetos. Demuestran así mismo que, dada su materialidad, sus características físicas y la manera en que los representamos localmente -y no solamente por su estilo, su decoración o lo que podemos “leer” en ellos al observarlos-, algunos objetos “hacen” algo específico dentro de las relaciones sociales, o más bien, retomando la expresión de A. Weiner (1983), hacen en las relaciones entre los individuos y los grupos, lo que las palabras -o, más bien, las palabras de manera exclusiva- no pueden hacer (Tambiah, 1968). En particular, es evidente que la presencia de acciones sobre la materia en la interfaz de una multiplicidad de ámbitos de la vida humana conduce lógi-

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camente a preguntarse si la materialidad -el hecho de que algo esté ligado a acciones físicas- no asigna a los objetos y a las técnicas un papel especifico en esta interfaz, en esta conjunción de diversos ámbitos como tal, es decir, en el hecho de que estas múltiples esferas de la realidad social sean localmente pensadas y vividas, en un momento dado, como elementos constitutivos de una cultura local. Ese es el caso del objeto que he elegido como primer ejemplo etnográfico.

4. UN TAMBOR QUE NO SOLO “HACE” RUIDO Casi medio siglo después de haber oído hablar del cristianismo, los ankaves-angas de Papúa-Nueva Guinea siguen tocando sus tambores funerarios noche tras noche en las ceremonias llamadas songen, con el propósito de echar para siempre de su mundo a los espíritus de los difuntos recientes (Lám. 4). Estos no van ni al infierno ni al paraíso; van a unirse a otro mundo. El hecho de que los Ankaves-angas sigan celebrando esta ceremonia en el siglo XXI (más de 70 años después de que un europeo pasara por primera vez por su valle) lleva a preguntarse qué son y qué hacen estos tambores. Con forma de reloj de arena y llamados también songen, los tambores tienen una función de embudo psicopompo (hacen pasar los espíritus de los difuntos recientes al mundo de los ombo’). Pero eso no es todo. Su mito de origen incluye la narración de la cadena operativa de su fabricación y los que los golpean giran en un corro sin fin que emula el torbellino que, según la leyenda, genero el primer instrumento al surgir del agua (Lemonnier, 2012). Los ombo’ son quienes han dado a los ankaves los tambores y las ceremonias funerarias. Estos seres invisibles también son conocidos por matar a los seres humanos y devorar sus cadáveres y, según los mitos y las “historias verídicas”, se pueden identificar muchos tíos maternos y primos cruzados matrilineales durante sus reuniones caníbales. Ahora bien, según las teorías locales de la vida, el tío materno comparte su sangre con sus sobrinos y sobrinas, y nada puede compensar ese don de vida. Por ello, para el antropólogo, los ombo’ son monstruos que devoran los cadáveres de sus sobrinos y primos maternos para recuperar la vida que estos no pueden compensar (Lemonnier, 2006). Para los ankaves, tocar estos tambores noche tras noche significa


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Lám. 4. Ankave-Anga tocando tambores funerarios en la ceremonia songen. Papúa-Nueva Guinea.

decir o volver a decir sin palabras una verdad atroz que invade cada día de su vida. En este caso, que la deuda de vida con los familiares maternos es eterna. Mi hipótesis es que este mensaje no verbal resulta de la convergencia de circunstancias y de pensamientos de todo tipo, evocados a través los tambores, para aquellos que los golpean o giran en fila en medio del ruido estrepitoso. A través del pensamiento, de las emociones, de la mirada, del oído y del olfato (¡se puede sentir a veces el olor del cadáver llevado por un ombo’ invisible en el momento del songen!), de los gestos individuales y colectivos, de las deambulaciones y del cansancio, los participantes del ritual evocan los diversos registros con los cuales estos instrumentos sonoros y la ceremonia en sí misma están conectados: las teorías de la concepción que indica que son los parientes maternos los donantes de la vida; la dispersión en el bosque y la vida en los campamentos con el fin de estar protegidos de los ombo’ que merodean; la ambigüedad del comportamiento de los familiares maternos y la generosidad sin esperanza hacia estos; el trabajo de los chamanes que, esencialmente, intentan reparar las entrañas de los enfermos heridos por los ombo’ en su afán por matar a sus víctimas; la transformación de los cadáveres y de las personas para la muerte; la

charca de origen de los tambores y de las ceremonias; las costumbres originarias de los ombo’ (que bailan desmembrándose cuando se reúnen para devorar un cadáver); la elaboración de los tambores y la cadena operativa mítica de su fabricación. Del cansancio, de la repetición de los mismos gestos deambulando durante horas en medio del ruido estrepitoso, y de los infrasonidos resulta una “confusión cognitiva” similar a la que Donald Tuzin (2002) refirió en relación a los objetos de arte y del “modelado de una ilusión” (“crafting of an illusion”). Según este autor, estos objetos constituyen los “canales artísticos de comunicación no verbalizables” (Tuzin, 2002: 2) que “revelan, certifican o crean [....] ideas sobre la existencia que, de otra manera, no podrían expresarse en palabras” (Tuzin, 2002: 17). En conjunto, estas evocaciones, que responden a diversos sistemas de inferencias (Boyer, 2001: 24-294) y pasan por diferentes canales sensoriales, conducen a la creación (sensu Hutchins, 2005) de un mensaje único sobre la terrorífica naturaleza ambigua de los familiares maternos. Durante una ceremonia songen se expresan fragmentos de pensamientos y acciones que se interrelacionan entre sí en una especie de redundancia no superflua -una perisología- donde cada ámbito dice a su manera toda o parte de la historia.

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Una perisología es un pleonasmo útil que consiste en reforzar un mensaje emitiéndolo a través de diversos registros. O bien, si se prefiere, una redundancia asimétrica. De la misma manera que un camión utiliza tres procedimientos físicos para ralentizar (los frenos hidráulicos, los frenos mecánicos y el freno electromagnético), una perisología “dice” a través de diferentes registros cosas emparentadas. En nuestro caso, las diversas esferas de la vida de los ankaves, rememoradas durante los songen, están ligadas de manera perisológica a la naturaleza ambivalente de los parientes maternos o a las costumbres caníbales de los ombo’. La maldad de estos últimos es, por ejemplo, conocida por los mitos y por los estragos observados por los chamanes y por la necesidad de vivir en el bosque a una buena distancia de sus vecinos más cercanos. El peso de la deuda de vida con los parientes maternos y la ambigüedad de estos últimos están igualmente presentes en la vida de los ankaves cuando ofrecen presas a un cuñado para apaciguarlo, pero también cuando los familiares constatan que sus hijos crecen mal o están enfermos (¿es ello el resultado de magia negra efectuada por su tío?) o cuando se recuerda, fortuitamente, que la sangre y la vida de una persona viene de su madre y que el tío materno tiene derecho a pedir por ello una compensación. En cuanto a la vida y las costumbres de los ombos’, son evocados por los tambores fabricados según sus instrucciones (siguiendo el mito del origen de estos objetos), por la necesidad de retirar una tabla de la casa donde se vela un cadáver con el fin de que los chamanes puedan distinguir la vaga silueta de un ombo’ que se acerca, por el torbellino que reproduce el corro de los participantes en un songen, por todos los mitos que cuentan los festines y los bailes de los ombo’, por la manera en que se apoderan de la carne de los cadáveres con varillas… En otras palabras, cada una de estas evocaciones creadas por el juego de los tambores es de orden perisológico. Pero ninguna de estas referencias a diversas esferas de la vida, “dice” el mensaje único que resulta de la convergencia de estas evocaciones, es decir, la contradicción, la tensión que existe para vivir en buenos términos con los familiares maternos de estos niños temiendo, al mismo tiempo, las amenazas que hacen pesar sobre estos, así como el ineludible destino de todos: terminar absorbidos por un colectivo de vientres de ombo’. Aun más, decir que un objeto como un tambor ankave es “polisémico”, significaría no captar todos los procesos cognitivos

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que estos desencadenan cuando en ellos convergen referencias perisológicas de diferentes aspectos de la vida de los ankaves. En vez de hablar de “dispositivo cognitivo basado en una mezcla de perisologías que conducen a la emergencia de un mensaje no verbal”, me he atrevido a usar la expresión “resonador perisológico”. La sal vegetal de los baruyas o los tambores funerarios de los ankaves, cuyo uso es claramente ritual, son resonadores de este tipo. Pero el hecho notable es que algunos objetos, a priori tachados de comunes y cuya función física es evidente, tienen un papel similar en los sistemas de comunicación no verbal.

5. UN NUEVO PAPEL PARA LOS OBJETOS, TANTO RITUALES COMO… “COMUNES” De una altura impresionante y no “funcional”, las barreras takola de los baruyas constituyen una imponente defensa contra los cerdos (Lám. 5). El aspecto de muralla y su robustez resultan de una construcción en la que cooperan 10 ó 15 hombres, y se realiza en el momento de la apertura de un nuevo huerto en el bosque (Lám. 6). Al clavar los postes en el suelo y ensamblar los elementos del dispositivo, los hombres rivalizan en sus esfuerzos físicos explícitamente ostentados como masculinos (un buen nudo de lianas es, por definición, un nudo “como lo saben hacer los hombres”). Los que se ufanan alrededor de una barrera son co-iniciados que se deben mutua asistencia en todo tipo de circunstancias, además de hombres que han intercambiado hermanas como esposas, debido a que la ayuda mutua de los cuñados en la ejecución de ciertos trabajos es una de las exigencias cotidianas de este tipo de intercambio matrimonial. Estas barreras y el momento de su fabricación expresan, pues, de manera no verbal, algunas de las tensiones que recorren los tres pilares de la sociedad y de la cultura baruyas: la asimetría entre hombres y mujeres, las relaciones entre hombres iniciados, y las que se desarrollan entre cuñados. Poniendo nuevamente en juego varios sentidos (la vista, el oído, la percepción de los esfuerzos realizados) y diversos sistemas de inferencia, las barreras takola son resonadores que evocan a la vez el género, el matrimonio, las iniciaciones y el bienestar (Lemonnier, 2012). Su construcción colectiva y su simple apariencia expresan, sin necesidad de palabras, la tensión constante


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Lám. 5. Takolas, para defenderse de los cerdos. Grupo Baruya-Anga. Papúa-Nueva Guinea.

Lám. 6. Construcción colectiva de una takola por parte del grupo Baruya-Anga. Papúa-Nueva Guinea.

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que existe en la vida de los baruyas entre un ideal de cooperación entre los co-iniciados y entre cuñados en todas las circunstancias, y la rivalidad entre los hombres, tanto por el acceso a las mujeres como por la consecución del estatus de “gran hombre” (gran guerrero, gran cazador, gran fabricante de sal), ya que esta categoría no es hereditaria. Dicho de otra manera, son objetos que, de una manera que les es propia en cuanto cosa material, permiten a aquellos que los producen y usan pensar ciertos aspectos fundamentales de su organización social y de los propios sistemas de pensamiento. No es necesario subrayar de qué manera este tipo de análisis difiere de las aproximaciones precedentes hacia los objetos y las técnicas. Hace 30 años, el estudio de una actividad técnica como esta (incluidos mis trabajos) se reducían a cuestiones vinculadas con el tiempo de trabajo invertido y el reparto de las tareas, la posesión de la tierra o la etnobotánica (¿qué especies vegetales se utilizan para los postes y las lianas?). Hoy en día, nos interesamos en la capacidad que poseen los encadenamientos de las acciones materiales y de las lógicas sociales -esta mezcla, este “seamless web” de acciones sobre la materia y de lógicas sociales que van más allá de las “técnicas” (Hughes, 1986)- para “decir” y “reforzar” las relaciones sociales. Se empieza incluso a entender por qué las acciones materiales y los objetos se prestan tan bien a esta fusión que se encuentra en el corazón de los dispositivos de la comunicación no verbal. Dicho de otra manera, si bien la Antropología de la cultura material debe interrogarse sobre el “paquete” (bundle) de cualidades reconocidas en o prestadas a un objeto (Keane, 2006), también debe considerar sobre todo la capacidad de las acciones materiales y de los objetos de reunir varias esferas de la realidad social para decir lo que no puede decirse de otra manera, o lo que las palabras solas no podrían expresar. Lo que de esta manera se demuestra -y que modifica nuestra visión de la cultura material- no es solamente que los objetos evocan a su manera (y, a menudo, en su materia) aspectos preponderantes del orden social y de las representaciones locales; también es posible indicar con precisión la manera en que estos diferentes aspectos de la vida social, de las prácticas y del imaginario de un grupo humano se reencuentran en estos objetos. El resultado de estas aproximaciones que rinden cuenta de la espe-

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cificidad de acciones sobre la materia en un grupo humano dado son espectaculares, ya que aportan con precisión datos sobre las organizaciones sociales y los sistemas de pensamiento que son imposibles de poner en evidencia de otra manera y conciernen a la forma en que los miembros del grupo comparten un modo de vivir juntos y un conjunto de prácticas e ideas: es decir, una de las cuestiones clave de toda Antropología. Al respecto, es importante precisar que los tambores ankave, la sal o las barreras baruyas y los comportamientos materiales asociados no son importantes –o, en todo caso, no son solamente importantes- por las relaciones sociales que su producción, posesión, circulación o uso evocan o determinan. En cuanto a su lugar en las relaciones sociales, la cultura y los sistemas de pensamiento locales, no responden a cuestiones de identidad, ni de interpretación de mensajes, estatus, o, por el contrario, a controversias en cuanto a esa legitimidad, estatus, identidad o jerarquía social, o a la dominación de la voluntad del otro, la apreciación de obras de arte, etc. O sea, nos encontramos realmente frente un rol de los objetos que no entra en ninguna de las categorías analíticas habitualmente aplicadas a ellos. Los trabajos más recientes surgidos de una Tecnología cultural renovada (los que han sido rápidamente expuestos aquí, además de los de Coupaye, 2013; Damon, 2008; McKenzie, 1991 y Revolon, 2012) focalizan el estudio de la materialidad en sus procesos analíticos. En el caso de los tambores ankaves, es al efectuar ciertas acciones sobre la materia -es decir, caminar y golpear los tambores, pero también agotarse hasta el cansancio- que los participantes en el ritual evocan también los diversos registros a los cuales reemiten los instrumentos sonoros y la ceremonia en curso. Así mismo, en la construcción de las barreras takola, lo que está en el corazón de la descripción y del análisis es un ensamblaje mecánico de tablas, la fuerza con la cual se clavan los postes en el suelo, el esfuerzo de los hombres para anudar las lianas. Dicho de otra manera, ya no se invoca la materialidad como si se tratara de una palabra mágica con valor explicativo en sí misma; por el contrario, hoy sabemos reflejar cómo y por qué interviene en el acto de compartir un sistema de prácticas y pensamientos. Al mismo tiempo, estas investigaciones recientes eliminan la oposición entre “hacer” y “significar”. En el caso de las prácticas rituales -contrariamente a lo que


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nos han enseñado décadas de práctica etnológica que contraponía el rito a la técnica- se demuestra en casos etnográficos concretos que lo que hay que entender es una fusión de mitos, ritos y actividades técnicas. Para los ankaves, tocar el tambor, fabricarlo, moverse al son de los tambores implica interrelacionar acciones materiales con mitos y ritos. Lo que ocurre en las ceremonias songen (y lo que hay que entender en conjunto para los ankaves) se encuentra en el seno de esta mezcla indivisible de mito, rito y acciones materiales que expresan, en gran medida de una forma no verbal, un nudo de relaciones que surgen de esferas muy diversas de la vida social. Las fronteras sub-disciplinarias se borran por segunda vez con el ejemplo de las barreras baruyas, que demuestran que la activación de un sentido múltiple en términos de arte y de acción ritual (Leach, 1976: 41; Tambiah, 1985: 128; Tuzin, 2002) y, a mayor escala, el modo de comunicación no verbal sobre la cual he llamado la atención, no se limitan en absoluto a los objetos “rituales”. Si mi hipótesis es válida, los objetos rituales o religiosos se convertirían en un caso particular de uso físico de cosas para reforzar y compartir un sistema de pensamientos y una manera de vivir juntos. Como última observación, aunque no menos importante: lo que he descrito no puede reducirse a un análisis simbólico que se contenta con descifrar y distinguir símbolos, íconos o índices. Los tipos de signos identificados por Pierce intervienen en las diversas perisologías evocadas por los objetos, pero la comunicación no verbal que interviene con la creación de un mensaje único no es de orden simbólico. Seguramente, un tambor ankave en forma de reloj de arena es un tipo de representación icónica de un doble embudo que une el mundo de los vivos al de los ombo’, y el torbellino reproducido por el corro de los bailarines es otro embudo. Pero ni los tambores ni la ronda “simbolizan” las relaciones que evocan in fine, es decir, el origen materno de la sangre y de la vida, la imposible deuda de vida y el estatus atrozmente ambiguo de los parientes maternos. Más allá de la forma de embudo, no hay nada que “leer” en un tambor ankave. En definitiva, podríamos dedicar días enteros a preguntarnos si una canoa de los massims (Damon, 2008), un ñame ceremonial de los abelams (Coupaye, 2013) o una barrera baruya son cualisignos, índices o íconos, sin comprender en absoluto la manera en que los objetos comunican la “ineffable truth about the world” (verdad impronunciable del mundo) (Tuzin, 2002: 17).

Aún está pendiente la labor de descifrar este nuevo papel de los objetos, y nuevas preguntas surgen en torno a los mecanismos cognitivos precisos que entran en juego en la comunicación no verbal basada en los resonadores perisológicos, pero también, en su papel dentro de la estabilidad del sistema social, ya que, paradójicamente, los objetos que he mencionado tienen a la vez un papel estratégico en la estabilidad de los sistemas de prácticas y de pensamiento, pero también un papel no menos vital en su cambio radical. Por un lado, debido a la dimensión perisológica de prácticas y esferas de pensamientos que se refuerzan mutuamente, es posible una modificación marginal que conserve al mismo tiempo la lógica general del sistema en el cual participan. Por ejemplo, incluso si los ankaves decidieran no desmontar las tablas de la casa para poder detectar a los ombo’ atraídos por un cadáver que se está velando, los chamanes continuarían, no obstante, localizando y reparando en sus pacientes los daños corporales producidos por los monstruos caníbales, cuya realidad seguiría siendo, de esta manera, atestiguada. Por otro lado, si un objeto que funcionaba como resonador perisológico desapareciera, el conjunto de prácticas y de representaciones que convergían hacia él perdería sentido y desaparecería. Por ejemplo, si los misionarios consiguieran imponer el uso de guitarras durante las ceremonias de finalización del duelo songen en lugar de los tambores, es muy probable que la creencia en el mundo de los ombo’ se desvaneciera. Este tipo de fenómenos ya ha ocurrido en el caso de las barreras de los angas septentrionales. Primos cercanos de los baruyas (geográfica y culturalmente, por ejemplo, Herdt, 1981), los sambias abandonaron hace cuarenta años los matrimonios por intercambio de hermanas, y hace veinte años, las iniciaciones masculinas. La cooperación entre hombres ha disminuido a la par y, de hecho, las sólidas barreras takola ya no existen entre ellos, ni tampoco las casas redondas en forma de colmena que eran también objeto de la construcción colectiva en el caso de los baruyas. De esta manera, se puede constatar la correlación existente entre el abandono de las instituciones (matrimonios por intercambio de hermanas e iniciaciones) que estaban directamente conectadas con las obligaciones de cooperación entre los hombres, y la desaparición de ciertos objetos cuyo papel en la solidez de la composición de prácticas y de ideas que embeben estas instituciones he explicado. Desde este punto de vista, los resonadores se pre-

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sentan como una nueva clase de objetos estratégicos, cuya historia particular queda aún por hacerse. Y al igual que la Antropología se fundamenta en una “mirada ajena” (Lévi-Strauss, 1983) que provoca sorpresa, la Arqueología (en su versión de Arqueología experimental, Etnoarqueología) no está mal preparada para detectar lo que en un objeto o en un modo de hacer señala, por acumulación de extrañezas, un objeto particular del cual nos podríamos preguntar si no poseía algún papel estratégico bajo la forma de resonador.

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1. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN ¿CONEXIÓN DIRECTA CON EL PASADO? Juan Jesús Padilla Fernández y Eva Alarcón García

La sesión inaugural pretende dar una vuelta de tuerca a los tradicionales postulados que todavía hoy siguen imperando a modo de dogma de fe en la disciplina arqueológica. Hablar de cerámica sigue siendo sinónimo de hablar de un compendio de tipologías carentes de vida. Manteniendo siempre presente la importancia de los listados tipológicos histórico-culturales, en este evento queremos reforzar y a la vez contribuir al desarrollo de nuevas líneas de investigación sobre estudios cerámicos, que en la actualidad comienzan a cobrar un gran interés dentro de la comunidad científica. Estas nuevas líneas de investigación están basadas en la combinación de los estudios arqueológicos con aquellas manifestaciones etnográficas y etnológicas que perviven a pesar de los años y con las dificultades en sociedades aun preindustriales y que desafían a la postmodernidad. Con la realización de este bloque se pretende aspirar a más, estudiando tanto el contexto como las fuentes materiales, orales y escritas, con la finalidad de reconstruir un proceso tecnológico que pervive hasta la actualidad. Pensamos, que si entendemos la cadena de producción de manufactura cerámica, seremos capaces de llegar a entender cuestiones relativas a las relaciones sociales, de género, económicas o simbólicas que intervinieron en el devenir de esta producción y así poder reconstruir una imagen más aproximada de aquellos que la ponían en práctica.


La Mancha tub in a sale of Guarromán (Jaén, Spain). Large clay vessel to preserve wine, oil or seeds. Foto: © Milartino (Creative Commons License).


1.1. DOES THE ETHNOARCHAEOLOGY HAVE A FUTURE BEYOND THE ANALOGY? ¿TIENE LA ETNOARQUEOLOGÍA FUTURO RECURRIENDO A LA ANALOGÍA? António José Marques da Silva1

Abstract

Resumen

The analogy has been used to establish relations between past and present since the birth of archaeology and ethnology as scientific disciplines. The repeated incursions of archaeologists in the territory of ethnologists will lead, at the end, to the creation of an hybrid archaeological sub-discipline, ethnoarchaeology. In the last decades many archaeologists and anthropologists questioned the ability of analogy to connect past and present realities, advocating a more restrictive appliance, the use of analogy being now considered as the principal weakness of the ethnoarchaeological studies.

La analogía se ha utilizado para establecer relaciones entre el pasado y el presente desde el nacimiento de la arqueología y la etnología como disciplinas científicas. Las repetidas incursiones por parte de miembros de la comunidad de profesionales de la arqueología en el territorio de la comunidad de profesionales de etnología conducirán, al final, a la creación de una subdisciplina arqueológica híbrida, etnoarqueología. En las últimas décadas, muchos profesionales de la comunidad de arqueología y de antropología cuestionaron la capacidad de la analogía para conectar realidades pasadas y presentes, abogando una mayor restricción en el uso de la analogía, que se considera ahora como la principal debilidad de los estudios etnoarqueológicos.

In this communication I propose to address why there is probably no future for ethnoarchaeology beyond analogy, trying to understand if there is any other suitable way to connect past to present. In the course of this paper, I will use the case study of ceramic vessel wine making tradition as example of how Actor-Network-Theory can offer an alternative to the use of analogy and why it will oblige first to reconsider what Tradition is.

Keywords: Ethnoarchaeology, Analogy, Tradition, Interdisciplinarity.

En esta comunicación me propongo abordar por qué probablemente no hay futuro para la etnoarqueología allá de la analogía, tratando de entender si hay alguna otra forma adecuada para conectar el pasado al presente. En el curso de este trabajo, voy a utilizar el caso de estudio de la tradición del vino hecho en vasijas de cerámica como ejemplo de cómo la Actor-Network-Theory puede ofrecer una alternativa al uso de la analogía y por qué va a obligar primero a reconsiderar lo que es la Tradición.

Palabras clave: Etnoarqueología, Analogía, Tradición, Interdisciplinariedad.

1 Post-doctoral researcher of the Centro de Estudos Arqueológicos das Universidades de Coimbra e do Porto / Campo Arqueológico de Mértola (CEAUCP/CAM), sponsored by the Fundação da Ciência e Tecnologia de Portugal (FCT). [ amsarqueologia@sapo.pt ]

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1. THE DEMON OF ANALOGY In the last century, archaeologists had used and abused of analogy to give life to the mute archaeological evidence, in very different ways, culminating by the rise of a new archaeological subdiscipline, ethnoarchaeology, as an ethnological work guided by archaeological goals (Hicks, 2011: 51). In short1, analogies used by archaeologists to make the past come back to life have been taken from two distinct sources: cross-cultural or by historical continuity, the so call “folk-culture approach” or “direct historical approach” (Ascher, 1961: 318-319). Whether the nature of cross-cultural analogy is ecological, biological, functional, structural or logical relationships, its use is always legitimate by the belief that if the conditions are sufficiently similar in the past and in the present, so should the processes involved (Earle, 2008: 196). Assuming that, archaeologists can associate material remains of past societies to a particular pattern of action observed in exotic societies2 of the present, totally unrelated historically. This kind of analogy, practiced since the birth of archaeology as discipline, have been posteriorly restrained according “boundary conditions” (shared subsistence base, technology, ecological environment, etc.) to stand of the “overextended analogies” of the glorious days of the evolutionist pioneers (Wylie, 2002: 139). The analogy by historical continuity is for it’s part based on the assumption that humans are adverse to change by nature, knowledge and know-how tending to be transmitted unchanged over long periods of time, except in a few pockets of innovation from which some inventions could radiate in a limited way (Barnard, 2004: 56). In peripheral areas, less subject to change, continuity prevails, Tradition acting as a “calcification” process preserving the mark of the past in the present (Wylie, 2002: 139). The repertoire of appropriate analogies are also restrained but, in this case, according criteria of continuity and proximity and searching clues of historical continuities between more conservative social groups, generally less educated low strata of society living in the countryside, and the archaeological remains of their ancestors (Earle, 2008: 195). In the two cases, present

1 For a more historical perspective: Stahl, 1993. 2 About the meaning of this notion, see Latour, 1991: 136-144.

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realities tend to be observed by inquirers, retaining only facts gathered valued as representatives of the same practices in the past, purifying them of all they perceive contaminated by the Western Civilization or not representative of the local traditions (Stahl, 1993: 242). It remains to be seen what Tradition and traditional really mean.

2. TRADITION, A COTTON CANDY CONCEPT As the sociologist E. Shils (1981:7) claims, we have mostly inherited the Enlightenment conception of Tradition, even if the etymological origin of this word dates back to Antiquity. Motivated by the political project of emancipating Science from the Church authority (Jorion, 2009: 9), partisans of this philosophic school initiates the actual tendency to define Tradition by opposition to the positively charged values of Science, Innovation, Reason, Progress and Modernity. The fact the notion of Tradition have been first defined by what it’s not, had two major consequences on the evolution of this concept: a proliferation of different positive definitions of Tradition and the dichotomist distinction opposing authentic to invented traditions. In first place, the fact that the notion of Tradition had been used since the beginning, simply by opposition to something else, contributed to the proliferation of related definitions. Today, Tradition means simultaneously transmission, in the generic assumption of the word and at the same time, what is transmitted through generations; the process of transmission itself (and of course, without discriminating different forms of transmissions) or the manner actors that participate to the process of transmission conceive it. Tradition is by the way also often confused with traditional (Struan, 2007: 156), contributing to the formulation of circular definitions of Tradition as what defines traditional societies and vice versa. Used in a so broader manner, attempts of defining clearly what is Tradition are inevitably frustrated by the fact this concept acts like a cotton candy, agglutinating a large range of parented meanings (see for example: Shils, 1981), confusing more than clarifying the comprehension of realities it suppose to help to understand (Struan, 2007: 155).


DOES THE ETHNOARCHAEOLOGY HAVE A FUTURE BEYOND THE ANALOGY?

In second place, after having elected Tradition as the enemy of Progress (Giddens, 1979: 201), Enlightenment turns paradoxically into an antitraditional Tradition (Shils, 1981: 325). Even at a time like ours defined as the era of the overtaking of the novelty (Vattimo 1987: 173), Tradition continues to have a certain authority, even in Science, but it is now traditio that must submit to novum, and not the opposite, as it was previously the case. The balance of power between traditio and novum, have simply been reversed. Our society has indeed a more ambivalent attitude face to Tradition that it looks at the first place. We value reason, innovation and progress but at the same time we comfort ourselves with “arkhés” helping us to deal with the nostalgia of the good old days, with the anxiety of living in artificial megalopolis uprooted from Nature and with the yearning of reconnecting with the authentic sources of existence (Morin, 1975: 233). The recent comeback of wines made in ceramics vessels, applauded today both by the consumers and the critics, is a good example of how such modern affection for old ways can easily trigger resurgence phenomena’s. In fact, the actual infatuation for this kind of wines, made in recipient of the same material used to made the first wines of Humanity, can be mostly explained by the consumer’s rejection of the actual wine-making tendency to hyper technology (Citerne, 2011a: 82), and by the quest for more natural wines, “les plus purs possibles, sans produit ni goût ajouté” (Frank Cornelissen, Sicilian winemaker coted by Citerne, 2011b: 36). Such “arkhés” are, however, generally distinguished by sociologists and historians of authentic traditions (Hobsbawn, 1992: 2) or pure traditions (Pocock, 1989: 254-255), that are almost exclusive from traditional societies. Invented traditions can however turn posteriorly into authentic ones, after being transmitted by enculturation through several generations (Stuart, 2007: 140) Continuing with my oenological example, the recent success of wine made in ceramic vessel caused the introduction or reintroduction of this technique in several countries of Europe during the last years: France, Italy, Switzerland, Austria, etc. (Citerne, 2011a), and even in the New world3. However, two decades ago this technique was only still alive in Transcaucasia (Barisashvili, 2011) and in the South of Iberian Peninsula (Silva, forthcoming), where this tradition of wine making have been perpetuate

uninterruptedly during millenniums. Only the future can say if tradition of wine made in ceramic vessel will have continuity in the other European countries during the next decades. The actual earth taste mania can, alternatively, be an ephemeral trend, almost ready to be forgotten. The fact is, at the moment, only these two regions of the world can, claim this technique as an authentic local tradition passed on from generation to generation (Citerne, 2011b: 33). Elsewhere, the actual come back to earth is, at contrary intended as an invented tradition, ie in “attempt to structure at least some parts of social life within it as unchanging and invariant” by reaction to the “constant change and innovation of the modern world” (Hobsbawn, 1992: 2). In traditional societies, at contrary, Tradition would be primarily based on the belief that all things are subject to the universal and extemporal order of the World. In a cultural context where there is little time and space references for conceive it, change is equally perceived as a threat, in this case, to the established order that must be restored at all costs through the practice of proper rituals to avoid chaos, characteristic attitude of what C. Levi-Strauss called the cold societies (Lévi-Strauss, 1962: 309). Customs, sometimes very constraining, that guide social life in more traditional societies, are designed to ensure the maintenance of this order because, preserve the original arrangement of this world finished up and complete, is precisely what customs permit to achieve (Silva 2013: 26). And it is because things are what they have always been that the past should guide action in the present and the future, in order to avoid chaos. The past is incorporated into the practices in the present, so that the temporal plane which projects the future bends back and catches the past (Giddens, 1990: 81). Customs acts for this reason as “the motor and the fly-wheel” of action in traditional societies (Hobsbawn, 1992: 2). It is consequently by reference to the past, that traditional societies apprehend the present and plan the future, according to a temporal design tendentiously cyclical. Yet, respect for old ways do not mean necessarily the rejection of what is new (Scott, 1998: 332), only the necessity to introduce novelty into an existing hole, without compromising its integrity. Such thing is possible because Tradition is timeless. Not because Tradition continues unchanged throughout time, but because

3 http://silviafranco.wordpress.com/2010/08/31/os-vinhos-de-anfora-de-patricio-tapia/

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it continually erases the memory of the changes that keep it alive (Hobsbawn, 1992: 2). Doing that, Tradition can paradoxically open the door to new practices or new ways to conceive the world in the condition they do not present them as such (Silva, 2012: 93). One century ago, when winemakers of Alentejan region of Portugal was questioned about the origin of the local tradition of making wine in ceramic vessel, they respond that nobody knows when this technique have been introduced (Lapa, 1867: 22). Three decades of archaeological excavations in the ruins of the opulent villae of the region have contributed to popularize the erudite tradition, imputing to Romans the paternity of this heritage (Lucas do Ó, 2010: 19). Alentejan’s can claim today that the local tradition wine remains unchanged since the Roman period, the fact is the techniques of wine making, the equipment’s and the spatial organisation of the actual wine cellars presents notorious differences with those documented by archaeologists excavations in Roman villae of the region. In fact, several changes seams have been introduced at different moment of the history of this local wine tradition (Silva, forthcoming). Resuming, there is, no such thing as traditions out of time or societies without a past, even African Bushmen’s have their own history even if it is uneasy to write (Fauvelle-Aymar, 2005) and Tradition is so far to be a calcification process (Struan, 2007: 142). In another hand, we had seen before than Tradition is an important piece of the modern society. So, resuming, if traditional societies are not immune to change and modern society has their own traditions, why does we all share a strong conviction that the pattern of action in our society is so different of in traditional ones? The so-called traditional societies being so different from each over, it is perhaps more easy to respond to this question starting from the pattern of action in our own society. It may be useful here to distinguish social reflexivity of individual reflexivity, and the processes of internalization and incorporation as does J.-C. Kaufmann to try to answer this question. Individual reflexivity is heard by this sociologist (Kaufmann, 2001: 205) as the set of personal reflections that can potentially make an individual to change his way of life, according to his awareness of the past and the social context in which fits its action. The concept of social reflexivity refers, in turn, to all information shared by

4 http://www.flowforms.com.au

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a group actively involved in the reflexive control of individual action in a given social context knowledge. To customs and religion that guides the action in traditional societies, join in our society, science, literature, media, film and more recently Wikipedia and Facebook. Different knowledge’s, sometimes contradictory, are transmitted through different vectors of social reflexivity. If I try, for example, to google “wine made in ceramic vessel”, the first link to appear to me is the qvervi entry Wikipedia page, where I can read that qvervi is the Georgian name of the big ceramics vessels traditionally used to make wine in this country (also know as kvervi). The third link of the Google results page is an entry on the Flowforms website4 untitled: Ceramic “Amphora” or Qvevri Wine Making. The Georgian word being difficult to pronounce, Europeans seems prefer to talk about amphora wine or also dolia wine, latin name of two different types of earthenware jars, used in ancient times for the maturation and transport of wine before the wrath and wooden barrels are replacing them (Silva, forthcoming). The confusion is not only about the name of the vessel, but also about what it refers. Some wines sold as amphora wine are made in … concrete tank, with an egg shape totally different of the roman vessels. Some of this tank as even made in the same wood used to make casks (Citerne, 2011b: 35). So, every Googler will have to make an effort of individual reflexivity to take his own decision and fix a limit between what is the thru stuff and what is a fake piece of invented tradition. This process of decision is quite complex. The memory of personal experiences and emotions that causes their recollection, autobiographical self image they help to build, participate to varying degrees as well as social reflexivity to the process of individual reflexivity. Social reflexivity therefore influences the individual reflexivity, but do not determine it. Shared collective knowledge is reinterpreted by each individual in a process that takes more of the translation than of the transmission, which can be internalized by him or not. This knowledge is often internalized without causing significant changes in the habits of the individual. Internalized knowledge may in some cases justify a particular conscious individual action without lasting influence its behavior in the long term. For there to occur a change in individual habits, we need that knowledge’s internalized as a result of an effort of


DOES THE ETHNOARCHAEOLOGY HAVE A FUTURE BEYOND THE ANALOGY?

individual reflexivity are incorporated. That is to say, past internalizations are posteriorly translated into action, which by dint of being repeated, will eventually turn into habits. Jean-Claude Kaufmann (2001: 189) distinguishes voluntary habits, incorporations of knowledge internalized by an effort of individual reflexivity, of habitus5 that generates, in a holistically way, behavior tendentiously gregarious that oriented action almost exclusively in traditional societies, providing consistency and stability on action.

3. PAST IN ACTION

The emancipation of the individual marks the advent of modern society and of a new form of “cephalocentric” holism centered on the belief in the existence of an abstract me with a unique identity now competing cosmological holism dominant in traditional societies. In traditional societies, the process of individualization is upward and not downward as is the case in Modern society, to the extent that the higher up in the pyramid of power relations and the trend towards individualization tends to maximize (Foucault, 1975: 194). The reflexive control of action is also fairly limited in these traditional societies. Anthony Giddens (1990: 28) uses this concept to describe the ability of agents to control their actions based on the information they have accumulated on these practices through an introspective observation. In pre-modern societies, this type of control is usually in the hands of a small elite composed of scholars, holly men, or elders who were limited anyway to reinterpret and clarify Tradition. In modern society, at contrary, individual action is largely free of the stabilizing effect cosmological holism has on the social, allowing habits, unlike the habitus, are constantly subject to change and tend to single out the individual. Ego at the same time deprived of ontological security that respect for Tradition could guarantee him insofar as it builds confidence in the continuity between past, present and future, through the repetition of routine social practices and associated with a familiar spatial and temporal context (Giddens, 1990: 82).

If I cite here this brief excerpts of the Nicholas David and Carol Kramer’s book (2001: 57-58) entitled “Ethnoarchaeology in action”, it’s because it illustrate what is exactly the role of the past in different conceptions of action that orient explicitly or implicitly ethnoarchaeological studies: generally … non. Of course we must totally agree with this authors when they claim that ethnoarchaeology need a theory that explain why actors ultimately acts, because it’s precisely the archaeologists incapacity to reenact action traduced in material remains of the past that let them without alternative to analogy to reconstruct the events they can’t observe directly. Like this excerpt suggests, ethnoarchaeological studies borrow, in the past decades, the understanding of action of two very different theoretical schools: structuralism and post-structuralism. I will try to resume in a few words what distinguish them.

Concluding, the advent of Modernity didn’t induce the lost of some obscure and deeper mental processes passed by the Tradition like the fathers of the scientific revolution thought (Shils, 1981: 18), but at contrary the gain of a more diverse and less predictable possibilities of action, the past still having a role to play in this world of new possibilities of action.

“Practice theory is or should be central to ethnoarchaeology in that it orients our approach to a world of individuals, societies and material and sociocultural things. It insists that we regard people not as mere vehicles through whom structures become manifest, or marionettes whose behavior is controlled by socio-cultural norms, but as active agents in society’s constitution and change”.

Starting from the structuralist point of view, action is oriented by universal and extemporal structures of the human thought that take part of action from out of his local context by the mediation of symbols associated (or not) to material things (Latour, 2007: 46). Things tend consequently to be conceived as signs carrying universal meanings that require interpretation, overlapping its material function. The structuralist conception of action, popularized in archeology by Ian Hodder during the eighties (1982b: 212), was opposed at this time to the conception of the behaviorists archaeologists, who understood the material culture as a passive element and human action as a reaction to the unintentional and unconscious external stimulus (Hodder, 2000: 22) and, at the same time, to the systems theory of processual archaeology (Hodder, 1982b: 212), highlighting how environmental constraint subject human action to natural laws. Being natural, the

5 Jean-Claude Kaufmann appropriates in part the definition that Pierre Bourdieu (1972, 1980) originally gave to this concept before.

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ANTÓNIO JOSÉ MARQUES DA SILVA

biological and the environmental factors invocated by these two theories are in the both cases, universal and extemporal. The hodderian conception of actor will evolve in subsequent years following the post-structuralist theory of agency, developed independently, more or less at the same time, by Pierre Bourdieu (1972, 1980) and Anthony Giddens (1979, 1984). This new conception of action distinguishes from the behaviorist ones for its intent and its indeterminacy (Hodder, 2000: 22). Agency theory mitigates by the same occasion the structuralism tendency to wipe out the subjectivity, empowering the individual agents as highlighted in the excerpt, faithfully to the sociological interactionist theory. In this particular conception of social interaction, inherited from the Chicago’s school, at least two actors must be physically co-presents in the same location to act. The behavior of actors must be mutually influenced by each other through a communication process, generating new and unexpected patterns of behavior dialectically (Latour, 2007: 37). Even if interactionism tends to localize action where actors stand, the context of action doesn’t take actively part to social interaction. The material context of action acts in this case only as a constraining framework (Goffman 1956: 152), isolating different groups of actors involved in interactions from each others and impeding, at the same time, their individual past to interfere in action (Latour, 2007: 39). Concluding, the post-structuralist conception of action is, in practice, like the structuralist one, withdraws of the grip of the past, without any possibility of communication either through cross-cultural analogy or through direct analogy in the situations we assume there exist an historical continuity. Since the publication of “Ethnoarchaeology in action”, the idea that material things participate actively in action and not as mere passive intermediaries, has been gaining an increasing number of supporters among archaeologists, despite certain critics of the tendency to humanize material things associated to it (for example: Lemonnier, 1996: 24; Ingold, 2007a: 11 and 2007b). The very Ian Hodder (even if he disagrees in certain points: Hodder, 2012: 89-94) joined his colleagues that call into question since some years ago, the role of material things in action (Jones et al., 2011). Many archaeologists conceptualizes now relations between humans and things in the light of the ideas of the proponents of what is well

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known today as Actor-Network-Theory or more shortly, ANT. In a few words, ANT embraces as epistemological program to make an ontological turn withdrawing the monopole of action to humans, with the purpose to flatten the social. Non human, that is all material and immaterial things, are intended in ANT perspective as a mere subcategory of a same ontological category, the actant (Latour, 2007: 51), capable to take part actively, at least intermittently, to action that is distributed throughout hybrid chains of actants (the so call Actor-Networks). The idea of redefining the ontological limits between beings is to avoid the modern tendency to oppose human actors (Latour, 1996: 34) and symbolic dimension of things (Latour, 1993: 19) to material constrain. One of the founders of ANT, the sociologist Bruno Latour, argues that in previous theories of action, interactions between agents was explained as the result of hidden forces (structure, the framework, etc.), shaping the context of the interaction between actors from a global and immaterial place that determine locally interactions independently where and when actors stand (Latour, 2005: 167). Even if Bruno Latour doesn’t mention it, we could say the same thing relatively to the Tradition, acting implicitly in the direct historical approach, equally like a social force that stabilize local interactions between actors through an invisible string also from a global abstract place. As society, structure or framework, Tradition must be consequently intended on ANT perspective only as a big picture, responding to the desire of totality and centrality, giving sense to human existence and contributing to orient the composition of the common world (idem: 189). Instead for looking for the starting point of action (Tradition, human agents, institutions, structure, etc.), every candidate to starting point is threated in the Latourian perspective as an event, that can be defined nor by its inputs, its outputs or its causes, nor by its consequences; action being only intended as emergence of the new but, under no circumstances, of the ex-nihilo (Latour, 2007: 50). Immaterial elements of the social world gains in this new paradigm their own existence and can participate by themselves to action (Latour, 2005: 54-55). In this point of view, we can say that the action around the traditional process of wine making in ceramic vessels does not involve only wine maker actions on matter, but also interactions with others winemakers, the


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technical knowledge shared with them, the ceramic vessels involved in the process, the notion in itself of traditional wine making, the National Organism of Tourism that promote this local tradition or the website dedicated to his promotion, and so one. At this point, the reader should be asking to himself what is the purpose of assembling such heteroclite chains of Actor-Networks instead of keeping peacefully different sort of actants in their own corners or focusing our attention in the operational sequence of the wine making, only intended as action on matter? Orange juice should taste different squeezing oranges in a different way? Actually, yes it should. This little ontological twist trigger the necessary condition to replace the past at the center of action, without the recourse of the specular vehicle of analogy and nether trapping action in a creationist conception of action based on the believe that traditions are perpetuated unchanged since immemorial times until, of course, they disappear. In a strict Latourian conception of action, any interaction overflows from his local context constituted of actants already in place, from others places and/or others times and/or other kind of agencies that configure the particular shape assumed by every local interaction. Instead of being abruptly separated from the present, the past is intended in this perspective as what Laurent Olivier (2008: 135) call the thickness of the present, taking form inside it. The past is also a possible germ of what will become, as the trace of what has been and continues to survive. Action is for this reason “always dislocated, articulated, delegated, translated” (Latour, 2005: 166). Different kinds of actants, involved in an interaction, are also dispersed spatially, historically and every action needs different vehicles that transport particular types of traces of entangled relations of inter-objectivity and inter-subjectivity between actants located in another places and/or from the past. Consequently, interactions are never exclusively isotopic and synchronic, and all whose participate to a same action haven’t the same age or a same pace (idem: 200). In all the cases, to be able to participate to action, Past must be first incorporated by different actants involved in the same interaction. In the case of human actants, we see before how the incorporation process maintains the communication with past

actions or past thoughts traduced in habitus or habits in the present. The winemaker, again, incorporate a certain operational chain that permits to him to reproduce a wine production process more or less similar at every harvest season by routine, improvising if necessary recycled fragments of other operational sequences from his others own repertoires of incorporated habitus and habits. When a winemaker prepares his jars to receive wine or stir its contents in a particular way during the fermentation process (Pinto, 1997a: 134), s/he turns into a mediator. As mediator, s/he is the vehicle between events of the past, like her/his father doing wine in the wine cellar of the family during her/his chillness, the teaching of an agronomic engineer during her/his academic formation in a distant city from home, a technical tips shared last year by other winemaker as they was drinking wine in a tavern two doors down of his street. Even if all this events belong to different moment and different places, the winemaker would have probably not better chance than me and you to produce a decent wine if these events hadn’t happen before. But suppose you are a winemaker fully armed with all the technical knowledge required to turn grape juice in wine, at the end, there will be no wine made in ceramic vessel without … ceramic vessels. Without that, no chance to replicate the characteristic taste that jars gives to the wine too. To be there, ready to produce a new vintage, another asynchronic series of event have to happen earlier. One, two or three century before, a specialized potter must have mold clay into a jar and cook it to give its characteristic form, several decade of kilometers of distance from the wine cellar where the jar stand since it have been buy to the potter (Pinto, 1997b). Without the repair of a crackling in its surface and the staples iron and mortar used to do it, the jar wouldn’t continue to be use every harvest season by several generation of winemakers until today (Pinto, 1997a: 144). Finally, without the repeated contact of the grape juice with melt pitch covering the insider wall of the jar, collected from a pine tree a long time ago far from the wine cellar, the wine wouldn’t have its characteristic aroma. After all, habitus is not exclusive of human actants (Latour, 2007: 51), others kind of actants having the capacity to incorporate the memory of past actions too. From this point of view, Tradition can take part in action as an non-human and immaterial actant between others and not as an external force that tend

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to stabilize the social relations between humans, material and immaterial things. As actant, Tradition permit, for example, to make the link between interactions connecting Alentejan winemakers jars and the actual necessity of the local communities to construct their regional identity in the late Stage of the Modernity (GTLB, 2001: 5), turning jars into wine “terroir” icon helping to promote alentejan wines (CGEA/CGA, 2000: 9).

to use this jars, known locally as tinajas, to make wine since the Antiquity. The exportation of qvervis and tinajas out of their local of production probably never happened if the winemaker don’t believe that making wine in this jars permits them to produce wine in a more traditional and authentic way, turning Tradition into a true actant by its capacity to mobilize other actants because doing, is essentially induce to do (Latour, 2007: 51)

Instead of considering as inauthentic traditions, the global resurgence movement of making wine in ceramic vessel initiated recently in others regions of the world where the ceramic vessel have been substituted a long time ago by others kind of recipients or where ceramic vessels have simply never been used to make wine, we could consider Tradition as a mediator capable to generate more dislocated and more discontinuous ways to associate ceramics vessels and winemakers. In Italy, where the technique of wine making in vessel ceramic have been forgotten since centuries, vanguard winemakers as Francesco Josko Gravner start, a few years ago, to produce coted wines in Qvevris imported from Georgia (Citerne, 2011b: 32-33). The goal of Josko Gravner, as of many others winemakers involved in this revival movement, is to reconnect with the Tradition, with the purpose to make more natural and more authentic wines. Reproducing his own words: “My goal was merely to simplify things. People have been making wine this way for five thousand years. The amphora, handmade from clay of the Caucasus, is the perfect container for fermenting wine, like a mother’s womb. Placing them in the earth naturally provides whatever temperature control is necessary6”.

Tradition is, in this point of view, only one of many others actants, humans and non humans, that contribute to the dislocation of action, spatially and/ or temporally speaking, that can be related without assuming proximity or continuity between them or having to establish artificial relations between unrelated actions by analogy.

Archaeologists participate themselves actively to the rebirth of earth wine making tradition. Some years before Francesco, Hervé Durand, owner of the Mas des Tourelles in Provence, start to apply wine recipes described by Roman authors to made wines using a reconstitution of a Roman wine cellar, under scientific supervision of Alain Tchernia and JeanPierre Brun, two of the most eminent specialists in Roman economy archeology. However, jars used by Hervé Durand to prepare this historical wines had been made by a potter of the South of Spain (Tchernia et al., 1999: 110), where winemakers have never stop

4. THE RADICAL OTHERNESS OF THE PAST Like Alfredo González-Ruibal argues (2003: 9), Ethnoarchaeology is a very ambiguous way to access to the Other. This hybrid discipline give archaeologists the opportunity to experiment the difference with the Other contributing to construct our Self image by this confrontation, that reversely participate to the experience of the Other. But at the same time, it permits archaeologists to learn with the experience of the Other of his own world: her/his thought, her/his believes, her/his know-how and her/his values. The otherness of the archaeological past is on other hand of a totally different sort, because this other “Other” is radically and irremediably detached from us. We can of course treat foreigners of the past as similar because they are supposed to be our ancestors and synchronic others as foreigners because they have a different culture (Clavero, 1996: 195 apud Fecteau, 2006: 335). It doesn’t change the fact we can interact with the first unlike the second, reflex of the first and so twice Other (González-Ruibal, 2009a: 111). Ultimately, only analogy could help archaeologists to transpose the incommensurable distance that separate synchronic from diachronic others, reason why, recurrent critics apart, it’s painful to free ourselves from its addictive effect. In another hand, disciplinary partition of social sciences is precisely founded in an asymmetric

6 http://www.domaineselect.com/page_templates/Producers.cfm?market=&producerID=566

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conception of the Other, resulting in a “particular universalism” (Latour, 1991: 141). Reason why we can legitimately limit the field of sociology, as the study of relationships between humans in modern society, while anthropologists, specialists in exotic societies and margins of the modern society (the metro, the LGBT community, the urban tribes, etc.) can afford to study the Others that don’t distinguish in a so abrupt way nature and culture (Latour, 1991: 136-137). In such naturalist partition of the fields of knowledge, past and present are abruptly separated too and archaeologists have total legitimacy to claim for themselves the first societies as an exclusive object of study, but they still have to dispute with the historians, the study of the pre-modern civilizations and with anthropologists and sociologists the study of traditional and non-traditional societies of the present (González-Ruibal, 2009b: 20). Ethnoarchaeology based on cross-cultural analogy had been, for several decades, a very effective way to transpose the temporal border that separate the own scientific territory of archaeology and ethnology, with no risk of questioning the geopolitical limits between this two disciplines that study this two so radically different kinds of others. The use of analogy based on criteria’s of proximity and continuity is founded at contrary in the reification of tradition as an explanandum when, as we see before, it is in fact an explanans, ie a particular way to assemble the social through space and time, taking part actively in action. Considering Tradition as an actant between overs and not as an external social force, as we propose here, can open new perspectives in the dialogue between Historical Sciences and Social Sciences. But instead of creating one more (X)(Y) subdiscipline or a (Y)-(X) subdiscipline, a discipline (X) of the present or even a discipline (X) of association, we could adopt in the future an in-disciplinary approach that, after all, didn’t need to be oriented by a particular disciplinary agenda to look for new paths of relating past with present. Released of the grip of the Other, as ultimate guardian of the disciplinary limits, we could try to know better Ourselves instead of recognize, without really knowing the Self, learning finally with experience of the Same. Sadly, in this new attempt to open a more uninhibited dialogue between historical and social sciences, research methods as ethnoarchaeology, based on analogy, seams to have an uncertain future.

ACKNOWLEDGMENTS I want to thanks to my friends and colleagues André Tomé, for having reviewed this text and David Almeida Eleuterio for his comments. Any error is obviously of my entire responsibility.

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Vendedor de cafeteras bertha en un mercado (Kobor) a mรกs de 80 km del lugar de producciรณn (Khomosha).


1.2. LA LÓGICA SOCIAL DE LA CERÁMICA. UN EJEMPLO ETNOARQUEOLÓGICO POTTERY´S SOCIAL LOGIC. AN ETHNOARCHAEOLOGICAL EXAMPLE Alfredo González Ruibal1

Resumen

Abstract

Este capítulo aborda el problema de la lógica social que guía la producción de tipos específicos de cerámica. Para entender esta lógica debemos ir más allá de la interpretación de la cerámica como un índice explícito de identidad y explorar en cambio las conexiones profundas entre la fabricación de cerámica, los principios y representaciones sociales de una sociedad particular, sus valores políticos y otras tecnologías. La etnoarqueología resulta particularmente adecuada para llevar a cabo este tipo de estudio y proporcionar marcos de referencia para los arqueólogos. Las ideas presentadas en este trabajo se ilustran con un caso de estudio de Etiopía, en el que se comparan tres contextos sociales de producción y consumo de cerámica distintos: los de las comunidades Gumuz, Bertha y Mao.

This chapter addresses the problem of the social logic that guides the production of specific pottery styles. For understanding this logic, we have to go beyond the interpretation of pottery as an explicit index of identity and explore instead the deep connections between pottery-making, the social principles and representations of a particular society, its political values, and other technologies. Ethnoarchaeology is particularly well suited to undertake this kind of study and provide frames of reference for archaeologists. The points presented in this paper are illustrated by a case study from Ethiopia, in which three different social contexts of pottery production and consumption are compared: those of the Gumuz, Bertha and Mao communities.

Keywords: Ethnoarchaeology, Anthropology Of Palabras clave: etnoarqueología, antropología de la tecnología, etiopía, cadena operativa, relaciones interétnicas.

Technology, Ethiopia, Chaîne Operatoire, InterEthnic Relations.

1 Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC-Incipit) . [ alfredo.gonzalez-ruibal@incipit.csic.es ]

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ALFREDO GONZÁLEZ RUIBAL

1. INTRODUCCIÓN La cerámica es el objeto arqueológico por antonomasia desde el Neolítico hasta el siglo XX. Las vasijas, o más bien sus fragmentos, suponen un porcentaje muy elevado de todo lo que se publica en el campo de la arqueología. De hecho, son miles las publicaciones que tratan única y exclusivamente de este tipo de cultura material: las cerámicas nos permiten datar los yacimientos, descubrir conexiones entre territorios más o menos lejanos o cercanos, identificar la aparición de colonias, imperios o la llegada de mercaderes, reconocer rituales, descubrir identidades étnicas. Sin embargo, quizá por su sobreabundancia de este material, a veces olvidamos la lógica social que subyace a su producción, circulación y consumo. Con ello no quiero decir que perdamos de vista que la cerámica es un producto social y que por lo tanto tiene determinados significados culturalmente atribuidos. Al hablar de la lógica social me refiero a la relación que existe entre un determinado tipo de cerámica y otros fenómenos sociales constitutivos de una determinada cultura. Este tipo de lógica social profunda se tiene en cuenta menos habitualmente que la que podríamos llamar la lógica social aparente: un vettón utiliza cerámica a peine porque es parte de su identidad vettona (Álvarez Sanchís y Ruiz Zapatero, 2002). Es un reflejo de su adscripción étnica. O bien, si adoptamos una postura más posprocesual, podemos decir que un vettón utiliza cerámica a peine conscientemente porque quiere mostrar su identidad étnica vettona, respecto a los vacceos o los lusitanos. Este es el tipo de descripción-interpretación que predomina en los estudios sociales de cerámica. Lo que sigue sin quedar claro es por qué los vettones fabrican cerámica a peine y no estampillada, por ejemplo. Les serviría igualmente para diferenciarse de los vacceos o los celtíberos o los lusitanos. La razón por la que utilizan el peine y no la estampilla es que “las culturas cerámicas no están construidas caóticamente de acuerdo con los caprichos de las interacciones de la gente o de la difusión mecánica de sus componentes (...) hacer cerámica no existe independientemente de otras prácticas y valores sociales (...) en cada acto técnico se ponen en juego numerosas representaciones, las cuales, desde el punto de vista del actor social, son completamente inseparables de otros tipos de conocimiento” (Gosselain, 2011: 223). Mi intención en este texto es explorar esta lógica social profunda, que descubre los sólidos vínculos que existen entre la cerámica y otros fenómenos socia-

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les (prácticas, creencias, conocimientos). Lo haré a través de ejemplos etnoarqueológicos, pero esto no quiere decir que solo a través de la etnoarqueología se pueda llegar a desenmarañar esta lógica. En realidad, al ser en buena medida inconsciente, los arqueólogos no están en peor situación que los etnógrafos para abordarla. La regularidad de las manifestaciones materiales, la distribución geográfica diferencial de los objetos, su localización microespacial, su valor social representado en procesos de conservación, descarte y reciclaje, la semejanza o diferencia de sus procesos de fabricación respecto al de otros objetos: todo ello son pistas que nos ayudan a comprender la lógica social de la cerámica. No hace falta tener un informante que nos explique cuál es el “significado” de los objetos o las técnicas (¡como si los informantes explicaran semejantes cosas!). Tanto los arqueólogos como los antropólogos de la tecnología partimos de la misma pregunta básica: ¿por qué fabricar y consumir un determinado tipo de cerámica y no otro? Es una pregunta sobre lo material y lo social que remite a lo material y lo social. Es, además, una pregunta característica de la escuela francesa de antropología de la tecnología (Lemonnier, 1986, 1992, 2012). La pregunta básica se puede desglosar o concretar en otras dos ¿por qué si la gente sabe hacer las cosas de varias maneras las hace de una en concreto, a veces no la más fácil ni la más efectiva? ¿de qué maneras las formas de hacer se hallan indisolublemente relacionadas con otras formas de hacer, de pensar, de comportarse (técnicas, mitos, historias, tabús)? El desentrañar la lógica social de los objetos no nos tiene porque llevar únicamente a comprender una sociedad en su momento presente. También nos permite entender la trayectoria histórica de una determinada comunidad. Los Pétréquin (1999), por ejemplo, han conseguido relacionar la historia profunda de la ocupación de Nueva Guinea a partir de las decisiones técnicas actuales en alfarería de las comunidades que habitan la isla. Algo semejante hace Gosselain (2000) en África: su estudio a gran escala permite relacionar las decisiones técnicas, con las tradiciones lingüísticas y los límites sociales en la larga duración. Sin embargo, la mayor parte de los estudios de cerámica propiamente etnoarqueológicos se han centrado en una serie de cuestiones muy específicas, generalmente de carácter funcional: cómo se hace la cerámica y cuánto tiempo lleva hacerla, cuánto se produce de esta o aquella manera, cuál es la tasa


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de reposición, qué cambios implica en la producción la estandarización de los procesos técnicos, cuáles son los efectos psicomotores del aprendizaje alfarero, cómo la cerámica refleja la organización social, cómo el uso de la cerámica se puede identificar a través de las trazas en las vasijas, etc. (algunos ejemplos recientes: Arnold, 2011; Skibo, 2013; Gandon et al., 2014). Al fin y al cabo la etnoarqueología nació y se desarrolló en Estados Unidos dentro de un paradigma procesual, que primaba la búsqueda de regularidades universales y de explicaciones funcionales y veía en la cultura material un mero reflejo de la sociedad. Los trabajos puramente técnicos son necesarios. Pero los arqueólogos queremos saber más (o deberíamos querer). Para comprender las sociedades del pasado o del presente las cuestiones funcionales son relevantes, pero limitadas. La lógica social de los objetos tiene mayores consecuencias: reivindicar su estudio es reivindicar la importancia de la cultura material y, por lo tanto, de la arqueología.

2. LA LÓGICA SOCIAL DE LA CERÁMICA EN EL OESTE DE ETIOPÍA Entre 2001 y 2010 tuve la ocasión de estudiar la cultura material de una diversidad de grupos étnicos en el oeste de Etiopía, concretamente en una región comprendida entre Metekel, al norte del Nilo Azul, y Gambela, junto al río Baro (González Ruibal, 2014). Se trata de un amplio territorio, aproximadamente del tamaño de un país como Austria. Allí viven docenas de grupos, culturalmente muy distintos entre sí y que, por lo tanto, fabrican y utilizan objetos igualmente diversos (Fig. 1). En este caso, me centraré en la producción, circulación y consumo de cerámica en tres de estos grupos: los Gumuz, los Bertha y los Mao (para otros grupos véase González Ruibal et al., 2014). Se trata de etnias muy distintas, pero vecinas, lo que constituye un caso de estudio particularmente interesante para los objetivos de este trabajo. Comparten un aspecto en común: su organización social igualitaria. Se trata de formaciones segmentarias que han sobrevivido en un entorno dominado por las sociedades jerarquizadas, organizadas en jefaturas o estados, durante siglos. Los Gumuz constituyen una subfamilia lingüística independiente dentro de la familia nilo-sahariana, llevan viviendo en Etiopía desde hace miles de años y su territorio se extiende históricamente desde la frontera de Eritrea hasta el Nilo Azul. Esta ubicación

los ha expuesto al contacto con diferentes grupos linguísticos (cuchíticos, semíticos, nilo-saharianos, omóticos), tradiciones culturales y lo que es más importante, con formaciones estatales desde momentos muy tempranos. Sabemos que los ancestros de los Gumuz ya sufrían los abusos del Estado en el siglo XIV y la situación no ha cambiado hasta muy recientemente. Pese a estar expuestos al Islam y el Cristianismo, los Gumuz permanecen fieles a las religiones tradicionales. Los Bertha, vecinos de los Gumuz por el sur, llegaron a Etiopía desde Sudán hace relativamente poco. Vivían originalmente en la zona de Fazogli, junto al Nilo Azul y emigraron a las montañas de Etiopía a finales del siglo XVII. Su lengua es nilo-sahariana, como la de los Gumuz, pero muy diferente de esta. Los Bertha pasaron por un proceso de islamización desde inicios del siglo XIX. Los Bertha de las montañas se islamizaron intensamente y adoptaron muchas de las costumbres sudanesas, incluido el atuendo y la lengua árabe, que combinan con el Bertha. Los Bertha que viven en las tierras bajas (en el valle del Dabus y el Nilo Azul), se mezclaron con los indígenas de la zona y abrazaron el Islam más tarde. Son comunidades más tradicionales, donde el mundo cultural preislámico tiene más peso. En general, los Bertha también tienen una larga experiencia del Estado, al menos desde el siglo XVI, cuando el Sultanato de Funj se instala a lo largo de las riberas del Nilo Azul sudanés. Los Mao, que viven al sur de los Bertha, son el caso más complejo. Su etnónimo es un término genérico usado por los grupos dominantes para referirse a comunidades subalternas. Sería algo parecido al concepto de “indio” en América. En realidad, bajo la etiqueta de Mao tenemos una variedad de grupos: Seze, Hozo y Bambasi, que hablan una lengua conocida por los lingüistas como “Mao Occidental”, y los Sith Shwala, hablantes de una lengua nilo-sahariana de la subfamilia Koman. Los Sith Shwala, como los Gumuz, son indígenas del occidente de Etiopía. Llevan en la zona miles de años. Los Seze, Hozo y Bambasi también es probable que lleven miles de años en su ubicación actual, al este de los Sith Shwala, aunque su territorio original era mucho más amplio y se fue reduciendo por la presión de grupos más poderosos. Los Mao se han visto expuestos a las depredaciones del Estado en distintos momentos, pero realmente la mayor presión no la han sentido antes del siglo XIX y además no por parte de un Estado propiamente (como el Reino de Etiopía o el Sultanato de Funj), sino

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Fig. 1. Mapa de Etiopía y localización de la zona y pueblos estudiados.

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de jefaturas (Busase y Oromo). Los Mao están siendo asimilados progresivamente por los Oromo, el grupo dominante en la actualidad en la zona. Los que viven en zonas más remotas conservan mejor sus tradiciones, creencias y prácticas culturales, incluida la producción de cultura material. Los que viven más cerca de los Oromo han asimilado buena parte de la cultura de los dominantes.

2.1. LOS GUMUZ Los Gumuz no tienen especial interés en asimilar la cultura de sus poderosos vecinos del altiplano (Agäw, Amhara, Oromo). No es extraño, teniendo en cuenta que los han esclavizado, robado e invadido desde hace siglos. La cultura material de los Gumuz y los habitantes del altiplano no puede ser más grande y el contraste se vuelve particularmente visible cuando Gumuz y Shwa (el nombre que usan los Gumuz para referirse a las gentes del altiplano) viven en los mismos poblados – aunque en barrios separados. Ambos grupos siguen fabricando la mayor parte de la cultura material que utilizan y son, por lo tanto, autónomos: casas, aperos agrícolas, cerámicas, recipientes, etc. Esta autonomía es particularmente clara en el caso de los Gumuz. Mientras que los Shwa tienen menos reparos en comprar azadas, puñales o vasijas a los Gumuz, estos raramente hacen lo mismo con los objetos de los Shwa. No es que no existan relaciones. Aunque con frecuencia conflictiva, la interacción existe. Gumuz y Shwa coinciden en el mercado y los primeros adquieren algunas cosas de los segundos. Pero no manufacturas, o raramente. Los Gumuz compran algunos productos alimenticios, como cebollas o ajos, y sobre todo licor de alta graduación. Hay un elemento común a todos estos objetos adquiridos fuera de la comunidad: que son efímeros. Las cebollas y el licor se consumen y no dejan huella. Los objetos sí. Se quedan en la casa, su presencia es cotidiana, son extraños y se acaban volviendo familiares. Los Gumuz valoran enormemente su autonomía –política, social, cultural y económica. Las mujeres no se casan con los Shwa, porque consideran que sería equivalente a convertirse en sus esclavas, los hombres evitan entrar en negocios con los del altiplano por los mismos motivos, salvo cuando son francamente ventajosos para los Gumuz (cuando el que corre riesgo de ser esclavizado, digámoslo así, es el otro). La producción doméstica tiene que ver con esto: es una forma de mantener la independencia económica y social respecto a sus vecinos foráneos.

Lám. 1. Mujer gumuz modelando una cerámica a la puerta de su casa.

Las mujeres siguen fabricando, por lo tanto, su cerámica para consumo propio (Lám. 1). También producen una pequeña cantidad para el mercado, donde la adquieren los Shwa, que no tienen las mismas ansiedades que los Gumuz (al fin y al cabo siempre han sido el grupo dominante). Esta cerámica Gumuz es radicalmente distinta a la del altiplano. No existe ningún intento de hibridación, ningún mínimo común denominador. Son dos tradiciones tan opuestas como lo son la cultura Gumuz y la de las tierras altas, esta última parte de la Gran Tradición etíope descrita por Levine (1974) y con la que se asocia habitualmente el país (Cristianismo, escritura, jerarquía). La cerámica Gumuz tiene distinto montaje, tipo de arcilla, tratamiento superficial, forma de cocción, morfología y decoración. La cerámica Gumuz es de color tierra, tiene escaso tratamiento superficial, las formas son simples (sin aristas ni flexiones) y la decoración pástica o incisa con una gran variedad de motivos, que varían de una alfarera a otra. La cerámica de las tierras altas es de color rojo, tiene un intenso pulido que da lugar a superficies muy lisas y homogéneas, las formas son complejas (aristadas) y la decoración escasa o inexistente y totalmente homogénea (Fig. 2).

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Fig. 2. Cerámicas de una casa agäw (pueblo del altiplano), con cerámicas gumuz y de las tierras altas (Amhara).

La impermeabilidad de la cerámica Gumuz a influencias externas es particularmente notable si tenemos en cuenta que algunos de los recipientes de las tierras altas son técnicamente superiores (como los cacharros para cocinar) y las mujeres Gumuz lo saben. Pero esta impermeabilidad responde a la lógica que subyace a toda la sociedad Gumuz: a su anhelo de autonomía y a su rechazo de asimilar la cultura del otro, que se percibe como una amenaza a su orden del mundo. Solo se adoptan los objetos o las prácticas del otro cuando le vuelven a uno más fuerte: armas automáticas, por ejemplo, o rituales

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mágicos. La cerámica no le permite a uno volverse más fuerte. Podíamos pensar que si las alfareras Gumuz imitaran las vasijas de las tierras altas, serían capaces de entrar en el mercado local de la cerámica, que está copado por unas cuantas ceramistas del altiplano que fabrican recipientes para todo el mundo (al contrario que las Gumuz, solo unas pocas mujeres fabrican cerámica entre las Shwa). Pero eso es algo que los Gumuz quieren evitar también a toda costa: entrar en el mercado significa arriesgarse a entrar en el mundo de la desigualdad, de las diferencias económicas.


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Fig. 3. Comparación de los recipientes de cerveza en el oeste de Etiopía.

La lógica social de la cerámica Gumuz se expresa de otras maneras. Señalaré solamente dos: el tamaño de la cerámica y su decoración. Por lo que se refiere al tamaño, los grandes contenedores de cerveza Gumuz (koga o tich’a kea) son particularmente grandes. No tienen parangón en ningún grupo del oeste de Etiopía. Tanto es así que los Shwa con mucha frecuencia compran estos grandes contenedores a los Gumuz, dado que son difíciles de conseguir entre sus propias alfareras (y cuestan más caros). Si comparamos las vasijas de cerveza de los distintos grupos indígenas de la zona, podremos ver que los contenedores Gumuz poseen una capacidad un 20% superior aproximadamente al resto (Fig. 3). Esto no es casual. Tiene que ver con las relaciones sociales de los Gumuz, en las cuales la cerveza desempeña un papel fundamental. Los Gumuz están continuamente invitándose a cerveza unos a otros: cuando uno visita la casa de un vecino, se le ofrece cerveza; cuando alguien necesita retechar su casa o recoger la cosecha, fabrica gran cantidad de bebida e invita a todo el que quiera ayudar; cuando hay una boda, corren litros de cerveza; lo mismo cuando se trata de un ritual de resolución de conflictos (Lám. 2). Es un combustible social, que impulsa las relaciones entre clanes, vecinos y familiares. Este combustible es particularmente necesario entre los Gumuz, si lo comparamos con otros grupos, porque las relaciones dentro de esta comunidad son con frecuencia conflictivas: es fácil que haya conflictos entre clanes, aldeas e incluso familias dentro de un poblado. Esta conflictividad no es en absoluto ajena a la vida de los Gumuz en el margen del Estado. Su actitud de resistencia a las depredaciones de la sociedad dominante se ha basado, entre otras cosas, en la violencia, y la violencia externa acaba pasando factura en el interior

de la comunidad. Además, como ha señalado Clastres (2001), la violencia en sociedades igualitarias mantiene la fisión social continua y de esta manera asegura la igualdad entre los distintos miembros y clanes. En este contexto, la cerveza es un mecanismo de contrapeso, que ayuda a equilibrar la balanza entre la fisión inevitable y la cooperación imprescindible. Las grandes vasijas para consumir cantidades igualmente grandes de cerveza tienen, además, otra función política: son también mecanismos de destrucción del excedente. Ya he señalado que los Gumuz tratan de evitar entrar en relaciones de mercado, para evitar la dependencia y para huir de

Lám. 2. Niñas gumuz preparan cerveza (kea).

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las distinciones socioeconómicas a las que lleva que alguien adquiera más riqueza que los demás. Mientras los Shwa producen regularmente excedentes agrícolas (gracias al uso de arados que permiten cultivar grandes superficies), los Gumuz restringen los excedentes: siguen cultivando con palo cavador y azada y, frente a los múltiples graneros de sus vecinos, cuentan con un único granero por conjunto de habitación. El excedente que aun así se produce no se comercializa, se “quema” en fiestas y en otros contextos de consumo social ya señalados. El tamaño de los contenedores de cerveza no hace sino reflejar esa preocupación por eliminar lo que puede convertirse en un elemento de discordia que desestabilice los principios sociales igualitarios. La decoración de la cerámica responde a otras cuestiones sociales, en este caso relacionadas con el género. La decoración de la cerámica se denomina mokotima. Es el mismo nombre que tienen las escarificaciones que decoran el cuerpo de las mujeres. En algunos casos, el paralelo entre unas y otras es claro, como las decoraciones en zig-

Lám. 3. Granero gumuz decorado con pechos.

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zag que decoran al mismo tiempo algunas vasijas Gumuz y la espalda de las mujeres. Además, estas colocan en algunas vasijas unos mamelones que representan pechos femeninos (kwa). Estos mismos pechos de barro decoran también los graneros y el interior de las paredes de las casas junto a las que se almacenan las cosechas de cereal (Lám. 3). Las mujeres Gumuz se están comunicando, así, de forma no verbal y están estableciendo conexiones entre esferas fundamentales de la vida que no se pueden expresar de otra manera (Lemonnier, 2012): la fertilidad de los campos, la fertilidad humana, la alimentación. Asimilar las formas alfareras de los Shwa, por lo tanto, no es para las mujeres Gumuz una mera cuestión funcional: significaría abandonar toda una serie de conexiones que realizan a través del barro y que son esenciales para demostrar el valor social y biológico de las mujeres para toda la comunidad. Al modelar cerámicas o graneros las mujeres están haciendo algo más que objetos prácticos, están extendiendo o distribuyendo su cuerpo a elementos que representan actividades clave para la supervivencia de la comunidad.


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2.2. LOS BERTHA Los Bertha, como indicamos, son un grupo dividido en dos: los que han tenido mayor interacción con los sudaneses musulmanes, autodenominados Mayu, y los que se han mezclado con las poblaciones locales (conocidos como Gamili o Fakunkun). Esta división se efectúa también, como no podía ser de otro modo, a través de la cultura material y en concreto de la cerámica. Así, al contrario que los Gumuz y los Mao, los Bertha no tienen una sola tradición cerámica, sino dos. Esto no quiere decir que haya una cerámica Mayu y otra Fakunkun. En realidad todos los Bertha usan la misma cerámica, solo que esta cerámica es doble: existe una tradicional y otra que podríamos denominar islámica. Por otro lado, como se podría esperar, entre los Mayu la cerámica islámica es predominante, mientras que la tradicional es la que ocupa un porcentaje más elevado de los conjuntos cerámicos de los hogares Gamili. El estilo tradicional se corresponde, no por casualidad, con la cerámica que hacen las mujeres. Se trata sobre todo de los recipientes de cocina: contenedores medianos o grandes abiertos o globulares y de perfiles simples. Las vasijas se hacen muy rápidamente por perforación de la pella (los Gumuz

combinan la perforación de la pella con colombinos en los mismos cacharros) (Lám. 4). Al contrario que entre los Gumuz, la decoración aquí es escasa: existe alguna impresión a cuerda, alguna incisión simple y mamelones para sujetar las vasijas. Por lo que sabemos arqueológicamente, la decoración se ha ido empobreciendo desde el siglo XVIII. La tecnología de la cerámica femenina nos habla de sus afinidades: es semejante a la que encontramos entre los Mao, los Gumuz o los grupos Koman de la actualidad, pero también muestra afinidades con otras épocas y lugares. Una de las vasijas más interesantes desde este punto de vista es el ánfora para fermentar y almacenar la cerveza, el awar, que equivale al koga o tich’a kea de los Gumuz. En este caso, la antigüedad está demostrada arqueológicamente. Los awar tienen su paralelo en los contenedores para cerveza premeroíticos y meroíticos de Sudán central que aparecen desde mediados del primer milenio a.C. al menos (Fig. 4). Existe una continuidad de este tipo de producciones hasta época Funj (1505-1821) en el país vecino, lo que corrobora el vínculo genético entre la cerámica bertha y la meroítica. La cerámica de las mujeres bertha, por lo tanto, se asocia a dos tradiciones: la presente tradición preislámica del occidente de Etiopía y una remota tradición preislámica suda-

Lám. 4. Alfarera bertha fabrica cacharros de cocina delante de su casa por el procedimiento de perforación de la pella de barro.

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Fig. 4. Ánforas para cerveza, desde época meroítica hasta la actualidad.

nesa. En el segundo caso lo hace además a través de un objeto relacionado con una sustancia de enorme importancia social, como vimos en el caso gumuz: la cerveza. Al mismo tiempo que posee una gran relevancia es un elemento ambivalente, pues es contraria al lslam. De hecho, entre los Mayu más ortodoxos su fabricación y consumo se ha ido abandonando. No así entre los Bertha de las tierras bajas, que siguen fabricando cerveza en grandes cantidades y consumiéndola en fiestas de trabajo, bodas y otras celebraciones. Esto se refleja en la existencia de un gran número de awar en el interior de las casas. Podríamos pensar que la cerámica tradicional al ser de carácter doméstico está fuera del mercado, como sucede con la cerámica gumuz. Pero no es así. Las alfareras bertha fabrican tanto para ellas mismas como para la venta. Además, están preocupadas por la innovación, de forma que sus productos sigan siendo competitivos en el mercado, ante la presión de los artefactos industriales y la alfarería de las tierras altas (en la región de Benishangul, donde viven los Bertha, el Estado reasentó a decenas de miles de campesinos del altiplano durante los años 80). Para ello, no muestran ningún empacho en asimilar técnicas y formas cerámicas de otros grupos o en cambiar las que ellas mismas emplean para hacer sus vasijas más atractivas. El mejor ejemplo de ello es el tratamiento superficial. Cuando visité por primera vez las comunidades alfareras Bertha en 2001, las artesanas utilizaban un peculiar tratamiento poscocción en algunos cacharros. Preparaban un líquido con agua y la corteza machada de un árbol y nada más extraer las vasijas del fuego lo aspergían sobre

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las vasijas calientes con una ramita. De esta forma la sustancia quedaba fijada sobre la superficie de la cerámica y le daba un característico brillo metálico. En 2001 solo lo usaban en dos recipientes: el gey, que es una especie de fuente en la que se tuestan las gachas de cereal, y el eñish, en donde se cocinan los guisos que acompañan las gachas. La función del tratamiento superficial en ambos casos era clara: evitar que se pegara el alimento a la pared de la vasija (una especie de teflón casero). Para 2007, sin embargo, las alfareras de una de las comunidades, Obora, habían ampliado el tratamiento y lo aplicaban a prácticamente todos los productos, incluidos los awar y los hornillos (Lám. 5). Estos últimos son un artefacto de las tierras altas que las alfareras bertha han asimilado recientemente. Aquí ya no tiene otra función que hacer el recipiente más atractivo estéticamente, probablemente por asociación a la vajilla metálica que cada vez llega en mayores cantidades a la región. Que las alfareras bertha asimilen otras tradiciones y estén dispuestas a innovar con fines comerciales es parte de la lógica social bertha. Al contrario que los Gumuz, los Bertha son un pueblo híbrido, que ha asimilado otras tradiciones desde el origen: de los Funj de Sudán, del Islam y de los grupos indígenas Koman que ocupaban las tierras en las que ahora habitan. El comercio intercultural, además, ha sido parte también de la historia de los Bertha al menos desde el siglo XVIII. Para las alfareras, además, innovar es una forma de resistir: de sobrevivir en un ambiente multicultural en la que han de competir con otras tradiciones alfareras o resignarse a desaparecer.


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Lám. 5. Hornillos e incensarios con tratamiento superficial brillante.

Lám. 6. Vendedor de cafeteras bertha en un mercado (Kobor) a más de 80 km del lugar de producción (Khomosha).

El aspecto comercial de la cerámica bertha, sin embargo, es más claro en el caso del otro estilo, el que he denominado islámico. Existen tres tipos de cerámica fabricados dentro de este estilo: jarras para agua (albrik), cafeteras (jebena) e incensarios (hutani). La cerámica islámica tiene toda ella su origen en Sudán, está fabricada exclusivamente por hombres, casi siempre en núcleos urbanos (frente a la cerámica tradicional, que se fabrica en las aldeas), y tiene un amplio radio de distribución. Mientras la cerámica femenina raramente se desplaza más de 15 km, la masculina puede llegar a cerca de un centenar de kilómetros de su lugar de producción. Esto se debe a diversos motivos: en primer lugar, los hombres bertha se desplazan en burro y por lo tanto pueden llegar más lejos y transportar más carga (Lám. 6). El burro está vedado a las mujeres, que deben transportar toda su cerámica a pie y sobre ellas mismas, lo cual limita drásticamente la cantidad de vasijas que pueden llevar al mercado y la lejanía del mercado. Por otro lado, la cerámica islámica tiene la ventaja de ser eso: islámica (no bertha). Es reconocible como tal por parte de todos los grupos étnicos, lo que hace que cualquiera que se autodefina

como musulmán estará dispuesto a comprarla – no así los cristianos, que adquirirán cafeteras de otros cristianos. La jebena es islámica no solo porque tipológicamente proceda del Sudán islámico, sino porque su uso es ortodoxo: el café viene a sustituir a la cerveza como combustible social entre los Mayu. En las casas mayu es habitual encontrar varias cafeteras, a veces media docena, de la misma manera que entre los Gamili encontramos gran cantidad de ánforas para la cerveza. Las otras dos cerámicas de este estilo también son ortodoxas: el albrik se utiliza, entre otras cosas, para hacer las abluciones antes de la oración y el incensario en los rituales sufíes de oración y retiro espiritual, así como en las ceremonias de consumo colectivo de café. Que los hombres se encarguen de fabricar estos objetos, más prestigiosos y lucrativos, también encaja en la lógica social bertha y particularmente mayu, una sociedad patriarcal donde las diferencias sociales entre hombres y mujeres son mayores que en el resto de las comunidades indígenas del oeste de Etiopía. No es coincidencia que de todas las comunidades que he estudiado, solo los bertha practiquen la ablación de clítoris: un acto brutal de dominación masculina.

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2.3. LOS MAO La situación del Mao es la más intricada de todas por la propia complejidad histórico-cultural de este grupo, o más bien grupos. No todos los Mao fabrican cerámica. En la actualidad, solo los Sith Shwala lo hacen. Los Seze, Hozo y Bambasi han abandonado esta práctica. Al contrario que los Gumuz, los Mao no se resisten tan denodadamente a la presión de los grupos dominantes (en la actualidad Oromo). Así como durante mi trabajo de campo pude recoger decenas de ejemplos de violencia inter e intracomunitaria entre los Gumuz, no tengo ni un solo ejemplo de conflicto armado entre los Mao y los Oromo. La falta de resistencia abierta no quiere decir que los Mao no se resistan en absoluto. Si lo hacen, pero de una forma menos franca. Su tendencia es al camuflaje, a pasar desapercibidos. Asimilan elementos de la cultura dominante y los ponen a su servicio, muchas veces de forma subversiva. Eso es lo que hicieron con Yere, el dios supremo de los Busase, sus antiguos amos, que hoy consideran su divinidad protectora por antonomasia, o con las fiestas musulmanas, hábilmente sincretizadas con sus propias celebraciones: la fiesta del cordero (Arafa) se mezcla imperceptiblemente con la fiesta de la cosecha Mao. Con la cultura material pasa algo parecido. La cerámica Mao, que es lo que nos interesa aquí, es solo sutilmente distinta de la Oromo de la zona. Distinguir una cerámica Gumuz de una del altiplano es fácil. Cualquiera puede hacerlo: las diferencias saltan a la vista. Distinguir una Oromo de una Mao no lo es. Después de haber visto y dibujado cientos de contenedores, todavía no pondría la mano en el fuego aquí a la hora de identificar un contenedor según la etnia de su fabricante. Las diferencias son pequeñas y tienen que ver sobre todo con la forma del borde, que es más marcado entre los Oromo. La cerámica Mao ha ido perdiendo sus caracteres más identificativos, fundamentalmente la decoración. Pero este proceso no solo afecta a los Mao: la propia cerámica Oromo de la zona se ha aproximado a la alfarería Mao (Lám. 7). La estrategia de la hibridación y el camuflaje como resistencia cultural es peligrosa. Así lo demuestra el hecho de que las comunidades Mao que viven bajo mayor presión cultural y demográfica de los Oromo hayan perdido la mayor parte de sus tradiciones y casi toda su cultura material (caso de los Seze), mientras que los que viven en los márgenes son quienes todavía las mantienen (los Sith Shwala). Los

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Sith Shwala son muy distintos al resto de los Mao. Hablan una lengua Koman (nilo-sahariana) y solo fueron asimilados al conjunto Mao recientemente. Es más, se trata de un proceso que aun está en marcha, dado que los Oromo y los Bertha siguen invadiendo pacíficamente sus tierras. Antes de convertirse en Mao / Sith Shwala (que significa, literalmente, “Hombres Negros”, en contraposición a los Oromo, de piel más clara), este grupo se autodenominaba Kwama. Los Kwama que se negaron a convertirse en Mao­–es decir, a vivir junto a los Oromo, más o menos como subalternos o marginados– escaparon a la frontera con Sudán, donde todavía viven ahora (se llaman a sí mismos Gwama y hablan una variación dialectal del Kwama). La cerámica de los Gwama y de los Sith Shwala es por lo tanto muy semejante, pues al fin y al cabo eran el mismo grupo hasta hace unas décadas. Respecto a lo que aquí nos interesa, la lógica social, hay dos elementos reseñables: el primero y evidente es que sean los Mao que muestran una mayor resistencia cultural y social (los Sith Shwala) los que se empeñen en seguir fabricando cerámica (Lám. 8). La segunda cuestión es que entre los Sith Shwala no solo las mujeres fabrican cerámica, sino los hombres también (Lám. 9). Este es un hecho único. No existen ejemplos en el Cuerno de África de hombres que hagan cerámica a mano doméstica. En el caso de la cerámica masculina de los Bertha, en realidad se trata de especialistas que fabrican cerámica en grandes cantidades con fines comerciales – algo parecido a los alfareros que trabajan con torno. Los Sith Shwala, en cambio, si bien producen cerámica para vender, lo cierto es que lo hacen a una escala muy reducida y el tipo de vasijas es idéntico al que se consume dentro de la unidad familiar ¿Por qué sucede esto? En el fondo, la producción de cerámica no es otra cosa que un elemento más de la lógica social igualitaria de los Sith Shwala y dicha lógica afecta también a la relación entre géneros. Las mujeres Mao gozan de un mayor estatus que las Oromo y se niegan taxativamente a casarse con hombres Oromo, porque saben que el matrimonio significaría un empeoramiento de su situación. En cambio, los hombres Mao no tienen problema en contraer nupcias con mujeres Oromo ni estas tampoco en desposar a los Mao. Es precisamente en estas comunidades periféricas Sith Shwala donde todavía es posible ver a las mujeres con su atuendo tradicional y los pechos descubiertos (frente a las veladas mujeres Oromo) y donde algunas de ellas desempeñan papeles de importancia social, como el de adivinas.


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Lám. 7. Mujer oromo en el mercado de Begi vendiendo cerámica idéntica a la mao.

Lám. 8. Alfarera sith shwala fabricando cerámica en la periferia del territorio mao.

Lám. 9. Alfarero en la aldea de Boshuma, poblado sith shwala.

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Allí donde la alfarería ha desaparecido, la cerámica Mao y Oromo no es necesariamente idéntica. No lo es desde el punto de vista del consumo. Los Mao de Bambasi, por ejemplo, aunque no producen ya cerámica, adquieren el 80% de sus vasijas a alfareras y alfareros Mao, pese a que podrían hacerlo con la misma facilidad de ceramistas Bertha, Amhara u Oromo. A través de esta elección de consumo están demostrando su afinidad con la comunidad Mao en su conjunto. Esta preferencia no obedece a motivos puramente de etnicidad, sino también a prácticas culturales diferentes: los Mao siguen consumiendo cerveza, aunque se declaren musulmanes, cosa que los más ortodoxos Oromo no hacen, y cocinan gachas, en vez de las tortas de cereal que son típicas del altiplano.

a través del consumo diferencial de determinados artefactos: esto es lo que hacen algunas comunidades Mao con la cerámica. Este trabajo ha tratado de poner de relieve la relación entre la producción de cerámica y la lógica social en unas determinadas comunidades africanas. Al mismo tiempo, mi intención ha sido demostrar que la cerámica nos ofrece a los arqueólogos una vía sumamente fructífera para la comprensión de la sociedad, tanto en el pasado como en el presente. Es más que un mero material de datación o una prueba de las relaciones comerciales entre pueblos. Si la etnoarqueología ofrece ejemplos particularmente elocuentes de ello, la arqueología no está menos dotada para manifestar la lógica social de los objetos.

3. CONCLUSIONES En este artículo he analizado brevemente la cerámica de tres sociedades vecinas en Etiopía: los Gumuz, los Bertha y los Mao. He tratado de demostrar que la producción y el consumo de cerámica forma parte de una lógica social más amplia que estructura las relaciones entre los distintos miembros de la comunidad, las relaciones de género y las relaciones con otros grupos. Esa lógica social se construye sobre determinados principios culturales, valores políticos (el igualitarismo) y experiencias históricas (el contacto con sociedades dominantes). Así, los Gumuz se resisten a incorporar elementos extraños en sus cadenas técnicas operativas e igualmente son reacios a adquirir vasijas de sus vecinos. Su cerámica demuestra la importancia de la autonomía política, económica y social de la comunidad, así como la importancia de determinados rituales de comensalidad para cementar las relaciones intracomunitarios. La cerámica bertha es testigo de la división que afecta a la sociedad bertha a su conjunto, entre los más ortodoxos islámicos y aquellos que se asocian a las tradiciones preislámicas del pasado y del presente. Esa división es también de género: existe una cerámica masculina y una femenina, que se vinculan a distintas esferas culturales y religiosas y afinidades étnicas. En el caso de los Mao, la desaparición de la cerámica va de la mano del progresivo desvanecimiento de su identidad. Es una demostración más de que los objetos, realmente, nos constituyen como seres sociales (Webmoor y Witmore 2008). Sin embargo, incluso cuando la producción desaparece, uno puede seguir reafirmando su lugar en el mundo

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Maria CasaĂąa (Pilmaiquenco) utizando el bruĂąido como tratamiento final de la superficie de un cacharro.


1.3. PRÁCTICA TÉCNICA Y PRÁCTICA SOCIAL EN LA PRODUCCIÓN CERÁMICA DEL CENTRO DE CHILE TECHNICAL PRACTICE AND SOCIAL PRACTICE IN POTTERY PRODUCTION IN CENTRAL CHILE Jaume García Rosselló1

Resumen

Abstract

Con la presente reflexión queremos contribuir al debate sobre el dinamismo y la estabilidad de los procesos técnicos en la producción cerámica, así como su interrelación con los procesos de aprendizaje y las dinámicas sociales. Para ello nos referiremos a la alfarería del centro-sur de Chile, un territorio donde se encuentran dos grupos culturalmente diferenciados: aquellos con una identidad mapuche situados en el sur y los típicamente campesinos ubicados en el valle central. Planteamos que a pesar de ser grupos que se han ido diferenciando a lo largo del tiempo presentan una práctica cerámica común que puede ser visualizada a través de las cadenas operativas adoptadas. Dentro de esta misma homogeneidad técnica existe un dinamismo en las operaciones, las materias, los gestos y las herramientas. Nuestra discusión plantea que si bien es cierto -como no podría ser de otra manera- que uno de los factores que condicionan dicho dinamismo es el que se encuentra asociado a los dos grupos culturalmente diferenciados, existe otro que no puede ser establecido únicamente por factores de diferenciación social, cultural o identitaria. Es en este segundo dinamismo en el que nos queremos centrar fundamentalmente. Un dinamismo que consideramos está fuertemente vinculado con las diferentes esferas de interacción social y técnica del proceso de aprendizaje. Entendemos que es de este modo cómo se relacionan la práctica social y la práctica técnica.

The reflection presented here aims at clarifying the debate about dynamism and stability of the technical processes embedded in pottery-making, inasmuch as their interrelation with learning strategies and social dynamics. Here we refer to the pottery production in central-southern Chile, a territory inhabited by two culturally differentiated groups: the one exhibiting a Mapuche identity to the south, and a second group of typical farmers living in the central valley. We propose that, despite their long-time differences, they share a common practice regarding pottery which may be identified in the châine opératoire followed. Incorporated in such technical homogeneity, there exists certain dynamism in the operations, raw materials, gestures and tools. This discussion suggests that despite the obvious fact that this dynamism responds to the variety between the groups, there is another motivation which cannot be defined by the mere social, cultural or identitarian differentiation. This second dynamism is precisely the focus of this article, a dynamism we interpret as intimately related to the several spheres of the social and technical interaction of the learning process where social and technical practices are manifested

Keywords: Mapuche, Chile, Pottery Technology, Ethnoarchaeology, Learning, Visibility.

Palabras clave: Mapuche, Chile, Tecnología Cerámica, Etnoarqueología, Aprendizaje, Visibilidad. 1 Universitat de les Illes Balears. Departament de Ciències Històriques i Teoria de les Arts. Ctra. Valldemossa Km 7,5. CP: 07122. [ jaume.garcia@uib.es ]

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1. INTRODUCCIÓN Y PLANTEAMIENTO INICIAL El presente texto pretende generar un marco de discusión sobre la vinculación existente entre práctica social y práctica técnica enfatizando la idea de que cualquier estrategia tecnológica siempre tiene sentido dentro de la lógica social en la que está inserta (Gosselain, 1992; Lemonnier, 1992). En esta línea de reflexión queremos indagar en las dinámicas sociales que influyen en la generación del dinamismo técnico, en particular en el caso de la alfarería, y la manera en que este dinamismo también influye en las dinámicas sociales. Nos parece que la mejor estrategia para adentrarnos en el estudio de los materiales cerámicos y sus vinculaciones sociales es aquella que integre todo el ciclo de transformación de la cerámica. El resultado de las operaciones técnicas organizadas en una secuencia concreta dará como resultado un acabado, decoración y morfología específicos. Es por ello que las formas cerámicas no pueden entenderse sin integrase en el análisis de los procesos técnicos. Sin embargo, las dinámicas que intervienen en la homogeneidad y dinamismo de unas formas frente a otras, si bien, también se encuentran condicionadas por las prácticas sociales, están fuertemente influidas por la función que se le quiere dar al producto y por el uso y la aceptación social del mismo (García Rosselló, 2008). Al contrario de lo que ocurre en el caso de las prácticas técnicas, el aprendizaje, la experiencia, la habilidad y la adquisición de hábitos motores no son determinantes en el caso de la forma. Es por ello, que en este trabajo nos vamos a centrar exclusivamente en la cadena operativa de fabricación. Estructuramos dicha cadena operativa la estructuramos en dos ejes (García Rosselló, 2009; García Rosselló y Calvo, 2013). El primero de ellos hace referencia al el estado de la arcilla cuando se realizan las diferentes operaciones técnicas. Se trata del estado físico de la arcilla que permite ir dando forma a la pieza y que iría desde la arcilla en estado natural ha estado cocido, pasado por diferentes etapas como el estado plástico o la textura de cuero. El segundo se refiere a la secuencia de confección de la pieza donde la finalidad de las diferentes operaciones técnicas cobra sentido. Con ello nos referimos a los procesos tecnológicos marco que generalmente, aunque no siempre, coinciden a grandes rasgos con las diferentes fases en las que se encuentra la arcilla. El proceso tecnológico marco haría referencia a las gran-

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des etapas de fabricación vinculadas con las características necesarias para trasformar una materia prima en un útil. Este proceso puede ser desglosado entre átomos de análisis menores que son los que verdaderamente definen la totalidad del proceso técnico. Dentro de este segundo eje los procesos técnicos marco se desglosan en el proceso tecnológico pormenorizado, la operación técnica y el gesto técnico. Mediante el proceso tecnológico pormenorizado (PTP) se concreta el desarrollo de los Procesos Tecnológico Marco. Nos referimos aquí a lo que otros autores han definido como técnica. Sin embargo, nos parece más acertado hablar de procesos al ser un concepto más dinámico asociado a un grupo de actuaciones. Un PTP puede componerse de diferentes operaciones técnicas (OT). Juntas y de forma secuenciada, estas operaciones darán como resultado la definición de un Proceso Tecnológico Pormenorizado. El último lugar lo ocupa el átomo mínimo de análisis técnico. Por ello, el gesto técnico (GT) supone una categoría mucho más concreta que la operación técnica. Se trata de la manera en que la alfarera lleva a cabo una Operación Técnica: movimiento, posición, colocación de las manos. No obstante, cualquier análisis de la cadena operativa debe estar asociado, por una parte a tipos concretos, ya que según la forma que se propone realizar puede variar parte del sistema de fabricación, y por otra a individuos, ya que constituyen el nivel mínimo de concreción de las operaciones técnicas.

2. CONTEXTO Y ESTRATEGIA DE ESTUDIO El valle central chileno se caracteriza por ser el límite de la ocupación española durante el periodo colonial (siglos XVI-XIX d.C.). De esta forma, el río Bío-Bío marcó una frontera entre el territorio mapuche y el territorio bajo la administración española. Dicha frontera solo fue eliminada en el siglo XIX debido a la conquista del territorio mapuche por los ejércitos chilenos, conquista que fue denominada eufemísticamente, “pacificación de la Araucanía” (Bengoa, 1991; Paño, 2007). En la actualidad, pese a la unificación de todo el territorio bajo la administración chilena, se han mantenido las diferencias culturales entre la población que habita la región más meridional, que


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Fig. 1. Localizaciones poblaciones estudiadas (Maule, Bío-Bío y Araucanía).

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se identifica como mapuche, y la otra más al norte, de raigambre campesina y que ha asumido progresivamente una identidad nacional chilena, pero que a su vez ha conservado algunos rasgos propios. A partir de estas premisas, nuestro trabajo ha consistido en la identificación de las cadenas operativas de fabricación cerámica a los largo de todo el valle central, tanto en las poblaciones de Pomaire, Quinchamalí y Pilén al norte del río Bío-Bío1 (Fig. 1) como entre las alfareras mapuches dispersas en diferentes reducciones-comunidades2 de la actual región de la Araucanía (Fig. 1), conocida por los propios indígenas como Gulumapu (León, 2008). Dicho trabajo se ha realizado a tres niveles: 1. Identificación directa de las operaciones técnicas asociadas a alfareras concretas. 2. Entrevistas semi-estructuradas a personas vinculadas con la alfarería: alfareras, vendedoras, hijos, maridos, hermanas, madres. 3. Consulta de diferentes fuentes de tipo etnográfico que nos han permitido ampliar los datos tecnológicos desde una perspectiva diacrónica para establecer un cierto acercamiento a las estrategias técnicas desde principios del siglo XX y algunas otras vinculadas con cronistas que se remontarían al tiempo de la colonia (Guevara, 1911; Joseph, 1930; Wilhelm de Moesbach, 1936; Valenzuela, 1955, 1957).

3. CADENA OPERATIVA, HOMOGENEIDAD TÉCNICA

DINAMISMO

Y

Algunas de las cadenas operativas documentadas en el valle central chileno han sido publicadas por nosotros en diferentes trabajos (García Rosselló, 2008; De Carvalho y García Rosselló, 2012). A raíz

de los resultados obtenidos, hemos argumentado que dichas cadenas operativas se pueden agrupar según el origen de las alfareras, sea el territorio mapuche o las localidades alfareras especializadas situadas al norte del Bío Bío (por ejemplo Pilén y Quinchamalí). Sin embargo, en ambos casos las tradiciones tecnológicas tienen un origen mapuche que se visualiza claramente en la existencia de unos patrones técnicos comunes (García Rosselló, 2009) que se han ido trasformando a lo largo del tiempo debido a la fragmentación del conocimiento y el aislamiento existente entre las poblaciones que habitaban el territorio colonial y las que lo hacían en el Gulumapu (Góngora 1978; Bengoa, 1990; Paño, 2005; Zavala, 2011). Ello tiene que ver con un aislamiento geográfico y una marginación social de los grupos, un repudio de la identidad indígena en algunos casos y la adaptación al mercado. Las cadenas operativas que publicamos aquí (Fig. 2)3 presentan un alto nivel de coincidencia en cuanto a procesos y operaciones técnicas, mientras que la variabilidad existente se circunscribe a herramientas, gestos técnicos y procesos y operaciones no estructurales4. A nuestro entender la tecnología cerámica en el valle central tiene un fuerte componente de habitus que se va adquiriendo en el día a día a través de una práctica continuada, donde junto con la interiorización de los hábitos motores necesarios para dicha práctica, se trasmiten otras ideas y valores sociales que afectan a diversos campos (Calvo y García, 2012). Por ello, planteamos que tanto en la homología existente en muchas de las operaciones técnicas como en su dinamismo, los procesos de aprendizaje dentro de los espacios domésticos tienen un papel fundamental. De igual modo, estos diferentes niveles de dinamismo y homogeneidad se vinculan con las principales etapas que componen la cadena operativa de fabricación: obtención y preparación de la arcilla, modelado, tratamientos de superficie y decorativos y, finalmente, cocción.

1 Hermanas García, Delfina Aguilera, Teresa Muñoz, Olga Salinas, Gastón Montti, Silvana Figueroa y Delma Montti Figueroa. 2 Ema Tranamil, Maria Tranamil, Sandra Rain y Teresa Huaiquil (Dibulko I, Lumaco). Selmira Huaiquil y Rosa Huaiquil, (Dibulko I, Lumaco). R. Antilleu (Kitrague, Traiguen). Maria Pucol y Lucinda Antil (Elicura, Contulmo). Fresia Nahuelque, Agustina Calvellunca, Luisa Manilio (Huallapen Bajo, Contulmo), Adelaida Melipil, Eliana Paillalí (Llallahuen, CholChol), Dominga Neculmán y nieta (Roble Huacho, Padre las Casas). Maria Casaña, Juana Luisa Machacón, Gladys Comillo (Pilmaiquenco, Carahue). Helvetia Coillo (Pillanlelbun, Lautaro). Maria Collenco, Juana Collenco (Aniñir, Traiguen). 3 Obtenidas a partir de nuevos datos fruto de las diferentes campañas realizadas en territorio mapuche (Gulumapu) los años 2011, 2013 y 2014 (Bío-Bío, Araucanía y los Ríos). 4 Distinguimos entre procesos técnicos estructurales y secundarios. Los primeros son aquellos en los que su transformación supone importantes cambios en el resto de procesos que componen la cadena operativa y en la estructura de producción. Los segundos son los que su modificación o sustitución no supone un cambio en el resto de la cadena operativa ni en la estructura e infraestructura de producción.

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Fig. 2. Modelización de las cadenas operativas obtenidas.

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3.1. HOMOGENEIDAD TÉCNICA En primer lugar, vamos a exponer aquellos elementos y comportamientos técnicos que nos permiten argumentar la existencia de una alta homogeneidad en la cadena operativa de fabricación cerámica. Dicha homogeneidad tiene una continuidad territorial independientemente de si se trata del mismo grupo cultural o de diferentes contextos históricos recientes. Es decir, no está condicionada por la adscripción identitaria de la alfarera, ni por el límite establecido en el río Bío-Bío y que separó durante centurias a los grupos indígenas bajo dominio colonial de aquellos que se mantuvieron independientes en parte del Gulumapu.

glosa en las siguientes operaciones técnicas: colombinos aplastados, aplicados en cabalgadura interna y externa de forma alterna y ensamblados por arrastrado. 3. En los Tratamientos de Superficie Primarios (TS1)5: 3A. Raspado del cuerpo interior. 3B. Compactado de la superficie exterior e interior cuando la pieza es de boca abierta. 3C. Alisado del labio para conseguir una forma final regular, circular y horizontal 4. En la inserción de elementos secundarios (M2):

1A. Características de lugar de donde se extrae la arcilla, generalmente lugares inundados o inundables localizados en lagunas o esteros.

Evidentemente, el tipo de confección de los elementos secundarios (asas, mamelones, asideros) dependerá de la forma de los mismos. Sin embargo, el sistema de ensamblaje al cuerpo por inserción6 es una práctica generalizada. Dicho sistema puede variar en la manera de llevarlo a cabo aunque a grandes rasgos se mantenga el proceso.

1B. El sistema utilizado para mezclar los diferentes componentes mediante el pisado.

5. En los tratamientos secundarios de superficie (TS2, Fig. 4):

1C. El tipo de componentes añadidos a la arcilla base: arcillas con un alto contenido en gravas.

5A. Bruñido mediante movimientos de vaivén utilizando un canto rodado.

Esta alta homogeneidad (Fig. 2) se observa en: 1. En el proceso de obtención de materias primas (MP):

2. En el modelado primario (M1): 2A. Utilización de dos procesos técnicos para confeccionar la base y el cuerpo inferior. La adopción de una u otra estrategia es aleatoria y depende exclusivamente de la red de aprendizaje en que se encuentre inserta la alfarera (Fig. 3). 1. Ahuecado, batido y estirado. En ocasiones se puede utilizar para confeccionar toda la pieza cuando esta es pequeña y de boca abierta. 2. Confección de un disco de arcilla por golpeado y aplastado. Doblado de los extremos para iniciar el cuerpo inferior. Estrategia muy generalizada en todo el territorio. 2B. Urdido en cabalgadura alterna para confeccionar el cuerpo. Esta estrategia se des-

5B. Cubrimiento o baño de materia orgánica en estado líquido. Estrategia que en la actualidad se está perdiendo. Sin embargo, las fuentes orales, tanto en el norte como en el sur del Bío-Bío, nos hablan de una estrategia generalizada hasta hace algunas décadas7. 6. En la cocción (CC, Fig. 5): 6A. Calentamiento y deshidratado final de las cerámicas por medio del acercamiento progresivo a la estructura de combustión y colocación final sobre su base. 6B. Uso de estructuras de cocción donde combustible, comburente y vasijas cerámicas están en contacto. Todas las estructuras utilizadas, generan el mismo tipo de atmósfera.

5 Si bien, como veremos, pueden cambiar las herramientas e incluso los movimientos (es decir la manera de llevar a cabo la operación técnica y el gesto desarrollado) independientemente de la adscripción identitaria y territorial de la alfarera. 6 La inserción se refiere a la fabricación de una perforación en el cuerpo donde se introduce la protuberancia formada en el extremo del elemento de prensión. 7 Joseph (1930); Valenzuela (1955, 1957); Montecino (1986).

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Fig. 3. Modelado. 1.- Maria Casaña (Pilmaiquenco); 2.- Helvetia Coilla (Pillanlebún); 3.- Ema Tranamil (Dibulko 1); 4 y 5.- Delfina Aguilera (Pilén); 6.- Silvana Figueroa (Quinchamalí).

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Fig. 4. Tratamientos finales de superficie: 1. Bruñido: Maria Casaña (Pilmaiquenco); 2. Baño de LoKro: Ema Tranamil (Dibulko 1); 3. Engobado: Maria Casaña (Pilmaiquenco); 4. Engobe: Viviana Montti; 5. Bruñido: Delfina Aguilera (Pilén); 6. Silvana Figueroa (Quinchamalí).

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Fig. 5. 1. María Pucol (Elicura); 2..- Silvana Figueroa (Quinchamalí); 3. Rosa Huaiquil (Dibulko 2); 4. María Casaña (Pilmaiquenco); 5. Ema Tranamil (Dibulko 1).

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3.2. DINAMISMO TÉCNICO Frente esta homogeneidad de los procesos técnicos que conforman la cadena operativa, y que acabamos de enumerar, existe un marcado dinamismo que se vincula con el modo de llevar a cabo las operaciones técnicas y el tipo de materiales utilizados más que con procesos técnicos marcadamente diferenciados.

2.- En el modelado primario (M1). En algunos gestos técnicos vinculados con la confección de los colombinos, como el uso de soportes de madera para darles forma y aplastarlos, o el uso de espátulas o las manos para unir los diferentes elementos (Fig. 3). 3.- En los tratamientos de superficie primarios (TS1). Hay aquí una clara diferenciación entre las alfareras mapuches y las que residen al norte del BíoBío. En las poblaciones alfareras de Pilén y Quinchamalí, las herramientas utilizadas son siempre el cordobán para alisar el labio, el mate11 para el raspado y un canto rodado o espátula de madera para el compactado. Entre las mujeres mapuches hay una tendencia generalizada al uso exclusivo de las manos. De forma excepcional y de manera aleatoria se pueden utilizar para alisar, compactar y raspara conchas, cucharas y espátulas.

Este dinamismo se observa: 1. En la obtención y preparación de las materias primas. 1A. En el caso de la arcilla, entre las alfareras mapuches se encuentra generalizado el uso del ücu8, no obstante existen casos donde la arcilla no se mezcla, sino que se le aplica un enjuague de hojas de maquii, o se le añade arena o laja molida. En Pilén o Quinchamalí, dependiendo de la veta de arcilla, se puede mezclar el material recolectado con arcillas menos plásticas y con un alto contenido de gravas o se puede utilizar directamente sin añadir antiplásticos.

4.- En los tratamientos de Superficie Secundarios (TS2) El uso de engobe está más o menos generalizado. Sin embargo, hay que destacar que entre las alfareras mapuches, al contrario de lo que ocurre en las aldeas alfareras del valle central, su uso es algo más reducido en función de las características de la arcilla (Fig. 4).

1B. El modo de mezclar estos componentes es por pisado pudiendo variar el soporte sobre el que se realiza: un saco o una batea de madera. 1C. En el caso del combustible, hay una gran aleatoriedad en el tipo utilizado. No obstante se ha generalizado el uso de bosta de vacuno alternada con diferentes tipos de madera en el norte del Bío-Bío, y la utilización hualle y astillas de pellín9 en el territorio Mapuche.

Otra estrategia que presenta cierta aleatoriedad y se concentra sobre todo en el norte del Bío-Bío es el ahumado de las vasijas con hojas secas y cenizas. 5. En la cocción (CC):

1D. La materia orgánica aplicada a la superficie de la cerámica, una vez seca, es significativamente distinta entre los diferentes lugares, si bien en todos los casos se trata de un componente líquido. Esta materia orgánica puede ser, en el caso mapuche, sopa de locro, mote, muday10 o leche aplicada en caliente. En el norte del Bío-Bío se aplica en frío grasa de gallina, vacuno o patata.

5A. Respecto al calentamiento de las vasijas, hay que destacar el sistema de suspensión de las cerámicas dentro de una cesta que se coloca sobre la hoguera, ideado en Quinchamalí en las últimas décadas (Fig. 5-2). 5B. Aunque la estructura de cocción se fundamenta siempre en el mismo modelo, se han adoptado dos estrategias diferenciadas. En el norte del Bío-Bío, se quema en superficie

8 Arcilla muy poco plástica con una alta concentración de gravas y arenas. 9 Arbusto nativo cuya corteza y hojas tienen propiedades curativas. 10 Bebidas de base fermentada y hervida de cereal. 11 Calabaza seca, vaciada y abierta que se utiliza para tomar infusiones medicinales o de yerba mate.

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mientras que en el territorio mapuche se realiza en fosa. No obstante, de manera excepcional puede haber cocciones en hoyo12 en el norte y en superficie13 en el sur (Fig. 5). En el caso de las estructuras de superficie, pueden estar ubicadas en el interior de la vivienda o en el patio exterior. Igualmente, en las cocciones en fosa, se puede utilizar de forma excepcional el fogón de la casa.

4. ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE EN EL VALLE CENTRAL Pasemos ahora a contextualizar la práctica técnica dentro de la esfera social del aprendizaje. Las entrevistas realizadas entre los años 1999-2014 han permitido documentar, a grandes rasgos, unos procesos y estrategias de aprendizaje muy similares entre las alfareras mapuches y las típicamente campesinas chilenas. En todos los casos estudiados la transmisión del oficio y el conocimiento de las técnicas y operaciones cerámicas son un asunto familiar, por lo que se aprende en la casa como parte del resto de las actividades de la vida cotidiana (Vidal y García Rosselló, 2010). En estos contextos de producción doméstica, el conocimiento técnico se trasmite de generación en generación, a través de un aprendizaje dentro del grupo familiar. Desde niña, la alfarera aprende a fabricar cerámica mediante “el saber hacer” trasferido por la madre, la hermana, o una pariente cercana, que a su vez aprendieron de sus madres, y así sucesivamente durante generaciones (García Rosselló, 2008, 2011; Calvo y García Rosselló, 2010).

Sin embargo, dicho proceso debe concebirse a nivel social, en tanto que lo que se trasmite no es únicamente el saber hacer del maestro, sino que engloba el conocimiento tecnológico que tiene el grupo. Por lo tanto, no se trasmite un conocimiento tecnológico individual, sino el conocimiento tecnológico social e identitario. En este proceso que tiene lugar en el ámbito doméstico, la transmisión de conocimientos técnicos se combina internamente con otros aprendizajes, tanto tecnológicos (conocimiento de las prácticas culinarias, agricultura, recolección, etc.) como sociales, así como con los valores éticos y la cosmovisión que tiene el grupo. Es por ello que planteamos que el aprendizaje se realiza según la tradición, como se hizo por generaciones, copiando gestos desde la infancia. Desde un punto de vista estrictamente técnico, dicho proceso combina dos estrategias: un aprendizaje establecido según la dificultad que entrañan las operaciones técnicas y otro fundamentado en la dificultad implicada en la fabricación en función del tamaño y la forma de las piezas. En este sentido, la producción de las niñas suele restringirse en un primer momento a la elaboración de piezas pequeñas (juguetería y miniaturas). Al llegar a la adolescencia, ayudan en la producción familiar fabricando ellas mismas las piezas o bien asistiendo a la madre en algunas acciones poco especializadas pero que requieren una importante inversión de tiempo. Un ejemplo significativo es el del bruñido que, si bien no requiere de una alta perica técnica ni de una habilidad manual muy desarrollada, demanda un tiempo considerable para su aplicación. Veamos estos dos tipos de aprendizaje a los que nos estamos refiriendo: El aprendizaje según la operación técnica

Las niñas se dedican a aprender observando e imitando a niñas mayores o a las mujeres adultas de su unidad doméstica en un contexto donde el control de todo el proceso productivo está en manos de la alfarera de más edad (Montecino, 1986; Vidal y García Rosselló, 2010). Generalmente aprenden el oficio de sus madres por imitación, intentando reproducir lo más exactamente posible las formas cerámicas, las operaciones técnicas y su gestualidad.

Se puede dividir en tres etapas diferentes. En los primeros años, la aprendiza acompaña a los mayores, que pueden ser hombres o mujeres, a recoger la arcilla y otras materias primas. Posteriormente ayudará a preparar la pasta y a aportar el combustible y alimentar el fuego durante la cocción y además de trasportar las piezas al horno. Una tercera etapa consiste en ayudar a “acabar” las vasijas, es decir realizar los tra-

12 Valenzuela (1955). 13 Lumaco, Pillanlebún y Pilmaiquenco.

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tamientos de superficie secundarios como el bruñido o la aplicación de engobe. Finalmente aprende a dar forma a una pieza, nos referimos aquí al modelado y los tratamientos de superficie primarios, todas aquellas operaciones que se realizan cuando la arcilla se encuentra en estado plástico. Proceso de aprendizaje según la forma y el tamaño Paralelamente, la aprendiza, sobre todo cuando es niña, empezará a jugar con la arcilla intentando imitar las formas cerámicas que fabrica la madre. Por eso, en un principio se dedica a fabricar miniaturas de vasijas de mayor tamaño y a inventar formas para utilizar como juguetes. Así, con el tiempo, se inicia en el modelado propiamente dicho, primeramente con piezas abiertas de perfil simple, que empezará a vender a las personas que frecuentan el puesto de su madre en la casa, el mercado o la feria. Finalmente, modela las vasijas de boca cerrada y perfil sinuoso y las cerámicas de gran tamaño. En todo este proceso, la madre dejará libre a la niña sin interferir en dirigir el proceso o modificar los errores de fabricación. Sin embargo, durante prácticamente todo el proceso la aprendiza actúa como ayudante de la maestra, en estrecho contacto con ella.

5. APRENDIZAJE, INTERACCIÓN SOCIAL Y CADENA OPERATIVA Nos centraremos ahora en discutir la marcada vinculación que, a nuestro juicio, existe entre la esfera social de aprendizaje y el dinamismo tecnológico. Como veremos a continuación, la mayor o menor permeabilidad y dinamismo de los diferentes procesos y operaciones técnicas están condicionados por el proceso de aprendizaje, que a su vez se relaciona con la visualización y socialización de algunas de las etapas técnicas frente a otras más privadas. Para ello vamos a tener en cuenta tres esferas de interacción intra y extra tecnológica en las diferentes etapas de la cadena operativa: interacción social durante la práctica técnica, estrategia de aprendizaje y requerimientos técnicos. a. Preparación de la arcilla y cocción La preparación de la arcilla y la cocción son dos procesos que presentan la misma práctica técnica en relación con la interacción social, la trasmisión de ideas y el aprendizaje.

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Este proceso afecta a toda la producción y supone la transformación de la arcilla. En el caso de la extracción y preparación de las materias primas, la arcilla se transforma de un material en estado natural a una mezcla de componentes sobre una base arcillosa humedecida. El resultado obtenido de cara al proceso de fabricación de una vasija no es visible por los miembros externos al grupo familiar. En el caso de la cocción, la arcilla pasa de estado plástico al estado cocido transformando por completo y de forma definitiva sus propiedades. No obstante, los resultados de la cocción tales como manchas, coloración, sonoridad y textura siempre son visibles por todos los miembros del grupo. Para realizar estas actividades no es necesario tener experiencia y por tanto no es imprescindible la práctica continuada del aprendizaje (que es una actividad más de tipo cognitivo e intelectual). Por ello, es posible que en estas actividades participen individuos sin conocimientos previos de alfarería. Sin embargo, es imprescindible que el proceso sea dirigido por una persona experimentada con el fin de controlar todo el proceso de transformación: en el caso de la preparación de la pasta, a través del tacto con el fin de conocer la textura, y en el caso de la cocción a través de la vista para identificar el estado cocido. Dicha actividad se realiza en aquellos espacios de la casa que pueden ser observados desde el exterior. Tanto para cocer las cerámicas como para preparar la pasta se utiliza el patio o un porche en verano, y la cocina en invierno. En este sentido se trata de espacios privados y públicos a la vez pero que presentan una baja visualización social de la actividad por parte de otros miembros de la comunidad. No obstante, la posible participación de ayudantes externos al grupo doméstico fomenta los contactos sociales dentro de la comunidad y vuelve la actividad más pública. Es en las actividades vinculadas con la obtención de las materias primas, principalmente combustible y arcilla, donde se dan los mayores contactos sociales. La existencia de espacios “públicos” donde todos los miembros de la comunidad relacionados con la práctica alfarera acuden a obtener las materias primas facilita el establecimiento de vínculos sociales, la trasmisión de ideas y conocimientos y, a través de estos, se participa activamente de la actividad social relacionada con la alfarería. De esta forma, las minas de arcilla, lugar donde coinciden miembros


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de diferentes familias, se convierten en un espacio de contacto e intercambio de ideas entre grupos de alfareras y familiares. En este sentido, la variabilidad existente en el uso de diferentes tipos de pastas y combustibles en un territorio tan extenso como el que analizamos estará relacionada con de la disposición de determinados materiales en zonas concretas del paisaje, pero también con la existencia de contactos sociales entre alfareras a través de espacios públicos como las minas de arcilla o semipúblicos como los patios de las casas que condicionarán tanto el uso de las mismas minas de arcilla como de los componentes que conformaran la pasta. No obstante, en esta etapa del proceso ni los resultados obtenidos ni la propia práctica técnica son visibles por el consumidor y el resto de la comunidad. De ahí que la variabilidad existente esté asociada más estrechamente a cuestiones geográficas y comunitarias que individuales. No ocurre lo mismo en el caso del tipo de estructura utilizada para la cocción. Si bien se trata de un nivel con menos dinamismo técnico ya que se relaciona con el modo de llevar a cabo una operación técnica, presenta una alta variabilidad entre las diferentes alfareras. Se trata, por tanto, de un dinamismo técnico de tipo más individual al no estar asociado a territorios ni grupos. Durante la cocción se obtienen las características esenciales del producto que permiten una mayor resistencia y durabilidad, pero también, en muchos casos, la coloración final que tendrá la vasija. No obstante, en el caso que nos ocupa, las distintas estructuras de cocción mantienen un mismo tipo de atmósfera, sistema de combustión y temperatura, y su uso no supone un cambio en el tipo de combustible. Es por ello que dicha variabilidad es posible, ya que no tiene consecuencias sobre el producto obtenido ni sobre el tipo de combustible utilizado. Y por ello el aspecto final del producto es el mismo. Por ello, las modificaciones técnicas no son visibles en el producto final para los miembros de la comunidad. La cocción es además una etapa de la cadena operativa donde el aprendizaje es mucho más libre y fuera del control estricto de la maestra. b. Modelado primario, tratamientos de superficie primarios y modelado secundario El modelado primario es probablemente la etapa más resistente a los cambios y por lo tanto presenta un dinamismo tecnológico muy reducido (Fig. 3). Esta

etapa de la cadena operativa de fabricación se caracteriza por estar asociada a formas y tamaños concretos. En este sentido, el modelado puede ser diferente según el tipo de pieza de que se trate. Al contrario de lo que sucede en otras etapas, aquí el objetivo de los diferentes procesos técnicos no es la trasformación de las propiedades físicas de la arcilla, sino que se trata de darle forma, de “humanizar” la materia prima hasta convertirla en algo identificable a nivel social. Por ello, el primer aprendizaje de la alfarera en relación al modelado es el vinculado al elenco formal producido por el grupo. Un aprendizaje que se inicia en la más tierna infancia al observar las vasijas que usa la madre e incluso ella misma, asociando de esta forma tipos cerámicos a usos concretos. El modelado es una actividad esencialmente individual donde a través de una práctica continuada en el tiempo se adoptan unos hábitos motores imprescindible para poder “levantar” una vasija. Se requiere por tanto de una profunda experiencia donde la ayuda externa de personal no experimentado no es posible y donde la pericia técnica, que se irá adquiriendo con la práctica a lo largo de los años, adquiere su máxima relevancia. Se asocia de esta forma a personas y formas concretas, al contrario de la preparación de la arcilla y la cocción que son fundamentalmente actividades comunitarias a nivel familiar. De esta forma se trasmite en el ámbito doméstico, un espacio de trasmisión de ideas esencialmente privado y familiar en el que solo entran en contacto maestra y aprendiza, y donde el control de la maestra sobre la repetición del modelo conocido es absoluto. Por otro lado, es una parte del proceso de fabricación muy poco visible, no solo por el resto de la comunidad, sino también por otros grupos de alfareras pertenecientes a unidades domesticas diferentes. Por ello, el contacto social en esta etapa es prácticamente nulo y la capacidad de innovación de la aprendiza queda completamente anulada hasta su madurez, cuando ya ha interiorizado por completo dicho proceso como el único válido. Ello condiciona que sea la parte de la cadena operativa menos permeable a los cambios. De esta forma, los procesos técnicos y la manera de llevarlos a cabo se mantienen uniformes a lo largo del territorio, al margen de grupos sociales, comunidades e individuos. En consecuencia, el dinamismo técnico afecta exclusivamente a los gestos técnicos, es decir, al

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átomo mínimo de la acción técnica: postura, movimientos, colocación de las manos o herramientas. Es en particular en este último caso donde encontramos cierta variabilidad que sin embargo no supone un cambio en el tipo de proceso técnico realizado. La sustitución de una cuchara por una concha o un canto rodado puede ser significativamente importante desde la materialidad que identifica el arqueólogo pero es insignificante desde el punto de vista de la operación técnica aunque dichos elementos son muy apreciados y estables en el caso del bruñido. Estamos entonces ante una variación de tipo individual que nunca tiene visibilidad más allá del espacio doméstico donde trabaja la alfarera. c. Tratamientos de superficie finales La práctica técnica vinculada con el tratamiento final de las superficies difiere significativamente de lo expuesto para el modelado. Se trata de una actividad vinculada a vasijas concretas y cuyo resultado es claramente visible en el producto final. Es una práctica que también se desarrolla por completo dentro de la vivienda familiar y por tanto hay una baja visualización social de la acción técnica. El proceso de aprendizaje no difiere del adoptado para el modelado primario en cuanto a la necesidad de adquirir hábitos motores específicos que van mejorando por medio de la práctica y sigue siendo un proceso fuertemente controlado por la maestra. Sin embargo, no requiere de la adquisición de una sólida pericia técnica; por tanto, la duración del proceso de aprendizaje es menor, lo que permite la ayuda externa de mujeres poco especializadas en las actividades alfareras pero vinculadas a la misma a través de lazos familiares. No obstante, esa baja visualización de la acción técnica queda neutralizada por la alta visualización social de los resultados obtenidos en la vasija, ya que estos están directamente relacionados con el aspecto final del recipiente y son visibles para el total de la población: consumidores y productores. Otro factor a tener en cuenta es el aumento del contacto social entre las alfareras. En esta etapa de la cadena operativa no es necesaria una pericia técnica consolidad pero debido a la gran inversión de tiempo necesaria para completar el proceso, las alfareras pueden adoptar un trabajo más comunitario. De esta forma se reúnen para bruñir y decorar las vasijas (Valdés y Matta, 1986). Eso no significa que el trabajo sea compartido más allá de la existencia de alguna ayuda

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familiar; significa más bien que diferentes mujeres con fuertes vínculos sociales entre ellas se reúnen para trabajar sus propias piezas en compañía de otras. Se da así un mayor contacto social que en otras etapas fuertemente vinculadas al espacio doméstico como el modelado primario, aunque ese contacto social se reduce al ámbito de la alfarería en el que no participan otros miembros de la comunidad. Es por ello que el mayor dinamismo en la cadena operativa se asocia con el tratamiento final de superficie. Es la única etapa en que existen estrategias técnicas que no se encuentran totalmente generalizadas, como se documenta en la aplicación de engobe, el baño de materia orgánica o el ahumado. Y también en las herramientas utilizadas. Se trata en este caso de procesos técnicos vinculados con el aspecto final de la vasija y con su aceptación y visualización social por parte de todo el grupo por lo que están fuertemente condicionados por los gustos de productores y consumidores. Pero, además, son aquellos procesos vinculados directamente con tipos y vasijas concretas que pueden ser desarrollados en grupo aunque tengan lugar en los espacios privados vinculados con la casa. Un segundo nivel de dinamismo está asociado a las materias primas empleadas. En este caso, los componentes utilizados para aplicar un baño de materia orgánica difieren significativamente a nivel individual, sin demarcar una variabilidad vinculada con el territorio. No obstante, al contrario de lo que ocurre con las herramientas utilizadas en los tratamientos de superficie primarios, las utilizadas para los tratamientos de superficie secundarios como el bruñido están altamente estandarizadas. En este sentido, aunque las herramientas utilizadas en los tratamientos de superficie primarios pueden cambiar (cucharas, cantos rodados, espátulas, conchas) los cantos rodados utilizados para el bruñido se mantienen completamente estables sin verse influenciados por estos cambios. Recordemos en este caso que pese a ser ambos tratamientos secundarios con un resultado claramente visible, el baño de materia orgánica o el ahumado es una práctica más individual desarrollada al final de la cocción en el lugar mismo donde se sitúa la estructura de combustión, y el bruñido participa de unos procesos de aprendizaje mucho más controlados, que en ocasiones pueden ser realizados de forma conjunta por alfareras pertenecientes a unidades domésticas diferentes.


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6. REFLEXIONES FINALES La propuesta interpretativa que presentamos en este trabajo pretende indagar en aquellos factores de índole social que intervienen en la estructuración de la práctica tecnológica y en su dinamismo y préstamo técnicos. Proponemos que existen diferentes esferas sociales y técnicas que interactúan de forma diferente en cada una de las etapas del proceso de fabricación. Y que el carácter más público o privado de los procesos y operaciones técnicas es uno de los factores que condicionan el dinamismo existente en las cadenas operativas de fabricación cerámica del centro-sur de Chile. A nuestro entender este mayor o menor dinamismo tecnológico debe vincularse con los diferentes niveles de interacción social que presentan las distintas etapas de la cadena operativa de fabricación y que tienen que ver directamente con los procesos de aprendizaje, la amplitud de la trasmisión de conocimientos y la visibilidad social de los mismos. Es decir, tienen que ver con el nivel público o privado de dicha trasmisión y práctica técnica y por tanto, con el nivel de contacto social entre alfareras y entre productores y consumidores. Pero el hecho de que unas operaciones técnicas sean más permeables a influencias externas que otras debe explicarse también por el grado de visibilidad social del proceso técnico, del impacto social que tiene, si se prefiere. De los datos presentados se puede precisar que donde encontramos una menor variabilidad es en el modelado primario, mientras que en los tratamientos de superficie secundarios, las materias primas utilizadas, las herramientas empleadas y algunos aspectos de la cocción -como la estructura, en fosa o en superficie, de la misma- es donde observamos un mayor dinamismo. Este fenómeno puede explicarse si tenemos en cuenta que las operaciones más permeables a los cambios son aquellas que tienen una correlación directa con lo que ve el consumidor y las más estables son aquellas más privadas, de las que no forman parte ni tan solo otras alfareras porque se limitan al ámbito puramente doméstico. Siguiendo con esta línea de discusión, los procesos técnicos más estables son aquellos que se desarrollan en el interior de la casa, requieren una práctica continuada, una alta pericia técnica y una larga experiencia. Además, su realización no está directamente vinculada con resultados visibles en el producto final y no son identificables por los consumidores. Final-

mente otro factor a tener en cuenta en el binomio homogeneidad/dinamismo tecnológico es el nivel de permeabilidad de ideas, el grado de contacto entre alfareras, la manera en que fluye la información y las redes que se generan entre dichos flujos de información. En definitiva, en este trabajo intentamos explorar nuevas vías interpretativas para explicar los fenómenos de estabilidad, dinamismo y préstamo técnico en la producción cerámica, vías interpretativas que, sin olvidar los factores de “eficiencia” circunscritos estrictamente al ámbito tecnológico, económico y funcional, valoren otros aspectos vinculados con el contacto social y la trasmisión de ideas que también deben ser tenidos en cuenta.

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2. ARQUEOLOGÍA-ETNOLOGÍA Y ETNOGRAFÍA. ARQUEOLOGÍA, ETNOLOGÍA Y ETNOGRAFÍA ¡CONSTRUYAMOS CATEGORÍAS DE IDENTIDAD! Eva Alarcón García y Juan Jesús Padilla Fernández La construcción de la identidad y las formas de representarla vienen dadas tanto por las estrategias materiales que utilizamos para expresarla como por el proceso de percepción que se exige a los demás miembros del grupo u otros grupos externos. Las personas despliegan toda una serie de estrategias externas, relacionadas con el cuerpo, para ser identificadas según los parámetros y los códigos sociales de cada grupo. La Arqueología es la disciplina científica que investiga precisamente toda esa cultura material usada por los diferentes miembros de un grupo social para manifestar su identidad. Parte de esa cultura material son las producciones cerámicas que sin lugar a dudas han jugado un papel esencial. Los recipientes cerámicos tienen un carácter social, económico, político pero a su vez también cultural por lo que son elementos y producciones propicios para el desarrollo de la construcción identitaria. Cada vasija cerámica lleva implícita una historia que comienza desde el momento de su concepción como un objeto marcado por un uso y funcionalidad y determinado por unas implicaciones sociales. En su procesado intervienen un conjunto de ingredientes como es la adquisición de conocimiento, el desarrollo de habilidad, la puesta en práctica de tecnología así como necesita de aspectos tan concretos y particulares como es la experimentación, innovación, experiencia y tradición.


Ajuar funerario infantil, Monachil (Cerro de la Encina, Granada). (Fuente: Pastwomen. Miguel ร ngel Blanco/Grupo de investigaciรณn GEA).


2.1. ETNOARQUEOLOGÍA Y ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE EN LA CERÁMICA PREHISTÓRICA ETNOARCHAEOLOGY AND LEARNING STRATEGIES IN PREHISTORIC CERAMICS Margarita Sánchez Romero1

Resumen

Abstract

Los procesos culturales, deben considerarse como procesos formativos y educativos de largo recorrido, cuyo desarrollo es continuado, progresivo y cíclico. La observación, imitación, experimentación, instrucción y juego se instan como mecanismos a partir de los cuales se adquiere el conocimiento y se desarrollan las habilidades propias de cada proceso técnico productivo. La implicación de cada uno de estos mecanismos será determinada íntegramente por cada grupo social. El estudio de estos procesos es el objeto de la siguiente reflexión.

The cultural processes, they should be considered as long-term formative and educational processes, whose development is continuous, progressive and cyclical. Observation, imitation, experimentation, instruction and play are called upon as mechanisms based on which knowledge is acquired and the specific skills of each productive technique are developed. The involvement of each of these mechanisms is determined entirely by the social group. The study of this process is the object of the following reflection

Palabras clave: Etnoarqueología, Aprendizaje, Conocimiento, Socialización, Cerámica, Edad Del Bronce.

Keywords: Etnoarchaeology, Learning, Knowledge, Socialization, Pottery, Bronze Age.

1 Dpto. Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada. [ marsanch@ugr.es ]

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1. PRESENTACIÓN No descubrimos nada nuevo si decimos que todas las sociedades necesitan reproducirse no sólo biológica sino también social e ideológicamente. Para esa reproducción son necesarios tanto los adultos como los propios niños y niñas que juegan un papel fundamental en el desarrollo de estrategias y procesos de aprendizaje y socialización. Sin embargo y, otra vez tampoco es nada nuevo, que este hecho no ha sido objeto de interés por parte de la literatura arqueológica hasta hace relativamente poco tiempo. Es, sin duda, nuestra concepción actual sobre lo que significa la infancia la que ha borrado a estos niños y niñas de la ecuación por la que explicamos las sociedades del pasado, una concepción burguesa de la infancia por la cual son relegados a individuos en tránsito hacia el mundo adulto que necesitan ser protegidos y que no aportan nada a los sociedades, sujetos pasivos que solamente reciben atención, alimentos, educación, etc. Sin embargo, es importante conocer cómo son los procesos de aprendizaje y socialización, ya que no sólo explican aspectos espaciales, sociales, rituales o económicos (Sánchez Romero et al., 2015), sino que además son reflejo de las estrategias de producción adoptadas por el grupo, y generan una cultura material que, a menudo, pasa totalmente desapercibida (Hammond y Hammond, 1981; Sofaer, 2000; Baxter, 2005; Lally y Ardren, 2008). No es intención aquí desarrollar el concepto de infancia, fenómeno complejo biológico, social y cultural con una elevada plasticidad, definida por cada sociedad y relacionada con otras formas de identidad tales como el género o el estatus. Pero lo que podemos señalar como común a todos los grupos humanos es la necesidad de articular y organizar los procesos de socialización y aprendizaje de niños y niñas. En esta breve reflexión, apuntaremos algunos de los estudios que desde la arqueología se están llevando a cabo para poder interpretar esta cultura material e indagaremos algo más en la capacidad explicativa que pueden llegar a tener los estudios etnoarqueológicos.

2. ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE El aprendizaje supone la adquisición de un conocimiento específico y el uso de determinadas tecnologías que faculten a niños y niñas para realizar deter-

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minadas tareas en el mundo adulto. Por su parte, la socialización les permite conocer el mundo en el que viven, e integrarse en él, a través de sus rituales, sus creencias, la manifestación de distintos modos de identidad, etc. En definitiva aprenden a hacer a la vez que aprenden a ser y viceversa. Imitar el comportamiento de los adultos, ya sea en forma de juego o de aprendizaje más o menos reglado es el modo más común de aprender. El concepto de habitus de Bourdieau (1977), es decir, la lógica práctica y el sentido del orden que se aprenden inconscientemente a través de normas establecidas en la vida diaria, explican el éxito de estos mecanismos. El juego es el medio más inmediato por el que los niños aprenden, es un medio de disfrute motivador que los sitúa dentro de la estructura social existente, no sólo con respecto al mundo adulto, sino también con respecto a los otros niños y niñas con los que constituyen lo que Grete Lillehammer ha denominado “el mundo de los niños” (Lillehammer, 2000; 2010). Desde hace algunos años existen un buen número de trabajos que intentan profundizar en la identificación de los procesos de aprendizaje a través del registro arqueológico, tanto en lo que se refiere a la producción lítica (Dawe, 1997; Finlay, 1997; Grimm, 2000; Högberg, 2008) como cerámica. En este último caso se han realizado estudios que relacionan la edad de los productores y la madurez cognitiva y las habilidades motoras a la hora de producir formas cerámicas, como hace Elisabeth Bagwell (2002) en su estudio de los Pueblo o Patricia Crown (2001) con los Hokonan y los Mimbres del sudoeste de Estados Unidos. Para ambas autoras, aprender a hacer cerámica requiere ser habilidoso a la hora de realizar distintas tareas como seleccionar la materia prima adecuada, prepararla, dar forma a la arcilla, secarla, y terminar las vasijas con o sin decoración. Cada uno de estos pasos requiere unos conocimientos y habilidades determinadas y no en todas las edades se tiene el desarrollo cognitivo y motor suficiente como para hacerlas. Otros estudios han utilizado las medidas de las huellas dactilares y los atributos cualitativos y cuantitativos de las vasijas resultantes. Es el caso de Katherine Kamp (2001) y sus trabajos sobre las poblaciones Sinagua del norte de Arizona. Sus resultados indican que desde muy corta edad los niños y niñas Sinagua comienzan a fabricar figurillas representando animales y pequeñas vasijas que son utilizadas como juguetes. En este proceso de trabajo de la arcilla,


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niños y niñas comprenden sus propiedades y practican algunas de las técnicas usadas por los Sinagua en la manufactura cerámica. En un momento intermedio de ese proceso de aprendizaje para ser un ceramista competente se producen vasijas aún de pequeño tamaño pero que ya se pueden usar. Posiblemente y gracias a su temprano contacto con la arcilla en los contextos de juego, algunos Sinagua podrían producir vasijas a tamaño real y perfectamente utilizables desde muy temprana edad. De esta manera, los individuos infantiles entran en el proceso de aprendizaje desde muy pequeños (entre dos y cinco años) y por tanto su incorporación al sistema económico como artesanos competentes se produce de manera precoz. La aparición de determinadas vasijas en el registro funerario y su comparación con los espacios de vida cotidiana ha sido usada desde la arqueología para vincular esas producciones cerámicas en la Edad del Bronce del sur de la Península ibérica a los procesos de aprendizaje de esta tecnología por parte de individuos infantiles. Cerámicas de tosca factura, con cocciones defectuosas y características tecnológicas y tipológicas deficientes que aparecen depositadas como ajuares al lado de individuos infantiles desde muy corta edad, nos hablan de la posible vinculación de estos objetos a los niños y niñas que las manufacturaron dentro de procesos de aprendizaje (Nájera et al., 2010; Sánchez Romero, 2008a; 2008b; Sánchez Romero y Alarcón, 2012; Alarcón, 2015). Por su parte, la etnografía ha proporcionado diversos ejemplos para analizar estos fenómenos de juego, trabajo y aprendizaje. Uno de los más destacados sin duda es la identificación de la fabricación y el uso de cultura material. El trabajo de Gustavo Politis (1998) con las poblaciones Nukak de la Amazonía puso de manifiesto la capacidad de generar registro arqueológico por parte de niños y niñas, analizando su producción material. Tres tipos de objetos se pudieron haber usado como juguetes; en primer lugar, aquellos fabricados por los adultos para que los niños jueguen con un diseño muy específico: trompos o columpios; en segundo lugar, aquellos objetos que copian la forma de los adultos pero que tienen un tamaño menor y que son utilizados bien en funciones similares a la de los adultos, bien con fines lúdicos: cestas, cerbatanas, arcos, flechas, etc.; y, por último, artefactos procedentes del mundo adulto, completos o fragmentados, que se utilizan con fines lúdicos y que incluyen prácticamente cualquier tipo de objeto.

Además de estos tres tipos, deberíamos tener en cuenta los espacios y objetos que los propios niños y niñas modifican durante sus juegos y actividades: pequeñas cabañas, espacios limpios de vegetación, etc. Por último, y aunque sin cultura material implicada deberíamos mencionar los mecanismos de educación que no dejan huella en el registro por ser de tradición oral: cuentos y mitos. Muchos de estos procesos son ahora mismo de difícil lectura en el registro arqueológico de las sociedades del pasado, no porque no existan sino simplemente porque no les hemos prestado atención, la contrastación con el registro etnoarqueológico es sin duda una buena manera de aprender a encontrarlos. Al registro etnoarqueológico se le pueden formular multitud de preguntas sobre los procesos de aprendizaje y socialización: qué (aprenden a hacer), quien (les enseña a hacerlo y quienes lo aprenden), cuando (empiezan a aprender y cuando se les enseña), dónde (espacios de producción, lugares especiales), cómo (son los procesos de aprendizaje) o porqué (se producen todas las contestaciones a las preguntas anteriores). Una buena documentación acerca de estos mecanismos y de la cultura material que generan por parte del registro etnográfico, nos proporcionarían hipótesis de trabajo enormemente interesantes que podríamos utilizar para contrastar con el registro arqueológico. Los trabajos de Helene Wallaert-Petre (2001) sobre la producción cerámica de Camerún nos hablan del contexto social en el que se produce el aprendizaje en cuatro grupos distintos del área de Faro: los Dii, los Duupa, los Doayo y los Fali. Los cuatro grupos poseen características similares en lo que se refiere a la organización familiar y a una economía tradicional basada en la agricultura. Sin embargo en los tres primeros (Dii, Duupa y Doayo) las encargadas de la producción cerámica, que suponen menos del 15% de la población femenina, son las mujeres e hijas de los hombres que se dedican a la producción metalúrgica y es una producción llena de prescripciones rituales; el proceso de aprendizaje comienza entre los siete y los nueve años y continua entre cuatro y siete años bajo la supervisión cercana de la madre o una persona del núcleo familiar. La finalización del proceso se produce con un ritual en el que la nueva ceramista es bendecida por sus padres delante de la comunidad y recibe su propio instrumental. En el cuatro grupo, el de los Fali, cualquiera puede aprender a hacer cerámica y de hecho entre el 40% y el 60% de las mujeres lo hacen,

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en este caso no tienen lugar marcadores rituales del fin del aprendizaje. Un hecho curioso en la distinta concepción del aprendizaje, mucho más controlado en los tres primeros grupos, es que entre las ceramistas Dii, Duupa y Doayo no hay personas zurdas, cosa que sí existe en los Fali.

primas utilizadas, tipos de producto final…., pero además a través del estudio etnoarqueológico podemos observar cómo la participación de niños y niñas pudo extenderse también a la capacidad de decidir, al menos en parte, cómo articular estos procesos de aprendizaje y transmisión de conocimiento.

Las estrategias de aprendizaje y su capacidad de explicación social son también un referente en el estudio etnoarqueológico de la producción cerámica de los Kusasi del norte de Ghana (Calvo et al., 2015), sobre todo en lo que se refiere a la construcción de la propia identidad a través del trabajo que se realiza y de la integración individual dentro de un grupo. Las niñas Kusasi se introducen en la tecnología cerámica como una tarea más del aprendizaje de los trabajos domésticos que aprenden de sus madres. La observación de estos procesos de aprendizaje revela una cierta libertad de las niñas al escoger la persona de la que aprender o incluso el método de aprendizaje. Las niñas entre los cinco y los siete años experimentan con la arcilla en un contexto lúdico, en el que también participan los niños; a partir de los once o doce años, comienzan el aprendizaje propiamente dicho. En el primer estadio las niñas aprenden las características físicas de la arcilla y sus distintas propiedades y los gestos básicos de la manufactura. En el segundo momento se implican en todo el proceso desde la búsqueda de la materia prima a los elementos más complejos. En los momentos actuales estos procesos de aprendizaje quedan interrumpidos o modificados en algunas ocasiones por los procesos paralelos de educación formal en la escuela secundaria de muchas niñas que deben desplazarse desde sus lugares de origen.

REFERENCIAS

3. REFLEXIÓN FINAL En definitiva, los estudios etnoarqueológicos nos demuestran la especial importancia que juega el aprendizaje de los procesos tecnológicos en la articulación de las sociedades del pasado; procesos que no pueden ser considerados exclusivamente como la transmisión de conocimiento técnico, sino que deben ser incluidos dentro de las estrategias de socialización por las que se transmiten las ideas sobre identidad de las poblaciones, tanto individual como colectiva. Los procesos de aprendizaje varían su localización, edad de comienzo, épocas del año, estrategias de transmisión de conocimientos, fases del aprendizaje, tecnologías aprendidas, materias

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Ajuar funerario infantil, Monachil (Cerro de la Encina, Granada). (Fuente: Pastwomen. Miguel ร ngel Blanco/Grupo de investigaciรณn GEA).


2.2. VER Y USAR CERÁMICAS EN LA EDAD DEL HIERRO: (RE)PENSANDO ECOLOGÍAS DOMÉSTICAS Y FUNERARIAS LOOKING AND USING POTTERIES IN THE IRON AGE: (RE)THINKING DOMESTICS AND FUNERARIES ECOLOGIES Gonzalo Ruiz Zapatero1

Resumen

Abstract

La cerámica siempre se ha constituido como un pilar fundamental en el que poder basar narraciones históricas de nuestro pasado. No obstante, la tradición académica ha centrado prioridad de atención en sus rasgos morfo-técnicos, con el objetivo de establecer seriaciones cronológicas y listados de culturas asociadas a conjuntos materiales estancos. En estas líneas se propone un cambio de perspectiva, dejando atrás el estudio frío de la pieza en sí, para centrarnos en visiones más sociales que permitan entender la percepción real del mundo material por las gentes de la Edad del Hierro.

Pottery has always constituted a fundamental pillar on which historical narratives of our past are based. However, academic tradition has given priority to its morpho-technical features, in order to establish chronological serializations and cultural listings associated with static material assemblages. Along these lines, a change in perspective is proposed, leaving behind the cold study of the piece itself, to focus on more social visions which could allow understanding the real perception of the material world by the people of the Iron Age.

Keywords: Iron Age, Pottery Assemblages, Palabras clave: Edad Del Hierro, Conjuntos Cerámicos, Decoraciones, Visibilidad.

Decorations, Visibility.

1 Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid. [ gonzalor@ghis.ucm.es ]

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GONZALO RUIZ ZAPATERO

1. INTRODUCCIÓN En las sociedades de la Edad del Hierro, con iconicidades limitadas, la cultura material y, especialmente, la decoración embebida en todo elemento material, jugaron papeles importantes. Las decoraciones en cerámicas, objetos metálicos, viviendas y algunos otros elementos materiales encerraron códigos simbólicos que adquirían su fuerza y valor en la visualización compartida entre los diferentes individuos de una comunidad o de distintas comunidades. Pero más allá del estudio formal de las decoraciones, no ha habido un interés por el propio valor de la visualización de la cultura material en la Edad del Hierro hasta hace muy poco tiempo (Wells, 2009). El reciente libro de P. Wells (2012) es una notable contribución en este sentido. El prehistoriador estadounidense ha intentado reflexionar sobre como se veía el mundo material por las gentes de la Edad del Hierro y como podemos elaborar estrategias investigadoras para acercarnos a la percepción que tuvieron las gentes de hace más de 2000 años de sus mundos materiales.

2. OBSERVANDO LA CERÁMICA DE LA EDAD DEL HIERRO En el caso de la alfarería, cualquier aproximación a las formas y decoraciones cerámicas de la Edad del Hierro, debería pensar en la cadena operativa de la

producción, uso y desecho de los productos alfareros desde la perspectiva de la visualización y sus tiempos, entendidos como la duración de las miradas posibles a las cerámicas. Si contemplamos la cadena operativa alfarera como una sucesión de actividades-momentos –y sus correspondientes contextos arqueológicos–, se resumiría en los siguientes: 1) extracción y obtención de materiales, 2) producción o elaboración, 3) uso, 4) posible reciclado, 5) desecho como basura y 6) deposición intencional, como por ejemplo, su colocación dentro de una tumba. Pues bien, cada una de esas actividades-momentos tuvo en el pasado unos determinados contextos de visualización (Fig. 1). De esa manera la extracción y obtención de materiales resultaría poco menos que de visualización nula o muy baja, mientras que la producción en el taller habría tenido un contexto de visualización, que podríamos calificar como de cotidiano breve, ya que sería frecuente ver a los alfareros trabajando aunque el tiempo de duración fuera corto. La mayoría de los usos de los recipientes cerámicos, sobre todo en los contextos domésticos, tendría un contexto de visualización cotidiano continuo y largo, tan largo como la vida de los propios recipientes. Por su parte, los reciclados de las cerámicas y su tratamiento como basura implicarían contextos de visualización ocasional y breve. Finalmente la deposición deliberada o intencional, en un enterra-

Fig. 1. Contextos arqueológicos de la cadena operativa de las cerámicas de la Edad del Hierro y su traducción a contextos de visualización del pasado.

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VER Y USAR CERÁMICAS EN LA EDAD DEL HIERRO: (RE)PENSANDO ECOLOGÍAS DOMÉSTICAS Y FUNERARIAS

Fig. 2. Una aproximación teórica y contextualizada a los contenedores cerámicos desde la consideración de tipos funcionales de recipientes, su ubicación espacial en la casa y las topografías domésticas visuales.

miento o la ocultación en un depósito, supondrían contextos de visualización excepcional y breve, ya que pocas veces se asistiría a la contemplación de esas actividades. Solamente considerando cada contexto arqueológico y las consecuencias de pensar la materialidad desde esta perspectiva visual, es como podremos avanzar en el conocimiento de aspectos relevantes. Para tener una idea del potencial de este tipo de aproximación consideraré brevemente las posibilidades que se derivan de un enfoque de esta naturaleza dentro de un contexto doméstico de utilización de las cerámicas (Fig. 2). El modelo implica considerar cuatro aspectos: 1) una división-ordenación espacial y funcional de la casa, por ejemplo con áreas de almacenaje, de cocina o procesado de alimentos y de consumo. 2) un reconocimiento de topografías visuales de las distintas cerámicas que, dentro de una aproximación fenomenológica, permite considerar las diferentes visualizaciones posibles de los recipientes en cada parte de la casa, afectadas por condiciones de su ubicación permanente o móvil y por las condiciones de iluminación interior cambiantes. En otras palabras, las cerámicas y sus posibles decoraciones serían vistas de diversas formas dentro del espacio doméstico

(Wells, 2012: 77-82). 3) una clasificación funcional de las cerámicas (almacenaje, cocina y servicio o consumo), con una adscripción microtopográfica y cálculos de número de recipientes de cada clase que permita recomponer ratios relativas de cada tipo de recipiente. La estimación de duración de cada clase de contenedor a través de estudios etnográficos, podría ser de gran ayuda por las implicaciones visuales que tendría este hecho. Y por último, 4) un análisis semiótico de la visualización que cada recipiente tuvo en el interior de la vivienda mientras estuvo en uso. Sin duda alguna, el nivel más complejo y difícil, pero que una estrategia como la sugerida permitiría abordar. En última instancia, una aproximación como la descrita, supone pasar de un mero análisis espacial de la distribución cerámica y todos los demás equipamientos muebles de una vivienda a una auténtica “ecología doméstica”, integral, una comprensión de los espacios y los elementos culturales desde perspectivas fenomenológicas. Una manera de explorar como se percibía el entorno doméstico y como se relacionaban fisiológicamente con él. Al menos, con el valor heurístico de (re)pensar como se organizaron, usaron, funcionaron y percibieron los espacios de vida de las gentes de la Edad del Hierro, y con

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GONZALO RUIZ ZAPATERO

Fig. 3. Modelización de las microtopografías de los ajuares funerarios en las tumbas de los Bituriges (dibujo del autor sobre datos de Villard y Coulon 1992).

ello, la situación y visualización de los contenedores cerámicos para explorar nuevos aspectos desde la ubicación de las decoraciones en los recipientes al valor de las cerámicas dentro de las ecologías domésticas. Un factor que exige mucha más indagación es el de las iluminaciones de los interiores domésticos de la Edad del Hierro, porque obviamente resulta crucial a la hora de dilucidar como se veían los equipamientos domésticos y especialmente las cerámicas, como se ha demostrado para contextos históricos (Blühm y Lippincott, 2000). Esta misma aproximación puede extenderse a los contextos funerarios (Wells, 2012: 131-37). Ya que la disposición final de todo el ajuar de una tumba siguió pautas normalizadas concretas y, de hecho, antes de proceder al cierre del enterramiento la visión de cómo quedaba todo el conjunto funerario sería la última imagen en la retina de los familiares y deudos y amigos que acompañaron el ritual. Esto supone reclamar el valor visual de una ceremonia funeraria que, en sentido estricto, sólo queda potencialmente recuperable en el registro arqueológico de cada tumba. La dimensión visual del conjunto funerario es la única que nos puede permitir acercarnos a una parte de la visualización total del ritual y en consecuencia imaginar, a partir de ella, como pudieron ser otros aspectos visuales del ceremonial completo. Algunos textos clásicos como la referencia de Apiano (Iberia, 75) a los funerales

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de Viriato, nos colocan claramente delante de nuestra ignorancia sobre comportamientos del pasado que no dejan huella arqueológica (Blázquez, 2009). Todo lo anterior implica una consideración de las tumbas como diagramas visuales, y en consecuencia, que la visualización del aspecto y disposición de todos los elementos, justo antes del cierre, debe obedecer a una lógica de quienes construyen, equipan y clausuran el enterramiento. Un lógica de la que muchos aspectos se nos escapan pero si podemos explorar su dimensión visual. Y con ello, intentar reconstruir los volúmenes de las piezas cerámicas dentro de las tumbas y su relación con otros elementos del ajuar funerario. Pero, en última instancia, los enterramientos constituyen una representación visual del mundo social, de “como funcionan las cosas, que sirve también para instruir a los participantes en el sistema social en el que viven” (Wells, 2012: 133). En definitiva, como he señalado más arriba, se trata de reclamar la dimensión y el valor visual de una ceremonia funeraria y la imagen de la tumba a falta del último gesto funerario: su clausura. En algunos casos protohistóricos la disposición de los distintos elementos de ajuar dentro de la tumba parece que estuvo sujeta a ciertas convenciones o patrones. Así, a finales de la Edad del Hierro en el N. de la Galia, en tumbas de incineración de los Bituri-


VER Y USAR CERÁMICAS EN LA EDAD DEL HIERRO: (RE)PENSANDO ECOLOGÍAS DOMÉSTICAS Y FUNERARIAS

ges, la deposición de los equipos funerarios siguió un patrón más o menos generalizado (Villard y Coulon, 1993). Los elementos de ajuar de disponían en círculos concéntricos alrededor de la cremación de la siguiente manera: en la primera zona se colocaron objetos posiblemente personales como joyas, armas y objetos de aseo e higiene, además de monedas, servicios de vino y útiles del hogar; en la segunda zona se ubicaron ánforas y recipientes de comida y bebida y por otro lado herramientas y partes de vehículos de ruedas; y en la última zona aparecían restos de animales y grano de cereal junto a otras partes de vehículos de ruedas. En conclusión, los distintos elementos funerarios se asocian y disocian de forma recurrente sugiriendo una ordenación espacial y visual que parece ofrecer un gradiente que va de los elementos más íntimos del difunto a los más alejados. La exploración de las formas de visualización de los objetos en los contextos de vida y muerte del pasado es una tarea apenas iniciada pero que proporcionará en el futuro nuevas maneras de comprender la cultura material de las gentes de la Edad del Hierro. Especialmente, los análisis de visibilidad en espacios 3D, para investigar con claridad y perspectiva el interior de espacios construidos(Paliou, 2012).

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Cerámica decorada «a peine» típica de los inicios de la Segunda Edad del Hierro en la Meseta española, Cultura de las Cogotas-II. Se conserva en el Museo Arqueológico de Valladolid. Foto: José-Manuel Benito Álvarez (licencia Creative Commons).


2.3. CERÁMICAS A PEINE Y EDAD DEL HIERRO: UNA CONTRIBUCIÓN A LA ETNICIDAD PRETÉRITA COMBED POTTERY AND IRON AGE: A CONTRIBUTION TO THE ETHNICITY OF THE PAST Jesús R. Álvarez-Sanchís1

Resumen

Abstract

Este trabajo reflexiona sobre las relaciones entre etnicidad y cultura material. Para ello se estudia la cerámica con decoración a peine y su papel como elemento de identidad étnica entre Vettones y Vacceos, dos de los principales pueblos prerromanos del centro y oeste de la Península Ibérica.

The exploration of relationships between ethnicity and material culture is considered in this work. The study analyses one basic element, combed pottery, and shows how were probably used as marker of ethnic identity between the Vettones and Vaccean, two of the most famous prerroman people in western-central Iberia.

Palabras clave: Identidad, Cerámica A Peine, Meseta, Vettones, Vacceos, Edad Del Hierro.

Keywords: Identity, Combed Pottery, Meseta, Vettones, Vaccean, Iron Age.

1 Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid. [ jralvare@ghis.ucm.es ]

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JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS

1. INTRODUCCIÓN El desarrollo de una metodología explícita para abordar la compleja búsqueda de los grupos étnicos prerromanos en la cultura material es un fenómeno reciente en Arqueología (Jones, 1997; Sommer, 2011; Fernández-Götz y Ruiz Zapatero, 2011). Este interés ha sido mucho más acusado en el caso de los pueblos que habitaron la Meseta a finales de la Edad del Hierro, gracias a la inestimable ayuda de las fuentes clásicas (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2002; Fernández-Götz, 2013). En el contexto de la época, un grupo étnico pudo haber sido cualquier grupo humano que se considerara distinto de sus vecinos, o que éstos lo vieran así. De manera que el análisis arqueológico intenta inferir, a partir de los restos materiales, cómo las sociedades del Hierro se consideraron y vieron diferentes unas de otras (Herbert, 2003: 105). Mucho antes del contacto cartaginés y romano debieron existir distintos niveles de etnicidad (territorio–región–valle), si bien esas categorías se potenciaron y activaron a partir del siglo III a.C. como probablemente nunca había sucedido antes (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2013: 346-347). Pero las comunidades de la Edad del Hierro tuvieron otras identidades seguramente mucho más cercanas, sentidas y emotivas en su quehacer cotidiano, como las de pertenencia a un hogar, una aldea, un castro o un oppidum, o bien las relativas a su condición de género, edad, actividad y estatus. Lo cual no significa que la identidad étnica no fuera una realidad, aunque fuera experimentada de otra manera. Las razones por las que se debieron decorar las cerámicas son muy complejas, pero ya desde los años 70 del siglo pasado se destacó la estrecha relación entre decoración cerámica e interacción social (Friedrich, 1970). La decoración de los recipientes transmite información sobre los hombres y las mujeres que los usaban, de la misma manera que los trajes populares en las comunidades campesinas nos informan sobre la edad, el estado civil y el territorio de origen de sus portadores, algo evidente en Europa por lo menos desde los tiempos de la Edad del Bronce (Wels-Weyrauch, 1994). La dimensión específica de la etnicidad en la cerámica se ha discutido desde parámetros etnoarqueológicos y antropológicos (Bowser, 2000; González Ruibal, 2003: 117-123). Se han desarrollado métodos para estudiar la variabilidad estilística de las decoraciones cerámicas (Härdth, 1985-86) y

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se han realizado brillantes aplicaciones a contextos de la Edad del Hierro europea (Van Heeringen, 1989; Wells, 1998). Un ejemplo práctico de estas ideas fue nuestro ensayo sobre la etnicidad vettona y el recurso de la cerámica a peine (así llamada por la decoración incisa que se consigue con la presión de un punzón sobre la pasta tierna de la cerámica) para rastrear arqueológicamente la configuración de este pueblo prerromano (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2002). En esta tarea partimos de dos premisas: un grupo étnico conocido en las fuentes y un territorio históricamente documentado, cuestiones ambas cruciales para hacer viable una arqueología de la etnicidad (Ruiz Zapatero, 2009: 18-19). Voy a tratar brevemente la cerámica a peine dentro del marco de la arqueología meseteña. Luego presentaré una reflexión final sobre los significados de estas cerámicas en el contexto de la Edad del Hierro.

2. LA CERÁMICA A PEINE Y LA “CULTURA DE LAS COGOTAS” El interés por las cerámicas a peine surgió en la década de los años 30 del siglo pasado, tras el descubrimiento y la excavación de dos espectaculares yacimientos en la provincia de Ávila: Las Cogotas (Cardeñosa) y la necrópolis de La Osera (Chamartín de la Sierra). Identificados por Juan Cabré (1930 y 1932; Cabré et al., 1950) como reliquias de los antiguos vettones, los hallazgos alimentaron la curiosidad por la prehistoria más reciente de la meseta occidental, que el nuevo enfoque científico otorgado a las excavaciones había puesto al descubierto (Fig. 1). Cabré propuso dos grupos culturales nuevos: por un lado el de finales de la Edad del Bronce e inicios del Hierro, con las típicas cerámicas excisas y de boquique, y por otro el de la Segunda Edad del Hierro, o Cultura de Las Cogotas, estableciendo una absoluta identificación en el plano arqueológico con los castros fortificados, las necrópolis de incineración, ciertos tipos de armamento, las cerámicas a peine y estampilladas y las esculturas de verracos. La investigación derivó aquellos años en un absoluto predominio de la tipología y la cultura material. Y la cerámica peinada acabó convirtiéndose en el “fósil guía” de una larga secuencia en una zona demasiado amplia (Álvarez-Sanchís, 2010).


CERÁMICAS A PEINE Y EDAD DEL HIERRO: UNA CONTRIBUCIÓN A LA ETNICIDAD PRETÉRITA

Fig. 1. La cerámica a peine y la “Cultura de Las Cogotas”. De izquierda a derecha y de arriba abajo: Encarnación Cabré junto a uno de los verracos de Las Cogotas, hacia 1927 (IPHE, Archivo Cabré, nº inv. 272); castro de Las Merchanas (fotografía de M. Gómez Moreno, 1904); tumba 605 del cementerio de Las Cogotas, hacia 1927-1930 (IPHE, Archivo Cabré, nº inv. 335); excavaciones de la necrópolis de La Osera, hacia 1932-1933 (IPHE, Archivo Cabré, nº inv. 3408). Centro: cerámica a peine de La Osera (Cabré et al. 1950).

La idea de que a partir del Bronce Final existen grupos arqueológicos bien definidos en el territorio que ofrecen continuidades culturales hasta la segunda Edad del Hierro, ha constituido la base para buscar la etnogénesis de los pueblos prerromanos (Ruíz Zapatero, 2009: 15). Y, desde luego, una contribución positiva a la etnicidad pretérita de los pueblos prerromanos es el estudio de sus cerámicas. Un análisis detallado de las cerámicas a peine de la Edad del Hierro nos llevó a plantear la existencia de tres tipos de categorías: motivos comunes de la tradición cerámica, motivos predominantes en comarcas o regiones, y motivos exclusivos de algunos asentamientos. Muestras significativas como las de Padilla de Duero, con más de 200 vasos recuperados, Las Cogotas, con cerca de 100 ejemplares, o la zona VI de La Osera, con más de 50, han permitido valorar que sobre la base de un peine sencillo, los alfareros vacceos y vettones desarrollaron talleres muy personales. La coincidencia entre las producciones incisas del ámbito vettón y un gusto más acusado por las cerámicas impresas o inciso-impresas en las comunidades vacceas y celtíberas, tiene

suficiente entidad para acreditar lo dicho. Otro indicio en este mismo sentido sería la predilección por los temas en espiguilla y líneas de puntillado en las necrópolis del Alto y Medio Duero, frente a las barrocas cesterías de la Meseta occidental. De igual manera, un análisis de las decoraciones permite descender no sólo a la atribución étnica de la alfarería, sino incluso al carácter microlocacional de la misma. Sólo en las necrópolis vettonas de la provincia de Ávila, los cuatro motivos más abundantes proporcionaron distintas frecuencias: temas de cestería (40%), bandas en zig-zag, soles/estrellas y sogueados en el caso de Las Cogotas; sogueados (60%), bandas en zig-zag, sogueado/zig-zag y cestería en La Osera; y motivos almendrados (50%), bandas en zig-zag, sogueados y bandas horizontales o verticales en El Raso. Esta flexibilidad también pudo apreciarse considerando el número de púas usadas en los peines. Los de 2 y 3 púas acaparan más de la mitad de la muestra en Las Cogotas. En el Raso se podrían situar entre 3 y 4, mientras La Osera reclama

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JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS

modelos de 4 y 5 púas. La impresión que se obtiene es que existen marcadas diferencias a nivel de asentamiento. Si los artesanos de estas comunidades desarrollaron talleres propios, ello podría ser un buen reflejo del deseo de estos especialistas, y de los grupos que representan, de demostrar su identidad a través de símbolos visuales.

3. CERÁMICA A PEINE Y ETNICIDAD EN LA EDAD DEL HIERRO La alfarería de la Meseta permite explorar algunas otras cuestiones interesantes. Las cerámicas peinadas más antiguas (castro de Sanchorreja, cerro de San Vicente, el Picón de la Mora, La Mota, Cuellar), fechadas alrededor de los siglos VII y VI a.C., mantienen una cierta homogeneidad. Se trata de composiciones sencillas en un territorio extenso como es el valle del Duero. La decoración cubre gran parte de la superficie de los vasos y el repertorio de formas es limitado, cuencos, platos y unos pocos vasos de tendencia carenada. Su origen se ha relacionado con las incisas del grupo Soto, aunque algunos motivos y la decoración interior

apuntan a las cerámicas pintadas del suroeste. (Álvarez-Sanchís, 2010: 307-308). Pero que podamos establecer un hilo conductor en las tradiciones alfareras de las cerámicas peinadas durante la Primera Edad del Hierro no significa que, ya desde entonces, existieran los vacceos o los vettones tal y como son conceptualizados por los escritores clásicos (Fig. 2). La identidad no es un concepto estático, y la cerámica a peine pudo estar abierta a redefiniciones continuas a lo largo del tiempo. En la Primera Edad del Hierro algunas comunidades de la Meseta crecieron mucho y se volvieron más activas. Pero, a pesar de la variedad que se constata, uno se siente tentado de ver en esta época un trasfondo cultural similar, es decir, una organización social y económica sumamente parecida, basada en una concentración poblacional y en unos servicios comunes en el interior de los asentamientos, organizado bajo las directrices de alguna forma de autoridad. En cierto modo, podemos decir que la identidad decorativa de estas cerámicas y los códigos que representan se mantuvieron y transmitieron mientras los modos de vida estuvieron funcionando en la Meseta de la misma forma.

Fig. 2. Cerámica con decoración a peine en contextos de la Primera Edad del Hierro (Álvarez-Sanchís 1999, modificado)

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CERÁMICAS A PEINE Y EDAD DEL HIERRO: UNA CONTRIBUCIÓN A LA ETNICIDAD PRETÉRITA

Nuestra descripción de lo que pudo acontecer entre el 400 y el 200 a.C. es sólo parcialmente comprensible, pero es indudable que en el transcurso de esos años se detectan profundos cambios en los sistemas de asentamiento, en la industria y en las prácticas funerarias. Es posible que la llegada de gentes y nuevos productos marcara el inicio de una lenta y progresiva tendencia a abandonar formas de vida relativamente inmovilistas y a desarrollar nuevas formas de explotación de la tierra; proceso que se podría correlacionar con la importancia que iría adquiriendo el armamento y ciertos accesorios de moda (fíbulas, broches, brazaletes, collares, vestidos) como nuevas formas de identificación étnica. Los cambios en los equipos cerámicos van en esa dirección. Las barrocas composiciones, realizadas con técnica incisa y con temas que recuerdan las labores textiles de cestería, como evidencian los vasos de las necrópolis clásicas vettonas, frente a las producciones impresas o inciso-impresas de la región vaccea, deben reflejar en última instancia nuevas formas de relaciones sociales. Probablemente las decoraciones a peine reproducen estampados de telas que se relacionarían con otros elementos accesorios del vestuario personal y del armamento, pero sin duda la identificación de estos motivos revela que existió alguna forma de separación intencional entre grupos que antaño compartían un extenso territorio. Un aspecto que me llama la atención son las decoraciones aplicadas a objetos de bronce e hierro. Series de sogueados y zig-zags, propios del bagaje de las cerámicas peinadas aparecen en broches de cinturón, pomos, vainas y tahalíes de espadas de antenas y puñales (González-Tablas et alii., 1991-92: 314, Fig. 4, arriba y Fig. 5, abajo; Cabré, 1932: Lám. LXIV y LXVII; Cabré et alii., 1950: Lám. LXXIII y LXXIX). La convivencia de estas cerámicas con el vestuario y las panoplias guerreras podrían ilustrarnos acerca de tradiciones culturales muy arraigadas, que comparten un mismo “lenguaje”. Hay todavía mucho que indagar en este aspecto, por ejemplo la potencial “movilidad” de las cerámicas peinadas (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2002: 270-271). La concentración de estos recipientes en los asentamientos del valle del Duero y en los rebordes montañosos del suroeste de la Meseta, sugiere un intento claro de demarcación o frontera para la circulación de estos productos, que apenas arriban a las tierras del noroeste (galaicos), del sur (carpetanos y oretanos) y del extremo occidental (lusitanos).

Por el contrario, aunque con técnicas y motivos bien diferenciados, las cerámicas peinadas mantienen cierta fluidez en las regiones vaccea y vettona, y en menor medida arévaca, lo que podría denotar la fuerza de la tradición alfarera, o bien significados afines en las prácticas cotidianas de estas poblaciones. La moda que representa esta producción, ancestral y compartida, sugiere que las tierras del interior mantuvieron una importante red de intercambios. La identidad de las comunidades prerromanas debería ser vista en el contexto de esa interacción. Necesitamos entender el significado de las cerámicas decoradas que se portaban y con las que se comerciaba, no sólo en términos de los propósitos para las que fueron hechas, sino como expresiones materiales de las relaciones entre individuos y grupos. Apenas sabemos algo sobre las funciones de los vasos peinados. Pero podemos discriminar áreas en función de los soportes utilizados. Si los cuencos abundan en el valle medio del Duero y las penillanuras occidentales, otro tanto cabría señalar de los vasos en S para el área estrictamente vettona o los de borde reentrante en la zona celtibérica. En todo caso, lo que se observa es un predominio de vajillas de formato pequeño. El aumento de recipientes de pequeño tamaño y su presunto uso individual ha sido reconocido en algunos yacimientos europeos y del centro de la Meseta desde fechas tempranas (Wells, 2001; Ruiz Zapatero, 2007: 55), por lo que tal vez haya que pensar que los usos culinarios y rituales fueron perdiendo carácter comunal y adquiriendo un protagonismo más individual (Fig. 3). Todo lo que sabemos sobre la organización social de la época nos autoriza a pensar que la asociación de valores aristocráticos como la guerra, la caza y la bebida, era característica. Los elementos de prestigio más frecuentes en las necrópolis son las armas, los objetos importados y algunas copas y recipientes que pudieron estar destinados al consumo de alimentos y bebidas alcohólicas. La abundancia de vasos a peine en la Segunda Edad del Hierro, ¿podría estar reflejando el crecimiento del papel social de los individuos? Es oportuno señalar en este punto el destacado papel que algunos de estos recipientes jugaron en el ritual funerario vacceo. Por ejemplo las tumbas 28 y 32 de Las Ruedas, datadas a finales del s. IV y del III a.C., únicas que han proporcionado armamento damasquinado (puñal y espada) y cuyas urnas cinerarias se corresponden con cuencos decorados a peine (Sanz Mínguez, 1998: 73-77, 85-89).

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Fig. 3. Distribución de yacimientos con cerámicas a peine según el número de piezas y la técnica dominante (Álvarez-Sanchís 1999, modificado).

Estas cerámicas aparecen en otras tumbas, pero sólo cumplieron funciones cinerarias en los citados casos, de manera que este elemento, con esa funcionalidad concreta, fue un símbolo de jerarquía. La relación de estos recipientes con algunas de las tumbas más suntuarias de los cementerios vettones es también evidente. Se acompañan de espadas de antenas atrofiadas (tumba 63 de El Raso, 185, 200 y 338 zona VI de La Osera) y de objetos importados, como platos de barniz negro y cerámica campaniense (La Osera), bien fechados entre finales del siglo IV y III a.C. (Fernández Gómez, 1986: 718-724, Cabré et al., 1950: 110-113, 180; Martín Valls 198687: 73). Al sur del Sistema Central, vasos de este tipo se encuentran en algunos de los conjuntos más ricos de la necrópolis de Villanueva de la Vera. La cerámica a peine aparece en los túmulos y en los niveles más profundos de La Osera. Cuando se erige el tercer recinto del castro, este sector del cementerio debía de estar en desuso, por lo que la cerámica a peine debió de ser de las primeras en usarse. La fecha de la construcción de la muralla, seguramente en la primera mitad del s. II a.C., daría una data ante

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quem para las peinadas. No puede ponerse en duda la asociación de estos recipientes con los primeros ajuares de guerrero (Álvarez-Sanchís, 1999: 180ss.). Los vasos a peine sirvieron como ofrenda y contenedor de restos, pero también para marcar la posición social del enterrado. A finales de la Edad del Hierro, nuevas formas de cocción cerámica tendieron a reemplazar a las fabricadas a mano de forma masiva. La proximidad del ejército romano tuvo que crear un mercado inmediato; eso seguramente aportó un valor añadido a determinados recursos y requirió el empleo de talleres especializados. Este fenómeno tuvo que tener importantes implicaciones respecto a la forma utilizada por las comunidades indígenas para transmitir información o expresar identidades. Antes de la conquista, una parte importante de la cerámica se elaboraba a mano y se decoraba individualmente. Sin embargo, con la fabricación industrial de la cerámica, la tipología y la decoración de los vasos cambió de manera radical. No debería entonces resultar extraño que la forma de expresar identidades cambiara también de registro. Nos faltan estudios en esa


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dirección, pero la producción en masa de cerámicas a torno en los oppida de los siglos II y I a.C., sugiere que ahora jugaban un papel diferente a la hora de transmitir información sobre los individuos que las usaban y portaban. Detrás de las identidades étnicas de los pueblos prerromanos quedan aún muchos aspectos por dilucidar. En realidad sólo estamos empezando a preguntar y a construir metodologías para vislumbrar lo que representó ser vettón, vacceo o cualquier otra identidad en las gentes de la época (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2013) ¿Qué relevancia tuvo en su vida? Tal vez uno de los elementos más importantes en esta cuestión sea la iconografía de los grupos étnicos, lamentablemente muy pobre y escasa entre las comunidades meseteñas de la Edad del Hierro. Las imágenes de cómo se veían ellas mismas son complejas y diversas, pero seguramente tienen mucho que ver con los sentidos y las emociones de cada época. En un reciente libro Peter Wells (2012) hablaba de la naturaleza multidimensional de los objetos. Las gentes de la Edad del Hierro poseían muchos menos objetos de lo que poseemos nosotros y desde luego muchísimos menos de lo que podamos nunca llegar a imaginar. Los objetos, como las cerámicas, jugaban un rol mucho más importante en las sociedades prehistóricas que en las históricas. De manera que un objeto cotidiano significa mucho menos para nosotros de lo que pudo ser en el pasado….y todavía más en una comunidad prehistórica. ¿Cómo percibían los vettones y lo vacceos los diseños que decoraban sus cerámicas? ¿Cómo nosotros? El mundo visual de estas gentes debió ser profundamente diferente del nuestro, incluso de la Roma antigua.

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Crátera de la Cámara funeraria de la necrópolis de Piquía, Arjona. Jaén.


2.4. CONSTRUYENDO CATEGORIAS DE IDENTIDAD DESDE EL REGISTRO FUNERARIO CONSTRUCTING CATEGORIES OF IDENTITY FROM FUNERARY RECORD Carmen Rísquez Cuenca1

Resumen

Abstract

El estudio de los contextos funerarios nos permite construir categorías de identidad desde el registro arqueológico de los mimos. Se plantean tres casos, centrados en diferentes necrópolis ibéricas de distinto tiempo (Piquía, en Arjona, Jaén; Baza en Granada y Cigarralejo en Murcia), para valorar lo que podrían ser diversas identidades: de poder/estatus; de grupo en la estructura familiar y de género.

The study of funerary contexts allows us to build categories of identity from the archaeological record. There are three cases, focusing on Iberian necropolis different time (Piquía, in Arjona, Jaén; Baza in Granada and Murcia Cigarralejo), to assess what could be different identities: power / status; group in the family structure and gender.

Keywords: Identity, Funerary Record, Iberian Palabras clave: Identidad, Registro Funerario,

Culture, Piquía, Baza, Cigarralejo.

Cultura Ibérica, Piquía, Baza, Cigarralejo.

1 Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén. [ crisquez@ujaen.es ]

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CARMEN RÍSQUEZ CUENCA

1. INTRODUCCIÓN El creciente interés que ha ido adquiriendo en nuestra disciplina la búsqueda de las formas de construcción de identidades sociales, tanto colectivas como individuales, que se crean, se manifiestan y se negocian, dejando huellas de manera consciente e intencionada, a través del registro arqueológico o material, las hacen susceptibles de ser analizadas desde la arqueología. Esta es una línea de análisis que ofrece, sin duda, interesantes perspectivas para seguir profundizando en el conocimiento de las sociedades del pasado. Nuestra propuesta, en esta ocasión, busca una aproximación a la posibilidad de definir categorías de identidad. Lo hacemos a partir de distintos ejemplos que se enmarcan en el mundo funerario de la Cultura Ibérica, centrándonos básicamente en los materiales cerámicos. Tres necrópolis (Piquía, en Arjona, Jaén; Baza, en Granada y Cigarralejo, en Mula, Murcia), nos permitirán reflexionar sobre las diversas identidades que se han podido crear en relación a: poder y estatus, grupo en la estructura familiar y género.

2. IDENTIDAD Y PODER. LA LEGITIMACIÓN DE UN LINAJE A TRAVÉS DE LA APROPIACIÓN DEL PASADO. LA NECRÓPOLIS DE PIQUÍA, ARJONA (JAÉN). Partimos de la importancia que tiene la memoria como soporte de identidades, en este caso, la identidad de poder. Para ello, nos centramos en un hallazgo reciente, muy singular, que está en proceso de estudio por parte del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica, un trabajo colectivo en el que aquí solo se esbozaran algunos elementos1. La necrópolis de Piquía, a un km de Arjona en la Campiña de Jaén, quedó al descubierto por las fuertes lluvias que se produjeron en invierno de 2010. La intervención arqueológica permitió documentar una veintena de enterramientos, de distinta tipología, todos ellos de incineración, salvo una inhumación infantil. La presencia en algunas tumbas de un

número importante de incineraciones en urna, (en algunos casos hasta seis), así como la mayor frecuencia de cerámicas ibéricas en los ajuares, nos muestra una sociedad donde perviven las formas culturales ibéricas, coexistiendo con la nueva realidad que suponía la ocupación romana, en la primera mitad del siglo I a.n.e. En la necrópolis destaca una cámara funeraria de mayor tamaño, construida a base de grandes losas rectangulares de arenisca y caliza, que se caracteriza por poseer una amplia zona de respeto sin enterramientos. Este espacio muestra en su vértice noroeste un canal de libación, que llega hasta la tumba, y otras estructuras que podemos identificar con hornos de tamaño reducido. Todo ello indicaría la presencia de prácticas rituales en la zona. El acceso a la cámara se realiza por el lado oeste, en el que se conservan cuatro peldaños que descienden hacia el interior, en tanto que en el este, tenemos un gran bloque de caliza a modo de banco para depositar parte del ajuar, en el que se había practicado una perforación que podría relacionarse igualmente con rituales de libación. El suelo se presentaba enlosado solo en parte. En la zona sin pavimentación se realizó una fosa, en el sustrato natural, para depositar los restos de un carro (Olmos et al., 2012: 7). Se trata de un enterramiento que incorpora, como ajuar, una variada acumulación de materiales, (presencia de carro, armas, espuelas, cota de malla, ánfora Dressel 1B, unas singulares formas de vidrio, elementos de oro –dos pendientes-, materiales cerámicos y en plomo con escritura, junto con una cantidad elevada de cerámicas de tradición ibérica), con una importante carga simbólica, que denota la importancia de quienes se enterraron en él. Pero, ¿qué hace tan excepcional a esta sepultura? Este hecho se nos desvela al señalar que en este mismo contexto se documentaron una kylix y un total de siete cráteras áticas de figuras rojas, una de ellas con una cronología de entorno al 410-420 a.n.e., mientras las otras seis se corresponden muy homogéneamente con la primera mitad del siglo IV a.n.e. (Olmos et al., 2012: 8). Una amortización de cerámicas griegas, que si bien es poco frecuente,

1 Cabe señalar que este trabajo se viene desarrollando por un equipo de personas, entre las que se encuentran, Arturo Ruiz Rodríguez, Manuel Molinos Molinos, Francisco Gómez Cabeza, Miguel Ángel Lechuga y yo misma, al que se han incorporado Ricardo Olmos Romera y Carmen Rueda Galán para el estudio de las cerámicas griegas. Por ello esta parte del trabajo que presentamos tiene que entenderse como una autoría conjunta, como ya pusimos de manifiesto en la Mesa redonda del Congreso y no individual de quien firma el artículo.

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no es única. El ejemplo más conocido sería el de la tumba 127 A de la Albufereta, Alicante, donde aparecen dos copas de figuras rojas y una tapadera de lekáne, fechadas a finales del siglo V a.n.e., junto con materiales que llegan al siglo II a.n.e. Se trata de un caso muy interesante, donde los últimos trabajos proponen su uso como ustrinum principal u hoguera ritual, que formaría parte de un recinto funerario de tipo familiar, en el que se manifiesta con claridad el interés de un linaje por transmitir diversos objetos de gran valor de cada generación hasta que el espacio quedara clausurado a inicios del siglo II a.n.e. (Verdú, 2014)2. En el caso de la cámara de Piquía, la presencia de este impresionante conjunto de cráteras, con representaciones escogidas intencionalmente como a continuación se indicará, abre el debate sobre cómo llegan estos vasos a este enterramiento, o el papel simbólico que adquieren en este contexto. Es necesario para ello abordar las imágenes que muestran estas cráteras, una lectura iconográfica que se revela decisiva para entender las relaciones entre estos recipientes cerámicos y su contexto de depósito. Si bien cada una de ellas presenta un tema iconográfico diferente, la lectura conjunta nos descubre un singular programa perfectamente articulado. En él, la representación heroica y los espacios, masculino y femenino, se entrecruzan, revelándonos a la pareja que con el matrimonio funda una dinastía y transmite el linaje aristocrático. Todo ello se viene trabajando por parte de Ricardo Olmos y Carmen Rueda para ser incluido en la monografía final que se está preparando sobre la intervención, y que fue objeto de un primer estudio (Olmos et al., 2012). De manera detallada Olmos y Rueda (2012) nos proponen una lectura de este programa iconográfico. Se iniciaría con la crátera que tiene como argumento el banquete, del que solo se conserva un fragmento. Se nos muestra un espacio colectivo, donde tienen lugar prácticas de comensalidad y bebida en el allende, un terreno en el que se rememoran hazañas que cuentan mitos, como el que se va a representar en otra de las cráteras, que nos muestra una escena de fiesta protagonizada por Heracles y un centauro. Posiblemente una escena que describe el momento previo del matrimonio del héroe con Hebe (Fig. 1.a). De este motivo no se tienen paralelos en la Península Ibérica lo que resalta aún más el programa que se nos

exhibe. Ambos temas vienen a complementar un tercer vaso, el de la heroización, el ingreso del héroe en el espacio de los dioses (Fig. 1.b). Se trata sin duda de una crátera que ha sido pensada para una celebración ritual. Destaca por su tamaño 41cm. y posee las dos caras A y B igualmente significativas. En la primera, se muestra la heroización de Heracles, un tema mitológico, en la siguiente, encontramos la reunión de dioses en torno al héroe, que ocupa el centro de la composición, está siendo coronado, por lo que ha pasado al estadío superior de dios. Cabe destacar la presencia a la derecha de una mujer vestida con peplo ceñido por cinturón y cubierta con velo, posiblemente Hebe. La escena, hace referencia a la figura de la esposa, que comparte así el destino del varón. Las otras cráteras documentadas en la cámara completaran el programa iconográfico. Una de ellas, la más pequeña de todas, narra la preparación de la novia en el gineceo (Fig. 1.c.). En el centro, una joven, posiblemente Helena, protagoniza el baño nupcial. La acompañan Afrodita y dos mujeres que portan todo lo necesario para ataviarla, las joyas, la caja con los vestidos y también, el espejo en el que se mirará la novia. Lo interesante, sin duda, es el tipo de vaso en el que se representa la escena, ya que estas escenas femeninas se suelen dar en lebetas (vasos nupciales), lutróforos, píxides o hidrias (para el agua purificada), el que en este caso se haga sobre una crátera, muestra su excepcionalidad, y lleva tanto a Olmos como a Rueda, a plantear que se trate de vasos de encargo. Son imágenes reveladoras de un mensaje iconográfico en relación a un rito de paso, el que supone dejar la juventud y prepararse para el matrimonio. Así se puede entender el último vaso, con la unión de la pareja, que completa el significado de lo que se está narrando, la unión nupcial entre Paris y Helena (Fig. 1.d), que para el ibero/a pudo ser una idealización del matrimonio aristocrático. Se trata pues de un conjunto de materiales portadores de una historia, narrada a través de mitos, que bien podría ser la de los antepasados de un linaje. Quienes encargaron estas cráteras varios siglos antes eran conocedores de mitologías y fueron los artífices de un programa muy particular, al encargar la representación de estos temas tan específicos. Con ello se pone de manifiesto, como ya señalara Olmos (2007), la circulación de leyendas y divinidades

2 VERDÚ PARRA, E. (2014): La necrópolis ibérica de L’Albufereta. Ritos y usos funerarios en un contexto de interacción cultural. Tesis doctorales. Universidad de Alicante. www.eltallerdigital.com

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Fig. 1. Cráteras de la Cámara funeraria de la necrópolis de Piquía, Arjona. Jaén. 1a) Heracles y un centauro; 1b) La heroización; 1c) La preparación de la novia; 1d) la unión nupcial.


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diversas del occidente mediterráneo, y como éstas se incorporan a la propia memoria ibérica. Rememoración a la que quieren incorporarse quienes se entierran en esta cámara que, abiertos a los lenguajes de prestigio, buscan en esa apropiación del pasado la legitimación de su poder.

supervivientes consoliden públicamente su posición en un intento de reafirmar en la muerte los orígenes ibéricos del linaje. Estamos ante un claro ejemplo de cómo se mira al pasado para crear una identidad propia y legitimar el poder.

Este grupo cerámico de la cámara de Piquía nos aporta claves básicas para la comprensión de procesos ideológicos relacionados, por una parte, con la pervivencia de la memoria, y también, con lo que puede ser la aparición de una nueva clase dirigente, que como señalaba Marisa Ruiz-Gálvez para momentos muy anteriores en otros espacios (Submicénico y Protogeométrico), al no poder basar su poder en derechos de descendencia, necesitaban crearse un pasado, y lo hacían introduciendo en sus ajuares funerarios “antigüedades”, objetos de momentos anteriores que se depositan allí porque tienen genealogía y por tanto ayudan a conferir un pasado a sus portadores. Es precisamente cuando estas nuevas clases dirigentes se están consolidando cuando ceremoniales públicos, como son en este caso los funerales, pueden haber servido activamente para inventar una genealogía y legitimar unos derechos recién adquiridos (Ruiz-Gálvez, 2005: 265-267).

3. IDENTIDADES DE GRUPO EN LA ESTRUCTURA DE UN LINAJE GENTILICIO

En la primera mitad del siglo I a.n.e., en Urgavo (Arjona) se podría estar asistiendo a un proceso de integración política y social que concita las características del periodo: resistencia al cambio y fuerzas tendentes a la integración. Es en ese contexto, en el que este “príncipe” de Piquía, Iltirtir, hijo de Ekaterutu, según reza en la inscripción hallada en una tapadera de plomo, muere. Al enterrarse con las características de un aristócrata ibero, recogiendo la tradición anterior a la conquista, recuperó este conjunto de cráteras que deben proceder de una tumba principesca del siglo IV a.n.e., originaria de un oppidum cercano, como puede ser el de Villargordo, abandonado o destruido tras la segunda guerra púnica, como consecuencia del conflicto y de los reajustes que la presencia de Roma supuso en esta zona de la campiña de Jaén. Un linaje, en el que quería reconocerse, marcando su poder tanto con elementos de su tiempo (cota de malla, espada, el carro) como con la genealogía que definirían las cráteras griegas, entendidas como objetos portadores de la memoria del linaje. Se busca así legitimar una nueva fase en la historia del propio “príncipe”, quizás la refundación de un nuevo linaje que se sustenta en sus antepasados, en la que se hace necesario que los

Nos centraremos en esta ocasión en la necrópolis del Cerro del Santuario (Baza), en la provincia de Granada. Un primer estudio, (Ruiz et al., 1992), mostraba la existencia de una estructura social jerarquizada que nos permitió acercarnos a la configuración de un grupo gentilicio clientelar. En un trabajo más reciente (Rísquez et al., 2010), llevamos a cabo una relectura sobre esta necrópolis, partiendo de la tumba de la Dama, la nº 155, como fundadora del espacio, con un importante papel en la construcción del linaje. Una sepultura que muestra una amplia zona de respeto sin enterramientos. Ya se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones su excepcionalidad, donde los huesos cremados de una mujer adulta que no superaría, en edad, la treintena (Trancho y Robledo, 2010: 125) se introdujeron en el hueco que presenta la propia escultura. Ésta, a su vez, forma parte de un conjunto singular y cargado de simbología, que confiere a la persona allí enterrada, un estatus y un poder en el seno linaje al que representa. Sin entrar a describir minuciosamente el ajuar, ni su distribución en el interior de la tumba, ya señalábamos aquellos elementos que se vincularían con la legitimación del linaje (Rísquez et al., 2010: 267269). Destacábamos la presencia de unas formas cerámicas determinadas, insistiendo en el hecho de que todos esos objetos fueron intencionalmente seleccionados, para ser depositados en esta tumba, como reconocimiento a la memoria de un pasado, un querer anclarse en la tradición, en la que esta mujer quiere mantener la memoria que la legitima y que muestra su pertenencia al linaje principal. De ese hecho son representativos, por una parte, los cuatro recipientes de cuerpo globular de tendencia piriforme y cuello acampanado, que en este caso presentan una excepcional decoración polícroma, conservada en tres de ellos (Fig. 2). En ellos, sobre un engobe blanco, se han realizado en distintos tonos (rojo, granate, azul y negro) motivos geométricos y vegetales. Por otra, cuatro contenedores de tipo

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Fig. 2. Ajuar de la Tumba 155, Dama de Baza, Necrópolis del Cerro del Santuario. Baza. Foto Museo Arqueológico Nacional.

anforoide con dos asas que arrancan desde el hombro, que muestran igualmente decoración pintada en varios colores. Ambos tipos parecen querer remontarse a momentos anteriores, en cuanto a su forma y a la manera de incorporar las decoraciones, recordando el mundo orientalizante. Asimismo cabe destacar la disposición que estos materiales tienen en el interior de la tumba. Los cuatro primeros, delante de la escultura de la Dama, los segundos en cada una de las cuatro esquinas de la cámara funeraria. Todo ello puede corresponder a un determinado ritual, y como parte del mismo podemos entender que encontremos las mismas tonalidades que se han usado en el colorido ropaje de la Dama, lo que denota la relevancia de los mismos. Unos vasos que además, como se ha podido analizar en otros contextos funerarios, se están empezando a introducir a inicios del siglo V a.n.e. en enterramientos de un cierto estatus y prestigio, por el trabajo invertido en su construcción, por los ricos ajuares depositados en su interior, o por ambos (Pereira, 2010: 140-141; 145). En el primer nivel aristocrático, quedaba incluida, también, la tumba 176 (Ruiz et al., 1992), según Presedo (1982), la más rica de la necrópolis con una zona de respeto, sin enterramientos, al igual que

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la 155. Dos cráteras de figuras rojas contenían las cenizas de dos cremaciones, acompañadas de una importante cantidad de vasos áticos, y abundante metal que procede de armas, braseros y carro. En cuanto a cerámica ibérica, hay que llamar la atención sobre la presencia, en la misma, de cuatro anforoides iguales a los de la tumba de la Dama, y colocados en la misma posición, es decir en cada esquina del pozo. Por el contrario, aquí únicamente se colocó un vaso de cuello acampanado, del mismo tipo que los anteriormente mencionados, pero sin su singular decoración. Recientemente se ha excavado una nueva cámara, de grandes dimensiones, bautizada como tumba 183, con una compleja estructura más allá de lo que se podría considerar como una simple tumba (Caballero et al., 2013), y que muestra igualmente lo que podría ser una amplia zona de respeto, lo que nos llevaría a incluirla en ese primer nivel aristocrático. Se trata igualmente de una estructura singular, con un acceso desde el exterior definido por un pasillo, y con restos de decoración pintada en sus paredes, que no ha presentado por el momento restos de cremaciones, si bien falta por comprobar la existencia de una subcámara bajo el suelo en su primer nivel


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de uso. Cabe destacar que en este caso, a diferencia de las dos anteriores se ha documentado, tras unos momentos de abandono, un nuevo uso de la cámara, enterrando sucesivamente individuos infantiles con ritual de inhumación (Caballero et al., 2013: 129). Entre los materiales, del primer momento, subrayamos la presencia de dos nuevos ejemplares de anforoides, con similares características a los localizados en las sepulturas 155 y 176, y de tres recipientes de cuello acampanado, en los que no se observan restos de decoración. Si partimos del hecho de que la cultura material puede actuar como un indicador en los procesos de creación de identidades y que determinados objetos pueden ser pensados como símbolos que se utilicen por un grupo para comunicar un significado, no cabe duda que estos tipos cerámicos, que estamos destacando, pueden tener un papel importante en la articulación del linaje que se entierra en esta necrópolis. Por lo que respecta a los anforoides con decoración sobrepintada, éstos únicamente se documentan en estas tres tumbas de la necrópolis, y en cantidades similares (cuatro en la 155 y 176 y dos en la 183), lo que estaría en relación con ese primer rango aristocrático, y probablemente con un interés en marcar su vinculación a los antepasados del linaje.

7.571

En relación a los vasos acampanados, no podemos olvidar que éstos tienen un especial significado en su simbología, al haberles dado ese tratamiento especial en su decoración, vinculándolos directamente con la propia Dama en la aplicación de un mismo colorido. También su número, cuatro, en esta tumba, los singulariza, de ahí que este tipo de recipiente pudiera ser uno de esos marcadores de identidad, haciendo pertinente buscar su distribución en el espacio de la necrópolis. Para ello iniciamos un estudio de comparación de este tipo cerámico, que se ha realizado siguiendo distintas técnicas para cotejar las formas y sus perfiles cerámicos, metodología que venimos trabajando desde el proyecto CATA3. En este caso se aplicaron tres técnicas, para la generación de coeficientes, con el fin de poder compararlos. En la primera, el contorno es submuestreado en n-puntos y se compara con un patrón concreto e igual para todo el conjunto. Con el perfil superpuesto en el patrón, también submuestreado en el mismo número de nodos, se realiza una correspondencia entre los de cada uno. Con los nodos de cada elemento enlazados ya se puede determinar la energía que es necesaria aplicar al perfil para que sea obtenido el patrón mediante la deformación del primero (Fig. 3.a). En el segundo, el método de morfología matemática, los coeficientes

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2.837 3a

3b

3c Fig. 3. Técnicas utilizadas en la comparación de perfiles cerámicos: 3a) Aplicación de la técnica de la Morfología matemática; 3b) Aplicación de la técnica de la Curva Simplificada; 3c) Aplicación de la técnica de Espectro de Deformación.

3 Corpus Virtual de Cerámica Arqueológica (HUM-890).

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son extraídos mediante la comparación del perfil original y el perfil una vez se le ha aplicado algún operador morfológico (erosión, cierre, apertura o dilatación), con un elemento estructural concreto (Fig. 3.b). En el tercero, para la transformación y submuestreo, lo que se hace es obtener de nuevo el contorno de un perfil. Sobre éste se buscan los extremos superior e inferior, y se desprecia la parte de contorno que no queda entre dichos puntos (Fig. 3.c). Una vez se crearon los coeficientes la clasificación fue automática, consiguiendo así todos los recipientes susceptibles de ser incluidos en el mismo tipo. Descartamos igualmente que se tratara de un tema cronológico, en el que éstas pudieran representar a las formas más antiguas, puesto que las cronologías para los distintos enterramientos, matizadas en otros trabajos, mostraban que no era así (López y Adroher, 1992). Este tipo de recipiente, como ya hemos señalado, aparece igualmente en la tumba 176, un ejemplar, y tres ejemplares en la 183, si bien, no presentan la singular decoración de las anteriores. En este caso estamos ante enterramientos pertenecientes al primer nivel aristocrático, como se ha sugerido, para los que planteamos una relación de parentesco con la tumba 155. Observando la distribución de estos vasos en el resto de la necrópolis (Fig. 4), se advierte, en primer lugar, que las tumbas que presentan este tipo de vaso, a excepción de las anteriores, son aquellas que lo contienen como urna cineraria, presentando un ajuar muy básico a diferencia de las ya expuestas. Por otra parte, su disposición en el espacio funerario queda bastante restringida a una zona relacionada básicamente con un posible ámbito de influencia de la sepultura de la Dama. Este hecho nos lleva a platear la hipótesis de que estamos ante un grupo que mantiene, a través de este recipiente, su identidad dentro del grupo parental directo con respecto a la mujer enterrada en la tumba 155, a la que estarían unidos por lazos de consanguineidad, donde la importancia y la relación les viene dada, también, por el espacio que ocupan en la necrópolis. El grupo parental directo se auto-reconocería, y a su vez es reconocido por el resto del linaje, por la posesión de este tipo de recipiente. El hecho de que un vaso concreto se utilizara como urna cineraria de un grupo de personas determinado, nos abría la posibilidad de examinar si había otros tipos cerámicos claramente reconocibles, que

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pudieran comportarse de igual forma y mostrarnos la estructura del grupo clientelar que habíamos planteado en nuestros trabajos (Ruiz et al., 1992; Rísquez et al., 2010). Centramos nuestra atención en una forma numerosa en la necrópolis, como son los Kalathos, en los que advertimos un reparto claramente distinto al anterior (Fig. 5). Se perciben dos conjuntos, que se sitúan, a ambos lados del grupo representado por los vasos acampanados. No estaríamos pues ante una relación directa de parentesco, sino ante una relación clientelar, que leemos en ese segundo nivel aristocrático (representado por las cabezas del grupo clientelar), con enterramientos múltiples, presencia de crátera griega y brasero (Ruiz et al., 1992). Esta situación nos brinda la oportunidad de establecer nuevos marcadores, que nos permitan valorar otras posibles distribuciones de materiales, en las que no entraremos en este trabajo, que nos lleven a reconocer las relaciones con las que se va construyendo el linaje gentilicio.

4. IDENTIDADES DE GÉNERO Estudiar los roles de género, en el ámbito del ritual, permite profundizar más en el conocimiento del orden simbólico subyacente en aquellos ritos que afectan directamente a las relaciones de género. El espacio funerario puede ser un marco apropiado para examinar cuáles pueden ser los marcadores sociales, si los hay, que el grupo ha seleccionado para construir la identidad femenina. Nos basamos, para ello, en los trabajos realizados sobre la necrópolis de El Cigarralejo, Mula (Murcia), (Rísquez y García Luque, 2008; Rísquez y García Luque, 2012), al contar ésta con un importante número de estudios osteológicos, que permiten sexuar algunas tumbas, siendo además una de las necrópolis ibéricas estudiadas que destaca por el alto porcentaje de enterramientos femeninos identificados, un 40’62%, frente al 36’97% masculinos. Nuestro objetivo en este caso fue indagar qué atributos podían conferir la identidad de género a las mujeres, e intentar así comprender su participación en los procesos sociales y económicos de su grupo. La necrópolis abarca una amplia cronología entre el siglo IV a.n.e. y el siglo I a.n.e., ocupando unos 2000 m2, acotados por barreras naturales, lo que ha motivado una gran superposición de enterramientos. Sin embargo, nos hemos centrado únicamente en el


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Fig. 4. Distribución espacial de los Vasos de cuello acampanado, necrópolis del Cerro del Santuario, Baza.

Fig. 5. Distribución espacial de los Kalathos, necrópolis del Cerro del Santuario, Baza.

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siglo IV a.n.e., ya que es en ese momento en el que van a cobrar importancia algunos enterramientos femeninos, lo que nos llevaba a plantear como las mujeres asumían funciones específicas en el control de la estructura familiar, que no sólo se restringen a pactos matrimoniales, sino que, como reflejan sus ajuares también ellas son importantes receptoras de bienes de lujo al igual que productoras de determinados bienes (Rísquez y García Luque, 2008: 155). Cobran así importancia toda una serie de objetos, como en el caso de la tumba 200, que se vincularían con la persona allí enterrada y que podríamos relacionar con la construcción social de su identidad de género, elementos asociados al cuidado personal, cuidado del cuerpo, a la actividad textil o al ámbito doméstico como símbolo del hogar y de la familia. A partir pues de las tumbas identificadas osteológicamente, tanto las femeninas como las masculinas, se analizaron aquellas asociaciones recurrentes ajuar/sexo que nos permitían valorar las atribuciones que el grupo social adjudica a cada género, para poder identificar que ítems son los que podrían conferir identidad de género a las mujeres, valorando al

mismo tiempo tanto el tipo de enterramiento como su ubicación espacial en la necrópolis. Un trabajo detallado de todos estos aspectos (Rísquez y García Luque, 2012), nos permitió establecer como la asociación que se daba entre las plaquitas de hueso decoradas, denominadas tensadores y las fusayolas, constituiría un símbolo claro de identidad femenina en esta necrópolis, enmarcándonos a un grupo de mujeres de alto estatus (que podría tener su equivalente masculino en la asociación falcata, lanza, escudo). Unos objetos que, aunque no dejan de tener un valor simbólico al depositarse en un enterramiento, nos remarcan al mismo tiempo la importancia que una actividad como la textil va a tener en el ámbito de la producción de este tipo de bienes. Un proceso económico, que en estos momentos empieza a adquirir una cierta especialización ocupacional y, que otorgaba poder y una posición social destacada. A éstas se podrían unir, en un segundo nivel, las asociaciones con agujas y agujones de hueso, junto con la presencia de cuentas de collar, sobre todo de pasta vítrea, a las que se suman las cajitas de madera, y los vasos de tocador, elementos vinculados al ámbito del embellecimiento y al cuidado del cuerpo (Fig. 6).

Fig. 6. Elementos asociados a la identidad de género. Necrópolis de El Cigarralejo, Mula, Murcia.

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En contraste con este hecho, en las tumbas identificadas osteológicamente como masculinas, no se produce la asociación plaquita de hueso/fusayola, lo que incide, en que estaríamos ante unos objetos que han sido seleccionados como indicadores de género. En los tres casos que hemos presentado muy brevemente, consideramos la cultura material como un componente activo en la construcción de identidades, que hay que entender en el seno de las prácticas sociales que desarrollan cada uno de los grupos estudiados, analizándolas como procesos dinámicos.

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3. ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. APROXIMACIONES DIRECTAS AL TRABAJO DE CAMPO Juan Jesús Padilla Fernández y Eva Alarcón García

La arqueología ha sido recientemente redefinida como la disciplina que estudia la relación entre los sujetos y los objetos a través del tiempo y del espacio. Partiendo de esta perspectiva, esta sesión trata de abordar distintos casos de estudio relativos a la forma en la que los seres humanos interaccionan con las cerámicas. Estas relaciones se encuentran marcadas por diversos aspectos tecnológicos y culturales que tienen en la funcionalidad un importante punto de unión. Su análisis nos permite aproximarnos a aspectos esenciales para un mayor conocimiento de las sociedades preindustriales. No obstante, el desarrollo tradicional de los estudios ceramológicos, sobre todo, en la prehistoria reciente y el mundo clásico, se ha subordinado a la necesidad de apartados cronológicos, centrándose en aspectos tipológicos o morfológicos. Esta visión servicial de los estudios cerámicos y de cultura material, en general, ha supuesto un acercamiento fundamentalmente descriptivo, confinando o ignorando aquellos aspectos que más nos podían ilustrar acerca de la relación social de las cerámicas con los miembros de comunidades que las produjeron, usaron y finalmente descartaron. La importancia historiográfica de los estudios cerámicos, sobre todo, en épocas históricas, no se ha visto acompañada de un amplio desarrollo de estudios centrados en la vida social de estas piezas. Sin embargo, en el marco de las sociedades preindustriales, las cerámicas tuvieron una gran importancia en el desarrollo de la vida cotidiana. Pero la trascendencia de las cerámicas como objetos del pasado, no se limita a su vinculación con la subsistencia de los grupos humanos, sino que también participaban de los fenómenos culturales y simbólicos que regulaban la redistribución y el consumo y que, en ocasiones, son fundamentales como nexo de unión en la conformación de las relaciones sociales. Insertadas en contextos culturales vivos, estas cerámicas adquirieron una historia social independiente de su valor como indicador arqueológico. Su estudio nos puede servir también para caracterizar el desarrollo de los posibles procesos pre y post-deposicionales que influyen en la inferencia derivada de la inclusión de los elementos cerámicos en el proceso de formación del registro arqueológico, ayudando a redefinir el valor cronológico de las mismas como vertebrador temporal de una secuencia estratigráfica determinada. Al mismo tiempo, el estudio de las secuencias de producción requeridas para la manufactura de las cerámicas, pueden ser utilizadas como una herramienta de estudio eficaz para caracterizar los medios tecnológicos de los que dispusieron los grupos humanos en el pasado. A la vez que permite abordar cuestiones relacionadas con la producción, como la obtención de las materias primas, las tareas de modelado o cocción, etc., que son indicadores económicos y sociales.


Piezas de cerรกmica konkomba.


3.1. HOMOGENEIDAD TECNOLÓGICA Y REDES DE APRENDIZAJE: APROXIMACIÓN ETNOARQUEOLÓGICA DESDE LA PRODUCCIÓN DE CERÁMICA KONKOMBA (NE GHANA) TECHNOLOGICAL HOMOGENEITY AND LEARNING NETWORKS: ETHNOARCHAEOLOGICAL APPROACH THROUGH THE KONKOMBA POTTERY PRODUCTION (NE GHANA) David Javaloyas Molina1, Daniel Albero Santacreu1, Jaime García Roselló1 y Manuel Calvo Trías1

Resumen

Abstract

Este artículo aborda la relación existente entre las tradiciones técnicas cerámicas y su grado de variabilidad. Para ello, se analizan las cadenas operativas de fabricación de diferentes poblaciones alfareras adscritas al grupo etnolingüísticokonkomba situadas entre las cuencas del río Volta Blanco y el río Oti (noreste de Ghana). En estas comunidades, las cadenas operativas resultan muy homogéneas entre las diferentes localidades y alfareras, observándose la puesta en práctica de unos mismos procesos técnicos en la preparación de las materias primas, las operaciones de modelado y las estrategias de cocción. El alto grado de homogeneidad tecnológica constatadoen el proceso de fabricación se relaciona condeterminadas estrategias de trasmisión de conocimiento y aprendizaje, así como con ciertas dinámicas sociales propias de estas comunidades. En un contexto caracterizado por un hábitat disperso y un sistema matrimonial poligínico patrilocal, tanto la transmisión de conocimientos que se produce entre madres e hijas, como el constante movimiento en el territorio de las mujeres al convertirse en esposas y aprendices de ceramista, constituyen ejes fundamentales para explicar la homogeneidad documentada en los procesos tecnológicos.

This paper deals with the prevailing relationship between technical pottery traditions and their degree of variability. In order to do it, we will carry out the analyse of the operative production chains of different pottery societies affiliated to the ethnolinguistic group Konkomba, located between the basins of the Black Volta River and the Oti River (north-eastern Ghana). In these communities, operative chains among different localities and pottery workshops are very homogeneous, so that we could observe the enactment of the same technical processes in the preparation of raw materials, in modelling manoeuvres and firing strategies. The high degree of technological homogeneity observed in the manufacturing process is related to particular strategies of knowledge transmission and learning, as well as to certain characteristics of these communities’ social dynamics. In a context characterized by a disseminated habitat and a patrilocalpolygynous matrimonial system, both knowledge transmissions that occurs between mothers and daughters, and the constant movement in the territory of women as they become wives and potter’s apprentices, are the main keys to explain the homogeneity documented in the technological processes.

Palabras clave: Tecnología, Transmisión De

Keywords: Technology, Knowledge Transmission,

Conocimiento, Aprendizaje, Variabilidad, Cadena Operativa, Interacción Social.

Apprenticeship, Variability, Operative Chain, Social Interaction.

1 Grupo de Investigación Arqueouib, Departamento de Ciencias Históricas y Teoría de las Artes, Universitat de les Illes Balears, Campus UIB, Ctra. Valldemossa km 7.5, s/n, 07122, Palma de Mallorca, Islas Baleares CNRS, Aix-Marseille Université. [ d.albero@uib.es ] ; [ mct336@uib.es ] ; [ david.javaloyas@uib.es ] ; [ jaume.garcia@uib.es ]

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DAVID JAVALOYAS MOLINA ET AL.

1. INTRODUCCIÓN El desarrollo de los análisis tecnológicos desde una perspectiva social en la etnoarqueología (Lemonnier, 1992,2004; Gosselain, 1992, 2010; Balfet, 1991; Creswell, 2010; Mahias, 1993) ha puesto en evidencia la enorme relación que existe entre las soluciones técnicas adoptadas por los grupos humanos y sus estructuras de organización social.A lo largo de este trabajo pretendemos, desde este enfoque, afrontar el análisis de las interrelaciones que se generan entre el conjunto de elecciones tecnológicas observadas en la producción de cerámica konkombay las dinámicas sociales que las caracterizan y que se renegocian continuamente. Para ello, haremos especial hincapié en como los patrones de trasmisión de conocimientos,así como las dinámicas observadas en las relaciones genealógicas ayudan a entender un fenómeno tecnológico que se caracteriza por una doble dinámica: por un lado, una marcada homogeneidad en las fases estructurales o primarias de la cadena operativa y, por otro, una mayor diferenciación y dinamismo en las etapas secundarias, en especial en las fases de tratamiento final de superficie y decoración de las cerámicas.

2. CASO DE ESTUDIO: LA SOCIEDAD KONKOMBA Y LA PRODUCCIÓN DE CERÁMICA Desde un punto de vista antropológico y etnohistórico se han realizado escasas investigaciones en torno a los konkomba (Froelich, 1949; Tait, 1962; Ankamah, 1994; Dawson, 2000;Maasole, 2006)1 y su producción cerámica (Froelich, 1949; Livingstone-Smith, 2007). Este grupo étnico se asentaba originariamente, al menos desde el siglo XV y posiblemente antes de la llegada de los dagomba (Maasole 2006), a lo largo de la cuenca superior del río Oti, en el territorio definido por ellos mismos como Kekpokpam y que se correspondería conel actual noroeste de Togo y noreste de Ghana. Con el tiempo, diferentes linajes de esta etnia se han ido extendiendo hacia el norte entrando en contacto con b’mobas y mamprusis, y hacia el sur, relacionándose con gonjas y nanumbas (Dawson, 2000;Tait, 1962). Tradicionalmente, los grupos konkombahan practicado cierta movilidad en la búsqueda de buenas tierras de cultivo,sin embargo, los cambios socioeconómicos y políticos iniciados a finales del s.XIX con la consolidación de la colonización

alemana e inglesa, que alteró profundamente las fronteras políticas de esta zona,junto con las cambiantes actitudes del nuevo estado independiente de Ghana (1956) en relación a los sistemas tradicionales de jefaturas, ha reducido mucho la movilidad de estos grupos, vinculándolos al territorio a través de su subordinación a los grupos protoestatales Mole-Dagbane. A partir de estos movimientos migratorios se han generado nuevos asentamientos konkomba, por lo general bastante dispersos, en áreas rurales. Estos asentamientos están, a menudo, situados en áreas marginales o a cierta distancia de enclaves ocupados por otras etnias, y formados casi exclusivamente a partir de población konkomba (Manoukian, 1951; Dawson, 2000; Maasole, 2006). Diferentes fuentes de principios del siglo XX relatan que se trataba de una sociedad no jerarquizada, sin unidad política (Manoukian, 1951) y productora de alimentos, que se ha ido transformando hacia un sistema incipiente de jefaturas, a partir de la primera mitad del siglo XX. Actualmente, se trata de una estructura social basada en relaciones entre clanes con una adscripción territorialy que han adquirido funciones políticas. La sociedad konkomba, pese a tener características propias, participa de lasdinámicas sociales del resto de grupos que pueblan el noreste de Ghana. De este modo, se trata deuna sociedad patrilineal fundamentada en la poliginia donde el patrón de residencia,la unidad doméstica y la trasmisión del linaje lo marcan los hombres (Manoukian, 1951) ydonde la mujer es la encargada de las actividades domésticas, la siembra y la recolección. Pese a ello, la mujer mantiene cierta autonomía económica y social, ya que los ingresos y productos que obtienen de sus actividades no los gestiona el marido, sino que repercuten directamente en elgrupo familiar a través de la administración que ella realiza. Dentro de este contexto general es donde se enmarca la producción alfarera konkomba que, tal y como ocurre con otros grupos étnicos del noreste de Ghana (García Rosselló 2010; Calvo et al., 2011 y 2013), constituye una actividad exclusivamente femenina realizada en contextos domésticos, si bien excepcionalmente los hombres pueden ayudar en la extracción de la arcilla y el acopio de combustible. Las unidades productivas se componen generalmente de una sola alfarera que realiza todo el proceso de forma autónoma, aunque excepcionalmente puede existir un

1 DAWSON, A. C. (2000): Becoming Konkomba: Recent Transformations in a Gur Society of Northern Ghana. Unpublished thesis. Department of Anthropology University of Calgary. Alberta.

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HOMOGENEIDAD TECNOLÓGICA Y REDES DE APRENDIZAJE: APROXIMACIÓN ETNOARQUEOLÓGICA DESDE LA PRODUCCIÓN DE CERÁMICA KONKOMBA (NE GHANA)

A

C

B

Lám 1. Tipos principales de piezas de la cerámica konkomba. trabajo asociativo entre diferentes mujeres que pertenecen a una misma unidad familiar. Igualmente, el trabajo también suele ser de tipo asociativo cuando una alfarera tiene aprendices a su cargo.La producción de cerámica es estacional y se realiza durante la estación seca, ya que en la época de lluvias toda la familia se dedica a tareas agrícolas. El lugar de trabajo es siempre la vivienda y la actividad se realiza en el patio comunitario, si bien cada alfarera tiene espacios de trabajo específicos en sus propias habitaciones, por lo que no es posible asimilar directamente unidad productiva de cerámica a unidad familiar y residencial.La producción de cerámica permite a las mujeres obtener ingresos a través de la venta e intercambio de sus productos en los mercados locales, pero sobre todo, mediante la venta directa a mujeres del propio poblado o de los poblados cercanos. Según los estudios realizados sobre la cerámica de los grupos konkomba de Togo (Froelich, 1949), parece ser que con la introducción de contenedores metálicos y de plástico algunos tipos cerámicos

que fabricaban las alfareras konkomba a principios de siglo XX (especialmente cerámica de cocina y vasijas para el transporte de líquidos)habrían sido abandonados. Pese a ello, la producción de cerámica konkomba engloba un amplio número de formas asociadas con múltiples funciones, pudiéndose destacar tres tipos principales de piezas (Lám.1): A) Cuencos hemisféricos, decorados o lisos cuya función se relaciona con el menaje y el consumo de alimentos en el caso de los de menor tamaño y con la manipulación, trasporte y procesado de alimentos y líquidos los de mayor tamaño. B) Ollas globulares mayoritariamente decoradas cuyas dimensiones, perfily cuello pueden variar significativamente pero que se destinan siempre a contener sustancias sólidas y líquidas que deben ser trasportadas constantemente dentro de la casa. Algunas de estas ollas globulares, especialmente las de menor tamaño están vinculadas también con altares rituales destinados al culto a los ancestros. En este caso,las cerámicas contienen líquidos, cenizas o restos de animales que representan el espíritu del difunto y se usan en com-

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DAVID JAVALOYAS MOLINA ET AL.

binación con cuencos hemisféricos que son utilizados como tapadoras sobre los que se realizan ofrendas. C) Grandes contenedores globulares de tendencia toneliforme que pueden estarintensamente decorados cuando forman parte del ajuar de la mujer y se relacionan con el almacenamiento de productos sólidos, como grano. Este tipo de vasijas también se destinan al almacenaje de sustancias líquidas, básicamente agua y cerveza de mijo, estando ausentes las decoraciones en las piezas destinadas a esta función.

3. METODOLOGÍA El análisis de los procesos de fabricaciónde cerámicaen las comunidades konkomba estudiadas se ha centrado en la definición de las cadenas operativas (Calvo et al., 2004; García Rosselló 2008) asociadas a los distintos tipos cerámicos fabricados por cadauno de los individuos y unidades productivas. Esta herramienta metodológica permite organizar las acciones técnicas en secuencias que luego pueden ser comparadas (García Rosselló y Calvo, 2013), a la vez que

posibilita realizar una interpretación social de los datos tecnológicos (Calvo y García Rosselló,2012). Dentro de la cadena operativa se ha prestado especial atención a las fases de obtención y preparación de las materias primas, el modelado de las vasijas y la cocción de las piezas. En cualquier caso, también se han registrado las herramientas, los materiales y los gestos técnicos implicados en cada una de las fases del proceso de fabricación, incluyendo la identificación de los patrones decorativos.Estasestrategias de registro se han complementado con la realización de entrevistas semi-estructuradas y abiertas a las alfareras. Finalmente, se ha documentado el contexto y los lugares de producción a través del concepto de estrategia productiva (García Rosselló, 2008). De este modo, además de registrar los sistemas de fabricación, la forma y función de las vasijas, se ha hecho referencia a otros aspectos relacionados con la producción: formas de organización del trabajo, control de la producción, procesos de sociabilización, transmisión de conocimientos y aprendizaje, base subsistencial del grupo, presencia de infraestructuras

Fig. 1. Terrirorio de las cinco poblaciones alfareras de la etnia konkomba estudiadas.

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necesarias para desarrollar la producción y análisis del espacio de trabajo. Además de estos aspectos, se han identificado los sistemas de intercambio de los productos fabricados por las alfareras y los lugares de distribución (Calvo et al., 2011, 2013). A partir de los criterios, conceptos y métodos expuestos se han estudiado cinco poblaciones alfareras de la etnia konkomba ubicadas en la zona situada al norte de su territorio originario, en la cuenca alta del Oti, en distritos controlados políticamente por los gruposmamprusi. Dicho territorio quedaría delimitado por el Volta Blanco y la cuenca del río Pembik. Tres de estas poblaciones alfareras (NasiaTambi, Nabal y Pibuni) están situadas en el distrito de Bunkpurugu-Yunyooy dos (Tamanku y Kumbuan) ubicadas en el distrito East Mamprusi (Fig. 1). Se han entrevistado a 14 alfareras de las que se harealizado un análisis pormenorizado de las cadenas operativas ejecutadas. A su vez, se han realizado entrevistas semi-dirigidas a 28 alfareras más en relación a la tecnología cerámica empleada. De manera complementaria,se han estudiado los contextos de uso y distribución de las vasijas. Con el fin de obtener una perspectiva más amplia, además de a las propias alfareras, se han analizadodiversas viviendas de mujeres konkomba no dedicadas a la producción cerámica. Por otra parte, se han visitado 14 mercados y se han entrevistado más de veinte vendedoras, tanto de la etnia konkomba como kusasi, b’moba, mamprusi, dagomba, busanga y mossi. En total, se han estudiado y reconstruido los sistemas de fabricación y los procesos de aprendizaje de 42 alfareras konkomba procedentes de cinco aldeas diferentes.

4. CARACTERIZACIÓN DE LA CADENA OPERATIVA KONKOMBA El análisis de las cadenas operativas de producción de cerámica konkomba ha evidenciado una clara uniformidad en los sistemas de fabricación, tanto en lo que se refiere a los tipos manufacturados como a los gestos técnicos, las posturas y los movimientos realizados por alfareras de distintos núcleos de población. Únicamente se han documentado variaciones significativas en las herramientas utilizadas en los tratamientos de superficie primarios y secundarios, así como en los materiales utilizados, tanto en lo que se refiere a las decoraciones como los tratamientos finales (Tab.1). Si bien algunas fases de la cadena operativa,como el modelado primario del cuerpo y de la bocapresen-

tan diferencias, las variaciones deben vincularse con necesidades del proceso de fabricación determinadas por la propia forma de la vasija. Es decir, las operaciones técnicas que realiza una misma alfarera pueden variar según se fabriquen cuencos hemisféricos, ollas globulares o grandes contenedores toneliformes, ya queel tamaño de las piezas condiciona, por ejemplo, el número de colombinos utilizados y el desarrollo de ciertos gestos técnicos (pe. procesos de doblado del borde). En definitiva, las variaciones documentadas no pueden considerarse como estrategias técnicas diferenciadas, más allá de la forma que desea fabricar la alfarera. Teniendo esto en cuenta, cabe considerar que estas variaciones deben relacionarse exclusivamente con modificaciones parciales que no implican trasformaciones profundas de las cadenas operativas utilizadas. Es decir, no conllevan modificaciones sustanciales en la finalidad técnica del proceso realizado y se asocian con un uso oportunista de ciertas herramientas y materias primas por parte de las alfareras ante una nueva realidad social (Calvo y García Rosselló, 2012).

4.1. FASE DE OBTENCIÓN Y PREPARACIÓN DE LA ARCILLA Las alfareras konkomba obtienen normalmente la arcilla de depósitos sedimentarios cercanos a cursos de agua, siendo las vetas compartidas por todas las alfareras de un mismo poblado. Con el tiempo, la extracción de la materia prima da lugar a la formación de minas de arcilla que se extienden en superficie y llegan a tener una profundidad de 0,5 m. La distancia existente entrelas fuentes de arcilla y el poblado varía desde los 100-300 m hasta los 5 km. Cada alfarera transporta la arcilla de forma individual, determinando la cercanía del poblado a la mina de arcilla la frecuencia con la que se explotan las vetas. De esta forma,la arcilla se recoge varias veces al día en NasiaTambi y de forma más esporádica en los casos de Tamanku o Kumbuam. No se almacenan grandes cantidades de arcilla más allá de las necesidades inmediatas de fabricación y la materia prima se deja secar entre 12 y 24 horas antes de ser humedecida dentro de una cerámica donde se deja reposar uno o dos días. La arcilla se mezcla con chamota,aprovechando cerámicas que se han fracturado por el uso o durante la cocción, en una proporción inferior al 10% que es triturada y molida con molinos de mano (letambaga) (Lám. 2a). La pasta resultante (tetam) se utiliza para confeccionar vasijas de todos los tipos, independientemente de su tamaño, forma y función.

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Concepto â / Poblado à Obtención de arcilla

Preparación de la pasta

Modelado de la base

Modelado del cuerpo Modelado de la boca

Tratamientos de superficie

Tratamientos de superficie y decorativos pre-cocción

Tratamientos decorativos post-cocción

Tamanku

Kumbuan

Pibuni

NasiaTambi

Nabal

Distancia

4.000 m

100 m

5.000 m

500 m

300 m

Localización

Cerca del Río

Zona seca (>5 km del río)

Cerca del Río

Cerca del Río

Zona seca cerca del río

Tipo de mina

Superficie

Pozo de 5 m

Pozo poco profundo

Pozo poco profundo

Superficie

Preparación

Triturado y molido

Triturado y molido

Triturado y molido

Triturado y molido

Triturado y molido

Herramienta

Molino de mano

Molino de mano

Molino de mano

Molino de mano

Molino de mano

Mezcla

Chamota y arcilla

Chamota y arcilla

Chamota y arcilla

Chamota y arcilla

Chamota y arcilla

Amasado

Manual

Manual

Manual

Manual

Manual

Confección de la base

Molde forma convexa

Molde forma convexa

Molde forma convexa

Molde forma convexa

Molde forma convexa

Herramientas

Piedra de río de cara plana Cerámica

Piedra de río de cara plana Cerámica

Piedra de río de cara plana Cerámica

Piedra de río de cara plana Cerámica

Piedra de río de cara plana Cerámica

Acabado

Recortado

Recortado

Recortado

Recortado

Recortado

Herramientas

Cuchillo de hierro

Plástico

Plástico

Punzón de hierro doblado

Plástico

Confección del Cuerpo

Colombinos superpuestos en cabalgadura alterna

Colombinos superpuestos en cabalgadura alterna

Colombinos superpuestos en cabalgadura alterna

Colombinos superpuestos en cabalgadura alterna

Colombinos superpuestos en cabalgadura alterna

Herramientas

Manual

Manual

Manual

Manual

Manual

Confección boca

Doblado

Doblado

Doblado

Doblado

Doblado

Herramientas

Vaina

Vaina

Plástico

Trozo de goma

Vaina

Base exterior

Golpeado

Golpeado

Golpeado

Golpeado

Golpeado

Herramientas

Piedra de río de cara plana

Piedra de río de cara plana

Piedra de río de cara plana

Piedra de río de cara plana

Piedra de río de cara plana

Base interior

Raspado

Raspado

Raspado

Raspado

Raspado

Herramientas

Gancho de hierro

Concha de río

Anilla de hierro

Anilla de hierro

Gancho de hierro

TS exterior

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Herramientas

Trozo de plástico

Trozo de plástico

Trozo de plástico

Trozo de goma

Trozo de calabaza y de plástico

TS interior

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Alisado manual y con herramienta

Herramientas

Vaina de kupajuik

Vaina de kupajuik

Vaina de kupajuik

Trozo de goma

Vainade kupajuik

Labio

Alisado

Alisado

Alisado

Alisado

Alisado

Herramientas

Hoja de kesu

Hoja de kesu

Hoja de kesu

Hoja de kesu

Hoja de kesu

Tratamiento superficie A

Engobe

Engobe

Engobe

-

-

Material

Arcilla

Arcilla

Arcilla

-

-

Herramientas

Manual

Manual

Manual

-

-

Tratamiento superficie B

Bruñido

Bruñido

Bruñido

Bruñido

Bruñido

Herramientas

Canto rodado

Canto rodado

Canto rodado

Canto rodado

Canto rodado

Tratamiento decorativo A

Impresión

Impresión

Impresión

Impresión

Impresión

Herramientas

Matriz cordada

Matriz cordada

Matriz cordada

Matriz cordada

Matriz cordada

Tratamiento decorativo B

Incisión acanalada

Incisión acanalada

Incisión acanalada

Incisión acanalada

Incisión acanalada

Herramientas

Punta metálica

Piedra puntiaguda

Punzón de hierro doblado

Punzón de hierro doblado

Punzón de hierro doblado

Tratamiento decorativo C

Pintado negro acanaladuras

Pintado negro acanaladuras

Pintado negro acanaladuras

Pintado negro acanaladuras

Pintado negro acanaladuras

Herramientas

Punta metálica

Pluma Punta metálica

Pluma

Pluma

Pluma

Material

Liquido batería

Liquido batería Cenizas de duar mezcladas con jugo de dawadawa

Cenizas trituradas mezcladas con jugo de corteza de Jiapogo y dawadawa hervido

Tratamiento final de superficie A

-

-

-

Baño materia orgánica

Baño materia orgánica

Cenizas de bostas Cenizas de bostas de ovicápridos de ovicrápicos trituradas con jugo trituradas con jugo dawadawa dawadawa

Material

-

-

-

Jugo dawadawa

Jugo dawadawa

Herramientas

-

-

-

Trozo de tela

Trozo de tela

Tratamiento final de superficie B

-

-

-

Abrillantado

Abrillantado

Tab. 1. Síntesis de gestos técnicos y herramientas implicadas en la producción de cerámica en cinco poblados konkomba.

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4.2. FASE EN QUE LA ARCILLA ESTÁ EN ESTADO PLÁSTICO: MODELADO Y TRATAMIENTOS DE SUPERFICIE PRIMARIOS Cuando la pasta está preparada y se encuentra en estado plástico se inicia la fase de modelado. Como se ha señalado anteriormente, en esta fase se pueden establecer tres sistemas distintos de montaje dependiendo de la forma de la vasija que se pretende fabricar. La confección de la pieza se inicia conel modelado de la base que se realiza utilizando una vasija colocada en posición invertida a modo de molde convexo que puede variar según el tamaño de pieza que se desea fabricar. En esta parte del proceso, las alfareras adoptan una posición erguida y doblada sobre las piernas (Lám. 2b). De esta forma, la arcilla se estira y golpea con un canto de río con la cara plana (lianmatatia) hasta formar un disco plano sobre el suelo (Lám. 2b) que luego se coloca sobre el molde (kutchulo) para volver a ser golpeado y adelgazado (Lám. 2c). Posteriormente, se inicia el tratamiento de la superficie exterior de la base que la alfarera realiza en posición erguida y rotando alrededor del molde, humedeciendoel canto rodado y alisando la superficie exterior. A continuación, se realiza un alisado-arrastrado con un trozo de goma semirrígido (lupangapogar) o de plástico (kusakang) o un fragmento de calabaza (kasenkang) y se recorta la arcilla sobrante a la altura del punto de inflexión. En esta fase se utilizan diferentes herramientas para recortar la masa de arcilla: cuchillos de hierro, plásticos rígidos y punzones de hierro doblados (pikbaj). Finalmente, la base hemisférica obtenida se separa del molde yla alfarerase sienta con las piernas alargadas y coloca la cerámicasobre sus piernas o en un costado,con el objetivo de realizar un alisado y arrastrado de la superficie interna utilizando la misma herramienta empleada para tratar la superficie exterior. Tras una o dos horas de secado, la alfarera realiza un raspado de la superficie interior con la intención de eliminar la arcilla sobrante y conseguir una forma interior marcadamente cóncava y regular. Para ello,se pueden utilizarherramientas como anillasde hierro (kukuakuaro) y ganchos de hierro (kuchu) fabricados específicamente por los herreros para hacer esta actividad, así comoconchas de río (droparak). La siguiente fase de la cadena operativa consiste en la confección del cuerpo de la vasija que se realiza mediante un proceso de urdido con colombinos aplicados en cabalgadura alterna, ensamblados por aplastado y estirado, con juntas unidas por arrastrado y colocados formando anillos horizontales

y solapados entre sí (Lám. 2d). Estos colombinos forman una única línea en el caso de los cuencos, entre cuatro y seis líneas enlas ollas globulares y aumentan en la fabricación de los grandes toneles. En esta operación, la alfarera, con una postura completamente erguida y doblando su cuerpo, va rotando sobre la vasija añadiendo y solapando colombinos hasta conseguir una vasija con la altura deseada.A medida que va construyendo las diferentes líneas de colombinos se realiza un alisado exterior del cuerpo, humedeciendo las mismas herramientas semirrígidas utilizadas en el alisado de la base. Este proceso se repite en toda la superficie exterior una vez que la confección del cuerpo ha finalizado. La última fase del proceso de modelado consiste en la confección de la boca de la vasija (Lám. 2e), cuya ejecución varía en función de si la vasija presenta una boca divergente curvada o recta. Antes de la colocación, aplicación y ensamblaje de los colombinos que forman la boca de la vasija la alfarera realiza un pellizcado y recortado de la última línea de colombinos con el fin de conseguir una clara horizontalidad de lo que será el punto de inflexión y el inicio del cuello de la vasija. Se realiza en este momento un alisado del cuello mediante el desplazamiento de los dedos índice y pulgar humedecidos con agua por la parte superior del último colombino. A continuación, se estira y dobla arrastrando la arcilla de la superficie interior hacia arriba mediante movimientos de vaivén con trozos de goma semirrígida o vainas (lankuok) de kupajuik. Con esta operación se cambia el punto de inflexión del cuello y se obtiene una pequeña superficie sobre la que asentar los colombinos que forman la boca. Éstos se aplican en cabalgadura alterna y de forma solapada. En este momento la circunferencia de la vasija se cubre con un único colombino que se aplana y estira. Una vez conseguido el último anillo que forma la boca de la vasija se estiran las paredes mediante un arrastrado realizado con las herramientas antes mencionadas mientras se va rotandoalrededor de la vasija en las piezas grandes o bien con una vasija rota en el caso de las piezas de pequeño tamaño. A la vez que se van estirando las paredes éstas se pueden ir presionando hacia el exterior, doblándolas con el objetivo de conseguir un cuello y una boca divergente curvada. Finalmente, se realizan tres tipos de alisado con el fin de dar la forma final al borde y al labio de la pieza. El primero se realiza humedeciendo ligeramente la arcilla con los dedos índice y pulgar, realizando movimientos de vaivén que permiten conseguir un labio horizontal y plano a medida que se va rotando

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Lรกm. 2a

A

B

D

E

G

H

Lรกm 2. Fases de la cadena operativa de producciรณn de cerรกmica konkomba.


C

F

I


DAVID JAVALOYAS MOLINA ET AL.

la vasija. El segundo consiste en pasar las diferentes herramientas utilizadas previamente en el alisado por la superficie interior y exterior de la boca añadiendo agua constantemente (Lám. 2f). El tercer alisadoconsiste en realizar movimientos de vaivén en el labio con una hoja (kimbao) de kesu humedecida mientras la alfarera va rotando la vasija.

4.3. FASE EN QUE LA ARCILLA ESTÁ EN ESTADO DE TEXTURA DE CUERO: TRATAMIENTOS DE SUPERFICIE SECUNDARIOS Y DECORATIVOS Cuando la arcilla está en textura de cuero se inician los tratamientos de superficie secundarios, que se aplican a todas las vasijas que van a ser decoradas, independientemente de la forma. En el caso de las vasijas que no presentan decoración tan sólo se aplican algunostratamientos finales de superficie, dándose con ello por finalizada la confección de la forma y la superficie de la vasija. Los procesos que componen estos tratamientos pueden ser divididos en tratamientos de superficie y tratamientos decorativos. Por un lado, los tratamientos finales de superficie tienen el objetivo de mejorar la calidad y el aspecto de la superficie, además de mejorar el aspecto estético de la vasija, pudiendo variar de un poblado a otro. Mientras las alfareras de Tamanku, Kumbuam y Pibuni aplican una capa de engobe con la mano por toda la superficie visible (superficie exterior y borde interior), las alfareras de Nabal y de NasiaTambi aplican una capa de materia orgánica una vez la pieza ya está cocida. Después de unos minutos de secado las alfareras bruñen la superficie de las piezas (Lám. 2f) y homogenizan el engobe con un canto rodado humedecido. Por otro lado, lostratamientos decorativos están destinados a enfatizar la visualización final de la vasija. Éstos consisten básicamente en impresiones con matrices cordadas (Lám. 2g) e incisiones acanaladas (Lám. 2i) que se van organizando según distintos esquemas y ritmos decorativos en las vasijas y que están confeccionadas con punzones metálicos doblados (picbaj), piedras puntiagudas (gubrak) o puntas metálicas de batería.

4.4. FASE EN QUE LA ARCILLA SE TRANSFORMA DE ESTADO SECO A ESTADO COCIDO Aunque el resto del proceso productivo es individual, la cocción de las piezas se realiza normalmente de forma conjunta entre todas las mujeres alfareras de la unidad familiar, donde el control de la cocción lo

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ejerce la alfarera más experimentada. Las cocciones documentadas siguen el mismo patrón en las diferentes poblaciones. Las principales variaciones en las estrategias de cocción las documentamos para el caso de los cuencos hemiesféricos, pues la superficie interior de algunas de estas piezas decoradas es sometida a un ahumado que proporciona superficies internascon una coloración negra y un aspecto brillante. Este ahumado se realiza con una pequeña estructura de combustión confeccionada a base de excrementos de ovicápridos que queda cubierta por el cuenco colocado en posición invertida, cuya boca se sella con tierra en los puntos de contacto con el suelo con el objetivo de evitar la entrada de aire y favorecer la creación de una atmósfera reductora. Al margen de este proceso, todas las vasijas son sometidas al mismo tipo de cocción. La cocción se realiza en una estructura de combustión de superficie (si bien la constante limpieza de las cenizas puede llegar a generar un pequeño hoyo), abierta y oxidante en la que las piezas, el combustible y el comburente están en contacto en una sola cámara (Lám. 2h). En primer lugar, se coloca una base de ramas quemadas dentro del hoyo y sobre ella las vasijas, primero las más grandes y después alrededor y encima las más pequeñas, evitando el contacto entre las vasijas y la leña mediante la colocación de terrones de arcilla. A continuación, se añaden más troncos quemados sobre las cerámicas y se cubre completamente toda la estructura con paja de mijo, sorgo o arroz, siendo este último combustible el más apreciado. El horno se alimenta durante la cocción, añadiéndose más paja. Se ha registrado el comportamiento termométrico de dos estructuras de combustión, una de Nabal (Fig. 2) y otra deNasiaTambi (Calvo et al., 2013), que muestran unascurvas de cocción muy similares. La duración de las cocciones osciló entre 30 y 35 minutos con una temperatura constante superior a los 450 ºC, con fluctuacionesque se sitúan por encima de los 650ºC vinculadas a la adición de mijo seco y una temperatura máxima de 850 ºC al inicio de la cocción que se mantiene escasosminutos. A partir de los 35 minutos de cocción la temperatura se empieza a reducir progresivamente, situándose por debajo de los 300 ºC transcurridos 90 minutos.Las vasijas se dejan enfriar dentro de la estructura durante toda la noche (aproximadamente durante unas 10 horas) antes de ser extraídas.Este tipo de cocción proporciona vasijas con manchas en la superficie exterior producidas por las llamas y el contacto de las piezas con el combustible.


HOMOGENEIDAD TECNOLÓGICA Y REDES DE APRENDIZAJE: APROXIMACIÓN ETNOARQUEOLÓGICA DESDE LA PRODUCCIÓN DE CERÁMICA KONKOMBA (NE GHANA)

5. PROCESOS DE APRENDIZAJE Y SISTEMAS DE TRASMISIÓN DE CONOCIMIENTOS 800

600

Cº 400

200

0 0

10

20

30

40 50 60 Tiempo (min.)

70

80

90

100

Fig. 2. Comportamiento termométrico una estructura de combustión de Nabal.

4.5. FASE EN LA QUE LA ARCILLA SE ENCUFNTRA EN ESTADO COCIDO: TRATAMIENTOS FINALES DE SUPERFICIE Cuando las vasijas se han enfriado se realizan los últimos tratamientos finales de superficie. Es en este momento cuando se pintan las cerámicas rellenando las acanaladuras con pintura negra aplicada con una pluma (Lám. 2i). El material utilizado puede variar: cenizas de duar mezcladas con jugo de dawa-dawa2, cenizas trituradas mezcladas con jugo de corteza de jiapogo y dawa-dawa hervido o cenizas de excrementos de ovicápridos triturados con jugo de dawa-dawa. Otra elección documentada consiste en aplicar líquido de batería de coche con una punta metálica, obteniéndose el mismo color y generando una pintura que es más resistente y fácil de preparar. Finalmente, como se ha comentado anteriormente, en las poblaciones de NasiaTambi y Nabal, en las que no se aplica engobe sobre las vasijas, se realiza un baño transparente en la superficie de la vasija con jugo del fruto de dawa-dawa que es aplicado con un trozo de tela o directamente con las manos. En la primera población esta aplicación se realiza sólo sobre las zonas de la superficie no decoradas, mientras en la segunda se ejecuta sobre toda la superficie de la cerámica. A su vez, se van bruñendo de nuevo las zonas de la vasija en las que se ha aplicado dicha capa y se realiza un abrillantado frotando la superficie con una tela seca.

Como hemos observado en el análisis de las cadenas operativas, las acciones técnicas que realizan las alfareras konkomba presentan un importante grado de homogeneidad tecnológica, con sólo pequeñas variaciones que se circunscriben a fases secundarias y no estructurales del proceso tecnológico. Como exponemos a continuación, planteamos que son los sistemas de aprendizaje, las líneas genealógicas de trasmisión de conocimientos y su dispersión a lo largo del territorio los factores que generan esa fuerte homogeneidad, a la vez que también pueden explicar el dinamismo presente en algunas actuaciones técnicas marginales que inciden en el aspecto final de la vasija cerámica.

5.1. PROCESOS DE APRENDIZAJE Según las encuestas realizadas, las mujeres dedican entre 1 y 5 años al proceso de aprendizaje. No obstante, las alfareras de más edad y que aprendieron con su madre siendo niñas dedicaron un mayor número de años al proceso de aprendizaje. En cambio, las mujeres más jóvenes (normalmente menores de 30 años) que se iniciaron en la fabricación de cerámica siendo adultas y una vez casadas, reducen el tiempo dedicado al aprendizaje a 1 o 2 años. En cualquier caso, no se puede olvidar que la duración de dicho proceso, sobre todo entre mujeres adultas, dependetambién de las propias habilidades motrices y la facilidad que éstas tienen para adquirir cierta pericia técnica. Existen, por tanto, dos tendencias en la edad en la que empieza el aprendizaje. Por un lado, desde la infancia, cuando la niña aprende en el propio núcleo familiar enseñada por su madre. En este caso, las alfareras relatan que aprendieron entre los 12 y los 18 años. Por otro lado, el proceso de aprendizaje puede desarrollarse en la edad adulta, una vez que la mujer se ha casado y se traslada a vivir en el poblado de la familia del marido. En este caso, la iniciación se puede desarrollar o bien en los primeros años de matrimonio (entre los 16 y 25 años) o transcurridosunos 10 años o más (entre los 25 y 35 años) del enlace con el objetivo de asistir a la alfarera de

2 El dawa-dawa es el producto generado con la fermentación de las semillas del árbol Parkiabiglobosa.

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más edad que reside en el núcleo familiar, que normalmente suele ser la suegra o la landlady (primera mujer del marido). El proceso de aprendizaje documentado enNasiaTambi, Nabal y Tamanku se inicia con la recogida y el trasporte de la arcilla. Continúa con la fabricación de pequeños boles sin decorar y la confecciónde las bases de las vasijas que posteriormente acabará la maestra. Pasado un tiempo, se empiezan a bruñir piezas pequeñas y, más adelante, grandes contenedores. Llegados a esta etapa, las aprendizas se inician en la confección de piezas de mayor tamaño y de perfil globular. El siguiente paso consiste en aprender el montaje del horno y el sistema de cocción y, posteriormente, la decoración de las piezas. Finalmente,se aprende a fabricar piezas de gran tamaño,que se considera tienen mayor dificultad y requieren de una mayor pericia técnica. De este modo, muchas alfareras adultas aprenden a fabricar únicamente cuencos y ollas globulares y no producen piezas grandes a fin de acortar el proceso de aprendizaje. La asimilación de cada una de estas fases se realiza a partir de la imitación dirigida, es decir, mientras la maestra fabrica una vasija la aprendiza va observando e imitando los procesos técnicos. Aunque se permite cierta experimentación puntual durante el proceso de aprendizaje, la maestra, con su constante asistencia y control sobre los productos producidos, limita la innovación tecnológica. Se ha señalado que en el caso de las aprendizas adultas ya casadas el proceso de aprendizaje puede tener una menor duración. Ello se debe a que no pueden destinar todo su tiempo al aprendizaje de la actividad alfarera, ya que deben realizar otras tareas dentro de la vivienda familiar, como el cuidado de los niños o las tareas domésticas. En estas situaciones, las mujeres dedican menos tiempo a aprender cada etapa del proceso de producción.En otros casos, cuando el aprendizaje se realiza dentro del propio grupo familiar, la aprendiza adulta se dedica a la confección de cuencos de pequeño tamaño, mientras que las alfareras de más edad realizan acabados finales como el bruñido y las decoraciones. A su vez, la aprendiza puede ayudar a la maestra en la confección de piezas que requieren deasistencia, como es el caso del modelado de bases de vasijas de gran tamaño. El aprendizaje en la edad adulta es puramente técnico y determina una menor consolidación de los patrones psicomotrices necesarios para el trabajo de la cerámica. En este sentido, no se asocia tan intensamente

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con los conocimientos implicados en otras actividades cotidianas ni con la formación social e identitaria de la alfarera, ya que todo este proceso de adquisición de habitus ya les fue inculcado a las mujeres por su madre en su poblado de origen (García Rosselló y Calvo, 2013). En cualquier caso, hay que considerar también que la llegada de la mujer recién casada a la nueva unidad familiar implica una “re-educación” que favorece su adaptación a las dinámicas de su nueva casa. En este proceso, el aprendizaje de la actividad alfarera promueve que la mujer adquiera una nueva identidad social y desarrolle nuevos vínculos identitarios con otras mujeres que desarrollan la producción de cerámica. Las mujeres disponen de una amplia libertad social a la hora de decidir si quieren aprender o no a fabricar cerámica. Si bien en aquellos casos en los que las madres introducen a sus hijas en la producción el aprendizaje es más forzado.Con el paso del tiempo y al contraer matrimonio muchas de ellas pueden decidir si quieren continuar o no con la actividad. En el caso de las mujeres adultas la libertad de elección es mayor, si bien la necesidad de mantener o aumentar los ingresos procedentes de la alfarería puede condicionar en cierta manera su interés por aprender. En todo caso, no hay ningún mecanismo social que restrinja a las mujeres konkomba el acceso al conocimiento relacionado con la producción cerámica. Igualmente, no existe ninguna norma social que determine que la mujer tenga necesariamente que aprender a fabricar cerámica. Tampoco existe ningún tipo de marginación delas mujeres alfareras.

5.2. DISPERSIÓN TERRITORIAL Y GENEALÓGICA DEL CONOCIMIENTO TÉCNICO Junto a estos patrones de aprendizaje, que como hemos visto son muy flexibles, las dinámicas sociales que intervienen en la distribución de las alfareras por el territorio son los elementos que posibilitan la estabilidad y la homogeneidadtecnológica documentada. Por un lado, hemos visto como las mujeres pueden aprender a hacer cerámica desde la infancia o en la edad adulta, bien sea al contraer matrimonio o cuando ya llevan más de diez años formando parte de la unidad familiar del marido. Por otra parte, las maestras suelen sergeneralmente las madres de las propias alfareras, pero también pueden serlo sus suegras o la primera mujer del marido. Por tanto,


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la trasmisión de conocimientos puede tener lugar dentro de la familia de nacimiento de la mujer o en la unidad familiar del marido. En este sentido, al tratarse de una sociedad patrilineal y poligínica los asentamientos en el territorio están ligados por línea masculina a los diferentes clanes. De esta forma, es la mujer, alfarera o no, la que se desplaza por el territorio trasladándose a vivir al poblado de nacimiento del marido y abandonando su lugar de residencia una vez casada. Estos movimientos no implican que no se mantengan vínculos y contactos con su familia de origen, ya que durante el embarazo y el periodo de lactancia la mujer vuelve a vivir en casa de sus padres. Los vínculos de la mujer con su familia de origen también se mantienen activos a través de ciertas festividades, como lasque se asocian con los funerales. Se han podido establecer cuatro modelos de dispersión del conocimiento a través del territorio (Fig. 3): a) Modelo 1: Esta estrategia se ha podido identificar en unidades alfareras de Tamanku, Pibani, Kumbuam y Nabal. En él, la alfarera enseña a su propia hija y, posteriormente, cuando ésta se casase traslada a la unidad familiar y al poblado del marido, manteniendo el sistema de fabricaciónaprendido en su poblado de origen. Sin embargo, una vez en casa del marido la mujer de más edad, sea la madre del marido o laprimera mujer de este, tutorizan el trabajo de la nueva mujer hasta que ésta reajuste su “manera de hacer” al que sigue su nueva familia. En este sentido, muchas alfareras nos han precisado, que si bien mantienen los sistemas de fabricación enseñados por su madre, han adoptado los patrones decorativos que les enseño su suegra o la landlady. Con el tiempo esta alfarera se convertirá en la maestra de su propia hija y ésta a su vez cuando se case y se vaya a vivir a otro poblado será la maestra de su hija. De esta forma, se va extendiendo un mismo conocimiento técnico y una determinada tradición tecnológica a través del territorio. Este conocimiento se va reajustando constantemente a lo largo de distintas generaciones por vía matrimonial, realizándose una trasmisión entre clanes y una tutorización en el nuevo lugar de residencia. De este modo, a lo largo de distintas generaciones se reajustan las posibles variaciones técnicas que hayan podido surgir. Sin embargo, este primer aprendizaje en edad infantil o juvenil tiene una

mayor duración, lo que facilita laasimilación de cierto habitus tecnológico y la consolidación de los patrones motrices adquiridos. A su vez, este aprendizaje se relaciona con fenómenos de homología, integrando otros múltiples conocimientos que se asocian con otro tipo de actividades (pe. tradiciones culinarias),dotando a la mujer de una manera específica de entender el mundo y de adquirir su identidad en el entorno social que la rodea (García Rosselló, 2008). b) Modelo 2: Este modelo se ha documentado en Tamanku y Kumbuam. En este caso, al igual que en el Modelo 1, la alfarera aprendea hacer cerámica con su madre y pasa a residir al poblado del marido una vez casada, en el queno existe la tradición de fabricar cerámica o bien ésta se ha perdido. En este contexto, la alfarera experimenta con arcillas locales o bien acude a su poblado de origen para recoger arcilla con el objetivo deintroduciro reintroducir la producción de cerámica en la zona. De esta forma, el inicio de la actividad por parte de la alfarera puede promover que otras mujeres que viven en otras unidades domésticas de la población, originarias de otras aldeas konkomba en las que tampoco se fabricaba cerámica, empiecen a aprender el proceso de manufactura guiadas por la alfarera que ha introducido la práctica en la aldea. De esta forma, se generaliza el conocimiento asociado a una determinada tradición tecnológica entre mujeres pertenecientes a familias de otros poblados que no elaboraban previamente cerámica. Este modelo contribuye a que, a la larga, aparezcan variaciones técnicas sobre la cadena operativa aprendida originalmente por la alfarera maestra debido a la experimentación con nuevas materias primas, no sólo las nuevas vetas de arcilla, sino otros materiales y herramientas. c) Modelo 3: El tercer modelo ha sido documentado en Nabal y NasiaTambi. Se fundamenta en que la alfarera, una vez casada, mantiene el sistema de fabricación enseñado por su madre en el poblado de residencia de la familia del marido. Cuando una nueva mujer originaria de un poblado en el que no se fabricaba cerámica se incorpora a la unidad familiar ésta es enseñada por la alfarera. En este modelo de transmisión de conocimientos la alfarera puede ser la madre del cabeza de familia, como ocurre en Nabal, o la primera

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mujer del marido, como ocurre en NasiaTambi. En este casolas aprendizas no se inician en la producción de la cerámica estando recién casadas, sino más tardíamente, cuando una enfermedad o un avanzado estado de vejez impiden a la alfarera de la vivienda dedicarse por completo a esta actividad. Este relevo generacional está motivado por el interés del marido y de la propia mujer por mantener los ingresos procedentes de la alfarería dentro de la unidad familiar. En estos casos, maestra y aprendiza trabajan de forma cooperativa una vez que la segunda ya domina todo el proceso de producción. Este aprendizaje en edad adulta puede conllevar a la larga una mayor permeabilidad a incorporar nuevas ideas y no estar anclada en la tradición.

Fig. 4. Modelos de dispersión del conocimiento a través del territorio.

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d) Modelo 4: Se trata de una estrategia documentada en Nabal y Pibuni. En este caso, las diversas alfareras que residen en una misma unidad familiar, generalmente dos o más esposas del cabeza de familia, han aprendido a hacer cerámica durante la infancia por parte de sus respectivas madresy en sus poblados de origen. A pesar de queambas mujeres utilizan el mismo espacio de trabajo éstas no cooperan en la fabricación de cerámica, actividad que desarrollan de forma autónoma e independiente siguiendo los protocolos aprendidos desde la infancia. Sin embargo, ello no impide que puedan existir préstamos tecnológicos entre las dos líneas de aprendizaje al intercambiar ideas y observar día tras día la manera de hacer de la otra. De este modo, este modelo permite interconectar


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diferentes líneas de aprendizaje y tradiciones tecnológicas a través deinteracciones entre las alfareras que residen en una misma unidad familiar y que proceden de poblados y redes de trasmisión de conocimientos diferentes. Pero además, siguiendo la lógica de los modelos anteriores, después de entrar en contacto y generar un proceso de préstamo técnico, cada alfarera enseñará a sus propias hijas, que una vez casadas se trasladarán a otros poblados y enseñarán a las suyas o bien a otras mujeres de la unidad familiar o del poblado la tradición aprendida. De esta forma,estos nodos de contacto en los que convergen diferentes líneas de trasmisión de conocimiento técnico,que se han ido formando durante generaciones, favorecen la puesta en común de ideas y técnicas, favoreciendo la fusión de tradiciones tecnológicas y favoreciendo cierta homogeneidad tecnológica. Posteriormente, se iniciará de nuevo el proceso de distanciamiento hasta que vuelvan a coincidir en una mismaunidad familiar o poblado diferentes líneas de conocimiento técnico.

6. CONCLUSIONES El estudio realizadopermite profundizar sobre las dinámicas que intervienen en la construcción social de la homogeneidad y el dinamismo tecnológico en la producción cerámica. Como hemos visto a lo largo de este trabajo, entre ellas cabe destacar de manera significativa el modelo de estructura social de los grupos konkomba, el patrón de aprendizaje de la producción cerámica, las interacciones sociales a través de las diferentes líneas genealógicas y el modelo de distribución espacial del hábitat konkomba.En este sentido, la forma en la que los conocimientos se transmitende una generación a otra y a lo largo del territorio tiene un rol fundamental a la hora de garantizar y configurar las tradiciones tecnológicas. Sin embargo, puede dar lugar, a su vez,a cierto dinamismo técnico que con el tiempo llega a ser corregido. Por ello, resulta extremadamente importante, dotar de perspectiva histórica alos estudios etnoarqueológicos con el fin de evitar visiones estáticas que pueden distorsionar estudios más globales en los que se insertan los datos. Los modelos documentados sintetizan el dinamismo existente en los procesos de aprendizaje puestos en práctica por las alfareras konkomba. Unos procesos de aprendizaje que mediante las líneas de trasmisión de conocimientos que se van formando a lo largo del

tiempo y los enlaces matrimoniales que se establecen permiten ir extendiendo determinadas recetas y cadenas operativas a lo largo de todo el territorio ocupado por esta etnia. Del mismo modo, las variadas interacciones sociales que se producen entre las mujeres y la existencia de determinados nodos de contacto que suponen la trasmisión de determinados conocimientos, favorecen la conexión de diferentes líneas de aprendizaje, lo que a la larga posibilita, una intensa homogenización técnica en la región, promoviendo el mantenimiento de una única tradición tecnológica muy estable en buena parte de sus aspectos básicos. De esta forma, las principales variaciones observadas se relacionan con un uso oportunista de ciertas herramientas y materias primas implicadas en el proceso de producción, así como en aspectos visuales como los tratamientos de superficie finales y los patrones decorativos. Estas variaciones tienen lugar principalmente en momentos en que las líneas de trasmisión de conocimientos quedan aisladas, deben reiniciarse o se ven obligadas a innovar debido a nuevas realidades. Los espacios de contacto e interacción social entre las alfareras que posibilitan esta homogeneidad tecnológica actúan en tres escalas diferenciadas: Por un lado, a nivel de poblado, donde alfareras pertenecientes a diferentes líneas de trasmisión de conocimientos interaccionan a un nivel poco intenso, conviviendo e intercambiando ideas (pe. explotando de forma colectiva las vetas de arcilla) pero no trabajando juntas. Por otro lado, a nivel familiar y dentro de una misma vivienda, donde las alfareras desarrollan una alta interacción social e intercambian los conocimientos técnicos de una forma intensa llegando incluso a cooperar entre sí. Finalmente, en los mercados se produce el contacto entre las alfareras que habitan en una región y que acuden a vender sus cerámicas. Si bien en este caso las alfareras no interaccionan de forma directa ni ponen en común las diferentes líneas de trasmisión de conocimientos, sí pueden percibir los tipos, las decoraciones y las ideas que ponen en práctica alfareras que habitan en otros poblados.

AGRADECIMIENTOS Este trabajo se ha desarrollado bajo los objetivos científicos del proyecto de investigación Archaeology in theUpper White Volta basin.Northeast of Ghana financiado por el Ministerio de Cultura de España SGIPCE/AM/cmm (Proyectos Arqueológicos en el Exterior 2010 y 2011).

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Mursi woman using the coil technique to elaborate a dĂ´le pot in Makki.


3.2. LOWLAND-HIGHLAND INTERACTIONS IN SW ETHIOPIA. MURSI POTTERY AND AARI MARKETS INTERACCIONES ENTRE LAS TIERRAS BAJAS Y EL ALTIPLANO EN EL SUDOESTE DE ETIOPÍA. CERÁMICA MURSI Y MERCADOS AARI Juan Salazar Bonet1, Timothy Clack2 y Marcus Brittain3

Abstract

Resumen

Mursi are transhumant agro-pastoralists from Southwest Ethiopia who have settled at the border of Aari Highland sedentary villages. Direct and stable contact between Mursi and Aari at Aari markets has had consequences in different spheres of both groups. One is Mursi material culture, including their pottery which is here subject of study. In two ethnoarchaeological field seasons we undertook ceramic inventories and a set of semistructured interviews at diverse Mursi settlements and in one Aari market. In this study we provide a first description of Mursi pottery and analyze the mechanisms by which market commodities enter Mursi households, including the women’s leading role in these exchanges. Mursi primarily use pottery for food processing and have only incorporated those specific types of Aari pots that can replace their own, apparently not changing their daily cooking practices. Within these market interactions, and related to material culture changes, a marginalization process has started.

Los mursi son agricultores-ganaderos trashumantes del sudoeste de Etiopía que han ocupado una zona fronteriza con las comunidades sedentarias aari del Altiplano etíope. Contactos estables y directos en los mercados aari han tenido consecuencias en diferentes esferas de ambos grupos. Una es la cultura material mursi, cuya cerámica es aquí sujeto de estudio. En dos períodos de trabajo de campo etnoarqueológico, llevamos a cabo inventarios de cerámica y entrevistas semiestructuradas en diversos asentamientos mursi y en un mercado aari. Aquí ofrecemos una primera descripción de la cerámica mursi y analizamos los mecanismos mediante los cuales nuevos productos de mercado entran en el ámbito doméstico mursi, incluido el rol destacado de las mujeres en estos intercambios. Los mursi utilizan la cerámica para cocinar alimentos y solo han incorporado tipos específicos de cerámica aari que reemplazan a los suyos propios sin afectar, aparentemente, sus hábitos culinarios. En este contexto, y en relación con los cambios en la cultura material, se ha iniciado un proceso de marginalización.

Keywords: Ethnoarchaeology, Mursi, Aari, Pottery, Market.

Palabras clave: Etnoarqueología, Mursi, Aari, Cerámica, Mercado.

1 Florida State University, Valencia, Spain. [ jsalazar@fsu.edu ] 2 Oxford University, United Kingdom. [ timothy.clack@arch.ox.ac.uk ] 3 Cambridge University, United Kingdom. [ marcus.brittain@gmail.com ]

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1. INTRODUCTION The Lower Omo Valley is a southwest region at the foothills of the Ethiopian Highlands inhabited by several agro-pastoralists groups of people (Fig. 1). The region is a contact zone, especially for populations from the Ethiopian Highlands and semi-nomadic communities originated a few centuries ago in present day Southeast Sudan, East Uganda and Northern Kenya (Bassi, 2011). Interactions between these groups continuously transform and reshape their territories, languages, economies, social structures, identities and their material cultures (Versmifter, 2008). In this linguistic and material puzzle live around 10,000 Mursi (Turton, 2011) and 110,000 Aari (Gebre, 1995). Mursi are Surmic speakers and Lowland transhumant agro-pastoralists who practice a subsistence economy based on cereal agriculture sorghum and maize- and cattle herding within two periods and places well divided within an annual cycle (Turton, 1979). Aari are Highland Omotic speakers who live in permanent villages as farmers specialized in crop diversity, especially the endemic enset (Ensete ventricosum) (Shigeta, 1990).

Aari are also well known for their pottery expertise. Around 400 potters, predominantly women, who are known as mana, belong to a separate artisan social group, together with smiths. These craftswomen elaborate at least fifty different kinds of vessels for multiple cooking tasks (Kaneko, 2007). Aari sell their pottery across the region through local markets especially that held twice a week in Jinka, the capital of the Debub Omo Zone of the Southern Nation, Nationalities and Peoples Region of Ethiopia. On the other hand, Mursi pottery making is a non-specialized task done by women at a specific time –the dry season- and place the Omo river banks- to supply individual household necessities. The fact that women of different ages live and farm close-by in the Omo banks allows for easy knowledge transference. Mursi exogamous marriage system, according to which brides move to their husband’s settlement, facilitates the transmission of individual skills among the different Mursi local groups and clans. Moreover, as part of their farewell wedding presents, brides receive ceramic vessels from family members, which also contribute to a homogeneous Mursi-made pottery distribution. Besides, and in contrast to the often depicted isolation

Fig. 1. Map of the Lower Omo Valley with Mursi areas (Ethiopia). Mursi, Aari and other neighbouring groups mentioned in the text. Both Makki and Dirikoro study areas are marked with an asterisk.

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they have been supposed to live in (Turton, 2011; Brittain et al., 2012a), Omo river Lowland groups, such as the Mursi, maintain relations with their Highland neighbours, which allows them to acquire and exchange products, resources and technologies. For at least 200 years the people known today as Mursi have undertaken several population movements across southwest Ethiopia. Different factors especially the search for better grazing and farming lands, intense droughts and pressure from other groups seem to have been behind these movements, which are acknowledged and explained by the Mursi themselves as “following the clouds” or “looking for a cool place” (Turton, 1988). The last Mursi migration process occurred in the early 1980’s, when part of the population departed from the Omo river banks to occupy riverine areas of the Mago river basin in an eastward movement. There, a few hundred people settled permanently and stopped the previous transhumant cycle. At these newly settled areas, and due to the proximity of Aari lands, Mursi have established direct contacts with the Highland communities that, although strongly limited to the market sphere, are nowadays permanent. Most of the Mursi-Aari contacts occur at Jinka, today a major hub in the Lower Omo Valley. Other Aari villages with markets near Mursi settlements in the Mago basin, such as Balamer or Berka, have been recently closed down to the Mursi due to frequent episodes of violence between both communities (Turton, 2003). Objects, products and animals have been part of the dynamic trade networks in the region, as oral histories recall (Sobania, 1991). Pottery, as well as iron tools, has been one of the most habitual objects of exchange, engaged in a multidirectional trade that still nowadays crosses linguistic and political boundaries. Among the Surmic speaking Lowland groups it is possible to find different strategies regarding both pottery making and trading. For example the Surma, who culturally are closely related to the Mursi, sell part of their pottery production to Dizi Highland farmers (Abbink, 1996). Bodi, also Surmic speakers and northern neighbours to the Mursi, do not make pots of their own but trade and use Aari ones (Turton, personal communication, 2010). The Mursi also acquire Aari pots but, in addition, they trade their own vessels with their southern neighbours and traditional enemies, the Nyangatom. Thus, present day market interactions are another episode of these Lowland-Highland contacts that have the capacity to transform, amongst other things, the material culture of the groups involved.

Archaeological and ethnoarchaeological research in the area, with the engagement of local people, has lately become interested in its rich tangible heritage (Clack et al., 2011; Brittain et al., 2012b; Salazar et al., 2012; Brittain et al., 2013). Pottery, probably the most popular archaeological material, allows us to record one important aspect of Mursi technology and provides us with the opportunity to approach Mursi material world. Furthermore, through the pottery we can improve our understanding of present-day Lowland-Highland market interactions and aspects of Mursi social identity as an agro-pastoralist group in XXI century southwest Ethiopia.

2. METHODS AND TECHNIQUES In order to explore the Mursi pottery, including the technology they use to make pots and their market interactions we interviewed selected adult Mursi women at several settlements both in an area -Makki-Mago Valley (2011) located at a few hours distance to the Aari villages, and an area -Dirikoro-Elma Valley (2010) at three days walking distance from them. Our questions approached topics such as pottery typology, potting techniques, and decoration, function and selection criteria, when Aari pots are acquired at the market. We also undertook a non-systematic pottery inventory at households in both areas. Finally, in order to document its operational sequence, a married woman in her 50’s made a vessel in Makki at our request. As for the market dynamics and interactions at Jinka, we conducted several interviews with Mursi shoppers, Aari sellers and two Aari potters in their workshops. Our participatory observation can be regarded as moderate, since we neither undertook a long cultural immersion in Mursi land, not the Mursi language. Questions were asked through open-ended interviews, always with the aid of a Mursi translator who was fluent both in English and Amharic.

3. RESULTS 3.1. TYPOLOGY, TECHNIQUE, DECORATION AND FUNCTION Mursi make and distinguish between two types of pots according to their morphology and function (Fig. 2). First, deep globular vessels called Ju, pl. junya, displaying everted rims, short curved necks and two symmetrical vertical handles. Second, similarly sha-

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Fig. 2. Mursi pottery typology documented in Dirikoro, July-August 2010.

ped but smaller sized globular vessels called dôle, pl. dolya, also with everted rims, but with flat lips, straighter necks and symmetrical handles. Measurements of recorded junya vessels ranged from 29,3 cm to 42,8 cm height, 28 cm to 38 cm maximum body diameter and from 22 cm to 26 cm mouth diameter. Dolya measurements ranged from 19,3 cm to 33,6 cm in height, 15 cm to 26 cm maximum body diameter and from 9 cm to 13 cm in mouth diameter. Both pot types correspond to a similar morphological typology: deep vessels with convex bases, closed mouth diameter and symmetrical small handles, either round or elliptical in section.

Ju and dôle are both made with the coil technique with clay sourced from local riverine deposits (Plate 1). Pots, once shaped and decorated, are fired in open pits covered by firewood. Surface colour from used pots

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varies in a scale of reddish grey to dark grey (Munsell, 2000, HUE5YR-5/2-3/1). Colour variations are principally caused by the uneven oxygen presence and heat intensity in the fire pit and by continuous exposure of pottery to hearths. Not all Mursi women make their own vessels; therefore, people frequently rely upon family and clan friendships to acquire them. Standardized decoration is found only on the exterior upper half of the vessel (Plate 2). Motif patterns are repeated with slight variations, which can be appreciated from every view point. Rims are decorated with a patterned band of oblique twisted cord impression; several vertical impressed strips on the neck can extend towards the body; in the shoulder, at the handle height, one or two horizontal cords are also decorated with oblique impressions. Most handles are decorated with the same impressed pattern and


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Plate 1. Mursi woman using the coil technique to elaborate a dôle pot in Makki.

Plate 2. Mursi pots with impressed cord decoration. Makki (Ethiopia) and Manchester Museum Mursi collection (UK).

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Fig. 3. Aari pottery and metal cooking pots used by the Mursi. Makki, July-August (2011). Numbers 1 and 5 are functionally used as ju and numbers 2-4 and 6 are used as dôle.

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two or three bulges. Impressed decoration is achieved with a small piece of twisted grass cord and, on occasions, the head of a small sorghum stalk. The design of both pottery types, especially their convex bases, reflects their ultimate practical function: being placed upon stones over the fire. Specifically, junya are used for carrying water and making beer, coffee and mead but, above all, for cooking porridge, or tila, which is Mursi’s staple food. Porridge is cooked by bringing water to boiling temperature and then adding sorghum or maize flour and stirring it for a few minutes in order to obtain thick dough. Men are served porridge by their wives in globular baskets made from vegetal fibres and is consumed with the fingers. Occasionally, junya are also used to boil meat for soups and to soak grain in order to make it softer before grinding. Dolya are used essentially for cooking one type of wild leaves called kinoi, which are boiled to eat with porridge. Three types of stirrers are used by Mursi as cooking tools for these. The most common stirrers are used to cook porridge and measure approximately less than a meter long. They can either be made by carving a spatula-end shape on a wood stick or by using the rachis of a doum palm (Hyphaenea coriaciea). For broth, blood, beer and other liquid food the Mursi use wooden sticks with a sheep or goat vertebra attached to the end to use as a stirrer. Cooking pots are used daily by women in every Mursi household, both inside and outside the huts, to prepare food. They are not used for other possible functions, such as containers or tableware. In the cyclic movement from the Omo River to the cattle grazing areas women and girls carry their family pots with the rest of the household. Objects made with lighter materials such as baskets, wood bowls, gourds, horns and skins are therefore preferred to pottery. Both the daily use and the movements cause fractures and cracks on the vessels. However, these are not discarded until they become completely unusable with regard to their cooking functions.

3.2 MARKET INTERACTION AND POT SELECTION CRITERIA Due to the short distance between them, Mursi settlers in the Mago basin have been able to channel some of their resources such as honey, firewood or

surplus agricultural production -and nowadays also money from tourists- into Aari markets. In exchange, the Mursi acquire products such as grain, coffee, cotton clothes, pottery and iron tools. Two of these products, pots and iron tools, are manufactured by a socially segregated group of Aari society. As a consequence, and as part of the taboos affecting these artisans, potters and blacksmiths occupy a peripheral area at the market, not in the central space where habitual farming products are exchanged. Therefore, while in the market the Mursi visit and shop mostly around these periphery areas. With regard to pottery, Mursi women buy vessels with shapes that act as substitutes for their own ju and dôle and adapt to their food resources and culinary habits. When selecting pots women highlight variables such as strength and quality, apart from shape. Only in recent years have Mursi women begun to acquire industrial metal casseroles for cooking porridge and kettles for kinoi leaves (Fig. 3). People interviewed during the study mentioned that new material acquisitions, either Aari pots or industrial metal objects, have been spread by the Mago settlers and their family and clan networks across Mursi lands. This material diffusion is favoured by the high mobility of Mursi family groups and individuals. At the time of our field study most of the pots documented in Makki study area were made by Aari and only a small percentage were Mursi-made, most of them being found discarded or broken at those settlements (Plate 3). Aari pots had also arrived to the seasonally occupied cattle-camps at the Dirikoro study area but were still a rarity in 2010.

4. DISCUSSION Mursi pottery morphology seems to be conditioned by function, transhumance, people carrying capacity and the absence of pack animals (Turton, 1979). The general spherical shape of Mursi vessels facilitates their endurance both during transportation and in static contexts, as it has been already pointed out for other pastoralist groups in the area (Prussin, 1987). Moreover, this shape offers an optimal surface area to volume ratio in terms of weight and fragility. The presence of small handles above the shoulder and the absence of any projecting shape that can be easily broken also adjust to the conditions of mobility. In addition, the regular and relatively restricted mouth diameter in both vessel types is suitable to

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Plate 3. Mursi and Aari vessels in a Makki area settlement (2011).

prevent evaporation from boiling foods (Henrickson et al., 1983). Cooking pots are considered to be a part of the Mursi concept refering to things that can be carried on the head by women while moving from one settlement to another (Field notes, Makki, 2013). With regard to decoration, all the recorded pots presented impressed decoration in the upper half of the vessel. The fact that Mursi do not decorate the lower part might obey to functionality, due to the pots’ direct contact with fire in this part. Both the position and the patterns in Mursi’s pottery decoration remind of leather or vegetal fibre straps used to carry other daily objects. Similar decoration patterns in vessels of other East African pastoralist groups with high degree of mobility seem to have been inspired by gourds and basketry prototypes (Posnansky, 1961; Sutton, 1964), so it is likely that some of the Lower Omo valley pottery decoration, including the one made by the Mursi, could also answer to this origin, although further work is required to highlight the social context of this decoration. As for the market interactions between Mursi and Aari, Mursi shoppers buy Aari ceramic pots as an alternative to their own. Nowadays, Mursi also acquire metal pots and kettles that accomplish the

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requirements of functionality and are in addition an improvement in terms of lightness but also, according to informants, in fashion and novelty. Some of the factors behind the replacement of ceramics with metal and plastic objects have been studied in other agro-pastoralists groups in the region as the Samburu in northern Kenya (Grillo, 2012). The 1980’s movement from the Omo banks Mursi primary pottery clay sources and pot making area- to the Mago basin may have been the initial trigger for the quest of new cooking vessels given the lack of quality clay and abundant clay deposits to make pots. Moreover, the establishment of permanent villages, without the yearly transhumant movement, has allowed the Mursi in this area to keep a wider array of heavy and fragile objects for the first time. This is well exemplified in the Mursi case at Makki by the acquisition of the Aari biggest ceramic vessels, with the capacity to make beer for a high number of guests. At the Jinka market, women have found a permanent economic niche in which to participate with their agricultural and forest products. These resources have traditionally belonged to the Mursi female sphere; therefore it is women who are stimulating a new cash-economy within Mursi society. Nowadays, and in contrast, the broadly male domain of Mursi


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cattle herds are almost absent in these markets. This could be explained by the overwhelming importance that Mursi place on bulls and cows, which makes them strongly committed to expanding their herds (Turton, 1988). Nevertheless, Mursi cattle are occasionally taken to Highland markets in case of harvest failure, hunger or important illness in order to obtain cash to pay for treatment and medicines. Aari pots, as with other objects, cross a HighlandLowland cultural boundary and Mursi women introduce these new XXI century industrial commodities into their households, facilitating new structures of cooking practice. However, with their cattle-herding identity being threatened by sedentarization in the Mago basin and increasing governmental pressure to settle Mursi and other transhumant pastoralists, these market interactions might be part of a process that further ‘localises’ and ‘marginalises’ the Mursi (Turton, 2005). Localisation and marginalization are accomplished, or at least staged, by two different elements. First, the nature of the products that Mursi have habitually brought into the market are basic non-manufactured ‘goods’, therefore perpetuating the stereotype of Mursi as undeveloped people. Second, potters and blacksmiths, two of the main market interlocutors for the Mursi are themselves part of a segregated group inside Aari society, which leaves the Mursi interacting with sectors of Aari society that are already marginalized. Finally, in the last two decades Mursi have rapidly become another market pull for the Ethiopian tourism industry (Turton, 2004; LaTosky, 2006). Mursi women, wearing large ceramic plates in their lower lips, are a photographic product that can also be obtained in these Aari markets. These pictures are sought after and taken as examples of primeval exotica reminiscent of a XIX century African continent that further marks the dividing line between Aari and Mursi. Lowland-Highland interactions are still a major factor that conditions material culture in southwest Ethiopia, redefining identity and materiality both throughout social generations and geographic spaces. In their quest for a ‘cool place’ Mursi have assimilated, expelled, pushed and contacted different groups of people. Their material culture reflects some of these episodes and also makes them who they are today. In the beginning of the XXI century the new market scenario is part of a broader process that continually redefines what it means to be Mursi.

ACKNOLEDGMENTS We are grateful to the local Mursi communities for their continued friendship and patience. Above all, we want to thank Olirege Rege and Milisha Olivui and their families for their unwavering assistance and their help with translation. Fieldwork would have never been possible without the encouragement and help of Prof. David Turton and the curators of the S.I.P. (Valencia). Finally, special thanks to Dr. Bernat Martí, Dr. Inés Domingo and Dr. Anna Albiach for their useful comments on a previous version of this manuscript, and to Miguel Crespo and Dr. Agustín Díaz for the digitalization of the figures.

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Late Neolithic VinÄ?a burnished pear-shaped pots with slip marks.


3.3. FUNCTION, USE AND DISCARD VS. TYPOLOGY: NEOLITHIC POTTERY REEXAMINED* FUNCIÓN, USO Y RECICLAJE VS. TIPOLOGÍA: REEXAMINANDO LA CERÁMICA NEOLÍTICA Jasna Vuković1

Abstract

Resumen

Analyses of Neolithic pottery from Central Balkans revealed weaknesses in traditional classification and typologies in pottery studies, i.e. their inability to: a) infer vessel function, in contrast to use-alteration and morphological analyses; b) define dimensional classes and recognize their importance in identification of vessel function, in contrast to quantitative analyses; c) adequately explain statistical data about type frequencies as indicators of past human behavior and dynamics of assemblage formation; and d) recognize variety of pottery reuse related activities and their role in reconstruction of everyday life and formation processes.

Los análisis de cerámica neolítica hallada en los Balcanes Centrales siempre han estado centrados en su clasificación y estudio tipológico, olvidando: a) La función de los vasos y su relación con una forma predeterminada; b) prestar atención a su volumen y dimensiones; c) la realización de tablas estadísticas y frecuencias para observar dinámicas de comportamiento humano; y d) el reconocimiento de la existencia de diferentes usos y el importante role que juega diariamente en la vida cotidiana de la comunidad que las utiliza.

Palabras clave: Cerámica Neolítica, Tipología, Forma, Función, Uso, Etnoarqueología.

Keywords: Neolithic Pottery, Typology, Shape, Function, Use, Ethnoarchaeology.

1 Department of Archaeology, Faculty of Philosophy, University of Belgrade, Serbia. [ jvukovic@f.bg.ac.rs ]

* The article results from the project (Nº.177020) funded by the Ministry of Education, Science and Technological Development of the Republic of Serbia.

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JASNA VUKOVIC

1. INTRODUCTION Traditional type-variety system is, unfortunately, still predominant approach in pottery analysis of Neolithic archaeology in the Balkans. Such approach, however, meets many constraints when it comes to interpretation of past behavior, activities, social relations, as well as formation processes of pottery assemblage. It is usually based on description of vessel morphology and “evolution” of ornamental techniques in order to establish detailed chronological sequence of archaeological cultures. Aspects such as manufacture, function and use, among others, are rarely discussed; long and detailed statistical data related to frequency of certain pottery attributes without information of contexts and other relations are the only source of information about ceramics. Neolithic pottery is, therefore, still unknown, and many questions remain unanswered. What are the reasons for such situation? Why is traditional typology weak in providing comprehensive insight into pottery material? and Which methods should be introduced to reveal other aspects of pottery?

2. CLASSIFICATION AND TYPOLOGY: CONSTRAINTS AND LIMITATIONS Scientific classification, created by the analyst, is the basic procedure for structuring archaeological data. One of its main goals is to provide better understanding between scholars through shared terminology and nomenclature. Therefore it should be expected that some sort of standardized terminology based on detailed classificatory criterions is used. Unfortunately, that is not the case. When publishing material, authors rarely discuss criterions for classification, and many of the pottery attributes remain undefined. As a consequence, universal terminology has not been developed, and confusion about basic pottery characteristics still exists (e.g. Vuković, in press). Classification of vessel morphology in traditional typologies is often based on different criterions and therefore many misunderstandings arise. Bowls are never explicitly defined. The definition of bowls as “vessel having a height no more than equal to but no less than one-third of its maximum diameter” (Deal, 1998: 177) is not always applied to Neolithic vessels. Judging from the published illustrations, bowls are considered to be open vessels, but usually small in size. On the other hand, synonyms such as “činija”

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are sometimes mentioned (Garašanin, 1979). It is very hard to define this term. It seems that it refers to a group of open vessels that can be defined in the same manner as bowls, but with some differences: they are of larger dimensions, shallower than bowls and with everted rim. In definitions of morphological classes confusion is often caused by usage of terms refering to specific vessel forms common in later, i. e. historic periods, such as amphorae or pythoi. Neolithic amphorae, however, greatly differ from them. Amphorae of historical periods usually have clearly defined shapes (narrow neck, elongated body and two handles), and function of storage and transport, but Neolithic specimens have so little in common with them: they are significantly smaller, handles can be absent, walls are thin and so on. Furthermore, separate type called “amphoretta” exists; it refers to the vessels of the same shape as amphorae, but smaller in size, made of finer fabric, with thinner walls and usually with polished exterior surfaces. In the case of pythoi, situation is even more complicated. Their shape is never defined, and the basic attribute for their identification is their big size, so the function of long-term storage is presumed. In Late Neolithic Vinča pottery typologies, pythoi are of the same shape as amphorae with only one difference: they are bigger in size. In Early Neolithic typologies size is also the main criterion, but the shape is similar to hemispherical or spherical bowls. Finally, the most complicated is determination of cooking-pots. This class consists of many different morphological features and their attribution to specific class is highly impressionistic, usually based upon their rough fabric and thick walls. It should be also stressed that unclear terms such as “vase” are also used. It can be assumed that vase refers to a group of finely fashioned vessels, with painted decoration or uncommon shape, for example. It can be concluded that traditional morphological classifications of pottery are based upon heterogeneous criterions: by their shape (bowls), by analogies with later periods (amphorae), by size (pythoi), by formal properties and assumed function (cooking-pots), and by presumed attribution to the group of luxury goods (vases). Classification should be a set (or sets) of empirical groupings established for convenience (Gifford, 1960: 346) and therefore it is not a final goal of any science, but basic procedure by which the data are structured (Rice, 1987: 275). The object of classification is to create types. There are several definitions


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of types and classes in literature (for overview see Rice, 1987: 275-277), but their main characteristic is that they are abstract, i. e. ideational. Typology should be, in fact, theoretically oriented classification that is directed towards the solution of some problem or problems (Gifford, 1960: 346). These differences were not recognized in archaeology in the Balkans. Usually, the goal of pottery “analysis” is rough classification, often called “typological analysis”, and problem-oriented goals are lacking. On the other hand, type-variety system is broadly used. The type-variety framework consists of broad class of ceramics defined on the basis of a small number of diagnostic traits (type); variety differs from the type in one or more minor details (Wheat et al., 1958). There is a vast number of pottery types and their varieties in literature (e.g. Bogdanović, 2004; Nikolić, 2004), as well as in typologies used for pottery processing (unfortunately usually not published). The main question, however, arises: what these types and varieties tell us about people? It seems that in traditional approach pottery is considered as a static phenomenon. If pottery is considered as a dynamic feature which interacts with people and environment in many different ways, the need for completely different approach arises.

3. THE ROLE OF ETHNOARCHAEOLOGY Pottery vessels were manufactured, used and discarded in a variety of activities and they entered into archaeological record in a variety of processes. With its main goals - to aid archaeologists in uderstanding archaeological material (Kramer, 1985: 77-78; Arnold, 2000: 106) and to help understand the past (Reid et al., 1975), pottery ethnoarchaeology is one of main sources of information about pottery related processes and activities. There are several areas of ethnoarchaeological researh that are instructive and important for Neolithic pottery studies. Use-alteration analysis, i. e. identification, distribution and frequency of use-wear traces, mostly developed during ethnoarchaeological research (e.g. Skibo, 1992; Schiffer and Skibo, 1989) applied to Neolithic ceramics greatly relativized the results of traditional classifications known from literature. Ethnoarchaeological studies of ceramic longevity, use-lives (e.g. Arnold, 1985: 155-157; DeBoer, 1974), reuse and recycling (Deal, 1998) seem to be of great importance in understanding of human behavior and formation processes of pottery assemblages.

One other aspect of ethnoarchaeological research and ethnographic data is also significant for archaeological ceramics. When it comes to morphological classification of pottery vessels, central place of traditional typologies, researcher should bear in mind that classes, or even types and varieties of shapes that he created may not have been distinguished by their producers and users. Ethnoarchaeological studies revealed one striking cross-cultural feature: terms for pottery used in traditional societies are almost always based on projected use (e.g. Arnold, 1985; Rice, 1987: 278), in contrast to majority of archaeological classes or types. It should be also stressed that attributes that archaeologists are often focused on (rim and lip variations, for example, are often crietrions for definition of varieties or even types) are of minor importance to their makers and consumers (Birmingham, 1975: 372). They depend on the motor skills, experience of the potters, aestethic expressions of the artisan, or even accident (Henrickson and MacDonald, 1983: 635), but they do not affect their primary function. Previously, presence of incosistent methodology of Neolithic pottery classification, weak when it comes to interpretation of processes, interactions, and activities related to pottery manipulation and use was pointed out. In order to reveal such processes and phenomena analyses of Neolithic pottery were conducted according to methods and data provided by ethnoarchaeological research. Analyzed ceramic material was excavated at Early Neolithic site of Blagotin, Central Serbia, and Late Neolithic Vinča near Belgrade.

4. FORM AND FUNCTION: TYPOLOGY VS. ACTUAL USE Functional analyses based on use-alteration analysis, as well as analysis of metrical parameters was conducted. It revealed weaknesses in traditional shape classifications and typologies, suggesting the need for reanalysis of pottery from other Neolithic sites.

4.1. EARLY NEOLITHIC In many traditional typologies bowls of various shapes are seldom interpreted in terms of function; when burnished or polished bowls of fine fabric

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were in focus, they were often interpreted as an expression of fine craftsmanship, and therefore as some kind of luxury goods (e.g. Garašanin, 1979). Other groups of bowls were almost never mentioned. Although never explicitly discussed in literature, it is widely accepted that bowls had function of serving food and drink. Functional analysis, however, revealed completely different picture (Vuković, 2011b): bowls could have served for a wide variety of different functions. Intensive carbon deposits on interior and sooting clouds on exterior surfaces of hemispherical bowls of larger dimensions prove their function as vessels for wet-mode cooking, not used over an open fire, but slightly above it. Another activity was recognized: abraded marks on the interiors probably were caused by stirring the contents. Another group of deep unprofiled bowls shows traces of non-abrasive processes in the form of intensive, deep damages covering whole internal surfaces suggesting occurence of chemical processes like fermentation or even brewing (e.g., Vuković, 2010, 2011b). Different kinds of use-alterations were identified on so-called fine bowls, i.e. small specimens made in fine fabric, with burnished or polished slip on one or both surfaces. Presence of carbon deposits on their interior bases suggests heating of foods in dry-mode, like parching the seeds. Surprisingly, this kind of use-wear traces does not appear on other vessel classes. The most common use-wear traces present on fine bowls are mechanical damages of different appearance and distribution. Abrasion is noted along the rims. Is caused by mechanical contact with an abrasive with higher hardness than ceramics, possibly some kind of lid. Another use-wear trace were identified on the neck, in the form of notches parallel to the rim; they may have resulted from tying up a cover made of a soft material (Vuković, 2011a, b). Both kinds of traces indicate the possibility that the vessels could have been closed, which undoubtedly indicates the storage function. Since these vessels are always small in size, we can assume that food kept in small quantities such as seeds, dried herbs, etc. was stored there. Conclusion can be drawn: Early Neolithic bowls served almost all existing functions: serving and consuming of foodstuffs, food processing without heat, cooking and long-term storage. Large group of vessels of so-called S-profilation is often regarded as cooking-pots in traditional typologies. However, these pots seldom show use-alteration traces wich indicate exposure to high heat, such

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as carbon deposits, sooting clouds and oxidation discoloration. Moreover, abrasion marks are always lacking. It should be stressed that these vessels often have handles in the form of small ribs, feature that suggests possibility that they were manipulated and handled a lot. In contrast to conclusions in literature, they can not be interpreted as cooking-pots, and their storage and transport functions seem to be more certain. Another group of burnished pear-shaped pots with slip and four handles exhibit mechanical damage on the handles, shoulder and lower parts (Plate. 1). Such marks may have been caused by tying some kind of string through the handles. Bearing in mind that these pots, without any exception have burnished slip on both sides, it can be assumed that they were used for transport and storage of liquids, probably water.

Plate 1. Late Neolithic Vinča burnished pear-shaped pots with slip marks.


FUNCTION, USE AND DISCARD VS. TYPOLOGY: NEOLITHIC POTTERY REEXAMINED

It is very important to stress again that traditional typologies are highly descriptive, but they do not reveal everyday activities, especially when several different archaeological sites are compared. The best example is the case of Early Neolithic large conical bowls. They predominate in many Early Neolithic assemblages in Serbia with more than 60% of the total ceramic material. If we compare vessel shapes from two contemporary sites of Blagotin and Lepenski Vir (Perić and Nikolić, 2004) only by using typological analyses, the conclusion could be drawn that the two sites are very similar and share the same characteristics. But if we compare their functional features, important differences emerge. Blagotin conical bowls show absolute absence of use-alterations of any kind. Since their interiors have burnished slip, they were interpreted as group of vessels for short-term storage, probably of liquids, for everyday use in the household. On the other hand, almost all conical bowls from Lepenski Vir have intensive carbon deposits on the interiors and sooting clouds on the exteriors, so there is no doubt that they were used as cooking vessels. Carbon accretions on the interiors are distributed in many different ways: in a clearly distinguished zone on the lower part of the vessel; that pattern indicates dry-mode heating. On the other hand, specimens with carbon deposits on the upper part indicate wet-mode cooking. The conclusion therefore must be different. The two sites actually have no similarities, on the contrary, they are quite different in terms of everyday activities, food habits and probably even economy and subsistence strategies. It is important to stress that these differences are clearly distinguished only by functional analysis; other kinds of analyses would emphasize only their similarities. Unfortunately, for time being, no similar analyses were conducted on the assemblages from other Early Neolithic sites in the Central Balkans, and they are generally lacking in european pottery studies. They would be crucial for comparison of contemporary sites and in assessing deeper insight of everyday practices of past societies.

4.2. LATE NEOLITHIC In case of Late Neolithic pottery, analyses conducted on more than 30 000 fragments and whole pots from Vinča revealed very interesting preliminary results. In many traditional typologies we find distinct group of pots, usually called cooking-pots. Their attribution to functional class of thermal food-processing was

usually based upon their formal properties: rough fabric with coarse-grained mineral temper and thick walls. Functional analysis revealed, however, that use-alterations caused by exposure to heat are completely lacking in this group. Some kinds of usewear traces are, however, present. In the interior of the lower part of the pots, marks in form of surface pitting in the lower part of the vessel are common. Traces of mechanical damage are also lacking, which means that these pots were not frequently moved and manipulated. Thus, the function of cooking can be rejected, but the usage for fermentation or milk processing is highly probable. Functional analysis of Late Neolithic ceramic assemblage revealed only one distinct group of rough pottery which stands out as a functional class for cooking (Vuković, forthcomming). It is rarely taken into detailed consideration in traditional typologies, and is often attributed to the group of conical bowls. It is a group of shallow, thick-walled unprofiled vessels of larger dimensions - usually 30 cm in diameter, with oval or circular receptacle, often with handles below the rim. Almost all specimens showed marks of use-alteration, surface accretion and mechanical damage. Inner surfaces show intensive carbon deposits on the whole interior or on a clearly distinguished zone below the rim. Abrasion marks caused by stirring the contents with utensil are lacking. Outer surfaces show soothing clouds, sometimes on the whole surface, sometimes as irregular patches of darker colour on upper vessel parts. Bottoms show heavy abrasion, which caused removal of original surface and temper. Forceful contact from 90o angle with abrader harder than ceramics causes this kind of abrasion. Such traces, therefore, could have been originated by dragging and setting down a full pot on the oven floor (Skibo, 1992: 115). Important ethnographical and ethnoarchaeological analogy for Vinča baking-pans are bread-baking pans known from the whole region of the Balkans (Đorđević, 2011). Although the differences with this kind of vessels and Vinča pans exist, the similarities are striking: not only in form and dimensions, but also regarding use-alteration traces and their distribution. Therefore, Vinča pans are the only one clearly distinguished Late Neolithic functional class vessels for baking in the ovens, probably of bread. Other vessel forms in Vinča assemblages do not exhibit use-wear traces, except light mechanical damage. Their functional attribution is made by consideration

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of certain morphological features and their archaeological contexts. So-called amphorae can be divided in two basic groups according to openness of their profiles, i.e. neck width and height; these attributes refer to types of vessel contents - solids and liquids. Amphorae with high narrow neck also have two handles, a feature that additionally determines them as vessel with function of transfer and storage of liquids, probably water. Specimens with low neck are identified as vessels with function of short-term storage (because of their openness) of food, probably grains. The only morphological feature that differs pythoi from amphorae is absence of handles. Their large dimensions, position in the houses, and contents undoubtedly determine them as vessels for long-term storage. Finally, in the contrast to Early Neolithic bowls, Vinča specimens do not exhibit any of use-wear traces, except abrasion, usually on the bottoms, caused by long period of usage. Therefore, Late Neolithic bowls were used for serving and consuming, and their multifunctionality is excluded.

5. SIZE DOES MATTER: TRADITIONAL VS. QUANTITATIVE TYPOLOGY Pot dimensions are rarely dealed with in traditional typologies; the differences between vessels of identical shapes, but different dimensions and similarities of vessels of same dimensions, but different shapes were never taken into account. Usually, data about vessel dimensions are lacking in published papers, except vague and unusable remarks such as “small” or “large” vessel. The only one exception is typological distinction between Late Neolithic amphorae and previously mentioned amphorettae, vessels of the same shape, but different fabric and dimensions. Dimensions are, however, of great importance. Ethnoarchaeological studies revealed that native classifications of pottery refer not only to specific function, but also to size (Rice, 1987: 278). Vessel dimensional classes, therefore, may reveal many important features: specific functions, but also some of social aspects of pottery production such as number of potters, presence of standardization, and even craft specialization. Ethnoaracheologists have an advantage over archaeologists, since they are able to study dimensional classes of pottery according to classification made by their producers. Archaeologists have to turn to other methods, i. e. statistics. Quantitative typologies are constructed and evaluated using

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statistical techniques; techniques used, types and number of variables employed in constructing typology vary depending on research goals, and specific ceramic assemblages (Sinopoli, 1991: 55). Identification of dimensional classes is possible if the valid statistical sample is present in ceramic material, and can be drawn by scatter-plot diagrams with metrical parameters (rim and shoulder diameters and height, for example) as variables. However, many authors stress that only class of small-sized pots can be easily identified; when vessels of larger dimensions are considered, grouping of variables, especially in highly fragmented assemblage, is much harder to detect (e.g. Stark, 1995). Metrical parameters of Neolithic vessels were plotted. Results for Early Neolithic pottery showed absence of any kind of grouping. This was expected, since Early Neolithic pottery production is considered to be small-scale, part-time domestic production. Results for Late Neolithic pottery were more promising. Metrical parameters for Late Neolithic Vinča bowls were plotted, and only one dimensional bowl class stands out - bowls with rim diameter under 15 cm (Fig. 1). Another interesting conclusion can be drawn: bowls with inverted rim are generaly of larger dimensions than biconical bowls with pronounced carinated shoulder; this difference in dimensions between two types indicate their different functions or maybe different potters. Metrical parameters of other functional classes such as storage vessels were also plotted, with no results. Considerable vessel fragmentation and absence of statistically valid sample of whole vessels with more metrical parameters could have caused this situation. This should not be discouraging, though; further research in this field is, however, much needed. More research on statistically valid samples could reveal many aspects of pottery production.

6. VESSEL LONGEVITY: TYPOLOGY VS. TYPE FREQUENCIES Traditional typology approach in pottery analysis never intends to explain differences in type frequencies within ceramic assemblage. Considerably high number of one type does not mean that people in the past prefered that specific type, and that they did not know or want to make some other. It means that more specimens of one type entered into archaeological record, as a consequence of frequent breakage.


FUNCTION, USE AND DISCARD VS. TYPOLOGY: NEOLITHIC POTTERY REEXAMINED

Fig. 1. Metrical parameters for Late Neolithic Vinča bowls.

In other words, importance of vessel use-lives, breakage and replacement rates and discard patterns is not recognized in traditional typology. Ceramic census data, provided by ethnoarchaeological research (Arnold, 1985: 157; Kramer, 1985: 89-92) seem to be critical for understanding ceramic assemblage formation processes and it should be noted that another important factor in vessel longevity is also frequency of use. Differences in frequencies of fine bowls in Early and Late Neolithic assemblages were interpreted in the light of their low, i. e. high use-frequency, low/high breakage and replacement rates, caused by their different functions (Vuković, 2011a). Another example of interpretation of type frequencies is the case of previously mentioned Early Neolithic conical bowls in Blagotin assemblage. Absence of use-alteration traces lead to conclusion that they were not used as cooking vessels; burnished slip on interior surfaces suggested liquids as their contents, and rough exterior surfaces easier portability when vessel was full and wet. Their open profiles, however, exclude function of long-distance transport and long-term storage. Their high frequency in the assemblage suggests their frequent manipulation, breakage and replacement. Therefore, they are attri-

buted to a functional class of short-term storage of water, for daily activities in the household. Such attribution easily explains their high breakage and replacement rates: they were manipulated frequently and were exposed to risks of breakage, probably “stood in the way” of household members or even animals (Foster, 1960: 608). This example clearly shows that storage function does not necessarily imply static and isolated position of the vessel, but rather depends on duration of storage.

7. REUSE AND RECYCLING: WHOLE POTS VS. SHERDS Comprehensive understanding of pottery assemblage could not be complete if the case of reuse and recycling of ceramics is not considered. Traditional typology again exhibits waknesses in identification of such practice in past societies. Late Neolithic pottery assemblage from Vinča contains many examples of secondary use, reuse and recycling of whole pots or their sherds. These phenomena were not identified in previously conducted traditional analyses from any other Late Neolithic site of the Central Balkans. According to ethnoarchaeological data, secondary

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use and recycling are very common in traditional societies, and they occur on the fragments and whole vessels with shortest use-lives (Deal, 1998). Therefore it is not surprising that bowls and their fragments from Vinča are most commonly reused. Many bowl fragments were aditionally reshaped and further used as tools for thining of the vessel walls and burnishing of the surfaces during manufacturing process; rounded edges of handle fragments belonging to pots of larger dimensions exhibit effect of fluvial abrasion, which means that these fragments stayed in water for a long periods of time, indicating their use as net weights. Finally, pottery fragments were used as a building material, especially for paving oven foundations. Therefore we have to assume that in the Neolithic settlement of Vinča specialized disposal areas of broken pottery existed, and our further efforts should concentrate on their identification. On the other hand, wide usage of pottery sherds as raw material indicates lack of other resources, mainly stone. Traditional typology rarely take into consideration “atypical” fragments. In other words, diagnostic specimens are usually selected, because they are used for shape classification, while other numerous fragments are discarded or only some group measures (such as total weight) are taken. The study of pottery reuse is, therefore, at its beginning and for time being it can only be stressed that more research in this field is needed and only future examination of varieties of reuse and recycling and related human activities (Vuković, in preparation) could shed more light in understanding certain aspects of everyday life in the past.

8. CONCLUSIONS In this brief review, the shortcomings of the traditional typological approach in pottery analysis were examined, using Neolithic pottery of the Central Balkans as an example. It was emphasized that traditional typology based on classification of shapes reveals weaknesses in at least four vital issues in pottery studies: pottery function, identification of dimensional vessel classes, interpretation of statistical data regarding type frequencies, and recognition of variety of reuse related activities. Therefore, importance of wider perspective in pottery studies must be pointed out. Pottery function, usage, and discard patterns must be taken into consideration in order to reveal complex interactions between pottery and people in past societies.

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Pequeño vaso geminado con decoración impresa cardial, con dos asas de cintas horizontales asimétrica. Cova de l’Or. (Fuente: Museo de prehistoria de Valencia).


3.4. NEOLITHIC AND METAL AGE ANTHROPOMORPHIC AND ZOOMORPHIC POTS FROM MEDITERRANEAN CONTEXTS. CASE STUDIES, SOCIOLOGICAL APPROACH AND DEGREE PF PERSISTENCE IN RECENT SOCIETIES VASOS ANTROPOMORFOS Y ZOOMORFOS DEL NEOLÍTICO Y LA EDAD DE LOS METALES EN EL CONTEXTO MEDITERRÁNEO. CASOS DE ESTUDIO, APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA Y GRADO DE PERSISTENCIA EN SOCIEDADES TRADICIONALES Johanna Recchia-Quiniou1, Kewin Peche-Quilichini2 y Ghjasippina Giannesini3

Abstract

Resumen

A minority of the vases of the Mediterranean Pre- and Protohistory ceramic corpuses exhibit anthropomorphic or zoomorphic characteristics. These examples are often discovered in unique contexts. For the Neolithic, we shall approach the stylistic variety of this phenomenon through various examples: Valencian Cardial, Cortaillod and Los Millares. For Protohistoric periods, we shall present examples from the Late Helladic III period and the Late Italic Bronze Age. Special focus will be given to the early Corsican and Sardinian Iron Age. The spatial and chronological spectrums considered highlight the link between these modes of plastic expression and the “unusual” character of the archaeological context involved. We shall try to compare these archaeological examples with ethnographic experiences to estimate their importance in Pre- and Protohistoric groups. Particular attention will be paid to surviving traditions in certain Mediterranean societies and elsewhere. Our assertions are supported by reports that in many traditions and mythologies, the vase and the body, whether human or animal, share an especially close relationship.

En el seno de las colecciones cerámicas propias de la Pre- y Protohistoria mediterránea, observamos de forma minoritaria la presencia de vasos antropomorfos y zoomorfos, hallados en su mayoría en contextos excepcionales. Dentro del marco Neolítico, centraremos nuestra atención en aquellos que han sido encontrados en el entorno del cardial valenciano, en Cortaillos y Los Millares. A su vez, el Heládico Reciente III, el Bronce Reciente itálico y los primeros compases de la Edad del Hierro de las Islas de Corcega y Cerdeña, servirán de referente para abordar su significado dentro del ámbito protohistórico. La elección de cada una de estas áreas no corresponde a criterios de azar, puesto que todas ellas ponen en evidencia el lazo existente entre el modo naturalista de tal expresión plástica y el carácter “particular” de los espacios en los que dichos objetos han sido frecuentemente descubiertos. En estas líneas trataremos de desarrollar el por qué de tal conexión en cada uno de los ejemplos arqueológicos mencionados, usando la fuente etnográfica como herramienta principal, a través de testimonios vivos conservados tanto en determinadas comunidades del Mediterráneo como en otras sociedades, en las que el vaso y el cuerpo, ya sea éste último humano o animal, disponen de lazos de relación estrechos.

Keywords: Ceramic Ware, Neolithic, Bronze Age, Iron Age, Mediterranean Sea, Anthropomorphism, Zoomorphism, Traditions.

Palabras clave: Vaso Cerámico, Neolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro, Mediterráneo, Antropomorfia, Zoomorfia, Tradiciones.

1 Doctoral candidate, ASM-UMR 5140 Université Paul-Valéry Montpellie. [ recchiajohanna@yahoo.fr ] 2 Associate researcher, LAMPEA-UMR 7269 Université Aix-Marseille. [ baiucheddu@gmx.fr ] 3 Ethnology firm “I Pampasgioli”.

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1. INTRODUCTION The reproduction of anthropomorphic and zoomorphic characteristics in pottery is a well-known but little discussed phenomenon. The most pertinent aspects of this practice seem to be of an interpretative nature. They are mainly sociological and symbolic issues and lead us to ask: What are the functions of these types of vases? What place do they hold in prehistoric and protohistoric material culture? Aside from their place in the material cultural, do they also serve as religious, symbolic or semantic objects? To answer these questions, we have chosen not only to examine archaeological contexts but also current ethnographic contexts as well as those from existing traditional societies. We will begin with the anthropomorphic pottery of western Mediterranean and Alpine Arc Neolithic cultures. Our assertions will be supported by the use of examples of Valencian Cardial pottery from the Early Neolithic, Cortaillod pottery from the Middle Neolithic and Los Millares pottery from the Late Neolithic. This study will also serve as a platform from which to establish a typological classification system of these unusual vases. It will be both representative of the aesthetic as well as sociological aspects of this style of pottery. The zoomorphic aspects of protohistoric pottery from the central-western Mediterranean region will be presented through examples from the Late Helladic III and Late Italic Bronze periods, as well as the First Iron Age of Corsica and Sardinia. The stylistic study of these vases is rendered more pertinent by the archaeological context of these pottery styles. In addition, the Corsican and Sardinian Iron Age will be examined from an ethnographic viewpoint, showing the link between current beliefs built around the image of the horn and the protohistoric or even Neolithic mythology of the Mediterranean. The relevance of ethnography in archaeological studies is currently the source of great controversy. We will, therefore, conclude with a discussion of the merits of the use of ethnographic studies in archaeology, with specific focus on its necessity and its limits.

2. THE VASE AND BODY: BETWEEN IMAGE AND SUBSTANCE Among the ceramic pots dating from the Neolithic Era, one notes the tenuous but regular presence of

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anthropomorphic vases. Mostly seen in the Balkans, this type of vase is identifiable in the central-western Mediterranean through explicit plastic additions, such as the reproduction of feminine sexual characteristics, namely the breast. In addition, the relationship between the making of the pottery and the representation of the body seems to represent an important cultural act, staging the perception of the body in the context of the neolithitization process. We contend that this cultural phenomenon even participates in the neolithitization process itself and acts as a driving force behind the rapports that are formulated between the first farming societies, their territories, their new modes of economic production and the formulation of a new, unheard-of type of representation. Classical pottery studies, which form vase categories based on typological, functional or technological criteria, do not adequately reflect the symbolic aspects inherent in the making of this type of pottery. A representative inventory selected from the Neolithic pottery of the Alpine Arc and the north-western Mediterranean will allow us to better assess the variety of anthropomorphic vases in context. Mythographical, ethnological and ethnoarchaeological studies concerning potter groups mainly distributed across the African continent, which highlight the ins and outs of the production of artisanal pottery, help shine a more appropriate light upon the series we would like to discuss. The comparison of ethnographic data with data from archaeological finds allows us to categorize anthropomorphic vases in a manner in keeping with their semantic content. 2.1.1. The schematic figures of the Valencian Cardial Neolithic Period In the inhabited caves of the first Neolithic societies of the Spanish Levante, the ceramic artifacts of the Cardial Culture (dating to the 6th and 7th millennia), which are characterized by incised decor and impressions made with the use of cardium shells or other tools, are among some of the first instances of anthropomorphic pottery. The anthropomorphic characteristics encountered in this type of ware is mainly expressed in the impression of simplified human representations on globular vases topped with a small neck. These vases encompass a larger schematic repertoire that includes, most notably, incised zoomorphic and ramiform motifs.


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Fig. 1. Pots from la Cova de l’Or (Beniares, Spain). Early Neolithic. Marti, Hernanderz, 1988.

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Fig. 2. Pots from La Cova de la Sarsa (Bocairent, Spain). Early Neolithic.. N°1, 2, 3 : Marti, Hernandez, 1988. N° 4, 6 and 7 : Garcia, Lopez, 2011. N°5 : Baldellu et al., 1989.

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At Cova de l’Or (Beniares), (Martí Oliver and Juan Cabanilles, 1987; Martí Oliver and Hernández Pérez, 1988) several potsherds contain fragments of figures often composed of a triangular or sometimes ovalshaped head atop a trunk. The figure’s arms are raised above its head and end in four or five fingers. Impressions made with the shell’s backside are often used to depict features such as the eyes (Fig. 1:2 and 7), fingers (Fig. 1:2 and 3), feet (Fig. 1:1), what appears to be the tongue (Fig. 1:2 and 5), and even genitalia (Fig. 1:1). Those pots that are nearly or entirely intact show that the positioning of these imprinted figures complies with the vase’s morphology, which itself sometimes mirrors the human form. Pot number 8 has a flared neck, decorated with three imprinted bands, giving the feel of a necklace. On its globular belly, two breastlike elements serve as handles, between which juts a simplistic figure. Pot number 1 shows the same type of schematic figure with a triangular head, raised arms, and shell imprints that serve as genitalia and feet. The vase possesses a very distinct neck, a curvy belly and

abundant decoration. The figure is encircled by two vertical bands imprinted with a cardium shell in a zigzag pattern, a motif this vase shares with pot number 2. At Cova de la Sarsa (Bocairent) (García Borja and Casanova, 2010 ; García Borja and López Montvalvo, 2011), traces of imprinted figures are mainly found on potsherds and do not allow the same analysis of the whole vase as was possible for Cova de l’Or. Nevertheless, the same themes are present with similar techniques, despite some stylistic variations (Fig. 2) Schematic figures imprinted with the use of a cardium shell; the limbs are attached to a linear body and the extremities, such as the hands (Fig. 2:2), fingers (Fig. 2:1) and genitalia (Fig. 2:3 and 5) are rendered with the back side of a cardium shell. The figure seen on pot number 2 distinguishes itself stylistically from the rest of the Cova de l’Or creations, by virtue of its willowy and energetic style. Aside from the representation of simplified figures, the actual shape of certain (Fig. 2: 6 and 7) brings to mind the

Fig. 3. Pot from Costamàr (Cabanes, Spain) Flors and Sanfeliu, 2011.

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human body: flared neck above an oval-shaped belly or a marked shoulder with a neck attached to a belly in the shape of a truncated cone, embellished with two perforated handles that resemble breasts.

to their shape and/or the presence of appliqués that resemble breasts. Two different methods for evoking the female chest have been identified (Jammet-Reynal, 2012: 92-93)1 (Plate 4).

At the site of Costamar (Cabanes), (Flors Ureña and Sanfeliu Lozano, 2011) one jar is decorated with a simplified figure that sets itself apart, stylistically, from those found at Cova de la Sarsa and Cova de l’Or (Fig. 3). The shape of the figure conforms to the shape of the pot: the upper body, head and arms blend with the neck of the vase, while the lower body and legs are found on the body of the pot. The figure’s rectangular head is detached from its corresponding trunk; its eyes are sun-shaped, the arms and legs arched.

The first type is comprised of pots with a spherical body, topped by a short but very flared neck. They can be distinguished by the presence of two breasts, molded in the body of the vase. The typology is reasonably standardized, and very few variations, which do not affect the general shape of the pot, are known: an inverted base on a vase discovered at Saint-AubinSauges (Gallay, 1977) and a neck decorated with imprints on one of the pots at Mosatrasse in Zurich (Stöckli, 2009). This type of pot has been encountered at several sites, but they are always the exception in a series of vessels. Most of the time, only one example is discovered, but rarely two or three may be found, which is a testament to their unusual character. The second type takes the shape of a flagon (Plate 4). In these cases, the breasts are suggested with the use of lug appliqués that resemble nipples, such as those seen at Mosatrasse (Stöckli, 2009). As was the case with the first type of vessel, the body of the pot takes on a markedly curved shape, bringing to mind a rounded belly, which is topped by a neck.

2.1.2. Ceramic art and rock art: a tangible semiological network Studies have been done that focus on the relationship between rock art and ceramic decors at Cova de la Sarsa. Stylistic similarities were revealed ( Torregosa et al., 2001: 356; García Borja and López Montvalvo, 2011: 233-234) between the figures imprinted in ceramic and the schematic and “macro-schematic” figures found on the walls of rock shelters in the area surrounding Cova de la Sarsa, as well as in the cave itself: arms raised, visible fingers and genitalia, with the figure maintaining a central place in the composition (Fig. 4) The archaeological context of anthropomorphic pots of the Early Neolithic Period provide little information. A funerary context is probable at Cova de la Sarsa, where human remains were unearthed and carbon-dated to 5363-5302 Cal BC (1 sigma), 5462-5222 Cal BC (2 sigma) (García Borja et al., 2012). The parallels drawn between rock art and that found on ceramic pots allows us to hypothesize that anthropomorphic vessels are incorporated into a semiological system that uses the same network of symbols as anthropomorphic figures, Y-shaped figures and X-shaped figures, whether in isolation or associated with others. 2.2.1. The breasts of the Early Neolithic Alpine Arc In the Alpine Arc, a class of pots known as “gynecomorphic” vessels are attested during the Middle Neolithic Period, notably for the Cortaillod and Milchesberg Cultures. They owe their nomenclature

2.2.2. Clay breasts in settlement settings The phenomenon of gynecomorphic vessels seems to fall within larger scope of breast renderings. At Mönchberg in Germany (Schilichtherle, 1998: 121) cob breasts have been found (Fig. 5), decorating the walls of a home. The same type of artifact was discovered at Baden-Württemberg in Klingenberg (Seidel, 2010:167168). It is interesting to note that these gynecomorphic pots and cob decorations are incorporated into domestic settings, and that their presence is not, in theory, reserved for spaces outside the domestic realm (Fig. 6). 2.3.1. Through the eyes of Los Millares During the Chalcolithic period, in Southern Spain, we witness the development of the Los Millares Culture, which owes its name to the Los Millares site, a large village covering approximately 6 hectares that is surrounded by a series of four fortifications. The site is most known for the presence of a large necropolis

1 JAMMET-REYNAL, L. (2012): Le Néolithique Moyen Bourguignon dans l’arc jurassien (4400-3600 av. J.-C.): Définition d’un groupe céramique. Thèse de doctorat.

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Fig. 4. Comparaison between rock art and pottery. Production of early Neolithic in South of Spain. A : Photo ©Héctor Juan (Garcia and Lopez, 2011). B : From Torregrossa, Galiana and Ribera, 2001.

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Fig. 5. Gynecomoprhic pots in Switzerland. Culture of Cortaillod. N°1 : Mörigen, (Berne, Suisse) 2: Saint-Aubin-Saint-Sauges (Tivolo, Suisse), (Gallay, 1977). Pots from Mozartstrasse in Zurich. Culture of Pfyn. Breast modelled, n°3, 4. Breast applied, n° 5 and 6 (Stocklï, 2009).

Fig. 6. Cob’s Breast, Mönchberg (Stuttgart, Germany), ©Monika Ern, (Schlichtherle, 1998).

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that measures 13 hectares. The element of interest to this study is a type of vase referred to as “oculado”. These vessels are often short and adorned with incised sun-shaped eyes (Fig. 7), a type of decor found as far away as Portugal. The anthropomorphic character of the vessels is, in this case, centered around the face, with two sun-shaped eyes embellished with brows. This type of pot seems to be restricted to the funerary realm. At Almizaraque, one example was discovered in a megalithic tomb (Almagro Gorbea, 1965: 43-44), while at Los Millares, two were unearthed in the necropolis (Ballester Tormo, 1946). 2.3.2. Idols of the funerary realm These oculado pots can be incorporated into a much larger set of renderings of sun-shaped eyes. These artifacts, called “ídolos oculados”, are often shaped from bone. They are sometimes found in settlement contexts (Vera Rodríguez, 2010), but can be seen in funerary contexts as well (Maicas Ramos, 2010) 2.4.1 An attempt at a new typology It turns out that pots with anthropomorphic characteristics stem from a thought process that is discernible through observation of other aspects of the material culture. Therefore, it seemed necessary to establish a typological system capable of reflecting the semiology inherent to anthropomorphic imagery. With the use of ethnographic and ethnoarchaeological case studies of potter groups in Africa and sometimes elsewhere, we have developed a classification system based on the modes of representation of anthropomorphic imagery. Different types of information were taken into account. These include: the semantics (i.e. the names used to refer to the pots or parts of a pot), beliefs and taboos, (i.e. the rules that govern the fabrication of the pots)

Shaping

Gestation and birth

People

and mythology (i.e. the way in which a member of the society describes the reason behind the use of certain established techniques). 2.4.2. The narrative function The narrative function englobes the discourse that covers the relationship established between the body and clay, which is often manifested in creation stories or myths. The pot is a vessel used in the expression of part of the history or genesis of human beings, the community or a civilizing hero. Interestingly, the art of pot-making is frequently associated with the notion of the creation of mankind or with fertility, notably in the societies of sub-Saharan Africa (Gosselain, 2002: 205). This kinship is discernible through the mythology espoused by these societies. Two main types of myths can be observed (Tab. 1) on the one hand, there are those that describe the gestation or birth of humanity, a god or a hero as having taken place inside a pot. One Zulu myth, for example, tells the story of one of mankind’s first women, who overcomes her sterility by placing her own blood in a pot so that it may serve as a vessel to carry a child in her stead. Yvanoff, 1998: 312). On the other hand, we find myths that explain humanity’s creation from the molding of a hunk of clay. The Dogon potter imitates the gestures practiced by the great mythological potter, thus reproducing the creation myth through pot-making (Yvanoff, 1998: 308) Thus, pottery is at once an integral cultural marker as well as a tradition, or even a rite that constantly renews the creation myth. 2.4.3. The metonymic function The metonymic function evokes the human body by focussing on a particular attribute. It thus accentuates

Contents

References

Nuer in Ethiopia

The civilizating hero, Tik, born in a pot

Yvanoff (1998)

Guarani (Amazonia)

The rst woman was created in a pot by two gods, tired of being alone

Yvanoff (1998)

Zoulous

The pot can be a womb of substitution instead of uterus of infertile women

Gosselain (2002)

Jivaros

Women are called Nue, clay is called Nui. Clay has a feminin soul. The pot is considered as a woman

Lévi-Strauss (1985)

Dogons

Potters imitate gestures of the great mythical potter. The potter reproduce the founder myth of humanity.

Yvanoff (1998)

Pharaonic Egypt

The God Khnoum model human being with his potter’s wheel

Lalouette (1987)

Tab. 1. Myths about pots and clay (DAO: Johanna Recchia-Quiniou).

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Fig. 7. Los Occulados. Elements from the material culture in south of Spain during Chalcolithic period. n°1: pot from Almizaraque (Ballester Torma, 1946). n°2: Pot from Los Millares (Müller-Karp, 1973), n°3: pot from Los Millares, Tumb 15 (Pilar Pardo, 2006). n°5: Bones “occulados” (Ballester Torma, 1946) n° 7: Idolo de Extramadura, Valle del Gaudalquivir, ©Museo Nacional de España.

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the symbol that reflects a certain body part in order to showcase its symbolic function. For the Thonga people of Mozambique as well as the Edwondos of Cameroon, the gestation period is embodied by the molding and firing of pottery. The Kono of the SierraLeone, the Ashanti of Ghana, and the Mossi of Burkina Faso liken the female womb to a vessel inside which a child is prepared in much the same manner as food (Gosselain, 2002: 205). Whether they be the signified or the signifier, the pot and the uterus, or womb, hold similar properties, the purpose of which is to contain, grow, transform and give birth. In Zimbabwe, the Karanga people create pots called Shambakodzi and Hadyana (Collet, 1993: 506-507). These are vases that take on the typical elements of feminine clothing, as well as tattoos or scarifications, which are also used to decorate firing kilns. Evers and Huffman (1988) also mention the existence of molded vases that symbolize breasts. These pots are used to cook porridge given to children so that it becomes nourishing like mother’s milk. Thus, the vase takes the place, in some ways, of the mother in her capacity to nourish her children. It is also important to note that, for the Karanga people, the metonymic value of the vase also extends to sexual attributes. The prohibition for men to attend the firing of pots is linked to the heat emitted by the “uterusjar”, which is comparable to that of a pubescent girl, who would cause him to boil (1988: 739).

peoples, the circumcision of young men is associated with the firing of pots. The ritual death of the circumcised individual is announced to his mother through the pronouncement that, “the recipient that had entrusted to us, so that it may be fired, has broken.” It is also possible to convey this meaning through the shattering of a vase at the threshold of a home (Gosselain, 2002: 206). In the same line of thinking, O. Gosselain points out that: “L’association pot/personne laisse d’ailleurs supposer que si la reproduction humaine est assimilée à la fabrication de la poterie, l’inverse pourrait être vrai. Ici, les exemples explicites sont rares, mais la proposition semble se confirmer lorsqu’une potière tikar m’explique que le pot fraîchement fabriqué est identique à l’enfant qui vient de naître”. (Gosselain, 2002 : 206) “The pot/person association also leads to the supposition that, if human reproduction is likened to pottery making, the opposite could also be true. Explicit examples of this are rare, but this assertion is corroborated by a Tikar potter’s explanation that a freshly made pot is identical to a newborn child”. (Gosselain, 2002: 206)

Upon return from his stay among the Bamileke of Cameroon, Emile Buisson (1930) reported that the motifs that adorn a certain type of pot are also used as male corporeal decoration in the form of scarification. These few examples show that the metonymic function held by pottery mainly serves to highlight three activities: nourishing, giving birth and distinguishing oneself from others.

This pot/person association is also discernible in the Okiek culture of Kenya. Indeed, the presence of a man during the fabrication of a pot (which is prohibited), is said to kill the vessel (Kratz, 1989 :68). A list of the ethnographic evidence of the personification of pots would prove lengthy. Nevertheless, this phenomenon is illustrated through rituals and is also an important aspect of the terms frequently used when referring to pottery.

2.4.4. Personification (embodiment)

2.5.1 Application to Neolithic Era ceramics

The process of personification is the equating of a pot to a person. As described by O. Gosselain (2002: 205) and later spelled out by N. Barley (1994) this phenomenon can take different forms. It can manifest itself as ritual practices or events that punctuate life and involve a discourse or terminology that associate a person with a vase, which implies, in the operational sequence of pot-making or rituals, identical gestures and processes. For the Kono (Sierra Leone), Gisu (Uganda) and Luba (Democratic Republic of Congo)

This semiological classification system, formulated using data from the mythographic, ethnographic and ethnoarchaeological literature, allows us to establish a typology of anthropomorphic pottery that reflects their semantic value. The pottery of the Early Neolithic Valencian Cardial, by virtue of its elaborate use of imprinted schematic figures, appears to correspond to a functional narrative. A metonymic function seems to be evoked by Middle Neolithic Alpine Arc gynecomorphic vases, which are limited

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to the representation of breasts. Finally, taking into consideration the funerary context in which they are found, the Los Millares pots from the Late Neolithic fit nicely into a personification model. It would also appear unwise to close these categories, as any one pot, as a semiological object, would rarely correspond to one sole signified notion.

3. ZOOMORPHIC VESSELS: CASE STUDIES OF THE PROTOHISTORIC CENTRALWESTERN MEDITERRANEAN AND DEGREE OF PERSISTENCE Here, we will discuss the topic of zoomorphic imagery in the realm of independent expression in ceramic vessels. This discussion will be limited to protohistoric societies of the central-western Mediterranean. Before developing this topic using specific examples, we remind the reader that zoomorphic imagery is only rarely expressed at the vase’s structural level -as in the case of the rhyton- and much more frequently through plastic additions depicting the most obvious characteristics of an animal: the head, horns, wings, tail, feet, etc. In this regard, these elements can be decor-like. Aside from central Italy, where these types of vessels are typical of tableware, such recipients come from “exceptional” contexts and are probably loaded with a mythological significance that brought about the development of the symbolic aspects of this phenomenon. In most cases, the animals do not come from a crypto-zoological repertoire. They instead are derived from species encountered by protohistoric people on a daily basis.

known ad ascia, a nastro, which can either be pierced or not. They then develop into the a lumaca. Little by little, this adjunct grows in size and acquires the vital role of “thumb-rest”. This surface then becomes a malleable medium for symbolic expression and is often adorned with plastic decorations or an indented decor, notably at Grotta Nuova or on terramaricoles ware. In the Late Bronze Age, the last phase of this development before a vast stylistic renewal that takes place during the last stages of the Bronze Age, Latium groups from Campania and the surrounding areas (sub-apenninic contexts) are distinguishable by their adoption of a naturalist style that is expressed through the representation of bird heads in place of the handle (Cocchi Genick, 2004). Aside from the undeniable increase in ease-of-use brought about by their shape (with the beak turned outward to serve as a thumb rest), these handles allow us to better apprehend the imagination and symbolic dialogue of its users. The birds depicted are almost always wading birds (egrets, woodcocks, herons, flamingos, ducks, skylarks, hoopoes, etc.), that are molded from the base of the neck up. The species used are those that generally frequent coastal swamplands and may be migratory or sedentary birds that were most likely hunted. The shape of the bird is schematic and only the most obvious anatomic regions are depicted (Plate 1): beak, eye, head shape, and sometimes crest. These recipients are part of a set of tableware that cannot be distinguished by any specific contextual features. In this manner, the symbolic aspect of this imagery does not seem to be linked to any particular function on a structural scale but is, instead, an ergonomically useful decor.

3.1. THE ORNITHOMORPHIC HANDLES OF THE LATE ITALIC BRONZE AGE In Central Italy, during the Late Bronze Age (14th to 13th Centuries BC), the sub-apenninic facies provides large numbers of small, short, one-handled, carinated vases. These vessels, which were probably used in the service and consumption of liquids, fit into a morphological tradition whose origins may stem from the Early Bronze Age, a period characterized by the widespread diffusion of such vessels across the entire peninsular territory. When observed over a long period of time, these cup-like vessels are characterized by the obvious evolution of the ergonomics of their handles. At the outset, they are simply curved, but over time, the handle extends vertically to become the well-

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Plate 1. Redù (Emilie-Romagne), tête d’anse ornithomorphe, Bronze récent (photo: Museo Civico Archeologico Etnologico, Modena)


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Plate 2. Rhyton mycénien de l’épave d’Ulu Burun, fin XIVe siècle (photo: Castle-Museum of Bodrum).

3.2. THE AEGEAN BRONZE AGE: RHYTONS AND ZOOCHEPHALIC HANDLES During the same period (Late Helladic III), the Greek world produces and diffuses recipients that can also be classified as one-handled cups that are linked to the ritual consumption of liquids (Wine? Beer?): rhytons. The unique feature of these vessels, which were probably also used to extract liquids, is that they have a generally realistic zoocephalic structure. The vessel’s opening is made of the base of the animal’s neck so that the mouth of the animal is always facing down when the vessel is full. The first Mycenaean rhytons always depict horned animals, most notably rams or mouflons, (example from Ulu Burun; Plate 2), wild boar and most often bulls, an animal that recurs frequently in Helladic and Cretan iconography and symbolism, where it seems to be associated with a concept of politico-religious authority. The golden age of the rhyton is the Classical Era, during which the banquet ritual becomes more available to the masses. From that point, it seems that the stylistic features that characterize the end of the Bronze Age melt into the stylistic diversity that becomes widespread across the Mediterranean beginning in the 6th Century BC. From then on, rhytons become a medium of expression that offers a large representational diversity, whose common thread is an

ever-growing realism. The animals depicted vary: cows, dogs, horses, pigs, goats, rams, donkeys, deer, bucks, crocodiles, etc. There are also a few examples of mythical creatures such as the sphinx, winged horses and griffons. It appears that the stylistic broadening caused by this iconographic diversity correlates with a certain loss of the original meaning of the rhyton’s diffusion, which was first reserved for use by palatial elites before becoming a simple piece of tableware as early as the middle of the first millennium. The second expression of the zoomorphic repertoire seen in the vessels of the emergent Greek world can be found in the rapid development and simplification of handles shaped in the bust of horned animals, which are diametrically opposed. The most well-known example is the handle of Mycenaean “Warrior Vases” (Fig. 8), which date back to the Late Helladic III B2/C1 period. Embellished with painted geometric-like shapes, this type of handle adorns vases of high decorative value that are discovered in aristocratic burials or palatial contexts. The vessels of the following period, which are referred to as geometric, are typified by an accented stylization of their handles, which become almost systematic on large painted vessels, most notably amphorae and goblets (Figs. 4 and 9).

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Fig. 8: Anse du Vase des Guerriers, Mycènes, vers 1200 av. J.-C. (photo: National Archaeological Museum, Athens).

Fig. 9. Anses en protomé cornu du premier âge du Fer de Corse: Cuciurpula (a-j), Acciola (k), Punta di Casteddu (l), Santa Barbara (m) (dessin: K. Peche-Quilichini).

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The simultaneous appearance of rhytons in the shape of horned animals and the development of horn-like handles is probably due to a particular status held by this type of iconography, which carries a more or less direct link with symbolic and/or mythical concepts that were en vogue in Mycenaean palaces as early as the 13th/12th Centuries. The symbolic value of these vessels, at least for the Bronze Age, seems to correspond to a specific function that is part of a ritual practice, whether it be religious or purely social.

3.3. DEPOSITS OF VESSELS ADORNED WITH ZOOMORPHIC PLASTIC ADDITIONS FROM THE 1ST CORSICO-SARDINIAN IRON AGE Dating back to the Bronze/Iron Age transition, which takes place during the 9th Century BC, southern Corsican and northern Sardinian groups also manufactured vases with handles that take the shape of horned animal busts. The imagery includes such animals as mouflon and bulls, and a less certain presence of billy goats (Fig. 5). Remarkably, the size of the geographic region affected by this phenomenon corresponds perfectly to the contextual recurrence of the sites concerned. In fact, of all of the recent discoveries having provided reliable information as to the function of the artifacts, those vessels outfitted with zoomorphic handles were part of a set of entities having great symbolic significance: burials (Acciola, Punta di Casteddu, Cuciurpula-shelter 2) and foundation deposits dated from the 9th to 7th Centuries BC. This last case is particularly well-illustrated by observations recently made at the Prisgiona nuraghe (Arzachena, Sardinia) and the Cuciurpula settlement (Sorbollano, Corsica) (Fig. 9). 3.3.1. The ceremonial vase from the Prisgiona nuraghe “meeting hut” In Sardinia, foundation vases and other ceremonial vessels are common from the end of the Bronze Age. Their presence is mainly linked to buildings of a “public” or “community” nature (“meeting huts”, nuraghi, towers, pits, temples, etc.). In the center and South of the island, they always take very specific shapes and are often adorned with a great number of

Plate 3. Vase cérémoniel de la « cabane de réunion » du village nuragique de la Prisgiona, Bronze final (photo: A. Antona).

completely useless plastic additions (Campus, 2012). In the North, a similar tendency can be seen, but hornlike handles2 are also added. These appendages are comparable to those identified in southern Corsica, as is the case with one large vessel (Plate. 3) from the “meeting hut” in the nuragic village of Prisgiona, which was recently excavated by Angela Antona (et al., 2010). It is interesting to note that this jar is also adorned with a cord depicting a snake, which was a powerful traditional metaphor for the chtonic rulers in the iconographic and symbolic codes of the Mediterranean region. In Sardinia, when zoomorphic vases are absent, the animal itself is often placed in a pit beneath the building. It is apparent that the species is not randomly selected, because it is always wild game... and horned3. 3.3.2. The multi-footed foundation vase of house 1 at Cuciurpula The excavation of house 1 (early 8th/early 7th Century BC) at the Cuciurpula settlement, located in southern Corsica, brought about the discovery of a vase deposited in a foundation trench, under the flashing. This small vessel (Plate 4) was crushed where it lay, probably during the erection of the walls (Peche Quilichini, 2010). It is adorned with an obviously zoomorphic handle, whose shape clearly evokes a mouflon head, which is an emblematic animal in this micro-region even today. The analogical process is amplified here by the schematic depiction of the wooly tail and flanks of the animal

2 It is possible to draw a parallel between these handles and the multitude of bronze figures of lightweight ships that appear contemporaneously at all worship sites in Sardinia. The naviform bronzetti figurehead is, indeed, systematically adorned with an animal head, preferably horned. 3 This type of deposit is also documented during the Bronze Age of the Alpine Arc, the best example being the megalithic sanctuary at SaintMartin-de-Corléans, in Valle d’Aosta.

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Plate 4. Vase de fondation de l’habitation 1 de Cuciurpula (dessin: K. Peche-Quilichini).

through the addition of cords. The vase also had feet (probably four), that were not found during excavation, which is probably evidence of their intentional removal, perhaps during a foundation rite destined to “prevent” the totem animal from leaving the space with which it is associated. This association is also a testament to the theoretically antinomic symbolism of a fundamentally domestic place and a wild animal forced to reside there. This conveys a mythologically complex structure that we can only apprehend from a hypothetical perspective but that demonstrates a certain cultural homogeneity and common superstitions in southern Corsica and northern Sardinia.

3.4. SOCIAL ECHO AND THE LEGACY OF THE HORN´S SYMBOLISM : THE EXAMPLE OF CORSICA Aside from the evidence provided by the analysis of ceramic output, which is, by definition, indirect, the symbolic importance of the horn for the Corsican peoples of the protohistoric period and the very recent past takes other forms, often related to iconographic codes and/or religious manifestations. 3.4.1. The horn’s status in the Late Bronze Age societies of Corsica It is difficult to discuss the island’s Bronze Age without mentioning its anthropomorphic megaliths. The phenomenon is particularly well-developed in

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the South from the end of Bronze Age onward and even as early as the Late Bronze Age. Menhir statues can be found either alone or aligned in groups. These monoliths are slightly taller than the average man, and aside from anatomic features, they are also adorned with weapons and armor. Among the armor, there is a large number of skullcap helmets that sometimes cover the ear and that were likely originally made of leather. A minority of these helmets, notably those found on the 2nd and 4th monoliths at I Stantari (Sartène) (Plate 5), have small cavities assumed to hold horns whose purpose may have been to enhance the appearance of the helmet and thus the realism of the warrior image. The horned helmet is, in fact, a classic element of the foot soldier’s armored uniform around the end of the 2nd millennium, because its use is attested from Egypt to Peloponnesos to Sardinia (Plate 6). It would seem to be an attribute that serves as a reminder of the power of the animal from which the horns were taken. This is easily understood in a social context often defined by tensions and conflicts, as is the case for the end of the Bronze Age in the Mediterranean region. Unfortunately, the acidic island subsoil hinders the direct documentation of the horn’s use by these populations. Nevertheless, a counter-example is known. At Cuciurpula, the excavation of the older layers of settlement 6, which was occupied from the 14th to the 12th Centuries BC, led to the encounter of faunal remains made up entirely of goat and bovine


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Plate 5. Alignements d’I Stantari, hypothèse de restitution des cornes (photo et élaboration graphique: K. Peche-Quilichini).

Plate 6. Amphore et coupe d’époque géométrique, Péloponnèse, Xe siècle (photo: K. Peche-Quilichini).

spongiosa (Peche-Quilichini et alii., forthcomming). This discovery is very surprising because the interior portion of the horn, which is highly vacuolar, is theoretically among the first elements to disappear in a non-alcaline soil context. Yet, in the present case, these are the only elements that remain. In order to explain this phenomenon, one may posit that this find was actually a specialized horn cache kept in some kind of container or pit, and that it was preserved at least in part due the physicochemical process of autobasification. In any case, the discovery of horns carrying a special status at a site whose context shows signs of symbolic use proves to be an important source of information with which to contextualize our understanding and the hypotheses we formulate in regard to ceramic output.

3.4.2. Reverberations in the very recent past

Quand’ellu canta lu cuccu, Muta pelu li singhjari. E la gallina faci l’ovu, Senza mancu nidicati. E lu beccu inchjirchja i corra, Chi ni pari un ginirali. “Quand le coucou chante, Le sanglier change de peau. Et la poule fait l’œuf, Sans même un faux nid. Et le bouc voit ses cornes s’arrondir, Et ressemble à un général.” Dicton de Laretu di Tallà

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Horned divinities dominate the pantheons of the prehistoric Mediterranean and have strongly influenced the beliefs and imaginations of traditional societies. Legends, myths and rituals alike bear their mark and sometimes carry on their memory. Despite Christianization, these ancient tenets have endured in these societies at the most “archaic” level. In rural Corsica, farmers, villagers and, most importantly, shepherds still feel the presence of these divinities, who though under different names, still reside at the heart of their system of representation of the world around them and the rules that govern their interactions. Horns, which are symbols of power and strength, are worn by dominant males and are believed to hold all manner of powers, but in particular that of distancing negative forces. Life is a struggle a powerful, violent force to be channeled. The bull, the ram and the billy goat evoke this image of power. However, this energy is a constant flow of movement that animates the world, from creation to destruction. The horn is also dangerous and can be the agent of death. It, therefore, holds a dual power. This is why both a negative as well as a positive connotation are attached to this symbol that carries strong apotropaic power. Numerous tales and myths evoke the Golden Calf. It is said to hide among the megaliths, at the summit of mountains, and in the dark depths of caves. Dominique Carlotti (1924) documented a legend that recounts the tale of the Golden Calf, who, upon the third stroke of midnight on Christmas Eve, the night of the winter solstice, comes out of a boulder. After circling the rock once, it faces East, direction of the rising sun and towards which many temples from diverse religions in various parts of the world are oriented. The animal is said to emerge from the rock glowing like the sun. Picculinu, who witnessed the scene is terrified and falls into an opening in the rock. He finishes his fall in an endless cavern full of gold; a marvelous world where the pastures are sprinkled with pearls and boulders are made of rare metals and where, from each rock, upon the slightest puff of air, a wonderful glimmer emanates. The Calf of Light is born at the winter solstice from a boulder considered to be a portal between worlds. The rock as receptacle of a being of light is also encountered in a legend of Tritorre, a mountain that overhangs the village of Guagnu, whose summit is split into three rock towers, after which it is named. According to one legend, a “mythical bovine-headed animal made entirely of gold is imprisoned by these walls” and it “escapes at dawn each day, “but “it is so

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quick” that no one is able to capture it. It travels at the speed of light; it is as untouchable and evanescent as light, which demonstrates the link that joins the two. These tales, though Christianized, show glimpses of the ancient threads of a cult rendering homage to a god of Light, born of a rock -such as Mithra- in the middle of the darkest night of the year. This theme is again encountered in stories that tell of the presence of gold in rock, a belief that has contributed to the shattering of many menhirs. At Vasculacciu, an important megalithic site in the southern part of the island, it is said to be buried in rock chests. Many have searched for this treasure, but legend claims that at the first strike of a pickaxe, it begins to rain. If the treasure hunter persists, a furious, black bull then appears and chases away the transgressor. This bull, heralded by the rain, is the Lord of Storms, sovereign god of the ancient Mediterranean pantheons. The storm, sometimes accompanied by quaking, uncontrollable, impressive manifestations of Nature’s violence, brings man back to his rightful place. Thunder, lightening, and earthquakes are all weapons of the gods. They are most notably attributes of Zeus’ brotherhood. To desecrate an ancient tomb, dolmen or other burial, to demolish a menhir to push the limits is to provoke the wrath of the Heavens. Rain is the first manifestation, then the ancient god appears in the form a bull. The Devil, who also bears horns, will later replace this divinity. It is undoubtedly for this reason that the prayers associated with numerous rituals intended to provoke rainfall call on oxen, bulls and cows to bring on the rains needed to save crops. Bulls and oxen, driven by a saint in Christian versions, designate the place to build and consecrate a temple or construct a village, the first houses and church. Black billy goats, gigantic mouflons and goldenfleeced rams also populate Corsican tales. With their footprints, they mark the territory and define the limits and places of worship; they mark old tombs and the sacred and “protected places”. Remnants of forgotten pantheons, they continue to haunt the island lore. Thus, they are encountered at the heart of the carnival, where the mannequin, temporary king, wears the longest horns available. His herd is also adorned with impressive horns, strange masks and animal skins. They represent the powers of the Otherworld, who hold captive the forces of life and who, in the dangerous month of February, will surrender them unto men.


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Horns are also reputed protectors that keep “evil eye” at bay, thus avoiding the negative force that weighs down men and their herds, attracting bad luck, illness and accidents. Hung around the neck and made of corral or metal, they are given as early as childhood. Placed on fences and near enclosures, they protect the herd (Fig. 7). The act of making them by hand, a gesture of conjuration, renders them protective against the ill effects of jealousy, envy, and vectors of “evil eye” brought on by a compliment. They also serve as amulets or receptacles for amulets that are hung from the necks of dominant livestock in order to protect the entire herd. In short, the horn is ever-present in the shepherd’s toolkit, where it constitutes the raw material for handles for cutlery, in particular. During foundation rites, at the placement of the foundation stone or on the threshold of the home at its inauguration, it was customary to sacrifice an animal and spread its blood on the stone. Most often, the sacrificial animal was a rooster or hen, but mention of billy goats or rams is not unheard of. These virile males attract the forces of life into the home, promoting fertility and abundance. This is a flagrant example of the remnants of practices dating back to the protohistoric period, or perhaps even earlier, that echo the processes described above. Enclosure gates, thresholds, foundation stones and cornerstones all share the notion of boundary. Passageways, boundaries and foundations were places or moments that inspired fear because they are analogous with death, the ultimate boundary. These places belong to the dead, to ancestors and the Otherworld. In this way, the dual directionality of horns can only remind us of the function of the latin god Janus, the two-headed guardian of passageways, whose importance in Corsica is visible in its toponymy. Numerous rituals linked to these passages or “first times” endure. The home, place that will shelter the family, must be anchored to a territory rooted, so to speak. Thus, it must be protected from negative energy that may harm the family. For this, one honors and invokes one’s ancestors in order to appease them. These horned divinities are the symbol of the unceasing motion of life. Moving from one world to another, from sunrise to sunset, from death to rebirth, they are, in essence, psychopomps and form a link between worlds, between the living and the

dead. Their horns encapsulate and symbolize them. They evoke their strength and power and give men a weapon with which to fight the negative forces that hinder them in life. Thus, they are able to summon the protection of these old divinities that still reign over “growth, seeds and germs”, who govern storms; they are recognizable in the rumble of thunder and in the course of the sun. They take with them, in the incessant dance of the cycles of time, all that lives and all that is born.

4. CONCLUSIONS In quantitative terms, Neolithic anthropomorphic pottery is relatively rare. In the pottery series to which they belong, their presence is uncommon, but their ostentatious style bears the footprint of a semiological, symbolic and sociological richness. The key point of this discussion resides in the fact that these objects do not stand alone but are, instead, part of a larger network. This semiological network is characterized by anthropomorphic imagery: schematic figures during the Early Neolithic period in the Valencian Cardial culture, breasts in the Middle Neolithic cultures of the Alpine Arc and sun-shaped eyes in the Chalcolithic period in southeastern Spain. The observation of the sociological mechanisms that govern pottery-making in recent societies, notably among the peoples of Sub-Saharan Africa, shows that the anthropomorphic characteristics of the pottery are not systematically ostentatious. Instead the data show that pot/man relationships revolve around three ontologies: narration, metonymy and personification. This new interpretation allows us to view archaeological output from an angle that permits us to approach pottery as a semiological object in the sense that Roland Barthes understood it (1985: 249-260). In the domain of zoomorphic expression, as we have seen, after the first ornithomorphic Italian pottery, prehistoric potters were mostly inspired by paired horns, which were perceived as a restrictive synecdoche of the animal who bore them. The interpretation of the horn’s symbolism in the Mediterranean region has undergone much examination. Simplistically, for some, it is an attribute of the bull, an animal of great power, and is therefore a masculine code. For others, it is likened to the moon, whose cycles have a menstrual rhythm, and would thus be a feminine symbol.

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Pointed toward the heavens, horns carry a religious symbolism and fit well with Uranian practices4. Whatever the case may be, the horn’s status is probably complex, multifaceted and anchored in ancient Mediterranean and hybrid traditions, rendering its explanation impossible with only archaeological and ethnological methods. We can, nevertheless, highlight the fact that the lingering presence of its symbolism in certain traditional societies is patent. This is notably true in Corsica, where the material and the shape of the horn has structured the functional landscape for shepherds for at least 3000 years. The methodological confusion and detours involved in the use of analogy in archaeology and ethnoarchaeology have been pointed out many times (Lane, 1996; Gosselain, 2011). To go beyond analogy in ethnoarchaeology is now a necessity. Nevertheless, it is difficult to definitively break ties with a way of thinking and a view of the universe inherited from Antiquity (Foucoult, 1966). Notably, it is through analogy that our analytical and discursive reasoning were constructed. In a sense, we must challenge ourselves to go beyond our customary reasoning. What, then, can we gain from ethnographic studies in archaeology today? Should we see ethnoarchaeology as a discipline, a sub-discipline, a work tool or a way of thinking? Can ethnoarchaeology remain theoretical? Can we entrust the ethnologist’s territory to the archaeologist? In this essay, the ethnographic data were used as a platform for thought. Our work may, indeed, appear structuralist, but we do not define ourselves as belonging to a particular school of thought. However, the fact remains that the relationships between the body, whether human or animal, and pots are archaeologically discernible as early as the Neolithic period and are long-lasting, as they are still expressed today through the taboos and beliefs at the heart of the operational sequence of potterymaking in “traditional societies” in Africa. Finally, this relationship is so significant that even ceramologists, who are supposed to have a subjective and analytical view of their study material, use, much like potters themselves (Gosselain, 2005: 205), a vocabulary that voluntarily names the parts of a vase after human body parts (Haaland, 2009).

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4 On this point, we refer you to the studies on Minoan “horns of consecration” (Marinatos, 1993 ; Milicevic Bradac, 2005).

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Vista del túmulo 2 de A Áspera durante su excavación.


3.5. REFLEJO SOCIAL DEL CONTENIDO CERÁMICO DE DOS ESTRUCTURAS TUMULARES EN EL NOROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. A ÁSPERA (BÓVEDA, LUGO) SOCIAL REFLECTION OF CERAMIC CONTENTS OF TWO MOUNDS STRUCTURES IN THE NORTHWEST OF THE IBERIAN PENINSULA. A ROUGH (BÓVEDA, LUGO) Juan A. Cano Pan1 y Diego Piay Augusto1

Resumen

Abstract

La construcción de enterramientos tumulares que, en muchas ocasiones, aparecen asociados a cerámicas de tradición campaniforme, refleja parte del comportamiento de las sociedades en las que se introduce la tecnología metalúrgica. Este estudio analiza los restos materiales documentados a fin de dilucidar si su deposición es de carácter simbólico, asociados al ritual de la muerte, o si por el contrario se trata de fragmentos de recipientes desechados que bien pudieran haber formado parte del contenido sedimentario necesario para la construcción de los túmulos. La complejidad del objeto de estudio se define por la presencia de factores post-deposicionales y por la existencia de dos estructuras tumulares muy próximas con características morfológicas y constructivas diferentes. El objetivo es detectar indicios de intencionalidad simbólica a partir de la ubicación de los fragmentos cerámicos localizados, partiendo de un análisis directo del repertorio cerámico y de su ubicación en relación a los contextos arqueológicos en los dos elementos tumulares

The construction of burial mounds -frequently associated with bell-beaker tradition potteryreflects the behavior of societies in which metallurgic technology is introduced. The present work analyzes the recorded material remnants in order to clarify if its deposition is simbolic in nature, linked to funerary ritual, or, by contrast, they are fragments of discarded vessels likely forming part of the sedimentary content needed for the tumulus building. The complexity of the point arises from the presence of post-deposition factors and the existence of two very close tumular elements with different constructive and morphologic features. The aim is to detect signs of symbolic intention based on the situation of the pottery fragments found, starting from a direct analysis of the ceramic catalogue and its placement related to the archaeological context in both tumular elements.

Keywords: Burial Mound, Bell-Beaker Pottery, Simbolic, Death.

Palabras clave: Túmulo, Cerámica Campaniforme, Simbólico, Muerte.

1 Arqueoloxía do Noroeste S.L.U. Pza. Maestro Rodrigo, 7, 15173 (Oleiros, A Coruña). [ juan.cano@arqueonor.net ] ; [ diego.piay@arqueonor.net ]

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1. ANTECEDENTES Las intervenciones arqueológicas a las que haremos referencia tuvieron lugar como consecuencia de las obras de construcción de la Autovía Sarria-Monforte, en su tramo III, que se desarrollaría entre el núcleo de A Áspera y Monforte de Lemos. La realización de las actuaciones estaba amparada por la legislación vigente, dado que dichas obras afectaban al área de protección del denominado Túmulo de A Áspera ga27008016. De este modo, la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia estableció un área de cautela entre los puntos kilométricos 19+100 y 19+200, en la cual era preceptivo realizar una serie de sondeos manuales para valorar la incidencia de la futura autovía sobre el patrimonio en la zona de afección. Tras resolver los diversos trámites burocráticos y administrativos, dieron comienzo las actuaciones arqueológicas.

2. FASES DE LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA El proceso que daría lugar al descubrimiento y posterior excavación de dos estructuras tumulares inéditas tuvo lugar en el transcurso de tres fases sucesivas: a. Sondeos Arqueológicos. Entre los días 11 de mayo y 6 de junio de 2009, se excavaron hasta alcanzar el depósito aluvial original, 16 sondeos manuales de 4 m x 4 m, hasta completar un área examinada de 256 m². Si bien los resultados de los sondeos fueron en todos los casos negativos, durante las labores de desbroce necesarias para plantear las catas se localizó un túmulo de considerables dimensiones (18,12 m eje norte-sur/17,21 m eje este-oeste/1,21 m de altura) dentro del área expropiada para la futura traza (Fig. 1). b. Excavación en Área. Puesto que no se encontraron alternativas factibles para la conservación integral del elemento, se realizó un proyecto de excavación en área del nuevo elemento tumular detectado y su entorno inmediato. La actuación se desarrolló durante el final del otoño del año 2009 y el inicio del invierno del mismo

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año (del 13 de octubre hasta el 23 de diciembre). Durante esta campaña de excavación se pudo documentar el proceso de construcción del túmulo: tras una preparación inicial de la superficie sobre la cual se levantaría la estructura inicial, se excavó una fosa que albergaría el enterramiento. Posteriormente se levantó el túmulo térreo, para lo cual se empleó el sedimento disponible en la superficie inmediata, desprovisto del componente pétreo, cantos de tamaño mediano/pequeño que formaban parte de la matriz arcillosa. Las piedras fueron posteriormente empleadas para configurar un anillo pétreo fundamentalmente conformado con los cantos rodados y sub-angulosos de cuarcitas. La masa de piedras cubría al túmulo térreo parcialmente, dado que éstas se disponen en torno a la parte central del túmulo extendiéndose hacia el exterior (Fig. 1 y Lám. 1-I). Además, se localizaron unos cantos cuarcíticos de mayor tamaño que actuaban como hitos delimitadores de la estructura tumular. A pesar de las alteraciones post-deposicionales, derivadas fundamentalmente de un profundo proceso de reforestación en el que se empleó maquinaria pesada y que desvirtuó la estructura anular pétrea, es posible lograr una percepción aproximada de la morfología original de la estructura a partir de su representación planimétrica (Fig. 2). Además, en el entorno inmediato del túmulo, se localizaron una serie de estructuras que podrían estar relacionadas directamente con su construcción, o con estancias anteriores o posteriores, siempre dentro de un concepto diacrónico corto. De cualquier modo, fueron erigidas cerca de un elemento con un marcado carácter simbólico, agrupándose fundamentalmente en la parte sur y este del túmulo. Destaca una estructura de combustión (Lám. 1-II y 2) de gran tamaño (1,90 m eje norte-sur/1,75 m eje este-oeste). En la parte central del túmulo, tras retirar los sedimentos alterados correspondientes al cono de violación, no se registró ningún tipo de estructura pétrea, documentándose una fosa inicial de morfología circular, con 1,50 m de diámetro y 0,30 m de profundidad. Esta fosa inicial se vio posteriormente alterada por la excavación de otras fosas menos profundas que dieron lugar a un espacio de morfología circular delimitado en su perímetro por un leve


REFLEJO SOCIAL DEL CONTENIDO CERÁMICO DE DOS ESTRUCTURAS TUMULARES EN EL NOROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICAA ÁSPERA (BÓVEDA, LUGO)

Fig. 1. Situación y emplazamiento de las intervenciones arqueológicas.

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Lám 1. Vista cenital y panorámica del túmulo 1 de A Áspera durante su excavación. I Vista cenital del túmulo 1 durante su excavación. II. Vista del túmulo 1 tras retirar la coraza pétrea.

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REFLEJO SOCIAL DEL CONTENIDO CERÁMICO DE DOS ESTRUCTURAS TUMULARES EN EL NOROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICAA ÁSPERA (BÓVEDA, LUGO)

anillo pétreo (Lám. 4-IV) (Fig. 2 y 3). El interior de la superficie de estas fosas presentaba evidentes signos de rubefacción, evidenciando un ritual vinculado con la combustión, que podría estar asociado con la estructura exhumada en la parte sureste del túmulo (Lám. 3-II). Por otra parte, en el interior de la fosa inicial se localizaron dos láminas de sílex y tres puntas de proyectil in loco, mientas que en las fosas posteriores o en relación directa con las mismas se exhumaron fragmentos de varios recipientes cerámicos también in loco (Lám. 4-III), y un importante ajuar lítico (Lám. 7-IX), donde sobresalen las puntas de proyectil. Éstas podrían proceder de la alteración parcial de la fosa inicial. En todo caso hay que destacar la ausencia de elementos cerámicos en el sedimento que colmataba la fosa inicial. c. Ampliación del área de excavación. Cuando se estaba finalizando la excavación del nuevo túmulo documentado, se optó por retirar los desechos de la tala de arbolado ubicados al norte de la excavación. El objetivo era incrementar el espacio destinado a escombrera, generando así un área mayor para la deposición de los sedimentos extraídos en el curso de los trabajos. Durante el control directo de esta actividad, se vislumbró una nueva estructura tumular, que se ubicaba aproximadamente a 20 m de la anterior (Fig. 2). Este túmulo inédito, de menor tamaño, contaba con unas dimensiones de 12,71 m (eje este-oeste) y 12,60 m (eje norte-sur). Su alzado final apenas superaba el 0,50 m y tenía un cono de violación central de unos 4 m (eje norte-sur) y de 3,5 0 m (eje este-oeste). El hallazgo del nuevo elemento arqueológico incrementaba la problemática patrimonial. A pesar de estudiar alternativas viables para evitar la excavación integral del elemento y desviar el trazado, ninguna propuesta fue satisfactoria. Por todo ello se hizo necesario acometer una nueva intervención arqueológica. La actuación comprendería la excavación total del nuevo elemento documentado y su entorno inmediato, y también del espacio ubicado entre ambos túmulos (ver Fig. 2). Además se realizaría un decapado de toda la superficie restante empleando medios mecánicos bajo

supervisión arqueológica, con lo cual se verificaría la posible presencia de nuevos elementos arqueológicos. La excavación de este nuevo elemento, mejor conservado, se desarrolló durante el final del invierno del año 2010 y la primavera del mismo año (del 15 de marzo hasta el 4 de junio). La nueva intervención permitió definir el proceso de construcción del túmulo: tras excavar una fosa central para albergar el enterramiento, se erigió el túmulo térreo con el sedimento -también depurado de componentes pétreosdisponible en el entorno inmediato. Para sostener el túmulo de tierra se colocaron piedras de tamaño medio, que conformaban un primer anillo lítico que alcanzaba 1,40 m de espesor (Lám. 5-VI). Posteriormente, y tras llevar a cabo una selección consciente del material lítico, se configuró un segundo anillo perimetral, de piedras de menor tamaño, en el límite del túmulo térreo. Este anillo alcanzaba 2 m de anchura, y se conservaba íntegramente (ver Lám. 5-V). Dado el empleo del soporte cuarcítico fundamentalmente blanco para configurar el anillo lítico, puede suponerse la gran visibilidad del elemento auspiciada por la irradiación solar. En la zona central no se localizó estructura pétrea. Tras retirar los sedimentos alterados correspondientes al cono de violación, se localizaron los restos de una fosa central excavada en el sedimento aluvial original (Lám. 6-VIII), en la cual se documentaron dos hachas pulimentadas in loco (Lám. 75-X). En el entorno inmediato del túmulo se encontró en su parte suroeste una amplia fosa, colmatada con restos de talla y termofragmentos y una serie de zanjas excavadas en el sedimento aluvial original, algunas de las cuales estarían relacionadas con el monumento funerario. En cuanto al espacio intratumular, no fueron detectados durante la excavación del mismo restos arqueológicos. Sí se documentaron alteraciones en esta zona debidas a las labores agrícolas reiteradas. Prueba de ello son los fragmentos modernos de hierro encontrado entre los dos túmulos, asociado a improntas en negativo generadas por el empleo del arado.

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Fig. 2. Planimetría del espacio excavado. Restos documentados en niveles de ocupación.

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Lám. 2. Ortofotografías del túmulo 2 de A Áspera: III. Vista del túmulo 2 durante la excavación; IV. Segundo nivel de anillo lítico documentado en el túmulo 2

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Fig. 3. Fosas localizadas en los túmulos 1 y 2 y materiales asociados a las mismas.

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Lám. 3. Excavación de la fosa del túmulo 1 de A Áspera: I. Restos cerámicos in situ localizados en la fosa central del túmulo 1; II. Fosa central del túmulo I, tras finalizar su excavación.

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Lám. 4. Proceso de excavación del túmulo 2 de A Áspera: V. Vista del túmulo 2 durante su excavación; VI. Fosa central del túmulo 2, tras finalizar su excavación

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3. RESTOS MATERIALES RECUPERADOS Durante la excavación del túmulo 1 y su entorno inmediato se registraron un total de 540 entradas, entre líticos, cerámicas y dos fragmentos de ocre (Fig. 4 y 5). Además se identificaron algunos fragmentos metálicos de época reciente, relacionados sin duda con la explotación agrícola de la zona intervenida arqueológicamente. De las 540 siglas, la mayoría se corresponden con fragmentos cerámicos (418), seguidos de los líticos (111), ocres (dos), y por último los ya mencionados restos metálicos modernos (nueve). Entre los líticos con un componente ritual claro (Lám. 5-IX) destaca la presencia de (siete) puntas de proyectil (una de ellas fragmentada), cuatro de base cóncava (una con una concavidad tan leve que podría incluirse entre las de base recta), dos de base recta y una de base triangular, (cinco) láminas y un hacha. La práctica totalidad de los restos recuperados que pueden relacionarse con el túmulo se exhumaron en el interior de la estructura tumular y en la transición al sedimento aluvial original. La excavación del túmulo 2 tuvo una incidencia cuantitativamente menor en el registro, dado que se registraron solamente 183 entradas. La mayoría se corresponden con restos líticos (91), seguidos de cerámicas (65) y fragmentos metálicos modernos (27). Entre los hallazgos líticos de claro componente ritual, destaca la presencia de dos hachas pulimentadas exhumadas in loco, en la fosa central (ver Lám. 5-X). Los fragmentos metálicos modernos se localizaron en la zona intratumular, que, como ya hemos apuntado, se vio sometida reiteradamente a labores agrícolas y de repoblación. Por lo tanto, si analizamos los datos de forma global, el resultado es que de las 723 siglas inventariadas, un 66,8% se corresponden con cerámicas, un 27,9% con líticos, un 5% con fragmentos metálicos modernos, y un 0,3% con restos de ocre. La diferencia más significativa entre los dos túmulos es la escasa presencia de fragmentos cerámicos ornamentados en el segundo de ellos (tan sólo un fragmento en el interior del túmulo), es decir, un 1,5% del total), mientras que en el primer túmulo las cerámicas pertenecientes a recipientes decorados suponen el 39,2% del total recuperado (164 fragmentos). En cuanto a los restos líticos, la presencia es igualmente mucho mayor en el túmulo 1; la diferencia es también cualitativa, dada la presencia en el túmulo 1 de un ajuar lítico con

siete flechas, cinco láminas y un hacha pulimentada frente a las dos hachas localizadas en la fosa central del túmulo 2. El fragmento decorado en el túmulo 2 aparece descontextualizado en la masa tumular, bajo el segundo anillo; las dos hachas están in loco en el interior de los sedimentos no alterados por el cono de violación de la fosa central. En el túmulo 1 se mantiene el componente lítico in loco en la fosa inicial -tres puntas de proyectil y dos láminas- mientras que en las fosas posteriores, aunque se constata todavía la presencia de líticos, entran en escena los recipientes cerámicos decorados, desplazando en importancia a los primeros.

3.1. ANÁLISIS DE LA CERÁMICA EXHUMADA Como ya hemos expuesto, existe una gran diferencia entre los dos túmulos en cuanto a las cerámicas ornamentadas. Si bien la ratio de cerámicas decoradas en relación al total de fragmentos exhumados durante las intervenciones arqueológicas revela que de cada 10 fragmentos 3,4 están decorados o pertenecen a recipientes ornamentados, la realidad es que si analizamos cada túmulo de modo individual el resultado es que en el túmulo 1 (Fig. 4 y 5) (Lám. 1 y 2), de cada 10 fragmentos casi cuatro están decorados (ca. el 40%), mientras que en el túmulo 2 la ratio disminuye de tal modo que de cada 10 fragmentos ni tan siquiera uno está decorado. Este análisis es de enorme interés, dado que las diferencias cualitativas y cuantitativas podrían reflejar diferencias en el proceso de transformación social entre ambas estructuras. Para clarificar esta cuestión es necesario que conozcamos la ubicación y distribución de los restos cerámicos en los dos túmulos, a fin de tratar de establecer si éstas obedecen a un proceso de carácter aleatorio, o si por el contrario responden en algún caso a una deposición intencional de los restos cerámicos en asociación directa al ritual brindado a los difuntos (Lám. 1 y 2). 3.1.1. Contextos de localización de restos cerámicos Como ya apuntamos de forma genérica al analizar los restos materiales recuperados, la mayor parte de los fragmentos cerámicos documentados se localizaron en el interior de la estructura tumular y en la transición al sedimento aluvial original. No obstante, algunos fragmentos fueron localizados en la tierra vegetal, como consecuencia de factores de carácter postdeposicional.

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Fig. 4. Diseño gráfico de los materiales ornamentados recuperados en el Túmulo 1.

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Fig. 5. Diseño gráfico de los materiales ornamentados recuperados en el Túmulo 1.

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Lám. 5. Cerámicas ornamentadas recuperadas durante la excavación del túmulo 1.

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Lám. 6. Cerámicas ornamentadas recuperadas durante la excavación del túmulo 1.

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En el túmulo 1 (Fig. 2), los restos cerámicos se distribuyen por toda el área excavada, a excepción del cuadrante noroeste, en el cual se aprecia una significativa ausencia de fragmentos, si bien debemos tener en cuenta que se trata de la zona más deteriorada del elemento. Destaca además la presencia de una concentración de materiales en las fosas secundarias y sedimentos asociados a las mismas, y en la parte este de la estructura tumular. Esta distribución se relaciona directamente con la secuencia estratigráfica básica, que pasamos a describir brevemente: por debajo de la capa vegetal, se documentó un nivel de tierra negra húmica, bajo el cual subyacía los restos del anillo lítico de la estructura tumular. Por debajo del nivel pétreo se documentó la masa tumular del elemento, que no era homogénea, y presentaba algunos depósitos carbonizados sin fosa en su sedimento. En el centro del túmulo se encontraba un cono de violación que cortaba a la masa tumular y alcanzaba el conjunto de fosas centrales. La fosa inicial estaba excavada sobre el sedimento aluvial original y las posteriores sobre este sedimento y sobre el relleno de la primera fosa. La tierra vegetal cubría también una serie de estructuras agrupadas principalmente en la parte este y sur del túmulo, que habían sido excavadas en el sedimento aluvial original y que como explicado pueden relacionarse con la construcción del túmulo o con otras estancias en su entorno. Por último, en el exterior del túmulo se documentó un nivel fértil que marcaba la transición al sedimento aluvial original y que presentaba restos materiales. Este nivel de ocupación debe relacionarse con la actividad en el entorno del túmulo. El sedimento aluvial original era de matriz limosa y presentaba numerosos cantos cuarcíticos.

UE

La relación entre la secuencia estratigráfica básica simplificada y los restos cerámicos recuperados durante la excavación del túmulo 1 se presenta de forma sintética en la tabla 1. Siguiendo el gráfico reproducido sobre estas líneas, la distribución por UES es la que sigue: 148 fragmentos (35,4% del total) en la UE002 [Tierra vegetal]; 127 fragmentos (30,4% del total) en la UE009 [Masa tumular]; 62 fragmentos (15,3% del total) fueron exhumados en la UE038 [Sedimento que colmata la fosa central]; 48 fragmentos (11,5% del total) en la UE005 [Transición al sedimento aluvial original]; 22 fragmentos (5,2% del total) se localizaron en la UE11 [Relleno del cono de violación]; cinco fragmentos (1,2% del total) en la UE028 [Depósito que colmata una fosa]; dos fragmentos (un 0,5% del total) en la UE013 [Depósito que colmata una zanja]; un fragmento (0,2% del total) se exhumó en la UE025 [Depósito que colmata una zanja] y el fragmento restante (0,2% del total) en la UE037 [Depósito que colmata una zanja]. Los fragmentos decorados recuperados se concentran en la UE009 con 111 exponentes; UE038, con 39 exponentes; UE002, con siete; UE011, con cuatro, y UE005, con tan sólo tres exponentes. En este túmulo un 22,7% de las cerámicas aparecen relacionadas con estructuras concretas (el cono de violación, la fosa central, tres zanjas y dos fosas). Además se constata la presencia de fragmentos pertenecientes a dos recipientes cerámicos decorados de tradición campaniforme, de la variedad “geométrica” (ver Lám. 8). En el túmulo 2 (Fig. 2), los restos cerámicos aparecen muy diseminados, concentrándose principalmente en la parte sur y oeste del elemento. La

DESCRIPCIÓN

DECORADOS

002

Tierra vegetal

141

7

005

Transición al sedimento aluvial original

45

3

037

Depósito que colmata una zanja

1

013

Depósito lineal

2

025

Depósito que colmata una zanja

1

011

Relleno de cono de violación

18

028

Depósito que colmata una fosa

5

4

009

Masa tumular

16

111

038

Sedimento que colmata las fosas centrales

25

41

Tab. 1. Restos cerámicos recuperados durante la excavación del túmulo 1.

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RESTOS CERÁMICOS LISOS

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Lám. 7. Restos líticos documentados durante las excavaciones en A Áspera, Bóveda (Lugo): VII. Repertorio lítico axhumado en la fosa central del túmulo 1; VIII. Repertorio lítico axhumado en la fosa central del túmulo 2.

Lám. 8. Restos cerámicos con decoración campaniforme. Túmulo 1: IX. Recipiente de tradición campaniforme con arranque de asa; X. Restos cerámicos de tradición campaniforme.

secuencia estratigráfica básica simplificada del túmulo 2 y su entorno presenta analogías con la del túmulo 1, y sería la que sigue: dado que las capas superficiales fueron removidas con medios mecánicos, la excavación estratigráfica se inició con la excavación de la tierra vegetal, bajo la cual subyacía el primer nivel de anillo de la estructura tumular así como la masa sedimentológica empleada para elevar el túmulo; por debajo del nivel pétreo se documentó un segundo anillo lítico; desplazado hacia el oeste con respecto a la parte central del túmulo se localizó una fosa central levemente alterada por la presencia del

cono de violación central. La tierra vegetal cubría además una serie de estructuras localizadas en la parte oeste del túmulo; una serie de zanjas y una estructura en fosa, con un relleno de elementos líticos de talla y termo-fragmentos (con algunas evidencias de combustión y presencia de carbones vegetales en la matriz de los sedimentos profundos de la estructura), que pueden relacionarse con un alto grado de certeza con la construcción del túmulo o con estancias relacionadas con el mismo dentro de una sincronía larga. En la parte central del túmulo se encontraba un cono de violación que cortaba a la masa tumular

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UE

RESTOS CERÁMICOS

DESCRIPCIÓN

LISOS

DECORADOS

002

Tierra vegetal

19

042

Anillo lítico superior

8

043

Masa tumular

16

1

045

Transición al sedimento aluvial original

20

1

Tab. 2. Restos cerámicos recuperados durante la excavación del túmulo 2.

y alcanzaba los sedimentos superiores de la fosa central, que a su vez había sido excavada sobre el sedimento aluvial original del terreno. La tierra vegetal cubría también una serie de estructuras agrupadas principalmente en la parte este y sur del túmulo, que habían sido excavadas en el sedimento aluvial y que como hemos ya dicho pueden relacionarse con la construcción del túmulo o con estancias relacionadas con el mismo dentro de una sincronía larga. Por último, en el exterior del túmulo se documentó un nivel fértil que marcaba la transición al sedimento aluvial original, y en el cual se documentaron restos materiales. Este nivel de ocupación debe relacionarse con la actividad en el entorno del túmulo. La relación entre la secuencia estratigráfica básica simplificada y los restos cerámicos recuperados durante la excavación del túmulo 2 se presenta de forma sintética en la tabla 2. Siguiendo el gráfico, la distribución por UES es la siguiente: 21 fragmentos (32,3% del total) fueron exhumados en la UE045 [Transición al sedimento aluvial original] 19 fragmentos (29,2% del total) en la UE002 [Tierra vegetal]; 17 fragmentos (26,1% del total) en la UE043 [Masa tumular] y los ocho fragmentos restantes (12,3% del total) se localizaron en la UE042 [Anillo lítico superior]. Los únicos fragmentos decorados recuperados se exhumaron en las UE045 y en la UE043. Es importante reseñar que en el túmulo 2 no se documentaron fragmentos cerámicos que puedan vincularse fehacientemente con la estructura central o con otras estructuras de carácter singular. Los únicos restos cerámicos que pueden relacionarse con el enterramiento tumular fueron exhumados en el anillo lítico superior y en la masa tumular, apareciendo diseminados por la superficie de estas dos unidades estratigráficas.

4. CRONOLOGÍA Si bien, es sabido que las formas cerámicas presentan un grado de conservadurismo elevado, pudiendo permanecer inalteradas, con pequeñas variaciones morfológicas durante siglos1, es posible establecer ciertas precisiones cronológicas. En el túmulo 1, la presencia de cerámicas con elementos decorativos ya conocidos, unida a las características intrínsecas de la estructura, nos llevan a establecer una primera aproximación cronológica que iría grosso modo desde los inicios del tercer milenio hasta el 2200-2100 a. C. El registro arqueológico permite dilucidar una primera fase, en la cual se enmarcaría la construcción de la fosa inicial y los elementos líticos asociados a la misma, localizados in loco -2 láminas y tres puntas de proyectil (las dos de base recta y la que está entre recta y ligeramente cóncava)-. Una segunda fase A, que se corresponde con las fosas secundarias centrales con presencia de recipientes con decoración no campaniforme y por último otra segunda fase B, que se define por la realización de pequeñas fosas periféricas ubicadas en la masa tumular. A estas últimas fosas se asocia la presencia de cerámica con decoración campaniforme (Lám. 8). En conclusión, podemos hablar en el caso del túmulo 1, de un proceso de diacronía corta, cuya fase final estaría definida por la presencia de cerámicas campaniformes en asociación con otros motivos decorativos. El túmulo 2 presenta mayores dificultades, dada la práctica inexistencia de cerámicas decoradas, así como de fragmentos de tradición campaniforme. No obstante, debe subrayarse el óptimo estado de conservación de la estructura, su uniformidad y la ausencia de alteraciones si exceptuamos aquellas debidas a la fosa de violación central y a las actividades agrícolas modernas.

1 OLIVEIRA, S., “Povoados da Pré-História recente da região de Chaves-V.ª P.ª de Aguiar”, Porto, 1986, VOL. I-A, pp. 267..

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Hemos documentado numerosas analogías para los restos cerámicos localizados en el túmulo 1. Los fragmentos 205/206/212/227 encuentran paralelos en el túmulo 5 de Monte Pirleo (Guitiriz, Lugo), yacimiento datado en la primera mitad del tercer milenio2. Los fragmentos 234/240 son claros ejemplos de campaniforme con decoración geométrica, bien documentados en el noroeste peninsular, por ejemplo en As Mamelas3. Las cerámicas 138/167/77/406/354 encuentran similitudes ornamentales con fragmentos recuperados en Guidoiro Areoso, y que se encuadran dentro del Neolítico Final4. No obstante, los paralelos más cercanos desde el punto de vista ornamental los encontramos en los niveles I y II de ocupación de la estación de Vinha da Soutilla (Chaves), poblado portugués para el cual se señala un período de ocupación durante todo el tercer milenio5. En dicho poblado se exhumaron recipientes que basan su decoración ornamental en el empleo del triángulo como motivo nuclear. Se trata de un patrón estilístico bien determinado: “triángulos incisos preenchidos con puncionamentos verticais os obliquos, dispostos en sequencia horizontal, sob o bordo” (Oliveira, 1986: 75). Los triángulos, delimitados por una o varias líneas incisas, se suceden en secuencias horizontales, y están rellenados con incisiones y punciones. Estos motivos, aunque presentan una gran diversidad compositiva, mantienen no obstante una organización decorativa siempre uniforme, siguiendo un patrón lineal que repite, en secuencia horizontal, el mismo motivo base. Y es aquí donde encajan los restos pertenecientes a tres recipientes ornamentados recuperados durante la excavación del túmulo 1 de A Áspera (Lám, 3 y 4). El primero de ellos (205/206/ 212/227/228/229/230/231/232) es un recipiente esférico que presenta una secuencia horizontal de triángulos con la base orientada hacia la parte superior del recipiente; dichos triángulos están configurados a

partir de dos líneas paralelas, estando el interior y el exterior de los mismos ornamentado con punciones. Este recipiente se relaciona directamente con una de las fosas secundarias centrales del túmulo 1. El segundo de ellos (362), presenta tres líneas paralelas por debajo del borde del recipiente, y sucesivamente una secuencia de triángulos con su base orientada hacia la base. El interior de los triángulos está ornamentado con líneas incisas que configuran un reticulado, mientras que el espacio ubicado entre los triángulos se completa con punciones. El tercero de los recipientes, (268/283/337/145/284/289/150/336/2 78/270/263/260/262/285/250/266), presenta una línea incisa a la altura del cuello, por debajo de la cual se extiende la secuencia de triángulos. El interior de los mismos está ornamentado con punciones, mientras que el espacio exterior generado entre los triángulos no presenta decoración. En este caso la base del triángulo está orientada, nuevamente, hacia la parte superior del cacharro. Las organizaciones decorativas referidas invaden prácticamente la superficie exterior de los recipientes, desarrollándose a partir del borde hasta alcanzar casi la base de los mismos. Los patrones estilísticos documentados encuentran paralelos en múltiples de contextos tumulares y habitacionales de la Prehistoria Reciente peninsular6. Aparecen en las grutas andaluzas, para las cuales se propone una cronología Neolítico Final-Calcolítico Inicial; en el dolmen de corredor de El Guadalperal (Cáceres); en el poblado Calcolítico de La Pijotilla (Badajoz); en Monte do Outeiro, donde se habla incluso de dos fases tumulares sucesivas, una precampaniforme y otra campaniforme, representando el patrón estilístico de los triángulos la primera de estas fases. En Galicia, este patrón decorativo aparece en yacimientos en los cuales se exhumaron cerámicas campaniformes. Es el caso de Regueiriño (Península de Morrazo, Ponte-

2 FÁBREGAS, R. y Vilaseco, X. I., “Manifestaciones funerarias entre el III milenio y el II milenios A. C. en el Noroeste Ibérico”, Las Comunidades Campaniformes en Galicia, C. 25, 1988, pp. 234. 3 CANO J., “El poblado de As Mamelas (Sanxenxo, Pontevedra)”, en Las Comunidades Campaniformes en Galicia, C. 22, 1988, pp. 200; PRIETO, P., “La alfarería de las comunidades campaniformes en Galicia: contexto, cronologías y estilo”, Las Comunidades Campaniformes en Galicia, C. 35, 1988, pp. 349. 4 REY, J.M., “Guidoiro Areoso (Illa de Arousa, Pontevedra): Un pequeño islote con una intensa ocupación entre el Neolítico Final y la Edad del Bronce”, C. 23, pp. 207. 5 OLIVEIRA, S., “Povoados da Pré-História recente da região de Chaves-V.ª P.ª de Aguiar”, Porto, 1986, VOL. I-A, p. 71-312 y pp. 292-296, con resultados de los análisis radiocarbónicos. 6 OLIVEIRA, S., “Povoados da Pré-História recente da região de Chaves-V.ª P.ª de Aguiar”, Porto, 1986, VOL. I-A, p. 276 y ss. Seguimos a Susana Oliveira a la hora de exponer los numerosos paralelos disponibles, de los cuales citamos sólo algunos. Su conclusión es que este patrón decorativo tiene un carácter transregional, y que se desarrolla durante todo el III milenio a.C. (y eventualmente inicios del II milenio), insertándose en los más variados contextos regionales, yuxtaponiéndose a vasos de uso común y funerario, con múltiples implicaciones, y expresando niveles de interacción social de diversa complejidad. Finaliza diciendo que es, en verdad, “o único padrão decorativo común a recipientes integrados em regiões culturais tão afastadas como o sudeste, a Estremadura portuguesa, a Meseta e o noroeste peninsular”.

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vedra), se documentaron recipientes muy similares a los de Vinha da Soutilha. En Fontela aparecieron fragmentos con decoración de triángulos asociados a punciones en relación con cerámicas campaniformes y con una datación radiocarbónica: 2450 a.C. En el túmulo I de A Áspera se repite la misma situación, dado que se han documentado este tipo de decoraciones en connivencia con al menos dos recipientes decorados de tradición campaniforme (352, 376/377/378/379) y (234/235/240), ambos introducidos en el sedimento que configura la masa tumular. También se localizaron restos de otro recipiente de tendencia esférica (363-364), también introducido, en la masa tumular, con un esquema compositivo que aúna incisión y punción de motivos geométricos distribuidos de forma horizontal, que se aproximan indirectamente a una organización de carácter metopada. Este patrón decorativo se encuentra también representado en la estación de Vinha da Soutilla, con paralelos en el dolmen de Casainhos, y en el Castro de Vila Nova de San Pedro, entre otros7. Además el motivo aparece en el sur de la península en recipientes de uso común, funerario y, menos frecuentemente, en el ámbito doméstico, uso este último probable para los ejemplares de Vinha da Soutilla. En su conjunto por tanto se puede establecer, dentro del III milenio, un proceso sincrónico largo en el cual se construirían las dos estructuras con sus respectivas fosas centrales, siendo subsiguientemente cubiertas con masa sedimentaria y un anillo lítico (anillos en el caso del túmulo 2) (Lám. 5). El ajuar incluiría en ambos casos elementos líticos. Tiempo después, si bien en el túmulo 2 no se realizan reutilizaciones posteriores, el túmulo 1 -con un carácter mucho más monumental- es objeto de una reutilización en la que al menos se aprecian dos momentos claramente documentados (Lám. 6). Cronológicamente, todo apunta a que la segunda fase A se corresponde con el segundo momento de reutilización de la estructura, ya que la cerámica no campaniforme presente en el ajuar se retrotrae en el tiempo hasta fases antiguas y solo convive con la campaniforme en su periodo de vigencia final. Por otra parte, la cerámica campaniforme coincide con la precedente pero se prolonga hasta épocas más recientes. También habría que tener en cuenta que el contexto en el que aparece la cerámica no cam-

paniforme mantiene más similitudes rituales con el de la primera fase, mientras que el contexto de la cerámica campaniforme rompe estas similitudes, ya que aparece en zonas periféricas.

5. CONSIDERACIONES SOCIALES Los datos aportados en el presente estudio permiten establecer diferencias entre las dos estructuras tumulares que sobrepasan las divergencias morfológicas o constructivas de las mismas. La distribución de los restos cerámicos y de los objetos líticos ofrece una lectura que afecta al terreno ritual, simbólico y social, aspectos íntimamente ligados con este tipo de monumentos. La construcción de los enterramientos tumulares es uno de los pocos elementos que nos permiten tratar de reconstruir el comportamiento ritual de las sociedades de la Prehistoria Reciente. En el caso que nos ocupa, hemos podido constatar la inexistencia de una deposición de carácter simbólico de vestigios cerámicos en el túmulo 2. Por otra parte, significativamente, la presencia de elementos cerámicos es muy reducida, y todavía lo es más la presencia de fragmentos ornamentados. Podría aducirse el posible rol desempeñado por los factores postdeposicionales a la hora de explicar esta circunstancia, pero lo cierto es que se ha de considerar que en comparación con el túmulo 1, la estructura número dos presenta un excelente estado de conservación. La fosa central de este túmulo 2, de escasa complejidad, no presentaba grandes alteraciones como consecuencia de los saqueos posteriores, con lo cual debemos plantearnos la existencia de un enterramiento relativamente modesto, en comparación con el túmulo 1. Esta circunstancia se refleja en el ajuar, dado que sólo se ha constatado la presencia de dos hachas líticas, in loco y muy probablemente in situ. No hemos recuperado indicio alguno de restos humanos dispuestos en el interior de la estructura funeraria, ni disponemos de evidencia alguna relativa al uso individual o colectivo del monumento, aunque por las dimensiones y por la falta de alteraciones en la fosa inicial se puede presumir que se correspondería con un enterramiento individual. De forma que parece posible aseverar que las hachas formarían parte de las ofrendas deposita-

7 OLIVEIRA, S., “Povoados da Pré-História recente da região de Chaves-V.ª P.ª de Aguiar”, Porto, 1986, VOL. I-A, fig. 28, patrón X, pp. 285 y ss. y VOL. II, Est. LXII-LXXXI.

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REFLEJO SOCIAL DEL CONTENIDO CERÁMICO DE DOS ESTRUCTURAS TUMULARES EN EL NOROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICAA ÁSPERA (BÓVEDA, LUGO)

das en relación al ritual de la muerte. Por otra parte, como ya hemos manifestado de forma reiterada a lo largo de este trabajo, no hay restos cerámicos que puedan vincularse con la fosa central. En el caso del túmulo 1, los datos ofrecen características muy diferentes. Ello se debe en gran parte a la reutilización del monumento funerario a lo largo de un período cronológico que se puede encuadrar en una “diacronía corta” desarrollada durante el III milenio a.C., y que evidencia transformaciones en el ritual funerario reflejo de los cambios sociales producidos a lo largo de dicho milenio. Desde el punto de vista constructivo, existen diferencias estructurales, morfológicas y dimensionales entre los dos túmulos. También los factores postdeposicionales afectaron de un modo diferente al túmulo 1, constatándose en este elemento una degradación mucho mayor. Las improntas generadas por los aperos agrícolas reflejan una alteración del monumento en dirección suroeste-noreste, afectando también a la parte central del mismo. En cuanto al repertorio cerámico, tema que nos ocupa, las diferencias son también muy significativas. En primer lugar, el número de fragmentos recuperados era comparativamente mayor en el túmulo 1, ofreciendo además un alto porcentaje de restos ornamentados. La parte central de la estructura, que presentaba alteraciones debido a la expoliación sufrida, conservaba no obstante suficientes elementos originales y piezas in loco. Por todo ello, considerando además los numerosos objetos procedentes de su entorno inmediato, podemos reconstruir el proceso de trasformación acaecido debido a la reutilización del monumento. La base de la fosa inicial conservaba sedimento no alterado en el que se recuperaron únicamente objetos líticos. Este momento podría encajar, en el marco de una sincronía larga, con el que se documenta en el túmulo 2 en el que el enterramiento también se acompaña de objetos líticos como elementos de prestigio del difunto. Pero a diferencia de éste, en el túmulo 1, la variedad y cantidad de objetos documentados, unida a las características arquitectónicas de la estructura, apuntan a un status más elevado del individuo allí enterrado. Probablemente, el carácter claramente más monumental de la estructura número uno se derivaría del superior rango del individuo que contenía, y ello explicaría que este túmulo se convirtiese en un importante punto de referencia de interacción social de los grupos que ocuparon ese espacio. En el plano funerario, ello implicaría una reutilización a lo largo

del tiempo del túmulo. En estas reutilizaciones se hacen patentes cambios en el ritual funerario. Se puede establecer así un segundo momento en el que se realizan fosas en el centro de la estructura, destruyendo parcialmente la fosa inicial. En este sentido puede apuntarse que el valor simbólico/social del individuo enterrado había perdido significado para el grupo que hace las nuevas fosas. A pesar de que se mantiene parte del ritual, dado que se siguen excavando fosas en la parte central de la estructura, se aprecian cambios significativos en los elementos que reflejan el status del individuo: aparecen en este momento recipientes cerámicos profusamente decorados como elementos esenciales del ajuar. El tercer momento, que se corresponde con la presencia de cerámicas campaniformes, refleja cambios más radicales en el ritual. El túmulo deja de ser un espacio en el que se depositaban los individuos para su transición al “más allá”, para convertirse en el receptáculo de ofrendas de elementos de prestigio, pero, en este caso, desvinculadas del enterramiento de individuos. Esta modificación -que coincide con un cambio en el tipo de cerámicas empleadas como reflejo del status- puede implicar una falta de conexión directa de las ofrendas con los individuos ya enterrados. Por lo que el túmulo pasa de ser un espacio funerario a ser una referencia simbólica de interacción social, aunque seguramente vinculado con la muerte. Esta visión, además de documentar cambios en los rituales, también refleja la variación en los símbolos del status, posiblemente debidos a una sociedad en transición que pasó de enterramientos colectivos al principio del fenómeno tumular a enterramientos individuales, signo de una progresiva jerarquización social. De igual forma el cambio en los objetos, marcadores del status, expresa las variaciones sociales y la importancia que los símbolos tienen a la hora de manifestar el status de los individuos. En este sentido, objetos más relacionados con la interacción del individuo con el medio, dejan paso a otros objetos, como los vasos muy decorados, más relacionados con la interacción del individuo con el ámbito social, que serán los que pasarán a ser el reflejo de las máximas jerarquías. Todo ello en una sociedad donde estas jerarquías detentan un poder cada vez más cimentado en la acumulación y redistribución de excedentes y en la que no precisan de una interacción directa con el medio.

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Ejemplos de cerĂĄmica estampillada de BretaĂąa.


3.6. INTERACCIONES ENTRE CERÁMICA, ARTE “CELTA” Y SOCIEDAD: UNA APROXIMACIÓN A LA CERÁMICA ESTAMPILLADA DE BRETAÑA INTERACTIONS BETWEEN POTTERY,”CELTIC ART” AND SOCIETY: AN APPROACH TO STAMPED POTTERY FROM BRITTANY Gadea Cabanillas de la Torre1

Resumen

Abstract

El estudio de la cerámica se enfrenta al reto de superar el mero análisis del objeto para hacer de él una pieza más de las relaciones socio-culturales de las comunidades del pasado. A través del caso de la cerámica estampillada laténica en Bretaña, el objetivo de este trabajo es desarrollar un enfoque centrado en la interacción entre los objetos y la sociedad incluyendo modelos antropológicos. En primer lugar, se plantea el trasfondo metodológico en el que se apoya el estudio de la cerámica decorada como indicador de fenómenos sociales. En segundo lugar, se aplica este esquema analítico a la cerámica estampillada de la Edad del Hierro en Bretaña. Se replantea el problema del surgimiento de la cerámica estampillada en su trasfondo europeo, cuestionando los modelos tradicionales para el estudio del arte denominado “celta”.

The study of pottery must deal with the challenge of shifting from the mere analysis of the object to understanding it as a piece of socio-cultural relationships in past communities. Through the case of stamped pottery in Iron Age Brittany, the aim of this paper is developing an approach focused on the interaction between objects and society, including anthropological models. First, the methodological background to the study of decorated pottery as an indicator of social processes is dealt with. Then, this model is applied to the analysis of stamped pottery in Iron Age Brittany. The issue of the emergence of stamped pottery in Celtic Europe is raised and traditional models for the study of so-called “Celtic Art” are questioned.

Keywords: Pottery, Iron Age, Stamped Decoration, Brittany, La Tène, Celtic Art.

Palabras clave: Cerámica, Edad del Hierro, Estampillada, Bretaña, La Tène, Arte Celta.

1 Personal Investigador en Formación (Programa FPI UAM). Universidad Autónoma de Madrid, UMR 8546 CNRS/Ecole Normale Supérieure de Paris. [ gadea.cabanillas@uam.es ]

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1. INTRODUCCIÓN Al plantear todo trabajo de investigación, es necesario diseñar una estrategia de recogida de datos eficaz, como la creación de la una base de datos o de un catálogo. Durante la aplicación de esta premisa al estudio de la cerámica estampillada de Bretaña (Francia) en el marco de la tesis doctoral, surgió una gran cantidad de material arqueológico, de una riqueza abrumadora, pero al mismo tiempo una serie de problemáticas que no habían sido tratadas en el marco de los enfoques descriptivos privilegiados tradicionalmente. Hasta el momento, este tipo de material se había abordado desde la perspectiva de la Historia del Arte, como indicador cronológico y estilístico adscrito a la categoría de “arte laténico” o “arte celta” (Schwappach, 1969). A pesar de lo riguroso de este enfoque, que representa el método tradicional para abordar las producciones decoradas pre- y protohistóricas, no resulta satisfactorio de cara a la interpretación de la emergencia de estas producciones en su contexto histórico europeo. Se impone, por lo tanto, una reflexión sobre las variables y los procedimientos de que disponemos para ir más allá de la clasificación y deducir comportamientos y estructuras sociales a partir de la cerámica. En esta contribución se trata de reflejar pistas de reflexión que pueden permitir desarrollar este tipo de enfoque. En primer lugar, se abordan los aspectos teóricos y las herramientas metodológicas que se propone emplear, como modelo posible de procedimiento. El objetivo es confeccionar categorías y filtros de análisis adaptados a la interpretación de la decoración cerámica. A partir de las problemáticas formuladas y mediante la metodología propuesta, se desarrollan a continuación algunos elementos de interpretación del fenómeno de la estampillada en Bretaña, derivados del estudio del papel de la cerámica en el arte celta, de la relevancia de este tipo específico en la actividad simbólica de las poblaciones de la Edad del Hierro en esta región, y de su potencial como indicador de procesos sociales.

2. PROPUESTAS PARA EL ANÁLISIS DE LA CERÁMICA DECORADA COMO INDICADOR DE FENÓMENOS SOCIALES Desde un punto de vista historiográfico, desde el surgimiento de la New Archaeology, el procesualismo y el post-procesualismo, el estudio de la cerámica se

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enfrenta al reto de superar el mero análisis del objeto en sí y su valor como indicador cronológico para integrarlo en la interpretación histórica a modo de testimonio de la evolución social, económica y cultural de las sociedades del pasado. Desde mediados del siglo XX, abundan los enfoques tecnológicos (v. p. ej. Sillar, Tite, 2000), funcionales (v. p. ej. Malrain et al., 2003), etc. En la práctica, sin embargo, este proceso se ve dificultado por una creciente especialización en el mundo de la investigación arqueológica, que tiende hacia el estudio de los diferentes materiales arqueológicos como células aisladas de la realidad arqueológica. Para evitar caer en este error y con el fin de abarcar un campo más amplio en la comprensión de las dinámicas de consumo de la cerámica en las sociedades protohistóricas, abogamos por el uso de términos como “fenómeno” para describir de forma global la emergencia de grupos coherentes de material, ya sean tipos morfológicos, sets funcionales o manifestaciones artísticas similares. Los objetos se reconocen ya de forma teórica como una pieza más de las relaciones socio-culturales de las comunidades del pasado (Dobres y Robb, 2005: 162 y ss.), pero la plasmación práctica de este concepto implica el diseño de estrategias de investigación específicas y eficaces (ídem; Garrow et al., 2008). La aplicación de un enfoque holístico guiado por la problemática del impacto social de los objetos implica una serie de condiciones que constituyen los fundamentos metodológicos de este estudio. Por una parte, requiere el análisis de una muestra representativa de material, tanto desde un punto de vista cuantitativo (conjuntos de estudio amplios) como cualitativo (incluyendo todo tipo de material que pueda aportar información, selecto y no selecto). Del mismo modo, supone el tratamiento de información tanto tipológica (morfología, grupo decorativo, etc…) como criterios relativos a esta (distribución contextual y espacial de los tipos, variabilidad y evolución cuantitativas de los mismos) y ajena a ella, desarrollando herramientas de análisis adaptadas. En el caso de la cerámica decorada, la descripción, clasificación e interpretación de los aspectos estéticos de la pieza pasa por la definición y la consideración de conceptos como la temática, la morfología y la lectura de la decoración según las definiciones propuestas por Prieto y Santos (Prieto y Santos, 2009). A nivel de la pieza, proponemos completar este modelo de análisis con la noción de proceso de construcción de la decoración, entendida como


INTERACCIONES ENTRE CERÁMICA, ARTE “CELTA” Y SOCIEDAD: UNA APROXIMACIÓN A LA CERÁMICA ESTAMPILLADA DE BRETAÑA

un conjunto de operaciones técnicas planificadas. De este concepto derivan otros como la calidad de ejecución (medida por la regularidad en el caso de esquemas reiterativos) de dichas operaciones, la complejidad (la cantidad y variedad de operaciones) y la profusión ornamental (cuantificada por la superficie ocupada por la decoración en la pieza). Al nivel de los conjuntos, la evaluación de la homogeneidad o la variabilidad de estos criterios constituyen también herramientas para determinar la evolución estilística de la decoración, y su interacción con otros procesos.

2.1. LA CERÁMICA DECORADA: ESTILO Y SOCIEDAD Precisamente, la noción de “estilo” propio de un área cultural sigue careciendo de una definición precisa y consensuada en la investigación arqueológica (Hegmon, 1992: 129), lo que genera una importante incertidumbre en cuanto a su valor como herramienta de análisis. Concretamente, la noción de estilo generalmente aplicada a la cerámica decorada es difícilmente mensurable y comparable: la definición tradicional consiste en una mezcla criterios objetivos, como el uso de determinadas técnicas de decoración, y subjetivas, como la manera de representar el tema, con grados más o menos importantes de “esquematización”, de “fluidez”, etc… De este modo, la frontera entre variabilidad formal y variabilidad estilística permanece borrosa (Sackett, 1982: 64) e incluso su existencia puede resultar dudosa. Estos problemas hacen patente la necesidad urgente de desarrollar las categorías objetivas definidas anteriormente y de aplicarlas de manera sistemática a conjuntos arqueológicos coherentes. De la incertidumbre en cuanto a la definición y las herramientas de análisis del estilo nace la confusión implícita pero persistente entre grupo cerámico y/o artístico y unidad cultural o incluso étnica, situación que se refleja en el uso y abuso de la expresión “arte celta”, sin que pueda probarse una correlación clara entre un conjunto artístico y un grupo lingüístico, o cualquier otro criterio empleado para definir el adjetivo “celta” (para una crítica detallada de esta denominación, ver Collis 2003: 71 y ss.). Desde un punto de vista teórico, este problema surge en realidad del atajo entre el indicador, en este caso, la cerámica o las manifestaciones artísticas, y el referente, los procesos de organización, cohesión y diferenciación sociales y culturales. El enfoque propuesto pretende, por el contrario, centrarse en el estudio de los víncu-

los entre uso, selección, producción, decoración de la cerámica y los mecanismos sociales que los condicionan y en los que desembocan. Para lograr este objetivo, es necesario, a partir de una definición de estilo operativa en el caso de la cerámica decorada, integrar este concepto en una estrategia interpretativa. Aceptamos así los principales aspectos consensuados de la definición de estilo en arqueología: se trata de un modo de expresión seleccionado entre varias alternativas (funcional, técnica y económicamente viables y equivalentes) potencialmente comunicativo, que implica elecciones voluntarias conscientes e inconscientes. El análisis de la decoración cerámica en los términos propuestos debería permitir así abordar el estilo en términos de producción y consumo: si el carácter funcional del estilo es indiscutible (Hegmon, 1992: 520), el debate debe centrarse en cómo la decoración cerámica cumple la función de transmisor de información, qué tipo de información está en juego y, en definitiva, cómo y por qué las sociedades protohistóricas construyen, mantienen, reproducen y adquieren un conjunto de rasgos estilísticos.

2.2. UN MODELO DE INTERACCIÓN: “TECHNOLOGY OF ENCHANTMENT” En el proceso de selección de dichos aspectos que constituyen el estilo, los mecanismos sociales y el uso de manifestaciones artísticas mantienen una relación bidireccional, alimentándose mutuamente a través de la interacción entre creación artística y vida social. El modelo de “technology of enchantment” ilustra este fenómeno y demuestra la capacidad de los objetos para actuar como herramientas en las relaciones sociales, resaltando el potencial de los medios visuales para influenciarlas. El empleo de este concepto en el estudio arqueológico de los objetos decorados, y precisamente su aplicación al análisis del arte protohistórico, se ha revelado muy fecunda en los últimos diez años (Gosden, 2001, Gosden y Garrow, 2012). En su estudio sobre las redes comerciales de las islas Trobriand en Nueva Guinea, A. Gell analiza la función de la compleja decoración de las proas de las canoas destinadas al comercio mediante motivos coloridos y curvilíneos (Gell, 1992: 44-45). Su trabajo muestra que el proceso técnico que desemboca en la creación de dichos elementos decorativos tiene

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como objetivo último producir un efecto en el espectador, que permitiría predisponerlo positivamente a entablar la comunicación e incluso ofrecer mejores condiciones en los intercambios comerciales. Este mecanismo funcionaría gracias a la impresión producida al contemplar una obra cuyos motivos básicos resultan difíciles de discernir y cuyo complejo proceso creativo, derivado de la magia (Gell, 1992: 46), se desconoce. Al concluir su investigación, A. Gell describió las proas de canoas decoradas como “armas psicológicas”, destinadas a la alimentar el “enchantment of technology” (Gell 1992: 44 y ss). En arqueología, el concepto de “arte como sistema técnico” (Gell, 1992: 44) se aplica perfectamente a las manifestaciones artísticas protohistóricas en Europa continental, que se caracterizan por su complejidad técnica de fabricación, destinada a la creación de efectos sorprendentes y ambiguos (Gosden y Garrow, 2012: 5). El modelo de A. Gell permite atribuir a estos objetos, gracias a su proceso de fabricación específico y a su empleo, un poder social y une eficacia que condicionan el comportamiento humano (Gosden, 2005: 194), lo que amplía considerablemente el campo interpretativo en arqueología, que se basa únicamente en la materialidad. Ante la imposibilidad de leer el arte protohistórico y la naturaleza de la información de que disponemos, debemos ser conscientes de que el arte y en general, la producción de belleza mediante procesos técnicos, están engarzados en el sistema social, de modo que el estudio de su función, su intencionalidad, su funcionamiento y su evolución, abre una ventana al desarrollo de las relaciones sociales en la protohistoria.

3. BRETAÑA: CERÁMICA ESTAMPILLADA Y SOCIEDAD 3.1. LA CERÁMICA COMO ARTE “CELTA” El predominio de las producciones metálicas en el estudio del arte “celta” continental (los ejemplos son innumerables en diferentes ámbitos geográficos: Megaw y Megaw, 1990; Duval, 2009; Gosden y Garrow, 2012: xvi) hacen de las manifestaciones artísticas vasculares un aspecto marginal en el análisis de este fenómeno. En este contexto, las producciones cerámicas parecen pertenecer a un universo pobre, cuya decoración poco compleja (es decir, no figurativa) aportaría poca información y justificaría su exclusión de la reflexión global sobre la evolución

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del arte “celta”. La menor dificultad que implica la fabricación y la decoración de la cerámica, por otra parte, explica que se haya considerado como un arte menor con respecto al trabajo del metal. La frecuencia y el escaso valor intrínseco del material contribuyen a excluir los recipientes cerámicos de la nómina de bienes de prestigio que centran la atención de los especialistas en arte laténico. Además, su escasa circulación en comparación con la vajilla, el armamento y los objetos de ornamento metálicos a escala europea genera una mayor fragmentación estilística y una variabilidad regional más acusada que la de las producciones metálicas. En fin, la pertenencia de la cerámica al ámbito privado, asociada frecuentemente a la esfera doméstica, limita el espacio de proyección de este material. En varias zonas de Europa, estos argumentos están siendo rebatidos (para Europa del Este, ver Megaw 2009, para Europa central, ver Zeiler 2010, para Europa occidental, ver Villard et al., 2003; Cabanillas, e.p.). La investigación reciente muestra que la cerámica constituyó, en el s. V a. C., un vector para la introducción de nuevos motivos mediterráneos en el repertorio decorativo del inicio de La Tène (Megaw, 2009: 293 y ss.), reflejando patrones de evolución más amplios. De hecho, si bien la circulación de piezas cerámicas no puede demostrarse, el éxito de determinados lenguajes decorativos, como el estampillado, en zonas amplias y en ocasiones muy alejadas entre sí (Joachim y Schwappach, 1977: 120, Fig. 1), sugiere la existencia de mecanismos de circulación de imágenes, motivos y técnicas alternativos. A escala regional, la recurrencia de matrices para la impresión de estampillas idénticas, fruto de la circulación de punzones o de la distribución de piezas desde un centro productor, es ya indudable (Zeiler et al., 2010). La hipótesis de una producción especializada, ya formulada por E. Jerem hace 30 años a raíz de la excavación de un horno en el yacimiento húngaro de Sopron Krautacker (Jerem, 1984), cobra así mayor peso. La unidad estilística de la cerámica estampillada con otros objetos, no sólo de metal o de piedra (Villard et al., 2003: 227 y ss.) sino también de materiales orgánicos como la madera (ídem: 231) prueba que la cerámica no constituye un soporte de segundo orden en la expresión de contenidos simbólicos. Si la riqueza formal y decorativa de la cerámica decorada, y en particular, de la estampillada, entre los s. V y II a. C. queda acreditada, su implicación en ámbitos clave de la vida social de las comunidades protohistóricas, como el funerario y ritual (Zeiler,


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2010: 52 y ss.). También interviene en la comensalidad y la gestión de los excedentes agrícolas (Giot, 1968), aspectos ambos que pueden deducirse de su presencia en contextos domésticos y funerarios, en estructuras de vivienda, almacenamiento, de uso público, ritual y en enterramientos.

3.2. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO DE LA CERÁMICA ESTAMPILLADA EN BRETAÑA Un ejemplo de esta situación es el surgimiento de la cerámica estampillada en el Noroeste de Francia, en Bretaña en especial. Dada su posición peninsular en el extremo occidental del continente europeo, Bretaña ha sido considerada tradicionalmente como una zona marginal en el mundo laténico, que frecuentemente ni siquiera aparecía en los mapas (Joachim y Schwappach, 1977: 120, Fig. 1) o era considerada como una región integrada en él de forma tardía (Collis, 2003: 95). Sin embargo, en el Noroeste de Francia comienza a desarrollarse un foco de producción artística laténica desde el siglo V a.C. (Gómez de Soto, 2006), lo que indica que la zona no era en modo alguno ajena al desarrollo de las principales corrientes estéticas, técnicas y culturales del continente.

En este marco, la cerámica decorada en general, y estampillada en particular, juega un papel fundamental. Dada la escasez de producciones metálicas y el hallazgo sólo ocasional de estelas y escultura en piedra (Villard et al., 2003: 223-225) los recipientes decorados, que aparecen en cantidades significativas en prácticamente todos los hábitats de la zona, constituyen la principal producción decorada del período (Villard et al., 2003: 232 y ss.). La cerámica estampillada, concretamente, incluye un conjunto más de 1000 piezas repartidas en 120 yacimientos (Fig. 1). Esta producción se caracteriza por una gran complejidad técnica, ya que en ella emplea profusamente tratamientos de superficie cuidados, como el grafitado y el bruñido. Desde un punto de vista estilístico, los motivos básicos pueden dividirse en 14 familias, pero las variantes en la forma, el tamaño y el modo de representación son innumerables (Fig. 2). Las combinaciones más frecuentes incluyen recursos estilísticos como la ilusión óptica de continuidad a partir de matrices curvilíneas (Lám. 1a), o la creación de efectos de textura en zonas delimitadas por incisiones en las que ambas técnicas se complementan e incluso se confunden (Lám. 1b). Se generan así imágenes ambiguas entre lo figurativo (máscaras, personajes con grandes orejas o tocados de hojas de muérdago) y lo vegetal, recordando piezas del arte

Fig. 1. Mapa de distribución de la cerámica estampillada en Bretaña.

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Fig. 2. Principales grupos de motivos decorativos en la cerámica estampillada de Bretaña. Desarrollo de las principales variantes de los motivos en S.

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Láms. 1a y 1b. Recursos estilísticos en la cerámica estampillada de Bretaña: a. Ilusión de continuidad obtenida mediante la yuxtaposición de motivos en S. b. Composición de máscara obtenida mediante el uso del estampillado como técnica complementaria o de relleno en motivos incisos.

b

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INTERACCIONES ENTRE CERÁMICA, ARTE “CELTA” Y SOCIEDAD: UNA APROXIMACIÓN A LA CERÁMICA ESTAMPILLADA DE BRETAÑA

Fig. 3. Urna estampillada e incisa de Kerouer en Plouhinec (Finistère, Bretaña), s. IV a. C.

3.3. LA CERÁMICA ESTAMPILLADA EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA BRETAÑA LATÉNICA

labio, el cuello y la parte superior suelen acoger las composiciones normativas. Gran parte de los motivos fundamentales, como los círculos concéntricos, las eses, las espirales y los trisqueles forman parte del repertorio habitual del arte de La Tène, y aparecen en toda clase de materiales en los paralelos regionales y extra-regionales. La unidad estilística del conjunto junto con técnica de construcción de este tipo de decoración, basada en la repetición de una unidad básica idéntica, la estampilla, sugiere una alta codificación a nivel regional de la información transmitida a través de la coherencia estilística de la decoración.

La decoración estampillada se caracteriza, por lo tanto, en Bretaña, por una coherencia interna especialmente marcada. Esta observación se confirma a todos los niveles. Todas las familias de motivos básicos aparecen en toda la zona, prácticamente durante todo el período que cubre del siglo V al II a.C. Además, las combinaciones básicas más frecuentes constituyen un grupo de construcciones sintácticas repetidas hasta la saciedad en prácticamente todos los yacimientos del conjunto (Fig. 4) y situadas en zonas concretas de las piezas: las acanaladuras internas en el

Ello no impide que los contextos y los soportes en los que aparece este tipo de decoración revelen una importante variabilidad cronológica y funcional. En el siglo V a.C., la cerámica estampillada surge sobre urnas funerarias en pequeñas necrópolis de incineración delimitadas por un foso de planta cuadrangular (Villard et al., 2003: 229, Fig. 9). El ajuar de las tumbas que incluyen cerámica estampillada es tan parco como el de aquellas que solo contienen cerámica lisa, pero el enterramiento parece constituir de por sí un rito restringido en este período. En esta

“celta” continental. La realización de decoraciones complejas, que implican varios esquemas organizativos y cubrientes requiere el empleo de un amplio abanico de matrices (Fig. 3) y una planificación previa del desarrollo decorativo (temática, lectura, métodos de construcción). La especificidad de este lenguaje estético convierte la cerámica estampillada en un tipo característico de la región y la cronología (Villard et al., 2003: 230).

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Fig. 4. Mapa de distribución de dos de los esquemas decorativos estampillados más frecuentes en el s. IV a. C., las líneas sinuosas y las composiciones de arcos, y de su aparición combinada.

primera fase, la cerámica estampillada sólo aparece en pequeñas cantidades en contextos domésticos, pero a partir del siglo IV a.C., su distribución en las diferentes estructuras (fosos de delimitación, viviendas, estructuras de almacenamiento subterráneas) aumenta de forma espectacular y se diversifica. Sin embargo, el conjunto mantiene su homogeneidad, apreciándose en ese momento la codificación más acentuada: los motivos más frecuentes (Fig. 4) en todo el conjunto son aquellos que conocen un éxito más claro en el siglo IV a.C. y se multiplican de forma sistemática sobre formas muy semejantes. En este momento, se desarrolla también una amplia gama de soportes cerámicos estandarizados en torno a las formas sinuosas con dos variantes principales: vasos altos y cerrados de perfil en S y escudillas bajas y abiertas de borde vuelto. Se trata, en todos los casos, de vajilla de mesa cuidada, con acabados de gran calidad y pastas depuradas que pueden equipararse, en otras regiones, a producciones de lujo que imitan las formas metálicas. En Bretaña, sin embargo, este tipo de vajilla específica dedicada al consumo constituye la norma en los contextos domésticos entre los siglo IV y II a.C., cuando el modelo de poblamiento vigente

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se basa en una red de establecimientos rurales de diferentes tamaños (Fig. 5). La homogeneidad estilística y morfológica solo se rompe en el momento en que este modelo de poblamiento se disuelve con el surgimiento de los oppida en la región: la decoración estampillada se diversifica radicalmente. Las estampillas difieren incluso entre yacimientos, las composiciones se, los códigos se diluyen. El estampillado se abandona en favor de otras técnicas decorativas a mediados del siglo II a.C.

3.4. CERÁMICA ESTAMPILLADA: ¿VAJILLA PARA LA ÉLITE? Durante los tres siglos de producción, la cerámica estampillada mantiene en Bretaña, una serie de características que indican una producción de lujo, controlada probablemente por un grupo restringido de productores o al menos de diseñadores al corriente de las modas vigentes en el resto del continente. El éxito de esta técnica puede explicarse por la ventaja que ofrece: frente a la incisión, de aspecto en ocasiones muy similar, supone una restricción de los motivos, una sistematización de la decoración y


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Fig. 5. Áreas de hábitats con hallazgos de cerámica estampillada en Bretaña.

permite reproducir fácil y rápidamente los códigos establecidos, desde sus unidades más sencillas hasta sus combinaciones más complejas. Al mismo tiempo, manteniendo la coherencia del lenguaje, la declinación de estos modelos en numerosas variantes de motivos similares ilustra lo que Gell llama “el principio de la mínima diferencia” (en Gosden, 2005: 195), por el que se realiza la modificación más sutil posible para crear motivos ligeramente distintos pero coherentes. La relevancia de la conservación de estos códigos es tanto más importante que vinculan la región con el conjunto del mundo laténico. De este modo, siguen una evolución similar y paralela: la transición entre la plástica hallstáttica y laténica se caracteriza por el paso de una decoración repetitiva, estrictamente lineal, austera, a la tendencia a lo curvilíneo y al desarrollo continuo, rasgos que se aprecian también en la evolución de las formas (Fig. 6).

la regularización a torneta, que se generaliza desde mediados del siglo IV a.C., y después el montaje completo a torno, el tratamiento de las superficies mediante alisados y bruñidos cuidados, el control de la textura de la pasta para el impresión y la cocción rigurosamente reductora que proporciona un aspecto casi metálico a muchos de los recipientes suponen la ejecución de una cadena operativa caracterizada por una inversión importante de tiempo, de trabajo y de especialización. Nuestro conocimiento de los procesos tecnológicos relativos a la cerámica procede exclusivamente del estudio de las piezas, dada la ausencia de contextos de producción excavados, pero las características técnicas de los productos requieren, al menos, un savoir-faire y unas habilidades considerables, propias de un artesanado especializado y organizado, hipótesis confirmada en otras regiones (Jerem, 1984: 76).

La realización de este tipo de vajilla implica, por lo tanto, una profusión de herramientas y un control técnico excepcional. El empleo de pastas depuradas,

Estas observaciones contrastan con la amplia distribución de la cerámica estampillada en toda la región y en todo tipo de yacimientos, de tamaño y estatus

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Fig. 6. Esquema de la evolución estilística de la cerámica estampillada de Bretaña entre mediados del s. V a. C. y mediados del s. IV a. C.

variados, que sugiere una relativa accesibilidad de las producciones de mejor calidad. Esta impresión se ve acentuada por la aparición casi sistemática de fragmentos de piezas estampilladas en contextos domésticos de desecho, siendo los depósitos primarios muy raros, al margen de las necrópolis. La escasez de depósitos organizados que incluyen cerámica estampillada contribuye a sugerir un tratamiento poco cuidadoso por el que no parece atribuirse un valor específico a estas producciones. En este sentido, la cerámica estampillada también se desmarca de otras categorías de material consideradas como arte celta y rompe con los esquemas de interpretación propuestos tradicionalmente. El material metálico que constituye el núcleo del corpus de arte celta en Europa procede de contextos funerarios en los que aparece depositado cuidadosamente (Megaw y Megaw, 1990: 51), y el estudio de sus características técnicas, estilísticas y de su distribución geográfica ha llevado a interpretarlo como un bien de prestigio fruto de una producción especializada controlada por las elites.

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El análisis de las dinámicas de consumo de la cerámica estampillada, como hemos demostrado, ponen en cuestión varios aspectos de la interpretación tradicional. Por una parte, prueba que la variabilidad regional de este fenómeno incluye casos en los que el material metálico no concentra casi exclusivamente los esfuerzos estéticos. Esto implica, por otra parte, la existencia de una multiplicidad de modelos de creación, mantenimiento y adquisición de códigos decorativos en el seno del llamado “arte celta”, que exigen revisar y matizar las interpretaciones actuales. Los modelos antropológicos como las “technologies of enchantment” y aplicación arqueológica muestran que la creación artística en las sociedades preindustriales se rige tanto por criterios económicos y de clase -en cuyo marco deben entenderse los conceptos de bienes de prestigio y de valor añadido de los objetos decorados- como por otros aspectos relacionados con la percepción de los procesos técnicos, el mantenimiento de la comunidad y el reflejo de los cambios en la organización social. Así, la


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producción y el consumo de cerámica estampillada pueden relacionarse con la creación de un universo visual coherente que constituye, a través de elementos decorados y estéticamente apreciables, un modo de comunicación no verbal, según la definición de estilo adoptada. El empleo de la ilusión óptica tanto en la construcción de la decoración como en el tratamiento de las superficies pone de manifiesto la búsqueda de un impacto directo sobre el espectador. La homogeneización y la codificación sugieren que la llamada a lo emocional implica a todo un grupo social, probablemente con el objetivo de reforzar su coherencia y el sentimiento de pertenencia que genera la comprensión de mensajes en un lenguaje familiar. Precisamente, la relación de esta decoración con actividades colectivas susceptibles de reforzar la identidad social o cultural se pone de manifiesto en los soportes utilizados y los contextos de depósito, siempre vinculados a la alimentación y a la bebida y a los rituales funerarios. En este sentido apunta la lectura del estampillado sobre cerámica de almacenamiento del Sur de Portugal propuesta por C. Fabião (Fabião, 1998: 92 y ss.)2, que interpreta este tipo de decoración como un modo de afirmación de grupos sociales a través del control de los recursos alimenticios.

4. CONCLUSIONES El análisis del fenómeno estampillado aplicado a la cerámica a través de la noción de estilo permite así proponer elementos de interpretación sobre la función del arte en las sociedades protohistóricas. En este sentido, la comprensión de los objetos como elementos de acción social parece especialmente relevante en la cerámica como objeto de uso cotidiano, así como la interpretación de la decoración como un elemento clave en estos mecanismos, debido a lo excepcional del proceso creativo que implica. El estudio de la materialidad de la pieza debe ir por lo tanto de la mano del análisis de la creación de imágenes sobre esas piezas, que implican también técnicas conocimientos y habilidades específicas por parte de quienes las realizan y de quienes las “leen”. Los criterios de construcción de la decoración y de estilo resultan oportunos para entender el impacto psicológico, y por lo tanto

social, sobre el espectador, que constituyó probablemente una fuerte motivación para la creación de la decoración. El caso de la cerámica estampillada muestra que la decoración vascular como tecnología social recurre mediante estrategias como la ilusión, la codificación y la selección funcional de soportes a la acción psicológica sobre el observador. El contexto de la comunicación social así establecida se revela complejo y en su mayor parte inaccesible a una lectura directa por el arqueólogo. Sin embargo, un enfoque holístico permite desarrollar modelos alternativos a las interpretaciones tradicionales, que otorgan con frecuencia una importancia primordial a criterios como el valor económico de los objetos y su vinculación con las elites. Frente a esta lectura, proponemos contextualizar los objetos como elementos de mecanismos de interacción multidireccionales, en los que participan el productor, el consumidor y eventualmente el espectador. Este tipo de enfoque, que tiene en cuenta el contexto y las modalidades de depósito de la cerámica decorada permite poner en perspectiva las dinámicas de consumo de la cerámica estampillada con otras producciones relacionadas, desde la chapa metálica hasta la piedra grabada. La unidad estructural del lenguaje decorativo muestra que estas categorías deben analizarse conjuntamente con los procesos sociales a los que estaban ligados los artefactos. La cerámica decorada aparece así como una pieza fundamental, especialmente interesante por su carácter cotidiano y representativo del universo material protohistórico, que se inserta en un conjunto coherente de indicadores sociales y culturales reflejando los mecanismos de funcionamiento, de poder, de mantenimiento y su evolución en las sociedades protohistóricas.

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Oppidum de Las Cogotas en Cardeñosa (Ávila, España) © David Pérez (DPC), Wikimedia Commons, Licencia CC-by-sa-4.0.


3.7. ALGO MÁS QUE UN TALLER CERÁMICO DE LA II EDAD DEL HIERRO: EL ALFAR DE LAS COGOTAS (CARDEÑOSA, ÁVILA) DOES NOT ONLY A POTTERY CENTRE OF THE II IRON AGE: LAS COGOTAS WORKSHOP (CARDEÑOSA, ÁVILA) Juan Jesús Padilla Fernández1, Gonzalo Ruiz Zapatero1 y Jesús R. Álvarez Sanchís1

Resumen

Abstract

El descubrimiento de un complejo alfarero en el Oppidum de Las cogotas (Cardeñosa, Ávila), ha motivado el planteamiento de nuevas interpretaciones que intentan abordar la problemática del artesanado en la II Edad del Hierro. El recurrente estudio del objeto arqueológico en sí, ha obviado, en la mayoría de los casos, el importante papel que los especialistas jugaron dentro de su propia comunidad. Nuestra investigación asume la tarea de rescatar el significado social que encierra la cerámica, ahondando precisamente, en el conocimiento de las personas que se encargaron de su manufactura. Teniendo en cuenta el valor de los datos arqueológicos, así como la necesidad de contrastarlos con aquellos que provienen de visiones de tipo etnográfico, etnológico o etnohistórico, el alfar de Las Cogotas, nos da a conocer un espacio de trabajo humano que nos acerca, en última instancia, a la realidad histórica de la que formó parte.

The discovery of a pottery complex in the Oppidum of Las Cogotas (Cardeñosa, Ávila), has led to new interpretations that attempt to address the problem of craftsmanship in the Second Iron Age. The recurrent study of the archaeological object itself has ignored, in most of cases, the important role played by specialists within their own community. Our research assumes the task of rescuing the social meaning that the pottery contained, deepening precisely in the knowledge of the people who were responsible for its manufacture. Considering the value of the archaeological data and the need to compare it with those obtained from ethnographic, ethnological or ethnohistoric perspectives, the pottery centre of Las Cogotas, reveals a human workspace which brings us, ultimately, to the historical reality to which it belongs.

Keywords: Second Iron Age, Las Cogotas Workshop, Thrown Pottery, Craftsmanship, Ethnoarchaeology.

Palabras clave: Segunda Edad del Hierro, Alfar de Las Cogotas, Cerámica a Torno, Artesanado, Etnoarqueología.

1 Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid. [ juanjpad@ucm.es ] ; [ gonzalor@ghis.ucm.es ] ; [ jralvare@ghis.ucm.es ]

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JUAN JESÚS PADILLA FERNÁNDEZ, GONZALO RUIZ ZAPATERO Y JESÚS R. ÁLVAREZ SANCHÍS

1. NTRODUCCIÓN ¿Artesanos? ¿Dónde? Desgraciadamente la disciplina arqueológica a lo largo de su historia ha centrado un mayor interés en el estudio formal de los objetos, ignorando el significado económico, social y simbólico que en ellos permanece oculto. La cultura material esconde informaciones que van más allá de un tipo determinado, informaciones que pueden desvelar la complejidad inherente de aquellos grupos humanos que fueron protagonistas de su manufactura y consumo (Dobres y Hofman, 1994). El complejo alfarero hallado en el Oppidum de Las Cogotas, permite responder a las preguntas con las que se inicia este texto; Eso sí, para ello, y tal y como propugnan Shanks y Tilley (1992), debemos concebir a las entidades arqueológicas como productos de la objetivación y formalización del ser social. Este trabajo pretende rescatar del olvido todas las implicaciones relacionadas con un espacio productivo concreto, entendido también como un ámbito doméstico, en el que operan una serie de instancias que nos ayudan a entender la percepción de la materialidad en los últimos compases de la Segunda Edad del Hierro (Hurcombe, 2007). El hogar proyecta una visión certera de quien la habita y se convierte en un espejo que refleja la identidad y singularidad de la comunidad en la que se integra.

El anhelo por descubrir la importancia y función social del artesanado alfarero obliga, no sólo a recurrir al análisis de la secuencia tecnológica desarrollada en el alfar, sino a realizar también aproximaciones de naturaleza etnográfica y etnoarqueológica que ayuden a la interpretación del registro arqueológico. La perdurabilidad, dentro del marco mediterráneo, de comunidades preindustriales especializadas en la manufactura de cerámica a torno rápido, así como la pervivencia de memorias que narran aún la historia reciente de este oficio en la Península Ibérica, facilitan la comprensión de un fenómeno que grosso modo ha permanecido invariable al paso del tiempo (Mannoni y Gianichedda, 2004: 95).

2. EL ALFAR DE LAS COGOTAS: UN CENTRO PRODUCTOR DE CERÁMICA A TORNO La construcción de una presa que afectaba la integridad del yacimiento arqueológico de Las cogotas, propició la reanudación de las excavaciones que Juan Cabré inició a principios del s. XX (Cabré, 1930 y 1932) (Fig. 1). Durante cuatro años, desde 1986 hasta 1990, un equipo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid, dirigido por el profesor Gonzalo Ruiz Zapatero y con la colaboración del Museo de Ávila, documentó, entre otros hallazgos, las estancias de lo que a tenor del registro material, parecía ser un centro productor cerámico (Mariné y Ruiz Zapatero, 1988).

Fig. 1. El oppidum de Las Cogotas (Cardeñosa, Ávila) (Ilustración de los autores a partir de Ruiz Entrecanales, 2005).

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La finalización del proyecto trajo consigo el descubrimiento, junto a la muralla del segundo recinto, de un área de trabajo especializada y destinada a la manufactura de materiales cerámicos, perfectamente compartimentada y con una extensión superior a los 300 m² (Ruiz Zapatero y Álvarez Sanchís, 1995). A pesar de haberse producido una revolución en todo lo relacionado con el estudio de talleres alfareros prerromanos en la Península Ibérica, debido principalmente a su descubrimiento y análisis sistemático (Sacristán de Lama, 1986; Escudero Navarro y Sanz Mínguez, 1993; García Heras, 1994; Blanco García, 1998; Burillo et al., 2008; Saiz Carrasco y Gómez Villahermosa, 2008-2009; Gorgues, 2012), el de Las Cogotas, es el único que hasta el momento conserva la totalidad de su superficie, un hecho que le otorga un carácter excepcional. Su singularidad ha motivado su reinterpretación a través de la aplicación del concepto de “Cadena Técnico Operativa”, llevando a cabo una descripción ordenada del registro arqueológico, teniendo en cuenta el proceso de elaboración de los objetos cerámicos y las circunstancias o comportamientos que lo determinan (Lemmonier, 1993) (Lám. 1). Atendiendo precisamente a cada una de las fases que son necesarias para llevar a cabo la manufactura cerámica, el alfar de Las Cogotas dispone de dos espacios diferentes y perfectamente definidos, aunque íntimamente relacionados entre sí. A tenor de las evidencias de tipo arqueológico, contamos con un área destinada esencialmente al trabajo, y que sin duda, se convirtió en testigo directo de la aplicación práctica de todos los gestos técnicos y las relaciones sociales derivadas de éstos. Piletas de Decantación, canalizaciones hidráulicas, Pies de Torno, Secaderos y cientos de fragmentos con defectos de cocción, manifiestan un procesado mecánico del mineral de arcilla, desde su obtención en el medio natural hasta la consecución del producto final (Padilla Fernández, 2011 y 2012). A partir del siglo II a.C., en el occidente peninsular la producción cerámica de perfil doméstico queda, en todo caso, relegada a la marginalidad. Las nuevas necesidades y demandas impuestas desde el Mediterráneo contribuyen al establecimiento de auténticos talleres especializados, generadores de

una cultura material diferente a la característica de periodos anteriores (Padilla Fernández, 2013). El interés por parte de Roma de conquistar la Meseta supone una auténtica revolución económica, social y simbólica, que aparece escenificada en los recipientes cerámicos. El territorio se jerarquiza y la producción se intensifica, generando elementos culturales cada vez más homogéneos (Álvarez Sanchís, 2011: 114-118). La rica colección de vasos, urnas, dolia, cuencos, copas o embudos, recuperados en el alfar de Las Cogotas, evidencian la adopción de una tecnología propia de áreas colindantes. Las cerámicas con decoración a peine, tan comunes en los siglos IV y III a.C., hechas a mano, de cocción mixta y adornadas con motivos incisos e impresos de Zig/Zag y sogueados, conviven con producciones a torno similares a las fabricadas por las comunidades de tradición “celtibérica”. Estás últimas se adscriben, por tanto, a la categoría de terracotas no vitrificadas y de gran calidad (García Heras, 2005: 359), a torno rápido, de cocción oxidante y desgrasantes finos, con bordes exvasados y fondos en umbo, perfiles en S y carenados y decoraciones de baquetones y de pintura con motivos geométricos (Lám. 2). Los límites étnicos marcados por generaciones anteriores, en parte, a través del diseño de una morfología y técnica propias de los materiales cerámicos, se abren a un mundo cada vez más individualizado que resiste a la dominación romana. La conocida como identidad vetona (Ruiz Zapatero y Álvarez Sanchís, 2002; Álvarez Sanchís, 2010), se transforma y se adscribe a una entidad indígena mayor que lidera la lucha contra el invasor exógeno. En otras palabras: la unión hace la fuerza, y que mejor que demostrarla a partir de la uniformización de los conjuntos cerámicos. Éstos se erigen en última instancia como auténticos códigos de significado, visualmente diferentes a los manifestados por otros grupos (Hodder, 1982). Con el objetivo de demostrar que lo anteriormente expuesto no obedece a meras suposiciones, resultaría interesante indagar en sociedades vivas en las que la cerámica jugara un papel importante como definidor cultural. Concretamente, la tradición alfarera en el Egipto actual, además de ser enormemente rica, no ha sufrido grandes contaminaciones

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JUAN JESÚS PADILLA FERNÁNDEZ, GONZALO RUIZ ZAPATERO Y JESÚS R. ÁLVAREZ SANCHÍS

Lám. 1. (Arriba): Vista panorámica del alfar de Las Cogotas. (Abajo Izquierda): Planimetría del complejo alfarero, en la que es posible visualizar la totalidad de estancias documentadas. (Abajo Derecha): Esquema que recoge la secuencia de fases necesarias para llevar a cabo la manufactura a torno de una pieza cerámica (Padilla Fernández, 2013).

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provenientes del mundo occidental. No obstante, los estudios etnoarqueológicos que han indagado sobre esta realidad, a día de hoy son bastante escasos (Duistermaat y Groot, 2008; Nicholson, 2009), convirtiéndose en un campo atractivo a explorar por la investigación. La búsqueda de grupos que se valieran de la cerámica como un medio por el que transmitir la identidad a la que se asocian, nos transportó hasta una pequeña localidad egipcia, ubicada en las inmediaciones de Luxor y conocida con el nombre de Garagos. En ésta, reside una importante comunidad de cristianos coptos, que se dedica prácticamente en su totalidad a la manufactura de productos cerámicos. Justo a 20 km de distancia, nos encontramos con Hegaza, otro centro alfarero, pero esta vez de mayoría musulmana y que produce piezas totalmente diferentes. A pesar de la cercanía existente entre ambas comunidades, la cadena tecnológica desplegada para conseguir objetos de naturaleza cerámica no presenta similitudes entre sí. El mineral de arcilla empleado, las técnicas de decantación, la tipología de formas diseñadas, los motivos deco-

rativos e incluso el método de cocción, distan totalmente unos de otros. Además de marcar la vinculación a un colectivo religioso determinado por medio de una serie de leyes o costumbres, la vestimenta o ciertos adornos, utilizan su vajilla como una herramienta más de distinción social. La cultura material, y en este caso la cerámica, crea y representa sensorialmente determinados discursos étnicos e identitarios, asociando su técnica y uso a la pertenencia de una creencia u otra (Miller, 2005). Se produce en definitiva, un “autoreconocimiento de grupo y de autoidentidad” (Fernández Gotz y Ruiz Zapatero, 2011: 223) (Lám. 3). Si queda constatado entonces, el uso de los objetos como medio para instituir y expresar la adhesión a un grupo identitario concreto en la actualidad, ¿Por qué no pensar que ocurriera algo parecido en la Meseta peninsular durante la Segunda Edad del hierro? Tal y como expone Jones (1997: 118), la cultura material puede incorporar valores identitarios y étnicos precisos, al constituirse como una pieza fundamental en las propias dinámicas sociales. Es cierto que la ausencia de fuentes y el sesgo

Lám. 2. (Arriba): Cerámicas con decoración a Peine halladas en la necrópolis de Las Cogotas. IPHE, Archivo Cabré nº inv. 3654. (Álvarez Sanchís, 2010). (Abajo Izquierda): Fragmento de vaso pintado a torno procedente de la casa nº 4 del yacimiento de Las Cogotas. Foto de Mario Torquemada. (Álvarez Sanchís, 2011). (Abajo Derecha): Cuerpo de dolia descubierto en el complejo alfarero y decorado con motivos de tipo celtibérico (Ilustración de los autores).

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Lám. 3. (Izquierda): Producción alfarera en Hegaza (Luxor, Egipto). (Derecha): Producción alfarera en Garagos (Luxor, Egipto). (Fotografías de los autores).

arqueológico limitan las investigaciones protohistóricas encaminadas en esta dirección Sin embargo, el registro siempre albergará pequeñas pistas con las que poder reconstruir identidades y etnicidades del pasado (Cardete del Olmo, 2009: 34). Tradicionalmente la cerámica ha sido estudiada desde una

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óptica tipológica, basada netamente en sus caracteres externos. El alfar de Las cogotas brinda la posibilidad de ir más allá, permitiendo indagar en ciertos aspectos tecnológicos que nos acercan a los cambios de realidad vividos por las gentes del occidente de Iberia hace poco más de dos mil años.


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3. EL ALFAR DE LAS COGOTAS: LA CASA DE UN ARTESANO DE LA II EDAD DEL HIERRO Como bien escribe Richard Sennet (2009), “el taller es el hogar del artesano”. No cabe duda que el complejo alfarero de Las Cogotas fue un espacio de trabajo humano, en el que producción y vida estaban íntimamente conectadas (Fig. 2). Las campañas arqueológicas de los años 80, pusieron al descubierto cinco hogares de habitación en las conocidas como estructuras 18 y 19, ambas ubicadas al sur del área vinculada directamente con el proceso de manufactura. Estos hogares aparecieron asociados a conjuntos cerámicos de influencia “celtibérica”, similares a los documentados por Juan Cabré (1930: 76-78) en las viviendas excavadas intra muros. La ausencia en ellos de defectos de cocción (Lám. 4), apunta a que nos encontramos ante la vajilla manejada por los especialistas en sus quehaceres cotidianos. Así mismo, pudo documentarse una serie de muros bastante arrasados que parecían individuali-

zar el sitio en estancias determinadas y numerosos instrumentos relacionados con la vivienda, como piedras o manos molino (Lám. 5). El centro productor de Las Cogotas, ofrece la posibilidad de rastrear la evidente conexión existente entre grupos familiares y cadenas tecnológicas cerámicas especializadas. Como ya hemos apuntado previamente, la adopción del torno alfarero como recurso técnico prioritario, relegó la alfarería doméstica a un segundo término. El aumento de la especialización y estandarización artesanal, indujo a que los miembros de una comunidad determinada comenzaran a marcar distinciones entre sí. Esto se produjo como consecuencia del aumento en las relaciones interpersonales del deseo hostil frente al amoroso (Hernando Gonzalo, 2007: 171), entendiéndose el primero como “un tipo de deseo que opera como diferenciador Yo- No- Yo” y el segundo como “un deseo de vínculo que nos conecta con los demás” (Burín 2003: 51).

Fig. 2. Delimitación de las dos grandes áreas del complejo alfarero de Las Cogotas y su configuración como un espacio de trabajo humano. (Ilustración de los autores).

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Lám. 4. (Izquierda): Cerámicas de tradición celtibérica con defectos evidentes de cocción. (Ilustración de los autores). (Derecha): Documentación de numerosos restos cerámicos defectuosos dentro del área destinada al proceso de manufactura. (Fotografías de los autores).

Lám. 5. Cerámicas de tradición celtibérica sin defectos de cocción, asociadas a elementos de cultura material de índole doméstica, como hogares o molinos (Ilustraciones y fotografías de los autores).

El dominio tecnológico y material promovió el surgimiento de un sistema patriarcal que organizaba el trabajo desde una perspectiva gremial, aunque delimitado al ámbito familiar. Organizado en base a una autoridad fijada por la habilidad y experiencia práctica, se conformaría una estratificación de tipo piramidal. El nivel más bajo estaría integrado por niños y jóvenes, los aprendices y continuadores del oficio. En un escalón intermedio aparecerían las mujeres, garantes de la idea del “nosotros”, pero alejadas de las posiciones de poder.

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La cúspide quedaría reservada para los hombres, verdaderos artesanos y agentes activos dentro del marco comunitario, respetados por su cualificación y dedicados exclusivamente a la producción de piezas (Fig. 3). Ante este creciente individualismo y desarrollo de posiciones de poder intragrupales (Hernando Gonzalo, 2005), el maestro, tras haber adquirido el conocimiento suficiente que lo legitima como líder, se encargaría exclusivamente de dar forma a las piezas.


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Fig. 3. Secuencia piramidal que estructura la organización del trabajo en el Alfar de Las Cogotas. (Ilustraciones de los autores).

La mujer, en cambio, emplearía su destreza en llevar a cabo todo el trabajo externo: aprovisionamiento de la materia prima, acarreo y transporte, secado y decoración, además de asumir las labores que atañen al ámbito puramente doméstico. El género femenino, igualmente, sería el encargado de mantener un sentimiento de colectividad, plasmado en parte, dentro de los motivos que “adornan” los vasos cerámicos.

A pesar de las dificultades que conlleva la búsqueda de pistas que corroboren la instauración del modelo familiar planteado, los contextos arqueológicos del alfar de Las Cogotas, confirman el establecimiento de patrones de aprendizaje marcados y la subsecuente configuración de una jerarquización del trabajo. El hallazgo de un elevado número de juguetes o piezas de elaboración defectuosa, indican la existencia de una instrucción formal con la que adquirir habilidades tan complejas como la de modelar en el torno. En su mayoría se caracterizan por estar mal fabricadas, con paredes anchas y rugosas, grumos, roturas y asimetrías. Sin embargo, algunas aparecen cuidadosamente modeladas y con esmero, signo de la adquisición de conocimientos por imitación y del ensayo-error. El análisis de los dermatoglifos impresos en ellas, no hace sino confirmar que estas pruebas fueron realizadas por individuos infantiles de edades comprendidas entre los 6 y 16 años (Padilla Fernández y Chapon, 2015) (Lám. 6).

Lám. 6. (Izquierda): Ensayos cerámicos realizados por aprendices en Dakhla (Oasis de Mut, Egipto) (Fotografía de los autores). (Derecha): Piezas mal fabricadas y juguetes de barro. Objetos relacionados con el aprendizaje, documentados en el alfar de Las Cogotas (Ilustración de los autores).

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Lám. 7. (Arriba): Complejo alfarero de Ehnasya el Medina (Beni Suef, Egipto) (Abajo): Roles sociales desarrollados por una familia alfarera en Hegaza (Luxor, Egipto). (Fotografías de los autores).

Lám. 8. Arriba: La casa de un artesano alfarero de Zajecar (Serbia) (Fotografías de los autores). Abajo: Familia alfarera de Zajecar (Serbia). Año 1945. (Djorjevic, 2012).

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El verdadero problema llega cuando queremos demostrar ciertas conductas comprensibles desde un punto de vista antropológico, pero que son básicamente imposibles de rastrear en el registro material. En este caso, sólo la puesta en marcha de una visión de conjunto, que entremezcle la perspectiva arqueológica con aquellas que proceden de la etnología, etnografía y etnohistoria, consentirá la narración de unos hechos que fueron protagonizados por las personas y sus propias experiencias (González Ruibal, 2006: 236). El despliegue de una metodología etnoarqueológica en poblaciones alfareras de torno rápido, ubicadas en la franja mediterránea, fortalece la hipótesis que defiende el establecimiento en sociedades análogas del pasado, de un sistema de carácter gremial como consecuencia de la especialización artesanal. En Ehnasya el Medina, un centro cerámico ubicado en el Egipto Medio, la puesta en marcha de un sistema productivo estandarizado y quasi-industrial, conlleva una dedicación completa y constante, favoreciendo el establecimiento del hábitat doméstico en las inmediaciones del área de trabajo. Una realidad que también es común en el Bajo y Alto Egipto, en centros como Al-Fustat (Cooper, 2002; Van As et al.,

2009), Dakhla, Hegaza o Garagos. El modelado recae siempre en la figura de los hombres, cabezas de familia respetados por su pericia técnica. Los aprendices, niños y niñas (hijos o parientes) desde los tres a los 15 años, participan en la totalidad de las fases del proceso productivo, salvo en el levantado y torneado de la pieza. Únicamente, los individuos infantiles varones reciben instrucciones en el torno cuando la demanda de productos es escasa. A las mujeres se les encarga la tarea de decorar, aunque al mismo tiempo se les dota también de un papel secundario, ya que junto a los principiantes acometen las actividades que no exigen una gran habilidad (Lám. 7). La comunidad alfarera de Zajecar (Serbia) (Djorjevic, 2012 y 2013), también puede ser considerada como un referente para el entendimiento del taller como el hogar del artesano, un recinto que une familia y trabajo. A pesar de la distancia kilométrica y cultural, las relaciones sociales que articulan el desarrollo del proceso productivo cerámico reproducen los mismos cánones que los percibidos en los grupos egipcios (Lám. 8). Del mismo modo, y aludiendo esta vez a fuentes de índole etnográfica y etnohistórica, la convivencia y concepción gremial del oficio artesano alfarero era

Lám. 9. Familias alfareras de Bailén (Jaén). Años 50. (Cárdenas y Agudo, 2012).

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perfectamente observable en la España Rural de la primera mitad del S. XX. Centros populares como Úbeda o Bailén, ambos ubicados en la provincia de Jaén, fueron objeto de memorias antropológicas que recogieron las pautas conductuales por las que se regía la organización de la producción (Curtis, 1962; Guerrero Martín, 1988, Sempere, 1990; Seseña, 1997; Cárdenas y Agudo, 2012; Padilla Fernández, en prensa) (Lám. 9). Estas pautas, idénticas a las observadas en el Egipto actual y en la zona de los Balcanes, han desaparecido como consecuencia de la implantación en nuestra sociedad de nuevas reglas que condicionan nuestra visión de la materialidad. No obstante, es posible encontrar todavía con vida a miembros que formaron parte de estas grandes familias y que son valedores de una historia oral que bien merece ser escuchada por aquellos que se dedican al estudio del pasado (Eickhoff, 2013).

4. CONCLUSIONES El alfar de Las Cogotas demuestra que en arqueología no todo está escrito. Los estudios convencionales sobre la Edad del Hierro, deben dejar paso a miradas innovadoras que conecten el contexto arqueológico con otras disciplinas de gran interés como la etnoarqueología. La visión de la Cultura material desde una óptica diferente, motiva la construcción de un conocimiento histórico real, fundamentado en las personas y no en los objetos (Ruiz Zapatero, 2011: 12). Acercarse al registro desde perspectivas alternativas supone el planteamiento de una serie de preguntas. Nos referimos concretamente a cuestiones tan elementales como quién o quiénes son los encargados de explotar el complejo alfarero de Las Cogotas, o cómo y por qué se establece un método de trabajo centrado en la especialización. La búsqueda de respuestas indagando en los procesos productivos desarrollados para la fabricación de elementos cerámicos, posibilita el acceso a una serie de dimensiones de tipo social, económico o simbólico, que hasta el momento permanecen inexploradas. En el siglo II a.C., la aplicación práctica de una cadena operativa cerámica de gran complejidad técnica, trae consigo la manufactura de nuevas piezas que muy poco tienen que ver con las elaboradas por generaciones pretéritas. La sociedad vetona, se diluye, al menos en lo que respecta a la tecnología de

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sus conjuntos cerámicos, en una comunidad mayor y de tradición “celtibérica”, con el compromiso de frenar con casi toda seguridad la conquista romana. En un periodo de conflicto y competitividad intergrupal se imaginan nuevas identidades (Jenkins, 2002: 128), que en este caso se manifiestan a través de la vajilla, uno de los restos materiales con mayor perceptibilidad. El estudio de la cadena técnico operativa del alfar de Las Cogotas, permite también incidir en la configuración de ciertas unidades familiares vinculadas con el oficio artesanal. La adopción de un sistema estructurado en la búsqueda de prestigio y el mantenimiento de un estatus, genera el surgimiento de una organización del trabajo basada en relaciones filiales. Se articulan en un régimen de tendencia piramidal, donde los aprendices y mujeres conforman los escalones inferiores, mientras que la cúspide queda reservada exclusivamente para los hombres. Acaba, por tanto, consolidándose un patrón parental de índole patriarcal, en el que los individuos masculinos buscan la diferencia por medio de la consecución de poder, los individuos femeninos mantienen los vínculos de grupo y los individuos infantiles se educan en los roles que consolidan y justifican la necesidad de una creciente jerarquización. Con la creación de un marco interpretativo como el que aquí presentamos, queremos demostrar la importancia de incidir en el estudio de la cultura material a partir de los procesos tecnológicos que la generaron. El taller alfarero de Las Cogotas, abre una senda investigadora bastante atractiva, que promete desvelar incógnitas aún sin resolver sobre los últimos compases de la protohistoria peninsular ibérica.

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Vista de Santa Flavia desde las ruinas de Solunte. Foto: Š Allie Caulfield. Wikimedia Commons, Licencia CC BY 2.0.


3.8. LAS PRODUCCIONES DE SOLUNTO Y LAS RELACIONES CON LOS CENTROS INDÍGENAS THE SOLUNTO PRODUCTIONS AND THE RELATIONSHIPS WITH THE INDEGENEOUS CENTRE Chiara Daniéle1

Resumen

Abstract

En el llano de San Cristóforo, sede de la primera fundación de la colonia fenicio-púnica de Solunto, en la costa noroccidental de Sicilia, se ha hallado una extensa presencia de áreas para la producción de cerámica, utilizadas de Época Arcaica a Época Helenística. Los análisis arqueométricos nos han evidenciado que la producción local de Solunto debía de satisfacher un sistema de intercambios comerciales. Sin embargo, es muy complejo indagar la presencia de producciones de Solunto en los centros indígenas cercanos, investigados de manera superficial. Datos relevantes relativos a ánforas del siglo V a.C. se encuentran en un estudio sobre Monte Falcone. Otros datos, aunque escasos, proceden de Monte Porcara.

On the promontory of S. Cristoforo, which was the location of the first Phoenician-Punic colony constitution of Solunto, in the northwestern coast of Sicily, a much extended presence of pottery production areas has been found, used from the archaic to the ellenistic age. Archeometric analysis highlighted that the production of Solunto should fulfill a system of trade. It is problematic to investigate the presence of Solunto productions in the nearby native areas, analysed in a superficial way. It is possible to find some information regarding amphoras of the IV Century b. C. in a study on Monte Falcone, some others, even though not many are from Monte Porcara.

Se presupone la utilización de una arcilla que se encuentra entre Palermo y Solunto para la producción de platos de la Época Helenística hallados en Palermo, Termini Imerese, Monte Iato y Marineo. No resulta absurdo pensar que se produjeron en el llano de San Cristóforo.

It has been supposed the use of a kind of clay, which was between Palermo and Solunto, because of the presence of ellenstic plates, discovered in Palermo, Termini Imerese, Monte Iato and Marineo. It is plausible to think that these were made in the promontory of San Cristoforo.

Keywords: Northwestern Sicilia, Solunto, Palabras clave: Sicilia Noroccidental, Solunto, Producción, Intercambios, Centros Indígenas.

Produtions, Exchange, Relations, Indigeneous Centre.

1 Università di Palermo y Universidad de Granada. [ mailto:chiaradaniele79@hotmail.com ]

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CHIARA DANIELE

1. INTRODUCCIÓN Las dos fundaciones de la colonia fenicio-púnica de Solunto, la primera de época Arcaica con continuidad clásica ubicada en el llano costero de San Cristóforo y la Helenístico-Romana situada en el cercano Monte Catalfano al oeste de la primera sede, estaban ubicadas en la costa noroccidental de Sicilia, en una situación que favorecía las relaciones y los intercambios, tanto con las colonias griegas como con los numerosos centros sicanos y élimos del interior, especialmente con todos aquellos situados en el valle del río Eleuterio y del río San Leonardo, áreas ricas en recursos (Fig. 1). En particular, el llano de San Cristóforo sede de la primera fundación, está situado en la cima del promontorio costero actual de Sólanto que se asoma a un amplio golfo cerrado al oeste por el Capo Zafferano, pequeña altura que separa la “Conca d’oro” del llano de Bagheria, fértil y rico en recursos hídricos. Al oeste del Capo Zafferano se encuentra el río Eleuterio que debía de tener una función importante para las relaciones con los centros indígenas del interior. Al este del promontorio de Sólanto hay la presencia del río Milicia y del río San Leonardo, que permetían la conexión con zonas ricas en recursos boscosos y en las que se práctica la cría desde hace la Época Prehistórica. Además dos ensenadas, al norte y al sur del promontorio costero, podían ser utilizadas como atracaderos (Spanò Giammellaro, 2000: 311). En el llano de San Cristóforo se ha constatado la presencia de una extensa área para la producción de cerámica (Fig. 2). La cronología de los hallazgos va de Época Arcaica a Época Helenística (finales s. VII/principios s. VI a.C./finales s. III a.C.). A partir del 1983 se hallaron tanto hornos como espacios y otras estructuras destinadas a las actividades artesanales. Además hay que destacar la presencia de fosas excavadas en la roca, probablemente utilizadas para la depuración y la decantación de la arcilla. En Época Helenística, en la parte oriental del llano costero, rellenaron las fosas para la realización de un suelo. Se piensa que en esta época se efectua una ampliación del área destinada a las actividades artesanales. Por lo tanto, estas áreas productivas siguieron utilizándose aún cuando el asentamiento principal se mudó al Monte Catalfano (Lám. 1). Dado que los estratos correspondientes a la Época Helenística han sido dañados por las actividades agrícolas y edilicias, no se excluye que el llano costero pudiese tener una

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

Lám. 1. Llano de San Cristóforo, necrópolis arcaica y clásica, Monte Catalfano (Imagen Antiquarium).

función productiva a lo largo de toda la fase Helenístico-Romana de Solunto. Hay varios motivos que lo dejan pensar: el llano costero, a diferencia del Monte Catalfano, estaba caracterizado por una abudante disponibilidad de agua; la situación del llano era favorable tanto para los cambios comerciales costeros como para los cambios con las comunidades indígenas del interior; tener las áreas productivas lejo de la nueva sede residencial era preferible por motivos higiénicos y, además, el llano de San Cristóforo, era bien visible desde el centro urbano ocupado a lo largo de la fase Helenístico-Romana (Greco, 1997-1998: 642; Greco, 2000: 688) (Lám. 2).

2. LAS PRODUCCIONES DE SOLUNTO Análisis arqueométricos han evidenciado que la producción local de Solunto, además de cubrir las necesidades internas, debía de satisfacher un sistema de intercambios comerciales atestiguados por la presencia de cerámica griega importada, de cerámica producida en colonias griegas de Sicilia y, aunque en minor parte, de producciones indigenas (Montana et al., 2009: 107). Las formas cerámicas de tipo fenicio-púnico, que se pueden colocar entre finales del siglo VII a.C. y el siglo IV a.C., están presentes en cantidad menor con respecto a las formas de estilo griego (Tusa, 1971: 39; Greco, 1997: 30-31; Termini, 2005: 689-704). Significativo es el resultado de los análisis arqueomé-


LAS PRODUCCIONES DE SOLUNTO Y LAS RELACIONES CON LOS CENTROS INDÍGENAS

Lám. 2. El llano de San Cristóforo desde el Monte Catalfano (foto sacada por la autora)

tricos desarrollados sobre 34 muestras de cerámica de estilo griego hallada en dos áreas del llano costero de San Cristóforo. Se ha examinado la lámina delgada de todas las muestras y, además, 27 de aquellas han sido analizadas a través de la fluorescencia de rayos X (XRF). Se ha llegado a la conclusión que el 60% de las muestras pertenecen a producciones de Solunto (Montana et al., 2009).

Las ánforas de estilo griego de las Épocas Arcaica y Clásica (segunda mitad del siglo VI-mitad del siglo IV a.C.), halladas en los ajuares, sobre todo en las tumbas de cámara, de la necrópolis situada en Contrada Campofranco-Olivetano (Fig. 3, rojo), incluyen producciones locales y otras procedentes de las colonias griegas del Occidente (Polizzi, 1997: 95-103).

Por lo que concierne a la cerámica de uso común, entre las formas de la tradición fenicio-púnica hay una presencia bastante escasa de importaciones procedentes de otras áreas del mundo púnico así que se puede desumir una tendencia a preferir la producción local de la cerámica de uso más frecuente (Greco, 1997: 32).

Se han elegido 59 muestras de 18 tipologías de ánforas púnicas de época Arcaica, Época Clásica y Época Helenística (Alaimo et al., 2003). Se ha examinado las láminas delgadas de las muestras y la mayoría ha resultado producida en Solunto. Revela un origen soluntino la totalidad de las 20 muestras de ánforas púnicas de Época Arcaica examinadas, producidas entre finales del siglo VII a.C. y el siglo VI a.C. Las de Época Clásica y de Época Helenística, que se pueden incluir entre principios el siglo V a.C. y el siglo III a.C, continúan sobre todo con las producciones locales (32 muestras entre 39 analizadas) a las que se añaden muy pocas importaciones (siete muestras).

El estudio de la difusión de las ánforas constistuye un elemento muy relevante para obtener datos sobre las relaciones comerciales, y en el caso de Solunto, adquiere una importancia particular ya que existe una gran producción local de ánforas para la exportación de alimentos, vino y aceite.

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3. OBJETIVOS Y ESTADO DE LA CUESTIÓN El objetivo principal es el de focalizar la atención sobre las relaciones y los intercambios entre Solunto y los centros sicanos y élimos del interior. La escasez de datos y la complejidad deriva del hecho de que, y a diferencia de las colonias griegas, estos centros se han investigado poco y, a menudo, de manera superficial. Haría falta profundizar el conocimiento del territorio para entender los rasgos y la evolución de las relaciones entre fenicios e indígenas. A día de hoy, la hipótesis aceptada es que las co­lonias fenicias recibian de los pueblos del interior bienes de subsistencia y mano de obra, proveyéndoles a cambio de nuevas tecnologías y de productos artesanales procedentes de las rutas comerciales del Mediterráneo y, en concreto, en el caso de Solunto, de la rutas del Tirreno (Spanò Giammellaro, 2000: 313-316; Spatafora, 2008: 34-35). En Solunto los hallazgos de cerámica indígena se remontan a Época Arcaica y proceden de cavidades presentes en el llano costero, utilizado como área de producción. Se ha datado la cerámica hallada en una cavidad utilizada para descargar materiales funerarios entre finales del siglo VII y la primera mitad del siglo VI a.C. Otra cavidad, probablemente un antiguo horno púnico, presenta estratos con abundante cerámica arcaica que incluye también cerámica indígena (Greco, 2000: 686-687; Termini 2005: 689-704).

4. DATOS PROCEDENTES DE LOS CENTROS INDÍGENAS En Monte Carrozza y en Monte Falcone (Baucina), ambos pertenecientes al mismo conjunto orográfico situado entre el río Milicia al oeste y el río San Leonardo al este (Fig. 4), se han hallado por medio de una prospección superficial algunos fragmentos de ánforas (Ramón, 1.4.5.1./4.2.2.6.) cuya pasta se puede atribuir a producciones de Solunto. Otras ánforas manufacturadas en Solunto (Ramón 1.4.4.1.) se han encontrado muy cerca de los propios centros, en la localidad de Montalbano, situada cerca de un recorrido que conecta esta área con Solunto. Se puede suponer que dicho recorrido sigue un antiguo camino a través del cual probablemente se desarrollaban los intercambios con Solunto, incrementados en el siglo V a.C. Los fragmentos que se presuponen producidos en Solunto llevan una pasta a sandwich muy granulosa y compacta; mientras que los otros fragmentos están caracterizados por una arcilla naranja oscura, harinosa y con mica, presente también en ánforas halladas en Solunto, pero con centro de producción sin identificar (Bordonaro, 2011: 85-88) (Lám. 3).

Hay que destacar la presencia de la olla troncocónica, que se remonta al siglo VI a.C., parecida al tipo hallado en Mozia y en Palermo. Este tipo de olla, en ámbito púnico se encuentra solamente en Sicilia. En los centros indígenas, sobre todo de la Sicilia centro-occidental, se encuentra en gran cantidad a partir del siglo VII a.C. Está presente en contextos de Palestina a partir de la Edad del Hierro (siglo X a.C.). Todavía no se puede establecer de manera segura como llegó a Sicilia pero se puede relacionar la difusión de la olla troncocónica en los ámbitos fenicios e indígenas de Sicilia con la cocción de alimentos determinados (Spanò Giammellaro, 2000: 306-307, 312; Termini, 2005: 700). Al fin de investigar los intercambios entre Solunto y los centros indígenas se ha buscado la presencia de producciones soluntinas en estudios relativos a los asentamientos circunstantes del interior, hallando pequeños resultados que dada la escasez de la información resulta significativa.

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

Lám. 3. Fragmentos de ánforas procedentes de Monte Falcone (Bordonaro 2011).


LAS PRODUCCIONES DE SOLUNTO Y LAS RELACIONES CON LOS CENTROS INDÍGENAS

Muy escasos son los fragmentos con una pasta de ambos tipos, procedentes de la prospección superficial de Monte Porcara, ubicado en la parte baja del valle del río Eleuterio al suroeste de Solunto (Fig. 8). El tipo de ánfora, de probable producción soluntina, es del tipo Ramón 1.4.5.1 (Scibona1, 2007-2008: 147). En dos centros costeros, Palermo y Termini Imerese, y en dos centros del interior, Monte Iato y Marineo-Montagnola (respectivamente en la parte alta del valle del río Iato y en la parte alta del valle del río Eleuterio) (Fig. 4), se hallaron algunos platos de la forma Lamboglia 36, tipología de la producción Campaniense A muy difundida en los siglos II y I a.C (Fig. 5). El ánalisis de las pastas procedentes de los cuatros centros ha puesto en evidencia su similitud con las arcillas de Ficarazzi que afloran en el área entre Palermo y la sede arcaica de Solunto. Estas arcillas se utilizaron en producciones artesanales a partir del siglo VI a.C. No se puede excluir Solunto como centro de producción de los platos, dado que su actividad productiva continuó en Época Helenística. Hay que tener en cuenta también la posibilidad que las arcillas de Ficarazzi fuesen utilizadas por artesanos de los centros del interior (Belvedere et al., 2006: 549-570).

BIBLIOGRAFÍA Alaimo, R., Montana,G. y Iliopuolos, I. (2003): “Le anfore puniche di Solunto: Discriminazione tra produzioni locali ed importazioni mediante analisi al microscopio polarizzatore”, Quarte Giornate Internazionali di Studi sull’Area Elima, (Erice 1-4 de diciembre de 2000), Pisa, pp. 1-9. Belvedere, O., Burgio, A., Iliopoulos, I., Montana, G., Spatafora, F. (2006): “Ceramica a vernice nera di età ellenistica da siti della Sicilia nordoccidentale: Considerazioni tipologiche ed analisi archeometriche”, Mélanges de L’École Française de Rome, Antiquité MEFRA 118-2, pp. 549-571.

Bordonaro, G. (2011): Carta archeologica e sistema informativo territoriale del comune di Baucina. Università degli Studi di Palermo. Dipartimento dei Beni Culturali. Palermo. Greco, C. (1997): “Solunto: scavi e ricerche nel biennio 1992-1993”, Seconde Giornate Internazionali di Studi sull’Area Elima, (Gibellina 1994), Pisa-Gibellina, pp. 889-908. Greco, C. (1997-1998): “Scavi e ricerche nell’area di Solunto arcaica (1995-1997)”, Kokalos XLIII-XLIV, pp. 621-644. Greco, C. (2000): “Solunto: nuovi dati dalla campagna di scavo 1997”, Terze Giornate Internazionali di Studi sull’Area Elima, (Gibellina-Erice-Contessa Entellina 23-26 de octubre de 1997), Pisa-Gibellina, pp. 681-700. Greco, C. (2005): “Solunto arcaica: nuovi dati topografici e cronologici”, Atti del V Congresso Internazionale di Studi Fenici e Punici, (MarsalaPalermo 2-8 de octubre de 2000), II Palermo, pp. 667-675. Montana, G., Iliopoulos, I., Tardo, V. Greco, C. (2009): “Petrographic and Geochemical Characterization of Archaic-Hellenistic Tableware Production at Solunto, Sicily”, Geoarchaeology vol 24(1), pp. 86-110. POLIZZI, C. (1997): “Anfore greche da trasporto”, Archeologia e Territorio, Palermo, pp. 95-103. SPANÒ GIAMMELLARO, A. (2000): “I Fenici in Sicilia: Modalità insedia mentali e rapporti con l’entroterra. Problematiche e prospettive di ricerca”, Fenicios y Territorio, Actas del II Seminario Internacional sobre Temas Fenicios, (Guardamar del Segura 9-11 de abril de 1999), Alicante, pp. 295-335. Spatafora, F. (2008): Indigeni e Greci negli emporia fenici della Sicilia. Bollettino di Archeologia on line. Roma. TERMINI, A. (2005): “Ceramica fenicia e punica da Solunto”, Atti del V Congresso Internazionale di Studi Fenici e Punici, (Marsala-Palermo 2-8 de octubre de 2000) II, Palermo, pp. 689-704.

1 Scibona, M. (2007-2008): Monte Porcara, un insediamento nella valle dell’Eleuterio. Tesis doctoral Inédita. Università degli Studi di Palermo. Facoltà di Lettere e Filosofia.

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Diversos ejemplares de pesas de telar romanas hallados en Isturgi (Los Villares de AndĂşjar, JaĂŠn).


3.9. LAS PESAS DE TELAR ROMANAS DE ISTURGI (LOS VILLARES DE ANDÚJAR, JAÉN) ROMAN LOOM WEIGHTS OF ISTURGI (LOS VILLARES DE ANDÚJAR, JAÉN) Manuel Moreno Alcaide1, Begoña Serrano Arnáez1 e Ismael Macías Fernández1

Resumen

Abstract

En el presente trabajo se dan a conocer un conjunto de pesas de telar documentadas en los vertederos explorados del alfar de Los Villares de Andújar. Para el análisis de las diversas pesas de telar documentadas en el alfar hemos establecido una serie de parámetros para definir sus características formales con el fin de establecer una tipología, unido al análisis macroscópico. Junto a ello uno de los aspectos más destacados de la producción de pesas de telar es la presencia de marcas epigráficas y anepigráficas.

The present article introduces a group of roman loon-wieghts which are documented in the explored rubbish dump of the potter’s workshop in “Los villares de andujar”. To analise the different roman loon-wieghts we are stablished several parameters which define their characteristics in order to stablish a typology, joined to the macroscopic analysis. Furthermore, one of the main aspects about the roman loon-wieghts production is the presence of epigraphic and anepigraphic stamps.

Palabras clave: Pesas de Telar Romanas, Isturgi,

Keywords: Roman Loom-Weights, Isturgi, Tipology, Macroscopic Analysis and Stamp.

Tipología, Análisis Macroscópico y Marcas.

1 Universidad de Granada. [ manuelmorenoalcaide@gmail.com ] ; [ begoserranoarnaez@gmail.com ] ; [ ismael_macias_786@hotmail.com ]

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MANUEL MORENO ALCAIDE, BEGOÑA SERRANO ARNÁEZ E ISMAEL MACÍAS FERNÁNDEZ

1. INTRODUCCIÓN La aportación que realizamos en este trabajo se enmarca dentro de un proyecto más extenso centrado en el estudio de las producciones cerámicas del complejo alfarero de Isturgi (Los Villares de Andújar). El alfar se sitúa en la provincia de Jaén, a un kilometro al oeste de la pedanía de Los Villares de Andújar, de la que recibe su nombre, y a cinco kilómetros al este del municipio de Andújar. Situado en la margen derecha del río Guadalquivir, flanqueado por dos de sus afluentes, el arroyo de Martín Gordo al este y el arroyo de Martinmalillo al oeste (Fernández García, 2010: 115-126). Son alfares con un producción diversificada - cerámica pintada de tradición indígena paredes finas, lucernas, cerámicas de imitación tipo Peñaflor (Ruiz Montes, 2012: 39-48), cerámica común y de cocina (Peinado Espinosa, 2012: 395-406) y terra sigillata hispánica (Fernández García et al., 2013: 181-196 y Fernández García et al., 2013: 197-232) siendo dicha clase cerámica la que ha sido objeto de mayor atención de la investigación, que se convirtió en el máximo exponente de este alfar y en la producción de mayor difusión comercial (Fernández García, 2013: 129151) tanto en el ámbito Bético y en el Norte de África.

2. HISTORIOGRAFÍA DE LAS PESAS DE TELAR En el presente trabajo se dan a conocer un conjunto de pesas de telar (Moreno Alcaide et al., 2013:301312) documentadas en los vertederos explorados del alfar de Los Villares de Andújar a lo largo de las distintas campañas de excavación realizadas en el mismo. La tradición historiográfica de los estudios arqueológicos y cerámicos se ha centrado de forma esporádica y circunstancial en el análisis de este tipo de piezas debido a su simplicidad y a la dificultad de adscribirles un valor como ítem cronológico. Por otro lado, su propia denominación latina pondus/pondera ha suscitado la generación de un profundo debate sobre este término ambiguo en su definición, en tanto en cuanto haría referencia no a útiles de telar, que abordamos en este trabajo, sino a sistemas de pesas y medidas como unidad ponderal, para los cuales se recomienda su uso (Michon, 1873-1919). Algunos autores proponen referirse a

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

ellas con el término aequipondia (Alfaro Giner, 1984: 8-110; Casal García y Rodríguez García, 1996: 463) más apropiado para definir la funcionalidad de éstas como contrapesos de telar. Un aspecto a destacar dentro del estudio de las pesas de telar es su funcionalidad vinculada al lugar donde han sido recuperadas. La primera y principal función que cumplen este tipo de objetos es la de contrapesos de telar, por ello es frecuente encontrarlos asociados al instrumentum domesticum aportando una valiosa información sobre la preparación y el trabajo de los tejidos. Sin embargo, recientes estudios le han otorgado, además de este valor práctico, en función de las zonas donde se han evidenciado un carácter simbólico y sagrado vinculado a estos ambientes domésticos asociados a rituales de la esfera privada (Ferrante, 2011: 74) e incluso como parte de depósitos votivos de fundación (D’Alessio y Di Giuseppe, 2006: 455-484) o en espacios sagrados públicos (Ferrante, 2011: 75). Continuando con este carácter simbólico algunos de estos útiles han sido documentados en necrópolis, lo que nos llevaría a un profundo debate sobre la asociación de estas pesas de telar con cuestiones de género, planteadas incluso para épocas prerromanas (Rafel Fontanals, 2007: 115-146). Nuestro caso concreto de estudio se desvincula en gran parte de las funcionalidades descritas anteriormente ya que son piezas procedentes de un contexto de vertedero de los alfares isturgitanos, por lo que se trata de materiales de deshecho, aunque su presencia podría sugerir que junto al resto de producciones documentadas en Los Villares de Andújar existiese una officina textoria dedicada a la producción de este tipo de utensilios cerámicos. Pese a su simplicidad, tanto formal como de elaboración, las pesas de telar adquirieron un carácter funcional tal que no fueron necesarias modificaciones reseñables en su morfología, perdiendo parte de su valor como indicador cronológico. Por ello, nos centraremos en el estudio de su tipología y de las pastas en las que fueron realizadas.

3. UNA APROXIMACIÓN A LAS CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y TÉCNICAS DE LAS PESAS El análisis macroscópico de las pesas de telar producidas en el alfar isturigitanorum tiene como objetivo identificar preliminarmente una serie de fábricas


LAS PESAS DE TELAR ROMANAS DE ISTURGI (LOS VILLARES DE ANDÚJAR, JAÉN)

tipo alrededor de las cuales se agruparía la producción de estos útiles. Atendiendo a las características que presentan las pesas de telar se han podido establecer cinco grupos macroscópicos. Grupo 1 El primero de los cinco grupos de pastas identificados de forma macroscópica a ojo desnudo se caracteriza porque la tonalidad de la pasta es de color amarillo pálido (M89) según la nomenclatura de Cailleux. El desgrasante utilizado es bastante visible, brillante y negro debido a éste color se aprecia con facilidad. La fractura es recta y la rugosidad al tacto es media. En relación a la porosidad, su intensidad es media con vacuolas, en uno de los ejemplos analizados se aprecia en la parte lateral inferior una oquedad de mayor tamaño, pero en este caso, probablemente, sea debido al proceso de cocción. La superficie viene definida por un color muy parecido al de la pasta con una tonalidad amarillo pálida (M89). Es el grupo de pastas más representativo de la totalidad analizada alcanzando casi a la mitad de las pesas de telar estudiadas (46% de los casos). Grupo 2 Este grupo presenta unas pastas más oscuras que el anterior con una tonalidad gris rosa (N51). En la utilización de desgrasante se observan puntos negros, pero en menos cantidad que en el Grupo 1, apreciándose también desgrasante brillante, blanco y dorado, que supone una minoría. La fractura es recta y rugosa al tacto; mientras la porosidad es baja sin presencia de vacuolas. La superficie es bastante cuidada y lisa, de color rosa gris (M33), aunque se advierte la presencia de los desgrasantes de la pasta y algunas vacuolas. Este grupo supondría un 20% del total de los casos incluidos en el estudio. Grupo 3 En este caso, el color de la pasta es rojo pálido (M50), con desgrasantes brillantes de color rojo y negro. La fractura, a diferencia de los anteriores grupos, es bastante irregular debido también a la alta rugosidad al tacto; la porosidad, sin embargo, no es muy elevada, tan sólo con pequeñas y dispersas vacuolas.

La superficie de este grupo está poco cuidada, es rugosa e irregular, observándose los desgrasantes de la pasta; en cuanto al color de la superficie, se aproxima bastante al color de la pasta del Grupo 2, con una tonalidad gris rosa (M53).La presencia de este grupo de pasta macroscópico es igual al anterior con un 20 % del total analizado. Grupo 4 El cuarto de los grupos analizados se caracteriza porque el color de su pasta es marrón (P70), con desgrasantes muy abundantes y de gran tamaño con tonos grises, blancos y rosáceos. La fractura es recta aunque muy rugosa. La porosidad es baja con la presencia esporádica de pequeñas vacuolas. La superficie, por otro lado, es lisa y bastante regular, con los mismos desgrasantes observados en la pasta; su color es gris rosa (N70). Hasta el momento sólo hemos podido identificar un sólo ejemplo de este grupo de pastas. Grupo 5 El último de los grupos que hemos establecido tiene una pasta de color rojo claro (M37), caracterizado por unos desgrasantes brillante y blanco y negro, ambos de pequeño tamaño. La fractura es recta con una rugosidad media, mientras la porosidad es baja. La superficie es muy lisa y regular con los mismos desgrasantes presentes en la pasta. Respecto al color de la superficie es de la misma tonalidad que la pasta rojo claro (M37). En este caso, de nuevo, sólo poseemos un ejemplar, pero es lo suficientemente característico como para establecer un grupo propio de pastas, al menos desde un análisis macroscópico

4. REPERTORIO TIPOLÓGICO Para el análisis de las diversas pesas de telar documentadas en el alfar isturgitano hemos establecido una serie de parámetros para definir sus características formales con el fin de establecer una tipología (Castro Curel, 1985: 234; Castellani, 2011). Puntos que pasamos a establecer a continuación: 1. Adscripción formal del cuerpo en base a la figura geométrica en la que pueda adscribirse; en nuestro caso circular, paralepípedo o troncopiramidal.

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2. Medida de la anchura, grosor y altura de las piezas cuantificándolo en mm. Medida del peso y dimensión del diámetro de la perforación.

un grosor comprendido entre los 4 cm y 5 cm (Lám. 2.3, Lám. 4.8 y Lám. 5.9-10). Adscritos a los grupos macroscópicos dos y tres.

3. Dibujos de marcas, impresiones o signos efectuados con distinta instrumentación en alguna de las superficies de la pesa.

El segundo subtipo paralelepípedo comprende un solo ejemplar de base rectangular, aristas redondeadas y parte superior plana, a diferencia del resto de las pesas tiene dos orificios pasantes horizontales en el grosor de la pieza. Sus dimensiones son 15 cm de altura, 9 cm de anchura y 3,2 cm de grosor medio; con un peso de 778,8 gr (Lám. 7-13), adscrita al grupo macroscópico cinco.

4. Descripción de la arcilla en base a las características de la pasta y de la superficie atendiendo a la tonalidad, el desgrasante, la fractura y la porosidad.

4.1. PESAS DE TELAR DE TIPO CIRCULAR

5. LOS PRODUCTORES DE PESAS DE TELAR Se caracterizan por presentar un cuerpo circular con una anchura de 11’4 cm, un grosor de 3’7 cm y un peso de 635’3 gr. Presenta un orificio en la parte central con un diámetro de 1’4 cm (Fig. 2.4). Adscrita al grupo macroscópico 4.

4.2. PESAS DE TELAR DE TIPO PARALELEPÍPEDO Dentro de esta tipología se documentan dos subtipos. El primero caracterizado por presentar un cuerpo paralelepípedo, de base rectangular con los extremos redondeados y la parte superior curvada, respecto a los orificios de suspensión pueden ser pasantes horizontales que atraviesan la pieza en la anchura o en el grosor. Con una altura comprendida entre 12,5 y 9 cm; una anchura englobada entre 7,4 y 3,5 cm; un grosor de 4,5 a 3,2 cm y un peso entre 542,3 y 281,5 gr (Lám. 1.1-2, Lám. 3.5-6, Lám. 4.7, Lám. 6.12, Lám. 7.14 y Lám. 8.15). Adscritas a los tres primeros grupos macroscópicos. El segundo subtipo corresponde tan solo a una pieza que difiere del anterior por el reducido tamaño de sus dimensiones (Lám. 6.11), adscrita macroscópicamente al grupo dos.

4.3. PESAS DE TELAR DE TIPO TRONCOPIRAMIDAL Dos subtipos son los que se han establecido para este tipo. El primero se caracteriza por presentar un cuerpo troncopiramidal, de base rectangular y la parte superior curvada, respecto a los orificios de suspensión son pasantes horizontales en el grosor de la pieza. Con una altura que abarca desde los 11 cm hasta los 12 cm; una anchura media de 7 cm y

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Uno de los aspectos más destacados de la producción de pesas de telar es la presencia de marcas, sin embargo la información aportada por éstas, dista mucho del conocimiento que se tiene sobre otro tipo de producciones como la terra sigillata tanto en ejemplares lisos y decorados como en moldes que han permitido un profunda reflexión e interpretación sobre las estructuras humanas de producción (Fernández García 1998: 49-104; Fernández García, 1999; Fernández García y Serrano Arnáez, 2013: 251-256). La ausencia de estudios amplios sobre las marcas presentes en estos utensilios y la variabilidad de formas en las que se presentan imposibilitan la creación de interpretaciones extensibles al conjunto de pesas de telar. En nuestro estudio, del total de las pesas de telar estudiadas, se han localizado tres marcas, una epigráfica y otras dos anepígrafas. Las marcas anepígrafas se sitúan ambas en la parte superior, una de ellas consiste en una marca circular realizada por incisión (Lám. 8.15). La otra marca es un cruciforme conformado por dos líneas de puntos perforados que se cruzan formando ángulos rectos (Lám. 5.10). Respecto a la marca epigráfica se encuentra en la parte frontal de la pesa de telar de forma paralelepípeda en la parte superior centrada (Lám. 3.5); debido a una rotura en esta parte de la pieza no podemos saber si está completa o fragmentada, la lectura que se realiza de la marca sería QVA. En este momento, y ante la falta de más ejemplares con marcas epigráficas no estamos en condiciones de lanzar interpretaciones sobre las estructuras humanas de producción, aunque sí podríamos hablar de la presencia de una officina textoria con una serie de fabricantes encargados de la realización de estos utensilios.


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AGRADECIMIENTOS

CASAL GARCÍA, R. y RODRIGUEZ GARCÍA, P. (1996): “Aequipondia”, Gallaecia, nº 14-15, pp. 463-468.

El presente trabajo ha contado con el soporte de dos Proyectos de I+D “Ex officinaMeridionali: Tecnología, producción, difusión y comercialización de cerámicas finas de origen bético en el sur peninsular durante el Alto Imperio” (HAR2010-17507) y “Ciudad y tradiciones productivas: comercio, producción y consumo” (HUM2007-64460/HIST). Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España.

CASTELLANI, D. (2011): “Pesi da telaio” en Bergamini, M. (a cura di) Scoppieto II. I materiali, Firenze, pp. 379-393

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Gran contenedor AndĂşjar (de Fuente: Victoria Peinado).


3.10. LA CERÁMICA COMÚN BÉTICA PRODUCIDA EN EL ALFAR DE LOS VILLARES DE ANDÚJAR (JAÉN) BAETICAN COARSE POTTERY MADE IN LOS VILLARES DE ANDÚJAR (JAÉN) María Victoria Peinado Espinosa1

Resumen

Abstract

El complejo alfarero del antiguo Municipium Isturgi Triumphale (Los Villares de Andújar, Jáen), albergó desde el siglo I d.C. una comunidad de artesanos especializados en la producción de cerámica a torno, constituyéndose como uno de los centros de manufactura más importantes del sur de la Península Ibérica. Entre los diferentes tipos de cerámica producidos en él, podemos identificar a la Terra Sigillata Hispánica como la vajilla predominante. No obstante, los restos arqueológicos constatan también la fabricación de la conocida con el nombre de Cerámica Común Bética. En este artículo trataremos de definir sus características, realizando un análisis de carácter tipológico, cronológico y tecnológico. Así mismo, centraremos nuestra atención en su distribución y consumo.

The suburbium of ancient Municipium Isturgi Triumphale (Los Villares de Andújar, Jaén), was the place, by the middle of the first century AD, of a large community of craftsmen specialized in the production of ceramics, constituting one of the most important groups of potters in southern Iberian Peninsula. Among the pottery classes produced in this productive settlement stands out local hispanic terra sigillata. However there were also produced other tableware ceramics, such as we have called baetican coarse pottery, under consideration in this paper. We will try to finalize the definition of this pottery class and analyse it typological, chronological and technologically. Finally, we focus on the study of the distribution and marketing of these ceramics and on their functional analysis.

Keywords: Archaeology of Production, Roman Palabras clave: Imperio Romano, Sur de la Península Ibérica, Municipium Isturgi Triumphale / Los Villares de Andújar, Cerámica Común Bética, Tipología.

Empire, Southern Iberian Peninsula, Municipium Isturgi Triumphale / Los Villares de Andújar, Baetican Coarse Pottery, Typology.

1 Universidad de Granada/Postdoctoral Fellowships Università degli Studi Perugia. [ mvpeinado@ugr.es ]

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1. CERÁMICAS PARA EL ALMACENAJE, PREPARACIÓN Y COCCIÓN DE LOS ALIMENTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL. LAS DENOMINADAS CERÁMICAS COMUNES Y SU DISTINCIÓN TECNOLÓGICA Y FUNCIONAL Las cerámicas comunes representan en el Mundo Antiguo la categoría cerámica mayormente representada, con la peculiaridad de estar producidas para su consumo en el ámbito regional o local más próximo. Nunca, salvo alguna excepción, como por ejemplo los casos de los morteros campanos, las cerámicas de cocina, itálicas y africanas, fueron objeto de importación o comercio a nivel imperial, como si lo fueron las cerámicas finas de mesa. Su amplia presencia en los contextos arqueológicos, su uniformidad formal y su carencia de decoración, no las hicieron estar entre las favoritas de los investigadores, sobre todo a inicios de los estudios ceramológicos. No obstante, a partir de los trabajos de M. Vegas (1964; 1973), cada vez son más lo investigadores interesados en estas producciones cuyo conocimiento científico es cada día más parejo al de las cerámicas finas de mesa. El principal problema a la hora del estudio de las cerámicas comunes ha sido su clasificación en producciones. No obstante, existe una diferenciación básica dentro de la categoría de las cerámicas comunes y que supone la base para su distinción en clases o producciones cerámicas. Por un lado, tenemos las cerámicas que se usaron para la cocción de los alimentos, es la que conocemos como cerámica de cocina (Olcese, 2003: 19), que debido al contacto directo y continuo de estas cerámicas con el fuego tuvieron que ser especialmente resistentes a los choques térmicos. Para otorgar esa cualidad a unas cerámicas se requiere una serie de conocimientos por parte del ceramista, relacionados con las arcillas y el proceso de cocción en los hornos de las mismas. En época romana las cerámicas destinadas a estar expuestas al fuego fueron realizadas a partir de arcillas que presentaban unas características particulares. La cocción en el horno de estas cerámicas tuvo que ser cuidada, ya que la temperatura que alcanzaban durante la cocción infería unas cualidades específicas de resistencia a los choques térmicos. Esto supuso que el artesanado tuvo que conocer o aprender, según los casos, a escoger las arcillas adecuadas para las cerámicas que tendrían un uso destinado a la cocción de los alimentos.

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En segundo lugar contamos con la cerámica común, en singular, cuyo uso se centra en el ámbito de la conservación, la preparación, la presentación y en casos concretos el consumo de los alimentos (Olcese, 2003: 19). La cerámica común es una de las clases cerámicas más utilizadas en el mundo romano. Gran parte de las acciones domésticas relacionadas con la alimentación implican el uso de estos vasos. Es por lo que principalmente estas cerámicas deben ser ante todo resistentes a los choques mecánicos, es decir capaces de superar golpes si fracturarse. De nuevo el conocimiento de las arcillas y del comportamiento de las mismas en el momento de la cocción se hace fundamental para llegar a obtener una cerámica común de calidad. Al contrario de lo que se puede pensar, para la fabricación de cerámicas comunes de calidad se precisa de materias primas idóneas para, por un lado soportar los choques térmicos, para el caso de las cerámicas de cocina, y, por otro, ser resistentes a los choques mecánicos, en el caso de la cerámica común. El ceramista conocía distintas estrategias destinadas a la elaboración de cerámicas destinadas al fuego por ejemplo, bajando la temperatura de cocción de las mismas. No obstante, las cerámicas cocidas a baja temperatura se hacen muy frágiles, luego es un recurso poco utilizado. Además el artesano encontró otro problema, la existencia de determinadas arcillas como las calcáreas que al aumentar la temperatura de cocción se vuelven rígidas y poco aptas para su uso al fuego. En ocasiones el alfarero incorporó desgrasante a las arcillas calcáreas para hacerlas más resistentes a los choches térmicos. Pero sin duda, será la elección de una arcilla no calcárea o silícea la mejor opción para la realización de cerámicas de cocina (Olcese, 2003: 20). Conocer las propiedades de una cerámica calcárea y las de las no calcáreas o silíceas es fundamental. De nuevo el artesano tuvo que saber distinguir entre estas arcillas. M. Picon sostiene que esta distinción fue básica, apareciendo tempranamente, quizás desde el Neolítico (Picon, 2002: 10). En el caso de la cerámica común, la resistencia a los choques mecánicos producidos por el uso al que se sometieron estas cerámicas, hizo de las arcillas calcáreas las más utilizas para estos fines entre los ceramistas greco-romanos (Olcese, 2003: 20). Estas arcillas se encuentran ampliamente en el Mediterráneo lo que ha facilitado que sea más fácil la producción de cerámica común de calidad que cerámicas de cocina, ya que las arcillas aptas para su fabricación son más escasas.


LA CERÁMICA COMÚN BÉTICA PRODUCIDA EN EL ALFAR DE LOS VILLARES DE ANDÚJAR (JAÉN)

Macroscópicamente se puede mantener una distinción inicial entre las cerámicas calcáreas y las no calcáreas en base al color. Así las cerámicas calcáreas tienden a aclararse a medida que la temperatura de cocción aumenta. Mientras, las cerámicas no calcáreas en iguales condiciones de temperatura se oscurecen. El resultado son pastas de colores rosáceos, anaranjados, beige claro, crema, dependiendo de la atmósfera de cocción para el caso de las cerámicas calcáreas. Las tonalidades rojizas oscuras, marronáceas y negruzcas son más propias de las cerámicas silíceas (Olcese, 2003: 19-20). Por otro lado para la realización de una buena cerámica de cocina se precisa una arcilla de calidad, pero también es importante su porosidad, ya que los poros, sobre todo, si son alargados y numerosos facilitan la dilatación de la cerámica y minimizan el riesgo de rotura (Cuomo di Caprio, 2007: 128). Mientras, para el caso de la cerámica común una porosidad alta disminuye la resistencia a los choques mecánicos. Tanto la distinción entre una cerámica calcárea de una silícea, como la porosidad de las mismas puede ser identificada de forma preliminar macróscopicamente, como ya hemos señalado, dando como resultado la distinción de dos clases cerámicas, la cerámica común y cerámica de cocina. El estudio que presentamos a continuación se centra en una producción concreta dentro del gran categoría de la cerámicas comunes, la cerámica común producida en la Bética duran el siglo I d.C. Para ello analizaremos un caso concreto de un centro productor de esta clase cerámicas, el alfar de Los Villares de Andújar.

2. ¿CERÁMICA COMÚN BÉTICA? LA CERÁMICA COMÚN DE PASTA CALCÁREA PRODUCIDA EN LA BÉTICA DURANTE EL SIGLO I D.C. ¿Es posible hablar de una clase cerámica o producción de cerámica común de pasta calcáreas propia de la Bética? El origen de una clase cerámica de común de pastas calcáreas propia de la Bética se ha venido defendiendo desde que M. Vegas en su libro Cerámica común romana en el Mediterráneo Occidental (1973) hablase de un conjunto de morteros, elaborados en esta provincia romana, con unas

características técnicas y formales muy particulares. Incluso la cronología de estos morteros se comenzó a cerrar a grandes rasgos en el siglo I d. C. A partir de este trabajo se ha impuesto la hipótesis de la existencia de una producción de común realizada en la Bética, bien documentada en yacimientos como Munigua (Villanueva del Río y Minas, Sevilla) (Vegas, 1969/70), Itálica (Santiponce, Sevilla) (Bendala, 1982), Cercadilla (Córdoba) (Moreno, 1997) o Lacipo (Casares, Málaga) (Puertas, 1982), y que llegó incluso a exportarse a la vecina Lusitania y al Norte de África, según se desprende de trabajos como los de R. Morais (2004) sobre los morteros de Bracara Augusta (Braga, Portugal), J. C. Quaresma (2006) también con un discurso centrado en la presencia de morteros béticos en la Lusitania. Si bien es cierto que nunca se han acometido análisis de tipo arqueométrico a la cerámica común bética documentada en la Lusitania o en el norte de África, los análisis macroscópicos comparados entre las pastas de ánforas de origen bético, con las pastas de cerámica común de posible importación bética documentadas en estas zonas, evidencian grandes similitudes. Si a eso les unimos el análisis tipológico, que confirma la presencia en estas zonas de cerámicas tipológicamente idénticas a las documentadas en yacimientos de la Bética, hace de esta hipótesis un hecho cada vez más plausible. La cerámica común bética de pasta calcárea englobaría por tanto todas aquellas cerámicas elaboradas a partir de arcillas calcáreas, dando como resultado unas producciones de pastas beige a las que no se les suele aplicar ningún tratamiento de la superficie. Funcionalmente son cerámicas destinadas principalmente al almacenaje y la preparación de los alimentos, sin excluir su uso en la mesa. El repertorio formal está compuesto por platos, tapaderas, cuencos, morteros, lebrillos y jarras. Cronológicamente está producción se documenta durante el siglo I d.C. y principios del siglo II d.C.

3. LA CERÁMICA COMÚN BÉTICA PRODUCIDA EN LOS VILLARES DE ANDÚJAR. CARACTERIZACIÓN MACROSCÓPICA Y ESTUDIO CRONOTIPOLÓGICO En el yacimiento de los Villares de Andújar, situado en la provincia de Jaén (España) se instaló hacia hacía mediado del siglo I d.C. uno de los centros alfareros

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Fig. 1. Situación del complejo alfarero Los Villares de Andújar.

más importante de la Bética (Fig. 1) (Ruiz Montes, 2011)1. El alfar fue conocido sobre todo por su producción de terra sigillata hispánica (Fernández García y Moreno, 2013, Fernández García y Macías, 2013) pero fueron muchas más las clases cerámicas torneadas y cocidas por los artesanos istugitanos, cerámica tipo Peñaflor (Ruiz Montes, 2012), paredes finas (Ruiz Montes y Moreno, 2013), lucernas (Ruiz Montes, 2013), cerámica pintada de tradición indígena (Ruiz Montes y Peinado, 2013).

Pero también se realizaron cerámicas comunes, concretamente tres producciones de cerámicas destinadas al almacenaje, preparación y cocción de los alimentos, englobadas dentro del termino genérico de cerámicas comunes bien diferenciadas, tanto tecnológica como tipológicamente, la cerámica de cocina oxidante, la cerámica de cocina reductora y la producción objeto de estudio en este trabajo, la cerámica común bética de pasta calcárea (Peinado, 2010, 2012, 2013 a, b y c).

1 FABIÃO C. (1998): O Mundo Indígena e a sua Romanização na área céltica do território hoje português, Tesis doctoral inédita. Universidad de Lisboa.

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LA CERÁMICA COMÚN BÉTICA PRODUCIDA EN EL ALFAR DE LOS VILLARES DE ANDÚJAR (JAÉN)

Macroscópicamente la cerámica común bética producida en Los Villares de Andújar se característica por el color beige de las pastas presentes en la mayor parte de los casos, aunque su intensidad puede variar, detectándose también algunos vasos con pastas en tonalidades anaranjadas o rosáceas, tanto por toda la fractura como, localizándose sólo en el interior de la misma, siendo el resto de color beige. La presencia de inclusiones no pláticas o desgrasantes es baja pero repartida por toda la fractura, destacando las partículas de color blanco, opacas y brillantes, inferiores siempre al milímetro, y sólo en casos puntuales algo más gruesas, y algún punto negro ocasional. Ello, junto con la porosidad baja, otorga una apariencia de pasta compacta, dura y uniforme, aunque ligeramente rugosa al tacto. En cuanto a la superficie presenta el mismo color que la pasta en ocasiones un tono más oscuro y su acabado, aunque está desprovisto de cualquier tipo de tratamiento, es muy cuidado. Desde el punto de vista morfológico, las formas producidas en cerámica común bética en Los Villares de Andújar son tapaderas, cuencos, morteros, lebrillos, jarras, embudos y coladores. Dentro de las tapaderas en Los Villares de Andújar se produjeron dos tipos diversos, COM-BET 1.1 (Lám. 1.1) y 1.2 (Lám. 1.2). Ambos tipos presentan una morfología muy similar caracterizándose por sus bordes ligeramente engrosados, sus paredes oblicuas y sus pomos, de unos 5 cm de diámetro cóncavos en la parte interna y planos en la exterior. La diferencia entro los dos tipos se encuentra en las dimensiones, el tipo COM-BET 1,1 presenta diámetros de entre 20 y 24 cm, mientras para el tipo COM-BET 1.2 son de entre 8 y 12 cm. Los cuencos por su parte presentan una diversidad tipológica más amplia con un total de cinco tipo diversos. El tipo COM-BET 2.1 (Lám. 1.3) se caracteriza su borde, que tiende a cerrarse, en forma de visera rematado en la parte superior por un baquetón con una acanaladura en la parte baja del mismo para la instalación de un pico vertedor. Sus diámetros están comprendidos entre 20 y 24 cm. El cuerpo es de tendencia hemisférica. No se ha conservado ningún ejemplar completo por lo que desconocemos la forma del fondo.

Los cuencos tipo COM-BET 2.2 (Lám. 1.4) presentan un borde recto, ligeramente engrosado, con una pequeña acanaladura en la parte inferior del labio y diámetros en torno a los 16 cm. El cuerpo esta caracterizado por la presencia de una carena alta que divide el vaso en dos zonas, una superior y recta, y otra inferior oblicua. Como ocurre para el caso anterior no se ha conservado ningún individuo completo, dificultando el conocimiento del fondo. Formalmente es muy similar al tipo anterior es el tipo COM-BET 2.3 (Lam. 1.5), aunque algo más amplio ya que sus diámetros oscilan entre los 17 y 24 cm, siendo la principal diferencia entre ellos la presencia de un baquetón en la zona central del cuerpo. Mientras el tipo COM-BET 2.4 (Lám. 1.6) agrupa a una serie de cuencos hemisféricos de borde indiferenciado de en torno 15 cm de diámetro. El fondo está compuesto por un pie en corona de sección triangular o redonda. Mucho de los individuos presentan en el fondo interno una zona circular de color anaranjado resultado del apilamiento de los vasos en el horno. Se trata de uno de los tipos más abundantes en los vertederos isturgitanos (Peinado, 2010: 160-191; tab. 4.7, 4.9, 4.11, 4.17, 4.19, 4.21, 4.29. 4.31, 4.33, 4.34, 4,35 y 4.37). Por último el tipo COM-BET 2.5 (Lám. 1.7) está caracterizado por su borde en sección triangular de diámetro de entre 18 y 20 cm. El cuerpo es hemisférico sin que tengamos más datos del resto de cuerpo y del pie. En cuanto a los morteros dos son los tipos producidos. En primer lugar encontramos el tipo COM-BET 3.1 (Lám.1.8), que presenta un borde, con un diámetro comprendido entre los 20 y 24 cm, engrosado y de forma arriñonada rematado en la parte superior del labio, en la mayoría de los casos, con un pequeño baquetón. El cuerpo es vertical, surcado en su parte interna por unas acanaladuras características de los morteros béticos (Peinado, 2011: 291- 292). Como el mortero COM-BET 3.1, el tipo COM-BET 3.2 (Lám. 1.9) presenta el cuerpo interno estriado, pero sus paredes son más robustas y el borde en este caso fue elaborado en forma de visera con un baquetón superior que forma un pico vertedero, siendo el fondo ápodo, recto y con una pequeña acanaladura en el plano de apoyo.

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Lám. 1. Tipología de la cerámica común bética producida en Los Villares de Andújar, tipos COM-BET 1.1 (1), COM-BET 1.2 (2), COM.BET 2.1 (3), COM-BET 2.2 (4), COM-BET 2.3 (5), COM-BET 2.4 (6), COM-BET 2.5 (7), COM-BET 3.1 (8), COM-BET 3.2 (9), COM-BET 4.1 (10) e COM-BET 4.2 (11).

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Lám. 2. Tipología de la cerámica común bética producida en Los Villares de Andújar, tipos COM-BET 4.3 (1), COM-BET 5.1 (2), COM-BET 5.2 (3), COM-BET 5.3 (4), COM.BET 5.4 (5), COM-BET 5.5 (6), COM-BET 5.6 (7), COM-BET 5.7 (8), COM-BET 5.8 (9), COM-BET 6.1 (10) e COM-BET 7.1 (11).

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La última forma abierta producida son los lebrillos con tres tipos diversos. Los lebrillos tipo COM-BET 4.1 (Lám.1.10) presentan un cuerpo curvo que se rectifica justo debajo del borde marcándose este cambio con una carena. El cuerpo estaba decorado con un lazo situado hacia la mitad del cuerpo realizado a partir de un cilindro de arcilla que fue pegado con los dedos a la pared mediante presiones en los extremos y en el centro. El borde es vuelto con unos diámetros de entre 25 y 40 cm. No ha podido documentar ningún vaso con perfil completo por lo que desconocemos como sería el diámetro. El tipo COM-BET 4.2 (Lám. 1.11) es algo más exvasado que el tipo anterior. El borde, de sección cuadrangular o triangular, es también vuelto pero no tan amplío como en el caso de tipo COM- BET 4.1 aunque también presenta una carena en la parte de la unión de borde al cuerpo. Los diámetros oscilan entre los 20 y 30 cm. Por último el tipo COM-BET 4.3 (Lám. 2.1) recoge un conjunto de lebrillos de paredes prácticamente verticales y troncocónicas. El borde es vuelto no siendo circular sino elíptico, como el resto del cuerpo y el fondo, que es ápodo. El diámetro máximo se sitúa en torno a los 26 cm.

El tipo COM-BET 5.5 (Lám. 2.6) incluye una serie de pequeñas jarritas de perfil piriforme, de un solo asa y fondo ápodo. El cuello es corto y de apertura amplia, con un borde exvasado y con una carena en la zona interna del mismo, su diámetro se sitúa en torno a los 6 cm. La jarras tipo COM-BET 5.6 (Lám. 2.7) presenta unas dimensiones más reducidas que los tipos anteriores, su borde es ligeramente engrosado hacia el exterior, el cuello estrecho, largo y bien diferenciado del resto del cuerpo que es de tendencia globular y fondo ápodo, en algunos casos con un falso pie. Presenta un asa de sección oval que se inserta desde la parte baja del borde hasta la parte superior del cuerpo. Su diámetro se sitúa en los 6 cm.

La única forma cerrada producida en cerámica común bética en el alfar isturgitano son las jarras, con hasta ocho tipos diversos. El primer de ellos, el tipo COM-BET 5.1 (Lám. 2.2) presenta borde exvasado y amplio, de diámetros comprendidos entre 13 y 16 cm, con la presencia en la parte alta del labio de una hendidura a modo de asiento para tapadera. El cuello es ancho y corto y presenta un asa que va desde el borde al hasta aproximadamente la mitad del cuerpo.

Del tipo COM.BET 5.7 (Lám. 2.8) conocemos la forma del cuello, largo y estrecho, y del borde, que es engrosado de sección triangular, presentando en la parte alta un pequeño baquetón.

El tipo COM-BET 5.2 (Lám. 2.3) se caracteriza por su borde engrosado, vuelto al exterior y de forma triangular y arriñonada, con una carena en la parte interna a modo de asiento para tapadera. Sus diámetros van de los 12 y los 15 cm. El cuello es corto y amplio y posee un asa situada bajo el borde.

Las últimas formas documentas pertenecen a dos instrumentos culinarios muy fáciles de identificar morfológicamente. Los embudos tipo COMBET 6.1 (Lám. 2.10) que presentan una forma de cono invertido perforado en la parte inferior, que tiene la funcionalidad de facilitar el transvase de líquido de un recipiente a otro. Y los coladores tipo COM-BET 7.1 (Lám. 2.11) que se caracterizan por su forma de jarra cortada por el cuello y fondo perforado.

Las jarras tipo COM-BET 5.3 (Lám. 2.4) se caracterizan por sus bordes engrosados de sección triangular, debajo de los cuales se sitúa un pequeño baquetón desde donde sale un asa. El diámetro del borde es más reducido que en los tipos anteriores, en torno a unos 10 cm. El cuello es largo y estrecho.

260

Por su parte el tipo COM-BET 5.4 (Lám. 2.5) agrupa a un conjunto de jarras de borde exvasado, cuerpo globular, cuellos medios y estrechos y fondos ápodos. Es uno de los tipos de cerámica común calcárea más frecuentes y abundantes en Los Villares de Andújar, y en consecuencia uno de los mayormente producidos (Peinado, 2010: 160, tab. 4.7; 162, tab. 4.9; 164, tab. 4.11; 168, tab. 4.15; 172, tab. 4.19; 174, tab. 4.21; 176, tab. 4.23; 184, tab. 4.31; 186, tab. 4.33; 188, tab. 4,35; 190, tab. 4.37).

ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

El diámetro no supera los 4 cm. Por último el tipo COM-BET 5.8 (Lám. 2.9) agrupa a una serie de jarras de cuello estrecho y alargado rematado por un borde levemente engrosado.

La producción de cerámica común bética tiene una cronología que va desde mitad del siglo I d.C. hasta


LA CERÁMICA COMÚN BÉTICA PRODUCIDA EN EL ALFAR DE LOS VILLARES DE ANDÚJAR (JAÉN)

el inicio del siglo II d.C. (Peinado 20102; 2013a) y que coincide con la propia cronología de vida activa alfar. No obstante, cada tipo producido tiene su propia cronología. De un lado tenemos los tipos más antiguos producidos durante los años centrales del siglo I d.C., entre fines del reinado de Claudio e inicios del de Nerón, y que son los cuencos tipo COM-BET 2.1 y COM-BET 2.4, el mortero tipo COM-BET 3.1, los lebrillos tipo COM-BET 4.1 y COM-BET 4.3 y la jarras tipo COM-BET 6.1. Estos tipos serán sustituidos por otros que se producirán durante Época Flavia, como las tapaderas tipo COM-BET 1.1 y COM-BET 1.2, los cuencos tipo COM-BET 2.2 y COM-BET 2.5, el lebrillo tipo COM-BET 4.2, la jarra tipo COM-BET 5.5 y el colador COM-BET 7.1. Los tipo más recientes, producidos y documentados en los años finales del siglo I d.C. hasta los primeros quince años del siglo II d.C., son las jarras tipo COM-BET 5.2, COMBET 5.6 y COM-BET 5.7. Juntos a estos tipos existen otros, cuenco tipo COM-BET 2.3, mortero tipo COMBET 3.2, y jarras tipo COM-BET 5.1, COM-BET 5.3 y COM-BET 5.4, documentados durante toda la vida activa del alfar.

4. DIFUSIÓN, COMERCIALIZACIÓN Y ANÁLISIS FUNCIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE CERÁMICA COMÚN BÉTICA ISTURGITANA La distribución de las distintas clases de cerámicas comunes producidas en época romana estuvo, por lo general, restringida al ámbito local y regional (Olcese, 2003: 66). Son pocas las producciones que superaran es rango local/regional como por ejemplo la cerámica de cocina itálica o la africana. En el caso de la cerámica común Bética se ha plateado la hipótesis de una distribución que pudo superar los límites provinciales, llegando según algunos autores, basándose en la similitud de pastas entre la cerámica común y las ánforas béticas del bajo Guadalquivir y del área gaditana, hasta la Lusitania y hacia la Mauritania Tingitana (Moráis, 2004; Pinto, 2006; Quaresma, 2006; Serrano Ramos, 2008, Camporeale, e.p.). No obstante, es posible que esa cerámica común bética documentada en la Lusitania o en la Mauri-

tania Tingitana provenga de alfares del Bajo Guadalquivir y del área Gadirita. No contamos con ninguna evidencia arqueológica que nos haga pensar que la cerámica común bética producida en Los Villares de Andújar fuera comercializada más allá de Alto Guadalquivir. Si tenemos constancia de la distribución de la producción isturgitana en varios sitios arqueológico como Cástulo, el santuario de Las Atalayuelas (Fuente del Rey, Jaén) o en la necrópolis de Marroquíes Bajos, asociada al asentamiento de Los Robles (Jaén) (Peinado, 2013a). Por último pasando al tema de la funcionalidad en general a la vajilla cerámica ha sido relacionado con una utilización en dos actividades principales, la preparación y el consumo de comidas y con el desarrollo de rituales. Estos usos implican a la vajilla cerámica en el ámbito de la alimentación y la muerte, localizándose por ello en zonas de hábitat y en las necrópolis y santuarios (Bats, 1988: 198). La cerámica común bética está compuesta por vasos vinculados fundamentalmente al ámbito doméstico para la realización de actividades de almacenaje, como las jarras, y preparación de los alimentos, como morteros y cuencos, aunque también algunos tipos como los cuencos y la jarras pudieron emplearse como vajilla de mesa (Peinado, 2010: 368- 378; e.p.).

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Vista panorámica de la zona de excavación del Yacimiento Ibérico de El Ruedo (Escóznar, Íllora) (Granada-España).


3.11. EL YACIMIENTO IBÉRICO DE EL RUEDO (ESCÓZNAR, ÍLLORA) (GRANADA-ESPAÑA). OBTENCIÓN DE MATERIAS PRIMAS EN ÉPOCA PRERROMANA THE IBERIAN SITE OF “EL RUEDO” (ESCÓZNAR, ÍLLORA) (GRANADASPAIN). PROCUREMENT OF RAW MATERIALS IN ROMAN TIMES María Isabel Mancilla Cabello1, Julio Miguel Román Punzón1 y Montserrat Talavera Román2

Resumen

Abstract

Se muestran los resultados de una de las actuaciones arqueológicas desarrolladas en el tramo Tocón-Valderrubio (tt.mm. Íllora-Pinos Puente, Granada, España) de las obras de construcción del tren de alta velocidad (AVE), en concreto en el paraje “El Ruedo”, localizado a las afueras de Escóznar (Illora, Granada), en donde se hallaron una gran fosa recortada en el terreno natural, así como un pozo de captación de agua en uno de los extremos de la misma, ambos colmatados de sedimento, piedras y artefactos varios, principalmente cerámica. Han sido datados en época ibérica (siglo I ane) e interpretados como parte de un área de captación y preparación de materias primas, en concreto arcillas.

In this paper we present the results of the archaeological works carried out in the TocónValderrubio section (tt.mm.Illora-Pinos Puente, Granada, Spain) during the construction of a highspeed train (AVE). The site of “El Ruedo” is located outside of the village of Escóznar (Illora, Granada), a large pit cut into the natural rock with a well in one of its sides were documented. Both, the pit and the well were filled up with sediments, stones and several artifacts, mainly pottery. They belong to the Iberian period (first century BC) and have been interpreted as an area of sourcing and preparation of raw materials, particularly clays.

Keywords: Pit, Well, Catchment, Clay, Iberian Period.

Palabras clave: Fosa, Pozo, Captación, Arcilla, Ibérico.

1 Arqueólogos profesionales y miembros del Grupo de investigación interdisciplinar de las Ciencias y Humanidades de la Junta de Andalucía (HUM-143). Universidad de Granada. [ mancillacabello@gmail.com ] ; [ romanp@gmail.com ] 2 Arqueóloga profesional.

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1. INTRODUCCIÓN Durante la realización de la intervención arqueológica preventiva mediante control de movimientos de tierra en el tramo Tocón-Valderrubio (tt.mm Íllora y Pinos Puente, Granada) de la línea del AVE Bobadilla-Granada, tuvo lugar la aparición de unos restos arqueológicos de época ibérica en las proximidades del Cortijo La Noria, a las afueras de la población de Escóznar, en el Paraje denominado “El Ruedo” (Fig. 1) (Lám.1, 2 y 3) , los cuales fueron objeto de una excavación arqueológica, la cual se desarrolló entre los días 18 de diciembre de 2008 y 20 de marzo de 2009.

2. PLANTEAMIENTO DE LA EXCAVACIÓN Previo al planteamiento de los sondeos de excavación, se procedió a la retirada mecánica de parte de la tierra de labor. Dicha actuación pudo llevarse a cabo, sin ningún riesgo arqueológico, debido a que

Fig. 1. Localización del yacimiento.

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

el perfil donde se identificó la fosa nos proporcionó también una secuencia estratigráfica completa que iba desde el terreno natural hasta la tierra de labor (Lám. 2 y Lám. 3). En la excavación, inicialmente se plantearon cuatro sondeos arqueológicos (1-4), dos longitudinales y dos transversales al perfil de la traza donde aparecieron los restos, con el fin de delimitar la extensión de los mismos. En todos ellos se rebajó hasta una misma cota, el nivel de piedras, el cual se hallaba en torno a -0,90 m respecto de la cota de inicio de la excavación que era 574,60 msnm, a excepción del sondeo 3 en el que se alcanzó el terreno natural. Seguidamente, se rebajaron todos los testigos resultantes hasta dicha profundidad, con el fin de obtener una visión en extensión y de conjunto de los restos, manteniendo y, por tanto, prolongando la línea de los perfiles establecidos en los sondeos. Las nuevas áreas de excavación resultantes pasaron a denominarse Testigo S2/S4 y Ampliaciones A, B, C y D (Fig. 2).


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Lám. 1. Vista panorámica desde la carretera de Escóznar (GR-NO-11), a la salida del municipio en dirección a Obéilar (Granada).

Lám. 2. Restos arqueológicos aparecidos en la traza.

Lám. 3. Detalle de la estructura hallada en el perfil.

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MARÍA ISABEL MANCILLA CABELLO, JULIO MIGUEL ROMÁN PUNZÓN Y MONTSERRAT TALAVERA ROMÁN

Fig. 2. Planta con las áreas de excavación.

Tras alcanzar la cota del nivel de piedras en toda la superficie, se replanteó de nuevo la excavación. En la mitad norte se trazaron cuatro cuadrantes (nº 1 a nº 4), manteniendo al menos dos de las líneas de perfil y/o sección planteadas al inicio de la excavación, con el fin de conservar varias lecturas estratigráficas del interior de la estructura. En el extremo S de la fosa, que corresponde a la Ampliación D, se plantearon otros dos cuadrantes (nº 5 y nº 6), manteniendo la lectura estratigráfica (norte-sur) del sondeo tres. La zona resultante entre ambas y que coincide en general con las ampliaciones B y C se excavó a partir de dicha cota de forma unificada, denominándose Ampliación B-C (Lám. 4). Una vez conocidos los límites de la estructura, los trabajos mecánicos de la obra prosiguieron en el entorno no afectado por los restos arqueológicos, resultando finalmente una plataforma, a modo de península, que contenía los restos objeto de la intervención (Lám. 5).

3. RESULTADOS DE LA INTERVENCIÓN

Lám. 4. Cuadrantes de excavación. Vista desde el N.

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ALGO MÁS QUE GALBOS Y CACHARROS. ETNOARQUEOLOGÍA Y EXPERIMENTACIÓN CERÁMICA

La excavación arqueológica desarrollada en este paraje ha permitido sacar a la luz dos estructuras de época ibérica, en concreto una gran fosa y un pozo de agua, que formarían parte de un nuevo yacimiento, el cual se extendería por esta área localizada a las afueras de Escóznar (Íllora, Granada).


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Lám. 5. Vista panorámica de la zona de excavación.

La primera unidad estratigráfica identificada en la intervención1, y que ocupaba por toda la superficie de excavación, correspondía a un nivel de tierra, de unos 20 cm de grosor, textura limo-arcillosa y color marrón-grisáceo, sin apenas inclusiones pétreas, pero sí artefactuales de cronología ibérica, que formaba parte del paquete de tierra de labor retirado por la máquina, lo cual explicaría la enorme presencia de raíces. La gran fosa (E-02), excavada en los limos naturales, presentaba una planta alargada y contornos irregulares, con una orientación noreste-suroeste y las siguientes dimensiones máximas: 13,50 m de longitud, 4,40 m de anchura y una profundidad de -2 m (Lám. 6). En su extremo meridional se halló un pozo de agua (E-03) (Lám. 7). Para su construcción se recortó el potente nivel de limos hasta alcanzar el estrato de gravas que apareció debajo y en el que se encontraría el nivel freático. Presentaba planta

circular y un diámetro máximo de 3,70 m en la parte superior; y planta oval y 2 m de largo por 1,20 m de ancho en la parte final, que correspondía a la zona excavada en el estrato de gravas (Fig. 3). Sendas estructuras debieron colmatarse al mismo tiempo, tal y como refleja la estratigrafía. En líneas generales, a excepción de alguna bolsada o pequeño nivel, eran básicamente tres los estratos que se identificaron en el interior de la gran fosa, y que también rellenaban la parte superior del pozo (Fig. 4 y Tab. 1). Todos ellos se caracterizaban por su gran horizontalidad. La composición y las abundantes inclusiones artefactuales aparecidas en dichos niveles reflejaban una acción claramente antrópica en su colmatación. El más profundo2 y, por tanto, primero en ser depositado sobre el fondo de la fosa correspondía a un nivel de tierra grisácea, de textura limoarcillosa y compactada, de unos 45 cm de espesor, en el que existían algunos cantos de mediano y pequeño tamaños,

1 UEN01=UEN06=UEN12=UEN14=UEN28=UEN31=UEN50=UEN37=UEN48. 2 UEN58=UEN59=UEN63.

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Lám. 6. Fosa E-02.

Lám. 7. Pozo (E-03).

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EL YACIMIENTO IBÉRICO DEL RUEDO (ESCÓZNAR, ÍLLORA) (GRANADA-ESPAÑA). OBTENCIÓN DE MATERIAS PRIMAS EN ÉPOCA PRERROMANA

Fig. 3. Planta Periodo Ibérico.

Fig. 4. Fosa (E-02). Sección nº 1.

junto a gran cantidad de artefactos cerámicos, algunos metálicos y en menor medida restos faunísticos. Sobre éste se acumuló un potente estrato de tierra limosa3, de unos 70 cm de espesor, color marrón y con pequeñas vetas de tonalidad más oscura, que era el que contenía a las piedras de mediano y gran tamaños que se identificaron en toda la fosa, y especialmente en la mitad este de la misma. En él destacaba la aparición de abundante cerámica, junto a varios elementos metálicos de indudable interés, como eran una punta de lanza (Lám.8), una placa con remaches y un posible anillo. Las numerosas piedras4 que formaban parte de dicho nivel habrían podido ser arrojadas al interior de la fosa desde el borde oriental de la misma dada la gran concentra-

ción de éstas en la mitad este de la fosa. El último nivel5 que colmata el interior de la fosa presenta similares características físicas, es decir, se trata de un estrato de tierra de color marrón oscuro, textura limoarcillosa, de unos 40 cm de espesor, y con algunas inclusiones pétreas de pequeño tamaño. Al igual que en la unidad anterior, se recogieron numerosos fragmentos cerámicos y alguno metálico, todos ellos de época ibérica. Posiblemente el pozo poseía algún tipo de cubierta o estructura de origen vegetal al nivel de las gravas, que es donde se reduce el tamaño de éste, dada la presencia de numerosos restos de este material entre el sedimento de limos que lo colmata a esta

3 UEN05=UEN16=UEN11=UEN17=UEN32=UEN41=UEN39=UEN44=UEN56=UEN52=UEN60=UEN57. 4 Por el tamaño y peso de las piedras se deduce que como mínimo se requeriría de la fuerza de un individuo para cargar y arrojar cada una de las piedras halladas en este nivel, a excepción de dos de ellas, en las que habría sido necesario, al menos, la fuerza de dos personas. 5 UEN02=UEN07=UEN45=UEN15=UEN29=UEN35=UEN53=UEN49=UEN47.

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DESCRIPCION

SECTOR 1 SECTOR 2

SECTOR 3

SECTOR 4

TESTIGO

AMPLIA. A

Tierra de Labor

UEN01=

UEN06=

UEN12=

UEN14=

UEN28=

UEN31=

Nivel marrón

UEN02=

UEN07=

UEN45=

UEN15=

UEN29=

UEN35=

UEN40=

UEN38=

UEN36=

UEN41=

UEN39=

UEN44=

Limos grises Bolsa de gravas Nivel veteado

UEN30= N05=N16= N11=N17=

UEN32=

Limos oscuros Recorte/fosa

UEC03=

UEC27=

Tab.1. Relacion de igualdad de las unidades estratigraficas identificadas en la fosa E-02 (en negro) yen la parte superior del pozo (E-03) (en rojo).

Las únicas afecciones existentes en el registro arqueológico pertenecen a dos estructuras contemporáneas, que son un posible pozo abierto mecánicamente (E-04) y una zanja (E-05), los cuales afectaron a sendas estructuras ibéricas respectivamente (Fig. 6). En el perfil norte de la traza, a escasos metros de nuestra zona de excavación se halló otra estructura negativa colmatada (E-06) de similar forma, composición y características, lo que demostraría la extensión de este yacimiento en dirección norte6 (Lám. 9).

Lám. 8. Punta de lanza (E-02, UE57).

profundidad (UEN64). Dicha cubierta terminaría cediendo lo cual explicaría el efecto embudo de los estratos inmediatamente anteriores (UEN62 y UEN61), así como la presencia de una gran trozo de madera en el último nivel, que caería al fondo de la estructura, donde se fue conformando de forma natural el paquete estratigráfico UEN65 y en el que no se halló ningún artefacto, aunque sí restos de numerosas semillas que fueron trasladas desde la superficie por un roedor (bioturbación), tal y como demuestran los restos óseos hallados juntos a dichas semillas en el fondo del pozo y muy próximo al nivel freático (Fig. 5).

El repertorio cerámico (Fig. 7) recuperado presenta, en líneas generales dos características fundamentales: por un lado, una escasa presencia de producciones, básicamente cerámica común, cerámica de cocina y recipientes anfóricos; y por otro, una alta variabilidad de formas identificadas dentro del conjunto de cerámica común de tradición indígena. Así pues, destacan por su mayor aparición los cuencos de perfil curvo y tenso, los lebrillos, así como las grandes tinajas de almacenaje. Éstas últimas, conjuntamente con las ánforas de borde corto y engrosado, también supusieron un número importante del total de individuos exhumados en el yacimiento, lo cual refleja el papel destacado de las actividades de almacenamiento en el contexto cerámico recuperado. Subrayamos la presencia de los cuencos-lucerna, que nos marcarían un terminus post quem del siglo IV ane., así como los lebrillos, recipientes que en la Vega de Granada aparecen durante la fase del Ibérico Final. Es importante señalar que en torno al 80% de los individuos recuperados pertenecen a la producción común de tradición indígena, frente al 8% de la cerámica de cocina, o al 9% de las ánforas, siendo anecdótico el

6 Esta estructura no fue excavada por hallarse fuera del área de afección de la traza.

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UEC54


EL YACIMIENTO IBÉRICO DEL RUEDO (ESCÓZNAR, ÍLLORA) (GRANADA-ESPAÑA). OBTENCIÓN DE MATERIAS PRIMAS EN ÉPOCA PRERROMANA

AMPLIA. B

AMPLIA.C

AMPLIA.D

UEN50=

UEN37=

UEN48

UEN53=

UEN49=

UEN47

UEN55=

1ª CUADRAN.

2° CUADRAN.

3° CUADRAN.

4° CUADRAN.

AMPL.8-C

UEN51 UEN30

UEN56=

UEN52=

UEN60=

UEN57=

UEN57=

UEN57=

UEN57=

UEN52

UEN59=

UEN59=

N58=N59=

UEN59=

UEN63

Fig. 5. Pozo (E-03). Sección nº 2.

Fig.6. Planta Periodo Contemporáneo.

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MARÍA ISABEL MANCILLA CABELLO, JULIO MIGUEL ROMÁN PUNZÓN Y MONTSERRAT TALAVERA ROMÁN

Fig. 7. Cerámica ibérica (UE02=UE47 y UE57=UE60).

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Lám. 9. Fosa E-06 en perfil norte de la traza.

porcentaje de otras producciones como los grandes contenedores o la cerámica pintada. En la reducida presencia de ésta última influiría el hecho de la mala conservación que presentaba la cerámica en general, lo que pudo motivar la desaparición de la decoración pictórica. Igualmente, no son muy abundantes las importaciones, que están representadas únicamente por varios individuos de ánfora romana (si bien hemos de anotar la aparición, en niveles superficiales, de un fragmento indeterminado de paredes finas burilada, así como un fragmento amorfo de TSI).

4. CONCLUSIONES

En cuanto a las pastas, son mayoritariamente oxidantes y depuradas, ya que corresponden a la cerámica común y ánforas, frente a las reductoras con gran número de inclusiones, que pertenecen a las producciones de cocina y grandes contenedores con decoración de cordón.

Para época romana, J.P. Adam describe la preparación inicial de la arcilla para su uso en la preparación del tapial o adobes de la siguiente manera: “la arcilla se deposita en una fosa inundada, próxima a un abastecimiento de agua, y allí se amasa pisándola con el desgrasante que puede ser vegetal; paja, hierba seca, salvado, a veces ceniza, o mineral: arena o gravilla” (1996: 62) (Fig. 8). El proceso no debía variar del que pudieran llevar a cabo las comunidades del Ibérico Final en nuestra zona de estudio; de hecho en la actualidad aún se continúa obteniendo la arcilla para la fabricación de adobes de la misma forma, tal y como se puede observar entre las comunidades rurales de Latinoamérica (Lám. 11).

Los elementos metálicos no han sido muy abundantes y se hallaban en muy mal estado de conservación, debido a la humedad de los sedimentos que los contenían. Así pues, además de varios clavos, se han recuperado una punta de lanza (Lám. 8), una plaquita fragmentada con remaches, un posible anillo, un fragmento de aguja y parte de una fíbula. Asimismo, el material lítico ha sido escaso; no obstante, se han recuperado algunas piezas de sílex con restos de talla, y otras tantas de piedra no tallada. En cuanto a los ecofactos, destaca la presencia de fauna, malacofauna y microfauna, así como restos de madera en el interior del pozo de los que se recuperaron varias muestras.

Dadas las características geológicas de esta zona de vega, próxima al arroyo de Charcón, donde predominan las arcillas, y la presencia, por un lado, de un pozo para captar agua del subsuelo, y por otro, de al menos dos grandes fosas excavadas en dicho sustrato, planteamos la hipótesis de que esas estructuras formaran parte de un área de captación de arcillas, muy probablemente para la fabricación de adobes (Lám. 10).

La cronología propuesta para este yacimiento viene determinada por el conjunto de materiales cerámicos que forman parte de los sedimentos que colmatan las citadas estructuras, los cuales han sido datados en los momentos previos al cambio de era, dado que este tipo de estructuras no suele tener un

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dilatado periodo de vida, de manera que la construcción y uso de las mismas no debió estar muy alejado del momento de su colmatación. Esta área de captación de arcillas, una vez agotada, se amortiza como vertedero, si bien hay que destacar el escaso porcentaje de restos de fauna presente en el registro, en proporción con el de cerámica. Todos los datos expuestos vendrían a confirmar nuestra hipótesis de trabajo, según la cual los restos documentados en el yacimiento de “El Ruedo” (Escóznar, Íllora, Granada) formarían parte de un área de extracción y producción de arcilla para la construcción, que estaría en uso, y posteriormente amortizada como vertedero, durante los momentos finales del siglo I ane.

Lám. 10. Fosa y pozo ibéricos.

Fig. 8. Mezcla de arcilla con paja (Adam, 1996, p.62, fig.136).

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Lám. 11. Extracción de arcilla para la fabricación de adobes. Latinoamérica (http://baiburimi.blogspot.com/2008_10_01_archive.html).

BIBLIOGRAFÍA ADAM, J. P. (1996): La construcción romana, materiales y técnicas. Editorial de los oficios, León. España. MANCILLA CABELLO, Mª I. y ROMÁN PUNZÓN, J. M. (en prensa): “Intervención arqueológica preventiva mediante control de movimientos de tierra en la línea de alta velocidad BobadillaGranada, tramo Tocón-Valderrubio (tt.mm. Illora y Pinos puente), Granada”, Anuario Arqueológico de Andalucía 2011, Junta de Andalucía, Sevilla.

ROMÁN PUNZÓN, J. M. y MANCILLA CABELLO, Mª I. (2008): “Propuesta de sistematización de la cerámica ibérica de la Vega de Granada”, Actas del I Congreso Internacional de Arqueología Ibérica Bastetana, Comunicaciones, Serie Varia 9, Madrid, pp.163-177. VAQUERIZO GIL, D., QUESADA SANZ, F. y MURILLO REDONDO, J. F. (2001). “Protohistoria y romanización en la subbética cordobesa. Una aproximación al desarrollo de la cultura ibérica en el sur de la actual provincia de Córdoba”, Arqueología Monografías, Junta de Andalucía y Universidad de Córdoba, Sevilla.

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Interior de la Sinagoga de la judería del Castillo de Lorca. Foto: Š Paradores. Wikimedia Commons, Licencia CC BY-SA 4.0.


3.12. NUEVAS PERSPECTIVAS DE LOS ESTUDIOS SOBRE CERÁMICA BAJOMEDIEVAL EN EL SURESTE PENINSULAR: LOS AJUARES CERÁMICOS DE LA JUDERÍA MEDIEVAL DEL CASTILLO DE LORCA* NEW PROSPECTS OF THE LATE MEDIEVAL POTERRY STUDIES IN THE PENINSULAR SOUTH-EAST: THE POTTERY GOODS OF THE JEWISH MEDIEVAL QUARTER OF LORCA CASTLE José Ángel González Ballesteros1

Resumen

Abstract

El presente trabajo aborda algunos aspectos de la cultura material cerámica documentada en el proceso de excavación arqueológica del castillo de Lorca (Murcia, España). La naturaleza del proyecto arqueológico realizado ha puesto de manifiesto una serie de resultados sobre la cerámica que abarcan aspectos tanto formales, funcionales como de intercambio comercial. De igual modo, el proceso de excavación arqueológica ha permitido establecer una serie de relaciones entre algunas piezas, su funcionalidad y la relación espacial dentro del ámbito doméstico bajomedieval. El análisis espacial de algunos grupos funcionales, en el marco de la judería bajomedieval lorquina, posibilita un mayor acercamiento en la distribución y comprensión de la cerámica en el entorno urbano del barrio bajomedieval.

This paper discusses some aspects of the pottery material culture registered during the archaeological excavation of the castle of Lorca (Murcia, Spain). The nature of the archaeological project carried out has shown a number of results about the pottery, including formal, functional and commercial exchange aspects. In the same way, the archaeological excavation process has helped to establish a series of relationships between some pieces, its functionality and the spatial relationship within the late medieval domestic context. The spatial analysis of some functional groups, within the framework of the late Medieval Jewish quarter from Lorca, allows a better approach in the distribution and understanding of the pottery in the urban environment of the late medieval quarter.

Keywords: Pottery, Castle, Jewish Quarter, Town Palabras clave: Cerámica, Castillo, Judería,

Planning, Spatial Analysis, Multiple Lamp.

Urbanismo, Análisis Espacial, Candil Múltiple.

1 Co-director excavaciones arqueológicas castillo de Lorca (2004-2012). [ joseangelgonzalez@arqueoweb.com ]

* El Director Científico del proyecto es el profesor titular de la Universidad de Murcia Dr. D. Jorge A. Eiroa Rodríguez y el equipo investigador está encabezado por él y por los arqueólogos co-directores en las intervenciones realizadas hasta el momento: D. Juan Gallardo Carrillo, D. José Ángel González Ballesteros y D. José Manuel Crespo Valero.

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JOSÉ ÁNGEL GONZÁLEZ BALLESTEROS

1. INTRODUCCIÓN En el marco de los estudios arqueológicos desarrollados en los últimos años en el castillo de Lorca (Murcia) destacan los hallazgos de un amplio abanico de cultura material asociadas al periodo bajomedieval. Este estudio se centra en el avance de un aspecto concreto, la cerámica documentada en los contextos deposicionales, que forman parte del proceso de abandono del urbanismo bajomedieval, presentes en el interior de la fortaleza lorquina. Dando continuidad a las excavaciones iniciadas con motivo de construcción de un Parador de Turismo, el proyecto de investigación del sector oriental del castillo de Lorca, iniciado en el año 2009 y prosiguiendo con diversas campañas de actuaciones arqueológicas,ha permitido dar continuidad a los últimos descubrimientos del castillo, principalmente la judería medieval. Este proyecto de investigación, coordinado desde el Área de Historia Medieval de la Universidad de Murciai, cuenta con un amplio equipo multidisciplinar y contempló el estudio del proceso histórico-arqueológico, la consolidación, la puesta en valor y la adecuación para uso turístico del área oriental del castillo de Lorca (Eiroa Rodríguez, 2012: 407). Los resultados arqueológicos resaltan un diverso horizonte temporal, detectándose niveles de ocupación en el cerro que arrancan desde el Calcolítico. Sin embargo, las últimas fases de ocupación correspondientes a la Baja Edad Media, suponen los elementos que reflejan un mayor interés en relación con la propia morfología constructiva del castillo, su proceso de formación y desarrollo. Es de destacar muy especialmente el barrio judío de los siglos XIV y XV como parte del proceso urbano de formación de la ciudad durante el periodo final medieval. La importancia del castillo de Lorca en la Baja Edad Media supone un punto clave en las relaciones de frontera con el reino nazarí, ya que se establece como el último baluarte de control de Castilla en el Adelantamiento murciano con respecto a Granada. Esta situación definirá el modelo de desarrollo social a lo largo de la Baja Edad Media, y cuya evolución se refleja en la cerámica. Las propias características geográficas del castillo, inciden en este factor, ya que supone un emplazamiento privilegiado de control del valle del Guadalentín en las rutas de comunicación con Vera y Almería, y el territorio del noroeste murciano donde se localiza la ciudad de Caravaca.

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Uno de los objetivos del proyecto es precisamente establecer la realidad fronteriza, el establecimiento de los judíos y la cultura material aportada, ya que para el periodo medieval existen ciertos problemas de identificación que presenta el registro arqueológico. Este es el propósito inicial del presente trabajo, definir nuevas propuestas a partir de la realidad cerámica documentada en el proceso de excavación arqueológica del barrio bajomedieval y su vinculación espacial. En este sentido, no deja de ser el presente trabajo un análisis preliminar sobre la cerámica bajomedieval que en este momento se está desarrollando en el marco del proyecto de investigación (Eiroa Rodríguez, 2012).

2. LA JUDERÍA ENCASTILLADA DE LORCA: DISTRIBUCIÓN, ORGANIZACIÓN Y ESPACIOS 2.1. ORGANIZACIÓN URBANA Los trabajos arqueológicos realizados en el periodo 2002-2009 mostraron una primera realidad arqueológica de la organización urbana de la judería medieval de Lorca que se estableció en el interior de la fortaleza (Gallardo Carrillo y González Ballesteros, 2009a). Dicho urbanismo, a partir del proyecto de investigación iniciado en el año 2009 y de la continuidad de actuación en el ámbito del Parador Nacional de Turismo, se ha visto ampliado. En este caso se han visto incorporados nuevos elementos en el trazado de calles y aumentado el número de unidades domésticas, al igual que ha permitido aclarar la configuración del límite occidental de la judería. Por un lado, la alcazaba y más concretamente el denominado “barrio de Alcalá” supone la base urbana de la judería de Lorca. En este sentido, la muralla que delimita este conjunto defensivo supone el primer elemento que define el barrio, separándolo del resto del núcleo urbano. Es dentro de esta línea de muralla donde se reconoce la puerta de la judería, cuya referencia documental viene recogida principalmente por el acensamiento de la muralla por parte del concejo lorquino iniciado en la segunda mitad del siglo XV. También recibe el sobrenombre de “Puerta del Pescado”, y se configura como el acceso que comunica la judería con el resto de la ciudad.


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Por otro lado, otro aspecto espacial que se ha podido determinar por los resultados de las excavaciones, es la relación entre la zona del alcázar y la judería. Como eje divisor existe un lienzo murario en el que se abren dos postigos. Se aprovecha el antiguo trazado de una cerca de tapial de época islámica, concretamente del periodo almohade, que se recrece con mampostería, reutilizando una puerta principal acodada, que iría cerrada con un portón de madera tal y como nos lo confirma la presencia de quicialeras en uno de los lados del acceso. Se trata de un paso de algo menos de un metro de anchura, que está escalonado con peldaños de ladrillos y parcialmente labrado en las afloraciones rocosas. Otro elemento considerado como determinante en la configuración de la judería y su relación con el resto de la fortaleza es el eje divisor que ejerce la muralla de El Espaldón, muralla que establece un control interior en el tránsito del sector occidental de la fortaleza y el barrio judío al poseer una puerta acodada. Se observa cómo en la cara del lienzo que da al barrio de Alcalá se adosan casas, mientras que en su otra carano existen. Este hecho lo convierte en un elemento claramente diferenciador entre un ambiente urbanizado y otro no urbanizado. La red viaria articula unos ejes principales y otros secundarios junto al estrechamiento de sus calles. En este sentido, y siempre en función del área excavada, se determinan posibles placetas y varios trazados de calles que en ocasiones corresponden a los límites entre terrazas de la distribución en ladera del caserío. Toda esta trama final proporciona una visión de un viario estrecho e irregular difícil de transitar. En uno de los tramos delimitados, que separa la casa IX y la casa X, se documenta parte de una pequeña red de canalizaciones lo que indica pequeñas infraestructuras de saneamiento del interior de las viviendas que evacúan al exterior. Esta infraestructura se pone en relación con la presencia de numerosos albollones, documentados en los últimos años en la muralla septentrional, dentro del proyecto de investigación. Esta zona nueva intervenida, supone la cota más baja del barrio y por tanto se generan una serie de puntos de salidas de agua en la muralla para la evacuación de escorrentías y para el aseo interior de las viviendas. La plaza supone un espacio ordenador de la judería. La documentación de lugares abiertos en el área excavada se limita a pequeños espacios sin aparente

vinculación al desarrollo de actividades comerciales. Salvo el patio o plaza de la sinagoga, que sí se observa como una continuación del espacio religioso y ordenado como lugar público, la zona excavada presenta espacios dedicados a las actividades domésticas realizadas en el entorno de las viviendas. En conjunto, el barrio desarrolla una sucesión de ejes principales orientados noreste-suroeste, donde se desarrollan pequeños tramos laberínticos o espacios abiertos supeditados a estos ejes. Si bien, no implica que existan acometidas que rompan este esquema con ampliaciones del espacio constructivo de las casas o que nuevas edificaciones modifiquen el desarrollo de los viales de un modo irregular pero conservando la orientación general. Estas calles, junto a su función como ejes de comunicación dentro del barrio, poseen adicionalmente otras propiedades: •

Vinculadas a la propia naturaleza defensiva de la fortaleza algunos de estos ejes adquiere una función como adarve, circunvalando el perímetro de la muralla, aunque entre unidades domésticas.

Desde la propia distribución urbana de la judería, suponen los elementos que delimitan alguna de las terrazas en las que se enclava el caserío.

Otra de las características que definen la judería es su posible planificación. El complejo sinagogal se establece en un punto central de este barrio que coincide casi exactamente con el centro del barrio de Alcalá. Ante la posibilidad de una planificación en la construcción del barrio judío se elige el lugar donde ubicar la sinagoga y el conjunto de edificios vinculados a ella. Este hecho lleva consigo un cargado lenguaje simbólico al establecerse como el punto neurálgico del barrio. La fisonomía del barrio judío se adapta a los condicionantes topográficos del cerro donde se ubica la fortaleza y a los restos de antiguas construcciones islámicas tanto de carácter residencial como defensivo. Reaprovecha la configuración urbana preexistente, aportando un nuevo trazado ya que, salvo los grandes elementos que definen los límites espaciales, la mayoría de unidades domésticas son de nueva planta. Los restos que se han excavado del barrio judío se desarrollan en cuatro terrazas que van descendiendo en una línea de orientación noreste, hacia donde se localiza la puerta de la judería, adquiriendo la típica forma de un urbanismo en ladera. No es un

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sistema de terrazas rígido y alineado, actuando esta parte como punto central de un sistema radial, desde el que se originan otras líneas de terrazas como en la zona sur, donde se emplaza la casa IX y la casa X.

2.2. LAS UNIDADES DOMÉSTICAS Hasta las últimas campañas arqueológicas finalizadas en el año 2012, se han documentado un total de 18 unidades domésticas, con una gran variabilidad morfológica en planta tanto en su agrupación como configuración interior. Aunque se observa una pequeña tendencia rectangular o cuadrangular, observándose una configuración sencilla con un número de tres o cuatro estancias por cada casa, hasta alcanzar algunos casos un carácter más complejo a nivel espacial. Las técnicas constructivas varían entre los muros de mampostería y los muros de tapial de tierra para las estructuras de carga, y uso del ladrillo para tabiques, jambas de puertas, bancos corridos, poyetes y alacenas. Los rasgos que definen la planta de la vivienda suele estar distribuida con espacios interiores organizados de manera agrupada, en los que no existe una organización axial o centralizada. Son espacios contiguos dispuestos con distintas orientaciones pero perpendiculares entre sí en la mayoría de los casos. Forman unidades de pequeño tamaño, salvo excepciones donde se muestra un mayor espacio con zonas que ejercen de vínculo o de tránsito entre distintas habitaciones. Las casas van adquiriendo una disposición sobre el eje noreste-suroeste y noroeste-sureste, que es la misma que adquiere la orientación del edificio de la sinagoga. Los elementos conservados de algunos edificios parecen indicar la posible presencia de casas con más de una altura, ya sea por la adaptación a los condicionantesdel relieve (caso de la casa XII) o por cuestiones simplemente constructivas en las que se diseña con un bajo y un piso superior (casa VII para caso del establo y posiblemente la casa IX). Las habitaciones son de tendencia rectangular, a las que se suele acceder mediante pequeños escalones. Se registran alcobas elevadas (aprovechando en ocasiones la propia roca), siendo común la presencia de bancos adosados a los muros u otros elementos como cocinas, tinajeros o alacenas.

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En la configuración espacial, el patio suele estar presente pero no es determinante su presencia. Se vincula principalmente a las viviendas de mayores dimensiones a la vez que con una mayor compartimentación de estancias. Su distribución suele no ser central, asumiendo una posición secundaria dentro del organigrama estructural de la casa, como zona de acceso desde el exterior que inicia el tránsito hacia el interior. Salvo en el caso de la casa V, donde parece delimitarse un patio central.

3. TRES EJEMPLOS DE LA CERÁMICA BAJOMEDIEVAL DE LA JUDERÍA DEL CASTILLO DE LORCA Y SU FUNCIONALIDAD Dentro del programa de investigación desarrollado uno de los objetivos es el estudio de la cerámica bajomedieval del castillo, que trata de aportar nuevo y abundante material cerámico como resultado de los procesos de excavación arqueológica. Este hecho supone un punto de partida de enorme interés, ya que pretende analizar la cerámica en ámbitos de uso y domésticos, y no de producción, a partir de una realidad contextualizada de las piezas. Otro de los puntos de interés en los que se trata de perfilar el estudio de la cerámica bajomedieval del castillo de Lorca es poder definir nuevos aspectos formales y de producción de la cerámica bajomedieval que facilite la información hacia los sistemas de producción y de uso en la península Ibérica durante el Medievo. Este acercamiento se desarrolla a partir de su conocimiento dentro del ámbito del sureste peninsular, dada la ausencia de estudios a pesar de las numerosas intervenciones de carácter urbano y en fortificaciones que se han ido realizando a lo largo de los últimos años. Por tanto, el primer paso y como consecuencia de lo anterior, es trata de ampliar el repertorio formal y funcional de los materiales cerámicos y determinar secuencias crono-tipológicas. Para el cumplimiento de estos objetivos en el estudio de la cerámica bajomedieval entran en juego dos factores fundamentales: •

La recuperación del material cerámico dentro de secuencias estratigráficas que permiten analizar contextos cerrados.

La pertenencia a un contexto urbano bajomedieval donde se definen ambientes domésticos.


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De este modo se han podido recuperar en este contexto una gran cantidad de fragmentos para la formalización de un repertorio cerámico que permita conocer usos y relaciones de intercambio en circuitos de corto y largo alcance. En este sentido, la cerámica cronológicamente define un valor de uso, no de origen de producción, ya que en este caso se establece el periodo de actividad de la cerámica, no el momento de su fabricación.

la función de una pieza, se condiciona al contexto arqueológico en el que aparecen. La mutabilidad funcional se va transformandocon respecto a su finalidad inicial con la que se elabora la pieza, hasta su destino operativo final. Incluso, en este caso se destaca que la naturaleza de una pieza de cierto refinamiento productivo no desdeña su uso final a otros procesos más agresivos, como es el culinario.

A continuación se desarrollan algunos ejemplos del ajuar cerámico y su uso o funcionalidad a partir del contexto arqueológico en el que aparecen. Esta realidad arqueológica permite una aproximación a la concepción del objeto cerámico dentro de la realidad doméstica bajomedieval, que en ocasiones se desfigura hacia el objeto en sí. Los listados en inventarios medievales o el hallazgo y exposición de la pieza impiden definir una realidad activa del objeto hacia una finalidad factual, que no tiene por qué ser en la que en teoría es producida. Definir una multifuncionalidad de las piezas es complejo, pero debe ser un concepto presente, como se demuestra en muchas ocasiones en los contextos arqueológicos, sea cual sea la naturaleza del objeto cerámico.

Una tercera función determinada en el contexto arqueológico del castillo, consiste en su empleo como ornamentación que responde a fórmulas decorativas habituales. Es muy frecuente su empleo, en el caso italiano, de los famosos bacini empleados en iglesias y arquitectura palacial. En España se constata esta práctica en el convento franciscano de San Salvador en Pina de Ebro (Zaragoza) en el primer cuerpo de la torre del segundo cuarto del siglo XIV (Álvaro Zamora, 1986: 58). Pero por el momento, estos casos son frecuentes en una arquitectura monumental ligadas a palacios e iglesias muy estudiada en el caso italiano (Berti, 1990).

3.1. NOVEDADES SOBRE EL USO DE LA ESCUDILLA EN CONTEXTOS DOMÉSTICOS La escudilla supone una pieza principal en el ajuar doméstico cerámico en la Baja Edad Media. Se destina a un uso en la mesa, formando parte de los objetos de presentación de alimentos. Define y refleja unos hábitos generalizados, que representa la base alimentaria constituida por caldos y alimentos semilíquidos de manera individual de un comensal. Junto a su uso tradicional como recipiente en la mesa para alimentos líquidos o semilíquidos, en las excavaciones arqueológicas del castillo de Lorca, este tipo de pieza se presenta con dos funcionalidades adicionales: a) Como pieza complementaria dentro de ambientes de cocina como recipiente de apoyo a los procesos culinarios. b) Como elemento decorativo arquitectónico. Con respecto al primer caso, este hecho permite reflexionar que ante formas sencillas, para definir

En el caso del castillo de Lorca se establece en un ejemplo de arquitectura doméstica, que implican una serie de planteamientos y cuestiones a desarrollar. Por ejemplo, la elección del tema decorativo, ¿puede responder a algún tipo de intención más allá de la ornamental? La escudilla documentada es un ejemplo de loza dorada y base estannífera de la serie clásica con el tema de los palmitos, muy común en las producciones de Manises y Paterna. Este motivo decorativo en escudillas tiene una gran distribución por la península Ibérica y las Islas Baleares, contando con numerosos ejemplos en diversas colecciones museísticas. En este caso se trata de una pieza del ajuar doméstico cerámica no realizada exprofeso para la ornamentación, sino de un una reutilización de esta producción para este uso. Caso contrario es el establecido en el ejemplo franciscano de Zaragoza, donde el uso cerámico de los platos de producción turolensey su decoración son fabricadas para tal finalidad ornamental y no para un destino como vajilla doméstica (Álvaro Zamora, 1986: 63). El hecho de que el tema decorativo sea uno de los más repetidos en la producción cerámica levantina ¿ahondaría en una elección decorativa con algún valor simbólico?

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3.2. LA TINAJA BAJOMEDIEVAL: ANÁLISIS FORMAL Y FUNCIONAL A PARTIR DE LA LECTURA ESPACIAL DOMÉSTICA La tinaja es un recipiente de cerámica característico para el almacenamiento y conservación de agua y de algunos alimentos. Las tinajas son piezas de considerable tamaño para contener alimentos, tanto líquidos como sólidos. Además de agua las tinajas sirvieron para almacenar ocasionalmente frutos secos y cereales. Si su capacidad era bastante grande era posible en su interior almacenar enseres y parte del ajuar de la vivienda e incluso servir de contenedor para el transporte de otros objetos. Para su elaboración era necesaria una elevada especialización técnica, siendo habitual de alfares y operarios expertos en la fabricación de tinajas. Los ejemplares de pastas porosas eran apropiados para la contención de agua, puesto que facilitaba la exudación y el enfriamiento del líquido. Algunas piezas bellamente decorados ocuparían un lugar preeminente dentro de los patios u otra estancia principal de las viviendas. El proceso tecnológico de estas piezas se realizaba mediante el elaborado de la base a torno, y a partir de aquí se comenzaba a levantar a mano el resto del cuerpo a base de tiras de barro enrollado. Se finalizaba con el cuello y el borde realizado a torno, procediendo a su cocción en el horno. En el caso concreto de los hallazgos producidos en el castillo de Lorca, dentro del urbanismo bajomedieval, estos recipientes suelen ser de gran capacidad y cubren las diversas finalidades mencionadas anteriormente. Ofrecen un repertorio funcional doméstico amplio, en interacción con los espacios donde se localizan. Desde el punto de vista tipológico sólo ha llegado un ejemplar completo enmarcado en el siglo XV y asociado a los ámbitos domésticos que forman parte de la judería. Aunque se documentó también un segundo ejemplar datado a finales del siglo XIII y primera mitad del siglo XIV (Gallardo Carillo y González Ballesteros, 2008: 131; Martínez Rodríguez y Ponce García, 2011: 81-84), pero que permite completar los datos sobre este tipo de piezas cerámicas en la Baja Edad Media murciana.

284

Por los fragmentes constatados en las excavaciones arqueológicas, permite indicar una variabilidad morfológica de esta producción, tanto formal como decorativa, analizada con anterioridad (Gallardo Carrillo y González Ballesteros, 2009: 301). Aunque un análisis formal completo vinculados a los espacios domésticos, por el momento, sólo se puede ceñir a estos dos ejemplos, que muestran una singularidad de tamaño y de contexto cronológico. Si bien en un primer momento, los casos de las tinajas bajomedievales documentadas en el castillo de Lorca y vinculadas a los espacios domésticos sólo se ejemplificaban en dos casos, de periodos diferentes pero con un mismo comportamiento con el soterramiento en el interior de una estancia, en el momento actual de la investigación ha aumentado el número de casos. En este sentido, se advierte un nuevo comportamiento que no es el de su soterramiento, sino en superficie, formando parte del paisaje interior del espacio doméstico. El primer ejemplo de tinaja a analizar está asociado a uno de los espacios domésticos que se articulan dentro del taller artesanal documentado en el castillo (Eiroa Rodríguez, 2012: 420). La configuración de la estancia destaca por la presencia de un banco corrido, un zócalo y una alacena. Su disposición junto a la muralla de la fortaleza permite la conservación de una pequeña abertura sobre la alacena a modo de ventana. Estos elementos de mobiliario fijo y la presencia de la tinaja, permite definir un tipo de sala multifuncional destinada al almacenamiento de alimentos y de enseres, a la vez que permite establecer el desarrollo de actividades colectivas familiares propias del ámbito del hogar en un espacio de salón. Con respecto a la tinaja se disponía enterrado con el borde sobresaliendo con respecto al nivel de suelo de la estancia. Los primeros indicios registrados sobre su funcionalidad permiten indicar su empleo para el almacenamiento de grano a modo de silo. Las características formales de esta tinaja definen un cuerpo ovoide con base plana, cuello corto y borde engrosado. Realizada a torno el borde y el fondo, y a mano el resto de la pieza. La altura es de 92,01 cm con una anchura del cuerpo de 80,05 cm. El diámetro del borde es de 30,03 cm y el diámetro de la base de 20,02 cm.


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El segundo ejemplo está vinculado espacialmente a los ambientes de cocina dentro de la vivienda bajomedieval. Se localiza en la unidad doméstica denominada “Casa VII”, próxima a la sinagoga. Se trata de un elemento más del mobiliario del interior de la estancia. La documentación del contenido de esta tinaja ha sido posible ya que durante el proceso de abandono y destrucción de la vivienda la parte superior de la tinaja se fracturó y selló el interior. Su estudio morfológico está a la espera de su restauración que permita su análisis, ya que la mitad superior se documentó fragmentada.

A partir del registro estratigráfico se ha establecido la siguiente relación espacial vinculada a los contextos domésticos. De los 20 fragmentos documentados que equivalen a 18 piezas, indicar en primer lugar su alto valor en el registro cerámico, ya que este número de fragmentos supone un escaso porcentaje en relación a la superficie excavada y al volumen de restos cerámicos de época bajomedieval asociada a estos contextos domésticos. Por tanto es necesario precisar la importancia de estas piezas en la identificación de contextos relacionados con la minoría judía en la Edad Media.

Se dedica su uso al guardado de utensilios y de alimentos donde destaca la conservación en el interior de un mortero y una escudilla. De igual modo, en el proceso de excavación se documentaron restos de huevos y otros elementos orgánicos, cuyo análisis está en proceso. Su uso como almacenamiento de líquidos se descarta por el recorte del fondo plano, sustituyéndolo por un tejido de esparto trenzado.

La presencia de cuatro piezas en contextos deposicionales fuera de los ámbitos domésticos (dos de ellos aparecen en el derrumbe de la sinagoga) obedece a procesos posdeposicionales, de desplazamiento erosivos de la ladera, vinculada a la terraza superior del barrio. Una pieza, aunque fuera del contexto de una vivienda, la documentación a escasa distancia de su hallazgo permite su vinculación al ámbito de la “casa II”.

El tercer ejemplo se localiza en la unidad doméstica denominada “Casa XVII”. Se ubica en una zona de patio de la vivienda cuya colocación se acondiciona a nivel de suelo excavando ligeramente el nivel de suelo y aprovechando parte de una oquedad del afloramiento rocoso en esta zona que servía como cimentación a los muros perimetrales de la casa. En este caso apenas se conserva la pieza salvo la base de la tinaja, ya que se localiza en una zona que ha recibido un fuerte proceso erosivo de la ladera del castillo. Por este motivo apenas ofrece datos sobre la morfología de la pieza y unas dimensiones aproximadas. Destaca el lañado en la base mediante una abrazadera simple de plomo. La calcificación que presenta en su interiorse asocia al almacenamiento de agua, tal y como indica la presencia de un pequeño aljibe en el espacio.

3.3. DISTRIBUCIÓN DE LOS CANDILES MÚLTIPLES VINCULADOS A LA FIESTA DE LAS LUCES O HANUKÁ La presencia de una serie de candiles múltiples asociados al culto judío permite aproximarnos a la identificación religiosa de los habitantes de este conjunto urbano. La forma singular de estas piezas permite su identificación funcional. Sobre su estudio tipológico de estas piezas está referido en otros trabajos (Gallardo Carrillo y González Ballesteros, 2009: 277-284).

Cuatro de estas piezas se registran en el interior de habitáculos aunque sin poder definir un espacio doméstico como tal. Este tipo de recintos no han quedado del todo definidos, por lo que su funcionalidad a día de hoy es imprecisa, barajando sólo a nivel de hipótesis, su relación con espacios de almacenamiento. Las nueve piezas restantes, suponen algo más del 50% del total del hallado en contextos de abandono asociados a espacios domésticos. Este conjunto se vincula a siete de las 18 unidades domésticas definidas en el marco del urbanismo de la judería. Es decir existe una representación del 38’89% de las unidades domésticas delimitadas con representación de estas piezas. Su dispersión se ve reflejada en todo el eje suroeste-noreste de edificios dispuestos en terrazas. Sólo la parte que queda al sureste se ve ausente de este tipo de piezas en los ámbitos domésticos excavados.

4. CONCLUSIÓN Como conclusión, este trabajo supone un análisis previo al estudio de la cerámica bajomedieval del castillo de Lorca. Sobre todo, una de las partes tenidas en cuenta y en la que se está insistiendo es la relación espacial de la distribución cerámica a partir de las

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concentraciones de fragmentos y piezas cerámicas en los diferentes espacios según la estratificación de abandono de estos conjuntos estructurales. Por tanto, la cerámica constituye un elemento fundamental en el estudio de los niveles de vida de la población judía de Lorca en la Edad Media. De este modo se destacan varios aspectos: •

En primer lugar, con respecto al registro arqueológico, es necesario señalar la importancia que adquieren los contextos que permiten aproximarnos a dataciones fiables de uso de esta cerámica. Además, permite la vinculación funcional al espacio en el que se inserta. La elaboración de una clasificación tipológica implica la necesidad de una agrupación funcional como primer paso en el estudio de la relación entre costumbre culinaria y aspectos cotidianos. Hay una fuerte presencia del servicio individual representado en platos, cuencos y escudillas. Dentro de este conjunto destaca el abanico de lozas que se limita a cerámica de mesa. Mientras tanto, la cerámica común y vidriada se emplea para todas las series funcionales, en especial para cocina, almacenamiento e iluminación. Los rasgos aportados por la cultura material cerámica ha jugado un papel fundamental en la identificación religiosa de un sector de la sociedad en la Edad Media.

En definitiva, el estudio de la cerámica procedente del castillo de Lorca permite aproximarnos a una serie de conclusiones históricas sobre la sociedad bajomedieval del Sureste peninsular.

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El Palåcio da Galeria, sede del Museo Municipal de Tavira. Foto: Š Daniel Pina. Algarve Informativo.


3.13. EVOLUCIÓN CRONO-TIPOLÓGICA DE LAS FORMAS DE ILUMINACIÓN EN TAVIRA (PORTUGAL) CHRONO-TYPOLOGICAL EVOLUTION OF LIGHTING FORMS IN TAVIRA (PORTUGAL) Sandra Cavaco1 y Jaquelina Covaneiro1

Resumen

Abstract

Las comunidades humanas que ocuparon la ciudad de Tavira durante siglos utilizaron un conjunto variado de objetos destinados a iluminar los espacios. Los objetos de estudio son cerámicos, aunque existan ejemplares fabricados en otros materiales. Los objetos de iluminación de la Edad de Hierro se encuentran muy fragmentados y algunos presentan huellas de la acción del fuego en el pico. Aunque algunos presenten huellas de utilización, las lucernas romanas y de la Antigüedad Tardía son procedentes de contextos funerarios. En época islámica surge el candil de cazoleta cerrada y entrada y, con los almohades, aparece el candil de cazoleta abierta, que puede o no tener pie alto. La versión simple de la lámpara almohade se utiliza a lo largo de la Edad Media y la Edad Moderna, siendo gradualmente remplazada por lámparas de metal.

The human communities that occupied the city of Tavira for centuries used a varied set of objects intended to illuminate spaces. The objects in this study are ceramic, although there are specimens made of other materials. The Iron Age objects are very fragmented and some show signs of the action of fire. Roman and Late Antiquity lamps are from funerary contexts, although some of them show evidence of use. In Islamic times the lamp with closed cup and beak emerges and, with the Almohads, the open bowl lamp, which may or may not have high foot, appears. The simple version of the Almohad lamp is used throughout the Middle Age and the Modern Age, being gradually replaced by metal lamps.

Keywords: Ceramics, lamps, Iron Age, Roman, Late Antiquity, Islamic, Middle Age, Modern Age.

Palabras clave: Cerámica, candelas, Edad del Hierro, Romano, Antigüedad Tardía, Islámico, Edad Media, Edad Moderna.

1 Municipio de Tavira. [ scavaco@cm-tavira.pt ] ; [ jcovaneiro@cm-tavira.pt ]

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Na longa história das artes e das técnicas, poucas invenções foram tão ricas de consequências quanto a da iluminação artificial. O homem quebrou as limitações das trevas: ao dilatar as fronteiras do dia aumentou o período útil da sua existência, multiplicou as possibilidades de acção e de defesa. (Almeida, 1952: 13).

1. INTRODUCCIÓN Las lámparas de aceite de olivo se desarrollaron en el Mediterráneo oriental en torno al siglo VII a.C. por griegos, fenicios y púnicos y, rápidamente llegaron a Occidente, concentrándose su presencia sobre todo en las zonas costeras de España, Portugal y Marruecos (Zozaya Stabel y Hansen, 2007: 125). El mundo romano incorporó nuevos avances tecnológicos e influyó directamente sobre las lámparas tardo-antiguas o paleocristianas y visigodas (Ibidem, 125). Con la llegada del mundo musulmán a Hispania (711 d.C./92 H), aparecen los primeros candiles andalusíes de piquera. Estos fueron utilizados hasta que los almohades los sustituyen, en torno al final del siglo XII d.C. o inicios del siglo XIII d.C., por los candiles “de cazoleta” que, en las palabras de Zozaya, son en un principio sencillos, como un pequeño “salto atrás” formal a las lucernas púnicas, y que después se complicarían con un pie, más o menos evolucionado, más o menos barroco, y que culminan en el siglo XV (Ibidem, 125). Con este estudio se pretende comprobar y exponer la evolución de las formas cerámicas de iluminación en el actual territorio de Tavira, Portugal. Aunque las formas típicas de cada período están presentes, hay formas que se conocen en otros sitios y que aún no fueran identificadas en Tavira. Es el caso de la candela de disco o el fanal, ambos almohades y presentes en Mértola (Gómez Martínez, 2006)1. Las lámparas presentadas son procedentes de diferentes sitios arqueológicos, en su mayoría se localizaron en el interior de la actual ciudad de Tavira. Algunos de estos yacimientos cuentan con una larga

secuencia cronológica, abarcando diferentes periodos históricos, tal y como se ha podido comprobar a través de la presencia de la cultura material recuperada. Para este trabajo, tenemos un inconveniente, la ausencia de ocupación romana en Tavira, por lo que hemos decido abarcar este periodo con materiales procedentes de la ciudad romana de Balsa. Por su parte, las imágenes que se presentan en este trabajo, se tratan de adaptaciones realizadas a partir de los documentos originales de la excavación arqueológica de cada uno de los sitios que en la actualidad se encuentran depositados en los fondos del Museo Nacional de Arqueología, en el archivo fotográfico del Museo Municipal de Tavira y en las publicaciones recogidas en la bibliografía.

2. LOS CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS Dado que los elementos cerámicos que se presentan en este trabajo proceden de diferentes yacimientos arqueológicos creemos conveniente realizar, previo a su presentación, una breve reseña sobre los contextos arqueológicos a los que haremos referencia a lo largo del texto. El primero de los lugares a tratar corresponde con el interior del Palacio da Galeria. En él se descubrieron varios pozos fenicios excavados en las margas calcáreas. Se encontraban colmatados por materiales islámicos, bajo los cuales se encontraban restos de cultura material adscrito al siglo VII ANE. Además, de los niveles islámicos y púnicos, también se documentaron niveles cristianos en este edificio convertido en la actualidad en el Museu Municipal de Tavira2. Situado junto al Palacio da Galeria, el Parque de Festas es uno de los yacimientos arqueológicos con mayor potencia estratigráfica arqueológica excavada hasta el momento en Tavira. Se han encontrado vestigios de una cabaña del Bronce Final excavada en la roca y niveles de la Edad del Hierro relacionados con una ocupación de tradición púnica. Entre esta ocupación y los niveles islámicos y cristianos existe un hiato de casi catorce siglos. La ocupación del sitio continúa hasta época

1 GÓMEZ MARTÍNEZ, S. (2006): Cerámica Islámica de Mértola: producción y comercio, Tesis doctoral, Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. 2 El Palacio da Galeria ha sido excavado por Maria Maia.

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moderna y contemporánea. Actualmente, es un área libre de construcciones asociada al Museo Municipal de Tavira3. El sitio de BNU es, sobretodo, conocido por qué entre la cultura material recuperada se encontraba el famoso “Vaso de Tavira”. Además, en su interior se localiza una parte importante de la muralla islámica de la ciudad, a la que se asociaban otras estructuras del mismo periodo junto a un conjunto de estructuras relacionadas con la pesca, conservación y embalaje de recursos piscícolas de época turdetana, entre los que destaca un fragmento de red de pesca. Dada la importancia de este sitio y por la relevancia de su cultura material éste ha sido en la actualidad ha sido transformado en el Centro Islámico del Museo Municipal de Tavira4. En las proximidades de BNU, a finales del siglo XX, se ha excavado el sitio de Netos. Nuevamente, se han documentado niveles islámicos a través de la documentación de parte del recorrido de la muralla islámica/cristiana y de la Edad del Hierro de la ciudad. En la primera década del siglo XXI, se volvió a excavar en el área de Netos, más concretamente en el terreno al lado, designado por Pensão Castelo. Al contrario de lo que pensaba inicialmente, en este espacio no se ha podido documentar la continuación de la muralla de la Edad del Hierro sin embargo, sí que se han identificado niveles islámicos. La muralla de la Edad del Hierro de Netos y las estructuras excavadas en el terreno fronterizo conocido como Corte-Reais (lugar en el que se han excavado niveles cristianos, islámicos, fenicios y turdetanos) van a ser objeto de un proyecto de musealización y en el futuro se convertirá en el Centro Fenicio del Museo Municipal de Tavira5. Desde su ubicación con la Quinta da Torre d’Ares en 1866, mucho se ha escrito sobre Balsa, una de las principales ciudades romanas del litoral sur de Portugal. La mayoría de los materiales arqueológicos se encuentran depositados en el Museo Nacional

de Arqueología y una gran parte procedente de las necrópolis de la ciudad. Desde 1977 este yacimiento arqueológico no ha sido objeto de intervenciones arqueológicas, en la actualidad todo el terreno que ocupa está destinado como hacienda6. El Convento da Graça es uno de los edificios que mayor volumen de excavaciones arqueológicas ha recibido de toda la ciudad de Tavira. En su estratigrafía cuenta con niveles modernos (relacionados con el convento), medievales, islámicos y, incluso, una necrópolis de la Edad del Hierro. Aunque las fuentes clásicas explican que en ese mismo espacio se encontraba la antigua judería de Tavira, hasta el momento sólo se han identificado algunos fragmentos de dos janukkiot y ninguna estructura asociada. En el 2006 el convento se convirtió en una Posada de lujo7. El Arrabal de Bela Fria se construyó ex nuovo a finales de la ocupación islámica de la ciudad (siglo XIII), bajo la protección de las murallas, siendo abandonado en el inicio del siglo XIV. A su función como zona habitacional se añade un carácter artesanal o piscatorio, ya que durante las diversas intervenciones arqueológicas se localizaron vestigios relacionados con la pesca y la artesanía. Como el espacio se quedó vacío hasta los finales del siglo XX, sus niveles almohades se quedaran prácticamente intocados. Hoy día el área del arrabal es un parking y parte de las estructuras que emergieron durante las intervenciones fueron seguidamente enterradas y conservadas, mantenidas en la actualidad bajo la protección de una torre de las murallas, hallada en la excavación8. Tal y como ocurre con otras excavaciones realizadas en el interior de las murallas de Tavira, en una vivienda de Terreiro do Parguinho se encontró una larga diacronía de ocupaciones, de que destacamos un trozo de la muralla de la Edad del Hierro. También fueron excavados niveles almohades y cristianos. Actualmente esta vivienda se convirtió en un hostel9.

3 Parque de Festas ha sido excavado por el equipo de Maria Maia y la equipa de Inês Simão y Marina Pinto. 4 La excavación de este sitio ha sido realizada por Manuel y María Maia. 5 Netos y Corte-Reais fueran excavados por Maria Maia. Pensão Castelo fue excavada por Miguel Almeida e Maria João Neto. 6 Entre otros, éste sitio ha sido excavado por Estácio da Veiga, Teixeira de Aragão y por Manuel y Maria Maia. 7 La excavación arqueológica del convento ha sido dirigida por Jaquelina Covaneiro e Sandra Cavaco. 8 El arrabal almohade ha sido excavado por Jaquelina Covaneiro e Sandra Cavaco. 9 Este sitio ha sido excavado por Brígida Mateus, Ismael Cardoso y Sérgio Antunes.

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3. LAS PRIMERAS FORMAS DE ILUMINACIÓN EN TAVIRA: EDAD DEL HIERRO

una sepultura. Entre ellas, destaca la existencia de 20 marcas de oficina (Ibidem, 37).

En las excavaciones de Parque de Festas y de BNU se encontraran dos tipos de lámparas de este período: las de tradición/origen fenicio-púnica y las de origen griego.

En Balsa están presentes lucernas de volutas (19), lucernas mineras o del tipo “Rio Tinto/Aljustrel” (17), lucernas de pico redondo (12), seis ejemplares de forma indeterminada, cinco ejemplares en terra sigillata clara D y un sólo ejemplar de firmalampe o lucerna de canal (Ibidem, 40-45). Entre sus características, estos ejemplares presentan las conocidas volutas. Éstos son elementos característicos de inspiración griega y, consiste básicamente, en espirales dobles o simples que se encuentran en la unión del discus (disco) con el rostrum (pico). Éstos elementos, son muy importante porque además de darnos indicaciones sobre su las redes comerciales entre Balsa y mediterráneo occidental, también son elementos cronológicos ya que su aparición formal como parte de las lucernas es a partir del siglo I (Vieira, 2011: 5). Los ejemplares de Balsa presentan volutas simples o dobles, un o dos picos y una multitud de motivos en los discos, que van de temas religiosos [Apolo (?) frente a un altar] o de la vida cotidiana (figura femenina en su toilette), a elementos zoomórficos (jabalí) o vegetales (corona de hojas de olivera) (Nolen, 1994: 48-49). Cuatro lucernas tienen marca11, 11 de ellas presentan marcas de modelado nítido y una de ellas parece haber sido fabricada en un molde realizado a partir de otra lucerna (Ibidem, 48-49). De los 19 ejemplares, seis no presentaban marcas de uso (Ibidem, 48-49).

Las primeras presentan formas abiertas, casi como pequeñas tazas bajas con pico de pellizco. Este tipo de lámparas aparecen en Oriente en torno al III y IV milenio y su difusión hacía occidente se debe a los fenicios (Bussière, 1989: 42-43). Son cuatro los ejemplares identificados, uno de ellos con barniz rojo (inéditos). Su elevado grado de fragmentación y sus diminutas dimensiones, no nos permiten conocer si iban provistas de una o dos piqueras para colocación de la mecha, así como tampoco relacionarlas con las tipologías existentes. El segundo tipo corresponden con las lucernas de disco griegas. El único ejemplar procede de BNU y presenta el ala, parte de la pared exterior y el inicio del disco, así que no es posible saber si el disco estaba o no decorado (Maia, 2004: 29). La lucerna está cubierta de barniz negro.

4. LAS LUCERNAS ROMANAS Y DE ANTIGÜEDAD TARDIA La ciudad romana de Balsa tiene una gran vocación y tradición comercial. Entre los productos exportados se encontraba el aceite de oliva, los preparados piscícolas, etc. a la vez que recibía los más variados productos desde todos los puntos del Imperio (Mantas, 1990: 198-199; Viegas, 2009: 294-295, 311, 349)10. Esas redes comerciales son visibles, también, en las formas cerámicas de iluminación, importadas desde la Bética, de Italia (5) y del Norte de África (3). Sólo un ejemplar parece ser proveniente de Balsa (Nolen, 1994: 39). La mayoría de las lucernas proceden de las necrópolis de la ciudad y hay unas que presentan marcas de utilización y otras que parecen haber sido compradas para una función determinada, su colocación sobre

A comienzos de nuestra era, las lucernas más comunes eran las del tipo “Rio Tinto/Aljustrel”, también conocidas por lucernas mineras (Vieira, 2011: 30). Este último nombre se debe al hecho de que el mayor número de lucernas de este tipo fueron encontradas en contextos relacionados con la minería, ya fueran estructuras mineras, pueblos o necrópolis. Sin embargo esto no quiere decir que esta fuese su única función y contexto (Ibidem, 61). Su datación corresponde entre el siglo I y el siglo III (Ibidem, 61). A diferencia de las anteriores, las lucernas mineras se encuentran escasamente decoradas lo que probablemente las hacía más baratas y accesibles al conjunto de la población del momento (Nolen, 1994: 42). En Balsa, se han localizado 17 ejemplares de Balsa decorados: siete presentan decoración en la orla;

10 VIEGAS, C. (2009): A ocupação romana do Algarve: estudo do povoamento e economia do Algarve central e oriental no período romano. Dissertação de Doutoramento, Faculdade de Letras da Universidade de Lisboa. 11 CLO[L]PINIT, GAVINIA e dos marcas ilegibles (Nolen, 1994: 48-49).

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seis en el pico; tres en la orla y en el pico; sólo una de ellas presenta una corona de hojas en el disco y volutas simples en el pico (Ibidem, 49-50). A excepción de la corona de hojas, la temática decorativa es muy sencilla: mamelones (7), perlas (2) u óvulos (1) en la orla; volutas duplas (4) o simples (4), voluta simples conjugada con hoja de hiedra (1) o voluta simples con “aspas” en el pico (Ibidem, 45-49). Siete ejemplares presentan marcas de alfarero (tres presentan palmas y cuatro motivos epigráficos12) y diez presentan marcas de fuego en el pico (Ibidem, 45-49). Los datos disponibles han permitido la autora avanzar con una cronología, para este conjunto producido en el Sudoeste Peninsular (¿Bética?), del período Claudio (mediados del siglo II) (Ibidem; 43). Las lucernas de pico redondo aparecen durante la segunda mitad del siglo primero y, a lo largo del siglo II, sustituyendo las lucernas de pico longo (Ibidem, 43). Los ejemplares de Balsa presentan motivos en los discos (9), en los discos y en la orla (2) y sólo en la orla (1). La temática decorativa abarca temas religiosos (Apolo sentado con lira), cotidianos (esclavo con ánfora), zoomórficos (oveja), vegetales (hojas de olivera), escenas teatrales (biga) entre otros (Ibidem, 50-51). Sólo seis ejemplares tenían marca de uso, cinco presentas marcas13 y siete presentan modelado nítido o muy nítido, aunque una de ellas haya sido hecha en un molde realizado a partir de otra lucerna (Ibidem, 50-51). La copia de lucernas fuera de su centro productor tuvo inicio en los primeros años del Imperio y se ha generalizado a partir del siglo II (Pereira, 2008: 21). Se piensa que la copia seria hecha localmente, para consumo local por compradores con menor capacidad económica, ya que las copias como tenían peor calidad (con muchas imperfecciones e irregularidades), tenían un precio reducido (Ibidem, 21, 97; Vieira, 2011: 32). Las lucernas de canal o de fábrica (firmalampe), de fabrico italiano, fueron muy utilizadas en el occidente Mediterráneo entre finales del siglo I y parte del siglo II (Almeida, 1952: 21). En Balsa sólo se conoce un solo ejemplar que fue publicado por Almedia en 1952 y posteriormente por Nolen (1994). Éste se caracteriza por tener un margo (orla), levemente inclinado hacia fuera, con dos protuberancias rectangulares dispuestas en paralelo entre la ansa (asa) y el rostrum

(pico), su discus (disco) liso y rebajado en relación al margo, rostrum largo y redondo tiene en la parte superior un canal que es interrumpido por el anillo que envuelve el discus y que presenta en su base la marca FORTIS (Almeida, 1952: 21; Nolen, 1994: 50). Autores como Pereira apuntan que estas marcas de alfarero nos permiten tener una cronología más precisa sobre ellas (Pereira, 2008: 98), sin embargo, no todos los autores están de acuerdo. Por ejemplo, Nolen no comparte la misma opinión de Pereira, afirmando que la marca FORTIS es un marca falsificada que se encuentra en casi todos los puntos geográficos del Imperio durante los tres primeros siglos de nuestra era, por lo que no se debería tomar como un elemento cronológico sino sólo como un carácter de origen de las diferentes piezas (Nolen, 1994: 43). Por su parte, las lucernas tardo-antiguas africanas en terra sigillata clara C y D son consideradas como la última gran producción de lucernas romanas (Pereira, 2008: 70). Sus características morfológicas las diferencian de los modelos romanos clásicos: asa maciza; cuerpo oval; largo y ancho canal abierto; disco circular, con uno o dos agujeros de alimentación; margo ancho, rebajado y horizontal; base circular, marcada por una arista que la une al asa por detrás (Amante Sánchez, 1984: 133). Otra característica importante de este tipo es la ausencia de marcas de alfarero (Ibidem, 133). Las cinco lucernas tardo-antiguas en terra sigillata clara D de Balsa pertenecen al tipo Hayes II A, fechadas entre los finales del siglo IV e los inícios del siglo VI (Nolen, 1994: 44). Al contrario del resto de tipos descritos los cuales presentan diferentes niveles de modelado, todos los ejemplares conocidos de lucernas tardo-antiguas africanas en terra sigillata presentan un modelado muy nítido y sólo dos de ellas presentan marcas de fuego (Ibidem, 51). En este caso, todos los ejemplares conocidos presentan decoración, ya sea en el disco o en la orla o en ambas partes. Algunos ejemplos cuentan un cisne en una jaula (?) en el disco, corazones en la orla y un pez, también en la orla (Ibidem, 51). Dos lucernas presentan motivos en la orla y en el disco, una tiene dos cuadrados sobrepuestos en el disco y pequeños círculos concéntricos en la orla; otra presenta un zorro en el disco y círculos concéntricos alternados con hojas trilobadas en la orla (Ibidem, 51).

12 LAT, IT e dos marcas ilegibles (Nolen, 1994: 49). 13 COPPIRES, AVFIFROM, un doble entrelazado y cuatro puntos. Las marcas CABA[.]ER[O] y KALII son post cocción (Nolen, 1994: 50-51).

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5. LA ILUMINACIÓN EN EL PERÍODO ISLÁMICO El elemento de iluminación más representativo de este momento son los candiles. Según G. Rosselló la palabra candil tiene su origen en la palabra árabe qandîl, que es un helenismo (1991: 149). Ya según S. Gómez, la palabra árabe procede del término latino candela, de donde viene también la palabra portuguesa candeia, utilizada por los autores portugueses para diferenciar el candil de cazoleta abierta del candil de piquera, la forma cerrada (2006: 276). Este instrumento, el candil, se compone por una cazoleta (lugar en el que se almacena el aceite), embudo (por donde se colocaba el aceite), piquera (donde se colocaba la mecha) y una asa que garantizaba su correcta manipulación (Serrano, 2011: 56-57)14. Para el período islámico se conocen cuatro grandes series de piezas destinadas a alumbrar: lamparillas (troncocónica invertida15 o bitroncocónica), candil (de cazoleta cerrada y piquera, de cazoleta abierta con o sin pie alto), policandela (o almenara) y fanal (Gómez Martínez, 2006: 275). A continuación veremos que, hasta al momento, en Tavira sólo han sido localizados tres de estos tipos. Frecuentes en el ajuar islámico, los candiles eran receptáculos de aceite utilizados para la iluminación doméstica (Salinas Pleguezuelo, 2012: 304)16. Sus características morfológicas, técnicas y ornamentales, nuevamente son marcadores cronológicos. Así sabemos que los antiguos (fechados del siglo VIII) iban provisto de piqueras muy pequeñas de forma almendrada mientras que los almohades, de finales del siglo XII, presentaban una piquera abierta y profunda con tres facetas (Zozaya Stabel-Hansen, 2007: 130, 134). Además de estos elementos, la propia cazoleta-piquera también puede ser utilizada como un indicador cronológico. Por ejemplo, en época emiral su cazoleta era de gran diámetro mientras que su piequera era de tamaño más reducido mientras que para época califal la cazoleta presentaba un tamaño mayor y la piquera por su parte una longitud propor-

cionar al diámetro de la cazoleta. Ya a partir del siglo XII se reduce por un lado el diámetro de la cazoleta y por otro, la piquera se alarga considerablemente (Salinas Pleguezuelo, 2012: 305). Al igual, que en momentos anteriores, algunos candiles de piquera presentan ornamentación, la cual nos evidencia las transformaciones sufridas y acontecidas en estos objetos a lo largo del periodo islámico (Serrano, 2011: 60). Si bien, en los ejemplares emirales la decoración es escasa y a partir del siglo IX aparecen las primeras piezas vidriadas (Ibidem, 60). Entre los siglos X y XI, algunos ejemplares presentan vidriado, ornamentación en verde y manganeso o cuerda seca parcial (Ibidem, 60). Aunque de forma más residual, la ciudad de Balsa continuó ocupada durante el período islámico. Ello lo podemos comprobar por la presencia de dos candiles de piquera califales y un candil de piquera fechado entre los siglos XI y XII (Nolen, 1994: 162; Paulo, 2009: 591). Otros tres ejemplares han sido localizados en Tavira, dos en Netos, fechados del siglo XI y uno en Convento da Graça, fechado del siglo XII (Maia y Maia, 2012: 79 nº 72 y 73; Cavaco y Covaneiro, 2012: 79 nº 74). A excepción de uno de los candiles de Balsa, que tiene pingos de vidriado melado (Nolen, 1994: 162), los ejemplares de Tavira no presentan ninguna ornamentación. Con la llegada de los almohades comienza el uso de una nueva forma de iluminación, el candil de cazoleta abierta (en portugués, candeia), que durante algún tiempo convive con el candil de piquera hasta que este es abandonado definitivamente a inicios del siglo XIII (Gonçalves et al., 2007: 645; Serrano, 2011: 61). Su utilización perdura, aunque su presencia se ve reducida hasta finales de la Edad Media (Gonçalves et al., 2007: 645). Su simplicidad formal (cuerpo troncocónico invertido con un pequeño pico de pellizco) recuerda las lámparas de la Edad del Hierro y es posible que el reaparecer de esta forma se relacione con el aumento del cultivo del olivo en el sur de al-Andalus, sobretodo en los últimos dos siglos de ocupación islámica (Gómez

14 SERRANO, L. (2011): Lucernas, candis e candeias: para uma distribuição geográfica no território português. Dissertação de Mestrado. Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra. 15 Exclusiva de Madinat al-Zahra. 16 SALINAS PLEGUEZUELO, E. (2012): La cerámica islámica de Madinat Qurtuba de 1031 a 1236: Cronotipología y centros de producción, Tesis Doctoral, Universidad de Córdoba.

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Martínez, 2000: 427; Zozaya Stabel-Hansen, 2007: 125; Serrano, 2011: 61). Algunos de estos candiles pueden tener (o no) una pequeña asa que sale de la base e termina en borde. En cuanto a su acabado exterior, suelen presentar impregnaciones y decoraciones con engobe y vidriados. Aunque en Silves aparezcan vidriados melados o verdes (Gonçalves et al., 2007: 645), en Tavira solo existen melados. Hasta el momento se encuentran publicados cinco candiles de cazoleta abierta, tres con asa y vidriados a melado, uno vidriado a melado, uno sin asa y sin vidriado (Mateus, 2010: 51; Cavaco, 201117; Maia y Maia, 2012: 110). Y otro ejemplar con cubierta vítrea melada no presenta asa recuperado entre los elementos localizados en el Convento da Graça, que en actualidad se encuentra inédito. Candil de cazoleta abierto y pie alto En el inicio del siglo XIII, aparece el candil de cazoleta abierta y pie alto18 y está presente en los niveles almohades de Garb Al-andalus (Gómez Martínez, 2000: 427). El pie aumenta el espacio o área de iluminación sin necesidad de su colocación en un lugar elevado (Serrano, 2011: 64). Tal como en los ejemplares sin pie, suelen presentar vidriado verde o melado (Gonçalves et al., 2007: 645). Su complexidad morfológica frente al ejemplar sin pie, la haría más valioso e inaccesible, así que, aunque sea frecuente en el ajuar de las casas al sur del Tajo (en especial en la costa del Algarve) el tipo sin pie continua siendo el más abundante (Serrano, 2011: 64, 85). Por otro lado, las piezas con pie serían más frágiles de ahí que en Tavira abulte la presencia de este tipo de fragmentos (Ibidem, 64). Ese es el caso del candil de cazoleta abierta y pie alto encontrado en Palacio da Galería, con decoración vidriada en color verde y del que sólo se ha encontrado el pie y la base, en la que aparece escrito a carbón el nombre de su propietario, Muhammad (Maia y Maia, 2012: 47). Además de este ejemplar en el Palacio de Galería, contamos con otro ejemplar que presenta una decoración similar en vidriado verde y del que solo falta parte del asa y del pico (Idem, 2012: 109). Por su

parte, en el Convento da Graça, se localizó un nuevo ejemplar de cazoleta abierta y pie alto vidriado a melado que, con excepción de parte de la pared de la cazoleta, está completo. Un cuarto ejemplar, procedente del Convento da Graça, presenta el pie, parte de la cazoleta y las superficies vidriadas a verde. Otro tipo de candil almohade del que tenemos conocimiento, es el conocido como fanal. Este presenta una forma cerrada, utilizado para la iluminación de espacios abiertos en los que es necesario resguardar la llama de viento. De este tipo no se conocen escasos ejemplares en Tavira19, sin embargo, su mayor afluencia se da entre la cerámica mudéjar del Levante peninsular (Gómez Martínez, 2000: 430, Idem, 2006: 440). Se caracteriza por presentar su cuerpo globular achatado y cerrado con apertura frontal semicircular (lugar dónde se introducía la llama), base convexa y asa cenital (Idem, 2000: 429). En su interior podría, o no, presentar un apéndice cónico que serviría para enrollar la mecha y un combustible sólido tipo cera (Ibidem, 429-430). Existen ejemplares que presentan pequeños agujeros en la parte superior (Idem, 2006: 440). Aunque no existan fanales en Tavira, se recogerán hasta al momento, un candil de cazoleta abierta vidriado a verde con un apéndice central cónico y un otro que podría haber tenido ese tipo de apéndice central, pero que se encuentra desaparecido (Maia y Maia, 2012: 109; Cavaco y Covaneiro, 2012: 109). La raridad de este apéndice en los candiles de cazoleta abierta, llevó L. Serrano a considerar la proximidad de este apéndice con el apéndice del fanal de Mértola, afirmando que en ese candil también se utilizaría combustible sólido (cera) (2012: 77-78). Aunque la ocupación almohade de la ciudad sea la más importante de todo el período islámico, hasta al momento no fueron encontrados candiles de disco impreso, fechados por J. Zozaya entre 1110 e 1228 (1997: 269). Hasta el momento, estos candiles fueron encontrados en algunos sitios del Garb al-Andalus, como pueden ser, Alcácer do Sal, Alvor, Mértola y Silves (Kemnitz, 1993-1994: 440-444; Gómez Martínez, 2006; Gonçalves et al., 2007: 652-653).

17 CAVACO, S. (2011): O arrabalde da Bela Fria: contributos para o estudo da Tavira islâmica. Dissertação de mestrado. Faculdade de Ciências Humanas e Sociais da Universidade do Algarve. 18 Su nombre se debe al hecho de poseer un pie alto y una base que parece un pequeño platillo. 19 Fue encontrado un ejemplar completo en Mértola [y varios fragmentos de otro(s)] y un ejemplar en Torre Grossa de Jijona (Gómez, 2006: 439-440).

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Un último elemento para alumbrar del período islámico ha sido encontrado en Tavira: se trata de un reaprovechamiento de un pie de ánfora romana que se encuentra quemado en el interior. Es posible que hubiera funcionado como la lamparilla bitroncocónica, en que la mecha flotaría sobre el combustible sujeta a un corcho (Gómez Martínez, 2000: 428) o que contuviese una vela.

6. LA ILUMINACIÓN DESDE LA EDAD MEDIA HASTA LA EDAD MODERNA

135). Como refieren estos autores, pocos elementos como las janukkiot se pueden asociar sin ningún género de dudas a la comunidad judía (Ibidem, 272). La Fiesta de las Luces o Hanuká conmemora la recuperación, purificación y reapertura del Templo de Jerusalén después del triunfo de los macabeos, en el año 165 a.C., ante el griego Antioco (Ibidem, 277). Durante ocho días, a la caída de la tarde, se enciende una de las ocho candelas alineadas (utilizando para eso la nona candela de la lámpara) y, en simultáneo, se reza una bendición (Ibidem, 278).

Como sucede con otras formas cerámicas que forman parte del ajuar doméstico, el candil mantiene una continuidad en el tiempo sobre todo el tipo almohade de cazoleta abierta aunque en estos momentos ya sin la cubierta vítrea. En realidad, esta ausencia de diferencias morfológicas entre los ejemplares almohades y cristianos lleva a pensar a muchos autores que los candiles islámicos podrían fecharse cronológicamente en momentos más tardíos.

A pesar del elevado grado de fragmentación y del tamaño reducido de los fragmentos, los ejemplares de Tavira son, inequívocamente, dos janukkiot distintas y son la prueba arqueológica de lo que dicen los documentos, o sea, que el Convento da Graça ha sido construido tras el abandono de la antigua judería de Tavira (Santana, 2001: 126).

Para resolver esta cuestión, Kemnitz afirma que los candiles de cazoleta cristianos se diferencian de los candiles de cazoleta abierta islámicos porque no presentan asa ni el acabado vidriado (Kemnitz, 1993-1994: 453). Su diferenciación resulta ineficaz20 ya que como hemos visto para Tavira, y como sucede en otros yacimientos arqueológicos, encontramos ejemplares islámicos con ausencia de vidriado y asa.

La larga historia de la iluminación demuestra la importancia de la luz en la vida cotidiana de las poblaciones del pasado. Al vencer las tinieblas y la oscuridad, estos objetos permitieron un aumento del día, disminuyendo la noche. Su evolución tecnológica y morfológica es profunda y notoria, aunque a simple vista pudiera parecer todo lo contrario e incluso invocar un retroceso.

En Tavira conocemos ocho ejemplares de candiles de cazoleta abierta cristianos, designados por candeias (candelas), los cuales no presentan vidriado o asa. Con excepción de un ejemplar de Terreiro do Parguinho (Mateus, 2010: 53), todos proceden del Claustro del Convento da Graça (Lopes et al., 2006: 315; inéditos). Con un carácter menos utilitario y más religioso son los fragmentos de dos janukkiot localizados en Convento da Graça (Cavaco, e.p.). Estos candiles múltiples son propios de la liturgia doméstica judía y han sido hallados en otros sitios arqueológicos como, por ejemplo, en las viviendas de la judería de Lorca (Gallardo Carrillo y González Ballesteros, 2009:

7. CONCLUSIONES

En realidad, las formas abiertas de la Edad del Hierro son sustituidas por formas cerradas que perduran, aunque con evoluciones, hasta finales del siglo XII, momento en que son nuevamente sustituidas y ya definitivamente, por formas abiertas muy similares a las sencillas lámparas fenicio-púnicas. Por su parte, las lámparas fenicio-púnicas son similares a sencillos platillos con uno (o más) pico de pellizco. Las primeras lámparas griegas serían muy parecidas aunque pronto comenzarían a realizar innovaciones tecnológicas que se materializarían en cambios morfológicos: paulatinamente el depósito se fue cerrando, hasta que apenas quedará una apertura central de alimentación; el pico se alargaría con la intención alejar la mecha del cuerpo y

20 L. Serrano llamó la atención para los problemas de esta hipótesis (Serrano, 2011: 79).

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conseguir así estabilizarla, por su parte el agujero se vería reducido (Almeida, 1953: 28). Aunque los etruscos fabricaron lámparas, de origen fenicia o egipcia, los romanos se inspiraron en las lucernas griegas creando rápidamente un modelo que pronto se hizo universal en todo el Imperio, debido a su innovación formal y su ventaja práctica, sustituyendo los modelos utilizados hasta esas fechas (Ibidem, 35). Utilizadas, sobretodo, en la iluminación doméstica (eran necesarias cerca de diez por compartimento), las lucernas eran muy apropiadas para los templos, teatros y anfiteatros, termas, minas (Maia y Maia, 1997: 24). Asociadas al culto de los muertos fueron incluso integradas como ajuar funerario, presentes en ceremonias y cortejos fúnebres, en rituales sagrados, y siempre ligadas al fuego y a la purificación alcanzada a través de él (Ibidem, 24; Serrano, 2011: 43). Las lucernas, en sus múltiples variedades y acabados, exhiben tendencias artísticas y símbolos religiosos en su decoración (Ibidem, 3). Por lo que son un elemento importante a la hora de estudiar las tradiciones, continuidades y rupturas culturales a lo largo de la historia. Quizá inspirados en la tradición greco-romana, los candiles de piquera presentan diferencias morfológicas relativamente a sus antecesoras: poseen un cuello que sustituye el orificio de alimentación de las lucernas y el aumento del canal se traduce en un pico longo. Las semejanzas y diferencias entre unos y otros fueron comentadas por José Leite Vasconcellos en 1915 no Algarve apparecem com frequencia candeias arábicas de barro, que lembrão as lucernas romanas; mas, além de terem o bico (latim myxa) mais comprido, semelhante a um bico de pato, e a asa mais desenvolvida que as romanas têm também mais alta, e de forma de gargallo, a parte por onde se deitava o liquido” (Apud Serrano, 2011: 56). Con los almohades surgen los candiles de cazoleta abierta y, durante algún tiempo, conviven con los candiles de piquera, hasta que estos desaparecen. Considerando la similitud de los candiles de cazoleta abierta con las lámparas fenicio-púnicas y que los almohades han venido del Norte de África, es fácil pensar que los candiles son herederos de las lámparas, tras una lenta evolución. Los candiles cristianos continúan esta tradición, aunque sin la cubierta vítrea de los de cazoleta abierta o,

incluso, la cuerda seca parcial que algunos candiles de piquera presentan. Esta simplicidad en el acabado puede deberse a un cambio de mentalidades, pasando las lámparas a tener un carácter simplemente utilitario. Estos candiles acaban por perpetuarse hasta que, según las palabras de Viterbo (1913), o gaz, o petróleo, a estearina, fazendo uma profunda revolução no systema iluminatorio, puzeram em debandada aquelles agentes, que se podem considerar relíquias archeologicas (Apud, Ibidem, 46). Su extensa diacronía hace que los candiles se conviertan en un objeto de estudio relevante para los etnógrafos (Ibidem, 46). Independientemente de su cronología, en todos estos objetos, el aceite de olivo era el combustible de elección. Éste promovía una luminosidad clara y duradera, dado que su combustión es lenta (Maia y Maia, 1997: 24; Zozaya Stabel-Hansen, 2007: 125). Para una combustión nítida, sin que chisporrotee, se añaden unos granos de sal gruesa al aceite para absorba el agua excedente (Ibidem, 125). También en la fiesta de las luces judía, el Hanuká, el aceite de olivo es el protagonista, siendo colocado en los candiles aceite suficiente para quemar, al menos, media hora (Gallardo Carrillo y González Ballesteros, 2009: 278). Terminamos con las palabras de nuestro amigo y maestro Juan Zozaya: El aceite pasó entonces a dejar de ser también un elemento de luces, para ser uno de paladares, pero aún nada supera la luz de una torcida empapada en aceite de oliva, luz clara y fuerte, de larga duración, apta para leer y que las luces no sean sólo físicas (2007: 134).

AGRADECIMIENTOS En primer lugar nos gustaría agradecer a la organización de este Congreso Internacional, en especial a Eva Alarcón García y a Juan Jesús Padilla Fernández. En según lugar a Susana Gómez Martínez por la revisión del texto, haciéndolo legible. Por último, al equipo de arqueología del Museo Municipal de Tavira, Ana Vieira, Celso Candeias y Susana Gonçalves.

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Fig. 1. Representación de los elementos de iluminación. a-b (lámparas fenicio-púnicas); c (lucerna griega); d, e y f (lucernas romanad de volutas); g, h, i (Otras lucernas romanas); j, k, l (Lucernas tardo-antiguas en terra sigillata Clara D)


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Fig. 2. Representación de los elementos de iluminación. a, b, c (Candiles de cazoleta cerrada y piquera islámicos); d, e, f, g (Candiles de cazoleta abierta islámicos); h, i, j (Candiles de cazoleta abierta y pie alto islámicos); k, l (Candiles de cazoleta abierta con apéndice central islámicos); l, m, n, o (Candiles de cazoleta abierta medievales (cristianos)); p, q (Janukkiot medievales)


SANDRA CAVACO Y JAQUELINA COVANEIRO

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MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 04. 2018. PP. 289-301. ISBN 978-84-9959-315-9. ISSN 2174-9299 // 3. APROXIMACIONES DIRECTAS AL TRABAJO DE CAMPO

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