Revista de deportistas colombianos

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Revista Deportistas destacados

La historia del clavadista colombiano

Orlando Duque

Caterine Ibargúen “La pantera negra”

Jackeline Rentería Logra un cupo a los Juegos Olimpicos

Edición 12, Octubre 2015

Los primeros pedalazos de Nairo

Quintana

“A los tres año ya montaba bicicleta sin rueda de apoyo”

Mariana Pajón 1


Sumario

Edición 12 Octubre 2015

4 Caterine

Ibargüen ‘la pantera negra’

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“De Boyacá a Francia: los primeros pedalazos de Nairo Quintana”

Mi primer recuerdo de Nairo fue cuando hace cinco años lo vi ganar en Cómbita una contrarreloj de 10 kilómetros, en ascenso, con una inclinación de 23,2, ¡y lo hizo en 12 minutos! “dice Pedrito

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La historia del clavadista colombiano Orlando Duque en las alturas

“A los tres año ya montaba bicicleta sin rueda de apoyo”

Jackeline Rentería logra un cupo a los Juegos Olímpicos de Río 2016 Logra un cupo a los Juegos Olímpicos de Río 2016 durante el Campeonato Mundial que se disputa en Las Vegas, Estados Unidos.

Director Karen Rojas Gaitán

karenrojas@gmail.com

Redactor Alvaro Reyes

areyes@gmail.com

Editor Jefe Mauricio Silva

Msilva@gmail.com

Fotografía Tatiana Vega

tvega@gmail.com

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Director de Arte Javier Garzaón

jgarzón@gmail.com

Diseño Karen Juliete Rojas krojas@gmail.com

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Caterine

Ibargüen ‘la pantera negra’

Es la atleta más destacada en la historia del deporte colombiano. Fue campeona suramericana de salto alto y, con mucho esfuerzo, sobresalió en salto largo. En la búsqueda por llegar más lejos, también pasó por el lanzamiento de bala. Sin embargo, luego de haber pensado en abandonar toda competencia deportiva, encontró en el salto triple su disciplina ideal. Es Caterine Ibargüen, la actual campeona mundial de la modalidad, la dueña de la medalla de plata en los juegos olímpicos de Londres 2012 y la ganadora de dos ligas de diamante consecutivas (2013 y 2014). Altiva, sonriente y orgullosa, detesta que le digan ‘pobrecita’, que insinúen que su historia personal es el resultado del conflicto colombiano y que la califiquen de símbolo sexual. “Es que yo soy una atLa Pista de aceleración 45 m de largo leta. Y punto”. Habla “la pantera negra”

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Por: MAURICIO SILVA Muy pocos colombianos saben que Caterine Ibargüen conquistó dos de las pruebas más importantes de su carrera al borde del colapso. Una de ellas, prácticamente con una sola pierna. Fue hace dos años, nada menos que en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Tan grave fue el asunto que su técnico, Ubaldo Duany, evitó hablarle cuando se enteró de que, a dos días de las eliminatorias, su pupila había sufrido una severa lesión en los músculos flexores de la pierna izquierda. El entrenador cubano decidió no verla a los ojos porque entendía que ahí, a horas de la cita mayor, el sueño había terminado. Mientras tanto, Caterine, sola en su habitación, lloraba. Sin embargo, terca y obcecada, la morocha consiguió en la Villa Olímpica una muslera prestada que, a medias, le distrajo el dolor. Con esa faja, bien ceñida a su larga pierna izquierda, no solo compitió sino que alcanzó una trascendental medalla de plata, la más relevante en la historia del atletismo colombiano. La segunda proeza –también de tintes heroicos– fue hace un año en el Campeonato Mundial de Atletismo de Moscú, cuando hizo

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de tripas corazón. Aún adolorida, Caterine saltó a la pista poco después de haberse desmayado por cuenta de un punzante dolor de estómago. En aquella ocasión, la hija más célebre de Apartadó –en el Urabá antioqueño– sufrió un problema gastrointestinal que casi la deja afuera de la competencia. De hecho, si los jueces la hubiesen visto así, muy seguramente no la hubieran dejado competir. Pero una vez más, la paisa recurrió a esa fortaleza psicológica que la ha convertido en la número uno del mundo. Se puso los audífonos para escuchar esas canciones que la llevan allá, a ese otro estado, y compitió. Y les ganó a todas sus rivales. Y se convirtió en campeona mundial de salto triple. Y escribió un pedazo de la historia patria. Dos escenas que la definen. Dos postales de la épica deportiva que dejan ver de qué material está hecha Caterine Ibargüen, una afrocolombiana de 30 años, de 1,81 metros de altura y de 70 kilogramos de peso, marcada por el tesón, la disciplina y el sacrificio. Sin embargo, y p o r

fortuna, es mucho más que eso. Ella también es risa enorme y alegría constante. Ella es juego, picardía, sabor, altivez y un montón de orgullo. Y es, además (y salta a la vista), la dueña de un estilizado cuerpo de bronce, poderoso y flexible –como el de una guerrera masái–, tallado a fuerza de entrenamiento. Es, para entender su dimensión, la atleta más importante en la historia del deporte colombiano. Es la actual campeona mundial de salto triple. Es la dueña de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Y es la ganadora de dos Ligas de Diamante consecutivas (2013 y 2014). Es “la pantera negra”, una especie de fiera noble que se prepara para conquistar, de una vez por todas, una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016. Y, según dice, para romper el récord mundial. ¿Es cierto que en el momento en el que usted se enfrenta a las competencias oye un vallenato que la dispara? [Ríe]. Sí, es una canción que me dedicó mi mamá, que la canta Silvestre Dangond y que se llama Mi propia historia. Esa canción

Si necesito estar suavecita, pues escucho unas baladitas. Si necesito estar activa, como antes de la competencia, casi siempre me voy por el regueton, el reggae y ese vallenato


siempre me ubica en lo que quiero y me inspira mucho. Entonces, siempre antes de salir la pongo. ¿Cómo dice? Algo así como: “Cada quien tiene en la vida su cuarto de hora, que lo motiva y lo entusiasma a ser triunfante…” [Risas].

¿Siempre acude a la música? Sí. ¡Pero ojo!, si necesito estar suavecita, pues escucho unas baladitas. Si necesito estar activa, como antes de la competencia, casi siempre me voy por el reguetón, el reggae y ese vallenato.

¿Cómo puede definir su for-

taleza psicológica?, ¿en qué consiste?

¿De qué lesión exactamente estamos hablando?

En visualizar lo que tengo que enfrentar. En lograr la concentración. Yo busco esas cosas que, sé, me dan tranquilidad; porque ya conozco cómo tengo que estar bien y tranquila. El país poco o nada sabe que usted ha tenido que acudir a su resistencia mental en momentos muy dramáticos, como en los Olímpicos de Londres donde, según entiendo, compitió con una lesión complicada. ¡Uy, sí!, me dio muy duro, porque fue dos días antes de la eliminatoria.

Una lesión en la parte de atrás de mi pierna izquierda, un poquito abajo del glúteo, en los músculos flexores [los isquiotibiales]. La lesión apareció en los últimos entrenamientos para la competencia y, faltando cinco días para el gran momento, no lográbamos dar con el asunto. Entonces empecé a trabajar con la fisioterapista del Comité Olímpico, pero yo sentía y sabía que no iba a estar en óptimas condiciones para enfrentar unos Juegos Olímpicos. Entonces yo me decía: “Toda mi vida he soñado con estar en 7


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buenas condiciones para enfrentar una competencia de estas, y cómo así que se me va a ir…”.

¿Lloró? Mucho. Lloré muchas veces sola. Ubaldo Duany, mi técnico, no me podía ni ver del dolor y la frustración que le daba. Yo lo único que decía era: “Señor, por favor dame la oportunidad de estar ahí y de poder correr”. Lo único que pedía era poder correr. Todo era muy fuerte porque era ver toda mi vida como deportista perdida ahí. Porque ese era el momento por el que había luchado. Era como tener el cielo cerca de las manos y sentir que se iba alejando en cuestión de segundos. “Muy atrevido (César Augusto Londoño). No tenía ni la más mínima confianza conmigo (…) entonces tiene que tratarme con respeto, primero porque soy mujer y, después, porque soy una persona que no conoce”.

¿No podía correr? Es que yo no podía correr. Y cada vez que intentaba un salto, cada vez iba rompiendo más fibras…

¿Cómo lo resolvieron, si se tiene en cuenta que usted ganó la medalla de plata en Londres? Con la fisioterapista empezamos a visitar los centros de medicina que había en la Villa Olímpica y en un puesto me dijeron: “Pues lo único que podemos darle es una ‘muslera’”. Y si ustedes ven las fotos, es esa cosa azul en mi pierna izquierda. ¿Es cierto que le ocultó la “muslera” a sus adversarias? Claro, porque todo el mundo sabía que yo era la rival más fuerte. Y si me veían así, entonces dirían: “A esta ya la tenemos”. Yo

la llevaba lo más oculto que podía, pero cuando entramos a la zona donde nos revisan a todas, me tocó mostrarla. Entonces yo noté que cuando ellas vieron eso, como que se cogieron más confianza. Pero… Pero, claramente, no se amilanó…

¿Cuál fue su discurso interior? Yo me decía: “Ya estoy aquí, ya calenté, ya puedo entrar, ya puedo ejecutar el salto, solo necesito conseguir la mar-ca para la final. Y ya en la final, que se me parta lo que se vaya a partir, que yo ya estoy aquí y estos son mis sueños”. Entonces hice la marca, llegué a la final e hice lo que pude. Medalla de plata, en los Juegos Olímpicos, no más… ¡Ja! Otra historia, no menos dramática, de la que tampoco se sabe mucho, fue la del Mundial de Atletismo en Moscú 2013. Horas antes de la competencia usted se desmayó y, según los que estuvieron ahí, usted estaba más verde que el pasto.

¿Qué pasó? Moscú fue horrible. Me tomé una avena en el desayuno que me produjo unos cólicos terribles y me disparó no sé qué cosa. Yo ya había hecho la eliminatoria y ahora íbamos para la final. El viaje fue desde el hotel hasta el estadio y los dolores aumentaron, al punto que me puse a sudar. Minutos después, me dicen, los ojos se me pusieron blancuzcos. Ese bus no podía parar porque íbamos una cantidad de deportistas a las competencias. Entonces a mí me acostaron ahí. Ya en el estadio me dieron algunas cosas y me estabilizaron un poco. Cuando yo entré a la competencia, aún tenía el dolor, pero era el Mundial, con tantas cosas, con todos los sueños, que a mí realmente se me

olvidó todo. Y salté. Entonces se hizo campeona del mundo… Sí. Su deporte tiene básicamente dos lesiones fuertes: pubalgia y serios problemas de rodilla. ¿Pero parece, solo parece, que a usted todavía no la han rozado? Gracias a Dios, no. Pero sí siento molestias todo el tiempo. Hay días que llego a mi casa casi gateando del dolor. Lo que hacemos es trabajar para no llegar a una lesión. Para eso tomo suplementos. Yo uso mucho una línea que se llama F1, que tiene todo, especialmente calcio, que me ayuda a mis articulaciones. Yo me cuido mucho. Aquel cuento de la alimentación en la niñez, del plátano y el pescado, ¿cree que sí sirvió para hacerla tan fuerte? ¿O cree que es simplemente un mito colombiano similar al de los ciclistas con la panela? Yo soy la atleta que soy porque todo, desde pequeña, ha influenciado para ser quien soy. Fue mi alimentación, fue mi educación, fue mi preparación. ¿Siempre fue más alta que el resto de sus compañeras? Sí, era horrible, porque uno de niño siempre quiere estar a la medida de todos. Un día le dije a mi mamá: “¿Será que usted no puede buscar algo para no crecer más?”. Y mi mamá me dijo: “Bueno, yo voy a averiguar”. Entonces un día llegó con este cuento: “Cate, es mejor que crezcas. Averigüé y, para que no crezcas más, te van a sacar un líquido de la espalda, pero es probable que quedés inválida o te volvás loca”. Entonces yo le dije: “No, mami, yo sí quiero crecer, por favor no me saqués nada”. Entiendo que usted se crió en una finca en Currulao, un 9


corregimiento de Turbo… Sí, mi mamá y yo vivíamos en una finca, La Suerte, que queda como en medio de Currulao y Apartadó. Luego nos trasladamos a Apartadó con mi papá, pero mi mamá, y la familia de mi mamá, se quedaron en Currulao. Ahí mis padres ya estaban separados. Entonces yo duraba un rato con mi mamá y a veces otro rato con mi papá. En diferentes medios han afirmado que la separación de sus padres tuvo que ver con el conflicto colombiano. Pero no hay una referencia clara.

¿Realmente qué paso? Yo no sé porque quieren escuchar eso de mi boca. Esas son cosas que el periodismo quiere que uno diga, y yo no voy con eso. Que fui una persona pobre y que le saqué el mejor provecho a eso, sí, pero no tengo por qué estar diciendo: “¡Ay, yo soy pobre!” o “¡por favor ayúdenme!”. No, señor, lo que yo soy me lo gané en la pista. Y lastimosamente, sí, en mi país hay mucho conflicto, pero no puedo decir que a mí me afectó de cerca, o que me mataron a un tío, o que a mi papá me lo mataron. Solo puedo decir que nacimos con pocas posibilidades y que mis papás tuvieron que salir a trabajar. Pero tampoco puedo decir que un día me acosté sin comer.

¿Cuándo empezó a tomarse el deporte en serio? En la escuela Heraclio Mena Padilla, en Apartadó. Mi profesora nos ponía a correr a los niños, todos contra todos, y yo ganaba. Entonces le dijo a Wílder Zapata, que fue mi primer entrenador, y él me sacó para ir a entrenar.

¿En qué disciplina? En 75 metros. Luego corrí los 150, luego yo hacía los relevos de 4 x 50 y 4 x 75. Y después sí, 10

salto largo. Así empecé. Hasta los Juegos Intercolegiados de 1996, en Bucaramanga, que los ganó… Sí, con la Selección Antioquia infantil. Gracias a Dios me fue muy bien. Fue la dicha de obtener las primeras medallas.

¿Es cierto que jugó voleibol? Sí, me encantaba. Y me decían que lo hacía muy bien. [Risas].

¿También es cierto que quiso ser bailarina? Sí, pero apenas lo normal. A los 14 años usted se fue de Apartadó a Medellín con la idea de convertirse en una atleta de alto rendimiento.

¿Quién tomó esa decisión? Esa oportunidad de cambio la vio mi abuela, mi mamá y Wílder, mi entrenador. Una mejor vivienda y una mejor alimentación, ahora en la Villa Deportiva.

¿Ya habían definido su disciplina deportiva? Salto alto, salto largo y salto triple.

hágale, “¡móntate ahí, que yo te empujo!”. Y pues claro, en una de esas se nos fueron todos los platos al piso… [Risas]. Regla Sandrino cuenta, además, que usted siempre le decía: “Yo nunca me he robado una sola abdominal”. Es que yo no le robo nada a nadie, ni a mi entrenador ni a nadie. Si me la robo, pues me la robo a mí. Y si lo hago, no tengo mi mente tranquila. Entonces, cuando me vaya mal en la competencia, que me digan que fue otra cosa y no esa abdominal que me robé. Por cierto, cuántas abdominales hace al día. Entre 300 y 400.

¿Cuál fue la gran enseñanza que le dio su entrenadora cubana, Regla Sandrino? Una frase: “Yo no soy la mejor de Colombia, sino la menos mala”. En otras palabras me dijo: “No creas que eres el ombligo del mundo. El día que vos creas que eres la mejor, no vas a luchar para seguir siéndolo y te vas a conformar con eso”. Siempre pienso en eso.

¿Es cierto que estuvo a punto de devolverse?

¿Puede decirse que su carrera despega en los SurameriNo en los primeros días, porque canos de Atletismo de Bogotá, todo era nuevo. Fue más ade- en 1999, cuando ganó una lante, cuando necesitaba de mi medalla de bronce en salto abuela y de mi mamá. alto? Su entrenadora de entonces, Regla Sandrino, cuenta que un domingo, en aquellos primeros años, casi la echan de allá por haber acabado con la vajilla de la Villa Deportiva. Es que los domingos eran superaburridos. Y nosotras, las compañeras de la Villa que teníamos nuestras familias en Urabá, pues no teníamos la posibilidad de salir, ni nada… Entonces un día vimos el carrito en donde montaban los platos de la comida y

Lo curioso es que yo no podía hacer parte de la selección nacional, porque tenía 17 años. Finalmente me dejaron participar y, sí, logré mi primera medalla internacional. Luego, de nuevo en salto alto, ganó un oro en los Juegos Bolivarianos de Ambato, en Ecuador, de 2001.

¿Seguía practicando salto triple y salto largo? Sí. Pero cada vez menos. Yo estaba concentrada en el salto alto.


Incluso alcancé a ser campeona suramericana de salto alto.

¿Cuáles son sus mejores marcas en cada una de las tres disciplinas? Mi mejor registro en salto alto es 1,93 metros. En salto largo es 6.75 metros. Y en salto triple es de 15,31 metros, que lo realicé este año en Mónaco. Usted representó a Colombia en los Olímpicos de Atenas 2004, en salto alto.

¿Es cierto que allá se sintió acomplejada? Sinceramente, creo que yo tenía un complejo y creo que era conmigo misma; por mi condición física, por mi contextura física, que es un poquito más gruesa que la de las otras. Fue muy bonito

haber ido allá, pero sicológicamente creo que no estaba muy preparada.

Cuatro años después, usted no clasificó a los Olímpicos de Pekín 2008.

¿Qué sucedió?

¿Es cierto que por cuenta de esa frustración usted casi se retira de toda actividad deportiva?

Creo que me dejé lavar el cerebro con ese cuento de que “usted está tan gorda” y no sé qué más cosas.

¿De dónde venían esas críticas? De los directivos. Yo le llegué a decir a uno: “¿Usted sabe toda la mierda que yo comí para estar aquí, como para que usted venga a decirme eso? Yo estoy aquí porque me lo gané y ni usted me compra el tiquete ni usted me tiene aquí por mi cara bonita”.

Estuve a centímetros en mis tres disciplinas, pero no clasifiqué en ninguna. Entonces yo decidí irme del país y retirarme del deporte. Además, al no clasificar, yo sabía que podía perder mi beca deportiva con el Comité Olímpico.

¿Qué o quién la hizo recapacitar? Cuando venía bajando las escaleras con mi maleta, y el equipo que iba para olimpiadas se quedó arriba, el profesor Ubaldo Duany, que estaba con la selección

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nacional, me paró y me dijo: “Te espero en Puerto Rico”. Eso me quedó en la cabeza, hasta que un día hice todos los trámites para irme a estudiar a la universidad de Puerto Rico. Pero Ubaldo Duany ya la había tentado, ¿no es cierto? Llevaba años detrás de mí.

¿Siempre con la idea de cambiarle de disciplina? Yo creo que él siempre tuvo la idea de pasarme a otra disciplina. Entonces me fui. Y fue una excelente decisión. E incluso intentó con el lanzamiento de bala, ¿o no? Y me fue muy bien. Por ahí también cogí una medalla de plata. Lo que pasa es que Ubaldo tenía dos grandes ideas: el salto triple o las pruebas combinadas, que se basa en siete pruebas, incluido el lanzamiento de bala.

¿Qué falló en las pruebas combinadas? Solo una cosa: que no pude con los 800 metros. ¿Es que dos vueltas a la pista…? ¡No…! [Ríe]. Es que esa es una prueba de resistencia y para mí eso era

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supremamente difícil. Era una cosa medio traumática, al punto de que yo no dormía porque sabía que tenía que hacer eso. Pero traumática, traumática…. Por eso nos inclinamos más por el salto triple.

Y a todas estas, ¿por qué decidió estudiar enfermería en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico? Primero que todo, porque mi mejor amiga, Eliecith Palacios [atleta de la selección nacional], estaba estudiando enfermería. Segundo, porque tengo una tía enfermera. Y tercero, porque mi meta era quedarme en Puerto Rico y hacer mi vida allá. Yo me dije: “Aquí nunca te vas a quedar varada”.

¿Cómo le fue en la carrera de enfermería? Excelente, tanto que en muchos hospitales donde hacíamos prácticas me pedían que, por favor,

me quedara trabajando: “¡Qué dejen a la negrita trabajando!”, decían.

Ahora sí, ¿cuándo se dio el cambio definitivo de disciplina y la decisión de practicar exclusivamente salto triple? Eso fue progresivo. Intentamos ir a unos mundiales en 2009, en salto triple, pero por mil razones no se pudo y me tocó participar en salto alto. Creo que la cosa comenzó en serio en 2010 cuando un día Ubaldo me mostró el ranking mundial y me dijo: “Caterine, con lo que ya has hecho podrías estar entre las 20 mejores del mundo”. Yo ni le creía. Para mí, la marca mía no era mucho, no era nada. Entonces él empezó a decirme: “Y si hacemos esto y si hacemos lo otro”. Así que, en 2010, hice la marca de 14,10 metros y, quién lo creyera, fui subcampeona iberoamericana. Ahí realmente empezó todo.

¿Cree que hubiera hecho mucho más si no hubiese perdido tantos años en otras disciplinas?


Es que, prácticamente, usted empezó a los 26 años… O no hubiera hecho nada. O no hubiera conseguido la persona que me hubiera enseñado bien la técnica. O no hubiese conocido la persona que me cuidó físicamente. De pronto, hoy, yo no existiría. Y lo digo simplemente por las lesiones que provoca esta prueba, por la intensidad física. Entonces creo que todo fue perfecto. Que fue el momento ideal.

¿De qué depende conquistar un par de centímetros de más en el salto triple? De muchas cosas. Es una lucha constante. Es eso: la pelea con los centímetros. Es mejorar un gesto técnico, que el clima esté a favor, que la pista esté bien, que tu ánimo esté, que el público esté… Todo varía mucho.

¿Recuerda cuándo ganó por primera vez una medalla en una Liga Diamante?

asumirlo. ¿Por qué no gané en los Juegos Olímpicos? De pronto porque no era mi momento. De pronto Dios diría: “Caterine no está apta para asumir este papel”. Usted está convencida de que va a romper el récord mundial. Definitivamente. Más que convencida.

En Estocolmo y cogí el bronce. Pero ojo, mi alegría era porque me habían invitado a esa competencia. ¡Guauuu…! Es que cualquiera no está en una Liga de Diamante. Es que ningún colombiano había estado en una Liga de Diamante. La verdad, parecía que hubiera alcanzado el cielo. Y entonces cojo el tercer lugar. ¡Noooo, más contenta todavía…!

¿Conoce a la ucraniana Inessa Kravets, la poseedora del récord mundial de salto triple con 15,50 metros?

¿Qué tan duro le dio no ganar el oro en Londres?

No, no he tenido el placer de conocerla.

El tiempo es perfecto. Dios pone todo cuando tú eres capaz de

¿De vez en cuando le echa un ojo a ese salto-récord de 1995? Lo he visto muchas veces. Creo que más de cien.

¿Cuando usted lo ve, se compara con ella? A veces me comparo con ella, porque son técnicas totalmente diferentes, aunque el gesto es el mismo. Yo creo que ella tiene muchas fortalezas que a mí me hacen falta. Por ejemplo, ella se sostiene muy bien, que es la lucha contra el viento –porque el tiempo en el aire te da espacio– y eso lo hace ella muy bien. Entonces ahí es donde yo analizo y es lo que trato de hacer mejor. es mi sueño y, cuando tengo un sueño, lucho por él.

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los 15 años se subió por primera vez a una bicicleta y a los 16, ya tenía el temple de campeón con el que emocionó a los colombianos al conquistar las montañas francesas. Recorrimos las carreteras por donde este colombiano, a punta de sancocho y agua de panela, forjó una gesta sin precedentes en el ciclismo criollo. Ever tiene 13 años, es menudo, tiene ojos muy negros y vivaces, piel cobriza y el pelo áspero. “Es la viva imagen de mi Nairito”, dice doña Eloísa Rojas, la madre del héroe de Cómbita, mientras lo abraza y le entrega una bicicleta y un casco rojo. En realidad es el hijo de Sandra, su vecina y comadre, que mira incrédulo el aparato y, sin pensarlo, intenta acomodarse en el sillín. La esperaba con ansias. Se había levantado muy temprano y ya llevaba puesto el uniforme verde y los guantes que el mismo Nairo Quintana le había regalado poco antes de irse a correr el Tour de Francia. “A mí me gusta mucho montar en cicla. Yo le compré una a mi padrino hace cuatro años por 20 000 pesos, pero se me dañaba a cada rato y hace como tres meses no tenía en qué montar”, dice exhibiendo una sonrisa limpia enmarcada en sus cachetes curtidos por el sol. Doña Eloísa, creyendo ver en Ever la misma obstinación que descubrió en Nairo años atrás, llamó al gerente de la Cadena Radial Boyacense para pedirle que le regalara una bicicleta al niño. Ella, a sus 48 años y con cinco hijos a su haber –dos de ellos triunfando en Europa como ciclistas–, está convencida de que “el deporte es bueno para los niños porque los aleja de los vicios”. 18

Con esa misma convicción se levantaba todos los días antes de las cinco de la mañana a prepararle caldo con papa, huevos, pan y agua de panela a su Nairito, para que tuviera fuerzas para entrenar. No le importaba que no le ayudara a ordeñar o a sacar la papa del cultivo que un día cualquiera se picó. Por casualidad, su hijo había descubierto su amor por la bicicleta mientras recorría los 34 kilómetros diarios entre el colegio, ubicado en el municipio de Arcabuco, y su casa en la vereda San Rafael de Cómbita. De ida, bajaba raudo los 17 kilómetros, y de regreso, subía de los

En esos dos meses y medio tuvo tiempo para encontrarse con sus amigos de infancia y con los vecinos. Volvió al colegio a la celebración del aniversario. Y volvió a comer el sancocho de gallina que magistralmente hace su mamá en el fogón de leña.

1600 metros sobre el nivel del mar, a los 3050 donde queda su hogar. Pero a los pocos días de estrenar esa bicicleta que su papá le había comprado por 80 000 pesos, Nairo –sin haber cumplido los 16 años– dijo que quería entrenar para ser ciclista. Don

Luis, un aficionado a las carreras que disfrutaba hablando con los corredores que paraban a tomar gaseosa en su tienda, estratégicamente ubicada en un alto en la vía que conduce de Tunja a Arcabuco, le prometió su apoyo. Casualmente ya tenía conversado a Héctor J. Pinilla, un hombre que había corrido cinco vueltas a Colombia como gregario de Rafael Antonio Niño, sobre esa posibilidad. “Nairo tiene el porte de ciclista, se le ve en la agilidad, en el pedaleo”, le dijo un día mientras tomaba el fresco en la tienda. Con ese comentario no hubo ni un asomo de duda. Pronto el tercer hijo del hogar de don Luis y doña Eloísa, el que casi se muere antes de cumplir los tres años por el “frío de un muerto”, ya estaba inscrito en el Club Escuela Santiago de Tunja. Fue entonces cuando Nairo, con una decisión y una disciplina que asombró a sus padres, empezó a madrugar para irse desde su casa a Moniquirá o Barbosa, antes de entrar a clases en el colegio Alejandro de Humboldt. Nadie dirigía sus entrenamientos. Iba siempre solo sin importar la lluvia o las temperaturas bajo cero que suelen azotar estas montañas en el verano y que logran quemar los cultivos de papa. Ni las caídas ni los golpes lo hicieron desistir. Solo un accidente que lo tuvo tres días en la clínica lo alejó una semana de las carreteras. Varias veces Irene Pérez y Anita Rodríguez, las profesoras de química y biología, le ayudaron a sanar las heridas que masacraban sus rodillas y brazos. “Nunca faltó a clases, era el primero en llegar”, recuerda el maestro de física, William Gómez, mientras


exhibe orgulloso las fotos que le tomó a su ídolo cuando vestía el uniforme de jean y saco azul. Hoy sus profesores entienden de dónde sacó Nairo las dotes que exhibió para ganar el Tour de L’Avenir, la Vuelta al País Vasco y lograr la gesta histórica del Tour de Francia. “Es que nos pasaba a nosotros, que íbamos en carro, y muy orgulloso nos saludaba con un toquecito en el capó”, dice Mercedes, la maestra de arte, quien como todos en estos poblados, atesora algún recuerdo del héroe. El de ella es una escultura en cerámica que su alumno hizo en último grado de bachillerato. La profesora se esmera en explicar que aquello que carga en sus manos es un ciclista –estilo futurista, aclara–, con un casco aerodinámico. Y que otro bulto alargado es la representación del terreno difícil que deben recorrer los deportistas. Dice que Nairo le quedó debiendo la bicicleta, aun-

que aquella estaba en el diseño original que presentó. Al parecer, no fue mucho lo que Nairo quedó debiendo en el colegio, gracias al apoyo incondicional que el rector de la época, Miguel Alfonso Moya, les brindó a él y a otros deportistas como Cayetano Sarmiento, su amigo y vecino, que hoy corre con el equipo italiano Cannondale. Varias veces el rector les exigió a sus maestros comprensión con esos muchachos porque su futuro estaba en el deporte. Fue así como los dos recuperaron las evaluaciones finales de 11, después de ir a correr la Vuelta de la Juventud en Venezuela, y se graduaron sin contratiempos.

Y así cómo duerme uno Han pasado varios días desde que Nairo subió tres veces al podio en el Arco del Triunfo: a ponerse la camiseta blanca de

novatos, la de pepas rojas de campeón de la montaña y a pararse como subcampeón junto al inglés Chris Froome, el único en todo el pelotón que lo pudo superar. El guayabo y el cansancio hacen estragos en la familia Quintana Rojas. El ajetreo fue tal, que llevan varios días durmiendo mal. No han abierto con juicio la tienda y las vaquitas han tenido que esperar a que un compadre de buena voluntad las ordeñe. Doña Eloísa revisa las cuentas de la recepción y venta de leche, mientras su esposo sigue atendiendo llamadas de los periodistas, a pesar de las dolencias derivadas de un accidente que desde muy niño lo dejó con discapacidad en su pierna derecha. Es lunes y, con ayuda de sus vecinos, lograron recoger la basura que les dejó la turba emocionada que irrumpió en su tienda el domingo. Movistar, la firma que patrocina

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el equipo de su hijo, les instaló una pantalla gigante al lado de la casa para ver la última etapa del Tour y la locura se desató. No alcanzaron a llegar de la misa que celebró el obispo de Tunja para pedir por Nairo, cuando cientos de personas ya habían copado el poco espacio al lado de la tienda. Los buses de línea que van y vienen de Bucaramanga paraban y decenas de pasajeros y turistas se bajaban a saludar a los papás del héroe. Creen que más de mil personas llegaron a celebrar con ellos. El momento más vibrante del Tour de Francia: Nairo sobrepasa al líder Chirs Froome, gana la etapa 20 y se consolida como subcampeón de la competencia

En esos dos meses y medio tuvo tiempo para encontrarse con sus amigos de infancia y con los vecinos. Volvió al colegio a la celebración del aniversario. Y volvió a comer el sancocho de gallina que magistralmente hace su mamá en el fogón de leña. 20

Tal vez no tuvieron suficientes recursos para comprarle todos los implementos a su hijo y varias veces tuvieron que recurrir a rifas y bazares, pero al final, con ayuda de muchas personas, lograron sacarlo adelante. Una de esas personas fue Fernando Flórez, quien en su momento era director de Indeportes, institución departamental que lideraba la política de apoyo a los deportistas. Fue él quien lo vio en los intercolegiados y clásicas locales y lo convocó a unas evaluaciones físicas. Quería reforzar el primer equipo continental Boyacá es para vivirla y contrató al técnico español Vicente Belda para llevar un equipo juvenil a

Se ven agotados. Doña Eloísa, siguiendo la tradición de las mujeres boyacenses, es discreta y callada. Su esposo es más dicharachero. No se cansa de contar las historias de su hijo. Es un hombre agradecido con la vida, dice que nada le ha faltado y aclara con vehemencia que sí tiene televisor en su casa, que no son pobres. “Somos humildes, campesinos, pero no aguantamos hambre”, recalca.

“Será otro Botero” Al parecer, la avalancha de periodistas ha provocado malentendidos. Y esta pareja, que lleva 30 años viviendo juntos, que levantó cinco hijos con sus cultivos, con las vaquitas, una tienda y, alguna vez, una panadería, quiere dejar en claro que el presidente Juan Manuel Santos sí les entregó una casita en Tunja, que ocupa Nairo cuando está en el país, y que ellos no mendigan nada.


Nairo sorprendió al técnico con sus resultados. Belda, incrédulo, le hizo repetir la prueba. Al final se confirmó que este muchacho de 18 años, recién graduado de bachillerato y con apenas 1,65 de estatura, había movido el SRM, un dispositivo que mide la potencia del pedaleo, a 420 vatios. Los chicos de su edad marcaban 370; ni un profesional marcaba tanto. “Puede ser un (Santiago) Botero”, sentenció el español. Desde ese momento, Nairo tuvo un plan de entrenamiento personal y, por primera vez, una bicicleta de carbono, una Orbea. Fue a España en 2009, corrió en cuatro competencias europeas y al final de la temporada se destacó como uno de los mejores sub 23. Ahí empezó a llamar la atención de Eusebio Unzue, técnico de Movistar. Pero Quintana se fue primero a Colombia es pasión y con esa casaca ganó el Tour de L’Avenir, en 2010.

una contrarreloj de 24 kilómetros en la que venció no solo al favorito, el alemán Tony Martin, sino a quien sería su gran contendor en el Tour de Francia, Alberto Contador. Para alegría de sus padres, Quintana volvió a Boyacá a mediados de mayo. En su pueblo ya se había desatado la nairomanía, pero el muchacho se mostró humilde y tranquilo, como siempre. Su director lo había enviado a entrenarse para el

Tour de Francia y con la misma disciplina que decidió entrenarse solo a los 16 años, siguió esta vez el programa de su equipo. Todos los días, como lo hizo en aquella época, se levantó antes de las cinco de la mañana a recorrer las montañas que devoró en aquella bicicleta pesada que su papá con tanto esfuerzo le logró comprar por 300.000 pesos y con la que ganó pruebas sin zapatillas y, alguna vez, con un casco medio roto.

Así comenzó a escribir su palmarés. Cuando en 2011, Colombia es pasión dejó de ser profesional, Belda, convertido en manejador de Quintana, le aconsejó aceptar la propuesta de Movistar.

Los nairitos se dan silvestres Con algo de tristeza, doña Eloísa confiesa que no se acostumbra a que su Nairito esté tanto tiempo por fuera del país. El año pasado vino por temporadas de dos o tres meses. Este año, el 4 de febrero, el día de su cumpleaños, viajó a España. Había mucha ilusión, pero su hijo se mostraba confiado y, sobre todo, muy tranquilo. Desafiando a los europeos con su sangre fría y su temple, ganó la Vuelta al País Vasco en 21


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en l

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Orlando Duque

las alturas

Orlando Duque, el clavadista vallecaucano, logró este domingo el primer puesto en la Copa Mundo de clavados en altura realizada en Kazan, Rusia. Duque logró q uedarse con el primer lugar tras lograr 601,2 puntos, por encima de los 580,05 que consiguió Gary Hund de Gran Bretaña que quedó en segunda posición.

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Orlando Duque Llegó a convertirse en el mejor clavadista del mundo gracias al fútbol: “Entrenaba en una cancha que quedaba atrás de las piscinas panamericanas en Cali, después de sudar y dar patadas, me gustaba pasar por la piscina para ver a los clavadistas. En una de esas visitas una de las entrenadoras me preguntó si quería aprender. Le dije que sí”. En esa época, cuando tenía 10 años, el agua no era su mejor amiga: “no me gustaba bañarme. La piscina me encantaba y mi mamá me llevaba casi todos los fines de semana, pero cuando empecé a entrenar clavados no estaba seguro de si sabía nadar o no. Podía flotar, pero no estaba seguro de si iba a lograr salir de la parte más profunda de la piscina”. Nació un 11 de septiembre y su destino estaba ligado con las alturas y las caídas. Cuando era niño sufrió un accidente típico: se cayó de un árbol de mango. En sus noches de insomnio repite sus saltos una y otra vez en su pantalla mental, y sueña constantemente con caídas desde árboles, techos, piedras o flota en el aire sin caer. Arrebatado de las

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garras del deporte más popular del mundo, Orlando se aburrió de saltar en las azules y cuadriculadas aguas de las piscinas, de acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en solo tres segundos, y decidió buscar los riscos más escarpados del mundo: “Esto de los clavados extremos incluye todo lo que me gusta de los convencionales, con la emoción extra de saltar en diferentes sitios. He corrido con suerte de haber tenido muy buenos resultados que me han llevado a medio mundo”. Uno de esos sitios queda en Hawai, donde ha vivido durante varios años. Se trata de un acantilado sagrado en el que ha ganado alguno de sus incontables títulos y en el que, en el siglo XVIII, el Rey Kahekili se lanzaba al vacío junto con sus guerreros para probar su valentía y lealtad. “Allí, para lograr efectuar la copa mundial de saltos de altura en 2000, nos involucramos con la gente que entendía y sabía la historia del lugar y nos explicaron la forma más correcta de hacerlo sin irrespetar

a sus antepasados. La idea es disfrutar y recordar a un rey muy querido que tenía una pasión por los clavados”, dijo Duque. Orlando practicó clavados olímpicos por 10 años en Colombia y estuvo a punto de ir a las olimpiadas de Barcelona en 1992: “A mi y a otro clavadista colombiano, Cesar Suárez, nos dieron un puntaje que supuestamente debíamos superar para poder participar en los Juegos Olímpicos. Cesar y yo lo logramos y quedamos muy emocionados pensando que íbamos para España. Después de un tiempo nos dieron la noticia de que el Comité Olímpico no tenía ni una casilla para clavadistas. Me imagino que nos dijeron ese puntaje con la esperanza de que no lo lográramos, pero sí pudimos”. Luego de ese desplante se cansó


de la monotonía de saltar siempre en una piscina. La solución se la dio un amigo, Mario Ovale, que había ido a trabajar a un parque de atracciones a Austria, el Safaripark Ganserndorf, en Viena, y lo invitó. Firmó un contrato por tres años, se vestía de payaso y saltaba desde una grúa de 25 metros de altura a una piscina llena de fuego, de siete metros de diámetro y tres de profundidad. “Desde esa altura la piscina se veía como un cenicero”, afirma.

en los que solo me podía sentar de lado (lesión de coxis), pero no dejé de saltar y al cabo de cuatro semanas ya estaba en 22 metros. Aparte de ese accidente, en 1992 me partí una muñeca en Cali, y en 2003 durante un entrenamiento tuve una contusión cerebral, terminé en la sala de urgencias del hospital y perdí la memoria de casi doce horas antes del incidente”.

Luego un parque en Hawaii lo invitó a hacer saltos y sucumbió ante los encantos de Lee Ann, su esposa. Llevan varios años casados y tienen una casa a cien metros de la playa en un pequeño pueblo, Laie, a 40 minutos de la parte más espectacular de la isla: Honolulu, en Hawai.

“Lo más difícil que me tocó hacer cuando me lesioné fue estar en las paradas del mundial sin competir. Pero cuando volví, me sentí muy bien y al saltar, todo funcionó”, añadió Orlando, quien tiene su marca personal en el salto más alto en 34 metros, realizado para la película 9 Dives, dirigida por su amigo Mario Krauzer.

Duque ha sido nueve veces campeón en el circuito mundial de clavados extremos, impulsados por Red Bull, que tiene varias estaciones pasando por Hawai, Italia, Mónaco y Australia, entre otros lugares. En 2006 el salto del campeonato mundial que ganó, entró en los libros de los Récords Guinness: fue en 2000, en el Red Bull Cliff Diving World Series, el único participante al que los siete jueces le dieron la máxima calificación: 10 sobre 10.

Con Krauzer terminó a principios de 2006 un documental sobre el Tsunami de 2004. Recorrieron Tailandia, visitaron las organizaciones de voluntarios que estaban trabajando en la región, fueron a talleres donde construyen botes y muebles para reponer las pérdidas, y a un orfanato en donde hacen una terapia en la que los niños nadaron y jugaron con el equipo para ayudarlos a superar el temor que les quedó después de la tragedia.

Pero no todo ha sido felicidad, porque Orlando ha sufrido varias lesiones, de las que cuenta que en 2002 “pasé dos meses

Orlando entrena cinco o seis veces por semana, salta 70 veces sobre una cama elástica, 50 sobre una piscina, pasa dos o tres horas diarias en el agua, lee, su libro favorito es 'Ensayo sobre la ceguera', de José Saramago, corre en la mañana, trabaja el tronco, en la tarde monta bicicleta, hace trabajo de fuerza general, y tres veces a la semana va a la piscina a efectuar el entrenamiento específico de clavados, ese que hoy lo tiene como el primer colombiano que en la historia gana un oro Mundial de un certamen Fina.

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“ La antioqueña, quién recientemente completó 19 años, comenta con una gran expresión de entusiasmo cómo fue su primer triunfo. “Yo estaba muy chiquita, tenía 4 años y no existía categoría de niñas. Fue en unos juegos nacionales cuando competí solo con niños que tenían 5 y 6 años y me llevé el campeonato”. Mariana Pajón empezó a practicar el bicicross porque el papá y el hermano lo hacían. Actualmente entrena seis horas al día; normalmente lo hace en dos jornadas, en la mañana de 9:00 a.m. a 12:30 p.m. y en la tarde lo hace de 5:00 p.m. a 8:00 p.m., momento en el que práctica pesas, sprinting y entrenamiento de velódromo. “Desde que empecé a correr hasta ahora la sensación es la misma. Incluso, yo creo que si la competencia es a nivel mundial no se diferencia con la de una nacional o local, se siente lo mismo”. Para Mariana la carrera más 28

importante de su vida la corrió este año en el que ganó por primera vez en la categoría elite, triunfo que según la antioqueña no se esperaba. Pero la bicicleta no es lo único que apasiona a Pajón, empezará a estudiar medicina, pues considera que es un complemento. “Quiero estudiar medicina porque toda la vida me ha encantado esta parte del deporte, quiero hacer medicina deportiva y poder complementar una actividad con la otra”, afirmó. Como el bicicross es un deporte totalmente de contacto, en el que además se está todo el tiempo en riesgo de caerse, Mariana ha sufrido fracturas en la mayoría de sus huesos. “En este deporte los accidentes son casi a diario; la fractura más grave fue en la muñeca izquierda cuando el hueso escafoide y el radio se partieron en ocho partes, todos los ligamentos y tendones se dañaron, a lo que el médico dijo que no podía volver a montar bicicleta. Me pusieron nueve tornillos para

arreglarlo y a los seis meses estaba de nuevo en las pistas”, aseguró la joven atleta. Sus clavículas y los dos tobillos también han sido víctimas de las caídas y choques que ha sufrido Pajón en las pistas. Tras su alto nivel de competitividad, la deportista colombiana cuenta con patrocinios como Redbull, Okley, GW Shimano y la empresa alemana de seguridad G4S. Además tiene equipos en Estados Unidos que le proporcionan algunas partes de la bicicleta. El haber debutado en la categoría elite tiene sus grandes diferencias. “Lo primero que toca hacer es acostumbrarse a una pista que acá en Colombia no existe, el competir con mis ídolos desde que soy pequeña es muy bonito y acostumbrarse al gran nivel que se maneja en esta competencias es complejo”, explicó la antioqueña. El tema de los juegos olímpicos


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representa para Mariana Pajón un sueño por el cual hay que luchar. Afirma que ya hace dos años viene en el proceso de preparación. Además, asegura que la exigencia es ardua para lograr conseguir el cupo que la lleve al magno certamen de Londres. Al hablar de su título obtenido en los juegos suramericanos, Pajón se llena de alegría y entusiasmo describiendo las sensaciones del obtener el logro. “Haber ganado en Medellín es más bonito que ganar en cualquier otra parte del mundo. Es un poco más difícil, la gente cree que es más fácil al estar uno en su casa, pero la 30

presión es más intensa.Lo más bonito es que mi familia y mis amigos me pudieron ver competir y ganar dos veces en mi ciudad es muy emocionante y satisfactorio”. “Competir por Colombia, llevar la camiseta, subir al podio, que te pongan el himno nacional cuando ganas y que suban la bandera de tu país creo que es una mezcla de sentimientos que llegaría a sentir cualquier persona que esté en el exterior. Es una responsabilidad muy grande el llevar en alto el nombre de Colombia por donde vayas”, concluyó la deportista. Para Mariana, todo el 2010 fue un año lleno de éxitos y grandes logros.

“Creo que todo el año fue un logro grandísimo. Fue mi primer año como elite, ya como profesional; competí con medallistas olímpicas; el haber ganado un mundial también fue algo inesperado; quedé campeona centroamericana |por primera vez, algo que no había logrado antes ningún bicicrosista colombiano; el ganar competencias internacionales en Estados Unidos fue un gran avance; también gané el panamericano y latinoamericano, lo que ha hacho de este año un acumulado de logros”, concluyó la joven antioqueña.


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Logra un cupo a los Juegos Olímpicos de Río 2016 durante el Campeonato Mundial que se disputa en Las Vegas, Estados Unidos. Por la disputa de los cuartos de final, la caleña superó 10-5 a la búlgara Mimi Nikolova Hristova. En la semifinal cayó sorpresivamente con la japonesa 10-0, resignando la opción de pelear por la presea dorada. La luchadora del popular sector de Siloé de la capital del Valle, llegaba a esta cita orbital con la novedad de regresar a su antigua categoría, 58 kilogramos. En el último tiempo hizo parte de los 63 kilos, donde fue ‘Top Ten’ a nivel mundial. La vallecaucana logró en la noche del jueves el billete a las olimpiadas a pesar de caer 3-2 con la turca Elif Jale Yesilirmark, en el combate por la medalla de bronce. Con este objetivo alcanzado, la deportista logra clasificar a su tercera olimpiada tras disputar las de Beijing 2008 y Londres 2012, donde conquistó dos medallas de bronce. 32

En la jornada del jueves, Jackeline disputó cinco combates para ser una de las seis clasificadas de manera anticipada a la cita olímpica del próximo año. En la ronda de clasificación, la colombiana derrotó 12-10 a la peruana Yanet Ursula Sovero. Posteriormente, en la fase de octavos de final, venció a la luchadora local, Allison Mackenzie Ragan, con marcador de 5-0 a favor.

Con la clasificación anticipada a Río 2016, Rentería tendrá la posibilidad de encarar las próximas salidas internacionales con el fin de encontrar una mejor preparación para los Olímpicos, donde su gran anhelo es estar nuevamente en el podio.


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