Sábado 13 de junio de 2009 DiarioLibre.
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Noticias CONVERSANDO CON EL TIEMPO POR JOSÉ DEL CASTILLO PICHARDO LECTURAS
JUAN BOSCH: UN TESTIMONIO GENERACIONAL
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iendo un mozalbete, bajo el régimen de Trujillo, tuve mi primer contacto con la obra literaria de Juan Bosch a través de la lectura del cuento Guaraguaos, publicado en la revista Analectas, órgano de la Logia Cuna de América que dirigía Enrique Apolinar Henríquez en los inicios de la década del 30. La lectura de este cuento –que formaba parte de la compilación Camino Real-, ambientando en la sociedad rural del Cibao durante las revoluciones de bolos y coludos, me impactó poderosamente. Todavía la recuerdo, arrellanado en el sofá de la sala de mi casa, sosteniendo el pesado volumen empastado de la colección de esa magnífica revista. Bosch me cautivó con la magia narrativa de su texto, con la fuerza sugestiva de los parlamentos de sus personajes de carne y hueso, cargados de sabiduría popular. Y con sus trazos magistrales del paisaje rural dominicano. El segundo encuentro con Juan Bosch fue en la biblioteca de don Cucho Alvarez Pina –mi querido papa Cucho, a quien me unían dobles lazos familiares. Fue un folleto de la autoría del poeta Tomás Hernández Franco, titulado Juan de Alaska y editado por el Partido Dominicano, en el que se narra una conversación entre el exiliado antitrujillista radicado en Cuba y dos destacados intelectuales trujillistas, amigos de Bosch, quienes asistían en La Habana a un congreso internacional de municipalidades. Ante un sondeo para que el exiliado se reintegrara a la Republica Dominicana y colaborara con Trujillo, Bosch habría afirmado que veía a distancia la política dominicana ya que se hallaba dedicado exclusivamente a sus tareas literarias. Tras el ajusticiamiento de Trujillo, en la transición de la dictadura a la democracia, pude conocer mejor y de manera personal las dimensiones múltiples de este dominicano singular y universal que es nuestro entrañable Juan Bosch. Primero a través de la delegación de avanzada del Partido Revolucionario Dominicano que arribó en julio de 1961, encabezada por don Angel Miolán, con el propósito de estable-
Coronel Fernández Domínguez y Juan Bosch.
cer una organización política democrática de masas, que promoviera las reformas sociales y los cambios institucionales necesarios para implantar un sistema democrático moderno en el país. Luego, de manera directa, cuando acudí, en octubre de 1961, al primer mitin en el Parque Colón en el cual intervino Juan Bosch como orador. O cuando participé en el patio de la Librería Dominicana en la puesta en circulación de las obras Cuentos Escritos en el Exilio y David, biografía de un Rey, editadas por don Julio Postigo en la colección Pensamiento Dominicano. También al integrarme a los actos del programa de toma de posesión –junto a mis amigos lasallistas Rafael Alburquerque, Eduardo Selman, Pedro Pimentel Hued, Armando Hopelman, Gastón Marión-Landais, Luis Rodrigo y Guillermo Rivera, miembros del grupo estudiantil FURR-, ocasión en la que nos acercarnos a personalidades como Rómulo Betancourt, José Figueres, Luis Muñoz Marín, Luis Alberto Monge, Sir Alexander Bustamante, Ramón Villeda Morales, entre otros lideres democráticos de la región. Educador democrático Pero el más permanente recuerdo que conservo del Juan Bosch de aquellos años del despertar libertario del pueblo dominicano -junto a la impronta de su obra literaria que siempre me perseguiría como una sombra-, es la resonancia cautivante de aquella voz pedagógica que se colaba en las emisiones radiales diarias de Tribuna Democrática. Las cuales, a manera de escuela radiofó-
nica meridiana de educación popular, capturaban la audiencia de sus conciudadanos. No era la retórica encendida, rimbombante, cargada de adjetivos laudatorios al Jefe y a su obra, a la cual nos tenían acostumbrados la tribuna trujillista y los medios de comunicación oficiales. Era, en cambio, una charla amena y persuasiva, lógica y pedagógica, expresada en forma coloquial, intercalando preguntas puntuales a las cuales seguían respuestas claras, formativas e informativas. En sus esperadas intervenciones cotidianas, Juan Bosch educaba a su gente sobre los más variados tópicos que debe dominar un ciudadano de una democracia moderna, a fin de convertirse en un ente político activo y participativo en los asuntos de la vida pública. Trascendía el análisis coyuntural que dividía a la sociedad dominicana de la transición entre dos polos opuestos: trujillistas y antitrujillistas (cívicos, catorcistas y varias vertientes del exilio retornado). Para sembrar una semilla profunda en la conciencia popular, que le valdría el calificativo de haber “traído la lucha de clases al país”, como le adjudicaban sus contrarios conservadores. Abecedario para hombres libres ¿De qué hablaba Bosch en esas charlas? Por las calles de Santo Domingo, a través de Radio Comercial y una red de emisoras a nivel nacional, se podían seguir sus lecciones de educación política. Qué es y cómo funciona una democracia. Cómo se constituyen e interrelacionan los poderes del Estado y cuáles son sus funciones. Porqué y
para qué se forman los partidos políticos en una democracia. Cómo se constituyen, desde sus organismos de base, sus cuadros intermedios y sus órganos de dirección. Explicaba la necesidad de organizarse no sólo en partidos, sino también en sindicatos, asociaciones campesinas, gremios profesionales y otras entidades sectoriales, para articular los intereses de los diferentes grupos sociales y canalizar sus aspiraciones. Bosch hablaba de las reformas sociales para hacer avanzar el país e incorporar a sus grupos más empobrecidos a la dinámica de la producción. Explicaba los alcances de la reforma agraria, identificada como mecanismo ideal para la redistribución de la riqueza en una sociedad mayormente rural y con elevada concentración de la propiedad de la tierra (piénsese sólo en el patrimonio acumulado por Trujillo y sus allegados en tierras cañeras, fincas ganaderas y plantaciones de sisal). Su prédica calzaba con la propuesta de la Alianza para el Progreso promovida por el Presidente Kennedy. Ya en el gobierno, y en el mejor estilo fabiano, se ocupó todos miércoles de crear una verdadera mística a favor de la reforma agraria, estimulando a sus conciudadanos a donar valores de cualquier tipo, por más simbólicos que fueran, para aplicarlos a este programa. Bosch educó sobre el derecho al techo propio. Para la población radicada en los bateyes de los ingenios propuso la edificación de las “villas de la libertad”. Una ley de precio tope, destinada a gravar las ganancias extraordinarias consecuencia del boom de precios del azúcar, buscaba captar los recursos para la ejecución de este proyecto. Formaba a la gente en los temas relativos a la economía. La primera charla sobre el origen y la función del dinero, el papel del ahorro y el crédito, acerca del funcionamiento de los bancos, la escuché de labios de Juan Bosch. Cómo funciona la economía de un país, su comercio exterior, las reservas internacionales de Banco Central. La seguridad social, para qué exis-
ten los impuestos, la necesidad de fomentar las cooperativas de productores, fueron tópicos desarrollados en sus pláticas radiofónicas por este forjador de hombres libres. Como líder antitrujillista de larga data, Juan Bosch explicaba los orígenes históricos de esa férrea y prolongada dictadura, la forma en que Trujillo y sus allegados fueron haciéndose de una enorme fortuna, que luego pasaría a formar el patrimonio del CEA, CORDE, CORPOHOTEL. Al tiempo que educaba a los dominicanos en los valores democráticos, Bosch se cuidó de no sembrar mayores odios en el seno de una sociedad terriblemente dividida. Eso le costó, de parte de UCN y el 1J4, el calificativo de ser blando con los trujillistas, particularmente con las fuerzas armadas y Balaguer. Sin embargo, este manejo prudente le granjearía votos en las urnas en 1962. En esa etapa clave del destino dominicano, en la que muchos vimos y vivimos los hechos como páginas en blanco de un libro que podíamos (soñábamos) escribir, Juan Bosch introdujo en el discurso político el análisis social, sentando un marco explicativo del comportamiento de los actores políticos y de las diferentes clases y grupos sociales en función de sus intereses. Acuñó los términos “hijos de Machepa” y “tutumpotes” que cuajaron en la mente de la gente y en el debate público. Ello le valió que se le acusara de azuzar el odio de clases, excusa que se emplearía para calificarle, tempranamente, de procomunista. Hoy, cuando tornamos la mirada hacia aquellos años germinales y convulsos, emerge la figura limpia de Juan Bosch ó Juan Bó, como le identificara la fonética de la calle. Como un adelantado a su época, a más de cuatro décadas de distancia, sus propuestas esenciales aún se conservan frescas. Esas ideas, junto al compromiso ético de una vida privada ejemplar y un quehacer ciudadano transparente, constituyen señas de convocatoria para una sociedad urgida de renovar las esperanzas. Porque como dijera sabiamente el profesor ante situaciones adversas, “nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer”.