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Un oscuro panorama

El nuevo gobierno guatemalteco había asumido el poder en un escenario afectado por diversos hechos en el contexto internacional, como la reciente derrota en Vietnam y la llegada del presidente Jimmy Carter. A eso se sumaría el triunfo de la revolución Sandinista en Nicaragua, el golpe de Estado en El Salvador por una Junta Militar que hacía proclamas de izquierda, en tanto que se fortalecía la lucha guerrillera en el hermano país.

A nivel interno había que agregar que, durante el gobierno de Laugerud García, se había favorecido la apertura hacia la organización social que mostraba un franco desarrollo y que la gestión se había centrado hacia la atención de la crisis del terremoto de 1976 que favoreció la disminución de la lucha contra la guerrilla. Además, la cancelación de la ayuda militar de EE. UU. habían dejado una sensación de fragilidad en el ejército.

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El surgimiento del ala militar, proveniente de un grupo disidente del PGT y de sus vinculaciones con organizaciones guerrilleras estimuló la participación de grupos estudiantiles que proclamaban una pronta victoria del movimiento revolucionario en Guatemala. Los movimientos guerrilleros de la región confiaban en que la teoría del dominó se aplicaría y que podrían llegar al poder por medio de las armas. Pero la respuesta del régimen militar fue endurecer más las reacciones y generar estrategias de represión y terror para evitar lo que consideraba como el avance del marxismo en el país.

A partir del asesinato del Secretario general de la AEU en octubre de 1978, se rompieron los patrones que hasta ese momento se había dado en este tipo de atentados. Se incrementaría la persecución y el asesinato de líderes estudiantiles, profesionales e intelectuales que apoyaban a los distintos movimientos y sectores sociales. Se divulgarían las listas negras de las siguientes víctimas con claras amenazas de muerte, que tristemente se constataría, no eran simples amenazas.

Ante la escalada de persecución y muerte, el movimiento social, la representatividad estudiantil y la respuesta institucional universitaria se iría reduciendo. Se podía observar el efecto creciente de la intimidación, las organizaciones populares fueron desmanteladas, la AEU actuaba en la clandestinidad, las asociaciones estudiantiles estaban sin sus lideres, las autoridades y profesores se ausentaban, pedían permiso o salían al exilio, muchos estudiantes se ausentaban o se retiraban. Se estaban reduciendo las fortalezas académico-políticas provenientes de la Universidad.

Un nuevo Decano llegaría en un momento que se mostraba poco favorable para impulsar las políticas propias de la filosofía del movimiento de transformación, pero de igual manera iniciaría la gestión con el impulso de planes concretos.

Escenarios inciertos 347

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EL AFÁN POR LA REESTRUCTURA

Desde los años 60 en diferentes universidades de América latina se había presentado periodos de crisis académico-políticas, enfrentamientos estudiantiles y docentes, denuncias y búsqueda de destitución de las autoridades y pugnas que reclamaban cambios sustantivos. En la Facultad de Arquitectura de la USAC se había ido gestando un movimiento estudiantil desde finales de los sesenta, que se fue fortaleciendo hasta destronar de la dirección a los creadores de la carrera.

El movimiento del CRA se convirtió en un ejemplo de organización estudiantil para plantear propuestas innovadoras que se vincularan con el desarrollo social y rompieran con los tradicionales paradigmas educativos. Pero el célebre movimiento había tenido una serie de altibajos que no le permitieron alcanzar los objetivos formulados. En algunos casos esto se debió a los bloqueos sistemáticos de estudiantes y docentes; en otros, los mismos generadores del proceso dejaron el escenario, redujeron el impulso inicial o cambiaron de intereses; pero, en especial fue la permanente tendencia a las confrontaciones, que se hicieron tan intensas las que impidieron avanzar.

Habían pasado seis años desde el comienzo de la implementación del CRA, varias evaluaciones se intentaron o se hicieron a medias. Se incrementaron las críticas, surgieron protestas estudiantiles y oposiciones de los docentes y muchas de las situaciones que habían generado el movimiento permanecían iguales. Aunque se tenía una distinta concepción de la arquitectura y su función en la sociedad, había suficientes indicadores de que el proceso tenía problemas que debían ser solucionados.

El rompimiento que se había dado a finales de 1976 hasta el momento no había sido debidamente atendido, pero se esperaba que con el cambio de autoridades pudiera darse una nueva oportunidad al proceso transformador.

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Figura 14.1 Arq. Gilberto Castañeda, Decano 1979-1980. Foto: archivos Farusac.

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