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FINAL

FINAL

Suchet quería para el mando en Aragón un general con experiencia en la región. A propuesta suya el ministro de la Guerra francés Henri-Jacques-Guillaume Clarke nombró el 18 de diciembre de 1812 a Marie-Auguste Pâris, quien ya había tenido anteriormente responsabilidades en la provincia. Existía la conciencia en las autoridades francesas de que había que enviar refuerzos a Aragón, posición que inmediatamente Pâris hizo suya. En cierta manera lo consiguió.348

Por convencimiento propio, y porque en esta época la invocación constitucional ayudaba al esfuerzo de resistencia, Joaquín de Pablo, Chapalangarra, el 1 de febrero de 1813 ordenó para el día siguiente la publicación y jura de la Constitución de la Monarquía española. Así se hizo, con la asistencia del clero, el Ayuntamiento y todas las corporaciones. Celebró la misa el canónigo Manuel Fumanal, quien exhortó al pueblo. Hubo un solemne tedeum.349

En el año 1813 continuaba en la Huesca ocupada la misma angustiosa petición de dinero. Espoz y Mina relata el enfrentamiento, más bien doloroso, que tuvieron sus tropas con una columna enemiga, que de Huesca había pasado a Barbastro. El 9 de enero Gurrea se presentó delante de Fraga, ocupó la ermita fortificada de San Miguel, se apropió de ocho fusiles y pegó fuego a la ermita. Luego entró en la ciudad, se apoderó de muchos efectos de guerra e intimó la rendición al comandante del fuerte pero, como venía socorro desde Mequinenza, tuvo que retirarse a Alcolea. El 16 de enero de 1813 se dirigió a Monzón; no pudo hacer nada contra la guarnición francesa, pero liberó a muchos vecinos de los pueblos inmediatos, que habían sido llevados a Monzón por no pagar las exigencias pecuniarias francesas.350 El 8 de febrero el corregidor interino de Huesca José Asensio dio la buena noticia de que se le habían condonado al Cabildo 153554 reales de vellón, porque ya habían sido adelantados por el mismo; pero se le exigían otros 87554 que no habían sido compensados. Seis días después se le pidió el producto de las vacantes eclesiásticas de 1812, y, después de pagado todo, resulta que aún tenía que entregar 125 duros y un cahíz de trigo por cada canónigo.

El 10 de febrero de 1813 Espoz ocupó Tafalla, después de un sitio de dos días; el 24 intimó la rendición al comandante militar de Sos, teniente Martin, pero la oportuna llegada del general Pâris le obligó a levantar el sitio y retirarse a Sangüesa.351 Los guerrilleros patriotas acosaron a la guarnición de Fraga y asaltaron los almacenes de Monzón, datos no consignados por Espoz.

348. Alexander (1985: 203-206). 349. Arcarazo y Lorén (1994: 116-117). 350. Espoz (1962: I, 136). 351. Madoz (1845-1850: s. v. Tafalla). Napier (1853: V, 77) sitúa en abril de 1813 la toma de Tafalla. Alexander (1985: 211-212).

Marzo empezó con la liberación de Sos el día 2, con luchas en Benasque y con lo que parecen, si no fuese tan serio, los pasos de un minué. Mientras el comandante del 6º batallón entretenía a la guarnición de Huesca, el alférez Sebastián Iso recorría con 20 caballos el mercado de la ciudad «y aprisionaba a doce franceses que se paseaban por él». Y en seguida Pedro Villarroya, destacado por Gurrea con 20 caballos a sorprender a una partida enemiga de infantería y caballería que de Fraga pasaba a Lérida, cayó sobre ella, mató a 8 e hizo a 2 jinetes prisioneros, y se apoderó de 17 caballos.352 En marzo de 1813 fue atacado en Bernués el convoy que llevaba a la mariscala Suchet, sin éxito. Esta señora se había acostumbrado a dar grandes fiestas «con músicos, fuegos artificiales, partidas de barajas y actuaciones en tablao», cuyos gastos habían recaído siempre sobre el Concejo de Jaca.353 Espoz y Mina añade el dato importante de que la operación contra la mariscala fracasó por la intervención de los chandones, que en número de 2000 iban en la vanguardia del convoy. Se llamaba chandones a gente del país que había levantado partidas al servicio de los franceses.354 Chandón era precisamente el apodo del guerrillero afrancesado Domingo Brun, que habría dado nombre a los demás.355 El 29 de marzo de 1813 el comandante del 7º batallón, 2º de aragoneses, Antonio Oro, pasó con sus hombres de Estadilla a Monzón, a fin de apoderarse del aceite y de la cebada que guardaba el enemigo en la ciudad. Le apoyaba, cubriendo las avenidas de Lérida, Domingo Jusué, ayudante de campo de Espoz. Oro logró su objetivo y permaneció en Monzón hasta las once de la mañana del día 20, cuando Jusué le avisó de que 80 caballos se dirigían de Lérida a Monzón. Jusué se enfrentó a ellos, mientras Oro y Manuel Alegre los acorralaban hasta la mismísima entrada de Monzón. De los franceses solo 10 salvaron la vida, y fueron hechos prisioneros. Oro tuvo 3 muertos y 9 heridos, entre ellos Jusué, que falleció muy poco después. Se apoderó de 1400 cartuchos, una carga de piedras de chispa, varios sables y todas las pistolas de los caballos muertos.356

Toda la zona norte de España, Castilla, la Rioja, Navarra, País Vasco y Aragón, se llena de guerrilleros. Esto no es nuevo, pero sí lo es el carácter decisivo que adquirió la lucha, la guerrilla buscando aislar totalmente de su país a los franceses, estos tratando de evitarlo. Hay muchas acciones secundarias, pero nadie pierde de vista el pensamiento fundamental. Para el ámbito geográfico sometido a unos y otros, como era el caso de gran parte del Alto Aragón, las consecuencias económicas fueron terribles. En abril de 1813 el Cabildo de Huesca tuvo que pagar 300 duros por el rescate de tres vecinos de Banariés que fueron cogidos por los franceses precisamente cuando huían de ellos. Nueva angustia en mayo, cuando se supo que Espoz y Mina había ocupado en el diezmo de corderos, además del noveno y casa excusada, el tercio de lo que correspondía al Cabildo. En junio de 1813 los

352. Espoz (1962: I, 141). 353. Buesa (2000: 276). 354. Espoz (1962: I, 142). 355. Gil Novales (2005: s. v.). 356. Espoz (1962: I, 143).

franceses exigieron 500 duros, bajo apremio militar, y nuevas entregas en grano: como garantía los franceses se llevaron arrestados a Zaragoza al deán y a los canónigos Mariano Báguena y Barona, Pedro Blecua y Salvador Puicercús.

El 1 de abril de 1813 Espoz y Mina derrotó cerca de Lerín (Navarra) a una de las columnas del general Bertrand Clauzel, al que ocasionó una pérdida de 600 hombres. Clauzel se quejaba de la falta de refuerzos que padecía. Pero a mediados del mes había conseguido nuevas tropas, batió a Espoz y Mina entre Tafalla y Estella, exigió que se reforzasen San Sebastián y Guetaria, puso tropas de observación en el valle del Baztán y avisó a las autoridades de Zaragoza de que tuviesen cuidado con Espoz por ese derrotero. Trataba con ello de taponar todos los posibles puntos de huida del guerrillero: si no lo hacía, la caza de Mina se convertiría en el mejor método para acabar con los soldados franceses, simplemente por fatiga. Ya en mayo, Espoz y Mina se refugió en el valle del Roncal. Clauzel envió contra él a los generales Abbé y Lubin Vandermaesen, quienes, cayendo de repente, le hirieron o mataron a 1000 hombres, y el resto tuvieron que dispersarse. Fueron momentos muy dramáticos, no solo en sí mismos, sino porque pareció que Espoz y Mina iba a dejar de existir. Una parte de los guerrilleros tomó el camino de Sangüesa, mientras que los capitanes Chapalangarra y Gregorio Cruchaga buscaron refugio con los suyos en San Juan de la Peña. Hasta allí les siguió la caballería francesa, que el 14 de mayo de 1813 entró en Villarreal de Álava. No parece muy claro que allí coincidiese con Espoz (¡vaya casualidad!), pero se dice que el guerrillero acertó a escapar con sus hombres a Martes (provincia de Huesca), buscando la manera de volver a Navarra. Abbé se dirigió al alto valle del río Aragón, mientras que Vandermaesen se aproximó a Jaca, en cuya ciudad dejó sus heridos y se rearmó. De nuevo se reprodujeron las marchas de perseguidos y perseguidores entre Aragón y Navarra, movimientos que por parte española motivaron disensiones entre los jefes militares y la Junta aragonesa. Clauzel trató se sacar partido de estas disensiones, porque pensó que la población se daría cuenta en seguida de la superioridad de la sabia administración de Suchet, frente a la tumultuosa y caótica de las juntas revolucionarias. Pero, inesperadamente, Espoz amaneció en Barbastro al frente de una fuerte columna a la que se incorporaron muchos desertores de otras unidades españolas. Aunque conoció derrotas, se las arregló para trocarlas en victoria. Su fama creció internacionalmente, sin que los franceses pudiesen hacer nada contra algo tan inmaterial que acababa con ellos. Napier lanza contra los guerrilleros el denuesto de que son los Indíbil y Mandonio de su época, y cree que lo suyo es el combate por el combate, por lo que lo mismo les daría luchar a favor de unos que a favor de otros. Aunque no faltaron las defecciones, en el caso de Espoz y de otros célebres guerrilleros esto es simplemente una calumnia.357

Los problemas que experimentaba Suchet en otras regiones le obligaron a disponer que Severoli marchase a Requena con tres batallones italianos y uno

357. Napier (1853: V, 72-80).

francés. A mediados de mayo de 1813 llegó a esa ciudad. Además Suchet tuvo que reforzar la guarnición de Zaragoza, con lo cual el Alto Aragón, aunque no desprotegido del todo, quedó muy debilitado. De hecho, de los trece antiguos corregimientos de Aragón, siete estaban ya completamente en manos de los insurgentes: Albarracín, Calatayud, Tarazona, Borja, Benabarre, Barbastro y Cinco Villas. En otros cuatro (Daroca, Teruel, Huesca y Jaca) el control francés no iba más allá de las murallas o de algunos fuertes puntos defensivos. Solo en Alcañiz y Zaragoza el poder francés equivalía al de los buenos tiempos. A esta situación se había llegado porque Suchet no tenía fuerzas suficientes para imponerse a la vez en Valencia y en Aragón, excepto Zaragoza, y por ello se concentró más en las tierras levantinas que en las aragonesas.358

Esta es la época en la que Desbœufs, al no ver las cosas claras, decidió enviar su dinero a Francia. Aprovechó para ello la llegada a Huesca de una columna francesa que le traía heridos y enfermos, y se le llevaba los dos oficiales. Comenta que el regimiento al que pertenecía, el 81º, habiéndose visto obligado a librar combates a troche y moche, había perdido una gran cantidad de oficiales, tanto que algunas compañías apenas tenían uno. Conclusión inmediata: la defensa era imposible si no llegaban ayudas.359

El 30 de junio de 1813 Joaquín de Pablo, Chapalangarra, ocupó Huesca a la cabeza de 4000 infantes y 500 soldados de caballería, todos ellos del ejército de Espoz y Mina, al que se calculaban entonces 20000 efectivos. De Pablo anunció que en ocho días ya no habría franceses en Aragón. Como había pasado con Mina en otras ocasiones, Chapalangarra tenía la ciudad, pero no el castillo. No quiso asaltarlo, porque le habría costado demasiadas pérdidas, y se limitó a un bloqueo, de cuyo resultado no tenía dudas. Joaquín de Pablo fue un personaje casi mítico que murió en 1830 en defensa de la libertad, como no deja de apuntar en nota el editor de los Souvenirs de Desbœufs. Después de la ocupación de Huesca por Chapalangarra, Desbœufs se encontró sitiado en «el castillo» (es el nombre que da siempre a Montearagón) y sin saber qué hacer. No tenía noticias de Zaragoza, y según dice había enviado a varios campesinos a que se enterasen, los cuales o no habían vuelto o habían regresado sin orejas.Al fin encontró la persona ideal, cuyo nombre no indica. Se trataba de un oscense en quien concurrían muy oportunos factores, conocido por su patriotismo, con dos hermanos en las filas insurgentes y el padre preso en el castillo por deudor de la Administración, es decir, probablemente por no haber pagado los impuestos. Desbœufs propuso a ese oscense que llevase un billete al general Pâris, y a cambio él pondría en libertad al padre. El enviado cumplió su misión y regresó en la noche del 8 de julio de 1813. Lo primero que hizo fue desengrasar una de sus orejas, lo que parece indicar que le habían dado un mandoble, y después entregó la respuesta de Pâris. Este indicaba que había enviado tres veces la orden de evacuar el castillo, que ya no podía dirigirse a Zaragoza porque él mismo la abandonaba, y que en consecuencia tomase el par-

358. Alexander (1985: 214-216). 359. Desbœufs (1901: 185).

tido que le pareciese mejor. Desbœufs determinó dejar el castillo esa misma noche. Sin duda, el camino de Ayerbe estaría cortado por los insurgentes. Lo mejor era dirigirse hacia Monzón o «Bucarlos» (sic), a 15 leguas de Huesca.360 En uno u otro punto la caballería francesa podría alcanzarlos, con lo que daría tiempo a que llegase la infantería. Era consciente que muy pronto ambas plazas caerían en poder de los insurgentes, por lo que no les quedaba otro remedio que tratar de ganar los Pirineos. Allí había agua, antes de dejar el castillo se habrían provisto abundantemente de galleta, y en ese terreno escarpado solo tendrían que luchar con la infantería enemiga. Esto parece una geografía fantástica.

Ahora dice que tenían que pasar por una llanura de 5 leguas rodeada de cantones enemigos, con la esperanza de que el camino que conduce a «Bibriesca» (sic) no hubiera sido ocupado. Briviesca está en Burgos. Siguiendo la narración se ve claro que se trata de Biescas. Después de dejar descansar a la tropa unas horas, Desbœufs dio la orden de salida a las diez de la noche, en medio del silencio más absoluto. Se llevó consigo a los enfermos que podían valerse por sí mismos, y solamente quedó un soldado borracho y diez enfermos, con los que dejó una carta para el oficial español que ocupase el castillo en la que le pedía que tratasen a los franceses como estos habían tratado a los prisioneros españoles en Barbastro y en otros sitios. Desbœufs tomó efectivamente la ruta de Ayerbe, y después siguió hacia la derecha. Sufrió algunas peripecias, entre ellas 2 hombres muertos y 7 heridos, y, al cabo de haber recorrido 18 leguas en veinticinco horas, a media noche llegaron a Briviesca (Biescas) y pusieron el río Gállego entre ellos y los españoles perseguidores. Hubo que arrancar las tablas del puente para mayor seguridad. Hizo entonces recuento del destacamento: 121 hombres de su regimiento (el 81º), 28 del 10º, 6 napolitanos y 4 húsares. Se quedaron 11 en el castillo, 12 en el camino y 3 muertos. Eso es todo. El autor hace un pequeño esfuerzo para describir, con pinceladas casi románticas, la imponente naturaleza que le rodea, junto a la pequeñez de las obras del hombre. Aún tiene tiempo para introducir casi una historieta, verdadera o imaginada, para poder hablar de lo que había dejado atrás: decidieron dormir en un pueblecito, y allí se presentó un oscense a reclamar dos mulos que Desbœufs había cogido en la montaña al hijo del demandante para transportar a sus heridos. Así supo que los españoles que ocuparon el castillo respetaron a los enfermos, que el borracho se despertó de repente en medio de un centenar de insurgentes y que estos rompieron la pajarera de Desbœufs y dispersaron a las perdices y pajaritos que en ella tenía.

Al día siguiente, ya en tierra francesa, fueron a dormir a Laruns. Desbœufs se muestra orgulloso de su hazaña. Entre diez oficiales que tenían mando en fortalezas aragonesas, él fue el único que consiguió llevar a sus hombres a Francia. Había pasado trece meses en Huesca, sin cañones, contra miles de enemigos dotados de artillería, y logró abrirse paso entre ellos hasta franquear los Pirineos, por caminos que ningún otro ejército había atravesado. Incluso piensa que su acción salvó a toda

360. No sé a qué pueblo se refiere con Bucarlos, acaso Ballobar o Benasque, pero la ortografía es muy diferente. Valcarlos no parece posible.

la división, porque el general Pâris, acosado por todas partes y empujado hacia Huesca, no habría podido entrar en ella si Chapalangarra no la hubiese abandonado inmediatamente después de que Desbœufs se marchase. Pâris siguió el mismo camino que había recorrido Desbœufs y pudo llegar a Jaca.361 Clauzel llegó a Tudela el 27 de julio de 1813, solo para comprobar que Olite y Tafalla estaban ocupadas por Wellington, quien le impedía el paso hacia Francia. El inglés, aunque hizo algunos movimientos, no se atrevió a atacar a Clauzel, y dejó que actuase Espoz y Mina. Este se empleó a fondo con su acostumbrada habilidad: hizo 300 prisioneros y destruyó parte de la artillería e impedimenta de Clauzel.362 Todos estos sucedidos eran una consecuencia de la liberación de Zaragoza, aunque evidentemente tenían su historia propia. En el mismo mes de julio de 1813 Antonio Oro, al frente del 7º batallón de aragoneses, puso sitio a Jaca mientras la división de Espoz y Mina bloqueaba las plazas de Monzón y Benasque.363 Unos días después, tras abandonar el acoso a Clauzel, llegó a Jaca Espoz y Mina, pero tampoco se quedó.

Un periódico zaragozano exalta el ejemplo que Aragón había dado a Cataluña en el inmediato pasado:

Los jóvenes de esta provincia que débiles o engañados abandonaron sus banderas corresponden al llamamiento que se les ha hecho por el jefe de armas de esta capital [Figueras]. Resueltos a lavar la mancha del honor y a imitar el heroico ejemplo de 14000 guerreros aragoneses que durante esta terrible lucha han combatido incesantemente en Aragón, Navarra, Cataluña y costas de Andalucía por los intereses de la Patria, confirman ahora su juramento de vencer o morir.364

Un artículo sin más título que «Zaragoza, 27 de agosto» parte de la situación militar de Aragón, que estaba pagando el tercio anticipado con el fin de subvenir a las necesidades del ejército y al reemplazo de jóvenes, para cubrir las bajas. La situación era muy complicada, porque Aragón estaba dividido en muchas porciones y, aunque el mando estaba unificado, había demasiados comisionados y subalternos. Esto da pie al desconocido autor para trazar un cuadro increíblemente negativo: «la autoridad civil sin otra garantía que la estéril de la ley; el pueblo desarmado e indefenso, y las pasiones todas en la gran crisis en que nos hallamos, rastreando bajo de mil formas diferentes, para seducirlo y empeñarlo». Los aragoneses amaban la libertad, pero sus experiencias de la guerra, sus inmensos sacrificios, dejaron como resultado un panorama desalentador. El enemigo había cruzado la frontera,

mas apenas hay clase alguna en el Estado que no llore con muchos motivos para llorar. El grande se ve deprimido, el clérigo insultado, el militar abandonado y envilecido, el

361. Desbœufs (1901: 185-193). 362. Napier (1853: V, 131-132). 363. Espoz (1962: I, 157). 364. «Zaragoza 23 de agosto», Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 13, 14 de agosto de 1813.

propietario saqueado, los que nada tienen aspiran con insolencia a una igualdad imposible, aun a los ojos de la ley más severa y popular; el perverso triunfante con la impunidad de sus delitos, fundada en la bondad misma de las instituciones que le protegen; el hombre de bien, el honrado patriota, en medio de tanto burdel, sobrecogido, asombrado, ignorando si es su patria en la que vive, o Babilonia; si somos españoles los que nos gobernamos por nosotros mismos, o un gobierno extranjero empeñado en continuar la obra de nuestros enemigos.365

Da la impresión de que el autor teme una colosal revolución social, que saldría como un corolario de las condiciones que describe.

Los pueblos del Alto Aragón pidieron a Espoz repetidas veces que les libertara de las guarniciones francesas de Monzón, Fraga, Mequinenza y Benasque, por lo que el 12 de septiembre de 1813 solicitó el permiso necesario del Estado Mayor general para lo que, según alegaba, bastarían dos regimientos de su división con la correspondiente artillería. En Jaca los franceses se defendían muy bien. En septiembre de 1813 se señalan frecuentes encuentros entre los sitiados y los sitiadores, con bastantes bajas españolas, sin que al decir de Espoz se tengan noticias del alcance de las pérdidas enemigas.366 La llegada del invierno no mejoró, sino todo lo contrario, las perspectivas. Espoz y Mina se queja amargamente de las condiciones que tuvieron que sufrir sus tropas «en los cerros del Pirineo»:

envueltas siempre en ventiscas de granizo, nieves y aguas, no había centinela que en la mayor parte de los puestos pudiese aguantar quince minutos: muchos hombres quedaron yertos haciendo servicio, y sobre estas penalidades, la escasez de alimento era suma.

Para colmo de males, se le había prohibido sacar raciones de Navarra, y en el Alto Aragón, donde confiaba sacar alguna, no había transportes, y además encontraba mucha resistencia por parte de los alcaldes de los pueblos, protegidos por las diputaciones provinciales, a las que el Gobierno hacía más caso que a los generales. Pero, como había que dar de comer a la tropa, la Regencia dispuso que las diputaciones estableciesen almacenes de repuesto. El problema surgió inmediatamente, porque la esperanza de comer mañana no soluciona el hambre de hoy, y de ahí se derivaron un sinfín de conflictos entre las autoridades civiles y militares.

Los batallones 5º y 7º de la división de Mina bloqueaban la plaza de Jaca. El general elogia la categoría de sus soldados

en un país que a bastantes leguas a la redonda los nueve meses del año por lo común está cubierto de nieves, y en la estación más cruda, solo su decisión y su espíritu podían darles fuerza para resistir con tanta constancia tamaños trabajos, y agréguese a la fiereza de los elementos la carencia de bastimentos, que raro era el día que podía suministrárseles ración completa.

365. Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 58, 28 de diciembre de 1814. 366. Espoz (1962: I, 164-165).

El batallón 8º se hallaba delante de Monzón.367 Julián Sánchez tomó el fuerte de Fraga el 20 de septiembre de 1813, con lo que quedó expedita la comunicación hasta Lérida. Sánchez dio un parte el mismo día sobre la fuga del capitán comandante enemigo, ayudado por un paisano llamado Vera.368

La Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas anuncia la obra Resumen histórico de los sacrificios y desgracias de Aragón, principalmente en su orilla izquierda del Ebro. A punto de publicarse, 10 pliegos, 800 reales de vellón.369

Por parte francesa, Desbœufs, que había pasado a Francia, describe la situación con bastante objetividad. Sus soldados y él cruzaron la cordillera para dirigirse a Jaca. Todavía en tierra francesa la mayor dificultad la puso la niebla, luego pasaron al pie del pico del Midi, y poco más adelante un pastor les trajo dos cubos de leche y les dijo que era la primera vez que se veían soldados por esos parajes. Hicieron alto en Canfranc y luego descendieron hasta Jaca. En la ciudad, defendida por un buen fuerte, se hallaba el 10º regimiento, los húsares, 400 gendarmes a pie y un batallón napolitano; en total, 3500 hombres. Antes de hablar de los acontecimientos militares, Desbœufs nos ofrece una imagen inesperada de la guerra. Al llegar a Jaca (es una lástima que no dé la fecha exacta) encontró a muchos soldados jugando por las calles, y a otros cantando y divirtiéndose en los cabarés, todos con mucho dinero. La explicación venía del equipaje del general Pâris. Mientras estuvo en Zaragoza había protegido a muchos empleados de toda España, la mayoría llegados a la ciudad con sus coches y carrozas, en los que llevaban sus pertenencias. Imposible pasar con todo eso a través de los Pirineos. También hubo que dejar el tesoro, las cajas de los cuerpos y la artillería, sin que nada pudiese salvarse, porque les alcanzó el enemigo. No es que hubiera un gran combate, pues unos y otros se lanzaron al pillaje. Como el número de los españoles fue creciendo y se corría el peligro de que quedasen prisioneros los franceses, estos tuvieron que retirarse, llevándose de todos modos más de 100000 francos. Esto explica la alegría de las calles y de los cabarés a que antes se ha aludido, y a la vez la tristeza de los afrancesados, ya que unos habían perdido a sus parientes y otros su fortuna.370

El día 11 de noviembre de 1813, 500 defensores de Jaca salieron de la plaza para desalojar a los españoles del pueblo de Banaguás: fueron capaces de llegar al puente de San Miguel, siguieron por la orilla del río Aragón y lo vadearon; pero Antonio Oro, que estaba al acecho, hizo que una sección de sus hombres recuperase el puente mientras él procedía a atacar a los que habían vadeado el río, con la consecuencia de que los franceses tuvieron que buscar refugio inmediatamen-

367. Espoz (1962: I, 173). 368. Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 22 y 24, 21 y 25 de septiembre de 1813, y Gaceta Extraordinaria de Zaragoza, 23, 22 de septiembre de 1813. 369. Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 27, 5 de octubre de 1813. 370. Desbœufs (1901: 195-196).

te, dejando en el campo un capitán muerto y un total de 50 a 60 hombres entre muertos y heridos. Oro solo tuvo varios heridos. Espoz menciona un grave incidente el 30 de noviembre en los Alduides (Navarra), donde dos regimientos de su división se vieron atacados por fuerzas francesas; entre ellas había muchos paisanos de Baigorri, quienes por las calles del pueblo dispararon a porfía contra los españoles. El castigo que se hacía en estos casos era saquear el pueblo y después quemarlo, pero Espoz, que había recibido órdenes de portarse bien con los pueblos, decidió perdonar por esta vez.

Marcelino Oraa, más antiguo que Antonio Oro, se hizo cargo de las operaciones del bloqueo de Jaca: el 4 de diciembre dio las órdenes para el asalto, señalando para ello el día siguiente, 5. Todo salió como estaba proyectado y los españoles se posesionaron de la ciudad, según el oficio que el 8 diciembre envió Oraa a Espoz y este recoge en sus Memorias. 371 La ciudad fue tomada por Gayán, quien dio un parte fechado en Jaca (5 de diciembre de 1813) en el que comunicaba que la acababa de asaltar con éxito.372 Desbœufs dice que los atacantes fueron 15000, mandados por Mina en persona (lo que no es cierto). Cedieron primero los napolitanos y después el 1er batallón. No había nada que hacer más que batirse en retirada y buscar la protección del castillo, que seguía en manos francesas. Desbœufs hace la reflexión de que era la primera vez en catorce años de guerras continuas que la unidad de la que él formaba parte se retiraba ante el enemigo. Comenta también, en una nota, que en 1835 Espoz y Mina, que entonces era gobernador de Cataluña, visitó Perpiñán, y Desbœufs fue a saludarlo. Le recordó los sucesos del Carrascal, de Huesca y de Jaca, y Espoz le hizo observar que tanto franceses como españoles habían pasado los mismos trabajos. Le presentó después a su mujer y a su hija diciéndoles: «Aquí tenéis a un bravo oficial que luchó contra mí». Luego lo acompañó hasta la escalera y lo despidió amigablemente. «Era sin embargo el mismo hombre que algunos años antes me hubiese ahorcado sin piedad, de haber caído yo en sus manos». Desbœufs no fue ahorcado y, antes de acabar la guerra, a orillas del río Nive, tuvo la satisfacción de recibir tres ascensos a capitán: del ministro de la Guerra y de los mariscales Soult y Suchet. Se adoptó la más antigua, que era la del ministro, fechada a 9 de octubre de 1813.373

Durán en 1813, siendo comandante general de Aragón, y llegado el momento de la ansiada liberación de Zaragoza, se puso de acuerdo con Espoz y Mina para entrar juntos en la ciudad, pero el navarro incumplió su compromiso, pues quería toda la gloria para sí.

A la altura de 1814 la guerra estaba ya decidida, pero faltaban todavía algunas codas. Por lo que se refiere al Alto Aragón, unas pocas plazas importantes estaban todavía en manos de los franceses, plazas que podrían servirles no para

371. Espoz (1962: I, 173-176). 372. Gaceta Extraordinaria de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 53, 7 de diciembre de 1813. 373. Desbœufs (1901: 196-199).

ganar la guerra, que eso ya estaba claro, pero sí como bazas importantes para las negociaciones que inevitablemente tendrían que producirse.

El castillo de Jaca no se recuperó hasta el 17 de febrero de 1814. Según lo pactado, la guarnición salió camino de Urdax, con todos los honores, el día 18, a las siete de la tarde, llevando víveres para dos días.374 Dos días antes, el 15, se rindió la guarnición de Monzón. El sitio había comenzado el 27 de septiembre de 1813 a cargo del 8º regimiento de la División de Navarra, mandado por su comandante accidental, Fermín Esaudi, auxiliado por tres ayudantes de campo. Espoz ya ha aludido anteriormente a las dificultades que tenían que sufrir los soldados.375 La conquista de Monzón no se habría producido cuando se produjo «a no ser por las diligencias practicadas de acuerdo con el barón de Eroles, que operaba en Cataluña; por el ayudante del mariscal Suchet, don Juan Wanhalen, con cifras y resortes, con los cuales hizo a la patria el servicio de alucinar al comandante del fuerte, como lo había hecho en otras plazas». Cuando se ocupó el fuerte quedaban en él 90 hombres y había cuatro piezas de cañón, y pocas municiones de boca y guerra.376

Merece la pena detenerse un poco en un personaje cuya vida aventurera tuvo enorme repercusión: Juan van Halen y Sarti, nacido en la Isla de León en 1788. Hijo de Antonio van Halen (Cádiz, 1747), pertenecía a una familia de comerciantes flamencos establecida en la región gaditana. El padre siguió la profesión de marino y por su amistad con Mazarredo en 1808 fue afrancesado. El hijo, Juan, guardiamarina en 1803, navegó por Europa y América y demostró gran afición a las matemáticas. El 2 de mayo de 1808 fue uno de los defensores de Madrid, y después pasó al ejército de Galicia. Fue hecho prisionero por Soult en 1809. Las circunstancias le obligaron o le indujeron a afrancesarse: prestó juramento a José I y se incorporó en Madrid en la Guardia del Intruso. Le sirvió con lealtad, haciendo en estos años varios viajes a Francia, pero tuvo algunos lances con oficiales franceses demasiado altaneros. El mismo año 1809 fue nombrado caballero de la Orden Real de España. En 1813, hallándose en Francia, y deseoso de volver a España, se hizo con la cifra de Suchet y, de acuerdo con Eroles y Copons, con órdenes falsificadas logró la entrega a los españoles de Lérida, Mequinenza y Monzón. Traición o estratagema, según se entienda.377 Después se alistó como simple soldado en un regimiento de cazadores, pero fue reconocido y se le dio despacho de capitán de caballería en el Regimiento de Cazadores de Madrid, además de restablecérsele la plenitud de sus derechos de ciudadano. Trasladado con su regimiento a Jaén, fue allí detenido y hubiese sido fusilado si el conde del Montijo no hubiera intervenido a tiempo, pues parece que se había tratado de una falsa orden. Puesto en libertad, se trasladó a Granada y allí ingresó en la masonería. Él mismo estableció ramificaciones por Murcia y Cartagena.

374. Espoz (1962: I, 177-178). 375. Ibídem, p. 173. 376. Ibídem, p. 178. 377. Traición según Napier (1853: VI, 55-58).

Retrato de Juan van Halen. Litografía de François Le Villain (Museo Romántico).

El 21 de septiembre de 1817 se dio la orden de su arresto, en el que participaron el brigadier Iriberri y el inquisidor Castañeda. Pero, como Van Halen escribiese al rey, fue llevado a Madrid, a la Inquisición de Corte, de donde logró fugarse, gracias a amigos y complicidades, de forma harto novelesca. Atravesando toda España llegó hasta París, y de allí, en julio de 1818, a Inglaterra. Puesto en contacto con diplomáticos rusos, en noviembre de 1818 salió hacia San Petersburgo, vía Hamburgo y Berlín. Al cabo de un tiempo fue nombrado mayor de un regimiento de cosacos, a las órdenes del general Yermolov, y sirvió principalmente en la región caucásica.

La revolución española de 1820 obligó a Van Halen solicitar la baja en el ejército ruso para incorporarse al liberal de España. Parece que Alejandro I ordenó más bien su expulsión. En 1821 llegó a Madrid, después de un largo viaje por Austria, Baviera, Suiza y el Mediodía de Francia. En La Coruña tuvo amores con María del Carmen Quiroga y Ribera, hermana del general Antonio Quiroga, con la que se casó el mismo año. Comenzaron sus publicaciones, emigró a América después del Trienio y en 1827 publicó en París y Bruselas sus Memorias, el mismo año en inglés y al año siguiente en alemán. Este libro, de amplísima difusión europea, fue uno de los más poderosos golpes de opinión jamás dados contra la Inquisición española.378 Después Van Halen tomó parte en la independencia de Bélgica (1830), pero ya nosotros lo dejaremos aquí. Solo quería indicar que hay que tener en cuenta los antecedentes y consiguientes para entender la estratagema de Lérida, Mequinenza y Monzón.

En marzo de 1814 Espoz y Mina nombró gobernador de la plaza y del castillo de Jaca al coronel Ramón Ulzurrun, teniente de rey al capitán Francisco Goyena y sargento mayor al capitán Felipe Navascués, y nombró gobernador de Monzón a Ramón Elorrio. Al comandante del 5º de Navarra y 1º de Álava, Sebastián Fernández, le encargó del sitio de Benasque, para lo que hizo conducir desde Jaca a Benasque varios cañones «por caminos que parecía imposible pudieran transitar». Aunque la guarnición francesa de Benasque, compuesta de 267 hombres, incluidos el comandante y los oficiales, resistió bastante, al final tuvo que rendirse. Al entrar los españoles en la plaza encontraron 10 cañones, balas y municiones, 544 fusiles de fabricación francesa, inglesa y española, pero algunos completamente inútiles, y muy pocas provisiones. Los defensores fueron hechos prisioneros. Dejando en Jaca al 9º batallón del 2º regimiento de Álava, pudo Espoz y Mina pasar a Francia para encargarse del bloqueo de Saint-Jean-Piedde-Port. Estas operaciones no le permitieron ir a presentar sus respetos a Fernando VII, que había entrado en territorio español el 22 de marzo, pero delegó en el capitán Fidel Boira, a quien Su Majestad recibió en Valencia.379

Matías Calvo, que se había incorporado a la guerrilla probablemente en noviembre de 1811 en la partida de José Tris, el Malcarado, según conjetura el editor de sus Memorias, se encontró después sirviendo a las órdenes de Fran-

378. Van Halen (1827). 379. Espoz (1962: I, 180-181).

cisco Espoz y Mina. Critica a su jefe, mientras está este en la plenitud de su poder, por motivos diversos, como el de que se dejó engañar como un chino por el general Pâris en las operaciones de la sierra de Alcubierre, o también que procuró siempre el ascenso en sus filas de los navarros, mientras impedía el de los aragoneses. Pero al acabar la guerra hubo de cumplir la desagradable misión de comisario militar de abastecimientos, que para él duró trece meses, lo que significaba tener que requisar aprovisionamientos para el ejército en el partido de Huesca, hacer acopio de harinas, judías, arroz, tocino, y esto implicabaenfrentamientos diarios con la población civil. Calcula unos 200000 hombres en el ejército, entre tropas regulares (españolas y extranjeras) e irregulares. Entonces comprendió la importancia que había tenido la intendencia en la división de Mina. Y, en cuanto antiguo guerrillero, se solidarizó completamente con quien había sido su jefe, pues acabada la guerra empezó una campaña de desprestigio contra Espoz y contra todos los guerrilleros, que ya no hacían falta, y a los que se calificaba de ex ladrones. Matías Calvo, que un principio había pensado quedarse en el ejército, lo sufrió en su misma persona, y esto le obligó a pedir la licencia. Denuncia en su manuscrito la injusticia profunda de esta situación.380 Es notable que en este punto se puede hacer una comparación con lo que ocurrió al acabar la II Guerra Mundial con las brigadas de la Resistencia italiana, cuyo valor como mito fundador de la democracia fue denunciado por aquellos mismos que se habían beneficiado con sus servicios, reducidos post factum a simple violencia.381

El 15 de mayo de 1814 llegó a Huesca el decreto de Fernando VII del día 4, por el que quedaba abolida la Constitución. El Ayuntamiento de Huesca, que a lo largo de 1813 se había mostrado muy moderado con los acusados de afrancesamiento, ordenó inmediatamente quitar y destruir la lápida (el viejo símbolo liberal), llevar en procesión el retrato de Fernando VII y colocarlo donde antes estaba la lápida y donde se leerá al pueblo el mentado decreto. Al día siguiente, 16, la ciudad pidió el derecho de tener voto en Cortes, lo que parece indicar el convencimiento de que el país volvía al sistema tradicional, el expuesto por los famosos persas. Esto podría tomarse como absolutismo, más o menos mitigado, pero una representación enviada por el Ayuntamiento al intendente general de Aragón indica muy claramente los motivos reales de esta conducta: el Ayuntamiento creía que el decreto del 4 de mayo libraba a la ciudad de toda dependencia respecto de Espoz y Mina. El lenguaje de esta representación no puede ser más enérgico, indicio seguro de que se querían aprovechar las circunstancias:

Hace mucho tiempo que el Ayuntamiento de Huesca, indignado de ver que se sacrificaba por los comisionados del Ministerio de Hacienda de Navarra [es decir, de la División de Navarra] a esta ciudad y Partido con todo el aparato y terror militar, al

380. Marcén (2000: 139-140). 381. Cf. Rusconi (1993: 45 y ss.).

mismo tiempo que se hacía un público y escandaloso tráfico de cuanto entraba en los almacenes procedentes de bienes nacionales y que estaba destinado a la subsistencia del ejército […].

El Ayuntamiento ha asistido a un desvalijamiento intenso, sobre todo desde marzo. No obstante la alegría por el decreto del 4 de mayo, se observaba que en él no se disponía nada para el suministro de las tropas, problema que de alguna manera se tendría que resolver. Curándose en salud, se había incautado de bienes que le habían sido sustraídos en otro tiempo por orden de la División de Navarra, e insistía en que se solucionase el problema de las tropas, pues ya ni la ciudad ni el partido «pueden sufrir más sacrificios».382

Espoz, en sus Memorias, se muestra prudente. Censura el asalto generalizado a las prebendas por parte de los absolutistas, pero reconoce que fue de los primeros en ofrecer al rey su brazo y el de los bravos soldados de la División de Navarra. Dos aspectos le preocupan: el futuro de los hombres que sirvieron a sus órdenes, como acabamos de ver, y su propio mando militar en Aragón y Navarra. En cuanto a Aragón, dice haber recibido una comunicación de José de Palafox en la que este le comunicaba que él, Palafox, había sido confirmado en el citado mando. Quedaba la cuestión del Alto Aragón, pero el héroe de Zaragoza le hizo saber dos meses después (en septiembre de 1814) que ya no existía la distinción entre Alto y Bajo Aragón, por lo cual en la fecha Palafox iba a tomar posesión del mando de toda la región. Espoz dice que le parece bien, por el alto significado que Palafox había tenido en Aragón durante los años de la guerra. Añade que, inocentemente, había esperado que en Navarra ocuparía él ese puesto, porque su nombre en Navarra equivalía al de Palafox en Aragón, y porque de hecho había sido su gobernador durante toda la contienda, casi desde el comienzo. Cuál no sería su sorpresa al ver que se había nombrado al conde de Ezpeleta, el mismo que siendo capitán general de Cataluña dejó que los franceses se apoderaran del territorio y luego permitió que le llevaran a Francia, donde permaneció a sus anchas todo el tiempo que duró la guerra. Para no evidenciar apetencias, dice que se podría haber nombrado a los hijos del conde, como José María de Ezpeleta o Pedro Agustín Girón (este, yerno del conde), que habían derramado su sangre por la causa nacional.

El 25 de junio de 1814 se había dado una orden en la que pareció entenderse que podían irse a su casa todos los miembros del ejército que quisieran, interpretación errónea pero que produjo una deserción masiva en la División de Navarra. El ministro de la Guerra, Eguía, aprovechó el incidente para ordenarle el 29 de julio que dejase Madrid, a fin de poner coto al asunto de la deserción (aunque Espoz lo interpreta como una manera de echarlo de la capital). El 8 de agosto de 1814 instaló en Muruzábal su cuartel general. Al día siguiente lanzó una proclama en la que pedía a los desertores que regresasen, ya que su marcha se había producido por una mala inteligencia de la orden del 25 de

382. Gil Novales (1990: 357).

junio, y había tenido lugar cuando Espoz y Mina se hallaba momentáneamente ausente por haber ido «a cumplir con mis primeros deberes para con un soberano justo y benéfico», ausencia que había sido interpretada como que se le cesaba del mando, y en su lugar se nombraría otro jefe. La alocución fue circulada a las justicias de todos los pueblos de Navarra, Alto Aragón y provincias exentas, y produjo la vuelta de un gran número de desertores.383 Otros, sin embargo, pensaron que Espoz les ocultaba las verdaderas intenciones de Su Majestad, lo que produjo bastantes síntomas de insubordinación (es decir, que estos estaban muy lejos de confiar en el soberano «justo y benéfico»). Es notable que aquí Espoz y Mina señala como el que más se distinguió en la rebeldía al coronel del 6º regimiento Joaquín de Pablo, Chapalangarra, su amigo y compañero de tantas fatigas. Por tres veces este desobedeció los mandatos de Espoz. De Pablo ya era en 1814 un liberal consecuente, y lo seguiría siendo hasta su muerte en 1830. La mala relación con su antiguo jefe, conocida en 1830, comenzó probablemente aquí, o acaso antes.384 Espoz lo hizo prender y lo mandó al castillo de Jaca mientras se le formaba la sumaria. Pero, en el camino, en la venta de las Campanas, se escapó en dirección a Pamplona y se acogió al sagrado de la casa de Ezpeleta. Este lo mandó a la ciudadela, pero no se lo entregó a Espoz.

Otro problema surgió inmediatamente, relativo a que la División de Navarra que mandaba Espoz había quedado encuadrada en el IV Ejército, el cual había recibido el título de Ejército de Observación del Pirineo. Al ser nombrado Manuel Freire comandante general de la brigada de carabineros, el mando del IV Ejército, con la capitanía general de Guipúzcoa, se dio el 1 de agosto de 1814 a Juan Carlos de Aréizaga. La División de Navarra se hallaba así esparcida por territorios que dependían de varios capitanes generales, con el resultado de que comenzó a carecer de subsistencias. Nadie quería asumir esta obligación, a pesar de las reclamaciones de Espoz. Tampoco los pueblos de Navarra, Aragón y otros querían dar nada, pero, como ni la tropa ni los oficiales podían vivir del aire, optaron por tomar lo que necesitaban a viva fuerza. De aquí se derivaron disputas y quejas, y todo recaía sobre Espoz, según este mismo dice: el Gobierno, porque no quería saber nada de asunto tan lamentable y conducta tan bochornosa; los soldados, porque exigían del propio Espoz que les sacase del atolladero. Después de recibir un oficio de Francisco de Eguía del 24 de agosto, del que luego hablaremos, llegó a la conclusión de que era necesario cambiar el personal que rodeaba al monarca y volver a los principios que sus consejeros le habían llevado a abolir. Este es un asunto de enorme calado político, porque representaba volver a la Constitución de 1812 o a un texto que contuviese sus ideas. Pero podemos interpretar que esta cuestión se planteó a posteriori, cuando Espoz y Mina, o quien lo

383. La proclama «A los sargentos, cabos y soldados desertores de los cuerpos de la octava división del cuarto ejército» (cuartel general de Muruzábal, 9 de agosto de 1814) se publicó también en Censor General, 24, 1 de septiembre de 1814. 384. Cf. Gil Novales (1991: s. v.).

hiciera en su nombre,385 redactó sus Memorias, y no precisamente en agosto de 1814. Es una cuestión a debatir.

El oficio enviado por Francisco de Eguía el 24 de agosto de 1814 se refería a las quejas formuladas por los pueblos del Alto Aragón y la ciudad de Huesca respecto a las prácticas que la División de Navarra usaba con ellos (ya hemos hecho referencia al problema). Francisco Ramón Eguía y López de Letona, conde del Real Aprecio (Bilbao, 1750 – Madrid, 1827), dejó una terrible fama de absolutista, miembro de la Camarilla, partidario de la Inquisición y enemigo de la Constitución. Espoz, como hemos visto, pretendía ser liberal. Pero, en esta cuestión del oficio del 24 de agosto, estamos en otro plano: Eguía se sirvió de las reivindicaciones ciudadanas para atosigar, y a la larga eliminar, a un posible rival, y Espoz se defendió (contestó el 2 de septiembre) sin negar el problema, pero intentando descargarlo sobre otros, fundamentalmente sobre el Ayuntamiento de Huesca. Con referencia al escrito del Ayuntamiento al que ya hemos hecho mención, Eguía decía a Espoz, y este reproduce, que los pueblos del Alto Aragón se habían quejado repetidamente «por el método extraordinario y abusivo con que los comisionados de la división navarra y los empleados de Hacienda de la misma habían exigido y exigían las raciones de auxilios para los tropas con exorbitancias y violencia». Los oscenses habían sido dañados en sus haberes e industria, e incluso en sus personas, pues más de una vez habían sido atropellados por la fuerza armada varios individuos del Ayuntamiento. Eguía advertía a Espoz que Su Majestad había conocido con desagrado tal conducta, y le ordenaba que en lo sucesivo se atuviese a lo literal de las órdenes y leyes vigentes, y a la más estricta disciplina, evitando en el futuro dar lugar a quejas, «que no solo comprometían el buen orden de los que las originaban, sino que eran absolutamente contrarias al servicio de S. M. y al respeto y amor que le profesaban sus pueblos y en cuya felicidad tanto se interesaba».

Pase como ejercicio de retórica, pero es precisamente este pensamiento el que llevó a Espoz y Mina a considerar que Su Majestad necesitaba cambiar de consejeros. La respuesta que dio a Eguía el 2 de septiembre empezaba diciendo que el ministro no le habría reconvenido si hubiese estado al tanto de «la repugnancia y aversión de los pueblos a proporcionar las subsistencias necesarias a las tropas», especialmente grave en la ciudad de Huesca,

con la cual no habían bastado los oficios más regulares y moderados ni los comisionados más provectos para que aprontasen los pedidos de pura necesidad, oponiendo siempre la más tenaz resistencia; que ni aquella ciudad ni otro pueblo alguno de los quejantes podría aseverar jamás que las requisiciones hechas no fuesen arregladas al justo y moderado catastro que los regía.

385. Las Memorias fueron publicadas en 1851-1852 por la viuda de Espoz y Mina, Juana de Vega, y, según dice José Antonio Durán (en Vega, 2006: 15), ella misma las escribió y costeó, utilizando papeles de su marido.

Sin embargo, a continuación da la razón a los quejantes, echando la culpa de todo al Gobierno, para luego volver otra vez sobre el mismo tema. Resulta que

era cierto que los pueblos todos del Alto Aragón tenían sobrado fundamento para lamentarse de los aprontos de víveres que en otra época habían hecho para mi división, en razón de que nada percibió esta del reino de Navarra desde la entrada en él de los ejércitos aliados; que entonces se vieron precisados a proveer a los catorce mil hombres que yo comandaba y a conducir las raciones desde la raya de Cataluña hasta Roncesvalles y otros pueblos limítrofes al Pirineo occidental; que reclamé varias veces sobre esto al Gobierno y no puso ningún remedio.

Tremenda declaración, en verdad. Aunque no dice cuánto duró el asunto, sabemos que el avituallamiento de 14000 hombres, desde Cataluña hasta Roncesvalles, había caído exclusivamente sobre los pueblos del Alto Aragón. Que el Gobierno fuese también responsable no aliviaba la situación de esos pueblos, a los que inmediatamente Espoz y Mina va a calificar de miserables. Continúa diciendo:

actualmente tenía yo sobrado fundamento para creer que, así Huesca como los demás pueblos que habían elevado quejas a la superioridad, no tanto las dirigían por tropelías y vejaciones que suponían experimentar cuanto porque se les obligaba al apronto, y para eximirse se valían de todo medio, y con bastante justicia a mi entender, atendida su retrasada y miserable condición.

Espoz pretende que, cuando se enteró de alguna tropelía cometida por sus agentes, la castigó inmediatamente, que en realidad hubo pocas quejas en este sentido, porque siempre supo mantener un estricto sentido de disciplina. Bueno, pero, de ser esto verdad, y parece no serlo, acaso no se da cuenta de que mantener a 14000 hombres en Navarra y Aragón, sin que nadie más se haga cargo de nada, es ya de por sí una tropelía.

Espoz y Mina alega que las reclamaciones de Huesca y los pueblos del Alto Aragón están fechadas en enero de 1814, cuando él tenía su división acantonada en los Pirineos y se hallaba poniendo sitio al castillo de Jaca. El Gobierno sacaba ahora esas quejas a relucir para incordiarle. Aunque esto parece cierto, no desaparece por ello el fondo del asunto.

Todas las ocurrencias de Huesca procedían real y verdaderamente de resistencia de parte del Ayuntamiento a proveer lo que estaba designado al pueblo, según catastro, para el abasto de la tropa y asistencia de los desgraciados enfermos y heridos del hospital; y no obstante hallarse la razón de parte de mis oficiales y de los comisionados del Ministerio de Hacienda de la división, se hizo cambio en algunos de estos. No tuve otras quejas de aquella clase.

Sí las tuvo, en cambio, de Barbastro, pero ¡ya es casualidad!, la ciudad estaba sofocada por pedidos de todas clases que hacían otros cuerpos que no eran el de Espoz. Este, en consecuencia, emitió una orden para que no se pagase absolutamente nada a quienes no perteneciesen a la División de Navarra. El Ayuntamiento

de Barbastro, el 12 de marzo de 1814, mostró su conformidad con esta orden. También se habló de tropelías que habría cometido la tropa con un alcalde en el sitio de Jaca. Espoz acudió para que le informase a Cosme Barbolla, juez de primera instancia de Barós,386 en la línea de Jaca a la frontera, quien el 28 de enero negó los hechos y el 12 de febrero, en un escrito a la Audiencia de Zaragoza, acusó a los comerciantes acaudalados de falta de patriotismo. Decía en efecto, con relación al sitio de Jaca, que los enemigos estaban haciendo un fuego horroroso, que nuestros jefes y soldados estaban dando pruebas de un valor sin igual y de un ímprobo trabajo,

por carecer de tres partes de la fuerza que necesita el asedio de esta fortaleza; y por las muchas obras de aproximación a ella que se han hecho y se están ejecutando, se ven precisados los jefes a ocupar en ellas a los soldados, por no concurrir los paisanos precisos; y lo que más retrasa la rendición es la falta de vituallas de boca y guerra, pues se ve con el mayor dolor al soldado en los más días a media ración, desnudo y descalzo, haciendo el servicio sobre el hielo y la nieve, que en tanta abundancia hace muchos años no ha caído, según lo aseguran los naturales. Estos, penetrados de tan miserable estado de nuestros defensores, no dejan de sacrificarse por sostenerlos; pero sus sacrificios no sufragan tanta necesidad y gasto como es preciso para mantener los fuegos y continuar las obras, pues requieren muchos operarios carpinteros y albañiles, a quienes se les pagan los jornales para acudir a su subsistencia y a las de sus familias, lo que me consta, por ser uno de ellos vecino de este pueblo. Este país es pobre de frutos, y aunque consta de algunos valles y se les considera a sus habitantes con caudales, siendo su principal ejercicio el comercio, sea por mirar de lejos estos trabajos o no corresponder a sus cálculos comerciales un desembolso para acudir a la subsistencia de las tropas, huyen de este servicio y contribución tan interesante en la parte que pueden.

Indicaba finalmente que había observado suma moderación en el general (Espoz y Mina) respecto del ciudadano, y observancia de la Constitución de la Monarquía, y lo mismo en sus jefes subalternos inmediatos. Con esto pronto se tendría la libertad tan deseada pero, sin los socorros, que no llegaban, de los dueños de caudales, acaso se prolongaría la situación. Espoz añade con orgullo que a los tres días de que Barbolla emitiese su parecer cayó la fortaleza de Jaca en su poder.387 El problema así planteado en el corto plazo era insoluble, porque todos tenían razón. Había que concluir la contienda, los soldados necesitaban comer y vestirse, los pueblos tenían que sobrevivir, no podían quedar arruinados. Para que casasen las piezas del rompecabezas hacía falta en el país una autoridad racio-

386. Espoz le da siempre el título de juez de primera instancia. Estos magistrados fueron creados por la Constitución de 1812, aunque allí todavía no se les daba este nombre preciso. Sí, en cambio, en el Reglamento que deben observar en la administración de justicia las Audiencias y Juzgados de primera instancia. Los alcaldes del Antiguo Régimen tenían atribuciones judiciales. Muchos de ellos, al implantarse los jueces de primera instancia, pasaron a ejercer la nueva magistratura. Este habría sido el caso de Cosme Barbolla, sobre el que no encuentro datos. Los alcaldes, que siguieron con atribuciones civiles, durante mucho tiempo se resistieron a dejar lo contencioso. Cf. AHN, Consejos, leg. 12237 (oficios de justicia). 387. Espoz (1962: I, 191-194).

nal, basada en un régimen de derechos y libertades sobre el que pudiese descansar un buen sistema de hacienda, a cuyo conjuro, pero para eso hacía falta tiempo, todo se resolvería. La miseria del ejército exigía precisamente ese sistema.388 El problema era que en España la Constitución llegó tarde, después de cuatro años de guerra, casi a punto de su conclusión, y no hubo tiempo.

El 25 de septiembre de 1814 Espoz y Mina intentó apoderarse de la plaza y ciudadela de Pamplona, enarbolando la bandera de la libertad y la reunión de las Cortes. Para ello contaba con el coronel Manuel Gurrea, que se hallaba en Huesca al frente de los cazadores de Navarra, y con otros. Al fracasar, el 4 de octubre tuvo que marchar a Francia. No nos corresponde a nosotros contar ahora esta peripecia, recogida también en las Memorias, pero sí apuntar un juicio:

Tenía por cierto que con la declaración de Gurrea en Huesca se extendería el movimiento por todo el Alto Aragón, con sus plazas de Jaca, Monzón y Caspe, y aun hasta el mismo Zaragoza esperaba que se pronunciase, porque sabía que en aquella ciudad reinaba muy buen espíritu y mucho deseo de volver al sistema de libertad.389

Aquella ciudad creo que era Zaragoza, no Huesca, pero aun así la esperanza en que el Alto Aragón le secundaría no deja de ser muy significativa.

Terminado el conflicto internacional, la situación económica de Huesca como consecuencia del mismo no podía ser peor. El Ayuntamiento prefirió introducir impuestos indirectos, una sisa sobre algunos artículos comestibles, que nuevos conceptos impositivos, para ir aliviando la situación y para que el rechazo fuera menor. Algunos particulares habían adelantado durante la guerra dinero o especies, y se dirigían ahora al Ayuntamiento para que les fueran reembolsados. El Concejo alegó que no era responsable de las circunstancias anómalas por las que había pasado la ciudad, y por otra parte la deuda pública municipal ascendía a millones, por lo que pidió que no prosperasen las causas civiles abiertas contra él. El asunto todavía no se había resuelto en 1820.

Ello no obstante, llegaron nuevas cargas. En septiembre de 1815 el Ayuntamiento de Huesca no contribuyó, como se le había mandado, al apresto de buques que se preparaban en Cádiz para pacificar algunas provincias de América. El 26 de noviembre de 1815 el Concejo de Zaragoza recordaba al oscense la obligación que tenía a este respecto. No sabemos si cumplió o no, pero es interesante conocer esta financiación de la guerra americana a la que recurre el Gobierno, ya absolutista. Una guerra que tanto perjudicó al progreso de América empezó por perjudicar a la propia España. Todo lo que se relaciona con la guerra de la Independencia lleva el estigma del fracaso y de la decadencia. Repetidas veces se van a oír expresiones de este tipo.

En 1817 se hizo un padrón del que resultó que la ciudad de Huesca superaba los 5000 habitantes con 60 profesiones, campesinos, artesanos y también burgueses,

388. Cf. Gil Novales (2006a). 389. Espoz (1962: I, 198).

y entre ellos, junto a médicos y abogados, figuraban los libreros. Un signo esperanzador es que, desde 1815, 200 familias catalanas se habían aposentado en la ciudad, aunque no se sabe si permanecerían. Dos años después fueron los labradores y hortelanos los que levantaron la voz, ante una apuradísima situación, señalando la decadencia en que había caído la ciudad a partir de 1808. La culpa la tuvo por una parte el Gobierno intruso, y por otra el ejército de Espoz y Mina. Ya nos hemos referido antes a esta cuestión, pero conviene que la enfoquemos otra vez a la altura de 1819: exorbitantes contribuciones, repartos extraordinarios, frecuentes extracciones de trigo, cebada, vino y paja, pérdida de carros y bagajes. Una nube que descargó sobre la ciudad colmó el vaso de la desolación. Ante esta reclamación, el Ayuntamiento de 1819 pidió que se perdonaran las contribuciones a los vecinos y que, de momento, mientras se aprobaba esa medida, no se les apremiase con el pago del primer plazo de la contribución ordinaria. El Ayuntamiento hizo suya la reclamación de los labradores y hortelanos, y reprodujo sus conceptos. Recordó el saqueo a que había sido sometida la ciudad desde 1808, por acción a la par de los enemigos y de nuestras guerrillas. No se trató solo de contribuciones excesivas, en dinero y en especie, sino que pereció casi toda la caballería de labor, que se empleó para la bagajería. Estas quejas y reclamaciones aparentemente no tuvieron respuesta.390

Tras la revolución de 1820 se reavivó la cuestión. En la sesión de las Cortes del 24 de octubre de 1820 el cura de Lierta y diputado Vicente Cabrero presentó dos exposiciones del Ayuntamiento constitucional de Huesca. La primera se refería en general a las contribuciones, pero en especial a una, la que se conocía con el nombre de los Canales Imperial y Real de Tauste.391 De esta obra Huesca no recibía beneficio alguno, ni por razón de riego ni por la de comercio activo ni pasivo, de modo que pidió a las Cortes que la librasen de pagar esa contribución. La segunda exposición, a lo que se me alcanza, es más grave: manifiesta que

para atender a los perentorios e inexcusables suministros hechos a las tropas extranjeras y nacionales en la guerra de la Independencia se había visto obligado el antiguo ayuntamiento a exigir de los vecinos de la ciudad, y aun de forasteros, cantidades de consideración en frutos y dinero; cantidades que, no habiendo podido repartirse por entonces ni posteriormente entre el vecindario, quedaron sin satisfacerse a los prestamistas, de los cuales acudieron algunos a la Audiencia y obtuvieron de ella un mandamiento para que de los bienes de propios y comunes de la ciudad y de los particulares de los regidores se satisficiesen sus créditos; mandato que la misma Audiencia no se había considerado facultada para revocar, como lo había solicitado el ayuntamiento después de restablecido el sistema constitucional. En consecuencia de lo cual acudían a las Cortes pidiendo tuviesen a bien mandar al juez de primera instancia de Huesca no admitiese más demandas de esta naturaleza, y a este y a la Audiencia que sobreseyesen en las ya incoadas y pendientes, cualquiera que fuese su estado.392

390. Gil Novales (1990: 337-339). 391. Cf. Sástago (1796). Pérez Sarrión (1984). 392. Diario de Sesiones, 109, 21 de octubre de 1820, p. 1825.

Estas representaciones se mandaron pasar a la comisión ordinaria de Hacienda. La segunda exposición plantea el problema, no pequeño, de nuestra ignorancia sobre quiénes fueron esos prestamistas o, con palabra más decorosa, banqueros tempranos. Solo conocemos su poder, puesto que la Audiencia les reconocía derecho preferente frente al Ayuntamiento de Huesca como institución y a los regidores como personas particulares, los cuales no habían delinquido, sino que habían sido víctimas de la situación creada por la guerra. Observemos aquí, de paso, la expresión guerra de la Independencia, que ya es habitual.

El final es algo descorazonador. Siempre reclamaciones económicas, desde 1808 hasta 1820 y más allá, y también decadencia y tristeza, según muchos autores.393 Aparentemente, la herencia de Lastanosa y de la Ilustración se ha perdido. Gran parte del desastre se debe al conflicto de 1808 y a los posteriores, pero nunca en exclusiva. También hay notas en contrario de esa impresión, más o menos relacionadas con los comienzos de la vida política, de la reivindicación y, por tanto, de la esperanza. Las revoluciones de 1854 y 1868, e incluso la participación del Alto Aragón en el intento revolucionario de 1848, son a este respecto un ejemplo elocuente.394 Una cosa es segura: el pasado nunca muere del todo. A veces renace. Dentro del conjunto nacional la vida que intenta nacer tendrá mucho de sucursalismo, aunque también aparecerá alguna nota inmarcesible que podríamos encuadrar en una aguda conciencia de la propia dignidad.

393. Foz (1848: I, ap. 3º, 323-324). Madoz (1845-1850: t. 9, 300). Brinkmann (1986: 213). Cánovas (1854: 2). Noel (1962: II, 93). 394. Pi y Margall (1854). Gil Novales (1980 y 1987). «Manuel Abad y sus 14 compañeros fusilados en Huesca los días 5 y 7 de noviembre de 1848», Aragón, 8 de noviembre de 1887.

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