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EMPIEZA LA GUERRA
EMPIEZA LA GUERRA
Cuando comienza la guerra de la Independencia25 todo Aragón se halla en estado de crisis económica debido al alza de los precios. En la comarca oscense ha aparecido con gran fuerza una plaga de calapatillo, un insecto que destroza los cereales y por tanto pone en peligro el abastecimiento de pan. Las noticias políticas van llegando desde lo que pudiéramos llamar el prólogo de la guerra, es decir, la caída de Godoy, un poco como en el resto de España, según reflejan las Actas Municipales de Huesca. En Ayuntamiento ordinario y Junta de Propios del 26 de marzo de 1808 consta que, «Estando juntos y congregados D. Antonio de Clavería, Gobernador y Presidente, D. Thomás de Ram, D. Vicente Pueyo, D. VicenteDiago, D. Manuel Omulrian, y D. Francisco Doménec, Caballeros Regidores, D. Mariano Lacueva y D. Lucas Malo, Diputados del Común, y D. José Bueno, síndico procurador general», comunican la exoneración que se había hecho al Príncipe de la Paz del empleo de almirante por haber resuelto el rey gobernar por sí el Ejército y Armada. Se hace público otro decreto sobre el sosiego en que el rey quiere que estén los vasallos, sin que tengan temor por la entrada de los franceses en su reino, pues vienen de paz y amistad. Al día siguiente, 27 de marzo,los mismos dan cuenta de la abdicación de Carlos IV a favor de Fernando VII, de la confiscación de todos los bienes del Príncipe de la Paz y de la formación y sustanciación de causa contra el mismo. Se informa también delnombramiento del duque del Infantado como coronel de Reales Guardias Españolas y presidente de Castilla.
El 2 de abril los acuerdos son de orden local ordinario: dimisión de Cristóbal Lanuza, tendero de la parroquia de San Lorenzo y presentación de los gastos hechos en el camino de Barcelona. El 9 de abril de 1808 entra José Perena de diputado del común, se nombra tendero de San Lorenzo a Joaquín Aísa, que lo era de la Seo, y se provee la plaza de la Seo, que recae en Clemente Nombiela. Pero ya el 17 de abril no se trata de nada local: se comunica la orden enviada desde Vitoria de que se hagan rogativas para el buen gobierno de la Monarquía. La misma orden se repite el 29 del mismo mes, precisando que va dirigida a todos los obispos, cabildos y magistrados de las ciudades en el sentido indicado. En Huesca se pone en el dosel el retrato de Fernando VII y se quitan los de los Reyes Padres. En Ayuntamiento extraordinario del mismo día, 29 de abril, se comunica la orden enviada el 18 desde Vitoria al decano del Consejo sobre el acuerdo en todas las cuestiones del rey de España con su gran amigo el emperador de los franceses, y consiguientemente sobre la alegría que debe renacer en todos los corazones. Se
25. Un repaso historiográfico de conjunto, para todo Aragón, en Lafoz (2001).
acumulan dramáticamente las noticias, pero también a veces la falta de ellas. El 6 de mayo de 1808 el Ayuntamiento de Huesca encarga a Mariano Ena que escriba a Zaragoza a fin de saber si hay alguna orden de no exigir el impuesto sobre el vino. En Ayuntamiento extraordinario del 17 de mayo de 1808 se conoce oficialmente la renuncia al trono de Fernando VII y al mismo tiempo el nombramiento como lugarteniente del reino de Joaquín Murat, gran duque de Berg.
El mismo día el Ayuntamiento dispone rogativas ante el santo Cristo de los Milagros, para impetrar la extinción de la plaga de calapatillo, «que había asomado con mucha abundancia».26 Noticias nacionales y situación local van conformando la mentalidad de la gente. Lo que se va conociendo resulta enormemente dramático y sobre todo confuso. No se ha olvidado en la región la pasada guerra de 1793,27 ni sus consecuencias, y persiste un vago resquemor contra las autoridades culpables de aquel suceso. Godoy, en Aragón como en toda España, no goza de buena prensa.
En Zaragoza, el 24 de mayo de 1808 un motín, culminación de una larga serie de agitaciones, depone al capitán general Jorge Juan Guillelmi y Andrade, leal a Godoy y a las autoridades constituidas, y lo encierra en la Aljafería. Después de varios incidentes, que no es del caso referir aquí, el 26 de mayo asume el mando José Rebolledo de Palafox y Melci (José de Palafox). En el periodo interino, cuando se reciben órdenes de Murat y todavía no se ha nombrado en Aragón ningún jefe supremo, se producen las primeras agitaciones, que luego aumentarán en los meses siguientes. Esas agitaciones sirven a Palafox para tomar el mando, porque la autoridad debe ser única.
A finales de mayo de 1808 se sitúa el episodio del capitán de artillería Ignacio López Pascual, que estuvo en un tris de ser ejecutado, lo cual es indicativo, si no hubiera otras razones, de lo fácil que era en aquellos momentos pasar de la vida a la muerte. Hallándose en el partido de Huesca, al que había artillado, según dice escuetamente el Semanario Patriótico, 28 le mandó Palafox, del que era muy adicto, que se trasladase a Jaca, a fin de verificar y dar cuenta detallada del estado de la artillería en la plaza. Obedeció la orden, sin tomar la precaución de cambiar de traje, es decir, que se presentó en Jaca con levita y sombrero redondo. Fue directamente al Ayuntamiento, pero en cuanto lo vieron los jacetanos con esa facha lo tomaron por afrancesado o godoísta, se apoderaron de su persona y lo llevaron a la ciudadela, donde lo habrían arrojado al foso si no se hubiera presentado oportunamente el coronel Fernando García Marín, quien pudo aclarar el error y librar al cuitado de sus captores. Aquella noche, con escolta, López pudo marcharse a Zaragoza. El gobernador militar interino de Jaca en aquellos momentos era el
26. Archivo del Ayuntamiento de Huesca, Actas Municipales, en las fechas indicadas. Cf. Gil Novales (1990: 333-334). 27. Cf. Ferrer Benimeli (1965). 28. «Noticia biográfica del brigadier D. Ignacio López». El artículo es anónimo. Se ha atribuido a Manuel José Quintana, pero Albert Dérozier no lo recoge en su libro sobre el poeta.
coronel teniente de rey Patricio Kindelán, por ausencia del titular Juan O’Neill. De origen irlandés, como su apellido denota, trató también de proteger a López, y se ganó las iras del pueblo tanto por su actitud como porque era tomado por extranjero. Palafox, enterado, le dio inmediatamente un destino en Zaragoza.29
Ya el 27 de mayo de 1808 convocó Palafox una reunión de la que salió la creación de dos juntas, una militar y otra para el arreglo y formación de los tercios, y un primer plan militar para el reino. Los partidos aragoneses situados a la izquierda del Ebro eran los de Jaca, Huesca, Cinco Villas, Barbastro y Benabarre, a todos los cuales se cursaron órdenes para que comenzasen el levantamiento. La primera línea de defensa se situaba en el Pirineo, con cinco puntos: Echo y Ansó, Canfranc, Jaca y Sallent. Tras la marcha de Kindelán, el comandante de rentas Vicente Martínez y su teniente Antonio Andrés presentaron en Jaca una lista de sus dependientes para que disciplinasen al paisanaje. El teniente Francisco Camporredondo pasó a dirigir la artillería, y él mismo, con el teniente coronel José María Crespo, se encargó de perfeccionar el alistamiento. Se encomendó a Jerónimo Rocatallada el alistamiento de la juventud y la conservación del valle de Ansó y la villa de Echo. En esta localidad, el antiguo contrabandista Pedro Antón Juánez había formado por su cuenta, en mayo de 1808, una partida de guerrilla, por lo que cronológicamente es el primer guerrillero de Aragón.30 Rocatallada se surtió en Jaca de 600 fusiles y municiones. Pidió algunos militares profesionales para la instrucción de los alistados, y también 1300 cartucheras. Mandó agentes a Francia con el fin de adquirir noticias y tomó de la aduana de Canfranc 25000 reales de vellón para atender al entretenimiento de las compañías. Como se dijese que por el valle de Aspe venían avanzadas francesas que se proponían tomar Canfranc y llegar hasta Jaca, se creó una compañía formada por los vecinos de Canfranc al mando del escribano Fernando (García) Marín.31 En este punto hay disensión entre los autores. Según Alcaide Ibieca, el coronel José Tinoco ordenó que se pusieran unos barrenos cerca de la Espelunca y se cortaran los puentes del río Aragón. Según García Marín, el «teniente coronel Tinoco» (así le llama) no puso ningún barreno ni derribó ningún viaducto. Se limitó a quitar los puentecillos de madera y ramaje que había desde la venta de San Antón hasta la de Santa Cristina, en la frontera con Francia, y los sustituyó por unos tablones gruesos, asegurados por fuertes cuerdas de avellano amarradas a grandes estacas a ambos lados del río que podían quitarse con facilidad en caso de que se acercase el enemigo. Parece que es García Marín el que está en lo cierto. Llegaron 500 voluntarios alistados por Felipe Perena Casayús en el partido de Huesca y salieron 400 a las órdenes del comandante Manuel de Dios,
29. Cf. Alcaide (1988: 22-23) y García Marín (1988: 12-13). 30. Guirao (2007: 52). 31. Fernando García Marín (1988) le llama coronel, aunque se refiere al año 1817. Por lo menos en 1808 era escribano, e individuo además de la Sociedad Económica de Jaca. Como tal figura en 1788 y años anteriores (cf. Galende, 1993), pero se hizo militar por necesidad, sin dejar de ser escribano.
con 4 cañones de campaña y 2 artilleros, a los puntos de Sallent y altura deSanta Elena, acompañados del comandante de rentas Vicente Martínez, que llevaba otros 50 hombres.
Palafox mandó a José Mor de Fuentes a organizar la defensa del partido y plaza de Benasque, como recuerda Lorenzo Calvo y Mateo.32 Según el propio Mor, parece que su misión no pasó de una primera toma de contacto con el problema. El 11 de julio de 1808 se dirigió a Huesca, recorrió el Pirineo, vio que en todas partes faltaba pólvora, tomó las medidas oportunas para remediarlo y se detuvo especialmente en Benasque y en Monzón, que también entraba en sus credenciales.33 En realidad, en Benasque fue el gobernador del castillo, Tomás Bellanger, marqués de Villora, auxiliado por José Ferraz y Marcial Doz, nombrados por la Junta, quien hizo lo que pudo. Sin fusiles ni artillería ni cananas, expusieron su situación, pero no se les pudo socorrer tan prestamente como era necesario. No obstante, reunieron 150 paisanos, con 80 fusiles y algunas escopetas, para defender la frontera, y otros tantos, casi sin armas, para guardar la villa y el castillo. Con esos 300 voluntarios, instruidos por Eustaquio Viand, que era ayudante mayor del castillo y fue elegido sargento mayor, se crearon tres compañías. Los pueblos en torno a Benasque nombraron comandante a Pedro José Ayaiz, que era cabo de ronda, es decir, de un cuerpo encargado de la represión del contrabando.34 Hicieron más: en Capella, cerca de Benabarre, había un carnicero francés establecido en el pueblo desde hacía catorce años, el cual tenía conocimientos de artillería por haber servido en este arma en Francia. Se le buscó y se le puso a adiestrar a los jóvenes.35 En las compañías de Barbastro habían entrado gentes de Chalamera, Ballobar, Ontiñena y Selgua; en las de Monzón, Binéfar y Fraga ingresaban los de Alcampell, Altorricón, Estopiñán y Baells, y aún hay que mencionar las que se formaron en Alcolea de Cinca, Benabarre y Benasque, ya citadas, Graus, Alquézar y Bielsa, que acabaron llamándose Tiradores de la Ribagorza.
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El gobernador militar y político de Huesca, el coronel de artillería Antonio Clavería y Portu,37 natural de San Sebastián, que ocupaba el cargo desde 1805, hizo publicar todas las órdenes que recibió, acaso porque su idea básica era la de que el mando no se discute.38 Fue prudente, sin embargo, en la cuestión de los impuestos
32. Calvo (1839: 4). 33. Cf. Mor de Fuentes (1981: 69), quien llegó a ser uno de los más grandes críticos de Palafox. Reconoce que contribuyó a su encumbramiento, pero, ya en noviembre de 1808, después de haber presenciado lo que llama elgradiluvio y todos los desbarros de Palafox en el primer sitio, le dijo a Martín de Garay «que si inmediatamente no se ponía otro Gefe en Aragón, el exterminio de aquel ejército y de todo el país era absolutamente inevitable». Véase también Mor de Fuentes (1810); se trata de un poema seguido de notas, todo sin numerar, pero las notas llevan título. La opinión sobre Palafox está en la titulada «Lejos mil veces el bisoño joven». 34. Guirao y Sorando (1995: 39). 35. Alcaide (1988: 23-24), García Marín (1988: 13-15) y Lafoz (1992: 71). 36. Buesa (2000: 271). 37. Para su biografía, cf. Gil Novales (2005: s. v.). 38. Cuatro bandos de Clavería, de marzo y abril de 1808, recoge Herminio Lafoz (2005a: 17-21).
impopulares, sobre todo de aquellos que el pueblo creyó que habían sido suprimidos y ahora se querían volver a cobrar. El 26 de mayo de 1808 se refería en un oficio a un impuesto sobre el vino y a otro sobre los frutos no sujetos al diezmo, los dos muy odiados por la población, suprimidos de hecho, según se creía, al ver que no habían sido exigidos en el primer tercio del año. Escribía el gobernador:
se han exasperado los ánimos de estos habitantes solo con correr la voz de que se iba a exigir el impuesto del vino, diciéndose públicamente que no se pagaría; esto y la fermentación que veo en el pueblo me han movido a no circular el reparto y estarme quieto pues [de] hacerlo no respondo de los resultados en la presente época en que a más de la agitación popular me consta la gran miseria de los pueblos.
La prudencia en este punto no le salvó. El 5 de junio de 1808 estallaron grandes disturbios en la ciudad, que culminaron por la noche con el asesinato del gobernador Clavería en circunstancias todavía hoy confusas. El populacho asaltó su vivienda y quemó enseres y papeles. Lo mataron algunos malévolos, dice un documento oficial de 1809. También se ha adelantado una vaga acusación de afrancesamiento. Pero acaso el motivo ocasional fue la determinación del gobernador de dar curso oficial a órdenes contradictorias, algunas favorables a los franceses, que le hicieron sospechoso. Conviene señalar también la presencia en Zaragoza de un grupo a la vez antipalafoxiano y antifrancés.39 En este contexto puede situarse la muerte de Clavería, pero es difícil aventurar nada.
Palafox el 6 de junio encargó a Felipe Perena que acabase con los disturbios y se dedicase a la organización de los tercios de Huesca. Los ánimos se calmaron poco a poco, pero todavía el 18 de julio de 1808 escribía Perena a Palafox que en la ciudad seguía existiendo un corto número de revoltosos persuadidos de que la muerte del gobernador había sido una gran cosa y que además creían que contaba con la aprobación del propio Palafox. Frente a ellos se usó una política de conciliación, totalmente inadmisible según Perena, que era partidario de acabar con tantos rencores y caprichos quitándoles inmediatamente los trabucos, pistolas y cuchillos de los que alardeaban. La muerte de Clavería no fue la única violencia inesperada que se dio en Aragón en estos comienzos de la guerra de la Independencia.
En Jaca, también en los primeros días de junio, fue asesinado Manuel Baquedano a título de traidor. Se conocen los nombres de dos de los asesinos: Escolástico Peñuelas, calificado de «hombre soberbio, audaz y mal intencionado», y Mariano de Gracia, «sujeto de ninguna obligación», los dos de la clase más baja del pueblo. Los crímenes se hubiesen multiplicado si las posibles víctimas no hubiesen huido de sus casas.40 Hechos semejantes se señalan en Borja (donde fue asesinado el corregidor Manuel Baquedano),41 Épila, Daroca, Alcañiz y otros
39. Serrano Montalvo (1958: 470). 40. Cf. Lafoz (1996: 62n y 83-86). 41. Ídem (1992: 92).
puntos, en los que se aprecia, según Antonio Serrano Montalvo, «un incipiente síntoma de la lucha de clases, igualitaria y vengativa».42 Parece dibujarse una situación prerrevolucionaria, pero no se excluye el fenómeno de error en la persona, como tantas veces se dio en toda España en los primeros meses de la insurrección. En Fraga, tras mandar a Lérida a todos los solteros alistados, el 5 de junio fue asesinado Nicolás Catalán, escribano real del juzgado, por haber acompañado a su mesón a unos botigueros franceses transeúntes, que también fueron atropellados, uno de ellos gravemente herido, y llevados a las cárceles, sin orden alguna de la autoridad. Al día siguiente, 6 de junio, se produjo un tumulto y se vieron cuadrillas que asaltaban las casas de los franceses y las de aquellos españoles que se decía que los habían ocultado, los maltrataban y los llevaban a las cárceles. Los franceses clamaban porque temían una degollina general. Todavía el 27 de junio robaron muebles en las casas de los franceses Guillermo Carrera, Juan Tur y Juan Casterá, encendieron con los muebles una gran hoguera en la plaza y arrojaron a ella a Tur. La autoridad intervino, pero no logró impedir la muerte del desgraciado.
El esfuerzo económico es grande. En él participa el clero oscense con dinero y con hombres. En el acta de la sesión del 3 de junio de 1808 del Cabildo de Huesca consta la propuesta del deán de concurrir con 400000 reales de vellón en metálico para la formación de un ejército aragonés, los cuales se sacarán a partes iguales de los fondos de sacristía y de fábrica. Para el futuro, según lo exija la situación del país, se ofrecen también «las alhajas sagradas que no sean necesarias para lo indispensable del culto divino». El 10 de junio se informa que todos los sirvientes de la Iglesia han tomado las armas y se han marchado a Jaca. En días sucesivos de junio y julio llegan los agradecimientos de las autoridades de Zaragoza y el detalle de cómo se han distribuido esos fondos. Felipe Perena, el 12 de julio de 1808, habla de los ofrecimientos económicos que ha recibido de la Universidad Literaria de Huesca y del Cabildo, pero se queja de que los tercios oscenses carecen todavía de armas y municiones. Conviene retener la propuesta que hace Perena a Palafox de introducir en Francia panfletos y espías.43 Consta que ha recibido 100000 reales. El 29 de julio de 1808 reconoce haber percibido 13000, no sé si adicionales. Todavía en septiembre y octubre se constata el envío a Zaragoza de nuevas aportaciones, y el de 10000 reales el 2 de diciembre. A finales de diciembre el Cabildo avisa de que no puede entregar nada más para la causa patriótica porque corre el riesgo de no poder mantener a su personal. Lo único que todavía queda es el trigo que se ha embargado en Almudévar, del cual el ejército podrá tomar lo necesario para las raciones que fuesen necesarias.44
Conocemos bastante bien la aportación del corregimiento de Barbastro al socorro de Zaragoza. En primer lugar trigo, que se recogía y se molía siempre antes de enviarlo a Zaragoza, porque en la capital preferían hacer el pan a base
42. Serrano Montalvo (1958: 483). 43. Guirao (1999: 57-58). 44. Navas (1915).
de harina y no tener que moler el trigo antes. Al molino de Huerto acudían los pueblos de Selgua y Castejón, y al de Pertusa los pueblos de Berbegal, Ponzano, Laílla, Novales, Fornillos, Barbuñales, El Tormillo, Lagunarrota y Azara. El grano era transportado en caballerías a la zona de Villamayor y Leciñena. Se pagaba por estos bagajes 4 libras y 4 sueldos por arroba, aunque hubo oscilaciones en el precio. No solo se mandaba trigo. Se sabe que entre julio y septiembre de 1808 se envió a Zaragoza trigo, ordio, mixtura, centeno, judías, harina, garbanzos, avena y carraón en cantidades diversas, y dos gallinas, una ternera, un cordero, dos perniles de cerdo, sal, sábanas y aceite sin determinar y dinero líquido (206 libras, 43 sueldos y 7 dineros). La suma asciende a 355 reales de vellón y 50 duros de plata, todo a título de donativo. Este total es aproximado, porque en ocasiones no consta el pueblo donante y en otras no aparece la cantidad, e incluso hay pueblos que repiten el donativo dos o tres veces sin que conste el detalle de su aportación. En algunos sitios, por ejemplo en Abiego, se clasificó a los vecinos en tres categorías de pudientes, y únicamente a los jornaleros no se les exigió dádiva alguna. En Osso se formó una lista con los nombres de los que no habían querido concurrir al donativo. La entrega se hacía en almacenes predeterminados, según la distancia entre Zaragoza y los diferentes pueblos donantes. Además de las mercancías indicadas, en Sarsa de Surta se preparaban palos para la Marina Real, y en Barbastro, sillas de montar de Aragón, que se fabricaban en el taller de Joseu.45
El 8 de junio de 1808 se nombraba corregidor interino y alcalde mayor de Huesca a Mariano Lobera y Larrán, oidor de la Real Audiencia de Aragón, quien ya había ejercido el cargo de alcalde mayor de 1800 a 1807. El mismo día regresó de Zaragoza Joaquín María Palacios, comisionado nombrado para las Cortes aragonesas, quien vino a dar cuenta de que, a causa de las ocurrencias con los franceses, se habían suspendido las sesiones.46 Los otros representantes de Huesca en esas Cortes fueron el cuarto barón de Alcalá, Alejandro Naya y Ferrer, por el estamento de hijosdalgo, el obispo Joaquín Sánchez de Cutanda y el abad de Montearagón por el estado eclesiástico. Las circunstancias hicieron que el obispo no pudiese regresar de momento a Huesca y tuviese que permanecer en Zaragoza hasta el final del primer sitio. De Barbastro habían acudido Antonio Soldevilla y Francisco Romeo, hijosdalgo. En representación de las ciudades que tenían voto en Cortes, por Jaca, Francisco Pequera. El único dato que tenemos de Joaquín María Palacios es el de su nombramiento. En cambio, de Alejandro Naya y Ferrer, cuarto barón de Alcalá (1762-1841), sabemos algo más: perteneciente a una familia de relevancia social, el primer barón de Alcalá comprometió gravemente los intereses de su casa por su militancia austracista. El cuarto barón fue el primero que pudo restablecerlos plenamente. Representó a Huesca, como hemos visto, en las Cortes de 1808. Su carrera política fue muy sintomática:
45. Arcarazo y Lorén (1994: 45-47). 46. Archivo del Ayuntamiento de Huesca, Actas Municipales, Ayuntamiento ordinario del 8 de junio de 1808.
aceptó ser regidor primero de Huesca el 20 de septiembre de 1811, con los franceses, pero cesó en 1812. Firmó el decreto de la Diputación de Zaragoza de 8 de noviembre de 1813 en el que se recomendaba la pronta obediencia a los decretos de las Cortes, siguió de diputado provincial en 1814 y fue alcalde constitucional de Huesca entre 1820 y 1823, por lo que después fue perseguido y tuvo que retirarse a Azlor con toda su familia en 1824. Regresó a Huesca en 1825 y volvió a ocupar el puesto de decano del Ayuntamiento. Elegido procurador en Cortes en 1834, la enfermedad le obligó a renunciar y vivió retirado en adelante. El obispo Joaquín Sánchez de Cutanda (1745-1809), además de representante en las Cortes de 1808, fue miembro de la Junta de Aragón. Huyó a Fañanás cuando los franceses ocuparon Huesca y allí murió a los pocos días. No tengo datos sobre el abad de Montearagón, ni sobre Antonio Soldevilla y Francisco Pequera.47 Francisco Romeo aceptó colaborar con los franceses, quienes lo nombraron alcalde mayor interino de Barbastro el 23 de febrero de 1811.
Los documentos de la asamblea llevan la fecha del 9 de junio, pero una nota advierte que no pudo reunirse la Junta Suprema de Aragón, nombrada por las Cortes, por haberse ausentado varios de sus individuos con motivo de la aproximación de los franceses. Uno de ellos, como hemos visto, fue Joaquín María Palacios. Los acuerdos de esas Cortes aragonesas fueron proclamar a Fernando VII, reconocer a José de Palafox como capitán general de Aragón y nombrar algunas comisiones. José Antonio Franquet, regidor de Tortosa, que se hallaba presente, se adhirió a lo acordado.48 Sin embargo, en lo que respecta a Palafox, según el testimonio de Ignacio Garciny y de Queralt, no hubo acuerdo, y el interesado tuvo que aplazar su propio nombramiento para una sesión ulterior, pero no hubo tal sesión. Palafox ejerció de capitán general sin tener el refrendo de las Cortes, aunque lo buscó.49 La cuestión es muy importante, tanto para Palafox como para el conjunto de la insurrección aragonesa. Garciny pudo decir la verdad o no decirla. De su biografía se desprenden muchos datos que le predisponen contra Palafox, pero no es fácil decidirse. Solo nuevas investigaciones podrán quizá resolver el problema.50 La figura de Palafox es una de las que más necesitan una revisión histórica en profundidad. «Presuntuoso y de inteligencia mediocre» son los calificativos que recibe en un libro moderno que trata de ser objetivo.51
Por todas partes había una gran agitación contra los franceses presentes en la región aragonesa, aunque no tuviesen nada que ver con las tropas invasoras. En Barbastro, ciudad donde reinaba un ambiente muy crispado, se creó una
47. Los recoge Lafoz (2005b), pero sin aportar nuevos datos. 48. Cf. Alcaide (1988: 275-277; el texto no está aquí completo, porque el autor remite a páginas anteriores); Toreno (1953: 75n-76n); el certificado de Lorenzo Calvo de Rozas del 9 de junio de 1808, en Calvo (1839: 41-48), y el «Acta de la sesión solemne celebrada por la Suprema Junta de las Cortes del Reino de Aragón, el día 8 de Junio de 1808», en Santiago (1909: 116-121). 49. Cf. Garciny (1811), cit. por Peiró (1985: 103). Este autor publica el acta de la sesión (pp. 109116), que coincide con la recogida por Lorenzo Calvo y Mateo. 50. Para la biografía de Garciny, cf. Gil Novales (2005). 51. Tranie y Carmigniani (1978: 41).
Junta en los primeros días de junio de 1808 compuesta por el corregidor Andrés Santolaria, el Ayuntamiento y los canónigos, un cura principal, dos racioneros, todos los superiores de las religiones, cuatro caballeros nobles, dos abogados, dos comerciantes y dos labradores. El día 13 de junio de 1808, a la llegada del correo a Barbastro, se corrió la voz de que en Zaragoza habían sido apresados los franceses residentes en ella. Esto bastó para desencadenar un bullicio espontáneo encaminado a detener y ejecutar a los habitantes de origen francés, por creerse que estaban en connivencia con el ejército invasor. Se cogieron las cartas llegadas para Bernardo Soubiron, francés domiciliado en Barbastro, y fueron llevadas ante el corregidor como prueba de sedición. El corregidor les desengañó: solo eran diarios y la Gaceta, así que les pidió que se retirasen. No por ello cesó la agitación; aumentaron los gritos, se amenazaba con matar a todos los franceses, especialmente a Soubiron y a Simón Bordeta, al que se acusaba de haber envenenado la sal. Otros franceses tenían la administración de las bulas, el papel sellado, el excusado y el real noveno. La Junta hizo detener a 70 franceses, más para asegurarles la vida que porque fueran sospechosos. Muchos de ellos eran obreros estacionales que venían a trabajar en los molinos de aceite de la tierra baja. Hasta 50 se ofrecieron para luchar por la causa patriótica. Los amotinados fueron a casa del obispo, Agustín Abbad y Lasierra, porque en ella se habían refugiado las mujeres de los franceses ya detenidos. Esta puede ser la razón, pero acaso influyese también la significación progresista del prelado, uno de los más importantes valores culturales de la España de entonces. Habría que saber si los asaltantes del palacio episcopal eran conscientes de esta faceta de su obispo, el cual se hallaba protegido por un padre capuchino, lo que bastó para que los agresores soltasen algunas injurias, matasen a los perros y se fuesen. La intervención de las autoridades y de algunos eclesiásticos, y la presencia de patrullas armadas, evitaron que el tumulto derivase en muertes violentas, como ocurrió en otros sitios.
Poco después de este suceso, probablemente a consecuencia del mismo, el obispo se ausentó de Barbastro y ya no volvió. El día 15 la Junta comunicó a Palafox lo ocurrido en Barbastro. Firmaron en la ocasión el corregidor Andrés Santolaria, Joaquín Andreu y Claver, Baltasar Samitier, el doctoral Joaquín Aznar y Mantón, el guardián de las capuchinas Gaspar de Bellestar, Juan Antonio Otto, Aguilón, el diputado Joaquín Torrente, Manuel Palacín, Pedro de Víu, Cristóbal Gracia, José Costa y Canales, el síndico Tomás Lolumo y Joaquín de Altaoja.
El 3 de junio de 1808 Santolaria se había dirigido a Palafox pidiéndole un oficial para la fuerza de Barbastro, ya que el capitán José Sangenís, que estaba en Monzón, no había contestado todavía a su demanda. Por fin, después de mucho insistir, el capitán general nombró precisamente a Sangenís comandante militar del partido de Barbastro, con órdenes de arreglar las compañías de la ciudad y partido y de poner en estado de defensa la frontera.52
52. Cf. Guirao (2004b).
La organización de la defensa aparece muy tempranamente en Barbastro, aunque siempre bajo las horcas caudinas de la precariedad de medios, falta de oficiales y carencia de fondos. La movilización se hizo un poco a la brava, lo que produjo en muchos pueblos la paralización de la vida administrativa y la indigencia de las familias. Hubo conciencia del problema e intentos de resolverlo. Protagonistas en esta cuestión fueron el corregidor Santolaria y, a partir del 12 de junio de 1808, José Sangenís. Los llamados tercios de Barbastro llegaron a contar con más de treinta compañías, a razón de 100 hombres cada una. Estas compañías se ocuparon de la frontera, especialmente de los puertos de Plan y Bielsa, donde los problemas de alojamiento y avituallamiento dieron lugar a conflictos con los vecinos. No faltaron tampoco las deserciones. Como se verá en seguida, escoltaron también un convoy en socorro de Zaragoza y ya en el segundo sitio formaron el batallón de los Pardos de Aragón. Tras la rendición de Zaragoza y la derrota de Leciñena, los que quedaban se integraron en los Voluntarios de Huesca. Cuando Sangenís se trasladó al Pirineo, Joaquín Andreu y Claver quedó en Barbastro organizando otras compañías, hasta un total de veinticuatro. Algunas de ellas fueron enviadas también a Sangenís como refuerzo. La primera de estas compañías fue la formada por los voluntarios de Chalamera, Ballobar y Ontiñena. A su frente se puso a Martín Panzano. Esta compañía estuvo un tiempo en el Pirineo y el 4 de agosto de 1808 fue enviada a Zaragoza.
Selgua formó la llamada 5ª compañía con 37 hombres propios y algunos voluntarios de Barbastro. Esta fue también enviada a la defensa del Pirineo y posteriormente a la de Zaragoza. Sendas compañías se formaron en Baldellou, al mando de José Escola, en Palo (el 15 de junio) y en Alcolea de Cinca. Pedro Carpi, alcalde de Tamarite de Litera, formó cinco más el 18 de junio de 1808, las dos primeras formadas con voluntarios del propio Tamarite, mandadas por José Cabrera y Joaquín Carpi, respectivamente. La 3ª compañía, compuestapor hombres de Alcampell y Altorricón, fue puesta al mando de Agustín Purroy. Las compañías 4ª y 5ª fueron formadas con hombres de Estopiñán, Saganta, Pelegriñón, Rocafort, Camporrells y Baells.
La Junta de Barbastro envió órdenes asimismo a los valles de Gistaín53 y Vio54 para que formasen compañías y las enviasen a Barbastro. Los alcaldes de Gistaín acordaron reunirse el 7 de junio para estudiar la situación. Presentes estuvieron los de Plan, San Juan de Plan, Sin, Serveto, Senés y Saravillo, quienes tomaron el acuerdo de escribir a Palafox para decirle que serían más útiles defendiendo los pasos fronterizos del puerto de Plan, como ya hicieron en la anterior guerra contra la Convención francesa.55 Comunicaban además al capitán general que
53. En el valle de Gistaín se hallan los pueblos de Gistaín, Plan, San Juan de Plan, Sin, Serveto, Saravillo, Senés y la aldea de Salinas (Madoz, 1845-1850). 54. En el valle de Vio se hallan los pueblos de Fanlo, que es la capital, la pardina de Blasco, Buisán, Buerba, Ceresuela, Yeba y Vio. Otros tres pueblos, Sercué, Nerín y Galisué, se consideran aldeas de Vio (ibídem). 55. Cf. sobre este punto Ferrer Benimeli (1965: esp. 199-207).
desde el 3 de junio las justicias del valle habían puesto vigilancia en la frontera y habían revisado el estado de las barracas o casas que podrían servir de asilo a los combatientes y de observación del enemigo, del que se sabía que ya había metido tropas en el valle francés inmediato, desde donde podrían intentar robar ganado (la vieja cuestión del abigeato). Por otra parte, ya habían alistado 100 voluntarios, entre los que no se contaban los pastores, aunque iban armados. Solicitaban que todos los voluntarios se quedasen en los valles y que se les enviase algunos soldados más, pues el número de voluntarios era insuficiente, y un jefe, además de armas, municiones y víveres. Para dar más peso a su argumentación decían que, si se perdían los pasos fronterizos, el castillo de Benasque podría perderse también por su flanco derecho. Palafox atendió a sus razones y les envió a Sangenís.
La Junta del Infanzonado del valle de Vio, reunida en Fanlo, escribió también a Palafox el 1 de junio de 1808 recordándole que en la última guerra, es decir, la de la Convención, sus naturales quedaron exentos del reclutamiento y se dedicaron a proteger los tres boquetes que existen en el puerto de Góriz. Presumían de conservar todavía los 100 fusiles, bayonetas y cananas que entonces recibieron. Palafox el 5 de junio reconoció el privilegio y envió 4000 cartuchos de bala. Se organizaron varias compañías a las órdenes del alcalde y comandante militar del valle de Vio, Rafael de Buerba, las cuales fueron destinadas a vigilar los pasos de Góriz, y se situaron en la Brecha de Rolando, Mondarruego y Añisclo, para desde allí controlar los movimientos franceses en Torla y Bielsa. Palafox había reclamado la presencia en Zaragoza del comandante del cantón de Bielsa, Joaquín Hernández, al que el 4 de junio de 1808 encargó la defensa de dicho cantón y la organización de compañías en los pueblos de Alquézar, Estadilla, Adahuesca, Radiquero, Boltaña y Graus. Para el 9 de junio Hernández había organizado ya siete compañías: una en Boltaña, dos en Alquézar, una en Graus, otra en Estadilla, otra en Adahuesca y la séptima en Radiquero. Esta última estaba al mando de Joaquín Ayerbe. El mismo Joaquín Hernández escribe a Palafox desde Aínsa el 12 de junio de 1808 para informarle de que los canónigos de Roda han puesto el dinero para las cuatro compañías que ya están en los puertos y para que sepa que dispone de otras cinco en los pueblos inmediatos a los cantones de Plan y Bielsa, las cuales están preparadas para actuar inmediatamente en caso de alarma.
Rafael Ansoategui, gobernador del castillo de Monzón, recibió órdenes de Palafox para que lo pusiera en estado de defensa y formara compañías. Pero se daba la circunstancia de que Ansoategui había solicitado el traslado a Pamplona, que Murat le concedió el 15 de mayo de 1808, nombrándole al mismo tiempo teniente de rey en Pamplona y designando para sustituirle en Monzón a Felipe Serna, que era coronel agregado al Estado Mayor de Pamplona. El 20 de mayo Ansoategui recibió su nombramiento y el 31 entregó el mando interinamente al sargento mayor Salvador Campos, hasta la llegada de Serna. Palafox negó a Ansoategui el pasaporte para trasladarse a Pamplona porque esto equivaldría a ponerle a las órdenes del francés. Le ordenó que suspendiese el viaje y que con-
tinuase en Monzón, con Campos como gobernador interino. Felipe Serna además había sido rechazado por el pueblo montisonense, que lo consideraba afrancesado. En vista de ello Campos el 3 de junio había escrito a Palafox para que le confirmase como gobernador interino, que es lo que este hizo, desconociendo uno y otro el superior derecho de Ansoategui. Campos inmediatamente organizó dos compañías en Monzón, a las órdenes respectivamente de los capitanes Antonio Pizarro y Francisco Zazurca.
El 3 de junio de 1808 llegó a Monzón el ayudante Pío Ambrós, procedente de Zaragoza, quien venía para ayudar a Salvador Campos en el asunto de las compañías. Campos le explicó que ya tenía dos en Monzón y estaba preparando tres más en los pueblos, y que, aunque disponía de dos cañones de a 1, dos de a 8 y dos obuses, le faltaban artilleros (la palabra obús no tenía, ni tiene, solamente el sentido de bala, sino que era un arma intermedia entre el mortero y el cañón propiamente dicho). Ambrós quedó de jefe de las compañías y Campos de gobernador del castillo.
En Binéfar se formó una compañía al mando de Ángel Ruata y otra con voluntarios de Fonz, mientras que en Binaced se formaron dos, una integrada por voluntarios de la localidad al mando del capitán José Escaned, y otra, con voluntarios de Binaced, Valcarca y Ripoll, a las órdenes del capitán Francisco Castel.
Toda esta organización estaba muy bien en el papel, y aun era sorprendente, pero existía una gran confusión porque las compañías cambiaban con frecuencia su oficialidad, no tenían residencia fija, ya que unas veces eran enviadas a Zaragoza y otras al Pirineo, y toda clase de autoridades interferían en su normal desarrollo. Rafael Ansoategui había quedado sin destino, de lo que el 20 de junio de 1808 se quejó a Palafox. El 6 de julio este le repuso en el cargo de gobernador. Entonces fue Campos el que se molestó, por lo que el 8 de julio pidió ser destinado a Zaragoza.56
En Jaca, bajo la supervisión de Ignacio López Pascual y Francisco García Marín, el teniente coronel José María Crespo procedió a hacer el alistamiento, en la ciudad y su partido, mientras el teniente Francisco Camporredón organizaba la artillería. El 3 de junio de 1808 Palafox nombró comandante del Tercio de Alagón al capitán retirado José Tinoco, que vivía en Alagón, pero al día siguiente le designó gobernador militar y político de Jaca. Tomó posesión el día 8. El 15 de junio se dio por terminada la organización del Tercio de Jaca, el cual pasó por varios nombres hasta que finalmente se adoptó el de Tercio de Valientes Aragoneses del Partido de Jaca Defensores de la Patria. A él quedó agregada la compañía de Alagón, que se había creado en torno a Tinoco. Agustín Caminero se encargó del mando de la ciudadela el 22 de julio de 1808.
De Jaca dependían Torla, Tena y Broto. Agustín Poblador, secretario del boquete de Torla, organizó una compañía de 100 hombres al mando de Melchor de Santamaría. Palafox en julio de 1808 nombró comandante militar del valle de
56. Guirao y Sorando (1995: 31-38).
Tena a José María Verdes y Cabañas, bajo cuyo mando se organizaron varias compañías. En el valle de Broto se formó una compañía a las órdenes de Pedro Laguna, mientras que Jaime Gallán fue nombrado comandante de los paisanos del valle de Broto.57
Jaca era una especie de antemural de Zaragoza y Canfranc lo era de Jaca. Por eso tiene tanta importancia su defensa. De los pasos fronterizos en la zona del Pirineo central el de Canfranc era el más importante. Ya hemos visto a Fernando García Marín en la zona en junio de 1808. En la noche del 17 de junio el comandante francés, situado en Pau, le pidió una entrevista. García Marín dudó mucho antes de aceptarla, porque los ánimos estaban tan excitados que la aceptación podría ser mal interpretada. Aceptó, sin embargo, reunirse con el comandante francés, según le dijo, por cortesía, sin tener nada que pedirle y nada que exponerle en realidad, como confiesa en sus Memorias, porque quería conocer la situación de las fábricas de hierro colado de Urdos y las avanzadillas y proyectos del enemigo. Además no quería aparecer débil ante él. La entrevista tuvo lugar como estaba previsto. El francés hizo algunas proposiciones inadmisibles, cuyo contenido no conocemos y que, según supone Antonio Serrano Montalvo, podrían haber sido las de tratar de convencer a García Marín de la inutilidad de toda resistencia, y también, simplemente, una propuesta de soborno. Adelantó además el francés dos puntos muy concretos: que no se impidiese pastar en los puertos a los ganados de los pueblos vecinos que tenían el derecho o la costumbre de hacerlo y que por ambas partes se retirasen las tropas a seis u ocho leguas de la frontera, quedando neutral el país intermedio. Como si en esa zona no hubiese guerra. Lo que el francés no dice, pero es lo que le mueve, es que la medida mantendría la economía ganadera de la región y además se podría seguir abasteciendo de carne a las tropas, cada vez más importantes, situadas entre Burdeos y Bayona. García Marín rechazó las dos propuestas. Pretende en sus Memorias que el francés reconoció avergonzado que la política de Napoleón se basaba en una usurpación. De ello no hay más fuente que su propia afirmación, lo que la hace bastante improbable.
De junio a octubre de 1808 realizó varias operaciones sobre el territorio enemigo. Las nieves impidieron todo movimiento después de octubre. El 10 de julio de 1808 se le nombró oficialmente jefe de la 1ª Compañía de Voluntarios de Jaca, creada el 15 de junio de 1808 y llamada más tarde 1er Tercio de Jaca. Cuando García Marín se hizo cargo de ella contaba con 700 hombres. A ellos se añadió el 1er Batallón de Voluntarios de Huesca, con unos 300 hombres, que había fundado Pedro Ena. Estos soldados carecían completamente de experiencia y preparación militar, pero hay que reconocer que sus jefes, en las difíciles circunstancias de la frontera, supieron sacar de ellos mucho partido. Aunque no se refiere concretamente a este punto, conviene citar aquí la opinión de un testigo, miembro del ejército sitiador de Zaragoza, con vocación de hispanista:
57. Ibídem, pp. 25-26.
Los aragoneses, sobre todo los que habitan cerca de los Pirineos, casi todos contrabandistas, tiran muy bien, son muy ágiles y están habituados a una vida errante y penosa; estos hombres se convierten pronto en soldados. Hacia Valencia el pueblo tiene menos energía.
Emite esta opinión porque se les ha informado de que se preparan levantamientos patrióticos en todo Aragón.58 Las tropas francesas, situadas al otro lado del Pirineo, eran superiores en número y en veteranía.
Los españoles situaron en Oloron a dos agentes de su nacionalidad y un espía francés, encargados de recoger, en una línea desde Burdeos a Toulouse, toda clase de noticias y de periódicos, que se enviaban al cuartel general de Palafox. Además se creó un sistema de escuchas, que se introducían diariamente en el territorio enemigo para avisar de sus posibles movimientos. Las tropas francesas se apoyaban en el Somport, y contaban con una posición avanzada en Peyranera. El abigeato va a resultar muy importante en esta zona geográfica, como en otras. El 29 de junio de 1808, antes de que los franceses retirasen sus ganados de la zona fronteriza, 150 hombres, partiendo de la venta de San Andrés y rebasando la venta de Peyranera, se apoderaron de 2000 cabezas de ganado lanar y caballar, junto con 350 arrobas de lana, e hicieron prisioneros a los pastores, previamente armados por el mando francés. Este botín fue enviado a la intendencia militar de Jaca. Al éxito contribuyeron también los alcaldes del valle de Gistaín, que habían tomado medidas para la defensa del puerto de Plan.59
Para el 15 de agosto, con motivo del cumpleaños de Napoleón, los franceses preparaban un golpe de mano contra dos cañones y dos obuses españoles situados en la posición llamada la Espelunca. Funcionó admirablemente el sistema de espías de Oloron, por lo que García Marín, advertido, pudo diseñar una gran operación militar (grande en pequeño, diría yo) que hizo huir a los imperiales hasta Urdos. Otra acción, de la que no se da fecha precisa, consistió en la destrucción de las instalaciones de esta localidad. García Marín preparó bien el ataque: dos horas antes del amanecer se situó en el Somport, habiendo previamente dividido su fuerza en dos grupos, uno de apoyo y otro de ataque. Rebasó Peyranera y llegó a Urdos, cuya guarnición, compuesta por 30 hombres, huyó. García Marín incendió cinco almacenes, demolió o voló los demás edificios, así como la maquinaria y los canales de fundición,60 e hizo algunos prisioneros, a los que llevó a territorio español. Entre estos se contaba la mujer del director de la factoría, a la que cuando todo acabó dio libertad, y la escoltó para mayor seguridad, como si se tratase de un romance morisco. El botín no fue tan poético, pero sí importante: herramientas, ollas de campaña y varios quintales de hierro y cobre, fundidos en barras, que fueron enviados a la maestranza de artillería. El paso de la fron-
58. Daudevard (1908: 29 y n.). Aunque aquí aparece con v, el apellido correcto de este autor parece ser Daudebard. 59. Buesa (2000: 271). 60. La hazaña se cuenta también en la Gaceta de Zaragoza, 91, 1 de noviembre de 1808.
tera al volver no fue fácil, debido al hostigamiento de los franceses, que ya se habían percatado del atrevimiento español. Otra acción, antes de que García Marín fuese requerido en Zaragoza, consistió en la destrucción de la venta de Peyranera, el punto más avanzado de los enemigos.61 La Gaceta de Zaragoza menciona unos ataques franceses en Canfranc, que habrían tenido lugar el 5 de septiembre de 1808, y una relación de la proclamación de Fernando VII en Ayerbe, el 4 de septiembre de 1808.62
También la comarca de las Cinco Villas había comenzado a ponerse en estado de defensa. A ella pertenecían entonces los pueblos de Sos, Ejea de los Caballeros, Tauste, Uncastillo, Sádaba, Echo y Ansó. Se creó la Junta Corregimental, cuyo secretario fue Mariano Salvo y vocal el corregidor interino Vicente Bardají. De Zaragoza llegó la orden de formar en Sos un tercio, que sería llamado precisamente de las Cinco Villas. Un suceso, uno de los puntos más oscuros del capitán general Palafox, vino a perturbarlo todo. Gobernador de las Cinco Villas y encargado de la organización del tercio era Rafael Pesino Pesino, antiguo profesor de la Academia de Artillería de Segovia, y como tal hombre de ciencia a la vez que militar. Bajo una vaga acusación de afrancesamiento, fue arcabuceado el 26 de julio de 1808. Luis Villava, conocido crítico de las actuaciones de Palafox, califica a Pesino de «Jefe digno y acreditado que en nada delinquió». En 1817, a solicitud de los hijos de este, se buscó el proceso, pero no apareció. Nadie sabe quién intervino en la causa; los supuestos jueces negaron haber tenido nada que ver con ella. Palafox recordaba que firmó la sentencia de muerte conformándose con lo que se le presentaba, pero sin poder saber en qué se basaba. Acaso haber estudiado a Newton se tomó como traición.63 Vicente Bardají continuó con las tareas de organización de los voluntarios, y con ellos y los 200 hombres que había logrado reunir para el tercio pensaba interceptar las correrías que hicieran los franceses, o que ya estaban haciendo, a base de pequeñas partidas. El 4 de julio de 1808 ordenó al capitán Francisco González que interceptase un convoy francés de bombas que marchaba de Pamplona a Zaragoza, pero inexplicablemente la partida pasó sin ser molestada. González regresó a Sos y fue enviado a Zaragoza. Vicente Bardají se quedó en Sos con 6 jinetes y 40 soldados del batallón ligero de Tarragona, uno de ellos el capitán José Chacón, que en 1809 se pasaría al enemigo. Poco se podía hacer con tan exigua tropa, por lo que Bardají decidió dedicarse a la recolección de la cosecha. Palafox le convenció para que siguiera, pero se llevó a sus hombres a Zaragoza. Ya en junio, Bardají se unió con Andrés Eguaguirre, siempre con la misión de interceptar los convoyes de bombas que de Pamplona pasaban a Zaragoza. Su historia inmediata corresponde a Navarra, con escaso éxito, porque no hubo entendimiento entre los jefes. Los franceses atacaron Sos en repetidas ocasiones, pero fueron rechazados, la última vez el 23 de julio de 1808.64
61. Serrano Montalvo (1954). 62. Gaceta de Zaragoza, 79, 20 de septiembre de 1808, pp. 763-769. 63. Cf. la voz correspondiente en mi Diccionario biográfico aragonés (Gil Novales, 2005). 64. Guirao (2007: 77-80).
Siguiendo las instrucciones de Palafox, el Ayuntamiento de Ejea acordó el alistamiento y la confección de escarapelas el 2 de junio de 1808. Al día siguiente por la noche ya tenía 250 hombres, de ellos 142 voluntarios y 108 forzosos. El Concejo de Tauste, cuyo alcalde era José Clesa, formó tres compañías. Las dos primeras estuvieron a las órdenes del teniente del Regimiento de Voluntarios del Estado Juan Mediavilla, huido de Madrid, y la tercera fue mandada por el sargento de guardias españolas Bernardino Ruiz.65
El alcalde corregidor de Benabarre comenzó el alistamiento en el partido por compañías, primero los solteros y después los casados. El 13 de junio de 1808 Palafox nombró comandante de armas de Benabarre a Ramón Garcés, quien prosiguió la tarea. De esta manera se organizaron seis compañías: dos en Benabarre mismo, al mando de Marcos Antonio Zaidín y Antonio Castillón; una en Tolva, que se distinguiría en Zaragoza; otra en Peralta de la Sal, que durante todo el verano de 1808 estuvo en Benasque, y otras dos compañías en Arén. El alcalde de este pueblo, Manuel Escala, realizó el alistamiento el 17 de junio de 1808 y armó a los 200 voluntarios que se presentaron con 300 fusiles que conservaba desde la guerra anterior, es decir, la de 1793, y aún le sobraron 105. Ramón Garcés le pidió que se los entregara, pero Escala se negó, alegando que quería armar incluso a los menores de edad. Palafox le dio la razón.66
Fraga había comenzado sus preparaciones cuando el 5 de junio de 1808 recibió un oficio de la Junta de Lérida en el que se pedía urgentemente ayuda, pues venía una fuerza francesa con el objetivo de conquistar Fraga, Lérida y Zaragoza. En la noche del 6 salieron todos los mozos solteros alistados, al mando de Domingo María Barrafón Viñals de Foix y Pérez, personaje que llegó a los más altos destinos en un sentido absolutista moderado.67 Al llegar a Alcarraz fueron avisados de que Lérida estaba ya a salvo, pues la columna francesa que la amenazaba había sido derrotada en el Bruch. En ausencia de Barrafón se detuvo a todos los ciudadanos franceses presentes en Fraga. Se encomendó la instrucción de los voluntarios al teniente de caballería retirado Raimundo Fitzgerald. Y se dio aviso a Mequinenza, para que no se descuidase. Allí, justamente en la confluencia del Ebro y del Segre, existía un castillo considerado inexpugnable.68 Su gobernador era Pedro Navarro, que se hallaba enfermo en los primeros días de la insurrección, no obstante lo cual el 7 de junio se ofreció a Palafox y volvió a escribirle el 16 para señalarle las excepcionales condiciones defensivas de la fortaleza, que había sido visitada todos los años por un ingeniero con el fin de reparar lo que hiciese falta en la estructura material. Sin embargo, Navarroavisaba de que el
65. Guirao y Sorando (1995: 20). 66. Ibídem, p. 39. 67. Cf. Labara (1994) y Gil Novales (2005). 68. Sobre Mequinenza Manuel Isidoro Ased Villagrasa publicó un ensayo geográfico-histórico, en la Gaceta Nacional de Zaragoza, 54, 14 de junio de 1810. Al tratarse de un afrancesado, no ha tenido mucha difusión. Cf. Gil Novales (2005: s. v.). Una buena descripción del castillo en Madoz (18451850: s. v. Mequinenza). En su tiempo el castillo presentaba un estado miserable. Véase también Priego (1972-1981: IV, 163-164).
castillo carecía completamente de cañones, fusiles, pólvora y pertrechos de guerra, pues todo se había enviado a Tortosa hacía algunos años.
También en Bujaraloz se tomaron medidas defensivas, entre ellas la detención de 45 franceses el 3 de junio, y otros 8 el 7, que al parecer huían de Zaragoza. El 11 de junio de 1808 Palafox ordenó a la Compañía de Tiradores Voluntarios Aragoneses, creada y mandada por Gregorio Reinoso, que se uniese a la fuerza del teniente coronel Tomás Riaño para guardar los pasos del Ebro desde El Burgo hasta Pina. Pero, como solo había unos diez o doce tiradores, se les unió una partida de 33 suizos al mando de Adrián Walker. La compañía estuvo en los vados hasta julio de 1809, fecha en la que pasó a Zaragoza; después del primer sitio fue disuelta y gran parte de sus componentes se integraron en el batallónde Doyle.69
Según las previsiones de Felipe Perena los tercios de Huesca el 12 de julio de 1808 se hallaban distribuidos así: 1er tercio: la 1ª compañía en Biescas, la 2ª en Torla y de la 3ª a la 10ª en Sallent de Gállego; 2º tercio: 1ª compañía en Santa Cilia de Jaca, la 2ª en Jaca, la 3ª en Sallent de Gállego y de la 4ª a la 10ª también en Jaca; 3er tercio: la 1ª compañía en Torla, la 2ª en Bolea y las demás en fase de organización en Huesca.
Jerónimo Rocatallada comunicó a Palafox el 12 de julio de 1808 que en Echo y Ansó había entre 60 y 80 franceses que solían acudir todos los años en el mes de mayo para trabajar en la elaboración del queso tradicional de estos valles y retornaban a Francia hacia el 16 o el 17 de julio. Las justicias preguntaron si debían encaminarlos por Navarra, ya que por Aragón no resultaba posible, o era preferible que se quedasen, con los consiguientes riesgos.70 Rocatallada se negó a enviar refuerzos a Sos porque, decía, había peligro en la frontera. Sea por esto o por otras razones, empezaron a aparecer anónimos contra él y contra el comandante de Echo. Palafox destituyó a Rocatallada y nombró en su lugar a Domingo Brun, Chandón, quien muy pronto se convertiría en un famoso guerrillero afrancesado.71 Rocatallada asimismo reconocerá a José I.
Por propuesta de Felipe Perena Casayús,72 hecha el 16 de julio de 1808, se constituyó en Huesca una Junta de Gobierno, aprobada por el Ayuntamiento el 18. Individuos natos de ella eran el alcalde mayor, Mariano Lobera y Larrán, como corregidor interino y cabeza del pueblo y partido, el teniente coronel Felipe Perena, con la calidad de comandante actual de armas de la ciudad, y el síndico prior, el general José Bueno. Los demás vocales de eran Vicente Diago, regidor representante del Ayuntamiento, un canónigo por el Cabildo, que no llegó a nombrarse, el capellán Vicente Avellana por las parroquias, Rais, rector de los
69. Guirao y Sorando (1995: 41-43). 70. Arcarazo y Lorén (1994: 25-44). Lafoz (1996: 85- 87). 71. Guirao (2007: 80-81). 72. La biografía de Perena puede verse en Mayor Biel (1911 y 1915). Soliván de Acosta (1993: 19-24) reproduce la respuesta de 1820 al manifiesto de los cursantes de la Universidad de Huesca). Véase también Guirao (1999).
agustinos, por las comunidades religiosas, el caballero José Latre, el labrador Vicente Ponzán y el comerciante Manuel Guillén. Aparte de lo que se dirá de Lobera, Perena y Avellana, carezco de datos de los demás, excepto de Vicente Diago, quien el 4 de septiembre de 1823 fue uno de los firmantes del manifiesto contra la idea de establecer cámaras en España en lugar del sistema de cámara única, que era el de la Constitución de Cádiz.
No es de este lugar contar la historia de los Sitios de Zaragoza,73 aunque sí la participación oscense en ellos. El 19 de junio de 1808 llegó a Zaragoza el monje cisterciense del Monasterio de Piedra fray Teobaldo Rodríguez Gallego, que venía a título de reclutador y comandante honorario del Regimiento de Infantería Fernando VII. Se halló en el primer sitio de Zaragoza y en las operaciones de Navarra como segundo de Perena. Este había preparado en Huesca 3000 hombres, con los que, llamado por Palafox, el 29 de julio de 1808 se dirigió a la capital. Creo importante señalar que Perena, ya en la guerra de 1793, había organizado y sostenido a sus expensas una partida de 220 hombres, conocida por el nombre de Voluntarios de Perena. 74 Conviene advertir que para un militar profesional como era el general Foy, soldados eran los llegados a Zaragoza procedentes de Cataluña, mientras que los de Huesca eran «une foule de paysans armés».75 No obstante, si hemos de creer a Napier, Napoleón con todo su poderío se mostraba temeroso de dar pasos equivocados ante un ejército de campesinos; pero los dio.76 No obstante, a la altura de julio de 1808, antes de la batalla de Bailén, la impresión oficial francesa, y la del propio Napoleón, erala de que se estaba ganando la contienda: solo había que cumplir ciertas normas. Esto es lo que se desprende de algunos documentos franceses dictados por Napoleón, firmados por el general Bertrand y encontrados en el equipaje del rey José en la batalla de Vitoria. Los publica Napier en apéndice. Destaca en ellos, junto al conocimiento detallado, el espíritu engreído, al que a través de los siglos se podría contestar con aquello de «plus grande sera la chute». Recogeré aquí solamente un par de puntos que tienen que ver con el Alto Aragón. Unas Observations addressées au général Savary sur les affaires d’Espagne, del 13 de julio de 1808, terminan con estas palabras:
En cuanto a la división del general Verdier ante Zaragoza, ha cumplido tres cuartos de la misión que se le encomendó. Ha desorganizado a todos los aragoneses, a los que ha descorazonado, los ha reducido a defender las casas de su capital, ha sometido todos sus alrededores, ha puesto sitio a la ciudad, de la que se apoderará sin que el esfuerzo sea demasiado costoso. He aquí el espíritu de la guerra de España.
73. Cf. algunos libros recientes: Guirao (2004a y 2005b) y Lafoz (2005a y 2006). 74. Mayor Biel(1915: 58). Guirao (1999: 28). 75. Foy (1829: IV, 298). Para uno de los adoradores de Wellington, como W. H. Maxwell, solo el ejército inglés merecía su nombre. El español apenas era algo más que peasantry. Cf. Maxwell(s. a. [c. 1850]: 59). Este autor considera que uno de los motivos del fracaso final de España en esta guerra lo tuvo la reunión de las Cortes (ibídem, p. 61). 76. Cf. Napier (1853: I, 38).
Retrato anónimo de Felipe Perena (Museo de Huesca).
En una Note pour le roi d’Espagne (Bayona, julio de 1808), dictada por Napoleón, encontramos los mismos elogios a Verdier y esta observación final:
Aparte de Zaragoza, los rebeldes ocupan la ciudad de Jaca y varios puentes en los valles. En todas las salidas de estos valles hacia Francia hay un general de brigada con una columna móvil. Habrá que esperar la toma de Zaragoza para entrar en esos valles, tanto desde Francia como desde España. En general, el espíritu de los valles es bueno; pero hay en ellos algunas tropas de contrabandistas, a las que los rebeldes han dado cierta formación, y molestan a los habitantes.
Más adelante se repite lo mismo: Aragón sometido, con solo dos batallones, ocho o diez mil insurgentes han sido destruidos o dispersados. En cuanto caiga Zaragoza, todo Aragón quedará tranquilo. «Hará falta sin embargo una parte de las tropas para mantener la provincia; una pequeña parte podrá ayudar a la sumisión de Cataluña». En otra Note sur la position actuelle de l’armée en Espagne (Bayona, 21 de julio de 1808, pero antes de conocerse la noticia de Bailén), se vuelve a elogiar al general Verdier, quien cuenta actualmente con unos 15000 hombres, dos tercios de los cuales quedarán disponibles en cuanto Zaragoza caiga.77 Se ha acusado a Napoleón, con razón, de no haberse dado cuenta de la importancia del sentimiento nacional en España, como más tarde en Alemania. Creía que ante su prestigio y sus recursos todo el mundo se inclinaría.78 Tanta era la fama de sus tropas, después de una serie de grandes batallas, que Taine llegó a pensar que estaban penetradas por un espíritu de grandeza semejante al de España en el siglo XVI (supongo que se refiere a la conquista de América), al de Europa en tiempo de las Cruzadas o al de Arabia cuando apareció Mahoma.79
El 4 de agosto de 1808 los franceses penetraron en Zaragoza y estuvieron a punto de conquistarla definitivamente, pero debido a las circunstancias nacionales no se produjo en esta ocasión la rendición. Palafox tuvo que salir de la ciudad para buscar ayuda, mero pretexto en opinión de Napier, quien insiste en la ignorancia de aquel en cuanto militar profesional. Coincide en cambio Napier con los textos napoleónicos citados más arriba en elogio de Verdier, quien fue capaz de continuar el sitio de Zaragoza y de acabar con la insurrección en Lérida, Barbastro, Tudela, Jaca y Calatayud sin más apoyo que el que pudiera haberle prestado la guarnición de Pamplona.80
Sea como sea, Palafox quería volver a entrar en Zaragoza para levantar los ánimos del vecindario, por lo que el 5 ordenó a Perena que se trasladase a Villanueva de Gállego con 900 hombres y dos cañones de a 4, los artilleros y las municiones correspondientes. Estas tropas se situaron en las alturas de Villamayor. El propósito era lograr el nuevo aprovisionamiento de Zaragoza, para lo que se contaba con un grueso convoy enviado por Barbastro: 100 carros y 600 caballerías
77. Napier (1853: I, 433-446). 78. Taine (1901: IX, 53). 79. Taine (1901: X, 190). 80. Napier (1853: I, 43).
mayores, con víveres y municiones, y 2000 hombres de escolta. En la operación había participado fray Teobaldo Rodríguez, comisionado por Palafox, quien lo nombró comandante del Tercio de Barbastro. Para evitar una sorpresa del enemigo el propio Palafox salió a recibir el convoy, con el que volvió a entrar en la ciudad el 8 de agosto de 1808. El batallón de Perena se había situado el 6 de agosto de 1808 en el Arrabal81 y el 7 el convoy de socorro llegó a Villamayor. El mismo día Pedro Villacampa fue nombrado sargento mayor del 1er Tercio de Huesca, después de participar en la operación con las tropas procedentes de Barbastro.82 El 10 Perena se hallaba en las alturas de San Gregorio.83 Luego se trasladó a Escuer, donde estuvo hasta el final del sitio. Tan importante fue el socorro barbastrense que a partir de entonces se consideró que Zaragoza se había salvado. Efectivamente, el primer sitio terminó el 14 de agosto de 1808, en virtud de la orden de retirarse que había recibido Lefebvre. Palafox pidió a las autoridades de Barbastro que organizasen un batallón, lo que hicieron con las compañías de voluntarios que defendían Plan y Bielsa, y con jóvenes del propio Barbastro. Al batallón se le dio el nombre de Pardos de Aragón. 84
El 27 de agosto de 1808 se proclamó solemnemente en Huesca a Fernando VII, según acuerdo que se había tomado el día 2. Hubo tres tablados y una procesión cívica con el pendón real por las calles de la ciudad. Unos días después, el 4 de septiembre, Ayerbe proclamó también a Fernando VII, según la Gaceta de Zaragoza. 85 Al retirarse los franceses de Zaragoza cayeron de improviso en Zuera sobre las tropas de Perena y las derrotaron. Los Pardos de Aragón, advertidos, pudieron evitar la derrota internándose en la sierra de Alcubierre. Después la mayoría de ellos pasó a Cataluña para continuar allí la lucha.86 A comienzos de septiembre Palafox nombró gobernador militar y jefe político interino de Huesca al coronel Jerónimo de Torres Jimeno, que se distinguiría, lo mismo que su hermano mayor Antonio, en los Sitios de Zaragoza, y los dos serían llevados prisioneros a Francia. Sin que tenga nada que ver específicamente con su nombre, en el Alto Aragón se empieza a notar la gravedad de la situación económica.
El 5 de septiembre de 1808 se celebró en Huesca un Ayuntamiento extraordinario en el que se habló de la escasez de vino y de la falta de tabernas en la ciudad. No era el vino artículo de lujo, sino de primera necesidad, y más en el contexto de la guerra. Había que acudir con donativos, préstamos o impuestos extraordinarios a socorrer a los ejércitos en campaña, lo que, repitiéndose una vez tras otra, acabaría arruinando completamente a la ciudad. El 16 de septiembre, si no estoy equivocado, llegó la primera orden de este tipo: el intendente exigía la donación de cuantas camisas fuera posible, porque los soldados están desnu-
81. Cit. por Faustino Casamayor en su Diario (cf. Casamayor, 1908: 124). 82. Baso (1959). Guirao (1999: 66-67 y 2005a: 24). 83. Torres-Solanot (1996: 71). Casamayor (1908: 133). 84. Casasnovas (1915). 85. Gaceta de Zaragoza, 79, 20 de septiembre de 1808, pp. 763-769. 86. Casasnovas (1915: 146).
dos. El depositario de propios, Juan Azlor, se encargó del asunto. Cinco días después, el 21, se recibió la orden de acopiar, por el momento, 5000 cántaros de vino con destino al ejército de Navarra. El día 27 se tomó el acuerdo de exigir una contribución especial a favor de los tercios de Perena, en la que debían participar todos los partidos comarcales. La cantidad ascendía a 478500 reales de vellón. El Ayuntamiento de Huesca protestó, dada la situación de penuria que padecían tanto la ciudad como su partido. El 7 de octubre se aclaró que el socorro de las tropas del partido de Huesca debía repartirse entre todos los vecinos.87 En este mismo mes de octubre de 1808 volvió a abrir sus puertas la Universidad Sertoriana, a pesar de que la mayor parte de sus alumnos se habían inscrito en los tercios de voluntarios, en los que han formado el llamado Batallón Literario de Huesca. 88
La guerra estaba ocasionando un trasvase de poblaciones del que tenemos algunas referencias concretas. El 10 de agosto de 1808 apunta Casamayor que el pueblo de Zaragoza había disminuido bastante, porque muchos habitantes, sobre todo aquellos que vieron sus casas ocupadas por el enemigo, se habían ido marchando poco a poco a Huesca y Alcañiz.89 Poco después, el 19, indica que, antela destrucción del convento de Capuchinas,90 las religiosas habían sido trasladadas a Huesca.91 Él mismo, el 29 de noviembre de 1808, cita la orden de trasladar a Monzón a todos los presos de las reales cárceles, sin más excepción que el conde de Fuentes y dos más.92 La caída de Zaragoza produjo naturalmente la huida de quienes pudieron escapar. Es difícil saber cuántos pasaron al Alto Aragón, algunos meramente de paso, como se cuenta de la condesa de Bureta, que pasó por las tierras oscenses camino de Cádiz.93 A mediados de 1811, tras la caída de Tarragona en manos francesas, Suchet calculaba que unos 2800 combatientes catalanes habían huido al Alto Aragón. Algunos vendían sus armas para comprar alimentos y otros, una vez desarmados, fueron arrestados. Los hubo también que en cuanto pudieron regresaron a Cataluña, aunque las terribles condiciones del éxodo hicieron que la muerte se cebase en ellos. Pero también se sabe que muchos se incorporaron a las partidas guerrilleras, sin que sirvieran de nada los decretos de los ocupantes prohibiendo estas prácticas. Concretamente, en el caso delos catalanes, se sabe que entraron en la partida de Espoz y Mina y en otras del norte de Aragón.94
Mientras tanto había proseguido el proceso político español con la instauración de la Junta Central en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808, proceso en el
87. Archivo del Ayuntamiento de Huesca, Actas Municipales, en los días indicados. 88. Guirao (1999: 67-68). 89. Casamayor (1908: 134). 90. Al pequeño convento de Capuchinas se refiere Belmas (2003: 97). 91. Casamayor (1908: 152). 92. Ibídem, pp. 166-167. La suerte que pudiera tocar al conde de Fuentes preocupaba extraordinariamente a Junot, de quien era amigo íntimo. Palafox lo protegía, pero los avatares de la guerra podían serle fatales. Cf. Abrantès (s. a.: II, 158-159). 93. Mora (1945: 240-241). 94. Alexander (1985: 98).
que muy poco participó el Alto Aragón, a no ser a través de las actividades de la Junta de Aragón y parte de Castilla, que así se llamaba, y los representantes nombrados para el conjunto de Aragón y para la misma Junta Central. Naturalmente, las consecuencias se dejarían notar en todo el territorio. Contrasta con esta realidad el hecho de que el mito de la legislación antigua de Aragón fuese ampliamente utilizado como alegato ideológico para la nueva Constitución, la de Cádiz de 1812.95 El 26 de agosto de 1808 Palafox había nombrado como representantes de Aragón en la Central al conde de Sástago (Vicente Fernández de CórdobaAlagón y Glimes de Brabante), al brigadier Francisco Palafox y al intendente Calvo de Rozas. Pero, como solo podían ir dos, optó el 5 de septiembre por quitar al primero, al que destinó a la Junta de Aragón, que presidía Valentín Solanot. A pesar de que Palafox trató de dorar la píldora a su primo Sástago, la reacción de este fue en primer lugar no obedecer y atacar en carta privada del 9 de septiembre al intendente, con el argumento de que
Dn. Lorenzo Calvo no tendrá voto en ella [en la Junta Central], por no ser sujeto de las calidades que se requieren para Diputado de una Junta a la que concurren las Primeras Personas de la Grandeza; y que estas no podrán mirar con indiferencia la preferencia que V. E. quiere darle, sin embargo de la diferencia que hay de uno a otro, cosa que no se oculta a los ojos del Público.
Es decir, defendía una posición de casta. Bajo la firma Primo Pepe, Palafox contestó, sin fecha, argumentando la competencia probada de Lorenzo Calvo y las pasadas confianzas de Sástago con Godoy y con el Gobierno anterior. Sástago replicó el 14 de septiembre con un oficio en el que presentaba su dimisión como vocal de la Central, no sin lanzar un nuevo dardo «a la intimidad de Calvo con [Pedro] Lapuyade y Cabarrús de que soy testigo». Intimidad, naturalmente, antes de que estos se afrancesasen. Comenzó así una larga lucha que iría creciendo con el tiempo: Calvo de Rozas por la eficacia y la democracia; sus enemigos por el privilegio.96
El 8 de octubre de 1808 el Ayuntamiento de Huesca plantea la primera reivindicación de orden económico, primera en el tiempo, hecha en nombre de todos los pueblos de su partido. En carta de esa fecha, dirigida al gobernador,97 se refiere a la orden del mismo del 29 de septiembre de 1808, idéntica a la que se mandó al gobernador de Jaca, para que cada partido apronte por repartimiento las raciones que se indican para el mantenimiento de los tercios que guarnecen el Pirineo. Al partido de Huesca le corresponden 1300 hombres, y su importe en raciones para los cuatro primeros meses asciende a 478500 reales de vellón, de
95. Cf. Dufour (1989: 123). Sobre el tema, cf. Gil Novales (2008a: LIII-LXV). 96. Cf. Longás (1912: 3-14). En este libro se publican también los documentos referentes a la Junta Superior de Aragón, 2 de octubre de 1809 – 9 de mayo de 1810, pp. 140-234. Lafoz (2007) prolonga la investigación hasta 1813. 97. Desde el 4 de septiembre ejercía el cargo Jerónimo Torres.
los cuales a la ciudad de Huesca le tocan 104472 reales y 17 maravedíes. Se ordena al mismo tiempo el ingreso inmediato. El Ayuntamiento, que todavía no ha terminado de cobrar la contribución ordinaria de todo el año, hace saber que le es totalmente imposible. Los pueblos han manifestado siempre el mayor entusiasmo en el amor por el rey y por la patria, todos los habitantes capacitados para ello se han presentado a tomar las armas, «han sufrido «privaciones, subidas de jornales y de precios de comestibles en un año de sequía y falta de cosechas» y han aprontado solo en Huesca por donativo voluntario más de 400 cahíces de trigo y otros granos, y también camisas y otras especies, «al mismo tiempo en que se ven en los mayores apuros para afrontar la contribución ordinaria e importes de la sal y bulas». Por ello el Ayuntamiento cree que es mucho mejor solicitar las aportaciones voluntarias de los vecinos que imponer una contribución especial forzosa. Si no se hace así, menguará el espíritu público, con grave riesgo para los intereses también públicos. Recuerda todavía que «los pueblos ya en esta época se ven reducidos a la mayor miseria y apenas se encontrará uno que otro vecino que, hecha la sementera, pueda comer con su cosecha».98
Terminado el primer sitio de Zaragoza, la Junta de Gobierno de Huesca hace balance de los efectos enviados a la capital, según los recibos que se indican y sus fechas, todas entre el 8 de agosto y el 22 de septiembre de 1808. Lo que se remite es trigo y harina, preponderantemente, y también judías, arroz y tocino. Copiaré aquí tan solo el montante en dinero: 2409 reales de vellón y 14 maravedíes, 2007 reales y 28 maravedíes, 2409 reales y 14 maravedíes, 7846 reales y 13 maravedíes, 3087 reales y 2 maravedíes, 3001 reales y 26 maravedíes, 3011 reales y 26 maravedíes, 677 reales y 22 maravedíes, 2267 reales y 4 maravedíes, 3011 reales y 4 maravedíes, 722 reales y 28 maravedíes, 3803 reales y 24 maravedíes, 781 reales y 26 maravedíes, 1878 reales, 5538 reales y 22 maravedíes, 3885 reales y 6 maravedíes, 3704 reales y 16 maravedíes, 3614 reales y 4 maravedíes, 2800 reales y 32 maravedíes, 3614 reales y 4 maravedíes, 903 reales y 18 maravedíes, 3794 reales y 28 maravedíes, 3011 reales y 26 maravedíes, 377 reales y 18 maravedíes, 3201 reales y 24 maravedíes y 8686 reales y 18 maravedíes.99 Ignoro si estas cantidades, que representan en conjunto una fuerte suma, se reintegraron o no.
El 10 de octubre de 1808 llegó a Zaragoza el general inglés Sir Charles William Doyle, quien en seguida intimó con los Palafox y con la condesa de Bureta. Fue el creador de los llamados Tiradores de Doyle, que pronto actuaron también en el Alto Aragón. El 7 de febrero de 1809, en carta a Francisco de Palafox, se mostraba contrario a defender Huesca, ya que su idea era la de reunir con sus tiradores a todas las tropas que andaban dispersas y dar un solo golpe capaz de salvar a la «invicta capital de Aragón».100 El tercio de Huesca, man-
98. Documento del Archivo Municipal de Huesca, publicado por Guirao y Sorando (1995: 243-244). 99. Archivo Municipal de Huesca, documento de 1809, sin más fecha (Guirao y Sorando, 1995: 239-240). 100. Pano (1909).
dado por Perena y Villacampa, se distinguió junto con otros voluntarios de Aragón en la acción de Olaz, cerca de Sangüesa (27 de octubre de 1808), batalla librada a las órdenes de Juan O’Neill, comandante de la división de la derecha. Juan O’Neill envió una carta a Palafox (Sangüesa, 24 de octubre de 1808) según la cual los enemigos concentraron todas las tropas de Monreal y Salinas ante Nardués con idea de atacarlo y saquear el pueblo de Aibar. Se presentaron en cinco columnas de 800 hombres cada una, con dos cañones. Comenzaron el ataque a las ocho de la mañana. O’Neill se dirigió a Nardués con el resto del 1er batallón de voluntarios de Huesca y el 1er Tercio de Huesca, el 4º tercio de voluntarios aragoneses, el 1er regimiento de voluntarios de Murcia, un batallón del 2º de Valencia y 50 caballos de dragones del rey. Al no poder resistir, las avanzadas de O’Neill se retiraron a Aibar. Este decidió atacar a las tres de la tarde: envió por Leache al comandante de voluntarios de Aragón Pedro Gasca y al sargento mayor del Tercio de Huesca Pedro Villacampa, con 400 hombres, y por Olaz al coronel Felipe Perena con el resto de voluntarios de Aragón y Huesca, sostenidos por los demás. La acción fue ardorosa en extremo: los nuestros se apoderaron de un bosque que domina Olaz, y entonces los enemigos, temiendo ser envueltos, abandonaron Nardués y se retiraron a Monreal. La pérdida propia fue de 8 muertos y 14 heridos, del batallón 1º de voluntarios de Aragón y del Tercio de Huesca; la del enemigo pasó de 200, según contaron los bagajeros que aprovecharon la confusión para venir a nuestras líneas.101 Una carta procedente de Ansó, publicada en la Gaceta de Zaragoza, ataca a los roncaleses, que en plena guerra seguían comerciando con los franceses, con gran beneficio propio, hasta que un día en Oloron les quitaron los mulos y su carga y los hicieron presos, entre ellos a un hijo de Gambra y a su escribiente. Pero luego todo se desmiente: no es verdad que Gambra fuera hecho prisionero y tampoco que los roncaleses no fueran patriotas.102
A solicitud de Perena, el 8 de noviembre de 1808 Palafox ordenó que el tercio de Huesca se llamase en adelante 1er Batallón Ligero de Huesca, y que se formase un segundo batallón con las restantes tropas del partido oscense. Al frente del primero quedó Villacampa, y el coronel designado para crear y organizar el segundo fue Perena. El cambio de denominación se debió a los beneficios y privilegios que conllevaba formar parte del ejército regular.103 Perena y Villacampa tomaron parte en la batalla de Tudela (23 de noviembre de 1808), es decir, experimentaron la amargura de la derrota, aunque no fuera por su culpa. Un texto patriótico del primer centenario de la guerra de la Independencia sitúa a Perena llegando a Zaragoza el 26 de noviembre de 1808; allí reunió a los restos de su batallón,«enterándose con alegría de que sus voluntarios conservaban los fusiles».104
101. Gaceta Extrardinaria de Zaragoza, 17, 27 de octubre de 1808. La carta fue reproducida en la Gaceta de Zaragoza, 90, 29 de octubre de 1808. 102. Gaceta de Zaragoza, 92 y 95, 5 y 8 de noviembre de 1808. 103. Guirao (1999: 70-72 y 2005a: 30). 104. Heroísmo aragonés, p. 5.
El 30 de noviembre de 1808 Perena tomó parte en una junta de generales cuya misión fue tomar las medidas urgentes que la situación requería.105
Mientras tanto, Napoleón había ocupado Madrid, donde el 9 de diciembre de 1808 pronunció aquellas célebres palabras: «Vuestros nietos me reconocerán como su regenerador».106 Los españoles tenían que luchar también contra esta pretensión. Villacampa asumió el mando del 1er batallón de Huesca el 20 de diciembre de 1808.107 Al día siguiente, el 21, empezó el segundo sitio de Zaragoza. Napier observó que el terreno en torno a la capital ofrecía excelentes proporciones a los españoles: montañas en el norte y dos plazas de armas en el sur, Mequinenzay Lérida, en fácil comunicación con Valencia y Cataluña. Los franceses recibían sus aprovisionamientos de Pamplona, pero su línea de comunicación, que discurría por Alagón, Tudela y Caparroso, era atacada continuamente por los insurgentes. Alagón, en una espaciosa llanura, entre la ribera derecha del Ebro y la izquierda del Jalón, cerca de la confluencia de ambos ríos, estaba amenazado desde Épila y La Muela, y Tudela desde las alturas de Soria. El marqués de Lazán había llevado a 5000 catalanes a la sierra de Alcubierre, al este de Ebro, y puso en torno a cuantos campesinos armados pudo encontrar en todos los valles desde este punto hasta Sangüesa. Su línea era muy extensa, desde Villafranca en el Ebro hasta Zuera en el Gállego, y le permitía acosar a los convoyes franceses procedentes de Pamplona. El mando francés distribuyó 2000 ó 3000 hombres entre Tudela, Caparroso y Tafalla, algunos más en Alagón y Monzalbarba, con 600 caballos, y lo mismo se hizo para vigilar los pasos de La Muela. El 22 de enero de 1809 Jean Lannes, duque de Montebello, que había estado muy enfermo, se reincorporó a su puesto, y todo mejoró en el lado francés. Dispuso que Mortier atacase a Lazán, derrotó a los patriotas en Zuera y ocupó la plaza. Luego los empujó hacia Perdiguera y Nuestra Señora de Magallón, donde volvió a derrotarlos. Así los franceses se extendían en un semicírculo que iba de Huesca a Pina, en el Ebro, y que, atemorizando a los habitantes, les daba mayor capacidad de maniobra.108
Se da la circunstancia de que ni Perena ni Villacampa habían tenido tiempo suficiente para organizar sus unidades. En adelante, mientras duró la guerra de la Independencia Villacampa luchó en Zaragoza109 y, fundamentalmente, en el Bajo Aragón.110 El 2 de enero de 1809 Perena salió de Zaragoza con sus voluntarios y otras tropas para hacer un reconocimiento por la parte del Gállego, pero lo que se vio es que el enemigo era más fuerte de lo que se creía.111 El 24 del mismo mes se hallaba en los altos de Leciñena.112 Según se dice, desde Huesca se oía el cañoneo de Zaragoza, lo que parece un poco exagerado, aunque no podía precisarse si se
105. Casamayor (1908: 167). 106. Cit. por Taine (1901: IX, 231). 107. Guirao (2005a: 31). 108. Napier (1853: 370-377). 109. Pudo escapar de Zaragoza el 31 de enero de 1809 (Heroísmo aragonés, p. 26). 110. Baso (1959: 193-208). 111. Casamayor (1908: 193). 112. Ibídem, p. 204.

Santuario de Nuestra Señora de Magallón, en Leciñena (foto: Fernando Alvira Lizano).
trataba de tiros de cañón o de bombas. Mucha gente se dirigió hacia Leciñena para acudir a la defensa de Zaragoza, con Felipe Perena y «con un monje bernardo que es coronel» (sic: fray Teobaldo Rodríguez) y se halla en Alcubierre. El 12 de enero «llegaban 6 violentos de Jaca con sus correspondientes municiones, y así que nada temen». Aquí la palabra violento tiene un sentido específico que no conozco.113
Fray Teobaldo Rodríguez, siempre de acuerdo con Felipe Perena y siguiendo las indicaciones de Palafox, el 24 de diciembre de 1808 envió un destacamento a Lanaja y se dedicó a reunir a los pocos dispersos que se encontrasen en la orilla izquierda del Ebro, en la región montañosa y en el río Cinca, a fin de parar el avance de las tropas francesas y auxiliar a Zaragoza. Conocía muy bien fray Teobaldo el valor de los veteranos, pero cuando no los había no quedaba más remedio que reclutar a toda clase de paisanos entre dieciséis y cuarenta años de edad. Sus órdenes tuvieron más efecto en los Monegros y en los partidos de Huesca y Barbastro que en otros puntos. Los primeros «voluntarios» (así se les denomina), llamados el 21 de diciembre y vueltos a llamar el 25, procedían de Robres, Senés de Alcubierre, Torralba, Tardienta, Barbués, Torres, Almuniente y Grañén: fueron llevados a cubrir la sierra de Alcubierre en unión con los de Farlete, Lanaja, Lalueza, Sariñena y Poleñino, que habían sido llamados el 25. Los pueblos situados al noreste de la sierra, Lanaja, Robres, Senés y Torralba, formaban el centro de la línea, mientras que la hoya de Sariñena constituía la retaguardia y a la vez la vía de comunicación con los partidos de Barbastro y Lérida. La vanguardia se situaba al sur de la sierra, en el santuario de Nuestra Señora de Magallón, en Leciñena, y en Perdiguera. Fray Teobaldo tenía su centro en Alcubierre, mientras que Perena, desde el partido de Huesca, extendió su área de influencia por Tardienta hasta el sur de la sierra de Alcubierre, enlazando a finales de enero de 1809 con las vanguardias de Leciñena y Pertierra.114 Daudevard, con cierto inevitable matiz de superioridad, reconocía que pasaron momentos de gran inquietud:
Los habitantes de Huesca, Almudévar y Castejón, unidos a los de Leciñena, Perdiguera y Pina, mandados por el general Perena, tratan de sorprendernos, según parece; se han tomado en nuestra orilla las más rigurosas precauciones. Nos hemos preparado para vadear el Gállego, hemos construido baterías àBarbettes con la mayor precipitación; en fin, acabamos de tener un momento de terror pánico, que no merecían algunos millares de paisanos mal armados, que ciertamente debían tener más miedo de nosotros que nosotros de ellos… Pero nunca se es bastante prudente y aun el exceso de prudencia no es criticable. Por otra parte, nosotros los franceses no pecamos de ese mal. 115
Tenemos un testigo extraordinario, mejor un protagonista, de estas actuaciones en Matías Calvo, nacido en Leciñena en 1792, antiguo estudiante de la Universidad de Zaragoza, que había participado en los disturbios de los escolares contra Godoy en 1808 y después había entrado de lleno en la guerra de la Independencia.
113. Gaceta de Valencia, 74, 27 de enero de 1809. 114. Guirao (1999: 77-78). 115. Daudevard (1908: 30). Cursiva del original.
Se halló en la batalla de Mallén (13 de junio de 1808) y en los dos sitios de Zaragoza. De la capital pudo escapar en enero de 1809 e incorporarse a las fuerzas de Felipe Perena. Con ellas tomó parte en la llamada batalla del Llano (24 de enero de 1809), en la que Mortier derrotó a las unidades reunidas de Perena, fray Teobaldo Rodríguez y Juan Pedrosa (es la misma batalla a la que se refiere Napier bajo el pintoresco nombre de Nuestra Señora del Vagallar).116 La derrota afectó profundamente a Matías Calvo y a todos sus compañeros. Leciñena, su pueblo, fue saqueado, y ardió el santuario de Nuestra Señora de Magallón, que era una especie de lugar mítico de toda la comarca. Para la historia de las ideas y de los sentimientos religiosos en España, el momento es importante. Se dice que Calvo era bastante descreído, pero el patriotismo local era más fuerte que la cosmovisión. El santuario representaba el terruño, una visión encariñada de la propia existencia y de sus raíces. Merodeando después por los restos calcinados, Matías encontró la imagen de la Virgen de Magallón, se la llevó consigo y la entregó a su familia (hoy la ermita ha sido reconstruida y en ella se ha colocado la antigua imagen, objeto otra vez de la renovada veneración de toda la comarca). Matías Calvo de momento se quedó en el monte, pero luego toda la familia se trasladó a Santa Engracia de Perdiguera y no fueron molestados, gracias sobre todo a que el padre, que era médico, curó a un comandante francés del que se hizo amigo. Hacia 1811, Matías Calvo, muerto su padre, se unió a la guerrilla de Espoz y Mina. Volveremos a hablar de él.117
La derrota de los españoles en la batalla del Llano les impidió acudir al socorro de Zaragoza, que no tendría más remedio que entregarse. Fray Teobaldo organizó la defensa de la sierra de Alcubierre para evitar el paso de tropas francesas hacia Lérida y escribió a la Junta de esta ciudad pidiendo refuerzos y municiones. El 26 de enero de 1809 la Junta de Lérida avisó de que enviaba al coronel Juan Baget, antiguo escribano, con 200 hombres, armas y municiones, quien tomaría la ruta de Fraga. Francisco de Palafox, que se encontraba en Mequinenza reclutando tropas para acudir en socorro de Zaragoza, envió el 31 de enero de 1809 a fray Teobaldo algunos refuerzos, municiones y dinero, pero pronto comprendió que todo era inútil. Ninguno de estos movimientos de última hora lograrían salvar Zaragoza.118
Huyendo de los enemigos, la Diputación de Navarra dejó Pamplona y se instaló en Ágreda el 22 de septiembre de 1808, y sucesivamente en Tarazona y Tudela, y el 4 de diciembre de 1808 lo hizo en Huesca, «renovando aquellos lazos fraternales de otros tiempos», dice el marqués de Dosfuentes con una etimología algo atrevida, «cuando la ciudad aragonesa Huesca, Huéscar, daba su nombre a la región llamada por ella Huescaria, con metátesis Heuscaria, nombre que ha pasado a ser el nacional de las Provincias Cántabro-Vasconas, que hoy se llaman Éuscaras y todavía hablan la lengua ibera».119
116. Napier (1853: I, 377). 117. Marcén (2000: 41-92 y 153-157). 118. Guirao (1999: 105). 119. Antón del Olmet (s. a. [1911-1914]: III, 102-103).