Medio Vínculoño IV N°1

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Año IV N°1

Ambiente y Ciudad



Ambiente y Ciudad


1/2 Medio Vínculo es editada por Doble Vínculo, Revista de Ciencias Sociales de Estudiantes de Sociología de la Pontificia Universidad Católica Cada artículo es responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la opinión de la revista. Esta organización es de carácter autónomo, sin fines de lucro, cuyo objetivo es el análisis y difusión de conocimiento. El Equipo está conformado por: Natalia López H., Dominique Lozier G., Karen Rivera, Carolina Rigo-Righi, y Matías Valderrama.

Diseño de portada y Diagramación: Matias Echavarría Sáez


Índice 7

Importancia de la agrupación comunitaria en conflictos medioambientales El caso de la explotación minera en Putú y ADESMA Carolina Rigo-Righi B.

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La Vega Recuperando los espacios públicos de nuestra ciudad Constanza Garay I.

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Volver a mirar la ciudad Territorios y flujos Fiorella Santis A.


Importancia de la agrupaci贸n comunitaria en conflictos medioambientales: El caso de la explotaci贸n minera en Put煤 y ADEMA Carolina Rigo-Righi B. Estudiante de Sociolog铆a UC Participante de ADEMA Santiago


Hablar de crecimiento y desarrollo sustentable, economía ecológica, o medioambiente puede sonar un tanto repetido y por ende poco interesante para muchos. Sin embargo, hoy debe constituirse como un tema de importancia en la discusión pública, ya que urge que la sociedad, y cada uno de nosotros, lo abordemos en mayor profundidad y con mayor conciencia. Esto, porque aquí se juega la calidad y existencia de la vida humana. 7

Precisamente, se hace imprescindible comprender a cabalidad que el modelo económico neoliberal que domina hoy en el mundo, se basa en una racionalidad instrumental que pone la maximización de la ganancia como un fin en sí mismo, como un valor supremo que se debe que alcanzar a toda costa, sin importar lo que se lleve por delante, incluyendo el medioambiente o la vida humana. Las consecuencias que se puedan generar en estos aspectos, se plantean como meras externalidades que se “solucionan” siempre en términos de costo-beneficio (Alfaro, 2005)(Aguilera & Roca, 2008). La pregunta evidente ante este punto es ¿Pueden estos aspectos medirse en dinero? ¿A partir de qué criterios se cuantifican los problemas o conflictos ambientales generados por el modelo de desarrollo imperante y se les pone un precio determinado? ¿Cuál es el rol que le corresponde jugar a la ciudadanía en torno a esto?. En este sentido, deviene relevante poner en el centro de la discusión y ojalá en la praxis, el concepto de economía ecológica. No se entiende por ello un paradigma tradicional de teoría económica,a base de un modelo lleno de supuestos, sino más bien un campo interdisciplinar que responde al enfoque

económico actual a partir de tres orientaciones; una economía coherente integrada al medioambiente, una economía al servicio de la sociedad (no al revés) y una democracia donde se fomente la participación real de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones. (Aguilera & Roca, 2008) Se trata entonces de cuestionar el estilo de vida que busca la sociedad en que vivimos, los paradigmas de consumo excesivo y desenfrenado que presenta y la escasez de recursos que ello implica; con el fin de que podamos ser capaces de recuperar las relaciones sociales, medioambientales, culturales, etc, que la economía tradicional ha olvidado (Aguilera & Roca, 2008). En este aspecto, es importante separar un enfoque de crecimiento sostenible versus uno de desarrollo sostenible, ya que el primero asume que el objetivo principal de la actividad económica es sólo el crecimiento, y que se deben mejorar ciertas fallas en el modelo de mercado para lograr que sea sostenible; mientras que el segundo concepto es propio del entendimiento del problema desde una la perspectiva de la economía ecológica, en


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base a los tres pilares anteriormente mencionados (Aguilera & Roca, 2008). Es decir, el paradigma del desarrollo sustentableinscribe los problemas ambientales en un sistema “que abarca múltiples y complejas interacciones entre el ambiente natural, el ambiente construido y el ambiente social, donde el ser humano es indisociable de su entorno, el que comparte con otros seres vivos”(Alfaro, 2005). Si entendemosque los problemas ambientales deben considerarse como “desafíos sociales y colectivos”, no se pueden dejar a merced del funcionamiento del mercado. Es necesario dejar de lado la idea de que el ser humano es el “dueño” del ecosistema/entorno que habita, y comenzar a considerar en la ecuación a los diversos elementos que lo componen, ya sea la flora, la fauna u otros. Se torna inaceptable que la existencia de éstos últimos quede supeditada a las leyes de la oferta y la demanda. El rol que la comunidad puede cumplir en salvaguardar los recursos naturales y culturales con los que cuenta, es de suma importancia. Conocer y preservar el medioambiente en el que se vive, per-

mite concebir la relación como una dependencia mutua en pos de la supervivencia. Es por ello que, surge fuertemente la necesidad de que los actores sean conscientes de los problemas que los afectan, en pos de visualizar sus capacidades de generar cambios, y se hace indispensable la participación social en todos sus niveles, desde el reforzamiento y democratización del Estado hasta la creación de organizaciones socio-comunitarias. A partir de las diferentes comprensiones teóricas planteadas anteriormente, en el presente artículo se pretende abordar y profundizar acerca del proyecto de explotación minera en Putú.Ésta es una localidad urbana perteneciente a la comuna de Constitución, en la región del Maule; incluyendo sus alrededores y sectores rurales, cuenta aproximadamente con 5.000 habitantes. Dada la gran belleza de sus paisajes y la diversidad de flora y fauna que en ellos puede encontrarse, el potencial turístico que la zona ofrece es considerable y permite fomentar un desarrollo sustentable para la comunidad integrando a sus diferentes actores.

1 Censos de pájaros y otras clases de fauna local realizados por voluntarios de la Red de Observadores de Chile y otros.


En su entorno destacan principalmente las amplias dunas y sus adyacentes humedales, los cuales se extienden por más de 30 km, desde la ribera del río Maule hasta la del río Mataquito; además se estima que albergan a más de 120 especies1. En la actualidad, se constituye como uno de los campos dunares más extensos del país, lo que, junto con los encantadores paisajes, genera un gran atractivo a quienes practican cabalgatas, senderismo o incluso deportes extremos tales como motocross, sandboard, jeepear, etc. El problema es que también se ha convertido en un llamativo lugar para las empresas South American Iron and Steel (SAIS), a través de Inversiones Aconcagua Ltda (IAL) y Sinotech, australiana y china respectivamente, quienes buscan explotar las 21.000 hectáreas de terreno, puesto que concentran importantes cantidades de hierro, titanio y vanadio. Lo que implica que tanto la diversidad ecológica, como sociocultural del sector se encuentra en grave peligro. Esto pues se prevé que para la extracción de dichos minerales es necesaria la excavación y remoción de grandes toneladas de arena del lugar, lo que además de la contaminación que genera la maquinaria utilizada, destruiría la zona de humedales, e incluso, se estima que uno de los yacimientos más importantes se encuentra en el subsuelo de Putú, por lo que la existencia de la localidad está gravemente

amenazada. Sabiendo que la legislación vigente promueve las explotaciones mineras por sobre la habitabilidad del lugar, se observa un panorama adverso. Ante ello, en la localidad son muchas las expectativas sociales en torno a la actividad minera, en las que aún resuena el discurso de la formidable ganancia económica para la sociedad, ya sea a través de los sueldos de quienes se relacionan a ella o por medio de las “inversiones” que dichas empresas realizan en equipamiento de alta calidad para centros de salud, educación, y otros. Lo importante es que como sociedad aprendamos a ver desde el paradigma del desarrollo sustentable, es decir, cuando el foco de nuestra actividad económica es la ganancia per se, no somos capaces de visualizar en una perspectiva de futuro, las condiciones en que las futuras generaciones recibirán el mundo, pues lo que importa es lo inmediato, consumir desaforadamente sin medir, sin pensar en lo que puede pasar mañana. Cuando pensamos en poner la economía al servicio del medioambiente y de la sociedad que en él se inserta, buscamos la construcción de un futuro o mundo mejor, y a pesar de lo utópico que pueda sonar esa frase, no se trata de hacer grandes y célebres acciones, sino más bien de procurar en el día a día, lo que se entiende por bien común.

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Bajo este punto de vista, hoy una parte importante de la comunidad se agrupa en torno a una organización que dentro de sus objetivos busca frenar el avance del proyecto minero, dada las nefastas consecuencias que éste implica. Después de ciertos cambios y mutaciones finalmente el día 22 de enero de 2013, se constituye ADEMA, Agrupación Defensa y Conservación Maule y Mataquito.

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En términos organizacionales, puede dividirse en dos equipos de trabajo, uno localizado en Putú en el que participan dirigentes, referentes comunales, vecinos, etc, y otro en Santiago. Este último se encuentra conformado por putuganos que por diferentes motivos residen en Santiago o personas que conocen el sector; su fin es ser un brazo técnico que apoye la gestión local de actividades y la capacitación de los dirigentes comunales. Como bien dice su nombre, dicha organización ciudadana tiene como objetivo principal velar por la conservación del patrimonio natural y cultural de la zona comprendida entre ambos ríos, en pos de la calidad de vida de las futuras generaciones. Dentro de este marco se inserta como un eje importante evitar la explotación minera anteriormente explicada. Volviendo al conflicto, éste se hace bastante complejo en términos ambientales y sociales. A fin de frenar la acción de las empresas mineras se han desarrollado múltiples gestiones. Por ejemplo, dado que las firmas de capital extranjero no han informado ni a la comunidad, ni siquiera a las autoridades pertinentes, de manera detallada y formal acerca de los procesos que pretenden llevar a cabo (lo que implica que no se han realizado oficialmente estudios de impacto ambiental o de ninguna índole) y sin embargo, ya habían sido capaces de dar inicio a faenas prospectivas en la zona. Ante ello, la sociedad civil organizada en ADEMA, en compañía de autoridades políticas,

interpuso un recurso de protección en la Corte de Apelaciones de Talca, quien emitió una orden de no-innovar que posibilitó la paralización temporal de dichas faenas, logrando un éxito importante para la agrupación. Por otro lado, hay una solicitud pendiente para declarar el lugar como “Santuario de la Naturaleza” y así, con apoyo de profesionales vinculados a ADEMA se han ido gestando iniciativas, recursos legales y otros que permitan poner en jaque a las empresas, pero sin duda se necesita de mucha constancia y convicción para sacar adelante los procesos, los cuales no solo se llevan a cabo en instancias jurídicas o legislativas sino que también se han organizado diversas actividades como marchas, cortes de carreteras, además de jornadas de educación medioambiental para los mismos vecinos. Es imprescindible comprender que ADEMA surge desde la misma comunidad, que es ella quien tiene algo que decir en torno a temas medioambientales y patrimoniales. Más allá de que aún haya que profundizar o mejorar ciertos aspectos, parece fundamental recalcar que la ciudadanía se atreve a agruparse, a organizarse, a levantar su voz en pos de ideales comunes; y mejor aún, no se queda allí, sino que es capaz de generar redes y contactos que le permiten llevar a cabo informes de caracterización de la flora y fauna existentes, actividades de educación medioambiental para la comunidad, hacer uso de elementos legales que los protejan, etc. Es de esperar que nuestra sociedad pueda, bajo un enfoque de economía ecológica, aspirar a generar modelos de desarrollo sustentable, integrar economía y conservación del medioambiente al servicio de la sociedad, y esperemos que más temprano que tarde, las decisiones en estas materias incorporen a la ciudadanía en su conjunto, pues lo que ésta tiene que decir parece ser vital para la construcción conjunta del país en el que buscamos vivir.


Referencias Artículos Aguilera, F., & Roca, J. (11 de febrero de 2008). Por una economía integrada en el mundo que la rodea (Conferencia). Alfaro, S. (2005). Medioambiente, sustentabilidad y participación ciudadana. Revista Realidad, 673-689.

Sitios Web https://www.facebook.com/pages/Agrupaci%C3%B3nDefensa-y-Conservaci%C3%B3n-MauleMataquito/193276017478752 http://www.redobservadores.cl/nuestras-salidas-roc/ http://diario.latercera.com/2013/07/07/01/contenido/ pais/31-141075-9-inician-acciones-para-evitar-explotacion-minera-en-dunas-de-putu.shtml http://olca.cl/articulo/nota.php?id=103232 http://www.chilesustentable.net/2013/04/11/sala-pide-quehumedales-de-putu-sean-declarados-santuario-de-lanaturaleza/ http://www.elquintopoder.cl/medio-ambiente/las-dunas-deputu-una-belleza-natural-en-peligro/ http://www.vivimoslanoticia.cl/politica/humedales-de-putuen-la-mira-de-empresas-mineras/ http://www.terram.cl/index.php?option=com_ content&task=view&id=11935 http://www.veoverde.com/2013/08/dunas-de-putu-en-peligro-por-faenas-mineras/ http://chile.infomine.com/properties/listings/41630/PUTU_ PROJECT.html http://www.elmaucho.cl/proyectoputu.htm http://www.diarioelcentro.cl/?q=noticia&id=18341 http://www.diarioelcentro.cl/?q=noticia&id=18146 http://www.diarioelcentro.cl/?q=noticia&id=16448

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La Vega: Recuperando los espacios pĂşblicos de nuestra ciudad Constanza Garay I. Estudiante de SociologĂ­a UC


¡¡¡Sacar a cien, sacar a cien…, a cien son las zanahorias, oiga están fresquitas… lleve tomatitos caserita, son del norte...!!! Son pasadas las seis de la mañana de un martes de agosto y mientras la ciudad comienza lentamente a ponerse en movimiento, la vida en La Vega Central está que arde. Entre pequeños empresarios, compradores feriantes, dueños de restoranes, cargadores que son capaces de llevar en sus hombros hasta dos sacos de papas por unas cuantas monedas, así sucede casi todos los días del año, mientras la mayoría de nosotros duerme o se encamina a otros circuitos distintos de la vida agitada, el verdadero mercado transcurre inmutablemente en el barrio de la Chimba de nuestra capital.

La Vega Central es un mercado que se encuentra ubicado en la comuna de Recoleta, próximo al río Mapocho. Sus inicios datan de la época de la Colonia, donde el poblado campesino se reunía para ofrecer exclusivamente frutas y verduras. Más adelante durante el siglo XVIII se dio inicio a la construcción del puente Cal y Canto, hecho que masificó la entrada de feriantes que comenzaron a vender diversos productos en el lugar. En ese entonces, La Vega era conocida como “gran mercado de abastos de la ciudad” y estaba ubicada en un sector donde vivían personas en estado de precariedad, lo que empezó a generar un prejuicio entre los consumidores, que tildaban a la gente que trabajaba en dicho lugar como “gente sin costumbres”. El historiador Gabriel Salazar analiza este fenómeno como el de sujetos urbanos económicamente marginados, que para subsistir generaron prácticas

de apropiación de los espacios públicos. En este sentido, dicho fenómeno guarda relación con el significado del nombre del lugar en donde se emplaza este histórico mercado. En ese entonces y aún en la actualidad, La Vega se encuentra ubicada en el barrio de La Chimba, que en quechua significa “el lugar menos importante”. Llama la atención que un mercado de abastos se encuentre emplazado en “el lugar menos importante”, y que al mismo tiempo haya sido considerado recientemente como el cuarto mejor mercado del mundo según el sitio web gastronómico www. dailymeal.com. El hecho de que este mismo portal mencione que La Vega es una “joya escondida tras las transitadas calles de Santiago y un fiel reflejo de la cultura de nuestro país”, hace necesaria la pregunta por la naturaleza de este lugar y como ésta ha ido evolucionado a medida que la misma ciudad de Santiago ha ido creciendo en población y diversificándose en diversos ámbitos.

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que las calles estaban «pavimentadas con oro» (empleos, riqueza y una amplia gama de servicios y mercancías)”. También ingresaron familias que ya vivían en la urbe, pero al buscar un punto en común entre los inmigrantes y los residentes urbanos, encontraron ahí el lugar ideal poder subsistir y tener la oportunidad de dar un mejor futuro a las generaciones venideras. Así, La Vega funcionó en un comienzo como un lugar donde convergían distintos sueños y oportunidades.

Hoy en día, La Vega se extiende en aproximadamente 9.5 hectáreas. A comienzos del siglo pasado pasó a ser propiedad del municipio y en 1980, gracias a un decreto presidencial, los comerciantes pudieron acceder a comprar los locales que existían en dicho recinto, lo que terminó por establecer a La Vega definitivamente. 14

Muchos de los actuales locatarios, ya sean los que datan desde hace muchas generaciones, como los nuevos comerciantes, llegaron mediante un fenómeno socio demográfico conocido como la migración campo ciudad. Giddens (p.599, 1994) habla sobre este proceso señalando que: “Los campesinos y habitantes de los pueblos se trasladaban a las ciudades (como lo están haciendo a gran escala en los países del tercer mundo en la actualidad) a causa de la falta de oportunidades en las áreas rurales y por las aparentes ventajas y atracciones de las ciudades, en las

Así nace el famoso dicho “primero dios, después la vega”, que ilustra cómo este mercado de abastos se transformó con el tiempo en un verdadero vehículo de movilidad social, el cual le permitió a muchas familias obtener recursos para así poder pagar la educación de hijos y nietos. Es aquí donde comienza a darse una evolución en el papel social que jugaba La Vega en un comienzo. El hecho de que las nuevas generaciones hayan tenido la posibilidad de estudiar tanto en universidades como institutos técnicos, ha ido generando una tendencia creciente en la pérdida de la tradición familiar que solía tener La Vega, en la cual los padres traían a sus hijos a aprender el oficio de la venta de frutas y verduras para que luego se desempeñaran en el mismo. En la actualidad, la mayoría de los hijos de locatarios son profesionales universitarios y se encuentran desarrollando sus carreras en el mundo privado. Su conexión a La Vega se restringe básicamente al ámbito de la memoria y la nostalgia.


Otra evolución que ha marcado este espacio es la que perciben los propios locatarios. Estos auguran que “ya no hay un futuro en La Vega”. A la hora de preguntarnos por qué ocurre esto, no puede surgir otra respuesta más inmediata que la aparición creciente de supermercados y distintos negocios distribuidores de hortalizas. El hecho de que estos se encuentren presentes en puntos con poca distancia entre sí, que ofrezcan una variedad de formas de pago, incluido el crédito y con acceso a publicidad en todos los medios masivos de comunicación, ha hecho que la venta de estos productos se concentre precisamente en esos lugares, en detrimento ostensible de las ventas y afluencia de público dentro de La Vega.

masiva de supermercados recién mencionada que, en adición, venden estos productos a mayores precios, llegando inclusive a duplicarlos. Entonces, ¿por qué la gente acude a los supermercados a comprar?

La aparición de estos mercados masivos, más conocidos como ‘supermercados’, se dio entre los años 1970 y 1990, comenzando su emplazamiento en las comunas donde residían los sectores socioeconómicos altos y medios, para luego extenderse a toda la ciudad, entre 1990 y 2000. El crecimiento de este sector se debe según Faiguenbaum (2002), a la suma de diversos procesos que se fueron dando de manera creciente en las ciudades del país (específicamente en Santiago) tales como: urbanización, crecimiento demográfico de la población, aumento del ingreso per cápita y a la liberalización de la economía, los que en su conjunto, permitieron entonces la proliferación de las grandes cadenas de supermercados.

En suma a este fenómeno de los altos precios de las frutas y verduras en las cadenas de supermercado, durante el último mes se ha estado hablando en los medios de comunicación sobre una posible futura alza de precios que llegaría al mercado de las frutas y verduras (tanto a La Vega como a los supermercados), provocada por el fenómeno climático de las heladas. En este contexto, el relacionador público de La Vega, Arturo Guerrero, ha hecho un llamado a “aprender a comprar”. Esta llamada es quizás un símbolo de un mensaje más profundo a verle “el otro valor”, más allá del ahorro que se genera comprando en este mercado. Un valor de corte humano. Es un llamado a revalorizar los espacios públicos que están presentes en la ciudad, que no sólo ofrecen una transacción económica, sino que un espacio de encuentro entre conciudadanos, un espacio para generar conversación y escuchar las distintas realidades que aquí convergen. El historiador Gabriel Salazar (p. 92, 2003) lo plantea del siguiente modo: “Las ferias se constituyen entonces como lugares que, anclados en las ciudades, logran poner un alto a la despersonalizada vida urbana, recuperando de alguna manera el sentido clásico de lo cívico”.

Se sabe que el consumo de frutas y verduras en el país acapara el 4% del total de los ingresos de cada chileno y que el 70% de ellos se vende en ferias libres. Proceso que va a la deriva con la aparición

De esta manera, en espacios como La Vega Central, únicos en su especie, se logran desplegar relaciones libres en donde converge un permanente flujo de ciudadanos, sin discriminar la clase

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social. En ese sentido, Arturo Guerrero afirma que es “un espacio de terapia”, en donde los ciudadanos no van sólo a intercambiar dinero por alimentos, sino que van a contar sus relatos, sus vidas y vivencias cotidianas, y encuentran aquí, a la vez, a alguien que los escuche. En estas relaciones que se dan a diario, no influyen los status ni las condiciones socioeconómicas, sino que las personas se encuentran cara a cara, en igualdad de condiciones como ciudadanos. Y así, son estas mismas relaciones las que cargan de significados al mercado de La Vega y le otorgan su carácter tan particular que la distingue de todas las demás ferias, alzándola como una realidad única dentro de la ciudad. De lo anterior surge entonces la inquietud por revalorizar a este mercado, este espacio público, para no reducirlo a una mera dimensión económica. En reiteradas ocasiones el vocero de La Vega Central ha alertado respecto de los distintos intentos a lo largo de los últimos años por “destruir” La Vega o restarle el valor que ésta merece, debido principalmente al alto valor y plusvalía de las tierras de La Chimba próximas al río Mapocho, que bien podrían servir para extender al centro de Santiago como punto neurálgico del comercio en la ciudad. Aparentemente este intento no ha

surtido efecto y así bien lo afirma Salazar (2003) al referirse al fracaso en las políticas de ciertos ediles y en algunos periodos a nivel de gobierno, que han pretendido erradicar o embellecer urbanísticamente este tipo de comercio. Muestra física de esto es el mercado Tirso de Molina, levantado en la rivera del río Mapocho a una cuadra de La Vega, que ha sido altamente criticado debido a problemas en su construcción, generando inundaciones cada vez que llueve en la capital. La realidad actual nos muestra un Santiago con espacios públicos cada vez más dominados por el comercio y los poderes centrales, que intentan crecientemente disciplinar y despersonalizar las transacciones comerciales y los encuentros entre los ciudadanos que aquí se dan. Ante esta desalentadora realidad, se hace necesario entonces revalorizar los espacios públicos como La Vega, para volver a encontrarnos y así crear comunidad, generando espacios que se constituyan como lugares donde se encuentra la igualdad, valor del que carecen la mayoría de las instituciones y las relaciones sociales que se dan en nuestra misma ciudad.


Así lo expresa de manera notable el filósofo Humberto Gianini, en su obra ya clásica de 1987: “La reflexión cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia”1: “Tal encuentro eventual con la humanidad, desconocida pero no abstracta, que me circunda y me envuelve, pertenece primaria, esencialmente, al espacio abierto de la calle; condición ésta que va a definir en cierto sentido a la naciente democracia ateniense (como nuestra naciente e imperfecta democracia). Pues, ¿dónde sino en los espacios abiertos, de la plaza el ágora, y del mercado (nuestra Vega Central), va a producirse la convergencia ciudadana – la conciencia ciudadana – y el encuentro socrático?”. Luego, con el andar de los siglos, la libertad de desplazamiento, la libertad de expresión pública, la libertad de encuentro, serán conquistas no sólo ganadas en la calle, sino además, ganadas esencialmente para ella. (Gianini: 1987; pág. 37-38). Hace un tiempo La Vega apareció en la sección de vida social del diario El Mercurio. En ella, aparecían sólo personas de perfil “ABC1” que dicen asistir regularmente a hacer sus compras a este mercado. En este sentido, ni La Vega ni ningún otro espacio público debe ser tomado como un

espacio para exhibirse, o como se dijo antes, como un espacio que está ahí meramente para las transacciones económicas. Estas son definiciones del espacio que poco contribuyen a recrear el ideal de sociedad que se está llamando a recuperar. Así, en cuanto la ciudadanía pueda ver a espacios como La Vega sin extrañeza y tomándolo como un lugar de encuentro, más estará contribuyendo ésta a devolverle el diálogo y el carácter cívico a la propia ciudad, como lo rescata Gianini.

Referencias Faiguenbaum, S., Berdegue, J. A., & Reardon, T. (2002). The rapid rise of supermarkets in Chile: effects on dairy, vegetable, and beef chains. Development Policy Review, 20(4), 459-471. Giannini, H. (1987). La” reflexión” cotidiana: hacia una arqueología de la experiencia. Editorial Universitaria. Giddens, A., Albero, T., & Requena, M. (1994). Sociología. Madrid. Ediciones Alianza. Salazar, G. (2003). Ferias libres: espacio residual de soberanía ciudadana. Santiago. Ediciones SUR. 45 Best Markets Around the World. (s.f ). Recuperado de: http://www.thedailymeal.com/45-best-marketsaround-world-slideshow

1 En rigor la cita es del texto referenciado de Humberto Gianini, los paréntesis complementarios son de mi autoría y responsabilidad.

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Volver a mirar la ciudad: Territorios y flujos Fiorella Santis A. Estudiante de SociologĂ­a UC


La forma de nuestras ciudades habla por sí misma. Sus trazados nos dicen por dónde hemos decidido extendernos, sus densidades nos cuentan cómo nos hemos agrupado, sus barreras nos muestran cuáles son nuestros miedos. Las formas no son accidentales. Vivimos en ciudades que sabemos no han sido planificadas, no han sido pensadas ni entendidas como un todo, en su condición integral e integradora. Y no se puede decir que esto no es intencional. La ausencia de planificación no es ausencia de ideología. 19

La falta de planificación en nuestras ciudades nos habla claramente de cómo los intereses que priman en el entorno construido han sido impuestos a través del poder de mercado, ante una retirada progresiva del Estado. Así el mercado ha ido generando zonas de luz y de sombra, poniendo su foco en unos lugares y dejando a oscuras a otros. La ausencia del mercado en ciertas áreas de la ciudad muestra justamente su cara más cruel, y en ellas el Estado solo ha asumido un rol de dar incentivos y subsidios que hagan atractiva o rentable la participación de agentes inmobiliarios y constructoras. La segregación y la integración como dos caras de un mismo fenómeno no es simplemente una dicotomía, una variable de ausencia o presencia. Muchas veces lo que a unos integra a otros segrega. Asimismo, es en la ciudad donde la inequidad se ve como más que un índice o una cifra en algún estudio, esen la ciudad donde muestra su realidad hecha carne, y también concreto: la desigualdad hecha vivienda, hecha calle, hecha equipamiento urbano. Quiero abordar esta idea muy simple a través de dos conceptos: los territorios y los flujos.

Los territorios Cuando uso el termino territorios en plural, simplemente quiero apuntara la fragmentación del territorio unitario de la ciudad. De cierta forma una ciudad tiene muchas ciudades diferentes dentro de si,diferentes territorios que la conforman, cada uno con sus características propias. Si miramos la ciudad de Santiago, veremos que en general está fragmentada según ingresos, aunque no hay segregación absoluta, sino que está se da en mayor o menor medida en diferentes comunas, sabemos que hay una alta segregación socioeconómica en una gradiente desde el sector nororiente de la capital, donde se agrupan en casi su totalidad los más altos GSE con baja presencia de grupos de menores ingresos, en el llamado cono de alta renta, extendiéndose hacia el poniente, donde, al llegar a la periferia, encontramos casi exclusivamente a los GSE de menores ingresos. Esto no solo se traduce en la extracción social de los habitantes de diferentes zonas de la ciudad, sino que también en la forma construida de esta, deteriorándose progresivamente a medida que decae el ingreso. Así recorriendo la ciudad es posible


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“ver cómo los edificios van perdiendo calidad, las calles se angostan y las veredas desaparecen, las plazas se reemplazan por sitios eriazos o basurales, y la inseguridad se hace evidente con la proliferación de rejas o el abandono de espacios públicos.” (Aravena, De Gregorio y Poduje, 2013). Dentro de este panorama tenemos lugares o zonas donde estas condiciones se han presentado a lo largo de décadas, tornándose más agudas y haciéndose endémicas, generando dinámicas que abarcan toda la vida social de quienes residen en estos barrios o comunas. ¿Cómo se han formado estas zonas dentro de nuestras ciudades? Claramente esto se debe a múltiples factores, pero podemos identificar al menos 2 determinantes: 1) elementos geográficos y territoriales como problemas ambientales o lejanía de servicios y centros, que desvalorizan paños de terrenos periféricos (PNUMA, e IEUT UC, 2003), y 2) la política del Estado de Chile de promoción de la segregación a través del desarrollo de los programas de erradicación de campamentos (Sabatini, Cáceres, Sierralta y Robles, 2010) dejando la provisión de estas viviendas en manos de la industria inmobiliaria, a quienes se les entregan subsidios estatales de monto fijo para que lleven a cabo las construcciones necesarias (Santis y Valenzuela, 2011).

Observar las relaciones entre estos dos elementos fundamentales, puede darnos una idea de cómo desde los años 80 se ha ido configurando la ciudad y la distribución de la población en ella, y también explica la rápida y masiva construcción de viviendas sociales que presenciamos sin mucha alteración hasta los años 90 y que permitió palear el déficit habitacional existente hasta ese momento. La dinámica que permitió suplir el déficit habitacional fue la siguiente: El Estado entrega subsidios fijos que se reflejan en conjuntos habitacionales construidos por constructoras e inmobiliarias. Estas, debido a las restricciones de metraje cuadrado y de materialidad que aseguran un estándar mínimo de calidad material, tienen como único camino para maximizar sus ganancias el ahorro en la compra de los suelos donde se edificaran las soluciones habitacionales. La única forma de poder generar este ahorro es a través de compra de terrenos baratos y grandes como para poder hacer economías de escala en la construcción. Ambos tipos de terrenos se encuentran en la periferia. Así se generó una periferia en donde se concentra la vivienda social y la pobreza, que está lejos de los centros de servicios y trabajo de la ciudad, y que además, muchas veces acarrea problemas ambientales como cercanía con rellenos sanitarios, inundaciones por lluvias o bien malos índices de calidad del aire (PNUMA, e IEUT UC, 2003).


Todos estos elementos han redundado a través del tiempo y con la consolidación de esta política de vivienda en un detrimento de la calidad de vida y acceso a oportunidades de los sectores más pobres de la población, proceso coronado por la característica del subsidio habitacional de ser asignado solo una vez en la vida, convirtiendo en propietario al beneficiario y atándolo al territorio donde le fue asignada su vivienda, la que además tiende a desvalorizarse en el tiempo (Valenzuela, 2011). Se han generado un set de modificaciones a la política de vivienda chilena reflejada principalmente en una serie de subsidios especiales, como por ejemplo el subsidio a la localización. Lamentablemente estos esfuerzos no han tenido gran impacto en la realidad. Tomando el caso específico del subsidio a la localización, que busca atacar uno de los principales problemas de las viviendas sociales, a saber, su mala ubicación en la ciudad, este subsidio tiene por un lado problemas de diseño: sus criterios son muy bajos, por lo que los terrenos que pueden acceder a el siguen siendo prácticamente los mismos donde siempre se ha construido vivienda social (TECHO – Chile, 2013) y por otro lado están los problemas propios del mercado de suelo, el que ya ha absorbido el efecto del subsidio, ya que los vendedores de suelo, al haber más dinero disponible para la compra de terrenos, subieron los precios, y ahora todos, tanto

bien como mal localizados, son más caros.En definitiva podemos ver que hemos resuelto el problema del derecho a la vivienda, pero no el problema del derecho a la ciudad.

Los flujos Por definición entendemos a la infraestructura vial como la encargada de darnos conectividad y accesibilidad a las ciudad, las calles y autopistas que marcan el trazado entre nuestra casa y el trabajo, nuestra casa y la universidad o el colegio, nuestro barrio y el resto de la ciudad. Su esencia de unir, de conectar muchas veces no la problematizamos como deberíamos, pues se invisibiliza que lo que une muchas veces también separa. En una ciudad donde cada vez tenemos más infraestructura vial del tipo autopista y que al parecer es una política que no se dejará en el corto plazo, es importante problematizar estas aristas, que relacionan elementos de accesibilidad y conectividad, que abordan dimensiones diferentes de la movilidad: por un parte la conectividad tiene que ver con los lugares que están conectados con el lugar donde habito, mientras que la accesibilidad es la facilidad con que puedo viajar hacia otros sectores (Santos y Ganges yde las Rivas Sanz, 2008)

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El sistema de concesiones que sustenta el desarrollo y construcción de infraestructura urbana, tiene su fundamento en que estos proyectos sean rentables para quien los ejecuta. Para las infraestructuras viales y de movilidad esta rentabilidad se obtiene a través del cobro de peajes a conductores particulares. Estos elementos dejan en evidencia que los incentivos están en fomentar la movilidad motorizada principalmente particular, lo que evidentemente da mayores opciones de conectividad a los sectores más ricos de la población que poseen vehículos particulares enuna tasa considerablemente mayor que los sectores bajos. Así, el incentivo está puesto en diseñar estas infraestructuras viales de acuerdo a las necesidades de los sectores medios y altos, conectando los territorios donde estos habitan y relegando las necesidades de conectividad y accesibilidad de los sectores más pobres, limitando su movilidad (Santis y Valenzuela, 2011).

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Estas infraestructuras han redundado en una disminución del tiempo de viaje de las personas que poseen automóvil, pero finalmente estas autopistas desembocan en las mismas calles por las que circula transporte público, aumentando la congestión y los tiempos de viaje del transporte público que utiliza principalmente las calles de nuestra ciudad, empeorando la calidad de un servicio con muy escaso desarrollo en el país en general, y con una cuestionable calidad en el caso particular de Santiago, por todos los problemas de funcionamiento que ha tenido desde su implementación el Transantiago. Así el panorama es el siguiente: donde los sectores más pobres son lo que más utilizan el transporte público y con una brecha de tenencia de automóviles de un 9% entre el quintil más rico de la población y el más pobre, según datos de la Encuesta CASEN 2009, hay un fomento de

infraestructura para quienes utilizan el automóvil y esta es diseñada en base a sus necesidades, y hay una débil o deficiente política de desarrollo del transporte público. Esto agudiza la condición de lejanía de los pobres a los centros de la ciudad, dificultando aún más su acceso a oportunidades educativas, culturales y de servicios, y principalmente limitando su acceso a trabajos, lo que limita sus decisiones (Cass, Shove y Urry, 2005), pues si bien tantos sectores altos, medios y bajos, salen de sus comunas para trabajar, en general los sectores altos “finalmente se desplazan a zonas más bien cercanas y dentro de su nicho histórico.” (Rodríguez, 2008), en contraste con sectores bajos quienes realizan viajes más largos y utilizan mayor parte de su tiempo en sus desplazamientos diarios, algo que se refleja en la diferencia en la duración promedio de un viaje en vehículo particular que es de 27 minutos, versus el promedio de duración de un viaje en transporte público que llega a los 49 minutos, para el año 2006 (SECTRA, Encuesta de Origen y Destino 2006).

Los cruces y convergencias Claramente la ciudad se juega en muchos más niveles que los dos anteriormente mencionados, no obstante son de los más relevantes y se articulan con otras temáticas de lo urbano. En estos dos niveles se ven problemáticas cristalizadas en dos áreas distintas y que tienen políticas públicas que corren en diferentes carriles, a cargo de diferentes instituciones en nuestro país. Sin embargo cuando realizamos el cruce es evidente como urge una articulación del nivel territorial y de vivienda, con el nivel de flujos y transporte, y como también es necesario hacerse cargo de externalidades que afectan a ambos. La dispersión y poca integración de nuestras ciudades no solo responde a la poca o nula planificación que se ha puesto en ellas, sino que también a la desarticulación de los niveles que la conforman, una falta de comunicación que responde a la débil y restringida concepción que se tiene de la ciudad.


No podemos olvidar que esta es el espacio geográfico y físico donde todas nuestras actividades humanas se desarrollan, sean actividades sociales, culturales, económicas, etc. Ver la ciudad como un espacio de relaciones sin indagar en los tipos de relaciones y como estás se articulan es no ver su complejidad. Es necesario integrar estas visiones, no todos los procesos relevantes desde un punto de vista urbano son abstractos o relacionales. Por esto es que debemos constantemente volver a mirar la ciudad, y verla como un objeto de estudio complejo que demanda soluciones a problemáticas que algunos podrán considerar obsoletas o sobre estudiadas, pero que siguen existiendo y por ende siguen siendo relevantes, y a través de su persistencia en el tiempo nos han mostrado su vigencia. No se puede soslayar que los procesos y relaciones que se dan en el alero de la ciudad tienen bajadas concretas y tangibles, tan concretas como los automóviles y buses que nos llevan de un lado a otro, tan tangibles como los edificios y viviendas que habitamos, como las veredas por las que caminamos. Olvidar la dimensión física de la ciudad es invisibilizar una gran cantidad de interacciones que configuran y determinan nuestras ciudades y las maneras de encontrarnos dentro de ellas.

Referencias Artículos Aravena A., De Gregorio J., y Poduje I. (2013, 20 de octubre). Vía rápida para reducir la desigualdad. El Mercurio. Recuperado el 21 de octubre de 2013, de http://www.elmercurio.com/ blogs/2013/10/20/16251/Via-rapida-para-reducirla-desigualdad.aspx Cass, N., Shove, E., Urry, J. (2005). Social exclusion, mobility and access. The Sociological Review, 53, 3, 539-555. PNUMA e IEUT UC. (2003). Perspectivas del Medio Ambiente Urbano: GEO Santiago, Santiago de Chile. Rodríguez, J. (2008). Movilidad cotidiana, desigualdad social y segregación residencial en cuatro metrópolis de América Latina, Revista Eure, Vol. XXXIV, N° 103, pp. 49-71 Sabatini, F. Cáceres, G. Robles, S. Sierralta, C. (2010). “La segregación residencial en cinco ciudades chilenas según las estadísticas sensales: tendencias y giros”. En F. Sabatini, R. Salcedo, G. Wormald, G. Cáceres, Tendencias de la Segregación en las Principales Ciudades Chilenas. Santiago, PUC Santis, F, Valenzuela, N. (2011). La cadena territorial de la desigualdad en Chile. Hélice, revista interdisciplinaria de artes, humanidades y ciencias sociales, Nº 2 segundo semestre 2011,10-14. Santos y Ganges, L. y de las Rivas Sanz, J. (2008). Ciudades con atributos: Conectividad, Accesibilidad y Movilidad. Recuperado el 20 de octubre de 2013, de: http://www3.uva.es/iuu/CIUDADES/ Ciudades%2011/Ciudades%2011%20013-032%20 SANTOS%20y%20DE%20LAS%20RIVAS.pdf Secretaría de Planificación de Transporte, Gobierno de Chile (2013). Indicadores de Movilidad Gran Santiago. Recuperado el 20 de octubre de 2013, de: http://www.sectra.gob.cl/Planes_Maestros_de_ Transporte_Urbano/ciudad/Gran_Santiago/indicadores_movilidad.html Valenzuela, N. (2011). La ciudad igualitaria: las políticas urbanas que se vienen. En R. Lagos, O. Landerretche (Eds.) El Chile que se viene: ideas, miradas, perspectivas y sueños para el 2030 (pp 205-219). Santiago, Chile: Editorial Catalonya. TECHO – Chile, (2013), Hacia un país con ciudades integradas. Santiago, Chile. Recuperado el 20 de octubre de 2013, de:http://www.techo.org/paises/ chile/sala-de-prensa/material-institucional/

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Ambiente y Ciudad 1/2 Medio Vínculo es editada por Doble Vínculo, Revista de Ciencias Sociales de Estudiantes de Sociología de la Pontificia Universidad Católica


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