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Un freno al acelerado arranque

Gilberto entró con mucha fuerza, con mucho entusiasmo, comenzamos a reorientar la facultad combinando el tema social con lo técnico. Creo que se hizo un buen trabajo. Eduardo Aguirre.

A finales de marzo de 1979 había tomado posesión como Decano, el arquitecto Gilberto Castañeda que en sus propuestas planteaba corregir las deficiencias padecidas durante el proceso de reestructura. Partiría de evaluaciones exploratorias hechas durante los años anteriores, que se fueron enriqueciendo durante los primeros meses de su gestión. Contaba con un plan de trabajo, estrategias para implementarlo, claridad sobre lo que se quería hacer para retomar los principios originales del CRA y adaptarlos al nuevo contexto. Además, se tenía la percepción de una mayor apertura de los distintos sectores y se anunciaba la voluntad política de la nueva administración.

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Las evaluaciones realizadas habían permitido elaborar algunos perfiles sobre la situación identificada. Se mantenía el criterio de que los temas principales a atender eran el modelo de gestión, el desarrollo docente, la problemática estudiantil, la estructura curricular y la forma en que se estaba respondiendo a la realidad social.

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Para revisar y hacer las modificaciones al modelo y llegar a planteamientos consensuados, sobre los diversos temas, era preciso formalizar el segundo congreso de evaluación que debía haberse realizado dos años antes. En tanto esto sucedía la administración avanzaba aceleradamente con sus propuestas y proyectos.

Durante 1980 se habían aprobado diversas modificaciones al pensum, fijado las normas y procedimientos para la aprobación de propuestas de puntos de tesis, se había instituido la Unidad de Planificación de Arquitectura UPA, creado el Centro de Investigación de la Facultad de Arquitectura (CIFA), se había realizado una evaluación del EPS y aprobado el Programa de Práctica Profesional en el área Metropolitana de Guatemala PPM, y se estaba organizando el segundo Coneval que debería llevar a niveles más específicos, los criterios de evaluación y reorganización del proceso de transformación de manera participativa y paritaria.

No obstante, el proceso no mantendría el apoyo esperado. Las condiciones que se vivían afectaban el ánimo de los actores y el Coneval comenzó a tener tropiezos lo que fue retrasando su inicio. Parecía que la fortuna no se prestaba para acompañar la ansiada evaluación con la que se suponía se lograrían los consensos necesarios para continuar con la transformación.

La violencia y la represión alterarían la ruta trazada y desvincularían a la comunidad facultativa de los objetivos académicos del CRA. Pronto las preocupaciones serían de otra índole y distraerían el quehacer facultativo de manera significativa. Otras terribles situaciones estaban por venir.

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ENTRE EL ASEDIO Y LA BARBARIE

Al inaugurarse la década de los ochenta Nicaragua se encaminada por el rumbo socialista en tanto que Panamá se mostraba como un fuerte aliado del nuevo régimen nicaragüense. En El Salvador se robustecía la ofensiva marxista que, tendría efectos en el ánimo revolucionario guatemalteco, que, con una guerrilla unificada, incrementaba su optimismo sobre tomar el poder en poco tiempo.

El gobierno militar se había visto afectado por el escaso apoyo externo y un creciente aislamiento que había sido acentuado por su política de intensa represión a los sectores sociales. El país lidiaba con una difícil situación económica que no se había presentado en varias décadas. En ese momento era difícil predecir el futuro favorable para el gobierno del general Lucas. Todo parecía conjugarse para que la reiterada teoría del dominó, se hiciera realidad y, finalmente, cayera el ejército guatemalteco.

Sin embargo, lo que parecía ser un camino trazado, fluiría por diferentes sendas. Los acontecimientos enardecerían a los movimientos contrainsurgentes que, en una estrategia de violentas respuestas y acciones de anticipación, respondieron con un incremento del terror, represión y desconcierto que se orientaría a los movimientos sociales y universitarios. La Universidad advertiría como, de manera descarada y cruel, crecían los ataques en su contra.

A los universitarios los marcaría la angustia, la incertidumbre y la muerte. La represión minaría las resistencias de varios sectores universitarios. Finalmente, ante la protesta y resistencia de los sectores más combativos, la violentada universidad y sus autoridades, serían comprometidas a modificar las bases académico-políticas y a evidenciar cambios en su posición institucional en el enfrentamiento, con tal de reducir la agresión y la sangre universitaria.

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