SOCIOLOGÍA. Cuaderno Nº. 4

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la ―racionalidad instrumental‖, sino también aquellos elementos emancipatorios descritos por Habermas. No obstante, semejante rechazo radical de la modernidad no es posible para el posdesarrollismo, pues, al igual que les ocurrió a los autores de la Dialéctica de la Ilustración, su misma crítica se fundamenta en los presupuestos de una visión moderna del mundo: La razón, en tanto que instrumental, se ha asimilado al poder, renunciando con ello a su fuerza crítica —este es el último desenmascaramiento de una crítica ideológica aplicada ahora a sí misma. Mas ésta se ve en la precisión de describir la autodestrucción de la capacidad crítica en términos asaz paradójicos, porque en el instante en que efectúa tal descripción no tiene más remedio que seguir haciendo uso de la crítica que declara muerta. Denuncia la conversión de la ilustración en totalitaria, con los propios medios de la ilustración. Adorno fue bien consciente de la contradicción realizativa (performativer Widerspruch) que esta crítica totalizada comporta. (Habermas, 1989: 149, 150) 5 Así como la crítica a la Ilustración es en sí misma ilustrada, cualquier crítica al desarrollo solo es posible a partir de una defensa implícita de un desarrollo entendido, al menos parcialmente, como modernización. Y del mismo modo que la crítica radical a la Ilustración resulta autocontradictoria, lo es también la asimilación de la crítica al desarrollo a la crítica de la modernidad. El posdesarrollismo defiende, en el fondo, valores modernos universalistas: su reclamo por la imposición de un modelo ―modernooccidental‖ es, a fin de cuentas, una defensa del derecho a la autonomía (en este caso, colectiva), que presupone los valores (muy democráticos, muy modernos) de pluralismo y tolerancia. A partir de aquí, podemos asegurar que la equiparación de la dicotomía desarrollosubdesarrollo con la de civilización-barbarie no puede hacerse sin solución de continuidad. Sin negar los grandes defectos que posee, y sin afirmar que no convendría utilizar algún otro término con menor carga de valoración identitaria, la idea de sociedades ―desarrolladas‖ y ―subdesarrolladas‖ significó un avance en términos de universalidad, y es, por lo tanto, mucho más ―ilustrada‖ que la idea anterior 6. Recordemos las palabras que Gunnar Myrdal escribía al respecto en la década de los 50: Resulta interesante que en la actualidad todos nosotros nos refiramos a esta mayoría de países muy pobres como los ―países subdesarrollados‖. Este término dinámico, que ha alcanzado su actual preponderancia a raíz de la segunda Guerra Mundial, indica por sí mismo el gran cambio que se ha operado en la situación política mundial a que he hecho referencia, ya que la expresión que se acostumbraba utilizar hasta fecha reciente era el término estático de ―países atrasados‖.

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