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La crónica del nacimiento de nuestra nación
SANTO DOMINGO. Martes, 27 de febrero. Falta poco para las 11 de la noche. Un grupo de hombres y mujeres está congregado en la Puerta de la Misericordia. José Joaquín Puello y Francisco del Rosario Sánchez ya habían hecho el trabajo estratégico para neutralizar alguna reacción adversa, al menos por el momento, y colocar el apoyo militar en lugares claves, como el puerto y la Puerta del Conde.
De pronto, una fuerte y reconocida explosión, un trabucazo, pone a todos en atención. El disparo al aire fue hecho por Matías Ramón Mella, no se sabe si de manera intencional, para espantar las dudas de algunos que ya se dispersaban, o por accidente.
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El grupo empezó a aclamar vivas. Alguien gritó: - ¡Dios, Patria y Libertad! Arenga que fue respondida con un: ¡Viva Juan Pablo Duarte!
La suerte está echada. Se acaba de proclamar el nacimiento de la República Dominicana y la separación de Haití.
Sin resistencia
La jefatura haitiana, dirigida por el general Henri Etienne Desgrotte, comandante de la plaza y Común de Santo Domingo, parece ponerse en alerta ante la sorpresa. Ordenó a uno de sus ayudantes, el coronel
Deo Hérard, hijo del presidente haitiano, que averiguara lo que ocurría. La jefatura se limitó a efectuar un disparo de cañón. Para ese momento se habían enviado emisarios a distintos puntos fuera de Santo Domingo para dar la noticia. De este modo, en El Seibo y Los Llanos se hizo también la proclamación.
Antes de la medianoche, los independentistas estaban en la Puerta del Conde, donde no hubo ninguna resistencia, pues el teniente Martín Girón, comandante del lugar, apoyaba el movimiento. Allí se hizo la proclamación formal de la separación de Haití. En tanto, al otro lado de la ciudad, otro contingente tomó medidas para neutralizar cualquier resistencia y garanti- zar la comunicación.
De inmediato, Tomás Bobadilla se dirigió a Monte Grande, y Manuel Jimenes atravesó el río Haina hacia San Cristóbal, ambos con el propósito de buscar refuerzos y controlar las mayores concentraciones de antiguos esclavos o sus descen-
(Pasa a la página 9) dientes que pudieran mostrar recelos ante la nueva situación.
Sin registrarse ninguna oposición armada en Santo Domingo, entrada la madrugada del 28 de febrero el ambiente era festivo. Se informó sobre la proclamación de la República al corregidor de la ciudad, Domingo de la Rocha y Ángulo, quien convocó al Ayuntamiento para sancionar el cambio. Nadie se opuso.
Mantener la soberanía
Aún era la madrugada del día 28, cuando el cónsul francés Eustache Juchereau de Saint-Denys, quien estaba en Santo Domingo desde mediados de enero, pretendió iniciar negociaciones para establecer el Plan Levasseur (con el que se pretendía buscar apoyo de Francia, cediendo la Bahía de Samaná) y motivó al general Desgrotte a enviar una comisión, que se reunió con los líderes independentistas y recibió las explicaciones acerca de la determinación de separarse de Haití.
Tras este encuentro, Saint Denis aconsejó a Desgrotte que capitulara. Desgrotte no tenía ninguna intención de combatir, ante su aislamiento y la pequeñez de la tropa haitiana, de unos 60 soldados, ya que desde las primeras horas de la mañana cientos de moradores de las zonas rurales cercanas se apostaron en la ciudad, y con ellos los separatistas consolidaron el control de la plaza.
Al mismo tiempo, se conformó la Junta Central Gubernativa como órgano provisional del gobierno, encabezado por Francisco del Rosario Sánchez, y con la integración de Manuel Jimenes, Joaquín Puello, Wenceslao de la Concha y Matías Ramón Mella, a quienes se agregaron los conservadores Tomás Bobadilla, José María Caminero y Remigio del Castillo.
En el transcurso del día se llegó un protocolo de entendimiento con las autoridades haitianas. Se respetaría la integridad de los haitianos, mientras que los funcionarios depuestos abandonarían el país. Se estipuló que la caja del tesoro y los archivos pasarían de inmediato a la Junta y que se respetarían las propiedades de los nacionales hai- tianos. La Junta aprobó la capitulación con las firmas de Sánchez, Mella, Castro y Castro, Remigio del Castillo y Wenceslao de la Concha.
En tanto que al sur de la recién nacida República Dominicana había oposición del alcalde Buenaventura Báez, según informó Antonio Duvergé que llegó desde Azua. De regresó a Azua, Duvergé junto a Valentín Alcántara y Francisco Soñé, vencieron la resistencia en la ciudad sureña. Mientras que de Monte Plata y sus alrededores se recibió el apoyo de centenares de hombres.
En San Cristóbal y Baní, Esteban Roca y Juan Álvarez hicieron las diligencias para enviar emisarios a lugares más lejanos con el fin de informar los detalles de la separación y solicitar soporte militar.
Al día siguiente, 29 de febrero, alrededor de las 9 de la mañana, Puello hizo entrada en la ciudadela para tomar posesión. Los funcionarios haitianos se alojaron en la residencia de Desgrotte, hasta que se embarcaron hacia Haití. Este día Sánchez cedió la presidencia de la Junta Central Gubernativa a Bobadilla.
Esta crónica fue elaborada a partir de los datos históricos del libro “Antes y después del 27 de febrero”, de Roberto Cassá.